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“Breve reseña sobre el neoliberalismo”
Fernando Pita.
“Los objetivos de las políticas neoliberales apuntaban a promover la variabilidad de las
relaciones sociales en los marcos del capitalismo, con el fin de relanzar las premisas
que aseguren una acumulación estable del capitalismo, incluyendo la reproducción de
las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, es decir, el propio proceso
de valorización y dominación capitalista. El objetivo era afectar el poder acumulado
por los trabajadores y los pueblos”
(Julio Gambina; en “Crisis del neoliberalismo. Sus alcances, proyecciones y consecuencias”).
¿Qué es el neoliberalismo? El origen teórico de la ideología
El neoliberalismo es una cosmovisión global de la sociedad que abarca la
economía, el individuo y también una forma de gobierno, que surge inicialmente solamente en el plano de las ideas al terminar la segunda guerra mundial, en
Europa y en Estados Unidos, como reacción a todo tipo de intervencionismo
estatal, que se expresaba tanto en el desarrollo del comunismo existente (fundamentalmente en la Unión Soviética y en los nuevos países que bajo diversos
matices seguían ese modelo) y el Estado de Bienestar.
Después de la segunda guerra mundial se conforma un nuevo orden y un
momento histórico que se conoció como Guerra Fría. Por un lado, los llamados
países comunistas abarcaban a aquellos que tenían mejores relaciones con la
URSS (como Alemania Oriental, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, entre
otros) y otros más distanciados de dicho país como China y Yugoslavia. Por el
otro, en los países capitalistas con mayor grado de desarrollo industrial se conformó el Estado de Bienestar que desempeñaba funciones estratégicas en la
conducción de la economía y operaba en forma directa empresas en aquellos
sectores considerados claves. La función principal ha sido regular la actividad
productiva en función de objetivos sociales, orientados a la redistribución de
ingresos, mediante la generación de ingresos y medidas tendientes a desarrollar políticas sociales.
En este marco, la respuesta inicial a estas políticas hegemónicas de posguerra fue en un principio de corte intelectual y académico. Tendrían que esperar varios años para que el neoliberalismo se aplique en diversos gobiernos.
Hacia 1947, el austriaco Friederich Von Hayek convoca a una reunión en la
localidad suiza de Mont Pélerin a la que asisten Milton Friedman, Karl Popper,
Lionel Robbins, Ludwing Von Misses, Walter Eukpen, Walter Lippman, Michael
Polanyi y Salvador de Madariaga. Dicho encuentro generó la fundación de la
Sociedad Mont Pélerin que en su declaración fundacional señalaban que: “los
valores centrales de la civilización están en peligro. Sobre grandes extensiones
de la superficie del planeta las condiciones esenciales de la dignidad y de la
libertad humana ya han desaparecido. En otras, están bajo constante amenaza
ante el desarrollo de las tendencias políticas actuales. La posición de los individuos y los grupos de adscripción voluntaria se ve progresivamente socavada
por extensiones de poder arbitrario. Hasta la más preciada posesión del hombre occidental, su libertad de pensamiento y de expresión, está amenazada por
1
el despliegue de credos que, reclamando el privilegio de la tolerancia cuando
están en situación de minoría procuran solamente establecer una posición de
poder desde la cual suprimir y obliterar todas las perspectivas que no sean la
suya”1.
El intento de impulsar una sociedad que redujera las desigualdades era
considerado por estos autores como destructores de la libertad y ponía trabas a
la competencia económica. Comenzaban a desafiar un consenso generalizado,
al argumentar que la desigualdad era un valor positivo que lo acercará a concepciones conservadoras al mismo tiempo que lo alejaba de una premisa del
liberalismo clásico: la igualdad. De este modo, el neoliberalismo retoma del liberalismo clásico (proceso histórico marcado en lo socio-económico por el
desarrollo de la Revolución Industrial –originaria de Gran Bretaña y posteriormente extendida a otras regiones– y en lo político por la Revolución Francesa)
estableciendo la idea de libertad y de orden natural como los valores supremos
para alcanzar el bienestar social. Lo natural es el individuo, no la sociedad; lo
natural es la voluntad, el interés y libertad de cada individuo, no la voluntad general; lo natural es lo económico y el andamiaje principal para lograr la libertad
individual. Al enfatizar las libertades individuales se refuerzan las concepciones
en torno a la iniciativa privada, al mercado por sobre los valores societales.
Mientras que para el liberalismo clásico el concepto de libertad es más global y
totalizador pues abarca la esfera individual, la política (aunque hasta fines del
siglo XIX éstas estaban restringidas para gran parte de la población, fundamentalmente analfabetos, trabajadores y mujeres) y la económica, para el neoliberalismo la libertad económica es la condición necesaria para lograr la libertad
individual.
Consideramos que es necesario poner en cuestión una visión extendida
que el neoliberalismo es sinónimo de mínima intervención estatal. El geógrafo
David Harvey define al neoliberalismo como “una teoría de prácticas políticoeconómicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser
humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las
libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de
comercio. El papel del Estado es crear y preservar el marco institucional apropiado para el desarrollo de estas prácticas. Por ejemplo, tiene que garantizar la
calidad y la integridad del dinero. Igualmente, debe disponer las funciones y
estructuras militares, defensivas, policiales y legales que son necesarias para
asegurar los derechos de propiedad privada y garantizar, en caso necesario
mediante el uso de la fuerza, el correcto funcionamiento de los mercados. Por
otro lado, en aquellas áreas en las que no existe mercado (como la tierra, el
agua, la educación, la atención sanitaria, la seguridad social o la contaminación
medioambiental), estos deben ser creados, cuando sea necesario, mediante la
acción estatal. Pero el Estado no debe aventurarse más allá de lo que prescriban estas tareas. La intervención estatal en los mercados (una vez creados)
debe ser mínima porque, de acuerdo con esta teoría, el Estado no puede en
modo alguno obtener la información necesaria para anticiparse a las señales
del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos grupos de interés distorsionen y condicionen estas intervenciones estatales (en particular en
Citado por Harvey, David: “Breve historia del neoliberalismo” (extraída del sitio web:
http://wwwmontpelerin.org/aboutmps.html). Versión de internet. Págs. 25 y 26.
1
2
los sistemas democráticos) atendiendo a su propio beneficio2.
Al respecto Albert Recio destaca cuatro áreas de intervención estatal que
promovió el neoliberalismo:
1) Política económica: donde el pleno empleo es sustituido por la lucha contra la inflación legitimada por una concepción macroeconómica que postula como no deseable el pleno empleo.
Se considera que existe una tasa natural de desempleo que
no acelere inflación). El argumento central de este enfoque
es que el desempleo no se reduce con políticas de expansión de la demanda, ya que “estas, a partir un límite, generaban inflación, y además inflación creciente, una situación
que se consideraba desastrosa para la generación de inversión privada que permite el crecimiento económico necesario
para el pleno empleo”3. A diferencia de la lógica del Estado
Bienestar Keynesiano (EBK) de expandir la demanda se
postulaba las reformas estructurales del mercado laboral,
donde el pleno empleo es dejado de lado por el empleo flexible.
2) Sistema financiero: a través de una serie de políticas: 1) Liberalización del movimiento de capitales entre diversos países,
permitiendo los paraísos fiscales; 2) Eliminación de restricciones a la formación de entidades financieras especializadas, eliminando las barreras que existían entre bancos comerciales, cajas de ahorro, etc. 3) Liberalización de la creación de activos financieros y sus consecuentes “derivados”
(títulos financieros negociables, bonos, hipotecas, etc.; 4).
Creación de empresas financieras con una regulación más
laxa, muchas de ellas filiales de los propios bancos, aunque
también independientes que son las gestoras de los títulos
“derivados”; 5) Reemplazo parcial de la regulación estatal
por formas mercantiles auto-regulatorias, tomando relevancia las auditorias y empresas de calificación de riesgos.
3) Liberalización de mercancías y servicios. Si bien este proceso
comienza antes y que no culminó por las diversas resistencias. Esto se expresa en privatizaciones de empresas estatales o que ciertas actividades laborales sean parcial o totalmente realizadas sean contratadas o subcontratadas externamente. La justificación de estas medidas es que las
empresas privadas son más eficientes ante la burocracia estatal.
Dos de los exponentes más cabales de la Escuela de Chicago, vertiente
estadounidense del neoliberalismo, Milton y Rose Friedman, expresan que el
modelo de sociedad deseable debe fundarse en las libertades individuales dado que: “(...) Las características físicas y humanas limitan las alternativas de
que disponemos. Pero nada nos impide, si queremos, edificar una sociedad
2
Harvey, David: Op. Cit. Págs. 8 y 9.
Recio Albert, André: “La crisis del neoliberalismo” http://www.rebelion.org/docs/85139.pdf
Extraído de Revista de Economía Crítica, nº7, primer semestre, 2009:96-117. ISSN : (en trámite)
Pág.98
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3
que se base esencialmente en la cooperación voluntaria para organizar tanto la
actividad económica como las demás actividades; una sociedad que preserve y
estimule la libertad humana, que mantenga al Estado en su sitio, haciendo que
sea nuestro servidor y no dejando que se convierta en nuestro amo”4.
Una de las tesis de M. Friedman es que la organización de la actividad
económica debe desarrollarse a través de empresas privadas en el marco de
un mercado libre y el capitalismo es el sistema que mejor se adecua a dicho
principio. La economía de libre mercado se construye en base a la cooperación
voluntaria entre los individuos, a través de la cual las partes intervinientes se
benefician y satisfacen sus necesidades con mayor eficacia. Ejemplificando
esta aseveración, M. Friedman señala que la forma más simple que adopta
este tipo de sociedad es cuando un variado número de familias independientes
entre sí produce bienes y servicios que intercambian por otros con otras familias, en términos aceptables para ambas partes. Cada familia esta indirectamente capacitada para satisfacer sus necesidades, produciendo si fuera necesario para su propio consumo. El incentivo para producir para otros, es el incremento de la productividad que hace posible la división del trabajo y la especialización de funciones. Esta especialización beneficia a las partes que intercambian pero potencialmente cada familia posee la alternativa de producir directamente para sí misma si no se beneficia con el intercambio. Las familias
cooperan entre sí, sin coerción de ningún tipo, ya que cada una responde a sus
propios intereses.
Otro objetivo central del neoliberalismo es la profundización de la acumulación capitalista. Se busca una mayor rentabilidad empresaria a través de una
redistribución regresiva de los ingresos, dando vuelta la lógica keynesiana de
bienestar del pleno empleo que fortaleció en los hechos el poder de los sindicatos. Esta concepción establece que el aumento de los ingresos de los pobres
depende de mayores niveles de inversión y de consumo de los ricos, lo que se
conoció como la teoría del goteo o derrame (primero se acumula y luego se
“derramaría” hacia los sectores populares). Para lograr este objetivo, consideran necesario despolitizar el ámbito del mercado, considerándolo, como la economía liberal clásica, como un proceso económico “natural”. Los diversos gobiernos de corte neoliberal arremeten contra los sindicatos y todo tipo de organizaciones populares de base que intentan canalizar sus demandas a través
del Estado por fuera del mercado. Arremeten también contra la lógica que se
había instaurado con el Estado del bienestar basada en los organismos corporativistas tripartitos (sindicatos, empresarios, Estado).
El ataque a los sindicatos se basa en que éstos limitan la libertad de trabajo y del derecho de libertad de asociación. Como lo señalaba uno de sus
referentes intelectuales, von Hayeck al considerar que si bien la huelga era “un
derecho normal, difícilmente puede considerarse como un derecho inalienable.
Existen buenas razones para afirmar que, en ciertos casos, debería estipularse
dentro de las cláusulas del convenio la renuncia a tal derecho: por ejemplo, hay
empleos que implican obligaciones a largo plazo por parte de los obreros, y
cualquier intento de quebrantar aquella renuncia debería considerarse ilegal” 5.
Friedman, Milton y Friedman, Rose: “Libertad de elegir: Hacia un nuevo liberalismo económico”, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993, Pág. 61.
5 Hayek, Friederich: Los fundamentos de la libertad, Ediciones Folio, Barcelona, 1997, Tomo 2,
Págs. 334 y 335.
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4
Para justificar estas políticas antisindicales consideran que lo esencial para tener una economía estable es promover competitividad empresarial.
2. Mercado y Estado: la crítica al Estado de Bienestar
La realización de la idea de libertad para el neoliberalismo implica el desarrollo de las fuerzas del mercado que conlleva la necesidad de eliminar todos
los obstáculos que se erigen contra su libre funcionamiento. El mercado en tanto precondición para la realización de la libertad individual, debe asumir las
decisiones políticas y sociales y ser el que gobierne el destino de la humanidad, donde el Estado y la política se subordinan a la lógica mercantil. Ludwig
von Mises–uno de los teóricos del neoliberalismo– destaca que “la institución
fundamental de la economía de mercado es la propiedad privada de los medios
de producción. Caracteriza y tipifica al sistema. El mercado, en su ausencia, se
desvanece”6. De este modo, el mercado es el que define la dinámica del sistema en el cual cada uno actúa según su propio interés, y todo el mundo satisface las necesidades de los demás al atender las suyas. La libre competencia es
el principio que rige la organización social, asegurando la libertad de comprar y
vender a cualquier precio, como así también para producir. Revirtiendo la premisa del liberalismo clásico, la libertad económica es precondición de la libertad
política.
El neoliberalismo al entronizar al mercado como la dimensión idónea para
alcanzar el desarrollo económico y social, invierte la relación entre estado y
economía entre Estado y sociedad, postulado por el Estado de Bienestar. El
juego de la oferta y la demanda debe fluir libremente sin ningún tipo de condicionamientos ni intromisión por parte del Estado. Este debe abstenerse de intervenir en la economía, procurando eliminar los obstáculos que entorpecen su
dinámica, arbitrando los mecanismos necesarios para evitar todo tipo de intromisiones ajenas al mercado. Para lograr dicho fin deberá además colaborar
con la despolitización del mercado, neutralizando las demandas y las presiones
de los trabajadores y de las organizaciones sindicales, diluyendo el poder de
mediación y negociación de estos últimos frente al estado y por fuera del mercado. En consecuencia, en este tipo de sociedad regulada por el mercado, la
democracia como sistema y como forma de organización de lo social no constituye un valor deseable, que podría transformarse en un aspecto incompatible
con el interés y la voluntad individual. Como señala Perry Anderson: “la democracia en sí misma –como explicaba incansablemente Hayek– jamás había sido un valor central del neoliberalismo, considerando que la libertad y la democracia podían tornarse fácilmente incompatibles, si la mayoría democrática decidiese interferir en los derechos incondicionales de cada agente económico
para disponer de su renta y sus propiedades a su antojo”7.
El mercado es el que provee los mecanismos que otorgan al individuo la
libertad para aprovechar al máximo los recursos, siempre que no interfiera con
la libertad de los demás, pero no garantiza que todos obtendrán los mismos
beneficios. Estos diferirán en gran medida, por los accidentes de nacimiento,
herencia previa y por la buena o mala suerte, es decir que las desigualdades
6
Ludwig von Mises La acción humana, Tratado de Economía. Editorial Sopec, Madrid, 1968,
Pág. 803.
7 Anderson, Perry: “Neoliberalismo: un balance provisorio” en Compiladores: Emir Sader y Pablo Gentili “La trama del neoliberalismo: Mercado, crisis y exclusión social”, Buenos Aires, Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997, Pág. 24.
5
sociales al ser naturales, son inevitables. A partir de este enfoque, la sociedad
concebida como un orden natural, basado en la iniciativa privada y en la libertad de mercado y considerada por muchos autores como una forma de justificación de las desigualdades sociales como esencia de lo social y del capitalismo como su expresión. Así lo expresa Perry Anderson quien sostiene que el
neoliberalismo, es un fenómeno diferente al liberalismo clásico y que lejos de
recuperar el concepto de "libertad" como uno sus pilares básicos, fue combatir
al keynesianismo y preparar las bases y condiciones para un tipo de capitalismo duro y libre de reglas. De este modo, al enfatizar la primacía del mercado
por sobre el Estado y privilegiarse la iniciativa privada, se pretende reordenar la
sociedad a través de un orden auto-regulado logrando un equilibro entre los
diversos intereses en pugna.
De este modo, no solo consideran nocivo para el funcionamiento social y
económico la excesiva intervención del Estado en la economía, su tamaño y la
tendencia al crecimiento permanente de su aparato burocrático. Dicha propensión a incrementar el tamaño es visto como un defecto de nacimiento del Estado de Bienestar por las características que adquiere la dinámica socio político
en las democracias.
Según la concepción neoliberal, el comportamiento burocrático estatal
puede ser asimilado al comportamiento empresarial caracterizado por la necesidad de maximizar beneficios, ya que el estatus y el poder de las burocracias
dependen del tamaño y del crecimiento de sus administraciones”: a mayor tamaño, a mayor mercado, mayor poder. Este esquema también se traslada al
mercado político donde las diferentes organizaciones políticas “compiten” por el
voto del mismo modo que las empresas por los consumidores. En la competencia política y electoral se crean expectativas y compromisos que deben posteriormente satisfacerse, al mismo tiempo deteriora valores “tradicionales” como por ejemplo la ética del trabajo, que en última instancia se tradujeron, en el
aumento de seguidores. A medida que aumentan los seguidores, deben ampliarse y expandirse los cuadros burocráticos estatales. Este tipo de interrelación entre las demandas sociales, políticas asistenciales y cuadros burocráticos, generaron un ciclo que ha obligado al Estado a profundizar las políticas
sociales y asistenciales, a expandir sus cuadros burocráticos y en consecuencia aumentar una parte del gasto público. Para que esta relación no se siga
reproduciendo es necesario achicar el Estado, despolitizándolo y transfiriendo
dichas funciones sociales a la órbita del mercado a “técnicos” con mayor poder
de decisión, en el marco de un “Estado mínimo y ágil”. Estos procesos irracionales y burocráticos han producido, según el neoliberalismo el crecimiento
desmedido y patológico del Estado y lo han convertido en un aparato todo poderoso que tiende a asfixiar a la sociedad. El mercado en cambio, con la racionalidad objetiva que le es propia, según el neoliberalismo, tenderá a lograr los
equilibrios duraderos para solucionar los conflictos sociales y alcanzar el bienestar social. Esta “vuelta al fundamentalismo del mercado, según algunos autores es una propuesta sustentada por quienes visualizaron en las políticas
keynesianas, más allá de sus matices y especificidades nacionales, las causas
del avance de los trabajadores y el salario sobre los capitalistas y las ganancias”8.
Gambina, Julio: “Crisis del neoliberalismo. Sus alcances, proyecciones y consecuencias”, en
Periferias Nº 2, Año 2, Primer Semestre de 1997, Pág. 26
8
6
3. El neoconservadurismo
El descreimiento de los valores democráticos acercó a los neoliberales a
concepciones que provenían del pensamiento conservador. A esta convergencia de corrientes se las denomina de neoconservadurismo. Históricamente los
conservadores han priorizado el “orden” sobre la justicia, la “libertad” y la igualdad. Si bien las ideas liberales y conservadoras difieren en materia económica
y política, ambas coinciden en concebir a las desigualdades sociales como
“naturales” y en descalificar a la democracia como modelo de integración social. La convergencia de estas corrientes (liberales y conservadoras) ha sido
posible y se ha intensificado cuando la primera comienza a abandonar sus
principios políticos y sociales basados en la libertad individual y en los derechos y garantías de los ciudadanos, priorizando solo las libertades económicas.
El propósito político social de tal convergencia ha sido limitar las luchas democráticas, manteniendo y profundizando las desigualdades desde una concepción elitista y jerárquica de la sociedad. Margaret Thatcher lo planteaba claramente: “es nuestra función glorificarnos en la desigualdad y velar que a los talentos y las habilidades se les sea dado una salida y expresión para el beneficio de todos nosotros”9.
La convergencia de ideas neoconservadoras y el neoliberalismo tuvo mayor presencia en Estados Unidos cuando desde el Partido Republicano buscaron una fuerte base de apoyo en sectores cristianos evangélicos (la denominada Iglesia electrónica que constituyen alrededor del 20% de la población) que
hasta entonces no jugaban un rol importante en la vida política. A través de
estas concepciones apelando a un nacionalismo cultural de los trabajadores
blancos mediante un discurso que los interpelaba como superiores moralmente
y porque vivían con inseguridades económicas por ser excluidos de ciertos beneficios. Desde la revista Commentary, intelectuales conservadores como Irving Kristol y Norman Podhoretz criticaban a los valores “liberales” en el terreno
cultural (en el sentido estadounidense, con el sentido “progresista”) y al mismo
tiempo apoyando el giro neoliberal en materia económica.
En Inglaterra, el contexto socio-histórico fue muy diferente. A diferencia de
los Estados Unidos existía un fuerte desarrollo de Estado de Bienestar con una
presencia sindical y la existencia del Partido Laborista que actuaba como nexo
político de las organizaciones gremiales de los trabajadores. Del mismo modo,
hay una ausencia de grupos evangélicos de peso económico y con deseos de
involucrarse en la actividad política. Sin embargo, el neoconservadurismo tuvo
también su grado de confluencia con las políticas neoliberales al restringir libertades individuales. La búsqueda de cierto grado de coerción social para poner
énfasis en la restauración del orden “emerge como una sencilla manera de
despojarse del velo de antiautoritarismo en el que pretendía envolverse el neoliberalismo. Pero también propone respuestas propias a una de las contradicciones centrales del neoliberalismo. Si “no existe eso que llamamos sociedad,
sino únicamente individuo”, tal y como Thatcher lo formulara en un principio,
George, Susan: “Breve historia del neoliberalismo”: veinte años de economía de elite y las
oportunidades emergentes para un cambio estructural. (conferencia) Pág. 5. En:
http://www.rcci.net/globalizacion/llega/fg099.htm Dicha conferencia se realizó en el simposio
Soberanía Económica en un Mundo Globalizado. Bangkok (24 al 26 de marzo de 1999 (Página
web: http://www.millennium-round.org/
9
7
entonces, el caos de los intereses individuales puede con facilidad acabar prevaleciendo sobre el orden. La anarquía del mercado, de la competitividad y del
individualismo desenfrenado (esperanzas, deseos, ansiedades y miedos individuales; opciones sobre los estilos de vida, sobre los hábitos y orientaciones
sexuales; modos de expresión y de comportamiento hacia los otros) genera
una situación que se torna progresivamente ingobernable. Incluso, puede conducir a una ruptura de todos los vínculos de solidaridad y a un estado próximo
al anarquismo social y el nihilismo”10.
Los gobiernos de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y Ronald Reagan
en los Estados Unidos se convirtieron en modelos paradigmáticos, para otros
países tanto de Europa, como de América Latina, para desmontar y socavar las
bases de las diversas variantes del Estado de Bienestar. El neoliberalismo
inaugura así una época en que comienzan a generalizares gobiernos neoliberales, y con ellos la aplicación de políticas basadas en las reformas estructurales
del estado, en las privatizaciones, y la implementación de políticas tendientes a
la reducción del gasto público, entre otras. De este modo, esta concepción pasó de una etapa inicial de corte meramente académico y minoritario en sus adhesiones a otra de búsqueda de consenso y apoyo popular. La búsqueda de
apoyos populares hizo reflotar un tono nacionalista a la prédica de dichos gobiernos como se evidenció a partir del triunfo de Reagan en su avanzada militar
en el medio Oriente (al inicio con Irán) y en el caso de Gran Bretaña con la guerra de Malvinas. Una consigna lanzada por la primera ministra Thatcher intentaba dar cuenta que era el único camino posible: “No hay alternativa”.
4. La crisis del ’70 y la oportunidad para el neoliberalismo
El desarrollo de la economía capitalista mundial a partir de la década del
40 del siglo XX –basado en los supuestos teóricos keynesianos que se expresaron en los diversos Estados de Bienestar de economía mixta– comenzó a
detenerse a finales de la década de los ’60. Ambos conceptos abarcan y explican mejor los fenómenos y sistemas económico-sociales de la posguerra. Estado de Bienestar Keynesiano combina los programas sociales de distribución
del ingreso por fuera del circuito productivo y los planes de intervención estatal
anticíclica que surgieron para contrarrestar la crisis de 1929. Mientras que el
término de economía mixta se refiere a la convivencia de dos instancias de
control económico: el Estado y el mercado. Ambas variables permitían generar
un fuerte aumento del gasto público y tendencias hacia al pleno empleo. Los
neoliberales planteaban críticamente que esa excesiva intervención estatal
promovía altos índices de inflación.
Consideramos necesario remarcar que el despliegue de un rol más protagónico del Estado en los aspectos económicos y sociales es previo incluso a la
crisis del 29. La justificación de esta postura se basaba en tres elementos: a) el
temor a la revolución anticapitalista; b) la preocupación “caritativa” de los pobres, que hasta ese momento era un asunto de la Iglesia; c) la búsqueda de
mayores niveles de eficiencia económica a través de leyes proteccionistas. La
revolución rusa de 1917 representó para el capitalismo una amenaza concreta
de que se incrementara el poder social de los trabajadores. En un primer momento, el Estado capitalista reaccionó a través del uso de la coerción, limitando
o prescindiendo de la participación de los sindicatos del proceso político. Poste10
Harvey, David: Op. Cit. Pág. 88.
8
riormente, la respuesta fue más problemática, al combinarse políticas, propuestas, modificaciones en las organizaciones del proceso de trabajo –lo que se
conoce como fordismo, a través de la cadena automatizada creando la línea de
montaje– y diversos planteos teóricos de readecuación del capitalismo, entre
los que se destacaban los del keynesianismo.
El “pacto social” entre capitalistas y trabajadores consistía en concesiones
recíprocas de partes desiguales con diferentes poder de decisión. Los distintos
sectores de la burguesía cedían parte de sus ganancias y los trabajadores
aceptaban los parámetros del sistema capitalista, dividiendo la lucha sindical de
la política dejando de lado las propuestas de transformar las relaciones sociales de producción. De este modo, los sindicatos mutan en grandes organizaciones con poder para acordar con las fuerzas del capital y desarrollando estructuras burocráticas. Asimismo, los mayores niveles de intervención estatal
generan cambios en los sistemas políticos, al aumentarse la participación política y social. Paralelamente, los partidos políticos sufren una profunda transformación. Los denominados partidos burocráticos de masa con gran peso del
aparato (como la izquierda europea) se convierten en partidos “escoba”, o profesionales-electorales, caracterizados por un discurso más desideologizado,
debilitamiento de los lazos entre los partidos y su electorado, la pérdida de peso de la militancia y los afiliados, fortalecimiento de los líderes que tienden a
tener vínculos más laxos con su organización y un rol más protagónico de los
medios de comunicación de masas.
La integración de los sindicatos al Estado, y la búsqueda de los primeros
de canales institucionalizados para vehiculizar sus demandas fue lo que primó
en la conducción sindical más allá del gobierno de turno. Sin embargo, en el
nuevo contexto, se mantenían las tasas de inflación pero el estancamiento primero, y luego la recesión fue la expresión de que los tiempos de gran expansión económica llegaban a su fin. La combinación de inflación con recesión –
fenómeno llamado estanflación– generó un aumento de las presiones contra el
Estado de Bienestar.
Hacia fines de la década del 60 y principios de los 70 comienzan a vislumbrarse un proceso caracterizado por: a) una acentuada caída en la tasa de
ganancia del capital; b) mayores niveles de déficits fiscales; c) y por último un
debilitamiento del peso ideológico del keynesianismo que ponía en cuestión la
legitimidad del sistema capitalista traduciéndose en una crisis hegemónica, al
perder niveles de consenso político. De este modo, se abre una etapa de replanteos para el capitalismo, considerando necesario reconvertir el modelo de
acumulación en el cual se basaba el Estado de Bienestar Keynesiano, y por
ende, las políticas económicas para generar nuevas modalidades para recuperar los niveles de tasas de ganancias.
Además, se acelera un proceso de centralización y concentración del capital soportado en la tercera revolución científico-técnica que permitió una profundización de la mundialización de las relaciones productivas iniciándose una
tendencia que se acentuará en los años posteriores: mayor cantidad de inversiones en el sector financiero. En este sentido, Miguel Mazzeo señala que: “en
1970 casi el 90% de las transacciones de divisas estaba relacionado con la
economía real. En la actualidad el porcentaje no llega al 5%. Es decir, que en el
mundo actual el 95% de estas transacciones son de carácter especulativo. A
diario se trasladan por el mundo alrededor de 1,5 billones de dólares, especu9
lando sobre las variaciones en la cotización de las divisas” 11. A este fenómeno
de especulación financiera que genera fuga de capitales, Harvey lo llama acumulación por desposesión que tiene cuatro rasgos centrales: 1) privatización y
mercantilización; 2) financiarizción; 3) gestión y manipulación de la crisis; y 4)
redistribuciones estatales.
El auge económico de posguerra comenzó a evidenciar signos de declive
hacia mediados de la década del ´60 e inicios del ´70. Los índices de producción y de la tasa de ganancia empresarial comenzaron a decaer en Europa.
Estados Unidos intentó una salida con un aumento del gasto militar durante la
guerra de Vietnam, generando un crecimiento breve. El aumento de las luchas
sindicales en Europa (como el recordado mayo francés y el otoño caliente italiano) también generó mayor presión social. Para recuperar parte de su caída
de sus ganancias, los empresarios comenzaron a aumentar los precios. A este
fenómeno de estancamiento económico e inflación se lo denominó estanflación. Los neoliberales desde la perspectiva del monetarismo comenzaron a
remarcar que el aumento del gasto público generado por la emisión monetaria
sin control llevaba a la inflación.
Para poder financiar los gastos de la guerra de Vietnam, durante la presidencia de Richard Nixon en Estados Unidos se declara el domingo 15 de agosto de 1971 la inconvertibilidad del dólar con respecto al oro, poniendo fin al sistema monetario de Bretton Woods impulsado después de la Segunda Guerra
Mundial. Los EEUU venían saldando sus déficits de exportación mediante la
emisión de dólares. La derrota en la guerra y la necesidad de importar cada vez
más petróleo fueron minando la reserva de oro. Desde ese momento, el comercio mundial se estructuró a través de los dólares emitidos por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Los países comenzaron a reemplazar
sus reservas en oro por el billete verde.
Desde la posguerra se desarrollaron fuertes inversiones en la explotación
de energía. En noviembre de 1973, la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP) reaccionó ante la nueva situación económica con la triplicación del precio del petróleo crudo, para contrarrestar el crecimiento inflacionario
y la depreciación del dólar. Estas medidas agravaron la recesión económica
debido al comienzo de la aplicación de políticas restrictivas de los diversos gobiernos. Al respecto, John Holloway considera que: “el derrumbe del sistema
monetario internacional removió el aislamiento respecto del mercado mundial,
que era un elemento esencial de la concepción keynesiana de la intervención
estatal. Estas tensiones encontraron su expresión en la aguda recesión de
1974-1975: la producción cayó estrepitosamente en todos los países principales, la inflación y el desempleo se elevaron y el flujo de “petrodólares” dentro
del mercado de eurodólares incrementó la volatilidad del sistema monetario
mundial”12.
En sus distintas vertientes, los partidos socialdemócratas europeos buscaban canalizar las demandas obreras de los sindicatos. Incluso, los eligieron
como interlocutores por los empresarios cuando comenzaba a vislumbrarse el
11
Mazzeo, Miguel: Dioses fracasados: Apuntes sobre los procesos de la globalización neoliberal, Ediciones Macchi, 2003, Pág. 118.
12 Holloway, John: Se abre el abismo. Surgimiento y caída del keynesianismo” en Holloway,
John: Marxismo, Estado y Capital: La crisis como expresión del poder del trabajo, Fichas Técnicas de Cuadernos del Sur, 1994, Pág. 70.
10
descenso en los niveles de acumulación en la segunda mitad de la década del
60. No obstante, cuando las contradicciones sindicales se hicieron más evidentes, estos partidos entraron en crisis.
La nueva situación evidenció las posiciones contradictorias de los sindicatos que aceptaban colaborar con el Estado para disminuir las demandas salariales, buscaban conservar el apoyo de sus bases sindicales a través de la negociación. Para lograr una mayor disciplina del mercado laboral era necesario
tener mayores niveles de desempleo. Esta nueva situación de mayores niveles
de desempleo no fue absorbida por los sindicatos, los cuales se habían acostumbrado al pleno empleo y a altos salarios.
También se producen cambios en nuevos procesos de trabajo: la automatización flexible y programada, fenómeno conocido como toyotismo. Del mismo
modo que se puede asociar el esquema del taylorismo-fordismo con el Estado
de Bienestar Keynesiano (EBK), podemos establecer que este nuevo modelo
se basa en la infraestructura mínima del estado neoliberal. Al respecto, John
Holloway destaca: “ya no era verdad, a fines de los 60, que todo auto producido
podría ser vendido sin problemas; y hacia 1974 cuando la crisis mundial ya era
evidente y el aumento de precios del petróleo llegó hasta los automóviles, los
fabricantes de automóviles tenían que competir intensamente para vender sus
productos. Las compañías productoras se vieron obligadas a cambiar sus métodos de producción para poder competir. También la dirección empresarial
tuvo que atacar las normas establecidas de relaciones laborales. Desde ambos
lados de la relación capital-trabajo, la estabilidad relativa del fordismo estaba
bajo ataque. Al período de compromiso en el cual los sindicatos habían mantenido juntas a ambas partes en aparente armonía, sucedió un período de conflicto abierto, de abierta lucha por el poder”13.
La realización de este esquema postulaba la reducción de equipo y personal para satisfacer la demanda diaria o semanal, partiendo de las existencias
para revelar lo superfluo y racionalizar la producción, conformando una fábrica
distinta de los modelos del taylorismo y el fordismo que cambiaba la organización del trabajo para adaptarla a las necesidades del mercado. Una característica central de este nuevo esquema es la pérdida de la especialidad profesional
para transformarse en obreros polivalentes, logrando el objetivo de disminuir su
poder e incrementar la intensidad de su trabajo. Además, permitía descentralizar parte de las tareas de planificación e integrar las tareas de control de calidad de los productos a la tarea de fabricación. La descentralización productiva
también se expresa en la “externalización“(fenómeno también definido como
tercerización) de ciertos trabajos, generando mecanismos de subcontratación
de tareas, que son institucionalizados y jerarquizados.
Estos cambios provocaron mayor desempleo dejando atrás el pleno empleo y los altos salarios, poniendo en crisis el esquema keynesiano. Los aumentos de los déficits llevaron a los gobiernos a considerar la posibilidad de
reducir los gastos sociales. Los neoliberales comenzaron a culpabilizar al aumento de los costos salariales como la causa de la caída de las ganancias empresariales. Comenzó así a ponerse énfasis en el aumento de la productividad
y en el control de los incrementos salariales. De este modo, el “pleno empleo”
Holloway, John: “Se abre el abismo. Surgimiento y caída del keynesianismo” en Holloway,
John: Marxismo, Estado y Capital: La crisis como expresión del poder del trabajo, Fichas Técnicas de Cuadernos del Sur, 1994, Págs. 117 y 118.
13
11
que era uno de los pilares del Estado de Bienestar había generado un aumento
del poder de la fuerza de los trabajadores en la disputa con el capital por el ingreso. Sin recesión, la inflación fue la respuesta de los empresarios para disminuir las demandas obreras. La coyuntura crítica de los años 70 generó las condiciones para que las premisas neoliberales comenzaran a ponerse en práctica.
El nuevo escenario permitía que las ideas liberales en materia económica comiencen a popularizarse, sindicando como responsables de la misma al estado
y a las organizaciones obreras porque con sus reivindicaciones salariales y sus
presiones en favor de la distribución socio-económicas, y el desarrollo de las
políticas de seguridad social, fueron los causantes del aumento del gasto público.
5. Las experiencias piloto: el neoliberalismo y las dictaduras latinoamericanas
La aplicación de políticas neoliberales no siempre se produce en forma
completa de acuerdo a sus supuestos postulados generales. Sería más preciso
afirmar junto a Recio que “el neoliberalismo nunca ha constituido un modelo
coherente de regulación económica. Como en todo proceso social hay que diferenciar entre referentes teóricos, construcciones ideológicas y políticas específicas. En general las visiones ideológicas compartidas se reducen a puntos comunes, mientras que las políticas están, inevitablemente, relacionadas con los
vaivenes que impone la realidad: las tradiciones nacionales, las luchas políticas
y las inercias. Menos claro aún es el papel de las teorías, básicamente porque
la formulación crecientemente etérea de los supuestos de los modelos teóricos
los hace difícilmente traducibles a propuestas concretas”14.
América latina también desmiente el carácter no intervencionista del Estado ya que vino acompañada de la presencia de dictadura que a la vez confirmaba no sólo el escaso entusiasmo por el liberalismo político. Al mismo tiempo,
parte del “recetario” privatizador fue aplicado aunque no en su totalidad en el
Chile dirigido por Pinochet, fue dejado de lado momentáneamente en la Argentina de la dictadura cívico-militar instaurada en 1976. Aunque generalmente se
considera que los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos fueron los
primeros en aplicar estas políticas, la dictadura chilena fue pionera en aplicar
programas de desregulación, represión sindical, desempleo masivo, privatización y concentración de la riqueza. La aplicación de políticas neoliberales en un
gobierno que había abolido la democracia política no era contradictoria con los
postulados neoliberales, ya que para esta concepción lo político debía subordinarse a la centralidad del mercado.
Tomamos solamente los casos chileno y argentino, por ser considerados
los primeros en el mundo en impulsar parte del recetario neoliberal y que contaron con el apoyo de los sectores más concentrados de su economía y de los
Estados Unidos, que desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959 propició
en América latina golpes de estado sustentado con la ideología anticomunista
de la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).
El gobierno democrático de Salvador Allende de la Unidad Popular (coalición de partidos de izquierda) llevó el gasto estatal al 40% del Producto Bruto
Interno (PBI). La posterior liberalización económica se restauró a través del
golpe de Estado del 11 de de septiembre de 1973 encabezado por el general
14
Recio Albert, André: Op. Cit. Pág.97.
12
Augusto Pinochet quien basó su proyecto en una feroz represión, desaparición
de personas y cárcel a los opositores. Harvey comenta como fue preparado el
clima con antelación, enfatizando que “se convocó a un grupo de economistas
conocidos como los “Chicago boys” a causa de su adscripción a las teorías
neoliberales de Milton Friedman, que entonces enseñaba en la Universidad de
Chicago. La historia de cómo fueron elegidos es interesante. Desde la década
de 1950 Estados Unidos había financiado la formación de algunos economistas
chilenos en la Universidad de Chicago, como parte de un programa de la Guerra Fría destinado a contrarrestar las tendencias izquierdistas en América Latina15”. Estos economistas lograron controlar la Universidad Católica –una institución privada con sede en la ciudad de Santiago– Una vez que Pinochet llegó
por la fuerza al gobierno, estos economistas en sintonía con los planes del
Fondo Monetario Internacional (FMI) reestructuraron la economía. Siguiendo el
camino inverso al del gobierno democrático de Allende, revirtieron las nacionalizaciones y privatizaron servicios públicos, y abrieron la economía al capital
extranjero (fundamentalmente en la industria maderera y pesquera). El único
recurso que quedó en manos del Estado fue el cobre.
La combinación de políticas neoliberales y régimen autoritario es evidente,
aunque existen matices que deben ser considerados. En el caso chileno, la
privatización de áreas estatales ligadas al bienestar (salud y educación) fueron
llevadas adelante a diferencia de la Argentina. La dictadura militar instaurada
en nuestro país en 1976 –también sustentada en la represión sistematizada–
inició un proceso de liberalización de los mercados, especialmente el financiero
y de apertura económica. Básicamente este proyecto económico pretendía
modificar sustancialmente la economía, la sociedad y la inserción en el mercado mundial. El temor a las protestas sociales hizo que no se desmantelaran
ciertas instituciones estatales ligadas a lo social que estaban más arraigadas
que en Chile. Sin embargo, debemos aclarar que ya durante la presidencia
constitucional de Isabel Perón, hubo elementos embrionarios de esta política, a
partir del tristemente célebre “rodrigazo”.
Al mismo tiempo, consideramos que la adopción del neoliberalismo en
nuestro país tuvo matices con respecto al caso chileno. Las políticas llevada a
cabo a partir de la gestión de Martínez de Hoz, durante la dictadura militar
“apuntan hacia una gradual des-indexación de los precios claves: tipo de cambio, tarifas de empresas y servicios públicos y salarios” 16. Estas famosas “anclas” que llevó adelante la dictadura argentina tuvieron como objetivo disciplinar
a través de los mecanismos del terrorismo de Estado fundamentalmente hacia
el movimiento obrero organizado. La aplicación de las políticas neoliberales en
la Argentina marca algunas particularidades con relación a los casos británicos
y estadounidenses.
El proyecto global analizado anteriormente de fuerte contenido anticomunista, autoritario y moralista estuvo más presente durante la dictadura militar,
combinándose en forma paralela con la doctrina monetarista expresada en la
apertura económica, la reducción salarial, la concentración de la riqueza. La
reducción de aranceles a los productos importados apuntó a revertir el proceso
de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) con énfasis en el
15
Harvey, David: Op. Cit. Págs. 14 y 15
Foxley, Alejandro: Experimentos neoliberales en América Latina, Colecciones Ediciones
CIEIPLAN, Nº 7, Chile, julio de 1981, Pág. 92.
16
13
desarrollo del mercado interno. Otra de las consecuencias de la política aperturista fue la entrada de capitales (dólares baratos) que no sólo permitió un corto
período de consumo de sectores medios y altos a través de viajes al exterior y
la importación de productos (la denominada “plata dulce”) sino que también
generó la posibilidad de creación de entidades financieras que fueron uno de
los eslabones del creciente endeudamiento externo. Sin embargo, el proyecto
neoliberal en materia económica no logró en ese período privatizar las empresas estatales. A diferencia de Chile (donde el control del poder político estuvo
en manos de la conducción férrea de Pinochet), en la Argentina, las tres fuerzas armadas (ejército, marina y aeronáutica) se dividieron el “botín” de las empresas estatales. La posibilidad que una privatización de las empresas pudiera
generar mayores protestas sociales también se combinaba a que seguían
compartiendo cierto ideario nacionalista, de las cuales las Fuerzas Armadas
habían conformado esas empresas. En este sentido, existían contradicciones
(o tensiones) entre la conducción económica y política, del autodenominado
Proceso de Reorganización Nacional
6. La aplicación de las políticas neoliberales en Europa y en el resto
del mundo
A partir de la situación de la crisis de los ’70, las teorías neoliberales comienzan a ganar terreno. Desde esta concepción comenzó a plantearse la necesidad de un Estado fuerte –desmintiendo una vez más el sentido común de
su no intervención– capaz de limitar la influencia de las organizaciones sindicales y que además controlara la política monetaria, absteniéndose de intervenir
en la economía. El objetivo de todo gobierno era contribuir a la estabilidad monetaria. Para este fin era necesario realizar ajustes estructurales, reduciendo
por un lado los gastos en general del estado, y los sociales en particular; realizar reformas fiscales para estimular la inversión y también debilitar el poder de
las organizaciones sindicales.
Perry Anderson destaca que las políticas desarrolladas por el neoliberalismo fueron aplicadas fundamentalmente por el thatcherismo en Inglaterra,
donde “(...) el modelo más puro de neoliberalismo, se contrajo la emisión monetaria y elevaron las tasas de interés. Se rebajaron drásticamente los impuestos
sobre los ingresos altos, se aflojaron controles sobre los flujos financieros, se
crearon millones de desempleados, se aplastaron huelgas e impusieron una
nueva legislación antisindical. Cortaron gastos sociales y finalmente, se lanzaron en programas amplios de privatizaciones comenzando con la vivienda pública y prosiguieron con las industrias básicas como el acero, el petróleo, el
gas, la electricidad y el agua”17. El cambio regresivo en la política tributaria se
evidencia en que en la década de 1980 “el 1% de los contribuyentes recibían el
29% de todos los beneficios de reducción de impuestos, de modo que una persona que recibía la mitad del salario medio, encontraba que sus impuestos se
habían alzado en un 7%; en tanto que una sola persona que ganaba 10 veces
el salario medio, recibía una reducción del 21%18”.
El discurso anti-sindical de Margaret Thatcher –que remarcaba la no existencia de la sociedad, “sino únicamente hombres y mujeres individuales”– tuvo
un fuerte apoyo en la clase media británica después de extensas huelgas (fun17
18
Anderson, Perry: Conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales en 1994.
Conferencia de George, Susan: Op. Cit. Pág.5.
14
damentalmente en el sector minero, industria siderúrgica, astilleros, transporte
y el empleo público). Un dato ilustrativo del rumbo hacia donde se apuntaba es
que “entre 1979 y 1994, el número de empleos en el sector público se redujo
de sobre 7 millones a 5 millones, que representó una caída del 29%19”. Cuando
Thatcher renunció a su cargo de primera ministra antes de terminar su tercer
mandato en 1990 la incidencia de las huelgas cayó a una décima parte de sus
niveles anteriores. Sin embargo, el desmantelamiento del Estado de Bienestar
fue más dificultoso, principalmente en las áreas de educación y salud.
La adopción de políticas neoliberales en los Estados Unidos con la llegada a la presidencia de Ronald Reagan en 1980 adquirió una connotación diferente debido a que en ese país no se había desarrollado un Estado de bienestar de tipo europeo. Por eso, “la prioridad neoliberal, se expresó más bien por la
competencia militar con la Unión Soviética, concebida como una estrategia para quebrar la economía soviética y por esta vía derrocar al régimen comunista
en Rusia. En el interior, Reagan también redujo los impuestos a favor de los
ricos, alzó las tasas de interés y aplastó la única huelga de su presidencia. Pero Reagan no respetó la disciplina presupuestaria, al contrario, se lanzó en una
carrera armamentista sin precedentes que creó un déficit público mucho mayor
que cualquier otro presidente de la historia norteamericana”20. En efecto, si bien
la tradición sindical en Estados Unidos está más debilitada y fragmentada que
en Gran Bretaña, en 1981, el gobierno de Reagan fue muy duro para frenar la
huelga impulsada por la Organización de Controladores Profesionales del Tráfico Aéreo (PATCO). Las políticas anti-sindicales llevaron el salario mínimo federal cayera a un 30 % en 1990.
Del mismo modo que en Gran Bretaña, el objetivo fue revertir las políticas
impositivas, generando mayor desigualdad social. Susan George recoge datos
de un ex asesor del presidente estadounidense Richard Nixon sobre la base de
políticas elaboradas por la Heritage Foundation, donde destaca que “pasando
la década de los 80, el 10% superior de las familias aumentó sus ingresos un
16%; de éstos, el 5% superior, aumentó sus ingresos en 23%; pero el extremadamente afortunado 1% de las familias norteamericanas pueden agradecerle a
Reagan su incremento en un 50%. Sus ingresos van de los 270 000 a los 405
000 dólares” (…). En cuanto a los más pobres “perdieron el 15% de sus ya magros ingresos; de una media anual de $4.113 dólares cayeron a un inhumano
$3 504. En 1977, el 1% superior de las familias tenían un ingreso medio 65 veces más alto que el 10% de más abajo. Una década más tarde, el 1% ganaba
115 veces más”21.
Paradójicamente, cuando a inicios de la década del ’90, el capitalismo parecía entrar en una fuerte recesión, las políticas neoliberales tuvieron un segundo aliento. En Suecia donde la socialdemocracia era el único país que había resistido la arremetida neoliberal en los años ’80, fue derrotada por una
coalición de derecha en 1991, del mismo modo que el socialismo francés en las
elecciones de 1993. El nuevo impulso del proyecto neoliberal también se expresó en la nueva ola de privatizaciones que se llevaron a cabo en Alemania,
Austria e Italia.
Sin embargo, la hegemonía neoliberal se tornó completa cuando en los ex
19
Conferencia de George, Susan: Idem. Anterior.
Anderson, Perry: ibid.
21 Conferencia de George, Susan: Idem. Anterior. Págs. 8 y 9.
20
15
países comunistas de Europa del Este comenzaron a aplicar de manera sorprendentemente ortodoxa los postulados de Von Hayeck y Friedman. Aunque
hay que señalar que luego de la aplicación de estas políticas existió una fuerte
reacción popular que se expresó en las elecciones en Polonia, Hungría y Lituania, donde se impusieron partidos ex comunistas. Después del desmembramiento de la URSS –primer lugar del mundo donde se había instalado la experiencia comunista– la aplicación de la denominada “terapia de schock” que implicaba ajustes en los gastos sociales y privatizaciones en Rusia (centro político
de la ex Unión Soviética con empresas completamente en manos del Estado)
tuvo un fuerte impacto publicitario en lo que se dio en llamar el “fin de las ideologías”. Ex miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética se convertían en furibundos capitalistas adoradores del libre mercado. Las consecuencias no sólo fueron una fuerte concentración de la riqueza en pocas manos,
sino que “durante la década de 1990, la renta per cápita en Rusia descendió a
una tasa del 3,5 % anual. Una gran parte de la población se vio sumida en la
pobreza y como resultado la expectativa de vida en los varones descendió 5
años”22La caída del Muro de Berlín que separaba en dicha ciudad alemana,
con la unificación de dicho país dividido hasta entonces en Alemania Federal y
Alemania Oriental fue el otro elemento que profundizó este nuevo escenario
político. El neoliberalismo llegaba a lugares que hasta esos momentos eran
impensados.
Un caso muy particular es el de China. Tras la muerte del principal dirigente de la revolución, Mao Tsé Tung, su sucesor Deng Xiaoping, impulsó hacia 1978 reformas que se empalman con el ideario neoliberal. Sin abandonar
discursivamente el discurso igualitario de la revolución se planteó el retiro de
las restricciones a la iniciativa individual con el objetivo de buscar aumentar la
productividad que genere crecimiento económico. No sólo se estimulaba la
competencia entre empresas estatales sino que también se impulsó una apertura al comercio exterior y la llegada de inversiones para incorporar tecnología.
No obstante, estas medidas estaban bajo el control estatal, y por ende del Partido Comunista Chino para buscar limitar el poder del capital financiero internacional. A diferencia de otras experiencias neoliberales, China no aplicó las políticas de ajustes presupuestarios y privatizaciones. Quizás, esto le permitió tener un espectacular crecimiento económico (con tasas medias cercanas al 10
% anual) y que una parte de la población tuviera mejores niveles de vida al impulsarse el mercado interno. Sin embargo, las desigualdades sociales siguen
existiendo, fundamentalmente entre la población urbana y la rural
La creación de empresas estatales locales y la inversión extranjera permitieron mayores niveles de flexibilización laboral que sumado a las limitaciones a
ciertos derechos laborales (como la realización de huelgas) introduce un elemento importante de la cultura neoliberal. El gran torrente de capitales transnacionales estaba ligado también a la satisfacción de un gran mercado interno,
gracias al desarrollo de una incipiente “clase media”. De este modo, se generó”una carrera competitiva por suministrarles automóviles, teléfonos móviles,
DVD, televisores y lavadoras así como también centros comerciales, autopistas
y hogares «lujosos». La producción mensual de coches ascendió de manera
paulatina de cerca de 20.000 en 1993, hasta casi 50.000 en 2001, y a partir de
entonces experimentó un vertiginoso aumento hasta alcanzar los casi 250.000
22
Harvey, David: Op. Cit. Pág. 161.
16
vehículos al mes a mediados de 2004. Una marea de inversión extranjera –en
todos los campos, desde Wal-Mart y McDonald's hasta la producción de chips
informáticos– inundó el país23”
El crecimiento chino también se debe al declive regional de Japón. China
se ha transformado en la potencia hegemónica del sudeste asiático Su producción a bajo costo de industria textil, calzado y cuero que empezó a tener peso a
partir de 2004 que exporta en gran cantidad a países como la Argentina. Al
mismo, tiempo son importadores de materia prima agrícola (como la soja) de
esas mismas naciones. Otro aspecto para ligar al caso chino a las experiencias
neoliberales “clásicas” podemos destacar que desde la década de 1990 se
produjeron paralelamente privatizaciones y conversiones de empresas estatales fundamentalmente en el sector industrial, reduciéndose el empleo en ese
sector de un 40% a un 14% en el 2002. Sin embargo, existe un elemento que lo
diferencia claramente de dichas políticas. En vez de reducir el empleo, existen
políticas que buscan absorber mano de obra ante una población extensa para
mantener una cierta estabilidad política y social.
7. Algunas de las consecuencias de las políticas neoliberales
Una de las consecuencias que generaron estas políticas fue que “en los
países ricos del capitalismo tenían sistemas de bienestar en los que apoyarse,
aun cuando quienes dependían permanentemente de estos sistemas debían
afrontar el resentimiento y el desprecio de quienes se veían a sí mismos como
gentes que se ganaban la vida con su trabajo. En los países pobres entraban a
formar parte de la amplia y oscura economía ‘informal’ o ‘paralela’, en la cual
hombres, mujeres y niños vivían, nadie sabe cómo, gracias a una combinación
de trabajos ocasionales, servicios, chapuzas, compra, venta y hurto”24.
Al respecto, James Petras señala que: “las grandes transformaciones de
la estructura de la clase, iniciada por los neoliberales, todavía retumban: la sustitución de capitalistas industriales nacionales por financieros internacionales y
especuladores inmobiliarios, de ingenieros por consejeros de inversión, de
obreros industriales fijos, bien pagados y sindicados, por obreros de servicios
eventuales, mal pagados y por cuenta propia”25.
Otras de las consecuencias de las políticas neoliberales se expresa en
quienes perdieron peso político y los que ganaron espacios. Entre los primeros
están los partidos socialdemócratas o laboralistas en Europa de base obrera
que se fueron adaptando a las premisas neoliberales; y entre los segundos hay
nuevas fuerzas políticas “que cubrían un amplio espectro, que abarcaba desde
los grupos xenófobos y racistas de derechas a través de diversos partidos secesionistas (especialmente, aunque no sólo, los étnico-nacionalistas) hasta los
diversos partidos ‘verdes’ y otros ‘nuevos movimientos sociales’ que reclamaban un lugar en la izquierda. Algunos lograron una presencia significativa en la
política de sus países, a veces un predominio regional”26.
23
Harvey, David: Op. Cit. Pág. 144.
Hobsbawm, Eric: “Historia del Siglo XX”, Barcelona, Crítica, 1995, Págs. 414 y 415.
25 Petras, James: “El neoliberalismo y la marginalidad: ausencia de futuro”, en Diario Página 12,
del 16 de abril de 1991.
26 Hobsbawm, Eric: “Historia del Siglo XX”, Barcelona, Crítica, 1995, Pág. 416.
24
17
8. La profundización del experimento neoliberal en América Latina:
los ‘90
Las premisas del pensamiento económico neoliberal “muestran un parecido con los programas de ajuste estructural recomendados por los organismos
internacionales e implementados en gran parte de América Latina. Cuestiones
como la desregulación de los mercados, el incremento del ahorro interno (mediante la caída de salarios) y del externo (por intermedio de una balanza comercial favorable en el intercambio con el exterior), el libre movimiento de capitales y la neutralidad de la política comercial (al interior y con el exterior), la
caída del gasto público, el superávit fiscal y la focalización de la acción estatal
en programas asistenciales a los sectores marginados por los resultados del
ajuste, son una parte ineludible de este tipo de esquema”27.
Estas propuestas fueron sintetizadas por John Williamson en el denominado “Consenso de Washington” de 1989. Las diez medidas programáticas que
se proponen son:
Restablecimiento de la Disciplina fiscal: el déficit presupuestario –que
debería incluir a gobiernos provinciales, empresas del Estado y el banco central– debería ser lo suficiente reducido como para financiarlo sin recurrir al impuesto inflacionario. Ello implica contar con un superávit primario (esto es, previo a la suma de la deuda y los gastos) de varios puntos porcentuales del PIB,
así como un déficit operativo (que vendría a ser el déficit sin contar aquellos
intereses que simplemente compensan la inflación) de no más del 2 por ciento
del PIB.
Prioridades del gasto público: El gasto debería desviarse de aquellas
áreas políticamente sensibles –áreas que reciben tradicionalmente recursos
desproporcionados en relación con los beneficios económicos que producen,
tales como la administración, defensa, subsidios indiscriminados y “elefantes
blancos”– hacia otras áreas marginadas pero capaces de generar altos rendimientos económicos y de mejorar la distribución de los ingresos, tales como la
atención primaria de la salud, la enseñanza primaria y la infraestructura.
La reforma tributaria: Esta reforma incluiría la ampliación de la base tributaria y el recorte de tasas impositivas marginales. El objetivo es aumentar los
incentivos y promover la equidad horizontal sin rebajar la progresividad existente. El mejoramiento de la administración tributaria (incluyendo la tributación sobre los ingresos e intereses derivados de bienes invertidos en el exterior y fugas de capital) es un factor determinante en la ampliación de la base tributaria
en el contexto latinoamericano.
La liberalización financiera: El objetivo final de la liberalización financiera son tasas de interés determinadas por el mercado, aunque la experiencia ha
demostrado que en períodos de crisis de confianza crónica las tasas de interés
pueden ser tan altas que llegan a amenazar la solvencia financiera de las empresas productivas y del propio gobierno. En semejantes condiciones, un objetivo temporal sensato sería la eliminación de tasas de interés preferenciales
para prestamistas privilegiados y, asimismo, la consecución de moderadas tasas de interés reales positivas.
Tipos de cambios competitivos: Todos los países requieren, por lo meLo Vuolo, Rubén: “Economía política del Estado de Bienestar: mitología neoliberal y keynesianismo populista”, en “El Estado Benefactor. Un paradigma en crisis”, Buenos Aires, Miño y
Dávila, 1991, Págs. 45 y 46.
27
18
nos en lo que a transacciones comerciales se refiere, tipos de cambio unificados y lo suficientemente competitivos como para que estimulen el crecimiento
acelerado de exportaciones no tradicionales y garanticen a los exportadores el
mantenimiento de tal competitividad en el futuro.
La liberalización del comercio: Deben sustituirse las restricciones cuantitativas al comercio por aranceles que a su vez fueran reduciéndose progresivamente hasta alcanzar un nivel mínimo uniforme que oscilase entre el 10 y el
20 por ciento. Existen, empero discrepancias en torno al ritmo al que deberían
reducirse dichos aranceles (para algunos esta reducción debería concretarse
en alrededor de tres años, para otros en torno a los diez) y asimismo no existe
unanimidad sobre la conveniencia de ralentizar el proceso de liberalización comercial si las condiciones macroeconómicas son adversas (recesión y déficit en
la balanza de pagos).
Una economía competitiva propiciando la inversión extranjera directa: Se recomienda la supresión de barreras que impidan la entrada de empresas extranjeras; las empresas nacionales y foráneas deberían competir en
igualdad de condiciones.
Privatizaciones y desreglamentaciones estatales: Se aboga por la privatización de las empresas estatales. Los gobiernos deben eliminar las regulaciones que impidan la participación de nuevas empresas o que restrinjan de
alguna manera la competencia, a la vez que garantizan el mantenimiento de
regulaciones que justifican como la seguridad, la protección ambiental o la supervisión de las normas de prudencia de las instituciones financieras.
Garantías de los derechos de propiedad: El sistema legal debe garantizar derechos de propiedad a bajo costo y accesibles al sector informal y a
mayor cantidad de población.28
Si bien, estas propuestas no se realizaron de modo literal sirvieron como
una “guía para la acción” de los distintos gobiernos que se inspiraron en el
ideario neoliberal. El neoliberalismo latinoamericano, abarca desde los años 70
a países como Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia, y desde fines de los años
80, a naciones como Brasil, Perú, Panamá, Ecuador, México, entre otros, con
diversos matices. En general pude señalarse que en mayor o menor medida
se correlacionan con las políticas desarrolladas por el thatcherismo y el reaganismo, que salvando las distancias y las formas de implementación, poseen
características similares. Por ejemplo, se adoptaron políticas de privatización,
se implementaron reformas del Estado tendientes a reducir la participación del
estado como productor de bienes y servicios estratégicos, y lograr una mayor
inserción en el mercado internacional.
Atilio Boron señala que la adopción de estas políticas en América Latina
generó un: “radical debilitamiento del Estado, cada vez más sometido a los intereses de las clases dominantes y resignando grados importantes de soberanía nacional ante la superpotencia imperial, la gran burguesía transnacionalizada y sus “instituciones” guardianas: el FMI, el Banco Mundial y el régimen económico que gira en torno a la supremacía del dólar”29.
Williamson, John: “Revisión del Consenso de Washington" en L. Emmerij, J Núñez del Arco
(comp.). El desarrollo Económico y Social en los umbrales del siglo XXI, BID, Washington DC,
1998, Págs. 64 y 65.
29 Borón, Atilio: “La sociedad civil después del diluvio neoliberal” en Compiladores: Emir Sader y
Pablo Gentili. “La trama del neoliberalismo: Mercado, crisis y exclusión social”, Buenos Aires,
Oficina de Publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, 1997, Pág. 55.
28
19
A partir de la asunción del gobierno constitucional del radical Raúl Alfonsín se conforma un sistema partidario con rasgos bipartidistas. La tendencia
ideológica de los dos partidos mayoritarios –Unión Cívica Radical (UCR) y Partido Justicialista (PJ)– va girando hacia las posturas neoliberales dejando de
lado sus tradicionales políticas de corte redistribucionista, llegando a su máxima expresión cuando en 1989 asume el justicialista Carlos Saúl Menem, adoptando las propuestas difundidas por el gran capital, cuando se llevan a cabo la
reforma del Estado que incluyó las privatizaciones de las empresas públicas, la
desregulación, la flexibilización laboral y la descentralización, en el marco del
Plan de Convertibilidad que establecía una paridad entre el peso argentino y el
dólar estadounidense de 1 a 1.
Uno de los aspectos que atraviesan a las políticas neoliberales en América Latina son las reformas estatales que se extienden en toda la región y están
ligados a los planes de ajuste ortodoxos del Fondo Monetario Internacional
(FMI) tras la crisis del modelo económico de industrialización por sustitución de
importaciones (ISI), “de la caída de los precios internacionales de las materias
primas, incluido el petróleo, de la globalización de las economías, del peso de
las deudas externas, etc. Estos hechos producen un desuso de los mecanismos de regulación económica de los Estados, del patrón económico direccionalizador del Estado y del crecimiento vía subsidios estatales, déficit fiscal, inflación y créditos a tasas de interés negativas”30.
En forma similar a lo que había pasado en Europa, gobiernos de fuerte
tradición populista, es decir partidos o movimientos políticos identificados históricamente con políticas distributivas a favor de los sectores populares a través
de un rol protagónico del Estado aplicaron políticas monetaristas y privatizadoras.
En el caso argentino, se estructuró la dominación de fracciones muy oligopolizadas, concentradas y transnacionalizada de la burguesía que privilegia
la producción para el mercado externo en detrimento del interno. Este proyecto
genera modelos de exclusión económica y social de los sectores medios y populares a partir de un esquema de desarrollo basado en la distribución regresiva del ingreso y el desempleo estructural. De este modo, se generó una “sociedad escindida (con perspectivas de profundización de la brecha y de las desigualdades estructurales): a pesar de las declamaciones del credo neoliberal,
desde 1976 el producto por habitante disminuyó, la tasa de inversión descendió, la productividad de la sociedad argentina viene cayendo, los salarios también (y mucho) y desde 1976 vienen aumentando (y mucho) la población con
problemas ocupacionales (desocupación y subocupación) y la pobreza (junto a
la concentración –casi escandalosa– de la riqueza.) Indicadores, éstos últimos,
que han ‘estallado’ en los 90”31.
A modo de síntesis, podemos subrayar que las políticas neoliberales aplicadas en el continente latinoamericano, adoptaran las siguientes formas:
 Imponer una política antiinflacionaria de cuño monetarista con metas de control de emisión de moneda, elevación de las tasas de inGarcía Delgado, Daniel R.: “Estado y sociedad: La nueva relación a partir del cambio estructural.”, Tesis Norma, Buenos Aires, 1994, Pág. 78.
31 Cassin, Esteban: “Comentarios sobre la sociedad argentina en los ’90: neoliberalismo y después” en Blutman, Gustavo: Aproximaciones a la reforma del Estado en la Argentina, Oficina de
Publicaciones del CBC, UBA, 1995, Pág. 26.
30
20


terés y restricción del consumo por medio de ajustes salariales.
Con ello se obligaba también a un férreo control de los gastos públicos y de estímulo a los impuestos que no afectasen el ahorro.
Hasta aquí, las medidas coinciden con las aplicaciones en Estados
Unidos.
Presionar para poner en práctica una política de devaluación de
monedas nacionales a partir de devaluaciones cambiarias permanentes. Esta medida alentó la generación de superávit comerciales
de estos países, el cual se utilizó para el pago de intereses de la
deuda externa. Esta estrategia se opone a la ejecutada en Estados
Unidos donde se practicó una política de fortalecimiento de la moneda nacional que dio como resultado un enorme y creciente déficit
comercial.
El crecimiento del volumen del pago de intereses y la estatización
de la deuda en los países del Tercer Mundo generaron un pozo sin
fondo de endeudamiento público, sin que por ello se generaran
nuevos gastos públicos. Por el contrario, al mismo tiempo que se
elevaba el débito aumentaron los recortes del gasto público. Esta
contradicción no fue vivida por los países centrales, en particular
por Estados Unidos, que aumentó tranquilamente su gasto público
hasta por lo menos 1987, cuando el pago de intereses de su deuda
comenzó a considerarse como un gasto exagerado que había que
controlar debido a su elevado monto, tanto en el interior como en el
exterior32.
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