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El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
El Sexenio Democrático (1868-1874).
Economía y Sociedad en el siglo XIX
Evolución Política del Sexenio Democrático
Se conoce por Sexenio Democrático o Revolucionario al periodo de la historia
de España transcurrido desde el triunfo de la revolución de septiembre de 1868,
conocida como “la Gloriosa” hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874 de
Martínez Campos en Sagunto, que supuso el inicio de la etapa conocida como
Restauración.
La actividad política será muy dinámica ya que se puede rastrear la
participación de grupos políticos unionistas, moderados, progresistas, demócratas y
republicanos, en cuyo campo de acción también intervienen el movimiento obrero y la
cuestión de Cuba, iniciada en esa época.
El proceso político se puede dividir en tres etapas:
 Revolución Democrática de 1868, la “Gloriosa”
 Monarquía Constitucional (1868-1873): Regencia (1868-1869) y
Monarquía de Amadeo (1870-1873)
 I República (1873-1874).
Después de estas tres etapas la situación política del país desembocaría en la
Restauración borbónica.
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Causas
El movimiento revolucionario de septiembre de 1868 es consecuencia de la
acumulación de causas muy variadas.
a.- Causas económicas: producidos por los efectos de la crisis económica de
1866
 Caída de las acciones de las empresas ferroviarias, de los títulos de la deuda del
Estado y del precio del suelo en las grandes ciudades; provocando la quiebra de
muchas empresas y bancos, que en su caída, arrastraron a sus depositarios de
fondos.
 Malas cosechas de 1867 y 1868 que provocaron una crisis de subsistencia,
complicando la vida a los amplios sectores de la población más humilde, tanto
rural como urbana.
b.- Causas políticas: en el terreno político, las causas apuntan a la agonía del
régimen político moderado por:
1
Revolución Democrática de 1868 - La “Gloriosa”
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX

El fallecimiento de los principales defensores de la
monarquía isabelina: O’Donnell (1867) y Narváez (1868).

La corrupción misma del régimen liberal a diferentes
niveles.

El mantenimiento de los moderados en el poder por el
intervencionismo de la Reina que prohibía la vuelta de los progresistas
al gobierno, por lo que sólo le quedaba a éstos la vía insurreccional
La Revolución de 1868
Las causas antes mencionadas había generado un descontento popular,
engrosada con una serie de acontecimiento de facilitaron la preparación del
movimiento revolucionario que correspondió a un grupo minoritario de la élite
política. Este sentimiento se manifestó antes de la Revolución de 1868 en dos
ocasiones:
 En 1865, un artículo de Castelar (republicano) contra la Reina (“El
Rasgo”) ocasiona su detención; desencadenando motines impulsados
por estudiantes y apoyados por los progresistas; que fueron duramente
reprimidos en la llamada “Noche de San Daniel”1.
 En 1866, el general Prim coordinó esfuerzos de militares y civiles
progresistas y demócratas para organizar un pronunciamiento,
provocando el fallido levantamiento del cuartel de San Gil en Madrid;
reprimido de forma muy dura.
A pesar del anterior fracaso, la actividad golpista continuó con la preparación
de un nuevo pronunciamiento, que se inició en agosto de 1866 con la firma del pacto
de Ostende (1866)2; aunque la revolución no se concretó hasta 1868.
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Se denomina Noche de San Daniel o Noche del Matadero a la del 10 de abril de 1865 en la que
la Guardia Civil y unidades del Ejército reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de
la Universidad Central de Madrid que realizaban una serenata en la Puerta del Sol de apoyo a
su rector, Juan Manuel Montalbán, depuesto por orden gubernamental al no haber destituido a varios
catedráticos —como Castelar y Salmerón— por sus posiciones contrarias al planteamiento ideológico
oficial establecida por el gobierno de Narváez.
2
Pacto de Ostende, compromiso establecido por representantes del Partido Progresista y del Partido
Demócrata con el fin de lograr el derrocamiento de la reina española Isabel II, cuyo acuerdo fue
adoptado el 16 de agosto de 1866 en la ciudad belga de Ostende. Se pretendía, además, la elección
mediante sufragio universal masculino de una asamblea constituyente que decidiera sobre la forma de
gobierno, creándose para el seguimiento del Pacto un centro revolucionario permanente que se
estableció en la también ciudad belga de Bruselas, bajo la presidencia de Juan Prim y Prats, su principal
inspirador y promotor. Los firmantes del acuerdo fueron, en su mayoría, los emigrados anti-isabelinos
residentes en las principales ciudades europeas, quienes habían logrado el respaldo de los desterrados
políticos en las islas Canarias. Dado que se pretendía sustituir el régimen sustentado por el Partido
Moderado y por la propia Reina, se intentó lograr atraer a los miembros de la Unión Liberal, lo cual
consiguieron en vísperas del propio triunfo de la revolución de 1868 con el conocido como Pacto de
Bruselas, firmado el 30 de junio de 1867
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El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
Iniciada en septiembre con el pronunciamiento de la armada en Cádiz dirigida
por el almirante Topete, fue rápidamente secundado por los generales Serrano y Prim.
Seguidamente, los militares sublevados difunden el manifiesto de la España con Honra
en el que se pide la expulsión de la Reina y el establecimiento de un gobierno
provisional que asegure el orden y la regeneración política del país mediante la
proclamación de libertades (de expresión, de asociación y de reunión) y la
convocatoria de Cortes constituyentes por sufragio universal masculino. El
levantamiento se consolida con el enfrentamiento militar de Alcolea que termina con
el triunfo de la revolución de 1868 y la salida a Francia de Isabel II.
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Regencia (1868-1869)
Tras la victoria, se creó un gobierno provisional dónde los hombres fuertes
fueron Prim y Serrano que se rodearon de ministros progresistas, demócratas y
unionistas; dejando fuera a los republicanos. Entre las medidas más significativas que
se pueden destacar durante este período fueron la implantación de la peseta como
nueva moneda española, y el proyecto de abolición de la esclavitud en las colonias
(“Ley de Vientres”).
Pero sin duda alguna el logro más significativo de este gobierno será la
convocatoria de las primeras elecciones bajo sufragio universal (masculino) en las que
votarían todos los hombres mayores de 25 años, cuyos resultados configurarían la
Asamblea Constituyente de 1869 y consolidarían a los partidos del gobierno
provisional, pero no pudo evitar también carlistas y republicanos consiguieran 20
diputados cada uno.
Así se inició un proceso constituyente para una nueva Constitución
(Constitución de 1869) cuyos puntos más importantes son:
 La Soberanía pertenece a la Nación “de la cual emanan todos los
poderes”
 Reconoce un amplio régimen de libertades entre las cuales destacamos:
el Sufragio Universal (masculino), derechos de reunión, asociación y
expresión; reconocimiento de la libertad de residencia, de enseñanza,
de culto y la inviolabilidad del correo.
 España es definida como un Estado Monárquico y Hereditario
 Se establece una división de poderes en la cual sobresale el Poder
Legislativo (dividido en dos Cámaras) sobre el Poder Ejecutivo
(nominalmente en manos del Rey al poder elegir a su jefe de gabinete,
pero que debía contar con la control de ambas cámaras para gobernar
de forma eficaz) y el Poder Judicial (que es declarado claramente
independiente)
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Monarquía Constitucional (1868-1873): Regencia (1868-1869) y Monarquía de
Amadeo (1870-1873)
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Esta ley no establecía ningún tipo de traba a la importación de productos y contemplaba una
redacción paulatina de tarifas aduaneras hasta que estuvieran todas por debajo del 15%.
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Finalmente otro elemento significativo que se iniciará en este periodo será el
“Grito de Yara”, origen del levantamiento en la isla de Cuba azuzado por la falta de
derechos de los colonos, conocido historiográficamente como “Guerra Grande” o
“Guerra de los 10 años” (1868-1878).
El planteamiento de España como un estado monárquico, generó la necesidad
de buscar un candidato adecuado para el trono. El candidato debía ser católico, de una
casa con tradición liberal y que no inquietara a ninguna de las potencias europeas
(Gran Bretaña, Francia, Prusia); y por supuesto, los Borbones estaban vetados. Con
estas condiciones la única vía adecuada era la opción de Amadeo de Saboya. Las Cortes
constituyentes le nombraron rey de España el 16 de noviembre de 1870 y juró la
Constitución el 2 de enero de 1871.
Monarquía de Amadeo I de Saboya (1870-1873)
Pero la España que se encontró este italiano todavía se encontraba revuelta
por la creciente inestabilidad republicana y carlista, que trató de ser reprimida por
Prim; pero a finales del año 1870, Prim, el auténtico valedor de la Revolución y del
propio Amadeo, fue asesinado. Esto provocó un problema insalvable para el nuevo
monarca a corto plazo que no pudo solventar por la oposición de:
a.- Los republicanos, puesto que preferían un régimen republicano.
b.- La Iglesia Católica, debido a que Amadeo era vista como la personificación
de la Constitución de 1869, que establecía la libertad religiosa y la separación total
entre Iglesia y Estado.
b.- Los carlistas, que veían en la salida de Isabel II la posibilidad de que su
pretendiente ocupara el trono; pero sus intenciones se vieron truncadas con la llegada
del Saboya. La debilidad de Amadeo les impulsará a llevar a cabo una nueva intentona
carlista que se iniciará como una revuelta 1872 y se convertirá en un conflicto abierto a
partir de 1873, con la salida de Amadeo I y la conversión de España en una República.
d.- Los sectores industriales, temerosos que el nuevo rey apruebe medidas
cada vez más liberales (como la Ley Figuerola3), que provocasen una crisis en la
industria española al no ser tan evolucionada y competitiva como la europea.
e.- La aristocracia terrateniente, convencidos que el nuevo modelo de estado
democrático acabaría con el dominio oligárquico (caciquil) que había ido formando
durante los años del reinado de Isabel II.
A esto hay que sumar las dificultades del creciente problema de Cuba, los
intentos de golpe de Estado de los republicanos, los fallidos intentos de asesinado
ejecutados contra su persona, la división entre los partidos del gobierno que
quebrantaron la base del régimen de la Revolución de 1868; y el acercamiento de los
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moderados y unionistas participantes en la Revolución a la opción que representaba
Alfonso y que aglutinó Cánovas.
Este proceso provocó el aislamiento de Amadeo I, que no encontró un apoyo
decidido por parte de ningún elemento político y sin posibilidades de gobernar de
forma efectiva, abdicará en su nombre y el de sus descendientes, el 2 de febrero de
1873, abriendo por primera vez la posibilidad de que los republicanos se hicieran con
el poder.
I República (1873-1874)
No perdamos de vista que el régimen se mantuvo como republicano entre enero y diciembre de 1874,
pero que realmente funcionó como una dictadura militar iniciada por el golpe de estado de Pavía y
dirigida de forma “Macmahonista” por el duque de la Torre, el general Serrano.
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5
Este periodo de la historia de España en el que por primera vez el Estado se
organizó mediante la forma de gobierno republicana. El fracaso de la monarquía de
Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873, abrió camino al régimen republicano, con
una duración de un año escaso (11 meses), hasta el 3 de enero de 18744. Lo cierto es
que la opción republicana se activó debido a la desafección de los monárquicos por
encontrar a alguien que ocupara con dignidad el trono.
La inestabilidad gubernamental fue su principal característica, puesto que en
tan corto periodo de tiempo se sucedieron cuatro presidentes con seis gobiernos con
mismo problemas de etapa de Amadeo I (Cuba y el Carlismo que había iniciado un
nuevo levantamiento militar en 1872), a los que habría que añadir el conflicto
cantonalista que se desató en el país en 1873. La mejor forma para organizar el
proceso político de la I República es a través de los gobierno de sus presidentes
Estanislao Figueras (11 de febrero de 1873 – 11 de junio de 1873)
Ante la falta de candidatos para ocupar el trono español tras la renuncia de
Amadeo, la opción republicana se vio como solución “de orden” para la situación de
vacío de poder creado. Además contaba con el precedente exitoso de Francia con el
gobierno del general MacMahón, tras la caída del Napoleón III y la llegada de la III
República en el país vecino.
Por ello España se convirtió en una república a pesar de tener una mayoría
parlamentaria y una Constitución monárquicas. Con estos elementos de base, alcanzó
la presidencia de la República Estanislao Figueras, abogado catalán y reputado
parlamentario republicano, que desde un primer momento gobernó tratando de
acercar posturas entre los monárquicos y republicanos (su primer gobierno estaba
formado por ministros monárquicos y republicanos), pero fue poco menos que
imposible por la presión de los republicanos más radicales que querían dar a España
una nueva configuración y convertirlo en un ESTADO FEDERAL.
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
El detonante de su salida del gobierno fueron las elecciones de junio de 1873
donde un ambiente de crispación política5 produjo que los monárquicos y los
republicanos moderados no hicieran campaña, facilitando la victoria de los
republicanos federalistas encabezados por Pi i Margall, que se convertirá tras su
victoria en el nuevo Presidente de la República
Francisco Pi i Margall (11 de junio de 1873 – 18 de julio de 1873)
Tras el abandono de Figueras, se le encargó formar gobierno a Francisco Pi i
Margall, líder federalista catalán y vencedor de las elecciones de junio de 1873. Inició
su periodo de gobierno con la aprobación de un nuevo texto constitucional
(Constitución Federal de 1873) con el cual pretendía colmar las expectativas de los
federalistas más radicales; pero la lentitud en su aplicación y la acusación al texto de
ser poco ambicioso, provocó una reacción violenta entre los seguidores más radicales
del federalismo que iniciaron un levantamiento en Cartagena (12 de julio)
declarándose Cantón Libre e Independiente de Cartagena: había arrancado el
movimiento cantonalista
EL MOVIMIENTO CANTONALISTA
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Se llegó a producir un intento de golpe monárquico que fracasó por la acción decidida del ministro de
Gobernación, Francisco Pi i Margall
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Se puede definir como una insurrección política de diversas ciudades levantinas
y andaluzas que pretendían constituir una federación de cantones autónomos. El 12 de
julio la insurrección estallaba en Cartagena (Murcia). Federales intransigentes tomaron
el Ayuntamiento y nombraron una junta revolucionaria; dueños de la ciudad, se
apoderaron del arsenal y del puerto con toda la flota española. Días más tarde, el
general Contreras asumió el mando militar de las fuerzas sublevadas, mientras los
cantonalistas elegían jefe del cantón a Roque Barcia. En medio del inicio del
levantamiento cantonal, el proyecto de constitución federal era rechazado por las
Cortes. Pi i Margall dimitió al ver rechazado su proyecto, dejando el gobierno en
manos de Nicolás Salmerón.
En los días siguientes, la insurrección cantonal se extendió a otras ciudades:
Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Alicante, Granada, Salamanca. Salmerón, nuevo
presidente, dedicó todos sus esfuerzos a sofocarla. Los generales Pavía y Martínez
Campos tomaron uno a uno los cantones (26 de julio a 8 de agosto). El cantón de
Cartagena resistió el asedio manteniéndose independiente hasta el final de la I
República y sólo se rindieron tras el golpe de Estado del general Pavía (3 de enero de
1874), al serles prometido el indulto general y el reingreso en el Ejército de los
militares sublevados (13 de enero de 1874). A pesar de este indulto general muchos
cantonalistas fueron deportados. Los cantones llevaron a cabo una política social
cercana a los parámetros del pensamiento anarquista y socialista: suprimieron
monopolios, reconocieron el derecho al trabajo, la jornada de ocho horas y terminaron
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con los impuestos sobre consumo (derecho de puertas); aunque nunca las tendencias
socialistas y anarquistas lograron imponerse (sólo en Cádiz, Sevilla y Granada tuvieron
cierta influencia).
Nicolás Salmerón (18 de julio de 1873 – 7 de septiembre de 1873)
Tras la renuncia de Pi i Margall, Nicolás Salmerón se hizo con la presidencia de
la República. Filósofo krausista6 y humanista de firmes convicciones, tuvo que afrontar
los tres problemas graves: la Guerra Carlista (en la cual los carlista había cobrado
ventaja tras las victorias de las batallas de Erual y Montejurra), la Guerra Grande Cuba
(dónde los EE.UU. trataron por todos los medios hacerse con el control de la isla ya
fuera haciendo propuesta de compra o apoyando a los líderes cubanos) y la rebelión
Cantonal. A pesar de encontrar en una situación tan violenta, abandonó la presidencia
de la República antes de tener que dar el visto bueno a una pena de muerte (lo que
habría ido contra sus principios personales), cuando llevaba sólo mes y medio al frente
del gobierno.
Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873 – 3 de enero de 1874)
Con la renuncia de Salmerón, Emilio Castelar pasó a ser el Presidente de la
República. Formó un gobierno centralista que buscaba tener mayor autoridad para
poder hacer frente a la situación, especialmente a los tres “cánceres” del régimen:
Cuba, el carlismo y el cantonalismo. Gobernó durante cuatro meses, que finalizaron
abruptamente con el pronunciamiento del capitán general de Madrid, Manuel Pavía. El
golpe de Estado de Pavía (3 de enero de 1874), realizado para reforzar la autoridad de
Castelar, aunque sin su consentimiento, puso de manifiesto la debilidad del poder civil
ante el poder militar y constante intervencionismo en la política española
El Gobierno “Macmahonista” de Serrano (3 de enero de 1874 – 29 de diciembre
de 1874)
Tras el golpe de Estado, Pavía convoca a todos los partidos políticos para formar un
gobierno de concentración nacional, que dará el poder al general Francisco Serrano y
Domínguez, duque de la Torre. Este instauró una especie de dictadura republicana de talante
conservador pero con ciertas aspiraciones liberales (tomará como referencia de gobierno el
del mariscal francés MacMahon, encargado de reprimir la Comuna de París en 1871, y que
mantendrá en el poder bajo una mezcla de estricto orden público y acciones gubernativas de
carácter paternalista). Su ambición era perpetuarse como dictador, pero se había abierto el
camino para la restauración de los Borbones, precipitada en aquel mismo año por el
pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto.
Se denomina así a un planteamiento filosófico que considera que Dios es en sí mismo todo el universo
y cualquier elemento que se encuentre en la naturaleza es la representación de Dios, y por lo tanto
atentar (y no respetar la ley natural) contra esas representaciones es atentar contra Dios.
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Causas de caída de la I República
Bien es cierto que los acontecimientos hicieron sospechar que la República no
tendría una fácil implantación en España y las causas de su fracaso son:
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
a.- La falta de una sólida base republicana fue un problema de cara a la
consolidación del nuevo régimen. La sociedad española estaba compuesta
mayoritariamente por población campesina con un elevado índice de analfabetismo y
desmovilización política. Por el contrario, una minoría oligárquica (nobleza y alta
burguesía), tendía hacia un régimen monárquico piramidal, del cual se beneficiaba, y
del cual el Caciquismo era su instrumento preferido. Las capas burguesas, donde tenía
su clientela el republicanismo, eran escasas y estaban dispersas, salvo en ciudades de
cierta entidad, con el problema de que en estos mismos núcleos el movimiento obrero
también reclutaba a sus principales seguidores y restaba posibilidades de incrementar
la masa social de republicanismo.
b.- La grave situación de la primera gran crisis internacional del capitalismo
(1873), por lo que trasfondo económico de la I República fue muy negativo. Las
protestas sociales aumentaron considerablemente (amparadas en una libertad
organizativa y reivindicativa), generando desórdenes públicos que se asociaron muy
rápidamente al Republicanismo, por lo que nunca fue visto como una opción política
aceptable por los grupos sociales más conservadores, amantes del orden.
c.- Las dos guerras heredadas del periodo anterior: la de Cuba y la tercera
Carlista, que lejos de aliviar la situación hacendística impidieron además cumplir
algunas promesas más “republicanas”, como la abolición de quintas y consumos
(derechos de puertas). Y el problema Cantonalista no hizo sino agravar la situación. El
incumplimiento de las promesas frustró a las bases sociales republicanas, que
rápidamente se asociaron a un incipiente movimiento obrero, dejando de apoyar al
movimiento republicano.
d.- La división dentro del propio republicanismo entre un modelo centralista
(defendido por los republicanos más moderados) y un modelo federalista (asociado al ala
radical de los republicanos). La falta de definición de un modelo de España la indecisión
gubernativa que fomentó el Cantonalismo (y a la larga el regionalismo y nacionalismo).
Agricultura, industria y transportes en el XIX
7
Según el historiador Nicolás Sánchez Albornoz
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La economía española se puede definir como dual7 tanto sectorialmente (una
industria en pleno proceso de crecimiento frente a la hegemonía de la producción
agraria), geográficamente (el interior se encuentra estancado, frente a la pujanza de la
periferia) y estructuralmente (conviven formas productivas del pasado con las nuevas
propias del capitalismo y del liberalismo). A esto hay que sumarle una insuficiente red
de transportes y comunicaciones, con carreteras heredadas del siglo XVIII y un
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
ferrocarril con sólo 3 líneas férreas: Barcelona-Mataró (1848), Madrid-Aranjuez (1851)
y Gijón-Langreo (1853)8.
Sector agropecuario
La agricultura seguiría siendo la principal actividad económica del país. Aún en
1900 ocupaba a dos tercios de la población activa, proporcionaba más de la mitad de
la renta nacional y tenía un peso decisivo en las exportaciones.
En España, la Revolución Agrícola no tuvo gran influencia hasta finales del siglo
XIX; y se mantuvieron los viejos sistemas de explotación, por lo que aumentó la
producción pero no el rendimiento. Las únicas innovaciones las encontramos en el
litoral valenciano con cultivos hortícolas y frutícolas especializados (por ejemplo las
naranjas). También es reseñable la especialización de las islas Canarias en el cultivo de
plátanos, tomate y tabaco.
El producto principal sigue siendo el trigo, y gracias a la política proteccionista
de los gobiernos moderados, el área cultivada se incrementó y permitió que entre
1830-70, España fuera autosuficiente. A pesar de esta situación, el fantasma del
hambre seguía estando presente por la especulación de los precios del grano9. El otro
gran cultivo es la vid, que triplica el área de cultivo y duplica los rendimientos;
convirtiéndose en un artículo básico de nuestras exportaciones10. El olivo es el cultivo
al que se dedican amplias superficies en la mitad sur. En el norte, son el maíz y la
patata los cultivos que aseguran la alimentación de la población.
Respecto a la ganadería, continúa dominando el sector lanar, aunque va
decayendo debido a las desamortizaciones que favorecieron la extensión de los
cultivos a expensas de los pastos, y la abolición definitiva de los privilegios de la Mesta
(1834). El continuo incremento en la demanda de carne por los núcleos urbanos hizo
que progresara el sector porcino, y también se desarrolló el equino utilizado para el
laboreo del campo.
Pero el elemento marcará el campo español será la estructura de la propiedad.
La práctica monopolización de la propiedad en manos de grandes instituciones y
personas notables, impedía en la práctica las condiciones adecuadas de cambio
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La Red de Caminos Reales es una estructura de forma radial que conecta Madrid con las principales
ciudades de la periferia
9
En años de buenas cosechas, los precios se mantuvieron altos por falta de competencia exterior, pero
en los años de malas cosechas los precios se disparaban provocando sucesivas crisis agrarias. Debido a
los bajos salarios de los jornaleros, la amenaza del hambre continuó siendo permanente, y la escasa
capacidad de compra de campesinos y jornaleros afectó negativamente al desarrollo del comercio y a la
incipiente industrialización.
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Se debe en parte la epidemia de filoxera que atacó a los viñedos franceses, y que permitió el
crecimiento de los españoles para la exportación.
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El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
económico y social. Por ello se trató de crear una “capa de medianos propietarios” que
incentivara la producción y la innovación agrícola, para lo cual los diferentes procesos
desamortizadores trataron proceder en ese sentido pero con un éxito escaso. El
impulso arrancó desde las Cortes de Cádiz, iniciándose la labor de desvincular los
bienes de la nobleza y desamortizar los bienes eclesiásticos y municipales para sacarlos
al mercado libre, al tiempo que se intentó crear esa “clase media” rural cercana a los
intereses liberales.
También acuciado por la falta de liquidez, el Estado Liberal buscó diversas
fórmulas para obtener una fuente de ingresos estable para tratar de enjugar la deuda
secular que arrastraba desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. La
desamortización, primero de los bienes eclesiásticos y luego de los pueblos, fue la
medida de mayor trascendencia tomada por los gobiernos liberales, y se desarrolló
durante el S. XIX y parte del XX. Este proceso desamortizador suponía dos momentos:
primero la incautación por parte del Estado de esos bienes, por lo que dejaban de
estar amortizados y se convertían en bienes nacionales; y segundo, la puerta en venta,
mediante pública subasta, de las mismas. El producto de lo obtenido lo aplicaría el
Estado a sus necesidades. Destacables dentro del siglo XIX fueron las de Mendizábal
(1836) y Madoz (1855).
El decreto de Mendizábal publicado en 1836, en medio de la guerra civil con los
carlistas, puso en venta todos los bienes del clero regular (frailes y monjas), se
confiscaba los diezmos eclesiásticos, y en 1837 se amplió la acción al sacar a la venta
los bienes del clero secular (los de las catedrales e iglesias en general)11.
El 1 de mayo de 1855 Pascual Madoz sacó a la luz su Ley de Desamortización
General. Se vieron afectados las propiedades que no se habían visto afectadas por la
desamortización de Mendizábal, así como los bienes de propios y bienes comunales de
los Concejos y Ayuntamientos12.
Página
La ejecución de esta última se llevó a cabo unos años más tarde, durante la regencia de Espartero. De
esta forma quedaron en manos del Estado, y no sólo se subastaron tierras sino casas, monasterios y
conventos con todos sus enseres, incluidas obras de arte y libros. Su resultado fue cuando menos
cuestionable ya que ninguno de sus objetivos se cumplió apareciendo problemas operativos como los
gastos que generaron los religiosos desenclaustrados y la creación de un servicio de beneficencia
estatal, que hasta la fecha era una actividad llevada a cabo por los religiosos.
12
El objetivo era similar al de Mendizábal, aunque aquí el dinero obtenido fue destinado a la
industrialización del país y a la expansión del ferrocarril. En este proceso la burguesía con dinero fue la
gran beneficiada, pero nuevamente los objetivos no se volvieron a cumplir; al tiempo que provocaron el
hundimiento económico de muchos ayuntamientos y la ruina de pequeños campesinos, que se vieron
forzados a emigrar a la ciudad o a convertirse en jornaleros.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
La minería
En las últimas décadas del siglo XIX la explotación del subsuelo se convirtió en
el sector más dinámico de la economía nacional, aunque desde principios hasta el
segundo tercio del siglo ésta se encontraba sin desarrollar de manera adecuada por
falta de material, desconocimiento tecnológico y ausencia de demanda de extracción
de cualquier tipo de mineral; todo lo cual estaba rociado de la legislación harto
complicada que no estimulaba su desarrollo.
La Revolución de 1868, no cambio las cosas en gran medida, aunque modificó
el marco legal para facilitar las concesiones, lo que atrajo un importante capital
extranjero de demandaba los productos del subsuelo español en su camino por la
Revolución Industrial. Las numerosas explotaciones mineras fueron un factor decisivo
para equilibrar la balanza de pagos española, y aunque también hubo inversiones
hispanas, nunca sus explotaciones fueron capaces de sobrepasar en dinamismo y
potencial tanto humano como técnico a las financiadas por extranjeros.
El inicio de la industrialización en España
Desde mediados del s. XIX se daban ya los requisitos indispensables para que
España emprendiera su carrera en busca de la industrialización, tardía ya con respecto
al resto de Europa. A partir de ese momento, y hasta la década de los años setenta,
entraron capitales, técnicas y proyectos empresariales procedentes del extranjero
(Francia e Inglaterra) y se produjo la inversión de la nueva burguesía capitalista
española.
Página
De 1808 a 1830:
 Estancamiento industrial como consecuencia del pobre mercado interior.
 Los acontecimientos políticos (guerra de Independencia, guerras carlistas,
emancipación americana).
 Escasez de Recursos.
 Ausencia de nuevas técnicas de la revolución industrial
De 1830 a 1860:
 Arranque de la industrialización en los sectores textiles y del hierro.
 Modernización en determinadas regiones dónde existen importantes fuentes
de materias primas y los primeros núcleos industriales.
De 1860 a 1913: período de crisis con etapas de fuerte crecimiento y desarrollo.
Se suele hablar, por lo tanto, de fracaso industrializador o de industrialización
incompleta, expresiones con las que con frecuencia los historiadores calificamos al
desarrollo industrial español:
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El proceso industrializador en España, que pasó por diferentes fases o etapas
que exponemos a continuación:
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
Por sectores industriales podemos destacar:
Industria textil
Cataluña había aprovechado su experiencia anterior y posterior a la Guerra de
la Independencia, y la pérdida del mercado americano, para modernizarse. En los años
treinta había optado por sustituir la industria de la lana por la del algodón; y al
introducir la máquina de vapor (mule jenny, 1803) se aumentó la producción y se
mejoró la calidad abaratándose los precios. El gobierno legisló medidas proteccionistas
y prohibió la entrada de manufacturas extranjeras de algodón, lo que permitió el
máximo apogeo de la industrial textil catalana entre 1830 y 1860, que sólo se vio
truncada por la penetración de productos textiles del extranjero a partir de 1880.
Industrial siderúrgica
El desarrollo de la industria siderúrgica en España estuvo condicionado hasta
fines del siglo XIX por las limitaciones de la demanda. El fuerte incremento de ésta
procede fundamentalmente de los avances de los sectores primario, textil y de
transportes de la segunda mitad del siglo XIX, siendo el principal demandante el
ferrocarril.
Los altos hornos sustituyeron a las viejas ferrerías y forjas. Los principales altos
hornos los encontramos en la costa sur con Málaga y Marbella como principales
centros. Se dan también en Mieres y La Felguera (Asturias) cuando el precio de la
fundición del carbón vegetal no pudo competir con la del carbón mineral. La
introducción de los primeros convertidores Bessemer y los hornos Siemens-Martin
contribuyeron decisivamente a la modernización de la siderurgia de Vizcaya, que tomó
gran importancia a partir de 1880 debido a sus adelantos técnicos en la producción de
acero, que no afrontaron los empresarios andaluces. Tal fue el crecimiento que sólo la
asociación de empresas garantizaba el continuo crecimiento, siendo un magnífico
ejemplo la Empresa de los Altos Hornos de Vizcaya, que es la unión de los Altos Hornos
de Bilbao, La Vizcaya y la Iberia.
Los transportes
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La accidentada configuración de la geografía española dificultó que existiera
una red de comunicación interna permanente. Con llegada del siglo XIX, también se
impuso la necesidad de ampliar la red de carreteras y mejorar su trazado a partir del
proyecto radial que se inició en tiempos de Carlos III. Así los 3.500 kms. de carreteras
se vieron incrementados, según Vicens Vives, en 19.000 en 1868.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
El transporte por mar registró también una evolución conectada con las
mejoras tanto en la navegación, como en los barcos y los puertos que los albergaban,
aunque su crecimiento es ínfimo si lo comparamos con el resto de Europa13.
Sin embargo, la gran novedad del transporte fue la construcción de la red
ferroviaria. La expansión del ferrocarril era el indicador más fiable del grado de
industrialización alcanzado. Antes de 1855 ya existían algunos tramos, cortos y a todas
luces insuficientes para el ritmo económico que necesitaba el país; situación debida a
problemas económicos, geográficos, técnicos y de inestabilidad política14. Esto iba a
cambiar durante el decenio 1855-1865, puesto que fue el momento inicial de la
expansión ferroviaria.
El punto de partida hay que situarlo en la Ley General de Ferrocarriles de 1855..
Se utilizaron todos los recursos posibles para la construcción de una red ferroviaria:
creación de sociedades anónimas, subvenciones, realización de obras de
infraestructura a cuenta del Estado, garantías de una rentabilidad mínima para el
capital privado invertido, bancos, etc...; pero la ley de 1855 presenta otro aspecto no
tan positivo, por cuanto fue una cesión a la presiones de los capitalistas extranjeros,
fundamentalmente franceses. El art. 20 de la ley permitía las importaciones, exentas
de impuestos, de locomotoras, raíles y maquinaria. Y estos capitalistas, obviamente,
estaban bastante más preocupados por la rentabilidad inmediata de las sociedades de
inversión en la red viaria de nuestro país, que por el proceso de industrialización
española.
Por mencionar tan sólo un dato de referencia, el 100% del tonelaje que movían los barcos españoles
suponía tan sólo ¡el 7% de total de las mercancías británicas!.
14
Aquí cabe mencionar las líneas de Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1849), aunque la
primera vía férrea española la encontramos en Cuba (La Habana-Güines) realizada en 1837 con
tecnología estadounidense y asociada a la producción azucarera de la isla
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13
Entre 1848 y 1868 se tendieron más de 5.000 kms de vía y se trazaron tres
líneas fundamentales: Madrid-Alicante (1858), Barcelona-Zaragoza (1862) y MadridIrún (1864). También se constituyeron compañías gestoras del servicio ferroviario
como la conocida MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante). Pero con la situación política entre
1865 y 1868, la expansión se detuvo quebrando muchas compañías (salvo dos, la MZA
y la del Norte, gracias la inyección de dinero desde el gobierno y a un acuerdo interno
entre ellas para evitar la competencia) y no se recuperará hasta la época de la
Restauración. La red ferroviaria española fue tardía y se cometieron numerosos
errores en la financiación, estructura de la red (radial), anchura (diferente a la
europea), etc... En cualquier caso ha sido considerado como uno de los principales
motores de la industrialización.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
Dinero y Banca
La promulgación de la Ley de Bancos de Emisión y Sociedades de Crédito de
1856 puede ser considerarse el punto de arranque de la modernización del sistema
bancario español. Antes de esta fecha coexistían instituciones propias del Antiguo
Régimen, como las casas de banca o los comerciantes-banqueros; pero con las reglas
del capitalismo y del Estado Liberal, todo tenía que ser diferente. Esos cambios se
fueron produciendo de forma progresiva, pudiéndose establecer etapas:



1829-1848: Se mantienen entidades del Antiguo Régimen, como el Banco
Español de San Fernando (antes de San Carlos), con capacidad de emitir
moneda; y el Banco de Isabel II fundado en 1844, que teniendo las mismas
capacidades que el San Fernando, además sería la primera entidad de crédito.
Ambas entidades consiguieron salvar una fuerte depresión bancaria, tras la cual
decidieron unirse en 1856 en lo que se conocerá como Banco de España. En
Barcelona se fundó el Banco de Barcelona pero con un carácter comercial y
privado con la capacidad de emitir moneda (1844).
1850-1874: Se observó una fuerte expansión que permitió la apertura de
pequeñas sociedades de banca en muchos lugares de España, pero la crisis del
capitalismo de 1870-1873, terminó con muchas de esta instituciones y permitió
que el Banco de España obtuviera el monopolio de la acuñación y emisión de
moneda.
1874-1900: Tras la crisis de la banca privada de 1870-1873, ésta comenzó a
reconstruirse como competidora abierta del Banco de España.
En suma, quedó asentada definitivamente la organización y el establecimiento
del sistema capitalista con el que España afrontaría el siglo XX, el cual permitiría la
movilidad de capitales nacionales y extranjeros mediante los siguientes instrumentos:
empresas, sociedades mercantiles, bancos y Bolsa.
Del estamentalismo a la sociedad de clases
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Ya entre 1833 y 1843 en medio de una permanente agitación política se
instauraron los principios de una sociedad burguesa y capitalista. Una sociedad de
ricos y pobres, de clases sociales y no de estamentos, ordenada por la posesión o la
carencia de riqueza. La riqueza, nueva definidora de la posición social, es otorgada por
14
El cuadro de la sociedad española del siglo XIX es dinámico puesto que presenta
pervivencias del Antiguo Régimen al tiempo que transformaciones que terminarán
alcanzando el siglo XX. Si bien es verdad que la sociedad estamental había
desaparecido jurídicamente, dos nuevos elementos serán el filtro social que dará
forma a la sociedad española: la riqueza y la propiedad.
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
la propiedad: sólo los propietarios pertenecen a las clases dirigentes, los no
propietarios son los trabajadores y jornaleros, que carecen de derechos políticos, y
sólo cobran los días que trabajan, Por eso el deseo de establecer la propiedad privada,
sin las limitaciones del Antiguo Régimen, es el principal objetivo de las revoluciones
liberales del s. XIX, y esto provocaría la formación de una nueva clase social dirigente,
en la que estuvieran unidos los antiguos señores nobles y los nuevos propietarios
capitalistas.
A pesar de lo apuntado, lo cierto es que la sociedad española conserva muchos
elementos provenientes del Antiguo Régimen, y nos dibujan una sociedad anacrónica,
algo que veremos perfectamente plasmado durante la etapa de la Restauración hasta
el alzamiento conservador que dio inicio a la Guerra Civil (1936-1939). Tales
transformaciones, sin suponer grandes novedades, permitieron unos cambios mucho
más profundos y generales en el siglo XX. Con los presupuestos anteriores se pueden
advertir algunos aspectos especialmente claros:

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15
Aproximadamente el 86 % de los españoles de finales del siglo XVIII vivía en poblaciones de menos de
10.000 habitantes, y tal tanto por ciento se mantuvo hacia 1860 (85,5 %). La población española que
vivía en campo sólo descendió en 100 años (siglo XIX) un 8 % (del 70 al 62 %).
16
A finales del siglo XVIII había un sacerdote por cada 160 almas, y en 1870 se contabiliza un cura por
400 individuos.
15

Estamos ante una sociedad claramente rural: sirva como ejemplo que en 1860
el 85% de la población español vive en el campo15.
Predomina el analfabetismo que afecta a ¾ de la población en 1877, siendo
mayor el porcentaje en las mujeres que rondan el 85-90 %.
A lo largo del siglo XIX hay una preponderancia de las clases bajas (65 %) que
tiende a disminuir considerablemente, sobre todo en núcleos de población
grandes de más de 10.000 habitantes.
Hay una perceptiva debilidad de las clases medias. Una de las vías más
habituales para llegar a este grupo fue entrando a formar parte de la
maquinaria estatal, ser un elemento importante dentro de Universidad o tener
una profesión liberal.
La burguesía de los negocios fue muy reducida y con una mentalidad poco
competitiva puesto que su referente social seguía siendo, aunque en menor
medida, la nobleza.
Los eclesiásticos y sus auxiliares descienden de manera brutal durante el siglo
XIX, en gran medida a las medidas desamortizadoras16.
Se modificó de forma notable la clase aristocrática: desaparece la figura del
hidalgo, dejando sólo en este grupo social a la nobleza titulada, que aunque
pierden sus privilegios sociales; mantienen su papel político y una gran
influencia social y económica.
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El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
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La sociedad española se caracteriza por el número elevado de militares,
herederos de ciertos valores conservadores y elitistas heredados de “la
hidalguía”, llevaron a que jugara un papel fundamental dentro de la política
española del siglo XIX y XX, partiendo del descrédito que les sugería la actividad
política17.
 La pervivencia de una redes clientelares asentadas desde inicios del siglo XIX,
que se ajusta a los nuevos parámetros que la sociedad impone y reclama
A continuación dibujaremos una serie de perfiles sociales por clases para tratar
de dar una imagen clara de la sociedad española:
La Nobleza
En comparación con el Antiguo Régimen, la alta aristocracia perdió su papel
dominante, si bien siguió teniendo un enorme peso e influencia. Numéricamente
también disminuyó, al tiempo que también hubo dentro de ella una reorganización,
puesto que el “hidalgo” perdió sus privilegios como noble, dejando la aristocracia
como un conjunto de nobles titulados. Y aunque su papel pareció ser disminuido por la
acción del Estado Liberal, los nobles españoles se colocaron a la cabeza del liberalismo
para evitar ser arrollados por éste, se aprovecharon de las medidas liberalizadoras, y
desde esa posición de dirección controlaron perfectamente el proceso de implantación
del Estado Liberal en España, al tiempo que se convertían en referente social para la
clase emergente: la Burguesía.
Pero esta adaptación fue minoritaria. Muchas familias no se ajustaron a los
parámetros de la nueva economía liberal, dónde habían desaparecido sus derechos
sobre la propiedad –mayorazgos y vinculaciones-, aunque seguían gastando como si
dispusieran de las mismas rentas que en Antiguo Régimen, por que pronto su balance
de cuentas fue completamente negativo lo que les llevó a la enajenación de sus bienes,
perdiendo paulatinamente la propiedad original de la casa, como ocurrió con los
Duques de Osuna y de Medina-Sidonia.
17
Aquí hay que encajar la idea defensores de la Patria.
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Por otro lado la figura del hidalgo castellano, miembro de la nobleza, habían
convertido su situación en la forma legal de no tener que tributar en impuestos
directos, ser reclutado por la milicia o tener que alojar forzosamente tropas en su casa.
Pero la llegada del Estado Liberal, quebrantó esa situación de privilegio, y los hidalgos
fueron desapareciendo progresivamente de la mentalidad popular.
16
Al tiempo apareció un nuevo tipo de nobleza de “nueva planta” cuyo origen
debemos situarlos en una burguesía de negocios y el “profesionalismo” de la política
liberal, donde algunos de sus miembros veían su lealtad a la Corona recompensada con
la concesión de títulos nobiliarios.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
Las clases medias
En palabras de José María Jover Zamora, son aquellas que ocupan un lugar
indeciso entre la aristocracia y las clases populares. Dentro de ellas podemos hablar de
una burguesía de los negocios y de una clase media administrativa. La primera se
podría definir como aquellas que tiene, aparte de un magnífico nivel económico, una
iniciativa para los negocios o la empresa: personas con iniciativa para los negocios,
algo que sería privativo de este grupo social. Este grupo social mantiene una ideología
social que tiene en común el género de trabajo, el nivel socioeconómico, la cultura, los
derechos políticos e intereses que defender. Todo ello lleva a una cierta conciencia de
“comunidad” y mantener relaciones sociales entre ellos y con la nobleza.
Mientras que las clases medias administrativas agrupan a otros sectores
sociales o laborales que no pueden identificar con la burguesía de los negocios.
Controlan la administración, el ejército, la cultura, la enseñanza, la información (la
prensa). El sistema liberal, con todos los mecanismos de movilidad social que introdujo
dentro de España, permitió a este grupo social una mejora de su posición con respecto
al Antiguo Régimen, puesto que los arrancó de las capas más altas de clase baja, para
darles cabida dentro de la clase media.
Las clases bajas o populares. El nacimiento del movimiento obrero.
Las clases populares españolas se pueden dividir en dos: rural (mayoritaria
durante el siglo XIX) y urbana (en constante crecimiento a lo largo del siglo). La primera
mantenía fuertes pervivencias del modelo social rural del Antiguo Régimen, con un
trabajo cíclico que marcaba toda su forma de vida, sin apenas cambios e innovaciones,
lo que influía en una forma de ser conservadora y ultramontana (la influencia de la
Iglesia era perceptible), poca amiga de los cambios; sobre todo de aquellos que
afectaban a su mundo y su manera de vivir.
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Pero las transformaciones que progresivamente iban alcanzando la producción
agraria obligaron a una lenta pero imparable migración del campo a la ciudad para la
búsqueda de nuevas oportunidades laborales y sociales que la guerra y las
expropiaciones por las desamortizaciones les negaban. A partir de los años 40 los
barrios periféricos crecieron amontonándose en ello los campesinos en paro con sus
familias a la búsqueda de un empleo en la incipiente industria.
17
La llegada del Estado Liberal fue acogida con recelo y rechazo por parte de la
población rural, que se veía amenazada por los cambios y se acogió a cualquier opción
que defendiera sus derechos y su forma de vida o que sencillamente no aceptara los
principios liberales. Así el Carlismo (en el norte de España) y el Anarquismo (en Levante
y Andalucía) se convirtieron en corrientes de pensamiento y acción apreciadas en el
mundo rural.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
La proporción de esta población era ínfima pero en constante crecimiento que
se aceleraría durante el siglo XIX, siendo especialmente significativa en Barcelona,
Madrid y en los núcleos siderúrgicos vasco y malagueño.
La situación de estos barrios era terrible: consistentes en barracas y chabolas
construidas precipitadamente, sin servicios sanitarios, de alumbrado ni limpieza, sin
empedrar, etc…; eran foco seguro de enfermedades infecciosas de todo tipo entre las
que la tuberculosis y el cólera destacaron por sus efectos catastróficos.
Quienes encontraban empleo se tenían que someter a jornadas de 12 a 14
horas, atendiendo a un trabajo monótono, con ruidos estridentes y continuos y unas
condiciones de salud laboral inexistentes, y sin otro descanso que los domingos18.
Trabajaban por igual hombres, mujeres y niños de hasta 6 y 7 años de edad. Los
salarios eran muy bajos y apenas permitían una alimentación consistente básicamente
en pan, habichuelas y patatas. A las enfermedades infecciosas había que añadir las
sociales: el alcoholismo y las enfermedades venéreas, en parte inevitable en un medio
social embrutecido en el que se hacinaban familias enteras en habitaciones
compartidas. El analfabetismo era general: afectaba al 69% de los hombres y al 92% de
las mujeres.
Al principio los trabajadores no comprendían demasiado bien porqué eran así
sus condiciones de vida. O bien procedían de una sociedad campesina, en la que la
jornada la marcaban el clima y las faenas agrícolas, y en la que las condiciones de vida
eran más saludables, por dura que fuera la faena, o bien venían de antiguos talleres
artesanos, en los que el trabajo estaba regulado y protegidas sus condiciones de vida y
vivienda. La eliminación de los gremios en los años 30 había acabado con todo el
sistema de asistencia y socorro mutuo que antiguamente garantizaba al trabajador
frente a la adversidad. Ahora se encontraba convertido en una pequeña pieza de la
gigantesca maquinaria fabril, sometido a una rutina que le era incomprensible y
frustrante y viendo su salario degradarse cada vez más, en parte a causa de la
competencia de mujeres y niños.
La vida media de los obreros catalanes era de 19 años, frente a los 40 de la clase alta barcelonesa.
Curiosamente, los asaltantes eran campesinos y pescadores que buscaban trabajo en la industria, y
fueron los propios trabajadores de la fábrica quienes intentaron evitar el incendio. Pero, en general, el
luddismo apenas tuvo repercusión en España.
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Desde la década de los años 30 se incorporan a las fábricas el vapor, iniciándose
la mecanización en España, que produjo la reducción de puestos de trabajo. Ante esto
se produjeron algunos movimientos de destrucción de maquinaria (luddismo), el más
conocido de los cuales fue el incendio de la fábrica Bonaplata en Barcelona (1835)19,
como primeros ejemplos de organización obrera defensora de sus derechos.
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Economía y Sociedad en el siglo XIX
En las décadas de los treinta y cuarenta fueron apareciendo los primeros
atisbos de organización, básicamente por dos vías: la formación de sociedades de
ayuda mutua y la difusión de las ideas de los socialistas utópicos. En 1839 el gobierno
permitió la creación de sociedades obreras con fines benéficos o de ayuda mutua. Al
amparo de ese permiso, en 1849 Juan Munts fundó la Sociedad de Protección Mutua
de Tejedores de Algodón, que dos años después tenía 50.000 afiliados. Pronto
proliferaron por todo el país sociedades semejantes. Al principio sólo pretendieron
defender los salarios, sin llevar más lejos sus peticiones. Pero los moderados las
prohibieron, y la mayoría de ellas pasó a la clandestinidad.
En cuanto al socialismo utópico, fueron las teorías de Fourier y de Cabet las que
penetraron en España: en Cádiz, donde Joaquín Abreu intentó montar un falansterio,
que fue un fracaso, y en Barcelona donde Abdón Terradas y Narcís Monturiol
organizaron grupos cabetistas, que pronto se relacionaron con los republicanos.
También fueron llegando las teorías de Saint-Simon, Blanquí y Proudhom, de la mano
de escritores como Ramón de la Sagra o Pi y Margall.
El socialismo utópico se fijo más en las consecuencias negativas del capitalismo
que en las causas que las habían provocado. Planteó soluciones teóricas a este
problema que cuando intentaron ser llevadas a la práctica fracasaron. Pretendía
conseguir la igualdad social mediante el reparto de los beneficios del trabajo a través
del colectivismo. Planteó soluciones filantrópicas o caritativas en las que el
cooperativismo era la idea principal.
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Fue a raíz de los disturbios de 1848 cuando comenzaron a relacionarse las
reivindicaciones obreras con las ideas democráticas y republicanas. A finales de los
años 40 se dedicaron a publicar la primera prensa obrera: Sixto Cámara, Fernando
Garrido, Ordax Avecilla o Francisco Pi y Margall; fundaban un periódico, publicaban
varios números y, cuando era prohibido por el gobierno, volvían a publicar otro de
distinto nombre. Los más avanzados se apartaron del progresismo, en el que veían la
defensa de los intereses patronales y no la de los obreros. En 1849 algunos de ellos
participaron en la fundación del partido demócrata.
19
Sin embargo, hasta la mitad de siglo la mayoría de los obreros no comprendían
contra quién debían defender sus intereses y hacían causa común con sus patronos y
se opusieron a los gobiernos progresistas reclamándoles el mantenimiento del
proteccionismo, atribuyendo las crisis industriales y los bajos salarios a la competencia
inglesa. En aquellos años, las reivindicaciones eran muy concretas: salariales, de
seguridad en el trabajo, de horarios. Nadie planteaba la necesidad de un sindicato o de
un partido político.
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
Hay que esperar al Bienio Progresista (1854-1856) para que de forma definitiva
los trabajadores separen su movilización de la de los patronos. Tras apoyar el
levantamiento de los progresistas, las reivindicaciones obreras fueron reprimidas
duramente por el gobierno en calles y rechazadas legalmente en el Parlamento, al
aprobarse un estatuto laboral que en la práctica defendía los derechos de los
patronos20. La situación se fue deteriorando tanto en lo social como en lo económico y
propició el regreso de Narváez de la mano de O’Donnell en 1856, momento en el cual
las organizaciones obreras fueron prohibidas. En adelante el movimiento obrero se
politizó abiertamente y sus dirigentes pasaron a apoyar al partido demócrata y a los
republicanos. Estos incorporaron algunas reivindicaciones obreras a su programa.
La I Internacional en España
Tras “la Gloriosa” de 1868, la economía española pasó a un estado de
crecimiento progresivo, pero no refrendado por la serie de transformaciones sociales
ansiadas por obreros y campesinos. La detención del proceso revolucionario, con el
mantenimiento de las quintas y la simple sustitución de los consumos por otros
impuestos, entre otras, trajeron dos consecuencias: la separación definitiva del
movimiento obrero, respecto de los partidos demócrata y republicano, y la rápida
implantación en España de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).
En octubre de 1868 llegó a España Giuseppe Fanelli, un miembro de la AIT
enviado por Bakunin con el objetivo de organizar la sección española de la
Internacional, sobre la base de las tesis anarquistas que propugnaba el líder ruso.
Fanelli estableció dos secciones, en Madrid y Barcelona, que comenzaron a rodar a
partir del mes de noviembre y enero, respectivamente. El foco de Barcelona, que
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Tras participar en la revolución apoyando a los progresistas, el movimiento obrero cobró un gran
desarrollo. Durante todo el año se sucedieron las protestas contra la generalización de hiladoras y
tejedoras mecánicas (selfactinas), y los disturbios llevaron a frecuentes choques en la calle contra las
tropas. En 1855 la conflictividad creció y la movilización obrera se extendió a toda la ciudad de
Barcelona. La respuesta gubernamental fue la represión. El dirigente obrero José Barceló fue condenado
irregularmente y ejecutado por un crimen que no había cometido. A raíz de ello, el 1 de julio estalló una
huelga general que paralizó la ciudad. Tras diez días de lucha en las calles contra las tropas, los
dirigentes obreros llegaron a un acuerdo con el enviado de Espartero, el general Saravia, para mantener
los sueldos y los convenios colectivos hasta que las Cortes aprobaran una nueva reglamentación laboral.
Por otro lado, dos líderes obreros fueron enviados a Madrid para exponer sus quejas a los diputados.
Los dos dirigentes, Juan Alsina y Joaquín Molar, se presentaron con un escrito respaldado por 33.000
firmas procedentes de todo el país. Pedían el reconocimiento del derecho de asociación, la reducción de
la jornada a diez horas, el mantenimiento de los salarios y el derecho de negociación colectiva; también
solicitaban el establecimiento de tribunales partidarios para dirimir (resolver) los conflictos. Pero el
proyecto de Ley del Trabajo que finalmente aprobaron las Cortes, defendido por Alonso Martínez, era
mucho más pobre y defendía en la práctica los intereses patronales: establecía la media jornada para los
niños y un máximo de diez horas para los menores de 18 años, limitaba las asociaciones al ámbito local y
siempre que no rebasaran los 500 miembros, legitimaba los convenios colectivos sólo en empresas de
menos de 20 trabajadores, y establecía Jurados para arbitrar conflictos compuestos exclusivamente por
patronos.
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El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
agrupaba ya más de 30 sociedades, formaba el grupo más sólido de todo el país y su
secretario general, Rafael Farga Pellicer, asistió al Congreso de la Internacional en
Basilea, donde contactó con Bakunin y reafirmó su apoyo a las tesis anarquistas..
En junio de 1870 se celebró en Barcelona el I Congreso de la Sección española
de la Internacional, al que asistieron unos 90 delegados en representación de unos
30.000 afiliados. El Congreso reguló la organización de secciones y federaciones de
oficios, y fijó objetivos sindicales –la mejora de las condiciones de vida de los obrerosy políticos –la revolución social–. También estableció un Consejo Federal, donde la
mayoría catalana impuso la orientación anarquista, de no-colaboración ni alianza con
las fuerzas políticas burguesas. Pronto tales tesis empezarían a ser discutidas, pero en
1870 la fuerza del asociacionismo catalán era incuestionable.
En la primavera de 1871, ya bajo el reinado de Amadeo de Saboya, y cuando los
trabajadores españoles preparaban su segundo Congreso, sobrevino la insurrección de
la Comuna de París. El impacto que la revolución causó en las clases medias y en los
grupos dirigentes europeos fue enorme, y en España, se tradujo en una serie de
medidas represivas contra la AIT. Se prohibieron las reuniones y las huelgas, se cerró
publicaciones y varios líderes detenidos, mientras el Consejo Federal se instalaba en
Lisboa ratificando la línea anarquista de la AIT.
La política represiva del gobierno llevó a aprobar la ilegalización de la AIT en
España, aunque la impugnación de la medida ante el Tribunal Supremo por
considerarla inconstitucional, impidió su aplicación inmediata.
En diciembre de 1871 había llegado a Madrid el dirigente de la Internacional
Paul Lafargue, partidario de Marx. Entró en contacto con los principales miembros del
grupo madrileño: Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, José Mesa y Pablo Iglesias, que
aceptaron sus tesis. Así se produjo la división dentro la sección española de la AIT, con
unos focos anarquista en Barcelona y socialista en Madrid.
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La proclamación de la República provocó una oleada de manifestaciones y
huelgas que forzaron a unos empresarios atemorizados a hacer concesiones
importantes en horarios laborales y salarios. Una vez más, Barcelona actuó como
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Al comenzar 1873 la Internacional española contaba con más de 25.000
afiliados, un tercio de los cuales pertenecían a las federaciones catalanas. Estaba
claramente implantada entre los obreros textiles, la construcción y las artes gráficas,
con varios miles de afiliados; menos importantes eran las federaciones campesinas –
salvo en Andalucía-, de ferroviarios y de mineros. Entre los dirigentes, había una
mezcla considerable entre hombre de procedencia obrera e intelectuales de clase
media, estos últimos de ideología más radical y próxima al anarquismo.
El Sexenio Democrático (1868-1874). 2013-2014
Economía y Sociedad en el siglo XIX
punta de lanza del movimiento reivindicativo. En Andalucía las movilizaciones se
tradujeron en ocupaciones de tierras y en asaltos indiscriminados, aunque en la mayor
parte de los casos los jornaleros actuaron al margen de las consignas de la AIT21.
Simultáneamente, estalló la sublevación cantonal que no contó con el respaldo
de los dirigentes de la AIT; aunque muchos obreros internacionalistas participaron
activamente en la insurrección, especialmente en Sevilla, Málaga y Valencia. Esa
participación fue utilizada por los sectores conservadores para presentar la
insurrección cantonal como un movimiento revolucionario, e incluir a la AIT en la
subsiguiente represión. Tras haber sofocado la insurrección, el gobierno de Serrano
decretó, el 10 de enero de 1874, la disolución de la AIT, aunque la mayoría de sus
líderes pasaron a la clandestinidad.
Los sucesos más graves se produjeron a partir del 7 de julio en Alcoy, donde los obreros hicieron una
huelga general en reivindicación de menor duración de jornada y alzas salariales. El alcalde y la Guardia
Civil se enfrentaron a los huelguistas, que sitiaron la casa consistorial. Tras veinte días de asedio,
llegaron las tropas enviadas por el gobierno, pero el alcalde Albors ya había muerto en los combates.
También en Barcelona se produjo una huelga general el 14 de julio.
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En conjunto, el Sexenio significó una etapa de clara toma de conciencia política
y organizativa para el movimiento obrero español, a través de su adscripción a la
Internacional, así como el momento de asimilación de las principales corrientes
ideológicas que existían en el mundo obrero europeo.