Download Diapositiva 1

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Homilía al inicio 2° año del trienio de preparación al Bicentenario
“Soy conocido en todo el mundo como un santo que ha sembrado a manos
llenas mucha alegría. Mas aun, he hecho de la alegría cristiana “el undécimo
mandamiento”.
Te estoy hablando de la alegría verdadera, aquella que nace en el corazón de
quien se deja guiar por el Señor.
La alegría de la que te hablo viene de dentro, y permanece porque viene de Jesús,
cuando El es acogido sin reserva.
"Está alegre, pero que tu alegría sea fruto de una conciencia limpia de pecado”.
“Si queréis que vuestra vida sea alegre y tranquila, debéis procurar estar en
gracia de Dios, porque el corazón de un joven que está en pecado es como un
mar en continua agitación”
“la alegría nace de la paz del corazón”.
“Yo no quiero otra cosa de los jóvenes si no que sean buenos y que estén
siempre alegres”.
“Si san Francesco de Asís santificó la naturaleza y la pobreza, don Bosco santificó el
trabajo y la alegría. El es el santo del la vida cristiana trabajadora y feliz”.
Allí esperaba a mis muchachos...¡era para ellos una fiesta! y yo lo sabía, llegaban
porque había un sacerdote que los quería y que sabía gastar horas y horas para
hacerlos felices.
Yo era un sacerdote que ejercía, vivía y testimoniaba su sacerdocio mediante la
educación. Mejor aún, había llegado a ser educador de mis jóvenes porque era
sacerdote para ellos.
Yo tenía en mi mente aquello que abiertamente escribía a mis muchachos: “Uno
solo es mi deseo: veros felices en el tiempo y en la eternidad”.
Domingo Savio lo había entendido, cuando explicaba a un compañero:
“Debes saber que aquí nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre
muy alegres .Procuramos solamente evitar el pecado, como un gran enemigo que
nos roba la gracia de Dios y la paz del corazón y cumplir exactamente con
nuestros deberes".
Para mi la alegría era un elemento inseparable del estudio, del trabajo y de la piedad.
A Francesco Besucco, le había sugerido:
“Si quieres hacerte bueno, práctica estas tres cosas y todo ira bien: Alegría, Estudio,
Piedad”.
Tenía un sueño en el corazón: crear un clima de familia para tantos jóvenes que
estaban alejados de casa por el trabajo o que tal vez nunca había experimentado un
gesto de verdadero afecto.
La alegría ayudaba a crear este ambiente. Hacía superar tantas dificultades y daba
serenidad a tantos corazones.
Se de un muchacho, mas tarde sacerdote, que recordando los años “heroicos” los
describía así: “Pensando en como se comía y como se dormía, ahora nos
maravillamos de haber podido pasar por estas situaciones, tal vez, sin padecerlas y
sin lamentarnos.
Porque éramos felices, vivíamos de afecto”.
Vivir y transmitir la alegría era una forma de vida, una opción consciente de una
pedagogía en acto.
.
Me parecía natural que yo, sacerdote para los jóvenes, les transmitiera la buena y
alegre noticia contenida en el Evangelio. Quien posee a Jesús vive en la alegría .
¡Los jóvenes debían entender que para mi la alegría era una cosa tremendamente
seria!
Que la alegría es ley fundamental de la juventud.
“servir al Señor y estar alegres”,
para mi la alegría asumía un profundo significado religioso
En mi estilo educativo había una equilibrada combinación de sagrado y profano, de
naturaleza y de gracia.
La experiencia me había convencido de que “un santo triste es un santo que no
fascina, que no convence”. Yo hablaba de alegría, no de inconsciencia o de
superficialidad.
La alegría, para mi, desembocaba necesariamente en el optimismo, en la confianza
amorosa y filial; era una respuesta concreta al amor con el que Dios nos rodea y
nos abraza; era también el resultado de la aceptación valiente de las duras
exigencias de la vida.
No me contentaba con que los jóvenes fueran alegres; quería que ellos difundieran
en torno a si este clima de fiesta, de entusiasmo, de amor a la vida. Quería que
fueran constructores de esperanza y de alegría.
Los quería misioneros de otros jóvenes mediante el apostolado de la alegría.
Un apostolado que contagia.
Insistía: “Un pedazo de Paraíso lo arregla todo”. Y en esta sencilla expresión,
recogida con frecuencia de los labios de mi madre, indicaba una prospectiva que iba
más allá de las fragilidades y contingencias humanas; abría una rendija de futuro,
de eternidad, les enseñaba que “las espinas de la vida son flores para la eternidad”.
AUTORA: Sr. Alba Vernazza fma
TRADUCTORA: FMA Inspectoría CMM