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Recopiladas y sentidas por Hernán Opazo Delpiano "Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza”. (Antonio Panes). ÍNDICE 1 Alicia Beatriz Angélica Araujo - A la Inmaculada 2 Alicia Beatriz Angélica Araujo - Madre de la Inefable Ternura 3 Ángel González Alorda Ayala S.J. - Dijiste <<Sí>> 4 Antonio Botana - Feliz porque Creíste 5 Antonio Panes - Bendita Sea Tu Pureza 6 Benedicto XVI - Santa María, Madre de Dios 7 Blanca María Alonso Rodríguez - A la Virgen Dolorosa 8 Blanca María Alonso Rodríguez - La Pureza de María 9 Carlo María Martini S.J. - María, Enséñame a Conocer a Jesús 10 Domingo Martín Olmo - Virgen Inmaculada 12 Eduardo Pironio - A Nuestra Señora de América 13 Eduardo Pironio - María, Madre de Dios 14 Eduardo Pironio - María, Señora del Silencio 16 Emma Margarita R.A.-Valdés - Estás, María, Llena de Gracia 17 Emma Margarita R.A.-Valdés - La Visitación de María a Santa Isabel 18 Esteban Gumucio SS.CC. - ¿Cómo Llamarla? 19 Esteban Gumucio SS.CC. - Oración a Nuestra Señora de la Paz 20 Esteban Gumucio SS.CC. - Oración para el Mes de María 21 Félix Lope de Vega y Carpio - Stella Maris (Estrella del Mar) 22 Florentino Ulibarri - Yo Te Saludo María 23 Francisco - ¡Madre. Ayuda Nuestra Fe! 24 Francisco - Oración a la Virgen de Aparecida 26 Fray Luis de Granada - Memorare 27 Fray Luis de León - Oda XXI a Nuestra Señora 30 Frei Betto - Ave María 31 Fritz Westphal - Una Mujer 32 Gerard Manley Hopkins S.J. - La Virgen Bendita Comparada con el Aire que Respiramos 35 Gerardo Diego - María 36 Gertrude von le Fort - A María por la Paz 37 Gloria Fuertes - A Nuestra Señora de la Mayor Soledad 38 Gloria Fuertes - Virgen de la Leche 39 Guillermo Rosas SS.CC. - ¿De dónde Brota esa Fuerza? 40 Heriberto Bravo Bravo SS.CC. - Miedo Reverencial 41 Heriberto Bravo Bravo SS.CC. - ¡Oh Madre, Virgen María! 42 Heriberto Bravo Bravo SS.CC. - Virgen de la Soledad 43 Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús - Oración a María 44 Hernán Opazo Delpiano - Ave María de los Hermanos 45 Hernán Opazo Delpiano - María, que Nada sino Jesús Me Seduzca 46 Hernán Opazo Delpiano - María, Te Imploro que por Mí Intercedas 47 Ignacio Larrañaga - Súplica en el Cansancio 48 Ignacio Larrañaga - Virgen María 49 Jean Lafrance - Oración de Consagración a la Virgen María 50 Jean Lafrance - Soy Todo Tuyo María 51 Jean Vanier - María en el Corazón de la Trinidad 52 José Correa S.J. - María Madre de los Pobres 53 José Kentenich - Aseméjanos a Ti 54 José Luis Martín Descalzo - Oración a María de su Hijo Agradecido 55 José Luis Martín Descalzo - Santa María del Dolor 56 José Luis Martínez - Inmaculada 57 José Luis Martínez - Virgen de la Anunciación 58 José Luis Martínez - Virgen de la Visitación 59 José Miguel Ibáñez Langlois - Dios te Salve María, Tú que Duermes 60 Juan López de Úbeda - La Asunción de la Virgen María 61 Juan Manuel del Río C.Ss.R. - Alégrate Tú, María 62 Juan Manuel del Río C.Ss.R. - Mujer Hebrea 63 Juan Pablo II - Bendita María 64 Juan Pablo II - Oración para la Vida 65 Juan Pablo II - María, Virgen de la Esperanza 66 Juan Ruiz, Arcipreste de Hita - Cántiga de Lores de Santa María 67 Kairoi - Gracias, Madre, por tu Presencia 68 Kirk Eland - Gracias Madre Nuestra María 69 Leoncio de Grandmaison S.J. - Oración a María 70 Letanía Bizantina - Te Saludamos, María, Camino de Nuestra Alegría 71 Liturgia de Las Horas - Lucero del Alba 72 Louis Retif - Nuestra Señora de Todos los Días 73 Luis Rosales - De Cuan Graciosa y Apacible Era la Belleza de la Virgen 74 M. J. Márquez - María Madre del Silencio 75 Marcelo A. Murúa - A María Nuestra Madre 76 Marcelo A. Murúa - Ayúdanos a Ser Fieles 78 Marcelo A. Murúa - Madre 79 Marcelo A. Murúa - Madre, Quiero Ser Pobre 80 Marcelo A. Murúa - María de la Esperanza 83 Marcelo A. Murúa - María, Madre de la Paz 85 Marcelo A. Murúa - María, Madre de Nuestro Pueblo 87 Marcelo A. Murúa - Virgen de La Nochebuena 90 María de Nazaret, O.P. - A María Inmaculada 91 María Luisa Calvo - Joven Madre 92 María Olga Mardones SS.CC. - Oración a la Virgen de la Paz 93 María Olga Mardones SS.CC. - Oración del Profesor al Corazón de María 94 Marthe Robin - Oración a la Santísima Virgen 95 Miguel Combarros Miguélez - Decirte que Te Quiero 96 Miguel Combarros Miguélez - Déjame Llamarte Madre 97 Miguel Ortega Riquelme - Con un Corazón Abierto 98 Miguel Ortega Riquelme - ¡Madre! 99 Miguel Ortega Riquelme - Madre de la Alegría Intensa 100 Miguel Ortega Riquelme - Madre de Santiago 101 Miguel Ortega Riquelme - Madre del Crucificado 102 Miguel Ortega Riquelme - Madre del Resucitado 103 Miguel Ortega Riquelme - María de los Pobres 106 Miguel Ortega Riquelme - Nuestra Señora de la Anunciación 107 Miguel Ortega Riquelme - Oración 108 Miguel Ortega Riquelme - Virgen Caminante de Belén 109 Miguel Ortega Riquelme - Virgen Embarazada 110 Miriam Lorenzo Pérez - María Amiga 111 Nicolás Castellanos - María, Tú que Fuiste Madre de un Obrero 112 Pablo Coloma Correa - Ave María 113 Pablo Fontaine Aldunate SS.CC. - Oración a la Virgen de la Paz 114 Pablo Fontaine Aldunate SS.CC. - Para el Mes de María 115 Paul Claudel - La Virgen a Mediodía 116 Pedro Arrupe S.J. - Ponme con tu Hijo 117 Pedro Casaldáliga - Alegría 118 Pedro Casaldáliga - Decir tu Nombre, María 119 Pedro Casaldáliga - Madre del Mundo Nuevo 121 Pedro Casaldáliga - Mujer de cada Día 123 Pedro Casaldáliga - Niña del Sí 124 Pedro Casaldáliga - Oración a Nuestra Señora del Tercer Mundo 125 Pedro Casaldáliga - Oración Final a Santa María de Nuestra Liberación 127 Rafael Ángel Marañón - Te Asomaste a mi Vida 128 Rafael de Andrés S.J. - Santa María del Camino 129 Rodolfo Vergara A. - Oración Inicial del Mes de María 130 Rodolfo Vergara A. - Oración Final del Mes de María 131 San Anselmo de Canterbury - Nada Iguala a María 132 San Bernardo - Acordaos 133 San Bernardo - Oración a la Santísima Virgen 134 San Cirilo de Alejandría - Oración de San Cirilo 135 San Efrén - Bendita Tú, María 136 San Efrén - Letanías a La Virgen 137 San Juan Eudes - Saludo a María 138 San Luis María Griñón de Montfort - Soy Todo Tuyo María 139 San Venancio Fortunato de Poitiers - Tu Nombre Es Digno de Honor, Oh María 140 Santa Edith Stein, Sor Benedicta de la Cruz - Juxta Crucemtecum Stare 141 Sara Cao Varela - A la Virgen de Monserrat 142 Thomas Suavet - María, Esperanza Nuestra 143 Toño Fernández Sancha - Madre Inmaculada 144 Valentín Arteaga - María 145 Venancio Lisboa - La Concepción Inmaculada 146 W. A. Bouguereau - Canción de los Ángeles 147 Anónimo - Acompaña Nuestro Caminar 148 Anónimo - Ante las Tentaciones 149 Anónimo - Ave María 150 Anónimo - Ave María 151 Anónimo - Ayúdanos a Caminar, Madre 152 Anónimo - Ayúdanos, Madre del Cielo 153 Anónimo - Concédenos, Madre 154 Anónimo - Confiando en María 155 Anónimo - Dios Te Salve 156 Anónimo - Dulce Madre 157 Anónimo - El Ángelus 158 Anónimo - El Santo Rosario 159 Anónimo - En el Camino 160 Anónimo - Enséñanos María 161 Anónimo - Esperar en Él como María 162 Anónimo - Feliz Tú, María 163 Anónimo - Gracias, Madre 164 Anónimo - Gracias, Madre 165 Anónimo - Gratitud a Santa María 166 Anónimo - Hail Mary 167 Anónimo - Hermana Peregrina de los Pobres 168 Anónimo - Ilumina Nuestro Caminar 169 Anónimo - Junto a Ti, María 170 Anónimo - Lc 1, 44-45 171 Anónimo - Madre de Jesús y Madre Nuestra 172 Anónimo - Madre de la Confianza 173 Anónimo - Madre de la Palabra 174 Anónimo - Madre de la Vida 175 Anónimo - Madre del Silencio 176 Anónimo - Madre María que Enseñaste a Jesús 177 Anónimo - Madre Mía 178 Anónimo - Madre, Mujer Buena 179 Anónimo - María Agradecida 180 Anónimo - María, dame un Corazón como el Tuyo 181 Anónimo - María de la Juventud 182 Anónimo - María de la Oración 183 Anónimo - María de la Solidaridad 184 Anónimo - María del Magnificat 185 Anónimo - María, Madre 186 Anónimo - María, Madre del Hombre sin Trabajo 188 Anónimo - María: Mujer de Nuestro Mundo 189 Anónimo - María, Mujer Trabajadora 190 Anónimo - María Peregrina 191 Anónimo - Mujer Creyente 192 Anónimo - Mujer de Nuestro Mundo 193 Anónimo - Nos Alegramos Contigo 194 Anónimo - Novena al Inmaculado Corazón de María 195 Anónimo - Oh Corazón de María 196 Anónimo - Oh Dulce Madre María 197 Anónimo - Oración 198 Anónimo - Oración 199 Anónimo - Oración 200 Anónimo - Oración 201 Anónimo - Oración 202 Anónimo - Oración 203 Anónimo - Oración a la Santísima Virgen 204 Anónimo - Oración a Nuestra Señora de la Paz 205 Anónimo - Oración por Chile 206 Anónimo - Plegaria a María Santísima 207 Anónimo - Portadores de Paz 208 Anónimo - Salmo a María, Nuestra Madre 209 Anónimo - Salmo de la Ternura 210 Anónimo - Salmo desde el Sí de María 211 Anónimo - Saludo 212 Anónimo - Salve de los Pobres 213 Anónimo - Santa María de la Libertad 214 Anónimo - Santa María del Sagrado Corazón de Jesús 215 Anónimo - Santa María del Silencio, Enséñame a Callar 216 Anónimo - Santa María, Feliz y Dichosa 217 Anónimo - Señora y Madre Mía 219 Anónimo - Súplica a María 220 Anónimo - Te Saludamos, María 221 Anónimo - Virgen de la Alegría 222 Anónimo - Virgen de la Merced 223 Anónimo - Virgen María, Nuestra Señora de la Paz 224 Anónimo - Oraciones Breves a María INTRODUCCIÓN De tantas oraciones guardadas decidí seleccionar varias dedicadas solo a María. Los recuerdos de mi niñez están asociados a su Mes, en el hogar, en la parroquia, la primavera, las flores blancas como las rosas y las ilusiones, los cantos y las oraciones. Ya de mayor no he olvidado los días dedicados a ella. Lo más hermoso ha sido cuando por muchos años lo rezamos en mi lugar de trabajo. A veces éramos hartos, otras no tanto, muy pocos también e incluso alguna vez solo. Las oraciones reunidas aquí están para no olvidarlas. Para recordar la grandeza de María, pues es la Madre de Jesús. A.M.D.G. Noviembre 2013 ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- ---------------Buen tiempo de mi post infarto de fines de enero de 2004 lo he ocupado en editar el conjunto de oraciones dedicadas al Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, María, los santos y otras varias originalmente contenidas en una recopilación anterior llamada <<Oraciones>>. Con los años éstas fueron acumulándose lo que hizo necesario separarlas en tres partes, una de los cuales es la presente <<Oraciones a María>>. Mantienen el mismo significado que la presentación primigenia: son para orar, alabar, dar gracias a Dios, pedirle su ayuda, consuelo y perdón. La intimidad con el Espíritu es lo que nos hace verdaderamente felices y da sentido a nuestras vidas. La Trinidad es nuestra morada, nuestro hogar, la casa paterna de la que jamás debemos salir. María nos acoge dulcemente como madre e intercede por nosotros ante su Hijo. Los santos y santas marcan con su ejemplo nuestro camino y también oran por nosotros. En el silencio podemos tomar estas plegarias para llenarnos del amor trinitario. A.M.D.G. Marzo 2004 --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Necesarias, indispensables, compañeras para siempre son estas oraciones. Ninguna de ella me ha sido indiferente. Con cada una mi corazón ha latido más fuerte. El arrobamiento, la riqueza, la emoción que me suscitan no tiene término sino que se renueva cada vez que vuelvo a ellas. Por su intermedio me vinculo al Padre, a Jesús, al Espíritu y a María. Me dan consuelo en los momentos de desolación, me permiten agradecer en los tiempos de consolación, pero sobre todo me ayudan a encontrarme día a día con el Señor. Las he guardado para alimentar mi alma, unirme serenamente a Él y descubrir cada vez dimensiones nuevas. Decirlas, en el silencio interior, saboreando su ser íntimo, me permite vivir lo comunicado por San Ignacio: <<No el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente>>. Son para mí un verdadero deleite, la lectura más preciosa, mi mayor riqueza, porque me remecen, desarman y me calman. Así me preparan para seguir viviendo en una dimensión de fe renovada. Verdaderamente son las mejores compañeras en mi viaje. A.M.D.G. Noviembre 1999 A LA INMACULADA “No existe en este mundo hombre con tan alta distinción como la que recibiste tú, María siendo desposada por nuestro Dios, que en su obra redentora regia y vital fue tu misión al ser madre de su Hijo para nuestra salvación. El Señor, te ha elegido hallaste de Él predilección, ¿cómo no he de amarte yo?, Señora, que plena en la gracia al pie de la cruz, nos fuiste entregada por Jesús, en maternal protección a todos los necesitados de esta tierra que peregrinamos de tu mano al Amor. Al Creador, gracias damos santísima por tu inmaculada concepción, y veneramos tu corazón fuente de inefables delicias que nos alcanza del Señor las caricias llenándonos de esperanza y tierna consolación. Bendita pastora nuestra remanso en nuestra aflicción, dulce regazo del alma en ti, glorificamos a Dios, lo adoramos, lo alabamos y bendecimos y cantamos agradecidos por entregarnos a tu amorosa intercesión”. (Alicia Beatriz Angélica Araujo). MADRE DE LA INEFABLE TERNURA “Madre de la inefable ternura, en tus delicados brazos quiero reposar, el dolor que hay en mis miembros que no me deja descansar. Tu rostro santa madre, tan lleno de bondad, es bálsamo que se derrama dando alivio y consuelo y prepara mi cuerpo para el continuo orar. Sin cansancios, ni tristezas, afanada por llegar con cada suspiro y en cada mirada rogar, que intercedas por los hombres, que no aprendemos a amar. Al Amor de los amores, al Señor de la paz, a la Misericordia divina, no dejes de clamar. Para que nos unamos todos, en verdadera hermandad, a nuestro Padre del Cielo, al amado ¡Abba! ¡Abba!”. (Alicia Beatriz Angélica Araujo). DIJISTE <<SÍ>>… “Dijiste <<sí>> y se detuvo el tiempo, y tu seno de virgen se estremeció gozoso con la presencia ardiente del Verbo de la Vida. Dijiste <<sí>> y tu vientre sellado fue cuna y fue alimento, fue canción, fue ternura, fue sagrario y fue templo, fue patena y altar. Dijiste <<sí>> y Dios se hizo silencio, se hizo carne incorrupta con pañales de sangre, prolongación inmensa de tu amor maternal. Dijiste <<sí>> y Dios te hizo mujer, te hizo madre y esposa, compañera y amiga, redentora del hombre, flor suprema del mundo”. (Ángel González-Alorda Ayala, S.J.). FELIZ PORQUE CREÍSTE “Virgen María, eres feliz porque creíste que para Dios nada es imposible. Que nuestra fe se parezca a la tuya. Dijiste un sí que llenó toda tu vida, y confiaste de verdad en la Palabra del Señor. Que aceptemos siempre lo que Él nos pida. Viviste unida a Jesús, fuiste pobre y sufriste con Él. Ayúdanos a superarnos en las dificultades. Amaste a Jesús como nadie lo amó, por eso estás ahora tan cerca de Él. Que su amor abarque toda nuestra vida. Estuviste con Él al pie de la cruz, y Él te hizo madre nuestra. Concédenos ser tan pequeños y tan fieles que cada día vivamos más unidos a Jesús”. (Antonio Botana). BENDITA SEA TU PUREZA "Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial princesa, Virgen Sagrada, María, yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión no me dejes Madre mía, por tu pura concepción. Amén”. (Antonio Panes). SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS “Santa María, Madre de Dios, tú has dado al mundo la verdadera luz, Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios. Te has entregado por completo a la llamada de Dios y te has convertido así en fuente de la bondad que mana de Él. Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él. Enséñanos a conocerlo y amarlo, para que también nosotros podamos llegar a ser capaces de un verdadero amor y ser fuentes de agua viva en medio de un mundo sediento”. (Benedicto XVI, oración final de la encíclica "Dios es Amor"). A LA VIRGEN DOLOROSA “¡Qué espada de dolor, Virgen María, mirar a Dios, tu Hijo, maltratado, el verlo con la cruz desamparado! ¡Qué luz de sufrimiento en negro día! ¿Se quebró por valor tu sintonía? ¿Se quebró por temor tu fe y tu calma? ¿Acaso fue la cruz o bien su alma sangrante del dolor que en ella había? ¡Qué diálogo sin voz, qué mudo llanto gimió entre las tinieblas del encuentro: torrente de emoción, fúnebre planto! Tu fuerza inmaculada, desde dentro, roció de firme fe tu triste manto, creyendo en tu Jesús, aun siendo muerto”. (Blanca María Alonso Rodríguez). LA PUREZA DE MARÍA “Brotaste bajo el palio azul del cielo, ¡oh reina de blancura inmaculada!, cual nieve resplandece derramada la gracia que el Señor te dio en su anhelo. Tú brillas como el brillo de la espuma, no hay mancha en tu sentir, puro destello, fulgor de amanecer, luz de lo bello, lucero que alborea entre la bruma. Nació, sobre tu pecho sin mancilla, pudor de virginal delicadeza, regazo sembrador de una semilla, semilla excelsa y blanca, la pureza. ¡Jesús logró en tu ser la maravilla y ornó con doce estrellas tu grandeza!”. (Blanca María Alonso Rodríguez). MARÍA, ENSÉÑAME A CONOCER A JESÚS “María, Madre de Jesús, ayúdame a aceptar a Jesús como luz en mi vida. Tú ves que hay en mí tinieblas que yo mismo no conozco. Haz que no se resistan a la luz de Jesús sino que se abran a Él. En el examen de conciencia, en la confesión, en la dirección espiritual, en la meditación y en la escucha de la palabra de Jesús. María, tú que permitiste a Jesús iluminar tu vida, ayúdame a que en todo momento de mi vida, yo haga que Jesús ilumine mi conciencia. Haz que yo pueda conocerlo como amigo, como mi Salvador y Redentor. Dame María esta gracia y dánosla a todos nosotros, haz que me deje iluminar por Jesús. Te ruego Madre, que me hagas reconocer los grandes dones que se me han dado y de los que soy responsable, para que todos mis compañeros puedan crecer en la verdad y en el amor, puedan conocer a Jesús, como lo conozco yo. Amén”. (Carlo María Martini S.J.). VIRGEN INMACULADA “Déjanos celebrarte, Virgen Inmaculada, ahora que conocemos la obra de Dios en ti. Déjanos cantarte y canta tú con nosotros al Señor, porque nadie como tú sabe cantar la bondad y la misericordia del buen Dios. Permite que nos acerquemos a ti, mujer en el silencio, como el Mensajero de Dios se acercó aquel día: con temblor ante tu grandiosa pequeñez, con júbilo desbordado ante tu belleza. Y déjanos escuchar cómo Dios te saluda, <<agraciada>>, <<elegida>>. Vemos cómo te sobresaltas ante el Misterio: Dios te ha invadido con su gracia encantadora cuando menos lo esperabas. Tú, la pequeña y sencilla, has hallado gracia delante de sus ojos. Él está contigo. Él será siempre <<nuestro Dios>>. <<Agraciada>>. Éste es el nombre nuevo que Dios te ha dado. No temas, pues, ¡alégrate!, que eres la alegría de Dios. ¡Alégrate!, que eres nuestra alegría, la alegría del Nuevo Pueblo. Contigo comprobamos cómo el Señor cumple su promesa: por medio de ti vuelca su gracia, su salvación, sobre toda la tierra. Déjanos descubrir, mujer sencilla, que te abres como un cuenco a la presencia de tu Dios. Y déjanos oír que te presentas pobre y virgen. Estremecidos, fascinados, contemplamos el milagro del Espíritu en tu carne. El Espíritu de Dios - fuerza creadora ha iniciado en ti la nueva creación. Es la fuerza de Dios que te hace madre. Y por eso tu Hijo será santo. Y ahora que estamos contigo, ahora que nuestros ojos y nuestros oídos están atentos, vuelve a decir, María: <<¡Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra!>>. Ya eres portadora de Jesús. Dios ya es <<Dios-con-nosotros>>. Ya eres tú la madre de todos los hijos. Eres la bendita entre todas las mujeres. Queremos acoger contigo la Palabra. Enséñanos a guardarla y meditarla en el corazón hasta hacerla nuestra siempre de Dios. A tu lado presentimos que el Dios eterno se ha hecho historia y pelea con nosotros a favor de la vida: ¡Algún día la vida será definitivamente nuestra!”. (Domingo Martín Olmo). A NUESTRA SEÑORA DE AMÉRICA “Virgen de la Esperanza, Madre de los pobres, Señora de los que peregrinan: óyenos. Hoy te pedimos por América Latina, el continente que tú visitas con los pies descalzos, ofreciéndole la riqueza del Niño que aprietas en tus brazos. Un Niño frágil, que nos hace fuertes, un Niño pobre, que nos hace ricos. un Niño esclavo, que nos hace libres. Virgen de la esperanza, América despierta. Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva. Es el día de la salvación que ya se acerca. Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas, ha brillado una gran luz. Esa luz es el Señor que tú nos diste, hace mucho, en Belén, a medianoche. Queremos caminar en la esperanza. Madre de los pobres: hay mucha miseria entre nosotros. Falta el pan material en muchas casas. Falta el pan de la verdad en muchas mentes. Falta el pan del amor en muchos hombres. Falta el pan del Señor en muchos pueblos. Tú conoces la pobreza y la viviste. Danos alma de pobres para ser felices. Pero alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece. Señora de los que peregrinan: somos el Pueblo de Dios en América Latina. Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua. Que los obispos tengan un corazón de padre. Que los sacerdotes sean los amigos de Dios para los hombres. Que los religiosos muestren la alegría anticipada del Reino de los Cielos. Que los laicos sean, ante el mundo, testigos del Señor Resucitado. Y que caminemos juntos con todos los hombres compartiendo sus angustias y esperanzas. Que los pueblos de América Latina vayan avanzando hacia el progreso por los caminos de la paz en la justicia. Nuestra Señora de América: ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza, peregrina con nosotros hacia el Padre. Así sea”. (Eduardo Pironio). MARÍA, MADRE DE DIOS “María, Madre de Dios te pedimos, Madre de Dios y Madre nuestra, que sintamos siempre la paz del Señor, que nuestra mirada sea siempre limpia y clara, que nuestros labios pronuncien solamente palabras de optimismo y de esperanza, que nuestro paso sea firme y nuestra actitud valiente, que nuestras manos sean generosas para dar y prudentes para recibir, que nuestro corazón esté siempre abierto para amar a todos, que nuestros pasos se dirijan hacia el lugar donde puedan ser útiles, que nuestra vida sea luminosa y generosa, como la vuestra, Santa Madre de Dios”. (Eduardo Pironio). MARÍA, SEÑORA DEL SILENCIO “María, Señora del silencio, de la escucha y de la comunicación Madre del silencio y de la humanidad, tú vives perdida y encontrada en el mar sin fondo del misterio del Señor. Eres disponibilidad y receptividad. Eres fecundidad y plenitud. Eres atención y solicitud por los hermanos. Estás vestida de fortaleza. En ti resplandecen la madurez humana y la elegancia espiritual. Eres señora de ti misma antes de ser señora nuestra No existe dispersión en ti. En un acto simple y total, tu alma, toda inmóvil, está paralizada e identificada con el Señor. Estás dentro de Dios, y Dios dentro de ti. El Misterio Total te envuelve y te penetra, te posee, ocupa e integra todo tu ser. Parece que todo quedó paralizado en ti, todo se identificó contigo: el tiempo, el espacio, la palabra, la música, el silencio, la mujer, Dios. Todo quedó asumido en ti, y divinizado. Jamás se vio estampa humana de tanta dulzura, ni se volverá a ver en la tierra mujer tan inefablemente evocadora. Sin embargo, tu silencio no es ausencia sino presencia estás abismada en el Señor, y al mismo tiempo, atenta a los hermanos, como en Caná. Nunca la comunicación es tan profunda como cuando no se dice nada, y nunca el silencio es tan elocuente como cuando nada se comunica. Haznos comprender que el silencio no es desinterés por los hermanos sino fuente de energía e irradiación; no es repliegue sino despliegue, y que, para derramarse, es necesario cargarse. El mundo se ahoga en el mar de la dispersión, y no es posible amar a los hermanos con un corazón disperso. Haznos comprender que el apostolado, sin silencio, es alienación; y que el silencio, sin el apostolado, es comodidad. Envuélvenos en el manto de tu silencio, y comunícanos la fortaleza de tu fe, la altura de tu esperanza, y la profundidad de tu amor. Quédate con los que quedan, y vente con los que nos vamos. ¡Oh madre admirable del silencio!”. (Eduardo Pironio). ESTÁS, MARÍA, LLENA DE GRACIA “Estás, María, llena de gracia, cantas al Niño gozosas nanas. Fuego de amor tu seno abrasa y se hace música en tu garganta. El Niño duerme. Tú al Padre alabas. Su hermoso cuerpo lleva la savia del templo virgen de tus entrañas. Tu corazón, alegre, danza; tus tiernos pechos la leche manan, y está tu espíritu en dulce calma. Llegan pastores de las montañas, riela en sus ojos antigua escarcha, en sus zurrones gran esperanza de contemplar al Sol del alba, rey de los ángeles de blancas alas. Ahí está el Niño en pulcras sábanas. ¡Qué bello es! ¡Qué paz emana! Los pastorcillos sienten el alma subida al cielo, reconfortada y, alborozados, gritan ¡hosanna!. Y tú, María, llena de gracia, guardas silencio emocionada. Estas noticias extraordinarias las atesoras para el mañana. Tu interior reza ¡Dios mío! ¡hosanna!”. (Emma Margarita R.A.-Valdés en "Antes que la Luz de la Alborada, Tú, María"). LA VISITACIÓN DE MARÍA A SANTA ISABEL “Traspasas la llanura de Esdrelón y las montañas de Jerusalén, en tu vientre se mece el dulce Bien, y llegas a Ain-Karín, cerca de Hebrón. En Isabel estalla la emoción: ¡Bendita tú y el fruto de Belén!, rendidamente has pronunciado amén y eres cauce de eterna salvación. El hijo que Isabel espera ansiosa afirma, desde el seno, la existencia del Mesías, que en tu interior reposa. E Isabel te declara fiel, dichosa, en ti se complació la Providencia por tu <<fiat>>, tu ofrenda generosa. Desbordante de fe y de valentía, aceleradamente vas a darte, a servir, a ayudar, a sincerarte, a derramar cariño, cortesía. Es encuentro de gozo, de alegría. Isabel se conmueve al abrazarte. Tú alabas al Señor por desposarte. ¡Estás llena de Dios, de Eucaristía! Isabel, por milagro, va a ser madre del Precursor, profeta del Altísimo, que mostrará el sendero del perdón. Tú proclamas la majestad del Padre, en ti se da misericordiosísimo, y es tu carne la cuna de su don. Una explosión de luz, de claridad, una confirmación de profecías, palabras de David y de Isaías, brotan de vuestros labios con piedad. Tú, María, adelantas la verdad que viene a revelar tu Hijo, el Mesías, más allá de las mil teologías que excluyen la indulgencia y la bondad. Son ecos, resonancias del pasado, compendiados en Santas Escrituras, predicciones del Bienaventurado. Son memorias del pueblo sojuzgado. Se van a terminar sus desventuras cuando el Reino pascual sea instaurado”. (Emma Margarita R.A.-Valdés en "Antes que la Luz de la Alborada, Tú, María"). ¿CÓMO LLAMARLA? “Madre de los cansados, Emperatriz de los pañales, Reina de las ollas, Señora de las escobas, Hermana de todos los pobres, Puerta del pueblo, Tejedora de valentías, Amiga de los desconsolados Consejera de los que luchan, Humilde mujer animosa, Madre de los brazos firmes, Virgen caminante, Compañera de ruta, Ejemplar de buscadores, Esperanza del cesante, Creyente llena de fe, Ternura de Dios en carne maternal, Educadora de Cristo, Protectora de Juan, Mensajera de paz en las pellejerías, Madrina de los pobres, Socia de todas las penas, Amiga de madres solteras, Cantadora de alegrías, Sabiduría de los humildes, Vigilante de la cuna, Mamá ingeniosa, Mamá que se las rebusca, Mamá con olor a leche, Mamá del exiliado, Mamá discreta, soberana de Caná, Mamá peregrina detrás del hijo, Corazón que todo lo guarda, Corazón que rumia al hijo en silencio, Mamá que deja crecer, que crece con Él, lo escucha y lo sigue, Mujer de las duras subidas a Jerusalén, Mujer de trajines, Mujer que no se doblega ante la fuerza, Mujer que se inclina sólo ante Dios, María, Madre de Jesús”. (Esteban Gumucio, SS.CC.). ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ “Virgen María Madre de Jesús, en tu corazón de mujer se besaron la justicia y la paz, la misericordia y la verdad. Que tu Hijo Resucitado nos de esa paz que el mundo no sabe dar paz que renueve nuestra alianza con el Padre y nos reconcilie con nosotros mismos; paz que sea comunión de corazones en la fe forjadora de comunidad. Paz que nos lleve al amor solidario con los más necesitados; paz que brille como esperanza para todo hombre y todos los hombres. Paz que nos llene de celo misionero del corazón de Jesús; paz que lleve al mundo entero la buena nueva de misericordia y justicia de amor y verdad, de alegría y libertad. Que a Jesucristo sea la gloria, en el Espíritu Santo para alabanza del Padre”. (Esteban Gumucio, SS.CC.). ORACIÓN PARA EL MES DE MARÍA “Oh María, Madre del Señor y madre nuestra nosotros queremos alabar y bendecir a Dios por los dones de gracia con que te ha colmado. Al dedicar este mes y celebrarte con flores, oraciones, canto y alegría es a tu hijo Jesús a quien confesamos como mediador único entre los hombres y Dios. Tu gozo, Virgen María, es Jesús, Hijo del Padre e Hijo tuyo; la fuente de tu gloria es su muerte y resurrección para la salvación de toda la humanidad. Confiados en tu bondad de madre y en tu especial cercanía, te pedimos ruegues a tu Hijo: que nos conceda la luz espiritual para ver el amor de Dios en el mundo, a pesar de nuestros fallos y pecados; que aumente nuestra fe para confiar en su bondad, a pesar de nuestra ignorancia y debilidad; y que mueva nuestros corazones para ponernos, por amor, al servicio generoso de nuestros hermanos. En ti confiamos, Santa María, Madre de Dios. Tú eres nuestro modelo en el seguimiento de Jesucristo. Llevados de tu mano bondadosa, animados por el Espíritu Santo, esperamos caminar cada día con mayor perseverancia, por el camino que es tu Hijo, hacia el Padre de toda misericordia”. Amén”. (Esteban Gumucio, SS.CC.). STELLA MARIS (ESTRELLA DEL MAR) "Salve, del mar Estrella, Salve, Madre sagrada de Dios y siempre Virgen, puerta del cielo santa. Tomando de Gabriel el Ave, Virgen alma, mudando el nombre de Eva, paces divinas trata. La vista restituye, las cadenas desata, todos los males quita, todos los bienes causa. Muéstrate Madre, y llegue por ti nuestra esperanza a quien, por darnos vida, nació de tus entrañas. Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, libres de culpa, infunde virtud humilde y casta. Vida nos presta pura, camino firme allana, que quien a Jesús llega, eterno gozo alcanza. Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu alabanzas; una a los Tres le demos, y siempre eternas gracias". (Félix Lope de Vega y Carpio). YO TE SALUDO, MARÍA “Yo te saludo, María, porque el Señor está contigo: en tu casa, en tu calle, en tu pueblo, en tu abrazo, en tu seno. Yo te saludo, María, porque te turbaste - ¿quién no lo haría ante tal noticia? mas enseguida recobraste paz y ánimo y creíste a un enviado cualquiera. Yo te saludo, María, porque preguntaste lo que no entendías - aunque fuera mensaje divino y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego, sino que tuviste diálogo y palabra propia. Yo te saludo, María, porque concebiste y diste a luz un hijo, Jesús, la vida; y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar y cuidar si queremos hacer a Dios presente en esta tierra. Yo te saludo, María, porque te dejaste guiar por el Espíritu y permaneciste a su sombra, tanto en tormenta como en bonanza, dejando a Dios ser Dios y no renunciando a ser tú misma. Yo te saludo, María, porque abriste nuevos horizontes a nuestras vidas, fuiste a cuidar a tu prima, compartiste la buena noticia, y no te hiciste antojadiza. Yo te saludo, María. ¡Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, camina con nosotros, llévanos junto a los otros y mantén viva nuestra fe!”. (Florentino Ulibarri). ¡MADRE, AYUDA NUESTRA FE! “Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe. ¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de Él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que Él sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”. (Francisco, en encíclica “Lumen Fidei”, junio de 2013). ORACIÓN A LA VIRGEN DE APARECIDA “Madre Aparecida, como tú un día, así me siento hoy delante de ti y de Dios, que nos propone una misión para la vida los cuales contornos y límites no conocemos, las cuales exigencias apenas entrevemos. Pero en tu fe, gracias a la cual <<nada es imposible para Dios>> tú, oh madre, no has flaqueado y yo no puedo flaquear. Aquí está la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra Así, o tú o como tú, yo abrazo mi misión. En tus manos pongo mi vida y vamos, tu-madre y yo-hijo, a caminar juntos, a creer juntos, a luchar juntos, a vencer juntos, como siempre juntos caminaron tú y tu Hijo. ¡Mujer, aquí está tu Hijo! ¡Hijo, aquí está tu madre! Madre Aparecida, un día llevaste tu Hijo al templo para consagrarlo al Padre para que fuera totalmente disponible a la misión. Llévame hoy al mismo Padre, conságrame a Él con todo aquello que soy y con todo aquello que tengo. Estoy aquí, ¡envíame! Madre Aparecida, pongo en tus manos y llevo al Padre nuestros y tus jóvenes, la Jornada Mundial de la Juventud: cuánta fuerza, cuánta vida, y cuánto dinamismo que germina y florece y que puede estar al servicio de la vida y de la humanidad. Acoge y santifica, oh Padre, ¡a tu juventud! En fin, madre, te pedimos: quédate aquí, acoge siempre a tus hijos e hijas peregrinos pero ven también con nosotros, quédate siempre a nuestro lado y acompaña en la misión la gran familia de fieles, sobre todo cuando la cruz pesa de más y sostiene nuestra esperanza y nuestra fe. ¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida! Amén”. (Francisco). MEMORARE "No me desampare tu amparo, no me falte tu piedad, no me olvide tu memoria. Si tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá? Si tú me olvidas, ¿quién se acordará de mí? Si tú, que eres Estrella de la mar y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar? No me dejes tentar del enemigo, y si me tentare, no me dejes caer, y si cayere, ayúdame a levantar. ¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses? ¿Quién te pidió, que no le otorgases?". (Fray Luis de Granada). ODA XXI A NUESTRA SEÑORA “Virgen, que el sol más pura, gloria de los mortales, luz del cielo, en quien la piedad es cual la alteza: los ojos vuelve al suelo y mira un miserable en cárcel dura, cercado de tinieblas y tristeza. Y si mayor bajeza no conoce, ni igual, juicio humano, que el estado en que estoy por culpa ajena, con poderosa mano quiebra, Reina del cielo, esta cadena. Virgen, en cuyo seno halló la deidad digno reposo, do fue el rigor en dulce amor trocado: si blando al riguroso volviste, bien podrás volver sereno un corazón de nubes rodeado. Descubre el deseado rostro, que admira el cielo, el suelo adora: las nubes huirán, lucirá el día; tu luz, alta Señora, venza esta ciega y triste noche mía. Virgen y madre junto, de tu Hacedor dichosa engendradora, a cuyos pechos floreció la vida: mira cómo empeora y crece mí dolor más cada punto; el odio cunde, la amistad se olvida; si no es de ti valida la justicia y verdad, que tú engendraste, ¿adónde hallará seguro amparo? Y pues madre eres, baste para contigo el ver mi desamparo. Virgen, del sol vestida, de luces eternales coronada, que huellas con divinos pies la Luna; envidia emponzoñada, engaño agudo, lengua fementida, odio cruel, poder sin ley ninguna, me hacen guerra a una; pues, contra un tal ejército maldito, ¿cuál pobre y desarmado será parte, si tu nombre bendito, María, no se muestra por mi parte? Virgen, por quien vencida llora su perdición la sierpe fiera, su daño eterno, su burlado intento; miran de la ribera seguras muchas gentes mi caída, el agua violenta, el flaco aliento: los unos con contento, los otros con espanto; el más piadoso con lástima la inútil voz fatiga; yo, puesto en ti el lloroso rostro, cortando voy onda enemiga. Virgen, del Padre Esposa, dulce Madre del Hijo, templo santo del inmortal Amor, del hombre escudo: no veo sino espanto; si miro la morada, es peligrosa; si la salida, incierta; el favor mudo, el enemigo crudo, desnuda, la verdad, muy proveída de armas y valedores la mentira. La miserable vida, sólo cuando me vuelvo a ti, respira. Virgen, que al alto ruego no más humilde sí diste que honesto, en quien los cielos contemplar desean; como terrero puesto - los brazos presos, de los ojos ciego a cien flechas estoy que me rodean, que en herirme se emplean; siento el dolor, mas no veo la mano; ni me es dado el huir ni el escudarme. Quiera tu soberano Hijo, Madre de amor, por ti librarme. Virgen, lucero amado, en mar tempestuoso clara guía, a cuyo santo rayo calla el viento; mil olas a porfía hunden en el abismo un desarmado leño de vela y remo, que sin tiento el húmedo elemento corre; la noche carga, el aire truena; ya por el cielo va, ya el suelo toca; gime la rota antena; socorre, antes que enviste en dura roca. Virgen, no enficionada de la común mancilla y mal primero, que al humano linaje contamina; bien sabes que en ti espero dende mi tierna edad; y, si malvada fuerza que me venció ha hecho indigna de tu guarda divina mi vida pecadora, tu clemencia tanto mostrará más su bien crecido, cuanto es más la dolencia, y yo merezco menos ser valido. Virgen, el dolor fiero añuda ya la lengua, y no consiente que publique la voz cuanto desea; mas oye tú al doliente ánimo, que contino a ti vocea”. (Fray Luis de León). AVE MARÍA “Ave María, grávida de las aspiraciones de nuestros pobres, el Señor contigo, bendita eres entre los oprimidos, benditos son los frutos de liberación de tu vientre. Santa María, madre latinoamericana, ruega por nosotros para que confiemos en el Espíritu de Dios, ahora que nuestro pueblo asume la lucha por la justicia, y en la hora de realizarla en libertad, para un tiempo de paz. Amén”. (Frei Betto). UNA MUJER "María, nombre de mujer, nombre de madre, porque un día, una joven muchacha de Palestina, acogió el deseo de Dios, sin cálculos ni discusiones, movida por el tremendo impulso del amor sin condiciones. María, tú dices en ti lo mejor que yo tengo. María, una mujer como todas las mujeres del mundo, hecha de lágrimas, de sudor y de sangre. En tu cuerpo, limpio de toda maldad, Dios ha venido a hacer su nido para escribir con letras de carne la promesa tan esperada. María, tú vives en ti lo mejor que yo vivo en mí. María, madre del sufrimiento y del dolor, madre de las rupturas y de las separaciones, madre rota en lo más profundo del corazón, tú nos haces nacer en la cruz, cruz que da, como un árbol, el fruto maduro de Dios, el fruto de tus entrañas. María, enséñame a nacer a la vida. Mujer entre todas las mujeres, reaviva en mí la esperanza que se adormece”. (Fritz Westphal). LA VIRGEN BENDITA COMPARADA CON EL AIRE QUE RESPIRAMOS “Aire nato, nodrizo aire del mundo que por doquier me anida, que la pestaña o el cabello ciñe; que sale rumbo a casa, entre el más delgado copo de nieve, delineado con gran delicadeza; que con todo derecho está mezclado, incógnito, y se interna en la vida de cada cosa mínima; este preciso pero inagotable y presente elemento; mi más que los manjares y bebidas, mi merienda con cada parpadeo; aire que, por precepto de este paso, mis pulmones debieran de tomar y tomar para aspirar ahora sus elogios, y que me hace memoria en muchas formas de aquella que no sólo diera a la infinitud de nuestro Dios, reducida a la infancia, bienvenida en el vientre y en el seno, salida, leche y todo lo restante, sino que alumbra cada gracia nueva que espera nuestra especie: María Inmaculada, mujer tan sólo, pero cuya presencia tiene un poderío mayor al que en las diosas sonaran o soñaran; quien esta sola obra debe realizar. Deja pasar su gloria, gloria de Dios que habría de dar paso por ella y desde ella discurrir total, y de este modo únicamente. Yo digo que nosotros estamos navegados por todas partes de misericordia como si fuese aire; lo mismo con María, más de nombre. Ella, rústica red, realzada túnica, cubre al planeta pecador desde que Dios dejó que dispensase la providencia suya con plegarias. Pero no, mucho más que limosnera, es ella el dulce ser de la limosna y el hombre debe honrarla, compartiendo su vida cual la vida con el aire. Si lo he entendido bien, ella manda maternidad altísima a toda nuestra fantasmal fortuna e interpreta, discreta, su papel en torno al corazón latente de los hombres, culminando, diluvio delicado de aire, la danza del desahucio hasta su sangre; aunque ninguna parte que no sea sino de Cristo nuestro Salvador. Tomó Él su carne de la carne de ella: la toma cálida y más cálida, si bien mucho el misterio es cómo no carne, sino espíritu, y erige, ¡oh Excelente!, en nosotros las nuevas Nazaret, donde ella todavía está por concebirlo de mañana, de tarde y por la noche; nuevos Belén, y Él brote allí de tarde, noche y de mañana. Belén o Nazaret, que aquí los hombres muestren aspirar más Cristo aún y rechazar la muerte; que quien, así nacido, viene a hacerse un nuevo ser y un yo más noble en uno y cada uno, y muestra más, cuando se cumple todo, ser el hijo de Dios y de María. Miren de nuevo arriba cómo el aire es azul. ¡Oh, cómo! No hagan nada sino estar donde se pueda levantar la mano al firmamento: espeso, espeso lame los cuatro huecos que hay entre los dedos. Pero tal sacudida de zafiro, cargado, saturado cielo, no ensuciará la luz. Sí, asómbrense: no causa ningún daño. Los días de un azul cristal son esos en los que todos los colores brillan, cada silueta y cada sombra sale. Azul sea: este cielo tan azul el siete o siete veces siete matizado rayo de sol habrá de transmitirlo perfecto, sin alteración alguna. Si allí se asoma suave en cosas cautas, altas; si repunta respiros, por un respiro más la Tierra es la que triunfa en atractivo. Si el aire no creara este alud del azul y se apagase su fuego, se sacudiría el sol, enojada y enceguecida esfera oculta entre la oscuridad, y todos los astros rodarían enrollándolo, parpadeando cual pizcas de carbón, como cristal de cuarzo o centellas de sal en sucia y vasta bóveda. Así pues, Dios fue dios de las distancias: una madre llegó para moldear esos miembros que son, como los nuestros, los que deben dejar que nuestra estrella matutina sea más amada por el hombre; cuya gloria desnuda cegaría o triunfaría sobre la idea del individuo. Por ella es que podemos verlo a Él más dulce, no apagado, y la mano de la Madona libra su luz para que asiente en nuestros ojos. Sé entonces tú, oh tierna Madre, mi atmósfera; dichoso mundo, donde prosiga mi camino sin encontrar pecado; sobre mí, en derredor, yaz y enfrenta mis entornados ojos a un cielo tierno y terso; agítate en mi oído, habla allí de amor de Dios, oh dinámico aire, de paciencia, de purga y de plegaria: nodrizo aire del mundo, aire nato, embalado contigo, aislado en ti, dale techo a tu hijo, corta el trecho”. (Gerard Manley Hopkins S.J.). MARÍA “Era ella y nadie lo sabía, pero cuando pasaba los árboles se arrodillaban. Anidaba en sus ojos el Ave María y en su cabellera se trenzaban las letanías. Era ella. Me desmayé en sus manos como una hoja muerta, sus manos ojivales que daban de comer a las estrellas. Por el aire volaban romanzas sin sonido, y en su almohada de pasos me quedé dormido”. (Gerardo Diego). A MARÍA POR LA PAZ “Ayúdanos Virgen María, ayúdanos a decirte: que sea la paz en nuestro pobre mundo. Tú que recibiste el saludo del Espíritu de la Paz, tráenos la paz. Tú que acogiste en ti el verbo de la paz, tráenos la paz. Tú que nos diste al Hijo de la Paz, tráenos la paz. Tú que ayudas a aquel que reconcilia todo, tú que siempre dices sí a aquel que perdona, consagrada a su eterna misericordia, tráenos la paz. Estrella clemente de las noches salvajes de los pueblos, deseamos la paz. Dulce paloma frente a los buitres que amenazan los pueblos, aspiramos a la paz. Rama de olivo, que surges de entre los bosques secos de sus corazones, esperamos impacientes la paz. Para que los presos sean liberados, para que los exiliados vuelvas a sus tierras, para que todas las heridas sean sanadas, tráenos la paz. Para la agonía de los hombres, te pedimos la paz. Para los niños pequeños que duermen en sus cunas, te pedimos la paz. Para los viejos que desean morir, te pedimos la paz. A ti, la madre de los que no tienen donde apoyarse, a ti, enemiga de los corazones de piedra, estrella resplandeciente en las noches de angustia, te pedimos la paz”. (Gertrude von le Fort, en “Himnos a la Iglesia”). A NUESTRA SEÑORA DE LA MAYOR SOLEDAD “Solísima Sola, ¡qué sola quedaste, con tu Hijo muerto ahí de estandarte! Viudísima viuda de tu San José. ¿Qué te queda ahora? Espinas y sed. Solísima Sola, Vos, no os apuréis. Yo también soy sola y acompañaré vuestra soledad. Vivimos muy cerca. Yo os visitaré, porque vuestro Hijo me caía bien”. (Gloria Fuertes). VIRGEN DE LA LECHE “¡Oh, Virgen de la Leche! palomita valiosa del museo del Prado. Te elevo mis preces porque se difumine la mala leche en el agrio. Así en el agrio como en la gran ciudad, porque ya no podemos más. Riéganos a los secos pescadores con tu chorro de gracia, ¡oh, Virgen de la Leche! purísima entre tantas. Anéganos con tu lácteo manantial”. (Gloria Fuertes). ¿DE DÓNDE BROTA ESA FUERZA? “¿De dónde brota esa fuerza, ese sí valiente y generoso, sin cálculo egoísta, sin doblez, cuando Dios da vuelta, María, tus proyectos? ¿Y de dónde esa alegría, en la pesebrera fría y mísera, cuando te llega la hora de dar a luz a la Luz, engendrada del Padre? ¿De dónde mana ese temple, esa frágil fortaleza que en la hora de la dura cruz persevera en tu dolor sin nombre? De tu corazón, María virgen, de tu fuego sin reservas, de tu fe de joven libre y pura. De tu corazón, María esposa, de tu sí sin condiciones, de tu amor dispuesto a todo, De tu corazón, María madre, de tu fidelidad inconmovible, de tu lámpara encendida”. (Guillermo Rosas SS.CC.) MIEDO REVERENCIAL “Háblame tu de ti, Virgen María porque yo no sé hablar de ti ni cómo; háblame tú de ti cuando me asomo a contemplar tu claridad de día. El mismo miedo que Moisés sentía del Sinaí bajo el radiante domo, a cuestas yo lo llevo sobre el lomo de lo profundo de mi fantasía. Miedo a mirar aquella zarza ardiendo que hace cubrir con estupor mi rostro al intuir de Dios el gran misterio. Miedo que en mí se queda repitiendo: <<hágase en mí tu voluntad>>. Me postro ante su Cruz en donde está su imperio”. (Heriberto Bravo Bravo, SS.CC.). ¡OH MADRE, VIRGEN MARÍA! “¡Oh Madre, Virgen María que nos das al Salvador! nunca nos niegues tu amor, ¡oh Madre, Virgen María! Por donde ella caminaba la gracia de Dios fluía. Ni noches ni sombra había por donde ella caminaba. Todo lo que ella miraba se cubría de belleza y era un mundo de pureza todo lo que ella miraba. Hasta el sol se doblegaba al paso de la doncella que era Virgen y tan bella que hasta el sol se doblegaba. Ante ella, la misma luna que le servía de alfombra, era tan sólo una sombra ante ella, la misma luna. Ella siempre sonreía porque con Dios siempre andaba, y tanto, tanto lo amaba que ella siempre sonreía. Su sonrisa era oración, su oración era sonrisa y como a la flor la brisa, su sonrisa era oración. ¡Ay, los mirlos, los canarios, si la oyeran cuando canta! cerrarían su garganta, ¡ay, los mirlos, los canarios! Se hizo esclava del Señor para entregarnos su vida; ¡ay, nuestra madre querida, se hizo esclava del Señor! Se hizo madre, siendo virgen y virgen fue siendo madre. Por un designio del Padre se hizo madre, siendo virgen. Obra fue del Santo Espíritu su concepción milagrosa. Se abrió el botón y fue rosa; obra fue del Santo Espíritu”. (Heriberto Bravo Bravo, SS.CC.). VIRGEN DE LA SOLEDAD “Flor de la tierra que al cielo con tu luz iluminaras y al mismo Dios cautivaras con tu piedad y tu celo ya que eres nuestro consuelo y en nuestras penas dulzura. Madre de toda ternura a tu ternura me fío como hace la mar al río en su desembocadura. Dame tu amor, madre mía, y jamás me desampares. No dejes que en mis pesares a mi tristeza me engría; llena de fe mi alegría con sencilla austeridad. Cubre con tu claridad todas mis oscuridades que son solo vanidades, Virgen de la soledad”. (Heriberto Bravo Bravo, SS.CC.). ORACIÓN A MARÍA “María, nos gusta llamarte madre y contemplar tu vida, porque diste acogida y cumplimiento a los planes de Dios. Fuiste madre generosa, no te reservaste al Hijo. Desde el principio de tu vocación consciente adoptaste una postura de obediencia, una respuesta decidida, amasada de confianza y disponibilidad. María, te sentimos mujer del mundo, un sueño de generaciones rebosante de humildad. Admiramos tu feminidad, tu misterio, tu presencia; un sí rotundo al Amor. Caminaste en sintonía con la Alianza, en ejemplar discreción el destino del Hijo Redentor. Te invadió el sufrimiento, pero no la desesperanza. Solidaria con la gente y con la nueva tierra. Hoy te invocamos, grande y sencilla, destacada por ser pobre y arriesgada en la misión. el Espíritu fecundó tu silencio hasta hacer de tu vida una liturgia. En comunidad evocamos tu historia misionera, transparente de Evangelio, portadora de verdad. María, llena de gracia, te admiramos por ser semilla obediente, tono femenino de Dios y sacramento”. (Hermanas Carmelitas del Sagrado Corazón de Jesús). AVE MARÍA DE LOS HERMANOS “Alégrate María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas la mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros tus hermanos, ahora y en la hora de nuestra muerte Amén”. (Hernán Opazo Delpiano, 19 de noviembre de 2003). MARÍA, QUE NADA SINO JESÚS ME SEDUZCA “María: mi ser me ha demostrado que por mí mismo soy incapaz de caminar recto, a pesar del goce que me da. Tú, que estás tan cerca de Jesús, dile que me sostenga fuerte de su mano, que me mire y centre en su rostro toda mi atención, para que nada sino Él me seduzca”. (Hernán Opazo Delpiano, 30 de diciembre de 2002). MARÍA, TE IMPLORO QUE POR MI INTERCEDAS "Virgen María, estoy tan necesitado, mentiría si no te dijera que tengo angustia, que estoy desesperado. Me tiembla la esperanza, no sé que decir de la confianza, me importa poco el qué dirán, pienso en cosas incontables, he gritado demasiado. Me siento como castigado, mejor aun sin entender nada, tantas veces lo mismo, cuanto sufrimiento en mi camino, esos rostros distintos al verdadero. Es cierto, sólo con un poco de esperanza, reparando en la misericordia de tu Hijo, cansado, escéptico, entristecido, sin vestirme con ropaje de fortaleza, vengo a implorarte que por mi intercedas. María, tú eres mi Madre, al igual que en las Bodas de Caná, con sencillez yo te suplico, que mires a Jesús a los ojos, y le pidas lo que a mí tanto me hace falta. Perdona mi sinceridad, pero no es para mañana, mis fuerzas y mi ánimo se me agotan, dulce hermana, comprensiva, que Jesús te escuche, por piedad lo pido". (Hernán Opazo Delpiano, 29 de noviembre de 1996). SÚPLICA EN EL CANSANCIO “Madre, vengo del tumulto de la vida. El cansancio invade todo mi ser. Es tan difícil aceptar con paz todo lo que sucede alrededor de uno durante una jornada de trabajo y lucha. Las cosas en las que habíamos depositado tanta ilusión, decepcionan. Las personas a las que queremos entregar bondad, nos rechazan, y aquellas otras a las que acudimos en una necesidad, intentan sacar provecho. Por eso vengo a ti, oh madre, porque dentro de mí camina un niño inseguro, pero junto a ti me siento fuerte y confiado. Solo el pensar que tengo una madre como tú, me da ánimo, me siento apoyado en tu brazo y guiado por tu mano. De esta manera, puedo con tranquilidad retomar el camino. Renuévame por completo para que consiga ver lo hermoso de la vida. Levántame para que pueda caminar sin miedo, dame tu mano para que acierte siempre con mi camino. Dame tu bendición, para que mi presencia sea, en medio del mundo, un signo de tu bendición. Amén”. (Ignacio Larrañaga). VIRGEN MARÍA “Madre: Señora de la pascua. Señora del viernes y del domingo, Señora de la noche y la mañana, Señora del silencio y de la cruz, Señora del amor y de la entrega, Señora, queremos decirte muchas gracias. Muchas gracias Señora por tu fíat, por tu completa disponibilidad de esclava, por tu pobreza y tu silencio, por el gozo de tus siete espadas, por el dolor de todas tus partidas, que fueron dando la paz a tantas almas. Señora, muchas gracias, por haberte quedado con nosotros”. (Ignacio Larrañaga). ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA “Oh María, tú has guardado en tu corazón todos los acontecimientos de la vida de Jesús y los has meditado en la oración. En la Anunciación, obedeciste la voluntad del Padre, en la fe, creyendo que nada era imposible para Dios. Creemos que eres la Madre de la oración del corazón y de la súplica incesante. Cuando los apóstoles esperaban el Espíritu que se les había prometido, tú uniste tu súplica a la de los discípulos, convirtiéndote así en el modelo de la Iglesia suplicante. Obtennos la gracia de orar sin cesar para que se nos conceda el don de la oración del corazón. Sobre la cruz, Jesús quiso que tú fueras nuestra Madre y tú nos recibiste verdaderamente como hijos. Como el apóstol Juan, queremos acogerte y consagrarte toda nuestra persona, como respuesta a tu amor de Madre. Pedimos al Espíritu Santo que nos dé a gustar tu presencia maternal. Como una mamá enseña a andar a su hijo pequeño, enseña a nuestro corazón, a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu a ser suaves y dóciles a la voz del Espíritu Santo. Como tú, quisiéramos obedecer en fe la voluntad del Padre y ser enteramente consagrados al Espíritu de Jesús resucitado. Confesamos que está a nuestro alcance desearlo, pero no realizarlo pues somos pecadores. Nos volvemos hacia ti, Omnipotencia Suplicante. Pide para nosotros a tu Hijo la gracia de orar sin cesar, para que lo imposible se haga posible, en toda nuestra existencia. Una vez más, pedimos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de experimentar tu presencia. Confesamos que es un don gratuito que no se concede a todos, pero que transforma la vida del que lo recibe. Así podremos pensar, hablar, obrar en ti, y sobre todo saborear la alegría de compartir tu oración y dejarnos mirar por ti”. (Jean Lafrance). SOY TODO TUYO MARÍA “Virgen María, Madre mía me consagro a tí y confío en tus manos toda mi existencia. Acepta mi pasado con todo lo que fue. Acepta mi presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será. Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios. Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón. Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías. Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y con tu ayuda alcance la salvación. Te confío ¡Oh María! mi cuerpo y mis sentidos para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes. Te confío mi alma para que tú la preserves del mal. Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya; hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida. Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que tú me ayudes a no envejecer en la fe. Te confío mi capacidad y deseos de amar, enséñame y ayúdame a amar como tú has amado y como Jesús quiere que se ame. Te confío mis incertidumbres y angustias, para que en tu corazón yo encuentre seguridad, sostén y luz, en cada instante de mi vida. Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida. Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta, y te prometo, con la gracia de Dios y con tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido. Oh María, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que me pertenece, para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre. ¡Oh María! soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre. ¡Amén!”. (Jean Lafrance). MARÍA EN EL CORAZÓN DE LA TRINIDAD “María, llena de gracia y colmada por el Espíritu Santo, has amado a Jesús, como ninguna otra madre puede amar; no con un amor que nace del vacío y se apega al niño, controlando y acaparando su libertad de hijo para calmar su propio sufrimiento y su angustia de madre. Tú lo has amado con un amor que nace de la plenitud, dando tu vida en el amor. Entre los santos de todas las épocas, tú tienes un lugar muy especial en el corazón de la Trinidad y en el de la Iglesia. <<¡Todas las generaciones te llamarán bienaventurada!>>. El amor de Jesús por tí y tu amor por Él tienen su origen en el corazón de la Trinidad. La unidad de tu amor y el de Jesús nace de la unidad de la Santísima Trinidad, en el Espíritu Santo, han sido una sola cosa, como Jesús y el Padre son una sola cosa. Oh María, introdúcenos también a nosotros en el misterio de la relación entre el Padre el Hijo y el Espíritu Santo. Intercede por nosotros para que también nos sea dada aquella comunión de amor, que tú viviste en la humildad y en la sencillez de la fe. Amén”. (Jean Vanier). MARÍA MADRE DE LOS POBRES “Madre de los pobres, los humildes y sencillos, de los tristes y los niños que confían siempre en Dios. Tú, la más pobre, porque nada ambicionaste, tú, perseguida, vas huyendo de Belén. tú, que un pesebre ofreciste al Rey del cielo, toda tu riqueza fue tenerlo sólo a Él. Tú, que en sus manos sin temor te abandonaste. Tú, que aceptaste ser la esclava del Señor, vas entonando un poema de alegría: <<canta alma mía, porque Dios me engrandeció>>. Tú, que has vivido el dolor y la pobreza, tú, que has sufrido en la noche sin hogar. Tú, que eres madre de los pobres y olvidados, eres el consuelo del que reza en su llorar”. (José Correa S.J. "María ¿Quién eres Tú?”). ASEMÉJANOS A TI “Aseméjanos a ti, y enséñanos a caminar por la vida tal como tú lo hiciste: fuerte y digna, sencilla y bondadosa, repartiendo amor, paz y alegría. En nosotros recorre nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús”. (José Kentenich). ORACIÓN A MARÍA DE SU HIJO AGRADECIDO “Te doy gracias María, por ser una mujer. Gracias por haber sido mujer como mi madre y por haberlo sido en un tiempo en el que ser mujer era como no ser nada. Gracias porque cuando todos te consideraban una mujer de nada tu fuiste todo, todo lo que un ser humano puede ser y mucho mas, la plenitud del hombre, una vida completa. Gracias por haber sido una mujer libre y liberada, la mujer más libre de la historia, porque tú fuiste la única no atada al pecado, la única no uncida a la vulgaridad, la única que nunca fue mediocre, la única verdaderamente llena de gracia y de vida. Gracias porque fuiste valiente, gracias por no tener miedo. Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes, la más virginal de las madres. Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida y ¡qué Vida! Gracias porque entendiste la virginidad como una entrega y ¡qué entrega! Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes, por ser valiente en un tiempo de cobardes. Gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo cuando se fue hacia su locura, por no haberle dado consejitos prudentes, gracias por haberle dejado crecer y por sentirte orgullosa de que Él te superase. Gracias por haber sabido quedarte en silencio y en la sombra durante su misión, pero sosteniendo de lejos el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo. Gracias por haber subido al Calvario cuando pudiste quedarte alejada del llanto, por aguantar al lado del sufriente. Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos. Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo. Gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías tu derecho de mujer en la Iglesia, pero al mismo tiempo haber sido de hecho el miembro mas eminente de la Iglesia, la primera redimida”. (José Luis Martín Descalzo). SANTA MARÍA DEL DOLOR “En todas las esquinas de la vida, tú lo sabes, Señora, nos espera el dolor. Los hijos muertos, la angustia del salario que no llega, el puñetazo cruel de la injusticia, la violencia y la guerra, el horrible vacío de tantas soledades, los infinitos ríos del llanto de los hombres. ¿Y a quién acudir sino a tu lado, Virgen experta en penas, sabia en dolores, maestra en el sufrir, conocedora de todas las espadas? Por el cansancio del camino a Belén te pedimos por todos los cansados. Por el frío de la cueva y la noche de Navidad, acuérdate de los que tienen hambre. Por el dolor del Hijo que perdiste en el templo, ayuda a tantos padres que pierden a sus hijos por los más turbios caminos. Por los años de oscura pobreza en Nazaret, da un más ancho salario de amor a tantos hombres que ven como decrecen sus salarios. Por el largo silencio de tus años de viuda, acompaña a tantos y tantos solitarios. Por la angustia de ver perseguido a Jesús, no abandones a tantos que la injusticia aplasta. Por las horas terribles del Calvario y la sangre, siéntate cada tarde al borde de la cama de todos los que viven muertos sin salud y sin fuerzas. Tú, que sabes de espadas, Virgen Madre de los dolores, pon en tu corazón a cuantos tienen el alma destrozada”. (José Luis Martín Descalzo). INMACULADA “Virgen pura, inmaculada, lirio entre espinas guardado, pequeño huerto cercado, límpida fuente sellada. Virgen pura, inmaculada, jardín siempre perfumado, flor de azahar y granado, brillante aurora rosada. Virgen pura, inmaculada, vergel de gracia regado, de Dios mismo fecundado, del Santo Espíritu amada. Virgen pura, inmaculada, Madre del Dios encarnado y a quien nos ha regalado, sin pedir a cambio nada”. (José Luis Martínez). VIRGEN DE LA ANUNCIACIÓN “¿Fue estando en oración contemplativa o cuando fuiste por agua a la fuente? El anuncio te llegó de repente cual divina emboscada sorpresiva. Admirada por una tal misiva, le interrogas al ángel dulcemente, y él te responde, al punto, complaciente: <<No temas, que es de Dios la iniciativa; su Santo Espíritu te cubrirá y su acción germinal obrará en ti, y ese hijo que de ti nacerá será el Hijo de Dios, llamado así>> <<Soy su sierva y acepto, ahora ya, que su Palabra, hoy, se encarne en mí>>”. (José Luis Martínez). VIRGEN DE LA VISITACIÓN “Virgen de la Visitación, María, que dejas Nazaret y vas ligera, emprendiendo tu azarosa carrera, sin miedo a aquella dura orografía. No te importan peligros, lejanía, tu caridad no conoce frontera cuando sabes que allí Isabel te espera, que tu presencia llevará alegría. Y con ella, fundida en un abrazo, cantas el himno del poder divino; ¡Magníficat colmado en tu embarazo! Ser Virgen peregrina es tu destino, llevando a Jesús siempre en tu regazo; ¡Visitación, María del Camino!”. (José Luis Martínez). DIOS TE SALVE, MARÍA, TÚ QUE DUERMES "Dios te salve, María, tú que duermes mientras caen las lluvias, tú que velas cuando sueñas, oh rosa de los vientos. Golondrina polar de entrañas grávidas y vuelo ecuatorial de ojos cerrados, cáliz de la ebriedad de los planetas. Ave, llena de gracia, contemplada por Dios tras de los muros, por el mundo que mira entre tus altas celosías. Hermosa como tiendas del desierto, como alcoba de cedro, moradora del manzano, moradora para el vino. El Señor es contigo, y la bandera de amor la llama pura de tus noches: la torre de David está encendida. Es el rey que penetra a medianoche. Fuente sellada tú, jardín cercado, fiesta del rey a solas por los siglos. Y bendita entre todas las mujeres tú que fuiste gacela de los bosques y Dios tendió su viento en la enramada. Te amaron las doncellas de Israel. Los coros de las vírgenes siguieron con lámparas tu sueño en la espera. Y bendito es el fruto de tu vientre que las madres hundidas en el polvo soñaron, milenarias, en su seno. Madre que no caíste al gran silencio, madre subida al cielo, eternidad de la sangre por sangre adormecida. Madre que das a luz dentro del sol, señora de los ángeles a oscuras, anillo de ciudades estelares”. (José Miguel Ibáñez Langlois). LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA “Virgen pura, hoy quiere Dios que subáis del suelo al cielo, pues cuando quisisteis vos, Él bajó del cielo al suelo. Si en la tierra daros quiso Dios del bien que allá tenía, ¿qué os dará en el paraíso, donde todo es alegría? El amor vuestro y de Dios hoy se encuentran en el vuelo, pues por Él a Dios vais vos, y Él a vos vino del Cielo. El Padre os da la corona, el Hijo su diestra mano, y la Tercera Persona os da su amor soberano. AIcanzáis, Virgen, de Dios premios, honras y consuelo, y por Él sois Cielo vos, y Él por vos hombre en el suelo”. (Juan López de Úbeda). ALÉGRATE TÚ, MARÍA “Alégrate tú, María, de Dios mujer agraciada, que el Señor está contigo favorecida y amada. De Jesús eres la Madre la mujer más venerada pues antes de hacerte madre tú fuiste por Dios colmada de gracia y de bendición, que Dios contigo contaba para hacer la Redención. Por eso el pueblo con fervor te canta, Virgen gloriosa María, y tus virtudes ensalza rebosante de alegría. Por ser la llena de Gracia, mujer tan buena y sencilla, te abrimos con gozo el alma. Ruega por tus hijos, Madre, que en este valle de lágrimas invocan con fe tu nombre, y con la misma alabanza de aquella mujer del pueblo hoy también la gente clama: Feliz vientre que llevó al que es del mundo esperanza y los pechos que criaron al Dios de la eterna Alianza”. (Juan Manuel del Río C.Ss.R.). MUJER HEBREA “Sabe tu nombre, María, al dulce sabor de un panal, y tu cara, guapa y morena, es de mujer hebrea por tu tierra nazarena. Cinco letras, cinco, adornan tu nombre: mujer, María, y madre, en el país de Israel. Cinco rosas, cinco, tus cinco letras con sabor a mujer nazarena. Cinco recuerdos que llevo prendidos como luceros del firmamento azul de tu cielo donde cada noche desgrano del rosal de mi rosario pétalos de avemarías que guardo desde cuando y apenas era tan sólo un niño. Hoy al pronunciar tu nombre, madre, ahora que ya soy grande, es como arribar de lejos al puerto cruzando el mar de la vida y al llegar, encontrar escrito en tu corazón materno el nombre intacto del hijo: María, mujer y madre. Cuando trémulos mis labios tu santo nombre pronuncian siento que tus bellos ojos con amor maternal me miran, y yo, con el mismo amor de entonces, te digo: Que esos tus dulces ojos, que tanta paz a mi vida infunden, no me dejen nunca de mirar. Porque hoy, como siempre, cinco letras, como cinco rosas, embellecen tu nombre, madre. Por eso, con el sentir de un poema, que sabe a calor de hogar, te imploro y te imploraré: bendíceme, madre”. (Juan Manuel del Río C.Ss.R.). BENDITA MARÍA “Bendita, porque creíste en la Palabra del Señor, porque esperaste en sus promesas, porque fuiste perfecta en el amor. Bendita por tu caridad diligente con Isabel, por tu bondad materna en Belén, por tu fortaleza en la persecución, por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo, por tu vida sencilla en Nazaret, por tu intercesión en Caná, por tu presencia maternal junto a la cruz, por tu fidelidad en la espera de la resurrección, por tu oración asidua en Pentecostés. Bendita eres por la gloria de tu asunción a los cielos, por tu maternal protección sobre la Iglesia, por tu constante intercesión por toda la humanidad”. (Juan Pablo II). ORACIÓN PARA LA VIDA “Oh María, aurora del nuevo mundo, madre de los vivos, te confiamos la causa de la vida. Mira, oh Madre, el número inmenso de los niños a los que se les impide nacer, a los pobres para quienes la vida se hace difícil, a los hombres y mujeres víctimas de una violencia inhumana, a los ancianos y enfermos asesinados por la indiferencia o por una compasión engañosa. Haz que los que crean en tu Hijo sepan anunciar a los hombres de nuestro tiempo, con firmeza y con amor, el Evangelio de la vida. Concédeles la gracia de acogerla como un don siempre nuevo, la alegría de celebrarla con reconocimiento en toda su existencia y el valor de testimoniarla con viva tenacidad, para construir, con todos los hombres de buena voluntad, la civilización de la verdad y del amor, para alabanza y gloria de Dios Creador que ama la vida”. (Juan Pablo II). MARÍA, VIRGEN DE LA ESPERANZA “¡Ave María, Virgen de la Esperanza María, mujer humilde, bendecida por el Altísimo! Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos, nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza para celebrar las misericordias del Señor, para anunciar la venida del Reino y la plena liberación del hombre. ¡Ave María, humilde sierva del Señor, gloriosa madre de Cristo! Virgen fiel, morada santa del Verbo, enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra, a ser dóciles a la voz del Espíritu Santo, atentos a sus llamadas en la intimidad de la conciencia a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia. ¡Ave María, mujer del dolor, madre de los vivientes! Virgen esposa ante la Cruz, Eva nueva, sed nuestra guía por los caminos del mundo, enséñanos a vivir y a difundir el amor de Cristo, a detenernos contigo ante las innumerables cruces en las que tu Hijo aún está crucificado. ¡Ave María, mujer de la fe, primera entre los discípulos! Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre razón de la esperanza que habita en nosotros, confiando en la bondad del hombre y en el amor del Padre. Enséñanos a construir el mundo desde dentro: en la profundidad del silencio y de la oración, en la alegría del amor fraterno, en la fecundidad insustituible de la Cruz. Santa María, madre de los creyentes, ruega por nosotros”. (Juan Pablo II). CANTIGA DE LOORES DE SANTA MARÍA “Santa Virgen escogida, de Dios Madre muy amada, en los cielos ensalzada del mundo salud e vida. Del mundo salud e vida, de muerte destruimiento, de gracia llena complida de coitados salvamento de aqueste dolor que siento en presión sin merecer, tú me deña estorcer con el tu defendimento. Con el tu defendimento, non catando mi maldad nin el mi merecimiento mas la tu propia bondad; que confieso en verdat que so pecador errado; de ti sea ayudado, por la tu virginidad. Por la tu virginidad que non ha comparación, nin hobiste egualdad en obra e entención, complida de bendición; pero non só mereciente, venga a ti, Señora, en miente de complir mi petición. De complir mi petición como a otros ya compliste, de tan fuerte tentación en que só coitado triste; pues poder has, e hobiste, tú me guarda en tu mano; bien acorres muy de llano al que quieres e quisiste”. (Juan Ruiz, Arcipreste de Hita). GRACIAS, MADRE, POR TU PRESENCIA “Gracias, madre por tu presencia, tú nos llevas a Jesús. Gracias, madre por tu silencio, tú estimulas nuestra fe. Gracias porque eres muy sencilla, gracias porque eres llena de gracia. ¡Gracias, madre, gracias! Gracias por tu vida tan callada, gracias porque vives la palabra. ¡Gracias, madre, gracias! Gracias por tu corazón abierto, gracias por vivir un sí constante. ¡Gracias, madre, gracias! Porque te abandonas en sus manos, porque siempre vives la esperanza. ¡Gracias, madre, gracias! Gracias porque tú sigues amando, Gracias porque tú vas actuando. ¡Gracias, madre, gracias! Porque lo haces todo entre nosotros, porque tú nos quieres como a hijos. ¡Gracias, madre, gracias!”. (Kairoi). GRACIAS MADRE NUESTRA MARÍA “Gracias por ser Santa María. Gracias por haberte abierto a la gracia, y a la escucha de la Palabra, desde siempre. Gracias por haber acogido en tu seno purísimo a quien es la Vida y el Amor. Gracias por haber mantenido tu <<Hágase>> a través de todos los acontecimientos de tu vida. Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos y vividos. Gracias por tu sencillez, por tu docilidad, por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha, por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad, y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza entre sí y que Dios nos permite atisbar en Ti. Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones, tu ternura, tus auxilios y orientaciones. Gracias por tantas bondades. En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús y nuestra. Amén”. (Kirk Eland). ORACION A MARÍA “Santa María, Madre de Dios, danos un corazón de niño, puro y transparente como una fuente; danos un corazón sencillo que no saboree la tristeza; un corazón espléndido en entregarse, tierno a la compasión; un corazón fiel y generoso, que no olvide ningún beneficio y no guarde rencor de ningún mal. Danos un corazón dulce y humilde, que ame sin exigir ser amado, que goce desapareciendo en otro corazón delante de tu divino Hijo. Un corazón grande e invencible, que ninguna ingratitud encierre, y ninguna indiferencia canse; un corazón enamorado por la gloria de Jesús, herido en su amor con una herida que no se cierre hasta el cielo”. (Leoncio de Grandmaison S.J.). LUCERO DEL ALBA “Lucero del alba, aurora estremecida, luz de mi alma, Santa María. Hija del Padre, doncella en gracia concebida, virgen y madre, Santa María. Flor del Espíritu, ave, blancura, caricia, madre del Hijo, Santa María. Llena de ternura, bendita entre las benditas, madre de todos los hombres, Santa María. Amén”. (Liturgia de las Horas). NUESTRA SEÑORA DE TODOS LOS DÍAS “Nuestra Señora de todos los días. De siempre. De las masas atareadas, desorientadas. Los mismos colectivos, las mismas calles, los mismos diarios. Las mismas risas, las mismas tristezas. Todos somos muy parecidos, pendientes siempre de nuestras preocupaciones cotidianas. Nuestra Señora de las tareas aburridas, Nuestra Señora del trabajo sin fin, Nuestra Señora de los días sin alegrías, Nuestra Señora de las noches sin descanso, Nuestra Señora de los días inciertos, de los finales de mes sin dinero, Nuestra Señora de los años sin vacaciones... Mujer de la casa, vecina sin historia, disponible a toda hora y constante en la tarea: de tu navidad sin alojamiento a las privaciones de las villas y los ranchos. De tus angustias de madre a nuestras inquietudes por los hijos. De tus pequeños servicios a nuestros gestos de ayuda. De tu vida pobre pero gozosa a nuestras envidias y cálculos. Yo te saludo María”. (Louis Retif). DE CUAN GRACIOSA Y APACIBLE ERA LA BELLEZA DE LA VIRGEN “¡Morena por el sol de la alegría, mirada por la luz de la promesa, jardín donde la sangre vuela y pesa; inmaculada Tú, Virgen María!. ¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía de tu paso sencillo, qué sorpresa de vuelo arrepentido y nieve ilesa, junta tus manos en el alba fría?. ¿Qué viento turba el momento y lo conmueve? Canta su gozo el alba desposada, calma su angustia el mar, antiguo y bueno. La Virgen, a mirarle no se atreve, y el vuelo de su voz arrodillada canta al Señor, que llora sobre el heno”. (Luis Rosales). MARÍA MADRE DEL SILENCIO “Madre de nuestro silencio tesoro de calma y serenidad, te amamos por tu rostro lleno de luz, por tu mirada llena de ternura, por lo profundo de tus palabras silenciosas, por tu trasparente disponibilidad. Que en nuestras tareas cotidianas nos abras a lo profundo de las cosas que no se ven, nos ilumines con tu luz trasparente, nos ensanches el corazón con el amor y la verdad de lo que es importante, nos contagies tu disponibilidad ante las sorpresas de Dios. Madre del silencio, enséñanos a callar... enséñanos a contemplar...”. (M. J. Márquez). A MARÍA NUESTRA MADRE “Querida Virgen María. Gracias por ser nuestra madre en la fe, por estar cerca de nosotros y cuidarnos mucho como hiciste con Jesús-niño. Quiero conocer mejor a tu Hijo y quererlo más cada día. Quiero vivir como Jesús. Ser buen hijo, buen hermano y buen amigo. Contágiame tu esperanza. Que aprenda, como tú, a vivir en las manos de Dios. Ayúdame a hacer crecer mi fe. Madre buena, enséñame a seguir los pasos de Jesús”. (Marcelo A. Murúa). AYÚDANOS A SER FIELES “María, la virgen fiel... Modelo de seguimiento y corazón abierto a la voluntad del Padre. Maestra de la fe en nuestro pueblo. Señora de los humildes, de los pobres, los marginados y solos. Los excluidos del sistema. Los nuevos pobres (en el frío e inhumano lenguaje actual de las estadísticas). Señora de los preferidos de Dios, muéstranos el camino, corre el velo de nuestros ojos, cambia nuestras miradas, convierte nuestros puntos de vista, encarna en nosotros la presencia de tu Hijo y embebe nuestro corazón con su mensaje. Virgen fiel a la Palabra, que nos enseñas cómo escuchar a Dios cómo dejarse sorprender, cómo guardar sin olvidar lo que no se alcanza a entender pero es necesario <<rumiar>> para ir descubriendo la voluntad de Dios. Virgen fiel a la Palabra, decidida, comprometida, que te entregas sin condiciones. Nos muestras con tu vida cómo ser fiel en el camino, cómo no fallar en el intento, seguir sin dejar caer los brazos. Nos enseñas que la fidelidad tiene momentos de dolor e incomprensión, y está siempre cimentada en una enorme dosis de amor que ayuda y permite superar hasta lo más difícil. ¡Fidelidad! ¡Que palabra difícil en los tiempos de hoy! María ayúdame a ser fiel, fiel al amor compartido en la pareja, fiel al amor entregado a los hijos, fiel al amor compañero en los amigos, fiel al amor ofrecido al Señor de la Vida. Virgen fiel, Señora de los que buscan, compañera de ruta, nos señalas con tu ejemplo que la fidelidad se demuestra en la vida práctica más que en las palabras lindas. Para ser fiel al Señor tú vives al servicio, la entrega generosa y esforzada a Isabel, que necesita ayuda. Madre, danos valor para vivir la fidelidad al Señor en la acción solidaria a los que sufren. Ayúdanos a vivir practicando la fe en obras de justicia para crecer en fidelidad y entrega al Reino de Dios en medio nuestro. Madre fiel queremos seguir tus pasos danos la fuerza para vivir el Evangelio todos los días, y no reducirlo a un rito de día domingo. Transforma nuestros corazones ayúdanos a decir <<sí>> al Proyecto del Padre que pasa por la construcción de un mundo nuevo, justo y solidario, desde ahora y desde aquí, en la tierra”. (Marcelo A. Murúa). MADRE “Madre, tú nos muestras desde el Magníficat al Dios que consume tu vida, y que es razón de tu existencia. A Él brindaste tu vida entera y te consagraste con alegría a su servicio. Anímanos también a nosotros a descubrirlo presente entre nuestros hermanos convocándonos a la entrega generosa, prometiéndonos tu aliento y compañía. Madre, enséñanos a servir desde los pobres y construir juntos el Reino de tu Hijo; muéstranos a Jesucristo liberador vivo hoy en nuestro pueblo y conságranos a su servicio. Ruega por nosotros, madre de Dios, para que seamos fieles a Dios y a los hombres, compartiendo sus angustias y construyendo sus esperanzas”. (Marcelo A. Murúa). MADRE, QUIERO SER POBRE “Madre, quiero ser pobre, abandonarme en las manos del Padre totalmente, darle todo mi ser, mi vida, mis proyectos y mis sueños. Madre, quiero seguir tus pasos, decir junto a vos <<Aquí estoy Señor contigo, para hacer tu voluntad>>. Ayúdame a entregarme (aunque mi entrega me conduzca a la cruz) y a vivir la pobreza como protesta ante la injusticia y como solidaria entrega decidida a Cristo en los demás. Madre, quiero servir junto a vos. Hay hermanos que nos necesitan, les hace falta compañía, una palabra, techo, pan, trabajo digno, justicia, libertad, igualdad. Madre, ayúdame a descubrir el rostro pobre de tu hijo en los chicos de la calle, en los indígenas despojados, en los marginados y vagabundos, en los obreros sin trabajo, en los jóvenes drogadictos, en los enfermos de sida discriminados, en las niñas-jóvenes, madres solteras, y en tantos otros que a diario claman ¡Dignidad, respeto, fraternidad! Madre quiero servir junto a vos, cantar contigo al Dios que libera y da la vida. Acompañarte hoy por esta América sufrida del lado de los que sufren, de los que piden, de los que esperan y de los que trabajan por un mundo más humano y más hermano asentado en la justicia y el amor, no en las leyes del mercado. Madre de los pobres. Muéstranos el camino del Reino, fortalece nuestras opciones , acrecienta nuestra esperanza, sostén nuestras comunidades en marcha para que nuestras vidas sean testimonio transparente de nuestra fe en el Dios de la Vida”. (Marcelo A. Murúa). MARÍA DE LA ESPERANZA “María de Nazareth madre de nuestro Señor, compañera de nuestras marchas, ven a visitarnos, quédate con nosotros. Te necesitamos, madre buena, vivimos tiempos difíciles, atravesamos bajones, tenemos caídas, nos agarra la flojera, nos inmoviliza la apatía, nos da rabia la solidez de la injusticia. María, virgen de la Esperanza, contágianos tu fuerza, acércanos el Espíritu que llena tu vida, ayúdanos a vivir con alegría, a pesar de las pruebas y de las cruces que encontramos en el seguimiento de tu Hijo. Que no nos desaliente la lentitud de los cambios, que las espinas de la vida no ahoguen la semilla del Evangelio, que no perdamos la utopía de creer que es posible otro mundo y otra sociedad. Que no bajemos los brazos en la lucha por la justicia y en la práctica de la solidaridad. Que no se enturbie nuestra mirada, al punto que no veamos la luz del Señor que nos acompaña siempre, que camina a nuestro lado, que nos sostiene en los momentos duros. María, vos creíste y te jugaste la vida y no te fue fácil. También pasaste tiempos de incertidumbre, de no entender las cosas que pasaban, de sufrimiento y soledad. y saliste adelante, con buen ánimo y entrega. Nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida hay que entregar la vida, todos los días, en las buenas, en las malas, y en las más o menos. Siendo un muchacha, estando comprometida, corriste el riesgo de decir sí al plan de Dios. Confiaste en Él y el sueño de Dios se hizo realidad. Madre, en nuestros días Dios sigue soñando. Su Reino de hermanos está muy lejos de ser realidad y nos pide, como a vos en Nazareth, que demos lo mejor de nosotros para ayudarlo a realizar su Proyecto. María, ¡cómo cuesta decirle sí al Señor! Cómo cuesta decir sí más allá de las palabras, decir sí con los hechos, con actitudes, con gestos... ¡con la vida! Enséñanos a esperar en el Señor, a confiar en su palabra, a dejarnos guiar por su Espíritu, a llenarnos de su buen humor y alegría. Enséñanos a escuchar su voz, en la realidad de todos los días, en el sufrimiento de tantos, en las ansías de liberación y cambio, en la sed de justicia de las mayorías. Enséñanos a orar para no perder la esperanza y para darle raíces sólidas. Enséñanos a orar para discernir donde poner los esfuerzos y descubrir nuestro lugar y misión. Enséñanos a orar para no desalentarnos en las dificultades y contratiempos. María, camina cerca de nosotros, acompáñanos madre buena, fortalece nuestra esperanza para que sea el motor de nuestra entrega, el pozo donde beber para seguir, el refugio donde descansar y retornar fuerzas. Anuda nuestra esperanza al proyecto del Padre. Danos firmeza y hasta tozudez para seguir adelante. Llena nuestros corazones de la esperanza que libera para vivir el amor solidario. Lo que se espera se consigue con esfuerzo, con trabajo y con la vida. Nos confiamos en tus manos para que nos hagas fuertes en la fe, comprometidos en la solidaridad y firmes, muy firmes, en la esperanza del Reino”. (Marcelo A. Murúa). MARÍA, MADRE DE LA PAZ “Mujer sencilla, de su pueblo. Libre ante el pecado, eligió la gracia del Señor. Vivió consagrada a Dios toda su vida. Aceptó con humildad su destino y las incertidumbres que el camino abría. Amó a Jesús como nadie y junto a Él intercede por nosotros ante el Padre. Llena del Espíritu de Vida nos guía en el camino hacia el Reino. Un nombre muy pequeño, apenas una citas escasas en los Evangelios, un segundo plano intencionado que no esconde una presencia constante y una fidelidad a toda prueba. María, su vida es fuente de paz para los que siguiendo sus pasos caminamos hacia el Reino buscando la justicia, la verdad, y la fraternidad realizada. Nunca una mala respuesta nunca un no, una actitud egoísta que pudiera significar fijarse en ella misma. Acompañó a su Hijo en todo tiempo. Estuvo junto a Él en los momentos decisivos: Caná, su muerte, la venida del Espíritu. Siempre al lado de los apóstoles, alentando y dando fuerzas, compartiendo la alegría del anuncio del Señor. Tanta entrega conmovió el corazón de Dios quien la llevó a su lado en cuerpo y alma. Desde entonces se hace presente en medio nuestro, velando en silencio por nosotros, como con Jesús-niño en aquellos lejanos días de Nazareth. María, todo lo pudo porque vivió la paz de Dios, la verdadera paz que constituye el entregarse libremente por amor en manos de Dios. La paz interior, de saberse llena del Espíritu, y que se construye a diario en la oración y en la práctica del amor solidario. Paz que la lleva a atravesar montañas para servir al que la necesita, paz que le permite proclamar con voz sincera: <<Mi alma te alaba Señor y mi espíritu se alegra en Ti, mi Dios>>. Paz que nos revela el rostro vivo de Dios liberador, rico en misericordia y lleno de amor por los pobres, sus preferidos. Madre de la Paz, su vida toda es modelo de seguimiento de Jesús para nosotros, sus hijos en marcha. Madre, que silenciosa, humilde y servicial, vivió como nadie la paz de nuestro Señor, hoy nos ayuda a nosotros, pequeños instrumentos del Padre a llevar su paz al mundo. Acércate, Madre de la Paz, queremos estar atentos a la Palabra de Dios y decir contigo: <<He aquí a la servidora del Señor que se cumpla en mí su voluntad>>. Haznos promotores de verdad y de justicia. Danos fuerzas para ser hombres y mujeres de paz. Ayúdanos con tu presencia a construir con nuestra vidas el Reino nuevo de vida generosa para todos”. (Marcelo A. Murúa). MARÍA MADRE DE NUESTRO PUEBLO “María, madre de nuestro pueblo, María, madre buena, que caminas con nosotros hacia el Reino siempre anhelado. Escucha nuestros ruegos, hay mucha gente sufriendo en medio nuestro. Falta el pan en muchas mesas, falta el trabajo en muchos hogares, falta el techo y la vivienda digna, falta el agua, falta tanto, madre. Anima nuestra esperanza que de a ratos se desbarranca porque los cambios son lentos y difíciles. A veces no se ve luz en el camino y hay que andar a tientas, madre, danos tu mano, condúcenos a la vida plena, cambia los corazones de tantos, que viviendo bien, se olvidan de quienes viven mal o no viven, pues hay sufrimientos que no son vida. Despierta nuestros corazones a la solidaridad activa. ¡Hay tanto por hacer! Que nos motive tu imagen peregrina de tu casa a la de Isabel, sin importar el cansancio del embarazo, ni los caminos pedregosos de la montaña, guiada siempre por el Espíritu de dar vida. Madre, une nuestras manos, que crezcamos en unión. Haz nacer comunidades de vida nueva, que el trabajo compartido sea el motor de una nueva forma de convivir, sin que a nadie le falte lo necesario ni le sobre en forma escandalosa. Madre, enséñanos a ejercer a diario la ayuda concreta al vecino, al amigo, al pariente cercano. Agudiza nuestra vista para que veamos la necesidad del otro y no nos fijemos tanto en nosotros. Que no cerremos los ojos o nos quedemos en decir: <<¡qué barbaridad!>> mientras la televisión nos muestra el hambre de tantos. Ayúdanos a empezar por lo pequeño, a compartir lo que tenemos, a dar parte de aquello que, por amor de Dios, recibimos y otros no tienen. Madre, enséñanos a superar las divisiones que nos enfrentan. Que las diferencias no sean grietas insalvables. Acrecienta nuestra tolerancia y nuestro respeto por el otro. El que es distinto por su color de piel, por cómo viste o por donde vive. Muéstranos que somos hermanos y ayúdanos a creerlo y ser coherentes con ello. Que no discriminemos a nadie. Madre, enséñanos a participar para mejorar nuestra sociedad. Que no nos quedemos tranquilos mientras la corrupción avanza y carcome la justicia y el derecho de las mayorías. Madre, muestra a los jóvenes el camino. Que toda su energía, sus ganas, su fuerza se abran paso para construir una alternativa más justa. Madre, te pedimos por los niños que merecen un mundo sin violencia ni odios. Que no falte la posibilidad de estudio para todos, ni de la salud o de la diversión. Madre, te pedimos por los ancianos, tan olvidados. Enséñanos a respetarlos y luchar para que los gobiernos respeten sus derechos a una vida tranquila, con medios para vivir y no para mendigar. Madre, te pedimos por nuestro pueblo, mantennos unidos para evitar ser dominados. Escucha el clamor creciente, compromete a quienes pueden poner el hombro, ayúdanos a creer que es posible cambiar por más justicia, si empeñamos nuestra vida en conseguirlo. Madre, danos fuerzas para hacer realidad tu canto al Dios de la Vida, que hace cosas maravillosas, derriba a los poderosos y pone en alto a los humildes. Madre, por los que sufren en nuestro pueblo. Danos coraje para empezar el Reino”. (Marcelo A. Murúa). VIRGEN DE LA NOCHEBUENA “Virgen de la Nochebuena, escucha nuestras plegarias, acerca al Padre nuestros clamores y ruegos, nuestros sueños y utopías, nuestras necesidades. Madre buena en esta Navidad que se acerca queremos acompañarte en el pesebre. Allí, desnudo, frágil nacerá el Niño que cambiará el mundo. Un Niño en pañales, signo de la presencia esperada de Dios con nosotros. Un niño-esperanza que será motivo de alegría para todo el pueblo. María, cuántas cosas habrán pasado por tu cabeza y tu corazón en esos días. Para vos y tu familia y para tu Hijo pronto a nacer no había lugar. Fiel testimonio del no-lugar que la sociedad prepara para las grandes mayorías. No había lugar como no lo hay hoy para los que menos tienen y sobreviven a un lado de la sociedad opulenta que prepara la Navidad con regalos y adornos del <<Primer Mundo>>. Navidad de plástico, signo de la ausencia de Dios en los corazones de muchos. María en Belén, te imagino buscando, entre dolores de parto, un sitio para entregar a Jesús al mundo. Un lugar como tu corazón cálido, sencillo, dispuesto. El pesebre. Portal de entrada del Reino. Desde los pobres, en las afueras, casi desapercibido, pero lleno de vida que convoca al cambio. A veces ayuda mirar las cosas desde donde las mira Dios, que para nacer entre nosotros eligió la pobreza. Abrió los ojos y vio carencias, falta de solidaridad con una madre joven, embarazada y parturienta. Para pensarlo, ¿no? María en el pesebre. Te veo estrechando a Jesús entre tus brazos, sonriendo a pesar de los contratiempos, acurrucando al Señor de la vida contra tu pecho tibio. El amor y la entrega hacen posible el milagro, que Dios nazca en un establo, indefenso y necesitado. Para que Jesús crezca en medio nuestro hace falta la decisión y el compromiso. Como María. Desde la Anunciación a la Resurrección, pasando por la cruz, que puede tronchar la vida pero no silencia a Dios. Hay que saber esperar y aprender a confiar. La Navidad nos enseña que a Dios se lo encuentra como antaño, en la periferia y no en el centro, en el pesebre y no en el palacio, pequeñito y frágil, como la esperanza, y en pañales, es decir, aguardando hacer crecer su presencia y su mensaje en nuestro mundo. Una madre nos aguarda con los brazos abiertos. Nos muestra al Niño que duerme en su regazo y nos lo ofrece para llevarlo a nuestra familia, nuestro trabajo, a nuestro mundo injusto, que gasta tanto dinero en preparar una burda maqueta vacía de lo que es la Navidad. Dios nace para todos para traer Vida en abundancia, una Buena Noticia de liberación y de justicia. María, la virgen fiel nos señala el camino y nos tiende la mano. Recorramos con ella el camino de la Nochebuena. Dejémonos llevar de su mano hasta el pesebre abandonando nuestras ideas sobre Dios para encontrarnos con Él, acostadito, entre los pastos de un establo, mirando a nuestros ojos y esperando una respuesta”. (Marcelo A. Murúa). A MARÍA INMACULADA “¿Qué podré hacer sin ti, Virgen María? ¿Qué seré si me alejo de tu lado que en el día lluvioso o acalorado, me confortas con mística alegría? En tu fuego de amor me escondería, ¡Oh María, nacida sin pecado! Tú que bien conocías al Amado... no me dejes en lucha con fe fría. ¡Cuántas veces admiro tu hermosura!, siempre escuchas atenta la Palabra, manantial de belleza que perdura. Sin ti, Madre, mi tierra no se labra. El dolor, sin tu luz, es noche oscura. Tu sonrisa dirá que mi alma se abra”. (María de Nazaret. O. P.) JOVEN MADRE “Se respira en el ambiente sosiego, calma, un día primaveral enciende el alma. Un mensaje del Señor llega a Nazaret a comunicar la noticia unida a la fe. Ofreces tu cuerpo como nido de amor para el ser más divino, nuestro Salvador. Tu sí definitivo al mundo revoluciona, ser Madre de Dios, lo que verdaderamente importa. El cielo responde ante tu fiat iluminando el sol como suave caricia”. (María Luisa Calvo). ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA PAZ “Virgen y reina de la paz, madre de los pobres y sencillos, esperanza de los que sufren en soledad, Señora del amor y de la alianza. Tú nos diste a Jesús, Príncipe de la Paz. Él nos regaló su Eucaristía y nos consagró a su amor redentor. Enséñanos a vivir con sencillez las exigencias del Evangelio, a servir con alegría a todos los hombres nuestros hermanos, a mostrarnos serenos en la cruz, y fieles a nuestro espíritu de adoradores. Danos tu generosidad, tu pobreza y tu humildad. Danos tu amor al trabajo, a la justicia y a la verdad. Concédenos ser mensajeros de paz, en nuestra comunidad, en nuestra familia y en nuestro país, para poder mostrar al mundo nuestra misión de ser corredentores del amor, Hijos del Corazón de tu Hijo y de tu Inmaculado Corazón. Guarda hoy en tu corazón pobre, silencioso y disponible, a esta familia tuya que quiere ser constructora de paz, de alegría y de amor en tu Iglesia. Amén”. (María Olga Mardones, SS.CC.). ORACIÓN DEL PROFESOR AL CORAZÓN DE MARÍA “Corazón y fuerza de María madre de nuestra fidelidad, al comenzar este nuevo día, nos confiamos en ti. Queremos vivir intensamente como tú la voluntad del Padre, ser fieles como tú, en la realización de nuestro compromiso de vivir en el amor. Danos un corazón que no se duela de la ingratitud, y que sepa amar a todos sin hacer distinción. Enséñanos a dar a nuestro trabajo, esa vida y entusiasmo, para que trabajemos con alegría, construyendo el Reino de Dios, ayudando a crecer, siendo constante en la entrega, y viviendo de la fe, de la esperanza y del amor”. (María Olga Mardones, SS.CC.). ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN “Oh, Madre bienamada, vos que conocéis tan bien las vías de la santidad y del amor, enséñanos a elevar a menudo nuestro espíritu y nuestro corazón hacia la Trinidad; a fijar en Ella nuestra respetuosa y afectuosa atención. Y puesto que tú caminas con nosotros por los caminos de la vida eterna, no permanezcáis extraña a los débiles peregrinos que vuestra caridad quiere tanto reunir; volved hacia nosotros vuestras miradas misericordiosas; atraednos hacia vuestras claridades; inundadnos de vuestras dulzuras; conducidnos en la luz y en el amor; llevadnos siempre más lejos y más alto en los resplandores del cielo. Que nada pueda turbar nuestra paz ni hacernos salir del pensamiento de Dios; sino que cada minuto nos lleve adelante en las profundidades del Augusto Misterio, hasta el día en que nuestra alma, completamente abierta a las iluminaciones de la unión divina, verá todas las cosas en el eterno amor y en la unidad. Amén”. (Marthe Robin). DECIRTE QUE TE QUIERO “Qué fragancia de luz siento a tu lado, qué calor maternal bajo tu manto, qué música interior cuando te canto, qué frescura de amor acumulado. Se hace camino el mar apaciguado y sonrisa y fulgor el mismo llanto. En el frágil temblor de mi quebranto no pesa el corazón enamorado. Te he dicho tantas cosas desde niño, tantas veces soñado tu hermosura, palpado tantas veces tu cariño, Oh Madre del Socorro verdadero, que al contemplar tu rostro de ternura, tan sólo sé decirte que te quiero”. (Miguel Combarros Miguélez, en "Poemas para Orar”). DÉJAME LLAMARTE MADRE “Y vio Dios que era hermosa la ternura y madre la llamó desde el principio con un sabor a miel en cada letra. Tan perfecta nació que, enamorado, Dios mismo se reserva la primera y le regala al hombre su hermosura. ¿Dónde queda la luz, dónde la nieve? Al contemplarte se levanta en vuelo mi peso de tristeza y recupero la intimidad de niño transparente con tu candor de besos y caricias. Déjame que te llame siempre madre. Dame otra vez tu mano y tu sonrisa y vamos por la vida caminando”. (Miguel Combarros Miguélez). CON UN CORAZÓN ABIERTO “Con un corazón abierto permítenos, María, hablar contigo. Estamos en un mundo que muchas veces contradice frontalmente el mensaje del Evangelio. Tu Hijo nos invita a formar comunidad y este mundo nos empuja a ser individualistas. Tu Hijo nos llama a asumir la cruz cuando se presenta y este mundo nos impulsa a la evasión de los dolores. Tu Hijo nos impulsa a vivir en el Espíritu y este mundo nos hace confiar en bienes materiales. Tu Hijo nos enseña a amar con un corazón limpio y este mundo nos lleva a un amor sin compromiso. ¿Nos comprendes, Madre, cuando te pedimos tu compañía, tu apoyo, tu consuelo y tu energía? Nosotros queremos permanecer vitalmente unidos a tu Hijo amado y hermano nuestro, Jesucristo, en quien están nuestra alegría y nuestra fortaleza. Pero ayúdanos, Madre, a permanecer fieles, a ser misioneros de su Palabra y a ser testigos activos de su amor en esta tierra. Ayúdanos a estar muy cerca tuyo y a darte siempre un espacio privilegiado en nuestro corazón y en el alma de la Iglesia. Tú eres clave para que podamos vivir el Evangelio. Tu vida no fue fácil. Enfrentaste dificultades. Tuviste contratiempos. Hubo sombras a tu alrededor. Viviste con angustia la crucifixión de tu esperanza. Pero saliste victoriosa, Madre, y contigo queremos también caminar nosotros. Míranos con compasión. No nos dejes, Madre nuestra. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). ¡MADRE! “Hermoso nombre. Hermosa realidad. Madre del amor y de la esperanza. Madre de la alegría y del perdón. Madre del nacimiento y de la muerte. Madre del dolor y la resurrección. Madre de Pentecostés y de la Iglesia. Madre de los jóvenes y de los pobres. Madre de todas las madres. Ruega por tus hijos. Ruega por nosotros. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”. (Miguel Ortega Riquelme). MADRE DE LA ALEGRÍA INTENSA “Madre de la alegría intensa, señora del gozo y del encanto, tú escuchaste un día estas palabras que cambiaron tu historia y la nuestra: <<¡Alégrate, María!>>. Y en esa hora tu corazón saltó lleno de entusiasmo. Desde entonces tu rostro y tu sonrisa nos hablan de tu alegría más profunda. Tú cantaste llena de gozo: <<Mi alma glorifica al Señor mi Dios... se alegra mi espíritu en mi Salvador...>>. <<Dichosa me llamarán todas las generaciones>>... <<Dichosa tú por haber creído>>, te dijo Isabel al recibirte en su casa. <<Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron>>, le dijo una mujer a tu Hijo Jesucristo. <<¡Alégrate, María!>>. Y también: <<¡Alégranos!>>. Muchas veces caminamos con la mirada triste. Sobre nuestros hombros sentimos el peso fuerte de la duda, del trabajo, del futuro incierto, del sin-sentido de lo que hacemos, de la incógnita de lo que se avecina en este mundo. Alégranos, María, que nuestro testimonio sea atrayente para los hombres y mujeres que encontramos. Alégranos, para que podamos transmitir el gozo maravilloso de habitar en esta tierra, en este momento de nuestra historia y en este vértice del Tercer Milenio. Alégranos, María, para que podamos gritar sin miedo que Jesús es la Mejor Noticia para todos. Alégrate, María. Y alégranos. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). MADRE DE SANTIAGO "Madre de Santiago, Virgen Inmaculada, Señora del San Cristóbal, confiados en tu bondad y en tu ternura queremos presentarte nuestra oración. Mira, Madre, tu ciudad. Aquí tienes nuestras casas y poblaciones, nuestras fábricas, cárceles y escuelas, nuestros hospitales, estadios y caminos. Queremos invocar tu protección sobre nosotros. Haz que nunca falte el pan en nuestras mesas, ni cariño en los hogares. Haz que siempre haya justicia en nuestras leyes y respeto por cada ser humano. Mira, Madre, a nuestros enfermos que te suplican salud. Mira a los pobres y a los tristes que piden justicia y alegría. Mira a los abandonados y solitarios que buscan amor y comprensión. Mira nuestras familias que necesitan diálogo y unidad. Protege a nuestros niños y a los jóvenes y no te olvides de los ausentes y viajeros. Eres la Madre del Amor y la Esperanza. eres la Virgen del dolor resucitado. Ayúdanos a confiar en el Padre. Ayúdanos a seguir a tu Hijo. Ayúdanos a escuchar al Espíritu y amar a nuestra Iglesia. Haz de nosotros un país de hermanos. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). MADRE DEL CRUCIFICADO “Madre del Crucificado, María del Cordero llevado al matadero, del Inocente condenado entre bandidos, del Señor de tan largo Viernes Santo, del Varón de sufrimientos y dolores, te bendecimos y te alabamos por tu Hijo fiel y generoso, tu consuelo, tu apoyo, tu alegría. María, tú lo animas con tu presencia en la montaña del dolor. Tú lo acompañas en el Calvario y sufres con su sacrificio y su agonía. Tú lo fortaleces en la aflicción y lo alientas en la hora del abandono. María, tú lo llenas de valor y de energía cuando debe asumir la soledad y el sufrimiento. Nuestras cruces, Madre muy querida, pesan demasiado sobre nuestros hombros. No queremos negarlas ni evadirlas, sino cargarlas con valor todos los días. Sólo en el dolor de Jesús, podemos vivir nuestro dolor. Sólo en la cruz de Jesús, podemos llevar nuestras cruces. Te pedimos, Madre buena, que tú estés de pie junto a nosotros y que nos animes con tu cariño y tu presencia. María del sufrimiento, Madre del Viernes Santo, acompáñanos hasta la madrugada del Domingo. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). MADRE DEL RESUCITADO “Madre del Resucitado, Madre de la victoria, Virgen del glorioso triunfo de Jesús sobre el pecado, el dolor y la muerte. Tú eres la mejor testigo de la noche oscura de tu Hijo sobre el monte, del fracaso estrepitoso de su amor y de la amarga derrota de su entrega. Pero desde la madrugada del Domingo tú sabes muy bien que su tumba quedó vacía, que las llagas son ahora signos de su gloria, y que sus lágrimas son semillas de vida nueva. Así, Madre querida, es también la vida nuestra: Tenemos días de intensa oscuridad, pero con Jesús se transforman en brillante luz. Muchas veces el fracaso nos doblega, pero la fuerza de Jesús, tu Hijo, nos levanta. Hay momentos en que no soportamos tanto sufrimiento, pero la experiencia de Jesús nos da consuelo. Hay instantes con sabor a maldición, pero Jesús nos bendice con su resurrección. Hay horas en que la cruz pesa intensamente, pero con Jesús salimos renovados y triunfantes. Madre del Resucitado, contigo podemos gozar de la alegría y de la luz que tu Hijo irradia en este mundo. ¡Ayúdanos a vivir resucitando de nuestras muertes y resucitados para vivir eternamente! Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). MARÍA DE LOS POBRES “María de Nazaret. Esposa de Carpintero, peregrina de Belén donde el corazón se cierra indiferente. Mujer solidaria de las angustias humanas. Virgen obrera, humilde, pobre, sencilla y trabajadora. Madre de un crucificado que cuelga desnudo sobre el monte. María consuelo de los tristes María esperanza de los oprimidos. ¡Virgen de los pobres! María es pobre. Vive en un pueblo sin historia de la provincia de Galilea. Es rechazada en Belén y se refugia en un establo. La ofrenda que lleva al templo son las dos palomas de la humildad. Como una mujer perseguida debe abandonar su tierra. Como peregrina acompaña al Cristo porque tiene necesidad de escucharlo para vivir. Y después que su Hijo muere, María queda sola y Juan debe recibirla en su propia casa. Su situación económica, sus palabras y sus signos, su ambiente social y cultural, nos hablan de su pobreza. Es de los <<pobres de Yahvé>> que necesitan esperanza y liberación, porque sufren largamente la postergación y la injusticia. María es pobre no por un fatalismo del destino sino porque ella misma elige serlo. Ser pobre para María no es una vergonzosa humillación sino un título de gloria. Comparte la condición de los peregrinos sin casa, de los desterrados de su patria, de los marginados y oprimidos. No oculta su pobreza sino que se la muestra a Dios. Y por esta actitud es elegida. Porque el Dios de Israel es el defensor de los pobres, el liberador de los cautivos, el protector del huérfano, el que da pan a los hambrientos y quebranta al explotador. Dios camina junto a su pueblo y lo acompaña hacia la libertad. Dios coloca su mirada en los pequeños, se alza para defender a los humildes y trastorna el camino de los malvados. Es a este Dios de Israel a quien canta María por haber mirado la sencillez de su sierva. Bendice al Dios liberador que derriba del trono a los poderosos (Ella se interesa por la política). Bendice la fuerza de Dios que destruye los planes de los arrogantes y levanta a los caídos (María tiene conciencia social). Y agradece al Dios de la misericordia que llena de bienes a los hambrientos y que despide sin nada a los ricos, (tiene claridad sobre la situación económica y quiere cambios en bien de las mayorías). María es abierta a las angustias de su pueblo. María quiere la economía, la sociedad y la política, no para favorecer a los que tienen poder, prestigio o dinero sino en función y servicio de los más pobres Es la profetisa de la justicia y la valiente defensora de los débiles. María grita la esperanza de su pueblo que necesita salvación. Y por eso los pobres del mundo a ella la aman, en ella confían y de ella esperan. La brecha entre pobres y ricos es un escándalo para el mundo. Algunos hombres y países viven en la abundancia y en el lujo, mientras grandes masas humanas sobreviven en el hambre y la miseria. Dios no ama la injusticia y por eso María canta su protesta y anuncia su esperanza. Hace falta con urgencia el testimonio de los cristianos que sean capaces de renunciar a sus riquezas que elijan vivir con sencillez y con modestia y que proclamen con acciones las Buenas Noticias que los pobres esperan. Hacen falta hombres valientes que no vivan para idolatrar el dinero, ni para dominar con el poder ni para oprimir al humillado. Se necesitan muchos cristianos que sean capaces de vender lo que tienen cuando hay tantos hermanos que pasan urgente necesidad. La riqueza corrompe al hombre y destruye a una sociedad. Un mundo nuevo y una Civilización del Amor requiere como punto de partida esta primera conversión. Se necesitan hombres y mujeres que tengan hambre y sed de justicia. María es pobre porque no vive de la vanidad ni para el derroche. No busca honores ni condecoraciones. No busca ser <<reina>>, <<patrona>>, <<generala>>, <<princesa>> o <<emperadora>>. Se habría sentido incómoda con estos títulos. Prefiere ser llamada por su hermoso nombre: María. O tal vez: Amiga de los pobres, Madre de Jesús. O Virgen del Amor. María es pobre porque su única riqueza es el Hijo que ella ama. ¿Después de tenerlo a Él qué más podría ambicionar? María es pobre porque sabe que todo lo que tiene viene desde arriba. ¿Qué puede María ofrecer sino su silencio y su humildad? María es pobre porque padece con esperanza, porque es paciente pero activa, porque ama, porque confía, porque trabaja. Como los pobres del mundo que despejan su camino entre las sombras para avanzar unidos. María es pobre porque es solidaria de su pueblo y busca su liberación integral. María es pobre porque vive de Dios y para Él. María de los pobres, de los débiles, de los tristes, de los marginados, de los sin casa o sin salud, de los mendigos y agobiados. ¿Cómo llorar nuestras penas y permanecer pasivos ante la historia? Ayúdanos, Madre, a comprometer nuestra vida, nuestros trabajos e ideales en hacer un mundo justo, solidario, fraterno y libre, donde cada hombre tenga derecho a ser persona. Virgen de los pobres, haznos luchar y vivir nuestra liberación anticipada”. (Miguel Ortega Riquelme). NUESTRA SEÑORA DE LA ANUNCIACIÓN “Virgen de los oídos abiertos, mujer deseosa de hacer siempre lo que Dios te pide. Estás dispuesta a ser madre si ésta es la clara voluntad de tu Padre Dios. ¡A ti ninguna otra razón te motiva! ¡Nada más te interesa! Tú, María, no quieres discutirle a Dios. No quieres argumentar buscando comodidades. Lo único que pides, eso sí, es comprender: <<¿Cómo podrá suceder esto, si no convivo con ningún varón?>>. Y Gabriel te da la más clara explicación: <<Para los hombres es un imposible, pero para Dios, en realidad, todo es posible>>. <<Hágase en mí según tu palabra>>, respondiste. Dios sabrá <<cómo podrá suceder esto>>. Él tendrá planes sabios y sabrá conducir nuestra historia. Porque, si de la roca dura Él hizo brotar el agua fresca, si envió codornices a unos hombres hambrientos, si alimentó a su pueblo con el maná del cielo, si una columna los alumbró de noche y los cubrió de día, si a Abraham anciano le dio un hijo de Sara estéril, también así, Madre, en tu seno virgen Él puede hacer que surja la vida del Mesías. Y tú le entregaste tu corazón, María. Te abandonaste en Dios. Confiaste totalmente en Él. A Él le das tus sueños, tus proyectos, tus hermosos planes, tu misma vida si es preciso. <<Y el Verbo de Dios se hizo carne y para siempre habitó entre nosotros>>. Y este hermano nuestro, tu Hijo, nos acompaña hoy hasta el final del tiempo. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). ORACIÓN “Virgen María, servidora de Dios y de tu pueblo. A ti te presentamos nuestras necesidades. Corre en nuestro auxilio porque se nos dobla la espalda por el peso de nuestra fatiga. Necesitamos la Buena Noticia de la cual tú eres portadora. Queremos hacer entre nosotros lo que tu Hijo Jesús nos ha dicho. Queremos hacer felices a los pobres y que los humildes posean la tierra como herencia. Queremos amarnos como hermanos y poder llamar a Dios <<Padre Nuestro>>. Virgen servidora en ti dejamos nuestra esperanza. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). VIRGEN CAMINANTE DE BELÉN "Virgen caminante de Belén Señora que golpeas puertas y ventanas, Madre que pides un lugar para tu Hijo, ven a quedarte aquí entre nosotros. Ven, Virgen María, te abrimos de par en par las puertas de esta casa. Ven a regalarnos al Mesías que tienes en tu seno y que con tanta urgencia te pedimos. Ven, Virgen María, para ayudarnos a creer confiadamente en Dios, a esperar a tu amado Hijo Jesucristo, y a amar con la fuerza del Espíritu. Ven para que se alegren nuestros días, para que haya respeto entre nosotros, para que nos enseñes a expresar nuestras ternuras y para poder servir a los que más lo necesitan. No queremos distraernos, Madre. No queremos que tú pases de largo. Tráenos al Salvador que tienes dentro. Lo hemos esperado largo tiempo. ¡Lo necesitamos tanto! Nuestros ojos quieren contemplarlo. Nuestros oídos lo quieren escuchar. A Él queremos contarle nuestras penas. Con Él queremos compartir las alegrías. No queremos distraernos, Madre. Quédate a vivir en esta casa. Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). VIRGEN EMBARAZADA “Virgen embarazada, Señora de los nueve meses, Madre de la tierna espera, necesitamos recibir al Hijo de tus entrañas, necesitamos que tú lo des a luz para que pueda caminar entre nosotros. Tenemos necesidad, Madre buena, de su palabra que nos libera, de su amor que nos salva y de su fuerza para asumir nuestra tristeza. Al contemplar la hermosura de tu silueta se despierta en nosotros la esperanza. Y como Juan en el vientre de Isabel también nosotros saltamos de alegría. Caminamos con paso firme por la vida y soportamos con valor las dificultades, porque sabemos que Jesús, Hermano nuestro, viene a habitar en esta tierra. Ayúdanos a preparar con entusiasmo su visita. Que se despejen los caminos. Que se enderecen los senderos. Que el arrepentimiento de nuestras faltas nos haga recibir gozosamente al Redentor. Que quienes vivimos en tinieblas podamos conocer el resplandor de su luz. Que quienes somos derrotados por el egoísmo podamos sentir la victoria de su amor. Madre de nuestra esperanza, Virgen del silencio y del consuelo, ¡Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús! Amén”. (Miguel Ortega Riquelme). MARÍA AMIGA “María, eres Madre y Señora y estás conmigo a cualquier hora. Al empezar un nuevo día me acompaña tu frescura que con el paso de la mañana se convierte en hermosura. María, eres confidente y amiga de cualquiera que te lo pida. Quieres a todos por igual sin fijarte en la maldad. Estás hecha de bondad y compartes la alegría que sentimos al vivir con fe cada día”. (Miriam Lorenzo Pérez). MARÍA, TÚ QUE FUISTE MADRE DE UN OBRERO “María, Tú que fuiste la madre de un obrero, sé ahora la madre de todos los trabajadores, de todos los que van a la fábrica con la frente cansada y que vuelven de ella agotados de fatiga; de todos cuantos ven su trabajo despreciado; y que lo hacen sin gusto, como una cosa amarga; de todos los que trabajan y minan su salud para alimentar a sus familias y satisfacer nuestros caprichos o necesidades; de todos los que se creen abandonados y cuya desesperación está lindando con la rebeldía; de todos los que han perdido a Cristo, y cuya vida no tiene ya sentido. Devuélveles a todos la alegría del trabajo. Amén”. (Nicolás Castellanos). AVE MARÍA “Dios te salve, María, sagrada María, Señora de nuestro camino. Llena eres de gracia, llamada entre todas la grande, la madre de Dios. El Señor es contigo y tú eres la sierva dispuesta a cumplir su misión. Y bendita tú eres, dichosa, te llaman a ti la escogida de Dios. Y bendito es el fruto que crece en tu vientre el Mesías del Pueblo de Dios, al que tanto esperamos que nazca y que sea nuestro Rey. María, he mirado hacia el cielo pensando entre nubes tu rostro encontrar, y al fin te encontré en un establo entregando la vida a Jesús Salvador. María, he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti y al fin te encontré en mi camino, en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado, un niño en los brazos, durmiendo en tu paz, María, mujer que regalas la vida sin fin. Tú eres santa, María, eres nuestra Señora, porque haces tan nuestro al Señor. Eres madre de Dios, eres mi tierna madre, y madre de la humanidad. Te pedimos que ruegues por todos nosotros, heridos por tanto pecar, desde hoy hasta el día final de este peregrinar. María, he buscado tu imagen, serena, vestida entre mantos de luz, y al fin te encontré dolorosa, llorando de pena a los pies de una cruz. María, he querido sentirte entre tantos milagros que cuentan de ti. Al fin te encontré en mi camino, en la misma vereda que yo. Tenías tu cuerpo cansado, un niño en tus brazos, durmiendo en tu paz, María, mujer que regalas la vida sin fin. Dios te salve, María, sagrada, María, Señora de nuestro camino”. (Pablo Coloma Correa). ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA PAZ “Señor, Tú has elegido a la Virgen María como Madre del Redentor y madre nuestra. Te rogamos la hagas presente en nuestra vida: que en su silencio, escuchemos tu Palabra; que en su fe recibamos tu Evangelio; que con su humildad reconozcamos tu poder, que con su pobreza encontremos tu alegría. Haz que por su pureza podamos contemplar tu rostro, y en su sencillez confiemos en tu misericordia. Danos su fortaleza para seguir a tu Hijo en la cruz, y su ayuda para vivir profundamente el misterio de la Iglesia. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén”. (Pablo Fontaine Aldunate, SS.CC.). PARA EL MES DE MARIA “Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, mira con cariño a los que estamos reunidos en tu nombre. Tú, que en tu humilde hogar de Nazaret, supiste lo difícil que es traer a casa el pan de cada día, haz que en ningún hogar falte el plato de comida para nuestros niños que son tus hijos. Tú, que acompañaste a tu esposo en sus viajes, y a tu Hijo en su misión, danos tu fuerza en los tiempos de dolor y ayúdanos a mantener la paz y la alegría. Señora del cielo, mujer del pueblo, tú que dijiste que el Señor derriba de su trono a los poderosos y levanta a los humildes, libra a nuestro pueblo de la pobreza y de la injusticia, del odio y la mentira y haz que nuestras familias conozcan una vida mejor y más feliz. Madre del silencio y de la oración, muéstranos cada día el camino de Jesús, ayúdanos a conocer a Dios como nuestro Padre, enséñanos a servir a nuestros hermanos y llena nuestra vida de gozo y esperanza. Amén”. (Pablo Fontaine Aldunate, SS.CC.). LA VIRGEN A MEDIODÍA “Es mediodía. Veo la iglesia abierta. Tengo que entrar. Madre de Jesucristo, yo no vengo a rezar. No tengo nada que ofrecer, y nada tengo que rogarte. Sólo he venido, Madre, para mirarte. Contemplarte, llorar de dicha, saber así que yo soy tu hijo y que tú estás ahí. Nada más que un momento mientras se para el aire. ¡Mediodía! Allí donde tú estés, estar contigo, Madre. Sin decir nada, contemplar tu semblante, dejar al corazón cantar con su propio lenguaje, sin decir nada, cantar porque se tiene el corazón tan lleno, como el mirlo que sigue sus anhelos en súbitos gorjeos. Porque tú eres hermosa, porque tú eres inmaculada, la mujer de la Gracia por fin reinstaurada. La criatura en su primer honor y en su desvelamiento final, tal como salió de Dios la mañana de su esplendor original. Inefablemente intacta porque tú eres la Madre de Jesucristo, que es la verdad en tus brazos, y la sola esperanza y el fruto único. Porque eres la mujer, el Edén de la antigua ternura olvidada, allí dónde el mirar encuentra de golpe el corazón y hace saltar las lágrimas en él acumuladas. Porque tú me has salvado, porque a Francia has salvado, porque también en ella, como en mi, tú has pensado, porque tú interviniste justo entonces cuando todo se hundía, porque una vez más has salvado a esta Francia mía. Porque ahora es mediodía, porque estamos ahora en este día, porque tú estás para siempre ahí, simplemente porque tú eres María, simplemente porque existes tú. ¡Gracias y otra vez gracias, Madre de Jesús!”. (Paul Claudel). PONME CON TU HIJO “Tú, Madre, has sido la que influiste más en tu Hijo. Tú fuiste la única que comunicó al Verbo su cuerpo para ser encarnado. Tu mano, suave, llena de amor indecible, fue formando aquel hombre que había de llevar una vida de trabajador humilde, y que, después de vivir pobremente la vida de apóstol, se ofreció desnudo sobre el ara de un leño áspero, símbolo de la ignominia. Ayúdanos, Madre, y fórmanos como otro Jesús. Tú puedes hacerlo de un modo muy especial: La mano de madre es insustituible: no se ha inventado ni el hombre podrá inventar jamás con toda su técnica, ningún sustitutivo para la mano y el corazón de una madre. Te lo pido, Señora: <<Muestra que eres Madre>>. Ponme con tu Hijo y hermano mayor mío, Jesús”. (Pedro Arrupe S.J.). ALEGRÍA “Contra tanta mentira de tristeza yo he de rezarte a gritos, alegría: ¡Dios te salve María, llena eres de gozo! ¡El Señor está contigo, como un río de leche que se sale de Madre…! Una mujer de hoy, desamparada, les ha dicho a los hombres: <<Buenos días, tristeza>>. Y ellos se lo han creído. Hace ya mucho tiempo que se han puesto a ser tristes… La fiebre de la angustia les ha cercado el alma con sus tropas. La palabra y la luz y la armonía se han quemado en la angustia como un bosque en la guerra. La angustia ha carcomido la carne y la mirada de los muchachos rotos, (Beber, bailar, tocarse, y quedarse vacíos, como un corro de copas, con las últimas babas, en la mesa del bar abandonado…) Los hombres están tristes, se empeñan en ser tristes. Se empeñan en perderse, por las minas, a gatas, acosados del miedo. Se empeñan en morirse corroídos de hambre y de nostalgia Cuando estáis al alcance de la mano tú como un paraíso de manzanas primeras y Dios como un jilguero consentido… ¿<<Buenos días, tristeza>>, después que tú alumbraste la Alegría? Campanas de Belén, recién nacidas, que no saben oíros, detrás de los motores, más allá del clamor de las antenas, sobre los parlamentos y las plazas, detrás de los anuncios, ¡dentro del corazón! Romeral y colmena: Dios te salve, María, llena eres de gozo. En el umbral abierto de Ain-Karim, de cara al horizonte amanecido, tu corazón se ha roto de Alegría… Sus crecidas de miel saltan de cumbre en cumbre, con el sol en la risa, sobre el llanto del mundo, y penetran el seno de la tierra, preñada, y los niños futuros se incorporan de un brinco. Llena eres de gozo y el Señor es contigo, como un río de leche que se sale de Madre para todos los hijos. La Alegría, María, es tu nombre - ¡María! -: tú la llevas, María, crecida sobre el pecho, como una flor silvestre huida a la botánica. La humildad de tus manos la encontró junto al cauce de Dios, inmarcesible, Cada día la hallabas, olorosa de gracia, dondequiera pacías tus ojos recentales. En la fuente del pueblo te cantaba con la voz de Gabriel estremecida. En el hombro sudado de José te aguardaba, en silencio, como una encina buena con palomas posadas. Y en la boca del Niño te hablaba con su boca verdadera. Cada día era sábado en tus días, porque eran la esperanza. Y un día fue Domingo. Se abrió el sol en tus brazos, salido del sepulcro, y te vistió de gloria. Después ya fue domingo para siempre… Y tu gozo ha crecido como un río de leche que se sale de Madre hasta llenar el mundo. -¿<<Buenos días, tristeza>>? -¡Dios te salve, María!”. (Pedro Casaldáliga). DECIR TU NOMBRE, MARÍA “Decir tu nombre, María, es decir que la Pobreza compra los ojos de Dios. Decir tu nombre, María, es decir que la Promesa sabe a leche de mujer. Decir tu nombre, María, es decir que nuestra carne viste el silencio del Verbo. Decir tu nombre, María, es decir que el Reino viene caminando con la Historia. Decir tu nombre, María, es decir junto a la Cruz y en las llamas del Espíritu. Decir tu nombre, María, es decir que todo nombre puede estar lleno de Gracia. Decir tu nombre, María, es decir que toda muerte puede ser también Su Pascua. Decir tu nombre, María, es decirte toda Suya, Causa de nuestra alegría”. (Pedro Casaldáliga). MADRE DEL MUNDO NUEVO “Estamos otra vez en el Principio. Dios quiere hablar y el aire se acrisola. Como un niño, en la sangre, nace el mundo; y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte. (Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de sus ojos, tendrá toda la tierra penitente para echar las raíces...). Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes, y tú jugabas ya - la consentida - en la plaza infinita de sus manos: primera siempre al mimo de su gozo... Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo necesita la puerta de tu seno para llegar incólume, (Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas). Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas - ¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte! -, un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva, como un tesoro tierno a la memoria, antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas, con el Niño en los brazos, ofrecido... La tierra está en mantillas, dormida en tu regazo. La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado de tantas aventuras, espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln. Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas. Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre. ¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida, para enmascarar la luz de tu presencia! América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado, pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe, y late la manigua como un puerto que siente tu llegada: ¡Vendrá Santa María, libre de carabelas! Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la espera, como una cruz cansada de martirio. Asia cruje, sangrando por sus lotos... ¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las comunas; la luna sabia sigue tus pies para calzarte, y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias! Mientras llegan los sueños en cayuco inestable, y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche, África arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas. Se quiebran sus tambores en parches de alegría y las lanzas preguntan por la aurora: ¡porque el mar no termina en la mirada! Y danzan sus miningas, con las anillas rotas, enarbolando el sol entre las risas, ¡porque hay una mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas, con el sol en los hombros, como un clote! Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos; llegan tus manos fieles, con la paz en la proa. Neófitas de sal y de promesas, las islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta, con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro. ¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu nombre...! Estamos otra vez en el Principio y nace el mundo, nuevo, del seno de tu gracia, hermosamente grande y sin fronteras. ¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido. ¡Que calle todo miedo, para siempre! Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto; y el cielo, descubierto en mil caminos, se hará pista a tus viajes de ida y vuelta - de Dios hasta los hombres -, ¡nostalgia nuestra, Asunta! Dios llega al aeropuerto de la historia; a tiempo en todo tiempo, el heredado pulso de tu sangre. Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia, y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa, al pie de tu Misterio... Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era: ¡por derecho de madre tú patentas la luz amanecida!”. (Pedro Casaldáliga). MUJER DE CADA DÍA “Mientras crece la noche, cada día prende el amor su llama en tu candil de aceite desvelado, siempre igual y creciente. El pan de tus moliendas se cuece, cada día, bajo el fuego tranquilo de tus ojos, mientras crece también la madrugada. La fuente de la plaza te entrega, cada día, su limosna mientras le crece el corazón al mundo. Como el ave del tiempo vas y vienes, de la casa a la calle, del misterio al misterio, muchas veces al día, y llevas con tus pasos el compás de las horas. Tú sabes qué es vivir a pulso lento, sin novedad para la prensa humana. Apenas sin distancia: la de un grito. En esta pobre aldea que vigilan las higueras comadres y el centinela de un ciprés oscuro. -¿De Nazaret va a salir algo bueno? José viene cansado, cada noche. Y el Niño trae el hambre entre los dedos por undécima vez. -¿Qué quieres, hijo? (Las almendras se miran, asustadas de gozo, y el plato ríe miel por todas partes). Tú ya has dejado el huso sobre el banco dormido y la lana suspira blancamente. Esta mañana has ido por retama, y te sangran las manos, en silencio, y te huelen las manos a lejía de yerbas. Has ordeñado luego las dos cabras sumisas, y sabes toda a leche. Ayer vino el siroco, y te abrasó las flores. Hoy irrumpe el simún como una tropa de soldados romanos, y hay que cerrarlo todo y, con la prisa, a oscuras, se te pierde una dracma, rescatada del tributo de Herodes. Si las vecinas rompen tu retiro, como gallinas locas, tú sonríes. Un día nace un niño, y tú lo acunas. Y un día muere un hombre, y tú lo velas. En la olla inservible crece un lirio morado, y tú riegas su lenta profecía. Nazaret se despuebla, cuando llega la Pascua, y tú marchas con todos, peregrina del Templo, con Yahvé de la mano, con un salmo en la boca. La ruta de Israel converge en tus sandalias. Y los caminos múltiples del mundo arrancan de tus pies caravaneros. Tu corazón no para, día y noche. Día y noche recogen sus limpios cangilones el agua de la Vida. Y el Verbo se hace Hombre, día y noche, delante de tus ojos, al filo de tus manos, detrás de tu silencio”. (Pedro Casaldáliga). NIÑA DEL SÍ “Todo estaba pendiente de tu boca. Igual que si los hombres, de golpe, se sintieran con la vida en las manos, detenida, como un reloj callado y a la espera. Como si Dios tuviera que esperar un permiso... Tu palabra sería la segunda palabra y ella recrearía el mundo estropeado como un juguete muerto que volviera a latir súbitamente. Tú pondrías en marcha, otra vez, la ternura. Orilla virginal de la palabra, niña del sí preñada con el Verbo, sin la más leve sombra de no, toda en el día. Dios encontraba en ti, desde el primer albor de tus latidos, la respuesta cabal a su pregunta sobre la nada en flor... Tú lo hacías dichoso desde el tiempo. Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados, y en la arena sumisa de tu carne el mar de Dios entraba enteramente. Niña del sí, perfecto en la alabanza como una palma de Cadés invicta; jugoso en la alegría rebrotada, como la vid primera; pequeño como el viento de un párpado caído, y poderoso como el clamor del Géresis. Niña del sí desnudo, como un tallo de lirio bajo el filo implacable de la Gloria... Cuanto más cerca de la Luz vivías, más en la noche de la fe topabas, a oscuras, con la Luz, y más hondas raíces te arrancaba tu sí, ¡niña del sí más lleno! Tú diste más que nadie, cuando más recibías, infinita de seno y de esperanza. ¡Tú creíste por todos los que creen y aceptaste por todos...! Creías con los ojos y con las manos mismas, y hasta a golpes de aliento tropezaba tu fe con la Presencia en carne cotidiana. Tú aceptabas a Dios en su miseria, conocida al detalle, día a día: en las especies torpes del vagido y en las especies del sudor cansado y en el peso vencido de la muerte... ¡Rehén de la victoria de la Gracia, fianza de la tierra contra el Cielo, gavilla de cordera, presentada y encinta! Porque has dicho que sí, Dios empieza otra vez, con tu permiso, niña del sí, María. Las alas de Gabriel abren el arco por donde pasa entera la Gloria de Yahvé. El arca de tu seno, de madera de cedros incorrupta, viene con el Ungido. La Primavera acecha detrás de Nazaret, regada por el llanto, y sobre las banderas blancas de los almendros el trino de tu voz rompe en el júbilo, humildemente solo”. (Pedro Casaldáliga). ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL TERCER MUNDO “Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, profetisa de los pobres libertados, madre del Tercer Mundo, madre de todos los hombres de este mundo único, porque eres la madre del Dios hecho hombre. Con todos los que creen en Cristo y con todos aquellos que, de algún modo, buscan su Reino, te llamamos a Ti, madre, para que le hables de todos nosotros. Pídele a Él, que se hizo pobre para comunicarnos las riquezas de su amor, que su Iglesia se despoje, sin subterfugios, de toda otra riqueza. A Él, que murió en la cruz para salvar a los hombres pídele que nosotros, sus discípulos, sepamos vivir y morir por la total liberación de nuestros hermanos. Pídele que nos devore el hambre y la sed de aquella justicia que despoja y redime. A Él que derribó el muro de la separación, pídele que todos los que llevamos el sello de su nombre, busquemos de hecho, por encima de todo lo que divide, aquella unidad reclamada por Él mismo en testamento, y que sólo es posible en la libertad de los Hijos de Dios. Pídele a Él, que vive resucitado junto al Padre, que nos comunique la fuerza jubilosa de su Espíritu para que sepamos vencer el egoísmo, la rutina y el miedo. Mujer campesina y obrera, nacida en una colonia y martirizada por el legalismo y la hipocresía: enséñanos a leer sinceramente el Evangelio de Jesús y a traducirlo en la vida con todas las revolucionarias consecuencias, en el espíritu radical de las Bienaventuranzas y en el riesgo total de aquel amor que sabe dar la vida por los que ama. Por Jesucristo tu hijo, el hijo de Dios, nuestro hermano”. (Pedro Casaldáliga). ORACION FINAL A SANTA MARÍA DE NUESTRA LIBERACIÓN “María de Nazaret, esposa prematura de José el carpintero, aldeana de una colonia siempre sospechosa, campesina anónima de un valle del Pirineo, rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida, indiecita masacrada de El Quiché, favelada de Río de Janeiro, negra segregada en el apartheid, harijan de la India, gitanilla del mundo; obrera sin cualificación, madre soltera, monjita de clausura; niña, novia, madre, viuda, mujer. Cantadora de la gracia que se ofrece a los pequeños, porque sólo los pequeños saben acogerla; profetisa de la liberación que solamente los pobres conquistan, porque sólo los pobres pueden ser libres: queremos crecer como tú, queremos orar contigo, queremos cantar tu mismo Magníficat. Enséñanos a leer la Biblia - leyendo a Dios como tu corazón la sabía leer, más allá de la rutina de las sinagogas y a pesar de la hipocresía de los fariseos. Enséñanos a leer la historia - leyendo a Dios, leyendo al hombre como la intuía tu fe, bajo el bochorno de Israel oprimido, frente a los alardes del Imperio Romano. Enséñanos a leer la vida - leyendo a Dios, leyéndonos como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores, tu esperanza. Enséñanos aquel Jesús verdadero, carne de tu vientre, raza de tu pueblo, Verbo de tu Dios; más nuestro que tuyo, más del pueblo que de casa, más del mundo que de Israel, más del Reino que de la Iglesia. Aquel Jesús que, por el Reino del Padre, se arrancó de tus brazos de madre y se entregó a la muchedumbre, solo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado, fiel ante los sueños del pueblo, fiel contra los intereses del templo, fiel bajo las lanzas del Pretorio, fiel hasta la soledad de la muerte. Enséñanos a llevar ese Jesús verdadero por los callados caminos del día a día, en la montaña exultante de las celebraciones, junto a la prima Isabel, y a la faz de nuestros pueblos abatidos que, a pesar de todo, Lo esperan. María nuestra del Magníficat, queremos cantar contigo, ¡María de nuestra liberación! Contigo proclamamos la grandeza del Señor, que es el único grande, y en ti nos alegramos contigo, porque, a pesar de todo, Él nos salva. Contigo cantamos, María, exultantes de gratuidad, porque Él se fija en los insignificantes; porque su poder se derrama sobre nosotros en forma de amor; porque Él es siempre fiel, igual en nuestras diversidades, único para nuestra comunión, de siglo en siglo, de cultura en cultura, de persona en persona; porque su brazo interviene históricamente -por intermedio de nuestros brazos, inseguros pero libresy porque un día intervendrá, definitivamente Él; porque es Él quien desbarata los proyectos de las transnacionales y sostiene la fe de los pequeños que se organizan para sobrevivir humanamente; porque vacía de lucros los cofres de los capitalistas y abre espacios comunitarios para el plantío, la educación y la fiesta en favor de los desheredados; porque derriba de su trono a todos los dictadores y sostiene la marcha de los oprimidos que rompen estructuras en busca de la liberación; porque sabe personar a su sierva, la Iglesia, siempre infiel creyéndose señora, siempre amada escogida, sin embargo, por causa de la Alianza que Él hizo un día con la sangre de Jesús. María de Nazaret, cantadora del Magníficat, servidora de Isabel: ¡quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino!; quédate con nosotros, María, con la humildad de tu fe, capaz de acoger la gracia; quédate con nosotros, con el Verbo que iba creciendo en ti, humano y Salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo, nuestro hermano, Jesús”. (Pedro Casaldáliga). TE ASOMASTE A MI VIDA “Te asomaste a mi vida, y mi vida cambiaste, cuanto al fin me di cuenta de tu humana grandeza, de tu ejemplo sublime, del dolor que aceptaste, de tu amor y obediencia, en gloriosa firmeza. Honraré la diadema que corona tu frente, y tu halo que brilla como espuma del mar; tu presencia en mi alma es anuncio esplendente, de la entraña de Cristo que a mí viene a posar. Cantaré tus loores con voz infatigable; desdeñaré las voces que me quieran callar; tendré siempre presente consuelo tan amable, y en relajo gozoso podré en ti descansar. Cantaré de Jesús las inmensas riquezas, que el Espíritu Santo nos viniera a mostrar, y de ti, santa madre, tus inmensas ternezas que me llevan a Cristo al que anhelo adorar. Y aunque sé que reitero mi salmodia, celoso, no cejaré en mi empeño para siempre cantar a la madre bendita del Mesías glorioso, que al humano linaje consiguió rescatar”. (Rafael Ángel Marañón). SANTA MARIA DEL CAMINO “Santa María del Camino, danos tu protección cuando sintamos la tentación de instalarnos en el confort, la mediocridad o la rutina; cuando nos salga al paso el cansancio de ser buenos, de haber hecho ya bastante; cuando confundamos el tiempo con la estación final, montados en el tren de la monotonía o la vulgaridad; cuando no soportemos el paso de la peregrinación hacia la libertad de los hijos de Dios; Cuando intentemos evadirnos hacia el cielo, en lugar de pisar con los pies en la tierra; cuando la marcha cristiana nos fatigue, y prefiramos echarnos en la cuneta; Cuando olvidemos que debemos ir de la mano, todos juntos hacia la casa del Padre; Cuando queramos aparcar cómodamente, en vez de seguir adelante. Santa María del Camino, danos tu protección. Amén”. (Rafael de Andrés S.J.). ORACIÓN INICIAL DEL MES DE MARÍA "¡Oh María!, durante el bello mes a ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos. Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh! María, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores, cuya frescura y lozanía jamás pasan, y coronas que no se marchitan. Estas son las que tú esperas de tus hijos. Porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes. Sí, los lirios que tú nos pides, son la inocencia de nuestros corazones; nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes, consagrado a tu gloria, ¡oh, Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal. La rosa cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya madre eres tú, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados. ¡Oh, María!, haz producir en nuestros corazones, todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y mejor de las madres. Amén". (Rodolfo Vergara A.). ORACIÓN FINAL DEL MES DE MARÍA "¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena madre! Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que traemos a tus pies, nuestros corazones, deseosos de serte agradables, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio. Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su santa madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia, y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad. Que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida, y de esperanzas para el porvenir. Amén". (Rodolfo Vergara A.). NADA IGUALA A MARÍA "Nada iguala a María. Nada, si no es Dios, es más grande que María. Y Dios dio a María. a su mismo Hijo, igual que Él. Así que es Hijo de Dios y de María. La naturaleza entera fue creada por Dios, y Dios nació de María. Dios lo creó todo y María engendró a Dios. Aquel que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que fue deshonrado. Dios engendró a Aquél por quien todo fue hecho, y María dio a luz a Aquél sin el cual absolutamente nada está bien. Nada iguala a María". (San Anselmo de Canterbury). ACORDAOS “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir, que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de vos. Animado con esta confianza, a vos también acudo, ¡oh madre, virgen de las vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a aparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente. Amén”. (San Bernardo). ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. “De vos se ha dicho ¡oh María! que sois la que se eleva bella como la luna y escogida como el sol. ¡Oh María! vos habéis venido al mundo como una aurora resplandeciente, y el resplandor de vuestra santidad ha precedido al Sol de Justicia; el día de vuestra aparición en el mundo ha sido el día de la gracia y de la salud. Sois bella como la aurora, y así como ningún planeta se asemeja tanto al sol como la luna, ninguna criatura se parece a Dios tanto como vos. La luna disipa las tinieblas de la noche con la luz que recibe del sol, y vos, ¡oh María! disipáis nuestras tinieblas con el resplandor de vuestras virtudes. Pero vos sois aún más bella que la luna; porque en vos no se halla mancha ni sombra: sois escogida como el sol, es decir, como el Sol Divino que ha creado al sol. Él ha sido escogido entre todos los hombres y vos, oh dulcísima María, lo habéis sido entre todas las mujeres. Vuestro dulce nombre no se puede pronunciar sin sentirse inflamado de amor hacia vos, y los que os aman no pueden pensar en vos sin que su amor se aumente cada vez. Dignaos, ¡oh María! concederme la gracia de que yo experimente estos sentimientos, que son mis aspiraciones en la tierra, para después amaros eternamente en el cielo. Amén”. (San Bernardo). ORACIÓN DE SAN CIRILO “Te saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de Aquél que no puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado bendito en los santos Evangelios el que viene en nombre del Señor. Te saludamos a ti, que encerraste en tu seno virginal a Aquél que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien la Santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien la criatura, caída en el pecado, es elevada al cielo; por quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien han sido fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión. ¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez; ¡que cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor. ¿Quién ha oído jamás decir que le esté prohibido al constructor habitar en el mismo templo que él ha construido? ¿quién podrá tachar de ignominia el hecho de que la sirvienta sea adoptada como madre? Hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios que adoremos la unidad, que rindamos culto de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar con nuestras alabanzas a María, siempre Virgen, templo santo de Dios”. (San Cirilo de Alejandría, Oración al término del Concilio de Éfeso en el que se proclamó a María como Theotokos, Madre de Dios). BENDITA TÚ, MARÍA "Bendita tú, María, hija de los pobres, que has llegado a ser madre del Señor de los Reyes. En tu seno habitó Aquél de cuya alabanza están llenos los cielos. Bendito tu pecho que lo alimentó y tu boca que lo arrulló y tus brazos que lo estrecharon. Bendita tú, María, que eres casa del Rey... ¡Oh tú, que permaneciendo virgen, fuiste la madre del Hijo de David!”. (San Efrén). LETANÍAS A LA VIRGEN "Salve, canto de los querubines y alabanza de los ángeles. Salve, paz y alegría de la humanidad. Salve, Jardín de las delicias. Salve, Árbol de la vida. Salve, Baluarte de los fieles. Salve, Puerto de los náufragos. Salve, Reclamo de Adán. Salve, Rescate de Eva. Salve, Templo santísimo. Salve, Trono del Señor. Salve, Virgen, que has aplastado la cabeza del dragón precipitado al fuego. Salve, Refugio de los afligidos. Salve, Rescate de la maldición. Salve, Madre de Cristo, Hijo de Dios vivo. A Él toda gloria, honor, adoración y alabanza, ahora y siempre y en todo lugar, por los siglos, Amén". (San Efrén). SALUDO A MARÍA “Yo te saludo, María, Hija de Dios Padre, Yo te saludo, María, Madre de Dios Hijo, Yo te saludo, María, Esposa del Espíritu Santo, Yo te saludo, María, Templo de la Divinidad, Yo te saludo, María, Virgen de las vírgenes, de quién el Rey de los cielos ha querido nacer, Yo te saludo, María, Reina de los mártires, Yo te saludo, María, Reina del mundo, Yo te saludo, María, Reina de mi Corazón, Yo te saludo, María, llena de gracia, Bendito sea el fruto de tus entrañas, Jesús, Bendito sea tu esposo, san José, Bendito sea tu padre, san Joaquín, Bendita sea tu madre, santa Ana, Bendito sea tu hijo, san Juan, Bendito sea tu ángel, san Gabriel, Benditos sean todos aquellos que te aman y te bendicen. Amén”. (San Juan Eudes). SOY TODO TUYO MARÍA “Virgen María, Madre mía me consagro a ti y confío en tus manos toda mi existencia. Acepta mi pasado con todo lo que fue. Acepta mi presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será. Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de Dios. Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón. Deposito en tus manos mi libertad; mis ansias y mis temores; mis esperanzas y mis deseos; mis tristezas y mis alegrías. Custodia mi vida y todos mis actos para que le sea más fiel al Señor y con tu ayuda alcance la salvación. Te confío ¡Oh María! mi cuerpo y mis sentidos para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes. Te confío mi alma para que tú la preserves del mal. Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya: Hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida. Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que tú me ayudes a no envejecer en la fe. Te confío mi capacidad y deseos de amar, enséñame y ayúdame a amar como tú has amado y como Jesús quiere que se ame. Te confío mis incertidumbres y angustias, para que en tu corazón yo encuentre seguridad, sostén y luz, en cada instante de mi vida. Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida. Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta, y te prometo, con la gracia de Dios y con tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido. Oh María, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que me pertenece para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre. ¡Oh María! soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre. Amén”. (San Luis María Griñón de Montfort). TU NOMBRE ES DIGNO DE HONOR, OH MARÍA “Tu nombre es digno de honor, oh María, bendecida en todo tiempo y obra de arte que rinde alabanza a su experto artífice. Oh amable doncella que has recibido el egregio mensaje angélico, tú posees unos dones de belleza que sobrepasan los de cualquier otra persona. Eres la más hermosa de las rosas y tu candor es muy superior al de los lirios. Tú eres la nueva flor de la tierra que el cielo cultiva desde lo alto. Cristal, ámbar, oro, púrpura, esmeralda, cándida perla, allí adonde llega el resplandor de tu hermosura quedan envilecidos los más preciosos metales. La nieve es vencida por tu blancura inmaculada, el sol sobrepujado por la hermosura de tu cabellera; sus rayos, oh Virgen, palidecen frente a tu belleza; el brillo del rubí se apaga y el resplandor del lucero del alba queda oscurecido ante ti que en todo momento aventajas a los astros del firmamento”. (San Vernando Fortunato de Poitiers). JUXTA CRUCEMTECUM STARE “Hoy he estado bajo la Cruz contigo, y he sentido tan distinto, ¡como nunca! que tú bajo la Cruz, en nuestra Madre te convertiste. ¡Cómo una madre auténtica se preocupa de satisfacer hasta el último deseo del hijo! Pero tú eras la Sierva del Señor, del Dios encarnado ser y vida, tu ser y tu vida inscritos sin vestigios. Así acogiste a los suyos en tu corazón, y con la sangre derramada por tus amargos sufrimientos has comprado vida nueva para todas las almas. Nos conoces a todos: nuestras flaquezas y debilidades. Conoces también el resplandor del cielo, que el amor de tu Hijo quisiera derramar en nosotros en la eterna claridad. Y así guías cuidadosamente nuestros pasos. Nada hay tan precioso para ti como conducirnos a la meta. Los que tú escoges para que te acompañen, y para que un día te rodeen ante el Trono del Eterno, tienen que permanecer aquí en la Cruz contigo. Y con su sangre derramada por amargos sufrimientos han de comprar el resplandor celeste para carísimas almas, las que el Hijo de Dios les confía como heredad”. (Santa Edith Stein, Sor Benedicta de la Cruz, Viernes Santo, 1938). A LA VIRGEN DE MONSERRAT “Eres tú, Virgen María madre inmaculada y santa, como un himno victorioso que la humanidad te canta. Eres patrona y caricia de un pueblo que sin ti, vivir no sabe; por la cuesta sube a verte siendo su amor quien le atrae En este mundo vacío el alma hace caminos entre plegarias piadosas que rezan los peregrinos. Pues ensueños del espíritu vagan en desolación con gibosas aberturas que en ti buscan protección. A las alturas eleva nuestra fe con alegría y danos paz infinita cambiando la noche en día. De rodillas han caído los campos al florecer con la bendición divina que le da tu gran poder. La esperanza se sonríe encuentra tu gran favor entre miradas de estrellas con tu Hijo alrededor”. (Sara Cao Varela). . MARÍA, ESPERANZA NUESTRA “Tú eres, María, nuestra esperanza, porque has conocido todos los sufrimientos de nuestra pobre humanidad. Has reconocido la estrechez de la pobreza en Belén, las amenazas de la persecución y la huida al destierro, la inquietud de la peregrinación a Jerusalén, la angustia de la noche el Jueves Santo, los tormentos del camino del Calvario, la soledad al pie de la cruz. Tú eres nuestra esperanza, porque en todas las circunstancias supiste corresponder completamente a la voluntad del Señor. Tú eres nuestra esperanza, porque el mismo Jesús nos confió a ti en la hora de la cruz, porque tú eres verdaderamente nuestra madre. Te pedimos que cuides de todos tus hijos como cuidaste a Jesús Niño. Confiamos en ti como un niño confía en su madre, llévanos hasta tu Hijo Jesús: ayúdanos a seguirle hasta el fin para que nuestra esperanza no sea defraudada. Amén”. (Thomas Suavet). MADRE INMACULADA “María, manifestación viva del amor de Dios, tú que eres el arca de la promesa de Dios; tú, la que pisa la cabeza de la serpiente; tú, la esperanza de una nueva humanidad. Mantén vivo en nosotros el recuerdo del Señor en los momentos en que la vida nos desvía de Él. Mantén fuerte nuestra fe en Cristo cuando el veneno del egoísmo amenaza nuestra entrega; cuando el veneno de la desesperanza debilita nuestra fidelidad; cuando el veneno de las dudas enturbia nuestro juicio. Préstamos tu pie firme para el camino, para aplastar la injusticia que nos rodea; para pisotear el hedonismo que nos envuelve; para destruir el erotismo que nos embauca; para enterrar la desilusión que nos debilita. María, la mujer coronada por doce estrellas; estrella capital de las doce tribus de Israel; estrella central de los doce pueblos de Pentecostés; estrella brillante de la constelación de Dios, estrella polar que marca el camino hacia Dios; cruz del sur que nos orienta hacia Jesús. Guíanos a nosotros, nuevo pueblo de Israel por la senda de la decisión en un mundo de dudas; por el camino de la verdad en un mundo relativo; por rutas de compromiso en un mundo cómodo; por la vía de la entrega en un mundo egoísta. Ilumina nuestra mente para comprender a Dios; danos un rayo de tu claridad para descubrir su voluntad; envuélvenos en tu resplandor para buscar la vida nueva; deslúmbranos con tu fulgor para llegar a ser hijos de la luz, radiantes testigos de la felicidad de estar salvados; claros signos del amor de Dios que actúa en el mundo”. (Toño Fernández Sancha, en “Desde el Regazo de María”). MARÍA “Me gustas y te amo porque eres tan humilde, perteneces al grupo pequeño de la gente que no tiene ni nombre ni historia, ni raíces. Me acerco a tu paisaje de pobreza, mujer, porque estás escondida en el pueblo y careces de apellidos y voz. Amo tu hogar sin lumbre y esas tus manos huérfanas de manos y palomas. Sólo un río de rosas te salpica muy hondo y estás en el anónimo milagro de la espera”. (Valentín Arteaga). LA CONCEPCIÓN INMACULADA "El ángel del anuncio te tomó de la mirada e introdujo su voz hacia tu entraña. La voz al interior se ha vuelto carne dejándote habitada. Alrededor medrosas tornáronse las flores ruborizadas. Dulce mujer poblada por un niño". (Venancio Lisboa). CANCIÓN DE LOS ÁNGELES “María del sí, para proscribir los <<no>> y acoger siempre el amor que florece. María silencio, silencio en semillas para que germine en nuestra tierra la palabra de vida. María la hermosa, hermosa de luz para iluminar los rostros nublados al sol del Hijo. María de cada día, para desgranar mil instantes de la jornada en cuentas de rosario. María ternura, para nuestros besos vuelos de pájaros hacia frentes desiertas. María sonrisa, para vivir en flores, flores que los caminantes recogen a su paso. María de las lágrimas, caudal de lágrimas que riega los corazones agostados. María la excelsa, la bien situada, ruega por mí tan mal situado. María recuerdo, recuerdo fiel, acuérdate de mí cuando, cubiertos los pies de polvo, entre en la vida. Dios te salve, María, María madre, María a quien amo. Amén”. (W. A. Bouguereau). ACOMPAÑA NUESTRO CAMINAR “Madre, acompaña nuestro caminar en el seguimiento de Jesús para que, unidos a Él en la tierra, podamos cantar sus alabanzas en el cielo. Virgen María, la elegida por Dios, la mujer en la que Dios ha hecho obras grandes, acepta nuestra alabanza de generación en generación. Madre, a los que nos llamamos hijos tuyos, acéptanos en tu compañía para que podamos cantar tus alabanzas y, contigo, demos gloria a nuestro Creador”. (Anónimo). ANTE LAS TENTACIONES "Madre querida, acógeme en tu regazo, cúbreme con tu manto protector y con ese dulce cariño que nos tienes a tus hijos aleja de mí las trampas del enemigo, e intercede intensamente para impedir que sus astucias me hagan caer. A ti me confío y en tu intercesión espero. Amén". (Anónimo). AVE MARÍA “Ave María, gratia plena, Dominus técum; benedicta tu in muliéribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta María, Mater Dei, ora pro nobis peccatóribus nunc et in hora mortis nostrae. Amen”. (Anónimo). AVE MARÍA “Ave María, Je voius salue Marie, pleine de grâce, le Seigneur est avec vous. Vous êtes bénie entre toutes les femmes et Jésus le fruit de vos entrailles est béni. Sainte Marie, Mére de Dieu, priez pour nous pauvres pécheurs maintenant et à l´heure de notre mort. Amen”. (Anónimo). AYÚDANOS A CAMINAR, MADRE “María, por designio amoroso de Dios y por tu respuesta generosa, te haces presente en nuestra vida para ayudarnos en nuestro caminar. Tú eres nuestra madre y nosotros tus hijos, hermanos de Jesús, participando así de la vida de Dios. Tú eres la madre de la Iglesia. En ti encontramos el ejemplo palpable para nuestra vida: fuiste como nosotros, sabes de nuestras cosas. Te pedimos que nos ayudes a caminar, a construir la gran Iglesia en la que todos los hombres nos demos la mano fraternalmente, sin divisiones ni odios. Que trabajemos todos para hacer un mundo mejor. Amén”. (Anónimo). AYÚDANOS, MADRE DEL CIELO “Ayúdanos, Madre del cielo, a conseguir ser fieles a Dios; a llevar la verdad y la paz, a saber escuchar y a aceptar. A poder confiar siempre en Dios, a pesar de la cruz y el dolor. A tener esperanza y valor en la siembra del Reino de Dios”. (Anónimo). CONCÉDENOS, MADRE “Concédenos, Madre y Reina: Un poco de nieve para nuestro barro. Un poco de tu luz para nuestra noche. Un poco de tu paz para nuestra lucha. Un poco de tu fe para nuestra duda. Un poco de alegría para nuestra pena. Un poco de amor para nuestro odio. Un poco de tu agua para nuestra sed. Un poco de tu vida para nuestra vida. Un poco de tu servicio para nuestro egoísmo. Un poco de tu calor para nuestra frialdad. Un poco de tu ilusión para nuestra desgana. Un poco de tu auxilio para nuestra necesidad. Un poco, sólo un poco, y te lo agradeceremos hoy y siempre. Amén”. (Anónimo). CONFIANDO EN MARÍA “María, que guarda la Palabra en su corazón, me hace partícipe de su certeza, su fe en la presencia y en el poder de Dios el Dios a quien pertenece, y me invita a no dudar, a fiarme de Dios plenamente, aún en los caminos oscuros y en la noche de los sentimientos, en mis sufrimientos o inquietudes, en mis interrogantes sabiendo que nada está oculto al Señor, que mi Dios lo sabe todo, lo ha hecho todo, que Él es <<el Santo>>. María, tú vives la presencia del Dios eterno que no se cansa ni se fatiga, y quieres que yo también encuentre mi felicidad en tu Dios, que es mi Dios, presente siempre que no se cansa de estar conmigo, de amarme, de llamarme por mi nombre que no se fatiga al llevarme en sus hombros o al tirar de mí cuando no puedo o me resisto a seguir sus pasos”. (Anónimo). DIOS TE SALVE “¡Dios te salve mujer y madre de misericordia! Vida, esperanza y fortaleza nuestra. ¡Dios te salve! A ti clamamos los hijos tuyos, a ti te invocamos los que luchamos en este valle donde construimos el Reino. Óyenos, Señora, compañera nuestra, camina con nosotros en nuestra andadura histórica y en medio de nuestro esfuerzo muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu fe y amor comprometido. ¡Valiente! ¡Compasiva! ¡Silencio orante en la acción, María! Lucha con nosotros, Santa Madre de Dios, para hacer posibles hoy las promesas de Jesucristo como fruto de la gracia y del trabajo de los hombres”. (Anónimo). DULCE MADRE “Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mi no apartes, ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes ya que me proteges tanto como verdadera Madre haz que me bendiga el Padre el Hijo y el Espíritu Santo Amén”. (Anónimo). EL ÁNGELUS V. “El Ángel del Señor lo anunció a María. R. Y concibió por obra del Espíritu Santo. Dios te salve, María… Santa María… V. He aquí la esclava del Señor. R. Hágase en mí según tu palabra. Dios te salve, María… Santa María… V. El Verbo se hizo carne. R. Y vivió entre nosotros. Dios te salve, María… Santa María… V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén”. (Anónimo). EL SANTO ROSARIO MISTERIOS GOZOSOS: (Lunes y sábados). Primer: Segundo: Tercer: Cuarto: Quinto: El anuncio del ángel a María y la encarnación del Hijo de Dios. La visita que hizo María a su prima santa Isabel. Jesús nace en Belén. Jesús es presentado en el Templo de Jerusalén. El niño perdido es hallado en el Templo. MISTERIOS DOLOROSOS: (Martes y viernes). Primer: Segundo: Tercer: Cuarto: Quinto: La agonía de Jesús en el huerto de los Olivos. La flagelación de Jesús atado a la columna. La coronación de espinas. Jesús condenado a muerte camina con su cruz a cuestas. La crucifixión y muerte de Jesús. MISTERIOS GLORIOSOS: (Miércoles y domingos). Primer: Segundo: Tercer: Cuarto: Quinto: La triunfante resurrección del Señor. Jesús sube a los cielos. La venida del Espíritu Santo sobre la naciente Iglesia. María, la Madre de Jesús, es resucitada y llevada a la gloria del cielo. María es coronada como Reina de todo lo creado. MISTERIOS LUMINOSOS (Jueves). Primer: Segundo: Tercer: Cuarto: Quinto: (Anónimo). El bautismo de Jesús. El milagro de las bodas de Caná. El anuncio del Reino de Dios La transfiguración de Jesús. La institución de la Eucaristía”. EN EL CAMINO “Virgen María, concédenos la alegría de sentirnos siempre en camino. En camino hacia Dios, nuestro Padre. En camino con Cristo, nuestro hermano mayor. En camino con la Iglesia, pueblo de pecadores y santos. En camino hacia el mundo, personas hambrientas y sedientas de amor, justicia y paz. En camino hacia los pobres, todos los que puedan necesitar algo nuestro, que podamos dar. En camino contigo, madre, en camino de servicio, en camino de amor, en camino de Dios”. (Anónimo). ENSÉÑANOS, MARÍA “Enséñanos, María, tú que aceptaste los planes de Dios, tú que te dejaste amparar por la fuerza del Espíritu, tú que te dejaste empapar por la luz de Dios, tú que fuiste consecuente con lo que un día prometiste, enséñanos a responder a Dios, a entregarle nuestras fuerzas para trabajar y agradarle”. (Anónimo). ESPERAR EN ÉL COMO MARÍA “Tú María, me invitas a esperar en Él, porque yo puedo cansarme, fatigarme, tropezar o vacilar… pero, si espero en Él, renovará mis fuerzas, me dará alas como de águila, me hará correr sin cansarme, marchar sin fatigarme. María, ayúdame a contemplar el misterio de un Dios que tanto me ama, que tanto nos ama hasta hacer posible que su divinidad, su grandeza incomparable, se <<esconda>> en tu seno, se manifieste en un niño pequeño, se haga hombre, uno de tantos, vulnerable a todo menos al pecado Enséñame a esperar siempre en Él”. (Anónimo). FELIZ TÚ, MARÍA “Feliz, tú, porque has creído lo imposible y saliste a hacer camino de creyente por los senderos de Dios. Feliz, tú, madre fiel, porque dejaste tu proyecto el día que Dios te presentó sus planes. Feliz, tú, porque te fiaste de la palabra y no pediste evidencias, ni trazaste los caminos a Dios. Feliz, tú, virgen fiel, porque hiciste del Señor tu único tesoro. Feliz, tú, porque te dejaste empobrecer hasta que Dios pudo ocupar todo tu corazón. Feliz, tú, porque todas las generaciones miramos hacia ti, y en tu sonrisa de madre descubrimos la ternura de Dios”. (Anónimo). GRACIAS, MADRE “Gracias, madre, porque nos has enseñado que para estar unidos a Dios en el cielo, hemos de estar unidos a Él también en la tierra. Gracias, madre, porque acompañas nuestro caminar hacia el Padre unidos a nuestros hermanos. Gracias, madre, porque mantienes viva nuestra esperanza de una vida nueva a la que todos estamos destinados”. (Anónimo). GRACIAS, MADRE “María, gracias por ser como eres: pobre, sencilla, entregada, misericordiosa. Gracias por tu fe, por tu oración, por tu silencio, por tu alegría, por tu fortaleza, por tu esperanza, por tu amor sin fronteras. Eres tan pequeña que Dios te ha hecho la más grande: Señora. Eres tan grande que te sientes la más pequeña: Sierva de Dios y de los hombres. Eres Hija de Dios, Esposa de Dios, Madre de Dios, madre de la Iglesia... Mi alma glorifica al Señor, mi corazón le canta agradecido. María, Señora y madre: que mis pensamientos y deseos, mis silencios y mis palabras, mis proyectos y mis acciones se conviertan hoy, mañana y siempre en transparencia de tu vida. Amén”. (Anónimo). GRATITUD A SANTA MARÍA “Gracias por ser Santa María. Gracias por haberte abierto a la gracia, y a la escucha de la Palabra, desde siempre. Gracias por haber acogido en tu seno purísimo a quien es la Vida y el Amor. Gracias por haber mantenido tu <<Hágase>> a través de todos los acontecimientos de tu vida. Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos y vividos. Gracias por tu sencillez, por tu docilidad, por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha, por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad, y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza entre sí y que Dios nos permite atisbar en ti. Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones, tu ternura, tus auxilios y orientaciones. Gracias por tantas bondades. En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús y nuestra. Amén”. (Anónimo). HAIL MARY “Hail Mary, full of grace, the Lord is with thee. Blessed art thou among women, and blessed is the fruit of thy womb, Jesus. Holy Mary, Mother of God, pray for us sinners, now and at the hour of our death. Amen”. (Anónimo). HERMANA PEREGRINA DE LOS POBRES “Hermana peregrina de los pobres y necesitados madre de todos los hombres, madre del Dios hecho hombre, con todos los que creen en Cristo y con todos los que de algún modo buscan su Reino, te pedimos que le hables por todos nosotros: Pídele a Él que se hizo pobre para comunicarnos las riquezas de su amor, para que sepamos compartir. A Él que murió en la cruz, pídele que nosotros sus discípulos, sepamos vivir y morir por nuestros hermanos. Pídele para nosotros hambre y sed de justicia. Pídele a Él, que vive resucitado junto al Padre, que nos comunique la fuerza jubilosa de su Espíritu para que sepamos vencer el egoísmo, la rutina y el miedo. Mujer cercana a los hombres, enséñanos a leer sinceramente el Evangelio de Jesús y traducirlo a la vida con todas las consecuencias, en el espíritu radical de las bienaventuranzas y en el riesgo total de aquel amor que sabe dar la vida por los que ama”. (Anónimo). ILUMINA NUESTRO CAMINAR “María, en nuestra vida, con frecuencia, estamos desorientados, necesitamos alguien que nos marque el camino a seguir. Hay muchas cosas que no nos dejan ver el camino. Hay cadenas que nos atan y no nos dejan avanzar. Hay ilusiones falsas que enturbian nuestro corazón y nos quitan la paz. Venimos a pedirte que nos ayudes, que seas para nosotros, estrella que nos guíe en la noche, luz para nuestros ojos, paz que dé tranquilidad a nuestra vida. Que no equivoquemos el camino, que vayamos por el camino bueno hasta Dios, hasta Jesús. Que, a pesar de los momentos difíciles no perdamos el rumbo y nos guiemos por tu luz. Madre, ilumina nuestro caminar”. (Anónimo). JUNTO A TI, MARÍA “María, has creado en tu corazón un espacio de libertad para Dios. Como gaviota libre Dios ha cruzado los mares de tu ser. No hay fronteras, ni vallas en tus campos, y tus ríos son mares, y tus cielos, todo azul, sólo azul. Junto a ti, como una espiga, se ha apiñado el pueblo nuevo. Junto a ti, como un racimo, ha nacido la Iglesia, ha florecido en tus manos al impulso del Espíritu, y se ha estremecido gozosa como el polluelo al levantarse del nido. Has dado alas al pueblo para que sea, en su marcha, testigo de Jesús, Señor Resucitado, Liberador del hombre oprimido. María, eres madre de la Iglesia peregrina, como el pueblo antiguo; peregrina, en la nueva Pascua sellada con la sangre de tu Hijo. Camina junto a tu pueblo que busca la vuelta a casa”. (Anónimo). LC 1, 44-45 <<Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!>>. “María, enséñame a proclamar las grandezas del Señor. Tú has expresado en el Magnificat tu reconocimiento a la Trinidad por todas las maravillas que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han obrado en tu pobreza. El Señor, el Salvador, el Todopoderoso, el Santo te ha tomado totalmente. Tú cantaste tu acción de gracias y expresaste tu alegría incontenible. Haz que de mi corazón brote una conciencia muy grande de mi pobreza, y una experiencia más grande todavía de la Trinidad que habita en mí: del Padre que me ama, del Hijo que me da su Vida y su Palabra, del Espíritu que me cubre con su sombra y hace fecunda mi existencia. Haz que descubra las maravillas que Dios va haciendo en mi pobreza. Haz que siempre sea serenamente alegre, y que exprese esta alegría a los demás con actitud de pobreza confiada. Amén”. (Anónimo). MADRE DE JESÚS Y MADRE NUESTRA “Madre de Jesús y Madre nuestra, María: con especial confianza nos dirigimos a ti. Te aclamamos por igual virgen y madre y nos llena de gozo la íntima presencia de tu amor que nos hace renacer y vivir como hijos de quien te eligió para ser la madre de Dios. Tu vida escondida, siempre sencilla y disponible rebosando ternura y compasión, llena de gracia, nos evoca el misterio y, a la vez, nos estimula a la acogida y al desprendimiento, a la contemplación y al servicio, a estar junto a la cruz y a creer en esperanza. Tu pobreza, tu gratitud, tu fidelidad, son otras tantas urgencias de nuestros corazones, frecuentemente expuestos a pactar con la comodidad, el egoísmo y la rutina. Porque tuviste compasión, anhelamos ser solidarios como tú, con los pobres, los que sufren y los humildes; queremos mantenernos vigilantes para que no le falte la compañía a ninguna persona. Porque siempre fuiste dócil y confiaste en la acción transformadora del Espíritu, queremos someter nuestras vidas a permanente revisión y propiciar para la Iglesia un nuevo Pentecostés. Madre de la misericordia y esperanza: Tú que vives ya junto a Dios, ilumina el camino de nuestra vocación, de nuestra vida, ayúdanos a ser generosos en la respuesta para que siguiendo con generosidad a Jesús, irradiemos por el mundo la alegría de la salvación”. (Anónimo). MADRE DE LA CONFIANZA "Madre siempre fiel, cuando te asaltó la incertidumbre, cuando las cosas se te hacían complicadas, supiste confiar. ¡Y cómo confiaste! En el momento cumbre de la historia con decisión y firmeza pronunciaste aquel bienaventurado <<Hágase>>, del que viene nuestra salud. ¡Y siempre lo mantuviste! Las desconfianzas de otros, los decires de tantos nunca te apartaron de la santa confianza. Obtenme, Santa María de la Confianza, el auxilio divino que me permita superar las incertidumbres que ahora me acosan. Que así sea". (Anónimo). MADRE DE LA PALABRA “María madre nuestra, madre y discípula del Hijo de Dios, de la Palabra hecha carne en tu propio seno, enséñanos a silenciar nuestra mente, nuestro corazón, nuestro ser entero, ante el misterio que nos circunda y nos invade, para disponernos a escuchar, como tú, todas las resonancias del Verbo. Líbranos, Madre, de las interferencias de nuestro egoísmo para que vivamos abiertos interiormente al evangelio de Jesús: a las bienaventuranzas de Jesús, al mandamiento de Jesús, a la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Conviértenos en pura escucha de Dios, en palabras de la Palabra”. (Anónimo). MADRE DE LA VIDA "Madre de Jesús. Virgen habitada por la vida, Virgen llena de gracia, Virgen pronunciadora de «síes» profundos, Virgen admirativa y admirable, Virgen sugeridora de lo nuevo, Virgen del silencio y de la contemplación, Virgen del camino y de los necesitados, Virgen de lo oculto y del saber estar, Virgen acogida y acogedora, Madre de Jesús, Virgen creyente primera, Virgen silencio y espera, Virgen donde todo se hace vida, Madre de Jesús, Virgen de la vida”. (Anónimo). MADRE DEL SILENCIO “El silencio de María es lección para nosotros. María escucha, contempla, sonríe y ama. María escucha a Dios. Eso es todo. María, virgen del silencio, madre agradecida. Quiero decirte lentamente que deseo escuchar a Dios en el murmullo de mi vida, de los acontecimientos y de la historia. María, ayúdame a recibir la palabra de Dios para que pueda hablar con verdad a mis hermanos. Amén”. (Anónimo). MADRE MARÍA QUE ENSEÑASTE A JESÚS “Madre María que enseñaste a Jesús a pronunciar palabras de perdón y amistad. Concédenos vivir como amigos y amigas. Madre María que enseñaste a Jesús a ser sincero y a no hacer trampas. Enséñanos a no decir mentiras que empañan la verdad. Madre María que enseñaste a Jesús a rezar y a comprender que Dios es Padre. Enséñanos que Dios es Bueno y nos quiere. Madre María que enseñaste a Jesús a ser generoso y a compartir la vida entera. Enséñanos a ofrecer a los demás todo lo bueno que tenemos. Madre María que enseñaste a Jesús a esforzarse para ser bueno y hacer el bien. Enséñanos a trabajar para mejorar. Sé nuestra ayuda siempre, en todo lugar, y con tu amoroso cuidado guíanos en los caminos tortuosos que la vida nos deparará”. (Anónimo). MADRE MÍA “Madre mía: desde que amanece el día, bendíceme; en lo rudo del trabajo, ayúdame; si vacilo en mis buenas decisiones, fortaléceme; en las tentaciones y peligros, defiéndeme; si desfallezco, sálvame y al cielo llévame. Amén". (Anónimo). MADRE, MUJER BUENA “Madre, mujer buena que fuiste por los caminos llenos tus ojos de buenas noticias, repletas tus manos de favores, veloces tus pies para el buen mensaje, llena tu boca de alegres palabras. Haznos portadores de la paz pascual que Jesús nos ha regalado. Paz para los amigos, paz para los hogares y familias, paz para los que cruzan nuestro camino, paz para los que nos hieren, paz para los que nos saludan, paz para el que nos enseña y educa. Que nuestra vida sea anuncio de alegría y semilla de bendición. Amén”. (Anónimo). MARÍA AGRADECIDA “María, ayúdanos a darnos cuenta de las maravillas que Dios va haciendo en nosotros: la vida, la familia, los amigos... Ayúdanos a admirarnos con sencillez de lo bueno de cada día y a ser sencillamente agradecidos. Que no nos pueda el orgullo de ser más que los demás, sino que sintamos el deber de poner lo que tenemos al servicio de los demás. Ojalá aprendamos que <<amor con amor se paga>>, y hagamos de nuestra vida un acto de servicio a Dios y a los demás. ¡Santa María, mujer agradecida, ruega por nosotros!”. (Anónimo). MARÍA, DAME UN CORAZÓN COMO EL TUYO “María, Madre de Jesús, dame un corazón como el tuyo, tan hermoso, tan puro, tan inmaculado, tan lleno de amor y humildad, para que yo pueda recibir a Jesús en el Pan de la Vida, amarle como tú le amaste y servirle en las horas de aflicción de los más pobres entre los pobres”. (Anónimo, Oración recitada frecuentemente por la Madre Teresa de Calcuta y las Misioneras de la Caridad). MARÍA DE LA JUVENTUD “Bendita eres. María, joven de alegre primavera. Eres la nueva criatura según el plan original de Dios, reflejo suyo, rotunda plenitud del bien. Virgen limpia para ser la Madre de Dios. Bendita eres, María, joven entregada al Gran Amor que te reclama y colma tus anhelos, mujer que acoge a todos los hombres, paraíso de ternura con el corazón a punto cada mañana. María: madre de toda juventud: Haz nuestros los valores e ideales que en ti fueron alas para llegar a Dios. Queremos sentirnos contentos cogidos de tu mano, igual que se siente un niño en las manos de su madre. Amén”. (Anónimo). MARÍA DE LA ORACIÓN “María de la oración, Virgen contemplativa y amorosa. En el gozo de tu Dios, intercede por nosotros. Háblale de nuestra vida, de nuestros hermanos, de nuestra esperanza. Dile que somos débiles, pero que a Él le pedimos la fuerza. Enséñanos a orar y a escucharle atentamente. María, Virgen orante, ruega por nosotros”. (Anónimo). MARÍA DE LA SOLIDARIDAD “Al considerar el designio divino que te ha honrado como excelsa e incomparable cooperadora en la gesta de la salvación; al reflexionar sobre tus desvelos al cuidar al Niño y al joven Jesús; al ver tus intercesiones en Caná, modelo de tus desvelos; cómo no ver tu Corazón solidario con el destino de la humanidad, cómo no comprender lo inabarcable del horizonte de tu amor, cómo no sentir el impulso de pedirte aprender de ti a vivir atento a las necesidades de los demás y a poner los medios para que esa solidaridad afectiva se haga efectivamente concreta. Madre de la Solidaridad, intercede para que yo pueda recorrer el camino de amar a mis hermanos como me lo pide el Señor Jesús. Amén”. (Anónimo). MARÍA DEL MAGNÍFICAT “María, creemos como tú, que la actitud más bella del creyente es ponerse a cantar y agradecer el don maravilloso del Señor que llega hasta nosotros hecho gracia. María, creemos como tú, que abrirse a la Palabra y decir sí es salir al encuentro del Señor que nos sigue llamando cada día a la hora de la tarde y de la brisa. María, creemos como tú, que el Dios de los humildes y los pobres compromete a su Hijo con todos los que sufren en sus carnes el llanto del desprecio y la opresión. María, creemos corno tú, que el brazo del Señor acoge a los sencillos y niega al poderoso las razones para hacer del dominio y la riqueza explotación. María, creemos como tú, que el dichoso y feliz del Nuevo Reino descubre en el servicio el camino que ensalza la grandeza del pobre y del hermano. María, creemos como tú, que el Dios de la promesa se hizo en ti realidad y plenitud y vive desde entonces nuestra historia cogido de tu mano y nuestra mano”. (Anónimo). MARÍA, MADRE “María. Hoy te queremos invocar con el nombre más bonito; queremos llamarte madre. Queremos pedirte que estés cerca de nosotros. Que cuides nuestro crecimiento como cuidaste el de Jesús. Queremos acordarnos de ti y sentirte cerca en nuestros momentos difíciles; y también, en los momentos fáciles y gozosos. Ojalá sepamos quererte como te quería Jesús. Ojalá sepamos imitarte en decirle sí a Dios. Ojalá elijamos en todo momento lo que es bueno y sincero, como elegiste tú. ¡Santa María Madre de Jesús y madre nuestra, ruega por nosotros!”. (Anónimo). MARÍA, MADRE DEL HOMBRE SIN TRABAJO ¡Oh, María!, mujer humilde, Madre de los trabajadores, escucha nuestras penas y ayúdanos. Tú viviste en un hogar obrero de Nazaret; tu esposo José y tu Hijo Jesús fueron carpinteros. Tú comprenderás la angustia que vivimos día a día. No tenemos trabajo; no tenemos plata. La mesa está vacía; falta el pan de cada día. Nuestros niños lloran de hambre; se desmayan en el colegio. Sufrimos toda clase de enfermedades sin poder comprar remedios. Estamos encalillados, debemos la luz, el agua y los dividendos. En el negocio nos ponen mala cara; ya no podemos pedir fiado. La casa se ha vuelto fría; no hay risas, no hay cariño; estamos con los nervios de punta, estamos cansados de tanto sufrir, pasamos peleando entre nosotros, el amor ha desaparecido. En nuestra desesperación acudimos a ti, Madre buena, para que hables al Dios Todopoderoso a favor nuestro. Dile a nuestro Padre celestial que no se olvide de los pobres, de los hambrientos, de los desamparados. Somos sus hijos, no le pedimos limosna, tenemos derecho a trabajar. ¿Hasta cuándo tendremos que andar todo el día en la calle, mendigando nuestro pan, buscando pololos para sobrevivir? ¡Virgen María!, acuérdate de las penurias que pasaste en tu hogar en Nazaret. Ayúdanos a encontrar trabajo y a recuperar nuestra dignidad. Enséñanos a no ser individualistas, a no encerrarnos en nuestros problemas, sino a luchar sin miedo para que todos los trabajadores estemos unidos. Danos el apoyo solidario de nuestros hermanos que hoy tienen trabajo y no sufren el flagelo de la cesantía. Toca el corazón de los que nos dirigen, cambia sus planes económicos que tanta pobreza están creando. ¡Santa María! Madre de Dios, ruega por nosotros ahora, y en la hora de nuestra muerte. ¡Amén!”. (Anónimo, en José Correa S.J. "María, ¿Quién Eres Tú?"). MARÍA: MUJER DE NUESTRO MUNDO “María: mujer de nuestro mundo, Madre de todos los hombres. Venimos a ti para pedirte que enjuagues nuestras lágrimas, que des fuerza a nuestros pies cansados, que nos muestres el camino en nuestro destierro, que nos des la paz, que nos lleves a Jesús, tu Hijo y nuestro hermano, que acompañes nuestro caminar, que seas la vida para nuestras vidas, que pongas dulzura en nuestros tragos amargos, que des esperanzas a nuestra búsqueda, que nos reconfortes en nuestra sed. Tú que sabes nuestras penas, danos fuerza en el dolor. Tú que conoces nuestras inquietudes, danos el bálsamo de la paz. María, que cuando estemos ciegos, busquemos la luz y no nos quedemos en la oscuridad”. (Anónimo). MARÍA, MUJER TRABAJADORA “María, en la oración de hoy, te pedimos por nuestro modo de trabajar. Enséñanos lo que tú practicabas: a poner cariño y cuidado en lo que hacemos. Que aprendamos a ser responsables. Que pensemos siempre que trabajando servimos a la sociedad y colaboramos con Dios para cuidar el mundo. Que nos esforcemos por conseguir lo que está bien hecho. Porque el servicio y el amor es lo que demuestra a los otros que nos importan. ¡Santa María, madre de Dios y madre nuestra, que pongamos amor en nuestro trabajo!”. (Anónimo). MARÍA PEREGRINA “María, Madre y Virgen, peregrina de nuestra tierra, señora de todos los caminos. Entre dolores y esperanzas vamos dando nuestros pasos en la vida. Muchas veces las fuerzas son escasas y nuestro ánimo decae. Sentimos el peso y el cansancio cuando vamos solos y sin rumbo. Virgen peregrina, camina con nosotros, apoya nuestra vida, y danos esperanza. Tenemos necesidad del encuentro con Jesús, pero queremos ahorrarnos la subida al Calvario. Danos tu entusiasmo y tu gozo para servir y ayúdanos a ver hoy al Jesús Resucitado. Virgen peregrina, camina con nosotros, apoya nuestra vida y danos Esperanza. Amén”. (Anónimo). MUJER CREYENTE “Virgen María, mujer creyente: aumenta en nosotros la fe. Aumenta en nosotros la fidelidad a tu Hijo, Cristo nuestro hermano. Danos firmeza para sentirnos más fuertes y cimentados en ti, tú que eres la aurora y el alba de nuestra fe. Danos la firmeza de testimoniar aquello que creemos. Danos humildad para recurrir a ti en nuestras dudas y vacilaciones”. (Anónimo). MUJER DE NUESTRO MUNDO “María: Mujer de nuestro mundo, Madre de todos los hombres. Venimos a pedirte que seas la vida de nuestras vidas muertas, que pongas dulzuras en nuestros tragos amargos, que des esperanzas a nuestra búsqueda. Tú sabes de nuestras penas, danos fuerza en el dolor”. (Anónimo). NOS ALEGRAMOS CONTIGO “María: Tú eres la causa de nuestra alegría y queremos alegrarnos contigo. Nos alegramos porque creíste, nos alegramos porque eres la madre de Dios, nos alegramos porque aceptaste la palabra de Dios, nos alegramos porque eres la madre de la Iglesia. Nos alegramos porque tus ojos nos muestran la claridad de Dios, nos alegramos porque eres nuestra madre. Ayúdanos a creer, a fiarnos de Dios plenamente. María, tú que creíste sin vacilar, ayuda nuestra debilidad en la fe”. (Anónimo). NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA "¡Corazón inmaculado de María!, desbordante de amor a Dios y a la humanidad, de compasión por los pecadores, me consagro enteramente a ti, te confío la salvación de mi alma. Que mi corazón esté siempre unido al tuyo, para que me separe del pecado, ame más a Dios y al prójimo y alcance la vida eterna juntamente con aquellos que amo. Medianera de todas las gracias, y Madre de misericordia, recuerda el tesoro infinito que tu divino Hijo ha merecido con sus sufrimientos y que nos confió a nosotros tus hijos. Llenos de confianza en tu maternal corazón, que venero y amo, acudo a ti en mis apremiantes necesidades. Por los méritos de tu amable e inmaculado Corazón y por amor al Sagrado Corazón de Jesús, obtenme la gracia que pido. Madre amadísima, si lo que pido no fuere conforme a la voluntad de Dios, intercede para que se conceda lo que sea para la mayor gloria de Dios y el bien de mi alma. Que yo experimente la bondad maternal de tu corazón y el poder de su pureza intercediendo ante Jesús ahora en mi vida y en la hora de mi muerte. Amén". (Anónimo). OH CORAZÓN DE MARÍA “¡Oh Corazón de María, madre de Dios y madre nuestra! Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad, y digno de la veneración y ternura de los ángeles y de los hombres. Corazón el más semejante al de Jesús, cuya imagen más perfecta eres. Corazón lleno de bondad y en gran manera compasivo de nuestras miserias. ¡Ah! hacednos sentir ahora, ¡oh Virgen piadosísima!, la dulzura de vuestro corazón maternal y la fuerza de vuestra intercesión ante el de Jesús. Amén”. (Anónimo). OH DULCE MADRE MARÍA “Oh dulce Madre María, dame un corazón limpio y abierto como el corazón de un niño, y tan transparente como las aguas de un manantial. Dame un corazón generoso que no se detenga ante las cosas desagradables que se encuentre; un corazón magnánimo que se entregue con alegría; un corazón que, conociendo sus propias debilidades, comprenda y sienta profunda simpatía hacia las debilidades de los demás; un corazón grande y agradecido que no repare en pequeñeces. Dame un corazón amable y humilde que ame sin exigir amor por respuesta; que sepa ceder a tu Hijo la exclusiva de cualquier amor; un corazón noble al que no le amarguen las decepciones; que sea generoso cuando se le exija algún sacrificio; que no quede paralizado por las tribulaciones; que no se irrite por los desprecios; que no se desanime ante la indiferencia. Pero dame un corazón que, en su amor a Jesús, sea arrastrado por una corriente irresistible hacia el mayor honor y gloria de Jesucristo, y no descanse hasta que llegue a la gloria del cielo”. (Anónimo). ORACIÓN “Madre, vida, dulzura y esperanza nuestra. Nosotros necesitamos con urgencia recrear tu sonrisa. En el horizonte de la noche, necesitamos un resplandor que nos alumbre. Danos ojos nuevos y oídos atentos para recibir al Salvador que nos regalas. Ayúdanos a reconocerlo en las mil presencias entre nosotros. Madre de la escucha, madre de Jesús, madre nuestra. Ruega por nosotros”. (Anónimo). ORACIÓN “María: buscamos en ti nuestro refugio en los momentos de soledad, en los momentos en que la abundancia de las cosas ya no nos llena, en los días grises en que no encontramos un punto de luz clara, en las horas en que nada nos ilusiona. Tú la madre de todos los pobres y necesitados, la que te preocupas del hijo menos afortunado, la que amas al hijo que menos amor te puede dar. Venimos a ti desde nuestra pobreza, porque sabemos que nos escuchas y atiendes nuestras necesidades. Y en el fondo nos alegramos de que nos falten cosas, de que en nuestra vida haya algo incompleto, de no ser completamente felices, porque así te tenemos a ti, Madre de los pobres”. (Anónimo). ORACIÓN “María: tú estuviste desde la eternidad en la mente del Padre. Tú estabas allí cuando el Padre organizaba las cosas. Cuando instalaba los montes, cuando hacía los mares, cuando pensaba en los hombres. María: a ti el Padre te preparó y también a mí. Desde toda la eternidad el Padre pensó en mí, en mi existencia sencilla, pobre, pequeña. En mí: llamado a vivir la santidad aquí y ahora. María: ayúdame a sentir la alegría de mi elección, A ser feliz dejándome amar por Dios, A gozar por mi vocación eterna. Amén”. (Anónimo). ORACIÓN “María, tú estuviste presente en la vida de Jesús sin llamar la atención, desde el servicio y la escucha callada. Pero cuando la gente te necesitaba, allí estabas tú, siempre atenta, como en Caná. Así estás ahora en medio de nosotros, uniéndonos en torno a Jesús, como hiciste con los apóstoles. María: queremos, como tú, poner nuestra vida en manos de Dios y decir: <<Aquí me tienes, cuenta conmigo>>. Enséñanos a vivir disponibles a lo que el Señor quiera de nosotros tú que siempre tuviste el corazón abierto para entregarte a los demás”. (Anónimo). ORACIÓN María: venimos a ti para ofrecerte nuestro trabajo. El trabajo que nos cansa y nos aburre; este trabajo monótono y pesado. Te lo ofrecemos precisamente porque nos cuesta, conscientes de que merece la pena. Te pedimos que nos ayudes a trabajar como tú, a no tener miedo a lo difícil, a poner amor en todo lo que hacemos, a dejar algo de nosotros en cada cosa que realizamos. Que el amor envuelva todo lo que hacemos. Madre, que pongamos amor en nuestro trabajo”. (Anónimo). ORACIÓN “Querida Madre: Ayúdame a despojarme de todo lo que me intranquiliza, para que en silencio y pobreza, el Espíritu de Dios pueda llegar hasta mí y encontrar en mi alma un ambiente sereno de acogida y entrega. Haz que mi inteligencia se abra a su luz, y aprenda a ver con los ojos de Dios. Regálame la profunda comprensión del corazón, que tanta sabiduría da a los que aman. Ábreme al querer del Padre y confirma mi ser y mi obrar según su santa voluntad”. (Anónimo). ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN “Vos sois, ¡oh María! la verdadera mujer fuerte en quién el Señor ha encontrado reposo, y a quien ha hecho depositaría de todos sus tesoros. El universo entero honra vuestro casto seno como el verdadero templo de Dios donde ha comenzado la salud del mundo, y donde se ha efectuado la reconciliación entre Dios y el hombre. Vos sois el paraíso cerrado donde no ha podido penetrar el pecado para devastarlo; Vos sois el hermoso jardín en que Dios ha colocado todas las flores que adornan su Iglesia, y entre otras la hermosa violeta de vuestra humildad y la aromática rosa de vuestra caridad. ¡Oh, madre de gracia y de bondad! ¿A quién podremos compararos? Vos sois el paraíso de Dios; de vos brota la fuente de agua viva que riega la tierra y la fecunda; vuestros sufrimientos en el Calvario os han hecho merecedora de ser el acueducto saludable del género humano, y por vos ha recibido el mundo inmensos beneficios. Dignaos hacer que lleguen hasta nosotros los benéficos efectos de vuestra poderosa influencia, para que lavados en sus purísimas aguas, podamos algún día ser admitidos en el reino eterno en donde no tiene entrada la más leve mancha. Amén”. (Anónimo). ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ “Virgen María, Nuestra Señora de la Paz. Has venido hasta nosotros para traernos la paz de Dios, Jesús, tu Hijo. Con todos los que nos han precedido y que te han invocado en la angustia y en la prueba, o bien antes de poner rumbo hacia tierras lejanas, venimos junto a ti con confianza pues tú eres nuestra madre. Danos alegría, humilde sierva del Señor. por ti, Dios puso su tienda entre nosotros. en el corazón de Jesús tu Hijo, Él nos ha revelado su ternura y misericordia. Al pie de la cruz, tú acoges el perdón y la paz que Él nos concede. Condúcenos hasta la fuente de agua viva de su corazón. Ruega por nosotros, ruega con nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos constructores de la reconciliación y servidores de la paz. Entonces conoceremos la paz del corazón prometida a quienes marchan contigo por los caminos del Evangelio para que el mundo tenga vida ¡y vida en abundancia! Amén”. (Anónimo). ORACIÓN POR CHILE “Virgen del Carmen, María Santísima, Dios te escogió como Madre de su Hijo, del Señor Jesús, que nos trae el amor y la paz. Madre de Chile, a ti honraron los padres de la patria, y los más valientes de la historia; desde los comienzos nos diste bendición. Hoy te confiamos lo que somos y tenemos; nuestros hogares, escuelas y oficinas; nuestra fábricas, estadios y rutas; el campo, las pampas, las minas y el mar. Protégenos de terremotos y guerras, sálvanos de la discordia; asiste a nuestros gobernantes; concede tu amparo a nuestros hombres de armas; enséñanos a conquistar el verdadero progreso que es construir una nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría. Virgen del Carmen, Estrella de Chile, en la bandera presides nuestros días y en las noches tormentosas, sabiamente alumbras el camino. Madre de la Iglesia, tú recibes y nos entregas a Cristo; contigo nos ofrecemos a Él, para que sobre Chile extienda los brazos salvadores de su cruz y la esperanza de su resurrección”. Amén”. (Anónimo). PLEGARIA A MARÍA SANTÍSIMA “María, Virgen del silencio, deseamos escuchar a Dios en el murmullo de la vida, en los acontecimientos de la historia. Virgen de la Palabra, que descubriste los mil modos del lenguaje de Dios, ayúdanos a descubrir su voz y haz que nuestras palabras sean respuesta a las suyas. Que pronunciemos palabras de perdón, palabras de bondad y de ternura, palabras de justicia, de verdad y de alegría. Virgen María, servidora de Dios y de su pueblo, a ti te presentamos nuestras necesidades. Necesitamos la Buena Noticia de la cual eres la portadora. Queremos hacer entre nosotros, lo que tu Hijo Jesús nos ha dicho. Queremos que los pobres sean felices, y que los humildes posean la tierra como herencia. Queremos amarnos como hermanos, y llamar a Dios, de verdad, <<Padre Nuestro>>. María, Virgen del trabajo cotidiano, de los momentos difíciles, de las situaciones oscuras, de los días inaguantables, enséñanos a vivir la solidaridad, enséñanos a enfrentar unidos la pasión de nuestros pueblos, para poder celebrar esperanzados el triunfo del amor. En el horizonte de la noche necesitamos un resplandor que nos alumbre. Danos ojos nuevos y oídos atentos para recibir al Salvador que nos regalas. Ayúdanos a reconocerlo en sus mil presencias entre nosotros”. (Anónimo). PORTADORES DE PAZ “Madre, mujer buena, que fuiste por los caminos llenos tus ojos de buenas noticias, repletas tus manos de favores, veloces tus pies para el buen mensaje, fecunda tu boca de alegres palabras: haznos portadores de la paz que Cristo nos ha regalado. Paz para los amigos, paz para los hogares y familias, paz para los que cruzan nuestro camino, paz para los que nos hieren, paz para los que nos saludan. Que nuestra vida sea anuncio de alegría y semilla de bendición. Amén”. (Anónimo). SALMO A MARÍA, NUESTRA MADRE “Reina y Madre del Corazón de Jesús. Tú eres, María, la expresión más bella del Evangelio. En ti Dios se ha hecho Buena Noticia para el hombre. Eres como la luz del alba que abre camino al sol. Eres esa estrella matutina que anuncia el día. Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra. La mujer que entra en el plan de Dios libre y gozosa. Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la historia. Eres, María, la Virgen bella y fecunda de Nazaret. Gracias, María, por tu corazón bueno y disponible. Tú nos obtienes entrada y permanencia en el Corazón del Hijo. Gracias, María, por tu corazón claro y luminoso. Tú nos enseñas y ayudas a vivir en donación total a Dios. Gracias, María, por tu corazón de ojos limpios y puros. Tú eres modelo para todos los que se comprometen a seguir a Cristo. Gracias, María, por tu corazón sencillo y humilde. Tú nos estimulas con tu ejemplo de fidelidad a secundar los planes de Dios sobre nosotros. Gracias, María, por tu corazón lleno de luz y de amor. Tú eres modelo de nuestra vida de fe y de intimidad con Dios y nos enseñas que el mejor culto a Dios es la ofrenda de la propia vida. Gracias, María, por tu corazón abierto al infinito. Tú eres para nosotros modelo de entrega incondicional al Señor. Gracias, María, por tu corazón totalmente disponible. Tú nos enseñas a descubrir las necesidades de los otros aún cuando no las formulen y a responder eficazmente a ellas. Reina y Madre del Corazón de Jesús”. (Anónimo). SALMO DE LA TERNURA “Tú eres, María, la experiencia más bella del Evangelio. En ti Dios se ha hecho Noticia Buena para el hombre. Eres como la luz del alba que abre camino al Sol; eres esa estrella matutina que anuncia el día. Eres la mujer creyente que acoge y guarda la Palabra; la mujer joven que entra en el plan de Dios libre y gozosa. Eres estilo de vida, nuevo y fascinante en la historia; eres, María, la virgen bella y fecunda de Nazareth. Gracias, María, por tu corazón bueno y disponible. Gracias, María, por tu corazón de ojos limpios y puros. Gracias, María, por tu corazón sincero y transparente. Gracias, María, por tu corazón claro y luminoso. Gracias, María, por tu corazón sencillo y humilde. Gracias, María, por tu corazón lleno de luz y de amor. Gracias, María, por tu corazón abierto al infinito. Gracias, María, por tu corazón joven; sencillamente, joven. Aquí me tienes, en busca de un camino libre, de fe. Aquí me tienes, en busca de un proyecto de vida. Aquí me tienes, en busca de Alguien en quien dejar mi amor. Aquí me tienes, en busca de semillas de alegría. Aquí me tienes, en busca de la paz y el bien. Aquí me tienes, en busca de un sendero de justicia. Aquí me tienes, en busca del rostro del Dios vivo. Aquí me tienes, en busca de la libertad perdida. Gloria a ti, María, casa donde Dios mora. Gloria a ti, María, madre de Cristo y madre mía”. (Anónimo). SALMO DESDE EL SÍ DE MARÍA “María, madre del sí, tu ejemplo me admira. Me admira porque arriesgaste tu vida; me admira porque no miraste a tus intereses sino a los del resto del mundo; me admira y me das ejemplo de entrega a Dios. Yo quisiera, madre, tomar tu ejemplo, y entregarme a la voluntad de Dios como tú. Yo quisiera, madre, seguir tus pasos, y a través de ellos acercarme a tu Hijo. Yo quisiera, madre, tener tu generosidad y entrega para no decir nunca <<no>> a Dios. Yo quisiera, madre tener tu amor para ser siempre fiel a tu Hijo. Madre del sí, pide a tu Hijo por mí, para que me dé tu valentía. Pide a tu Hijo por mí, para que me conceda un corazón enamorado de Él. Pide a tu Hijo por mí, para que me dé la gracia necesaria para entregarme y no fallarle nunca”. (Anónimo). SALUDO “Virgen María: eres feliz porque creíste que para Dios no hay nada imposible. Te pedimos que nuestra fe se vaya pareciendo a la tuya. Dijiste un sí que llenó toda tu vida y confiaste en la Palabra del Señor. Viviste unida a Jesús, fuiste pobre y sufriste con Él. Te pedimos que sepamos aceptar siempre lo que Él nos pida. Amaste a Jesús como nadie le amó, por eso ahora estás tan cerca de Él. Ayúdanos a superarnos en la dificultad. Estuviste con Él al pie de la Cruz y Él te hizo madre nuestra. Que su amor abarque toda nuestra vida”. (Anónimo). SALVE DE LOS POBRES “Dios te salve, reina y madre, vida, dulzura, esperanza, Señora de los Pueblos, misericordia, confianza, Nuestra Señora del Rancho, Nuestra Señora de la Lata, Virgen de todos los pueblos que andás por nuestra patria. A ti llamamos los hijos del valle y la montaña, del río, del monte, las islas, los campos y las quebradas, que vinimos a las ciudades nada más que con las ganas de darles a nuestros hijos, una esperanza. Señora de los Pueblos, Nuestra Señora Abogada de los pobres, del humilde, que casi como guitarra de los pueblos, le cantaste al Dios que al débil levanta, que dio bienes al hambriento y al poderoso rebaja. Vuelve tus ojos Señora, desde el cuadrito y la estampa que en el revoque de barro o en las paredes de chapa pegamos para que estés dentro de nuestro rancho de techo de paja, casi tibia cuando hay sol, si llueve, medio mojada, igual que nosotros, siempre por tierras prestadas. Y después de este destierro, Señora de los sin nada, Virgen de los Pueblos, vida, dulzura, esperanza, muéstranos a ese Jesús, también con cuna de paja. ¡Oh! clemente, ¡oh! piadosa, dulce, Virgen María, Señora de los sin casa. Amén”. (Anónimo). SANTA MARÍA DE LA LIBERTAD “María, mujer libre porque nada ambicionaste, mujer de libertad, sin pecado, mujer liberada por ser madre del Libertador. Mujer y madre en Belén, en la cruz, en el templo y en las bodas, y aquí, en la Resurrección. Colmada de bienes, primera entre los de tu raza, quiso Dios darte su Espíritu de Pentecostés para reafirmar aquel de Nazaret. Bendita tú, mujer libre y liberada, y bendita por seguir siendo mujer, incluso en la Asunción glorificada. Amén”. (Anónimo). SANTA MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS “Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de las maravillas que hizo en ti el Señor. Él te escogió por madre y te quiso junto a su cruz. Ahora, te hace partícipe de su gloria y escucha tu plegaria. Ofrécele nuestra alabanza y nuestra acción de gracias. Preséntale nuestras peticiones... Haznos vivir como tú, en el amor de tu Hijo, para que venga a nosotros su Reino. Conduce a todos los hombres, a la fuente de agua viva que brota de su Corazón, extendiendo, sobre el mundo, la esperanza y la paz, la misericordia y la salvación. Mira nuestra confianza, responde a nuestra súplica y muéstrate siempre nuestra Madre. Amén. Nuestra Señora del Sagrado Corazón. ¡Ruega por nosotros!”. (Anónimo). SANTA MARÍA DEL SILENCIO, ENSÉÑAME A CALLAR “Enséñame oh Madre del Señor a callar si la caridad va a quedar dañada si hablo. Enséñame a no hablar nunca mal de nadie, a no hacer crítica destructiva o difamación del hermano. Enséñame el silencio de la aceptación interior sin rebelión interior y en la paz del corazón. Enséñame a callar, a sufrir, a amar, a aceptar en el silencio que se confía en Dios. Enséñame a orar en lo escondido, a dar limosna en lo oculto, a vivir santamente en el decoro del silencio de corazón. Enséñame a caminar entre silencios, aunque no a solas, que no olvide nunca que a Dios se va por el hermano y con el hermano. Enséñame a hacer silencio exterior, e interior de pensamientos inútiles, ilusiones imaginarias, deseos irrealizables, preocupaciones y agobios excesivos. Enséñame a cultivar el silencio, fuente de inmensas energías y ambiente necesario para arriesgadas decisiones. Enséñame el silencio para poder entenderme a mí. Enséñame el silencio para escuchar y entender al hermano. Enséñame el silencio, los desiertos, las pobladas soledades, donde únicamente me puedo encontrar con Dios. Enséñame oh María, los silencios fecundos, el silencio permanente, enséñame a contemplarte. Amén”. (Anónimo). SANTA MARÍA, FELIZ Y DICHOSA “Dichosa tú, María porque creíste cuanto te dijo el ángel y llegaste a ser madre del Resucitado. Ahora, en la Pascua, en tu Pascua, porque tú también fuiste al cielo, te llega la felicidad eterna, la dicha, porque tu fe se ve compensada, respondida por un Dios de amor. Y contemplas desde lo alto cuanto te ha sucedido, y proclamas las maravillas que Dios hizo en ti. Feliz tú, María, porque no sólo se cumplió la palabra del ángel, sino también aquella del Hijo que esperaba la Resurrección”. (Anónimo). SEÑORA Y MADRE MÍA “Santa María, madre de Jesús, mi Señor y Salvador, virgen de la humildad y de la gracia, virgen de la entrega a Dios y de la fidelidad absoluta y total. Mi corazón se regocija en ti y canta porque tú eres la elegida de Dios, la virgen madre, la pura, la Señora. ¡Bendita seas! Cada vez que te miro, Señora y madre mía, siento que contigo nuestro mundo se ha llenado de luz y de dicha de fe y de esperanza, de amor y de paz, y que a pesar de que el mal está también presente, por todas partes, el bien es mucho, muchísimo más fuerte y va a ganar la lucha, porque tú estás aquí, en medio de nosotros como ejemplo y modelo, guía y compañera en nuestro caminar. Enséñame María a amar a Dios con todo el corazón como lo amaste tú; enséñame a amarlo con un amor sincero, cálido y profundo, capaz de los mayores sacrificios y la más grande entrega. Enséñame a abrirle mi corazón, de par en par, como se lo abriste tú siempre, para que Él lo llene completamente con su presencia viva y palpitante que impulsa y enriquece. Enséñame María a creer y a esperar en su Palabra que da la vida, y a entregarme sin miedo a su voluntad, como tú te entregaste, con la plena certeza de que sus designios traen siempre un bien, aunque las apariencias digan otra cosa. Enséñame María a hacerme pobre, desprendida de los bienes del mundo y de mis propios caprichos e intereses, para pensar sólo en los intereses, deseos y caminos de Dios y poner todo mi empeño en buscarlos y hacerlos realidad. Enséñame María a ser humilde y a mantener mi humildad por encima de todo, ahora y siempre, como la mantuviste tú, aún habiendo sido escogida para ser la madre de Jesús, el Hijo de Dios viviente. Enséñame a ser generoso siempre, a servir con amor y dedicación a quienes me necesitan, como serviste tú a tu prima Isabel y a todas las personas que compartieron su vida contigo. Enséñame María a ser sencillo, honesto, sincero y justo, para agradar a Dios como lo agradaste tú a lo largo de toda tu vida. Santa María, madre de Jesús mi Señor y Salvador, mi corazón se regocija en ti porque tú eres la elegida de Dios. ¡Bendita seas!”. (Anónimo). SÚPLICA A MARÍA “Virgen María, dame un corazón semejante al tuyo. Firme en sus afectos e inquebrantable en su fidelidad. Un corazón afectuoso que irradie ternura serena y no rehuse entregarse a los demás. Un corazón delicado, capaz de poner amor en los pequeños detalles y en los humildes servicios. Un corazón casto, que viva en la carne, sin mancharse de torpezas. Un corazón abierto de par en par, que goce con el gozo de los demás y que sepa beber la copa del dolor. Un corazón dulce y bueno, que no condene a nadie y no se canse nunca de perdonar y de amar”. (Anónimo). TE SALUDAMOS, MARÍA “Dios te salve, María. Te saludamos desde nuestra fe, desde nuestra esperanza. Te saludamos desde nuestro corazón más íntimo, desde el corazón de la Iglesia, desde el corazón de nuestro pueblo, desde nuestra plegaria. Te saludamos desde el Dios presente en nosotros, llena de gracia, llena de risa, llena de Espíritu, llena de vida, llena de tierra y de cielo, llena de Dios. El Señor es contigo y, por ti, Dios con nosotros. Se abre en espera todo lo humano, toda la tierra, porque tú anuncias la Aurora Nueva. Tú siempre preparas la venida de Jesús. ¡Dios te salve, María, Madre nuestra, llena de gracia!”. (Anónimo). TE SALUDAMOS, MARÍA, CAMINO DE NUESTRA ALEGRÍA "Alégrate, María, fuente de vida eterna, alegría del universo, esperanza de los creyentes, lámpara siempre encendida, sagrario de luz, abismo de maravillas, puerta del Señor, crisol de la naturaleza humana, taller de incontables maravillas, puerto sin tempestad, esperanza de los desesperados, morada del Dios infinito". (Anónimo, Letanía bizantina). VIRGEN DE LA ALEGRÍA “Virgen de la alegría, entusiasta en el amor y en el servicio, ayúdanos a sonreír y a cantar como un gran pueblo de hermanos. Danos la confianza de que Jesús vive en nosotros. Quítanos el miedo y haznos trabajar por la paz y la justicia de modo que todos los hombres puedan vivir con alegría”. (Anónimo). VIRGEN DE LA MERCED “Contigo voy Virgen pura, y en tu poder voy confiado pues yendo de ti amparado, mi alma volverá segura. Dulce madre no te alejes, tu vista de mí no apartes, ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes. Y ya que me proteges tanto como verdadera madre, haz que me bendiga el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo”. Amén”. (Anónimo). VIRGEN MARÍA, NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ “Vengo a ti con confianza. No sé rezar. No sé qué decir. No tengo mucho tiempo. Tú nuestra madre, sabrás encontrar las palabras, que tocarán el corazón de tu hijo Jesús. Que esta pequeña vela que arderá junto a ti sea signo de mi buena voluntad y amor, que también son frágiles y fácilmente se apagan. Que arda con fuerza, como el grito de este mundo que tiene hambre de pan y de ternura, de justicia y de paz. Que arda, como este amor con que somos amados por el Padre en Jesús, tu Hijo y nuestro hermano mayor. Que mi fe vacilante se fortalezca en este amor y sea fuente de paz interior. En tu corazón de Madre, María, a quien me gusta llamar Nuestra Señor de la Paz, presento el balbuceo de mi oración, el impulso de mi fe y de mi amor por Jesús y por la humanidad que Él ha venido a salvar. No hago más que consumirme. Esta pequeña llama simbolizará que mi corazón está cerca de ti, y que aunque me sumerja en los menesteres cotidianos, continúo rezando contigo, ¡oh madre mía! Amén”. (Anónimo). ORACIONES BREVES A MARÍA “A ti, Virgen María, por tu inmensa bondad te ofrezco mi alma en flor, mi poesía. Sembraste caridad en mi tierra baldía con el milagro de tu cercanía”. (Emma-Margarita R. A.-Valdés). . “María, que la transparencia de tus ojos limpie nuestra mirada. Que el amor que arriba en tu corazón encienda en el nuestro un inmenso amor a tu Hijo y un amor entregado a todos los hombres. En momentos oscuros de nuestra vida, cuando las tinieblas nos cubren como cubrieron a tu Hijo en la cruz, no podemos dejar de volvernos a ti, madre nuestra, seguros de encontrar tu protección”. (José Correa, S.J.). “Tú das la salud y la alegría. ¡Ven a ayudarnos en nuestra fe!". (De un himno del Breviario). “Bienaventurada Madre de Dios, María, tan pura, tan hermosa, templo del Señor, morada del Espíritu Santo, María, tú eres nuestra esperanza”. (Anónimo). “Blanca flor del Carmelo vid en racimo, celeste claridad, puro prodigio al ser, a una, Madre de Dios y Virgen: ¡Virgen fecunda! Bajo noches oscuras navega el alma, enciende tú los rayos de la esperanza, y sé el lucero que lleve nuestra nave segura al puerto”. (Anónimo).