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La construcción mediática
de los «yihadistas»
Said Bouamama
Publicado por Matxingune taldea en 2014
Tabla de contenidos
El sensacionalismo .........................................................................................................
Esencialismo .................................................................................................................
Coacción ......................................................................................................................
Negación ......................................................................................................................
La justificación .............................................................................................................
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Un nuevo término ha entrado en el vocabulario usual del francés en los últimos meses, el de
yihadista. Los grandes medios de comunicación abordan diariamente el tema y difunden un marco
de interpretación que modela la opinión pública, orientando las reacciones y suscitando tomas de
posición. Para dar un aval científico a afirmaciones mediáticas, se acude a la ayuda de «expertos» y
«especialistas» de nombres rimbombantes. Pero, más allá de una aparente diversidad de opiniones, se
esconde una unidad de análisis. A pesar de la impresión de objetividad de los artículos y reportajes,
pueden identificarse de forma constante estas cuatro recurrencias ideológicas: los prejuicios sobre el
Islam, las coacciones hacia los musulmanes para que se justifiquen por su fe, la negación de las causas
internas en los países occidentales, y la justificación de la guerra. Estos cuatro discursos mediáticos,
al ser difundidos sobre un fondo sensacionalista, no son baladíes. Tienen una función social y política
muy concreta. Juntos, ayudan a producir una realidad social y política con graves consecuencias.
El sensacionalismo
El tono dominante del discurso mediático es el del sensacionalismo. Nos encontraríamos ante un
fenómeno sensacional, no sólo inédito sino también impredecible. Se repiten cifras y se subrayan las
fulgurantes progresiones de las partidas hacia Siria:
Nunca ha sido tan elevado el número oficial de participantes franceses en el yihad.
En julio, el ministro del Interior estimaba a 800 el número de personas participantes
en operaciones islamistas en Oriente Medio. Una cifra que ya se había incrementado
en un 56% en pocos meses: eran 500 en abril. Un año antes, en marzo de 2013, no
eran más que 50 franceses los que habían elegido el yihad. Es un aumento constante
del número de combatientes voluntarios que muestra las dificultades en detener el
flujo de partidas hacia Irak o Siria1.
Los titulares angustiosos protagonizan las portadas de nuestra prensa y noticias, o la presentacion de
los reportajes de actualidad: «Yihadismo, una Francia mal protegida», según el diario Express2; «La
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Le Figaro.fr, 14 de septiembre de 2014.
L’Express nº 3.300, 1 de octubre de 2014.
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situación de la amenaza terrorista en Francia», según el diario I-télé3, «los yihadistas se entrenan en
la zona de las Ardenas belgas» según el diario L’Union l’ Ardennais4, etc.
La fábrica del miedo funciona a toda velocidad, con sus dos consecuencias lógicas: la renuncia a
la explicación racional, lo que por una parte favorecerá las reacciones emocionales, y por la otra la
demanda de seguridad, que será aceptada incluso en detrimento de las libertades esenciales. Ya no se
trata solo de perseguir los objetivos actuales, sino que la escalada de una lógica basada en la seguridad
se instala profundamente en nuestra sociedad. Este mecanismo ha sido descrito de la siguiente manera
por Serge Quadrupanni:
El antiterrorismo es la punta de lanza, la vanguardia conceptual y la práctica
de una política del miedo que tiende a infiltrarse en todos los rincones de
la sociedad. Esta política de producción simultánea de temores y de controles
supuestamente justificados para frenarlos y contenerlos, está condenada a inventarse
constantemente nuevos enemigos: después del terrorista, serán los jóvenes de
barrios populares o simplemente los jóvenes, los niños, el internauta, el loco, el
inmigrante, el extranjero, el musulmán, el gitano5, etcétera.
Pero evitemos la crítica que nos pueda situar bajo «la teoría de la conspiración» 6, ya que esta aparece
constantemente como un «comodín» ante cada cuestionamiento de los mecanismos de dominación.
No hay necesidad de creer en ninguna teoría de la conspiración para determinar la existencia de
una estrategia por parte de las clases dominantes, en su pretensión de guiar a la opinión pública para
enmascarar la realidad e imponer decisiones, presentándolas como deseables y necesarias.
Esencialismo
El primer leitmotiv de los discursos mediáticos dominantes, impuesto por el sensacionalismo, es una
construcción esencialista del Islam. El esencialismo es pues el proceso del pensamiento que consiste
en homogeneizar una realidad plural, en hacer que pierda su carácter histórico, y en presentarla de
forma reconstruida, como una explicación invariable al conjunto de los acontecimientos y/o de los
comportamientos de las personas de las que se pretende que formen parte de esa realidad.
Durante muchos años, esta construcción esencialista (o estereotipada, tergiversada, ndt) del Islam, se
difunde a través de múltiples canales con la consecuencia de un aumento de la islamofobia: según
esa reconstrucción, se presenta el Islam como incapaz de concebir la diferencia entre la religión y
la política, de lo que se deriva lógicamente una alergia de los musulmanes hacia la democracia. Se
basaría en una desigualdad de género con el resultado lógico de un sexismo exacerbado por parte
de los hombres musulmanes, y de una sumisión igualmente significativa por parte de las mujeres
musulmanas. Todo ello sería incompatible con el racionalismo y por esa misma razón conduciría a
una mayor tendencia al fanatismo, etc.
Una de las consecuencias del proceso del esencialismo es el uso como sinónimo de los términos
«Islam» y «musulmán». De esta manera, todos los comportamientos de los musulmanes pueden
explicarse por ese Islam presentado como una esencia, esencializado. El boxeador Mohammed Ali
respondió de manera fulminante a este tipo de razonamiento en una famosa entrevista con un periodista
sobre los ataques del 11 de septiembre: «¿Cómo se siente acerca de la idea de que usted comparta la
misma fe con los sospechosos arrestados por el FBI ?» -«Y usted, contestó, ¿cómo se siente acerca
de la idea de que Hitler compartió la suya?»7.
3
I-télé, 15 de septiembre de 2014.
L’Union l’Ardennais, 3 de octubre de 2014.
5
Serge Quadrupanni, La politique de la peur, Seuil, París, 2011, p. 24.
6
Para una crítica profunda de la invención de la teoría del complot y su instrumentalización (en particular por Taguief et Boudon) contra
cualquier crítica del sistema de dominación capitalista, véase: «L’invention de la théorie du complot ou les aveux de la sociologie libérale»,
en Terreur et Possession, enquête sur la police des populations à l’ère technologique, éditions de l’échappée, París, 2008.
7
Declaraciones recogidas por Sylvain Cypel en Le Monde, 6 de octubre de 2001.
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Coacción
La división binaria conlleva una lógica de sospecha. Al mismo tiempo que se aplaude al «musulmán
moderado», a los «radicales» se les piden explicaciones, que tomen la palabra, que emitan condenas.
El musulmán es de alguna manera responsable de todos los actos y declaraciones que se hagan en
el nombre del Islam por cualquier persona en este planeta que se reivindique de esta religión. Sus
silencios son diagnosticados en el mejor de los casos como irresponsabilidad y en el peor, como
complicidad.
Es así como el periódico francés Le Figaro, pudo iniciar una encuesta el pasado 25 de septiembre
en torno a la siguiente pregunta, tan significativa:« ¿Manifiestan suficientemente los musulmanes
franceses su oposición a la amenaza terrorista?».
Por su parte, La Libre Belgique puede titular uno de sus artículos del 28 de septiembre de la siguiente
manera: «¿Deben los musulmanes disociarse de los yihadistas?».
La campaña «NotInMyName» (No en mi nombre) no solamente protagoniza los titulares de todos los
medios de comunicación durante varios días, sino que es retomada por el propio presidente Obama,
quien declaró en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 24 de septiembre que: «Es hora de
que el mundo -y en particular las comunidades musulmanas- rechacen explícitamente con firmeza y
de forma sistemática, la ideología de al Qaeda y el Estado islámico».
Mientras que la acusación de comunitarismo ha llegado a ser frecuente al abordar las cuestiones
referidas al Islam, ahora se les pide a los musulmanes que se expresen como comunidad. Que se presten
al juego de la condena, o que rechacen la coacción de tener que justificarse, el resultado es el mismo:
la reproducción del estereotipo que presenta a los «musulmanes» como totalidad homogénea y vacía
de contradicciones. La coacción de tener que justificarse bajo la misma lógica que la de los «castigos
colectivos» de la época colonial. Antaño, se podía condenar a grupos enteros por delitos que no habían
cometido, mientras que ahora hay grupos enteros que deben justificarse por hechos de los cuales no
son responsables. Porque, evidentemente, ¡ojo con el silencio!: es percibido inmediatamente como
sinónimo de complicidad.
La lógica no es nueva y ya se ha utilizado muchas veces en el pasado respecto a la inmigración y a
sus hijos, que son las nuevas generaciones de franceses. Por tomar sólo un ejemplo, recordemos las
revueltas de los barrios populares de noviembre 2005 en Francia. A las personas de origen inmigrante
se las invitaba a la televisión únicamente para formularles una pregunta: la que tenía que ver con
la condena de las revueltas. Pero podríamos citar igualmente la coacción (cuando uno es de origen
inmigrante), de tener que demostrar que se está integrado, que no se es homófobo, ni sexista, ni
antisemita, etcétera.
La frecuente división binaria entre musulmanes «moderados» y «musulmanes radicales» no cambia
nada fundamental en la cuestión de la esencialización. El musulmán moderado sería el que practica el
Islam con moderación, y el musulmán radical, el que practica el Islam sin moderación. En definitiva,
esta división binaria y esencialista atribuye a la palabra «radical» un certificado de «islamidad»,
ya que si se necesita moderar el Islam, entonces es porque lleva en él, en su esencia, tendencias
peligrosas. Como destaca Maurice Tarik Maschino «el musulmán moderado es una abstracción, un
pseudo concepto o concepto de guerra, cuya función es la de despertar en la imaginación de los
lectores, los estereotipos habituales que estigmatizan a los musulmanes» 8.
Negación
La esencialización y la coacción que conduce a justificarse, tienen una función social y política: la
de ocultar las causas que pueden conducir a unos jóvenes franceses a ser candidatos para irse a Siria.
En todos los procesos sociales, el cuestionamiento únicamente de la oferta (en este caso la oferta de
yihadismo) conduce a una reducción de la realidad. El silencio sobre la «demanda» es una negación
de las verdaderas causas del proceso estudiado. Hay mucho en juego, ya que la toma en consideración
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Maurice Tarik Maschino, «Qu’est-ce qu’un musulman modéré?», El Watan, 28 de marzo de 2012.
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de la demanda nos lleva a interesarnos por las condiciones materiales de la existencia de una parte de
nuestra población, cuyo origen es la inmigración poscolonial.
Ahora bien, esas condiciones revelan una discriminación masiva y sistémica, haciendo impensable el
porvenir para numerosos jóvenes. Esas condiciones resaltan una precariedad, haciendo de lo cotidiano
algo insoportable. Ponen de relieve una relación con la policía basada en controles de identificación
de un ritmo de excesiva regularidad, lo que produce un sentimiento difuso de inseguridad. Además,
sacan a la luz un estado de sospecha permanente en los medios de comunicación, con una islamofobia
en crecimiento exponencial durante estas últimas décadas. Todos estos son los factores que pueden
coagularse en trayectorias individuales que hacen emerger una «demanda», exactamente como causas
similares pueden llevar a otros jóvenes a comportamientos suicidas, a necesidad o demanda de una
secta, a la violencia contra sí mismo y contra los suyos.
La explicación mediática en términos de «auto-radicalización», que se ha hecho tan común, no rompe
con esta negación de las causas de la demanda. Quienes formulan la «oferta», se habrían convertido
en expertos del adoctrinamiento informático, y esto sería suficiente para explicar todo el proceso. Una
vez más, se elimina el cuestionamiento acerca de los factores que hacen a algunos más idóneos para
esta oferta. El barniz de tipo psicológico de numerosos reportajes tienen como objetivo cubrir, bajo
un discurso pretendidamente científico, la operación de negación de las causas reales.
La justificación
La esencialización, la coacción y la negación conducen finalmente a evitar todo debate sobre los
objetivos reales de las guerras. Todo lo que está en juego a nivel geoestratégico y energético (gas
y petróleo) desaparece por completo del debate, para dejar únicamente cabida a la urgencia de
un consenso «anti-barbarie». La operación ha sido, por ahora, todo un éxito: las intervenciones
en Siria, en Costa de Marfil y en Centroáfrica aún no generan grandes reacciones. Al reunir al
conjunto de los actores sociales susceptibles de oponerse a la guerra, en un clima de pavor y en
medio de explicaciones esencialistas, se consigue destruir el movimiento de «no a la guerra» y
«anti-imperialista». Ese clima y esas explicaciones permiten que no nos cuestionemos las tácticas y
estrategias utilizadas concretamente, como por ejemplo: el apoyo a grupos que más tarde se pretende
combatir, la presentación de monarquías oscurantistas (Arabia Saudita, Qatar, etc.) como aliados,
etcétera.
Es así como la construcción mediática de los yihadistas se inscribe en el marco de una estrategia de
guerra. Poco importa que esto se haga de forma consciente o no, por los actores de los medios de
comunicación: el resultado es el mismo.
Said Bouamama
13 de octubre de 2014
Fuente: http://michelcollon.info/
Traducción: Colectivo Investig'Action
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