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Fuera de Ruta
Madres solas, ¿malas madres?
Margarita Bejarano Celaya*
En esta ocasión, fecha ícono de la cultura mexicana: el día de las madres, me referiré a
las madres solas; es decir a aquellas que crían y educan a sus hij@s sin la participación
activa -afectiva y económica- del padre.
Según datos del Consejo Nacional de Población para 2002, más de 24 millones de
mujeres mexicanas son madres, de ellas aproximadamente 22 millones conviven con
por lo menos uno de sus hijos o hijas (por alguna razón aproximadamente el 9 por
ciento de éstas no convive con sus descendientes). De las madres que sí conviven con
sus hij@s, una quinta parte, es decir 4.4 millones, son madres solas.
Habría que hacer de entrada una diferencia entre madres solteras, viudas y divorciadas
o separadas, porque aunque todas ellas son madres solas, socialmente ocupan
posiciones distintas y enfrentan por tanto problemáticas diferentes. La gran mayoría
de las madres solas trabaja (71.8 por ciento), e independientemente de su estatus civil,
edad o número de hijos, dedica extenuantes jornadas al trabajo fuera de casa, a las
actividades del hogar y al cuidado de los hijos.
Con sus diferencias y en su diversidad, la mayoría de las madres solas enfrentan algún
tipo de discriminación y carga social. Incluso las viudas, pues de acuerdo al rango de
edad en que se encuentran la mayoría de ellas, tiene en promedio menor escolaridad y
mayor número de descendientes que las otras madres solas y en muchos casos deben
buscar el amparo de l@s hij@s mayores o de otros familiares para subsistir y sacar
adelante a l@s menores, pues difícilmente encuentran empleo por su edad adulta.
Las madres solteras enfrentan el estereotipo de que son débiles y vulnerables y en
muchos casos son señaladas por no cumplir con el modelo de mujer ‘virgen hasta el
matrimonio’; la sociedad las juzga por transgredir el orden social que estigmatiza las
relaciones sexuales prematrimoniales y además las tacha de ‘tontas’ por quedar
embarazadas sin el apoyo de una pareja.
Por su parte, las madres separadas o divorciadas deben sobrellevar el peso de no
haber podido sostener una estructura familiar, como tradicionalmente es concebida,
muy a pesar de que en muchos de los casos son sus parejas quienes las abandonaron
o, incluso, cuando las ahora madres solas dieron fin a la relación por tratarse de una
dinámica violenta o por contar con un proyecto de vida profesional y personal que no
comulga con el del esposo. Así pues, lo que para muchas mujeres madres solas se
convierte en una ganancia en el reconocimiento y ejercicio de sus derechos -sexuales,
económicos y sociales- para la sociedad es indicativo de un solo hecho: madres
solteras, separadas y divorciadas son transgresoras del orden social establecido.
En lo que respecta a los mitos de la maternidad sola, de entrada hay que decir que
todos estos estereotipos asociados a estas madres son injustos y discriminatorios pues
le dan connotaciones negativas y no juzgan en el mismo sentido a los padres que
abandonan o que no asumen su paternidad. Por otra parte, a menudo se dice que las
madres solas son las más pobres de los pobres y además transmiten desventajas a sus
hij@s ante la ausencia de un modelo masculino; sin embargo, serias investigaciones
han dado evidencia empírica de que estas ideas no son generalizables. Por el contrario,
muchas familias encabezadas por mujeres logran mejorar sus niveles de vida después
de la separación o abandono del padre por muchos motivos: los ingresos de las
mujeres se destinan en mayor proporción a las necesidades familiares que a las
personales, la tensión disminuye, se generan dinámicas de mayor confianza y menos
violentas; además las madres solas alientan el desarrollo profesional de las hijas e hijos
como una forma de salir de la marginación.
El tema tiene muchas aristas y el papel de las madres solas debe ser analizado en un
contexto más amplio. Los cambios, económicos, sociales y demográficos que se han
presenciado en el mundo en los últimos años han transformado la estructura de las
familias en el mundo y en nuestro país. Aunque desde el punto de vista sociológico
sigue siendo una institución básica en la que se sustenta el funcionamiento de nuestras
sociedades; la familia nuclear -formada por mamá, papá y vari@s hij@s- ha cedido
espacios a familias de hij@s únicos, monoparentales, homosexual y mixtas o extensas,
aunque algunas de ellas siempre han existido.
En este escenario dinámico, en muchas ocasiones la presión social y la carencia de
oportunidades de trabajo, redes familiares y apoyo institucional para sacar adelante a
su(s) descendiente(s) hacen que la maternidad en soledad se constituya en un grave
problema. Pero hay que reconocer entonces que el problema de las madres solas no es
sólo de ellas sino también de los padres que no viven con sus hij@s y de la sociedad en
general. En la medida en que como sociedad valoremos la necesidad de que los
hombres reafirmen su masculinidad con formas más responsables de asumir la
paternidad, se contribuiría en gran medida a aligerar la carga de muchas madres solas
(y también de muchas madres con pareja).
*Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora, actualmente estudia el Doctorado en
Ciencias Sociales con especialidad en Desarrollo Económico y Exclusión Social,
[email protected]