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PABLO CERVERA BARRANCO
JUNIO:
MES CONSAGRADO
AL AMOR ENCARNADO
DE DIOS,
EL CORAZÓN DE JESÚS
LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
La devoción al Corazón de Jesús ha existido desde los primeros
tiempos de la Iglesia, cuando se meditaba en el costado y el Corazón
abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la
Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. La devoción al
Sagrado Corazón está por encima de otras devociones porque veneramos
al mismo Corazón de Dios. Pero fue Jesús mismo quien, en el siglo
diecisiete, en Paray-le-Monial, Francia, solicitó, a través de una humilde
religiosa, que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su
Sacratísimo Corazón.
El 16 de junio de 1675 se le apareció Nuestro Señor y le mostró su
Corazón a Santa Margarita María de Alacoque. Su Corazón estaba rodeado
de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual
brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz. Santa Margarita
escuchó a Nuestro Señor decir: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a
los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada
más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor».
Con estas palabras Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la
devoción a su Sagrado Corazón. La devoción en sí está dirigida a la
persona de Nuestro Señor Jesucristo y a su amor no correspondido,
representado por su Corazón. Dos, pues son los actos esenciales de esta
devoción: amor y reparación. Amor, por lo mucho que Él nos ama.
Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe sobre todo en
la Sagrada Eucaristía.
Aparición del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque (1888)
Antonio Ciseri (1821-1891)
Iglesia del Sagrado Corazón. Florencia, Italia.
PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Las Promesas de Nuestro Señor a Santa Margarita María Alacoque en
favor de aquellos que son devotos a su Sagrado Corazón:
1. Otorgaré las gracias necesarias en vida.
2. Llevaré paz a sus hogares.
3. Los consolaré en sus aflicciones.
4. Seré su seguro refugio en vida, y sobre todo, en la muerte.
5. Bendeciré todas las acciones emprendidas.
6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón un oceáno infinito de
misericordia.
7. Las almas tibias se tornarán fervientes.
8. Las almas fervientes se elevarán a la perfección.
9. Bendeciré los lugares donde se honre Mi Sagrado Corazón.
10. A los sacerdotes les daré la gracia de tocar los corazones
endurecidos.
11. Aquellos que propaguen mi devoción tendrán su nombre escrito en
mi corazón y no serán borrados.
12. Prometo por medio de mi gran misericordia y mi grandioso amor,
que aquellos que comulguen los nueve primeros viernes de mes
recibirán la gracia de la penitencia final; no morirán en desgracia ni sin
recibir los Sacramentos; mi Divino Corazón será su refugio seguro en
este último momento.
DEVOCIÓN DEL PRIMER VIERNES
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
«La oración de la Iglesia venera y honra al [Sagrado] Corazón de
Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su
Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros
pecados»1.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es muy antigua en la
Iglesia; sin embargo, fue Santa Margarita María de Alacoque quien la
popularizó. Jesús se le apareció durante la octava de la fiesta de Corpus
Christi y le dijo:
«Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en amor
abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que
sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo
sacramento de mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más
desgarradoramente es que estos insultos los recibo de personas
consagradas especialmente a mi servicio»2.
Nuestro Señor hizo grandes promesas a aquellos que le demuestran
su amor y hacen expiación por los pecados propios y ajenos: «Yo prometo
en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso
concederá a todos los que comulguen los nueve primeros viernes
consecutivos la gracia de la perseverancia final: no morirán en mi desgracia
ni sin recibir los sacramentos, haciéndose mi Corazón su asilo seguro en
aquella última hora»3.
La gran promesa del Sagrado Corazón de Jesús es muy consoladora:
la gracia de la perseverancia final y el gozo de encontrar en su Sacratísimo
Corazón un refugio seguro de misericordia en nuestra última hora.
Para ganar esta gracia debemos:
• Recibir sin interrupción la Sagrada Comunión durante nueve
primeros viernes consecutivos.
• Tener la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de
alcanzar la perseverancia final.
• Ofrecer cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las
ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento.
Cf. CEC, 2669.
Cf. SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE, Autobiografía.
3
Ibidem.
1
2
Oración
Oh Dios,
que en el corazón de tu Hijo,
herido por nuestros pecados,
has depositado infinitos tesoros de caridad;
te pedimos que,
al rendirle el homenaje de nuestro amor,
le ofrezcamos una cumplida reparación.
Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
LECTURA BÍBLICA Juan 19:31-37
Los judíos, como era el día de la Parasceve, para que no quedasen los
cuerpos en la cruz el día de sábado, por ser día grande aquel sábado,
rogaron a Pilato que les rompiesen las piernas y los quitasen. Vinieron,
pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba
crucificado con Él; pero llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le
rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su
lanza el costado, y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da
testimonio, y su testimonio es verdadero; él sabe que dice verdad para que
vosotros creáis; porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura:
“No romperéis ni uno de sus huesos”. Y otra Escritura dice también:
“Mirarán al que traspasaron”.
Consideraciones de san Josemría Escrivá, sobre el Corazón de Cristo4
1. El amor se nos revela en la Encarnación, en ese andar redentor de
Jesucristo por nuestra tierra, hasta el sacrificio supremo de la Cruz. Y, en la
Cruz, se manifiesta con un nuevo signo: uno de los soldados abrió a Jesús
el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Agua y sangre
de Jesús que nos hablan de una entrega realizada hasta el último extremo,
hasta el consummatum est, el todo está consumado, por amor.
La plenitud de Dios se nos revela y se nos da en Cristo, en el amor de
Cristo, en el Corazón de Cristo. Porque es el Corazón de Aquel en quien
habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente. Por eso, si se pierde
de vista este gran designio de Dios —la corriente de amor instaurada en el
mundo por la Encarnación, por la Redención y por Pentecostés—, no se
comprenderán las delicadezas del Corazón del Señor.
SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, Extractos de la homilía El Corazón de Cristo, Paz de los
Cristianos, en Es Cristo que Pasa.
4
2. Tengamos presente toda la riqueza que se encierra en estas palabras:
Sagrado Corazón de Jesús. Cuando hablamos de corazón humano no nos
referimos sólo a los sentimientos, aludimos a toda la persona que quiere,
que ama y trata a los demás. Y, en el modo de expresarse los hombres, que
han recogido las Sagradas Escrituras para que podamos entender así las
cosas divinas, el corazón es considerado como el resumen y la fuente, la
expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las
acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con
lenguaje nuestro.
Por eso al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto
la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al
recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando
que debemos dirigirnos íntegramente —con todo lo que somos: nuestra
alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y
nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías— a Jesús.
En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús: en
conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir
a El, que nos anima, nos enseña, nos guía. No cabe en esta devoción más
superficialidad que la del hombre que, no siendo íntegramente humano, no
acierta a percibir la realidad de Dios encarnado.
3. Jesús en la Cruz, con el corazón traspasado de Amor por los hombres, es
una respuesta elocuente —sobran las palabras— a la pregunta por el valor
de las cosas y de las personas. Valen tanto los hombres, su vida y su
felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para
limpiarlos, para elevarlos. ¿Quién no amará su Corazón tan herido?,
preguntaba ante eso un alma contemplativa. Y seguía preguntando: ¿quién
no devolverá amor por amor? ¿Quién no abrazará un Corazón tan puro?
Nosotros, que somos de carne, pagaremos amor por amor, abrazaremos a
nuestro herido, al que los impíos atravesaron manos y pies, el costado y el
Corazón. Pidamos que se digne ligar nuestro corazón con el vínculo de su
amor y herirlo con una lanza, porque es aún duro e impenitente. Pero fijaos
en que Dios no nos declara: en lugar del corazón, os daré una voluntad de
puro espíritu. No: nos da un corazón, y un corazón de carne, como el de
Cristo. Yo no cuento con un corazón para amar a Dios, y con otro para
amar a las personas de la tierra. Con el mismo corazón con el que he
querido a mis padres y quiero a mis amigos, con ese mismo corazón amo
yo a Cristo, y al Padre, y al Espíritu Santo y a Santa María. No me cansaré
de repetirlo: tenemos que ser muy humanos; porque, de otro modo,
tampoco podremos ser divinos.
Si no aprendemos de Jesús, no amaremos nunca. Si pensásemos,
como algunos, que conservar un corazón limpio, digno de Dios, significa
no mezclarlo, no contaminarlo con afectos humanos, entonces el resultado
lógico sería hacernos insensibles ante el dolor de los demás. Seríamos
capaces sólo de una caridad oficial, seca y sin alma, no de la verdadera
caridad de Jesucristo, que es cariño, calor humano. Con esto no doy pie a
falsas teorías, que son tristes excusas para desviar los corazones —
apartándolos de Dios—, y llevarlos a malas ocasiones y a la perdición.
4. Pero he de proponeros además otra consideración: que hemos de luchar
sin desmayo por obrar el bien, precisamente porque sabemos que es difícil
que los hombres nos decidamos seriamente a ejercitar la justicia, y es
mucho lo que falta para que la convivencia terrena esté inspirada por el
amor, y no por el odio o la indiferencia. No se nos oculta tampoco que,
aunque consigamos llegar a una razonable distribución de los bienes y a
una armoniosa organización de la sociedad, no desaparecerá el dolor de la
enfermedad, el de la incomprensión o el de la soledad, el de la muerte de
las personas que amamos, el de la experiencia de la propia limitación.
Ante esas pesadumbres, el cristiano sólo tiene una respuesta
auténtica, una respuesta que es definitiva: Cristo en la Cruz, Dios que sufre
y que muere, Dios que nos entrega su Corazón, que una lanza abrió por
amor a todos. Nuestro Señor abomina de las injusticias, y condena al que
las comete. Pero, como respeta la libertad de cada individuo, permite que
las haya. Dios Nuestro Señor no causa el dolor de las criaturas, pero lo
tolera porque —después del pecado original— forma parte de la condición
humana. Sin embargo, su Corazón lleno de Amor por los hombres le hizo
cargar sobre sí, con la Cruz, todas esas torturas: nuestro sufrimiento,
nuestra tristeza, nuestra angustia, nuestra hambre y sed de justicia.
El dolor entra en los planes de Dios. Esa es la realidad, aunque nos
cueste entenderla. También, como Hombre, le costó a Jesucristo soportarla:
Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya. En esta tensión de suplicio y de aceptación de la voluntad del Padre,
Jesús va a la muerte serenamente, perdonando a los que le crucifican.
Precisamente, esa admisión sobrenatural del dolor supone, al mismo
tiempo, la mayor conquista. Jesús, muriendo en la Cruz, ha vencido la
muerte; Dios saca, de la muerte, vida. La actitud de un hijo de Dios no es la
de quien se resigna a su trágica desventura, es la satisfacción de quien
pregusta ya la victoria. En nombre de ese amor victorioso de Cristo, los
cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser
sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras.
Hemos de luchar —lucha de paz— contra el mal, contra la injusticia, contra
el pecado, para proclamar así que la actual condición humana no es la
definitiva; que el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Cristo,
alcanzará el glorioso triunfo espiritual de los hombres.
LETANÍAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Padre Eterno, Dios de los cielos,
Dios Hijo, Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santa Trinidad, un solo Dios,
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre,
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu
Santo en el seno de la Virgen Madre,
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo de Dios,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro
de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en quien están todos
los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en quien habita
toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en quien el Padre
halló sus complacencias,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud
todos hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paciente
y de mucha misericordia,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, rico para
todos los que te invocan,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, propiciación
por nuestros pecados,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, saciado de oprobios,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, despedazado
por nuestros delitos,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, perforado por una lanza,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, fuente de toda consolación,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, salvación
de los que en ti esperan,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, esperanza
de los que en ti mueren,
Ten piedad de nosotros
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos,
Ten piedad de nosotros
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten piedad de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón,
haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, mira el corazón de tu amadísimo Hijo y
las alabanzas y satisfacciones que te dio en nombre de los pecadores, y
concede propicio el perdón a los que imploran tu misericordia, en nombre
de tu mismo Hijo Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del
Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
ACTO DE CONFIANZA EN EL CORAZÓN DE JESÚS
¡Oh Corazón de Jesús, Dios y hombre verdadero, refugio de los
pecadores y esperanza de los que en ti confían!; tú nos dices amablemente:
«Venid a mí»; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: «Confía,
hijo mío; tus pecados te son perdonados», y a la mujer enferma: «Confía,
hija; tu fe te ha salvado», y a los apóstoles: «Confiad, soy yo; no temáis».
Animado con estas palabras tuyas, acudo a ti con el corazón lleno de
confianza, para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma:
Corazón de Jesús, en ti confío.
-En mis alegrías y tristezas,
R/ Corazón de Jesús, en ti confío.
-En mis negocios y empresas,
-En mis prosperidades y adversidades,
-En las necesidades de mi familia,
-En las tentaciones del demonio,
-En las instigaciones de mis propias pasiones,
-En las persecuciones de mis enemigos,
-En las murmuraciones y calumnias,
-En mis enfermedades y dolores,
-En mis defectos y pecados,
-En la santificación y salvación de mi alma,
-Siempre y en toda ocasión,
-En vida y muerte,
-En tiempo y eternidad.
Oración
Corazón de Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y, por el
Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca mi confianza en ti,
a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que quieras
enviarme, para que, habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en
la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.
CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
Dulce Jesús, Redentor del género humano; míranos humildemente
postrados ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y, para que
podamos hoy unirnos más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se
consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te
abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos; ten
misericordia de unos y otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu
Santísimo Corazón.
Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de
ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que
éstos prontamente regresen a la casa paterna, para que no perezcan de
hambre y de miseria.
Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o
se hallan divididos por la discordia, y vuélvelos al puerto de la verdad y a
la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo
Pastor.
Concede, Señor, a tu Iglesia, segura y completa libertad; otorga la paz
a las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola
voz: Alabado sea el divino Corazón, por quien nos vino la salud: a él sea la
gloria y el honor por todos los siglos de los siglos. Amén.
CONSAGRACIÓN PERSONAL AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Me entrego y consagro al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesús
Cristo, mi persona y vida, acciones, penas y sufrimientos para que utilice
mi cuerpo sólo para honrar, amar y glorificar al Sagrado Corazón. Este es
mi propósito definitivo, único, ser todo de Él, y hacer todo por amor a Él, y
al mismo tiempo renuncio con todo mi corazón a cualquier cosa que no te
complace, además tomarte, Sagrado Corazón, para que seas el único objeto
de mi amor, el guardián de mi vida, mi seguro de salvación, el remedio
para mis debilidades e inconstancia, la solución a los errores de mi vida y
mi refugio seguro a la hora de la muerte.
Sé pues, Corazón de Bondad, mi intercesor ante Dios Padre, y
líbrame de su sabia ira. Corazón de amor, pongo toda mi confianza en ti,
temo mis debilidades y fallos, pero tengo esperanza en tu Divinidad y
Bondad.
Quita de mí todo lo que está mal y todo lo que provoque que no haga
tu santa voluntad; permite a tu amor puro que se imprima en lo más
profundo de mi corazón, para que yo no me olvide ni separe de ti.
Que yo obtenga de tu bondad la gracia de tener mi nombre escrito en
Tu corazón, para depositar en ti toda mi felicidad y gloria, vivir y morir en
tu bondad. Amén.
CONSAGRACIÓN DE LA FAMILIA
A LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA
Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
os consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas,
y nuestras familias.
Conocemos que el ejemplo bello
de vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener,
con vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que os disteis.
Que nuestro hogar esté lleno de gozo.
Que el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo
sean dados libremente a todos.
Que nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.
Y que siempre estemos cerca de los sacramentos.
Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tanto los difuntos como los vivientes;
que la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
concedednos la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.
Mantened nuestras familias cerca
de vuestros Corazones;
que vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.
Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.
Amén.
TRES NOVENAS DIFERENTES AL SAGRADO CORAZÓN
I.
NOVENA AL SAGRADO CORAZON
Oh Señor Jesús,
a tu Sagrado Corazón
yo confío esta intención ____________.
Solo mírame,
entonces haz conmigo
lo que tu Corazón indique.
Deja que tu Sagrado Corazón decida...
Yo confío en ti...
¡Me abandono en tu Misericordia,
Señor Jesús! Ella no me fallará.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
Sagrado Corazón de Jesús,
creo en tu amor por mí.
Sagrado Corazón de Jesús,
que venga tu Reino.
Sagrado Corazón de Jesús,
te he pedido por tantos favores,
pero con ansias te imploro por esta petición.
Tómala, ponla en tu abierto y roto corazón,
y cuando el Padre Eterno la mire,
cubierta por tu Preciosa Sangre,
no podrá rehusarla.
Ya no seré mi oración,
sino la tuya, Oh Jesús.
Sagrado Corazón de Jesús,
pongo toda mi confianza en ti.
Nunca permitas que me confunda...
Amén.
II.
NOVENA AL SAGRADO CORAZON
I. - Oh, Jesús mío, que dijiste:
«En verdad os digo, pedid y seos dará, buscad y encontrareis, llamad y se
os abrirán»
—He ahí porque yo llamo, yo busco, yo pido la gracia: (menciona el favor que
deseas).
Padre Nuestro,
Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti.
II. - Oh, Jesús mío, que dijiste:
«En verdad os dijo todo aquello que pidáis en mi nombre a mi Padre, El os
lo concederá»
—He ahí porque al Eterno Padre, en Tu nombre, yo pido la gracia...
Padre Nuestro,
Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti.
III. - Oh, Jesús mío, que dijiste:
«En verdad os digo, los cielos y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán»
—He ahí que basándome en la infalibilidad de tus santas palabras, yo pido
la gracia...
Padre Nuestro,
Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, confío en Ti.
Sagrado Corazón de Jesús, para el cual es imposible no sentir
compasión por los infelices, ten piedad de nosotros pobres pecadores y
concédenos las gracias que pedimos por medio del Inmaculado Corazón de
María, Madre tuya y tierna Madre nuestra.
San José, padre nutricio del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por
nosotros.
Dios te salve...
III. NOVENA AL SAGRADO CORAZON
Jesús, Tú dijiste: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá. Aquí estoy de rodillas delante de ti, lleno de fe viva y confianza en
las promesas que hizo tu Sagrado Corazón a Santa Margarita María. Vengo
a pedirte esta gracia (Menciona el favor que deseas).
Amado Jesús, creo firmemente que me puedes conceder la gracia que
te pido, aunque sea preciso un milagro. Si tú quieres se cumplirá mi deseo.
Reconozco que soy muy indigno de tus favores, pero eso no me quita la
confianza en ti. Tú eres Dios misericordioso, que no rechaza mi corazón
contrito. Tiende sobre mí tu mirada de misericordia, te suplico, y tu
bondadoso Corazón hallará en mis miserias y debilidades motivo para
concederme lo que pido.
Sagrado Corazón, cualquiera que sea tu decisión sobre lo que pido,
nunca dejaré de amarte, alabarte y servirte. Muéstrate propicio, Jesús, y
acepta este acto de perfecta sumisión a los designios de tu adorable
Corazón, designios que sinceramente deseo se cumplan en mí y en todas
las criaturas por siempre.
Concédeme la gracia que te pido humildemente por intercesión del
Inmaculado Corazón de tu Madre Dolorosa. Me has confiado a ella como
hijo suyo y sus oraciones lo pueden todo contigo. Amén.