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EPICURO
EDAD PARA LA FILOSOFÍA
Ernesto Priani Saisó
Epicuro de Samos (341-271c a.C.) nació poco después de la muerte
de Platón y tenía diecinueve años cuando murió Aristóteles. Tuvo sus
primeras escuelas filosóficas en Mitilene y Lampasco, antes de ir a
Atenas por el 306 a.C, donde funda el Jardín, que más que una escuela
era una auténtica comunidad de enseñanza filosófica. Su filosofía, que
recoge influencia de Aristóteles y de los sirenaicos, será continuada por
su discípulo romano, Lucrecio, atacada vivamente por San Agustín,
revivida en el renacimiento y evaluada por Marx como fundadora del
materialismo.
Creador, pues, de toda una corriente de reflexión filosófica, de
Epicuro destaca su pensamiento cosmológico, fundado en el atomismo,
y sus inquietudes éticas desarrolladas en torno a la pregunta por cómo
trascender el miedo a la muerte y a los dioses, para poder vivir bien.
Sin embargo, es su noción del placer considerado como un bien
lo que se ha convertido en símbolo de su pensamiento. El placer —
que es siempre el mismo y no se modifica, para Epicuro, ni en cantidad
ni en cualidad— es un bien porque significa la ausencia de dolor. Así,
el placer como bien tiene un sentido prácticamente económico, porque
consiste en la eliminación de la carencia que constituye el dolor, por lo
que no debe identificarse al placer como El bien.
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Ernesto Priani Saisó
En este sentido, la pregunta central en Epicuro no es a qué placeres entregarse, sino qué deseos deben ser satisfechos, en el entendido de que sólo los deseos que se pueden satisfacer realmente, como el apetito, deben ser atendidos, en el orden de eliminar
el miedo a la muerte y vivir bien, pues el temor a la muerte nace
de lo que aún no ha llegado, y cuando llega, dirá Epicuro, nosotros no estamos, por lo que la invitación a satisfacer el deseo, debe entenderse, también, como una invitación a vivir en el presente, y no en la expectativa de lo que vendrá.
La carta a Meneceo es el texto en donde encontramos mejor expuestas sus ideas éticas. En ella expresa a profundidad en qué sentido el placer es un bien, de qué modo evitar el temor a la muerte
y a los dioses, cuál debe ser la conducta del filósofo que se ha
dado cuenta del sentido de la existencia humana.
"Que nadie, mientras sea joven, se muestre remiso en filosofar,
ni, al llegar a viejo, de filosofar se canse. Porque, para alcanzar la
salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado
joven. Quien afirma que aún no le ha llegado la hora o que ya le
pasó la edad, es como si dijera que para la felicidad no le ha
llegado aún el momento, o que ya lo dejó atrás. Así pues,
practiquen la filosofía tanto el joven como el viejo; uno, para que,
aun envejeciendo, pueda mantenerse joven en su felicidad gracias
a los recuerdos del pasado; el otro, para que pueda ser joven y
viejo a la vez mostrando su serenidad frente al porvenir.
Debemos meditar, por tanto, sobre las cosas que nos reportan
felicidad, porque, sí disfrutamos de ella, lo poseemos todo y, si
nos falta, hacemos todo lo posible para obtenerla."
Epicuro, Carta a Meneceo en Máximas para una vida feliz, p. 57
Para Epicuro la filosofía es un ejercicio vital, en el sentido de que
está en juego, no una habilidad particular para reflexionar, sino el
Epicuro. Edad para la filosofía
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sentido y el valor de la propia vida. Ese ethos o disposición del
filósofo en el mundo no requiere de madurez previa, pues su ejercicio nos hace madurar, ni tampoco de jovialidad, pues nos hace
joviales. En otras palabras, el ejercicio de la filosofía es principio
para el disfrute de las cosas que nos hacen felices, más allá de la
edad o del carácter, porque con ella caminamos hacia la serenidad, que no es sino mirar más allá de la inmediatez, en función
de un camino más largo y duradero, que es la vida misma.
Pero, ¿qué tanto nos ocupamos hoy de nosotros mismos?, ¿con
qué frecuencia dirigimos la reflexión hacia nuestra existencia,
con cuánta hacia aquello que nos hace felices? Epicuro muestra
que el filósofo ha de mirar hacia sí. Volver la mirada reflexiva
hacia su persona hasta fundirla con el hecho mismo de estar vivo,
de hacer y padecer, de soñar y desear, de dormir y estar
despiertos.
El punto es que el filósofo ha de vivir reflexivamente, disipando temores, superando penas, satisfaciendo deseos. En otras palabras, ha de darse cuenta de su existencia, como condición de su
propio filosofar y de su vida como alimentada con su propio reflexionar.
Bibliografía sugerida
Epicuro. Carta a Meneceo en Máximas para una vida feliz.
Traducción y edición Carmen Fernández-Daza, p. 57.
Epicuro. Obras. Traducción de Monserrat Jufresa. Madrid:
Tecnos, 1991.
Lledó, Emilio. El epicureismo. Madrid: Taurus, 1985.
García Gual, Carlos. Epicuro. Alianza Editorial, Madrid, 1973.
Cappelleti, Angel. Ensayos sobre el atomismo griego. Sociedad
venezolana de ciencias humanas, 1979.