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Sociedad de Instrucción Primaria
Departamento Pedagógico
POEMAS SEXTO BÁSICO
ADOLECENDIA (1)
Autor: Juan Ramón Jiménez
En el balcón, un instante
nos quedamos los dos solos.
Desde la dulce mañana
de aquél día, éramos novios.
-El paisaje soñoliento
dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
del crepúsculo de otoño.Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quién pierde un tesoro.
ANOCHE, CUANDO DORMIA… (2)
Autor: Antonio Machado
Anoche, cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
de mi corazón
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, viene hacia mi,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche, cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenia
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche, cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacia llorar.
Anoche, cuando dormía,
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
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AGRANDA LA PUERTA, PADRE (3)
Autor: Miguel e Unamuno (español)
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
SONATINA (4)
Autor: Rubén Darío (nicaragüense)
La princesa esta triste… ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el principe de Golconda o de China,
o en el ha tenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de la luz,
o en el rey de las islas de las Rosas fragantes
o en el que es soberano de los claros diamantes
o en el dueño orgullo de los perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde in príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
Más brillante que el alba, más hermoso que Abril!
“Calla, calla, princesa – dice el hada madrina-,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor”.
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SI TIENES UNA MADRE TODAVÍA (5)
Autor: E. Neumann (alemán)
si tiene una madre todavía,
da gracias al Señor que te ama tanto,
que no todo mortal contar podría
dicha tan grande ni placer tan santo.
Si tienes una madre …, sé tan bueno,
que ha de cuidar tu amor su paz sabrosa,
pues la que un día te llevó en su seno
siguió sufriendo y se cayó dichosa.
Veló de noche y trabajó de día
leves las horas en su afán pasaban
un cantar de sus labios te dormía,
y al despertar sus labios te besan.
Enfermo y triste te salvó su anhelo,
que solo el llanto por su bien querido
milagro supo arrebatar al cielo,
cuando ya el mundo te creyó perdido.
Ella puso en tu boca la dulzura
de la oración primera balbucida,
y plegando tus manos con ternura
te enseñaba la ciencia de la vida.
Si acaso sigues por la senda aquella
que va segura a tu feliz destino,
herencia santa de la madre es ella,
tu madre sola te enseñó el camino.
Más, si al cielo se fue… y en tus amores
ya no la harás feliz sobre la tierra,
deposita el recuerdo de tus flores
sobre la fría losa que la encierra.
¡Es tan santa la tumba de tu madre,
que no hay al corazón lugar más santo;
cuando espina cruel tu alma taladre,
vea derramar allí tu triste llanto!
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ROMANCE DE LA CONDESITA (6)
Autor: Anónimo
Grandes guerras se publican
en la tierra y en el mar,
y al conde Flores le nombran
por capitán general.
Lloraba la condesita,
no se puede consolar;
acaban de ser casados:
-¡cuantos días, cuantos meses,
piensa estas por allá?
-Deja los meses, condesa,
por años debes contar;
si a los tres años no vuelvo,
viuda te puedes llamar.
Pasan los tres años y los cuatro,
nuevas del conde no hay;
ojos de la condesita
no cesaban de llorar.
Un día, estando a la mesa,
su padre empieza a hablar:
-Cartas del conde no llegan,
nueva vida tomarás;
condes y duques te piden,
te debes, hija, casar.
-Carta en mi corazón tengo
que don flores vivo está.
No lo quiera Dos del cielo
que yo me vuelva a casar.
Dame licencia, mi padre,
para el conde ir a buscar.
-La licencia tienes, hija,
mi bendición además.
se retiro a su aposento
llora que llorarás;
se quitó medias de seda,
de lanas las fue a calzar;
dejó zapatos de raso,
los puso de cordobán;
un brial de seda verde,
que valía una ciudad,
y encima del brial puso
un hábito de sayal;
esportilla de romera
sobre el hombro se echó atrás;
cogió el bordón en la mano
y se fue a peregrinar.
Anduvo siete reinados,
morería y cristindad;
anduvo por mar y tierra,
no pudo al conde encontrar;
cansada va la romera,
que ya no puede andar más,
Subió a un puerto, miró al valle,
un castillo vio asomar:
“Si aquel castillo es de moros,
allí me cautivarán;
mas si es de buenos cristianos,
ellos me han de remediar.”
Y bajando unos pinares,
gran vacada fue a encontrar:
-Vaquerito, vaquerito,
te quería preguntar
¿de quien llevas tantas bacas,
todas de un hierro y señal?
-Del conde Flores, romera,
del conde Flores tu amo,
¿cómo vive por acá?
-De la guerra llego rico;
mañana se va casar;
ya están muertas las gallinas,
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y están amasando el pan:
muchas gentes convidadas,
de lejos llegando van.
-Vaquerito, vaquerito,
por la Santa Trinidad,
por el camino más corto
me has de encaminar allá.
Jornada de todo un día,
en medio la hubo de nadar,
llegada frente al castillo,
con don Flores fue a encontrar
y arriba vio estar la novia
en un alto ventanal.
-Dame limosna, buen conde,
por Dios y su caridad.
-¡Oh, que ojos de romera,
en mi vida los vi tal!
-Si los habrás visto, conde,
si en Sevilla estado has.
-La romera ¿es de Sevilla?
¿Qué se cuenta por allá?
-Del conde Flores, señor,
poco bien y mucho mal.
Echó la mano al bolsillo,
un real de plata la da.
-Para tan grande señor,
poca limosna es un real.
-Pues pida la romerica,
que lo que pida tendrá.
-Yo pido ese anillo de oro
que en tu dedo chico está.
Abrióse de arriba abajo
el hábito de sayal:
-¿No me conoces buen conde?
Mira si conocerás
el brial de seda verde
que me diste al desposar.
Al mirarla en aquel traje,
cayóse el conde hacia atrás.
Ni con agua ni con vino
no lo pueden recordar,
si no es con palabras dulces
que la romera le da
La novia bajó llorando
al ver al conde mortal;
y abrazando a la romera
se lo ha venido a encontrar.
-Malas mañas sacas, conde,
no las podrás olvidar;
que en viendo una buena moza,
luego la vas a abrazar.
Malhaya, la romerica,
quien te trajo para acá.
-No la maldiga ninguno,
que es mi mujer natural.
Con ella vuelvo a mi tierra;
adiós, señores, quedad;
quédese con Dios la novia
vestida y sin casar,
que los amores primeros
son muy malos de olvidar
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A UN OLMO SECO (7)
Autor: Antonio Machado (español)
Al olmo seco, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
¿El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitando de pardos ruiseñores.
Ejércitos de hormigas en hilera
van trepando por él, y en su s entrañas
urden sus tea grises las arañas.
Antes que te derribe olmo del Duero
con tu hacha el leñador, y el carpintero
te convierte en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y troche un soplo de las tierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracias de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
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TODAS IBAMOS A SER REINAS (8)
Autor: Gabriela Mistral (chilena)
Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad
En el valle del Elqui, ceñido
de cien, montañas o de más,
como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.
Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seriamos todas reinas
y llegaríamos al mar.
Con las trenzas de los siete años,
y bastas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.
De los cuatros reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzaran hasta el mar.
Cuatro esposos esperarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.
Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave losa del faisán.
Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol de pan,
el guayacán no cortaríamos
no morderíamos metal.
Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copan…
Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Gaitecas,
se lo comió la tempestad.
Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.
En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca – jamás.
Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar
le siguió, sin saber nombre,
porque el hombre parece el mar.
Y Lucila que hablaba a ríos,
a montañas y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad
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En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.
Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán.
“En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grande nuestros reinos,
llegaremos todas al mar.”
TIERRA CHILENA (9)
Autor: Gabriela Mistral (chilena)
Danzamos en tierra chilena,
más suaves que rosas y miel
la tierra que amaba a los hombres
de labios y pechos sin hiel.
La tierra más verde de huertos,
la tierra más rubia de mies
la tierra más rojas de viñas,
¡qué dulce que roza los pies!
Su polvo hizo nuestras mejillas,
su río hizo nuestro reír.
¡Y besa los pies de la ronda
que lo hace, cual madre, gemir!
Es bella, y por bella queremos
s césped de rondas albear;
es libre y por libre queremos
su rostro de cantos bañar…
Mañana abriremos sus rocas,
la haremos viñedo y pomar;
mañana alzaremos sus pueblos:
¡hoy sólo sabemos danzar!
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AMIGO (10)
Autor: Pablo Neruda (chileno)
Amigo – Con la tarde haz que se vaya
ese inútil y viejo deseo de vencer
Bebe en mi cántaro si tiene sed.
Amigo – con la tarde haz que se vaya
este deseo mío de que todo rosal
me pertenezca.
Amigo,
si tiene hambre como de mi pan
YO VOY SOÑANDO CAMINOS (11)
Autor: Antonio Machado
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
A lo largo del sendero…
-La tarde cayendo está“En el corazón tenia
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón”
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento,
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir
“agua espina dorada,
quien te pudiera sentir
en el corazón clavada”.
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PEQUEÑA ELEGIA (12)
Autor: Oscar Castro (chileno)
Por el valle claro
vienen a enterrar
al hombre que nunca
divisó el mar.
Era un campesino
de lento mirar,
mediero tranquilo
de la soledad.
Cosechó los trigos
de ajena heredad
y se fue apagando
corazón en paz.
Era casi tierra,
casi claridad
casi transparente
rama de verdad.
Tuvo una alegría:
la de cosechar.
Tuvo una tristeza
ya no sabe cual.
Por el valle claro
lo despedirán
tréboles y alfalfas
de verde mirar.
Aguas de estero
dirán un cantar
por el campesino
que nunca vio el mar.
Cuando lo sepulten,
alguien llorará.
Y en el valle puro
todo será igual.
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LA ROSA CORTADA (13)
Autor: Serafín y Joaquín Álvarez Quintero
Era un jardín sonriente,
era una tranquila fuente,
de cristal,
era, a su borde asomada,
una rosa inmaculada
de un rosal.
Era un viejo jardinero
que cuidaba con esmero
del vergel,
y era la rosa un tesoro
de más quilates que el oro
para él.
A la orilla de la fuente
un caballero pasó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
Y al notar el jardinero
que faltaba el rosal,
cantaba así plañidero,
receloso de su mal:
-Rosa la más delicada
que por mi amor cultivada
nunca fue;
rosa la más encendida,
la más fragantes y pulida,
que cuidé;
blanca estrella que del cielo
curiosa de ver el sueldo
resbaló;
a la que una mariposa
de marcharla temerosa
no llegó.
¿Quién te quiere? ¿Quién te llama
por tu bien o por tu mal?
¿Quién te llevó de la rama
que no estás en tu rosal?
Así un día y otro día,
entre espinas y entre flores,
el jardinero plañía,
imaginando dolores,
desde aquel en que a la fuente
un caballero legó
y la rosa dulcemente
de su tallo separó.
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EL HUMO DEL HOGAR (14)
Autor: Eduardo Posada
¡Cuan alegre la mañana!
Por la atmosfera serena,
vuelan nubes que parecen
blancos copos de algodón;
la compañía exhala aromas
de tornillo y yerbas buenas;
brillan gotas de rocío
sobre el verde carretón;
Sus ovejas los zagales
van llevando hacia el collado;
la vacada con ternura
muge presa en el redil;
los boyeros con su yunta,
con su estera con su arado,
trazan surcos en el valle;
sopla en céfiro de abril.
Y a lo lejos humo tenue,
transparente y azuloso,
se levanta de las chozas;
¡el humo del hogar!
allí, en rústica cocina,
el almuerzo de su esposo,
adereza la pastora
entonando su cantar.
y en el aire, puro y frío,
trepa el humo lentamente,
como gasa de un traje
que la brisa arrebató,
como diáfana cortina;
Como espuma de un fuente,
como frágil nubecilla
que la aurora dispersó.
EL NIÑO (15)
Autor: Francisco Luis Bernardes
Levántate y mira
la luz de Belén;
en la noche oscura
te alumbra tu Bien.
¿Oyes el sonido
limpio de su voz?
Con boca de niño
te llama tu amor.
¿No sientes el fuego
de su caridad?
En forma de niño
nació tu verdad.
Acércate un poco,
no tengas temor;
con manos de niño
te busca el Señor.
Ponte de rodillas
en la tierra fiel;
con ojos de niño
te mira tu Rey.
Háblale sin miedo
dile tu dolor:
con alma de niño
te escucha tu Dios.
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