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LA DEUDA ECOLÓGICA: UNA RESPONSABILIDAD ACENTUADA Y
DESENTENDIDA POR LA TEORÍA ECONÓMICA
Catalina Sosa Botero
Economista, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
Esp. Gestión Ambiental (C), Universidad de Antioquia
Resumen
Aún cuando los planteamientos de la teoría económica clásica fueron acordes al
contexto de la época de sus exponentes, sus fundamentaciones han prevalecido con
otra esencia bajo un paradigma irrestricto y rigido como es la teoría del comercio
internacional que se define desde la lógica neoliberal. Para América Latina, fue en el
contexto de la crisis de la deuda de 1980, donde se plasmó la guía de crecimiento y
desarrollo, cimentada en el libre flujo de capital financiero como agente dinamizador
de las economías. Se aplicaron mecanismos diversos como el de ajuste y
renegociación adherida a las reformas del „Consenso de Washington‟, que en su
proceder no lograron forjar aquella política de comercio internacional que propulsaba
el traspaso de conocimiento tecnológico necesario para la incursión de los países en
desarrollo (PED) hacia mercados diversificados de alto valor agregado y se mermaran
los difusos términos de intercambio que constriñen sus oportunidades comerciales.
Por el contrario, las ventajas comparativas por recursos naturales y productos
primarios permanecieron estáticas, así como las pautas de negociación y la
distribución de ganancias; recayendo en una reprimarización económica y deuda
ecológica que los PED han soportado como su realidad socioeconómica y socioambiental.
Por lo anterior, esta ponencia dejará entrever la relación condicional que existe entre
los preceptos económicos desde la fuerza política neoliberal y la abstracción que se
tiene de una deuda ecológica, donde las responsabilidades ambientales de algunas
naciones sobre otras es de carácter histórico y tangencial. De esta manera, se
consideraran los cuatros ejes de la deuda ecológica, que los investigadores en el
tema han identificado y desarrollado en su propósito de fundamentarla, exteriorizarla
y exigirla. La primera son las emisiones de gases efecto invernadero, donde ciertas
cadenas industriales del norte propasan los niveles permitidos y aún cuando es una
responsabilidad particular sus impactos han sido colectivos; la segunda es la
expropiación y usufructo del conocimiento ancestral refrendado con la política de
patentes –biopiratería–; la tercera es la desatención de los pasivos ambientales
principalmente por actividades extractivas y por último, la exportación de residuos
industriales. Todos estos sucesos han demarcado la crisis ambiental que se vive por
extralimitar la capacidad de soporte del planeta para mantener un estado equilibrado
en donde todos los seres vivos puedan coevolucionar en condiciones acordes.
Palabras claves: neoliberalismo, teoría de comercio internacional, reprimarización,
deuda ecológica y deterioro ambiental.
Introducción
La dimensión e ímpetu del comercio internacional global que se ha vivido fuertemente
desde el siglo pasado quizás no fue predecible del todo por los teóricos clásicos pero
si imputaron la preeminencia innata del libre mercado en un programa de crecimiento
y desarrollo económico. En muchos escritos clásicos de economía se pueden
observar algunos fundamentos del modelo económico vigente, dando así una
revelación del posible alcance de sus axiomas sociales y económicos a lo largo del
tiempo lo que lo haría inmune a cualquier tipo de rechazo o insurrección.
A partir del siglo XVIII el pensamiento económico inició un lineamiento explicito de
una teoría del comercio internacional desde los aportes de dos de sus grandes
representantes: Adam Smith (1776) y David Ricardo (1817), quienes dedicaron en
sus escritos apartes a los principios económicos cuando dos países entablan
intercambios comerciales por la estructura productiva de su economía interna,
cimentada en una combinación de factores de producción, la cual puede ser
extendida en términos geopolíticos y generar pagos considerables. Por un lado, Adam
Smith con su división internacional del trabajo y las ventajas absolutas de los países
comerciantes, y por el otro David Ricardo su teoría de la ventaja comparativa, el coste
relativo de producción y la especialización unívoca de los países. Aún cuando la
teorías clásicas económicas sobre las relaciones comerciales entre países fueron
planteadas en un periodo económico y político distinto, sus presunciones en términos
de aplicación, negociación y resultados, presuntivamente favorables, para los países,
se individualizó en otra esencia y terminaciones con el andamiaje político Neoliberal y
económico de la Economía Neoclásica.
Desde mitad de siglo XIX, bajo esa nuevo paradigma se instauró un modelo al
principio diferenciador pero con la dinámica política en que se fueron entablando las
relaciones comerciales entre países, se llegó a un sistema económico adherente y
homogeneizador. Para los PED inició como una guía procedimental „sugerida‟ por los
organismos multilaterales para superar los impactos de la crisis de la deuda que en el
momento se vivía, basada en una serie de reformas estructurales que se
compendiaron y aplicaron a nombre de lo conocido como „Consenso de Washington‟.
No obstante, aunque los fundamentos de su aplicación se hicieron validar, sus
resultados solo dejaron un ambiente de inquietud sobre la posibilidad de poder
materializar aquellas condiciones de estabilidad, crecimiento y desarrollo que los
escritos experimentales de modelación económica expresaban asiduamente.
Así, es objetivo del presente trabajo estudiar la relación condicional que existe entre
los preceptos económicos desde la fuerza política neoliberal y la abstracción que se
tiene de una deuda ecológica, donde las responsabilidades ambientales de algunas
naciones sobre otras es de carácter histórico y tangencial. El texto se desarrollará en
tres puntos centrales. En primer lugar, se dará lugar a los preceptos que de la
economía clásica han perdurado a la escuela neoclásica de la economía así como su
extrapolación a un modelo económico mundializado y diseñado bajo política
reformistas de cualquier estructura económica ajena a la de libre mercado. En
segundo lugar, se presentará lo inconsecuente que es el discurso con la realidad, al
perfilarse un beneficio comercial común para todos los países participantes desde un
programa de ajuste estructural que convence a los forjadores de política pero reviste
el estado estático de la economía nacional con un proceso de reprimarización
económica y la paulatina depuración de sus recursos naturales. La tercera parte
estará dedicada al estudio de una tan olvidada deuda: la Deuda Ecológica, la cual se
ha concebido en el señorío del capitalismo pero que actualmente exige su
reconocimiento, prevención, reparación y compensación por parte de los
responsables.
1. Una teoría de comercio internacional estructurada y universalizada
El desarrollo de instrumentos y conocimientos tecnológicos marcaron una pauta en
los patrones de comercio y en la línea de estudio de la organización política y
económica de una sociedad. Por ejemplo, con la primera revolución industrial, que se
ubica a partir de 1786, se atiende al llamado de Europa, en cabeza de Inglaterra, por
la construcción de una senda de industrialización que siglos venideros se asentaría
mundialmente bajo reformas estructurales. La invención de la máquina de vapor y la
extracción directa de materias primas –recursos renovables como no renovables, en
mayor cantidad los últimos–, viabilizaron el poder económico que las industrias
podrían alcanzar con una técnica eficiente y efectiva de producción donde el costo
económico de los inputs sería significativamente menor a los beneficios que el
mercado competitivo otorgaría.
En base a la dimensión de esta revolución industrial se contrajo un estudio magno de
la estructura económica de una sociedad. Tal fue el caso del máximo exponente de la
economía clásica, Adam Smith, que con su obra Investigación sobre la naturaleza y
las causas de la riqueza de las naciones (1776) da holgura a un discernimiento
teórico sobre la plausibilidad del factor trabajo como el creador y reproductor de
riqueza por su divisibilidad y captación de valor1 (Smith, 1981), así como aquellos
otros elementos asociados al mismo que se compendian en los dogmas morales,
políticos y económicos que moldeaban la lógica y las acciones del individuo al tiempo
que ordenaban una nación.
Adam Smith (1776) en su advenimiento ideológico critica la doctrina mercantilista al
ellos argüir que la acumulación de metales preciosos sería la principal fuente de
riqueza y que un país tendría una ventaja propia no por propiedades intrínsecas de su
estructura socio-económica sino por el nivel superavitario o deficitario, según
corresponda, de la balanza comercial de pagos determinada por el flujo de entrada y
salida de dichos metales (Keynes, 1963). Así, Smith comienza la preconización de un
libre comercio provisor de un beneficio mutuo para los países negociadores, el cual
parte de las ‹‹ventajas naturales que un país tenga sobre otro›› tal que le permita a
ese país comercializar aquel bien que produzca al menor costo en términos de trabajo
incorporado (Smith, 1981).
En línea con esta diferenciación productiva y los términos comerciales promisorios
trabajados por Smith, David Ricardo en contestación a los aportes del mismo, en su
obra Principios de economía política y tributación (1817) desarrolló los principios de lo
que se conoce como la Teoría de la Ventaja Comparativa, apéndice del principio
comercial de ventaja absoluta que muchos economistas infieren de la lectura de
Smith (Carbaugh, 2009). La ventaja absoluta es aquella donde el beneficio global del
comercio internacional entre dos países teniendo como base solo dos productos
dependerá de que un país se especialice en la producción de aquel bien que requiera
menos unidades de trabajo por cada unidad y que el otro país presente una ventaja
absoluta sobre el bien restante para exportar (Cuevas, 2001).
1
Para Smith el término valor ha de extenderse a dos conceptos ya que “algunas veces
significa la utilidad de un objeto particular, y otras significa la facultad que otorga la posesión
de este objeto de comprar otras mercancías; al primero se le puede llamar valor de uso, y al
segundo, valor de cambio” (Smith, 1981). Exponiéndolos en el famoso ejemplo del agua y el
diamante.
Sin embargo, Ricardo fue más allá y aseveró que el crecimiento de las naciones se
impartía ante la libre competencia que lleva a que los países se especialicen en aquel
bien en el que se tenga la „ventaja comparativa‟ en términos del costo de producción
del mismo, partiendo de la idea en que “en un sistema de comercio absolutamente
libre, cada país invertirá naturalmente su capital y su trabajo en los empleos más
beneficiosos. Esta persecución del provecho individual está admirablemente
relacionada con el bienestar universal. Se distribuye el trabajo en la forma más
efectiva y económica posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y al
hacer más eficaz el empleo de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la
naturaleza; al incrementar la masa general de la producción, difunde el beneficio por
todas las naciones uniéndolas con un mismo lazo de interés e intercambio común”
(Ricardo, 1817).
Así, la teoría de comercio exterior de Ricardo que igualmente fue acometida por
críticas y extensiones, dejó como legado la teoría de ventaja comparativa, la cual a su
manera se fue atomizando en los entrantes paradigmas de comercio internacional
que sustentados en una rígida y compleja teoría económica neoclásica se insertó en
el pensamiento deliberante con el que se llegó el neoliberalismo hacia todos los
países, con un sistema de globalización económica en donde los aportes se
colectivizaban pero el desarrollo se individualizaba. .
Un primer aviso del proceso de mutación económica fue el impacto de la crisis de la
deuda de 1980, lo que llevó a que el siglo XX representara para todos los países, en
especial para aquellos en vías de desarrollo, la transición de los preceptos de la
escuela clásica en el diseño de un comercio internacional compartido hacia un nuevo
sistema económico mundial dirigido por asociaciones y bajo una lógica separatista de
los temas sociales y ambientales pero unificadora económicamente. John Williamson
quién formuló en 1989 lo que se conoce hoy como las reformas del „Consenso de
Washington‟ (Banco Mundial, 2001), lo hizo especialmente con el propósito de
exponer un programa de política económica que alentara el desarrollo de Estados
Unidos ante las secuelas que generó la crisis y logrará promoverlo a la gran potencia
económica que ha llegado a ser desde entonces. Sin embargo, este compromiso de
extender el papel de las fuerzas del mercado y el de las instituciones multilaterales
para anular las restricciones, flexibilizar los sistemas e incitar un crecimiento
económico duradero, no se confinó a ese país sino que se consideró conveniente su
aplicación en países en desarrollo por ejemplo para América Latina (Banco Mundial,
2004), donde la ejecución de reformas fundamentales2 como las allí comprendidas
junto con su inclusión a un sistema comercial más dinámico representaría la
renovación de sus economías y la posibilidad de menguar el estigma de economías
„primarizadas‟, lo cual hasta la fecha no ha logrado verse. Hasta el momento han sido
2
Las reformas promovidas a nivel mundial por el consenso de Washington, en especial para
las economías subdesarrolladas de América Latina, se agruparon en diez acciones
principales (Banco Mundial, 2004): i) disciplina presupuestaria, ii) cambios en las prioridades
del gasto público, iii) reforma fiscal; iv) tipos de interés fijados por el mercado; v) tipo de
cambio competitivo; vi) liberalización comercial; vii) política de apertura respecto a la inversión
extranjera directa; viii) política de privatizaciones; ix) política desreguladora y x) derechos de
propiedad definidos.
muchos los procesos, negociaciones y acuerdos que se han efectuado en línea a las
iniciadas con el Consenso de Washington, no obstante las condiciones precarias en
que persisten ciertas naciones aún en un nueva era de una sociedad „civilizada‟ y
avance, deja impresa la holgura que se le ha cedido a ciertas teorías ortodoxas con
que se gobiernan, ya que está misma entre sus errores y aciertos señala que entre su
pragmatismo no se ha logrado alcanzar la suficiencia para determinar y resolver las
situaciones inherentes de un subsistema económico presuntivamente reducible a
parámetros conmensurables, pero irrevocablemente interdependiente y definible por
un subsistema social preciso y un sistema natural indispensable.
2. La reprimarización prescrita para América Latina
En un contexto de comercio internacional fundamentado en preceptos de la corriente
económica ortodoxa, las fuerzas de mercado han ensalzado un libre comercio que
para los PED no representó más allá de continuar con una economía especializada
en la producción de bienes primarios, que por las condiciones ecológicas y
territoriales de los países y el no tener una plataforma de innovación tan avanzada
como la de otros países llevaron a mantener un grado moderado de competitividad a
nivel internacional con la explotación de materias primas.
De tal manera, el escenario económico globalizado ha exteriorizado la inhabilidad del
modelo mismo para hacer que se genere el cambio hacia una producción de bienes
con mayor valor agregado que les permita acceder a opciones comerciales más
versátiles, más estables, mejor remuneradas y con menos derivaciones nocivas para
el medio ambiente. En el caso de los países latinoamericanos el balance en materia
de rubros económicos generadores de un impulso considerable de crecimiento
productivo y desarrollo social no fue alentador, en el sentido en que el nuevo siglo con
sus numerosas negociaciones comerciales, acuerdos bilaterales, alto niveles de
consumo, volatilidad de precios internacionales, entre otros factores, anudaron a la
reprimarización de sus economías, con unos sistemas productivos frágiles (Nadal,
2009) cuya remuneración equivalente siguió dependiendo de los términos de
intercambio en que se negocien, que para la época no han sido del todo ecuánimes a
las condiciones de producción del país exportador, ya que en distintas ocasiones la
no consideración de los costos de oportunidad de esta actividad lleva a que las
utilidades esperadas para dichos países se filtren hacia negociantes más prácticos,
tal que los flagelos sociales y el deterioro ambiental se convirtian en asunto particular
de la parte más frágil (Ocampo, José A. & Parra, M. Angela, 2003).
El proceso al que se hace referencia con el término reprimarización es aquel en
donde es notable la escasa o casi nula novedad de la composición de las
exportaciones de las economías latinoamericanas tras la ejecución de políticas de
liberalización económica, de mejoramiento tecnológico y de oportunidades
comerciales. América Latina tras varios siglos de transición ideológica se mantiene
como una economía dedicada al sector primario, especializándose en actividades
productivas como la explotación de recursos naturales, la producción de commodities
y de bienes intermedios con poco valor agregado. Dicha situación es posible
advertirla con una revisión somera del porcentaje de participación de las
manufacturas y de los bienes primarios en el producto interno bruto (PIB) de la región
(Nadal, 2009), de la estabilidad de los precios de dichos productos, de los niveles
reales de la inversión extranjera directa como auxiliar de un crecimiento económico
efectivo, de la variación del endeudamiento externo de la región así como de los
indicadores que señalan los impactos ambientales que el mismo proceso de
reprimarización ha ahondado.
Por medio de estos indicadores no sólo se exterioriza el ensañado progreso socioeconómico que las teorías del comercio internacional han poetizado en el discurso
dogmático de „un mundo libre de pobreza‟, de „comercio justo‟, de „los pueblos unidos
por un mundo mejor‟ o de „nuestro futuro común‟, sino que también exhuma los
infortunios encubiertos por las cifras y el cálculo monetario tal como se logra ver con
la llamada Deuda Ecológica3. La deuda ecológica es un término antagónico a la
deuda financiera que se antepone como un instrumento político y pragmático quizás
desconocido por muchos pero tutelada por teóricos y civiles vehementes quienes
adelantan estudios multidisciplinares en los países del Sur, América Latina y Sur
África, para el reconocimiento de sus desequilibrios e injusticias ecológicas,
económicas y sociales derivadas del vigente sistema económico de crecimiento
segregacionista y desmedido.
Es oportuno iniciar el estudio con los indicadores macroeconómicos e ir
desarticulándolos de manera que den un escenario clarificador de los mecanismos
generadores de tal deuda y de los componentes de la misma para los PED. Por tanto,
las tasas de variación del producto interno bruto en América Latina se han
caracterizado en la última década por oscilar por debajo del promedio mundial, por
ejemplo en el 2007 se registró un crecimiento del 5,71% en relación al año anterior, el
cual por la crisis económica mundial4 que comenzó en el 2008 y cuyas secuelas se
extienden hasta la fecha, descendió en 1,53 puntos porcentuales para el 2008,
marcando su mayor caída al año siguiente con una tasa de -1,45%, lo que representó
la entrada de la región a un estado de recesión sopesado inmediatamente por la
reformulación de políticas de ajuste económico y la reposición eventual de recursos
por parte de la Asociación Internacional de Fomento (AFI) para los países más pobres
(Banco Mundial, 2008). Así se logró percibir parte de los resultados de las medidas de
emergencia con la leve recuperación en un tasa aproximativa de 1,60% para el 2010,
según informe del Fondo Monetario Internacional (FMI, 2009) apoyado en las
previsiones del comportamiento de los mercados mundiales en las condiciones
actuales de intercambio.
Por un lado, las ventajas comparativas de los países latinoamericanas permanecieron
estáticas, tal que la división internacional del trabajo, la distribución desigual de los
frutos del progreso técnico, los requerimientos internacionales y la dotación intensiva
3
La deuda ecológica es un concepto que nace en la literatura interdisciplinar y en los aportes
realizados por movimientos populares de países del Sur, así como de organizaciones
certificadas como el Instituto de Ecología Política de Chile que con su participación con
ocasión de la Cumbre de Río de Janeiro (1992) fue un importante portavoz institucional de la
dimensión del término, de sus implicaciones y de la premura de su resolución (Barcena, I.,
Lago, R. y Villalba, U., 2009).
4
La crisis mundial de 2008 se debió a distintos factores entre los que se destacan la
sobrevaloración de los productos primarios que sobrellevó a una crisis alimentaria mundial,
los elevados niveles de inflación en casi todos los países y la dilatación de las hipotecas
subprimes en Estados Unidos. Fue una situación que impactó no sólo los niveles de
crecimiento económico de los países sino también los programas sociales de luchan contra la
pobreza, la desigualdad social y la vulnerabilidad de los países emergentes con ingresos
medios – bajos al ser los más vulnerables con la internalización de la inestabilidad económica
de otros países (Naciones Unidas , 2009).
de los países llevaron a que siguieran especializados en la producción de los bienes
propios del sector primario (Ocampo, José A. & Parra, M. Angela, 2003). La
composición de las exportaciones de Argentina, Brasil, Chile y Colombia del 2008 (ver
Ilustración1), deja entrever que lo que predomina es la producción y comercialización
de bienes primarios llegando a representar en el caso de Colombia más del cincuenta
por ciento (56,4%) del total de exportaciones. Se llega a una excesiva y preocupante
explotación de los recursos naturales para la fabricación de manufacturas que en un
promedio regional representan aproximadamente el 30% de las exportaciones; y
además se observa claramente los niveles de dependencia de estos países hacia los
desarrollados en la dotación de manufacturas de baja, media y, especialmente, alta
tecnología, al situarse un 20,3% de importación de estos bienes sobre el total del PIB
(BID, 2009).
Ilustración 1
Exportaciones de bienes por categoría de productos 2008
(Porcentaje sobre el total de exportaciones)
Nota: CEPAL, División de Comercio Internacional e Integración sobre la base
de cifras oficiales obtenidas de UN Comtrade, United Nations Commodity
Trade Statistics Database, DESA/UNSD. 2009
Para el 2008 estas pautas de comercio internacional imputados institucionalmente
pero no advertidas previamente fue apropiado por la CEPAL (1955 -1980) como
objeto de investigación que sucesivamente ha trascendido en el debate político y la
agenda internacional categorizado en la tesis de la tendencia al deterioro de los
términos de intercambio de los países en desarrollo. La definición de estos términos
de intercambio han sido esenciales en la discusión de los resultados de la portentosa
globalización, ya que su imprecisión para los PED ha contribuido al sometimiento que
estos países han sufrido con la reprimarización de sus economías y del no
acatamiento de los países industrializados (por lo general el Norte) al resarcimiento
del deterioro ecológico que los países del Sur han padecido a costa del beneficio
unilateral que ellos han disfrutado con la explotación intensiva de capital ambiental en
suelos ajenos (Navia, 1994).
Ahora, observando el indicador de precios de los productos básicos y su
comportamiento a lo largo del tiempo, se tiene que la magnitud de la elasticidad
precio-demanda de materias primas, siendo un indicador significativo al momento de
evaluar los términos de intercambio en el comercio internacional y cuya detrimiento se
particulariza al caso de los países en desarrollo, advierte que a lo largo del presente
siglo se han presentado dos escenarios alarmantes para la estabilidad social y
económica de este grupo de países. Por un lado, se puede presentar una crisis
alimentaria como la del 2007-2008 debido a la subida improcedente de los precios de
los alimentos básicos, tal como se observa en la Ilustración 2, donde los niveles más
altos se alcanzaron en Marzo y Julio del 2008 para el petróleo, los alimentos, los
minerales y los metales. Asimismo, estuvo procedido del agotamiento de las reservas
alimenticias, del deterioro de las propiedades del suelo y de la correspondencia que
los biocombustibles crearon entre el precio de la energía y el de los bienes agrícolas
necesarios para su producción (Naciones Unidas, 2008).
Ilustración 2
Índices de precios de productos básicos
(2000 = 100)
Nota: Balance Preliminar De Las Economías De América Latina y El Caribe
2008. Alicia Bárcena Secretaria Ejecutiva Comisión Económica para América
Latina y el Caribe Santiago, 18 de diciembre de 2008.
En este caso, los países que proveen los bienes salen afectados por no estar en
capacidad de satisfacer la demanda interna e infortunadamente tener en promedio a
35 millones de personas subnutridas en la región así como recibir una limitada
inversión extranjera directa, inversión pública y/o privada en las zonas rurales y en la
producción de bienes agrícolas (Naciones Unidas, 2008) que incide directamente en
la técnica que se ha de utilizar en dicho sector y en sus mayores niveles de
productividad. De modo que, no es posible adjudicar todo la causalidad de estos
hechos fatídicos por la falta de previsión de las economías proveedoras de los
alimentos básicos, principalmente de los PED, cuando sus deterioros estructurales
internos aún no reparados por el sistema económico imperante, en su criterio de
transferencia y acompañamiento tecnológico, en parte explican su proceder limitado,
su bajo nivel de respuesta, su mayor precariedad, su marginalidad social y su
ineluctable paralización ante las fuerzas magnánimas del mercado.
El segundo escenario posible en la variabilidad de los precios y la demanda de los
productos primarios, que es igual de preocupante al que se expuso previamente,
tiene como protagonista en sentido negativo a los PED, exportadores de bienes
primarios. Estos países ante las fluctuaciones de los mercados y el modelo de
economía de las grandes potencias se tiene que ajustar al ritmo de demanda y oferta
que se imponga, lo que lleva a un sometimiento de una volatilidad de sus ingresos
nacionales brutos por concepto de la relación de precios del intercambio y el poder de
compra que el comercio exterior transcribe. Partiendo de la asimetría entre las
estructuras económicas de los dos grandes grupos: países desarrollados y países en
desarrollo, se denuncia la consecución de la hipótesis Prebisch-Singer (1950), en la
que “a un largo plazo los países desarrollados se apropian enteramente de los frutos
de su propio cambio técnico, en tanto que las mejoras en la productividad del sur se
ven reflejadas en un deterioro equivalente de sus términos de intercambio de trueque”
(Ocampo, José A. & Parra, M. Angela, 2003).
Las cifras claramente lo exponen en el ranking de países según el gasto en
investigación y desarrollo (I+D) como porcentaje del PIB para el 2007. El primer lugar
lo ocupa Israel con un 4,7%, seguido de Suecia con un 3,7% de gasto, y entre los
países latinoamericanos mejor situados estaban Brasil con un indicador del 1,0%, un
poco más lejano Chile con un 0,6% y en tercer grado Argentina con un 0,5% (Banco
Mundial, 2008). Por lo tanto, se puede observar que el índice de I+D, expresado
como el porcentaje de los gastos en investigación y desarrollo sobre el total del PIB,
muestra un fuerte contraste entre países de niveles de industrialización diferente, no a
causa del desconocimiento de su importancia en el fortalecimiento del capital humano
y físico por parte de los PED, sino por las contraindicaciones de las reformas del CW.
Las reformas compiladas en el CW, tales como el ajuste de las prioridades del gasto
público y una reforma fiscal estricta, cauterizaron los flujos de inversión directos para
este sector y otros cardinales para el desarrollo de estos países, así como debilitaron
la participación pública y/o privada nacional en el fomento de la I+D por la mismas
austeridad fiscal y el exiguo apoyo institucional intrínsecamente ocasionado.
Para ese mismo año, la CEPAL en su informe anual „La inversión extranjera directa
en América Latina y el Caribe 2008‟ mostró el impacto de la crisis financiera
internacional en la magnitud de la entrada de inversión extranjera directa para la
región, que entre 2006 y 2007 registró un incremento considerable del 46% movida
por el mayor grado de internalización de las translatinas, la consolidación de
compañías locales, estatales y privadas, y la inyección monetaria y tecnológica de las
transnacionales ya instaladas en la región. Estas compañías enfocaron sus capitales
principalmente al sector de la minería y a la producción de hidrocarburos, un ejemplo
claro fue el de Colombia cuyo 50% de la IED total entrante del 2007 estuvo dirigida a
la explotación de recursos naturales, mientras que sólo un 15% fue para
manufacturas y el 35% restante para servicios (Machinea, 2008).
En el 2008 fue histórico el registro de la IED al alcanzar los 131.938 millones de
dólares, cifra que no resistió para el año siguiente los efectos de la crisis registrando
para los países latinoamericanos una caída del 42% (con 76.681 millones de dólares)
(CEPAL, 2009); situación que reordeno los recursos de los países latinos para atraer
nuevamente niveles significativos de inversión pero cuyo posible efecto positivo se
embelesa ante el daño ambiental que genera al continuar con su tendencia de
utilizarse para la extracción de recursos naturales y la producción de bienes
primarios, en lugar de dirigirse a actividades con mayor valor agregado como las
manufacturas, la industria siderúrgica y los servicios en general.
Frente a este panorama económico y con la objetividad que teórica y políticamente se
le ha conferido a las mediciones e indicadores macroeconómicos es ineludible
cuestionarse si el anhelo de un comercio justo en condiciones igualitarias es posible
mantener al avivar estratégicamente su viabilidad con la coacción de los modelos
económicos sobre las economías emergentes, con la negociación de tratados
comerciales promisorios per se a cargas de poder disímiles entre los participantes,
con la interdependencia entre países por flujo de inversiones de los industrializados
hacia los PED y con la prolongación de niveles inconcebibles de endeudamiento
externo de los PED.
Se trata de una deuda financiera cuya exigencia de pago replica en la priorización de
responsabilidades de los Estados deudores llevándoles a anteponer los compromisos
internacionales a su obligación natural y constitucional de atender los infortunios de la
población, evitar la degradación del entorno y trabajar por la universalización de una
calidad de vida digna. La dimensión, evolución e ilaciones de la deuda externa
especialmente en la sostenibilidad ambiental que se desestima cuando se censura las
preeminencias del modelo económico vigente y la responsabilidad inmensurable de
los daños irreversibles recae sobre países diligentes y respetables, será el tema a
tratar en el siguiente apartado.
3. Una Deuda Ecológica tácita y una deuda externa interminable
El siglo XX y XXI como se ha podido entrever estuvieron exaltados por la ruptura del
sistema económico mundial ante crisis estrepitosas que alteraron hasta la más sólida
economía. La mundialización del capitalismo implicó la difusión no sólo de sus
aparentes privilegios sino también de políticas no preventivas y antiprogresistas para
épocas de crisis. De esta manera, la deuda externa que los países latinoamericanos
acumularon entre 1970 y 1980 representó su insostenible liquidación por muchos
años y la injerencia de otros Estados dentro de sus políticas nacionales, a tal modo
que se les inhibía de cualquier tipo de asociación regional para amedrentar en bloque
las nocivas secuelas de la deuda (Acosta, 2000).
La deuda externa en su acrecentamiento fue cobrando un peso determinante en la
política económica de América Latina al considerarse como la mejor y casi única
salida que estos países tienen para dinamizar sus economías a través de capital
financiero internacional. No obstante, las revelaciones desfavorables de su efectividad
han llevado a adoptar medidas reparadoras que por la permanencia de la lógica
económica ortodoxa era posible predecir que el remedio iba a ser igual o más
perjudicial que la enfermedad. Se aplicaron mecanismos diversos como el de ajuste y
renegociación (Acosta, 2000) con el cual se esperaba suavizar el efecto de la deuda y
reducir su cuantía, sin embargo estos propósitos se desvirtuaron ya que por un lado
se socavaron los problemas estructurales internos de cada país y por otra parte se
perpetuo un desajuste económico para los países al realizar pagos mayores al
importe que se debía, lo que al final terminó en la carencia de un control de la deuda
que se acentuaba cada año (Martínez-Alier, 1998).
Con una revisión del indicador de la deuda externa se logra observar su acentuación
en cada etapa de los ciclos económicos, ya que ante una alteración sistemática se
insta una reordenación de los programas de ajuste, del destinos de las inversiones
extranjeras, posiblemente con menor participación para el fomento tecnológico, y una
variación en la cuantía de las reservas nacionales para sufragar obligaciones
primeramente internacionales. Por ejemplo, en la Ilustración3 se observa que la
paridad entre los niveles de inversión, deuda externa y las transferencias que los
paises latinoamericanos hacen a sus acreedores por concepto del servicio de la
deuda, no conservan un grado de paridad razonable que instiga un camino promisorio
para redimir las diferencias entre países, por el contrario se actúa inverso al discurso
propugnado al no ser los niveles de reserva de capital proporcionales al flujo positivo
de inversión en tiempos de auge, los cuales son cardinales para sopesar posibles
crisis.
Ilustración 3
América Latina y el Caribe: Inversión, Servicio de la Deuda y Deuda Externa total
(2003-2010)
(porcentaje del PIB)
% PIB
50
40
30
20
10
0
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
Inversión (%PIB)
19,147
20,811
20,561
21,628
22,188
22,814
21,936
21,771
Deuda externa, total (%PIB)
42,134
36,907
30,038
23,935
22,946
20,861
24,413
24,469
9,37
7,838
8,206
7,331
5,751
4,383
5,461
4,741
Servicio Deuda Externa, total (%PIB)
Nota: International Monetary Fund, World Economic Outlook Database, Abril 2009
Las disparidades aquí presentadas son preámbulo de muchos otros acontecimientos
que bajo las decoraciones de la retorica aperturista no son fáciles de percibir, tales
como el efecto de los capitales golondrinas en las economías emergentes, la no
distribución uniforme de las innovaciones tecnológicas, el „neoproteccionismo‟ 5 de los
países desarrollados -el Norte-, la fuga de capital humano de los PED hacia los
industrializados, así como los costos ambientales de toda acción económica que
comúnmente son inciertos para quienes diseñan los informes de desarrollo y
crecimiento económico quizás por lo cómodo que puede ser exceptuarlos o por la
dificultad de escatimar su real impacto mundial.
Aunque hasta el momento el sistema en el que las economías y toda las áreas con
las que éste se vincula directa e indirectamente se han visto inmersas en un juego de
dominación de los que tienen verdaderas ventajas económicas y comerciales –el
Norte– sobre los que carecen de éstas –el Sur–, hace que las exigencias de
respuesta y desembolso sea sólo de forma unilateral (Navia, 1994). No obstante, el
agravamiento y desbordamiento de los daños ambientales iniciados desde eras
ancestrales ha llevado a un levantamiento unísono de grupos indígenas, campesinos,
académicos y civiles por el reconocimiento de la Deuda Ecológica que, según
Martínez-Alier (2004),
…Es la deuda acumulada por los países del Norte hacía los países del Sur por
dos razones. En primer lugar, las exportaciones de productos primarios a
precios muy bajos, es decir, sin incluir los daños ambientales producidos en el
lugar de la extracción y del procesamiento, ni la contaminación a escala global.
5
Los Estados Unidos en la década de los años 50 ante la Ronda de Uruguay buscó un
desistimiento del artículo XI del GATT el cual prohibía restricciones cuantitativas sobre las
importaciones (Amador, Pérez & Platt, 1998); por su parte, los expertos Michael Trebilcock y
Robert Howse describieron este hecho como una “compleja telaraña de garantías de ventas y
precios, subsidios y otras medidas de apoyo que en gran proporción aislaban el ingreso de
los agricultores de las fuerzas del mercado”.
En segundo lugar, por la ocupación gratuita o muy barata de espacio ambiental
–la atmósfera, el agua, la tierra– al depositar los residuos productivos.
La exteriorización de estos criterios por su innegable reclamo no se sustenta en un
discurso improcedente o caprichoso, sino en hechos concretos como el
incumplimiento de las acuerdos internacionales para proteger el entorno ambiental
por parte de los países del Norte, las pautas de consumo y la cantidad demandada de
los mismos que generan daños irreparables en territorios ajenos y consecuentemente
en la insostenibilidad ambiental de los países del Sur como sumideros de residuos de
la industria del Norte (CDEs, 2002), así como la ya sobreexplotada capacidad de
carga del planeta para procesar las emisiones tóxicas de este gran emporio industrial.
Asimismo la Deuda Ecológica desde la modernidad y el advenimiento mundial del
sistema capitalista está comprendida por cuatro elementos: i) la deuda del carbono, ii)
la biopiratería, iii) los pasivos ambientales6 y iv) la exportación de residuos (Barcena,
I., Lago, R. y Villalba, U., 2009); los cuales por su carácter y significación han sido
señalados por quienes estudian el tema como los ejes para el entendimiento de la
dimensión social, ecológica, económica y cultural de la Deuda Ecológica.
El primer factor de consideración es la deuda del carbono, la cual trata de la
acumulación de gases nocivos en la atmosfera a causa del uso intensivo de
combustibles fósiles, los cuales han provocado una elevación en la temperatura
media del planeta, el irremediable deterioro de la capa ozono y el incremento del
efecto invernadero (CDEs, 2002). En consecuencia, se da una alteración de las
propiedades ecosistémicas de los espacios naturales representadas en el deshielo de
los glaciares, la aceración de las zonas desérticas y la extinción de especies de
animales y vegetales silvestres. Ante un escenario tan triste y desolador ningún ser
vivo e inerte puede eximirse de los efectos nocivos aunque haya sido aquella especie
superior y único, dotada de una racionalidad y objetividad, el ejecutor de las
actividades más dañinas.
En un intento de calcular la deuda del carbono, la Coalición Ecuménica para la
Justicia Económica (ECEJ), en el 1996 inició un estudio exhaustivo en el tema, el cual
reveló que para ese año las emisiones del G7 en miles de toneladas de carbono
alcanzó la cifra de 2.472.417 la cual en un 58,5% era generada por EE.UU. Llevando
esta cifra a los términos de la escala de valor reclamable, el dinero, según la fuente el
precio por Ton de CO2 para la fecha estaría alrededor de los 20 USD, por lo que la
deuda por emisiones de CO2 de los países industrialziados se situaría
aaproximadamente en 30.944 USD (Barcena, I., Lago, R. y Villalba, U., 2009). Se
trata de un monto que pasó desapercibido dentro de los rubros presupuestales de los
países industrializados para los países afectados aunque estuviese en consonancia a
los principios de justicia y equidad mundial que tan fielmente se exige en los tratados
ambientales de cumplimiento global para todos los países.
6
Término que tiene su origen en la literatura empresarial y la agenda institucional en
consonancia al lenguaje empleado para los dictámenes de los tratados bilaterales entre
sectores y países que incluyen el tema ambiental. Por pasivo ambiental se entiende ‹‹la suma
de los daños no compensados producidos por una empresa al medio ambiente a lo largo de
su historia, en su actividad normal o en caso de accidente. Son deudas hacia la comunidad
donde opera.›› (Martínez-Alier, J. & Russi, D., 2002)
Por otra parte, en el ejercicio analítico de contrastar los niveles de emisiones de CO2
per cápita (ver Tabla 4) a base de cálculos serios y refrendados, se obtiene un
instrumento útil para la identificación de los principales responsables, del impacto del
daño y de las alternativas para su reparo. En el año 2002 un grupo de cuatro países
industrializados con altos niveles de ingresos percapita lideraron la serie al emitir más
de 20.000 toneladas de Carbono/año/persona, estos son Estados Unidos, Arabia
Saudita, Australia y Canadá; datos que contrastan vehemente con los niveles
emitidos por los países latinoamericanos, los cuales se encuentran entre los 2.000 y
5.000 ton CO2/año/persona (Banco Mundial, 2004). Así, son los países desarrollados,
los del Norte, los que tienen la mayor participación en la contaminación
desproporcionada de la atmosfera por sus emisiones pero son los países del Sur lo
más afectados por su precario sistema de prevención y de respuesta ante
alteraciones climáticas que impactan directamente la producción primaria en el que
estos están especializados.
Ilustración 4
Emisiones de CO2 toneladas por millón por habitante 2002
Nota: Emmanuelle Bournay. GRID Arendal – UNEP – Environmental Knowledge for change.
http://maps.grida.no/go/graphic/major_waste_exporters_major_waste_receivers
En segundo lugar está la biopiratería, la cual es un elemento que dilata la ética que el
modelo económico vigente tendría implícito dado que es un concepto que se deriva
de la ‹‹apropiación intelectual y de la utilización comercial de los conocimientos
ancestrales›› (Barcena, I., Lago, R. y Villalba, U., 2009) relacionados con el manejo
afable y productivo que los indígenas hacen de la madre naturaleza. Es el mismo
juego de dominación del Norte al Sur el sistema capitalista mundializado el que se
encarga de sancionar la justa insurgencia por la expropiación de un conocimiento
innato y de legalizar el usufructo de terceros por dicho conocimiento bajo la categoría
de patentes y propiedad intelectual.
Por su parte, los pasivos ambientales en su carácter económico intentan identificar la
responsabilidad material y moral de una empresa que cause daños ambientales por la
extracción intensiva de recursos naturales, marinos y genéticos ante términos de
intercambio desfavorables, al imputarles en la comercialización un precio por debajo
de su precio real (CDEs, 2002), valiéndose de la necesidad de los países del Sur, de
su incapacidad de renuencia y de su débil contexto legal para la protección de dichos
recursos.
Como último elemento de la Deuda Ecológica está la exportación de residuos, siendo
una extensión de la lógica del mercado al tema ambiental pero de una manera
improcedente. Se trata de la transferencia de residuos tóxicos derivados de los
procesos de las industrias de baja, media y alta tecnología, propia de los países
desarrollados; la cual se sustenta en la evasión de los altos costos que implica el
tratamiento de esos residuos por la rígida normatividad ambiental que allí manda
contrario a lo que sucede en los países pobres (Barcena, I., Lago, R. y Villalba, U.,
2009), donde su legislación ambiental es flexible y las banales sanciones legales y
monetarias estimulan niveles positivos de inversión extranjera directa de residuos
hacia los PED. Entre los principales exportadores de residuos tóxicos del año 2003 se
encuentran los Países Bajos y Bélgica con un promedio de 1.000 Terajulios/ por
millón de habitantes (Basel Convention, 2006).
Es claro que la hacendosa labor de un modelo económico progresista a términos
monetarios no sólo tiene efectos en las cuentas nacionales e indicadores
macroeconómicos, su incidencia se extiende más allá del horizonte palpable de sus
precursores. Lo que ha de acometer la atención ahora es que los impactos de
extensión universal, en su mayoría no son fácil de indentificar y articular al agente
generador del mismo, por lo que su reclamación se dificulta y más cuando se imparte
un consideración mensurable que responda al lenguaje del sistema económico
vigente; sin embargo, su estudio sigue en marcha y la ciencia en su evolución ha de
permitir, como lo ha hecho, la extensión del abordaje de este tema en espacios
académicos que instiguen al reconocimiento, compensación y mitigación de una
deuda ecológica sobrellevada de manera discreta por ciertos países.
4. Conclusiones
Los procesos de transformación que los programas económicos implantaron en todos
los países, como fueron las reformas del „Consenso de Washington‟, generaron
efectos nocivos en regiones de ingresos medio –como América Latina–, que bajo
esas políticas de ajuste se alinearon en un camino de reprimarización que implicaba
una plena disposición de los recursos que el entorno natural le provee gratuitamente
sin exigencia alguna. Las reformas tuvieron lugar pero aún en tiempo actual queda la
inquietud sobre la pertinencia y efectividad de las mismas para enarbolar las
debilidades internas de los PED para sobrepasar los desequilibrios económicos de
origen particular pero con impacto mundial; y más en el nuevo siglo en donde la
soberanía de los tratados comerciales bilaterales instan una revisión de la
consistencia jurídica, política, social, ambiental y productiva de cada país para hacer
frente a las clausulas compromisorias que implican estos tratados. Por este motivo,
en los últios tiempos se ha percibido que “las nuevas teorías tienden a considerar que
la liberalización comercial entre países asimétricos puede aumentar la brecha de
ingresos, ya que las ventajas tecnológicas tienden a ser cumulativas” (Bustillo y
Ocampo, 2003).
Asimismo, la segregación que los mismos instrumentos de política económica
instauraron en el mundo para distinguir los países desarrollados de los que no lo son
parece no mermar a pesar del fuerte rechazo colectivo que se da judicial y
extrajudicialmente frente al tema. Por su parte, la deuda externa transcrita a un
lenguaje menos dogmático deja entrever su verdadera connotación, ya que ocasiona
pasivos monetarios inquebrantables e impagables a la par que una secuencia de
daños ambientales irreversibles representada en su versión antagónica, la Deuda
Ecológica que históricamente ha existido pero cuya reclamación se ha aplazado. La
Deuda Ecológica representa la obligación innata que adquiere el hombre de hacer un
uso sostenible de la tierra que lo provee de los recursos para su subsistencia, sin
embargo es un término que aún no se asimila por todos sus acreedores y deudores.
Consecuentemente, por las fuerzas de los responsables, en la mayoría de casos se
inhibe la acción incesante de los creyentes de una justicia con el medio ambiente
porque es necesario que la Deuda Ecológica tenga su lugar en los programas de
gobierno y las instancias internacionales, que son donde a la final se toman las
decisiones que dirigen a los países, a los ciudadanos y el futuro del planeta.
De esta manera, haciendo una balanza entre los factores comprendidos en la Deuda
Ecológica se advierte que su peso material e intangible requieren de un acción
inminente para su atenuación, si el fin último de todo ser racional, como ha de
creerse, es vivir en un planeta sano en condiciones dignas y promisorias que
consientan programas económicos armonizados a los principios de la naturaleza.
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