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José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. Un nuevo paradigma para la vivienda. En La estructura de las revoluciones científicas Thomas Kuhn define paradigma como “modelo único de investigación”. El Almagesto de Ptolomeo fue el paradigma de la física hasta la llegada de Newton. Sus Principia Matemathica de 1687 barren de un plumazo las teorías físicas anteriores en todo el mundo. Bueno…, menos en España, donde todavía 100 años después el benedictino Feijóo dice que en España ser antiaristotélico es tener vocación de mártir. ¡Qué digo en la España del XVIII! ¡Aún en la España imperial de la posguerra civil y en su gloriosa Facultad de Filosofía y Letras! el que les habla tuvo que soportar la enésima versión, cada una peor que la anterior, de las cinco vías de Tomás de Aquino, la inmarcesible definición de materia prima de Aristóteles, la inefable justificación de la existencia del mal en el mundo y demás, como si fueran teoremas, es decir, ¡verdades demostradas en un cálculo!, que es lo que significa la palabra teorema. Deseemos que lo que pasó en España en la historia de la ciencia no suceda para siempre con la vivienda. Es lamentable, pero la política de vivienda no puede someterse a la búsqueda de un paradigma porque la vivienda no es susceptible de convertirse en una teoría científica, sino en un festín, como dice Julio Vinuesa en su último libro. Los promotores de este curso señalan que “En España… los problemas con la vivienda, a pesar de tener una gran complejidad y un profundo carácter social y político, generalmente son objeto de un reduccionismo economicista, como si solo interesasen en clave de mercado: inversión, oferta, posibles compradores, financiación, precios, empleo... Su significado social aparece en los medios sólo en los casos de extrema conflictividad. Con todo, este curso se propone seguir debatiendo…, para que la acción de los poderes públicos se centre en satisfacer las necesidades de un alojamiento digno y adecuado para todos los hogares, y no, como ha ocurrido hasta ahora, en su carácter de activo económico”. (Julio Vinuesa, José María de la Riva, promotores del curso) Precisamente quería utilizar dos trabajos suyos (Julio Vinuesa, El festín de la vivienda, Díaz y Pons, Madrid, 2013, y José María de la Riva, Hacia un nuevo paradigma para la vivienda, El País, Madrid, 13 de septiembre de 2015) como soporte para repetir algunas de las verdades del barquero que enuncian en esos trabajos y que aquí llevamos repitiendo año tras año sin que las masas sociales y los poderes públicos se queden anonadados por esas verdades y se pongan a la tarea de llevarlas a la práctica, no porque tales ideas sean revolucionarias y auguren una nueva época de progreso para la polis, sino por la sencillez y evidencia de sus enunciados. Volviendo la vista a lo que nos rodea, deberíamos caer en la melancolía que dice Ortega que produce todo esfuerzo estéril e inútil. Pero cometeríamos un error si caemos en esa trampa. La razón es sencilla y la ejemplificaré. 1 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. Como yo ya soy viejo y voy viniendo a menos, debo ir todos los días al gimnasio, no como hacía en la juventud, para ponerme “cachas” y ser consciente de esa omnipotencia física propia de la adolescencia, omnipotencia que luego produce nostalgia pero no añoranza. Me conformo ahora con hacer todos los días ejercicios no de desarrollo sino de rehabilitación, de manera que cuando alguien me pregunta que cómo me encuentro de salud, contesto estoicamente: no estoy peor, luego estoy mejor. En efecto, ya no se trata de avanzar y estar mejor, sino solo de frenar lo que se pueda la entropía que afecta a lo que los medievales llamaban nuestro “subiecto”, es decir, nuestro “chasis”, el conjunto de nuestros accidentes “inhesionados” por esa cosa que Aristóteles llamaba la “sustancia” y que no hemos visto nunca. Obtengamos la moraleja: al cuerpo social le pasa, mutatis mutandis, lo que al “subiecto” individual. Si tras todos los denodados esfuerzos que ha dedicado la mejor parte de la especie humana, esa que justifica al mundo con su sola presencia, frente a los golfos que nos avergüenzan por pertenecer a la misma especie que nosotros, la situación es la que es y seguimos viendo niños ahogados en esas playas del Mediterráneo que eran la segunda piel de Albert Camus, porque no nos caben en la bañera de casa. ¿Cómo sería el mundo sin esos denodados y altruistas esfuerzos? Sin duda, sería mucho menos ético y estético. Sin embargo, en la historia de la humanidad que, dicho sea de paso, no tiene propósito alguno discernible, ni tiene una meta marcada por ninguna mente exterior al propio mundo, es posible rastrear con mucha humildad y modestia, algunas líneas de desarrollo cuyo ideal parecieron anticipar Flaubert y Marguerite Yourcenar cuando recuerdan que “hub0 un tiempo entre Cicerón y Marco Aurelio en que los dioses habían muerto y Cristo aún no había llegado: ¡sólo estaba el hombre! Laico, autónomo, libre – no alienado – antesala de ese Superhombre entrevisto por Nietzsche y Camus. Luego vinieron las mistificaciones, pero un preludio de ese momento muy bien pudo ser ese desconcertante e inesperado momento de la fundación de la polis griega, la ciudad política, laica, democrática, con todas las impurezas posibles, pero fue un momento alentador. Dada esa esterilidad del esfuerzo repetido obsesivamente en vano, me ha parecido útil y, por lo menos grato y nostálgico, revivir ese momento único en que, al margen del desarrollo revolucionario de la filosofía, las matemáticas, la arquitectura, el teatro, la tragedia y algunas pequeñeces más, los griegos inventaron la ciudad política. He utilizado para ello dos fuentes de iluminación magníficas que nunca dejo de releer abriéndolas por cualquier página, como dicen que se debe releer El Quijote tras haberlo leído entero las primeras veces (digo “las” porque en mi Ingreso de Bachillerato había una asignatura única y esplendorosa: clase de Lectura, cuyo tema, todo el curso, fue El Quijote, leído y releído varias veces). Esas dos fuentes son: 2 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. - Werner Jaeger, Paideía: el ideal de la cultura griega, escrita entre 1933 y 1944 Lewis Mumford, La ciudad en la historia, ed. Pepitas de Calabaza, Logroño, 2012. La primera edición es de 1961. De este último he entresacado y comentado algunos textos, todos pertenecientes al cap. V que, como vuelta a los orígenes, deberíamos manejar ante cualquier propósito de planificar alguna utópica posibilidad de reforma de nuestra ciudad. No pretendo hacer una exposición exhaustiva de de ese capítulo. Me limitaré a leer algún fragmento significativo, pero los textos estarán expuestos en el blog del Grupo TRYS para general aprovechamiento y como inspiración para el momento presente. --------------------Aristóteles dice explícitamente que la polis se funda “por amor a la vida”, primera para hacer más fácil la suspervivencia meramente física y después para lograr la “vida buena”, es decir, para facilitar la subsistencia y la seguridad frente a los ataques de los piratas por un lado y conquistar los derechos ciudadanos en manos de las aristocracias rurales hasta entonces. Seguridad y libertad – difíciles siempre de conjugar -, satisfacción de las necesidades vitales, disminuyendo el tiempo que se dedica a la obtención de la manutención – la mayor parte de las veces el trabajo no es una bendición sino una maldición alienante - y disponer de tiempo para el ocio creativo y recreativo son los objetivos básicos. Nietzsche dirá ya a finales del s. XIX que el ciudadano que no tiene dos tercios del día para él no es un ciudadano, sino un esclavo (Humano, demasiado humano, parágrafo 283). La creación de la nueva polis es un proceso lento y largo, siglos VII y VI, para alcanzar un nivel satisfactorio de plenitud a lo largo del V y generar en muchos filósofos de la época como Heráclito y Parménides, pero, sobre todo, en Platón, notables crisis de angustia, hasta el extremo de que toda la filosofía de Platón, en opinión de Benjamín Farrington, no tiene otro objeto que restaurar la justicia (de la antigua aristocracia aldeana, se entiende) en la polis “fastuosa” (también se suele usar el calificativo de “opulenta”; algunos textos, más abajo, refutarán tajantemente estos calificativos). La polis trajo novedades como el hecho de que en el Egeo Hasta los campesinos podían conocer los ocios y gozar de sus frutos. (Pág. 206). Los ciudadanos encuentran entre ellos mismos la protección que en la ciudad antigua proporcionaban a su estilo los monarcas “divinos”. La misma polis, como institución, sustituye a los antiguos reyes: La larga marcha hasta reconocer que la soberanía reside en el pueblo y que el horizonte es la secularización y la laicización 3 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. Algunos de los hábitos fomentados por esta aristocracia micénica y por sus sucesores aqueos y dorios, cuyo espíritu era semejante, deben haber entrado en la ciudad griega cuando ésta se configuró alrededor del siglo VII antes de Jesucristo. Si bien sus plazas fuertes se convirtieron en remansos urbanos, su existencia y poder mismo pueden haberle dado al legendario Teseo una visión del papel que la ciudad podría desempeñar como punto de reunión, de hecho también como residencia permanente de invierno para los campesinos y pescadores que se hallaban, de otro modo, en una situación inerme (Pág.213) La mezcla que hay en Hesíodo de visión práctica doméstica y de mitología y especulación religiosa estableció el tono del nuevo orden urbano; y ambos aspectos de la vida llegaron a alcanzar conciencia más cabal en la polis griega. Los poderes de los fabulosos reyes y belicosos guerreros que ocuparan la Acrópolis pasaron a la ciudad. Entonces, comenzando por la Jonia continental, sobre el Mar Negro, las ciudades surgieron, se multiplicaron, florecieron y colonizaron. Ya en el año 734 antes de Jesucristo, Corinto fundó Siracusa y Corcira; y durante más de un siglo, aproximadamente entre el año 734 y el 585 antes de Jesucristo, un enérgico programa de colonización por grupos representativos, que llevaban todas las instituciones y herramientas fundamentales de la ciudad madre, propagó ampliamente y hasta lejanas tierras la polis griega y la cultura griega, desde Naucratis, en Egipto, hasta Marsella, en la Galia, desde Sicilia hasta las playas más remotas del Mar Negro. Al comienzo, este movimiento se debió a una presión agrícola más que a una ambición comercial, y difundió el modo de vida helénico mucho más allá del Egeo (Pág. 213/214) La democratización. Proceso de formación de la polis: El desarrollo urbano griego introdujo muchas innovaciones institucionales promisorias con respecto a la pauta inicial de la ciudad, tal como esta se había desarrollado, tanto en la Mesopotamia como en el Egipto del imperio. A lo que parece, los griegos se habían liberado hasta cierto punto de las afrentosas fantasías de poder ilimitado que se nutrieran de la religión de la Edad de Bronce y de la tecnología de la Edad de Hierro; sus ciudades estaban más cerca de la medida humana y se hallaban exentas de las pretensiones paranoicas de monarcas casi divinos, con todas las correspondientes compulsiones y reglamentaciones del militarismo y la burocracia. Los griegos quebraron las rígidas divisiones de casta y ocupación que habían aparecido con la misma civilización, aunque, a decir verdad, hasta entonces casi no las habían desarrollado; en ese momento inicial tenían la flexibilidad y la inventiva del aficionado que no está dispuesto a 4 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. sacrificar una parte excesiva de competencia especializada (Pág. 214) su vida a una Esta actitud “renacentista” (por la oposición a la superespecialización) imperó en los comienzos de la vida de la polis. El desarrollo de las capacidades humanas fue abrumador a pesar de la pobreza. La eclosión de la polis se acompañó de un incremento exponencial de la creatividad y la libertad. Muchos autores – Platón entre ellos - hablan de “la ciudad opulenta”, “la ciudad fastuosa”, como caracteres de la polis. El relato de Mumford no coincide con ello. La pobreza puede ser fastuosa, dice Albert Camus, porque el problema no está en la pobreza sino en la humillación, apostilla Habermas, y la mayor parte de los ciudadanos de la polis eran pobres pero libres. Además, los testimonios de la época garantizan la apuesta de aquella ciudadanía incipiente por la libertad sobre todo lo demás. El parangón está hoy en el debate de muchos países, tras el atentado de las torres gemelas y la difusión incontrolada de los ataques terroristas en una guerra ya sin fronteras fijas ni “frentes” delimitados, en la alternativa entre seguridad y libertad A medida que la ciudad se desarrollaba, los hábitos democráticos de la aldea serían trasladados a menudo a sus actividades anteriormente especializadas, con una rotación constante de funciones humanas y deberes cívicos, y con una participación plena de cada ciudadano en todos los aspectos de la vida colectiva. De hecho, Pericles dice por boca de Tucídides que el ciudadano que no participa en la vida y gestión de la polis no es un ciudadano, sino un “idiotes”, inepto, calificativo que Pericles dedicaría explícitamente a Sócrates. Esta parca cultura material, que en muchos lugares era sólo un poco mejor que un régimen de subsistencia, dio lugar a un nuevo tipo de economía de abundancia, pues abrió territorios vírgenes de la mente y el espíritu que apenas habían sido explorados, no digamos ya cultivados. El resultado no fue solamente un derrame torrencial de ideas e imágenes en el teatro, la poesía, la escultura, la pintura, la lógica, las matemáticas y la filosofía sino una vida colectiva más cargada de energía, más elevada en su capacidad de expresión estética y apreciación racional que todo lo que se hubiera alcanzado hasta entonces. En un par de siglos, los griegos descubrieron más sobre la naturaleza y las potencialidades del hombre que cuanto, al parecer, habían descubierto los egipcios y los sumerios en un par de milenios. Todos estos logros estaban concentrados en la polis griega y, en particular, en la más grande de estas ciudades, en Atenas (Pág.214/215) Este proceso es el inverso de lo que sucede a partir del siglo XVIII con la revolución industrial que impone una quiebra muy grave en el desarrollo humano y produce probablemente, la mayor fractura social que se ha dado en la historia humana, la desaparición de la lucha por la igualdad que se había iniciado en la polis griega: la asimetría entre el desarrollo humano y social y el 5 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. desarrollo tecnológico, (cf. Fernand Braudel). Esta quiebra del desarrollo humano a favor del económico, sobre todo, culmina con la sociedad dual de Reagan y Thatcher y la crisis no ya económica sino bancaria y especulativa de la brutal tecnocracia actual. Años después, el afán imperialista, colonialista, llevó a Atenas a la ruina: Suprema en todos los dominios, excepto en el de la colonización, Atenas fue la objetivación de todas estas nuevas promesas. Pero si bien Atenas creó un legado cultural al que todas las épocas sucesivas le han debido algo, también procuró atribuirse por vanagloria la prioridad sobre los bienes a que todas las demás ciudades habían contribuido a participar y en los cuales tenían iguales derechos. Pese a conservar y hasta cultivar los beneficios de la democracia interna, Atenas optó por actuar como reina sobre las ciudades menores, reclamando homenajes y tributos, de modo tiránico, a cambio de su protección. El excremento de la civilización arcaica - la guerra, la explotación, la esclavitud, el exterminio en masa - se acumuló sobre Atenas, como si viniera de una remota cloaca. Al final, estas fuerzas se impusieron a un movimiento hacia un mayor compañerismo, con objetivos más humanitarios, que ya era visible en el siglo VII. Si los jefes intelectuales de Grecia hubieran discernido las implicaciones de este universalismo, podrían haber liberado a la cultura urbana de su crónica participación en la práctica del sacrificio humano con fines perversos e irracionales. En un momento decisivo, fue la negativa de Atenas a conceder la libertad a sus ciudades tributarias, y no el truculento desafío de Esparta lo que dio lugar a la fatídica guerra del Peloponeso… Lo que es válido para Atenas, probablemente puede afirmarse también, con diversos grados de modificación, respecto de la mayor parte de las otras ciudades griegas, en momentos similares de desarrollo. La principal diferencia sería de carácter cuantitativo, ya que muchas ciudades hermanas de Grecia, destacadas en la historia, nunca tuvieron más de tres o cuatro mil habitantes. Pese a las convicciones de los especialistas en estadísticas, lo que define a una ciudad no es el número sino su arte, su cultura y su propósito político.(Pág. 215/216) En definitiva, cada lucha de un país por liberarse del colonialismo de toda índole que perdura hoy, muy bien pudiera recibir el nombre de nueva guerra del Peloponeso. ----------------La independencia y la libertad personales en los habitantes de la polis. La importancia de las aldeas para la polis. En qué consiste la pobreza “fastuosa” a la que se refieren Camus y Nietzsche (cf. su cita anterior). Los campesinos y pastores pobres, si estaban dispuestos a vivir frugalmente, podían subsistir sin someterse a una vasta organización colectiva; y como faltaban los tentadores excedentes, 6 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. no era tan fácil engatusarlos con pan y circo. Si así había menos oportunidad de una explotación unilateral, también había menos necesidad de un control estricto y generalizado. Acaso por esto se desarrolló una forma de organización más blanda, menos formalista, menos rígidamente distribuida en una jerarquía. Con esta apareció la independencia personal, tanto en el juicio como en la acción. La independencia y la confianza en sí mismo estaban tan arraigadas en la Grecia preimperialista como en la Nueva Inglaterra de Emerson; con orgullo se repetía el viejo dicho: "Grecia y pobreza son mellizas." Las ciudades griegas, en sus mejores días, no tenían grandes excedentes de productos; lo que tenían era un excedente de tiempo, es decir, ocio, libre y sin trabas, no comprometido -como hoy ocurre en los Estados Unidos- por un excesivo consumo materialista sino disponible para la conversación, la pasión sexual, la reflexión intelectual y el deleite estético. ¿Es casual que en el corto "Juramento del Efebo" se formula dos veces la promesa de que se cumplirá el deber "sin ayuda o con el apoyo de todos"? El alarde de flexibilidad y de libertad de las constricciones de la especialización, que Tucídides pone en boca de Pericles como un atributo especial de los atenienses, hundía sus raíces en la aldea. Atenas no tenía la patente de estas virtudes: quienes viven en aldeas y aprecian sus intimidades no confunden el tamaño con la importancia. El coraje solitario desempeñó una parte que la obediencia en masa a las órdenes del jefe no podría igualar jamás. Ese coraje produjo héroes del espíritu al igual que en el campo de batalla, y a menudo en la misma persona. En su período de formación, las ciudades griegas nunca perdieron sus vínculos con sus aldeas o el campo: con las estaciones se producía un movimiento rítmico de entrada y salida en la ciudad. Todavía en el año 400 antes de Jesucristo, según Elizabeth Visser, las tres cuartas partes de los ciudadanos de Atenas eran propietarios de alguna tierra en Ática. (Págs. 218/219). El peso de las clases bajas en la democracia ateniense: Aristóteles en La Constitución de Atenas observaba oblicuamente que los atenienses "en todas partes conceden más peso a la clase menos elevada", y ¿qué podría ser más típico de la democracia aldeana? (Pág. 220) La pobreza en Atenas y críticas a Esparta. Recuerdo de Camus: En estas comunidades, la pobreza no era un estorbo; si de algo se sospechaba, era de las riquezas. Ni tampoco la pequeñez era un signo de inferioridad. Las costumbres democráticas de la aldea, sin clase fuerte o divisiones profesionales, fomentaron el hábito de celebrar concejo conjuntamente. La mejor excusa para la ciudad, como aldea más grande, consistía en que ampliaba el círculo de posibles oradores. Si los espartanos 7 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. fueron excepción, sus hábitos lacónicos de conversación fueron engendrados tal vez por la necesidad de mantener secretas sus intenciones, desconocidas por las gentes que con tanta brutalidad mantenían en la esclavitud; así, a ellos no les servía la ciudad. Pág. 220. En efecto, en Esparta hay una censura explícita hacia la libertad de expresión y de opinión, por medio, incluso, de una policía “política”. Se limitaba la salida de sus ciudadanos al extranjero y los que salían se tenían que someter a la vuelta a un “interrogatorio” para “descontaminarse” de cualquier pensamiento peligroso… Todas estas costumbres antidemocráticas estaban ausentes de Atenas, donde la libertad era total, según los relatos de la época. Por otro lado, no existían sociedades secretas en Atenas; todo el que quería podía exponer libremente sus opiniones; cuando durante alguna época esas sociedades secretas existieron en Atenas, era quizás para hacer veraz la afirmación de Tucídides de que “en un sistema democrático solo sus enemigos necesitan de sociedades secretas”. Por ejemplo, era sentir común en Atenas que el máximo de crítica y libertad de expresión era el teatro. Críticas atenienses al poder regio absoluto y a los políticos en general. La crítica a los dioses antropomorfos del Olimpo. Estas costumbres aldeanas hicieron que los griegos posthoméricos desconfiaran del poder regio, y del gobierno centralizado; y hasta en Troya se hizo evidente este hecho. La mística de la realeza no encajaba bien ni con su provincialismo ni con su ínsito respeto de sí mismos: los griegos valoraban la astucia intelectual de un Odiseo no menos que el coraje juvenil de un Aquiles, y si bien rendían culto a los dioses no alentaron nunca, lo mismo que sus rivales persas, la noción de que el gobernante pudiera ser un dios. Agamenón reprocha a Clitemnestra por su efusividad servil en el lenguaje: "Como a hombre no como a un dios, hónrame". La ilusión de divinidad en el gobernante fue un producto de su decadencia cívica… [las pretensiones de “un rey divino” solo retornarían con Alejandro] Los griegos no solo desecharon las pretensiones más supersticiosas de la realeza, haciendo que sus jefes dependieran del apoyo popular y reduciéndolos a dimensiones humanas, sino que sus dioses están representados como si fueran de la misma constitución física que las figuras humanas, como en el friso del Partenón, o bien como criaturas ligeramente más grandes pero igualmente moldeadas. Hacia el siglo quinto, hasta hicieron a sus dioses un poquito ridículos, cuando no despreciables, al insistir en sus debilidades eróticas y sus rivalidades amorosas. (Pág.220/221.) La pobreza (no la miseria) en Atenas. La opulencia no es una condición para el progreso. Platón pretende devolver la justicia de la aristocracia aldeana a la 8 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. ciudad “fastuosa”, pero Atenas tenía poco de opulenta en lo material. Sin embargo era una ciudad libre. Así, la más alta cultura del mundo antiguo, la de Atenas, llegó a su culminación en lo que, desde el punto de vista del urbanismo y de la higiene, era una municipalidad deplorablemente atrasada. Las variadas instalaciones sanitarias de que Ur y Harappa se enorgullecían dos mil años antes, apenas existían en forma de vestigios en la Atenas del siglo V. Hasta los tiempos helenísticos, las calles de cualquier ciudad griega eran poco más que callejones; y muchos de estas callejones sólo eran pasajes de no mucho más de un metro de ancho. Restos y basuras se acumulaban en los suburbios de la ciudad, invitando a las enfermedades y multiplicando las víctimas de la peste. La imagen de la "ciudad medieval", clisé que en buena medida es falso y que aún aceptan muchas personas que deberían estar mejor enteradas, sería, en realidad, una imagen fiel de muchas de las ciudades en desarrollo de la Grecia de los siglos VI y V, en particular en Ática y en el Peloponeso. Por cierto se aplica con mucha más justicia a estas ciudades que a muchas poblaciones de la Europa occidental en el siglo XIII de la era cristiana. El cambio cuantitativo de aldea a ciudad produce un cambio cualitativo al que no podían hacer frente las infraestructuras de la aldea, aunque pocas ciudades tenían entonces más de diez mil habitantes. En su mayor apogeo, s. V, Atenas apenas llegaba a 100.000. Por eso Aristóteles recomienda medidas de higiene e infraestructuras para ello. (Pág.223.) Mientras la ciudad griega siguió siendo pequeña, este primitivo modo de vida rural no fue necesariamente pestífero ni amenazador para la salud: el sol es un antiséptico eficaz, la tierra abierta constituye una acumulación de abono que es aceptable, y los cerdos y perros comen la carroña con entusiasmo. Pero abundan los datos que nos indican que todo género de suciedades se acumulaba en los límites de la ciudad; en estos basurales del municipio eran abandonados, en Atenas, los recién nacidos no deseados, para que murieran allí. Nada tiene de asombroso, pues, que Aristóteles, en su Política, recomendara el nombramiento de inspectores oficiales de higiene, quienes ejercerían un control de la basura de la ciudad; pues el cambio cuantitativo de aldea a ciudad había producido un cambio cualitativo al que no podían hacer frente ni la naturaleza ni las viejas costumbres aldeanas. (Pág. 224.) El paso de la aldea a la polis. Objetivo de la polis: una vida mejor, en todos los órdenes, no solo el económico, aunque el proceso tome como nombre sinecismo, unión de economías. Otro objetivo es el repudio de la guerra, el pacifismo: no construyeron murallas hasta después de la invasión persa. 9 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. El paso de la aldea a la polis, el lugar donde las personas se reúnen no solo por nacimiento y hábito sino conscientemente en busca de una vida mejor, tiene lugar ante nuestros ojos en Grecia. Debió haber muchos centros potenciales donde el poder del señor y la aristocracia feudal se habían debilitado y donde, parecería, el odio de los aldeanos a la guerra, recordado con tanta amargura por Hesíodo, sería trasladado a la constitución y a las prácticas diarias de la ciudad. Ciertamente, la aldea griega sólo pedía que se la dejara tranquila en su medio autónomo: no quería conquistar ni ser conquistada. ¿Podía la ciudad florecer - podía incluso existir en los mismos términos? El hecho de que Atenas, lo mismo que muchas otras ciudades no construyera murallas que la rodearan por entero hasta después de la primera invasión persa, muestra que los centros urbanos, en las condiciones que subsistieron hasta el siglo V, tenían cierto sentido de seguridad interna. [Recuérdese la libertad de opinión, etc., al contrario que Esparta] y la primitiva ausencia de murallas puede explicar precisamente esas cualidades humanas que, en un principio, distinguieron a las ciudades egeas de las del Cercano Oriente, a saber, su libertad y su falta de prejuicios. (Pág.226) Limitaciones de la polis. Pero, obsérvese, de la aldea procedían ciertos rasgos negativos: el aislamiento, los celos, la suspicacia frente al extranjero, el provincialismo, o sea, la faz más oscura de la confianza en sí mismo y de la autosuficiencia. Con excesiva facilidad, esta independencia se convertía en pugnacidad, en oposición por el gusto de oponerse. Incluso dentro de la ciudad podía haber tenido un efecto anarquizante; y no sin motivo Aristófanes dedicó una comedia entera a vapulear sin piedad a los atenienses por su afición excesiva al litigio [recuérdese la aparición de los sofistas o la crítica de Dürrenmatt en Proceso por la sombra de un burro]. Este aislacionismo aldeano queda ejemplificado clásicamente por el hecho de que las ciudades griegas, a pesar de los esfuerzos de Delfos, no llegaron nunca a tener un calendario común. Incluso comenzaban sus años en fechas diferentes. (Pág. 226/227) La coexistencia de los ciudadanos con las nuevas profesiones que demandaba la vida. Un último rasgo tenía su origen en las aldeas. Sin duda que del campesino, y no sólo de la aristocracia terrateniente, salió la desconfianza frente al comerciante, al banquero, al intermediario comercial, al prestamista de dinero y al tenedor de hipotecas; de hecho, frente a toda la gente de negocios que, a fin de extender el comercio y promover la riqueza, estaba creando la nueva economía monetaria, tan hostil a los antiguos hábitos rurales y la vieja escasez ática. Estos comerciantes y banqueros, respaldados por 10 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. manufactureros y artesanos, fueron los nuevos organizadores de la ciudad; después del siglo VI, pusieron en peligro el poder de los aristócratas y de los guerreros del comienzo. Pero el problema de la incorporación de estos nuevos grupos comerciales a la comunidad, poniéndolos activamente a su servicio y atribuyéndoles responsabilidad, no preocupó nunca seriamente a los grandes espíritus de Grecia. (Pág.228) Instituciones básicas de la ciudad. El papel de Olimpia, Delfos y Cos. Como órgano de cultura, la ciudad griega llegó a su madurez en el siglo V, antes de haber alcanzado una rica organización de la forma física, excepto en la Acrópolis… Pausanias, observador tardío de las ciudades griegas, desechó una ciudad de los focenses, diciendo que apenas merecía ser llamada ciudad porque carecía de oficinas de gobierno, de gimnasio, teatro, mercado y cañerías de agua. En su opinión, estos edificios y estas instalaciones eran los elementos que diferenciaban una ciudad de un mero amontonamiento de casas de aldea. (Pág.229) El teatro. Institución clave en Atenas. El lugar privilegiado de la libertad de expresión y lugar de participación del pueblo en forma de coro. En cuanto al teatro, también este existía en forma embrionaria en los ritos de fertilidad de la aldea, celebrados para la primavera y la cosecha: el piso circular de la era se convirtió en el escenario del nuevo teatro y los propios aldeanos, separados de los protagonistas como coro, ya no eran actores, pero todavía eran demasiado activos y locuaces para que se les llamara simples espectadores. (Pág. 230) Nace la razón dominante. El paso del mito al logos. La eclosión de la razón, la conciencia de uno mismo, milagro griego: un paso fundamental en el trayecto hacia la autonomía personal. La mente, con una recién adquirida conciencia de sí misma y de sus poderes, se entrega a la contemplación de su propia imagen; y la sonrisa de las estatuas griegas, que con demasiada ligereza es dejada de lado como una convención arcaica, puede, en verdad, revelar esta confianza e iluminación interiores. Por tosca que fuera la vida de aldea en la base de la ciudad, quien trepara a las acrópolis vería, en las cortantes laderas de la montaña y en el ciclo luminoso, el reflejo de un espíritu que se había convertido en la medida de todas las cosas, juzgando las viejas costumbres y las viejas leyes con una regla independiente, abierta a la razón. Los dioses tenían ahora que satisfacer normas humanas. Como resultado de esta trasformación, durante uno o dos siglos, la polis griega, en particular Atenas, se convirtió en un símbolo de todo cuanto era auténticamente humano. La misma 11 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. vida natural resultó ser más maravillosa, con sus limitaciones medidas, que las insolentes exaltaciones y las confusiones de la fantasía mitológica. Ser humano era ser más divino que los antiguos dioses. ¿Qué fuerzas llevaron a cabo esta trasformación? La explicación más fácil de la cultura urbana helénica seria aquella que identificó sus vivaces aciertos con sus principios democráticos, oponiendo la polis a las grandes capitales hipertrofiadas de los despotismos orientales. (Pág. 231) Olimpia, Delfos, Cos. (Los juegos, el templo, la medicina). Para dar con el secreto propio de la ciudad griega es necesario apartar la mirada de los centros más grandes. Y si se quisiera resumir en tres nombres lo que diferenció decisivamente la cultura urbana griega de la de sus predecesores, se podría decir simplemente: Olimpia, Delfos, Cos. La contribución de estos centros es lo que elevó a tanta altura la capacidad de realización del hombre. (Pág. 232) Lo que el trasporte y el intercambio de mercaderías había echo para estimular la vida cotidiana de la ciudad mesopotámica, las visitas personales a Olimpia, Delfos o Cos lo hicieron en cuanto al desarrollo religioso, político, literario y atlético de los griegos. La primera era la sede de los juegos olímpicos; la segunda encerraba el altar principal y el oráculo sagrado de Apolo, la única gran inf1uencia unificadora civil y religiosa, comparable en esto con el Vaticano en relación con los países católicos; en tanto que la tercera era un gran centro de curación, donde un nuevo grupo de médicos, los precursores y sucesores de Hipócrates (460-375) antes de Jesucristo) procuraban curar las enfermedades y promover la salud mediante una comprensión racional de la naturaleza. De estos tres centros fluían corrientes de energía vital, trasmitidas por peregrinos y participantes, quienes viajaban a pie y por barco; una energía vital que llevó a todas las ciudades griegas un verdadero torrente de ideas, y normas de vida unificadoras y autotrascendentes. (Pág.232/233) La herencia de Atenas a la posteridad viene degradada por la influencia de Esparta. En el año 386, La paz del Rey: el dominio de Esparta significó la imposibilidad de la federación de ciudades, bajo la tesis de que cada ciudad debía ser libre: El concepto más amplio de una política urbana federal, el cual hubiera rectificado las fallas tanto del aislamiento urbano como de la política imperialista y la expansión cultural, nunca tuvo una carrera bastante prolongada como para crear una pauta radicalmente nueva de vida cívica. La guerra arrastró nuevamente a la polis al sistema más regresivo de las primeras ciudades centradas en su rey; y, finalmente, sólo dejó un vestigio de su 12 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. independencia y autonomía. De modo que como refugiados conquistados, súbditos y esclavos, y no como ciudadanos libres, trasmitieron los griegos las lecciones de Olimpia, Delfos y Cos al resto del mundo. (Pág. 246/247) Proceso de laicización. El culto a los dioses será sustituido por el culto a la polis. La oración fúnebre de Pericles que relata Tucídides es un culto a sí mismo y a la polis. (págs. 247-250) La verdadera fuerza de la polis griega: No fueron las perfecciones acabadas de la época que siguió a Pericles sino las potencialidades inconclusas del período entre Solón y Pericles lo que hizo a Atenas tan grande, es decir, ese momento fecundo en el que los edificios no habían pasado a ocupar el lugar de los hombres. Entonces un espíritu de improvisación y creación brillantes influyó sobre todas las funciones urbanas. Por sus grandes templos y monumentos, la ciudad griega no era única. Karnak y Heliópolis, Babilonia y Nínive, sin lugar a dudas, también podían decir lo suyo al respecto. La verdadera fuerza de la ciudad griega era de otro orden. Consistía en no ser demasiado chica ni demasiado grande, demasiado rica ni demasiado pobre; y de este modo impedía que la personalidad humana fuera disminuida por sus propios productos colectivos, en tanto que utilizaba cabalmente todos los agentes urbanos de cooperación y comunión. Nunca ciudad alguna, por grande que fuera, albergó y estimuló a semejante multitud de personalidades creadoras coma las que se congregaron en Atenas quizá durante un siglo. Este es el hecho más importante al respecto; pero si nos faltaran los documentos escritos, las piedras de Atenas no contarían la historia. (Pág. 253) Una de las causas de la ruina de Atenas: En tiempo de Solón, trabajar no era ningún oprobio. Al final, triunfa Heródoto: trabajar es una deshonra, como en España en el siglo XVIII (La deshonra legal del trabajo). La exclusión de los metecos de la ciudadanía, al igual que la industria y el comercio estaban excluidos de la educación griega, de la paideía ----------Dice Gabriel García Márquez que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la Tierra. Nosotros sí tuvimos esa segunda oportunidad. Fue el llamado Renacimiento, provocado por la añoranza del modelo clásico de los valores y el saber y por la vida de la vieja polis, ahora llamada burgo. Podemos fijar el Renacimiento entre el siglo XV y casi los comienzos del XVIII. Pero el siglo XVIII, al que bajo el influjo de figuras entrañables como Kant, por decir uno, hemos mitificado todos durante mucho tiempo, obnubilados por la mal llamada “ideología de progreso” que se inventaron, produce a partir de la revolución industrial una quiebra social de momento única e irreversible: el nacimiento de la llamada sociedad 13 José Segovia. Un nuevo paradigma para la vivienda. La casa encendida, 26-11-2015. dual, cuyo desarrollo aún no ha concluido, a pesar de que bajo el imperio del mercado y el monopolio del economicismo va generando una brutal desigualdad y la pérdida de cohesión social, y va sembrando el camino de basura social, aquella que denunciaba Coetzee. Este curso organizado por la Cátedra de Geografía Humana de la UAM no ha dejado de denunciarlo durante estos años, pero la ausencia de reflexión, la caída de estas ideas en un terreno yermo de cultura y falto de interés genera esa desesperanza que ya denunciaba Platón, cuando prevenía de que una vida sin reflexión no es vida para un hombre, o el propio Ortega cuando decía que sin reflexión el hombre se quedaría “estupe-facto”, es decir, hecho un estúpido. La paradoja es que si un hombre se da cuenta de que es un estúpido porque no reflexiona, desde ese momento deja de ser un estúpido. 14