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Forthcoming: Trullén, J. (2006): “Producción y espacio urbano: algunos problemas económicos”, en
A.Tarroja y R.Camagni La nueva cultura del territorio. Diputació de Barcelona (en prensa).
Producción y espacio urbano: algunos problemas económicos
Joan Trullén
Departament d’Economia Aplicada
Universitat Autònoma de Barcelona
1. Introducción
A lo largo del último siglo, y especialmente desde que Alfred Marshall (1920)
estableciera en sus Principios de economía la distinción entre economías internas y
economías externas, la relación entre producción y espacio urbano, lejos de
simplificarse se ha vuelto crecientemente intensa y compleja1. En primer lugar, las
mejoras introducidas en los sistemas de transporte han facilitado los intercambios entre
agentes económicos situados en localidades distantes. En segundo lugar, los procesos de
integración económica han intensificado la movilidad del trabajo y del capital, llevando
a un incremento en la especialización urbana. En tercer lugar, los cambios recientes en
el proceso productivo derivados de la utilización de nuevas tecnologías de la
información y la comunicación, al introducir flexibilidad, han aumentado también la
interacción entre ciudades al tiempo que se incrementaba la complejidad de la propia
ciudad. A medida en que se intensifica la interacción, las ciudades lejos de disminuir su
importancia en el proceso productivo están aumentándola2.
Sin embargo, las legislaciones nacionales, cuando contemplan las competencias
económicas atribuibles al sector local y su financiación, tienden a concebir las ciudades
como si en realidad éstas estuvieran aún en un contexto productivo tradicional. Así, con
frecuencia, contemplan la producción al margen de los problemas derivados de la
existencia de economías externas o plantean la financiación impositiva municipal sobre
hipótesis como la de que los procesos productivos se verifican dentro los límites de los
términos municipales3. Además, tienden a tratar las ciudades o los municipios de
manera homogénea, al margen del nivel que ocupan en la jerarquía urbana. La
necesidad de adaptar la tributación local sobre la actividad económica a la nueva
realidad exige integrar en el análisis los nuevos problemas urbanos utilizando
herramientas apropiadas. Algunos avances en la ciencia económica urbana y en el
análisis espacial aplicado pueden ayudar a situar algunos problemas económicos
relacionados con la producción y el espacio urbano que deberían tener en cuenta los
legisladores.
1
Sobre la noción de economía externa en Marshall y la génesis de la noción “distrito industrial” véase
Giacomo Becattini (2002c). Sobre la noción de economía externa en Marshall y las bases
microeconómicas de la economía urbana véase Hirsch (1973).
2
Sobre el comercio de servicios y la movilidad del capital, véase Cuadrado-Roura et al. (2002). Sobre
economía globalizada y ciudades, véase la primera parte del libro editado por Moulaert y Scott (1997).
3
Véase Bosch (2003) y Castells (2003).
Desde 1970 se están produciendo avances muy importantes, tanto en el campo
específico de la economía urbana y la geografía económica como en la propia teoría del
crecimiento económico, que van hacia una misma dirección: subrayar la importancia del
fenómeno urbano para comprender la naturaleza del crecimiento económico. El
territorio no es un mero soporte de la actividad económica y la ciudad cumple un papel
importante y a veces decisivo en la explicación del crecimiento económico4.
En el nuevo marco global no sólo compiten las empresas, compiten también las
ciudades (Camagni 2003). La ciudad pasa a ser entendida no tanto como un conjunto de
personas y de actividades económicas que operan en el interior de un término
municipal, sino como un complejo y sutil conjunto dinámico de relaciones económicas
y sociales concentradas en el espacio pero abiertas al exterior. De ello trata el principio
de aglomeración que, en el ámbito espacial, cumple un papel tan central como en el
ámbito de la empresa el de las economías de escala (Camagni 2004, p.21-29). Las
nociones de distrito industrial marshalliano (Becattini 1979, 2002a, 2002b y 2002c),
los nuevos espacios industriales (Scott 1988a y 1988b), o las más recientes nociones de
ciudad del conocimiento y de ciudad creativa (Knight 1995; Dosi 1996), así como la
noción de red de ciudades (Dematteis 1991; Camagni y Salone 1993; Boix 2002),
constituyen ejemplos de avances en economía urbana que pueden ayudar a analizar la
complejidad económica de los actuales fenómenos urbanos. El presente trabajo pretende
aportar algunas reflexiones acerca de los problemas económicos que se plantean cuando
relacionamos la producción con el espacio urbano
2. Ciudad y competitividad
Pese a la diversidad de métodos de análisis existente en los paradigmas dominantes en
economía y en geografía económica, en los últimos años se está asistiendo a un
interesante proceso de aproximación en sus conclusiones: el espacio cuenta en el
proceso de crecimiento económico. En particular, la ciudad constituye por sí misma un
factor importante para explicar la competitividad, y no es sólo un mero soporte físico en
el que se debe basar la producción. Estudiaremos en primer lugar el proceso de
convergencia entre paradigmas, y la importancia que en dicho proceso tiene la
aceptación de la relevancia de los rendimientos crecientes en la producción. En segundo
lugar trataremos la cuestión del papel de las economías externas de naturaleza urbana en
el crecimiento económico.
2.1. Convergencia de paradigmas
Alrededor de 1990 se generaliza el proceso de convergencia entre los paradigmas de la
economía urbana/geografía económica y la teoría del crecimiento, así como su relación
con el fenómeno urbano. La geografía económica ha avanzado en el estudio de los
procesos de localización de la actividad y de la población, integrando en el análisis
variables relacionadas con el crecimiento económico. En el campo de la economía en
general, y de modo especial en la teoría del crecimiento económico, también se está
insistiendo en la necesidad de contemplar los fenómenos de concentración espacial de la
actividad económica como problemas relevantes. Los nuevos fenómenos de producción
4
Sobre la evolución de la economía urbana contemporánea véase Anas, Arnott y Small (1998). Un
panorama sobre la diversidad de sistemas de planeamiento y sus consecuencias se encuentra en Healey y
Williams (1993).
flexible y de integración de los mercados están poniendo en cuestión piezas centrales de
los respectivos paradigmas. La ciudad cuenta cada vez más en el proceso de crecimiento
económico, al mismo tiempo que la localización se explica cada vez menos por
variables relacionadas con la distancia o la accesibilidad. Pero la respuesta no es un
creciente aislamiento en el interior de cada paradigma, sino un progresivo acercamiento
en el objeto y en los métodos de estudio.
En dicho proceso de convergencia entre paradigmas han cumplido un papel esencial los
cambios registrados en el comercio internacional. En Geografía y comercio, Krugman
(1992, p.9 y 11) afirma que “si queremos comprender la especialización internacional,
una buena forma de empezar es estudiar la especialización local”, y por tanto que “la
concentración geográfica de la producción es una prueba clara de la influencia
permanente de algún tipo de rendimiento creciente”. Krugman, al igual que otros
economistas estudiosos del crecimiento económico, se sitúa en la estela de Marshall,
pero también en la de Allyn Young, Gunnard Myrdal, Albert Hirschman o Nicholas
Kaldor, todos ellos teóricos del crecimiento en desequilibrio.
Becattini (1979) llega a una conclusión parecida a partir de supuestos teóricos
marshallianos. Estudiando las razones por las que ciudades industriales con predominio
de sistemas de pequeñas y medianas empresas especializadas superaban con ventaja a
las ciudades dominadas por grandes empresas, Becattini introdujo en el argumento
económico una idea que resultará central en todo el debate posterior: podían coexistir
rendimientos crecientes en la producción industrial con formas de mercado
competitivas, en línea con una herramienta de análisis que Marshall había sugerido en
sus tratados de economía: el distrito industrial. De acuerdo con Becattini, era necesario
partir del estudio de las condiciones locales de producción si se quería comprender el
proceso de crecimiento económico en este tipo de ciudades5. Becattini, (en colaboración
con Ferdinand Braudel) estudió bajo estos principios económicos la ciudad industrial de
Prato, de tradición industrial textil lanera, y en 1975 planteó la cuestión en sus justos
términos: la unidad de análisis pertinente en estos casos no era el sector industrial sino
el distrito industrial marshalliano. La ciudad cuenta como factor de desarrollo
económico y no sólo como factor de “localización” (Becattini 2002c).
Los geógrafos económicos americanos, como Scott y Storper (1986), también estaban
tratando de comprender los fenómenos de concentración especializada de actividad
económica con supuestos parecidos a los del análisis europeo más avanzado. Así,
propusieron identificar los procesos de localización industrial en los nuevos espacios
industriales, introduciendo hipótesis de cooperación y de competencia, postulados de
raíz marshalliana.
La ciudad cuenta porque la historia cuenta. La trayectoria económica de los espacios
que logran situarse en un puesto relevante en el comercio internacional no se puede
comprender sin explicar las condiciones urbanas en las que se opera: relevancia de los
mercados de trabajo especializados, atmósfera industrial favorable, instituciones locales
que favorecen la interacción, cooperación entre empresas, y concatenación de costes en
procesos productivos segmentables, entre otras.
5
Giacomo Becattini, uno de los grandes especialistas en Marshall, publicó la primera obra
contemporánea en la que se aborda la cuestión de la coexistencia de rendimientos crecientes y
externalidades marshallianas en 1975, con motivo de un estudio sobre la Toscana. Véase Becattini (1979)
y (2002a y 2002b).
En una dirección parecida, los teóricos del crecimiento endógeno como Romer y Lucas,
los teóricos del desarrollo endógeno como Vázquez Barquero o Garofoli, y los
estudiosos del milieu innovador como Aydalot o Camagni, coinciden en la necesidad de
reinterpretar el papel de las ciudades en el proceso de desarrollo económico (Vázquez
Barquero, 2002).
Roberto Camagni da un paso más: reconoce no sólo el papel económico de las ciudades
como generadoras de ventajas comparativas “à la Krugman”, sino también como
generadoras de ventajas absolutas6. En un mundo con plena integración económica y
financiera no serían posibles los ajustes por medio del tipo de cambio o de los salarios.
En consecuencia, el futuro de las distintas ciudades se dirime en su capacidad por
desarrollar ventajas absolutas en relación con ciudades competidoras (Camagni 2003).
Pero si la ciudad es la unidad de análisis pertinente para comprender el proceso de
crecimiento económico, debe serlo también como espacio de intervención pública. El
desarrollo económico en clave endógena tiene un componente local fundamental. La
innovación y el impulso privado cumplen también un papel muy relevante, pero no es
posible explicar dichos procesos sin la existencia de un capital social o capital
relacional local. En consecuencia, las políticas de desarrollo endógeno deben tener un
componente local, y cualquier reforma competencial o financiera no puede estar al
margen de dichos diagnósticos.
2.2. Externalidades marshallianas y economía urbana
¿Es posible trazar un puente entre las nuevas teorías del crecimiento y la teoría
económica urbana tradicional? ¿La distinta naturaleza de las economías externas
contempladas entre las distintas teorías permite un tratamiento sistemático de los
factores territoriales de competitividad?
El mundo conceptual de la economía urbana ha tratado tradicionalmente estas
condiciones en clave de economías de aglomeración. Se trata de un amplio conjunto de
economías externas que dan ventaja a la concentración espacial de la actividad y de la
población y que se clasifican tradicionalmente en tres subconjuntos: economías internas
a la empresa (que definen las áreas de mercado de las empresas), economías externas a
la empresa pero internas a la industria (o economías de localización), y economías
externas a la empresa y a la industria (o economías de urbanización)7. Las economías de
escala internas a la empresa, en la medida en que vayan acompañadas de la existencia
de costes de transporte permiten definir las áreas de mercado que determinan la
localización de cada empresa. En el caso de las economías externas de localización, la
fuente de las ventajas locacionales estriba en la reunión en un mismo distrito o ciudad
de un conjunto de empresas del mismo sector. Estas ventajas se asocian con la
posibilidad de incrementar la especialización productiva, de compartir costes, de
6
Ambos conceptos derivan del comercio internacional. Una ciudad tiene ventajas absolutas (Adam
Smith) en la producción de un bien si con una unidad de recurso puede producir más unidades de dicho
bien que otras ciudades. Las ventajas comparativas (David Ricardo) hacen referencia al caso en que,
aunque una ciudad tenga ventajas absolutas en todos los bienes, existen ventajas de que cada ciudad se
especialice en el bien (bienes) en el que tenga más ventajas absolutas, y se comercie con otras ciudades.
7
Naturalmente, junto con las economías externas positivas también se contemplan las negativas
(deseconomías), como la congestión en áreas centrales o el exceso de dispersión en las nuevas periferias.
En este trabajo sólo se insiste en las economías externas relacionadas con la producción.
compartir un mercado de trabajo especializado, o de reducir los costes de transacción.
Son por tanto de naturaleza sectorial. Hablaremos de economías de localización del
sector textil en Sabadell, o de la cerámica en Castelló de la Plana. Las economías de
urbanización (externas a la empresa y externas al sector), no están relacionadas con la
concentración de actividades de un sólo sector, sino con la dimensión de la ciudad y la
diversidad productiva. Incluyen un gran conjunto de economías externas que van desde
la constitución de un gran mercado de productos o de servicios derivado de la propia
dimensión de la ciudad o la posibilidad de encontrar economías de escala en la
producción de determinados servicios públicos (como un aeropuerto o una red de
metro).
Esta taxonomía tradicional de las economías de aglomeración presenta una gran ventaja:
la derivada de la generalización en su uso. Pero también presenta un gran inconveniente,
el simplificar los razonamientos económicos. Si admitimos que las fuentes de
competitividad de los distritos industriales marshallianos definidos con anterioridad son
de naturaleza sectorial, podríamos estar tentados de afirmar que el puente entre ambas
teorías es de fácil trazado. Se trata de las economías de localización. Sin embargo,
como el propio Becattini ha afirmado, en estas ciudades no se trata sólo de identificar
concentraciones territoriales de actividad sino también pautas colectivas de
comportamiento, atmósfera industrial en el sentido de Marshall o “conformaciones
complejas de la sociedad local que permiten adaptaciones ‘dulces’ a los cambios en las
circunstancias exteriores”. El distrito industrial marshalliano concibe la ciudad como
una comunidad dotada de sistemas de valores, de instituciones o de comportamientos.
Es al mismo tiempo una máquina productiva y educativa, un sistema de relaciones
sociales y de sujetos humanos representativos sobre los cuales se basa su
competitividad. Estamos ante una ciudad que debe estudiarse no en el tiempo abstracto
de los modelos de teoría económica, sino en el tiempo histórico. El saber localizado
relevante no sería el derivado del conocimiento codificado sino el que se desprende del
conocimiento tácito (Becattini 2002a). De aquí se desprende la fuente de la ventaja
competitiva. En consecuencia, la acción pública con objetivos de crecimiento debe estar
adaptada en cada ciudad, a sus especificidades, a su irrepetible trayectoria económica,
social y tecnológica. Por lo tanto, las políticas de desarrollo deben tener un componente
local fundamental, y no tanto un componente sectorial.
La existencia de economías externas que sólo se producen en el largo plazo permite
distinguir entre economías externas temporalmente dinámicas y estáticas (Glaeser et al.
1992). Las economías de localización dinámicas están asociadas a la existencia de
efectos externos como los descritos por Becattini, siempre definidos alrededor de un
sector, y alcanza a la difusión de conocimientos entre empresas, como los descritos por
Romer (1986). Las economías de urbanización dinámicas están asociadas a la
diversidad productiva y las ventajas derivadas a la transmisión de saber entre empresas
de distintos sectores en un determinado territorio (también conocidas como
externalidades Jacobs o por fertilización cruzada).
El puente entre las teorías que analizan el proceso de desarrollo en tiempo histórico y
las teorías que sistematizan las economías externas en el tiempo abstracto no puede ser
completo. Pero precisamente en esta dificultad encontramos el principal argumento para
reconocer la necesidad de estudiar cada ciudad en su complejidad y, en definitiva, para
impulsar estrategias de desarrollo económico a escala local y no sólo a escala central o
autonómica.
Para finalizar este epígrafe debemos aludir a dos herramientas de análisis que se están
introduciendo en el diagnóstico de los problemas urbanos. La noción de red de ciudades
y la noción de ciudad del conocimiento, y que pretenden recoger cambios profundos en
la naturaleza de la producción y en la naturaleza de la interacción espacial en la ciudad
de principios del Siglo XXI. La noción de ciudad del conocimiento parte de un concepto
propuesto inicialmente por Knight (1995) y que está inspirando el cambio de estrategias
urbanas en algunas ciudades como Munich o Barcelona8. Finalmente, es preciso
referirse a un nuevo concepto de ventaja asociada a la localización pero que no tiene
estrictamente hablando características aglomerativas. Me refiero a las economías de red.
La noción de red de ciudades alude a la existencia de interacción de naturaleza
económica entre ciudades separadas. La inexistencia de continuidad espacial no es
obstáculo para establecer relaciones productivas entre ciudades, tal como ponen de
relieve los estudios de Pred (1977), Dematteis (1990), Camagni (1993 y 2003) o Trullén
y Boix (2004). Frente a la tendencia a identificar la aglomeración como única fuente de
ventaja espacial la nueva literatura subraya la existencia de interacciones económicas
entre ciudades de distinto nivel jerárquico (redes verticales) o del mismo nivel
jerárquico (redes horizontales). Las nuevas tecnologías facilitan el crecimiento de la
interacción espacial entre ciudades separadas, lo que constituye una novedad respecto al
tratamiento tradicional de la economía urbana9.
3. Economías externas de naturaleza urbana: límites del enfoque municipal
Con la intención de ilustrar el alcance del cambio al que está sometida la actividad
económica en los municipios en general y las ciudades en particular, se aportan algunos
datos y también los resultados de algunas investigaciones aplicadas recientes. Se puede
afirmar que la extensión de los mercados para los que produce la economía española
(internacionalización) ha ido acompañada de una expansión territorial
(metropolitanización) del área que debe considerarse que conforma la ciudad o el
espacio metropolitano. Del municipio como unidad de análisis y de tributación, se debe
pasar para la mayor parte de los habitantes de las economías más avanzadas a la
metrópolis o la ciudad definida en términos de mercado de trabajo.
Por tanto, sostendremos la necesidad de extender el análisis económico de las ciudades
españolas del ámbito municipal al supra-municipal, y las razones para explorar un
modelo de red de ciudades (policéntrico) o de red de redes de ciudades (de geometría
variable). Utilizando esta aproximación, aparece con nitidez no un modelo radial, sino
un modelo que reconoce la dinámica urbanizadora de la periferia, y que de algún modo
recuerda el modelo “talasocrático”de Perpinyà Grau (1936)10. En la mayor parte de las
ciudades, la dinámica urbana se expande desde los municipios centrales hacia
municipios crecientemente alejados, vaciando de contenido el análisis económico
8
Sobre la noción de economía del conocimiento que hay detrás de la noción de ciudad del conocimiento
véase Knight (1995) y Dosi (1996). Una propuesta para Barcelona se encuentra en Trullén (1998) y
Trullén, Lladós y Boix (2002).
9
Los conceptos de redes de ciudades y economías de red son desarrollados por Boix en este mismo
volumen.
10
Resulta evidente la similitud con el modelo territorial propuesto por Román Perpinyá Grau en su magna
obra “De Economia Hispana. Infrastructura, Historia”, incluyendo el poder de atracción del mar, con la
generalización de precios del suelo propios de espacios urbanos al conjunto de la costa, incluyendo los
archipiélagos.
municipal aislado y, en consecuencia, afectando las decisiones sobre tributación local.
Además existen dinámicas urbanas muy diferentes que han llevado a desarrollar una
jerarquía de ciudades en la que además del doble liderazgo de Madrid y Barcelona
(metrópolis globales), aparecen metrópolis con un papel potencial de “equilibrio” como
Zaragoza y Málaga, que junto con las grandes metrópolis de Valencia, Sevilla y
Bilbao, y las metrópolis portuguesas de Lisboa y Oporto, configuran el sistema urbano
peninsular.
3.1. Economías de Urbanización
Uno de los indicadores utilizados por la literatura comparada para analizar los
fenómenos urbanos se refiere a la amplitud de sus mercados de trabajo. Los términos
municipales no son aceptables como unidad de análisis de los mercados de trabajo dado
que se ha generalizado el commuting o desplazamiento diario entre el municipio de
residencia y el municipio de trabajo.
En Estados Unidos, desde los años cincuenta, se elaboran estadísticas que delimitan las
ciudades con criterios homogéneos que se basan precisamente en la interacción que se
da entre ciudades por razones laborales. Se trata de las Unidades Estadísticas Estándar
Metropolitanas definidas a partir de la existencia de umbrales de atracción de residentes
de otros municipios a partir de los municipios centrales. En la Unión Europea no existe
un criterio único de delimitación de áreas metropolitanas, pese a los distintos intentos
para adoptarlo. Los distintos investigadores han seguido criterios diversos, lo que
dificulta no sólo su conocimiento sino también el avance de la economía urbana
aplicada11.
En España existe una larga tradición de estudios urbanos aplicados que han utilizado
criterios de delimitación como el de la Oficina del Censo de los Estados Unidos. Un
estudio comparado reciente es el dirigido por Roca Cladera (2001), en el que utilizando
criterios estadísticos parecidos a los norteamericanos concluye que, en 1998, las siete
grandes áreas metropolitanas españolas abarcaban en su conjunto 14,7 millones de
habitantes, presentando situaciones muy distintas de densidad de población y de
composición productiva. Nos será útil para ilustrar los límites del municipio como
unidad de intervención pública y de financiación.
De acuerdo con estos trabajos, en 1998 la metrópolis de Madrid, estaba integrada por
167 municipios, con una población de 5.079.844 habitantes. Barcelona estaba
compuesta por 217 municipios con una población de 4.390.025 habitantes. Destaca la
distinta naturaleza económico-territorial de ambas metrópolis, con un monocentrismo
terciario dominante en Madrid, o con un carácter más policéntrico y diversificado en
Barcelona. La densidad de población de las principales metrópolis españolas es muy
distinta y va desde los 202 habitantes/km2 de Sevilla a los 956 Km2 de Barcelona. Por
tanto, son espacios heterogéneos.
En investigaciones propias sobre el sistema de ciudades de Cataluña (Trullén 2002,
p.78), se han aplicado algoritmos similares a los de la oficina del censo americana a los
datos censales de movilidad obligada por trabajo. Los resultados también apuntan en la
misma dirección. Los mercados de trabajo metropolitanos son intermunicipales, y
11
Una recopilación exhaustiva de los diferentes métodos de delimitación de áreas urbanas y mercados de
trabajo aparece en OCDE (2002).
aumentan muy rápidamente de dimensión, vaciando de contenido el análisis municipal.
Así, en Cataluña se definen cinco mercados de trabajo metropolitanos: Barcelona, Camp
de Tarragona (Tarragona-Reus-Valls), Lleida, Girona y Manresa. El crecimiento del
número de municipios que configuran dichos mercados ha sido muy intenso,
especialmente desde el ingreso a las Comunidades Europeas en 1986. Así, el área
metropolitana de Barcelona pasó de estar integrada en 1986 por 90 municipios, un
millón de empleos y 3,6 millones de habitantes, a acoger 227 municipios, 1,9 millones
de empleos y 4,5 millones de habitantes en el año 2001.
De los trabajos citados se deduce que, en primer lugar, el municipio no es el la unidad
económica para el análisis, sino que se contemplar ámbitos intermunicipales o
metropolitanos. En segundo lugar, la dinámica de los mercados de trabajo
metropolitanos es expansiva, puesto que la interacción espacial es creciente. En tercer
lugar, existe una jerarquía urbana muy marcada entre las ciudades, especialmente entra
las grandes ciudades, destacando la magnitud de las dos grandes metrópolis globales:
Madrid y Barcelona.
Figura 1. Áreas metropolitanas de Cataluña. Año 2001.
Fuente: Elaboración propia a partir de Censos 2001 (Idescat).
Algoritmo Àrea Metropolitana Estandar –cities and towns (Federal Register, 1990). Se muestran sólo los municipios contiguos.
En el lado negativo, la expansión económica de las ciudades en el espacio no sólo
comporta un conjunto de ventajas que se sintetizan en un aumento de la competitividad
sino que también generan costes de gran importancia. Entre los efectos externos
negativos se destacan dos: el incremento en el tiempo dedicado a la movilidad y el
consumo excesivo de suelo urbano en las periferias12. En Cataluña, el número de flujos
intermunicipales ha incrementado desde 798.000 commuters en el año 1991 hasta
1.285.000 en el año 2001. Los Censos de 2001 nos permiten aproximar, a partir del
número de viajes diarios y el tiempo de desplazamiento percibido, un promedio 135
minutos utilizados en desplazamientos residencia-trabajo por persona/día (incluyendo
12
Una panorámica de los costes colectivos del modelo de ciudad dispersa se encuentra en Camagni,
Gibelli y Rigamonti (2002).
ida y vuelta, y número de veces que se hace el recorrido). Este tiempo es más del doble
de la media española (alrededor de 60 minutos).
También en el ámbito de las economías de urbanización y de su dinámica nos
referiremos ahora a un indicador genérico de economías de urbanización: el precio
medio del suelo de un municipio y su relación con los precios medios existentes en la
economía nacional en la que éste se encuentre. De algún modo la ciudad, desde la
perspectiva de la generación de economías externas relacionadas con la diversidad
productiva y con la disponibilidad de servicios, refleja por medio del mecanismo de los
precios del suelo el alcance de estas externalidades. El primer determinante del precio
del suelo está relacionado con la amplitud del mercado de trabajo local. Las grandes
metrópolis presentan precios superiores a las metrópolis intermedias, y así
sucesivamente. Naturalmente la existencia de límites de oferta (generalmente atribuibles
a restricciones geográficas) puede alterar esta relación general, así como la naturaleza
de la actividad económica o el nivel medio de renta, entre otras variables como la
existencia de demanda exterior (municipios turísticos).
Los datos explotados por la Subdirección General de Estadística y Estudios del
Ministerio de Fomento, a partir de datos de las Sociedades de Tasación, permiten
disponer de series estadísticas de precios de las viviendas en los municipios de España
(precios medios de tasación referidos a superficie construida). A partir de dichos
estudios disponemos de series temporales homogéneas que nos permiten establecer que
los precios de la vivienda no sólo están relacionados con la dimensión de la ciudad, sino
con el crecimiento de los espacios metropolitanos. Las metrópolis de Barcelona y
Madrid no sólo presentan un vector de precios muy alto, sino que además ven aumentar
sus precios por encima de los aumentos medios de España. Además las ciudades y áreas
costeras disponen de un vector de precios muy superior a los espacios del interior.
Dentro de los espacios metropolitanos se presentan a su vez vectores de precios
distintos. Así, en Barcelona existían el año 2002 siete distritos postales con precios del
suelo superiores a los 2.500 euros/m2 (precio promedio de tasación), y otros diecisiete
con precios entre los 2.000 y 2.500 euros/m2. En Madrid, once distritos postales
presentaban precios promedio de tasación superiores a 2.500/m2 y otros 13 valores
superiores entre 2.000 y 2.500 euros/m2. En las periferias metropolitanas existen
municipios con precios medios sensiblemente inferiores. En consecuencia, existe una
importante segregación espacial de precios en el interior de los espacios metropolitanos.
A partir de los datos de precios medios de la vivienda superiores a 1.000 euros/m2, se
puede identificar un modelo urbano en la economía española en el que se delimita una
España periférica urbanizada con precios altos y una España interior, con precios más
bajos, pero que conserva un centro metropolitano con precios altos que se empieza a
desbordar más allá de los límites de la Comunidad de Madrid, así como algunas
manchas relevantes que se corresponden con las metrópolis y las grandes ciudades del
interior. El modelo urbano no es por tanto radial, sino sobretodo periférico. Los radios
de la rueda son débiles, pero la rueda es cada vez más densa y rica. Las opciones
estratégicas relacionadas con las infraestructuras de transporte y de comunicaciones
deberían tenerlo en cuenta.
Figura 2. Precios de tasación promedio por distritos postales en Madrid y Barcelona.
Año 2002.
Fuente: Ministerio de Fomento (2003): “Índice de precios de las viviendas. Estadística del precio medio del m2”.
3.2. Economías de localización
Las economías de localización son economías externas relacionadas con la
especialización productiva de las ciudades. En el caso de la metrópolis de Barcelona, se
ha identificado un modelo urbano policéntrico, en el que, además del núcleo central
muy denso, destaca un arco metropolitano exterior (el arco tecnológico) configurado
alrededor de siete ciudades: Mataró, Granollers, Sabadell, Terrassa, Martorell,
Vilafranca y Vilanova. Como en el caso de Prato estudiado por Becattini, en los
subcentros metropolitanos existe una interesante combinación de especialización
productiva y segmentación, con predominio de sistemas de pequeñas y medianas
empresas. Cada una de las ciudades está relativamente especializada en una o varias
actividades, pero el conjunto de la metrópolis está diversificado. En lugar de entender el
sistema como un conjunto de planetas que giran alrededor del núcleo central, debe ser
entendido como una galaxia formada por una condensación de actividades
especializadas en el centro y de estrellas que brillan con luz propia en la periferia13.
De los análisis realizados sobre las economías de localización se derivan tres
conclusiones importantes. En primer lugar, algunas ciudades presentan condensaciones
de actividad productiva especializada al estilo de los distritos industriales marshallianos.
En segundo lugar, en estos casos la capacidad competitiva está relacionada no con la
búsqueda de economías internas sino con la existencia de economías externas que les
permite compensar la baja dimensión media de los establecimientos productivos. En
tercer lugar, las políticas industriales y tecnológicas deberían adaptarse a la existencia
de dichas condensaciones de actividad productiva y, en consecuencia, tener un enfoque
urbano.
3.3. Redes de ciudades
13
La existencia de ventajas asociadas a la especialización productiva localizada no es una característica
única de estas ciudades del arco tecnológico de Barcelona, sino que se presenta en otras muchas ciudades
como Prato, Cadore o Sassuolo en Italia, Vila-real, Ontinyent, Elx o Alcora en España, Timisoara en
Rumanía, Lipetzk, en Rusia, etc.
La aproximación al estudio aplicado de las economías de red está muy poco
desarrollada todavía. A diferencia de las economías de localización y urbanización,
estas economías son dinámicas en el espacio. Existen muchas las dificultades para
obtener datos estadísticos de flujos intermunicipales de naturaleza económica
(telefonía, transportes) y además la literatura comparada es escasa.
A partir de datos censales sobre las características sectoriales de la movilidad obligada
por trabajo, se está encontrando evidencia de la existencia de efectos externos de red
entre ciudades distantes. Los resultados de dichos estudios para Cataluña apuntan a la
existencia de relaciones de red que reflejan la existencia de interacción entre ciudades
separadas (Trullén y Boix, 2004), y obtienen algunas conclusiones relevantes. En
primer lugar, se encuentra evidencia de que existen economías externas de carácter
urbano que no son aglomerativas y que por tanto no suponen la concentración de la
producción en una única ciudad. En segundo lugar, la interacción espacial de naturaleza
horizontal (no jerárquica) entre ciudades denota la existencia de sinergias asociadas a la
producción en sectores similares. En tercer lugar, la interacción espacial de naturaleza
vertical denota la existencia de complementariedades asociadas a la producción en
sectores distintos. Como consecuencia, el diseño de los servicios urbanos producidos en
cada municipio debe tener en cuenta si va dirigido a atender sólo la demanda interna o
se dirige a un conjunto de ciudades exteriores. Como corolario, se impone la búsqueda
de economías de escala en la producción de servicios urbanos, primando la consecución
de sinergias y complementariedades, y por tanto un conjunto significativo de servicios
no debe ser producido de manera homogénea en el territorio y debe atender a una
demanda exterior.
3.4. Economía del conocimiento y ciudad
La economía del conocimiento se define como aquella que se basa en la producción,
distribución y uso de conocimiento e información. Las ciudades contemporáneas están
asentando su producción en base a actividades densas en conocimiento y que utilizan
masivamente las tecnologías de la información y la comunicación. Se considera que una
de las fuentes más sólida de la competitividad urbana está precisamente en la
condensación en el espacio urbano de saber no codificado o tácito.
La medición de la economía del conocimiento en espacios urbanos ha sido objeto de
investigaciones propias recientes aplicadas a la metrópolis de Barcelona y Cataluña
(OCDE 1996; Trullén et al. 2002)14. A través de una metodología que se basa en los
criterios de la OCDE y en datos de empleo censal o registrado en la Seguridad Social, se
puede estimar la evolución relativa de las actividades económicas en función de la
intensidad de conocimiento. Pero los datos agregados para grandes conjuntos urbanos
pueden esconder pautas de localización interna de la actividad productiva de muy
distinto género. De ahí que se haya procedido también a calcular por municipios el
empleo agrupando las actividades en dos grandes conjuntos de conocimiento: alto y
bajo.
En la figura 3 se muestran los resultados para Barcelona y para el resto de la región
metropolitana de Barcelona. La ciudad de Barcelona actúa de motor del cambio de la
base económica de la metrópolis, al especializarse en la producción de actividades de
14
Estos resultados pueden tomarse como un referente útil para el conjunto de las ciudades españolas. La
metodología es fácilmente extensible a otras ciudades europeas.
conocimiento alto, sobretodo servicios basados en el conocimiento. La ocupación en
actividades de conocimiento alto crece un 65%, mientras que la ocupación en sectores
de conocimiento bajo se reduce un 8%. En el resto de la región metropolitana se dobla
la ocupación en actividades de conocimiento alto, aunque en volumen absoluto continúa
siendo inferior a la de Barcelona. Las actividades de conocimiento bajo crecen un 33%.
El análisis individualizado de los perfiles de los municipios de la región metropolitana
muestran la heterogeneidad en la producción en el interior de la metrópolis (Trullén et
al. 2002).
Figura 3. Economía del conocimiento. Afiliados al régimen general de la Seguridad
Social por intensidad de conocimiento. 1991-2003.
a) Barcelona
700.000
600.000
519.417
478.321
500.000
Conocimiento bajo
400.000
376.675
300.000
200.000
Conocimiento alto
246.944
100.000
0
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
b) Resto de la región metropolitana de Barcelona (163 municipios)
700.000
610.230
Conocimiento bajo
600.000
500.000
459.550
400.000
300.000
Conocimiento alto
274.741
200.000
100.000
134.032
0
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
Fuente: elaboración a partir de Departament de Treball (Gencat)
Si generalizamos los resultados de las investigaciones sobre economía del conocimiento
y ciudad a partir del caso de la metrópolis de Barcelona, podemos indicar las siguientes
conclusiones: en primer lugar, se están produciendo cambios radicales en la producción
tanto de bienes como de servicios en el interior de las ciudades. En segundo lugar, las
actividades de mayor densidad de conocimiento tienden a radicarse en los núcleos
centrales metropolitanos. En tercer lugar, la extensión de las actividades de
conocimiento alto no es homogénea en el territorio metropolitano. En consecuencia, se
impone un análisis que permita llevar las políticas tecnológicas y científicas también a
escala municipal o inter-municipal. Cualquier política que se plantee objetivos
productivos que tengan en cuenta la densidad de conocimiento y objetivos de equilibrio
territorial debe pues contener un enfoque local y además un enfoque metropolitano.
4. Conclusiones: nuevas estrategias económicas para las ciudades
Teniendo en cuenta los resultados y presentados en los anteriores apartados, y ningún
ánimo de exhaustividad, se tratarán aquí de esbozar algunas de las nuevas estrategias
económicas relativas al fomento de la actividad productiva que se pueden plantear a
escala municipal o metropolitana. La conclusión general es que, conjuntamente con la
generación de economías internas, se puede fortalecer la competitividad a partir del
desarrollo de las economías externas de naturaleza urbana. Cuatro son los pilares de una
nueva estrategia urbana:
1. El desarrollo de las economías de urbanización;
2. El respeto a las economías de localización específicas de cada ciudad;
3. El fomento de la interacción espacial entre ciudades, sobre la base de las
relaciones de red;
4. El incremento progresivo de las actividades de conocimiento alto.
La visión tradicional de dotar de competencias homogéneas al conjunto de ciudades o
municipios sin tener en cuenta su distinta posición jerárquica no parece coherente con
la consecución de economías externas urbanas. Las ciudades, definidas no por sus
límites municipales sino por su mercado real de trabajo, deben plantear su estrategia en
clave exterior. La orientación debe ser no tanto en clave de provisión de servicios para
la población residente sino para atender una demanda exterior creciente. Una visión en
red del sistema de ciudades exige fomentar la cooperación en la provisión de servicios
públicos y fomentar las complementariedades y las sinergias.
Además, el fomento de las actividades densas en conocimiento exige poner a su
disposición una parte del suelo que tradicionalmente se ha zonificado para usos
industriales. Los nuevos problemas de exceso de consumo de suelo para finalidad
urbana en las periferias de nuestras ciudades deben incentivar estrategias de
reutilización de las zonas urbanas centrales y de fortalecimiento de redes de transporte
público. Del mismo modo, la detección de fenómenos incipientes de segregación
espacial urbana exige el diseño de políticas intermunicipales.
En consecuencia, las reformas tendentes a reforzar las competencias económicas y la
financiación municipal deben plantearse nuevos retos que fomenten la competitividad
pero buscando la interacción cooperativa. Se trata de competir y cooperar al mismo
tiempo.
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