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LOS LÍMITES DEL LIBERALISMO ECONÓMICO
Carlos Mallo
Catedrático de la U. Carlos III de Madrid
1. El liberalismo político
El liberalismo es un concepto usado principalmente durante los siglos XVII y
XVIII, constituyendo un sistema filosófico social, económico y de acción
política, contrario al tradicional poder absoluto del estado, a la influencia de la
Iglesia y a los privilegios de la aristocracia, que promueve las libertades civiles
de los ciudadanos.
El liberalismo es la doctrina en la que se fundamenta el gobierno representativo
y la democracia parlamentaria, que se promueve en un estado de derecho que
se basa en la libertad, igualdad y derechos humanos de todos los ciudadanos,
garantizando el derecho de propiedad y el derecho a la libertad de empresa.
El liberalismo tiene un antecedente en el Padre Juan de Mariana (1536-1624)
perteneciente a la escuela neoescolástica de Salamanca que en sus escritos
había realizado severas críticas al exceso del poder del estado y de la iglesia,
justificando el apartamiento del poder de los tiranos que por ejemplo cargaran
de impuestos, hasta asfixiarlas, a las clases productoras. También en su libro
de Monetae Mutatione criticó severamente la alteración del valor de la moneda
por los soberanos.
El liberalismo fue impregnando la conciencia de los personajes más libres y
lúcidos de estos siglos, con lo que paulatinamente influyó en el cambio de lo
que se conoció como “Antiguo Régimen” a nuevas formas políticas que
esencialmente, a través de las constituciones nacionales, proclamaban las
libertades individuales como base de la legitimidad de los gobiernos de las
naciones.
El liberalismo surgió en Inglaterra a mediados del siglo XVII, cuyos principios
fueron plasmados en las carta de derechos (Bill of Rights) de 1688 en
Inglaterra y reproducidos en la Declaración de Independencia de los Estados
Unidos de 1776 y traslados a la Declaración Universal de los Derechos
Humanos en 1948 y fundamentados por John Locke en sus ensayos sobre el
gobierno civil (1689) en los que postula el concepto de comunidad política,
asentada en el libre consentimiento de sus miembros y el derecho a la libertad
y propiedad de todos los individuos, según la ley natural que consiste en lo que
la razón determina como racional, superando la tradición de gobernar por
derecho natural o sobrenatural, sin consentimiento de los gobernados. Esta
teoría fue reformada en la segunda mitad del siglo XVIII por la conocida
escuela llamada “La Ilustración Escocesa” cuyos principales autores fueron
1
Adam Smith y David Hume. Este último reformuló su teoría del gobierno político
en bases distintas al derecho natural de Locke, introduciendo en las bases de
la conducta humana los sentimientos. Así los sentimientos y la razón
interrelacionan e interpretan la elección sobre las necesidades ilimitadas que el
individuo no puede satisfacer por sí solo.
Esta interacción de las ilimitadas necesidades y la imposibilidad de
satisfacerlas por cada individuo, es lo que constituye el fundamento de la vida
en sociedad, apareciendo el egoísmo y los intereses propios individuales como
base de la necesidad de que exista la sociedad para aportar utilidades a los
propios individuos generando, de esta forma, la justificación de la existencia del
propio estado y la necesidad de poner límites a su acción.
Tuvo también gran importancia en la difusión del liberalismo la disputa entre
Locke y Hobbes que a través de Voltaire inspiraron las teorías del contrato
social como marco de la relación entre los ciudadanos y sus gobiernos, aunque
Hobbes apoyó establecer una autoridad centralizada y dictatorial y Locke
defendió el poder legislativo de los parlamentos, como representación de la
voluntad de los pueblos, constituyendo el antecedente más claro de la
independencia de los colonos ingleses de América en 1783 y de la Revolución
Francesa de 1789.
Las ideas liberales nacidas en Inglaterra fueron asumidas por los filósofos
ilustrados franceses Rousseau, Diderot, etc., que crearon la Enciclopedia como
base de la difusión todos los conocimientos de la época, que desafiaban las
creencias religiosas y el poder absoluto de la monarquía, iglesia y aristocracia.
Esta obra de gran difusión e influencia en su época, que incluía El Contrato
Social, postula la integración racional de los individuos en la sociedad,
garantizado su libertad a través del contrato social.
Las ideas liberales se fueron extendiendo por el mundo a través de las
constituciones: primero la de Estados Unidos de 1787. La constitución francesa
de 1789, que incluía la declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano. La constitución Española de Cádiz de 1812, que tuvo mucha
influencia
sobre
las
constituciones
posteriores
de
los
países
hispanoamericanos.
Todas estas constituciones declaran que el poder emana del conjunto de
ciudadanos que componen la nación, que eligen democráticamente al poder
legislativo, del cual se obtendrá un gobierno representativo, debiendo existir un
poder judicial independiente que garantice la libertad, igualdad y derechos
humanos de todos los individuos y asegurando la propiedad privada y el
derecho a ejercer la libre empresa.
2
Ante la intención del Rey Absolutista Francés Luis XVI de aumentar los
impuestos, el pueblo francés en 1789 se subleva y se desencadena la
Revolución Francesa, que se lleva por delante el antiguo régimen dando lugar
a un régimen republicano en Francia, cuyo poder emana de los ciudadanos,
que se deposita en un gobierno representativo, elegido democráticamente que
asegura la libertad, igualdad, derechos humanos de todos los individuos que
componen la nación. Los colonos ingleses de América lograron su
independencia en 1783, para inmediatamente adoptar una constitución el 17 de
septiembre de 1787, que aun sigue vigente, con las enmiendas añadidas, en
las que distinguían con claridad el poder legislativo, el poder ejecutivo y el
poder judicial, siguiendo la propuesta de Montesquieu, que enfatizaba en el
equilibrio de poderes para evitar la tiranía.
Las ideas liberales se van extendiendo a través de la aprobación de
constituciones como la constitución de Cádiz de 1812, la monarquía
constitucional y la separación de poderes, limitando los poderes del rey. Sin
embargo dos años después en 1814 Fernando VII decreto la disolución de las
cortes y la derogación de la constitución, reestableciendo el absolutismo hasta
1820 en el que se produce el alzamiento militar del Teniente Coronel Rafael
Riego, que proclamó la restauración de la Constitución de Cádiz, dando lugar
al trienio liberal que fue sustituido por la restauración del absolutismo a través
del apoyo de Fernando VII del ejército invasor conocido como los “Cien mil
hijos de San Luis”, dando lugar a la década ominosa de 1823 a 1833.
Otros actores y autores importantes en la difusión e implantación del
liberalismo político son:
Los austriacos Ludwig von Mises y Frederick Hayes que son componentes muy
destacados de la conocida escuela Austriaca.
Benjamin Franklin y Thomas Jefferson ambos encargados de la redacción de la
Constitución Estadounidense de 1787, aunque este último solo quería libertad
para él y los blancos, ya que era un destacado esclavista.
En Inglaterra, aparte de Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill.
En Francia Françoise Quesnay, Charles Louis de Secondat, Barón de
Montesquieu, que en 1748 edito su obra “El Espíritu de las leyes”, donde
propugna una separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, como
garantía contra los despotismos y las dictaduras Jean Jacques Rousseau que
en 1762 editó su obra sobre el “Contrato Social”.
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2. El liberalismo económico
El liberalismo económico es la transposición al campo de la actividad
económica de las ideas del liberalismo político, lo que da lugar a crear una
doctrina económica que supere el modo de producción feudal y que mediante
la liberación de la energía de los empresarios, la acumulación de capital para
realizar combinaciones productivas de gran producción y bajo coste y a través
de la realización de contratos libres con los trabajadores, va a dar el gran
impulso del crecimiento económico, conocido como revolución industrial.
El soporte intelectual del liberalismo económico aparece con los economistas
clásicos, el ya citado Adam Smith, quien en 1.776 presentó en su libro sobre la
“Riqueza de las Naciones”, donde expone que existe un orden natural
económico, a pesar de las imperfecciones de las instituciones humanas. El libre
intercambio entre los hombres de los múltiples derechos de propiedad conduce
a través del mecanismo de precios a un equilibrio natural. Cada individuo,
guiado por su egoísmo y buscando su provecho individual es conducido por
una mano invisible a contribuir al bienestar general de la sociedad en un
mercado que se supone de competencia perfecta. No es la benevolencia lo que
motiva la cooperación, sino el egoísmo.
Smith distinguió en el valor de las mercancías el valor de uso que es la utilidad
que posee un objeto determinado para cubrir las necesidades humanas y el
valor de cambio que es la capacidad del objeto para ser intercambiado por
otros, basándose siempre en la teoría del valor-trabajo, según la cual, el valor
de todo bien o servicio está dado por la cantidad de trabajo empleado en su
producción.
Así en la doctrina de los clásicos los individuos se comportan de forma racional
siguiendo su egoísmo o interés, a veces cooperando, u otros compitiendo para
entre todos lograr la mayor tasa de crecimiento y desarrollo nacional. Este
funcionamiento económico tenía un mecanismo de autorregulación, a través de
la interacción de la demanda y la oferta y el correspondiente ajuste de los
precios, estableciendo que no interesa alterar las fuerzas productivas a través
de políticas intervencionistas monetarias o fiscales. El estado debe dedicar sus
actividades a la defensa nacional y aquellos servicios públicos de interés
general que no sean rentables para los particulares.
Aparte de Smith, integran los clásicos David Ricardo con su texto de “Principios
de Economía política y tributación”, J.B. Say., con su “Traite d’economie
poltique” (1817 3ª Ed.) plantea su famosa proclama de que toda oferta crea su
propia demanda, John Stuart Mil, que con su obra “Principios (1848) expone su
famosa teoría sobre las utilidades, Karl Marx, con su obra sobre “El Capital”
(1867), y Alfred Marshall con su conocidísimo libro “Principios de Economía”
(1890). Marshall constituye el punto de enlace entre la economía clásica y
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neoclásica, que surge como un intento de fusión entre el análisis marginalista y
el modelo de economía clásica.
Los marginalistas utilizan el valor marginal de los ingresos, costes,
rendimientos, productividad, etc., para analizar el funcionamiento de los
mercados y la formación de los precios.
Con la introducción del valor marginal fue posible utilizar ampliamente en la
economía el cálculo diferencial y otros instrumentos matemáticos. La escuela
marginalista basa la noción de valor en elementos psicológicos, necesidades y
deseos de los consumidores, que analizados como un agregado nos puede dar
una versión del funcionamiento racional de los comportamientos humanos en la
sociedad, originándose en Inglaterra a través de Jevons, Francia con Walras y
Austria con Menger.
La escuela neoclásica era muy sensible a las críticas de la falta de rigurosidad
metodológica en la economía, por lo que a través del análisis matemático
posteriormente estadístico y econométrico trata de asemejarse a las ciencias
físicas. Así Marshall transformó el concepto de plusvalía como una suma del
excedente del productor y el excedente del consumidor, también investigó
sobre el equilibrio parcial en un solo mercado, que fue completado por Walras
en su teoría del equilibrio general.
Los economistas neoclásicos extendieron sus análisis no solo a los mercados
de competencia perfecta, oligopolio, o monopolio, sino también a situaciones
de competencia imperfecta.
Los neoclásicos dieron gran importancia a la política monetaria y fiscal entre los
que destacan Knut Wicksell e Irving Fisher, e incluso realizaron los primeros
estudios sobre la economía del bienestar, Wilfredo Pareto y Arthur Pigou.
En esto durante el siglo XIX aparece la teoría de la plusvalía de Marx, basada
en teoría del valor-trabajo de David Ricardo, que consiste en la diferencia entre
lo que produce un trabajador y su remuneración a través del salario, con lo que
la plusvalía consiste en el robo que hace la clase burguesa al proletariado, con
lo que incluye en este robo tanto el interés del capital como el beneficio del
empresario.
Es indudable que esta teoría ha conseguido un grado de atracción, que ha
dado lugar a la aparición de los partidos socialistas y a la revolución comunista
rusa de 1917.
La explotación a gran escala de los avances científico-técnicos, unido a la
división del trabajo y su especialización originaron el modo de producción
capitalista, donde los propietarios del capital o los empresarios, en su nombre,
contrataron a los trabajadores para lograr el más asombroso crecimiento
económico que ha conocido la humanidad.
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Este puede situarse en la mitad del siglo XVIII cuando la consolidación de las
libertades individuales en Inglaterra, países bajos y otras ciudades-estados
italianas, la separación definitiva entre la iglesia y el estado, la garantía judicial
del derecho de propiedad de los medios de producción, así como el derecho de
creación de empresas y la apropiación de los beneficios, o perdidas de las
mismas, unidos a las innovaciones científicas, técnicas y organizativas, llevó a
la aparición del capitalismo moderno.
Según Max Weber, la implantación del capitalismo en Europa Continental viene
de la reforma luterana, que se basa en unos nuevos valores: el ahorro, la
disciplina, la vocación profesional, que lleva al hombre hacia el éxito en los
negocios, como muestra de la predestinación divina en esta vida.
Por ejemplo, la innovaciones en el telar James Hargraves, inventado en 1.765
decuplicaba la productividad de un artesano hilandero de la época, pero el
progreso en la producción de las fabricas de hilaturas a través de la utilización
masiva de nuevos telares más veloces, así como la organización en masa de lo
que hoy conocemos como cadena de producción, consiguió que los artesanos
individuales se incorporaran a las fabricas para producir infinitos artículos a
precios muy reducidos. Así que el capitalismo se estableció en donde las leyes
garantizaban los derechos de propiedad y existía un mercado de trabajo, que
establecía el salario de equilibrio.
El avance del capitalismo exigió cada vez mayores concentraciones de capital
y de trabajadores, de tal forma que las sociedades tradicionales rurales y
agrícolas de mediados del siglo XVIII se transformaron en sociedades urbanas
e industriales durante el siglo XIX. Las concentraciones humanas de obreros
en los suburbios de las ciudades industriales, unida a la explosión demográfica,
dio lugar en Europa a la emergencia de la conciencia de clases en el seno del
proletariado, la cual fue utilizada por los marxistas, socialistas y comunistas
para toda clase de revoluciones, sobre todo en los periodos de crisis
económicas, que llevaban al desempleo y la falta de perspectiva vital.
La concentración inicial de capitales se realizó en los diversos países
capitalistas en personas o familias que mantuvieron o extendieron los
negocios, pero a partir del siglo XX fundamentalmente se unieron los directivos,
escogidos entre las personas más capacitadas. También influyó en el
desarrollo del capitalismo la aprobación en Inglaterra en 1855 la Limited
Liability Act, primera ley que permitió la formación voluntaria de sociedades
anónimas, a la que siguió la aprobación de la Companies Act de 1862 que
configura prácticamente el actual derecho inglés de Sociedades, que
posteriormente ha influido en las leyes norteamericanas.
Por otra parte ante las dos guerras mundiales, la crisis de la bolsa de Nueva
York de 1929 que creó un gran ejército de desempleados y la posibilidad de
revoluciones que introdujeron el comunismo como en Rusia, los estados
volvieron a ser beligerantes en la organización de la sociedad promoviendo un
grado de socialización que contentara suficientemente a los pueblos, dando
lugar a la implantación progresiva del estado del bienestar.
En España, excepto Cataluña y el País Vasco, que durante el siglo XIX y parte
del XX tuvieron un desarrollo industrial, la sociedad siguió en su estado
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tradicional y agrícola hasta después de la segunda guerra mundial, habiéndose
producido los fenómenos de la industrialización y desindustrialización a partir
de 1960.
Así en el período de 1960-1973 se produjo el mayor auge económico relativo
del siglo, seguido de la depresión posterior a la crisis del petróleo.
La democracia nos trajo nuevos periodos de auge y depresión, situándonos a
principios del siglo XXI, como los demás países a la puerta de saber explotar la
nueva economía digital.
2.1. La propuesta de Schumpeter del empresario innovador
En 1911, Schumpeter economista de la escuela austriaca, emigrado
posteriormente a Estados Unidos, en su obra “Teoría del desarrollo
económico”, plantea la insuficiencia del modelo de equilibrio general neoclásico
de competencia perfecta para representar el avance del capitalismo ya que
este es por naturaleza un modelo de cambio económico, que nunca puede
mantenerse estacionario, ya que a través del ventarrón de la destrucción
creativa el capitalismo revoluciona constantemente sus propias condiciones de
existencia.
En el capitalismo la introducción continua de innovaciones supera como una
ola el nuevo crecimiento y desarrollo de la economía, desplazando los estados
de equilibrio precedente e imposibilitando continuamente la competencia
perfecta, ya que durante algún tiempo se crearán rentas cuasi-monopólicas,
que Schumpeter define como ganancias, para diferenciarlas claramente de las
remuneraciones correspondientes a los otros factores productivos.
Para Schumpeter esta fuerza creativa se encuentra en el espíritu emprendedor
de los empresarios que crean innovaciones técnicas, financieras, organizativas
en un mercado competitivo, asumiendo continuos riesgos y generando
beneficios cuasi-monopólicos, que no siempre se mantienen en el tiempo. Por
esta razón para Schumpeter el capitalismo es sinónimo de discontinuidad,
alteración, variación, novedad y reducción constante de todos los parámetros y
variables, dando lugar a una teoría cíclica de los negocios y de la economía en
la evolución socioeconómica del capitalismo contemporáneo.
Según Schumpeter las innovaciones se introducen por el lanzamiento de
nuevos productos, nuevos métodos dentro de la combinación productiva,
nuevas formas de organización de la cadena de valor, nuevas fuentes de
acceso a materias primas de mejor calidad y precio, nueva apertura de
mercados, nuevas vías de distribución, nuevos métodos de publicidad y entre
otras, nuevas formas de financiación y cobro.
Schumpeter considera que los emprendedores son los revolucionarios o
visionarios de nuevas formas de realizar combinaciones productivas de los
factores y que su principal incentivo no es la ganancia en sí misma, ni la
acumulación de riqueza o capital, sino la curiosidad y espíritu creativo que ha
hecho avanzar a la humanidad desde los albores de la historia. Por esta razón
los empresarios reciben rentas cuasi-monopólicas, que constituyen el beneficio
del emprendedor y que en periodos de auge suelen capitalizarse para abordar
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nuevos proyectos innovadores. El resto de los ingresos obtenidos son
utilizados para remunerar los restantes factores productivos que intervienen en
la empresa.
En definitiva, el empresario/emprendedor es el agente impulsor del avance
tecnológico, siendo la base del desarrollo económico mediante el
descubrimiento y materialización de nuevas oportunidades de reasignación de
los recursos productivos.
Para Schumpeter cuando en el mercado aparece una innovación con mucha
capacidad creativa, se activan un gran conjunto de emprendedores que
mediante el efecto de imitación explotan el invento y generan amplias
ganancias que suelen aplicarse a profundizar o generalizar en más amplios
mercados estas innovaciones. Estas bandadas de emprendedores alteran las
situaciones de equilibrio procedentes, generando luchas competitivas de los
nuevos oferentes y forzando a las empresas antiguas y rutinarias a
desaparecer.
Una vez normalizado el mercado, mediante la implantación rutinaria de los
nuevos productos y servicios, la ganancia cuasi monopólica desaparece y se
vuelve a un nuevo equilibrio. Así aparecen los ciclos económicos, que se
producen a partir de la introducción de innovaciones que comprenden una fase
ascendente, un periodo de disrupción creativa y una fase descendente, que
lleva a restaurar el equilibrio.
Para Schumpeter sin pretender establecer una periodicidad exacta distingue 3
clases de ciclos, ondas de 4 años, de 10 años y las de más calado 50 años que
se adaptan a los estudios de Kondratief.
Finalmente Schumpeter considera que este espíritu creativo individual, o en
grupo se está diluyendo por el trabajo en equipo de múltiples especialistas que
realizan su trabajo sin fuerza vocacional y con resultados predecibles, por lo
que el capitalismo perdería su fuerza motriz que le ha llevado hasta ahora a ser
el sistema que ha creado mayor nivel de renta y riqueza en los pueblos,
partiendo del supuesto de que el instinto más básico del capitalismo consiste
en impulsar el cambio tecnológico.
Recientemente Alfred D. Chandler en su obra “The Visible Hand” (1977)
describe a los empresarios y directivos que realizan la planificación estratégica
como la mano visible de la actividad económica, en relación a la mano invisible
de las fuerzas del mercado de Adam Smith. En el mercado se entrecruzan en
el nivel P de precios dos grandes agregados: la demanda de bienes y servicios
de los consumidores y la oferta de mercancías y servicios coordinados bajo la
autoridad de los dirigentes de las empresas de producción y distribución.
2.2. El modelo económico Keynesiano.
John Maynar Keynes es, sin duda el economista más conocido y más
influyente del siglo XX, probablemente porque no solo fue un gran economista,
sino un gran sabio social y de las ciencias, atento y sensible a todos los
problemas que acontecieron durante su vida. A Keynes le interesaba
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desarrollar aplicaciones de la economía para resolver la vida de las personas y
pueblos.
Aunque Keynes era pacifista hizo todo lo posible por limitar los desastres de la
primera guerra mundial y la postguerra. Así después de sostener que los
vencedores no deberían exigir reivindicaciones exageradas que humillaran a
los vencidos Alemania y Austria, escribió su libro “Las consecuencias
económicas de la paz” donde indicaba que era imposible que Alemania
cumpliera con las indemnizaciones económicas impuestas en el Tratado de
Versalles, lo que en vez de llevar a una paz permanente, acabaría provocando
otro conflicto Mundial.
Keynes asiste como observador y actor, ya que perdió parte de su dinero, a la
grave depresión económica mundial, desencadenada por el crack de la bolsa
de Nueva York de 1929, indicando que la mayor causa de la crisis era la
insuficiencia de la demanda, debido a que el aumento de la propensión
marginal al ahorro de las sociedades desarrolladas, generaba una
sobreproducción que no se podía vender. Para enfrentarse a esta situación
Keynes en el año 1.936 edita su obra principal “Teoría general de la ocupación
el interés y el dinero”, donde plasma su modelo Keynesiano, como una
reinterpretación y corrección del modelo neoclásico liberal.
Keynes aun en su vida tuvo que presenciar horrorizado la segunda guerra
mundial y en la postguerra presidió la delegación británica en la conferencia de
Bretton Woods, donde contribuyó a la creación del Fondo Monetario
Internacional.
La doctrina keynesiana paulatinamente fue penetrando en el mundo académico
y en las políticas económicas de los países, venciendo las resistencias de los
partidos conservadores y liberales, que vieron en sus resultados la posibilidad
de estabilizar el sistema capitalista, e incluso se sumaron los partidos
socialdemócratas en la medida que Keynes justificaba la intervención del
estado en el sistema económico.
Ante los efectos devastadores del crack bursátil de la bolsa de Nueva York,
debido a la especulación febril de las cotizaciones de bolsa, que redujo entre
un tercio y la mitad del Producto Interior Bruto de muchos países, reduciendo
de paso considerablemente el comercio internacional e incrementando más del
20% el desempleo de Estados Unidos y otros países, Keynes propuso su
modelo económico, que reformulaba el modelo neoclásico, aunque
manteniéndolo dentro del pensamiento liberal. En primer lugar Keynes
desacralizó el pretendido orden económico natural del modelo clásico y
neoclásico, que según sus creadores tiende al equilibrio, mediante un proceso
de autorregulación que lleva al pleno empleo de los factores productivos.
También impugno la vieja ley de Say “que toda oferta crea su propia demanda”,
lo cual solo se produce cuando todo lo que es producido se gasta o ahorra,
depositándose este ahorro en un banco, para convertirse en inversión.
Para Keynes, no es la producción la que determina la demanda, si no la
demanda la que determina la producción” en las etapas de depresión es muy
probable que el ahorro no se convierta en inversión de forma automática a
través de la acción del mercado, por lo que a corto plazo sería conveniente que
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el Estado forzara esta armonización, ya que a largo plazo según Keynes todos
estaremos muertos.
Keynes planteó su modelo de demanda global DG = Y = C + I + G + EX
Demanda Global = Ingreso Total = Consumo + Inversión + Gasto Publico +
Exportaciones netas.
La economía Keynesiana se centró en las causas y consecuencias de las
variaciones de la demanda agregada y su relación con el nivel de empleo e
ingresos. Si existe desempleo se debe a la insuficiencia de la demanda y si
aparece la inflación se debe al exceso de demanda.
El propósito de Keynes era ayudar a los estados a controlar la economía en las
épocas de recesiones y crisis, mediante la utilización de la política fiscal,
aumentado el gasto presupuestario del Estado. La justificación económica es
que todo aumento del gasto público ejerce mediante el efecto multiplicador un
aumento de la demanda agregada. De esta forma Keynes al realizar el análisis
de la evolución de los ingresos globales, demostró que el comportamiento de la
economía valorada en su conjunto según el enfoque macro-económico, no
puede explicarse únicamente por la extrapolación de los factores que
determinan el comportamiento de cada uno de sus integrantes, que constituye
el enfoque micro-económico.
Se ha acusado a Keynes de tener ideas socialistas, o comunistas, por su
propuesta de intervención del estado en la economía. Keynes era un hombre
renacentista, preocupado sustancialmente por buscar soluciones prácticas al
desempleo, la inflación, el hundimiento de los precios y del valor de la moneda
y de todos los males económicos que afectan al ser humano.
Keynes consideraba que el capitalismo, bien manejado, puede ser el modelo
más eficiente para conseguir los objetivos económicos de la sociedad, que
cualquier otro sistema alternativo.
Keynes dejo claro que no defendía que el estado reemplazara a la empresa
privada, lo importante es que el gobierno haga aquellas cosas necesarias que
las empresas no están haciendo.
Keynes se preguntaba frente al marxismo “¿Cómo es posible que una doctrina
tan ilógica y tan estúpida pueda haber ejercido una influencia tan grande y
duradera en la mente de los hombres?”.
La doctrina Keynesiana se impuso en la mayoría de los países democráticos
occidentales a partir de la postguerra, dando un periodo de estabilidad y
crecimiento de 30 años (1945-1975), periclitando cuando después de la crisis
del petróleo de 1973 el mundo occidental se enfrentó a la estanflación,
estancamiento con inflación, para lo que el modelo Keynesiano, no tuvo las
respuestas ni solución.
2.3. La Reformulación del Neoliberalismo económico de Milton Friedman
En 1989 se produce la caída del muro de Berlín, a la que seguiría el
desmoronamiento de la Unión Soviética, como demostración del rotundo
10
fracaso de la economía centralizada y planificada, que debido a la falta de
libertad y de incentivos llevó al colapso de la economía, reafirmando al sistema
de precios de libre mercado, como mejor método para asignar los recursos
escasos
En la década 1980 – 1990 se produjo un fuerte movimiento de globalización o
mundialización económica, impulsada por los gobiernos conservadores de
Margaret Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos, que
impulsaron la desregulación del sector financiero, flexibilización del mercado
laboral, privatización de las empresas públicas y reducción del poder de los
sindicatos.
La nueva reformulación del neoliberalismo económico se llamo monetarismo,
cuyo principal representante, encabezando la escuela de Chicago fue Milton
Friedman (1912 – 2006) que estudio a fondo como la oferta de dinero afecta a
la producción, el empleo y los precios, propugnando que los gobiernos
deberían controlar la oferta monetaria con una nueva regla consistente en
aumentar la cantidad de circulante a una tasa anual regular entre el 3 y el 5%.
Otro fenómeno económico importante de esta década es el auge de la
economía China que en 30 años se ha convertido en la segunda economía del
planeta, mediante un desarrollo capitalista liderado por el Partido Comunista
Chino, bajo el mando de Deng Xiaoping.
La tasa de crecimiento acumulativo del 10% anual, de la economía china, ha
propiciado una insaciable demanda de materias primas, con las que China ha
construido una industria moderna que abastece a precios bajos la mayoría de
las mercancías del mundo, trastocando el equilibrio de muchos mercados
nacionales.
Por otra parte el desarrollo del propio mercado interno de consumo, para una
población de 1.300 Millones, ha dado lugar a un fenómeno económico de
magnitud mundial, que es imposible pueda volver a repetirse. El futuro politicoeconomico de China está por escribirse, pero su influencia en el orden
económico internacional es irreversible, como por ejemplo lo demuestran las
grandes reservas monetarias acumuladas que ascienden a 4 billones de
dólares, gracias a sus excedentes de exportación.
Así llegamos a la nueva crisis financiera mundial de 2.008, que suele
identificarse con la quiebra el 13 de septiembre del banco Lehman Brothers,
gravemente afectado, al igual que otros bancos de EEUU por las pérdidas
originadas en los créditos subprime. Como en el año 29 la crisis americana se
difundió con rapidez por todo el mundo. La solución aplicada para salir de la
crisis fue monetarista, inyectando gran cantidad de dinero barato al sistema,
mediante lo que se conoce como “quantitative easing”.
Esta idea procedía de los estudios que había realizado Friedman y los
presidentes de la FED que habían concluido que la causa principal por la que
no se atajó con rapidez los efectos de la crisis del año 29 fue por las
restricciones monetarias que habían impuestos las autoridades del gobierno.
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Esta crisis financiera mundial constituye el resultado de la política de creación
continua de liquidez a través de la titulización de los activos de los bancos de
inversión que, a su vez, eran revendidos por medio de los derivados financieros
estructurados y cuyo respaldo último eran las hipotecas subprime. Éstas se
concedían sin contemplar rigurosamente el riesgo financiero, lo que, unido a la
liberalización financiera producida por la globalización, que no fue acompañada
de una nueva regulación, produjo unas burbujas especulativas en los mercados
inmobiliarios, de materias primas, de la energía (petróleo y gas), y del consumo
en general, incitando a endeudarse a las familias y empresas bajo la
perspectiva del crecimiento imparable de los precios inmobiliarios y la
existencia de un océano ilimitado de liquidez que, además, no discriminaba los
tipos de interés de corto y largo plazo.
Tras la crisis financiera de 2008 apareció a la velocidad del rayo la crisis
económica, ya que se redujo drásticamente la demanda nacional e
internacional y los bancos practicaron indiscriminadamente una reducción de
las líneas habituales del crédito y descuento de letras y pagarés, dando inicio a
la cadena de impagados.
La bajada de la demanda de las empresas y la falta de cobro de algunos
clientes, redujo drásticamente la dimensión óptima de muchas pequeñas y
medianas empresas sometiéndolas a un régimen estricto de supervivencia que
fuerza, por una parte, a reducir todas las compras y costes que impliquen
pagos, y por otra, a volver al necesario régimen de ventas al contado.
Para dar solución, antes de que haya un gran deterioro de la situación
económica, era necesario arbitrar reformas profundas institucionales que
libereraran las trabas administrativas, laborales y fiscales, para dar una nueva
oportunidad a los empresarios y directivos para que puedan reestructurar sus
empresas y asuman los riesgos empresariales, es decir, la toma de decisiones
arriesgadas sobre la combinación eficiente de factores, que generen los
productos y servicios que necesita la sociedad, a precios competitivos.
La distorsión de precios creada por las diferentes burbujas especulativas y las
facilidades de liquidez llevaron a las empresas a decisiones de inversión
equivocadas, que solo se pueden arreglar mediante la aceptación de una
drástica reducción del precio de los bienes, hasta encontrar los precios de
equilibrio que movilicen nuevamente las transacciones económicas, y a una
llegada del crédito a las empresas, ya sea a través de los fondos obtenidos por
la banca a través de los planes de rescate, o directamente, a través de la
acción de los bancos centrales y agencias financieras gubernamentales.
Las Normas Internacionales de Información Financiera entraron en vigor en la
Unión Europea en el año 2005 para los grupos consolidados que cotizaron en
alguna bolsa europea, y en el año 2008 para todas las compañías cotizadas en
bolsas de valores. En España, esta regulación adaptada de la Unión Europea
12
entró en vigor el 1 de enero de 2008, tras la aprobación del Nuevo Plan
General de Contabilidad por el Real Decreto 1,514/2007 de 16 de Noviembre.
El principal aspecto de la reforma contable, que puede tener relación con la
crisis financiera y empresarial, es la introducción del valor razonable como
nuevo método de valoración que ha permitido superar el valor histórico de los
elementos patrimoniales y acercarse al valor de mercado.
La valoración exigida por las NIIF a valor razonable de los instrumentos
financieros, unido a la volatilidad de las cotizaciones de bolsa, generada por la
crisis financiera, una vez que los derivados de las inversiones, empaquetadas
en los llamados “productos estructurados” que los bancos de inversión
americanos habían colocado en todo el mundo, ocasionó, según había
advertido Warren E. Buffet, su conversión en “armas de destrucción masiva,
que entrañaban peligros latentes, pero que podían convertirse en artefactos
mortíferos”. En este contexto se ha aprobado en España una norma que
permite excepcionalmente no utilizar el criterio de valor razonable en algunos
instrumentos financieros, a través de reclasificarlos en otros epígrafes del
balance.
Ante la gravedad y profundidad de la crisis económica, dos instrumentos se
han puesto en cuestión para su utilización futura: la ingeniería financiera y el
método del valor razonable, ya que se debe elegir entre una senda de
crecimiento económico compuesta de aceleraciones y depresiones, o un
camino más pausado, pero de crecimiento constante. Está claro en todo caso
que la maldad no se encuentra en los instrumentos y métodos, sino en la forma
perversa de utilizarlos.
Uno de los efectos de la solución a esta nueva crisis económica, ha sido que el
ajuste se ha producido mediante la reducción de los salarios, que antes del año
2008 superaban los 1.000 euros netos y posteriormente a 2008 no llegan,
creando un gran descontento en las clases medias, ya que con estos salarios
se ha vuelto a un nivel de subsistencia, que imposibilita comprar una vivienda a
los que desean crear un nuevo hogar. Este descontento se ve ampliado porque
los pueblos observan que cada vez existe más desigualdad entre los instalados
en el sistema político y empresarial y los trabajadores autónomos o asalariados
de base que han perdido toda perspectiva de futuro.
Según Dani Rodrik en su libro “La paradoja de la Globalización: Democracia y
el futuro de la economía mundial” (2012) el capitalismo es el mejor sistema
para generar crecimiento e innovación, pero es incapaz de lograr legitimidad
política, si el Estado no protege a los perdedores que genera la globalización y
les da oportunidades alternativas para reinventarse.
Este malestar generalizado, por otra parte ha sido canalizado por los nuevos
partidos populistas de derechas y de izquierdas que han surgido en diversos
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países de Europa, e incluso en EE.UU., la democracia más consolidada del
mundo que el 8 de noviembre de 2016 han elegido, encabezando el Partido
Republicano a Donald Trump, conocido multimillonario populista, cuyas
características inclasificables con los moldes antiguos, son ser nacionalista a
ultranza y anarquista neoliberal. Todos estos nuevos partidos populistas
propugnan una nueva ola de proteccionismo y el aumento de trabas a la
inmigración.
Debemos tener la esperanza de que la solidez de la Democracia y sus
instituciones, no nos lleven a nuevas etapas turbulentas de la humanidad, ya
que según Karl Popper (1902-1994), uno de los últimos sabios del siglo XX: “La
democracia consiste en poner bajo control el poder político”, lo que pueda
asegurarnos que no aparezcan nuevas tiranías y dictaduras como en el siglo
pasado.
3. Fallos del Estado y Fallos del mercado.
Partimos del acuerdo explicito de que actualmente el gobierno económico de
las naciones democráticas se basa en la asignación eficiente de los recursos
escasos, realizados por los mercados competitivos, donde los consumidores y
las empresas productoras toman las decisiones guiadas por la información que
suministra el sistema de precios. También el estado desarrolla autónomamente
o en colaboración con las empresas actividades económicas, dando lugar a lo
que se conoce como un sistema de economía mixta.
También podemos contemplar la versión socialista, suavizada por la
socialdemocracia que es que el Estado y el Gobierno se hacen con el control
del mercado y lo administran a favor del pueblo (los pobres) y no de los ricos,
para posteriormente trasladar sectores claves de la producción fuera del
mercado y situarlas posteriormente dentro del ámbito de una economía
planificada.
El estado como representación democrática de la sociedad tiene que cumplir
obligaciones como mantener el estado de derecho, sobre todo asegurar la
seguridad personal y garantizar la propiedad privada y dar garantía del
cumplimiento de los contratos y establecer regulaciones que permitan limitar
las consecuencias de los fallos del mercado.
El estado de forma coactiva puede y debe imponer leyes para mejorar el
bienestar económico-social de la sociedad, e imponer impuestos para financiar
estas políticas.
Pero no puede olvidarse que los políticos y funcionarios pueden utilizar su
poder de forma oportunista, creando una democracia que gestiona pequeños o
grandes recursos en beneficio propio, o de determinados grupos de interés
buscando generar las condiciones de todo poder verdadero que es decidir con
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discrecionalidad lo que le viene bien, o lo que le da la gana. Podemos
preguntarnos en que programa electoral español venia que se iba a dar el 85%
de la publicidad de televisión a dos grupos, que aparte tienen mayoría de
capital extranjero.
Esta discrecionalidad y ausencia de transparencia que caracteriza a la
administración pública, genera fácilmente una corrupción en cantidades, o
calidades de bienes y servicios, dado que una alta autoridad gubernativa
explico que “el dinero público no es de nadie”.
También sería muy discutible la cuestión de si los bienes y servicios públicos,
como la salud, la educación y las pensiones deberían ser gestionados por el
estado o por el mercado, ya que conocemos que el estado financiará esta
política con impuestos que son retraídos de las rentas de los productores y
consumidores.
Un estado eficiente no debería permitir que los grupos de presión influyeran en
los reguladores para conseguir subvenciones o regulaciones favorables a sus
intereses particulares, que no es coincidente con el interés general.
Un estado eficiente debería asegurar la mínima influencia en su recaudación
fiscal debido a la existencia de paraísos fiscales, con legislaciones muy suaves
y opacidad fiscal, dirigiendo una política activa para la eliminación de la
capacidad de evasión fiscal de estos territorios.
Un estado eficiente debería conseguir toda la recaudación correspondiente a
los productos y servicios que se producen y consumen en su territorio,
eliminando la evasión legal de las multinacionales a través de los engañosos
precios de transferencia.
Un estado eficiente debe establecer un sistema de auditoría y autocontrol para
que no se despilfarre ninguna unidad monetaria ni en cantidad, ni se destine a
conceptos no autorizados.
El estado tiene también una actuación muy importante en la corrección de los
fallos del mercado, aunque se opone la escuela más liberal, seguidores de
Hayet que considera que los gobiernos solo deben regular la oferta monetaria,
aunque exista inflación, proponiendo como método de ajuste las políticas de
austeridad en el gasto público y privado, hasta eliminar cualquier déficit público.
Solamente Keynes considera que en épocas de depresión el estado debe
actuar impulsando la inversión pública, que pondría en marcha el sistema
económico mediante el efecto multiplicador, que lograría que el ahorro se
convirtiera en inversión productiva.
La realidad histórica ha demostrado que la situación de eficiencia planteada por
el modelo de equilibrio general no se ha dado principalmente en las dos
ocasiones de crisis: la bolsa de Nueva York de 1.929 y la crisis de hipotecas
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subprime de 2.008, que han demostrado que las regulaciones estatales no
funcionaron, ya que a través de una estructura de incentivos perversos, los
ejecutivos financieros maximizaron sus intereses personales, infringiendo un
daño irreversible a la economía en general, incluso a sus propios accionistas,
por efecto de la separación de propiedad y control, debido al crecimiento de las
grandes empresas y corporaciones.
Se necesita establecer restricciones en la forma de remuneración de los
ejecutivos financieros, sobre todo en las opciones de compra de las acciones y
en las diferencias de salario de los directivos, que en uno de los grandes
bancos españoles el del CEO es 400 veces superior al salario medio del
personal, para lo que sería muy práctico establecer un mercado efectivo de
directivos.
La teoría económica moderna se basaba en el supuesto del comportamiento
racional de los individuos y las empresas interactuando en mercados
competitivos, que llevaría a una autorregulación de las diferentes burbujas, de
las que por ejemplo Alan Greenspan definió como exuberancia irracional de los
mercados en Diciembre de 1.996 sin darse cuenta del comportamiento
irracional de los inversores y del comportamiento oportunista de los ejecutivos
financieros, por lo que ha surgido en EE.UU. y en Europa un nuevo diseño de
regulaciones y productos financieros que tienen por objetivo la reducción del
riesgo del sistema bancario (Basilea III).
Otro de los fallos del mercado estriban en las imperfecciones de la
competencia, donde aparecen empresas con suficiente poder de mercado para
alterar los precios, existiendo oligopolios o monopolios que distorsionan los
supuestos de los mercados competitivos para lo que los estados deben
promover legislaciones sobre protección al consumidor. Tambien incluso
existen empresas financieras y no financieras que se vuelven demasiado
grandes para quebrar (to big to fail) que saben que si emprenden actividades
de alto riesgo y tienen éxito se van con las ganancias y si quiebran el gobierno
deberá asumir las pérdidas y salvarlas.
El estado debe regular todos aquellos mercados que no sean competitivos y
que además cumplan con el óptimo de Pareto, según el cual no se puede
mejorar el óptimo de una persona, sin empeorar el de alguna otra.
El estado actualmente tiene otro papel esencial en nivelar la desigualdad de la
distribución de la renta a través de establecer políticas generales que nivelen el
acceso a los bienes y servicios de primera necesidad para todos los
ciudadanos.
La intervención del estado también se justifica en el suministro de bienes
públicos, que el mercado no puede suministrar o cuando hay bienes y servicios
para los que no existen mercados completos.
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Las externalizaciones positivas y negativas son consideradas también un fallo
del mercado, originando éstas últimas los llamados costes sociales que son
aquellos derivados de la utilización en el sector privado de bienes públicos que
afectan al bienestar actual o futuro de la sociedad, como son aquellos
derivados de la contaminación.
El estado debe actuar también cuando se producen desequilibrios
macroeconómicos, desempleo e inflación, que constituye uno de los síntomas
más evidentes de que el funcionamiento de los mercados libres, no garantizan
las asignaciones de recursos pareto-eficientes.
Por último el estado debe ayudar a minimizar los costes de transacción, que
son aquellos que aparecen por la dificultad de tener toda la información
necesaria para realizar las transacciones de forma competitiva. Así cuando no
se puede establecer contratos completos, que contemplen todas las
contingencias puede dar lugar a asimetrías informativas que pueden ser
aprovechadas por una de las partes antes de contratar, para conseguir
transacciones perjudiciales para los otros contratantes, originando el problema
que se conoce como selección adversa, cuyo ejemplo reciente es la venta de
preferentes y la salida a bolsa de Bankia.
Cuando la asimetría de información aparece después de realizar el contrato,
llevando a situaciones de aprovechamiento en base a la manipulación u
ocultación de la información, basándose en el mayor conocimiento de la
situación de una de las partes, nos encontramos con el riesgo moral, que hay
que combatir relacionando las compensaciones del contrato con el nivel de
consecución de los rendimientos esperados.
En definitiva podemos constatar que el funcionamiento pareto-eficiente de los
mercados está en el centro de toda economía exitosa, pero los mercados sin
regulaciones adecuadas no sirven bien a la sociedad. Así tenemos que la
pretensión de la economía financiera de haber eliminado los riesgos llevó a una
mala asignación de capitales y a una hipertrofia de las finanzas, que mediante
la introducción de productos financieros sofisticados engañaron a los clientes,
logrado grandes beneficios institucionales y grandes fortunas los directivos, lo
cual derivó en la gran crisis económica mundial de 2008.
4. Conclusiones sobre los límites del liberalismo
económico.
Después de la excursión un tanto escolástica y bizantina sobre los orígenes,
desarrollo y estado actual del liberalismo económico, nos encontramos con la
clásica y no resuelta discusión sobre si la actividad económica de la sociedad
debe ser gerenciada por el estado o por los mercados.
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En mi opinión, el liberalismo político y económico nació intelectualmente en
Inglaterra, se extendió en Europa y se encarnó en EEUU, que es donde
realmente se tiene y se practica una mentalidad y política liberal.
El marco donde se desarrollaban las discusiones sobre la conveniencia de
gobernar con más estado, o más mercado en los países democráticos
occidentales, pasa por analizar las distintas clases de democracia reflejados en
las constituciones y el funcionamiento de las demás instituciones que deben
legislar, ejecutar y controlar los deseos de la sociedad, reflejados en los
programas electorales de los partidos gobernantes. Por esto es muy difícil
generalizar tanto los planteamientos, como las conclusiones de esta
controversia, referidos a diversos países, o al mundo en general.
Así que nos encontramos con los partidarios de reducir el estado al mínimo
(Hayek, y escuela austriaca y posteriormente escuela de Chicago) aplicando
para los ajustes de las crisis políticas de austeridad y aquellos que son
partidarios de dejar actuar ampliamente al mercado, incluso para resolver los
propios fallos del mercado y los que aún consideran que la economía debe
dirigirse de forma centralizada y estatalizada como en Cuba.
Reflexiónese que el sistema más o menos democrático, en mi opinión, está
totalmente asegurado en Inglaterra y EE.UU. y en otros países europeos y que
hemos visto en corto tiempo histórico como España pasó de una dictadura a
una democracia y Venezuela hizo el camino contrario de una democracia a una
dictadura.
El estado de la cuestión actual es que el estado ocupa directamente cerca de
la mitad del PIB anual de la sociedad, siendo muy difícil de cuantificar cuál es
la influencia indirecta de tanto poder económico. El estado obtiene sus
recursos extrayéndolos coactivamente de los ciudadanos y en principio debería
dedicarlos a implantar el estado de derecho, que garantice la igualdad de los
ciudadanos ante la ley, la defensa de la unidad y el territorio nacional, la
propiedad privada y la seguridad personal, la limitación de los poderes
políticos, la impartición de justicia y la garantía del cumplimiento de los
contratos, la libertad de comercio y corrección del poder de mercado de las
empresas y la defensa de los derechos humanos.
A partir de estas obligaciones inherentes al estado moderno, debería abrirse el
debate entre si los bienes y servicios que presta el estado pudieran
suministrarse más eficientemente por el mercado, propiciando una bajada de
impuestos que dejaría en manos de los ciudadanos una mayor parte de su
renta para decidir, según el sistema de precios, sus elecciones de consumo.
Aquí interviene la mentalidad de que el estado del bienestar sólo es posible
ejercerlo desde el estado, olvidándose de que las organizaciones sin control de
eficiencia, sólo generan burocracias llenas de funcionarios, que generalmente
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mantienen conductas oportunistas en los salarios, o en los trabajos, que a la
larga generan la corrupción administrativa.
Así que de forma pragmática la sociedad debería elegir qué tamaño de estado
está dispuesto a soportar con la aportación de sus impuestos.
Estimo que actualmente oscilaría entre el 30 y el 50% del PIB, sin tener en
cuenta el gran engaño actual que utilizan los gobiernos que es aumentar la
deuda pública, que se supone pagaran nuestros descendientes.
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