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Los intelectuales españoles y su proyección en el México de 1939. El caso paradigmático de José Gaos Alberto Enríquez Perea1 En 1939, México se encontraba en uno de los momentos cruciales de su historia. El régimen del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), se empeñaba en hacer de México un país moderno, con fuertes instituciones nacionales, con mejor calidad de vida para los mexicanos y con una presencia internacional indiscutible. Asimismo, el régimen cardenista redefinía las funciones del Estado y hacía que su presencia en la vida política, social, cultural y económica fuera incuestionable; las instituciones nacionales las reforzaba y las robustecía, especialmente la presidencia de la República; las riquezas naturales más importantes del país en manos de empresas y compañías extranjeras las recuperaba y las devolvía a la nación, siendo un símbolo de este tiempo la expropiación petrolera ocurrida el 18 de marzo de 1938. La educación pública fue una prioridad para este régimen, y prueba de ello fue su crecimiento en los niveles de educación primaria urbana y rural, secundaria, preparatoria y preparatoria técnica, y se fundaron el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, La Casa de España en México; y se tuvo el buen cuidado de acercarse a las universidades de provincia, y en especial, a la Universidad Nacional Autónoma de México. Los campesinos dispusieron, por primera vez, de las mejores tierras y el Estado les otorgó créditos baratos para proceder a su explotación. Los obreros se reorganizaron y fundaron una gran confederación de trabajadores y el Gobierno respetó la libertad sindical, el derecho de huelga, el contrato colectivo de trabajo, y los sumó a las tareas que estaba emprendiendo de reorganización nacional. Y no podía faltar en esta época la transformación del Partido Nacional Revolucionario en Partido de la Revolución Mexicana, maquinaria política electoral que estaba empeñada en tener presencia en el conjunto de la sociedad. La voz de México en los foros internacionales era casi la única, y en algunos mo1 mentos llegó a ser única, que apelaba al derecho, al cumplimiento de los pactos y a la moral para resolver los conflictos internacionales. Ante el abandono de las grandes potencias de sus responsabilidades políticas y en ocasiones, sacrificando a Estados, como España, para ganar tiempo y poder rearmarse, México era la voz que continuaba enarbolando los principios más caros de la humanidad. La diplomacia mexicana tuvo una actividad sin precedente y un alto desempeño en foros, organismos y Conferencias Internacionales. En este contexto, los exiliados españoles empezaron a llegar a México, a rehacer su vida, a trabajar en estas nuevas tierras que no les eran tan extrañas, si bien el deseo de volver al solar de origen nunca lo olvidaban. Los exiliados llegaron poco tiempo después de la traición de un grupo de militares españoles a las instituciones republicanas. Y en la medida que la situación se tornaba más difícil para la República española, el número de exiliados aumentaba, hasta llegar el año de 1939, cuando la República fue derrotada y la llegada de exiliados a México alcanzó una cifra sin precedentes. Es verdad que hubo más suerte para unos republicanos que para otros, así como ciertos recelos de contados ciudadanos mexicanos y acusaciones sin fundamento contra los exiliados. Pero se fueron disipando desde el primer día que llegaron los españoles a estas nuevas tierras por su trabajo fecundo y ejemplar. Este trabajo implicó en algunos casos la renuncia o adaptación de su trayectoria profesional para integrarse al esfuerzo científico y humanístico mexicano. En tan corto tiempo los frutos se cosecharon. Se proyectaron autores y obras y se confirmó que este exilio derramaba su savia, abonaba la tierra junto al esfuerzo mexicano y daba sus frutos para beneficio de todos. Incluidos, indudablaemente, aquéllos que no entendieron en aquel momento la importancia de este exilio. Entre estos exiliados hay varios ejemplos notables. Pero centrémonos, por el momento, en uno de ellos, que enseñaba filosofía en España, que fue rector de la Universidad Central de Madrid, discípulo de José Ortega y Gasset, traductor y difusor de obras inéditas en lengua española. En estas nuevas tierras se empeñó en continuar, renovar y abrir nuevos horizontes a la filosofía. Este filósofo era José Gaos. I El maestro José Gaos, en dos textos evocadores, “Los transterrados españoles de la filosofía en México” y en “Confesiones de transterrado”,2 nos explica y nos da sus razones de por qué escogió a México como destino, y qué hizo y por qué lo hizo, o continuó haciendo filosofía en México. En el primero de estos textos, Gaos recordaba que la idea de asentarse definitivamente en México arraigó en él poco tiempo después de su llegada, en agosto de 1938.3 Y esta idea la determina2 ron “otras dos: una circunstancial, la idea de la duración previsible de la estancia en México; la otra, de un orden más independiente de las circunstancias, de una índole más general”. Agregando que esta última “fue la idea de que puede vivirse en plan provisional o en plan definitivo, pero que en plan provisional no se hace nunca nada que valga la pena, por lo que es mejor ponerse siempre en plan definitivo: ponerse en plan definitivo es ponerse en camino de hacer lo más y lo mejor que se pueda, exponiéndose, tan sólo, a no llegar a hacerlo; pero ponerse en plan provisional es ponerse pura y simplemente en plan de no hacer nada que valga la pena, […], y hasta de no hacer nada, a secas”. Además, había llegado a México “muy convencido de que si la guerra en España […] no empalmaba con la guerra mundial”, como le parecía aún posible, “pero nada más, sería perdida por la República pero seguidamente por la mundial”. Y “como suma o conclusión” convencido estaba de que su estancia en aquel país “iba a ser por lo menos de un lustro”. Así se lo dijo a Daniel Cosío Villegas, que estaba al frente de la recién fundada La Casa de España en México (1938), obra del presidente Lázaro Cárdenas. Esta Casa le ofreció asilo para que siguiera trabajando, mientras continuaba la guerra, con un contrato por un año, como llegó a ser costumbre. Pero preveía que iban “a cargar”, no sólo con él sino con los que estaban en esa y otras instituciones educativas, “vista su buena disposición […] un poquitín más: algo como un lustro, por lo menos”. Y poco tiempo después añadió a esa idea, un adverbio: que iba a quedarse en México definitivamente. “Había llegado a México a cumplir los treinta y ocho años. Era la mitad de una vida, toda una vida, una primera vida”.4 La “estancia en México”, por lo tanto, no estaba en función de “cuánto iba a durar, según las previsiones, sino sobre todo de la decisión de emprenderla en plan definitivo”. Esto es, que “iba a representar una segunda vida”. Y quería vivir esta segunda vida, y no una más, como se recoge tan certeramente a continuación: “La vuelta a España nunca sería la vuelta a la primera vida. La España de la eventual vuelta después de lo que venía pasando e iba a pasar aún, entre ello, sobre todo, una guerra mundial, no sería la España dejada. La vida en ella tendría que ser, forzosamente, una tercera vida. ¿No eran demasiadas vidas –para vivir ninguna cabalmente, o por lo menos, lo más cabalmente posible?... ¿No sería más razonable aceptar el destino mexicano definitivamente como un destino?”. Gaos había aceptado el destino mexicano, y, por eso mismo, se sentía ya y “vivía ya empatriado, y muy a fondo, en México”. En “ningún momento, desde su arribo” a este país, se sintió desterrado. Porque desde “el primer momento” no tuvo la “impresión de no haber dejado la tierra patria por una tierra extranjera, sino más bien de haberse trasladado de una tierra de la patria a otra; como cuando “se trasladó” de la Asturias natal a la Valencia de los primeros años de juventud, y de ésta al León, la Zaragoza y el Madrid” de sus “sucesivos puestos de profesor”. Tuvo 3 la impresión de que este último traslado era el menor de cuantos había hecho. Por eso siempre decía y prefería decir que era un transterrado.5 La acogida que se les dio a los republicanos españoles en México era cosa singular en la “historia universal entera”. Y tenía una importancia capital esta recepción en tratándose de filósofos, y más aún, de profesores de filosofía, decía Gaos. Y encima se les recibió “no como inferiores –según pasó en otros países no menos obligados que México, aunque tampoco lo estuviesen más: ninguno lo estaba singularmente-; ni siquiera como iguales; sino como privilegiados”. Porque “mientras que ni un don Antonio Caso recibía un sueldo del que pudiera exclusivamente vivir, nosotros recibimos un sueldo con el que pudimos hacerlo; es decir: nosotros fuimos los primeros profesores universitarios de carrera o de tiempo completo en México, años antes de que se fundara la institución para los mexicanos –y para los españoles, pues desde que se fundó se nos ofrecieron y concedieron las plazas en los mismos términos y número que a los mexicanos”.6 Desde el primer momento de su arribo a México, Gaos tuvo una clara conciencia de su responsabilidad como intelectual, y también la tuvo como español. Él mismo lo señala en sus Confesiones de transterrado: “La resolución de afincar en México, de trabajar en él y para él, planteaba un problema de conciencia: de fidelidad o infidelidad a la patria de origen”. No era suficiente decir que no se podía volver a España y que por eso se quedaba a vivir definitivamente en México. Pues posibilidad había de que algún día España tuviera un régimen “como aquél”, que por defenderlo, estaban expatriados los republicanos. Pero algo había en estas tierras que le decidió “a trabajar en México y para México” porque era “trabajar en España y para España. Este sentimiento, de identificación entre México y España era ya, en parte, consecuencia de ideas, pero debía acabar siéndolo mucho más: únicamente ideas acerca de relaciones históricas entre España y México podían dar las justificación indispensable”.7 ¿No era en estas tierras donde estaban llegando españoles y más tarde las instituciones que los representaban? Así pues, en tales condiciones, transterrado, bien acogido, privilegiado en cuanto sueldo, con nombramiento de profesor de carrera y a tiempo completo, Gaos empezó a trabajar en México poco tiempo después de su llegada en temas de filosofía, pero no en temas trillados, sino nuevos. Porque lo que aquí encontró, a diferencia de Europa, fue “pululación de temas en que trabajar y el problema era encontrar trabajadores para ellos”. Había pues, no un campo sino varios, “capaces de dar rendimiento que, por módicos que fuesen, serían únicos y, aunque sólo fuere por ello, nuevos, originales, por ejemplo, el campo de la historia de las ideas en México”.8 En el otoño de 1938, Gaos empezó a trabajar en las actividades que denominó, “entre la palabra y la pluma”; y más tarde, lo que situó siempre en primer término, la dirección de tesis.9 Mientras esto último llegaba, impartió los primeros 4 cursos y conferencias que fueron, el primero, en el Paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma de México, “Filosofía de la filosofía”, cursillo de seis lecciones, en octubre de 1938. El programa fue el siguiente: “I. Vocación filosófica como afán de saber principal; II. La vida filosófica como vida en la abstracción: su sentido histórico; III. De la abstracción en la contemplación de las ideas como saber perdición; IV. La decepción doctrinal de la vocación filosófica por la contrariedad histórica de la filosofía. La decepción vital de la vocación filosófica en el proceso de la madurez de la vida; V. Prosopopeya del filósofo –fenomenología de la soberbia; VI. La verdad y personalidad: filosofía y la vida en su concreción”.10 Le siguió el cursillo que ofreció en el Colegio de San Nicolás de la Universidad michoacana, “La filosofía contemporánea”, seis lecciones, también en el mismo mes de octubre de 1938. Más tarde, en el Colegio Superior del Estado de Guanajuato, la conferencia, “La forma del pensamiento español”, 10 de noviembre de 1938, a la que siguieron, en la Universidad de Nuevo León, “Técnica y vida”, noviembre de 1938; y en el Ateneo Fuente, de Saltillo, “La filosofía y la vida”, noviembre de 1938.11 Entre los cursos que impartió Gaos en 1938, el de la Universidad michoacana tuvo un hondo significado personal, emotivo. Morelia es la capital del estado de Michoacán, donde nació el presidente Lázaro Cárdenas, y fue el estado que acogió a los niños republicanos españoles, “amorosa y venturosamente arrancados a la tragedia de su patria”, y que acogía a los intelectuales españoles.12 Estar en aquel estado y en aquella Universidad no era ni podía ser una casualidad. Era un acto de suma generosidad hacia el pueblo y gobierno mexicanos. Mientras que las conferencias ofrecidas en la Universidad Nacional Autónoma de México tuvieron su repercusión, pues fueron objeto de un comentario y un diálogo epistolar con el filósofo mexicano, Francisco Larroyo, maestro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, discípulo de Caso, con estudios en Alemania, donde tuvo como maestros a Augusto Messer, Rickert y Hessen. Cuando volvió a México, dice Abelardo Villegas, estaba “afiliado a la escuela filosófica del neokantismo”.13 Efectivamente, en la revista mexicana Hoy, de gran circulación nacional, dirigida por dos periodistas oriundos de Tabasco, Regino Hernández Llergo y José Pagés Llergo, Larroyo publicó en el número 92, con fecha de 26 de noviembre de 1938, “La filosofía de la filosofía. Un comentario a propósito de las conferencias del profesor doctor José Gaos”.14 En este artículo, su autor recordaba que Emilio Lask “acometió la magna tarea de escribir un libro sobre la lógica de la filosofía” y que, con “su perspicacia habitual abogada por un conocimiento más elevado y fundamental que aquel que suministra la ‘lógica ordinaria’ que, como es bien sabido, constituye una parte, la inicial, de la propia filosofía (junto a la lógica y a modo de las partes integrantes de la filosofía, se señalan, de continuo, la ética, la 5 estética, la metafísica, etcétera)”. En otras palabras, de lo que trataba era de “trasponer los límites de la investigación filosófica, de crear una nueva ciencia encaminada a fundamentar las leyes y los principios cognoscitivos, de suyo básico, de la filosofía misma”. Este ensayo se “convirtió en un hecho europeo entre los círculos de profesionales; aquende y allende de los Pirineos se habló y escribió con notorio interés de este asunto”. Pues bien, las conferencias de Gaos sustentadas en la universidad, renovaban “aquel singular problema”. Luego entonces, ¿qué sentido tenía “hablar de una filosofía de la filosofía”?, se preguntaba Larroyo. Y más dudas tuvo cuando Gaos se cuestionó: “¿cómo llamar, entonces, a la filosofía que habla de sí misma, si no esto, filosofía de la filosofía?”. Pero para contestar esta pregunta, decía el mismo filósofo español, era necesario precisar qué es la filosofía. Y para él, la filosofía es, entre otras cosas, una confesión personal. Para el filósofo mexicano esta afirmación era inaceptable y preguntaba: “¿Está justificado, lógicamente, tal uso de los vocablos? ¿Elabora, por ventura, una física de la física el especialista que inicia sus investigaciones delimitando el campo privativo de su ciencia, es decir, definiendo el objeto de estudio de su disciplina? ¿No es más modesto, pero más lógico, indicar que con ese problema se plantea la primera cuestión de su reflexión científica?”. Para responder a sus mismas interrogantes, afirmó: “Pues no es admisible que haga física de la física quien apenas pregunta por aquello que es pura y simplemente la física”.15 En otra parte de su texto, Larroyo señalaba que en la “dramática disertación del profesor Gaos, empero, se dirigió más que a la noción de la filosofía que defienden los investigadores de la actualidad, a algo un mucho diferente”. Y aquí no podía negar el modo original a que llegó el conferenciante al señalar que el filósofo verdadero caía siempre “en el sentimiento de la soberbia, pero no en una soberbia relativa y pasajera”, sino “en una soberbia satánica, diabólica, en una soberbia que toma a Dios como objeto de superación”. Por lo que esta “suerte de reflexiones en torno a la actitud subjetiva del hombre que filosofa, podría intitularse la psicología del filósofo, ya que se ocupa de describir y explicar la psique del sujeto que se entrega a las faenas de la filosofía. Y, a la verdad, en gran medida semejantes elucidaciones fueron el leit motiv de las conferencias del profesor Gaos. Ya en la primera de ellas se percibía el sentido de la lucubración”, y citaba lo que a su parecer era lo que había dicho. Larroyo citó dos fragmentos de una de sus conferencias, pero sólo una parte del segundo fragmento se transcribe, que acaso sea el más polémico. Dijo Gaos: “mis conferencias –que se intitulan la filosofía de la filosofía –pues, van a ser la historia, el cuento y también la confesión de esta vocación, de esta profesión, de esta decepción, de esta obstinación en el orden cronológico que es el natural de las cosas. Van a ser confesiones por razones que veremos en la última conferencia, 6 porque antes no podemos verlas. Hablar de filosofía es siempre hablar de sí mismo. Ahora bien, hablar de sí mismo en público es poco menos que impensable sin recurrir a determinados antifaces; ya la confesión privada, la administración de la Penitencia hubiera resultado más difícil de lo que resultaba si no se recurriese a ella a ciertas técnicas o medios que pueden ser llamados de despersonalización; por ejemplo, el hacer el examen de conciencia y acto seguido la confesión misma con arreglo a ciertos cuestionarios en los que quien se confiesa no es Fulano de Tal, sino un pecador”.16 El autor de La filosofía americana encontró en este fragmento algunas ideas gaosianas que era menester señalar. No creía que por el camino de la “descripción psicológica” pudiera “revelarse el concepto de la filosofía ni que tal descripción merezca el nombre de filosofía de la filosofía”. Más bien, compartía “la opinión de que para elaborar la psicología del hombre que filosofa, como la del artista o la del creyente”, era preciso, “de antemano, poseer los conceptos de filosofía, arte o religión. ¿Con qué criterio podríamos asegurar que el hombre que filosofa experimenta estos o aquellos sentimientos, si no se supiese de antemano qué es la filosofía para poder justamente referirnos al hombre en cuestión?”. Larroyo tampoco estaba de acuerdo con lo planteado por Gaos: que el hombre que filosofa fuera un soberbio. No, el filósofo era “quien amorosamente se humilla en actitud cognoscitiva frente a las leyes supraempíricas de lo santo y lo bueno, de lo bello y lo verdadero”, señaló el filósofo mexicano. Y por supuesto que tampoco creía que la “descripción psicológica” fuera la “vía metódica idónea para descubrir conceptos”. Pero aclaraba, que no menospreciaba la psicología ni la subestimaba porque era la “última de las ciencias” que tenía “que ver con los territorios de la cultura humana”. Y sin embargo, acaso se “replique” que lo que hizo Gaos no fue un análisis psicológico sino fenomenológico. Bien, mas no se comprendía “cómo la fenomenología filosófica en Husserl a modo de una ‘reflexión trascendental’” lo llevaría a la “firme idea de los neokantianos de que la filosofía tiene que ‘elevarse al rango de ciencia rigurosa’, mientras que el propio doctor Gaos adviene al pensamiento, por nosotros inadmisible, de la que la filosofía es, además de esencia satánica, ‘una confesión personal’”. Por lo que concluye, que la filosofía, por definición es un “saber fundamental e insuperable”. Por lo tanto, la expresión filosofía de la filosofía llevaba “en sus extrañas una contradictio in adjecto. ‘La filosofía es la autoconciencia del espíritu absoluto’ (Hegel)”.17 Amable, muy atento como era su costumbre, el doctor Gaos le envió una carta a Larroyo, publicada también en la revista Hoy, agradeciéndole el envío de su artículo, ahora en forma de folleto, acerca de sus conferencias impartidas, e igualmente agradecido por haberse ocupado de él, “aun siendo para discrepar”, que “es honrarle mucho”. Por lo que a continuación enumeró los puntos que creyó necesario responder, aclarar, y al mismo tiempo señaló y definió lo que creía 7 que se debía entender por filosofía de la filosofía: que “es inmanente a la filosofía, es la parte de la filosofía en que ésta reflexiona sobre sí misma, es decir, sobre sus reflexiones –en un sentido harto más impropio del término- sobre sus demás objetos, los valores […] que no son ella”. Por supuesto defiende su idea de que la filosofía de la filosofía “comprende una psicología del filósofo”. Mas esta psicología no se podía hacer sino “mediante conceptos que son objeto de fenomenología”. E igualmente creía que no había incompatibilidad entre una “fenomenología de la filosofía y la definición de ésta como confesión profesional”. Al respecto, abunda: “La fenomenología de la filosofía puede descubrir precisamente que la esencia de la filosofía es ser confesión personal”. Y este concepto “puede ser, es un concepto esencial y por ende tan susceptible de fenomenología como cualquier otro análogo: la ‘confesión personal’ es un eidos. Y este eidos puede, tiene que ser descrito a base de un caso particular, empírico, que aquí es, tiene que ser. Por la naturaleza misma de las cosas, un caso personal”. Finalmente, y acaso esto es lo trascendental de estas cartas cruzadas, tal como lo señaló Gaos, y quiso que así se entendiera, fueran “como un diálogo –lo menos filosófico posible, esto es, no impulsado por el afán de imposición, sino inspirado por el histórico de compenetración efusiva”, y se despedía muy afectuosamente.18 Mas el asunto no quedó ahí, pues hubo un segundo artículo de Larroyo, y una segunda carta de Gaos. Y en el transcurso del año 1939, que ya corría, se dieron los dos filósofos a la tarea de reunir en un volumen, artículos y cartas conocidas, Gaos a preparar el resumen de sus conferencias, “y cerrando con una última réplica a la segunda carta [de Larroyo] y dos artículos inéditos en que los firmantes” expusieron “de una manera directa y en la forma más didáctica posible, la idea de que cada uno de ellos” tenía de la filosofía. Y para señalar una vez más la importancia de este diálogo, como tan justamente lo llamó Gaos, le pusieron como título a este volumen que contiene esos documentos capitales: Dos ideas de la filosofía. (Pro y contra la filosofía de la filosofía. Por lo que en el tercer párrafo de la “Nota preliminar” los autores señalaron: Sólo nos queda expresar nuestro agradecimiento a La Casa de España en México por la acogida dispensada a nuestra proposición de que el volumen fuera editado por esta institución, órgano y ejemplo de la más veraz cooperación entre la intelectualidad de España y la de la América española, ambición del volumen mismo.19 II En febrero de 1939, Gaos se trasladó nuevamente a Morelia para impartir el curso intitulado, “Introducción a la filosofía”, en diez lecciones, en el Colegio de San Nicolás de la Universidad michoacana, curso que fue desarrollado de la siguiente manera: “La filosofía antigua. (La filosofía como ciencia). Lección I. Los 8 griegos toman, por primera vez en la historia de la humanidad, la actitud científica, planteándose el problema de la naturaleza; 2, y descubriendo los números y las ideas como objetos de la ciencia. Los sofistas plantean el problema de la relación entre la naturaleza y la cultura; 3. Aristóteles hace culminar la ciencia de la naturaleza en una ciencia de Dios, concebido en una peculiar relación con el hombre. La filosofía medieval. (La filosofía como ciencia religiosa); 4. El judaísmo, el cristianismo y el islamismo como religiones, vida y cultura; 5, son interpretaciones por medio de la filosofía griega por la teología medieval; 6, que sistematiza esta interpretación en la Suma. La filosofía moderna y contemporánea. (Filosofía, ciencia y religión); 7. La filosofía moderna parte del primado de los hombres y se polariza hacia el desprendimiento de la naturaleza y del hombre respecto a Dios, en la ciencia positiva; 8, y hacia la identificación de la naturaleza y de la cultura y el hombre en y con Dios, el idealismo absoluto; 9. La filosofía contemporánea se define como ciencia de la esencia; 10, de lo humano en su circunstancialidad”.20 En uno de sus ratos libres, que tan bien aprovechaba, Gaos escribió una larga carta al filósofo argentino Francisco Romero, con fecha de 15 de febrero de 1939. Es una misiva que contiene dos datos de interés. El primero, que pensaba trasladarse a Argentina invitado por el filósofo Risieri Frondizi, pero no quería comprometerse definitivamente; y segundo, su decisión de quedarse en América “tanto, que ya no tenga sentido dejarla”; y el dolor de dar “el adiós definitivo” a España, y todo lo que significaba dar ese adiós. Sobre esto último, Gaos hizo las siguientes consideraciones a Romero: “Pero no soy insincero diciéndole que América me atrae con las posibilidades que por todas partes se encuentran en ella. Por lo que se refiere en particular a la filosofía, es notorio que ustedes, los argentinos, están plenamente al nivel que nos movíamos en Europa –no podría decir lo mismo de Cuba y México, sugestivos por otras cosas- y por este lado no habrá faenas ni cuestiones previas. Tanto más me ha agradado saber que en Tucumán trabaja un grupo de discípulos suyos, es decir, de las aludidas gentes al nivel. A uno de ellos, a Sánchez Reulet, tuve ocasión de conocerlo en Madrid y apreciar su capacidad y su seriedad, indicio ésta el más seguro de aquélla”.21 En otra parte de la carta de Gaos a Romero, señala que quería traducir las Ideas “para completar sus traducciones de Husserl”; que las Meditaciones, las estaba terminado cuando estalló la guerra española, “sobre el original alemán inédito”. “Original y traducción que tuvieron que quedar en casa”, cuando dejó Madrid en noviembre de 1936. Pero el original lo rescató y se los dejó a Ortega y Gasset, “a quien Husserl lo había entregado”. Las cuatro meditaciones que tradujo, las tenía; con excepción de la quinta, “que estaba corrigiendo y se encontraba separada, [y] se quedó olvidada” en su “mesa de trabajo”. Asimismo partes de la Metafísica, de Aristóteles, para sus cursos y para el seminario de Zubiri; de Marx, para La Casa de España, con “una larga introducción”. Y finalmente, le comentaba su preocu9 pación por “completar y unificar” no sólo sus trabajos “inéditos y cursos de los últimos años, sino verdaderamente toda” su “vida de estudiante y de profesional de la filosofía, en una sola obra”, mejor dos, para decir sobre la vocación y la profesión filosóficas.22 Más tarde, cuando terminó sus cursos en la Michoacana, preparó otros para la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, curso con igual título que el impartido en la Universidad michoacana, “Introducción a la filosofía”, en el mes de marzo de 1939. Las diferencias entre el primero y éste fueron sorprendentes. Para empezar, el que se llevó a cabo en la Ciudad de México fue público, debido a que deseaba acercar la filosofía, a todos, leyendo y explicando las grandes obras de los maestros de la filosofía. El curso tendría una duración de dos semestres, es decir, de marzo a octubre, incluidas las vacaciones que corrían del 15 de julio al 15 de agosto, impartiéndolo a lo largo de 32 semanas y 96 lecciones. La jornada dedicada a las correcciones de los ejercicios, que era una por semana, no estaba incluida. El programa para el primer semestre era el siguiente: Primera parte, “Introducción” y “La filosofía griega. Los orígenes de los géneros literarios de la ciencia en la antigüedad clásica”, y ésta la subdividió en “Los orígenes de la filosofía” y “La filosofía en Platón y Aristóteles”. Y la segunda parte comprendía, “La filosofía cristiana y medieval. Las relaciones de la cultura medieval”, “La filosofía antigua y el cristianismo”, “El cristianismo como cristiandad y la expresión intelectual de la Edad Media. Expresión teológica-filosófica” y “La expresión artístico literaria”. En el segundo y último semestre, se vería, en la tercera parte, “La filosofía moderna. El cartesianismo y los orígenes de las creaciones distintivas de la cultura moderna. Los movimientos históricos condicionantes de la filosofía. Los movimientos religiosos”, “El mundo del Renacimiento y la literatura autobiográfica”, “El Estado moderno. La filosofía política y pedagógica”, “La ciencia, “La filosofía. El discurso del método”, “El arte”, “Conclusiones”. La bibliografía para el curso incluía obras en inglés, francés, italiano, español y alemán, y no dejaba de mencionar las mejores traducciones en lengua española. Veamos algunos ejemplos: Galileo, Opere, edición Timpanaro, volumen II, Dialoghi delle nuove scienze. Descartes, Oeuvres, edición Adam y Tannery: Essais y principia; fragmentos de la Dióptrica y los Meteoros de Descartes; Oeuvres choisies, tomo I, de los Clásicos Garnier; traducción española de los Principios, a base del texto latino y la traducción francesa, en la Biblioteca Filosófica de Reus, Madrid. Zubiri, La nueva física, en Cruz y Raya. Sobre la filosofía y la filosofía moderna los siguientes textos: Hegel: Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, edición Glockner, ahora en la Philosophische Bibliothek de Meiner. Nietzsche, ediciones Kröner; última edición española, por E. Ovejero. Dilthey, Einleitung in die Geisteswissebschaften, Gesammelte Werke, Band I.23 10 Pues bien, aún no había concluido este curso cuando se invitaba al público a participar en el Seminario sobre Marx y Nietzsche, que llevaba este subtítulo, Los dos polos intelectuales de nuestro tiempo, que se llevaría a cabo en la misma Facultad de Filosofía, y sus trabajos se desenvolverían en “dos series de sesiones”. Para las sesiones privadas, los trabajos de los alumnos se discutirían, de acuerdo con el tema que les hubiera dejado el profesor. Los requisitos para estar en este Seminario eran: no rebasar la docena de alumnos; tener “cierta preparación o cultura filosófica en general o el haberse ocupado ya de Marx y Nietzsche en particular, y la capacidad de leer corrientemente el francés o el inglés, o, con preferencia, el alemán”. Sin embargo, no se excluía a quienes poseyeran una “cultura o formación intelectual superior”, aunque no fuera filosófica, como médicos o economistas, por ejemplo, y que les interesara el tema. El profesor Gaos llevaría a cabo las entrevistas y el resultado de la selección se publicaría el 10 de julio. Las sesiones de Seminario serían una vez por semana, dos horas seguidas. El día y la hora la determinarían los alumnos, una vez terminada la evaluación. Para las sesiones públicas sólo se le comunicaría al público los resultados que se fueran obteniendo del trabajo de los alumnos participantes en las sesiones privadas. Serían “anunciadas adecuada y oportunamente” y sería “libre la asistencia a ella”. El Seminario inició con ocho alumnos.24 El doctor Gaos no sólo diseñaba sus programas para los cursos y seminarios, preparaba sus clases, seleccionaba sus alumnos para los seminarios, sino que, además, se preocupaba de estar al día en su materia y, sobre todo, de contribuir con sus investigaciones a poner al día a la misma filosofía. Así pasó cuando al mismo tiempo que diseñaba su Seminario sobre Marx y Nietzsche, retomaba sus apuntes y traducciones sobre Marx, y hacía la carátula para su próximo libro titulado Introducción a la filosofía de Marx, fechado en 1939. En este volumen hay una parte en la que es necesario detenerse, y es precisamente en la llamada “Advertencia”. Como fue una constante en la obra gaosiana siempre nos encontraremos con la historia de su trabajo intelectual. Siendo así, lo que nos dice el maestro y ex rector de la Universidad Central de Madrid es que la primera idea de las traducciones de Marx, que se incluían en aquel volumen, “y el estudio incorporado en la presente introducción” surgió en España, “algo antes de estallar la guerra en ella”. Era asimismo el efecto o la consecuencia de dos circunstancias: a saber, primero, “un acontecimiento editorial”, la aparición de los dos volúmenes que contenían toda la obra juvenil de Marx, Karl Marx. Der historische materialismus, editados por Landshut y Mayer, Kröner, Leipzing, 1932; y segundo, la “pasión creciente” que sentían algunos profesores de filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, de “tomar posesión respecto al marxismo, ascendente poder social y político, y a una con ello el intelectual”. Y lo que encierra la filosofía de éste, o sea, aquello con lo que los profesores de filosofía debíamos propiamente ocuparnos.25 11 Y a partir de este acontecimiento editorial y de las ideas de los profesores de filosofía madrileños, proyectó su curso Marx y Nietzsche, quien fue “asociado inmediatamente al primero por haber compartido con él la desatención de la enseñanza filosófica oficial y por” representársele “en ambos posiciones intelectuales, posiciones extremas de la situación vital del hombre contemporáneo. La traducción de aquellos textos publicados en los volúmenes aludidos que contienen la expresión al par originaria y definitiva del materialismo histórico debía servir al curso en lo referente a Marx”. Sin embargo, la guerra española impidió llevar a cabo aquel proyecto. Mas ahora que se encontraba en México, trabajando en La Casa de España de ese país, dando clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Máxima Casa de Estudios mexicana, se dio la oportunidad de retomar aquella idea y surgió el curso Marx y Nietzsche, los polos intelectuales de nuestro tiempo. En la “Advertencia” se encuentra asimismo una muestra más del reconocimiento que Gaos tuvo para quienes le estaban dando hospitalidad en estas nuevas tierras que no eran tan ajenas para él y para sus compatriotas. En primer lugar, a La Casa de España en México que fue creada por el presidente Lázaro Cárdenas, “intérprete y agente de su generosidad, para que los trabajadores intelectuales acogidos en ella pudiésemos continuar o reanudar las labores interrumpidas o crecientemente dificultadas por la guerra. Y un curso sobre Marx bien” parecía que podía “interesar tanto y ser tan fértil en México como en España, si no más que en ésta”. Y aceptado el curso por La Casa de España en México, “y a través de ésta” por la de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde impartiría el mencionado programa a “lo largo del segundo semestre de este año académico, se le replanteó el problema de la publicación de los textos” que deberían “servir de base a los trabajos del seminario”. Y aún agregó, que la “conveniencia, si no la necesidad, de disponer de textos en la propia lengua, aun suponiendo que los concurrentes al seminario, o exigiéndoles, el conocimiento de idiomas extranjeros, no será negada por nadie que conozca por propia experiencia, sobre todo docente, las condiciones y posibilidades y los consecuentes métodos y usos de la enseñanza universitaria, y no sólo de los países de habla española”. Y hasta este momento no conocía ni suponía conocer “ni siquiera indirectamente” una traducción española de los textos señalados, con excepción de las Tesis de Feuerbach. Así pues, oportunidad única se le presentaba a Gaos, a México, y a los estudiantes de su seminario de conocer y tener a mano una traducción excepcional en cuanto en tanto se desconocía en lengua española, y estudiar y reconocer con muchos lustros de anticipación, gracias al traductor, de la importancia de los textos juveniles de Marx.26 Las tareas magistrales que estaba desarrollando Gaos en la Ciudad de México no las interrumpía y buscaba la forma de continuarlas en la provincia mexicana. 12 En la Universidad michoacana presentaba el curso en cinco lecciones: “Verdad y realidad”, para el mes de octubre de 1939, con el siguiente programa: “1. Filosofía y verdad; 2. Historia y verdad; 3. Fenomenología de la verdad; 4. Fenomenología de la realidad; 5. Fenomenología del conocimiento de la realidad humana; 6. Fenomenología de la realidad humana; 7. Las ciencias; 8. La trascendencia de la realidad humana; 9. La comunicación de la verdad; 10. Filosofía y actualidad”. En esta misma ocasión explicó algunos pasajes de La esencia de la ‘razón del ser’, de Heidegger.27 Concluida su estancia en Morelia, regresó a la Ciudad de México para terminar sus cursos, que tuvo lugar el 31 de octubre de 1939. No quería que la oportunidad se pasara y ese mismo día, Gaos le escribió al director de esa Facultad, doctor Antonio Caso, señalando que, deseaba reiterar las palabras que pronunció al finalizar el curso de “Introducción a la Filosofía”: que “esta Facultad mexicana” le dio el “medio de continuar su auténtica vida” y donde se le había “salvado a uno la vida”. Y no podía dejar de señalar lo que el profesor de esta misma Facultad, Bravo Bethencourt, “preconizó y presagió la plena recuperación por la Universidad Nacional del puesto, eminente, directivo, que en la vida de la cultura mexicana” le correspondía. El “ambiente ideológico y político” se estaba “renovando en todo el mundo rápidamente” y México no era insensible a aquella renovación. Por ello, nada más halagüeño que poder contribuir a esa recuperación, no sólo él sino todos sus compatriotas. Porque “todos los indicios” señalaban que en “esta tierra generosa” se iban a afincar por algún tiempo; y se iban a afincar, “quizá ya para siempre -y conste que, personalmente” lo decía, “sin dejo melancólico de ninguna especie-”, le dijo Gaos a Caso.28 El año estaba a punto de terminar y se necesitaba y requería un balance de lo realizado. La mejor oportunidad para ello fue cuando realizó su informe solicitado por el presidente de La Casa de España en México, Alfonso Reyes, el 1 de noviembre de 1939. Así pues, enumeró los cursos que había impartido en la Universidad michoacana y en la Universidad Nacional Autónoma de México y solicitó que no se “tomaran realmente en cuenta” el curso semestral de “Didáctica filosófica” ni el Seminario sobre Marx y Nietzsche porque fueron “dos fracasos tan totales, que no llegaron propiamente a ser”. Sin embargo, se consolaba por el éxito obtenido con su curso de “Introducción a la filosofía”. Y el “contraste” entre el éxito de este curso y el fracaso de aquél y del Seminario le dejaban una enseñanza que tenía que recoger: “Es difícil hallar personas de alguna formación con holgura para trabajos distintos de los académicos obligatorios y mínimos o de los profesionales. Si son serias, el simple comprometerse a hacer estos trabajos las arredra por anticipado. Mi conclusión es que no puede intentarse sino convertir muy paulatinamente los cursos en otra cosa, atrayendo hacia ésta a los interesados con mayor éxito en aquéllos”. 13 Y a continuación detalló la manera de cómo se deberían enderezar las cosas e incluso señaló las propias dificultades que él mismo tuvo en éste y otros cursos, como era el de no tener todos sus papeles a la mano y el de hacer nuevas traducciones. Una de ellas, por cierto, corrió buena suerte. Pues se publicó en el mismo año de 1939: Los fragmentos de Heráclito, en las Ediciones “Alcancía”, que dirigían Edmundo O’Gorman y Justino Fernández, con una tirada de 100 ejemplares, con grabados del mexicano Carlos Alvarado Lang, y dedicada a Alfonso Reyes: Ildephonso Reyes,/ v.o.m.,/ novae Hispaniae intellectus principi magistraque/ veteris Hispaniae cultori et amico, máxima cum dilection / Josephus Gaos/ dicat. Por el informe de Gaos a Reyes sabemos que en 1939 publicó en México y en La Habana, los siguientes trabajos: “La filosofía en España”, en Letras de México, volumen II, número 1, 15 de enero de 1939, páginas 1 y 2, y 9; la reseña que hizo del libro del filósofo mexicano Samuel Ramos, El perfil del hombre y la cultura en México, segunda edición, aumentada, 1938, y que apareció con el título, “La filosofía en México”, en Letras de México, volumen II, número 6, 15 de junio de 1939, páginas 1 y 2; “Individuo y sociedad”, en la Revista Mexicana de Sociología, año I, volumen 1, número 3, julio-agosto de 1939, páginas 7-16; “Sobre el auditorio de la filosofía”, en la Universidad de La Habana, números 24 y 25, mayojunio y julio-agosto, 1939, páginas 7-45; y, “Sobre la Filosofía de la filosofía”, en Universidad de La Habana, número 26 y 27, septiembre-octubre y noviembrediciembre de 1939, páginas 7-42. También nos encontramos en este informe el estado de sus traducciones de las obras de Marx, Engels y Scheler, de sus planes para 1940 y de sus dudas de permanecer en México indefinidamente. Lo cierto fue que en los primeros meses del siguiente año empezó a recoger los frutos de su magisterio y de sentirse orgulloso de la fecundidad de su labor docente en México al señalar que dos alumnos suyos, Leopoldo Zea y Antonio Gómez Robledo, habían publicado excelentes trabajos y ellos reconocían su magisterio; igualmente, mencionó a Edmundo O’Gorman, quien privadamente le decía que encontró en su cátedra, la filosofía y la metodología para sus trabajos. “Cierto que”, añadía “con verdadera complacencia”, a O’Gorman le debía “tantas informaciones y sugestiones en materia histórica, y aun otras, como él” podía deberle “en la filosófica y metodológica –fecundación mutua que es la de la máxima fecundidad a que puede aspirar la labor de cátedra y amistad intelectual alguna”.29 Efectivamente, esto era el resultado de su cátedra y de la amistad intelectual que apenas estaba empezando. En los próximos años esa fecundación llegó a ser verdaderamente una gran diosa del pensamiento. 14 NOTAS Profesor de la Facultad Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. 2 Fernando Salmerón, en su conferencia impartida en San Lorenzo de El Escorial, 18 de agosto de 1998, dentro del ciclo Herencia y recuperación del exilio filosófico español de 1939, dirigido por Javier Muguerzo dio cuenta de su hallazgo y de su importancia del trabajo “Confesiones de transterrado”, en el Archivo de Gaos, que se conserva en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, de la Universidad Nacional Autónoma de México. La conferencia de Salmerón se intitula, “Sobre el pensamiento de José Gaos. La filosofía política de los transterrados”, que se publicó, en Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, número 591, junio de 1994, pp. 10-18. Conferencia incluida, en Fernando Salmerón, Escritos sobre José Gaos, México, el Colegio de México, 2000, pp. 167-185 [Colección Testimonios, 8]. Por otra parte, “Confesiones de transterrado”, se dio a conocer en Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, número 591, junio de 1994, pp. 3-9. Número, por cierto dedicado a Gaos. 3 Alfonso Reyes en La Casa de España en México (1939 y 1940), compilación, introducción y notas de Alberto Enríquez Perea, México, El Colegio Nacional, 2005, p. 303. 4 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, prólogo de Leopoldo Zea, coordinador de la edición Fernando Salmerón, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, p. 545 [Nueva Biblioteca Mexicana, 129]. 5 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, cit., p. 546. 6 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, cit., p. 547. 7 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, cit., p. 549. 8 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, cit., p.548. 9 Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, cit., pp. 228 y 229. 10 Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, compilación y notas de Alberto Enríquez Perea, presentación de Andrés Lira, México, El Colegio de México, 1999, p. 55 [Colección Testimonios, 4]. 11 Martí Soler Vinyes, La casa del éxodo. Los exiliados y su obra en La Casa de España y El Colegio de México (1938-1947), México, El Colegio de México, 1999, p. 92 y ss. [Colección Testimonios, 5]; e, Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., pp. 54 y 55. 12 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), prólogo de Abelardo Villegas, coordinador de la edición: Antonio Zirión Q., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, p. 435. [Nueva Biblioteca Mexicana, 156]. En cuanto al título del curso, “La filosofía contemporánea”, es importante transcribir lo que Gaos consideró su “visión de la filosofía contemporánea”: era para él “grato y saludable hablar de la filosofía contemporánea. La filosofía contemporánea ha constituido” su vida “durante toda una edad de ésta, la edad juvenil, ya traspuesta, aunque no haga de ello demasiado. Hablar de la filosofía contemporánea es para mí hablar de esa edad, empezar a recordarla –y haec hodie meminisse juvat. Pero es, sobre 1 15 todo, eliminar una porción de humores, verdes, acres, sin la eliminación de los cuales no hay sazón de madurez en la vida” (Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (19381950), cit., pp. 435 y 436). 13 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., p. 7. 14 Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., p. 54. 15 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., pp. 65 y 66. 16 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., p. 69. [El subrayado es nuestro.] 17 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., pp. 70 y 71. Las conclusiones a las que llegó Larroyo son tres: “1. Puesto que la filosofía es, por definición, un saber fundamental e insuperable, la expresión ‘filosofía de la filosofía’ lleva en su entraña una contradictio in adjecto. ‘La filosofía es la autoconciencia del espíritu absoluto’ (Hegel). 2. La descripción de las ideas filosóficas de todos los pensadores (incluso de los del presente) es un problema inalienable de la historia de la filosofía. La historia de la filosofía, como historia de los problemas filosóficos, debe narrar, en primer lugar, las opiniones que los filósofos han tenido acerca de la filosofía misma (el tema del ‘nombre y concepto de la filosofía’ en W. Wildelband). 3. La psicología no es una vía metódica apta para descubrir verdades fundamentales de la filosofía; sólo a través de la reflexión trascendental (fenomenológica) puede elevarse a la verdadera filosofía al rango de ciencia rigurosa (Husserl)” (Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., p. 71). 18 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., pp. 77 y 78. 19 Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), cit., p. 47. [Las cursivas son del texto.] 20 Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., p. 55. 21 Carta de José Gaos a Francisco Romero. Morelia (Michoacán). 15 de febrero de 1939, en Obras completas de José Gaos. XIX. Epistolario y papeles privados, edición, prólogo y notas de Alfonso Rangel Guerra, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999, pp. 168 y 169. [Nueva Biblioteca Mexicana, 140]. 22 Carta de José Gaos a Francisco Romero. Morelia (Michoacán). 15 de febrero de 1939, en Obras completas de José Gaos. XIX. Epistolario y papeles privados, cit., p. 170 y ss. 23 El programa “Curso público de Introducción a la filosofía”, las partes de este curso y la bibliografía, en Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., p. 247 y ss. 24 Sobre el Seminario Marx y Nietzsche, véase, Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., pp. 245 y 246. 25 Obras completas de José Gaos. IV. De Descartes a Marx. Estudios y notas de historia de la filosofía, prólogo de Ramón Xirau, coordinador de la edición: Fernando Salmerón, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, p. 465. [Nueva Biblioteca Mexicana, 130]. El subrayado es nuestro. 26 Obras completas de José Gaos. IV. De Descartes a Marx. Estudios y notas de historia de la filosofía, cit., p. 466. 27 Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., p. 55. 28 Carta de José Gaos a Antonio Caso. Ciudad de México, 31 de octubre de 1959, en Obras completas de José Gaos. XIX. Epistolario y papeles privados, cit., p. 259. 16 Carta de José Gaos a Alfonso Reyes. México, 19 de marzo de 1940, en Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos /Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, cit., pp. 67-69. 29 Bibliografía Alfonso Reyes en La Casa de España en México (1939 y 1940), compilación, introducción y notas de Alberto Enríquez Perea, México, El Colegio Nacional, 2005. Gaos, José, “Confesiones de transterrado”, en Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, número 591, junio de 1994. Itinerarios filosóficos. Correspondencia José Gaos/Alfonso Reyes, 1939-1959; y textos de José Gaos sobre Alfonso Reyes, 1942-1968, compilación y notas de Alberto Enríquez Perea, presentación de Andrés Lira, México, El Colegio de México, 1999. [Colección Testimonios, 4]. Obras completas de José Gaos. III. Filosofía de la filosofía (1938-1950), prólogo de Abelardo Villegas, coordinador de la edición: Antonio Zirión Q., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003. [Nueva Biblioteca Mexicana, 156]. Obras completas de José Gaos. IV. De Descartes a Marx. Estudios y notas de historia de la filosofía, prólogo de Ramón Xirau, coordinador de la edición: Fernando Salmerón, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997. [Nueva Biblioteca Mexicana, 130]. Obras completas de José Gaos. VIII. Filosofía mexicana de nuestros días. En torno a la filosofía mexicana. Sobre la filosofía y la cultura en México, prólogo de Leopoldo Zea, coordinador de la edición Fernando Salmerón, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996. [Nueva Biblioteca Mexicana, 129]. Obras completas de José Gaos. XIX. Epistolario y papeles privados, edición, prólogo y notas de Alfonso Rangel Guerra, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1999. [Nueva Biblioteca Mexicana, 140]. Salmerón, Fernando, “Sobre el pensamiento de José Gaos. La filosofía política de los transterrados”, en Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, número 591, junio de 1994. Salmerón, Fernando, Escritos sobre José Gaos, México, el Colegio de México, 2000, pp. 167-185. [Colección Testimonios, 8]. Soler Vinyes, Martí, La casa del éxodo. Los exiliados y su obra en La Casa de España y El Colegio de México (1938-1947), México, El Colegio de México, 1999, p. 92. [Colección Testimonios, 5]. 17 18 19 20 21 22