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EL SANTO DE CORAZÓN TRASPASADO Reflexión dominical 29.08.10 Mons. José Ignacio Alemany Grau. Obispo. Si ves la imagen de un santo con mitra y báculo (era obispo) o con un hábito negro y la correa de cuero (era religioso) y tiene el corazón atravesado por una o tres flechas y lleva en la mano un libro sobre el cual hay una iglesia… se trata de San Agustín. El santo que a todos cae bien porque tenía los dos grandes valores humanos: Gran inteligencia (el libro que lleva en las manos indica sus escritos y la iglesia encima de éste recuerda su importante obra “La ciudad de Dios”) y el corazón fuera del pecho indica su capacidad de amor. Dejó el cristianismo para hacerse maniqueo. Dentro de la ligereza juvenil hizo el paso en poco tiempo. En parte porque estaba de moda y en parte porque su mente era muy inquieta. Arto del maniqueísmo porque su corazón no se sosegaba, pasó a los escépticos y buscó luego la luz entre los neoplatónicos. Su madre, pensando que un buen matrimonio acabaría con las locuras de su vida desordenada, le buscó una novia de su misma clase social. Con gran sentimiento Agustín se apartó de la mujer con quien había vivido quince años y que le había dado a su hijo Adeodato. Pero antes de que se formalizara el matrimonio, Agustín se encontró con Jesús. De esta manera su búsqueda de la verdad, regada por las lágrimas y oraciones de su madre Mónica, durante más de quince años regresó a la fe. Entonces tenía 33 años. Su bautismo fue en la noche pascual el 24 al 25 de abril, del año 387. Un día de gozo. En Milán. Lo bautizó el gran San Ambrosio. Fue una fiesta muy familiar, si nos fijamos en los que le acompañaron, bautizándose con él: su hijo Adeodato (= “regalado por Dios”) y su gran amigo Alipio que, aunque no tenía la inteligencia de San Agustín, supo aprovechar muy bien la amistad del santo. Alipio llegó a ser obispo de Tagaste. En la fiesta religiosa estuvo también su madre Mónica que por fin podía llorar, cantar y orar pero ahora de pura alegría. Poco tiempo después, en el puerto de Ostia (de Roma) Mónica conversaba con Agustín y le decía: “Hijo mío, nada me deleita ya en esta vida… una cosa deseaba y era el verte cristiano católico antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces puesto que, despreciada la felicidad terrena te veo siervo suyo. ¿Qué hago ya aquí?” Cinco días después “fue liberada del cuerpo aquella alma religiosa y pía” cuando contaba cincuenta y seis años y Agustín treinta y tres” San Agustín se ordenó sacerdote el año 391 y cuatro años más tarde Obispo de Hipona. A partir de ese momento se dedicó a evangelizar a su diócesis de Hipona. 1 Para San Agustín la Palabra de Dios fue lo más importante. Enseñaba que la Biblia se ha de leer en la Iglesia y siempre por medio de ella. No hay que olvidar que las sectas pululaban también entonces. Por eso decía que sólo en la Iglesia de Jesús está la verdad plena. También es muy famosa “La ciudad de Dios” de que hablamos antes. Muy conocidos son también los “sermones” del santo que debieron ser muchísimos porque predicaba diariamente, pero únicamente nos han llegado algo más de cuatrocientos. Hay que meditar la Palabra de Dios para poder enseñarla: “pierde el tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no la escucha primero en su interior”. Muchas veces se presenta a San Agustín en una silla y con uno de los pergaminos abiertos sobre sus piernas. Ésta fue una de las posturas que, sin duda, llamaron más la atención porque se repetía cada día al predicar sus sermones. Por otra parte sentía mucha responsabilidad al tener que predicar. Solía decir que está más seguro quien oye la Palabra de Dios que quien la enseña. De ahí que, a pesar de ser tan profundas sus enseñanzas, reconocía que él prefería callar y escuchar a los demás. Dada la profundidad de sus escritos, sobre todo en torno a la Santísima Trinidad, se ha llamado a San Agustín el “Águila de Hipona” o “el Águila de los doctores”. La biblioteca de autores cristianos de España publicó sus obras completas con un total de 41 volúmenes. El escrito más conocido de todos es el de “Las confesiones” donde cuenta su vida en diálogo con Dios. La obra dogmática más importante de Agustín fue “La Trinidad” que ha abierto tantos horizontes a la teología de la Iglesia. También es conocida la “Regla de San Agustín” que han seguido más de cuatrocientas familias religiosas en el mundo. El Santo quiso también mucho a la Virgen María hasta el punto de llegar a escribir: “Excepción hecha de la Santa Virgen María de la que, por el honor debido al Señor, no tolero en absoluto que se haga mención cuando se habla de pecado”. San Agustín murió cuando escribía tres libros a la vez. De él dijo Juan Pablo II que “era un hombre incomparable, de quien todos en la Iglesia y en occidente nos sentimos de alguna manera discípulos e hijos”. El 28 de agosto del 430 moría San Agustín a quien se le llamó también “el más sabio de los santos y el más santo de los sabios”. José Ignacio Alemany Grau, Obispo 2