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EDITORIAL En este año pastoral 2012 – 21013 celebramos el “Año de la Fe y de la Comunión”, para responder, primeramente, a la convocatoria del Santo Padre a celebrar el “Año de la Fe” con motivo de los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II y 20 años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia, lo cual nos dice el mismo Papa Benedicto XVI será buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial de reflexión y redescubrimiento de la fe (Porta Fidei n. 4). También respondemos en este año a nuestro propio proceso pastoral animado por el III Plan Diocesano de Pastoral 2009 – 2014, que ha estado asumiendo en cada año un aspecto de la formación de los discípulos misioneros: el encuentro, la conversión, el discipulado y en este año la comunión, la cual es una de las grandes tareas de nuestra Iglesia diocesana: El gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que hemos comenzando es hacer de la Iglesia “la casa y escuela de la comunión” (III PDP 323; Cfr. 324). Nuestra Iglesia diocesana por su vocación a la comunión y a la misión ha querido asumir un proceso de planificación pastoral (Cfr. III PDP 361), que busca integrar las propuestas y los programas pastorales de los organismos y comunidades para responder eficaz y organizadamente a los desafíos pastorales. Para continuar en este proceso es conveniente retomar el Boletín de Pastoral. Iniciamos esta nueva etapa del Boletín Pastoral ofreciendo seis temas de reflexión para los ejercicios cuaresmales de nuestras comunidades. La temática presentada es: “El don de la fe se vive en comunión”, precisamente para responder a este “Año de la Fe y de la Comunión”. Los temas estarán basados, principalmente, en el Catecismo de la Iglesia, en los Documentos del Concilio Vaticano II y en el documento Porta Fidel. Confiamos en que estas reflexiones nos ayuden a profundizar en el don de la fe desde nuestra propia comunidad eclesial para responder con alegría y generosidad a la vocación de discípulos misioneros. Ofrecemos además un esquema de Celebración penitencial. No está por demás recordar que estos temas son un subsidio que se enriquecerán con creatividad por los propios sacerdotes con sus agentes de pastoral. Ponemos en María, Nuestra Señora de la Asunción, esta iniciativa para que su testimonio de fe nos anime en el camino del servicio pastoral y aliente nuestra fe para que, como madre de los creyentes, no deje de asistirnos para ser fieles en nuestra vocación de discípulos misioneros. 02 ÍNDICE Página 03 TEMA 1: El don de la fe Pbro. Lic. Benjamín Andrade Ortiz 07 TEMA 2: Los pecados contra la fe Pbro. Lic. Jorge Humberto Pedroza Soria 09 TEMA 3: La fe se vive en comunidad Pbro. Lic. Rogelio Pedroza González 11 TEMA 4: El sacramento de la Reconciliación Pbro. Joel Pedroza Villalpando 13 TEMA 5: María, mujer de fe Misioneras Catequistas de San José 15 TEMA 6: La importancia de la transmisión de la fe Pbro. Miguel A. Román Celebración Penitencial Anexos 03 Cada uno de los temas se desarrollará bajo el siguiente esquema: a) TEMA. b) OBJETIVO. d) ORACIÓN INICIAL: Cada tema inicia con una oración alusiva al tema. e) EXPERIENCIA DE VIDA: El tema parte de un hecho o experiencia de vida. f) ILUMINACIÓN: Es la parte central en el tema, aquí es donde se exponen los contenidos doctrinales del tema. Los puntos estarán basados principalmente en el Catecismo de la Iglesia Católica, además en los Documentos del Concilio Vaticano II y el documento para el Año del Fe, Porta Fidei. g) COMPROMISO: La reflexión del tema concluirá con un compromiso personal y comunitario. h) ORACIÓN FINAL: Será común en todos los temas y será el Credo Niceno Constantinopolitano. * Los temas se podrán enriquecer con dinámicas, cantos y actividades. Cada comunidad adaptará los temas a los adultos y jóvenes recomendaciones generales c) INDICACIONES: Se darán las instrucciones propias para el desarrollo del tema, como son los preparativos, el material necesario, las dinámicas que ayuden a la ambientación, participación y asimilación del mensaje que se quiere transmitir. 04 El DON DE LA FE Objetivo: Redescubrir el don de la fe, para responder al llamado del Señor Jesús a ser sus discípulos y misioneros, en la alegría de haber sido elegidos y llamados en la fe. Indicaciones: 1. Entronizar el Cirio pascual y adornarlo con un signo que indique un regalo, en la medida de lo posible que sea colocado al centro de la asamblea. 2. Prever hojas suficientes para la oración final. ORACIÓN INICIAL: Concédenos, Señor, sentir en medio de nosotros la presencia de tu Hijo, prometida a cuantos nos reunimos en su nombre, a fin de que experimentemos la abundancia de su gracia de su misericordia y de su paz. Bendito seas, Padre Santo, fuente y origen de todo don, te pedimos que renueves en nosotros el don de la Fe simbolizada por la luz de este cirio (se enciende el cirio), pues sabemos que tú eres nuestra vida y nuestra luz. Concédenos esmerarnos en irnos transformando según la Fe que profesamos para vivir más adecuadamente nuestra misión en esta vida. Amén. EXPERIENCIA DE VIDA Hacia finales del siglo IV en la ciudad de Jerusalén, el obispo San Cirilo se dirigía a sus catecúmenos, animándolos a perseverar en la asistencia a las catequesis que iniciaba: «El tiempo presente es tiempo de confesión… Confiesa en el tiempo aceptable y recibe el celestial tesoro en el día de la salvación. Prepárate diligentemente para el tiempo de los exorcismos. Sé asiduo en ir a las catequesis y guarda bien en la memoria cuanto allí se diga. Porque las cosas se dicen no sólo para que las oigas, sino para que después de oídas las creas» (CIRILO DE JERUSALÉN, Procatequesis 4-5). Lo que ha dicho San Cirilo de Jerusalén a aquellos catecúmenos que serían bautizados, sigue siendo una fuerte exhortación para nosotros que ya estamos bautizados: guarda bien en la memoria cuanto allí se diga, pues en la profundización de nuestra Fe se nos ofrece la orientación decisiva de nuestras vidas. En la profesión de Fe expresamos la inserción de Dios en nuestra vida, de modo que al confesar con nuestra boca y reconocer con nuestro corazón todo lo que profesamos en el símbolo de la fe, se lleva a cabo una misteriosa relación y encuentro entre Dios y cada uno de nosotros. Por eso San Agustín nos exhorta: “que tu Credo sea para ti como un espejo. Mírate en él, para ver, si crees realmente todo lo que dices creer. Y alégrate cada día por tu fe” (YOUCAT n. 28). 05 ILUMINACIÓN a) La fe es un don b) Jesús es el centro de la fe cristiana Así Dios se ha revelado a lo largo de toda la historia con palabras y obras para establecer amistad con el hombre; pero el momento pleno de esta manifestación se nos ha dado en la encarnación del Hijo de Dios, y en su misterio de muerte y resurrección; Así Jesús es el centro de la fe cristiana. El cristiano cree en Dios por medio de Jesucristo, que ha revelado su rostro. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. “Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo” (Jn 20,21) para que el Espíritu Santo infunda en todos la fe y así el mundo sediento de Dios descubra nuevamente la alegría de creer. En el desierto espiritual que el mundo nos presenta hoy se necesitan personas de fe, que con su propia vida indiquen el modo de orar, de amar, de esperar aún en medio de las crisis, las oscuridades, las dificultades y los problemas cotidianos. c) La fe es confiar libremente en Dios El don de la fe es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un “Tú” que me dona esperanza y confianza (Benedicto XVI, Audiencia general del 24 de octubre de 2012); y puedo confiarme libremente, puedo adherirme a Dios porque Él se ha acercado a nosotros, en Jesucristo nuestro Señor que se ha hecho hombre como nosotros y ahora vive en la Iglesia, donde nosotros confesamos nuestra fe en Él, Dios mismo nos ayuda con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón y hace que lo dirijamos a Él; nos abre los ojos del espíritu y nos concede «a todos gusto en aceptar y creer la verdad» (DV 5). d) Alegrarnos cada día por el don de la fe Alegrarnos por nuestra fe nace espontáneamente del corazón, nace «del encuentro con una Persona viva que nos transforma en profundidad a nosotros mismos, revelándonos nuestra verdadera identidad de hijos de Dios; de modo que tener fe en el Señor no es un hecho que interesa sólo a nuestra inteligencia, el área del saber intelectual, sino que es un cambio que involucra la vida, la totalidad de nosotros mismos: sentimiento, corazón, inteligencia, voluntad, emociones, relaciones humanas. Con la fe cambia verdaderamente todo en nosotros y para nosotros, y se revela con claridad nuestro destino futuro, la verdad de nuestra vocación en la historia, el sentido de la vida (BENEDICTO XVI, Audiencia general del 17 de octubre de 2012). El DON DE LA FE Hablamos de la fe como un don porque ella no es fruto de nuestros razonamientos, ni de nuestros esfuerzos por conocer lo que nos rodea, sino porque la Fe es el gran regalo de Dios a la humanidad, es la LUZ que procede de Dios mismo que nos hace reconocerle, y por medio de la Fe, Él se comunica a los hombres y crea en nosotros las condiciones adecuadas para que podamos reconocer su Palabra, nos hace capaces de escucharle y de acogerle libremente en nuestras vidas nos transforma, porque crea en nosotros algo que antes no teníamos: La Vida Divina. “Este es su mandato: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo” (1Jn 3,23). 06 e) La Virgen María ejemplo y modelo de fe El DON DE LA FE La Sagrada Escritura elogia particularmente la fe de la Virgen María por boca de Santa Isabel: “Dichosa tú que has creído porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor” (Lc 1,45). Se le proclama dichosa porque ella libremente acogió con su mente y su corazón el don de Dios y se fió con toda libertad y alegría al proyecto providencial de Dios sobre la historia de todos los hombres: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38;Cfr. CI 148). Este mismo elogio dado a la Virgen María es dado a todos aquellos que mantienen viva la esperanza en el testimonio de vida nueva dada por Dios, indicándonos el camino de la fe: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29), pues “sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb 11,6). COMPROMISO Invitar a reflexionar diariamente una página del Catecismo de la Iglesia Católica, o del Compendio del Catecismos, o del YOUCAT para profundizar en el tesoro que recibimos en la fe y de esta manera podamos conocer y amar a aquel que nos amó primero. ORACIÓN FINAL. 07 Los pecados contra la fe OBJETIVO: Analizar los principales pecados contra la fe para poderlos identificar y apartarlos de nuestra vida cristiana. Indicaciones: - Entregar la lista de pecados contra la fe que el tema enlista a los asistentes. Oración Inicial: Oh Jesús Redentor, autor y consumador de nuestra fe, te suplicamos desde lo profundo de nuestro corazón contrito y humillado no permita que se extinga la hermosa luz de nuestra fe. Acuérdate de tus antiguas misericordias; mira compasivo la viña que tú mismo plantaste con tu diestra, que ha sido regada con la sangre de miles y miles de mártires, con las lágrimas de generosos penitentes y las fatigas de celosos apóstoles y fecunda oración de tantos cristianos fieles. Señor aumenta nuestra débil fe. Amén EXPERIENCIA DE VIDA Un aspecto que hace décadas parece no pasar de moda es la lectura de los horóscopos. Es increíble que a pesar de tantos avances en diferentes áreas de la sociedad mucha gente siga depositando su crédito en personas que aprovechando su desesperación les hace pensar que su vida depende de la posición de los astros o bien se encuentra con sorpresa que muchos cristianos dan mayor confianza a ciertas personas con “poderes” para hacer o deshacer hechizos, como especie de brujo o bruja. Como por ejemplo, una persona en cierta ocasión se acercó a un sacerdote para pedirle autorización si podía consultar a una mujer que podía liberarla de un hechizo que padecía hace tiempo, porque según ella los médicos no podían diagnosticarle qué tenía. Lo curioso del caso es que esta señora pertenecía desde hace tiempo a un grupo parroquial y tenía varias encomiendas en la misma parroquia. Decía que uno nunca sabía lo que le podían hacer a uno y que de que las hay las hay, las personas que hacen el mal, y bueno, que no le haría ningún daño acudir con esta persona que le cobraba como si fuera un doctor especialista. Y como este caso hay muchos que hacen cosas que no reflejan una fe centrada en el Señor Jesús. Podemos preguntarnos, por consiguiente, ¿Qué tanto nos hemos dejado influenciar de la lectura de los horóscopos, de la lectura de las cartas, del tarot o casos similares? 08 ILUMINACIÓN a) La fe como virtud del primer mandamiento Los pecados contra la fe Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tu mente” (Mt 22,37; Cfr. Lc 10, 27). Estas palabras siguen inmediatamente a la llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6,4). En el ejercicio de este primero de los preceptos se abarca la práctica de las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. En efecto, quien pronuncia con sus labios la palabra “Dios”, cree firmemente de Él, que es un ser constante, siempre el mismo, fiel y perfectamente justo. De ahí se sigue que nosotros debemos necesariamente aceptar sus Palabras y tener en Él una fe y confianza completas. Él es todopoderoso, clemente, infinitamente misericordioso. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que: “la fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. San Pablo nos dice al respecto que “el justo vivirá por la fe” (Rm 1, 17), y que, la fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6)”. b) La fe sin obras está muerta “La fe sin obras está muerta” (St 2, 26) la fe sin esperanza y sin caridad no une verdaderamente a Cristo ni lo hace miembro vivo de la Iglesia. El mismo Catecismo de la Iglesia Católica nos advierte lo siguiente: “Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación de todo creyente. Haciéndonos ver que en el “desconocimiento de Dios” se encuentra el principio y la explicación de todas las desviaciones morales del hombre. Por tanto, nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él. c) El pecado contra la fe Los pecados contra la fe serán aquellos que se oponen directamente a Dios; es decir, que quien los comete no reconoce a Dios como Ser Supremo, Creador de todas las cosas y como Padre de todos los hombres. La virtud de la religión y las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) son para el cristiano motivo constante de dar culto a Dios, venerarle, amarle, esperar y creer en Él, por eso el no llevarlas a la vida, nos lleva por caminos que nos apartan del bien. El primer mandamiento de la Ley de Dios viene a constituir nuestro punto de referencia, ya que, nos pide que alimentemos y guardemos con prudencia y vigilancia nuestra fe y que rechacemos todo lo que se opone a ella. Partiendo de este presupuesto, podemos enumerar las diversas maneras de pecar contra la fe. 09 d) Los diferentes pecados contra la fe La duda voluntaria respecto a la fe, que descuida o rechaza tener por verdadero lo que Dios ha revelado y la Iglesia propone creer. La duda involuntaria designa la vacilación de creer, la dificultad de superar las objeciones con respecto a la fe o también a la ansiedad suscitada por la oscuridad de ésta. Si la duda se fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espíritu. El ateísmo es la negación de la existencia de Dios. No es fácil clasificar los diversos modos de llegar a esta postura. Un abordaje bíblico de este tema merecería un tratamiento muy amplio. Ciertamente se acusa al ateo (gentil) de pecador. Pero en numerosos pasajes del NT, sobre todo de los Evangelios, son los gentiles quienes aceptan con fe viva a Jesús y son destinatarios de la salvación. Podemos decir con las palabras del Vaticano II (cfr GS nn. 19-21) que la Iglesia, aunque rechaza completamente el ateísmo, sin embargo reconoce sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar para la correcta edificación de este mundo en el que viven juntos. Y lamenta la discriminación entre creyentes y no creyentes… El agnosticismo, es la doctrina filosófica que sostiene que el entendimiento humano no tiene razones suficientes para demostrar la existencia de Dios. Por ello suspenden el juicio. El agnosticismo tiene estrecha relación con el indiferentismo religioso: brota de él y a él conduce. La blasfemia, es la injuria directa, de pensamiento, palabra u obra, contra Dios. La blasfemia es un pecado tan grave, que en el AT se castigaba con la pena de muerte por lapidación. El sacrilegio, que consiste en la profanación o lesión de persona, cosa o lugar sagrados; y sagrados por excelencia son los Sacramentos. Por ello, se comete sacrilegio si se usan de modo indebido. Sacrilegio especialmente grave es recibir la Comunión en pecado mortal. La adivinación, es la acción de predecir el futuro o descubrir las cosas ocultas, por medio de los agüeros o sortilegios. Esta práctica se prohíbe por cuanto intenta descubrir el futuro granjeándose la protección de poderes ocultos. La magia, como arte o ciencia oculta con que se pretende producir, mediante ciertos actos o palabras, o con la intervención de espíritus, genios o demonios, fenómenos extraordinarios, contrarios a las leyes naturales. El pecado de la magia deriva del intento expreso de conseguir determinados efectos externos, que son ocultos y en general perjudiciales, con la ayuda del demonio. Participación comprometida en las sectas, ya que son “religiones” demasiado incompletas, adaptadas a ciertas necesidades y con errores muy graves en sus afirmaciones. Ante esta situación y el avance de las sectas, es preciso acelerar la formación religiosa de los fieles, con el fin de que profesen y aprecien la grandeza de la fe católica en toda su integridad. Los pecados contra la fe La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario para aceptarla. “Se llama herejía la negación persistente, después de recibido el Bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana, el apóstata es quien niega la fe en Jesucristo recibida en el Bautismo, y es un pecado especialmente grave, por cuanto que, quien ha tenido fe, puede llegar, por faltas personales, a negar y a renunciar a ella; cisma, es el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos” (Código Derecho Canónico, can. 751). 10 El perjurio, que consiste en jurar en falso. Se le llama perjuro a quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene intención de cumplir, o que, después de haber prometido bajo juramento, no la mantiene. Este acto es pecado especialmente grave cuando se hace ante alguna autoridad legítima. Omisión de actos debidos: también se comenten pecados contra la fe cuando no se cumplen los mandatos que impone la ley de la Iglesia, tales como el incumplimiento del precepto dominical o si no se enseña a los niños y a los recién bautizados adultos, los llamados “Mandamientos de la Iglesia”. Los pecados contra la fe Pereza: quizás el mayor enemigo de nuestra fe. Si mi fe fuese enérgica y pudiera enviar al remitente todas las cartas explosivas que recibo de los no pocos enemigos de la misma fe, entonces no me dejaría atrapar por nada de lo anterior. Pero la fe se vuelve lánguida y fatigosa por la pereza. Es entonces cuando se abre la puerta a cualquiera de las anteriores cosas. d) La misericordia es más grande que el pecado A pesar del elenco de pecados contra la fe no debemos olvidar que la misericordia de Dios es más grande. Sólo “los pecados contra el Espíritu no tienen perdón”, pero advirtamos que los pecados contra la fe, están muy cercanos a pecar contra el Espíritu. Si el sentido de la fe está ofuscado por cualquiera de los pecados enlistados, ¿cómo pedir perdón? Si la reconciliación es sacramento de fe, en el que es el Espíritu quien actúa y lava, y no se tiene fe en él ¿Cómo lavará? Ciertamente al comienzo del acto de fe hay con frecuencia una conmoción o una inquietud. El hombre experimenta que el mundo visible y el transcurso normal de las cosas no pueden ser todo. Debe venir entonces un rendirse ante Dios, una sumisión a Él. Así se sentirá tocado por el misterio. Seguirá las pistas que le señalan la existencia de Dios y paulatinamente logrará la confianza de dirigirse a Dios y finalmente de adherirse a Él libremente. En el Evangelio de San Juan leemos: “a Dios nadie lo ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1, 18). Por eso debemos creer en Jesús, el Hijo de Dios, si queremos saber qué nos quiere comunicar Dios. Por eso creer es acoger a Jesús y jugarse la vida por Él. COMPROMISO Invitar a los asistentes para que hagan un examen de conciencia con más detenimiento sobre estos pecados contra la fe, entregándoles la lista de estos pecados a los asistentes. ORACIÓN FINAL. 11 La fe se vive en comunidad OBJETIVO: Reflexionar a la luz de la Palabra de Dios y del Catecismo de la Iglesia, sobre la fe como respuesta al Señor que nos habla, para redescubrir su belleza, desde su vivencia comunitaria. ORACIÓN INICIAL: Señor Jesús, estamos reunidos en tu nombre y sabemos que te encuentras en medio de nosotros como nos lo prometiste. Queremos agradecerte el don de la fe que hemos recibido en nuestro bautismo. Especialmente queremos agradecerte el regalo de la comunidad, de la Iglesia a la cual pertenecemos. Aleja de nuestro corazón la tentación del aislamiento y del sectarismo. Haz que crezcamos en el sentido de Iglesia. Despierta en nosotros el deseo de colaborar como apóstoles de la unidad, para que seamos uno como Tú y el Padre son uno y así nuestros hermanos puedan creer. Amén. EXPERIENCIA DE VIDA Un hombre, que regularmente asistía a las convocatorias de su parroquia, sin ningún aviso dejó de participar en las actividades. Después de algunas semanas, el párroco decidió visitarlo. Era una noche muy fría. El sacerdote encontró al hombre en casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al sacerdote, le ofreció una silla, cerca de la chimenea y allí se quedó... Esperaba que el párroco comenzara a hablar. Pero se hizo un profundo silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno a los troncos de leña que ardían. Al cabo de algunos minutos, el clérigo examinó las brasas que se formaron y cuidadosamente seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, empujándola hacia un lado. Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil. El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado y quieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su fuego se apagó de una vez. En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de calor y luz, ahora no pasaba de ser un negro, frío y muerto pedazo de carbón recubierto de una espesa capa de ceniza grisácea. Ninguna palabra se había dicho desde el saludo inicial entre los dos amigos. El párroco, antes de prepararse para salir, removió nuevamente el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en el medio del fuego. Casi inmediatamente se volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno de él. Cuando el sacerdote alcanzó la puerta para partir, su anfitrión le dijo: Gracias Padre por la visita, y por sus palabras. ¡Que Dios lo bendiga! Regresaré... ¡Nos veremos en la Parroquia! 12 ILUMINACIÓN 1. Introducción La fe se vive en comunidad En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos que los miembros de las primeras comunidades eran “asiduos en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (He 2,42). Y el Documento de Aparecida dice: “Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella 'nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Católica. La fe nos libra del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión'” (DA 156). La fe se vive en comunidad. 2. La fe es un acto personal, pero no es un acto aislado En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos esta frase: “Creo, Creemos”. Con estas dos palabras se pretende expresar la importancia de la fe en la persona, pero por otra parte resalta la cuestión comunitaria. Creo, Creer es un acto personal de asentimiento a Dios que nos habla. A lo largo de la historia de la salvación se ha comunicado de muchas maneras, pero particularmente se ha revelado en Cristo Jesús: Dice la carta a los Hebreos: “Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo todos los siglo” (He 1, 1-2). En Cristo Dios nos ha manifestado su amor y su voluntad de salvarnos. A la revelación de Dios cada hombre responde afirmativa o negativamente. La fe, nos dice el teólogo Walter Kasper en su libro “El Dios de Jesucristo”, es un acto del hombre (aunque desde otro ángulo sea una acción totalmente gratuita e iluminadora de Dios en el hombre); la fe solo se da cuando hay un hombre que escucha, entiende, asiente y pregunta. De esa fe resulta un estilo, una forma de vida. Al respecto el Papa Benedicto XVI dice: Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (PF 6). Si la fe no cambia los criterios, si la fe no dispone al corazón del creyente para que vea el mundo desde esta óptica, en realidad se corre el riesgo de tener una fe en la idea, que no baja al corazón. La fe que es regalo, es también un compromiso existencial que se nutre y se vive en la comunidad. De hecho el ser humano no vive solo, es un ser social. Dice el Catecismo de la Iglesia: “La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (166) Cada ser humano responde a la llamada de Dios, desde su libertad y su inteligencia, pero la fe no es un acto aislado. En efecto, nadie puede vivir solo, la estructura humana reclama un ambiente social, en este sentido decimos que coexistimos. Por otra parte, la revelación nos enseña que Dios eligió a un pueblo y este pueblo responde a su Dios. La fe de Israel no es simple no es la respuesta de un individuo, sino que es la respuesta en comunidad al Dios de la Alianza. Dios eligió a un pueblo para que este pueblo lo conociera, lo amara y viviera como pueblo elegido: “Marcharé en medio de ustedes y seré su Dios, 13 3. La Iglesia, comunión en el amor En nuestro tiempo no siempre se comprende con claridad la dimensión comunitaria de la fe. A veces escuchamos las siguientes frases: “Yo creo en Dios, pero en la Iglesia no”, “no es necesario ir a misa para amar a Dios”; “yo sí creo en 'Diosito', pero yo lo hago desde mi casa”, etc. Estas frases expresan en cierta forma la mentalidad de una cultura individualista en la cual no cabe el sentido comunitario. Con estas ideas y creencias, se entiende que da lo mismo asistir a la catequesis que no hacerlo, se entiende también la tendencia a “celebrar sus sacramentos en privado”. A menudo se dice: “yo quiero mi misa”, “quiero bautizar a mi niño, pero solo, en una celebración especial”. ¿Dónde queda el sentido de pueblo, de comunidad, de Iglesia? Cristo trabajó para formar comunidad: “Esta comunidad es una asamblea de miembros: sacerdotes, profetas, reyes, apóstoles. Dentro de la misma, existen diversos ministerios, según las mismas necesidades de la misma comunidad a la que todos sirven y en la que todos comparten la existencia. Todos activos, todos responsables, todos opinan y participan”. Nuevamente nos iluminan las palabras de los Obispos latinoamericanos en el Documento de Aparecida: “La Iglesia es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros” (DA 161). Esto implica pasar del “yo al nosotros”, implica darle toda su importancia y todo su sentido a la expresión: “Creo”- “Creemos. COMPROMISO La fe es respuesta a Dios que se ha revelado por el amor que nos tiene, ésta se da cuando hay alguien que “escucha, entiende, asiente y pregunta” pero; aunque la fe es un acto personal, respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios, no se vive aisladamente. Somos miembros de un pueblo. La comunidad a la cual pertenecemos tiene importancia…No basta creer solos, hemos de vivir esta fe en la Iglesia, enriqueciéndonos y dándonos a otros por la fe vivida en común, a ejemplo de las primeras comunidades que se reunían para escuchar la Palabra de Dios, para la fracción del pan y compartían sus bienes con los hermanos. La fe se vive en comunidad y ustedes serán mi pueblo” (Lev 26,12). Los escritos proféticos hacen referencia a un pueblo que debe vivir en la fidelidad con el Señor que lo eligió en Abraham, mostró su fuerza y su amor al sacarlos de la esclavitud de Egipto y guiándolos en el desierto hasta establecerlos en la tierra prometida. También el pueblo tiene conciencia de su compromiso, por eso cuando se alejan del Señor pocas veces se dice que es una persona (a no ser el rey que tiene responsabilidad de un pueblo y que a veces los lleva por caminos equivocados), es el pueblo el que permanece en la fidelidad o rompe con la alianza. De hecho en algunos pasajes se expresa el arrepentimiento no de una persona, sino de todo el pueblo: “tú eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tus manos. No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes por siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo” (Is 64,7-8). Es en el pueblo donde se vive la fe, aunque esto no impide que la persona como tal responda a Dios. Debo responder al amor con mi amor, pero también debo entender que formo parte de un pueblo, una comunidad y que ésta ha sido elegido por Dios para que sea “pueblo santo, nación consagrada, pueblo de su propiedad” (Cfr. 1 Pe 2,9) El Documento de Aparecida dice: “La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El discipulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pueblo. Este es un aspecto que distingue la vivencia de la vocación cristiana de un simple sentimiento religioso individual” (164). 14 La fe se vive en comunidad En este Año de la Fe y la Comunión debemos reflexionar cómo vivimos la fe que recibimos ¿Qué tanto somos verdaderamente católicos, con el sentido de pertenencia y en plena comunión con la Iglesia y en especial con nuestra parroquia? Reflexionemos también si hemos hecho daño sin querer al Pueblo santo de Dios con nuestras actitudes sectarias de aislamiento. Sin ningún interés por incorporarnos a criterios y planes comunes de organización pastoral, teniendo una visión individualista en la recepción y vivencia de los sacramentos en el mismo apostolado. Hemos de seguir renovando nuestro modo de pensar y de actuar para ser fermento de comunión y de participación en el ámbito en el que necesariamente vivimos nuestra fe como puede ser: la escuela, la fábrica, la casa o el mismo grupo de pastoral al cual pertenecemos. Que el Señor nos ayude para vivir en la unidad, poniendo al mismo tiempo al servicio los dones y carismas que cada uno hemos recibido para riqueza de todos. ORACIÓN FINAL. 15 El sacramento de la reconciliación OBJETIVO: Reflexionar en el sacramento de la Reconciliación como experiencia de perdón para fortalecer la vida de la fe dañada por el pecado. ORACIÓN INICIAL: “Como el Padre me ha enviado, así los envío yo”. Después sopló sobre ellos y dijo: “Reciban al Espíritu Santo; a los que les perdonen los pecados, les serán perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn 20, 2123). Señor creemos en tu Palabra, dispón nuestro interior para confesar la fe, celebrarla, vivirla y rezar con ella ahora que con los ojos de auténticos creyentes nos acercamos al sacramento que manifiesta tu poder que es amor, misericordia y perdón. EXPERIENCIA DE VIDA En el subsidio pastoral para el Año de la Fe se dice del Sacramento de la Reconciliación: el hecho más sorprendente con respecto al sacramento de la penitencia es el dramático decaimiento de la práctica de la confesión por parte de los católicos. Las causas que han contribuido a este hecho son muchas: la disminución del sentido de culpa personal; el rito de la confesión ahora convertido en algo impersonal y desgastado; la incapacidad de muchos confesores de demostrar cuidado y comprensión personal y de brindar ayuda a la gente del pueblo; la constatación de que los grandes males de nuestro tiempo están tan profundamente enraizados en las estructuras y en las instituciones que el pecado personal se torna insignificante en comparación, etc. No obstante, debemos también señalar los esfuerzos notables hechos para renovar el significado de este sacramento… No debemos olvidar que es un momento fundamental en la vida de continua conversión y transformación a la que son llamados todos los miembros de la Iglesia. Afirmaciones más cercanas a nosotros expresan la realidad de lo anterior. Con frecuencia las objeciones que se escuchan para no acercarse a confesar son: “yo me confieso directamente con Dios”, “¿por qué he de decirle mis faltas a un hombre pecador como yo?, ¿por qué el sacerdote puede perdonar los pecados?, eso sólo Dios”; “yo me confieso y sigo igual, siempre digo los mismos pecados, creo que mejor ya no me confesaré, que al cabo ni me ha de valer”; o peor aún: “yo no tengo nada de qué arrepentirme, no tengo pecados”; o condicionando: “me confesaré cuando tú mejores, cuando tú cambies, o cuando Dios me haga esto o aquello, o no lo hago porque Él no me hizo caso cuando yo le pedía…”; o bien: “no tengo tiempo”. Otros dicen: “no me confieso porque los padres no se sientan a confesar y cuando 16 El sacramento de la reconciliación lo hacen lo hacen de mala gana, siempre regañan”; “yo sólo con el padre fulano”. Y algunos padres dicen: “cuando se confiesen digan sus pecados, no digan historias ni los pecados de otras personas”; “no tienen que confesarse cada semana para comulgar”; “¿cómo que hiciste eso o aquello, qué no sabes que es algo malo?, o para “ahorrarnos tiempo” salimos del confesonario a decir a la fila de penitentes: “los que están en amasiato o planificando ya ni se acerquen…” o se dice: “por eso hay días y horarios venga entonces…” O bien, se dice que tenemos muchas misas u otras cosas más urgentes qué hacer que escuchar a las personas. De cualquier manera sea de parte del penitente o del confesor salta a la vista, en lo dicho anteriormente, que nuestra fe es lánguida, muestra signos de fatiga. Desde una perspectiva de fe, vayamos a algunas consideraciones que nos ayuden a comprender y valorar este sacramento de la fiesta del perdón y de la misericordia. ILUMINACIÓN El Papa Benedicto XVI nos recuerda que en la tradición de la Iglesia la FE es confesada, celebrada, vivida y rezada por lo que consideramos seguir este esquema para el desarrollo del tema, pero antes se expone primero el amor como fundamento de la fe y el pecado como rechazo a este amor. a) El amor de Dios fundamento de la fe La fe es necesaria porque el hombre tiene necesidad de Dios, o ¿acaso las cosas van bien sin Él? Porque si las cosas anduvieran bien aún sin Dios, la decisión de creer sería, en el fondo irrelevante. Pero la fe no es un accesorio, algo opcional, sino que es necesario para el hombre, incluso más que el alimento, y que el aire que respira. Al hablar de fe no nos referimos sólo a un aspecto sentimental o meramente emotivo del hombre hacia Dios. Sino que, hablamos ante todo de la aceptación por parte de la inteligencia y sobre todo de la voluntad, de lo que Dios nos revela. Él no nos ha enviado un escrito; no ha expresado antes que nada mandamientos qué observar y no ha anunciado verdades abstractas qué creer. No, Dios ha revelado su rostro. ¡Ha venido a habitar en medio de nosotros, para que lo podamos conocer y amar. Porque Dios es amor y desea darse a conocer, Dios desea ser amado. Por esto la Revelación involucra inmediatamente también al hombre, que responde con la fe a la revelación: le cree a Dios. Y le cree que se manifiesta en lo que para nosotros es más penoso y difícil de aceptar, el sufrimiento, el dolor, la muerte. En este sentido Jesucristo es la verdadera Revelación de Dios y no hay otra que manifieste su rostro. En la cruz no se muestra la impotencia de Dios, sino más bien su fuerza, que es capaz de descender hasta el abismo del mal y de la muerte para redimir al hombre, sólo por amor. Esto se experimenta y abraza en la fe. b) El pecado rechaza el amor de Dios Por otra parte, el pecado, nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica es: “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley”. El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 51,6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal ( Gn 3,5 ). El pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios”. 17 Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que realiza la salvación. En la Pasión, la misericordia de Cristo vence al pecado. En ella, es donde éste manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo en la hora misma de las tinieblas y del príncipe de este mundo, el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados”. (CI 1849-1868) No se puede no advertir pues, conociendo algo de la fe y algo de lo que es el pecado, que si falta la fe, si el sentido de Dios se ha nublado, también se ofuscará el sentido del pecado. Se perderá de vista que hay realidades de pensamiento, palabra, obra y omisión que nos alejan y nos separan de Dios. Se puede decir pues, que el pecado debilita la fe, y una fe débil ya no percibirá la gravedad del pecado. c) Confesar la fe en el perdón de Dios Propongo fijarnos en tres afirmaciones del Credo que tienen una referencia clara a lo que involucra el sacramento de la Penitencia. A saber: Por nosotros los hombres y por nuestra salvación, creo en la Iglesia santa; confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Efectivamente la encarnación fue “por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Nuestra salvación es pues conocer, aceptar y amar el rostro del Dios que se revela. Rendirnos ante él. El acento no se pone en el pecado, sino en la respuesta de la fe a la familiaridad que Dios ha manifestado. El concepto de salvación es amplio, no es pues solo la lucha contra el mal o el pecado. Claro que quien ha percibido la amplitud y el fundamento de la salvación, no puede no luchar contra el mal y experimentar cómo Dios tiene la última palabra frente a esto, y su palabra es salvación, gloria, resurrección, misericordia, amor, Reino. Palabras humanas que explican la única Palabra divina: Cristo. Él que perdona los pecados es Dios y Él ha decidido hablar nuestro lenguaje. Por eso, porque Él así lo ha querido, nuestros pecados son perdonados en lenguaje humano: confesándonos con un hombre, un ministro que a nombre de Cristo administra la gracia del perdón. Creo en la santa Iglesia. La Iglesia es un pueblo de pecadores redimidos. Ante todo debemos comprender qué significa santidad en el misterio de Dios. Dios es santo, porque ama y salva este mundo, porque da al mundo una soberanía, una guía, una comunión que el mundo no puede darse en absoluto. Jesús es le santo de Dios, porque “aunque existe en la condición de Dios, no juzgó como un privilegio el ser como Dios, sino que se anonadó a sí mismo, asumiendo una condición de esclavo” (Flp. 2,6-7) Sobre todo en la cruz Jesús muestra la santidad de Dios: allí se presenta el sentido en el que Dios trinitario es santo, es decir, es otro del hombre, porque el Hijo se sacrificó hasta ese punto por la humanidad. Dios está orientado a la realidad de su comunión con nosotros, comunión que el mundo ni podía soñar, ni mucho menos producir. En este sentido, la Iglesia es santa. El sacramento de la reconciliación El pecado es algo más que un comportamiento equivocado y no es una debilidad a nivel psíquico. En su profunda sustancia todo pecado es un rechazo de Dios y de su amor. Más allá de lo que una conciencia ética puede percibir como pecado –matar, robar, cometer adulterio…- solamente con Jesús llegamos a percibir la dimensión más profunda del pecado. Sólo la luz de la redención puede iluminar esta dimensión inconmensurable. Si en nuestro tiempo muchos no ven su pecado, o lo niegan es porque nunca han conocido qué es la luz, qué es la gracia, qué es la limpieza del corazón, qué es la redención que nos ha conseguido una vida nueva. El sacramento de la reconciliación 18 Pero la Iglesia incluye pecadores en su seno. De hecho un gran malestar puede venir si al afirmar la santidad de la Iglesia se le compara con los buenos, ya que constatamos más bien los errores y los pecados de los miembros de la Iglesia. El sueño piadoso de una Iglesia hecha de hombres puros, héroes, de gente virtuosa, repunta de cuando en cuando en la historia. La Iglesia es santa porque es el signo de la fidelidad obstinada de Dios por los hombres que realizó en la Nueva Alianza, en la Pascua de Cristo. La Iglesia es santa porque es expresión del amor de Dios que no se deja vencer por la ineptitud humana, y precisamente en virtud de este compromiso de Dios, ya no retractable en Jesús la Iglesia permanece por siempre como su pueblo, su comunidad, llamada a hacer presente para el mundo entero la santidad de Dios, no la nuestra. Esta es la figura paradójica de al Iglesia, que muestra la gloria de Dios en al vergüenza del hombre. Precisamente en esta estructura de santidad y de pecado, “siendo al mismo tiempo santa y siempre necesitada de purificación” (LG 8), la Iglesia se convierte en la configuración concreta que asume la gracia de Dios en el mundo: su gracia es siempre gracia de misericordia, de aceptación, de perdón. Esta gracia la vemos en acción en Jesús, en su modo de comportarse y de entrar en relación, en su palabra y en sus gestos. La santidad de Dios, que aparece en Jesús, se manifiesta precisamente en la convivencia intencional de él con los pecadores. Cada vez que nosotros nos escandalizamos de la Iglesia por ser pecadora, queriendo que sea más coherente, más fiel, más santa, corremos el riesgo de aferrarnos a una concepción ética de la santidad, como si esta fuera solamente el resultado de esfuerzos humanos heroicos. Pero la santidad de Dios se manifiesta mas bien en la debilidad y en la vergüenza del hombre, así lo estableció Él en la Encarnación y en la Pasión. Creo en un solo bautismo para el perdón de los pecados. El bautizado es quien ha sido injertado en la muerte y resurrección de Cristo por pura gracia. El bautismo ha creado en nosotros un orden nuevo, el orden de la santidad, de la santidad de Dios que es en definitiva la que debe resplandecer en nosotros. Precisamente por ello, los cristianos de los primeros siglos llamaban a la confesión el segundo bautismo que devolvía a los que habían pecado después del Bautismo al estado de gracia original. El signo de la vestidura blanca entregada en el rito bautismal nos ayuda a comprender esto. Esa vestidura blanca ha sido manchada y es necesario devolverle la blancura original. Para eso, Jesús ha dado potestad de perdonar los pecados a sus ministros. d) Celebrar el perdón de Dios Acudir a la confesión, celebrar el Sacramento de la Reconciliación, es celebrar la fiesta de la misericordia. Quien ha hecho la experiencia del Dios amor y de cómo Él salva y redime, purifica y limpia a través de lo humano no puede no celebrar la misericordia y dejarse abrasar por el fuego purificador de la penitencia. En la celebración sacramental de la penitencia se realiza una acción litúrgica. En una acción así, lo central no es el culto del hombre a Dios, sino la acción de Dios sobre el hombre. Confesarse, así como asistir a Misa, no es hacerle un favor a Dios. Es Él quien nos beneficia a nosotros. A alguien que dijera yo me confieso directamente con Dios le tendríamos que preguntar: ¿y qué te da la certeza de que te ha perdonado? ¿No será que te has quedado en un mero mecanismo psicológico para atenuar una culpa por los errores que dices reconocer en ti y simplemente te justificas? Por el contrario, celebrar el Perdón en el sacramento nos da la absoluta certeza de que si se han experimentado las condiciones para una buena confesión, Dios en verdad me ha perdonado, Él ha descendido para abrazarme. El que hace una buena confesión no se queda en un intimismo psicológico de “autoafirmación”. El que reconoce su culpa y se humilla, eleva su condición espiritual, moral, psicológica. El que rehúye a la confesión por vergüenza deja pasar una hermosa oportunidad para ser mejor y madurar. Porque vivir junto a Dios, experimentar la gracia, nos hace saber qué es realmente la vida. 19 e) Vivir con la gracia del perdón f) Rezar gracias al perdón de Dios En el Padre nuestro rezamos así: perdónanos, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Las catequesis que recibían los cristianos en los primeros siglos, en el catecumenado, era una explicación del Credo y del Padre nuestro. El que es bautizado profesa el Credo, comienza una nueva vida y reza con el Padre nuestro. No sólo la fe genera esta vida también la hace posible porque permite que el hombre ore a Dios, invocándolo como Padre. De manera que celebrar la misericordia y el perdón en el sacramento nos capacita para la oración, nos hace comprensivos con los demás y sobre todo capaces de perdonar. Si se ha experimentado el perdón de Dios, cómo no perdonar a los demás. Por el contrario, el corazón se llena de odios, rencores, resentimientos, por las ofensas recibidas de otros que han abierto heridas en el interior y hace que venga una suerte de “incapacidad” para perdonar. Pero, la experiencia hecha del perdón de las propias faltas por parte de Dios, impulsa al corazón a la oración: que yo perdone como tú me has perdonado. COMPROMISO Invitar y preparar la Celebración del Sacramento con el sacerdote para ofrecer a los asistentes una oportunidad de gracia para hacer una buena confesión, con mejor preparación y más consciente. Se puede seguir la Celebración Penitencial que se ofrece en este cuaderno. ORACIÓN FINAL. Bibliografía: CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, Subsidio pastoral para Vivir el Año de la fe, Ed. San Pablo, México, 2012. El sacramento de la reconciliación Quien confiesa y celebra el perdón ha de palpar su vida en las cosas concretas de la existencia. En actitudes, criterios, obras y pensamientos. La experiencia de un Dios misericordioso da un rumbo decisivo y diferente a la vida. Es un cambio que se puede ir realizando en la medida que el corazón se deja conquistar, en la medida que somos capaces de rendirnos ante Dios. Es un cambio que lleva tiempo, que implica un auténtico proceso de conversión. Así ha elegido Dios mejorar el mundo y al hombre, desde el interior, desde el corazón, en lugar de milagros, o acciones llamativas, que a nosotros nos atraerían más. El hombre es libre y debe dejarse conquistar por el amor, en el amor y para el amor. La confesión es una purificación obrada por el Amor, en el amor y para el amor. El que hace esta experiencia no puede no contagiarla en la vida y expresarla en su existencia. 20 María mujer de fe OBJETIVO: Reflexionar en la experiencia de fe de María para que como discípulos misioneros veamos en ella a la madre y modelo del creyente. INDICACIONES: Preparar una Imagen de la Virgen, el Cirio, y colocarlos al frente del grupo. En diferentes lugares del salón, colocar las siguientes frases: · María es madre y educadora de la fe · La Virgen María es modelo de la fe · María es modelo destacadísimo en la fe y en el amor ORACIÓN INICIAL: Canto: Madre de los Creyentes. MADRE DE LOS CREYENTES QUE SIEMPRE FUISTE FIEL, DANOS TU CONFIANZA, DANOS TU FE (2) Pasaste por el mundo en medio de tinieblas, Sufriendo cada paso, la noche de la Fe, Sintiendo cada día la espada del silencio, A oscuras padeciste el riesgo de creer. La fe por el desierto a lomos de un asnillo, La fe cuando en las bodas, Jesús se hiso esperar, La fe cuando pensaron que el hijo estaba loco, La fe sobre el calvario al borde de acabar. Oración a María: Danos, Señor, la alegría de descubrir a tu Madre diciendo "sí". La alegría de entrar en el silencio y la espera de tu Madre, la finura para guardar la Palabra como ella la guardó. Danos, Señor, ojos, de sorpresa para contemplar y descubrir todo el misterio de Dios, fe para reconocerte en la presencia de los hombres, nuestros hermanos, en especial de quienes sufren dolor, violencia e injusticias, manos para tratarte y acogerte con la ternura de las manos de tu Madre, María. Amén. 21 EXPERIENCIA DE VIDA En la II Guerra Mundial en el pueblo de Dachau, al norte de Munich, Alemania, los nazis construyeron en 1933 el primer campo de concentración que sirvió de modelo para los que construirían después. En este campo miles de inocentes fueron prisioneros, torturados, utilizados como experimentos crueles y vilmente asesinados. Si bien los principales encarcelados fueron judíos en este lugar se concentraron 2760 personas con cargos religiosos: sacerdotes católicos, pastores protestantes, greco-ortodoxos y algunos musulmanes, de diferentes países europeos. Después de terminada la guerra en aquel lugar se reunieron un gran número de personas de los mismos refugiados y de diferentes confesiones para una Celebración Ecuménica. Uno de los prisioneros trabajó en la elaboración de una imagen de la Virgen María de madera que colocó al frente dando la impresión de una madre que acoge a sus hijos y lo sorprendente fue que los asistentes no solamente aceptaron la imagen sino que se identificaron con ella, ya que ella era la mujer de fe que sin reparos permaneció de pie junto a la cruz de su Hijo, lo cual mostraba que ella sabía del sufrimiento y el camino oscuro de la vida, pero que en la fe había encontrado la fortaleza y la luz necesaria para permanecer de pie. Por eso, esta imagen se le llamó la Virgen de Dachau. a) María, mujer de fe que acoge la Palabra de Dios La Virgen María acogió a Dios en su vida, mediante la fe, y encontró el sentido de su existencia y la plenitud de su ser. De ese modo, su vida quedó plenamente arraigada en Dios, convirtiéndose en modelo para todo cristiano. María es la mujer de fe que cree a la Palabra de Dios. Con su fe responde a la invitación a creer lo que Dios le propone: ser Madre de su Hijo. María acoge la predicación de su Hijo, donde el reino de Dios establece una relación que está más allá de los lazos de sangre y carne, y proclama bienaventurados, a los que escuchan y ponen en práctica la Palabra de Dios (Cfr. Mc. 3,35; Lc. 11,27-28). Quien mejor que Ella escucha y obra de acuerdo al Evangelio, convirtiéndose así en la primera discípula de su Hijo. b) María, desde su fe, vive su propio calvario La fe, además de ser un don divino, es también una tarea a realizar, una elección de vida, que marca toda la existencia humana. No le resultó fácil a María de Nazaret, humanamente hablando, asumir las consecuencias de vivir arraigada en Dios. Bien sabemos que tuvo que renunciar a sus propios planes, para aceptar los de Dios; tuvo que salir de su tierra y viajar como emigrante; fue rechazada por su condición pobre y sin recursos; y, lo más doloroso de su vida, estuvo presente en la muerte de su Hijo inocente, condenado a morir en la cruz. ¡Qué gran ejemplo de fe y de amor, nos ofrece nuestra Madre y por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo! La Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es miembro muy eminente del todo singular de la Iglesia (LG 53; Cfr. CI 967). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación. Así avanzó también en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (Cfr. Jn 19,25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio consistiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, he ahí a tu hijo” (Cfr. Jn 19,26-27)” (LG 58). María mujer de fe ILUMINACIÓN 22 Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, los transmitió a los doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (Cfr. PF 13). c) María Asunta, es signo de la victoria de la fe María mujer de fe El III Plan Diocesano de Pastoral (n. 363) nos dice de María en su misterio de la Asunción: Nuestra Iglesia diocesana está consagrada a María, la Madre de Dios, en su misterio de la Asunción, fijamos en ella nuestra mirada como la máxima realización de la vida cristiana, quien por su fe (cfr. Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad de Dios (cfr. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las acciones de su Hijo Jesús (cfr. Lc 2, 19.51), por su servicio (Lc 1,39ss), por su presencia al pie de la cruz (cfr. Jn 19,25), y perseverando junto a los apóstoles a la espera del Espíritu es la discípula más perfecta del Señor (cfr. DA 266); por tal motivo, cuando escuchamos el llamado a ser discípulos misioneros descubrimos en ella a la discípula más perfecta del Señor. Ella ha vivido la perfecta peregrinación de la fe, primero como madre de Cristo y luego como madre de los discípulos, sin que estuviera exenta de la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del Padre. De esta manera alcanzó a estar al pie de la cruz en una comunión profunda entre el Dios redentor y los hombres. Por eso, a ejemplo de María, nuestra Iglesia está llamada a ser discípula-misionera (cfr. DA 266). Y continua el texto recordando lo que ella hace por todos los creyentes: Como hijos volvamos nuestra mirada a Ella para que nos ayude a vivir más plenamente el llamado a seguir a su Hijo en comunión y hacer lo que Él nos manda (Cfr. Jn 2, 1-12) (III PDP 364). Además concluye que mientras peregrinamos, será la Madre educadora de la fe. Cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad (III PDP 365). COMPROMISO A la luz del tema podemos preguntarnos: ¿Qué situaciones de la vida nos acercan a María como mujer creyente? O bien ¿Qué aspectos o momentos de la fe de María son más reveladores para nosotros? ¿Porqué María sigue siendo modelo del creyente moderno? ORACIÓN FINAL. 23 La importancia de la transmisión de la fe OBJETIVO: Analizar la importancia de la transmisión de la fe para que seamos generosos y comprometidos, como discípulos misioneros, en el anuncio de la fe. INDICACIONES: - Ambientar si es posible el lugar de reunión con fotos que expresen la necesidad que tenemos del Evangelio de Cristo en el mundo: jóvenes desorientados, familias con problemas, pueblos sin conocer a Cristo, pobreza, hambre, guerra,indiferencia, etc. - Se coloca un cartel grande que diga: Que hermoso sería el mundo si fuéramos de verdad cristianos” (Beato Juan XXIII). - En el momento de la experiencia de vida se prepara una de las dos opciones que se presentan. ORACIÓN INICIAL: Se hace a coros, y al concluir se reza el Ave María. Jesús, Hijo de Dios, que dijiste a tus apóstoles: “Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”, ten misericordia de nosotros y danos la fuerza de tu Espíritu para poder cumplir con esta encomienda. Ayúdanos a hacernos cada día más conscientes de la necesidad que tiene el mundo de tu Palabra y de tu amor. Haznos instrumentos dóciles en tus manos para que por medio de nosotros se extienda el Reino en nuestras familias y comunidades. Virgen Santísima, estrella de la Evangelización, tú que fuiste movida por el amor a llevar las Buenas Nuevas a la casa de tu prima santa Isabel sin importarte tu edad y las dificultades que esto te presentó, alcanza para nosotros esa misma fuerza. Ruega al Dador de todas las Gracias para que allane también nuestro camino, quite los obstáculos y nos dé la fuerza para anunciar, con alegría y valor, el mensaje de tu Hijo Jesucristo, única fuente de vida para el mundo, y que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. EXPERIENCIA DE VIDA · Primer propuesta La religión y los jóvenes: Hace un tiempo en un programa de TV Aguascalientes, “Exprésate”, se trató el tema de “La religión”. En este convoca a jóvenes de nivel Bachillerato para suscitar un debate sobre diversos temas, y en esa ocasión, en dos sesiones, fue sobre el tema de la religión (se pueden ver los programas en YouTube 24 La importancia de la transmisión de la fe https://www.youtube.com/watch?v=sCfSoyFIJCM, https://www.youtube.com/watch?v=ho7NleFfvOM). Entre todo lo que se comentó y expresó en ese momento sobresalen varias cosas interesantes: la necesidad y disposición que los jóvenes manifiestan para el tema de la fe como algo que le da sentido a la vida, algo necesario, importante. Pero al mismo tiempo se percibe desconfianza de las mediaciones institucionales, confusiones (sobre todo por parte de las sectas o de los medios de comunicación), prejuicios, ignorancia, falta de formación clara y profunda en el campo de la fe. ¿Qué reflexión te suscitan las opiniones de los jóvenes sobre la religión (en caso de que se haya pasado alguna parte de los videos)? · Segunda propuesta: Advertencias de Mahatma Gandhi. Se les entrega a los asistentes una hoja con el siguiente mensaje: Mahatma Gandhi, el gran sabio y pacifista de la India, en 1951 nos dejó siete advertencias de cómo se puede destruir al hombre y a la cultura. 1.- Se destruye al hombre con la religión sin la fe. 2.- El hombre se destruye con la política sin principios. 3.- El hombre se destruye con la riqueza sin el trabajo. 4.- El hombre se destruye con la inteligencia sin sabiduría. 5.- El hombre se destruye con los negocios sin moral. 6.- El hombre se destruye con la ciencia sin humanidad. 7.- El hombre se destruye con el amor sin el sacrificio de sí mismo. ¿Qué piensas de la primera afirmación de Gandhi en su septenario sobre los peligros que pueden destruir al hombre y la cultura? ILUMINACIÓN Decálogo de la Transmisión de la Fe Hoy Catequesis del Papa Benedicto XVI del miércoles 28 de noviembre de 2012. Cuestión: Jesús mismo, dicen los evangelistas, al anunciar el Reino de Dios se interrogó: «¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?» (Mc 4, 30). ¿Cómo hablar de Dios hoy?¿Cómo comunicar el Evangelio para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones frecuentemente cerrados de nuestros contemporáneos y en sus mentes a veces enajenadas por los muchos distractores de la sociedad actual? 1.- Escuchar a Dios, presupuesto fundamental: La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Él ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar con Dios es, por lo tanto, la escucha de cuanto ha dicho Dios mismo. ¡Dios ha hablado con nosotros! Dios se interesa por nosotros, nos ama, ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha auto-comunicado hasta encarnarse. Dios es una realidad de nuestra vida; es tan grande que también tiene tiempo para nosotros, se ocupa de nosotros. En Jesús de Nazaret encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo para sumergirse en el mundo de los hombres, en nuestro mundo, y enseñar el «arte de vivir», el camino de la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos hijos de Dios (cf. Ef 1, 5; Rm 8, 14). Jesús ha venido para salvarnos y mostrarnos la vida buena del Evangelio. 25 2.- Hablar de Dios quiere decir, ante todo, tener bien claro el contenido, lo que debemos llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo: no un Dios abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia; el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y del cómo vivir. Por esto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su Evangelio; supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación. Esto supone estudio, oración, formación. 4.-El evangelizador no se busca a sí mismo, no quiere crearse un grupo de admiradores, no quiere entrar en la historia como cabeza de una escuela de grandes conocimientos, no se busca a sí mismo, sino que anuncia a Cristo y quiere ganar a las personas para el Dios verdadero y real. Así que hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquel que nos lo da a conocer, que nos revela su rostro de amor; quiere decir expropiar el propio yo ofreciéndolo a Cristo. 5.- Orar: Saber que no somos nosotros los que podemos ganar a los otros para Dios, sino que debemos esperarlos de Dios mismo, invocarlos de Él. 6.- Formar comunidades evangelizadoras: Las comunidades cristianas están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazones, egoísmos, indiferencia, y viviendo el amor de Dios en las relaciones cotidianas. Preguntémonos si de verdad nuestras comunidades son así. Debemos ponernos en marcha para llegar a ser siempre y realmente así: anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos. 7.- Evangelizar con la mirada llena de compasión por los malestares y las dificultades de la existencia humana. Por los Evangelios vemos cómo Jesús se interesa en cada situación humana que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y de las mujeres de su tiempo con plena confianza en la ayuda del Padre. 8.- En el evangelizador anuncio y vida se entrelazan: Jesús actúa y enseña, partiendo siempre de una íntima relación con Dios Padre. Este estilo es una indicación esencial para nosotros, cristianos: nuestro modo de vivir en la fe y en la caridad se convierte en un hablar de Dios en el hoy, porque muestra, con una existencia vivida en Cristo, la credibilidad, el realismo de aquello que decimos con las palabras; que no se trata sólo de palabras, sino que muestran la realidad, la verdadera realidad. 9. - Al respecto debemos estar atentos para percibir los signos de los tiempos en nuestra época, o sea, para identificar las potencialidades, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura actual, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la protección de la creación, y comunicar sin temor la respuesta que ofrece la fe en Dios. Encontrar en todo una ocasión para descubrir, con la fantasía animada por el Espíritu Santo, nuevos itinerarios a nivel personal y comunitario, a fin de que en cada lugar la fuerza del Evangelio sea sabiduría de vida y orientación de la existencia. 10.- Papel de la familia: También en nuestro tiempo un lugar privilegiado para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones. - El Concilio Vaticano II habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios (cfr. Lumen gentium, 11; Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir esta misión suya, asumiendo la responsabilidad de educar, de abrir las conciencias de los pequeños al amor de Dios como un servicio fundamental a sus vidas, de ser los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos. La importancia de la transmisión de la fe 3.- Seguir el método de Dios, no ceder a la tentación del éxito. El método de Dios es el de la humildad —Dios se hace uno de nosotros—, es el método realizado en la Encarnación en la sencilla casa de Nazaret y en la gruta de Belén, el de la parábola del granito de mostaza. Es necesario no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura que penetra en la masa y lentamente la hace crecer (cf. Mt 13, 33). Al hablar de Dios, en la obra de evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, es necesario una recuperación de la sencillez. 26 La importancia de la transmisión de la fe - Y en esta tarea es importante ante todo la vigilancia, que significa saber aprovechar las ocasiones favorables para introducir en familia el tema de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a los numerosos condicionamientos a los que están sometidos los hijos. Esta atención de los padres es también sensibilidad para recibir los posibles interrogantes religiosos presentes en el ánimo de los hijos, a veces evidentes, otras ocultos. - La alegría: la comunicación de la fe debe tener siempre una tonalidad de alegría. Es la alegría pascual que no calla o esconde la realidad del dolor, del sufrimiento, de la fatiga, de la dificultad, de la incomprensión y de la muerte misma, sino que sabe ofrecer los criterios para interpretar todo en la perspectiva de la esperanza cristiana. La vida buena del Evangelio es precisamente esta mirada nueva, esta capacidad de ver cada situación con los ojos mismos de Dios. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es un peso, sino una fuente de alegría profunda; es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien que no hace ruido; y ofrece orientaciones preciosas para vivir bien la propia existencia. - Finalmente, la capacidad de escucha y de diálogo: la familia debe ser un ambiente en el que se aprende a estar juntos, a solucionar las diferencias en el diálogo recíproco hecho de escucha y palabra, a comprenderse y a amarse para ser un signo, el uno para el otro, del amor misericordioso de Dios. COMPROMISO - ¿Qué elementos de la transmisión de la fe hoy, mencionados por el Papa, te parecen más importantes? - ¿Por qué? ORACIÓN FINAL. 27 CELEBRACIÓN PENITENCIAL PARA EL AÑO DE LA FE Para esta celebración se debe tener dispuesto en algún lugar destacado de la Iglesia la fuente bautismal o una fuente con agua previamente bendecida, una Cruz con el Señor crucificado, el Credo impreso para cada uno de los fieles participantes y el Cirio Pascual. Después de un canto apropiado y del saludo del celebrante, se explica brevemente a la asamblea el sentido de la celebración que nos prepara a la comunión con Dios y los hermanos para recordar en la noche de Pascua, la gracia bautismal, y alcanzar una vida nueva con Cristo mediante la liberación del pecado. Canto de Inicio: Un solo Señor, una sola fe o un canto penitencial. 1. SALUDO DEL SACERDOTE En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Jesucristo, enviado por el Padre para abrirnos las Puertas de la salvación y la gracia, esté con todos Ustedes. 2. MONICIÓN Bienvenidos a esta celebración. Vamos comenzar escuchando los primeros párrafos de la Carta PORTA FIDEI del S.S. Benedicto XVI, por al cual se convocaba este Año de la Fe: «La puerta de la fe», que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Este camino empieza con el bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús. (PF 1) Abramos la puerta de nuestro corazón a la Palabra que se nos anuncia y dejemos que Dios nos transforme con su amor. 3. ORACIÓN COMUNITARIA Sacerdote: Oremos, hermanos, ya que habiendo olvidado, con nuestros pecados, la gracia del bautismo, nos podamos renovar en ella mediante el sacramento de la reconciliación. Inclinemos nuestras cabezas ante Dios. Señor, tú has purificado a tus hijos por el Bautismo; Guárdanos con tu acostumbrada bondad, Para que habiendo sido redimidos por tu Pasión, Nos alegremos con tu resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R: Amén CELEBRACIÓN PENITENCIAL I RITOS INICIALES 28 II. LITURGIA DE LA PALABRA 4. LECTURAS Como los israelitas, después del paso del Mar rojo, se olvidaron de las maravillas obradas por Dios, así también los miembros del nuevo pueblo de Dios, a menudo, después de la gracia del Bautismo, vuelven a caer en el pecado. 1 Cor. 10,1-13 y Sal. 105,6-1; 13-14; 19-22 celebración penitencial El hijo que abandona a su padre y a su casa, es recibido de nuevo por el padre con amor; la oveja que se extravió lejos del redil, es buscada de nuevo, con solicitud, por el pastor: así también a nosotros que hemos pecado después de la gracia del bautismo, Dios de nuevo nos busca, y cuando regresamos a él nos acoge con amor, mientas se regocija toda la Iglesia. Lc. 15,4-7: La oveja perdida. O bien: Lc. 15,11-32: El hijo pródigo. 5. HOMILÍA: El Año de la fe abre la puerta de la conversión para nosotros El Año de la Fe: una invitación a la conversión Convencidos del inmenso don que poseemos, la respuesta evangélica comienza por acoger un Amor que nos lleva a una vida nueva. Así lo dice Benedicto XVI: El Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados. Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6,4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre. (PF 6). En esta celebración acogemos la invitación del Apóstol Pablo: “les ruego que vivan según la vocación a la que han sido llamados”. Y en este Año de la Fe hemos sido convocados a dar testimonio, comenzado por renovarnos una vez más a imagen del Señor Jesús. El Año de la Fe es un signo de los tiempos para la Iglesia de hoy, para nuestra comunidad. Para transmitir la fe, necesitamos alimentarla, cuidarla, y andar en esa vida nueva que Cristo Resucitado nos ha regalado. Por eso ahora, vamos a pedirle que purifique nuestra fe de todo aquello que nos aparta del auténtico testimonio. 29 III. ACTO PENITENCIAL 6. EXAMEN DE CONCIENCIA COMUNITARIO Sacerdote: Ayudados por el silencio, escuchemos algunas consideraciones que nos pueden ayudar a hacer nuestro examen de conciencia. LECTOR 2: 2. La puerta de la fe es la puerta de un hogar, una casa: este hogar, para nosotros es la Iglesia, Pueblo de Dios. ¿Cómo estoy asumiendo la responsabilidad de ser parte de la Iglesia y de participar en una comunidad concreta? ¿Pongo mis cualidades y talentos al servicio de la Iglesia, o los reservo para mi trabajo profesional o mi mundo de amistades?+ LECTOR 1: 3. La puerta de la fe se abre con la llave del amor. La fe sin caridad no da fruto. Fe y amor se necesitan mutuamente. ¿Me entrego generosamente a las personas que me rodean, según la vocación que he recibido del Señor, o aún me reservo egoístamente, esperando que sean los demás los que me den amor y comprensión a mí? ¿Veo a Cristo en los necesitados y pobres, en los que sufren y los solos? ¿Cómo trato de acompañarles y ayudarles? LECTOR 2: 4. La puerta de la fe nos conduce a una vida con obras que nacen de nuestra condición de cristianos. La fe sin obras está muerta.´ ¿Llevo una vida según el Evangelio o aún hay espacio en mi corazón para la mentira, la hipocresía, la crítica o el rencor? ¿Qué comunica mi forma de ser y de actuar a los demás? ¿Comunica la alegría del amor de Jesús, el Señor? O bien: Se puede recordar especialmente los pecados contra la fe para lo cual puede servir el siguiente esquema que se refiere al primer mandamiento y está relacionado con la fe o bien se pueden buscar guías para el examen de conciencia que presenta el Ritual para la Reconciliación: I. Dice el Señor: “Amarás a tu Dios con todo el corazón” 1. ¿Tiende mi corazón a Dios de manera que en verdad lo ame sobre todas las cosas en el cumplimiento fiel de sus mandamientos, como ama un hijo a su padre, o, por el contrario, vivo obsesionado por las cosas temporales? ¿Obro en mis cosas con recta intención? celebración penitencial LECTOR 1: 1. La puerta de la fe es el Bautismo. Comenzamos a ser hijos de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, invitados a vivir una relación familiar e íntima con él. ¿Cómo es mi relación con Dios? ¿Amo al Señor sobre todas las cosas? 30 2. ¿Es firme mi fe en Dios, que nos habló por medio de su Hijo? ¿Me adhiero firmemente a la doctrina de la Iglesia? ¿Tengo interés en mi instrucción cristiana escuchando la Palabra de Dios, participando en la catequesis, evitando cuanto pudiera dañar mi fe? ¿He profesado siempre, con vigor y sin temores mi fe en Dios. He manifestado mi condición de cristiano en la vida pública y privada? 3. ¿He rezado mañana y noche? ¿Mi oración es una auténtica conversación –de mente y corazón- con Dios o un puro rito exterior? ¿He ofrecido a Dios mis trabajos, dolores y gozos? ¿Recurro a Él en mis tentaciones? celebración penitencial 4. ¿Tengo reverencia y amor hacia el nombre de Dios o le ofendo con blasfemias, falsos juramentos o usando su nombre en vano? ¿Me he conducido irreverentemente con la Virgen María y los santos? 5. ¿Guardo los domingos y días de fiesta de la Iglesia participando activa, atenta y piadosamente en la celebración litúrgica, y especialmente en la misa? ¿He cumplido el precepto anual de la confesión y de la comunión pascual? 6. ¿Tengo, quizá, otros “dioses”, es decir: cosas por las que me preocupo y en las que confío más que en Dios, como son las riquezas, las supersticiones, el espiritismo o cualquier forma de inútil magia? 7. ACTO PENITENCIAL COMUNITARIO (renuncias bautismales) Sacerdote: Hermanos, confesemos ahora unidos nuestros pecados y oremos los unos por los otros, para que la misericordia de Dios nos transforme en lo que el Señor desea de cada uno de nosotros y de toda su Iglesia. Yo confieso… Sacerdote: Como hicieron nuestros padres y padrinos el día de nuestro bautismo, ahora renunciamos al mal: 1. ¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios? R/. Sí, renuncio. 2. ¿Renunciáis a todas las seducciones del mal, para que no domine en vosotros la violencia, la soberbia, la mentira y la codicia? R/. Sí, renuncio. 3. ¿Renunciáis a cualquier forma de egoísmo e insolidaridad que destruye el amor? R/. Sí, renuncio. Padre Nuestro Sacerdote: Como el hijo pródigo nos dirigimos a nuestro Padre Dios diciendo: Padre nuestro… 10. CONFESIÓN INDIVIUDAL Quien preside se dirige a la asamblea con estas u otras palabras: Ha llegado, hermanos, el tiempo de gracia, el día del perdón de Dios y de la salvación de los hombres, en el cual la muerte fue vencida y tuvo comienzo la vida eterna: cuando en la viña del Señor, mientras se van a plantar nuevos sarmientos, se podan los antiguos para que den mayor fruto. 31 Ahora cada uno de nosotros se reconoce pecador, y mientras se mueve a penitencia por el ejemplo y las oraciones de los hermanos, con el salmista afirma públicamente: “Reconozco mis culpas, tengo siempre presente mi pecado. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso”. Que la misericordia del Señor venga en ayuda de los que así le dirigimos nuestras súplicas, y pedimos su perdón con corazón contrito: para que cuantos en el pasado hemos desagradado a Dios con nuestras maldades, nos alegremos ahora de agradarle entre los vivos, con Cristo resucitado, autor de nuestra vida. 11. Proclamación del Credo Cuando han concluido las confesiones individuales o cuando lo crea conveniente quien preside se continúa con la proclamación del Credo CONCLUSIÓN El ministro concluye la celebración con la Bendición Final. CELEBRACIÓN PENITENCIAL El ministro da las indicaciones siguientes: Antes de ir a la confesión se acercan a la imagen del crucificado, lo besan y se van acercando a los ministros del sacramento. Cuando el penitente ya ha recibido la absolución individual se acerca a la fuente con agua bendita y se signa y toma el Credo impreso. anexos 32 33 anexos anexos 34 35 anexos 36 AÑO DE LA FE Y de LA COMUNIÓN 2012 – 2013 CALENDARIO PASTORAL DIOCESANO FEBRERO: 02 Vida Consagrada: Celebración de la Vida Consagrada 03 Pastoral de Adolescentes: Taller “Pascua de Adolescentes” agenda pastoral 06 Pastoral de la Salud: Día del Enfermo 16 Pastoral Social: Retiro de Cuaresma 24 Pastoral Familiar: Retiro Espiritual 24 Pastoral Profética - Catequesis de Niños: Encuentro de los Niños con el Señor Obispo MARZO: 03 Pastoral Litúrgica - Equipo Diocesano de Ministerios Laicales: Reunión de Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión 10 Pastoral Vocacional: Encuentro Diocesano con Monaguillos 10 – 17 Pastoral Social: Campaña de la Caridad 11-17 Pastoral Familiar: Semana de la Vida 31 Pastoral de Adolescentes: Celebración Pascual de Pascua de Adolescentes 32 Pastoral Juvenil: Celebración Pascual de Pascual Juvenil ABRIL: 07 -11 Semana Decanal de la Fe y la Comunión 12 Encuentro Diocesano de Consejos Pastorales Parroquiales 20 CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL. 37 SIGLAS DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II 1962 1965 Constituciones: SC Sacrosanctum Concilium: Sobre la Sagrada Liturgia. LG Lumen Gentium: Sobre la Iglesia. DV Dei Verbum: Sobre la Divina Revelación. GS Gaudium et Spes: Sobre la Iglesia en el mundo actual. Decretos: AG Ad gentes divinitus: Sobre la actividad misionera de la Iglesia AA Apostolicam actuositatem: Sobre el apostolado de los laicos. CD Christus Dominus: Sobre el ministerio pastoral de los obispos. IM Inter mirifica: Sobre los medios de comunicación social OT Optatam totius: Sobre la formación sacerdotal. OE Orientalium Ecclesiarum: Sobre las Iglesias Orientales. PC Perfectae caritatis: Sobre la vida religiosa. PO Presbyterorum Ordinis: Sobre el ministerio y vida de los presbíteros. UR Unitatis redintegratio: Sobre el ecumenismo. Declaraciones: DH Dignitatis humanae: Acerca de la libertad religiosa. GE Gravissimum educationis: Acerca de la educación cristiana de la juventud. NE Nostra aetate: Acerca de la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. CI CCI DA PF YC Catecismo de la Iglesia Católica, 1992. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 2005. El Compendio refleja fielmente, en su estructura, contenidos y lenguaje, el Catecismo de la Iglesia Católica, que podrá ser mejor conocido y comprendido gracias a la ayuda y estímulo de esta síntesis presentada con preguntas y respuestas e imágenes. Documento de Aparecida V CONFERENICIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida, 2007. Porta Fidei BENEDICTO XVI, Carta Apostólica La Puerta de la Fe, con la que se convoca al Año de la Fe, 2011. YOUCAT El Catecismo Joven de la Iglesia Católica, 2011. Es el catecismo adaptado a los jóvenes con citas de la Sagrada Escritura, de santos, maestros de la fe, con imágenes y definiciones. Además a manera de preguntas y respuestas presenta una síntesis de las verdades de la fe.