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Boletín No. 94
12 de abril de 2016
Tradición del siglo XVI
Libro rescata la lírica popular de Tierra Caliente
· El investigador Juan José Atilano explora el impacto que tuvo la ganadería novohispana en el
pensamiento de las poblaciones nativas, plasmado en los versos de San Agustín Victorioso
· En los años setenta del siglo pasado, esta música se interpretaba en contextos de fandangos de
herraderos. Ahora sólo es parte del repertorio tradicional
Los versos de San Agustín Victorioso, una de las manifestaciones lírico-musicales que datan del siglo
XVI y que tuvo una fuerte relación con la tradición ganadera en la Tierra Caliente, están a punto de
perderse debido a la desaparición de esta actividad económica en la región y al poco interés de los
jóvenes por mantener esta tradición sonora.
En Los santos de valor. Huellas del pensamiento ganadero en la lírica de Tierra Caliente, libro
de Juan José Atilano Flores, investigador y profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia
(ENAH), se aborda el papel que la ganadería ha jugado en la cosmovisión mestiza en esta zona del país.
La obra obtuvo mención honorífica en el Premio Fray Bernardino de Sahagún como Mejor Tesis
de Maestría en Etnología y Antropología Social en los Premios INAH 2013. Tiene sus antecedentes en
el Coloquio de Música de Guerrero de 2010, donde el autor escuchó por primera vez el Son de San
Agustín Victorioso, interpretado por el Grupo Regional de Ajuchitlán.
La música y la lírica popular son referentes históricos y contemporáneos de la cultura ganadera
que ha caracterizado la identidad calentana de los pueblos asentados a lo largo de la ribera del río Balsas.
En el volumen editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se afirma que los
versos de San Agustín Victorioso evidencian el cambio ontológico en la Tierra Caliente, producto del
proceso de evangelización agustino en la región.
Para el investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, el discurso de
los agustinos era diametralmente opuesto a la cosmovisión de los nativos, quienes se relacionaban con la
naturaleza de forma horizontal, por ser el sujeto con el que interactuaban. Con la evangelización, la
ganadería cambió por completo este trato: la naturaleza como sujeto se convirtió en propiedad,
transformando el orden de lo existente en el mundo”.
Insurgentes Sur 421, Piso 8, Col. Hipódromo, Del. Cuauhtémoc, C.P. 06100, México, D.F.
Tel. (55) 4040 · 4300 y 4040 · 4690, ext. 417501
www.inah.gob.mx
Twitter: @INAHmx · Facebook: Instituto Nacional de Antropología e Historia · Instagram: INAHmx
Los versos de San Agustín narran el arreo de ganado del monte hacia los ranchos donde será
ordeñado y herrada la manada. La particularidad consiste en que los personajes que arrean y el ganado
arreado se representan con insectos y animales. Los primeros son ponzoñosos: el alacrán, el jején y el
mayate rodador; los segundos son guajolotes, cerdos y gatos, entre otros.
Atilano Flores mencionó que los frailes agustinos, que evangelizaron en el siglo XVI la ribera
del Balsas medio y la zona plana de Tierra Caliente, pensaban que el paisaje y la población eran un
territorio dominado por el demonio, por sus múltiples animales ponzoñosos y un clima insoportable.
Esta lógica del discurso y de la descripción del paisaje por parte de los agustinos es el fondo que
explica la lógica de los versos de San Agustín Victorioso, configurando un pensamiento analógico,
propio de la teología del siglo XVI, basado en la dicotomía domesticado-salvaje. “Haciendo la analogía,
los frailes domesticaron la naturaleza y a los indios nativos para regresarlos al terreno de Dios.
Hablando de esta dualidad, la ganadería es pertinente en el terreno de la domesticación”.
En los versos, el personaje central de la lírica son los santos (San Vicente, Joaquín, Nicolás,
entre otros), quienes a su vez representan también a los hacendados. San Agustín (de Hipona) es el
hacendado y tiene vaqueros, ordena los arreos del ganado, organiza la monta de toros, hace el
fandango, sabe montar sin estribo ni pretal, reparte sus propiedades y hace testamento en términos de la
cofradía para apoyar a sus amigos y sus hermanos, los apóstoles. “De ahí proviene el nombre del libro”.
En este contexto, las cofradías jugaron un papel muy importante, ya que gran parte de su capital,
en el siglo XVI y hasta el siglo XVIII, era ganado que se compraba con dinero de los cuitlatecos,
procedente de la venta de tejido de textiles, y se consagraba a los santos”.
Esta música se interpretaba en contextos de fandangos de herraderos, pero tras la debacle de la
industria ganadera en esa región calentana en los años setenta, se volvió parte del repertorio tradicional
de la lírica popular. Es difícil saber si desde el siglo XVI a la fecha ha tenido variaciones, debido a que
circula de boca en boca en las comunidades y en lo que eran las haciendas de Tierra Caliente.
“Hoy los músicos que tienen más de 80 años tocan los versos de San Agustín Victorioso. Como
se transmiten oralmente, los jóvenes que tocan música tradicional en la Tierra Caliente no saben de ellos
(de las coplas), pueden tener la letra pero la ejecución musical no la conocen, y como carece ya de un
contexto social, puede desaparecer”.
Los santos de valor. Huellas del pensamiento ganadero en la lírica de Tierra Caliente puede
adquirirse en las tiendas de los museos del INAH y en las librerías Educal. Se incluye un disco que
contiene diez distintas versiones de estos versos y un anexo con las letras.
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