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TEORIA D ESARROLLO Y DATOS ECONÓMICO SOBRE , vol. LA 38, OPINION Nº 149PUBLICA (abril-junio ARGENTINA de 1998) 387 387 ESTUDIAR LA OPINION PUBLICA. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA* GERARDO ADROGUE** 1. Introducción El estudio de la opinión pública es hoy en día una de la áreas de mayor crecimiento y dinamismo dentro de las ciencias sociales en casi toda América Latina. En el plano político institucional, el auge y fortalecimiento de este campo de estudio son paralelos a la consolidación de la democracia. La rutinización de los actos electorales ha contribuido –entre otras cosas– a extender la valoración positiva y la necesidad de saber qué perciben y opinan los ciudadanos sobre los diversos temas que componen la agenda pública. Pero también las reformas en el sistema económico y la reestructuración del estado han ido ampliando y transformando los espacios del mercado y de la sociedad civil, abriendo nuevas instancias en las que se expresa la opinión pública. De esta manera se abre un amplio campo de investigación. No obstante, uno de los ras-gos distintivos de este proceso es la ausencia de conceptos precisos que den cuenta del fenómeno a estudiar. Con el propósito de estimular a nuevos y viejos investigadores del área, en el presente trabajo se resume, primero, el debate sobre las propiedades de la opinión pública en los Estados Unidos y, luego, se analizan las características distintivas de la opinión pública en la Argentina a la luz de los criterios y argumentos antes definidos. 2. Un punto de partida1 El debate sobre las propiedades de la opinión pública en los Estados Unidos puede remontarse a los Federalist Papers y a las disputas que ellos sintetizaron entre los llamados “padres fundadores” en el siglo XVIII. Así, James Madison y Alexander Hamilton vieron con preocupación y temor a la entonces emergente opinión pública norteamericana y sostuvieron que * Trabajo presentado en la Conferencia 50º Aniversario de la WAPOR (Edimburgo, setiembre 10-12 de 1997), en la que obtuvo el premio "Nilson Award". ✉ ** Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Director de Proyectos de MORI Argentina. [ MORI Argentina / Paraguay 1270, PB, "1" / 1057 Buenos Aires / Argentina / 816-2170 / Correo electrónico: [email protected]]. 1 Puede encontrarse un tratamiento más extenso del tema en Adrogué (1996). ☎ 388 GERARDO ADROGUE –sin constricción institucional alguna– podía fácilmente ser víctima de las pasiones y errar en la búsqueda del “bien común”, al cual sólo podía accederse mediante el gobierno de la razón (Federalist Papers, Nº 40, 62, 63 y 71). Fruto de esta percepción, el diseño institucional norteamericano puede entenderse como una serie de mecanismos (como el Senado o un poderoso Ejecutivo) destinados a reducir los posibles riesgos de una opinión pública volátil, impredecible y a merced de quienes quisieran o supieran alentar las “pasiones” del pueblo. Por el contrario, Thomas Jefferson y los llamados populistas sostuvieron que la única solución al problema de la manipulación de la opinión pública no era limitar institucionalmente el poder de la ciudadanía sino informarla y educarla (Page y Shapiro, 1992). Estas miradas iniciales se repiten como claves de interpretación a través del tiempo, de los hombres y de las sociedades. No obstante, interesa detenernos aquí en el debate sobre las “propiedades” de la opinión pública que se inicia en los Estados Unidos a principios del siglo XX. Un reducido conjunto de preguntas resumen sus principales preocupaciones: ¿cuáles son los patrones comunes, empíricamente observables, en las preferencias políticas, sociales y/o culturales de los sujetos? ¿Refieren estos patrones comunes a las propiedades estructurales de la opinión pública? En caso de respuesta positiva, ¿cuáles son las causas que explican su existencia? Estas preguntas obtuvieron en los Estados Unidos respuestas antagónicas, dando origen a un debate que se extiende tanto en el tiempo como en el espacio. El llamado consenso pesimista sobre las propiedades de la opinión pública se fundó básicamente en tres argumentos: a) la opinión pública es volátil, inestable e impredecible; b) la opinión pública es irracional; o menos drásticamente, carece de coherencia en el sentido de que no está estructurada sobre un sistema de valores y creencias comunes, y c) la opinión pública tiene escaso o nulo impacto sobre el proceso político de toma de decisiones (Holsti, 1992). Walter Lippman, escritor y periodista, es el autor que mejor expresó esta forma de ver a la opinión pública. Su argumento es simple pero contundente: el “hombre de la calle” carece del tiempo o del interés necesarios para actuar como legislador, o siquiera, para estar informado de los múltiples y diversos temas que componen la agenda en una sociedad moderna (Lippman, 1922, 1925, 1955). Más aun, el “ciudadano común” sólo dispone de percepciones difusas, “imágenes en su cabeza”, las que muchas veces distan de la realidad y la distorsionan. En la interpretación de la opinión pública el desinterés y la desinformación derivaron en volatilidad, impredecibilidad e irracionalidad. Los trabajos de Grabiel Almond (1950, 1956) y de Philip Converse (1964, 1970, 1979) brindaron vigorosos argumentos en favor de estas hipótesis, convirtiéndose –de alguna manera– en símbolos del consenso pesimista. Almond acuñó el término mood theory para describir la inestabilidad en las opiniones del ciudadano norteamericano en temas de política exterior. Converse calificó a las opiniones recogidas por las encuestas como nonattitudes o door-step-opinions (actitudes u opiniones no reales) a la vez que parodió la inestabilidad observada en los resultados afirmando que la gente contesta las encuestas “como si estuviera tirando una moneda al aire”, de manera “estadísticamente azarosa”. Como es sabido, Converse concluyó que la opinión pública es irracional por carecer de un sistema de creencias comunes que le permitan evaluar en forma coherente y predecible los distintos temas de actualidad. Esta falta de un sistema de valores y creencias comunes encontraba evidencia empírica en estudios sobre las percepciones políticas y la conducta electoral de los norteamericanos. Así, para TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 389 explicar por qué vota la gente de una u otra manera, Paul Lazarsfeld circunscribió su investigación al estudio de variables sociológicas como el status, la raza y la religión (Lazarsfeld, 1944), inaugurando una corriente de pensamiento conocida como la Escuela de Columbia. Por otra parte, la llamada Escuela de Michigan acudió a una perspectiva básicamente psicológica centrada en la identificación partidaria y en las orientaciones afectivas hacia partidos y candidatos. The American Voter (A. Campbell et al., 1964), un verdadero clásico en la literatura sobre conducta electoral, es un esfuerzo por comprender la estabilidad en el voto a pesar de la escasa presencia –en el electorado norteamericano– de un “conjunto de principios y valores políticos, cuidadosamente pensados y balanceados, capaces de brindar coherencia y consistencia interna a las opiniones o actitudes políticas” (ideologías). Ambas escuelas comparten la percepción pesimista del votante, quien carece de la información, el tiempo o el interés para optar racionalmente a quién votar. En este contexto no es de extrañar que el corolario del consenso pesimista nos remita nuevamente a Lippman, quien sostuvo que la opinión pública tiene escaso o nulo impacto sobre los gobernantes. La opinión del ciudadano común, volátil e impredecible, no constituye ni debe constituir una guía para los gobernantes: desoír a la opinión pública sería entonces una muestra de sensatez. Diferentes autores arribaron a esta conclusión: Bailey (1948), Cohen (1973), Miller y Stokes (1963), Levering (1978), Paterson (1979), Graebner (1983) y Ginsberg (1986). Holsti resume el espíritu del consenso pesimista en una frase de George Kennan, para quien la opinión pública podía representarse como un monstruo prehistórico “con el cuerpo tan largo como esta habitación, pero con el cerebro del tamaño de un alfiler” (Holsti, 1992). El consenso optimista, por el contrario, se agrupó en torno de las siguientes ideas: a) la opinión pública es estable y real, y si cambia o fluctúa lo hace en forma predecible; b) por lo tanto la opinión pública es racional; sus preferencias responden a un sistema estructurado y coherente de valores y creencias, y en particular responde a lo que dio en llamarse la "ideología americana" o “American Creed” y, finalmente, c) la opinión pública influye en forma notable sobre el proceso político de toma de decisiones. Entre los primeros y solitarios defensores de estas ideas debe incluirse a George Gallup y Elmo Roper, verdaderos padres fundadores de la industria de las encuestas. No obstante, es sólo hacia mediados de los ‘70 que un nuevo clima de época fue gestándose en ambientes académicos y políticos norteamericanos tendiente a revalorizar las capacidades y el rol de la opinión pública (Holsti, 1992). La disponibilidad de recursos humanos y materiales para la investigación, el diseño de nuevos y más sofisticados métodos cuantitativos de análisis y el creciente acopio de datos de opinión pública fueron algunos de los elementos que ayudaron a la conformación de este nuevo consenso. Uno de los principales problemas que debió enfrentar el consenso optimista es la desinformación del público. En efecto, la evidencia demuestra que el público no dispone –porque no puede o no quiere– de la información (en cantidad y calidad) para emitir un “juicio racional” sin mayores consideraciones. En este contexto es fácil entender por qué los optimistas cuestionan que se pretenda equiparar público “bien informado” con público “racional”. Para ello, los autores que se embarcaron en esta corriente critican a sus adversarios por reducir “la información” a un conjunto de datos enciclopédicos (fechas, nombres y lugares) de escaso valor en el análisis de la opinión pública (Zaller, 1995; Page y Shapiro, 1983, 1992; Ladd, 1977, 1979; Yankelovich, 1991; 390 GERARDO ADROGUE Lane, 1962; Key, 1961). Un optimista se pregunta: ¿qué debe entenderse por información útil y necesaria? Entre los defensores más paradigmáticos de esta tesis se encuentra Daniel Yankelovich, para quien la opinión pública como fenómeno social y objeto de estudio posee “integridad” propia y merece parámetros especiales para ser juzgada; así, quienes centran sus críticas en la desinformación no alcanzan a comprender el fenómeno que intentan estudiar. La escasa o mala información, según Yankelovich, afecta a la opinión pública de manera tangencial; para evaluar su “calidad” (racionalidad) es preciso utilizar otras dimensiones, a saber: “la capacidad de ser responsable por las consecuencias de las propias opiniones o actitudes”. Otros autores prefirieron fundar la racionalidad de la opinión pública en la cantidad y calidad de información de la que efectivamente gozan los ciudadanos, en una relación simple y directa: a más información, más racionalidad (Zaller, 1995; Page y Shapiro, 1983). Tal vez el argumento más contundente que hallaron los optimistas fue corroborar la existencia de estabilidad y predictibilidad en la opinión pública. Las investigaciones realizadas por Page y Shapiro, compiladas bajo el título “The Rational Public” (Page y Shapiro, 1992), demuestran que las preferencias de la opinión pública norteamericana son estables y predecibles a lo largo de casi sesenta años en temas de política nacional o internacional. El material analizado demuestra que la estabilidad de las opiniones es la norma y no la excepción, y que cuando hay cambios, éstos son predominantemente graduales (tolerancia racial, apoyo a los derechos civiles, percepción del rol de la mujer) al tiempo que cambios abruptos o fluctuaciones ocurren muy raramente y responden a situaciones históricas especiales (Watergate, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Vietnam, etcétera). El análisis de estos últimos casos lleva a los autores a sostener que las orientaciones y preferencias de la opinión pública responden al devenir de los acontecimientos y a la disponibilidad de información, hecho que demuestra su capacidad para establecer juicios coherentes a lo largo del tiempo. Sin embargo, Page y Shapiro optan por no confrontar con la tesis de volatilidad de Converse y recurren a un desafortunado argumento estadístico –the statistical aggregation process– según el cual los individuos pueden ser “irracionales” y brindar opiniones incoherentes pero, al mismo tiempo, “la opinión pública colectiva” (las opiniones individuales analizadas en forma agregada) puede ser coherente, meditada y racional. Por su parte, en abierta oposición a las tesis de Converse, autores como Samuel Huntington y Everett Ladd argumentan que la racionalidad de la opinión pública norteamericana se sustenta en un sistema común, estructurado y coherente, de valores y creencias (Huntington, 1981; Ladd 1992a, 1992b, 1993, 1994). Según Ladd, autor que en alguna medida retoma los trabajos de Robert Lane (1962), sólo es posible comprender los patrones comunes en las preferencias y opiniones de los norteamericanos a la luz de la particular "ideología americana", más conocida como el “American Creed” (en lo social, un expansivo individualismo y una equidad moral; en lo económico, un énfasis en la propiedad privada y en la igualdad de oportunidades –pero no de resultados– ; y en lo político, un apego a los principios de la democracia representativa sobre el entendido de un gobierno limitado y controlado). A pesar de sus doscientos años de historia, los valores centrales de la "ideología americana" se mantienen estables y predominantes a lo largo de los distintos grupos sociales, al tiempo que brindan sentido a sus preferencias y opiniones (Ladd, 1992a). Tal es el impacto de estos valores, que Ladd deposita en ellos la capacidad de diluir las TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 391 fuerzas centrípetas (violencia, marginalización, fragmentación cultural) que hoy en día amenazan a la sociedad norteamericana (Ladd, 1992b). Quienes se enrolan en el consenso optimista sostienen que la opinión pública, si bien no prescribe cursos de acción, al menos provee ciertas pautas o líneas generales que sirven de orientación o que deben considerar los gobernantes al momento de tomar sus decisiones (Monroe, 1979; Fiorina, 1981; Aldrich, Sullivan y Borgida, 1989; Bartels, 1991; Page y Shapiro, 1983; Ladd, 1993; Sobel, 1993; Hartley y Rosenau, 1993). Si para el consenso pesimista la opinión pública se asemeja a un monstruo prehistórico de cuerpo inmenso y cerebro minúsculo, para el consenso optimista, “la gente [simplemente] no es estúpida” (Key, 1961). ¿Cuál de las dos visiones describe mejor a la opinión pública argentina? La respuesta a este interrogante requiere contestar, uno por uno, los tres argumentos que enfrentaron y enfrentan a pesimistas y optimistas. 3. ¿Es la opinión pública argentina estable y predecible o inestable y volátil? En la Argentina (como en toda América Latina) el auge de los estudios de opinión pública es paralelo a la restauración de la democracia a principios de los años '802; por ende, nos encontramos ante un campo de investigación relativamente reciente, poco estructurado. No es de extrañar –entonces– que el escaso material empírico disponible sea el principal obstáculo para contestar este primer interrogante3. En efecto, existe una escasa cantidad de estudios sistemáticos de opinión pública en el país. Para peor, la cantidad de material se reduce aun más si –como en nuestro caso– se desea cumplir con uno de los principales requisitos metodológicos para identificar un cambio real en la opinión pública: comparar respuestas a preguntas realizadas con las mismas palabras –identical question wording (Page y Shapiro, 1992)–. Inferir un cambio en la opinión pública a través del tiempo sobre la base de preguntas “fraseadas” de distinta manera es un error, aun cuando traten un mismo tema. Simplemente, las palabras que se utilizan importan. Aun así, la información obtenida, combinada con las impresiones de los principales encuestadores del país durante la última década y media4, permiten llegar a algunas conclusiones interesantes. En primer lugar, la estabilidad y el cambio gradual5 parecen ser los patrones dominantes en la evolución de la opinión pública. En consonancia con los resultados observados en los Estados Unidos, la opinión pública argentina es estable, y cuando cambia, lo hace generalmente de manera gradual y en forma predecible. 2 Para mayor información sobre el tema ver Muraro (1991). 3 Por ejemplo, no existen en la Argentina instituciones que se encarguen de reunir, verificar la calidad del material y facilitar el acceso a las encuestas de opinión pública existentes, al estilo por ejemplo del Roper Center for Public Opinion Research (Universidad de Connecticut), NORC (University of Chicago) o Louis Harris Data Center (Universidad de North Carolina). 4 Se entrevistó a Julio Aurelio, María Braun, Manuel Mora y Araujo, Heriberto Muraro, Carmen Zayuelas y Enrique Zuleta Puceiro. 5 Los conceptos de cambio gradual, cambio abrupto y fluctuación en la opinión pública se utilizan aquí con el sentido aplicado por Page y Shapiro en The Rational Public (ver especialmente pág. 53). GERARDO ADROGUE 392 Algunos datos obtenidos ejemplifican esta primera aserción. Así, se observa una remarcable estabilidad en la opinión pública: a) en favor de respetar el derecho de las minorías –incluso antes del regreso de la democracia en octubre del ‘83 (gráfico 1)–, b) ya en esta década, en el desacuerdo con una supuesta mayor eficiencia de los gobiernos militares sobre los gobiernos civiles (gráfico 2), y c) en la opción por la libertad y la democracia como forma de asegurar que el país crezca y funcione mejor (gráfico 3). Es esta misma estabilidad en torno de temas políticos la que llevó a Edgardo Catterberg a reconocer que existen “continuidades significativas en el GRAFICO 1 Desacuerdo con el control gubernamental de la prensa y acuerdo con que se respete el derecho de las minorías 100 90 Acuerdo respetar el Acuerdo concon respetar el derecho de las minorías derecho de las minorías 80 Desacuerdo con el control Desacuerdo con el control gubernamental g u b e r n a m e de n t alal prensa de la 70 prensa 60 50 40 30 20 10 0 1981 1981 1982 1982 1983 1983 1984 1984 1985 1985 1986 1986 1987 1987 Fuente: Encuestas de IPSA-RISC (Reserach International of Social Change). GRAFICO 2 Acuerdo/desacuerdo con la siguiente frase: "Los gobiernos militares han sido en la Argentina más eficientes que los gobiernos civiles" 100 Acuerdo Agree 90 Desacuerdo Disagree 80 70 60 50 40 30 20 10 0 Jun. 92 Jun-92 Nov. 92 Nov-92 Set. 93 Sep-93 Nov. 93 Nov-93 Jun. 95 Jun-95 Ago. 95 Ag-95 Dic. 95 Dec-95 Fuente: Encuestas de Graciela Romer y Asociados. Información disponible en el Roper Center for Public Opinion Research. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 393 GRAFICO 3 Un país crece y funciona mejor cuando se privilegia... 100 90 la libertad libertady la y la democracia la democracia 80 el orden ordeny la y la seguridad el seguridad 70 60 50 40 30 20 10 0 Jun. 92 Set. 93 Nov. 93 Jun. 94 Dic. 94 Jun. 95 Ago. 95 Oct. 95 Dic. 95 Fuente: Encuestas de Graciela Romer y Asociados. Información disponible en el Roper Center for Public Opinion Research. análisis de las orientaciones de la opinión pública” y que es en base a “esas líneas actitudinales estables que se pueden identificar aquellos atributos y pautas culturales referidas a lo político con más arraigo en la sociedad argentina y que permanecen difundidas entre las creencias de la población a pesar de los cambios políticos muy importantes capaces de impactar en forma significativa en la gente” (Catterberg, 1989). La opinión pública no sólo se muestra estable en temas políticos. Así, por ejemplo, la propensión a ahorrar en pesos o en dólares no varía significativamente en los últimos dos años (cuadro 1) ni tampoco varía –entre 1985 y 1990– la proporción de gente que prefiere una economía GRAFICO 4 Actitudes económicas 100 Actitudes productivistas Actitudes productivistas 90 Actitudes privatistas Actitudes privatistas 80 70 60 50 40 30 20 10 Ab r. 90 Ma r. 90 No v. 89 Ab r. 89 Fe b. 89 Oct. 88 Ju l. 88 Ag o. 87 Ju l. 87 Ma r. 87 No v. 86 Ag o. 86 Ma y. 86 Ag o. 85 Ma y. 85 No v. 84 0 Fuente: Encuestas de Mora y Araujo, Noguera y Asociados. SOCMER. Ver Mora y Araujo (1991). GERARDO ADROGUE 394 GRAFICO 5 Opinión sobre la tecnología 100 La contribuye al progreso económico y social y social Latecnología tecnología contribuye al progreso económico 90 Rechazo Rechazo a laa incorporación la incorporación de la tecnología de tecnología en la vidaen la vida cotidiana cotidiana 80 70 60 50 40 30 20 10 0 1985 1985 1986 1986 1987 1987 1988 1989 1990 1990 Fuente: Encuestas de IPSA-RISC (Reserach International of Social Change). Ver Catalano y Markwald (1991), pp. 14-21. que produzca más antes que una economía que distribuya mejor (“actitudes productivistas” [Mora y Araujo, 1991], gráfico 4). O bien, nos encontramos ante la opinión favorable hacia la tecnología como factor de progreso económico (gráfico 5). Más aun, los datos del Latinobarómetro '95 y ‘96 muestran que incluso en temas de política exterior, la opinión pública argentina es bastante estable en su posición respecto de un tema tan complejo como la integración con otros países de la región (7 de cada 10 argentinos se mantienen en los últimos dos años en favor de la integración) o en su evaluación de la Comunidad Económica Europea (cuadros 2 y 3). Pero también es cierto que el cambio es una característica distintiva de los fenómenos sociales y la opinión pública está lejos de ser inmutable. Sin embargo, como ya adelantáramos, el patrón de cambio dominante es el cambio gradual y predecible. GRAFICO 6 Temor a un golpe militar y a perder la democracia 100 90 Temor golpe militar Temor aaunun golpe militar 80 Temor perder la democracia Temor aaperder la democracia 70 60 50 40 30 20 10 0 1984 1984 1985 1985 1986 1986 1987 1987 1988 1988 Fuente: Encuestas de IPSA-RISC (Reserach International of Social Change). 1989 1989 TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 395 CUADRO 1 Cuál de las siguientes dos alternativas elegiría usted: ¿ahorrar en dólares o ahorrar en pesos? Dólares Pesos Ns / Nc 1996 50 39 11 1997 51 37 12 Fuente: MORI Argentina. CUADRO 2 En general, ¿está usted a favor o en contra de la integración de los países de América Latina, aun cuando esto implique algunos costos o sacrificios para los argentinos? A favor En contra Ns / Nc 1995 1996 71 11 18 70 10 20 Fuente: Latinobarómetro, 1995-1996. CUADRO 3 Como usted tal vez haya oído, 15 países de Europa forman la Comunidad o Unión Europea. Me gustaría conocer su opinión sobre ella. Diría usted que es... Muy buena + buena Regular Mala + muy mala Ns / Nc 1995 1996 35 11 2 52 35 18 3 44 Fuente: Latinobarómetro, 1995-1996. CUADRO 4 ¿Con cuál de las siguientes frases está usted más de acuerdo? La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno En algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático A la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que otro autoritario Ns / Nc 1995 1996 75 11 71 15 6 6 8 8 Fuente: Latinobarómetro, 1995-1996. CUADRO 5 ¿Con cuál de las siguientes frases está usted más de acuerdo? 1995 1996 Se debería dar prioridad a la protección del medio ambiente, 60 aunque signifique que el desarrollo de la economía sea más lento Se debería dar prioridad al desarrollo de la economía, 28 aunque signifique dañar el medio ambiente Ns / Nc 12 66 Fuente: Latinobarómetro, 1995-1996. 26 8 GERARDO ADROGUE 396 Así, por ejemplo, durante los primeros años de la transición, apreciamos la reducción leve pero constante en el temor a un golpe militar o en el temor a perder la democracia (gráfico 6). El sentido de este cambio es congruente con el descrédito creciente de las FF.AA. y con el devenir de la historia institucional argentina en los ‘80. La lectura atenta del material presentado por Mora y Araujo, quien utiliza encuestas sistemáticas de opinión pública para comprender la evolución en las expectativas y los valores de los argentinos desde el inicio de la democracia, fortalece aun más la tesis del cambio gradual (Mora y Araujo, 1991). Así, por ejemplo, se observa el cambio lento pero constante de los argentinos en favor de una economía con mayor inversión privada y menor presencia y regulación del estado (“actitudes privatistas”, gráfico 4). El sentido y la magnitud de los cambios en la opinión pública argentina en un lapso de seis años, “del estatismo al privatismo, del nacionalismo al universalismo, o del distribucionismo al productivismo”, muestran una lenta acumulación de cambios graduales. También en el terreno económico cabe destacar que durante los años ‘80 la opinión pública señaló en forma estable a la inflación y a los bajos salarios como los principales problemas del país. Luego, a principios de los ‘90, comenzó un cambio que culminó a mediados de la década cuando se consolida la opinión dominante que señala a la desocupación y a la corrupción como los principales problemas del país. Pero el cambio gradual no se limita a las percepciones sobre la economía y la política. Así, por ejemplo, durante la segunda mitad de esta década se consolida una actitud crecientemente favorable hacia un mayor igualitarismo entre los sexos –en términos de una mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para el ejercicio de roles laborales, escolares y domésticos (gráfico 7)–. Es lógico hipotetizar que la vida en democracia fue generando las condiciones hacia una percepción más equitativa de la relación entre hombres y mujeres. Otro ejemplo lo encontramos en el creciente rechazo a la incorporación de la tecnología en la vida cotidiana (gráfico 5). Lo expresado hasta aquí no significa desconocer la existencia de cambios abruptos en la opinión pública, los cuales probablemente existen en mayor medida de lo que podamos dejar aquí GRAFICO 7 Opinión sobre la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres 100 90 80 70 60 50 debeofrecer ofrecer iguales ––▲–– Se Se debe iguales opor- oportunidades a los hombres ya tunidades a los hombres y a las las mujeres para el ejercicio de mujeres para el ejercicio de roles roles laborales, escolares y laborales, escolares y domésticos domesticos 40 30 20 10 0 1984 1984 1985 1985 1986 1986 1987 1987 1988 1988 1989 1989 1990 1990 Fuente: Encuestas de IPSA-RISC (Reserach International of Social Change). Ver Catalano y Markwald (1991), pp. 14-21. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 397 GRAFICO 8 Opinión sobre la distribución del ingreso en la Argentina. ¿Con cuál de las siguientes frases está usted más de acuerdo? La LaArgentina Argentina va enva camino en camino de convertirse de convertirse en un país enen el que un país los en el que ricos vezcada más ricos los pobres vez más pobres los seran ricos cada serán vezy más ricoscad y los pobres cada vez más 100 pobres La Argentina va en camino de convertirse en un país en el que la mayoría de la gente su nivel vida La Argentina vamejorará en camino dedeconvertirse en un país en el que 90 80 la mayoría de la gente mejorará su nivel de vida 70 60 50 40 30 20 10 0 1991 1991 1992 1992 1993 1994 1995 1995 Fuente: Encuestas de Graciela Romer y Asociados. Información disponible en el Roper Center for Public Opinion Research. constancia. Sólo que estos cambios distan mucho de ser caprichosos o inexplicables. Por el contrario, su análisis demuestra la existencia de una opinión pública coherente, predecible y con capacidad de respuesta a la realidad que la circunda. Un ejemplo de cambio abrupto es el incremento del desacuerdo con el control gubernamental de la prensa y los medios de comunicación durante los primeros años de democracia (gráfico 1). Como es sabido, la dictadura militar ejerció un férreo control sobre los medios masivos de comunicación. Durante años los argentinos vivimos con la imagen –alimentada desde el estado– de que los medios de comunicación “eran subversivos del orden social”. El inicio de la democracia implicó un rápido y necesario aprendizaje donde primó –entre otros– la revalorización del lugar que le cabe a la prensa libre en un sistema democrático. La pronunciada curva ascendente que se aprecia en el gráfico 1 no hace sino reflejar este rápido aprendizaje. Un segundo ejemplo –esta vez durante la primera mitad de los años ‘90– es la opinión sobre la distribución del ingreso en la Argentina. En forma llamativa, cada vez más argentinos consideran que “La Argentina va en camino de convertirse en un país donde los ricos serán cada vez más ricos y donde los pobres serán cada vez más pobres” (gráfico 8). Lamentablemente hay aquí una buena explicación. La crisis y el estancamiento económico de los años '80 –con el corolario de la hiperinflación– condicionó la adopción de drásticas medidas económicas tendientes a la racionalización del gasto público y a la reforma del estado. La ley de convertibilidad, la privatización de empresas públicas, la desregulación de amplios sectores de la actividad económica, la descentralización y la reducción administrativa fueron –entre otras– las principales medidas que caracterizaron el plan económico implementado por el gobierno nacional. Si bien es cierto que la estabilidad y el crecimiento macroeconómico son hoy en día positivamente valorados por el conjunto de la sociedad, también es cierto que el principal aspecto negativo es la generación de GERARDO ADROGUE 398 GRAFICO 9 Aprobación de la gestión de gobierno del presidente Menem y de la marcha de la economía 100 Aprueba Aprueba marcha marcha de la deeconomía la economía 90 80 Aprueba Aprueba la la gestión gestión presidencial presidencial 70 60 50 40 30 20 10 Dic. Ab r. Ju n. No v. En e. Ma r. Ju n. Oct. Dic. Ab r. Ma y. Ag o. Se t. Dic. Fe b. Ma y. Ab r. Ju n. Ag o. Oct. Dic. Ma r. Ma y. Se t. Dic. Ab r. Ju l. 91 92 92 92 93 93 93 93 93 94 94 94 94 94 95 95 95 95 95 95 95 96 96 96 96 97 97 0 Fuente: Encuestas de Graciela Romer y Asociados. La Nación, agosto de 1997. GRAFICO 10 Imagen del presidente, del gobierno en general, del plan económico y de las relaciones exteriores 100 – 90 – 80 – 70 – 60 – 50 – 40 – 30 – 20 – 10 – ––■–– Presidente –––––– Gobierno - - -▲- - - Plan económico ......... ● Relaciones exteriores 5/ 97 2/ 97 12/ 96 11/ 96 8-9 /96 7/ 96 6/ 96 4/ 96 2/ 96 9-10/ 95 8/ 95 5-6 /95 12/ 94 9/ 94 0 Fuente: Encuestas de Mora y Araujo, Noguera y Asociados. Análisis Político de la Coyuntura Argentina, mayo 1997. una “sociedad dual”, una sociedad dividida en dos: las personas con capacidad de acceder a los distintos bienes y servicios que se ofrecen en el mercado –incluyendo salud, educación y seguridad– y los excluidos, es decir aquellas personas sin capacidad ni recursos de acceder al mercado. Ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres. En este contexto, la evolución de la opinión pública refleja nuevamente los cambios abruptos en su entorno. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 399 Finalmente, cabe destacar que los términos volatilidad e inestabilidad son frecuentemente utilizados por algunos de los encuestadores entrevistados para describir a la opinión pública argentina. No obstante, su utilización se reduce a lo que Worcester denomina el “superficial mundo de las opiniones” (Worcester, 1997). En efecto, una primera impresión de los gráficos 9 y 10 –donde se presenta información sobre evaluación de la gestión del presidente, imagen del gobierno en general, evaluación del plan económico y del manejo de la política exterior– invitaría a sostener la existencia de una opinión pública por momentos impredecible, que cambia sus preferencias de manera significativa en una u otra dirección. Dos comentarios al respecto. Primero, y como concluyen Page y Shapiro tras su análisis de la opinión pública norteamericana, las fluctuaciones que se observan en algunos temas de particular exposición pública no siempre reflejan cambios estables de preferencias: “...la imagen de una opinión pública volátil muchas veces proveniente de unos pocos gráficos sobre la popularidad del presidente. La popularidad presidencial sube y baja considerablemente en respuesta a nuevos eventos y a los informes y noticias sobre la performance del gobierno ... Pero las opiniones aquí consideradas refieren a un objeto en sí mismo muy variable como es el desempeño del presidente en sus funciones (the president’s handling of his job), el cual puede ser muy bueno una semana y francamente malo a la siguiente” (Page y Shapiro, 1992, p. 40). Segundo, y a mi juicio éste es un argumento más poderoso: aun en estos casos es preciso reconocer que el cambio abrupto y las fluctuaciones que se observan en los gráficos 9 y 10 parecen responder a un patrón determinado y no al capricho o al fluctuante estado de ánimo (mood theory). Los indicadores varían de forma sorprendente por momentos, pero lo hacen generalmente en una misma dirección y con una intensidad similar. De hecho, se mueven como si estuviesen siguiendo un patrón coherente de apoyo o rechazo general al gobierno, hipótesis que habrá que corroborar empíricamente pero que parece bastante plausible. 4. ¿Es la opinión pública argentina racional o irracional? El debate respecto de la racionalidad de la opinión pública es un debate complejo y a veces los distintos sentidos que suele atribuirse a la palabra racionalidad pueden oscurecer la reflexión. Sin embargo, el uso que se le ha dado en la literatura aquí considerada es simple y directo: racionalidad es la capacidad de los individuos de emitir opiniones coherentes sobre la base de la información disponible. Converse negaba esta capacidad cuando llamaba “door-step-opinions” a las respuestas que se obtenían mediante encuestas de opinión. Como hemos visto, los optimistas cuestionan que se equipare “condiciones de racionalidad” con conocimiento enciclopédico o con “book knowlegde”. Al respecto, Yankelovich está en lo cierto cuando reclama que, para evaluar a la opinión pública, se utilicen parámetros distintos de los utilizados para juzgar a la opinión de los expertos (Yankelovich, 1991: 40-410). Sin embargo, la pretensión de evaluar la “calidad” (racionalidad) de la opinión pública en términos de la falta de ambigüedad y la capacidad de ser responsable por las consecuencias de las propias opiniones es poco realista. La opinión pública ha demostrado ser ambigua y, además, sólo es posible hablar de responsabilidad cuando existe poder de por medio6. Estas consideraciones llevan por cierto a un profundo cuestionamiento de los argumentos de Yankelovich. Trabajos como los de Huntington y Ladd resuelven el problema de una opinión pública “mal informada” sin necesidad de incurrir en nuevos y más complejos problemas. Como ya se indicó, estos autores argumentan GERARDO ADROGUE 400 que la racionalidad de la opinión pública norteamericana se sustenta en un sistema común, estructurado y coherente de valores y creencias (Huntington, 1981; Ladd, 1992a, 1992b, 1993, 1994). La fuerza de este argumento radica en que esos valores, creencias y principios compartidos son en la práctica eficaces sustitutos de la información fáctica. Ellos ayudan a describir y a prescribir la realidad; nos dicen cómo fueron, son y deben ser las cosas allí donde la información es escasa7. A mi entender, la racionalidad de la opinión pública se sustenta tanto en la información efectivamente disponible como en la existencia de un sistema compartido de creencias, principios y valores. Bajo esta hipótesis de trabajo, existe evidencia para afirmar que la opinión pública argentina es racional. En primer lugar, ella es sensible a la información disponible, como lo demuestra el análisis de los cambios abruptos antes mencionados. Pero más interesante aun es señalar que ésta es una de las presunciones implícitas sobre el comportamiento de la opinión pública que manejan, por ejemplo, Oscar Landi e Inés González Bombal en su trabajo sobre la constitución de la noción de derecho en la cultura política argentina (Landi y González Bombal, 1995)8. Sucintamente, los autores describen el siguiente escenario. En 1983, después de asumir el gobierno, el presidente Alfonsín dictó dos decretos por los cuales se ordenaba el arresto y el enjuiciamiento de las tres primeras Juntas Militares y de los jefes de las organizaciones armadas Montoneros y ERP. Esta medida contó con el apoyo decidido de la opinión pública que reclamaba por los desaparecidos y consideraba negativa una posible ley de amnistía. Este clima y la voluntad política del presidente Alfonsín despertó asimismo gran confianza en los procedimientos institucionales para impartir justicia. El juicio a las ex Juntas Militares se realizó en 1985 y concluyó con la condena y reclusión carcelaria de sus integrantes9. Con la sentencia aumentó aun más la credibilidad en la justicia. Pero luego seguía el juicio a los militares de inferior jerarquía acusados en violaciones a los derechos humanos. La resistencia de éstos a ser juzgados por sus delitos derivó en un movimiento interno en las Fuerzas Armadas (“los carapintada”), cuya mayor demostración de fuerza fue la rebelión de Semana Santa cuando se autoacuartelaron en reclamo de una “solución política al problema”. Y la obtuvieron con la sanción de la Ley de Obediencia Debida, por la cual de desprocesó a centenares de militares acusados de violaciones a los derechos humanos. La nueva información disponible al público fue que la justicia tenía límites en la Argentina. Es aquí donde interesa detenernos en una de las conclusiones del trabajo “... la opinión pública mayoritaria comenzaba a manejarse con dos evidencias contradictorias: todos los militares que habían violado los derechos humanos eran responsables de sus actos, pero el entusiasmo por la justicia de comienzos de los ‘80 iba siendo reemplazado por cierta cuota de 6 Tomo esta última reflexión de Heriberto Muraro. 7 Es en este sentido que Lane se refiere a la “experiencia individual” como la principal fuerza organizadora de la opinión púlica en su libro Political Man. Why the American Common Man Believes as He Does. Este enfoque tiene una ventaja adicional: admite la ambivalencia como parte de la condición humana desde el momento en que no es requisito una completa armonía de valores, creencias y principios. 8 Los autores analizan en repetidas oportunidades resultados de encuestas de opinión pública, como las realizadas por Burke Argentina bajo la dirección de Heriberto Muraro o como la investigación sobre culturas políticas en Argentina, Chile, Uruguay y España, que fue dirigida por Oscar Landi y contó con la colaboración de Heriberto Muraro (1.200 casos a nivel nacional). 9 A fines de 1990, el actual presidente Carlos Menem indultó y dejó en libertad a los ex integrantes de las Juntas Militares y al dirigente montonero Mario Firmenich. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 401 ‘realismo’ y apreciación táctica respecto de la amenaza latente de conflictos entre el poder civil y las Fuerzas Armadas” (Landi y González Bombal, 1995). A los autores no les interesa discutir la capacidad de la opinión pública de reaccionar coherentemente ante un contexto de información cambiante porque –de hecho– es una presunción implícita de su análisis que se funda en la evidencia empírica a su alcance. Estas breves consideraciones nos colocan ahora ante la necesidad de describir el conjunto de valores, creencias y principios que caracterizan hoy en día a la sociedad argentina. Lamentablemente no es mucho lo que podemos decir al respecto. Aún es preciso encarar una amplia y profunda investigación sobre el tema para determinar si existe algo similar al American Creed, y en tal caso cuáles son sus rasgos fundamentales. No obstante, los ya citados trabajos de Catterberg y de Mora y Araujo, el acopio reciente de nuevas bases de datos e información y las investigaciones realizadas por IPSA durante casi una década constituyen una primera mirada sobre el tema. En líneas generales, estos estudios describen las siguientes tendencias de cambio en la sociedad argentina: a) en términos políticos, hacia un mayor apego y respeto de los principios de la democracia representativa y del pluralismo partidario e ideológico; la tolerancia política surge así como dato novedoso en el contexto de una tradición cultural “populista” más asociada a la necesidad de diluir –por eliminación u absorción– al adversario; b) en el terreno de los valores económicos, se abandona un fuerte estatismo y se valora positivamente el rol del mercado como principal mecanismo de asignación y distribución de recursos, el logro personal, la apertura y la competencia económica, aunque al mismo tiempo se demanda al estado que garantice el acceso a la salud, la educación y la seguridad y ejerza control sobre los principales agentes econó-micos, y c) finalmente, respecto de los valores sociales, se aprecian tendencias de cambio hacia una sociedad más abierta, dispuesta a reconocer la igualdad de oportunidades, a valorar las diferencias entre sus miembros y a rechazar la violencia –pero al mismo tiempo una sociedad aún conservadora, que aprecia los liderazgos fuertes y se muestra poco ansiosa de absorber demasiadas innovaciones. Sin ser más que un esbozo, estas líneas dejan una primera impresión respecto de los valores, las creencias y los principios que brindan coherencia y racionalidad a la opinión pública argentina. Como hipótesis de trabajo aventuramos que estos valores definen –en conjunto– una trama cultural más abierta, moderna y democrática que la que caracterizó a la sociedad argentina hace dos o tres décadas. 5. ¿Cuál es el impacto de la opinión pública sobre quienes toman decisiones de gobierno? No existe una única manera de contestar este interrogante. Podría pensarse, por ejemplo, en trabajos cuantitativos como el realizado por Alan Monroe, quien comparó resultados de encuestas de opinión pública sobre distintos temas (impuestos, integración racial, gastos de defensa, etcétera) con las decisiones de gobierno finalmente adoptadas. Para un período de catorce años en los Estados Unidos, Monroe encontró que había correspondencia entre unos y otros en el 64 % de los casos estudiados (Monroe, 1979). Page y Shapiro encontraron, en un estudio similar, un nivel de congruencia del 67 % (Page y Shapiro, 1983). Estos trabajos coinciden 402 GERARDO ADROGUE en señalar que la opinión pública es un importante factor explicativo de las decisiones políticas que adopta el gobierno de los Estados Unidos. Un segundo enfoque consistiría en obtener información de las personas que efectivamente toman decisiones de gobierno. Por ejemplo, en un estudio –también clásico– sobre la relación entre el público y los legisladores, Miller y Stokes concluyeron que las opiniones y las preferencias del público norteamericano tienen un impacto muy débil sobre las decisiones que toman los miembros del Congreso en temas de política exterior (Miller y Stokes; 1963). Estudios cualitativos, como los trabajos compilados por Richard Sobel sobre la “public diplomacy” de Ronald Reagan en los años ’80, demuestran que –por el contrario– la opinión pública puede, en determinadas oportunidades, representar un verdadero obstáculo para la voluntad de los gobernantes (Sobel, 1993)10. Estas estrategias de investigación abren un rico y extenso campo de estudios sobre el tema en la Argentina. No obstante, hemos ensayado aquí una estrategia alternativa: recurrir a las experiencias de los principales encuestadores del país desde el inicio de la democracia11. Y de estas experiencias, nuestra primera conclusión es que efectivamente la opinión pública tiene en la Argentina un impacto significativo y real sobre quienes toman decisiones de gobierno. Es interesante señalar, sin embargo, que existe un amplio consenso en afirmar que este fenómeno no siempre ha tenido la misma intensidad. En realidad, el interés y la preocupación por la opinión pública son el fruto de un proceso que comienza con el inicio de la democracia y se extiende hasta entrados los años ‘90. Así, en 1983, bajo el gobierno militar y en plena campaña electoral con vistas a los comicios de octubre que otorgaron el triunfo a la Unión Cívica Radical (UCR), los principales dirigentes del Partido Justicialista (PJ) desoyeron repetidos llamados de atención provenientes de estudios de opinión pública que mostraban una situación y un clima desfavorable al partido y a sus candidatos. Por aquel entonces, un futuro secretario de Estado le replicó a un conocido analista: “lo que pasa ...es que las encuestas son instrumentos inventados por los yanquis que arrojan resultados favorables a los yanquis”; o bien el candidato presidencial Italo Luder (PJ) le respondía a empresarios que le acercaban resultados de investigaciones de opinión pública: “No, eso pasa en los Estados Unidos. Acá es distinto, la gente no contesta. No se hace de esa manera. No se puede saber cómo va a salir una elección o cómo piensa la gente”. Estos ejemplos describen un clima de época donde reinaba una interpretación pesimista respecto de las propiedades de la opinión pública en buena parte de la elite dirigente argentina. Es probable que Raúl Alfonsín y su equipo de campaña se hayan mostrado más preocupados por saber –a través de estudios 10 Los trabajos compilados por Sobel analizan el fracaso de Reagan por convencer al público norteamericano de la necesidad y conveniencia de apoyar a los “contras nicaragüenses”, fracaso que en definitiva limitó el margen de acción de su administración sobre este país y toda la región. 11 Podría argumentarse que –en la medida que se asimile opinión pública a encuestas– estos observadores brindarían una visión sesgada. En tal sentido, es cierto que la opinión pública argentina se expresa de múltiples y diversas maneras: cuando vota cada dos años, cuando no paga los impuestos, cuando un país se para por un partido de fútbol, cuando sale a las calles a festejar o a protestar, o cuando responde a una encuesta. Nadie sostiene aquí que “opinión pública” es un sinónimo de “encuestas”. Pero, por otra parte, también es cierto que las encuestas –serias y rigurosamente implementadas– son uno de los caminos más seguros y confiables para descifrar qué piensa la gente sobre los temas que involucran a toda la sociedad y, por lo tanto, el lugar del encuestador deviene en una mirada privilegiada para evaluar la importancia que le brinda la elite dirigente a la opinión de sus conciudadanos. TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 403 sistemáticos y rigurosos– qué pensaba efectivamente la opinión pública a la hora de tomar ciertas decisiones de campaña (Borrini, 1984), pero es difícil pensar que en términos generales hayan escapado a este clima de época. Con los años, tras la realización de elecciones periódicas y la consolidación de la democracia, el conjunto de la elite dirigente fue descubriendo la necesidad y la conveniencia de prestar mayor atención a la opinión pública y fue aceptando el rol que a aquélla le cabe en una sociedad abierta: marcar ciertas pautas que, si bien no pres-criben cursos de acción, al menos orientan o ponen ciertos límites a la hora de tomar decisiones. ¿Cómo juega la opinión pública ese rol? En primer lugar, gracias a un fortísimo poder en la capacidad de fijar la agenda. Se reconoce de esta manera que la opinión pública tiene un impacto significativo en el proceso de selección de los temas que dominan el debate público. Por ejemplo, un reconocido consultor político sostiene que los resultados de encuestas de opinión lograron evitar que un candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires tratara durante la campaña electoral el tema del divorcio. Asimismo, todos los encuestadores entrevistados coinciden en destacar la importancia de la opinión pública a la hora de diseñar estrategias comunicacionales (esto es, al momento de decidir qué decir, cómo y cuándo hacerlo). En segundo lugar, la opinión pública afecta decisiones de gobierno, bien orientando la decisión, estableciendo los tiempos o ejerciendo un poder de veto o límite sobre los gobernantes. Como bien se indica, “en todas partes del mundo existen funcionarios más sensibles que otros a la opinión pública y no es posible generalizar”; no obstante, la necesidad de gobernar de manera eficiente y atendiendo a las necesidades de la gente requiere contar con más y mejor información. Como información útil, las principales tendencias de opinión pública han orientado decisiones de gobierno:“... pienso, por ejemplo, en decisiones de asignación de recursos entre distintas comunas. Para decidir a cuál se le dará salud, o educación, o iluminación, o cloacas. Hay muchos intendentes que se manejan de esta manera”. El poder de veto es si se quiere menos visible pero existe y se hace sentir: “en mi experiencia [la opinión pública] tiene un fuerte impacto en no hacer ciertas cosas, en no llevarlas adelante porque se dan cuenta [quienes gobiernan] que el nivel de resistencia que van a provocar es muy grande”. Así, por ejemplo, “el tremendo rechazo que provocó el programa de inmigración de gente proveniente de Europa del Este sirvió para que los funcionarios del área metieran el plan ‘bajo la alfombra’” o bien “el hecho de que la construcción de la aeroísla12 se haya transformado en una discusión ecológica, cuando originariamente se la pretendió como una obra destinada a la generación de empleo, terminó por echar por tierra el proyecto”. Finalmente, la opinión pública ha demostrado tener un creciente impacto en la organización de la oferta política que los partidos ofrecen a la sociedad. En efecto, los estudios de opinión pública no sólo ayudan a diseñar estrategias comunicacionales sino también a decidir quién es el mejor 12 Proyecto del Poder Ejecutivo Nacional para la construcción de una aeroísla enfrente de la ciudad de Buenos Aires con el objeto de cerrar el actual aeropuerto. 404 GERARDO ADROGUE candidato para las próximas elecciones o incluso la conveniencia de llevar adelante alianzas electorales 13. Por cierto, varias de las decisiones políticas más significativas que se han tomado en los últimos tiempos, y que probablemente afectarán la política argentina de manera significativa en los próximos años, se han apoyado en análisis políticos de la opinión pública14. Estos ejemplos muestran que efectivamente la opinión pública argentina tiene un impacto sobre quienes toman decisiones de gobierno. No es nuestra preocupación, ni debería serlo, establecer el nivel de congruencia entre las preferencias de la gente y las decisiones finalmente adoptadas, al estilo de Monroe o de Page y Shapiro15. Como es obvio, la relación entre opinión pública y elite dirigente no es unívoca ni tiene por qué serlo. A veces las decisiones de la elite son totalmente independientes de la opinión pública; otras veces las decisiones adoptadas contradicen las preferencias de la mayoría. Incluso la manipulación de la opinión pública es un fenómeno teóricamente posible y lamentablemente conocido en nuestro país. Pero lo importante es que la opinión pública pesa en la conciencia de los líderes en el momento de tomar decisiones, dato que dice tanto sobre la consolidación de la democracia argentina como la estabilidad institucional y la alternancia de los partidos en el poder. 6. Conclusión Existe evidencia para ser optimista respecto de las características de la opinión pública. Esta investigación demuestra que en la Argentina –como en los Estados Unidos– la opinión pública es estable y si cambia o fluctúa lo hace en forma predecible; que también es racional, en el sentido de que sus preferencias responden a un sistema de valores y creencias y a la evaluación de la información disponible; y finalmente, que la opinión pública argentina, si bien no dicta cursos de acción, sí provee pautas o líneas generales que sirven de orientación a los gobernantes. 13 En otra oportunidad he sostenido que las encuestas no son un mecanismo apropiado para decidir entre dos candidatos en pugna. En primer lugar, está el problema de los márgenes de error de cualquier muestra probabilística. En una contienda muy reñida en que no hay más de dos o tres puntos porcentuales de diferencia entre los candidatos ¿cómo se le explica al “perdedor”, y a sus seguidores, que perdió con un “margen de error”? En segundo lugar, y mucho más importante aún, las encuestas –a diferencia de las elecciones– no son un mecanismo de generación de consenso sobre el cual fundar la legitimidad de las decisiones que toman dirigentes y gobernantes (Gerardo ADROGUÉ: “Política con tracción a encuestas”, diario Clarín 21/4/97). 14 Me refiero –entre otros– a las candidaturas de Graciela Fernández Meijide por el Frepaso primero y luego por la Alianza UCR-Frepaso en la Provincia de Buenos Aires; también en el mismo distrito a la candidatura de Hilda “Chiche” Duhalde, esposa del gobernador Eduardo Duhalde, por el PJ, y a la alianza electoral entre el ex ministro Cavallo y Nueva Dirigencia en la ciudad de Buenos Aires. Se podría citar también como ejemplos el ingreso a la política del cantaautor Ramón “Palito” Ortega, actual precandidato del PJ a la presidencia, y a los constantes y repetidos intentos de incluir figuras extrapartidarias de buena imagen pública en las listas a candidatos de los partidos. 15 ¿Por qué deberíamos preocuparnos por determinar este nivel de congruencia? ¿Cuál es el sentido de preguntarse en qué “magnitud” la opinión pública condiciona las políticas públicas adoptadas (“how much public opinion shapes public policy?”). ¿Tiene acaso algún sentido establecer –como lo hacen los autores citados– que las políticas finalmente adoptadas están en correspondencia con la opinión pública en un 67 o en un 64 % de los casos? ¿Por qué habría de sentirme feliz con un nivel de congruencia del 65 % y no con uno del 80 %? Más aun, ¿cómo deberíamos interpretar el 35 o el 20 % restante de “no congruencia" entre opinión pública y decisiones de gobierno? ¿Es acaso el nivel tolerable de decisiones “no democráticas” en un régimen democrático? Y si eso es así, ¿no deberíamos acaso bregar por un 100 % de congruencia cayendo fatalmente en la trama conceptual de confundir democracia directa con democracia representativa?! TEORIA Y DATOS SOBRE LA OPINION PUBLICA ARGENTINA 405 Con este trabajo se quiso avanzar un paso más en el conocimiento teórico de la opinión pública. El debate en los Estados Unidos ha demostrado ser un estimulante y productivo punto de partida para la reflexión. Pero estimo que hoy en día un mejor conocimiento requiere de estudios comparativos que permitan definir los rasgos distintivos de la opinión pública en sociedades con idiomas, costumbres y culturas diferentes. Para finalizar, y como he sostenido en otra oportunidad, no creo que la contraposición entre “optimistas” y “pesimistas” agote los temas a discutir. Enfoques teóricos muy distintos buscan comprender los mismos fenómenos aquí analizados, enfoques que –en algunos casos– han negado la posibilidad teórica de pensar a la opinión pública en las sociedades modernas. Estos enfoques deben formar parte del debate. Sin embargo, sigo creyendo que quienes quieran comprender qué es la opinión pública deberán enfrentarse, de un modo u otro, con iguales o similares términos, a los interrogantes y respuestas que han contrapuesto y contraponen a pesimistas y optimistas. Estas líneas ofrecen una respuesta: ser (o adoptar una actitud) optimista cuando se quiera comprender el fenómeno de la opinión pública. Entrevistas: J ULIO A URELIO, MARÍA BRAUN, M ANUEL MORA Y A RAUJO, H ERIBERTO MURARO, C ARMEN ZAYUELAS y ENRIQUE ZULETA PUCEIRO. BIBLIOGRAFIA ADROGUÉ, G. 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Con el propósito de estimular dicho deba- te, el presente trabajo resume –primero– las controversias sobre las propiedades de la opinión pública en los Estados Unidos y –luego– analiza las características distintivas de la opinión pública en la Argentina a la luz de los criterios y argumentos antes definidos. ¿Es la opinión pública estable o inestable, racional o irracional? ¿Existe un sistema estructurado de valores y creencias que brinda coherencia a las opiniones y actitudes de la opinión pública? ¿Cuál es el impacto de la opinión pública sobre quienes tienen responsabilidades de gobierno? En respuesta a estos in-terrogantes se realizaron una serie de entrevistas en profundidad a los principales analistas de opinión pública en el país y se presentan resultados de encuestas. SUMMARY The study of public opinion is currently one of the fastest growing and most dynamic areas in the social sciences throughout almost all of Latin America. Nevertheless, one of the distinctive features of this emerging field is the absence of precise concepts which explain the phenomenon to be studied. Even though it is truc that weak answers to such questions as: "What is public opinion?", "What are its characteristics?", and "What is its impact on the political, social, and cultural life of society?", are not unique to the region, it does seem to be true that a debate about these queries and/or about the absence of reflection on the practices which shape this new field of research certainly is. By way of a contribution to the debate, this work is framed in the rich and extensive literature on the study of the characteristics of public opinion which is found in the academic world in the United States. Tracking the contrasting responses that have divided the pessimistic consensus from the optimistic one, this work seeks to provide some key interpretations so as to see which of these two viewpoints is most helpful while understanding public opinion in Argentina. Is public opinion stable or unstable, predictable or unpredictable, rational or irrational? Does there exist a structured system of values that offers sense and coherence to opinions and attitudes? What is and has been the impact of public opi-nion on the political process of decision making among the men in government? In response to these questions, a series of in-depth interviews have been held with the leading market research-ers (and founding fathers of the industry in the country) and the results of opinion polls have been analyzed. REGISTRO BIBLIOGRAFICO ADROGUE, Gerardo "Estudiar la opinión pública. Teoría y datos sobre la opinión pública argentina". DESARROLLO ECONOMICO – REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES (Buenos Aires), vol. 38, Nº 149, abril-junio 1998 (pp. 387-407). Descriptores: <Ciencia política> <Teoría política> <Opinión pública> <Estados Unidos> <Argentina>. 408 A: AUTORESY COLABORADORES GERARDO ADROGUE Del: Comité Editorial de Desarrollo Económico Revista de Ciencias Sociales Los trabajos con pedido de publicación deben ser enviados a: Sr. Director / Desarrollo Económico - Revista de Ciencias Sociales / Instituto de Desarrollo Económico y Social / Aráoz 2838 / 1425 Buenos Aires / Argentina. Para ello se sugiere observar las siguientes recomendaciones: 1) Sólo serán considerados para su publicación trabajos inéditos. 2) El manuscrito − con dos copias− deberá presentarse tipeado a doble espacio, en papel tamaño carta, escrito de un solo lado y sin enmiendas. [La página deberá contener, aproximadamente, 70 caracteres por línea, con no más de 30 líneas]. En caso de utilizarse técnicas de composición por computadora deberán respetarse rigurosamente dichas especificaciones. Se agradece el envío del disquette con las especificaciones del programa utilizado. 3) Extensión de los trabajos: En la sección Artículos se admiten 40 páginas como máximo. En Crítica de Libros, 8 páginas (respetando las características señaladas en el ítem 2). 4) Los trabajos deberán ser acompañados de un resumen del contenido, en español y en inglés, con una extensión máxima de 20 líneas de texto. 5) Los cuadros y gráficos se incluirán en hojas separadas del texto (numerados y titulados correctamente, con indicación de las unidades en que se expresan los valores y con las fuentes correspondientes). Se sugiere evitar toda complejidad innecesaria en su elaboración. Los gráficos o mapas se presentarán confeccionados para su reproducción directa. 6) Toda aclaración con respecto al trabajo (presentación previa, colaboradores, agradecimientos, etcétera) se indicará con un asterisco en el título remitiendo al pie de página. Asimismo, la pertenencia institucional se consignará en nota al pie mediante doble asterisco remitido desde el nombre del autor, incluyéndose dirección, teléfono y fax. 7) Citas al pie de página (numeradas correlativamente). Procurando no omitir datos, se observará el siguiente orden: a) nombre y apellido del autor; b) título de la obra, subrayado; c) volumen, tomo, etc., si lo hubiera; d) editor, si se desea; e) lugar y fecha de publicación; f) página número, entre paréntesis. 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