Download concepción y curación de la enfermedad en la cultura inca

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CONCEPCIÓN Y CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD
EN LA CULTURA INCA
…
Carolina Barbero Barroso (Colaboradora habitual)
([email protected])
19 de septiembre de 2014, Madrid
R ESUMEN
Magia o medicina. Mucho se ha especulado debido a la poca información que tenemos
actualmente acerca de la enfermedad y los procedimientos curativos en la cultura inca. En
el presente artículo trataremos de dar respuesta de forma breve a los diversos interrogantes
que nos surgen cuando intentamos profundizar en este tema: ¿Cuál es el origen de la
enfermedad para los incas? ¿Cómo lo interpretaban? ¿Cuál era su diagnóstico y el
tratamiento empleado? Para comprender mejor su explicación a la enfermedad es necesario
hacer unas aclaraciones sobre la religión y creencias de los incas puesto que son una pieza
clave en toda cultura que marca pautas y comportamientos de la misma.
SUMARIO.
Inca, medicina indígena, enfermedad, salud, religión, creencias, culto, mundo mítico, dualidad andina,
trepanación craneana, alma.
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BREVE APROXIMACIÓN AL PENSAMIENTO RELIGIOSO INCA.
“Purgábanse de ordinario cuando se sentían apesgados y cargados, y era en salud más que no en
enfermedad. Tomaban (sin otras yerbas que tienen para purgarse) unas raíces blancas (…). Pasada una
hora o poco más, se sienten tan desconyuntados que no se pueden tener.”
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas (1609).
Para comprender la medicina inca es necesario conocer la religión y el pensamiento
mágico indígena, establecer las características de su psicología y deducir de todo ello que
era para ellos la vida, la muerte y la enfermedad.
Estos hombres forjaron sus doctrinas sobre estos conceptos, basándose en su
religión. Definir el concepto religión es tan difícil como definir cualquiera de los campos de
la vida humana. Quizá lo sea más, por el valor absoluto que se le da y por las
manipulaciones de diverso tipo a que se presta. La dificultad no está sólo en señalar dónde
comienza y dónde termina lo religioso, sino en el empleo de términos cuyo significado está
muy ligado a la tradición religiosa donde nacen. El mayor problema lo encontramos en el
uso de términos en sentido unívoco1. Es frecuente, debido al etnocentrismo que se da en
toda cultura – y sobre todo en la occidental por el papel que Occidente ha desempeñado en
la Historia– que se apliquen de modo único términos occidentales a otras realidades
culturales, o que se den por supuestos en otras culturas ciertos hechos que se dan en la
nuestra.
La religión es un sistema cultural que se puede resumir en tres puntos clave. En
primer lugar, la religión es para el creyente, una perspectiva, es decir, una manera de ver la
vida y construir el mundo por medio de la cual ésa persona considera que vive la verdadera
realidad. En segundo lugar, tal perspectiva opera por el sistema simbólico de cada religión,
formado por símbolos, creencias, ritos, organización, ética etc., puesto que todo ello
contribuye a interiorizar la perspectiva religiosa del fiel; de este modo está seguro de ella y
no puede ver la vida de otra manera. En tercer lugar, los creyentes aceptan su perspectiva
religiosa por la autoridad de un dios o dioses, aunque el origen de ella varíe según el tipo de
1
2
MARZAL, Manuel. Tierra encantada: tratado de antropología religiosa en América Latina. Madrid: Trotta, 2002.
23.
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religión2. La religión, además, satisface necesidades variadas: económicas, psicológicas,
políticas o sociológicas.
El origen de las religiones indígenas se puede establecer de manera general
mediante los siguientes puntos3:
1) El hombre se forma muy pronto en el concepto y la creencia en el alma humana
por percibir dos series de hechos: por una parte, el sueño, el éxtasis, la enfermedad
y la muerte, donde el ama parece abandonar el cuerpo, y por otra, los sueños y
visiones, donde el alma parece actuar sin cuerpo. A tal creencia le siguen las de la
supervivencia del alma, el cuidado de los muertos y la transmigración de las almas
(aunque la creencia en un premio o castigo ultra terreno sea muy posterior).
2) El hombre imagina que todos los seres tienen su propia alma, de modo que todo
es similar y está emparentado con el ser humano.
3) El culto a los muertos, que carecían de cuerpo, llevó al hombre a aceptar la
existencia de espíritus puros; luego aceptó que éstos podían entrar en el cuerpo vivo
(posesión) o en un niño recién nacido (transmigración) y causar enfermedades o
incluso la muerte; y penetrar en objetos (fetichismo).
4) La creencia en espíritus encarnados en seres de la naturaleza condujo a la
creencia en diversas entidades tutelares.
La base intelectual del sistema religioso inca se basaba en el culto al Sol; asimismo
tenía un valor religioso la memoria del rey Inca. Las crónicas españolas nos permiten
reconocer con bastante base empírica el sistema administrativo formal en el que se
integraba la religión y las relaciones sociales de la población con ella: ritos en su orden
calendárico, culto a los dioses, ideas sobre el pasado o los mitos. El mito constituye otra
parte esencial de la religión y las creencias indígenas, ya que tiene funciones sociales dentro
de la estructura de una cultura. En el caso de los incas, el mito de Manco Capac4 y Mama
2
Íbid., 27.
3
Íbid., 67.
4
Este mito fue dado a conocer por el Inca Gracilaso de la Vega en sus Comentarios Reales (1609). Según el
cual, en las regiones cercanas al lago Titicaca los hombres vivían como salvajes sin religión, ni leyes, ni una
religión común. El dios Inti, ante aquello, se apiadó de estos habitantes y envió a una parjea de hermanos
llamados Manco Capac y Mama Ocllo en busca de una nueva tierra en la que fundar una ciudad en honor
al dios.
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Ocllo. Una de las fuentes para el estudio de la religión inca nos la da Polo de Ondegardo en
sus crónicas, en las que reúne descripciones sobre el culto estatal, los ritos, las fiestas y los
sacrificios etc.
Por otra parte, la concepción dualista del mundo andino está muy presente en la
religión inca y en su visión del mundo. «La cosmovisión de los incas se basaba en la
existencia de una dualidad gracias a la cual existía un medio natural y una realidad no
tangible dominio de los espíritus y de los antepasados. El mundo andino se regía por la idea
de la dualidad, principio generador y organizador del cosmos y la realidad. La dualidad
andina se entiende como la oposición, la parte contraria pero a la vez complementaria del
individuo. A partir de ella es que surgen la tripartición y cuatripartición en el aspecto
político, religioso, geográfico, etc. El pensamiento dualista se presenta como un rasgo tan
fundamental en la cultura de los pueblos andinos que ordena todos los niveles y aspectos
más variados de representación de la realidad: desde su cosmovisión, concepción de la
enfermedad, hasta la organización social, pasando por el poder político-económico»5.
Toda realidad es pensada y manejada en términos binarios; hasta tal punto que la
unidad, realidades únicas o solitarias, son concebidas como deficitarias de su complemento
o pareja. Esta metafísica dualista en el mundo andino corresponde a una concepción muy
particular de la realidad, dentro de la cual todo elemento (personas, fenómenos y cosas) se
encuentra asociado a otro, a su pareja, con la que mantiene una estrecha relación de
complementariedad y/o de oposición de ideas. En todas las concepciones originarias
americanas, pero en especial en la andina, se honran por igual la luz y la oscuridad, el día y
la noche, el cielo y el inframundo, lo femenino y lo masculino. El mundo entero, tanto
natural como social, se concibe y organiza siguiendo las pautas de la división en mitades,
cuartos y sus sucesivas subdivisiones. Por eso la dualidad o el dualismo es uno de los
principios en los que se asienta la cosmovisión de las culturas indígenas de los Andes 6.
Según esta concepción nada nace como un ser único ni está aislado en el mundo. Todo lo
que existe, ya sea un objeto real o conceptual, tiene imprescindiblemente su par, su opuesto
complementario, su compañero. El mundo en su totalidad es concebido como una
constante dinámica de opuestos complementarios que mantiene encendida la chispa de la
vida y asegura su supervivencia. Cuando las relaciones de los humanos con los dioses y
5
SÁNCHEZ-PARGA, José. Antropo-lógicas andinas. Quito: Abya-Yala.,1997. 16.
6
LLAMAZARES, Ana María. “Metáforas de la dualidad en los Andes: cosmovisión, arte, brillo y
chamanismo, en Las imágenes precolombinas: reflejo de saberes. (Sevilla: Actas del simposio ARQ24, 2006), 5
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espíritus se veían perturbadas se sucedían situaciones definibles como enfermedades. La
importancia de este “otro mundo” radica no sólo en la posibilidad de producir y curar
enfermedades, sino también en superar estados de crisis físicas, emocionales o espirituales
provenientes de este mundo mítico.
ORIGEN, INTERPRETACIÓN Y EXPLICACIÓN DE LA ENFERMEDAD.
La medicina que practican las sociedades indígenas es la llamada “medicina
mágica”, donde hechicería, chamanismo y brujería ser mezclan. Esta medicina será el
resultado de la suma de diversos aspectos de la cultura inca tales como la religión, el arte,
las leyes, las supersticiones, etc. El caso inca es más complicado que otras religiones andinas
ya que la complejidad alcanzada gracias a su condición de imperio también se veía reflejada
en la medicina y las creencias religiosas.
Nuestros conocimientos sobre la medicina incaica en la época anterior a la
conquista son escasos debido a que carecían de tradición escrita autóctona. Lo que se sabe
se ha reconstruido sobre todo a partir de lo que relataron los cronistas, los cuales
constituyen la fuente de información más precisa y detallada de las prácticas médicas y los
especialistas rituales que las llevaban a cabo. También podemos rastrear en el tiempo
diversas enfermedades gracias al estudio de los restos óseos hallados (esqueletos o huesos
aislados) y los testimonios arqueológicos (instrumental médico, objetos asociados a
prácticas médicas y religiosas, etc.). Por otra parte, podemos deducir de las observaciones
en grupos actuales, que aún conservan remedios, conocimientos y procedimientos
ancestrales que sobreviven en la medicina popular de un modo más o menos parecido al
que debió darse en época pre-colonial. Gracias a todo esto podemos deducir que la
medicina inca prehispánica presentó las características fundamentales de la llamada
medicina indígena, a base de magia, empirismo, conocimiento profundo del alma y del
cuerpo y prácticas quirúrgicas de necesidad inmediata. Tanto la enfermedad como la
muerte constituían para ellos hechos que necesitaban una explicación divina o sobrenatural.
La mentalidad de los incas era de naturaleza mítica, pues considera espiritualizada
toda la naturaleza y el cosmos visible y sensible, sin que para ellos exista separación entre
los hechos naturales y los extranaturales, pues estos últimos se continúan, se completan,
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confunden y conviven con los naturales7. La religión y la magia presentan una vinculación
tan estrecha que es difícil establecer dónde termina una y comienza la otra. Pero para los
incas, la función primordial de la práctica de la magia fue la medicina.
La salud física, mental y moral la lograba el runa (“ser humano” en quechua) andino
equilibrando sus actos, para lo cual procuraba desenvolverse armoniosamente en su
entorno. En consecuencia, dentro de ese criterio, las enfermedades, según sus concepciones
y mentalidades, sólo se generaban: primero, por actos de brujería o hechicería, motivados
por rivalidades locales o conflictos intrafamiliares. Y segundo, como castigo infringido por
una divinidad o ser sobrenatural debido a un difunto olvidado, un sortilegio maléfico o un
acto no favorable a los espíritus o a alguna entidad tutelar.
A las primeras se las consideraba curables gracias a la habilidad del hampicamayoc
(curandero/médico), pero a las causadas por la voluntad de las divinidades se las
consideraba difíciles de curar. Las primeras, por tanto, ponían de manifiesto las discordias
entre los individuos y/o familias, mientras las otras buscaban la paz social.
Para los incas la enfermedad era determinada por una fuerza oculta que había
extraído del organismo el alma, o una parte de ella, es decir, la enfermedad era considerada
por ellos como el producto de un agente invisible e intangible concebido de diversas
maneras. Por ello su sistema de curación tenía dos objetivos principales: en primer lugar
alejar la causa del mal recurriendo a procedimientos mágicos, y, en segundo lugar, combatir
los síntomas por medio de ofrendas y remedios.
El panteón médico se centraba en la potencia divina de Pachacamac y Viracocha, y
otras entidades. Los espíritus malignos eran acusados de ser portadores de enfermedades.
La advocación de las fuerzas divinas para curar se realizaban en los lugares sagrados
llamados huacas. Con este término se designaba a todo aquello que los incas consideraban
sagrado como divinidades, ídolos, templos, momias, tumbas, lugares, etc.
Además, existían enfermedades comunes que estaban sujetas al clima8 siendo
habituales en las zonas frías los catarros, las afecciones pulmonares y reumatismos; y en los
parajes cálidos la enfermedad más común es la fiebre intermitente que se convierte en
7 PARDAL, Ramón. Medicina aborigen americana. Buenos Aires: Nova, 1988. 150
8
6
FERNÁNDEZ, Fiz Antonio. Antropología, cultura y medicina indígena en América. Buenos Aires: Conjunta,
1977. 316
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epidemia al poco tiempo gracias al clima caluroso que facilita su propagación. A este tipo
de afecciones se les atribuía una causa sobrenatural derivada de la pérdida de calor. La
unidad dialéctica fundamental consistía en la polaridad frío-calor y en el registro de sus
cambios. Todo se clasificaba según su calor o su frío. El hombre participaba de esas dos
propiedades y algunos órganos eran más calientes que otros. Esta división dual respecto a la
integridad corporal del hombre, de la enfermedad, de los alimentos y de los medicamentos
aún se proyecta hasta nuestros días. Para combatirlo era necesario aplicar remedios calientes
y realizar diversos rituales y actos para subir la temperatura tanto del individuo en cuestión
como de la habitación en la que se encontrase. De tal forma que los medicamentos poseían
sus propiedades térmicas y eran utilizados en función de las características de las
enfermedades siguiendo esta polaridad fundamental. Las enfermedades podían dividirse en
dos grandes grupos:

Enfermedades producidas por acción de espíritus, huacas y causas
sobrenaturales. Podían actuar los espíritus por sí solos, sin necesidad de un
especialista que llevase a cabo la acción. Al afectar a la persona, se producían
enfermedades variadas como la captura de la sombra (alma humana)9 del individuo,
que se traduce en problemas físicos y psíquicos.

Enfermedades producidas por los hombres. Producidas por operaciones
mágicas realizadas por un individuo que pretendía ejercer daño sobre otro con el
fin de provocar desórdenes orgánicos y psíquicos, enfermedades permanentes o
mala suerte (pérdidas económicas, familiares etc.). Las patologías incas eran amplias,
desde fiebres a reumatismo, pasando por la viruela en época colonial. También
estuvieron afectados de muchas enfermedades en el aparato respiratorio,
enfermedades de la piel, en el aparato urinario, diversas hemorragias internas y en el
aparato digestivo. Evidencias de ello han quedado constatadas en los huesos de los
cuerpos encontrados. Todos estos síntomas y males eran interpretados como un
castigo debido a una ofensa a una entidad tutelar al espíritu de un antepasado. El
castigo se realizaba mediante la extracción del alma o de una parte de ella lo que
derivaba en una enfermedad.
9 En el mundo andino en general se suele atribuir a las personas varias almas diferentes . Pueden tener entre
dos y siete, siendo dos más común.
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TRATAMIENTO DE LA ENFERMEDAD.
“De la yerba o planta que los españoles llaman tabaco y los indios sayri, usaron mucho para muchas
cosas. Tomaban los polvos por las narices para descargar la cabeza. De las virtudes de esta planta han
experimentado muchos en España.”
Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales (1609).
El tratamiento, al igual que el diagnóstico, debía ser de la misma naturaleza que la
enfermedad, es decir, de carácter mágico. Las entidades negativas antes mencionadas
actuarían como un cuerpo extraño que “robaría” el alma o parte de ella al individuo, y por
tanto, la enfermedad era tratada asociando la magia a la extracción de succión y sobamiento.
Para tratar los males del enfermo crearon todo un cuerpo de medicamentos, remedios y
prácticas que fueron suministrados por la flora. Uno de los cronistas más importantes para
el estudio de los incas es el Inca Garcilaso de la Vega, que dice en sus Comentarios que “los
indios eran en el tiempo de los Incas grandes herboristas, de muchas yerbas conocían sus virtudes y
transmitían su saber, por tradición, a sus hijos”10.
Para llevar a cabo la curación, el especialista ritual empleaba diversas plantas
autóctonas para propiciar el contacto con el mundo sobrenatural. El curandero era capaz,
además de la búsqueda y preparación de las plantas necesarias, su uso y aplicación mágica,
es decir, es capaz de manipular mágicamente las virtudes de diversas yerbas. Además, el
lugar donde crecía la planta determinaba en parte sus capacidades y virtudes, y el curandero
estaba obligado a conocerlo. Por tanto, las plantas eran terapéuticamente eficaces por su
propio poder y por el lugar en el que crecían. Las virtudes también estaban relacionadas
con la fase lunar en la que eran recolectadas, especialmente las alucinógenas. La recogida de
las yerbas se basaba en una tradición adquirida, por tanto, era el especialista ritual el que
sabía dónde y cuándo era el mejor momento para ello. Su poder mágico actuaba como
catalizador de los podres de planta y los concentraba en el paciente.
10 GARCILASO DE LA VEGA, Inca (Carlos Arníbar ed.). Comentarios Reales de los Incas. Lima-MéxicoMadrid: Fondo de Cultura Económica, 1991 (1609), 2 vols. 136.
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Por otra parte, eran de uso muy frecuente los alucinógenos11 como planta
medicinal, los cuales requieren un tratamiento especial debido a sus usos y resultados. Los
alucinógenos tenían escasas propiedades curativas y no eran empleados para la curación
como tal, sino que eran el vehículo que tenía el especialista ritual para acceder al mundo
mítico, para espantar a las entidades negativas que provocaban la enfermedad. El uso de
este tipo de sustancias no era totalmente necesario, pero era una importante ayuda para el
ejercicio de la curación de enfermedades.
Siempre se elegían plantas cuyo efecto fuese alucinógeno ya que las diversas
reacciones químicas que producen en el cuerpo humano generan una amplia capacidad
creativa para establecer ese contacto con el ámbito mítico. También eran aplicados a los
pacientes como medio desinflamante o analgésico para frenar sus dolores en algunas
ocasiones. Eran empleados para combatir la fatiga, disminuir la sensibilidad, alejar a los
espíritus peligrosos etc. La coca, la chicha y otras sustancias fueron empleadas
constantemente por los indígenas en sus ceremonias y ritos para procurarse un mundo de
fantasía y ensueño y como remedio para ciertos males. La chicha era utilizada como
ofrenda a las huacas y como anestésico en operaciones de cirugía.
Además, pudieron hacer pequeñas intervenciones quirúrgicas, curar fracturas y
luxaciones y suturar heridas, a base de diversas plantas y herramientas como cuchillos y
agujas. Si hay una práctica que destaca en los trabajos sobre cirugía en la América
prehispánica ésa es sin duda alguna la trepanación craneana, que por su complejidad técnica
y su delicadeza muchas veces ha valido a los pueblos que la practicaron el calificativo de
“alta cultura”. «Es necesario recurrir a la iconografía para ampliar nuestro conocimiento
sobre instrumental quirúrgico, siendo así como el tumi (Figura 1), a pesar de la controversia
en torno a su verdadera utilidad, se ha convertido en pieza clave. Con una forma de media
11 POLIA MECONI, Mario. Las lagunas de los encantos. Medicina tradicional andina en el Perú Septentrional. Perú:
Central Peruana de Servicios, 1988. 48.
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Figura 1. Tumi (cultura lambayeque)
luna enmangada en forma de T, el tumi resulta más similar a un hacha que a un cuchillo.
Fabricados en bronce, se trata de elementos de gran dureza y a los que podía aplicarse un
filo extremadamente cortante12». Los curanderos incaicos los utilizaban para esta práctica y
con ellos realizaban incisiones de diversos tamaños y formas: cuadrangulares, poligonales,
circulares, ovaladas etc.
Las muestras arqueológicas revelan que muchos de los individuos tratados con esta
práctica sucumbieron al instante o poco después de realizar la trepanación, pero en otros
queda constatada la supervivencia de la persona durante meses e incluso años. Algunos
autores, como Ramón Pardal (1988) o Fiz Antonio Fernández (1977), coinciden en atribuir
a esta práctica funciones terapéuticas motivadas por cuatro lesiones: fracturas en el cráneo,
heridas en el hueso, osteoporosis y lesiones sin cicatrizar. Además, su propósito también
fue el de eliminar fragmentos de huesos o armas, que quedaban incrustadas en el cráneo
tras accidentes o enfrentamientos bélicos. Para mitigar los dolores de este proceso
utilizaron plantas como la coca y bebidas como la chicha. Ambas fueron empleadas como
analgésico o como una especie de “anestesia incipiente”. La antropología actual no cuenta
con los medios para llegar a establecer ratios fiables de cráneos trepanados.
«Hay que tener en cuenta que la trepanación no fue una práctica tan usual al tiempo
de la conquista como pudiera haberlo sido en el pasado. Se había circunscrito a las
inmediaciones de Cuzco y el área centro-oriental del actual departamento de Lima, y, a
consecuencia de lo anterior, por implicar un elevado grado de ritualismo y quizás porque se
12 GIL GARCÍA, Francisco. “Entre la medicina y la magia. Apuntes sobre cirugía entre los pueblos
prehispánicos de la América prehispánica”, en Salud e Interculturalidad en América Latina. Prácticas Quirúrgicas
y pueblos originarios, ed. Gerardo Ferández Júarez (Quito: Abya-Yala, 2009), 80.
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practicara medio en secreto, los cronistas no llegaron a tener noticias fiables y directas de
ella13».
Por otro lado, cabe mencionar el llamado “principio de participación terapéutica14”
que consiste en la influencia de que diversos objetos ejercerían sobre otro, por la única
razón de semejarse en la forma. De este modo, una planta que tenga la forma de un órgano
en concreto servirá para curar sus enfermedades porque participa de su forma. Lo mismo
ocurrirá con parte de animales que se caractericen por su agudeza de visión, oído o por su
fortaleza, ya que serán empleadas por la terapéutica.
CONCLUSIÓN.
La relevancia de la medicina y sus prácticas religiosas, dentro de la cultura inca,
constituyen un importante hecho cultural y social que debe ser estudiado. Las concepciones
religiosas, cultos y rituales son una pieza clave en toda cultura que marca pautas y
comportamientos de la misma, y por ello, se ha considerado importante y necesario tratar
estos aspectos. Como hemos visto, la concepción de la enfermedad entre los incas forma
parte de un complejo entramado cultural y social. Sus métodos, ideas y creencias son
únicos y especiales y están totalmente influidos por su visión del mundo y del más allá.
Sería necesario realizar un trabajo más amplio – a pesar de que la información de la que
disponemos para el estudio de la enfermedad en los Andes es poca y se encuentra
disgregada – para poder abarcar todos los aspectos del estudio de la medicina inca. Por
tanto, lo que aquí se ha pretendido realizar es un breve apunte para perfilar y aclarar los
aspectos más básicos. En primer lugar, la enfermedad en los Andes está condicionada por
el modo de vida y sus creencias, es decir, el origen de toda enfermedad se encuentra en
mundo mítico y no sucede por casualidad. En segundo lugar, la interpretación dada a un
suceso de este tipo es, evidentemente, sobrenatural, ya que es causada por algún problema
con una entidad espiritual. Por último, las dolencias eran tratadas mediante rituales y
formas de contacto con los dioses y espíritus, para la cual se ayudaban de una amplia gama
de plantas autóctonas que propiciaba el contacto con la realidad sobrenatural.
13 Íbid., 77.
14 Op. Cit. PARDAL, Ramón. 44.
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B IBLIOGRAF ÍA .
 FERNÁNDEZ, Fiz Antonio. Antropología, cultura y medicina indígena en América.
Buenos Aires: Conjunta, 1977
 GARCILASO DE LA VEGA, Inca. Comentarios Reales de los Incas (Carlos Araníbar
ed.). Lima-México-Madrid: Fondo de Cultura Económica,1991 (1609)
 GIL GARCÍA, Francisco. “Entre la medicina y la magina. Apuntes sobre cirugía
entre los pueblos de la América prehispánica”, en Salud e interculturalidad en América
Latina. Prácticas Quirúrgicas y pueblos originarios. (Fernández Juárez, Gerardo), pp. 6986. Quito: Abya-Yala, 2009.
 LLAMAZARES, Ana María.. “Metáforas de la dualidad en los Andes: cosmovisión,
arte, brillo y chamanismo”, en Las imágenes precolombinas: reflejo de saberes. Sevilla:
Actas del simposio ARQ24, 2006.
 MARZAL, Manuel. Tierra encantada: tratado de antropología religiosa en América Latina.
Madrid: Trotta, 2002.
 PARDAL, Ramón. Medicina Aborigen Americana. Buenos Aires: Nova, 1988.
 POLIA MECONI, Mario. Las lagunas de los encantos. Medicina tradicional andina del Perú
septentrional. Perú: Central Peruana de Servicios, 1988.
 SÁNCHEZ-PARGA, José. Antropo-lógicas andinas. Quito: Abya-Yala, 1997.
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