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Galería de espejos fragmentados
Galería de espejos fragmentados
Jorge Alberto Chaleco Ruiz
Premio Estatal de Poesía Ciudad de La Paz 2015
Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Gobierno del Estado de Baja California Sur
Secretaría de Cultura
A mi familia
A Hortencia
A Gustavo Gálvez Kobeh
Primera edición, 2016
D.R. © 2016 Jorge Alberto Chaleco Ruiz
D.R. © 2016 Instituto Sudcaliforniano de Cultura
Unidad Cultural Jesús Castro Agúndez
Antonio Navarro y Héroes de Independencia s/n,
La Paz, Baja California Sur, C.P. 23000,
tel. +52 612 122 91 01
culturabcs.gob.mx
Imagen de portada: Daniel Amora
Diseño de páginas interiores y forros: Alejandra Barrera
Revisión del texto: Juan Pablo Rochín Sánchez
isbn (rústica): 978-607-8478-25-5
isbn (cartoné): 978-607-8478-21-7
impreso y hecho en méxico
Los pies son monstruos que llevan tu destino.
Virginia Woolf,
Teresa Vera, Karoline
Günderrode se llaman
los cuerpos
Bífida lengua de río que saborea en el
aire a quienes van a inmolarse,
brazo de río constrictor, espirales de
agua en movimiento peristáltico,
adefagia boca de río, colmillos
encrespados,
río reptante que se desliza sobre los
cuerpos hasta la inanición:
Virginia Woolf, Teresa Vera, Karoline
Günderrode se llaman los cuerpos.
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Virginia Woolf
Virginia escucha desde hace años una
canción en el fondo del río de la vida
que no alcanza a comprender.
Se sumerge en las aguas de su
escritura, pero
a la orilla de la hoja en blanco llega
agotadísima;
sobrevive a cataclismos nocturnos
que aligera con la pluma.
A Virginia le crece esa musiquilla
como un tumor en el cerebro;
intuye que se parece al ritmo que
traen y llevan las aguas.
¿Y para qué las piedras en las bolsas?
Agua y piedra, ensamble musical
desde los inicios del mundo.
Virginia se fue al fondo para escuchar
mejor y ser semilla que llevan y traen
las aguas.
Es rumor entre piedras y peces.
Teresa Vera
El Grijalva es un cocodrilo milenario
con ojos ciegos y fauces profundas.
En el horizonte florece una tormenta
que le toma radiografías a las
entrañas de la noche. Teresa, entre
delirios, dolores y vómitos, recuerda
cinco años atrás la estampida; los
cañonazos del buque de vapor
“Mississippi” entrando en el Grijalva
y reduciendo a escombros, en cada
estrépito, la ciudad de Villahermosa.
Minutos antes, estoica como Sócrates
ante el Tribunal, Ester Rave bebió el
brebaje que Tánatos le aconsejó.
Teresa Delirium, decúbito dorsal,
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Karoline von
Günderrode abre su
corazón en las aguas
del Rin
agoniza junto al cocodrilo (por
momentos el viento borra estrellas
tatuadas en su lomo acorazado por
crestas de agua). Se escucha fuerte
el chasquido, pero son las fauces que
han cerrado, el cuerpo de Teresa es
víctima del revolcadero. El lagarto
prehistórico ya ha cenado y la
devuelve a la orilla, donde su larga
cabellera negra se funde con el río,
con la noche y la densa vegetación
tropical.
La oscuridad abraza mis ojos.
Hay demasiada transparencia en estas
aguas impetuosas.
Voy a liberar cardúmenes de sangre
apasionada.
Al margen, voy a inaugurar otro río
más impetuoso
y su furia escarlata será devorada por
el azul rabioso del mar.
Voy abrir los diques del corazón
De las piedras nace la música que el
río lleva y mi sangre se une,
se diluye; se filtra por las branquias
los glóbulos del amor.
La oscuridad ahoga mis ojos
Torrente bermejo cuando el Rin se
empalma con arterias rasgadas.
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Alfonsina Storni
I
Safo
Safo se arrojó a las aguas azules del
Jónico, por amor.
El mar amor que le asfixiaba,
amar y derramar el mar,
amarizar, martirizar el suplicio.
Pero los dioses convirtieron su poesía
en islas mediterráneas.
Poesía es el mar donde hay que
arrojarse, mejor si no se sabe nadar.
Se descubren islas en cada poema
leído.
La madrugada del 25 de octubre de
1938, Mar de Plata sufría los embates
de una tormenta.
Inmersa en su naufragio, Alfonsina
sale de su hotel hacia la escollera.
En el horizonte más crespo, la sirena
tenue y circular de un faro, único
testigo.
Suelta amarras el espíritu como barco
en astillero.
Ha hecho muchos viajes en mares
convulsos que terminan en la playa
del papel.
Este viaje es de rutina, de trámite; la
sensación es la misma.
Hubo entonces en la madrugada de
ese octubre el encontronazo de dos
mares convulsos
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II
y entre relámpagos y espuma, nació
el mito que llaman Alfonsina Storni.
En el cuaderno, para su hijo dejó
escrito “voy a dormir”.
Sabemos que no fue así, porque en la
mañana unos obreros encontraron su
cuerpo
resplandeciendo raíces de luz, cual
mandrágora submarina.
Desde un
a
c
a
n
t
i
l
a
d
o
el mar
a
rro
ján
do
se
en una mirada que el mundo llama
Alfonsina Storni.
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Concha Urquiza
III
I
Alfonsina no soporta que la noche
esté rebosante mientras a ella
le falta uno de sus pechos; no
soporta el cansancio que le dejó la
quimioterapia mientras el mar es
un rebaño de potros desbocados.
Alfonsina sale del hotel hacia la
negra noche en busca de la blanca
nodriza. Alfonsina se arroja desde un
acantilado de doscientos metros. Pero
la canción es un mito hermoso.
El mar, abecedario incompleto
porque faltabas.
Nadaste el silencio, tu voz encalló en
arrecifes.
Tu pensamiento colora banco de
corales.
Canta el mar con la rima de tus
poemas.
El ciclo de mareas cumple con su
fuerza menstrual
arrastra líquenes de palabras la baja
marea
deja al descubierto el musgo donde
floreció tu escritura.
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