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Módulo 11 Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones Cátedra abierta Universidad, cultura y sociedad 2010 Módulo 11 Universidad de Antioquia Vicerrectoría de Extensión Departamento de Extensión Cultural © Universidad de Antioquia © Vicerrectoría de Extensión © Departamento de Extensión Cultural Derechos reservados Cátedra Abierta: Universidad, cultura y sociedad. Ciclo 11°: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones. Departamento de Extensión Cultural Universidad de Antioquia Edificio de Extensión, Calle 70 N.° 52-72, oficina 602 Teléfono: (574) 2195175. Medellín, Colombia Correo electrónico: [email protected] © Ramiro de Jesús Delgado Salazar © Apolonia Bedoya Salazar © Daniel Alberto Gómez Roldan © Gregorio Andrés Saldarriaga Escobar © Luis Alfonso Ramírez Vidal ISSN: 2011-25 13 Impreso en Medellín, Colombia / Printed in Medellín, Colombia Dirección editorial: Eliana Cuéllar García Corrección de estilo: Marta Alicia Pérez Gómez Diseño de carátula: Sandra María Arango Mejía Diseño, diagramación, impresión y acabado: Imprenta Universidad de Antioquia Las opiniones expresadas en esta publicación son responsabilidad exclusiva de los autores; en consecuencia no pueden ser asumidas como posiciones oficiales de la Universidad de Antioquia o de las entidades patrocinadoras. Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de los autores. Universidad de Antioquia Vicerrectoría de Extensión Departamento de Extensión Cultural Cátedra Abierta: Universidad, cultura y sociedad Alberto Uribe Correa Rector María Helena Vivas López Vicerrectora de Extensión María Adelaida Jaramillo González Jefa Departamento de Extensión Cultural Adriana Elena Jaramillo Uribe Eliana Cuéllar García y Bárbara Galeano Zuluaga Coordinación Académica Departamento Extensión Cultural Ramiro Delgado Salazar Facultad de Ciencias Sociales y Humanas Laboratorio de Comidas y Culturas Con el apoyo de: Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión —BUPPE—, Vicerrectoría de Extensión Dirección de Regionalización Escuela de Nutrición y Dietética Emisora Cultural, Sistema de Radio Educativa COMFENALCO Antioquia SENA Apartadó Casa de la Cultura “Eduardo Zuleta Gaviria”, Municipio de Remedios Casa de la Cultura “Pubenza Restrepo de Hoyos” e Institución Educativa San Juan de los Andes, Municipio de Andes Fotografías Ramiro Delgado Salazar Daniel Alberto Gómez Roldán Luis Alfonso Ramírez Vidal Contenido Presentación9 Mestizaje en el universo alimentario en el Nuevo Reino de Granada, siglos XVI y XVII Gregorio Andrés Saldarriaga Escobar 15 Comidas y etnicidades: africanos e indígenas en la olla del misionero Luis Alfonso Ramírez Vidal 37 A propósito de las cocinas regionales colombianas Daniel Alberto Gómez Roldán 50 Hambre, nutrición, seguridad-soberanía-independencia alimentaria y nación Apolonia Bedoya Salazar 70 Comidas y culturas regionales: identidades y patrimonialización Ramiro Delgado Salazar 93 Comensalía- Taller: Tocar, oler, gustar y oír sin ver 106 Presentación Cocinas, memorias e identidades regionales I ndudablemente, el cruce entre las comidas y las culturas permite conocer la esencia de muchos procesos identitarios que nos llevan a pensar sobre nuestro sentido de lo regional, a degustar las cocinas tradicionales en Colombia y apreciar lo que representan para las sociedades sus saberes y sabores culinarios en una dimensión histórica, simbólica y nutricional. Con un claro sentido de universidad y de su papel con las regiones del departamento de Antioquia, la Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad, en su décimo primer ciclo “Cocinando en el fogón de las identidades: comidas, saberes y regiones”, nos ofrece un recorrido histórico, antropológico y nutricional por el universo de las cocinas regionales y sus dimensiones culturales, y nos deja, mediante su ciclo de conferencias y su taller, una reflexión que ha de ser constante sobre este ámbito en el contexto actual, y acerca del sentido que tienen las cocinas y sus comidas como patrimonio de las sociedades. Coordinado por el Laboratorio de Comidas y Culturas del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, este ciclo regional combinó las visiones de diversos saberes con una comensalía llamada “Tocar, oler, gustar y oír sin ver”, y un debate titulado “¿Y de la bandeja paisa qué?”, con lo cual no sólo se cumplió con una labor de difusión del tema sino que se dejaron inquietudes susceptibles de ser transformadas en proyectos de investigación interdisciplinaria. En este contexto, la cátedra “Cocinando en el fogón de las identidades” ofrece una dimensión tanto expositiva como práctica de la historia de 12 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad la alimentación en el país y en la región antioqueña, acercándonos en esta ruta a las actuales preguntas sobre la seguridad, la soberanía y la independencia alimentarias. Estas preguntas, que están más bien del lado del tema del hambre y el desarrollo, pretenden llamar la atención sobre ese doble papel, fisiológico y simbólico, que tienen el comer y el beber en la vida de un grupo humano y de sus individuos. “Mestizaje en el universo alimentario en el Nuevo Reino de Granada, siglos XVI y XVII” de Gregorio Saldarriaga, hace una reflexión alrededor de los encuentros y desencuentros entre las realidades culinarias amerindias y las de europeos y africanos, en cuya interacción se fue entretejiendo un mundo alimenticio que permite leer entre sus sazones y técnicas, ingredientes y relaciones, una historia de lo que es hoy Colombia y sus cocinas regionales. “Comidas y etnicidades: africanos e indígenas en la olla del misionero” es la mirada del antropólogo Luis Alfonso Ramírez Vidal sobre ese diálogo entre hábitos alimenticios amerindios, europeos y africanos, atravesados por el proceso de conversión al credo católico en manos de los misioneros que recorrieron el país en esa época, después de 1492, y la posibilidad de dimensionar el presente de las cocinas regionales a partir de los significados de las comidas y las imposiciones religiosas. Adentrándose más en el mundo de lo simbólico y de los significados que el comer y el beber tienen para los seres humanos, Daniel Gómez Roldán, con una visión antropológica y sociológica, aborda en: “A propósito de las cocinas regionales colombianas”, conceptos como la identidad, las características patrimoniales de la comida, la comprensión de la cocina en su diversidad, riqueza y variedad regionales que permiten la diferencia para que, al estudiarla e inventariarla, esté disponible como saber y memoria para futuras generaciones. Plantea que es necesario reflexionar sobre lo que se considera como “lo culinario colombiano”, para entenderlo en su complejidad e insertarlo en el contradictorio contexto de la globalización y aboga por la elaboración de políticas públicas que dimensionen y potencien su riqueza. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 13 Teniendo como ejes lo cotidiano y lo festivo para abordar las cocinas regionales, el antropólogo Ramiro Delgado Salazar, con su tema “Comidas regionales y culturas: identidades y patrimonialización”, pone en escena las diversas variables que definen el acto de comer y hacen de éste un nodo de pertenencia vital, en el que lo familiar y lo parental dialogan con lo público y lo privado en asuntos de comidas y bebidas. Esto se entronca con el debate de los géneros y sus papeles en el mundo de las cocinas tradicionales, en cuyo lugar se construyen los gustos y las técnicas que caracterizan las regiones de un país como Colombia, y una zona como la antioqueña, enfrentada a las políticas globales de la patrimonialización. Sobre una plataforma diacrónica y sincrónica de las comidas y las bebidas regionales, el momento presente da lugar a una serie de interrogantes que la nutricionista y química Apolonia Bedoya devela y pone en diálogo con los valores culinarios regionales. En esa dirección, la problemática que encierra el título de su ponencia: “hambre, nutrición, soberanía, seguridad, independencia alimentaria y nación”, es el escenario para leer las comidas parentales, regionales, tradicionales y actuales a la luz de ese debate que los conceptos expuestos permiten y estimulan. Los asistentes a este ciclo de la Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad, pudieron vivir y hacer, con el tacto, el gusto, el olfato y el oído, un recorrido sensorial, a partir de los contenidos analíticos que las conferencias les brindaron; y observar como, a través de los sentidos, la comida y la bebida tienen un lugar en la memoria, la “añoralgia” y el recuerdo; y desempeñan un papel protagónico en el proceso de construcción de identidades regionales. Se remata el ciclo con una reflexión sobre la identidad construida, inventada y sentida en torno a la comida tradicional de la región antioqueña y al mito de la llamada “bandeja paisa”. Sobre este tema de la identidad, el estudiante de fotografía de la Academia Yuruparí, Miguel Delgado Giraldo, elaboró una propuesta visual con una serie de imágenes críticas, que suscitaron el análisis y la discusión entre los participantes. 14 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Sensibilizar a los habitantes de las regiones del departamento de Antioquia sobre sus hábitos alimenticios, sus historias, significados y debates actuales sobre la alimentación fue el propósito con el que se recorrieron ciudades como Apartadó, Yarumal, Andes, Santa Fe de Antioquia, Medellín, Remedios, Caucasia, Puerto Berrío y Carmen de Viboral. El Departamento de Extensión Cultural y la Vicerrectoría de Extensión, con el sentido de una visión regional, se vienen comprometiendo con esta cátedra anual, y están consolidando una ruta de equidad y cobertura en medio de las responsabilidades sociales y comunitarias que la universidad pública debe asumir. María Helena Vivas López Vicerrectora de Extensión Universidad de Antioquia Mestizaje en el universo alimentario en el nuevo reino de granada, siglos xvi y xvii Gregorio Saldarriaga E ste texto pretende revelar cuáles fueron los dispositivos culturales que permitieron el mestizaje alimentario y de qué manera operaron en el Nuevo Reino de Granada durante los siglos XVI y XVII. En algunas ocasiones ejemplificaré con casos de zonas cercanas, como las Antillas, porque permiten entender de manera clara esos mecanismos de transformación cultural y alimenticia, extrapolables tanto a la región de estudio en este texto, como a la que nos sirve de ejemplo. Entenderé el mestizaje alimentario como aquellos procesos interculturales o mezclas entre grupos, que produjeron realidades nuevas; sin embargo, no lo reduciré a este elemento, pues incluiré también las adaptaciones que de las posibilidades americanas hizo la sociedad dominante y, de otro lado, la forma de apropiación de productos europeos por parte de los grupos aborígenes. Espero mostrar los diferentes ámbitos en los cuales se mueve el mestizaje y cómo su historia y su proceso de cambio están vinculados directamente con la expansión de Occidente. Cuando se habla de alimentación se deben tener en cuenta las etapas que conlleva el proceso, que va desde la producción, distribución y preparación, hasta el consumo y desecho.1 Para entender el mestizaje, en este texto se estudiarán la producción, la preparación y el consumo que – creo-exponen en diversas formas el problema y permiten comprender 1 En este tema sigo el planteamiento de Jack Goody en su libro: Cocina, cuisine y clase. Estudio de sociología comparada. Cfr.: Goody, Jack (1995). Cocina, cuisine y clase. Estudio de sociología comparada (p. 64 y siguientes). Barcelona: Gedisa. 16 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad la manera como se articulan diferentes procesos y esferas para producir resultados heterogéneos y ritmos diferenciados; al fin de cuentas, los procesos de mestizaje no son homogéneos, no tienen los mismos ritmos, no están determinados por las mismas variables y cambian según los contextos. También es importante anotar que no todo contacto o adopción de costumbres de otro grupo implica inmediatamente mestizaje, pues hay adopciones pasajeras o contextuales que no trastocan el orden de la cultura receptora ni crean un elemento nuevo. Producción Hay dos formas posibles de mestizaje en la producción: por un lado, cuando el producto es americano y se integra en un sistema comercial imperial o se vuelve el sustento de la mayoría, ello obliga a adoptar prácticas agrícolas aborígenes en la estructura colonial. Por el otro, cuando vegetales, legumbres, cereales o animales del Viejo Mundo se implantan en América y su cultivo y sistemas de siembra tradicionales o de crianza se transforman por incorporaciones nativas. Ejemplos de uno y otro hay muchos; sin embargo, en este texto me concentraré en dos que permiten representar de manera adecuada este tránsito hacia formas de mestizaje diferenciadas. a)En el caso del maíz, los españoles reconocieron las prácticas de preparación, cultivo y recolección de diferentes pueblos aborígenes americanos. Con su llegada, estas prácticas no variaron sustancialmente, pues a lo largo de los siglos XVI y XVII siguió primando en buena parte de las tierras cálidas el trabajo comunitario, el cultivo extensivo, la rotación de campos, el desmonte y quema de terrenos, la limpieza, la siembra por medio de la coa, el desyerbe, la vigilancia por parte de los jóvenes y la recolección. Esta esquematización variaba según las regiones, pero en general funcionaba. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 17 El cambio fundamental tuvo su centro en las cantidades que se comenzaron a demandar por parte de los encomenderos y el mercado hispánico con respecto a lo que se producía anteriormente, porque si bien el maíz era el eje central de la comida de gran parte de los pueblos americanos, la presión por mayores cantidades aumentó considerablemente con la consolidación de la sociedad hispánica y de los circuitos comerciales, y también con los requerimientos de los ámbitos minero y ganadero, que exigían el maíz como su sustento primordial. Esto puede parecer un simple cambio en las cantidades y volúmenes, pero en el fondo implicó algo más complejo, ya que puso al límite productivo dicho modelo de cultivo y, además, lo insertó en una tenencia privada de la tierra que hacía que la rotación y descanso de los terrenos cada vez fuera menor, con lo cual, progresivamente, las tierras se fueron haciendo menos productivas. Además de la apertura de la frontera agrícola y la intensificación del tiempo dedicado al cultivo, la respuesta en el marco de dominación encomendera se circunscribió a las posibilidades con que se trabajaba tradicionalmente en las comunidades aborígenes. Fue una respuesta endógena, que prácticamente no incluyó elementos exógenos tales como el abono y el arado con bueyes. Por lo tanto, al menos para el Nuevo Reino de Granada en los siglos XVI y XVII, más que mestizaje del cultivo lo que hubo fue la preservación de la estructura. El mestizaje se dio por otra vía. En muchas regiones, no en todas, cambió la composición étnica de los cultivadores, pues se conjugaron la disminución poblacional indígena y la integración progresiva de mano de obra africana, de mestizos y de blancos pobres, regentados o no por el poder encomendero. Esta inclusión de poblaciones subalternas en el cultivo agrícola se hizo por el aumento en las necesidades del bastimento de maíz y un decrecimiento continuo de la población indígena a lo largo del 18 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad siglo XVII, pues a diferencia de otras regiones, en ésta no hubo recuperación demográfica aborigen en este siglo.2 Desde mi perspectiva, la forma más interesante de mestizaje productivo fue la que se dio en algunas poblaciones indígenas costeras, cuyos habitantes conocían, cultivaban y se alimentaban del maíz, pero su fuente principal de sustento no dependía de este producto sino del pescado, que consumido directamente o vuelto harina, y según López Medel “es su pan, su vianda y todo su sustento”3, les servía de carbohidrato y proteína. Tal vez otros pobladores indígenas no llegaban hasta este punto, pero entre ellos el maíz tampoco ocupaba igual puesto que en los grupos mesoamericanos, o en los pueblos muiscas, o en tantos otros de América. Las imposiciones de los encomenderos, aunadas a unas políticas de homogenización tributaria impuestas por la Corona, hicieron que estos grupos humanos variaran su trabajo y su dedicación al cultivo en proporciones particularmente grandes y nuevas para ellos, o bien, que introdujeran en algunas regiones de la costa formas de cultivo utilizadas en otras zonas, (por ejemplo, la práctica de la cosecha nueva y vieja), con lo cual trastocaron y modificaron el sustrato agrícola. Así, los españoles sirvieron de agentes de transformación de las prácticas indígenas al combinarlas con otras que eran a su vez originarias de América. En consecuencia, se produciría un tipo de mestizaje muy sutil porque efectivamente hay un elemento de interculturalidad, pero no corresponde al patrón clásico que Occidente se ha acostumbrado a observar: español- indígena, sino que es matizado y sugestivo, de indígena a indígena. 2 Francis, Michael J. (2002). Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537-1636. Demografía histórica de Tunja: una mirada crítica. En: Fronteras de la Historia, anual vol. 7, 13-76. 3 López Medel, Tomás. (1992). Tratado de los tres elementos (cap. 6, p.154). Madrid: Alianza Editorial. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 19 b)Por otra parte, empiezan a introducirse los productos europeos en el suelo americano. En el caso de las ganaderías vacuna, porcina y apícola, el modelo de implantación pronto se vio superado por las posibilidades aparentemente ilimitadas, en una frontera en la cual no había competidores autóctonos con los cuales disputar el territorio. En este panorama, los hatos comenzaron a crecer a ritmos insospechados, amparados en la ausencia de cambios de estación, por lo menos en la zona intertropical, que prodigaba a lo largo del año pastos siempre verdes.4 En este punto no hay propiamente un elemento de transformación mixta, sino más bien un aprovechamiento de las posibilidades del territorio. El mestizaje se presentó al introducir a los indígenas en el oficio de vaqueros o porqueros. Y fue, sin duda, una experiencia inédita, ya que la ausencia de ganados domésticos americanos5implicaba también la falta de experiencia. Intuyo traumático el proceso de aprendizaje, aunque carezco de las fuentes para señalar el grado de complejidad que tuvo. Lo cierto es que finalmente los indios aprendieron los oficios, tanto para ejercer el trabajo de forma asalariada como para ser propietarios de cabezas de ganado, en menor o mayor medida; con ello, buena parte de los grupos que antes tenían movilidad territorial al ritmo de la rotación de cultivos o eran claramente nómadas, se comenzaron a asentar permanentemente en un sitio, como parte de su trabajo o de sus posesiones, tal como lo señala Wachtel.6 Se da, entonces, no sólo una transformación de modelos de asentamiento para muchos grupos, sino también una vaquería que, en su forma de trabajo, amplitud y magnitud puede ser comprensible en un patrón clásico europeo, pero no es posible reducirla a este último. 4 López de Velasco, Juan (1971). Geografía y descripción universal de las Indias (pp. 6- 7). Madrid: Atlas. 5 Crosby, Alfred W. (1988).Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900. Barcelona: Editorial Crítica. 6 Wachtel, Nathan (1985). La aculturación. En: Jacques Le Goff, y Nora Pierre (editores) Hacer la Historia (tomo I, p. 142 y ss.). Barcelona: Laia. 20 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad En el caso de la ganadería porcina hay un elemento fundamental para comprender el éxito en la reproducción de las piaras y en el crecimiento de los cerdos: el volumen de un nuevo pienso que en cantidad y calidad se mostraba prácticamente insuperable (hasta el día de hoy según Warman7), como el maíz; en las zonas antillana y Caribe se complementaba este grano con la yuca. Así, en Cartagena (y muy probablemente en Cuba) se consolidó a mediados del XVI una tríada de estos elementos, sobre la cual se garantizaba la seguridad alimentaria del puerto y del comercio interamericano y trasatlántico. En este caso tenemos el encuentro de dos estructuras productivas: la pecuaria del Viejo Mundo y una agrícola, que en su componente prehispánico se dedicaba exclusivamente al consumo directo, pero con la llegada de la ganadería (porcina fundamentalmente) asume una nueva posición mixta, de consumo directo e indirecto, que convirtió al maíz en el cereal de mayor consumo en América en ese momento, y después en todo el mundo. Así, procesos independientes integrados por la conquista fueron cambiando la faz productiva, acomodando las piezas en un panorama cada vez más indiano y occidental, al cual progresivamente se le fue añadiendo mano de obra de diferentes grupos o castas. Preparación y consumo Tratar secuencialmente la producción, la preparación y el consumo es consecuente con la forma en que se da el proceso alimentario; sin embargo, es necesario tener en cuenta que existe un proceso de interacción en el cual el gusto influye directamente en lo que se cultiva y cría. Una producción generosa y continua puede modificar los gustos por grupos, según unos criterios variables. No obstante, el vínculo más estrecho, sin duda, se da entre el cocinar y el consumir, porque aunque se trata 7 Warman, Arturo (1988). Historia de un bastardo. Maíz y capitalismo.México: Fondo de Cultura Económica., Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 21 de dos procesos diferentes, su proximidad (por lo menos en términos preindustriales) hace que tengan unos lineamientos generales que en estas páginas trataremos de mostrar y diferenciar. Un elemento común es que ambas forman parte de “estructuras del gusto” (para utilizar una expresión de Flandrin) que cada grupo ha elaborado, consolidado y transformado colectivamente con el paso del tiempo; estas estructuras permiten ordenar, jerarquizar y dar sentido a la comida,8pues como han mostrado ya muchos historiadores y antropólogos, comer es mucho más que ingerir mecánicamente nutrientes. En múltiples aspectos, estos principios van mucho más allá de la mesa o de la cocina y se manifiestan en diferentes esferas de la vida. Es preciso tener en cuenta estas estructuras para pensar de manera problematizada los mestizajes. a)Panes líquidos y sólidos En este acápite recurriré nuevamente al maíz para ver ese proceso de tránsito, porque sin duda fue el producto americano que mayor impacto tuvo en el consumo de la sociedad hispánica. Desde la conquista de las Antillas, este cereal se integró a la dieta de los españoles con rapidez, y además se cristalizó en el gusto de manera perdurable.9 Este éxito es comprensible, en parte porque el fundamento básico de la dieta europea en la Edad Moderna, especialmente en el sur del continente, era el pan. Sin él no había comida ni sustento.10 Es preciso señalar que nombrar a un alimento como “el pan” era una forma general de señalar el carbohidrato angular de una cultura. Bajo esta designación se escondían múltiples preparaciones y componentes de lo que podrían ser los panes. Existía una jerarquización de los tipos 8 Citado por Montanari, Massimo. (2006). La comida como cultura, (p. 55). Gijón: Trea. 9 Fernández de Enciso, Martín. (1975). Summa de geografía (p. 267). Bogotá: Banco Popular. Fernández de Oviedo, Gonzalo. (2002). Sumario de la natural historia de las Indias. (1526) (cap. IV, p. 68). Madrid: Dastin. 10 Grieco, Allen J. Alimentation et clases sociales à la fin du Moyen Âge et à la Renaissance. En : Jean-Louis Flandrin & Massimo Montanari (Coords.) (1996).Histoire de la Alimentation (pp. 479 y siguientes). Paris : Fayard. 22 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad de panificación, en la que unos era más apetecidos que otros (más los de trigo que los de maíz); sin embargo, todos tenían la posibilidad de cumplir su papel como eje articulador de la alimentación en tanto pan. En palabras de Montanari se podría afirmar que “la morfología del alimento es la que garantiza continuidad al sistema”,11 puesto que dentro de la diversidad de las panificaciones, las de maíz se pudieron equiparar con las de trigo y otros cereales europeos, ya que servían para cumplir los mismos propósitos. Es, pues, un canon interpretativo de la alimentación que privilegia un aspecto de la dieta (carbohidratos panificados) y reconoce en otros cereales esas posibilidades, en función de la forma y el papel que cumplen. Por eso, cuando Cieza de León afirmaba “(…) habiendo necesidad, como los hombres tengan maíz, no la sienten”12, se puede identificar su aserto como parte de una serie de afirmaciones, como la de Cristóbal Méndez, quien señalaba: “El pan es lo que más se come y sin él ningún mantenimiento se acaba”13, o la del médico Huarte de San Juan: “Faltando el pan no podemos comer de los demás alimentos”.14Es claro que el maíz no se inscribió en lo más alto de la escala de valoraciones, pues siempre, desde la perspectiva europea, ocupó un lugar subalterno, por lo menos en los siglos estudiados; tal vez ésta constituya una de sus características claras dentro del proceso de mezcla particular, es decir, la integración desde la subordinación al trigo.15 Para que se diera este proceso de reconocimiento por parte de los españoles fue necesario comenzar con las preparaciones de maíz: así panes, bollos y mazamorras, enunciados unas veces con palabras 11 Montanari, Massimo. La comida como cultura. Op.cit (p. 103). 12 De Cieza de León, Pedro. (1984). La crónica del Perú. Obras completas, tres tomos, tomo I (tercera parte, cap. xiii, p. 240). .Madrid, CSIC, Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo”. , 13Méndez, Cristóbal. (1991). Libro del ejercicio corporal y de sus provechos por el cual cada uno podrá entender qué ejercicio le sea necesario para conservar su salud (p.117). México: Academia Nacional de Medicina. 14 Huarte de San Juan, Juan. (1976). Examen de ingenios para las ciencias (p. 249). Madrid: Editora Nacional 15 Grieco, Allen J. (2010, 21 de septiembre). Charla en el Doctorado de Ciencias Sociales, Universidad de Antioquia. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 23 indígenas y otras directamente con voces españolas, se comprenden y comparan por analogía con platos de su propia cultura, que se vuelven arquetípicos y se asimilan al lugar que ocuparan en ella. Puede haber sustitución por semejanza, siguiendo el mismo principio morfológico que da continuidad al sistema, ya que la estructura se mantenía coherente y seguía cumpliendo las mismas funciones internas; más importante aún, era un elemento que podía ser articulador de la alimentación. Sin embargo, para perfeccionar la asimilación era necesario emprender algunas tareas de transformación de los productos, con preparaciones o elementos tradicionales, para hacerlos más reconocibles según un patrón clásico.16 De esta manera, según Galeotto Cey, en las Antillas, durante la primera mitad del siglo XVI, los europeos habían aprendido a comer los panes indígenas y también habían enseñado a las cocineras aborígenes a que los prepararan según sus preferencias.17 Tal vez estos cambios se aproximen a lo que escribió López Medel pocos años después: Del maíz los españoles que habitan en tierras calientes donde no se siembra trigo, hacen para su comer hartas delicadezas y regalos y muy lindas rosquillas en el horno que, siendo de buen maíz y bien cernido y aderezado y calientes, son harto más sabrosas que de pan de trigo. Hacen también muñuelos de muchas maneras, y hojuelas y empanadas y otras mil gollorías, porque las mujeres del mundo de por acá su golosina en todas partes se hace maestra para esto y para mucho más, de manera que de aquel maíz que nos parece por acá bárbaro, inculto y sin regalo, sacan nuestros españoles por allá tantos y más regalos y delicadezas como del trigo.18 O como a comienzos del XVII escribía fray Pedro Simón, que a los panes de maíz hechos por los españoles se les añadían huevos, manteca y otras 16 Montanari, Massimo. La comida como cultura. Op.cit. p. 106. 17 Cey, Galeotto. (1994). Viaje y descripción de las Indias, 1539-1553 (pp. 23 y 24). Caracas: Fundación Banco Venezolano de Crédito. 18 López Medel, Tomás. Op.cit. (pp. 153 y 154). 24 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad cosas, que los hacían muy regalados, es decir gustosos.19 Así mismo pasa con otras preparaciones de maíz, como por ejemplo, la mazamorra, identificadas con poleadas, gachas o polentas, un producto popular, no muy refinado, que da gusto y contento a los españoles. Desde 1525, Fernández de Oviedo señalaba que los españoles elaboraban una variante a la que se le agregaba leche de coco “(…) y por causa de esta leche de los cocos son las dichas mazamorras excelente manjar, y sin dar empacho en el estómago, dejan tanto contentamiento en el gusto y tan satisfecha la hambre, como si muchos manjares y muy buenos hubiesen comido”.20 Al variar los elementos de la receta e incorporarle nuevos, los españoles transformaban el producto; de alguna manera dejaba de ser una comida propiamente de indios y se volvía un verdadero manjar. “Se variaba la receta con un elemento que no pertenecía ni a la tradición española ni a la indígena, pero que gracias a un proceso de asimilación realizado por la primera, en la cual veían en el coco una nuez o almendra, sacaban el líquido, producto de majarlo y colarlo (tal como se hacía con éstas), y podían preparar algo similar a la talvina, que era una gacha o poleada hecha con leche de almendras. En el marco de la expansión española se mezclaban productos provenientes de diferentes ámbitos, para conformar algo nuevo, pero inserto en tradiciones precedentes”21 Estos dos elementos de integración de elementos nuevos a través de lo viejo, por comprensión analógica, muestran también que la sociedad dominante impone los cambios que fuerzan la realidad culinaria. No obstante, la chicha no tuvo elementos de comprensión analógica tan claros, así en ocasiones le digan “vino”, en otras se compare con 19 Simón, Fray Pedro. (1986). Fray Pedro Simón y su vocabulario. Edición Facsimilar de la “Tabla para la inteligencia de algunos vocablos” de las Noticias historiales. (p.52). Introducción, presentación y notas por Luis Carlos Mantilla Ruiz, O.F.M., Bogotá, Instituto Caro y Cuervo. 20 Fernández de Oviedo, Gonzalo Op.cit. (cap. XXV, pp. 152 y 153) 21 Saldarriaga, Gregorio (2011).Alimentación e identidades en el Nuevo Reino de Granada, siglos XVI y XVII. (p. 202). Bogotá: Universidad del Rosario Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 25 la cerveza y en otras con la sidra.22 Para estudiarla, la restringiré a dos ejemplos específicos: Balboa y sus hombres, entre 1510 y 1514, departían con los caciques del Darién en los agasajos tradicionales aborígenes, y al calor de la chicha negociaban, establecían lazos de unidad y se vinculaban, en ocasiones por medio de formas de “cuñadismo”. Más allá de estos areítos y fiestas, los conquistadores hicieron de esta bebida fermentada su alimento fundamental en el asentamiento de Santa María la Antigua del Darién -tal como lo hacían los indígenas de Tierra Firmey con ella se mantenían bien sustentados y gordos, según la expresión de Fernández de Enciso.23 En la frontera occidental del Imperio español, en ese momento, estos hombres se adaptaron al consumo indígena, sin duda mediados por su propia experiencia, pero con una laxitud que no era propia exclusivamente de una necesidad última de supervivencia, sino el producto de un elemento específico de una cultura de conquista, tal como la definió hace muchos años el antropólogo Foster.24 Aprendieron a consumir estos panes líquidos, al tiempo que panes secos de maíz; cada vez que podían pasaban de las bebidas fermentadas al vino, en un camino de ida y vuelta que también aprendieron a transitar los caciques, de la mano de gente como el mismo Balboa, Julián Gutiérrez y tantos más.25 Si bien para la gente de Balboa se trató de un consumo constante, no dejó una marca social perdurable, o por lo menos no lo suficientemente fuerte. La gente recién llegada con Pedrarias, en 1514, no tuvo tiempo de adaptarse a la tierra, y en la primera gran escasez de alimentos perecieron de hambre alrededor de 500 o 700, implorando por un pan, muy posiblemente uno sólido, en parte porque no se hicieron a la comida de la 22 Fernández de Oviedo, Gonzalo. Sumario. Op.cit. En: Galeotto Cey.Viaje y descripción de las Indias (p.190). 23 Fernández de Enciso, Gonzalo. Op.cit. ( p. 267) 24 Foster, George M. (1962). Cultura y conquista: la herencia española de América. Xalapa: Universidad Veracruzana. 25 Friede, Juan (1956).Documentos inéditos para la Historia de Colombia (tomo IV, p. 11 y ss.). Bogotá: Academia Colombiana de Historia 26 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad tierra y sus panes líquidos.26 En este punto se puede retomar nuevamente a Foster y pensar que estos moribundos no estaban inscritos en la lógica de una cultura de conquista, sino en un contexto de polis, es decir, al amparo de una ciudad, seguros de que Santa María la Antigua del Darién era una Castilla del Oro, como se les había afirmado en España, en vez del villorrio con aires de campamento provisional y puesto de avanzada, como mostrara la experiencia. Al ponerlo en una perspectiva más amplia, se ve que para los hombres de Balboa el consumo de la chicha era público y político, pues constituía su principal bastimento y su mecanismo de negociación (además de la violencia de las armas y los perros), en tanto que, posteriormente, para muchos encomenderos se trataba de un consumo privado y doméstico, de mano de la servidumbre; para los blancos pobres era el agente socializador que les permitía integrarse con el mundo subalterno en las chicherías y pulperías donde encontraban acogida. Como se ha insistido previamente, la morfología de los alimentos ayudaba a mantener una línea de continuidad por medio de las analogías. En el caso de la chicha no se dio de esa manera, sino más bien por medio de la función social que cumplía, aunque ésta debe ser entendida en una doble vertiente: por un lado, su posibilidad embriagante servía para reemplazar los vinos, por su ausencia o por su costo. Por otro, servía de alimento, bien como acompañante o bien como plato único. En buena medida, el proceso de mestizaje se dio por la urbanización de su consumo y su mercantilización, pues la chicha salió de su ámbito de producción comunitaria, en el cual las mujeres de una familia la preparaban para repartir entre sus miembros, visitantes o ayudantes, y la hizo asequible en un lugar donde se conseguía permanentemente, sin necesidad de pertenecer a ninguna comunidad o haber trabajado para ella. Así, la chicha entró en otra lógica. 26 Saldarriaga, Gregorio. (2011). Alimentación, comunidad y poder en las fundaciones tempranas de la Tierra firme: claves para entender la mortandad de modorra en Santa María del Antigua del Darién. En: Virgilio Becerra y Paolo Vignolo (coordinadores). Tierra Firme. El Darién en el imaginario de los conquistadores. Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia y Universidad Nacional. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 27 Hay otro elemento importante y es la forma en que los hijos de los encomenderos, entregados a las amas de cría indígenas y educados en las cocinas, aprendieron a apreciar los sabores de la tierra, sin que para ellos representara una experiencia de sustitución, sino una práctica con identidad propia, que tal vez significaba más en el ámbito doméstico que en el público, y que integrada con otras formas de llegar a esta bebida, permitía que diferentes registros de acercamiento o formas de consumo fueran constituyendo un panorama múltiple en torno a un mismo producto, del cual participaban blancos, indios, negros, mulatos, mestizos y zambos. En este caso, el mestizaje del consumo se da por una estructura productiva relativamente grande que mantiene la de consumo y permite, en la celebración y en la familiaridad, que los españoles participen y la beban. Ante la falta de experiencia con productos morfológicamente similares a la chicha, no se hicieron cambios o adiciones en su preparación; por lo tanto no era sustancialmente diferente; el cambio se comenzó a dar, más bien, por la imposición de unas formas que llamaríamos más pulcras. Así, Cey escribió que los cristianos hacían la chicha colando el maíz después de cocido y antes de comenzar el proceso de fermentación.27 A comienzos del siglo XVII, fray Pedro Simón, sin entrar en detalles pero sí en pretensiones, dijo que los españoles preparaban la chicha “(…) más limpia, y más curiosa y más regalada”.28 Fueron cambios pequeños, pero que desde una óptica dominante se veían como marcas de distinción y diferenciación social y cultural, y consecuentemente, de pertenencia. Desde mi perspectiva, el fenómeno de mestizaje más poderoso en la chicha no se dio en el ámbito de las transformaciones y aditamentos culinarios, ni en el de la adopción española, sino en el de las concepciones. Los españoles encontraron una correspondencia en buena parte del mundo indígena, pues también los aborígenes, en su mayoría, tenían 27 Cey, Galeotto. Op.cit. (p. 24). 28 Fray Pedro Simón y su vocabulario…Op.cit. (pp. 60 y 61). 28 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad un carbohidrato como parte central de la dieta. No obstante, había una diferencia sustancial entre los dos consumos: mientras que los españoles preferían los panes sólidos -sin desconocer los líquidos-, el mayor consumo entre los indígenas se hacía con carbohidratos líquidos, especialmente de chicha; consumían bollos y panes, pero el grueso del sustento recaía en esta bebida fermentada que les servía, según la preparación y el contexto de ingestión, de bebida embriagante o de vianda central. Con la llegada de los españoles, se empezó a privilegiar el consumo de los panes secos, en detrimento de los líquidos. Esto implicó un aumento sustancial en el trabajo de las mujeres aborígenes, tanto porque fueron desnaturalizadas de sus ámbitos de servicio tradicional como porque, si bien estaban acostumbradas a hacer panes sólidos, no en las cantidades y proporciones que demandaba la sociedad hispánica. Si además tenemos en cuenta que estas panificaciones entrañaban mucho más trabajo en su preparación y en la cantidad de energía calórica (consecución de leña y conservación del fuego encendido) que las líquidas, se aprecia un aumento considerable del trabajo femenino y, tal vez lo que es más importante, el tránsito a una sociedad mayoritariamente consumidora de panes de maíz, que si bien tenían un origen indígena, pasan a ocupar un lugar central en la dieta, merced a la intervención y mediación de la sociedad hispánica. Así, el proceso de mestizaje alimenticio también se dio porque los dominadores realzaron algunos elementos de las culturas aborígenes y restaron importancia a otros. Tal vez el rompecabezas cultural tras la llegada de los conquistadores seguía teniendo los mismos elementos pero, definitivamente, no en las mismas proporciones, distribuciones y relieves. En una cultura mixta, las líneas de continuidad pueden establecerse por medio de los productos, en tanto que las discontinuidades, por los pequeños o grandes cambios del consumo, y también por cierta transformación de las preparaciones culinarias y sus variaciones. La chicha no desapareció por ello; siguió, incluso, siendo alimento central Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 29 para muchos grupos, pero perdió su importancia global como alimento; es decir, se puede encontrar una integración social en torno a su consumo, pero con unos parámetros nuevos, diferentes a los tradicionales indígenas. b)Transformar para integrar Hay productos que muestran otras rutas de mestizaje. Por ejemplo, los animales silvestres americanos que se obtenían por medio de la cacería (aunque en ocasiones pueda llamarse más bien recolección): iguana y tortuga. Tradicionalmente, los grupos indígenas que convivían con estos animales los consumían de manera permanente y los encomenderos los recibían como parte de la tributación. Por la forma de comerciar las tortugas, estos animales se integraron en las ventas regulares de las carnicerías (por lo menos en Cartagena)29, y se siguió el patrón de exhibición y pesaje, como si se tratara de carne de puerco o de ternera, lo cual no ocurrió, por lo menos hasta donde sé, con las iguanas. Salvo esta diferencia, en ambos casos, en las preparaciones se siguió el mismo modelo de asimilación morfológica que antes se había enunciado, aunque se jugara con la multiplicidad, pues comparaban sus carnes con las de diferentes animales terrestres, con la de ternera o cerdo en el caso de la tortuga y con la de conejo o gallina, en el de la iguana. Es así como Fernández de Oviedo proporciona una receta para prepararla igual que a una gallina (con col, especias y tocino), en tanto que Gage nos habla del estofado hecho de este lagarto con especias y de su parecido con la carne del conejo. Las preparaciones de la carne de tortuga solían ser cecinas o estofados y en mucho seguían la línea de las del cerdo. Por su parte, Labat señaló que en las Antillas Francesas la única diferencia entre el bucan de tortuga y el de puerco, era que este último se hacía tierra adentro, mientras que el de aquella se realizaba al pie de la playa.30 Entre los ingredientes 29 López Medel, Tomás. Op.cit. (cap. 8, p. 95). 30 Labat señalaba que se podía preparar como la de buey o la de carnero 30 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad que acompañan la preparación en ambos casos están: zumo de limón suficiente para cubrir, ají, pimienta, sal y clavos machacados.31 En este caso y en las preparaciones de la iguana se ve cómo permanecen estructuras de elaboración europeas; se sustituye una carne por otra, sin que pierda sentido para el consumidor, y se integra a la lógica del plato, con condimentos, especias y picantes del Viejo y del Nuevo Mundo, que lo vinculan en un todo global. En el mundo de las frutas americanas es posible encontrar algunos elementos culturales de las mezclas y sus posibilidades. Se tomarán como ejemplo la piña, la guayaba y el plátano (a pesar de no ser aborigen este último, pero lo pareció por su rápida aclimatación). En primer lugar hay que tener en cuenta que la Edad Moderna es heredera de los prejuicios galénicos contra las frutas; se consideraba que su consumo podía producir enfermedades porque desbalanceaba el equilibrio de los humores en el cuerpo.32 Para comerlas era necesario, por un lado, moderación, pero sobre todo, transformación culinaria, porque la función de la cocina como artificio era combinar los productos para corregir sus características.33 Este proceso no se daba exclusivamente por medio de la cocción o el fuego, sino también por la aplicación de preceptos dietéticos que, desde una perspectiva europea, hacían consumibles los productos de la tierra. Por ejemplo, la piña, según el testimonio de Gage, era “(…) tan refrigerante que es peligroso comer mucho”,34; por esta razón se ponía en agua con sal para contrarrestar su frigidez y luego se pasaba por agua 31 Labat, Jean Baptiste (1979). Viaje a las islas de la América (primera parte, cap. VII y quinta parte, cap. I.). La Habana: Casa de las Américas. 32 Montanari, Massimo. (2008). Il formagio con le pere (p.69) Roma: Laterza. 33Montanari. La comida como cultura. Op. cit. (p. 50). 34 Gage, Thomas. (1947), Nueva relación que contiene los viajes de Tomás Gage a la Nueva España, sus diversas aventuras y su vuelta por la provincia de Nicaragua hasta La Habana, con la descripción de la ciudad de México (1625) (pp. 146 y 147). Prólogo de Artemio de Valle-Arizpe. México: Ediciones Xochitl. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 31 fresca antes de ser servida. En el caso del plátano, su corrección se hacía con la preparación en las brasas, como con las peras, y se le chorreaba un poco de vino, como se hacía con el melón.35 Dentro de la concepción de los cuatro elementos y características del mundo, las frutas, en general, eran frías y secas; de ahí que la sal, considerada caliente y seca, o el fuego, sirvieran en este proceso de acomodo para hacerlas menos frías, y el agua, para darles un poco más de humedad, con lo cual se ubicaban en un término dónde no resultaran peligrosas o dañinas, o que simplemente las hiciera más fácilmente digeribles.36 Por último, dentro de estos acomodos y adecuaciones hay una que es importante aunque parezca intrascendente: ubicar las frutas en un momento específico de consumo para abrir o cerrar el estómago -según fuera el caso- y ayudar a la digestión.37 Este posicionamiento permitía, entre otras cosas, integrarlas a valores y relacionarlas con las demás comidas, para que su consumo tuviera sentido, tanto en lo dietético como en lo gustativo. Así, por asimilación de las estructuras, se dio una integración de los productos que preservaba las lógicas de consumo, pero poco a poco fueron transformando su semblante. Otro modo de combatir el frío de las frutas en la tradición europea era la cocción.38 En América se siguió esta línea de pensamiento con el plátano y con la guayaba;39 sin embargo, por la abundancia de azúcar tuvo primacía la cocción para conservas y confituras, con “(…) otras mil invenciones de golosinas de ellas”.40 De esta manera, frutas que no siempre fueron 35 Carletti, Francesco. (1976), Razonamientos de mi viaje alrededor del mundo, (1594-1606). (pp. 10, 11 y 38). México: UNAM. Instituto de Investigaciones Bibliográficas. 36 Montanari, Massimo. La comida como cultura, p. 51. Agradezco a Allen J. Grieco su guía y aclaraciones sobre las concepciones de la sal. 37 Monardes, Nicolás. (1990). Herbolaria de Indias (Primera y segunda y tercera partes de la Historia medicinalde lascosas que se traen de nuestras Indias Occidentales) (p. 255).. México, Instituto Mexicano del Seguro Social. 38 Montanari, Massimo. Il formagio con le pere. Op.cit. p. 76. 39Monardes. Herbolaria de Indias. Op. cit. p. 256. 40 López Medel, Tomás. Op.cit. p. 148. 32 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad apreciadas por su olor, sabor o características (como la guayaba),41tuvieron una vía de acceso al gusto de las sociedades hispánicas en América. La transformación de las Indias en productora de azúcar para el mundo y para sí fue, sin duda, una de las marcas alimenticias de su tiempo, con tanta fuerza que cambió el panorama dietético del mundo.42 El camino de las frutas muestra una alternativa de mestizaje que puede estar emparentada con la de los animales americanos: en principio no hay propiamente un mestizaje que se pueda definir como cruce de prácticas interculturales, sino que más bien se trata de una apropiación europea de productos de las nuevas tierras. No obstante, es un mestizaje, porque si bien se preservaba el modelo o estructura europea, cambiaban de tal manera contenidos y sabores, que ya no eran reconocibles. Con la entrada de la caña dulce se trastocaba todo el panorama, pues una planta asiática y un entramado de beneficio comercial introducidos por los españoles abrían oportunidades culinarias y gustativas que marcaban una diferencia con el Viejo Mundo. Era tanto un proceso de criollización, en el cual los productos americanos se occidentalizaban, como un mestizaje planetario en un escenario indiano, en el cual africanos e indígenas compartían labores en la molienda de la caña y trabajos propios del azúcar, que iban desde la zafra, la cocción y la purga del producto, hasta la elaboración de las cajetas en las cuales se empacaban los diferentes dulces; esto se daba a la par que se endulzaban el gusto y la dieta americana de todos los grupos. c)Integrar para transformar En términos generales, antes de la llegada de los españoles, la dieta de los pueblos aborígenes estaba basada en la agricultura, en tanto la proteína animal proporcionaba sabores suplementarios, con valor periférico en 41 Fernández de Oviedo señalaba que los españoles recién llegados demostraban fastidio por el olor de la guayaba, que se les asemejaba al de los chinches. 42 Mintz, Sydney. (1996). Dulzura y poder. El lugar del azúcar en la historia moderna. México, Siglo XXI. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 33 términos de cantidad y regularidad. Por supuesto, había variaciones y diferencias entre grupos; por ejemplo, los pueblos de la costa Caribe tenían un altísimo consumo de pescado dentro de algunos grupos con fuerte grado de jerarquización, como los muiscas, el consumo de ciertas carnes era un privilegio restringido a los niveles más altos. Buena parte de las formas de provisión de proteína de los indígenas estaban mal vistas por los españoles, que no reconocían la calidad de algunos productos, bien por ser piezas muy pequeñas (roedores americanos, lagartos), insectos (hormigas, gusanos, langostas), bien por ser elementos inaceptables, como seres humanos. Todo esto iba directamente contra el canon de lo que debería ser el consumo de carne, o por lo menos, el ideal. Además, afectaba directamente la tributación, pues si se suponía que los pueblos deberían entregar aquello que tradicionalmente producían, los encomenderos recibirían productos inútiles desde su perspectiva. De ahí su afán por introducir una ganadería europea según los patrones tradicionales, que hicieran aceptable la obtención de la carne. No sólo se buscaba que el trabajo ganadero transformara a los aborígenes. Se asumía que la integración en su dieta de la carne de las diversas ganaderías europeas produciría cambios sustanciales, en tanto los modelaría en una vida civilizada. Por ejemplo, Gaspar de Rodas, primer gobernador de Antioquia, argumentaba que la introducción de los vacunos era fundamental para que los indios de la provincia dejaran el canibalismo, pues ya no tendrían necesidad de la carne humana, con lo cual se facilitaría su subordinación a la Corona y su evangelización.43 Aunque ésta es una perspectiva llevada al extremo, es claro que así como la práctica ganadera cambió sus vidas, el consumo de carne implicó transformaciones sustanciales que se manifestaron de maneras diversas según contextos específicos. Por ejemplo, los españoles afirmaban, a finales del siglo XVI, que los indios que consumían carne eran los criados entre cristianos, en tanto que los que crecían en los pueblos no se acostumbraban a ella. 43 AGI, Santa Fe 51, r 1, n 54. 34 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Si bien se trata de una generalización de la época no enteramente cierta, tiene un sustrato de veracidad importante: tanto en las ciudades como en las minas o en las encomiendas, los indígenas podían tener mayor acceso a este tipo de alimentos, bien porque hubiera un comercio al cual tuvieran acceso, bien porque fuera provista por los encomenderos o dueños de cuadrillas mineras, o bien porque el entramado productivo facilitara su consumo. En cambio, aquellos que estaban alejados del mundo hispánico tenían poco acceso a estas carnes, razón por la cual seguían vinculados a gustos tradicionales que las veían como una novedad poco atractiva, y en ocasiones, como un elemento, símbolo de dominación y sometimiento contra el cual levantarse, tal como lo hicieron en Santa Marta los indígenas, que la consideraban una afrenta a la comunidad, que debía pagarse con la vida de quienes la consumieran.44 No obstante, es necesario establecer un matiz entre ambos puntos, pues había grupos en abierta confrontación con los españoles, o simplemente alejados de ellos, que apreciaban estos sabores que proporcionaban los ganados, como por ejemplo los pijaos o los indios rebeldes de la Guajira, que accedían a sus carnes por medio de los ataques a los hatos y estancias de las ciudades de su entorno, o bien grupos del Darién que apreciaban la vaca y despreciaban el cerdo. Incluso hay que descentralizar la posición de los españoles como proveedores exclusivos, pues tanto los que estaban bajo su dominio como los que no, recurrían al abigeato para obtener la carne necesaria o deseada.45 Es recurrente señalar que la carne era cocida o puesta en la olla con otros productos de origen americano para hacer un puchero. De esta manera operaba un fenómeno similar al que se dio cuando los europeos consumieron los productos americanos: introducción en estructuras del gusto, que permitía ubicarlos y relacionarlos para que tuvieran sentido como parte de una preparación “tradicional”. Sin embargo, es preciso 44 Córdoba, Luis Miguel. Sacrificio de españoles en San Juan y Navidad, copia manuscrita. 45 Saldarriaga, Gregorio. Alimentación e identidades. Op.cit, p. 250. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 35 tener en cuenta que el puchero es un plato arquetípico que tenía diversas presentaciones tanto en las cocinas ibéricas como en las indígenas (olla podrida, sancocho, ajiaco, locro), por lo tanto podía servir como espejo intercultural en el cual todos veían un orden, por el tipo de preparación, sólo que unos, los indígenas, le asignaban un mayor sentido por las raíces y vegetales, en tanto los otros, los españoles, por las carnes. Es claro que los pequeños detalles son importantes y que cada uno de los grupos, en algún momento buscó establecer su propio cariz; sin embargo, esta forma de pertenencia múltiple construyó un mestizaje en el cual todos se podían reconocer, así en principio no vieran todos lo mismo. La alta producción de vacas y cerdos propició que la carne fuera relativamente asequible para todos los grupos sociales a lo largo del Nuevo Reino de Granada, obviamente no para todos en la misma cantidad o calidad. Esta disponibilidad transformó el panorama dietético, porque permitió un cierto grado de homogenización en el consumo de la carne, con lo cual se abrió un panorama mestizo, pero también una verdadera novedad en cantidad, tanto para los indígenas como para los españoles, con lo cual se trastocaron sistemas de valores médicos tradicionales y una relación con la carne como valor central de la alimentación.46 Conclusiones Hace tiempo Solange Alberro señaló que la ausencia de una “masa crítica” social haría más permeables culturalmente a los sujetos para asumir prácticas, usos y costumbres de otros grupos; una baja población española, en contraposición con una alta densidad demográfica indígena incidía en beneficio de esta maleabilidad.47 Si bien coincido con este planteamiento, hay otros elementos que lo complementarían e iluminarían nuevas formas de comprender la interculturalidad. 46 Ibíd. p. 271 y ss. 47 Solange Alberro. Del gachupín al criollo o de cómo los españoles de la Nueva España dejaron de serlo. México: Colmex, 1992. 36 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Es claro que no se vivió de la misma manera el mestizaje desde los diferentes extremos de la dominación, así como no era igual en las zonas intermedias. Y por supuesto, no fue lo mismo el mestizaje de los conquistadores y los recién llegados, que el de criollos y mestizos, criados con leche indígena. No obstante estas diferencias, considero que es posible establecer unas líneas de acción y dispositivos culturales que muestran tendencias generales. Hay unos mestizajes que se dieron cuando el sistema productivo era tan avasallador y funcionaba tan generosamente que proporcionaba alimento en abundancia para casi todo el mundo. Debido a ello no se produjeron grandes cambios en los aportes, sino más bien en el destino que se daba a estas comidas, como en el caso del maíz. Cuando se salía del ámbito productivo, la abundancia de una preparación permitía que los diferentes grupos se integraran según sus posibilidades de negociación y sus contextos específicos. Es lo que ocurrió con la carne y el maíz. Además, permiten poner en cuestión un elemento: entre mayor integración tuviese un producto con el comercio, imperial o no, mayor resultaba su asimilación en patrones de consumo, con lo cual podían crearse diferentes niveles de acercamiento o interpretación mestiza del plato, como en el caso de la chicha. Si bien el comercio implica una presencia prácticamente global, no todos entran en él como compradores, sino que, aun estando ubicados en algunos de los niveles productivos o de preparación, se ven penetrados por su presencia y posibilidades. Este efecto se negociaba con los referentes culturales que cada grupo tenía, que los autorizaba a permitir o rechazar la apropiación del producto o preparación. En los ejemplos estudiados se puede ver que en el mestizaje alimentario casi siempre se buscaba establecer una línea de continuidad con las experiencias precedentes, con lo cual la nueva adquiría sentido, y así era posible apropiarla. Morfología, analogía, funciones sociales del alimento y estructuras del gusto deben sopesarse con los factores económicos y productivos para comprender el proceso de transformación que conduce al mestizaje. Comidas y etnicidades: africanos e indígenas en la olla del misionero Luis Alfonso Ramírez Vidal Con especial cariño dedico estas ideas a tres tradiciones gastronómicas: Irene Navarrete en Tlatelolco, Inesita Salazar y Margarita Vidal, en Medellín. Introducción E s un hecho que nuestra habitual manera de alimentarnos tiene mucho de tres de los grupos que eligieron vivir en América: europeos, indígenas y africanos. En efecto, América fue una gran despensa de alimentos y comidas1 de la más variada índole, por ejemplo insectos, animales en pie, reptiles, anfibios y una cantidad significativa y casi infinita de plantas, como lo muestran los trabajos de Jack Weatherford (1988). Esta parte del mundo, como era apenas de esperar, contaba, gracias a sus distintos tipos de climas, geografías y grupos humanos, con toda clase de vituallas, y no sólo comida buena para comer, sino también comida buena para pensar; es decir, una cantidad significativa de vicios, como el tabaco, uno de los consumos que más rápido se extendió por el mundo. En este ensayo, groso modo, pretendo hacer un recorrido presuroso por la manera como los tres universos alimentarios-gastronómicos se cocinaron al amparo y tutelaje del cristianismo. Éste será un elemento articular del 1 Por alimento comprendo aquel que se encuentra en estado natural, y por comida el que ha sido modificado culturalmente para su ingesta. Con todo, y pese a los debates, estamos aún lejos de dar solución definitiva y contundente al problema de donde se encuentran los límites, si los hay, entre lo que consideramos alimento (lo crudo) y lo que se consideramos comida (lo cocido). 38 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad proceso que nos ocupa, no el único, pero sí el más visible, puesto que el cristianismo modeló los hábitos del comer, además de haber coadyuvado a la transformación del paisaje para hacer comida, mediante los nuevos cultivos y la comida en pie, que muy pronto se integraron a los paisajes americanos. Valga anotar además, que el cristianismo se vio modificado por el encuentro, origen de este enorme condumio llamado América. Fogón: crisol de identidades El fogón, hasta donde llegan mis lecturas sobre historia de la cocina, es más antiguo que el propio homo sapiens. Leí, no hace mucho, que los neandertales algo sabían de las lides de hacer el quite al hambre por voluntad propia gracias a que cocinaban; y de hecho, fueron los primeros gastrónomos según Carson I. A. Ritchie (1986). De que sabían producir el fuego no hay duda, y de que conocían de fogones y ollas, tampoco. Sin embargo, me parece que el autor exagera al dar a estos parientes nuestros la patria potestad de la gastronomía, pues que yo sepa, tal hazaña se les ha reconocido a los italianos. Aunque el asunto parezca baladí, quiero pensar la relación que existe entre fogón y gastronomía, a propósito del Fogón de las Identidades, o para ser más justo, entre fogón y comer bien. La palabra gastronomía me parece rimbombante, desatinada, e incluso injusta con el acto de comer, pues sugiere de inmediato que la comida debe ser por necesidad y automáticamente deliciosa. Alguna vez les comenté a mis estudiantes de Antropología de la Alimentación, en medio de un delirio de “vana sobradez”, que la gastronomía no era más que la escasez refinada. La hipótesis de que la escasez es la madre de la gastronomía no la quiero defender por el momento, pero podría tratar de probarla con algunos ejemplos de la alta cocina mexicana. Lo que sí es meridianamente sostenible es que una vez nos encontramos más allá de los límites de saciar el hambre, el acto de preparar la comida pareciera marchar hacia el proceso gastronómico. Con todo, establecer los límites entre alta cocina y gastronomía no deja de ser complejo, y lo único que deja totalmente claro son nuestros propios escrúpulos. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 39 Decía que el fogón, ese gran invento de la humanidad, relicario de prehistorias, constituye uno de los mejores logros de nuestra especie; de hecho, difícilmente encontramos alguna cultura sin fogón. Su importancia para el estudio de los grupos humanos radica, fundamentalmente, en que allí las culturas cocinan su propias ontologías e identidades, y nos hacemos gente al cocinar, como ocurre entre los guambianos (Vasco, 2000), para quienes el fogón es el lugar de la palabra, de la memoria, del territorio, el sitio en el cual los alimentos se singularizan y, digámoslo más directamente, donde los frutos de la tierra se guambianizan porque los alimentos tienen rostro y son producto de la cultura que alimentan; de allí que hablar de cultura alimentaria es crear límites, diferenciarnos de lo otro y de los otros2. La comida, como entre los guambianos, alimenta la identidad. Este es el grave problema de algunos alimentos y fogones: son total y absolutamente despersonificados, sacados de contexto, e incluso peligrosos. Valga recordar aquí a Jean Anthelme Brillat-Savarin (2001: 20), cuando afirma que: “Convidar a alguien [a comer] equivale a encargarse de su felicidad en tanto esté con nosotros”. En buen castellano sería tanto como decir que somos responsables de la existencia del otro cuando le damos de comer o le cocinamos. Entregados al afán de la comida rápida, este es el compromiso que hemos olvidado3. Una anotación final a esta breve introducción: la cocina es la síntesis del Universo, una frase que bien podría haber dicho Einstein que 2 A quien desee explorar la relación entre gastronomía y nación lo invito a leer el extraordinario artículo de. Smith, Anthony D. ¿Gastronomía o geología? El rol del nacionalismo en la reconstrucción de las naciones. En: Fernández Bravo, Álvaro (Comp.) (2000). Invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Bhabha (pp.185-184). Buenos Aires: Manantial. 3 Hay una amplia literatura sobre la comida y los problemas causados por el afán, la biotecnología y otros venenos. Por ejemplo, Con la comida no se juega, de Naomi Klein, Gonzalo Palomino et al (2002); ¿Por qué a algunos les gusta el picante? Alimentos, genes y diversidad cultural, de Gary Paul Nabhan (2006); Biotecnología y la otra guerra, de Ezequiel Tambornini (2003), y El detective en el supermercado, de Michael Pollan (2009). 40 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad todo lo pensaba en clave de física; pero no, aquí los antropólogos le tomamos la delantera. ¿Por qué? De nuevo nos encontramos frente a un acontecimiento básico: en la cocina predominan los cuatro elementos del Universo: fuego, aire, tierra y agua4. Esto hace de ella, y del fogón, como ese sol en torno al cual giran todos los otros elementos, uno de los lugares más atiborrados de objetos y lleno de símbolos: el fuego, elemento que nos permitió ser la única especie que ha podido modificarse a sí misma mediante del acto de hacer comida, nos recuerda uno de nuestros primeros dominios sobre la naturaleza. De la vianda española al preparado indiano: las dietas americanas: los taínos y los mexicas La cultura taína, en el Caribe, representa el primer momento del encuentro entre los europeos y los futuros americanos, lugar de contacto y entrada desde el cual se avizoró la joven América, pero también el mayor cementerio de africanos fuera de su continente. De ellos, los taínos, y sus hábitos alimentarios, nos da noticia uno de los primeros cronistas de la historia del encuentro: “Había árboles muchos, pero ningunos semejantes a los nuestros, sino pino (sic) y palmas altísimas. Era el mantenimiento de aquellas gentes raíces en forma de nuestros nabos, que dicen ejes (es decir, batatas). Pan y panizo alguno, pescado en abundancia, y carne poca, la cual falta hizo caer a mucha de aquella gente en vicio de comer hombre” (Pérez de Oliva; 1991: 48)5. 4 En Laura Esquivel (1998) encontramos igualmente esta analogía. Véase: Íntimas suculencias. Tratado filosófico de cocina. Madrid: Plaza & Janés. 5 Pérez de Oliva, Hernán. (1991). Historia de la invención de las Indias. México: Siglo XXI. Estudio preliminar, edición y notas de Juan José Arrom. Vale anotar que Pérez de Oliva, nos dice Arrom, repite la tendencia general a confundir diversos grupos indígenas. Es a los caribes a quienes se les atribuye cierto género de antropofagia ritual con los enemigos capturados. Los taínos no practicaban género alguno de antropofagia (en nota al pie, página 48). El canibalismo, o sus causas, tiene distintos matices dependiendo de los contextos y culturas. Para una revisión histórica del canibalismo véase: Luis Pancorbo (2008). El banquete humano. Una historia cultural del canibalismo. México: Siglo XXI. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 41 Los caribes, estos sí, a diferencia de los taínos, tenían la costumbre de comer carne humana: “Éstos nombraban caribes, que aunque eran codiciosos de la carne humana, no comían las mujeres: tanto es poderosa ley de natura que encomienda las mujeres en el amparo de los varones, que aun aquellas fieras gentes, que otra ley ninguna guardan, ésta no quieren quebrar” (Pérez de Oliva; 1991: 49). Los caribes no comían carne de mujeres, seguramente ganadas como botín de guerra o quizás intercambiadas, sino que las conservaban como parte integral de la familia del vencedor. Los españoles, en su encuentro con el mundo culinario taíno, se sorprendieron de cómo éstos comían: “(…) viandas muy espantosas a los nuestros y entre ellos muy preciadas” (Pérez de Oliva; 1991:64) y de cómo preparaban las grandes iguanas que abundaban entre ellos, que por su tamaño confundieron con serpientes. A los taínos debemos algunas palabras de uso corriente en el castellano actual: hamaca, canoa y barbacoa: técnica de asar sobre parrillas de madera que vieron los ibéricos en los primeros años del encuentro. La vos taína pasó al inglés barbecue. Comían los taínos cosas menos monstruosas y conocidas entre nosotros; de entre ellas, digno es de ser nombrado el cazabe, es decir, la torta que se hace de masa rallada de la yuca6; comían los frutos de la higüera, que los conquistadores confundían con el fruto de los cocoteros; la guanábana, fruto que ellos, los taínos, llamaban guamiaba, y al que los españoles dieron el nombre de membrillo (se trata, sin duda alguna, de traducir al castellano las voces taínas, pero la guanábana no tiene parecido alguno con el membrillo); la guayaba, tan abundante en toda América, la encontramos en el universo alimentario de las Antillas. De los vicios, los taínos no se sustrajeron. Pérez de Oliva (1991: 94) nos relata: “Sorbían por las narices el polvo de cohoba, una yerba que los 6 Vale recordar aquí que la yuca es originaría de la cuenca del Orinoco-Amazonas. Este hecho nos dice claramente que estos grupos humanos, a diferencia de lo que pensamos con frecuencia, mantenían una extensa red de intercambio. 42 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad hacía atónitos en furor y, confundidas las imágenes de la fantasía, las cosas que veían se les representaban como en sueño, confusas y turbadas en su orden”. Juan José Arrom, en Pérez de Oliva (1991: 94) explica en el pie de página: “No es, pues, una yerba ni debe confundirse con las hojas de tabaco. El polvo que tales efectos causaba se hacía de las semillas del árbol que en la República Dominicana se conoce por tamarindo de teta y en Puerto Rico por cojóbana”. La carne humana, en calidad de ofrenda ritual a los dioses, fue banquete corriente entre las civilizaciones en tierra firme: la azteca y la maya. Más allá del morbo que a veces promueve esta práctica, encontramos, en el periodo antes del contacto, en plazas y mercados del México Tenochtitlán: jitomates (tomates entre nosotros), verdolagas, quelites, cacao, calabazas, magueyes, maíz, epazotes, frijoles y guajes; carnes de todo tipo y procedencia: armadillos, conejos, un tipo de perro, tuzas, zarigüeyas, ajolotes, salamandras e iguanas; entre las viandas de mar: cangrejos, almejas, caracoles y ostras, además de langostas, ranas, tortugas, serpientes, anguilas y pulpos; frutas de todo contar: guayabas, mameyes, chayotes, zapotes; nunca debemos olvidar los imprescindibles chiles7 (de todos los calores y picores); granos secos de calabaza, cacahuates o maní, leguminosas, nueces y amarantos8. El pozole, un preparado con carne humana de víctimas de guerra o como parte de la ofrenda a los dioses llevaba, entre otros ingredientes, maíz y chiles. Los españoles cambiaron la carne humana por la de res; eso sí, el color de la sangre, que tanto parecía apetecer a los mexicas, se reemplazó con el achiote o azafrán. De sabor intenso, aún se come en los restaurantes de todo el país azteca con viandas originarias de Europa: limones, rábanos y ensaladas en las que abunda la lechuga. 7 Los chiles, como gran parte de la dieta de nuestros antepasados, tienen un componente altamente adaptativo. Para una ampliación de esta idea ver: Nabhan, Gary Paul (2006). Por qué a algunos les gusta el picante. Alimentos, genes y diversidad cultural. México: Fondo de Cultura Económica. 8 Para una ampliación de la antigua dieta azteca ver: Pilcher, Jeffrey M. (2001). ¡Vivan los tamales! México: La Reina Roja. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 43 La antigua Tenoxtitlán La milenaria paciencia del indígena mexicano no sólo había logrado domesticar semillas, frutas y aves, además de producir una abundante cultura material para transformar y comer sus alimentos, sino que también llevó a la olla y al molcajete una buena y gran cantidad de comida de origen animal que hoy asustaría a cualquiera. En efecto, los cronistas de esta parte de la América española no cesaron de llamar la atención sobre las prácticas que tenían los antiguos mexicas y sus vecinos, de comer deliciosos y suculentos trozos de carne humana. Así, a las ollas mexicas no sólo fueron a parar animales y plantas, sino también todo aquel que osara interponerse en su camino o desacatarlos. Esta dieta humana, valga aclarar, fue complementada con jumiles, chapulines, gusanos y hormigas, entre otros. De paseo por el tianguis de Tlatelolco Cuentan los mayores que antes de que los barcos españoles atracaran en el puerto de Veracruz, y de que pasaran luego a la Antigua Tenochtitlán, existió en el valle de México, justo a uno de los costados del Templo Mayor, un enorme mercado donde los mexicas se proveían de todo cuanto daba la tierra y de aquello que traían los tributarios al rey Moctezuma. El cempasúchil adornaba y daba colorido a los tianguis, donde se podían encontrar rechonchas y flamantes jícamas, exuberantes epazotes, camotes, chayotes, jitomates y tomates que variaban en distintas tonalidades; verdolagas, pastelillos de maíz, copal para las festividades y ceremonias, además de una bebida de la cual sólo podían disfrutar las castas de más alto rango: el iztacuctli, es decir, el pulque blanco; así como peces y larvas de los lagos de Texcoco y Xochimilco. Encontraba también el feliz comprador y futuro comensal, chiles, fríjoles, calabazas y sus flores para comer y adornar, y liebres de Coyoacán que se exponían en coloridos manteles. Se debe destacar la 44 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad importancia que tenían y el honor que se les concedía en el banquete de los antiguos mexicas a los tamales, que se envolvían en hojas de maíz. Algunos de estos productos se intercambiaban por una de las semillas más apreciadas y gustosas de cuantas fueron domesticadas en el sur del Antiguo México: el chocolate. En la tradición oral encontramos el siguiente refrán: Es tan santo el chocolate que de rodillas se muele, juntas las manos se bate y viendo al cielo se bebe. Paralela a esta bebida se encontraba otra de igual importancia pero aún de mayor consumo por estar destinada al pueblo raso: el atole. No hubo, tal vez, bebida no alcohólica más popular que ésta en la Antigua Tenochtitlán: campesinos, guerreros, ancianos y parturientas recientes fueron reanimados por el calor del dulce sabor que emanaba del atole. ¡De vicios: todo que decir! Que se sepa, pocos grupos humanos han escapado a la tentación de probar sustancias alucinógenas,9 o en sentido antropológico, alimentos para el alma, aquellos que son malos para comer, pero buenos para pensar, a decir de los estructuralistas. Ninguna de las sociedades o civilizaciones que habitaban en América, fueron ajenas al consumo de este tipo de sustancias: pulques, mezcales, tabaco, chichas, hidromieles, yagé, peyote, marihuana, hongos, tapetusas, guarilaques, viches, vinos de todas las especies, etc. De hecho, entre la enorme cantidad de especies vivas, la humana es la única que se intoxica por voluntad propia; difícilmente encontramos en el reino animal un ser vivo que se emborrache como lo hace la especie nuestra. 9 A modo de ejemplo véase: Allain, Patrick (1973). Alucinógenos y sociedad. Marihuana y peyote. Bogotá: Pluma. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 45 Continuando, valga aclarar que nos hallamos con plantas, o en algunos casos partes de animales, que si bien no pueden ser catalogadas propiamente como alimentos, sí tienen en las distintas sociedades funciones muy específicas: dar alimento al alma, distinto a las plantas de civilización (Montanari; 2004: 14), como el maíz, el trigo, el arroz y la papa, que permitieron forjar a su alrededor grandes civilizaciones. En América es posible identificar extensas áreas del consumo de estos alimentos para el alma; así, en el norte de México, el peyote; en la zona andina, la hoja de coca y el sampedro; para el Amazonas, el tabaco, el vicio más extendido en el mundo. La importancia antropológica de estos consumos es que ellos hicieron posible el surgimiento (como parece el caso de la hoja de coca), de la civilización y la cultura en climas absolutamente inhóspitos, como las altas cumbres y sierras andinas: el Cuzco y el área del lago Titicaca. Tres fogones y una sola nación Todo fogón es reflejo de una cultura: identifica a quien cocina y a quien come. Entre los wayuu, en el Cabo de la Vela, éste es amplio, generoso y el lugar de estar para las mujeres. Allí encontramos quizás, uno de los fogones más típicos y universalmente construidos: un par de piedras, a veces adobes, apenas separadas para dar cabida a los leños. Se trata de un fogón que rara vez se encuentra apagado; gracias a la trashumancia del wayuu, éste siempre está presto a calmar el hambre del visitante. La sagrada trinidad alimentaria wayuu se articula en el consumo de arroz, patacón, pescado o carne de chivo, este último quizás uno de los alimentos que más identifica la cocina de esta etnia. En el otro extremo del país, en Tumaco, el fogón se levanta sobre zancos y se construye separado de la casa; allí, en las zonas más alejadas del casco urbano, el solo fogón es un universo aparte por una razón elemental: la experiencia les ha enseñado a los habitantes del Alto Mira que el fogón y el descuido son una mezcla peligrosa. 46 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Cocinando en Cabo de la Vela, Fotografía: Luis A. Ramírez Fogón en Cabo de la Vela, Fotografía: Luis A. Ramírez El fogón en Vuelta de Candelilla, en el curso medio del río, tiene una particularidad de admirar: está dirigido hacia otra cocina que se mantiene siempre abierta por el calor y la humedad del lugar, pero sobre todo, por el deseo de comunicarse de las mujeres que preparan las viandas para sus compañeros e hijos. De una cocina a otra, las afrotumaqueñas, mientras trabajan, se cuentan, en medio de risas y manoteos, intimidades que harían avergonzar a cualquiera. Como en la Guajira, este fogón se presta a la grandeza, pero en vez de piedras, allí se construye en barro, formando una barbacoa y siempre a buena altura, apenas para el tamaño de las afrotumaqueñas, gentes de estatura considerable, un portento que revela su herencia bantú. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 47 Si allí, en la Guajira, el fogón se resguarda de los fortísimos vientos, en Tumaco es todo lo contrario: se integra a la selva, de manera que al chasquido del plátano frito se incorporan los cantos de las aves y el sonido que produce el fuerte caudal del Mira. El papel de la Iglesia en nuestros hábitos alimentarios La alimentación, valga recordarlo, es un orientador cultural, el medio por el cual nos adaptamos a lo nuevo y creamos las condiciones que nos permiten vivir. La comida no existe en la naturaleza10, es un proceso mediado necesariamente por los referentes culturales, por una pedagogía que nos dice qué y cómo comer determinado producto. Fue así como los españoles debieron resignificar los distintos productos que encontraron en la variada geografía americana. Para afrontar esta difícil situación apelaron a uno de sus marcadores culturales más vitales: el cristianismo. En efecto, el cristianismo en una de sus versionas más conocidas entre nosotros, el catolicismo romano, inspiró el canon de lo que debía comerse: menos escrupulosos que los judíos y los musulmanes, los católicos lo comían casi todo, pero aborrecieron como pocos el consumo de carne humana, al punto de que quien incurriera en esta práctica era considerado un animal. La comida y el alimentarse, valga el ejemplo, han permitido diferenciarnos y reconocernos en los consumos, de tal manera, lo indio siempre fue catalogado en el horizonte cultural en los años de la Conquista y la Colonia11, como inferior: “Señalar que las comidas americanas eran de poco sustento era la contrapartida de quienes hablaban de la abundancia de la tierra. Con ello no se negaba la rentabilidad en la producción, sino que se cuestionaba directamente la calidad de éstas” (Saldarriaga, 2008: 111). 10 Al respecto Viridiana Ramírez escribe: “El vocablo alimento evoca la sustancia comestible capaz de dar sustento y mantener el organismo; la comida indica la sustancia comestible portadora de significados sociales. El alimento refiere así, a los aspectos naturales de la alimentación; en tanto, la comida denota sus dimensiones culturales” (2002: 131). 11 Esta práctica se encuentra lejos de desaparecer entre nosotros, pero ahora bajo formas distintas a las que se practicó en los primeros siglos del contacto. 48 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Finalmente Los procesos de aculturación, aquella que se inauguró hace más de cinco siglos, dieron, con el correr de los tiempos, origen a las cocinas nacionales-regionales, que no son más que el sincretismo de las tres herencias culturales que se asentaron en América. Cada una se integró con sus saberes y sus sabores al paisaje que le tocó en suerte. Lo importante aquí es que estas cocinas americanas, producto de una de las guerras más prolongadas de la humanidad, han dado paso a un inmenso condumio, pero también a una región que se debate entre el modernismo y la asimilación alimentaria, donde se nos ha impuesto qué comer, cuándo comer y dónde comer. Pensemos, por ejemplo, en la cocina campesina, en la que el reaprovechamiento es la norma: nada más recordar aquellas arepas de antaño que nunca fueron a parar al fondo de la caneca de basura, sino que constituyeron la base para la preparación de las migas, un sabor que nos recuerda el campo; ni qué decir de los calentaos, y no sólo de fríjol, uno de los preparados más virulentamente atados por la asepsia y la abundancia. En el fondo, lo que debemos reconsiderar y reorientar es el futuro del patrimonio culinario que se encuentra en cada uno de nuestros cocineros. Bibliografía Allain, Patrick (1973). Alucinógenos y sociedad. Marihuana y peyote. Bogotá: Pluma. Brillat-Savarin, J.A. (2000). Fisiología del gusto. Cataluña: Editorial Óptima. Chicangana-Bayona, Yobenj Aucardo (Comp.) (2008). Historia, cultura y sociedad colonial. Siglos XVI-XVIII. Medellín: La CarretaUniversidad Nacional. 391 p. Esquivel, Laura (1998). Íntimas suculencias. Tratado filosófico de cocina. Madrid: Plaza & Janés. Montanari, Massimo (2004). La comida como cultura. Gijón: Trea. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 49 Nabhan, Gary Paul (2006). Por qué a algunos les gusta el picante. Alimentos, genes y diversidad cultural. México: Fondo de Cultura Económica. Pancorbo, Luis (2008). El banquete humano. Una historia cultural del canibalismo. México: Siglo XXI. Pérez de Oliva, Hernán (1991). Historia de la invención de las Indias. México: Siglo XXI. Estudio preliminar, edición y notas de Juan José Arrom. Pilcher, Jeffrey M. (2001). ¡Vivan los tamales! México: La Reina Roja. Ramírez, Viridiana (2002). Comida regional como comida de pobres. Prácticas y representaciones culinarias en sectores populares de la ciudad de Posadas (Misiones). En: Víctor Mariani (editor). Primeras jornadas de patrimonio gastronómico. La cocina como patrimonio (in) tangible (pp. 127-140). Buenos Aires, Argentina: Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Ritchie, Carson I. A. (1986). Comida y civilización. Madrid: Alianza. Saldarriaga, Gregorio (2008). Subvaloración de la tierra y de su alimentación. En: Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona (Comp.). Historia, cultura y sociedad colonial. Siglos XVI-XVIII. Medellín: La Carreta-Universidad Nacional. Vasco, Luis Guillermo (2000). La lucha guambiana por la recuperación de la memoria. En: Cristóbal Gnecco y Marta Zambrano (Eds.).Memorias hegemónicas, memorias disidentes. El pasado como política de la historia (pp. 69-95) Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICAH) y Universidad del Cauca Weatherford, Jack (2000). El legado indígena. De cómo los indios americanos transformaron el mundo. Barcelona: Andrés Bello. A propósito de las cocinas regionales colombianas Daniel Alberto Gómez Roldán Mediante la cocina, generalmente se proyecta una alimentación característica. Cuando se da el acto de comer como celebración, a nivel familiar o grupal, comienza a surgir una comida que une e identifica y que salvaguarda la personalidad. En la correspondencia entre aquello que se come y las personas media un factor de identidad que se expresa a través de una cocina determinada. (Juárez, 2008, p.14) L a cocina, lugar de las técnicas, las herramientas, la tradición, el ritual, el conocimiento, las costumbres, las prácticas, los hábitos es, innegablemente, el epicentro de la diversidad y de la identidad o las identidades que representan una nación. Los utensilios, las recetas, la transformación de los ingredientes y las maneras de relación que se establecen a la hora de comer hacen parte del patrimonio invaluable de un pueblo, son registro y reflejo de su historia, de sus particularidades, y constituyen elementos fundamentales de la cultura, recursos para el progreso sociopolítico y el crecimiento económico (Yudice, 2002). La cocina es un elemento cultural que permite el desarrollo; es, al mismo tiempo, un espacio creador de dinámicas de encuentro y de diferenciación y un dispositivo que permite la transformación y generación de recursos; es propiciadora, así mismo, de grandes sistemas económicos y de microeconomías que proveen el sustento a familias y pequeñas poblaciones. Es por eso que en el acto de comer se tejen complejas redes que enmarcan la satisfacción de necesidades biológicas, económicas y culturales, que ponen el mundo en movimiento, lo modifican y plantean Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 51 cambios que motivan el desarrollo, el crecimiento y el reconocimiento de lo propio en relación con las cocinas y productos que constituyen el afuera. Cocineras populares. Plaza de Mercado. Santiago de Cali. Fotografía: Daniel A. Gómez En ese sentido la cocina es también escenario en el que se establece, desde lo cercano y conocido, una especie de personalidad, de patrón de identidad, que al mismo tiempo genera diferencias y facilita la creación de vínculos a partir de asuntos comunes ligados al comer, que pueden causar extrañeza. Ese asombro que provocan la rareza y las diferentes formas de alimentar y alimentarse, evidentes en la contemporaneidad, hoy es el epicentro de la discusión cultural, económica y política sobre las características patrimoniales de la comida. En Colombia, la cocina, aunque reconocida como patrimonio cultural nacional, carece de una política pública que se encargue de salvaguardarla, y en ese sentido es necesario reflexionar sobre lo que se considera como “lo culinario colombiano”, para entenderlo en su complejidad e insertarlo en el contradictorio contexto de la globalización, en un panorama que pone de presente la necesidad de repensar la cocina nacional, para asegurar su preservación y, al mismo tiempo, su difusión, proyección y comercialización. 52 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Tan necesario como comprender la cocina en su diversidad, riqueza y variedad regionales, es abrir espacios para procurar la coexistencia de maneras, técnicas y productos, y permitir la diferencia, fundamentalmente para que, al estudiarla e inventariarla, esté disponible como saber y memoria para futuras generaciones. Mercados frente al Río Amazonas. Fotografía: Daniel A. Gómez La cocina regional: entre lo culinario y lo gastronómico Al preguntarse por la cocina regional de cualquier país es preciso aclarar dos aspectos de la cocina que, con frecuencia, se tienden a tratar indistintamente, creando confusión: lo culinario y lo gastronómico. Lo culinario alude al refinamiento en la alimentación, entendida cómo la satisfacción de necesidades puramente fisiológicas y nutricionales, que permite el buen desarrollo de las funciones vitales del organismo. De esta manera, el acto de cocinar distingue al ser humano de los animales, pues sólo él ha demostrado la capacidad de transformar la alimentación, integrada en tiempos y espacios particulares, en una creación y un artificio, producto de los procesos culturales a los que está sometida. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 53 Pescado moquiao. Leticia. Fotografía: Daniel A. Gómez Entender la alimentación desde esta postura nos obliga comprender al hombre suscrito a una cultura alimentaria; establecida ésta, en términos de Jesús Contreras (2002) cuando instala la alimentación en la definición de cultura de Clifford Geertz, como el conjunto de representaciones, creencias, conocimientos, y de prácticas heredadas y/o aprendidas que están asociadas a la alimentación y que son compartidas por los individuos de una cultura dada o un grupo social determinado dentro de una cultura. Donde la ejecución cotidiana, frecuente, consciente o inconsciente de los elementos que componen dicha cultura, definen los hábitos alimentarios que caracterizan, y representan la pertenencia y el lugar que ocupan los individuos en ella. En este sentido, la cocina se entiende como un elemento cultural que dota de identidad a un individuo, a un grupo social dentro de una cultura y a su vez particulariza una cultura en sí misma. Como lo plantea José Luis Juárez (2008), es cada vez más frecuente que se ligue la cocina a la gastronomía, considerada como su fase superior. Ahora bien, lo gastronómico, una concepción marcada evidentemente por el pensamiento occidental, refinó la cocina, al hacer de ella una representación de la que se toma distancia para dotarla de elementos que la elevan y la particularizan. La difusión del término gastronomía se le 54 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad atribuye a Brillat-Savari, quien en su texto La fisiología del gusto (2001), de principios del siglo XIX, lo usó para referirse al refinamiento del gusto, y con ello, de los placeres; por tanto, la gastronomía como concepto está ligada a la exigencia de un conocimiento razonado de cuanto al hombre se refiere en todo lo que respecta a la alimentación. En este sentido, la cocina pasa a ser un ejercicio consciente realizado por una clase docta que ha cultivado el gusto y cuyo resultado culinario [reúne] la elegancia ateniense, el lujo romano y la delicadeza francesa, que prepara con sagacidad, hace ejecutar sabiamente, saborear de un modo enérgico y juzgar en mil maneras profundas. En otras palabras, la gastronomía reelabora lo culinario mediante el razonamiento permanente sobre los elementos que la componen, aboga por un conocimiento profundo de lo propio y de lo foráneo, guiándose por parámetros estéticos y del gusto diferenciado, para procurar el deleite. Insulsos. Florencia, Caquetá. Fotografía: Daniel A. Gómez En este punto son pertinentes los conceptos de cuisine y de haute cuisine, de Jack Goody(1995); refiriéndose el primero a una cocina diferenciada culturalmente en alta y baja, que bien podría entenderse como del ámbito de lo culinario o de carácter popular, una cocina que puede tener un Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 55 sustrato urbano o campesino y se diferencia por estratos socioeconómicos (Estrada, 1986); y el segundo se refiere a esa cuisine, que adquiere formas muy elaboradas, en la que se privilegia el placer sobre la funcionalidad de los ingredientes, lo que permite entenderla como gastronomía, siendo ésta definida por una masa crítica especializada cuando retoma de la cocina popular o algunos de sus elementos, sofisticándola, recreándola estéticamente y definiendo parámetros, con el fin de hacerla trascender de lo estrictamente local, registrándola en fuentes escritas y distribuyéndola en el mercado. El comedor popular y el restaurante, del mismo modo que la cuisine y la haute cuisine, podrían definirse como lugares comunes de creación, en donde se manifiestan claramente las representaciones y validaciones sobre lo culinario y lo gastronómico. En ambos se pueden hacer lecturas de los registros diferenciadores por los que se define la inclusión o el rechazo de un plato; en ellos se comprende su validez como cocina o gastronomía regional. Longaniza ahumada. Quibdó. Fotografía: Daniel A. Gómez Si aceptamos el postulado de MassimoMontanari (2004), podemos comparar la cocina con el lenguaje, porque también tiene vocablos(los productos, los ingredientes), que se organizan según reglas gramaticales (las recetas, que dan sentido a los ingredientes transformándolos en platos), sintácticas (los menús, o sea el orden de los platos), y retóricas 56 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad (los comportamientos sociales), que expresan, entre otras cosas, la identidad y la cultura de quien la practica. En síntesis, entenderíamos el comedor popular y el restaurante como los lugares donde se pueden encontrar textos diferenciados sobre un plato determinado, definidos como tales por comensales y cocineros populares o profesionales, que consciente o inconscientemente asumen la comida como un lenguaje regulado por convenciones, en el que la sintaxis, la gramática y la retórica se transforman según su contexto histórico, permitiendo establecer una estructura culinaria y gastronómica regional y, en consecuencia, nacional. Sin embargo, y de manera paradójica, la cocina regional no corresponde a la definición en espacios político - administrativos de orden nacional, sino que se construye por relaciones culturales, en las cuales los límites territoriales se contraen o se expanden, e incluso abarcan varios de esos espacios, porque la cocina se define y se fija a sí misma como entidad territorial relativizada por el contexto histórico en el que se desarrollan las relaciones socioculturales, económicas, políticas y religiosas, entre otras. Restaurante popular Sazón Coquí. Pacífico Colombiano. Fotografía: Daniel A. Gómez Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 57 En Colombia, como en otros países, los centros regionales deben considerarse lugares de observación útiles para comprender la consolidación de las cocinas regionales, que posteriormente caracterizarán las del ámbito nacional. En ellos se concentran y se transforman las expresiones culinarias y gastronómicas en una red de intercambio de lo propio y lo foráneo que, a su vez, se destaca en comedores populares y restaurantes, dando origen a las representaciones que definen su identidad local. En los centros regionales, principalmente, se transmite y se elabora la cultura de la comida en una doble relación con el territorio y con el mercado, como Montanari (2004) afirma al referirse a la identidad de la cocina italiana: Por un lado, cada ciudad acumula los recursos alimentarios del territorio y “resume”, por así decirlo, su patrimonio de conocimientos y de técnicas relativas a la manipulación, preparación y conservación de los alimentos. Por otro, cada ciudad es lugar de mercado y “pone en red” su cultura local (…) los productos circulan por los mercados de las ciudades, y con ellos las recetas y las ideas. Las cocinas locales se confrontan y se confunden. La cocina regional en el panorama de la globalización Mecatos. Pasto. Fotografía: Daniel A. Gómez 58 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Como lo plantean Jesús Contreras y Mabel Gracia en su texto Alimentación y Cultura: perspectivas antropológicas (2005), cada vez son más frecuentes la preocupación manifiesta de quienes dicen que las cocinas han perdido identidad y de que se han desvirtuado, desaparecido virtualmente o se han abandonado los viejos platos tradicionales. Se quejan en definitiva de la decadencia de las cocinas <<tradicionales>>, <<nacionales>> y/o <<regionales>>. La discusión entre lo culinario y lo gastronómico, lo local y lo nacional, nunca había sido abordada con tanta vehemencia como en los debates contemporáneos; pues en la historia de la cocina, especialmente la colombiana, no se había dedicado tanta atención a la reflexión, a la investigación y a la difusión de los saberes culinarios como en los últimos diez años. Espacios mediáticos, canales de televisión e impresos dedicados exclusivamente al tema, libros y eventos académicos, sociales y comerciales, de carácter permanente o esporádico, han logrado que la cocina, especialmente la regional, sea un foco de interés general. Jamones pastusos. Fotografía: Daniel A. Gómez En este panorama global, en el que la cocina ha cobrado tanta importancia, la colombiana, también explorada, revisada e investigada con el mismo interés, pero quizás con menos recursos que en otros países; no encuentra Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 59 un camino que la conduzca a superar la crisis que ha venido atravesando en los últimos años. Una crisis entendida como estancamiento y como falta de valoración; bien sea, en sus propuestas culinarias o en sus desarrollos gastronómicos. Así pues, aunque incomprensible, parece que el auge de la gastronomía y del sector de restaurantes en Colombia está opacando las discusiones sobre lo que se debería estar gestando en nuestras cocinas regionales. Desplaza la atención y entorpece la reflexión, profundización y proyección de cocinas aparentemente más simples, pero vitales para la economía, la sostenibilidad y el reconocimiento del complejo de representaciones y saberes que encierran. El debate sobre cómo entender y salvaguardar el patrimonio cultural que rodea las prácticas heredadas, aprendidas y tradicionales, que conforman la culinaria y la gastronomía nacional, permanece sin bases sólidas ni resultados tangibles y en medio de la disputa de enfoques y de revisiones que no concluyen, no aclaran el confuso discurso de nuestra cocina, para su proyección y participación en el pensamiento y en el mercado globalizado. La pregunta por la cocina colombiana sigue inmóvil, detenida en la encrucijada que significa estar en el centro de la actualidad y la novedad, pero al mismo tiempo ante una crisis de abandono, desconocimiento y olvido, que podría llevarla a desaparecer1. A este abandono se le suma el interés por compararla con otras, cercanas o ajenas, por confrontarla con el éxito de aquellas que han podido ser comercializadas eficazmente y a las que, según parece, quieren constituir en marcos de referencia, a pesar de sus diferencias y de las particularidades de nuestra cocina. Y continuando con Jesús Contreras y Mabel Gracia (2005): 1 Julián Estrada, antropólogo y periodista gastronómico, ha sostenido esta idea en varias de sus charlas y en diferentes columnas de prensa y en revistas nacionales: “La cocina popular colombiana puede estar en riesgo”. Periódico El Colombiano, 25 de octubre de 2009; “Buscando un plato nacional”. Revista Semana, 06/25/2005. Edición:1208 60 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad (…) A partir de la conciencia de la pérdida de la cocina tradicional, regional o nacional, se han emprendido auténticas operaciones de rescate de variedades de vegetales y de razas de animales locales o regionales, así como de productos locales artesanales, de platos tradicionales, etc. Hoy, mientras se discute sobre las identidades culinarias nacionales, mientras esfuerzos aislados patrocinan iniciativas para rescatar ciertas tradiciones, y cuando algunas instituciones dicen apostarle al rescate de la cocina colombiana, las prácticas culinarias, las técnicas, los recetarios, los saberes, los productos y las cocinas regionales comienzan a desvanecerse. Así, mientras en otros países todos los esfuerzos se enfocan en conservar el infinito valor de lo identitario, el patrimonio culinario colombiano se diluye ante el desuso, el desconocimiento de nuestra historia y la ausencia de una reflexión académica, cultural, ética, y principalmente política, que propicie propuestas estatales claras para preservar nuestra cocina, políticas que se comprometan no sólo de palabra, sino que asuman con verdadera convicción el reto de salvaguardar el patrimonio culinario y gastronómico colombiano y se decidan a amparar con inversión y gestión el quehacer de nuestras cocinas, especialmente las del orden regional. Fogón para ahumar cerdo. Istmina. Fotografía: Daniel A. Gómez Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 61 Más allá de la contradicción actualidad/crisis, que sin duda ha sido la encargada de fomentar una revisión de la cocina colombiana y dimensionar su incalculable diversidad regional, es indispensable aprovechar esta coyuntura para instalar un debate definitivo, que termine por establecer un diálogo de saberes y conocimientos para fortalecer la cocina colombiana, reivindicar sus prácticas y poner en evidencia sus diferencias, antecedentes, particularidades y fortalezas. Dicho diálogo, que requiere un método y una organización de la que hoy carecemos en Colombia, debería vincular las regiones, la academia, los medios de comunicación, el sector productivo y, principalmente, el Estado, hasta ahora prácticamente ausente, con el fin de proponer un proyecto que aglutine definiciones y acciones concretas para el reconocimiento culinario y gastronómico colombiano, entre los ciudadanos y en el ámbito internacional. La globalización nos ha puesto frente a un panorama en el que se multiplican y complejizan las relaciones, y se presentan flujos permanentes que han modificado las maneras de hacer y de entender de los individuos y las sociedades contemporáneas. El intercambio que propicia un mundo globalizado ha transformado la política, la cultura, la economía, las comunicaciones y, principalmente, el pensamiento; la circulación de productos, seres humanos, conocimiento y significado ha convertido el planeta en una red compleja e interconectada, con infinitas posibilidades de encuentro y desencuentro. En medio de esas relaciones es importante entender el mundo en su nueva condición étnica, modificada por la circulación de personas que, al habitar en nuevas latitudes, en su paso por naciones diversas y recorridos turísticos cada vez más importantes para las economías nacionales, transforman y trasladan prácticas y conocimientos; un planeta donde los capitales se comparten, la tecnología genera desarrollo e innovación y también comunidades de saber y de sentido; un lugar en el que los capitales son cambiantes, donde los medios de comunicación son fundamentales para atender la necesidad de construir imágenes de 62 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad lo propio y lo extraño, de referentes e identidades; un mundo en el que transitan las ideas, significados que se transmiten para corresponder a las inquietudes de libertad y que modifican estructuras tradicionales, como las estatales y sociales. Butifarras soledeñas. Atlántico. Fotografía: Daniel A. Gómez En este marco diverso y complejo de redes y flujos han surgido algunas de las cocinas más importantes del mundo, hoy reconocidas globalmente, como las de España, Perú Japón, México e India, e incluso se han convertido en protagonistas del mercado y de la propuesta gastronómica mundial; han capitalizado el riesgo de las migraciones y desarrollado estrategias nacionales contundentes para ofrecer su cocina a través del turismo; han instalado capitales y elaborado un proyecto mediático para difundirla, y lo más importante, han logrado posicionar sus prácticas y saberes culinarios y gastronómicos en sus países y en los extranjeros. De esta forma, han consolidado sistemáticamente la producción académica, investigativa y de registro, y logrado, de parte de la comunidad, apropiación y responsabilidad sobre el tema de la cocina como un asunto diferenciador, identitario y patrimonial. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 63 En Colombia se han hecho esfuerzos, pero tan desarticulados, desaprovechados y efímeros, que han terminado por apartar la cocina de su ideal de reconocimiento, uso y valoración. Lograr que la cocina colombiana alcance protagonismo en los mercados globales requiere, inevitablemente, redescubrir sus fortalezas locales, exponer sus diferencias particulares y exhibir su diversidad y multiplicidad. Además para que esto suceda exige una excesiva divulgación de ella a propios y foráneos El futuro del patrimonio culinario colombiano Frecuentemente se debate la manera como debería ser abordada la cocina colombiana (y sus cocinas regionales) para lograr que sobreviva a la transformación histórica, ambiental y cultural, pero poco ha sido pensada, como se desprende de la reflexión de Néstor García Canclini (1999) sobre los usos del patrimonio cultural, especialmente los cotidianos y esporádicos, más allá de los conceptos en los que se ha definido y desarrollado. En este sentido es fundamental situar la cocina regional colombiana en los usos que propone el mercado turístico y gastronómico internacional actual, definiendo las identidades que debe representar para ser reconocida en el ámbito global, e incluso nacional, por sus particularidades; identidades que deberán ser puestas en evidencia para emprender la difícil tarea de definir y valorar, con verosimilitud histórica, expresiones culinarias y gastronómicas acordes con las características de los diferentes grupos socioculturales colombianos Del mismo modo será necesario, como se plantea en El valor del patrimonio cultural: Territorios rurales, experiencias y proyecciones latinoamericanas (Claudia Ranaboldo y Alexander Schejtman (editores) 2007)2, invertir para que las identidades culturales relacionadas con 2 Citado en Monroy, María Elena. (2009 enero). Identidad cultural: Un motor de desarrollo contra la pobreza rural. Revista Equitierra, nº 2, 30-36. Disponible en: www.rimisp.org 64 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad la cocina se valoricen, con la participación e inclusión de los grupos poblacionales a los cuales pertenecen; para capitalizar la demanda de productos y servicios identitarios interesantes para el mercado de hoy y creadores de grandes capitales en todo el mundo y para propiciar políticas públicas que fortalezcan la cocina desde sus diferentes actores, instituciones y redes. Por medio de la cocina regional, Colombia deberá ser capaz de forjar experiencias de desarrollo a partir de la identidad cultural, instituyendo las expresiones culinarias y gastronómicas locales como marcas que deben conservarse, usarse y transformarse, para que entre en el diálogo mediante planteamientos contra la homogenización y participe en la relación entre el turismo y la cultura, cada vez más relevante, exigida por diferentes sectores inter y transnacionales, lo que se manifiesta en la toma de decisiones político-administrativas de los entes territoriales nacionales y locales, como lo enuncia Elías Sevilla (2010): Los atractivos turísticos forman parte del patrimonio natural y cultural de una nación. Por tal razón, resulta necesario pensar en el uso y aprovechamiento de todos aquellos espacios, lugares y paisajes que cuentan con condiciones patrimoniales como medio para el desarrollo de la industria turística; es decir, de la cultura como un motor del crecimiento económico y componente fundamental a la hora de dar valor a los destinos y competitividad a la industria.3 Sin embargo, sobre las cocinas regionales colombianas se continúan haciendo múltiples preguntas ante la ausencia de políticas públicas que dimensionen y potencien su riqueza. Más allá de los recetarios es necesario superar los estereotipos para reconocer otras ofertas, reivindicar los saberes históricos de regiones aún en la sombra, prácticas tradicionales únicas y costumbres exquisitas que no deben ser olvidadas, y mucho menos, desaparecer. 3 Sevilla, Elías (2010).Patrimonio cultural e independencia. Presentación en la Maestría en Antropología: Universidad de Antioquia. El texto lo tomó de la Política de turismo cultural elaborada por el Ministerio de Cultura en conjunto con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Disponible en: http://www.culturande.org/textos/08_politica_turismo_cultural.pdf Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 65 Campeona de la mesa de fritos. Cartagena. Fotografía: Daniel A. Gómez Por tal razón, para dar valor al patrimonio cultural que representa la cocina colombiana, hacerla partícipe de la dinámica global y lograr su conservación, es necesario hacer un alto en el camino para inventariar sus manifestaciones culinarias y gastronómicas, levantar mapas que den cuenta de saberes, prácticas y lugares, permitan visibilizar sus identidades y faciliten su cohesión como proceso incluyente para la articulación de instituciones, entidades, comerciantes y comunidad en general. Levantar el conocimiento de las múltiples cocinas colombianas permitirá darle una posición de privilegio a la cocina local, que nutra una propuesta nacional y propicie rutas turísticas que igualen el nivel de las propuestas culinarias y gastronómicas foráneas, hoy ampliamente reconocidas. Bibliografía Acción Social. Disponible en: http://www.accionsocial.gov.co/ contenido/contenido.aspx?catID=202&conID=162 [consultado en mayo de 2010] 66 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Ackerman, Diane (1990). Una historia natural de los sentidos. Barcelona: Anagrama. Arnaiz, M. (Coord.)(2002). Somos lo que comemos: Estudios de alimentación y cultura. Barcelona: Ariel. Brillat Savarin, J. A (2001). Fisiología del gusto. España: Óptima. Contreras, Jesús. (Comp). (2002). Alimentación y cultura. México: Alfaomega. Contreras, Jesús. (2002). Los aspectos culturales del consumo de carne. En: Arnaiz, M (Coord.).(2002).Somos lo que comemos: Estudios de alimentación y cultura. Barcelona: Ariel. 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El Hobbit A l aceptar la invitación a participar en la Cátedra Regional 2010, “Cocinando en el fogón de las identidades: comidas, saberes y regiones”, con el reto de enlazar mi ponencia a los temas propuestos: “Hambre, nutrición, seguridad-soberanía-independencia alimentaria y nación, con una mirada hacia la bandeja paisa”, me gustaría hacer algunas consideraciones. En un primer momento haré una aproximación a los tópicos que encierra la exposición, y grosso modo presentaré la forma como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación que regenta las políticas sobre alimentación a nivel mundial) las define; también los comparativos 2009 y 2010,que fueron entregados a manera de conclusión en La Cumbre Mundial de la Alimentación, que tiene lugar en Roma, en octubre, en el marco de la celebración del Día Mundial de la Alimentación. En un segundo momento es importante hablar sobre ese polémico plato llamado “bandeja paisa”, con todos sus atributos, reconocimientos y críticas: qué representa, de qué se trata, qué pasó con ella, porqué está en nuestra mesa, qué aporta desde el punto de vista gastronómico, nutricional Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 71 y calórico, e incluso, qué representa en la cultura a nivel nacional; además, qué tan segura y soberana es. Breve reseña histórica de la FAO El programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación apoya las acciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es la entidad directiva y coordinadora de la acción sanitaria de las Naciones Unidas. Es útil en este punto, recordar los propósitos que se establecieron en la Constitución de la FAO (Quebec, 16 de octubre de 1945): Los Estados que aceptan esta Constitución, decididos a fomentar el bienestar general, intensificando por su parte la acción individual y colectiva a los fines de: —Elevar los niveles de nutrición y vida de los pueblos bajo su respectiva jurisdicción; mejorar el rendimiento de la producción y la eficacia de la distribución de todos los alimentos y productos alimenticios y agrícolas; mejorar las condiciones de la población rural y contribuir así a la expansión de la economía mundial y a liberar del hambre a la humanidad; constituyen por la presente la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, que en adelante se llamará la 'Organización', por cuyo conducto los miembros se informarán recíprocamente sobre las disposiciones que adopten y el progreso logrado en los campos de actividades enunciados anteriormente. En el Artículo I, el mandato de la FAO se define del siguiente modo: 1. La Organización reunirá, analizará, interpretará y divulgará las informaciones relativas a la nutrición, alimentación y agricultura. En esta Constitución, el término 'agricultura' y sus derivados comprenden también la pesca, los productos del mar, los bosques y los productos primarios forestales. 2. La Organización fomentará y, cuándo sea pertinente, recomendará una acción nacional e internacional tendiente a realizar: 72 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad a) las investigaciones científicas, tecnológicas, sociales y económicas sobre nutrición, alimentación y agricultura; b) la mejora de la enseñanza y administración en materia de nutrición, alimentación y agricultura, y la divulgación de los conocimientos teóricos y prácticos relativos a la nutrición y agricultura; c) la conservación de los recursos naturales y la adopción de métodos mejores de producción agrícola; d) la mejora de los métodos de elaboración, comercialización y distribución de productos alimenticios y agrícolas; e) la adopción de una política encaminada a facilitar el adecuado crédito agrícola, nacional e internacional; f) la adopción de una política internacional que favorezca los convenios relativos a los productos agrícolas esenciales. 3. Serán también funciones de la Organización: a) proporcionar la asistencia técnica que soliciten los gobiernos; b) organizar, en cooperación con los gobiernos interesados, aquellas misiones que puedan ser necesarias para ayudarles a cumplir con las obligaciones derivadas de la aceptación, por parte de los mismos, de las recomendaciones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Agricultura y la Alimentación y de esta Constitución; y c) en general, adoptar todas las disposiciones necesarias y adecuadas para alcanzar los fines de la Organización enunciados en el Preámbulo. Metas mundiales A la luz de los textos fundamentales de la FAO es posible determinar tres metas de alcance mundial, relacionadas entre sí, para cuya consecución la Organización presta asistencia a sus Estados miembros: • Acceso de todas las personas, en todo momento, a alimentos suficientes, nutricionalmente adecuados e inocuos, para asegurar Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 73 la reducción del número de personas desnutridas a la mitad de su nivel actual, no más tarde del año 2015. • La contribución ininterrumpida de la agricultura y el desarrollo rural sostenibles, con inclusión de la pesca y la silvicultura, al progreso económico y social y al bienestar de todos. • La conservación, el mejoramiento y la utilización sostenible de los recursos naturales, con inclusión de la tierra, el agua, los bosques, las pesquerías y los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura.(Cfr. http://www.fao.org/docrep/x3550s/x3550s04.htm) En los encuentros anuales de la OMS y la FAO, entre 1961 y 1963, se propuso la creación de la Comisión del Codex Alimentarius, y ambas organizaciones elaboraron sus estatutos y reglamentación. A la parte estatutaria le corresponde lo relacionado con su funcionamiento jurídico, y en su Artículo 1º se refleja esta directriz: ARTÍCULO 1º Corresponderá a la Comisión del Codex Alimentarius formular propuestas a los Directores Generales de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), y ser consultada por éstos, en todas las cuestiones relativas a la ejecución del Programa Conjunto FAO/OMS sobre Normas Alimentarias, cuyo objeto es: a.proteger la salud de los consumidores y asegurar prácticas equitativas en el comercio de los alimentos; b.promover la coordinación de todos los trabajos sobre normas alimentarias, emprendidos por las organizaciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales; 74 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad c. determinar el orden de prioridades, e iniciar y dirigir la preparación de proyectos de normas a través de las organizaciones apropiadas y con ayuda de éstas; d.finalizar las normas elaboradas a que se refiere el párrafo c) anterior, y, después de su aceptación por los gobiernos, publicarlas en un Codex Alimentarius como normas regionales o mundiales, junto con las normas internacionales ya finalizadas por otros organismos, con arreglo al párrafo b) anterior, siempre que ello sea factible; e. modificar las normas publicadas, después del estudio oportuno, a la luz de las circunstancias En su Artículo 2 se reglamenta la forma de ingresar como miembro de la Comisión: En el Reglamento de la Comisión del Codex Alimentarius se describen y configuran los procedimientos de trabajo apropiados para un organismo intergubernamental, dándoles carácter oficial. En ellos se estipulan: • las condiciones para formar parte de la Comisión; • el nombramiento de la Mesa de la Comisión, que incluye el presidente, tres vicepresidentes, coordinadores regionales y un secretario, cuyas funciones se indican; • el establecimiento de un comité ejecutivo que se reúne entre los períodos de sesiones de la Comisión y actúa en nombre de ésta como su órgano ejecutivo; • la frecuencia y el desarrollo de los períodos de sesiones; • el carácter del programa de los períodos de sesiones de la Comisión; • los procedimientos de votación; • los observadores; Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 75 • la preparación de actas e informes de la Comisión; • el establecimiento de órganos auxiliares; • los procedimientos que han de aplicarse para la elaboración de normas; • la distribución del presupuesto y las estimaciones de los gastos; • los idiomas que ha de utilizar la Comisión.(Cfr. http://www.fao. org/docrep/006/y8705s/y8705s0a.htm) Primer momento Seguridad alimentaria Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana. (FAO. Cumbre Mundial sobre la Alimentación, 1996). La Conferencia de Organizaciones de la Sociedad Civil Latinoamericana y del Caribe, reunida en julio de 1996, definió la seguridad alimentaria y nutricional como: (…) la disponibilidad suficiente y estable de los suministros de alimentos a nivel local, el acceso oportuno y permanente por parte de todas las personas a los alimentos que precisan, en cantidad y calidad, el adecuado consumo y utilización biológica de los mismos, para lo cual es indispensable el acceso a los servicios básicos de saneamiento y de atención de salud, y más que todo, la decisión política de los gobiernos para lograrla. Al leer en detalle las definiciones dadas por ambos organismos, encontramos términos que deben ser vistos con ojo de buen cubero, por ejemplo, preferencias. ¿Será que las respetamos, o acaso será cuestión de unificar los alimentos para la mayoría de la población? Un ejemplo claro para mejorar la nutrición entre los niños es la bienestarina. ¿Para qué tipo de población se ha diseñado este producto?, ¿cuáles son sus 76 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad gustos?, ¿cuál el objetivo? En la mayoría de los casos sólo se prepara en coladas y muy pocas veces se exploran otras formas culinarias que sean del agrado de la población objeto. Igual sucede con Vaso de Leche, dirigido a los niños en el programa Buen Comienzo, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) - municipios. La imaginación de los responsables sólo alcanza para presentarlo en su forma líquida y queda sin explorar el amplio universo culinario de su preparación, cuidando, como es obvio, de mantener su valor nutricional. La inocuidad, otro aspecto de dicha declaración, consiste en que los alimentos sean producidos, cosechados, preparados y consumidos bajo criterios de sanidad y seguridad, pero en muchos casos no se cumple con esta exigencia porque no están cubiertas las necesidades básicas primarias, como el agua potable, la energía y el alcantarillado. Se preguntarán ustedes, entonces, la razón de que las necesidades básicas no estén cubiertas. Es bien claro que los cultivos requieren regadíos, y si el agua que se utiliza para ello está contaminada, al cumplirse el ciclo de la cadena alimenticia nos llegarán agentes infecciosos y productores de enfermedades, llamadas ETAS (enfermedades transmitidas por alimentos); y teniendo en cuenta que la mayoría de los cultivos están en pequeñas parcelas abastecedoras de los grandes mercados urbanos, también el cultivador, aunque consume pequeñas cantidades de su propio producto, puede contagiarse de estas enfermedades, lo que quiere decir que los alimentos se convierten en inseguros y peligrosos. La seguridad alimentaria y nutricional encierra otros componentes, que se listan a continuación: —Disponibilidad de los alimentos: se refiere a las cantidades suficientes para cubrir las necesidades del país. Sólo se exportará el excedente, si existiera. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 77 —Acceso a los alimentos: derecho que deben tener las personas a los recursos adecuados, desde las políticas públicas, tanto personales como colectivas, para la consecución de alimentos con calidad. —Utilización: son todos aquellos aspectos que tienen que ver con los alimentos, directa o indirectamente, biológicos o no (agua, atención médica). —Estabilidad: en cada momento y lugar los gobiernos deben garantizar el acceso y suministro adecuado de alimentos a su población, tener políticas de prevención y programas de promoción y prevención en cuanto a aquellos factores climáticos cíclicos o factores económicos predecibles. En las siguientes gráficas se muestra el estado de la seguridad alimentaria en 2009, según la FAO. A continuación aparece la gráfica del mismo factor en el 2010, en la Cumbre Mundial celebrada en octubre del mismo año en Roma. Si se comparan ambas gráficas se observa que África y Asia-Pacífico siguen siendo los continentes con el mayor número de personas en situación de hambre. En esta última región se ubica China, el país más poblado de la tierra. 78 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Surge la pregunta sobre la razón de la diferencia entre el 2009 y el 2010. ¿Qué se hicieron esas personas?, ¿cambiaron su situación nutricional?, ¿murieron? o ¿qué sucedió? ¿Y qué decir de América Latina, que no presentó ningún cambio de un año a otro? En Colombia se daba la siguiente situación en el 2009: Población total 44.9millones Número de personas subnutridas 4.3millones La prevalencia de la subnutrición 10% Consumo diario de energía 2.670kcal Soberanía alimentaria: Es un concepto que surgió en la Cumbre de la Alimentación, en 1996. La definición que este principio obtuvo en el Foro del 2002 de Roma fue: La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos, comunidades y países a definir sus propias políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra, que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias únicas. Esto incluye el verdadero derecho Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 79 a la alimentación y a producir los alimentos, lo que significa que todos los pueblos tienen el derecho a una alimentación sana, nutritiva y culturalmente apropiada, y a la capacidad para mantenerse a sí mismos y a sus sociedades. Entonces, ¿qué decir de la soberanía alimentaria vs la globalización? Hambre El hambre opaca el intelecto, atrofia la productividad, e impide a sociedades enteras realizar su potencial (ICBF-2000) Hambruna. Fuente: http://contextuspablofeliperezg.blogspot.com/2009/06/fao-1-020-millones-de-personas-pasan.html Desde el inicio de los foros que anualmente se realizan en Roma, se pensó en la formulación de lemas alusivos al hambre. Veamos algunos: Lemas Año Unidos contra el hambre 2000 Combatir el hambre para reducir la pobreza 2001 El agua, fuente de seguridad alimentaria 2002 Alianza internacional contra el hambre 2003 80 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad La biodiversidad al servicio de la seguridad alimentaria 2004 Agricultura y diálogo de culturas 2005 Hacia un mundo sin hambre 2006 La elección del derecho a la alimentación 2007 Seguridad alimentaria mundial: los desafíos del cambio climático y la energía 2008 Conseguir la seguridad alimentaria en época de crisis 2009 Unidos contra el hambre 2010 Fuente: FAO El hambre se puede definir, desde la perspectiva de la fisiología, como la sensación de que el estómago está vacío y requiere ser llenado, señal que emite el cerebro y constituye una alerta sobre la disminución de la energía necesaria requerida por el organismo para ejercer sus actividades. Dicha sensación nos recuerda con ciertos sonidos estomacales que los jugos gástricos están en acción pero carecen de objetivo, porque no hay nada para descomponer. Así se inicia la gastritis, cuando se disminuye el pH gástrico y se causa lesión en el tracto digestivo. En conclusión: el aparato digestivo empieza a disminuir su función por falta de suministro de alimentos para iniciar el proceso de digestión. Si esto se da día tras día, el organismo trata de compensar la falta de combustible, en un principio, con la reserva de glucosa que encuentra en el hígado y los músculos; si la situación persiste, busca su sustento en las grasas, es decir, en el tejido adiposo; y si es muy crítica, lo toma de los músculos a partir de la masa proteica. Cada una de estas situaciones hace que aparezcan trastornos como la hipoglicemia, la hipolipimedia o la hipoproteinemia. En este último estado se habla de desnutrición severa y la imagen que proyecta la persona que la padece es la de unos huesos forrados en piel. Otro tipo de hambre es la oculta, aquella que se presenta cuando una persona hace el ejercicio de comer pero no ingiere los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo (carbohidratos, Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 81 proteínas, grasas, vitaminas y minerales). Ocurre cuando se descompensa el balance nutricional y se ingiere, por ejemplo, una gran cantidad de carbohidratos y grasas (es el caso de la comida chatarra). A partir de dicha descompensación, el individuo empieza a acumular grasa y a ganar peso, y aparecen los “gorditos” o “llantas”, además, hay crecimiento del abdomen, los brazos, las caderas y las piernas, lo que indica que se está ingiriendo mucho más de lo que se necesita. Los carbohidratos, entre cuyas fuentes encontramos tubérculos, raíces, cereales, granos, entre otros, son los nutrientes que en mayor cantidad requiere el organismo; se almacenan temporalmente en el hígado y en los músculos en forma de glucógeno, sustancia que proveerá la glucosa necesaria para todas las actividades del cuerpo; pero cuando se ingieren sólo carbohidratos y en cantidad desproporcionada empieza la descompensación. Así, vemos niños gordos pero desnutridos. Cuando las minutas en los programas nutricionales incluyen preparaciones sólo a partir de carbohidratos, los niños ganan peso pero no masa muscular. La FAO, que desde su creación tiene como objetivo disminuir el hambre en el mundo, considera además, la desnutrición, la subnutrición y la malnutrición. Estos estados pueden obedecer a comer muy poco, demasiado, o a llevar una dieta desequilibrada. Sin embargo, a pesar de sus propósitos, vemos que, según sus proyecciones, estos problemas han aumentado, incluso en los países desarrollados, a causa de las dinámicas globalizadas que dirigen el rumbo mundial. A pesar de los inminentes esfuerzos de los organismos internacionales y nacionales por mejorar esta situación, tanto a nivel nacional como mundial, las consecuencias de la falta de una nutrición adecuada reflejan una dura realidad, imposible de esconder. Así, los datos de la Cumbre Mundial, en el marco de la celebración del Día Mundial de la Alimentación en Roma, el 16 de octubre del 2010, demuestran que cada día es mucho más crítica la situación y que la vulnerabilidad llega ya hasta los países que otrora se consideraban del primer mundo. 82 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Basta dar un vistazo a la situación en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y algunos de la Unión Europea, por ejemplo, Grecia, España e Irlanda. A pesar de haber disminuido el número de personas que sufren hambre, sigue siendo alarmante, puesto que la última estimación de los que sufrirán hambre crónica este año (2010) es de 925 millones (98 millones menos que los 1.023 millones calculados en 2009). “(…) con un niño que muere cada seis segundos debido a problemas relacionados con la desnutrición, el hambre sigue siendo la mayor tragedia y el mayor escándalo del mundo. Es algo absolutamente inaceptable”, aseguró Jacques Diouf, director general de la FAO. En la Cumbre de la Alimentación del 2009 se evaluaron los programas establecidos en los últimos cinco años y se hizo claro que prácticamente ninguno de ellos había cumplido con sus objetivos: disminuir la situación de hambre, garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria. Entonces, como se dice popularmente, “se dieron la pela”, y analizaron las razones de su fracaso. Esto fue lo que encontraron: —Se dispersaron los recursos —No hubo ningún avance en mejorar las condiciones en el campo —La distribución de los terrenos cultivados se centralizó aún más —Se prestó poca atención al crecimiento del pequeño productor —Muchas entidades a todo nivel hacían lo mismo pero de manera independiente Estas observaciones permitieron replantear su accionar, formular nuevas políticas y programas y pensar en grande para encontrar las soluciones; de esta discusión surgió una palabra mágica: “gobernanza”. Este concepto, que significa buen gobierno, abarca todos los organismos, programas, entes gubernamentales y no gubernamentales que apalancan y fortalecen los programas para mejorar la condición nutricional de la población mundial. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 83 Si bien cada año, en la Cumbre que se celebra en el Día Mundial de la Alimentación, se replantean y firman convenios y acuerdos y se proyectan programas a corto, mediano y largo plazo, es evidente que una cosa es lo que aparece en el papel y otra lo que se ejecuta. Es decir, hay que pasar del dicho al hecho. Fuente: Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF En Colombia, gran parte de la implementación, ejecución y evaluación de programas para mejorar la condición nutricional de la población está a cargo del ICBF, entidad que ha organizado programas por edades; por ejemplo, el Restaurante Escolar, que depende del Programa de la Primera Infancia y la Adolescencia. Cada municipio tiene la obligación de montar y ejecutar este Programa, para garantizar una mejor condición nutricional de los niños desde los 0 hasta los 7 años, adolescentes y madres gestantes. Como también implementar las políticas públicas de seguridad alimentaria. Con base en el Programa, el ICBF diseñó el Tren de Alimentación, que consta de siete vagones que representan los grupos de alimentos. El tamaño de cada vagón indica la cantidad que se debe ingerir. También 84 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad diseñó una cartilla y, en cooperación con algunas universidades, llevó a cabo varias investigaciones. Como resultado de una de ellas entregó la Tabla de composición de alimentos colombianos. Antes se tenían como referencia las tablas nutricionales internacionales, que poco reflejaban la realidad y la riqueza agrícola y culinaria de nuestro país (Guías alimentarias para la población colombiana. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), 2000.) Para conocer el estado de los programas de los restaurantes escolares, la División de Desarrollo Social de la CEPAL llevó a cabo una investigación denominada Gestión de Programas Sociales en América Latina, en la cual se incluyó el Programa de Restaurantes Escolares Comunitarios en Medellín, Colombia, en el año 2001. Se hizo el diagnóstico cualitativo de los lugares destinados para este fin; y la revisión de las actividades a partir de las fuentes consultadas, dio lugar a esta observación: Los restaurantes comunitarios funcionan, en su mayoría, en sitios inadecuados para preparar y distribuir alimentos en condiciones óptimas de higiene, lo que constituye un gran riesgo. Si se pretende disminuir el hambre, debe asegurarse la inocuidad de los alimentos (garantizar que un alimento no causará daño al consumidor o a quien lo prepare).Los alimentos son la fuente principal de exposición a agentes patógenos, tanto químicos como biológicos (virus, parásitos y bacterias), a los cuales nadie es inmune. Por eso se trata de asegurar la producción y elaboración de alimentos limpios. La inocuidad garantiza la obtención de alimentos sanos, nutritivos y libres de peligro para el consumo. De ahí que su preservación implique la adopción de metodologías que permitan identificar y evaluar los peligros de contaminación en el lugar donde se preparen o consuman, así como la posibilidad de medir el impacto que una enfermedad transmitida por un alimento contaminado puede causar a la salud humana. De acuerdo con el panorama descrito y a manera de conclusión, los organismos mundiales han empezado a evaluar las políticas y programas Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 85 implementados para mejorar la calidad de vida de los habitantes del mundo, pero en las observaciones, el recorrido, la auditoría y la verificación se han dado cuenta de que sus políticas no se han aplicado debidamente, lo que ocasiona, en algunos casos, una situación cada vez más crítica. Por tanto proponen que, en adelante, los organismos que trabajen en un país para mejorar la situación nutricional y alimentaria, lo hagan conjuntamente, y de esta manera se hablaría de una gobernanza, pero no de políticas gubernamentales, porque todos los esfuerzos estarían enfocados en conseguir un mismo objetivo; de esta manera, se hace necesario el trabajo cooperativo, sin distingos de logos u objetos, sino en beneficio de la población. Así entonces, la seguridad se ha convertido en inseguridad, la soberanía en dependencia, la nutrición en desnutrición. Ante este panorama, todos tenemos el reto de tratar de mantener la seguridad, la soberanía y la independencia como nación, para alcanzar reconocimiento y permanencia en el tiempo. Segundo momento ¿Y de la bandeja paisa, qué? Bandeja paisa. Fotografía: profesor Ramiro Delgado 86 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad La bandeja paisa, desde el punto de vista de la gastronomía, se podría definir como un conjunto de productos que representan la idiosincrasia de una región, pero desde la perspectiva de la nutrición implica un enorme desbalance, porque allí, montañas de carbohidratos, ríos de grasa, valles de proteínas, dicen sí, y se hacen sentir para dar satisfacción al comensal que, sorprendido y con cara de agrado, inicia el ritual de su apetitosa comida, para luego quedar ad portas de una pequeña indigestión, pero con el estómago a punto de estallar. ¿Será que a ustedes les ha pasado esto cuando se han arriesgado a comerla? A continuación transcribiré algunas descripciones de la bandeja paisa, tanto de colombianos como de extranjeros: Podría hablarse de una comida bastante parental, de familias, de relaciones familiares. A nosotros siempre nos tocó que, cuando estábamos chiquitos, nos sentaban a todos a comer, fuera lo que fuera. Era un momento de reunión, opina Amalia Villegas, docente investigadora sobre comida colombiana. A diferencia nuestra, ustedes tienen más ingredientes variados, nosotros tenemos más comida variada, afirma Judith Lecaros, administradora del restaurante Café del Museo, de Lima, Perú. Para ella, la mezcla de chicharrón, morcilla, chorizo, carne molida, arroz, huevo, ensalada, tajada madura, aguacate y fríjol, hacen de la bandeja paisa un plato difícil de saborear hasta el final. Y preguntaba si los antioqueños lo consumían todos los días. El médico Carlos Enrique Escobar Gónima hace una excelente apología de este plato regional, en su columna: Cocina y cultura, de la revista Momento Médico: Breve tratado de bandeja paisa Les comunico, mis fraternos amigos, que las cosas están que arden: dos pesos pesados en cuestiones culinarias, Julián Estrada Ochoa, conocido gastrónomo y Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones antropólogo, autor de Mantel de cuadros, y el periodista Roberto García Peña, han entablado una picante polémica acerca del origen de la bandeja paisa. El asunto surge a partir de los comentarios del primero en el Congreso Culinario realizado hace poco en Popayán, donde afirmó que la bandeja paisa, lejos de ser un plato típico montañero, era un simple resultado del marketing turístico. Si se me permite meter la cucharada, apoyo a Estrada en el sentido de que deberían rescatarse otros platos antioqueños típicos que poco a poco vienen cayendo en el olvido y, por supuesto, comparto con nuestro gastrónomo su afirmación de que dicha bandeja, en sentido estricto, no puede considerarse vianda típica, hecho que ya habíamos señalado en una columna de la revista Momento Médico (nº 78, Junio-julio/ 2004), mucho antes del citado Congreso, si nos atenemos a entender lo típico en función de la antigüedad y la tradición. Hasta donde yo conozco, esta bandeja es de muy reciente elaboración, quizá de principios de la década del ochenta, e ingresa a la “historia oficial” culinaria con la publicación de la receta, en el libro Cocina colombiana, de Carlos Ordóñez Caicedo (Círculo de Lectores, 1991), pero creo que nuestro antropólogo, al defender lo típico denigrando de la bandeja, no solo metió cuadril y pata, sino también rabadilla y rabo. Estrada, como todos aquellos que tenemos pasión por lo culinario, en presencia de dicha bandeja debería entrar en místico y orgásmico entusiasmo y elevar voces de alabanza a las divinidades gastronómicas, pues nos correspondió asistir, y eso no es frecuente, al nacimiento de un nuevo plato que las generaciones futuras, sin ninguna duda, rotularán como típico. Quien la diseñó, autor anónimo del cual sólo podemos afirmar que no era presidente de la Sociedad de Cardiología del momento (por aquello del colesterol), realizó una fusión genial entre el típico plato antioqueño de otrora: sopa de fríjoles con chicharrón; y un “seco”, que usualmente se servía en las casa de antaño como comida nocturna: arroz, carne molida, tajadas de maduro y huevo frito. Es posible que morcilla y chorizo, como valor agregado, le confieran cierto toque mercantil, pero nadie negará que también aporten interesantes sabores al plato en cuestión. Integrar estos elementos en una bandeja no sólo le confiere un sentido estético diferente al de los platos originales, sino que permite una mezcla de sabores igualmente diferentes; en efecto, en una bandeja paisa que se respete, su forma 87 88 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad elíptica permite que la vianda ofrezca dos polos de atracción: en la izquierda una porción de fríjoles, apenas bañados en su tinta, mientras en el extremo derecho, arroz y huevo frito de yema, íntegra pero líquida, se constituyen en el otro polo atractivo. A partir de allí, el comensal puede acercar dichos extremos con la oportunidad de detenerse en el centro y caer en la tentación de un buen pedazo de chorizo, amputar una pata de chicharrón carnudo o tirar con disimulo hacia la pila de arroz una buena porción de morcilla envigadeña o de carne molida para, con un discreto toque de tenedor, romper la yema y apreciar como ésta se desparrama antes de dar cuenta de tamaña fantasía culinaria. Poner punto final a una bandeja paisa, con mazamorra y panela molida, completa una faena gastronómica que recorre la culinaria antioqueña más importante. Si ello no complace a los más rígidos gastrónomos regionales, pues apague y vámonos. Buen apetito. Para concluir, digamos que la segunda trinidad bendita de Gutiérrez González, frisoles, mazamorra y arepa, no tiene por qué sentir celos de todo el santoral que significa una buena bandeja paisa Ahora la opinión que remite una colega del anterior, Patricia Posada: Fuente: Claudia Angarita, nutricionista dietista. http://eltiempo.terra. com.co/. Disponible en: http://www.encolombia.com/medicina/ materialdeconsulta/Tensiometro87.htm ¿Y ese lujo hecho bandeja, cuánto me aporta en calorías? Bandeja paisa: Cada una contiene, en promedio, 2.164 calorías, 182 gramos de carbohidratos, 80 de proteínas y 120 de grasa. Valga decir que para funcionar bien el organismo requiere al día entre 1.800 y 2.000 calorías; eso quiere decir que este plato las copa casi todas, por lo que su consumo frecuente desemboca en un inevitable aumento de peso, sobre todo en sedentarios, además, por el aporte de colesterol, proveniente de las grasas saturadas del chorizo, la carne de cerdo, el chicharrón y el huevo. Los fríjoles no se deben preparar con garra; prefiéralos guisados y adicióneles arroz, una tajada de plátano asado y carne en polvo magra. Trate de evitar el chorizo y el chicharrón y agréguele una Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 89 porción pequeña de aguacate, pues su grasa monoinsaturada es buena para el corazón. Claudia Angarita, nutricionista dietista, hace un primer comentario sobre el chicharrón. Fuente: http://www.encolombia.com/medicina/ materialdeconsulta/Tensiometro87.htm Ese chicharrón que acompaña la bandeja paisa es una delicia para el paladar, cuando con sus patas va asomando fuera del plato y nos convoca a cogerlo, saborearlo, degustarlo, sentirlo, y hasta a decir: ¡un poco más! o ¡qué tan grande, pues! Es un trozo de grasa subcutánea de nuestro amigo, el cerdo, que provoca tentaciones cuando al momento de su fritura va tomando su tierno y delicado color dorado y va tostándose para que, al momento de morderlo, su crujiente sonido se perciba en la boca, por la acción del aire dentro de los espacios que dejó el agua que lo habitaba antes de su cocción. Olores que llaman al encuentro de sensaciones inimaginables que provoca su consumo. Al preguntar cómo se frita un chicharrón encontraremos mil y una formas, porque todos tienen el secreto para que quede crujiente y reluciente. Mauricio Silva G. hace también un comentario sobre el chicharrón en: http://www.eltiempo.com/blogs/un_plato Difícil encontrar a un colombiano que no le guste el chicharrón. Más difícil aún encontrar a un paisa que no le parezca una auténtica delicia y un alimento definitivo en su existencia. De hecho, alguna vez escuché a un pereirano exclamar: “¡más berraco que una semana sin chicharrón!” En este país hay un amor genético por ese trozo de cerdo que dicen hace tanto daño, pero que todos adoramos con rara pasión, más allá del inminente peligro que representa para nuestras venas. (Para no hablar de las agrieras). Los colombianos conocemos el chicharrón como la fritura de la piel del cerdo y, de manera más general, como la fritura de la carne de cerdo con piel. Los primos de la costa Caribe lo acompañan con bollo de yuca, bollo limpio o yuca cocida. Los antioqueños lo utilizan para engalanar la bandeja paisa -que es de lejos el momento estelar del plato-, para relleno de arepas o para acompañar los aguardientes. En las sabanas de Córdoba lo preparan en sancocho, mientras que los boyacenses lo meten dentro de una mogolla... Y así en todo el país. 90 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad De la misma manera, en varios cruces de Latinoamérica “chicharrón” significa lo mismo: una fritura de cerdo. Sin embargo, en algunas repúblicas hermanas es otra cosa. Los peruanos, por ejemplo, le dicen chicharrón a cualquier fritura de origen animal. Para los bolivianos, es un plato compuesto de carne, tocino y cuero de cerdo, mezclado con chicha. Para los costarricenses es el residuo de la miel que queda en la paila. En fin... Todo esto para recomendar un chicharrón de campeonato mundial. El lugar donde lo sirven se llama “El otro lao, la casa de las piedritas”, un local curioso, atractivo y, en efecto, lleno de piedritas, que no podía estar en otro sitio diferente a Envigado, en Antioquia. El plato, que tiene un costo de 25.800 pesos, aparece en la carta bajo el nombre de Antioquia Federal y su texto reza así: “Chicharrón al disco con liposucción crocante y jugoso por su proceso lento, con picadillo criollo de tomate verde y aborrajado de maduro y queso”. Un superplato para glotones de verdad, al que, en efecto, le quitan algo de la grasa sin que deje de ser ese gran monumento al colesterol. Es, en resumen, el chicharrón con el que todos soñamos. Por eso, obligatorio un ‘guaro’ como bajativo El otro lao Calle 40 Sur N° 30-65. Tel: (4)334 3946. Envigado, Antioquia. ¡Toda una señora! ¡Toda una dama! Como acompañante de mil preparaciones, y hasta sola, sabe rico. Estamos hablando nada más y nada menos que de la arepa, cuyo ritual se inicia con la cocción del maíz, y después de procesos de gelatinización, gelificación y sinéresis da sus frutos; luego manos amables y amantes le dan su forma y la asan. Y ese producto blanco y desabrido, que revela las huellas de la parrilla donde se asó, y hasta quemaditos que dan fe de que algo ocurrió en ella, cobra vida, para ser puesta luego a merced de todos los comensales. Así entonces, fríjoles, morcilla, carne molida, tajada de plátano maduro, chorizo, y por supuesto, la infaltable mazamorra o el claro, con un trozo Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 91 de dulce macho o bocadillo, configuran esa presentación llamada bandeja paisa. Teniendo esto en cuenta ¿podríamos decir que la bandeja paisa es segura, soberana, independiente y nacional…? Bibliografía Arepas precocidas (2009/03/14). Disponible en: http://www.eltiempo. com/archivo/documento/CMS-4877705 http://www.portafolio.co/archivo/documento/CMS-4877848 Bandeja paisa. Disponible en: Gastronomía Colombiana http://www. encolombia.com/medicina/materialdeconsulta/Tensiometro87.htm FAO (1993) El maíz en la nutrición humana. Disponible en: http://www. fao.org/docrep/t0395s/T0395S06.htm#Preparacion de arepas FAO (1997). Informe del Simposio FAO/SLAN/LATINFOODS sobre composición química de alimentos. Ciudad de Guatemala (noviembre 10-12 de 1997). FAO (1999) Marco estratégico para la FAO 2000-2015. Disponible en: http://www.fao.org/docrep/x3550s/x3550s04.htm FAO (2003) Garantía de la inocuidad y calidad de los alimentos: Anexo 4. Qué es la Comisión Mixta FAO/OMS del Codex Alimentarius. Disponible en: http://www.fao.org/docrep/006/y8705s/y8705s0a. htm FAO (2004) Año Internacional del Arroz: El arroz en el mundo: Colombia - FAO. Disponible en: http://www.fao.org/rice2004/es/p3.htm FAO (2006) Seguridad alimentaria. En: Informe de Políticas. No. 2 (junio 2006) p.1-4. Disponible en: http://ftp.fao.org/es/ESA/policybriefs/ pb_02_es.pdf 92 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad FAO (2008). La inseguridad alimentaria en el mundo. Los precios elevados de los alimentos y la seguridad alimentaria: amenazas y oportunidades. FAO-Roma. Disponible en: ftp://ftp.fao.org/docrep/ fao/011/i0291s/i0291s00.pdf ICBF (2000) (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar) Guías alimentarias para la población colombiana. Bogotá: el Instituto. Disponible en: http://www.icbf.gov.co/icbf/directorio/portel/libreria/ php/03.01010206.html ICBF (2005) Encuesta nacional de la situación nutricional en Colombia 2005. Disponible en: http://nutrinet.org/index.php?option=com_ remository&func=fileinfo&id=640 ICBF (2005). Tabla de composición de alimentos colombianos. Bogotá: el Instituto. Disponible en: http://www.icbf.gov.co/icbf/directorio/ portel/libreria/php/03.030803.html Soberanía alimentaria. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/ Soberanía_alimentaria Vallejo A., Consuelo (2008). Informe sobre avances en el derecho a la alimentación. Iniciativa América Latina y Caribe sin hambre. Bogotá. Disponible en: http://www.rlc.fao.org/iniciativa/pdf/infcol.pdf http://www.eltiempo.com/blogs/un_plato/2010/07/un-chicharron.php http://www.fdc.org.co/glosario/glosario9.html http://www.musalit.inibap.org/pdf/ http://www.nutriguia.com/alimentos/chicharron.html Comidas y culturas regionales: identidades y patrimonialización Ramiro Delgado Salazar A la Doña, por sus aportes y cotidianidades alrededor de la comida y sus sentidos, mi mamá; y a la experiencia como antropólogo, que me permitió sentir y vivir este quehacer diario como proyecto profesional. E ste texto pretende llevar al lector por algunos de los resquicios por los que el mundo de la cocina se mueve, para construir uno de los referentes más importantes cuando de la identidad se trata. Cómo una deliciosa arepa de chócolo recién salida del fogón, o una exquisita taza de aguapanela caliente, representan sentidos identitarios profundos, en los que un colectivo conserva sus memorias, sus historias patrimoniales alrededor del acto humano de comer. Los lugares que habitamos, en los que construimos nuestras historias culinarias, son territorios en los que anclamos nuestros sabores y saberes, de tal forma que veredas, corregimientos, pueblos, regiones y ciudades están íntimamente ligados a todo lo que el universo de la comida evoca y convoca por medio de sus cinco sentidos. Ese contexto territorial en el que se construyen hábitos alimenticios propios pone en acción el mundo del fogón como símbolo de los procesos culinarios de los distintos ámbitos de la región de Antioquia. Fogones y cocinar son dos términos que abren el inmenso panorama que el acto de comer implica para todos, hasta el punto de permitir entrar en esta escena las acciones que un grupo humano debe desarrollar para que pueda 94 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad hablarse de una cocina regional, de unas comidas y bebidas propias de un colectivo, de una comunidad. “Cocinando en el fogón de las identidades” es la metáfora que ha guiado y orientado un conjunto de reflexiones y prácticas alrededor de la comida y la bebida, desde diferentes perspectivas, de la misma manera como al calor del fuego, en las cocinas regionales, locales, parentales y caseras, se definen preparaciones diversas que en su cocción van entretejiendo los hilos de las identidades regionales, del ethos de un colectivo humano, de una gran familia, de una localidad, comunidad, pueblo, ciudad o barrio. En esa ruta de las comidas y las identidades salta casi de inmediato la referencia al tema de la memoria, de los recuerdos, de lo que se preparaba antes, de lo que se comía en otras épocas, de lo que nos ha identificado en este mundo de preparaciones y bebidas. Este escenario de la memoria otorga a la comida un lugar muy significativo, porque ésta ancla doblemente su lugar en nuestra condición humana: el nodo fisiológico, y el nodo simbólico, de significados y sentidos. Este doble lugar por el que atraviesa el acto de comer llama la atención en un universo de situaciones que implica un variado número de problemáticas, tanto orgánicas como culturales, cuando de comidas e identidades regionales hablamos. El ámbito de la alimentación está determinado por la disponibilidad de los insumos culturales para preparar las comidas propias de un colectivo humano. Encontramos así, situaciones relacionadas con el acceso a las tierras propias, y con el dinero que permite conseguir los ingredientes. Ambas acarrean problemas para las cocinas regionales y las identidades culinarias, que afectan su sentido y su mundo. Al ubicar el acto de comer como el motor de la experiencia humana, dado su doble anclaje, nos referiremos a la experiencia de la Constitución de 1991 y la inclusión de Colombia como país multiétnico y pluricultural, a la par que a las rutas globales de los entes internacionales sobre el Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 95 patrimonio cultural, y específicamente sobre el “patrimonio inmaterial”, en el que se incluye el mundo de la comida de una comunidad o sociedad. Los movimientos globales alrededor de la comida, mediados por las escuelas de gastronomía y por las ferias y festivales gastronómicos, se insertan en acciones con el mundo culinario de una cultura, con las rutas de la gastronomía y las reinvenciones identitarias o corrientes recreacionistas de saberes y sabores; panorama que trae a escena un personaje protagonista de muchas de las experiencias culinarias de este escenario: el turista, que va de mundo en mundo, en búsqueda de culturas y experiencias diversas. En ese contexto, las comidas y bebidas locales entran a gozar de una especial significación según los adjetivos usados para calificar una determinada preparación, como “étnica”, “típica”, “folklórica”, “tradicional”, “propia”, “popular”, “regional”, “patrimonio inmaterial “Se trata así, de un escenario de miradas, perspectivas, realidades, intereses, deseos de conocimiento diferentes, que se tejen al pensar las comidas y bebidas de la región antioqueña, situándose más en el escenario del otro (el extraño, el turista, el visitante) que en el propio. En esencia, el panorama de la comida y la identidad es el que permite conectar, tanto las dinámicas locales de un colectivo como los procesos de interacción o transculturalidad de las poblaciones. Rutas de poder y geoestratégicas dinamizan el papel del viajero y el turista y lo interconectan con el del migrante, el desterrado, el desplazado y plantean nuevos temas o reflexiones alrededor de las identidades en acción, las fronteras, las naciones-Estado, y los sentidos de identidad y pertenencia. No es posible avanzar en este recorrido por los intersticios en los que la comida y la identidad se mueven sin poner en escena las realidades geográficas de Colombia como país y de Antioquia como departamento, o mejor, como región, un panorama que nos exige mirar la diversidad ecosistémica de lo “antioqueño”, para dimensionar la pluralidad de identidades que este genérico acoge, una región de diversos climas y particulares fauna y flora, que provee la alimentación básica de su población. 96 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad De la misma manera, esta diversa geografía ha convocado desde propios hasta extranjeros en su construcción genética, en la cual se ha gestado una historia culinaria de cocciones y reacciones, gustos y disgustos, de ires y venires en esos fogones criollos, mestizos, dinámicos y transformadores de saberes y sabores, en los que indígenas, africanos y europeos de variados orígenes fueron dándole forma al mundo de cocinas regionales o familiares, locales o parentales, que tenemos en esta región de Antioquia. La combinación de procesos detrás de cada sorbo de un rico chocolate caliente, o detrás de cada mordisco de una rica empanada de iglesia, nos exige hacer el recorrido completo para saborear cualquiera de los dos: hablamos de los procesos de producción, de distribución y acopio, preparación, consumo y sobras, que se dan cada vez que comemos o bebemos. Esta ruta de situaciones particulares, que van más allá del acto de morder y tragar, enriquece las posibilidades de entender el lugar privilegiado de la comida en la construcción de identidades y sentidos de pertenencia. Lo que pasa en cada uno de esos momentos va consolidando de forma más profunda la red que exige el acto de comer (procesos que involucran diversas lugares, personas, instrumentos, sistemas y situaciones). Observemos de forma contrastante lo que sucede en un mercado o en un comedor, el trabajo de los campesinos en la siembra de la cebolla y lo que debe hacer el que prepara un pastel de cebolla. Esa red de tiempos, personas, procesos, instrumentos, ingredientes y circunstancias dimensiona lo que tal acto conecta, y además teje un mundo de significados en ambas dimensiones en las que el comer actúa, la mente y el cuerpo. Los colectivos que son nuestros ancestros en esta región de Antioquia han sido los gestores de ese diálogo de lo propio, lo local, lo tradicional, con lo novedoso, lo que llega, lo que da campo para innovar en lo propio; dinámica que ha permitido, a la hora de pensar en las cocinas regionales, locales o propias, considerar esencialmente las interacciones que históricamente se han dado entre los pueblos de nuestra memoria. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 97 Es éste un complejo proceso de negociaciones, luchas, interacciones e invenciones, en cuyas matrices anudan sus raíces los sabores y saberes culinarios de hoy, con los que nos sentimos identificados y que nos confieren un sentido de pertenencia regional, local, familiar, en cuanto a bebidas y comidas. Se ha dado una larga historia de negociaciones entre sabores y técnicas, culinarias variadas, valores diferentes otorgados a plantas y animales, yante técnicas de preparación y de obtención. Un dilema del gusto, un debate frente a valores y sentidos de los diversos alimentos de estas tierras y sus códigos alimenticios, europeos o africanos. Es necesario observar los muchos siglos de interacciones, desde 1500 hasta la fecha, para entender la historia de la construcción y reconstrucción, invención e imposición de sabores, olores y texturas, y así intentar ver el fondo de eso que llamamos el patrimonio culinario de la región antioqueña. La historia de la comida es la de una dinámica constante a la que llegan y de la que salen sabores y técnicas, y allí se va forjando un universo identitario sobre el cual un colectivo se reconoce y se siente identificado. Un rico mapa en el que interactúa una nutrida gama de ingredientes, como carnes, azúcares, harinas, tubérculos, frutas, verduras, de la mano con procesos de cocción, (asado, ahumado, frito), o con lo crudo o lo podrido, dónde el maíz, la yuca y el trigo ocupan lugares importantes en la construcción identitaria alrededor del comer y el beber, y sobre los cuales las culinarias regionales han construido sus fogones, sus gustos y recetarios. En este escenario de construcción de identidades culinarias entran en juego dos temporalidades importantes: el día a día de la vida y el de los momentos especiales, de las celebraciones o conmemoraciones. Estamos ante dos tiempos que marcan la vida, que nos sitúan ante circunstancias diferentes para resolver el tema de comer: lo habitual y lo especial, lo cotidiano y lo ocasional. Los marcadores culinarios para estos tiempos son, quizás, algunos de los más significativos en nuestra experiencia 98 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad humana: comida de fiesta, de matrimonio, de nacimiento, de funeral o de cumpleaños, al lado del diario comer o “los tres golpes” de comida. Una identidad culinaria se va construyendo en la dinámica amplia de una sociedad, en esos sentidos que tiene el desayuno diario o la habitual cena semanal, frente a las grandes preparaciones de los momentos especiales, cuando los comensales llegan y se congregan alrededor de un evento. Una gama de platos y bebidas configuran el plano de lo que se come y bebe, acorde con los tiempos y las ocasiones; en otras palabras, tras el universo de la comida leemos las complejas estructuras sociales y simbólicas que le permiten a un colectivo construir sus referentes de identidad, sus dimensiones temporales y especiales, así como la gama de circunstancias en las que se organiza su vida, y que marcan sus tiempos y ciclos. Es la comida el medio que permite seguir las rutas de la inclusión y la exclusión, las pautas de lo propio y lo ajeno, los códigos que definen lo comestible y lo no comestible, lo que es comida y lo que no lo es. El comer es un terreno en el que se puede reconocer la cartografía de una comunidad en todos sus ámbitos. La cultura parece ser un proceso que constantemente filtra e involucra gustos y saberes alrededor de las identidades culinarias regionales en Antioquia. Parafraseando a Masssimo Montanari, se trata de una constante interacción entre la tradición y la innovación, una permanente dinámica de valoración y significación de lo que se prepara en los distintos fogones locales, en la que se valora y subvalora, se incluyen y excluyen sabores, olores, presentaciones, recetas, técnicas, ingredientes y cantidades. En la reflexión sobre el universo de la comida, el momento de la preparación evoca la presencia de las mujeres y su lugar en el mundo del alimento, de la vida, desde nuestro nacimiento hasta el momento de morir, en el mundo de los valores y los sentidos, un lugar particular que Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 99 les ha dado su oficio por excelencia alrededor de las comidas y bebidas, desde sus labores en las ollas y sartenes, con los cuchillos y las carnes, con los ingredientes y sus manipulaciones, hasta llegar a brindar a sus comensales y su familia la energía para la vida, una alquimia que implica para ellas el poder y el control de su colectivo familiar. Desde muchas ópticas, sus manos, sus labores y su sazón constituyen el punto básico de estudio sobre la manera como se han situado en el orden del mundo, en los distintos sistemas económicos, y como han abordado el mundo culinario y sus relaciones sociales y de poder. Ellas, las mujeres, guardan las memorias de saberes culinarios, de experiencias y prácticas esenciales en los procesos actuales para pensar las cocinas regionales, las cocinas del alma o parentales. Es preciso poner el ojo y fijar la atención en las llamadas cariñosamente “cocineras” en estos momentos, cuando la globalización nos envuelve en otras moléculas culinarias y nos distancia de la obligatoria reflexión y el estudio de los terrenos de lo propio, local e identitario. Ellas siguen siendo el nodo o el alma de los procesos alrededor de la comida y la bebida. El maravilloso término “sazón” nos comunica su poder fisiológico y simbólico a la hora de cocinar. Ellas dominan terrenos en los que sólo la experiencia permite actuar con certeza y gusto. Siguiendo la ruta propuesta, es interesante echar una mirada detallada y consciente a las cocinas y los comedores, como lugares de la alquimia y la degustación. Son dos territorios bien diferentes, pero cargados de significado y sentido, en los que se dirime el diario comer y beber de las personas. Cocinas y comedores, privados y públicos, para la casa y para la calle, son palabras que introducen un nuevo elemento en la ruta de pensar las cocinas y sus identidades. Comer en casa o en una fritanga callejera, comer en un restaurante o en un almuerzo de trabajo en la oficina, son eventos que ponen en juego las múltiples circunstancias que envuelven el acto de la ingesta y escenifican la dinámica de lo público o lo privado, la casa o la calle. 100 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad Este recorrido sobre las comidas permite visualizar los lugares en los que la vida de hoy y los procesos identitarios nos guían acerca de dónde ir a comer o beber, y a la vez pone en escena otro grupo de personas, los viajeros, los turistas, que buscan conocer a “los otros” para lo cual la comida es un buen pretexto. Así se van construyendo los referentes de identidad alrededor de la comida, en una cartografía que ubica en el mismo escenario los gustos propios y los ajenos, las exigencias y deseos de unos y otros, a la vez que pone en juego los valores y significados que les hemos dado a las cocinas regionales, locales y familiares, y que tanto valor y reconocimiento nos han merecido como para ofrecerlas a los que llegan, a los otros. ¿En qué momento fuimos conscientes de los valores, tanto simbólicos como fisiológicos, de las culinarias propias y locales, como para posicionarlas y pensarlas como parte de nuestra riqueza local y considerarlas patrimonio gastronómico, patrimonio culinario? En esas dinámicas de las cocinas locales está siempre presente el tema de la preservación y durabilidad de la comida. Para ello existen técnicas de ahumado, salado y secado, entre otras. Los procesos de cocción lenta, destinados a conservar los alimentos en los viajes, los fiambres, los envueltos, las encomiendas, el portacomidas, y otras formas, reafirman el postulado de que la comida no debe botarse, que se debe procesar, para que se conserve durante cierto tiempo. Cocinas dedicadas a las preparaciones dispendiosas, lentas, complejas, de larga cocción y variados procesos, con sabores propios e historias vividas alrededor de un universo culinario que articula geografías, significados, memorias y vivencias, son elementos que proporcionan a la gente de una región su sentido de pertenencia. Cocinas, comedores y restaurantes aparecen como los lugares en los que la memoria permite a los platos y comidas que se preparan entrar en las dinámicas de la multiculturalidad, de la transculturalidad, en las que lo Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 101 propio se vuelve propio para otros, y lo de los otros llega y se vuelve más propio que lo propio. Las dinámicas del intercambio, de las migraciones y los desplazamientos ponen en juego una constante afirmación de lo propio y la reelaboración de sabores que llegan, se ponen de moda, se digieren, y quizás se queden o pasen tan pronto la moda se acabe, estrategias maravillosas de la recursividad, del rebusque, de lo que se tiene, en medio de los códigos culinarios propios que ofrece el mundo de las cocinas regionales. Entre mundos de sabores y saberes culinarios, las dinámicas locales se disparan en formas de interactuar con las propuestas de los medios y del mercado, y se crea una cadena que permite hablar de asuntos tan particulares como el uso del cubo Maggi en algunas culinarias, espacio de reelaboración del gusto y reafirmación de estrategias de vida y cocina. Los fogones familiares y las cocinas parentales se vinculan con la esencia de la construcción de identidad por medio de los diversos procesos en los que se involucran cuando de cocinar se trata. Nodos organizativos, como las familias, guardan memoria colectiva culinaria, acumulada por tradición oral o en el aprender haciendo, como ruta básica en el aprendizaje de la cocina. Un ejercicio que en la práctica se cualifica y se transmite desde el hacer y el hablar haciendo. En este momento convoco al lector a pensar en el mundo de ingredientes que forman su universo de comidas y bebidas, cómo está constituida su despensa o alacena, qué hay en ella. Y, a su vez, a mirarse en su vida diaria y en sus celebraciones especiales, analizar de qué manera construye su sentido de pertenencia o de identidad en sus comidas y bebidas, qué memorias culinarias llegan en su día a día para alimentar sus añoranzas y nostalgias o sus deseos de sentir los sabores de la familia, de antaño, de su región. Frijol, maíz, trigo, yuca, panela, tubérculos, carnes, frutas, verduras y hortalizas entran en un mundo de preparaciones y sabores que construyen horizontes en los que nos podemos reconocer. Es ese el nodo que debería 102 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad permitir entender el sentido de la comida en el ámbito de las acciones humanas, como la que marca y define ritmos específicos a la existencia, por ser la energía vital del cuerpo y del alma. En medio de las interacciones entre corrientes que hablan de gastronomía y patrimonio gastronómico y las que hablan de cocinas del alma o parentales, locales o regionales, parece que nos estamos encontrando en una encrucijada; sin embargo, creo útil hablar de cómo se ven las cosas y cuál debe ser el lente para conocer el mundo y sus prácticas, unas aquí, otras allá, lejos, y a qué se refieren cuando se habla de lo uno y de lo otro. Ya lo he mencionado en este texto: la presencia del turista como sujeto que interactúa (teniendo en cuenta la dimensión exacta de lo que quiere decir “ser turista” que es el que llega a otras tierras, a otras culturas). A su alrededor se construyen diversas imágenes en el universo de la cocina y la bebida regionales, terrenos ricos en posibilidades de interactuar en ese contexto. Los restaurantes para turistas o para locales pueden constituir un buen ejemplo del esquema que opera en Antioquia, espacios diferentes que no deberían estar separados, porque las ofertas deberían ser las mismas, independientemente de a quiénes se destinen. ¿Acaso son mundos culinarios diferentes, con precios, presentaciones y ambientes disímiles? Sería interesante poner la mirada en el conjunto de ofertas reservadas exclusivamente a un sector de los usuarios de las cocinas regionales. Vuelven a escena, cuando de hablar del patrimonio culinario se trata, las dinámicas locales a la hora de hacer las preparaciones de nuestra cocina. Tenemos una cocina regional que disfrutamos, con la que nos identificamos en la vida diaria y en las celebraciones especiales, pero, ¿es esta misma comida la que ofrecemos a los que nos visitan, a los turistas, a los que vienen a conocernos? Un buen interrogante. El tema del patrimonio en relación con la cocina debería abrir espacios y recursos para aportar al fortalecimiento de unas cocinas y culinarias que necesitan un impulso. Las cocinas locales tienen la fuerza de su historia Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 103 y su memoria, lo cual viabiliza acciones de autonomía comunitaria alrededor de la comida y la bebida. No se debe dejar de lado el ámbito del término “patrimonio” en relación con las elecciones y priorizaciones de los mayores, que entregaban a los menores como ruta de continuidad de la familia. El tema de la “herencia” o “patrimonio”, en función de los procesos de repartición y entrega de los bienes de los mayores a sus sucesores, es trascendental. Ante las oleadas de dinámicas nacionales y globales alrededor de las comidas y bebidas, se hace pertinente observar con más cuidado todo lo que sucede alrededor de este mundo. Procesos de valoración, reconocimiento y evaluación de lo propio en los terrenos de sabores y saberes culinarios implican la urgencia de hablar y cocinar desde nuestras cocinas, fogones, alquimias, estéticas y éticas de la cocina con la que nos identificamos. No perder de vista nuestras cocinas regionales y estudiar el tema de los mercados y los sistemas de circulación y acopio de ingredientes, estos últimos centrales en la lectura culinaria de la identidad, es fortalecernos en un ejercicio crítico sobre lo que se está cocinando en las regiones de Antioquia. También sería significativo observar las cocinas donde se preparan las memorias de una historia, como ruta para ver los cambios que allí se dan en términos técnicos y del gusto. Ya he comentado anteriormente lo valioso del comedor o del espacio donde disfrutamos de nuestra propia comida pues tanto éste, como la cocina, son territorios significativos a la hora de hablar de las comidas regionales, ya que en ellos se vive de forma decisiva el proceso del comer o del beber; y lugares emblemáticos del día a día de los hábitos alimenticios de la gente antioqueña. Sería éste el camino para poner en una gran mesa las comidas y bebidas que encierran los sentidos identitarios de un colectivo, donde apareciera en escena todo el universo culinario de una comunidad. De inmediato se levantarían, de cada uno de los elementos ahí presentados, múltiples 104 Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad preguntas, acciones y gestiones que demandaría su situación en el esquema identitario de las culinarias propias. Semejante escenario daría pie para pensar el conjunto de términos que rondan en función de los patrimonios de la gente: se habla de la salvaguardia, de la protección, del rescate, de la declaración de un mundo culinario como patrimonio de un colectivo particular, y no de la humanidad global. Quizás este conjunto de términos se prestan para objetivar lo que representa y significa para quien tiene algo que define como “su patrimonio”. Desde la comida y la cultura se deben abrir nuevas ventanas para el estudio y las tareas, de tal forma que los recetarios orales o escritos formen parte de una ruta para la construcción de los referentes identitarios de una región. Recorridos por ingredientes, utensilios, técnicas, preparaciones, dejarán entrever un mundo significativo a la hora de pensar en los lugares de la comida en el esquema global. Finalmente, las cocinas regionales anudan, en toda la extensión de la palabra, la dimensión vital de la identidad y la de la cultura, porque su universo es un bien significativo para la vida de un colectivo y de sus individuos. Al poner la mirada, en primer lugar en mi región, mi familia y mis parientes, como estrategia de reconocimiento propio, podemos dimensionar nuestro patrimonio culinario, para que no se ahogue en medio de las expresiones de nuestras cocinas regionales, más como intento de construir una nación multicultural en una gran bandeja que de pensarnos como nación, y desde allí permitir el fortalecimiento de un rico menú que hable de nuestras historias culinarias. Todo este mundo de cocinas regionales, en constante diálogo con los terrenos de lo urbano, con fronteras permeables, son escenarios que dan pie a culinarias urbanas, criollas, mestizas, de transculturalidad en sabores y saberes. Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 105 Condiciones de mundo urbano, como consecuencia de una migración o un destierro, en el mismo país o en el extranjero, dan lugar a estrategias íntimas para revivir y disfrutar esas comidas que llevan la identidad en su sabor y en su significado. Variados dispositivos fisiológicos y simbólicos interactúan para poner la comida ante los cinco sentidos y ella se pasea campante por todos, llenando en cada uno de ellos el apetito de la identidad. En esencia, las dinámicas culinarias, tanto en lo regional como en lo urbano, dan fe de la importancia de este universo en la elaboración de los procesos identitarios. Sea en el campo o en la ciudad, las distintas preparaciones de bebidas y comidas ponen cara a cara el potencial pedagógico y político que permite el universo de la comida en los contextos actuales de globalización y de patrimonialización. Cada lectura detallada y juiciosa de la comida y la bebida deja entrever las dinámicas del orden global y de las situaciones políticas del mundo en el que vivimos. Es necesario dejar aflorar, en este día a día de las reflexiones sobre el universo de la comida y la identidad, el sentido profundo histórico que en ella se puede estudiar, siguiendo su marca en los dos niveles ya mencionados: el simbólico y el fisiológico. Es, además, urgente que miremos con sentido crítico todo lo que viene sucediendo en el escenario nacional y global con el uso de los referentes identitarios regionales, los cuales entran de manera copiosa en nuevas redes de sentidos y significados, permitiendo así un juego de valores e identidades que, más allá de fortalecer estas últimas, las pone en conflicto, despojando de manera atrevida a los pueblos de sus gustos y sus técnicas, para servir a los otros platos asépticos y llenos de marcas globales. Cocinando en el fogón de las identidades es un escenario en el que, desde diferentes miradas, hemos aportado a una lectura regional del mundo de la cocina, sus valores y significados, y a la importancia de fortalecer las investigaciones regionales para dimensionar lo propio y sentir el orgullo y el gusto de cuidarlo como nuestro patrimonio culinario. Comensalía: Tocar, oler, gustar y oír sin ver C omo un componente de las conferencias del ciclo “Cocinando en el fogón de las identidades: cocinas, saberes y regiones”, se programó una comensalía-taller que permitió a los asistentes tener un contacto más directo con los diversos ingredientes culinarios y las preparaciones locales, para experimentar, a partir de los sentidos, los sabores y saberes de las cocinas regionales y percatarse del lugar que ocupan en la construcción de la memoria. Tras la deconstrucción de la ya conocida frase de nuestras mamás de que la “comida entra por los ojos”, esta ruta sensorial eliminó el sentido de la vista, tapándoles los ojos a los asistentes al ciclo, y cada vez que un ingrediente o una preparación se les acercaba, sea para tocarla, olerla, saborearla u oírla, se producía un aumento de la sensibilidad y de la tensión. De esta manera, la mano, la nariz, la boca y el oído, (sin los ojos), sirvieron como rutas metodológicas que apoyaron la reflexión propuesta en las charlas en función del vínculo entre la comida y la cultura en sus dimensiones histórica, antropológica y nutricional. El taller denominado “Tocar, oler, gustar y oír sin ver” es una propuesta metodológica y de análisis de la comida y la bebida para que éstas tengan un lugar en la memoria, el recuerdo, la “añoralgia”, y observar cómo, desde este nivel, los cinco sentidos despiertan y le permiten al tallerista reflexionar, en un contexto, sobre los significados de región, comida e identidad. Entre otros detonadores de esta comensalía se incluyeron: la maicena, las crispetas, el maíz cocido, la panocha, el bizcocho de novia, la masa de pan y la mazamorra, las hostias de consagrar y los patacones; el buñuelo, la yuca cocida, aceite de cocina, huevo crudo y queso costeño; palmitos, Ciclo 11: Cocinando en el fogón de las identidades; comidas, saberes y regiones 107 tomates maduros, cilantro, cebolla y hogao; ají picante, jengibre y vainilla; aguardiente, café, chocolate Diana y un trago de vino; arequipe y dulce de mora; además frutas como la algarroba, la guayaba, el chontaduro, maracuyá, tomate de árbol, higos, el coco, la granadilla; y carnes como el hígado de res crudo, algunos pedazos de mondongo, chorizos, chicharrón, morcilla, gelatina de pata y pescado seco, amplio universo de sentidos y significados que, articulados con algunas preparaciones regionales, dieron las pautas para vivir y sentir los aportes centrales de las charlas del ciclo, presentadas por los conferencistas. Mediante ese doble juego de la palabra expuesta y la vivencia a partir de los sentidos, la Cátedra abierta: Universidad, cultura y sociedad, en su undécimo ciclo, pretendió, no sólo dejar un legado de reflexiones desde lo teórico, histórico y antropológico sobre el lugar que ocupan la comida y la bebida en la construcción de unas identidades regionales, sino también desde lo práctico, apreciar el papel, tanto fisiológico como simbólico, que tienen el acto de comer, el mundo de las cocinas y los fogones regionales. Este viaje culinario desde lo sensorial, en su segunda parte, permitió a los asistentes, tras ver el video ¿Y de la bandeja paisa qué?, cerrar con una reflexión y un debate sobre esa llamada “identidad paisa” y sus conexiones con la “bandeja paisa”, utilizada ésta como ícono de la identidad regional; y a partir de sus ingredientes y preparaciones, se pusieron en entredicho temas como salud, nutrición, hambre, memoria, recuerdo, añoranza y sentido de pertenencia regional a la historia culinaria de Antioquia. Una comensalía que involucró la comida y sus sentidos, y también su imagen como maneras complementarias y vitales, en una reflexión alrededor del proceso de cocinar en el fogón de las identidades, las comidas, los saberes, los sabores y las regiones que constituyen el departamento de Antioquia. Teléfono: (574) 219 53 30. Telefax: (574) 219 50 13 Correo electrónico: [email protected] Impreso en marzo de 2012