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Reseña
Human diet: its
origin and evolution1
Samuel Galavíz Moreno*
E
n Human diet: its origin and evolution, los editores Peter S. Ungar y Mark F. Teaford integran un interesante recuento de temas para tratar de explicar la manera como se ha
desarrollado la evolución de nuestra alimentación. El libro está
basado en los trabajos del simposio “Orígenes y evolución de
la dieta humana”, desarrollado en el marco del XIV Congreso
Internacional de Ciencias Etnológicas y Antropológicas.
Inician la discusión celebrando que en los últimos años ha
habido una “explosión” de datos generada a partir de investigación científica sobre el tema. Los enfoques del trabajo son
variados y van desde el estudio de poblaciones tradicionales,
primates no humanos, restos arqueológicos y fósiles humanos,
hasta investigaciones sobre química nutricional y medicina evolutiva. Al mismo tiempo, lamentan el hecho de que a pesar de
que el tema debe ser trabajado de manera interdisciplinaria,
por lo general los diferentes grupos de investigación van cada
uno por su lado sin conocer siquiera muchas veces lo que otros
han encontrado en sus indagaciones. El trabajo para dilucidar
el origen y la evolución de la dieta humana, comentan, es materia de investigación para antropólogos nutricionales, etnógrafos, fisiólogos, especialistas en primates, morfologistas funcionales y paleontólogos, quienes pueden contribuir a conocer
qué, cómo y por qué comemos.
La publicación del libro tiene dos objetivos principales; el
primero es responder a la pregunta: ¿por qué estudiar la evolución de la dieta humana? El segundo es mostrar los principales métodos para reconstruir las dietas de nuestros ancestros
más lejanos. Algunos investigadores usan analogía directa para
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modelar las dietas de humanoides fósiles, basándose en pueblos tradicionales que aún viven. Otros estudian los huesos y
dientes de ancestros humanos para buscar pistas acerca de su
dieta.
En lo referente a la relación dieta-salud, Eaton, Eaton y
Cordain inician con las consideraciones de que la velocidad de
los cambios dietarios ha superado la capacidad adaptativa de
los humanos; por esta razón, estamos expuestos a situaciones
tales como la alta disponibilidad y consumo de grasa saturada, carbohidratos de alto índice glicémico, sodio, junto con
los desbalances de consumo de ácidos grasos poliinsaturados.
La pregunta es: ¿deberemos regresar a lo que comían nuestros
ancestros?
El trabajo para dilucidar el origen y la
evolución de la dieta humana es materia de
investigación para antropólogos nutricionales,
etnógrafos, fisiólogos, especialistas en primates,
morfologistas funcionales y paleontólogos,
quienes pueden contribuir a conocer qué,
cómo y por qué comemos.
Revista Universidad de Sonora
Sin embargo, un problema fundamental
es la definición de hacia dónde “regresar”.
Los humanos somos omnívoros. Al parecer,
nuestra adaptación dietaria “específica de
nuestra especie” involucra el consumo de
muchos tipos de alimentos diferentes. Alguna evidencia apunta a que empezamos a
desarrollar nuestra habilidad para aprovechar un “amplio espectro” de opciones de
alimentación, justo después de separarnos
de los chimpancés, hace unos 4 millones de
años. Nuestra habilidad adaptativa para el
cambio parece tener al menos parte de su
explicación en las adaptaciones culturales y
sociales que, a su vez, se han desarrollado
durante nuestra evolución.
Mediante el estudio de la dieta humana y
su evolución se pueden aprender una variedad de aspectos de los hábitos alimentarios,
como el hecho de que la alimentación variada
es buena, no hay un alimento que por sí solo
resuelva todos los problemas de la nutrición.
Hay estudios de restos humanos de la época
de la transición a la agricultura, que muestran
que las dietas restringidas a sólo unos pocos
alimentos principales se relacionan con situaciones de salud pobre para esas poblaciones.
Por otro lado, la variedad, si no es evaluada,
puede no ser del todo buena. La gran variedad de alimentos disponibles proporciona
opciones a la sociedad que pueden llevarla
a tomar decisiones equivocadas, pues abundan alimentos altos en grasa, grasa saturada, sodio, carbohidratos refinados y bajos
en fibra.
Este libro contribuye a la discusión sobre la dieta humana de una manera muy interesante, pues, como se ha insistido, toma
el punto de vista evolutivo. Se sabe que a lo
largo de nuestra evolución se ha desarrollado una adaptación metabólica importante
que nos permite tener reservas energéticas altas para los tiempos de “vacas flacas”.
Pero lo que sucede hoy en día, sobre todo
en poblaciones urbanas, es que el consumo
exagerado y sistemático de alimentos altos
en contenido calórico, aunado a una disminución muy importante en la actividad física, nos ha convertido en una sociedad que
a nivel mundial tiene problemas muy serios
de sobrepeso y obesidad. Estos problemas
están, a la postre, en la raíz de una variedad
de enfermedades que amenazan el estado
de salud de cientos de millones de personas
en el mundo.
Alguna evidencia apunta a que empezamos a desarrollar
nuestra habilidad para aprovechar un “amplio espectro” de
opciones de alimentación, justo después de separarnos de los
chimpancés, hace unos 4 millones de años.
1 Teaford, Mark F. y Ungar Peter S. (editores), Human diet: its origin and
evolution, Westport, CT, Bergin & Garvey, 2002, 206 pp.
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