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Mito y realidad de la Agricultura Ecológica Los alimentos ecológicos representan poco más del 2% del mercado de alimentos y alcanzan precios entorno a un 50% más altos que los convencionales. La expansión de la AE en el mundo alcanza una extensión superior a los 30 millones de hectáreas distribuidas por 120 países. La génesis de este movimiento se remonta a hace algo más de dos siglos. de Ante el auge actual de la llamada Agricultura Ecológica (AE) se hace necesaria una evaluación rigorosa de sus postulados y prácticas. El reciente reglamento de la U.E. sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos se dice que “la producción ecológica es un sistema general de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad, la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales”. Es decir, lo que se pretende no es tanto la producción de los alimentos necesarios para el conjunto de nuestra especie sino una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores. La AE surge, según sus defensores, como un movimiento ideológico de reacción ante los que ellos consideran excesos y problemas derivados de la intensificación e industrialización de las producciones agropecuarias cuyas consecuencias son una serie de efectos negativos sobre la salud y el medio. Fundamentos de la nutrición vegetal Desde Aristóteles y hasta antes del s.XX, se venía aceptando de forma errónea que la aportación de materia orgánica como estiércol o como abono verde (cubierta verde del suelo enterrada) aumentaba el rendimiento de las cosechas. Hasta el s.XX no se desmontó esta teoría, las plantas no absorben materia orgánica y que el carbono de éstas procede de la atmósfera, por fijación del anhídrido carbónico, mientras que los macronutrientes y micronutrientes son absorbidos por las raíces desde el suelo en forma inorgánica. La materia orgánica únicamente contribuye a la nutrición vegetal de forma indirecta, liberando al suelo estos elementos inorgánicos. Así, el nitrógeno se absorbe en forma de nitrato o de amonio y estas sustancias químicas al estar en contacto con las raíces no guardan memoria de su procedencia (materia orgánica ó síntesis química). Los nutrientes que las plantas extraen del suelo deben ser remplazados para que la capacidad productiva del suelo no decaiga, restauración que puede conseguirse mediante materia orgánica y abonos de síntesis. Aunque es técnicamente posible el cultivo hidropónico (soluciones nutritivas en ausencia de suelo ) en términos globales resulta imprescindible el suelo como sustrato de producción de alimentos. Éste es un bien progresivamente escaso cuya conservación debe ser prioritaria bajo cualquier régimen de explotación agraria. Hace pocas décadas la disponibilidad de suelo laborable por persona era de media hectárea, ahora es de un cuarto y seguirá disminuyendo, si queremos alimentarnos en el fututo tendremos que producir más por cada hectárea y de una forma más limpia. Pero la agricultura desde su invención ha sido contraria al medio ambiente; tanto más contraria cuanto más primitiva. Asegurar la sostenibilidad del sistema agrario actual es prioritario. Agricultura Ecológica & Agricultura convencional Los defensores de la AE suponen dañinos a los fertilizantes inorgánicos, otorgando una importancia mística a la materia orgánica, el humus y las lombrices y admiten sólo algunos de los llamados insecticidas naturales, concediendo a lo natural unas propiedades benéficas que nunca tuvo. Estos suponen además que la agricultura convencional tiene “efectos dañinos sobre la salud, el medio y la sociedad”. Así han surgido ciertas modalidades práctica agrícola que parten de la convencional para asumirla. Los conceptos de agricultura sostenible aluden a una práctica que debe satisfacer las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones, así como conservar el suelo, el agua, la biodiversidad y la atmósfera sin renunciar a los altos rendimientos y al uso de productos de síntesis. Un injustificado rechazo de la ciencia En la definición de AE hay una falsa concepción de lo natural como inocuo y benéfico. Se usa el término “natural” enfrentándolo a “artificial”. Pues bien, ni lo natural es sinónimo de bueno y saludable ni lo artificial no es de peligroso e indeseable.. Por ejemplo, la solanina de la patata es un alcaloide tóxico que esta 100 veces más concentrado en la patata silvestre que en la doméstica; algunas de nuestras variedades de pimiento son picantes, pero la capsaicina que contienen es un potente citotóxico; la madre de A. Lincoln murió a causa del tremetol presente en la leche de vaca que se alimentó de un pasto 100% natural. En contraste con lo natural, lo artificial o sintético no es necesariamente adverso para la salud . El efecto de un compuesto químico (p. ej. una vitamina) sobre el organismo humano es exactamente el mismo si es de procedencia natural o sintética. Un conservante autorizado, aplicado de acuerdo con las normas, es inocuo y nos defiende de una amenaza natural importante (toxina botulínica o estafilocócica). Ninguna de las especies cultivadas ha sido “natural” porque ninguna es capaz de vivir por sí misma en vida libre y todas dependen de la mano humana para tener éxito en la sucesión de sus ciclos biológicos. ¿Alimentos más sabrosos, sanos y nutritivos? Uno de los objetivos de la AE es la obtención de productos alimenticios de elevada calidad nutritiva y organoléptica en suficiente cantidad, obteniendo unos rendimientos que no se alejen de los de las producciones convencionales. Pues bien, no se ha encontrado prueba alguna de que un sistema de producción sea superior a otro en respecto a las propiedades organolépticas del producto. Tampoco el análisis comparativo de nutrientes respalda la idea de que los productos ecológicos añadan algo significativo al valor nutritivo de una dieta variada convencional. La idea de que los productos ecológicos son más sanos y seguros que los convencionales también ocupa un lugar central en la estrategia de difusión de la AE ya que, según sus defensores, propone evitar la presencia de elementos químicos tóxicos para la salud humana en los productos agrarios y alimentos finales. Hay que decir que esta idea es falsa, más bien lo contrario es más cierto. La normativa europea que regula los productos ecológicos prohíbe el uso de fertilizantes minerales nitrogenados (en favor del uso del estiércol animal o materia orgánica compostados de producción ecológica), así como la aplicación de plaguicidas y antifúngicos de síntesis (en favor de agentes naturales y determinadas prácticas. En un estudio realizado por la Universidad de Minesotta (año 2004) se examinó la presencia de coliformes fecales (bacterias indicadoras de la contaminación de agua y de alimentos) en muestras de frutas y verduras de explotaciones ecológicas ( un 9,7%) y convencionales ( un 1,6%). La mayor presencia de éstas en productos ecológicos se debe precisamente al uso de estiércol fresco, cuyo uso permite la complaciente normativa, el estipular que sea preferentemente compostado. El estiércol de todas las vacas, ecológicas o no, tiene microorganismos fecales. La probabilidad de infección por este coliforme ( Escherichia coli ) es ocho veces mayor a través de los productos ecológicos que de los convencionales. Otra contaminación biológica asociada a los productos ecológicos es la presencia de toxinas producidas por determinados hongos (aflatoxinas). Al no permitir la normativa europea el uso de antifúngicos, evita la eficacia de estos tratamientos permitiendo un mayor desarrollo de hongos que pueden promover la formación de tumores en animales de experimentación. A todo esto debemos añadir la lucha biológica contra plagas. En AE se aceptan catorce fungicidas y ocho insecticidas naturales dónde se incluyen compuestos, como la rotenona, que puede causar la enfermedad de Parkinson, las sales de cobre, que son hepatotóxicas, entre otras. La proporción de insecticidas naturales que causan mutaciones en bacterias y cáncer en roedores es la misma que la de insecticidas sintéticos. Por tanto es falsa la creencia popular, atizada por los defensores de la AE, de que existe una verdadera epidemia de cáncer originada por el consumo de productos convencionales y que los alimentos ecológicos son más saludables que los convencionales. De hecho, en el mismo reglamento CE nº2092/91 que regula la agricultura ecológica se dice claramente: “ No podrá figurar, en el etiquetado ni en la publicidad, ninguna mención que sugiera al comprador que la indicación AE constituye una garantía de una calidad organoléptica, nutritiva o sanitaria superior”. EQF Fertilizantes Crtra de Rivero s/n. 14730 POSADAS (Córdoba) Fuente: Reg. C.E. nº8347/2007 producción y etiquetado de productos ecológicos Reg. C.E. nº 2092/91 sobre agricultura ecológica Articulo Fco. García Olmedo (R.A.Ingenieria de Esapña)