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LA GASTRONOMÍA EN TIEMPOS DE CERVANTES
Comidas de ricos y comidas de pobres. Comidas de hidalgos.
¿Qué comían y qué bebían las gentes de la España de 1615?
¿Hay en la obra cervantina puntos de contacto con la “dieta
mediterránea? Si consideramos a Grecia como la cuna de nuestra
civilización, leemos las recomendaciones de Platón (siglo IV, a.C.). Sus
ideas filosóficas están imbuidas por la moderación y según él una
dieta sana consiste en consumir, preferentemente, cereales,
legumbres, fruta, leche, miel y pescado, poca carne cocinada y el vino
bueno también en poca cantidad.
En el Siglo de Oro, no tenemos constancia de que existan
“recomendaciones” filosóficas similares y en la composición de la dieta
solo mandan los maravedíes.
EN ESOS TIEMPOS LOS HÁBITOS ALIMENTARIOS EN ESPAÑA
DEPENDÍAN ESTRICTAMENTE, DEL ESTRATO SOCIAL.
Dime lo que comes y te diré quién eres
El primer estrato económico del país, la nobleza y los
altos cargos eclesiásticos consumen ingentes cantidades
de carne y por ello, habitualmente padecen gota.
El segundo estrato constituido por
caballeros, artesanos pudientes,
comerciantes etc. tenían menores dispendios
culinarios lo que aboca forzosamente a una
alimentación más equilibrada en la que
abundaban las verduras y las legumbres.
El tercer estrato, muy numeroso y con pocos caudales,
ayunaba más o menos en función a su pobreza.
En esos siglos, los antecedentes dietéticos con relación a la dieta mediterránea
parecen estar cercanos a la ingesta de la clase
media de la época, con salvedades. Se perfila
ya dicha dieta como un consumo abundante de
pasta, arroz, verduras, legumbres, fruta,
pescado, pan negro, poca carne, especies como
el ajo, orégano y un poco de vino. Usaban poca
leche de vaca y bastante más su derivado, el
queso.
Sí hacían abundante uso de la leche de almendras; alto consumo de frutos
secos, sobre todo almendras, avellanas, asas y piñones, mucha miel, menor
cantidad de azúcar y, sobre todo, abundantes especias.
Sabemos que la
bondad
de
la
dieta mediterránea viene
reforzada por la propia tecnología culinaria que favorece su degustación y
la digestión. Así vemos que en los tratados de cocina predominan los hervidos
mientras que las frituras suelen hacerse con alimentos que llevan grasa
animal. El aceite de oliva se usa menos. Probablemente este ingrediente
debía ser más escaso y se necesitaba también en los candiles de luz, además
de la cera.
PAN CARNE Y VINO.
La alimentación de
la época se basaba en
el triángulo pan- carne
vino. El pan y el vino
eran alimentos
generales. La carne no
estaba al alcance de
todos. Solo la de baja
calidad llegaba a las
clases menos
favorecidas.
EL VINO era un alimento básico. En la vida
diaria se utilizaba no sólo como bebida, sino
también como condimento para elaborar gran
variedad de platos. Todo el mundo bebía: ricos y
pobres, seglares y clérigos. Los vinos de las
clases pudientes eran vinos muy fuertes,
olorosos y caros; los pobres, en cambio, bebían
vinos baratos, de baja graduación y calidad. Los
vinos más consumidos eran la garnacha y
malvasía; este último, hecho con uva de nuestro
país, era muy apreciado por su olor y perfume y se consideraba entre los
mejores caldos del mundo.
Un buen pretexto para despertar la sed y provocar el consumo de vino
era el uso de los aperitivos, también denominados “llamativos”. Destacaban
entre ellos los encurtidos en vinagre con sus especias, aromas, pimienta y
guindillas, que ayudan a despertar el apetito.
No sólo bebe don Quijote; también Sancho
bebe, y dice:
Bebo cuando tengo gana, cuando no la
tengo, y cuando me lo dan, por
no parecer melindroso o mal criado que a
un brindis de un amigo ¿qué corazón ha de
tener tan de mármol, que no haga la razón? 1
EL PAN era la base de la alimentación de las clases
populares y solía untarse en aceite o vino. Se utilizaba para
engordar los guisos el pan se añade a muchos platos como a la
sopa de los conventos (sopa boba o gallofa), y para los
postres. Era la base de la alimentación de los pobres mientras
que para las clases altas era un complemento, lo solían tomar
blanco, candeal, mientras que los pobres, moreno.
1
(Quijote, II, 33 ).
¿Qué comen y qué beben los personajes del Quijote?
Al narrar las aventuras de su célebre caballero, Cervantes introduce una y otra vez referencias a
la comida y los comensales.
LAS BODAS DE CAMACHO EL RICO
Entre las más célebres se encuentra el gran banquete de las bodas de Camacho 2, donde se prepara
un novillo relleno de, entre otras cosas, doce tiernos lechoncillos; no menos llamativa es la serie de
ollas donde hervían palominos, liebres y carneros enteros.
2
.-Quijote, II, 20
En las Bodas de Camacho, ese paraíso alimenticio, aparecen ollas en las que se introduce un
matadero al completo (carneros, palominos, liebres, gallinas. Sancho con tal vista pide mojar un
mendrugo de pan en el caldo, pero el cocinero le dice que coja el cucharón para espumar una
gallina o dos, pero el escudero al no encontrar la espumadera vuelca un poco la olla y saca
tres gallinas y dos gansos.
Sancho permanece atónito ante la cantidad de aves, gallinas, quesos, frutas en sartén etc., que se
preparaban para el banquete...
EL CABALLERO DEL BOSQUE
O en aquella aventura del Caballero del Bosque, en la que Sancho degusta una empanada de
conejo albar.
En todas estas escenas destaca la abundancia y variedad de manjares. Tanto más llamativa cuanto
que contrasta con el hambre que habitualmente sufre Sancho, hambre que era rasgo de la sociedad
humilde en el Siglo de Oro.
EL ENCANTAMIENTO DE DON QUIJOTE
De la importancia de la proteína, da cuenta el ama al hablar con Sansón
Carrasco de Don Quijote: La segunda vino en un carro de bueyes, metido y
encerrado en una jaula, adonde él se daba a entender que estaba encantado; y
tenía tal el triste, que no le conociera la madre que le parió, flaco, amarillo, los
ojos hundidos en los últimos camaranchones del celebro; que para haberle de
volver algún tanto en sí, gasté más de seiscientos huevos, como lo sabe Dios y todo
el mundo, y mis gallinas ,que no me dejan mentir (Cap. VII, 2ª parte).
Los huevos eran caros y cotizados. Había platos que
después de mucha elaboración se coronaban con doce
huevos cuajados por encima. La capirotada que era
plato de lujo considerado exquisito (ajos, aceite, queso,
hierbas machacados y mezclados con una docena de
huevos batidos, se vertía encima del asado de carne al
final de la cocción de forma que quedaba cubierta a
modo de capirote). En aquella época también era
costumbre sorber los huevos crudos.
MENÚS COTIDIANOS
He aquí el menú de un hidalgo, el propio Alonso Quijano:
Una olla de algo más vaca que carnero,
salpicón las más noches, duelos y
quebrantos los sábados, lentejas los viernes,
algún palomino de añadidura los domingos,
consumían las tres partes de su hacienda3
El Sr. Quijana es un hidalgo de pueblo
que tiene posesiones y propiedad, tiene
el respaldo de unas heredades modestas
y cada vez más mermadas (vende
tierras para comprar libros de
caballerías). Vive sin lujos pero sin
pasar tampoco estrecheces. Una buena
parte del tiempo se les iba en
entretenimientos como la caza y a la lectura de los libros de caballerías porque
alimentaban esa nostalgia y no tenían otra forma de mantener aunque fuera en su
imaginación su rango y la pervivencia del pasado.
LA OLLA PODRIDA
Famosa olla extendida en toda la sociedad, pero
muy distinta según la categoría y economía de
cada casa. En casa de Alonso Quijano es más de
vaca que de carnero (la vaca era 1/3 más barata
que el carnero). En el texto no se citan más
ingredientes, aunque solía llevar: carnero, tocino,
garbanzos, pimienta, azafrán, vaca, punta de ajo,
perejil, cebolla, repollo. Sería como un cocido de
amplia variedad pues admitía todo lo que se
echase. Para Sancho mientras más podridas son,
mejor huelen y en ellas se puede embaular y
encerrar todo lo que él quisiere como sea de
comer (Q, II, XLIX). Se llama podrida en cuanto que los ingredientes se cuecen muy despacio y
vienen a deshacerse, como la fruta que se madura demasiado, pero aquello podrido es lo que da
gusto y el punto idóneo.
3
.-(Quijote, I, 1).
La mayoría de las noches nuestro hidalgo tomaba salpicón elaborado con las sobras de la comida
y condimentado con ajo, pimienta, sal, cebolla y vinagre.
LENTEJAS LOS VIERNES. Tanto en el saber popular de la época como
en la medicina docta se decía que las lentejas eran malas y melancólicas.
Hacían tener pesadillas y turbar el ingenio. Un elemento más, en este caso
incluso alimenticio, para relacionar con la locura de Don Quijote. Se
comían los viernes porque eran días de ayuno y abstinencia de carne, se
harían por tanto estofadas, solo con ajo, cebolla y alguna hierba, nada de
chorizo ni morcilla, es decir, sin aditivos del cerdo ni los sofritos con los
que hoy se hacen.
Comida de labradores
Peor suerte corría su fiel escudero Sancho Panza:
Yo solo traigo en mis alforjas un
poco de queso tan duro, que
pueden descalabrar con ello a un
gigante; a quien hacen compañía
cuatro docenas de algarrobas y
otras tantas de avellanas y nueces4.
Los labradores se sustentan almorzando unas migas o sopas con un poco de tocino. A
mediodía comen un pedazo de pan con cebollas, ajos o queso y así pasan hasta la noche en que
tienen olla de berzas o nabos y un poco de cecina.
Sancho antes de despedirse como gobernador dice que antes de someterse a la tutela médica
prefiera hartarse de gazpachos o galianos, plato característico de las gentes del campo. Comida
corriente entre pastores y labriegos, es plato caliente basado en el guiso de conejos, liebres,
perdices, palomas torcaces, pollos, gallinas o la carne que se tercie en el campo, con aceite, ajos,
cebollas que, en su punto de cocción, se derrama sobre unas tortas de pan que troceadas sirven de
cuchara.
4
(Quijote, II, 13)
El olor del ajo al igual que el de la cebolla son tenidos por ingredientes
groseros, así lo considera el caballero cuando encuentra a las tres labradores y
se lamenta que los encantadores le quitaran a Dulcinea el buen olor de
ámbares y flores y le diesen ese olor a ajos crudos que le atosigaron el alma.
Y has también de advertir, Sancho, que no se
contentaron
estos
traidores
de
haber
vuelto
y
transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron y
volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de
aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan
suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por
andar siempre entre ámbares y entre flores. Porque te hago saber, Sancho, que
cuando llegé a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según tú dices, que a mí me
pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el
alma (Q, II, X).
Los pobres tienen asociado el olor a ajos. La cebolla que tantas veces
menciona Sancho era comida corriente entre la gente humilde y como el ajo no
era considera comida para gente refinada
Entre las instrucciones que le da Don Quijote a Sancho para ser
gobernador está:
No comas ajos ni cebollas porque no saquen por el olor tu villanía (Q, II,
LXIII).
Frase insultante de la época era: Bellaco y villano harto de ajos. Ya que el
tufo a ajos crudos era indicio de baja ralea. Sin embargo Sancho no sigue la
indicación pues cuando le han retirado todos los alimentos por prescripción
del médico pide un trozo de pan y una cebolla, comida a la que está
acostumbrado como pobre labrador .
EL DOCTOR PEDRO RECIO DE TIRTEAFUERA
Sancho teme morir de hambre en su gobierno, su lema es Muera Marta y muera
harta . Ni los palos ni el manteamiento le duelen tanto como beber mal y comer peor. El
médico le impide comer todos los alimentos sabrosos y grasientos para cambiárselos por
unos cañutillos de suplicaciones (especie de barquillos) con unas tajadicas de carne de
membrillo. Siendo gobernador la dan para desayunar un poco de conserva y cuatro tragos
de agua, cosa que Sancho está dispuesto a cambiar por un trozo de pan y un racimo de
uvas .
Con medio pan y medio queso, que es lo único que pide cuando deja su gobierno, es feliz
y piensa que los duelos con pan son menos. La gente rústica se solía reservar para por la
noche lo más sustancioso de las comidas (olla podrida, suntuosa tumba de un
microcosmos).
Sin embargo el espíritu de Don Quijote resiste el apetito, aunque cuando la
llamada del estómago es ya muy fuerte no duda en desear comer una hogaza y dos cabezas
de arenques
Dice Don Quijote de Sancho Panza:
Verdad es que cuando él tiene hambre, parece algo tragón, porque come apriesa y
masca a dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto y en el tiempo
que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto,
que comía con
tenedor las uvas y aun los granos de granada. (Cap. LXII, 2ª parte)
LA CARNE
Reyes gourmets gobiernan en tiempos de Cervantes: Carlos V, el emperador
glotón de exquisiteces y de voraz apetito.
Felipe II sigue una alimentación abundante, pero monótona (2 comidas:
almuerzo, y cena: pollo frito, perdiz o paloma, un trozo de carne de caza, pollo
asado, una tajada de venado y carne de vaca (2 kilos), excepto los viernes que
era pescado. Era tan grande la afición de Felipe II a la carne que obtuvo
permiso expreso del Papa para comer carne los viernes durante la Cuaresma
debido a su débil constitución. Solo abandonaba la carne el Viernes Santo. No
es por tanto sorprendente que el rey prudente con una dieta tan pobre en
fibra sufriera continuamente problemas de estreñimiento.
La carne conforma el tercer vértice del triángulo de la alimentación
básico. Un producto que contó durante toda la Edad Moderna con un
prestigio social incuestionable que su precio y su escasez no hizo sino
aumentar. Su alta calidad nutritiva estaba asociada míticamente a la
fuerza, a la dieta de los guerreros, era por ello un símbolo de poder al
que se le unió el de riqueza. Las más habituales, las que más se
consumían, eran la de carnero y la de vaca y por ello eran éstas las que
se despachaban en las carnicerías de las ciudades en pequeñas porciones y
las que estaban más vigiladas por las autoridades. La más apreciada, sin
embargo, era la volatería considerada como la más tierna y la más
saludable.
EL PESCADO
La primera venta a la que llega Don Quijote le ofrece un menú de Cuaresma, es
viernes de Cuaresma y está prohibido comer carne, por lo que le ofrecen truchuelas
(Q, I, II).
Truchuela no es sinónimo de trucha pequeña, sino del bacalao que también tenía
otros sinónimos aparte de truchuela como son abadejo y curadillo. La trucha, por
contra, era comida distinguida y por eso Cervantes hace ese juego de palabras al
ofrecerle en la venta al hidalgo truchuela.
...con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso
castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas; el pan,
candeal; y las rameras, damas; y el ventero, castellano del castillo, y con esto
daba por bien empleada su determinación y salida (Q, I, II).
El bacalao se consideraba comida de gente humilde, impropia de clases
superiores y, por supuesto, de caballeros. También se relacionaba con ser
costumbre morisca, los moriscos se decía que eran amigos de pescados
baratos, como por ejemplo el abadejo, o las sardinas y la ensalada cruda.
EL ACEITE
La principal y casi única grasa vegetal era el aceite de oliva y no gozaba de mucho
aprecio. La grasa más utilizada era la de cerdo (tocino fresco, salado o manteca).
El aceite de oliva, por razones culturales y religiosas, se asociaba al pescado.
Su empleo fuera de épocas de penitencia, era escaso.
También es cierto que la calidad y el refino dejaban que desear.
Los extranjeros no estaban acostumbrados a su sabor y lo rechazaban .
LAS ESPECIAS
Decir que las especias se utilizaban porque formaban parte de la receta es
algo muy ingenuo. Desde la Edad media la forma de conservar la carne era
secarla
con
sal.
Las
especias
se incluían para disfrazar el gusto que
inevitablemente introducía la sal en la carne. También cuando había que
consumir carnes y pescados que ya llevaban mucho tiempo muertos, se recurría
a las especias para enmascarar la podredumbre. El vino que se picaba con rapidez
también se especiaba.
MOROS Y MORISCOS
Muchos platos provenían de la cultura árabe. También de origen morisco eran
las albóndigas (plato favorito de Sancho).
DULCES Y POSTRES
Donde esa influencia árabe se percibe de forma más evidente es en los
dulces, muchos de los cuales han llegado hasta nuestros días: los pestiños, los
buñuelos, los mazapanes, las tortas de aceite o de almendra.... Los postres
de este siglo solían consistir en un plato de uvas pasas, unos requesones,
tajaditas de queso, siendo también en Cuaresma un postre habitual las
castañas dulces asadas con un poco de miel y durante todo el año las natas,
el membrillo, las almendras, los confites, los pestiños... Los hojaldres fueron
una de las mayores aportaciones de la cocina española a la europea. También
muy del gusto los barquillos, los buñuelos, el turrón y el mazapán, pero
ninguna de estas golosinas igualaba a las conservas azucaradas de frutas. Las
mermeladas de fruta se tenían por golosinas de gusto delicaddo, ideales para
ofrecerlas como regalo.
EN RESUMEN
Los más pudientes tomaban carne a diario (pescado en salazón o huevos durante la
Cuaresma, pues las prescripciones religiosas y el rigor de la Contrarreforma obliga a
alternar días grasos con días magros); mientras que los más pobres consumían
legumbres, hortalizas, queso, aceitunas, reservando la carne para grandes ocasiones. Un
trozo de pan y queso, como ya se ha señalado, podía ser la ración diaria de un pobre.
De comida ordinaria a extraordinaria, ya fuera por lo inusual de los
platos o por la cantidad. Si para las clases ricas darse un banquete era una
manifestación de su poder y de su riqueza para las humildes significaba salir
de la rutina, de la escasez, abandonar ese pan, queso y cebolla que ha
supuesto el cotidiano manjar del escudero para adentrarse en el mundo
cárnico. Si los ricos necesitan del refinamiento y de la novedad tanto en la
presentación como en el contenido de los platos, si ellos precisan
innumerables opciones entre las que elegir, ejerciendo así el privilegio de
poder escoger y, sobre todo, de poder desdeñar platos caros y raros, para los
pobres, hartarse a comer era lo extraordinario y pocas veces podían
realizarlo. Por eso la farsa social que le preparan a Sancho los duques es tan
cruel: la comida juega un papel fundamental como discriminador y no se
espera otra cosa del "pobre" sino que fracase en las pruebas culinarias.
Sancho tiene hambre de verdad; como sostiene el profesor Montanari :"Sólo
tras una larga experiencia de panza llena se puede sentir satisfacción al
poner freno al apetito. Los verdaderos hambrientos siempre han deseado
comer hasta reventar".
“La mejor salsa del mundo es el hambre; y
como esta no falta a los pobres siempre
comen con gusto.”
Elisabet Magro, Costumbres y gastronomía en el Siglo de Oro
Teresa Prieto Palomo, La alimentación en la España del Siglo de Oro