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RIESGO CARDIO-METABÓLICO Y ALIMENTACIÓN SALUDABLE
Nora Elena Múnera García
Nutricionista Dietista
MSc Ciencias de la Alimentación y Nutrición Humana
Profesora Universidad de Antioquia
El riesgo para enfermedad cardiovascular
se ha valorado tradicionalmente
por la
presencia de factores de riesgo clásicos como la hipertensión, las LDL altas, la diabetes
y el tabaquismo. Sin embargo, cuando en un individuo confluyen uno de los factores de
riesgo clásicos y el Síndrome Metabólico (el cual añade
la presencia de
hipertrigliceridemia, HDL reducidas y/o exceso de peso) se amplifica el riesgo no solo de
presentar enfermedad cardiovascular, sino también de diabetes, entre otras patologías.1
Dicha sinergia crea alteraciones de índole cardiovascular y metabólico. En consecuencia,
es importante ponderar tanto el riesgo cardiovascular como el cardio-metabólico.
Las anteriores patologías se asocian a uno de los signos más comunes del síndrome,
“el exceso de adiposidad”, específicamente la localizada a nivel central, la cual se postula
como responsable de una cascada metabólica que incluye resistencia a la insulina,
hiperinsulinemia, hipertensión, hipercoagulabilidad, reducción de las lipoproteínas de alta
densidad; incremento de los triglicéridos,
lipoproteínas de baja densidad y colesterol,
entre otros.
La alimentación saludable, equilibrada en calorías y nutrientes, adaptada a las
necesidades individuales, rica en antioxidantes, reducida en nutrientes lipogénicos y prooxidantes y complementada con alimentos funcionales ricos en esteroles y estanoles se
postula como una de las alternativas más valiosas para promover una vida saludable y el
control del riesgo cardio-metabólico, entre otras enfermedades crónicas no transmisibles.
La identificación del riesgo cardio-metabólico debe enfocarse al control de los hallazgos
patológicos dependientes de la sinergia particular ejercida por las condiciones genéticas,
medio ambientales y de estilo de vida expresadas en cada individuo. De manera general
la piedra angular del tratamiento incluirá cambios en el estilo de vida y en especial la
reducción del exceso de peso, condiciones atenuantes de los nefastos riesgos
potenciados por dicho síndrome.
PREVENCION Y TRATAMIENTO
Las estrategias básicas para prevenir y tratar los factores de riesgo cardio-metabólico son
dos: la primera hace referencia al control del peso y la actividad física. La segunda, al
tratamiento de los factores de riesgo metabólico (dislipidemia, la HTA, el estado
protrombótico y la resistencia a la insulina)2. Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos
decir que no hay un tratamiento estándar; el tratamiento se aborda desde los riesgos
individuales que cada persona presente y se ajusta a los cambios en el estilo de vida que
sean necesarios, estos últimos considerados como muy efectivos a la hora de intervenir el
conjunto de alteraciones metabólicas que estén presentes.
En el 2001 el National Cholesterol Education Program (NCEP) Adult Treatment Panel
(ATPIII), con el aval de la American Heart Association (AHA) ha recomendado que dentro
de los cambios en el estilo de vida se tenga en cuenta: disminución de ingesta de grasa
saturada ˂7% del valor calórico total , grasa poli-insaturada ˂ del 10% valor calórico total,
ácidos grasos trans ˂ 1% del valor calórico total, en lo posible excluirlos de la dieta; grasa
monoinsaturada, hasta el 20% del valor calórico total. Se permite hasta un 35% de grasa
total siempre y cuando se haga una disminución del aporte de carbohidratos y éstos se
sustituyan por grasas mono o polinsaturadas. El colesterol se recomienda ˂200 mg/día.
Los carbohidratos recomendados deben ser de preferencia a partir de granos enteros,
frutas y verduras. No se recomiendan las dietas altas en carbohidratos (60%) debido a
que éstas pueden contribuir a un incremento en los triglicéridos.
En cuanto a las dietas bajas en carbohidratos se ha postulado que son capaces de
mejorar la resistencia a la insulina3,4 y que a corto plazo pueden contribuir a la disminución
del peso.
Es importante resaltar la utilidad de las dietas bajas en carbohidratos y
más altas en
grasa monoinsaturada con predominio de aceite de oliva. Estas dietas han mostrado sus
beneficios en el control de la presión arterial y de los niveles plasmáticos de lípidos. Si
bien no hay aún claridad sobre los componentes que contribuyen a estos cambios
metabólicos favorables se piensa que el aceite de oliva tiene un papel protagónico5.
No sólo los macronutrientes hacen parte de las recomendaciones de los organismos
internacionales: otras sustancias como los esteroles y estanoles de plantas, la fibra y la
proteína de soya hacen parte del paquete de recomendaciones nutricionales para el
manejo del riesgo cardio-metabólico.
Fitoesteroles: son sustancias lipídicas de origen vegetal los más comunes son los
esteroles y los estanoles. Los esteroles más comunes son: ß-sitosterol, campesterol y
stigmasterol. Las fuentes naturales son las semillas y sus aceites, en especial soja, girasol
y colza o canola; también se encuentran en alimentos funcionales industrializados como el
yogur BENECOL COLANTA y la margarina. El efecto de estas sustancias sobre los lípidos
es a nivel intestinal donde compiten por las micelas y al ser más lipofílicos son capaces de
evitar la absorción del colesterol endógeno y exógeno6 . La recomendación es incluir 2
gramos de esteroles y estanoles en la dieta para disminución del colesterol total y c-LDL.
Esta estrategia es considerada la de mayor impacto en la dieta para la reducción del
colesterol porque puede reducir las c-LDL hasta en un 15%.
Fibra: Se recomienda de 20 a 30 gr de fibra dietaria, de los cuales 10 a 25 gr deben ser
de fibra soluble o viscosa3. Los beneficios de este tipo de fibra se han relacionado con la
disminución de los lípidos plasmáticos, la disminución de la presión y de los indicadores
de inflamación. Alimentos que contienen fibra soluble son: avena, granos y frutas9,7.
Por otro lado las vitaminas y los minerales también tienen su papel preventivo y al igual
que en cualquier dieta saludable debe asegurarse el cubrimiento de los requerimientos
estimados según las necesidades del individuo. La principal función de estos
micronutrientes se relaciona con los efectos antioxidantes, ya que uno de los factores del
riesgo cardio-metabólico es estrés oxidativo que lleva finalmente a la enfermedad
cardiovascular (ECV).
Las cantidades de vitamina C y E recomendadas por el Instituto de Medicina de Estados
Unidos son de 75 mg y 15 mg respectivamente y el APTIII apoya ésta recomendación. Se
ha encontrado que estas vitaminas cumplen un papel fundamental como antioxidantes del
LDL y protegen el endotelio conservando la producción de óxido nítrico8. No está claro el
efecto de los suplementos de éstas vitaminas. Por ahora la recomendación más acertada
puede ser incrementar el consumo de frutas y verduras3.
El zinc, el selenio, el cobre, el beta caroteno y los flavonoides también son reconocidos
por su efecto antioxidante y deben ser tenidos en cuenta en la dieta para prevención de
ECV3.
Respecto a la reducción de riesgo de hipertensión, las dieta con un buen aporte de
potasio y controladas en sodio (˂ 2300 mg) contribuyen a su control 3.
Alcohol: el bajo consumo de alcohol se ha asociado a menor riego mortalidad temprana y
el alto consumo con alta mortalidad temprana. Estudios de casos y controles indican
menor riesgo de enfermedad coronaria con bajo o moderado consumo de alcohol. Es muy
importante considerar ésta recomendación debido a que el alcohol se metaboliza a
triglicéridos y cetonas por lo que debe evitarse o eliminarse de la dieta de las personas
con Síndrome Metabólico y en las personas que no consuman alcohol no es conveniente
inducirlos a que lo hagan. El ATPIII y la AHA consideran que si la persona
es
consumidora de licor debe hacerlo con moderación: hombres dos equivalentes de alcohol
por día y mujeres un equivalente por día, preferiblemente con las comidas. Se considera
un equivalente de alcohol: 5 onzas de vino, 12 onzas de cerveza, 1,5 onzas de bebidas
destiladas (whisky, ron, entre otras) 3,9.
Ácidos grasos omega 3: Estos ácidos grasos han mostrado efecto sobre la disminución
de la enfermedad coronaria. La AHA recomienda el consumo de pescados grasos
(salmón, atún, trucha arco iris, entre otros) al menos 2 veces por semana. Las personas
con enfermedad coronaria documentada pueden consumir 1 gr de EPA + DHA por día
preferiblemente a partir de aceite de pescado. Los suplementos de EPA y DHA deben ser
usados bajo prescripción del Médico o del Nutricionista Dietista. Recomiendan un
consumo de 2 a 4 gr de EPA+ DHA por día bajo prescripción médica para el manejo de
hipertrigliceridemias11. Sin embargo, el uso de omega 3 en cápsulas es sólo una opción,
porque la evidencia sobre sus efectos aún es moderada y
es necesario realizar más
estudios.3.
Actividad Física
Otro aspecto clave en el manejo del riesgo cardio-metabólico es la actividad física. Se
recomienda animar a los pacientes para que tengan un estilo de vida activo, debido a los
múltiples beneficios que el ejercicio ha mostrado sobre el manejo y prevención de las
enfermedades crónicas y el disminución de la resistencia a la insulina, reducción de las
necesidades de hipoglicemiantes orales y de insulina en los diabéticos, disminución de la
presión arterial, reducción de la incidencia y mortalidad por eventos coronarios, el
mantenimiento de la masa muscular y la disminución de la grasa corporal10.
Es de vital importancia adoptar estrategias que permitan garantizar la adherencia al
ejercicio por parte de los pacientes para poder obtener la respuesta metabólica esperada.
La actividad física se debe adaptar a las necesidades y posibilidades del paciente. El
ATPIII hace una serie de recomendaciones que buscan facilitar el incremento de la
actividad fisica3:
•
Reduzca el tiempo sedentario.
•
Camine o monte más en bicicleta, maneje menos carro.
•
Tome las escalas en vez del ascenso
•
Bájese del bus unas cuadras antes y camine la distancia que le falte para llegar.
•
Haga aseo en casa.
•
Haga ejercicio en la bicicleta estática mientras ve la televisión.
•
Juegue activamente con los niños.
•
Tome una caminada rápida de 10 minutos antes de ir al trabajo.
•
Haga de la actividad física del ejercicio parte de la actividades recreativas.
Otras recomendaciones advierten que debe hacerse el ejercicio entre 3 y 5 días por
semana. Debe empezarse con 10 ó 15 min y luego aumentar hasta 150 min por semana
3,10.
En síntesis una dieta saludable, ajustada a las necesidades de calorías y nutrientes y la
actividad física regular se constituyen en pilares fundamentales en la prevención y
tratamiento del riesgo cardio-metabólico, medidas que practicadas desde la infancia
permiten que los niños tengan un peso saludable y que en su vida adulta reduzcan el
riesgo de obesidad y sus consecuencias cardio-metabólicas.
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