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Día Mundial de la Justicia Social
Discurso completo del director
general de la OIT, Guy Ryder
(Ginebra, 20 de febrero de 2014)
Hoy día, toda una generación de jóvenes se enfrenta a la perspectiva de un
futuro más incierto y menos próspero que el que tuvo la generación
anterior. La situación de muchos es tan desesperada que parece difícil que
pueda empeorar.
Los responsables políticos difícilmente pueden pasar por alto esta realidad.
Incluso antes del estallido de la crisis financiera mundial en 2008, la mitad de
la población mundial vivía con menos de 2 dólares al día, millones de
personas eran víctimas de la hambruna y demasiadas personas no tenían
ninguna expectativa de encontrar un trabajo decente.
Después de seis años de un crecimiento económico insuficiente y ante la
falta de respuestas políticas, muchos millones de personas más se han
quedado a la zaga, sin trabajo y desamparados ante el aumento de los
precios de los alimentos y los servicios.
A consecuencia de ello, nos enfrentamos a una profunda crisis social, que
también es una crisis de justicia social.
Preocupan profundamente las alarmantes – y crecientes – desigualdades en
las economías avanzadas y en desarrollo. Actualmente, el uno por ciento de
la población mundial acumula tanta riqueza como los 3 500 millones de
personas más pobres del planeta.
¿Están los responsables políticos dispuestos a actuar?
Las medidas de protección social son elementos esenciales de la respuesta
política. No en vano, los países con sistemas de seguridad social adecuados
han logrado reducir el índice de pobreza en más de la mitad a través de las
transferencias sociales y han registrado una disminución significativa de las
desigualdades.
La protección social no es sólo un derecho humano, también es una apuesta
por una política económica eficaz. La seguridad social da acceso a la
atención médica, la educación y la alimentación.
Los sistemas de protección social bien diseñados son un apoyo para los
ingresos y el consumo interno, forjan el capital humano e incrementan la
productividad.
Desde 2008 también ha quedado patente que los países que cuentan con
ese tipo de sistemas son capaces de responder con mayor rapidez y eficacia
a la crisis.
Sin embargo, más del 76 por ciento de la población mundial sigue sin tener
una cobertura adecuada de salud y protección social.
En la coyuntura actual, puede ocurrir que la ampliación o el mantenimiento
de la protección social se reciban con escepticismo o se dejen en suspenso
para tiempos futuros.
Ha llegado el momento de recordar a aquellos países que, históricamente,
han sabido fraguar economías robustas y sociedades decentes, amparadas
por un sistema de protección social. Más recientemente, países tan diversos
como Brasil, Tailandia, China o Mozambique han desplegado considerables
esfuerzos para que la protección social se integre en sus estrategias de
desarrollo, demostrando que la viabilidad financiera no puede ser un
pretexto para no actuar.
En 2009, la OIT y las Naciones Unidas pusieron en marcha la Iniciativa del
Piso de Protección Social, por la que se defendía el establecimiento de
niveles mínimos de protección social para todos. Posteriormente, en junio
de 2012, la Conferencia Internacional del Trabajo adoptó la innovadora
Recomendación sobre los pisos de protección social, 2012 (núm. 202), cuyas
orientaciones son sumamente oportunas.
Frente a la crisis social –y de justicia social– instamos a los responsables de
la elaboración de políticas a que persigan un mismo y ambicioso objetivo:
lograr una recuperación socioeconómica mundial real, esto es, una
recuperación que beneficie a todos, y dotarse de una agenda de las
Naciones Unidas para el desarrollo después de 2015 que contribuya a
erradicar definitivamente la pobreza.
En nuestra mano está la decisión de adoptar políticas fiscales y
macroeconómicas que promuevan un crecimiento incluyente, que conlleve
empleo decente y protección social, como condición indispensable para
erigir los cimientos de la justicia social.
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