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JOVENES PARTICIPACION, REPRESENTACIONES Y CIUDADANIA
Elaborado por
FERNANDO QUINTERO TOBÓN
LUCERO LEON RINCON
PROGRAMA PAZ A TIEMPO
UNIVERSIDAD SANTO TOMAS
2014
JOVENES PARTICIPACION, REPRESENTACIONES Y CIUDADANIA
OBJETIVO GENERAL

Afianzar la capacidad de lectura de contexto de los y las jóvenes, permitiendo su
empoderamiento como sujetos sociales, políticos y constructores de paz.
OBJETIVOS ESPECIFICOS



Reconocer los diferentes discursos y representaciones que sobre el ser joven se han
elaborado a través de la investigación y estudio de este segmento poblacional.
Reconocer las expresiones de poder de los jóvenes relacionadas con el ámbito de lo
político.
Reconocer la importancia de la partición social y política de los jóvenes en las
trasformaciones de país.
TEMAS
1. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAS JUVENTUDES
1.1. La Condición de juventud: Breve recorrido de una nominación
1.1.1. Los Discursos sobre lo juvenil en la construcción social de la juventud.
1.1.2. Las representaciones sobre lo juvenil: Juego de estereotipos
1.1.2.1. Sujeto vulnerable y en riesgo
1.1.2.2. Sujeto peligroso
1.1.2.3. Motor de cambio social.
1.1.2.4. Joven en búsqueda de identidad
1.1.2.5. Joven como sujeto adscrito a culturas juveniles.
1.1.2.6. Joven como sujeto de derechos.
2. EL JOVEN Y LA DIMENSIÓN DE LO POLÍTICO: NUEVAS CIUDADANÍAS.
2.1. Lo corporal y lo estético: Una dimensión poco entendida e relación con lo política y la juventud.
2.2. Los territorios: La política juvenil sobre el espacio público.
3. PARTICIPACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA
3.1. La participación social juvenil
3.2. Relación con el poder desde la ciudadanía formal.
3.2.1. Ciudadanías formales
3.2.2. El movimiento estudiantil
3.2.3. La participación cívico-comunitaria
3.3. Las movidas juveniles.
INTRODUCCION
Este documento tiene como objetivo fundamental presentar ideas claves del joven en lo social y
político. Para tal fin se desarrollan en primer lugar los conceptos de juventud y joven, partiendo
del análisis de su configuración histórica que ha sido mediada por diversos discursos y
representaciones establecidos a largo del tiempo, enmarcadas por las condiciones sociales,
económicas, políticas y culturales, que han generado diferentes lecturas del ser joven, configurando
nociones en donde se encuentra una lectura de estos como vulnerables y en riesgo, peligrosos,
motores de cambio social, sujetos en búsqueda de identidad y adscritos a culturas juveniles,
representaciones que han sido referentes para el diseño de las políticas públicas de este segmento
poblacional.
El segundo aparte de este documento desarrolla lo político, presentado como el-la joven tiene sus
primeras expresiones de poder mediante lo corporal, lo estético, lo territorial y organizativo que
buscan identificar a los-as jóvenes como sujetos activos, parte de una sociedad y con un lugar
reconocido en la escala social. El documento cierra con la participación social y política que
presenta las relaciones del y la joven con lo social y con el poder afianzando su ciudadanía y el
ejercicio de su participación en diversos escenarios tales como los movimientos estudiantiles y
comunitarios y las llamadas movidas juveniles.
1. LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LAS JUVENTUDES
."La juventud como etapa de la vida, aparece
particularmente diferenciada en la sociedad occidental
sólo en épocas recientes; a partir de los siglos XVIII y XIX
comienza a ser identificada como capa social que goza de
ciertos privilegios, de un periodo de permisividad que
1
media entre la madurez biológica y la madurez social" .
Cuando pensamos en los y las jóvenes solemos, casi siempre, imaginarnos unos individuos que
carecen de capacidades para decidir sobre sus propias vidas, que se encuentran en procesos de
afirmación identitaria, que tienen una pulsión casi irresistible a la rebeldía o que se encuentran
entregados de manera compulsiva e irreflexiva a la sociedad del consumo. Estos y otros imaginarios
que compartimos acerca de esta población nos hacen pensar en individuos carentes de autonomía
moral, vulnerables y en situación de riesgo constante.
A partir de lo anterior se nos plantea entonces un nuevo problema sobre los jóvenes el cual se
encuentra estrechamente ligado a la manera cómo los concebimos y comprendemos. Esto es
sumamente relevante en tanto que la manera como concibamos a estos sujetos va incidir
directamente en las formas de intervenir sus “realidades” y sus modos de vida –sus trayectorias de
vida-.
La juventud, más que una edad biológica, es una edad social la cual es el resultado de la
articulación entre las representaciones que la sociedad, desde diversos medios, especialmente los
académicos, construye en torno a estas poblaciones y las políticas públicas y asignación de
prácticas y roles sociales que van a configurar una condición de vida diferenciada a la de otros
sectores poblacionales. Esa condición diferenciada va a ser denominada como condición de
juventud y va a determinar los trayectos de vida de las personas desde esa particularidad.
Teniendo en cuenta lo anterior, nos queda la pregunta ¿cómo así que la juventud es una edad
social y no una edad biológica?, y a su vez, ¿qué son las representaciones de lo juvenil? Y ¿cómo
se articulan tales representaciones con las políticas públicas institucionales y con la asignación de
roles y prácticas en el marco de ese proceso que tiene como resultado la construcción social de la
condición de juventud? Estas preguntas intentaremos resolverlas mediante el desarrollo del
presente módulo.
1.1. La condición de juventud: breve recorrido de una nominación.
La juventud tal como la concebimos ahora (sin desconocer las transformaciones que han tenido
desde su surgimiento hasta nuestros días) surge en el marco de las revoluciones burguesas. Según
MARGULIS Mario, URRESTI Marcelo, “La construcción social de la condición de juventud”, en Viviendo a toda:
Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Universidad Central – DIUC, Siglo hombre Editores, Bogotá,
1998, p 4.
1
la literatura sociológica y de los estudios sobre las juventudes, la juventud es considerada como una
categoría social que emerge en medio de revoluciones de diversa índole en la Europa occidental de
la segunda mitad del siglo XVIII y con la que se va designar un grupo poblacional caracterizado por
el momento de tránsito entre la infancia y la condición adulta2.
Entre los siglos XVII y XIX Europa occidental asiste a tres revoluciones que van a transformar
radicalmente las formas de vida de las personas, los modos de organización social y política y los
procesos de producción económica. Según historiadores como Erick Hobsbawn, las revoluciones
burguesas3 son las expresiones sociales de cambio que van a transformar radicalmente el horizonte
de Europa y el mundo entero. En medio de dichas revoluciones, y en especial entre la revolución
francesa (siglo XVIII) -que se puede considerar como el estallido que da paso al surgimiento del
Estado moderno con su racionalización, laicización y surgimiento de la ciudadanía- y la revolución
industrial (Siglo XIX) -que caracteriza el paso de la producción agrícola a la producción fabril e
industrial y consolidación del capitalismo- se origina, al parecer de manera silenciosa, otra
revolución de iguales proporciones pero en el plano de lo sociocultural.
En síntesis, a medida que las revoluciones económica y política se desarrollaban, se presentaba
otra revolución que se vio reflejada en el cambio de la mentalidad y formas de comprender el
mundo, en la emergencia de otras formas de organización familiar y comunitaria; en nuevas formas
y modalidades de trabajo y en el surgimiento de la escuela como espacio social designado para
quienes son denominados adolescentes o jóvenes; como también en los nacientes mecanismos de
higiene y control natal, entre muchos otros. Todo ello, constituyó el surgimiento de unas condiciones
que hicieron posible la emergencia de una población que va a vivir una edad de juventud4.
Con lo que hemos dicho hasta el momento lo que podemos constatar es que no siempre en la
historia de la humanidad ha habido juventud; cosa que nos permite afirmar entonces que, a
diferencia de lo que muchos creen, la juventud no es natural; y por esta razón, no todos tienen la
posibilidad de experimentarla. Ahora bien, pero ¿de qué manera más precisa impactan esas
revoluciones en la emergencia de la juventud? y ¿cómo se asocia la edad desde el punto de vista
biológico o natural con lo social para poder afirmar que la juventud es una construcción social?
Fueron dos aspectos centrales en el marco de estas revoluciones que van a incidir en la emergencia
de la condición de juventud. El primero, ligado a la revolución francesa y es el surgimiento de la
minoría de edad como limitante para gozar de la condición de ciudadanía. Y el segundo asociado
Ver: MARGULIS Mario, URRESTI Marcelo; “La construcción social de la condición de juventud”, En LAVERDE, María
Cristina y CUBIDES, Humberto; Viviendo a toda: Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Universidad
Central – DIUC, Siglo hombre Editores, Bogotá, 1998; CRIADO, Enrique; (1998) Producir la juventud: Crítica a la
sociología de la juventud; Ed. ISTMO, 1998, Madrid. FEIXA, Carles; De jóvenes, bandas y tribus. Ed. Ariel, Barcelona,
1998.
3 Se entiende como revoluciones burguesas al conjunto de revoluciones (las tres grandes revoluciones del mundo
moderno) que dieron paso de una sociedad basada en la producción agrícola, aún con vestigio de la sociedad medieval
y con hábitos de vida propios de la vida rural a una sociedad moderna basada en la técnica y en principios de progreso
e igualdad. Estas revoluciones, según el historiador Erick Hobsbawn son: la revolución luterana; la revolución francesa y
la revolución industrial. HOBSBAWN, Eric; Las Revoluciones Burguesas; Ediciones Guadarrama; Madrid, 1962.
4
CRIADO, Enrique; (1998) Producir la juventud: Crítica a la sociología de la juventud; Ed. ISTMO, 1998, Madrid. FEIXA,
Carles; De jóvenes, bandas y tribus. Ed. Ariel, Barcelona, 1998, P, 25.
2
directamente a la revolución industrial que va a demandar mano de obra calificada y basada en la
división racionalizada del trabajo. Ambos aspectos coincidirán en la reorganización de la sociedad
desde el aspecto de la edad y exigirá a las sociedades a la constitución de sistemas de instrucción
pública. De esta manera, surge la escuela como institución socializadora. En el marco de estas
condiciones a la escuela se le atribuirán dos obligaciones. Una de ellas trabajar para un adecuado
crecimiento moral de la persona con el fin de lograr su autonomía moral y su condición de
ciudadano, y la otra, asegurar el adiestramiento efectivo que garantice a futuro la inserción laboral y
la autonomía económica.
En síntesis, el efecto directo de estas revoluciones en el surgimiento de la condición de juventud fue
la irrupción de la escuela y los sistemas y modelos de instrucción pública, y con esto, la inserción en
ellas de aquellos considerados menores de edad y aptos para la instrucción de destrezas con el fin
de satisfacer la demanda de mano de obra. Esto supuso, por obvias razones, una expulsión gradual
de los “menores de edad” de los escenarios de trabajo y una ampliación significativa de tiempo libre
y el disfrute de un ocio socialmente aceptado. Esa situación de espera social impuesta a los
“menores de edad” se va a denominar Moratoria social.
Por su parte, la asociación de lo biológico o lo natural con lo social se debe a una asociación entre
el proceso natural de crecimiento y envejecimiento con determinados comportamientos. Así, para
los jóvenes se va a asociar el proceso de crecimiento con la convulsión, el conflicto y la rebeldía y
que vive el momento apto para ser educado. En esto, va jugar un papel muy relevante las
representaciones que desde distintos discursos se construyen en torno a esta población.
1.1.1. Los Discursos sobre lo Juvenil en la construcción social de la juventud.
Ahora bien, paralela y complementariamente a estas revoluciones, el saber académico y científico
adquirió una enorme importancia. Así pues, las nacientes ciencias sociales del siglo XVIII y durante
su apogeo y desarrollo en el siglo XX, han contribuido en la construcción de diversos discursos
sobre la juventud aportando enormemente en la construcción de representaciones e imaginarios
sociales; lo que a su vez, va a tener efectos en los modos de intervención y relación del grueso de la
sociedad con los jóvenes. Teniendo en cuenta lo anterior, nos parece importante aclarar que en lo
que se ha conocido como la construcción social de la juventud suceden dos procesos
complementarios. Por un lado, la construcción de la juventud; y por el otro, la producción de lo
juvenil.
Siguiendo a Serrano y otros, la construcción de la juventud se refiere al conjunto de discursos que
se elaboran sobre un sujeto y lo convierten en objeto de conocimiento; y por el otro, la producción
de lo juvenil, hace referencia a los procesos de realización de dicha población (de posicionamiento
social) en la estructura social o en el sistema de posiciones; a las relaciones intergeneracionales, y
a los mecanismos de intervención como programas, planes y políticas sociales, sectoriales y
poblacionales mediante los cuales se intervienen las poblaciones. Así pues, tanto los dispositivos,
tecnologías, instituciones, relaciones y discursos sobre lo juvenil deben entenderse como
productores de dicha condición ya que hacen del sujeto “joven” parte de la estructura social y de sus
mecanismos de reproducción 5.
Las nociones o representaciones más generalizadas sobre lo juvenil nos hablan de sujetos
carentes, problemáticos y peligrosos, por un lado y por el otro, nos habla de jóvenes entusiastas,
can capacidad de transformación social y / o consumistas6. Así pues, y siguiendo a autores como
Escobar y Serrano, la manera como se han nombrado a los y las jóvenes, es decir, como se han
representado y desde los lugares que han sido representados ha incidido en los modos de
intervención. De manera que las representaciones o nociones que se construyen desde un saber
experto se articulan con relaciones de poder moldeando y produciendo realidades y subjetividades.
Siguiendo con lo que venimos diciendo, vemos entonces que en la construcción de la juventud
intervienen tanto mecanismos de producción como políticas públicas (políticas educativas,
laborales, salud) y discursos sociales provenientes, en primera medida, de las disciplinas de las
ciencias sociales y humanas. A continuación algunos.

Discurso naturalista: Este discurso se constituye en el fundador de la emergencia de la
condición de juventud (especialmente la adolescencia) surge en el contexto post
revolucionario francés y se encuentra plasmado en el tratado de Juan Jacobo Rousseau: El
Emilio de la educación mediante el cual, el autor argumenta la necesidad de la educación
como factor fundamental para alcanzar la virtud del ciudadano. Este discurso entiende al
joven como un ser en estado de turbulencia debido al tránsito entre la condición de
naturaleza y la condición de ciudadano. En esa medida, considera a la juventud –en este
caso adolescencia- como una etapa natural, determinada por el cambio biológico y corporal
como una etapa que por ser natural es universal, razón por la cual se considera que todos
los jóvenes sin distingo de culturas la viven. La juventud existió desde siempre debido a que
corresponde a la naturaleza biológica de los individuos.

Discurso psicologista: Este discurso es una derivación complementaria del discurso
naturalista en la medida en que comprende a la juventud como una etapa universal
articulada al crecimiento. No obstante, la diferencia con el discurso no se centra
exclusivamente en el dato corporal y biológico para definir las características de la juventud,
sino en el aspecto cognitivo y psíquico. Al igual que el discurso naturalista, considera que
todos los jóvenes sin distingo de clase, cultura o género experimentan esta situación; sin
embargo, hacen énfasis en elementos de asociados a los procesos de construcción
identitaria y yoica. Este discurso proviene de las ciencias sociales, especialmente de la
psicología social y ha sido un discurso fundamental para la organización de los procesos
pedagógicos a partir de rangos de edad.
SERRANO, José Fernando; QUINTERO, Fernando y otros; Juventud: Estado del arte. Bogotá 1990- 2000; Ed.
Panamericana. DAAC- Alcaldía Mayor de Bogotá – Universidad Central; Bogotá, 2002
6
ESCOBAR; Manuel Roberto; QUINTERO, Fernando y otros; Estado del arte del conocimiento producidos sobre
jóvenes en Colombia; ESCO-Universidad Central; Colombia Joven; GTZ, Bogotá, 2004.
5
7

Discurso de la patología social: Este discurso proviene de la sociología positivista propia
de la segunda mitad del siglo XIX. Esta manera de interpretar a la juventud se encuentra
arraigada en los planteamientos de la corriente que funda la sociología en cabeza de Emilio
Durkheim7. En el marco de esta corriente los problemas sociales son interpretados de
manera análoga a los problemas de la salud o patológicos. Es decir, opera una asociación
entre el estado de la sociedad y el estado de la salud. Para esta corriente existen entonces
dos estados. El normal; es decir, el que goza de una situación armónica es aquel que goza
de salud; y el patológico que se encuentra atravesado por desviaciones, por personas o
situaciones consideradas anormales, relacionadas con la enfermedad. Lo patológico o lo
anormal se va a ver reflejado en la incapacidad o capacidad de las personas a adaptarse a
los fenómenos normales; por tal razón operarían múltiples mecanismos para tal fin. Desde
la esta corriente sociológica. Desde esta óptica, al interpretar los fenómenos sociales
asociados a la juventud se va a poner énfasis entonces en las características de los jóvenes
que provocan situaciones anormales o que constituyen una patología; es por esto que se
hace énfasis en asuntos como la delincuencia juvenil, el consumo de sustancias
psicoactivas, especialmente todos aquellos que representan riesgos, entre otros. También
se insiste en que el estado de juventud o estado de adolescencia sería una patología en sí
misma, una situación de convulsión en tanto tránsito a la normalidad o condición de adulto.

Discurso del pánico moral: Este discurso podría interpretarse como una evolución del
discurso patológico. Mientras el discurso de la patología social es propio de finales del siglo
XIX y principios del XX; el del pánico moral emerge durante los años 70 en medio de la
corriente política que inundó a Europa como fue el Tatcherismo 8. El discurso desde el
pánico moral se caracteriza por el hecho de asociar la peligrosidad a determinados sectores
sociales, como son: sectores menos favorecidos de la sociedad, los migrantes
(especialmente latinos o negros) y los jóvenes. Es necesario resaltar que para este discurso
la diferencia se vuelve peligrosa y sospechosa asociando entonces al joven como un
portador de peligro y un potencial delincuente.

Discurso generacionalista o del cambio social: Esta corriente da sus primeros trazos en
los años veinte, tanto Karl Mannheim9 como Ortega y Gasset10 se constituyen en sus
máximos exponentes; considerada como una de las miradas pioneras sobre el tema, tiene
como ideas fuerza el cambio social y la generación. Los aportes más relevantes de esta
corriente se pueden plantear en dos perspectivas; por un lado, la elaboración discursiva
acerca de la juventud por parte de Ortega y Gasset, la cual se relaciona directamente con
una idea particular de la historia donde el sujeto de las transformaciones ya no es el obrero
proletario, como lo planteaba la teoría marxista, sino el joven, estableciendo la idea de la
DURKHEIM, Emile; Las reglas del método sociológico. Sf.
Se entiende como Tatcherismo a la corriente ideológica liderada por la Ex Primera Ministra de Gran Bretaña Margareth
Tatcher. Esta corriente ideológica es una de las corrientes fundadoras del neoliberalismo económico (Los teóricos
europeo llaman al thatcherismo como el neoconservadurismo). En torno a la política social es la que inicia el desmonte
del estado de Bienestar y hace énfasis en mecanismos de control social con un alto grado policivo hacia sectores vistos
como peligrosos: jóvenes y migrantes.
9
MANNHEIM, Karl; La función sociológica de la juventud…
10
ORTEGA Y GASSET, José; El tema de nuestro tiempo; Madrid; 1923.
8
juventud como motor del cambio social. Por otro lado, Mannheim propone una reflexión
teórica sobre el concepto de generación, dentro del que distingue tres aspectos: situación
generacional, conjunto generacional y unidad generacional. La primera significa que esta
población está sometida a las mismas experiencias, es decir, al hecho de participar en un
espacio social e histórico particular que circunscribe a los sujetos en un campo de
posibilidades determinado por modos específicos de la experiencia y el pensamiento. La
segunda, se refiere al conjunto de agentes que conforman cierta unidad debido a las
determinaciones que una misma situación de generación comporta, es decir, se refiere a los
sujetos que comparten las mismas condiciones. Y en tercer lugar, la unidad generacional el
cual es el grupo concreto, con conciencia de sí, que dentro del mismo conjunto
generacional actúa de manera similar, apropiándose de manera diferencial del conjunto de
experiencias debido a la pertenencia a su conjunto generacional11.

Discurso culturalista: Este discurso se nutre también del discurso generacionalista.
Entiende a la juventud como un grupo poblacional diferenciado del resto de la población.
Dichas diferencias se manifiestan en la apropiación de prácticas, gustos y roles particulares
configurando todo un territorio simbólico y cultural diferenciado al de la cultura adulta. Son
varias las corrientes epistemológicas que contribuyen a esta manera de interpretar los
fenómenos “juveniles”.
o En primer lugar encontramos la escuela de Chicago, que por allá a principios del
siglo XX más específicamente durante los años 20, y justo en el momento en que
Chicago se convierte en la expresión de la gran ciudad, esta escuela inicia una
corriente de investigaciones sobre la cultura urbana con un gran componente
carácter etnográfico. En el marco de dicha escuela, los grupos de jóvenes llamaron
la atención de los investigadores debido a sus particulares formas de hacerse
visibles en el contexto urbano. En medio de estos estudios surgen dos categorías
para definir a los colectivos juveniles: La banda delincuente y el club juvenil.
o Ya bien adentrado el siglo XX propiamente en los años 50 la modernización y
urbanización son inminentes. En ese contexto, la escolarización ya se ha
generalizado y se ha constituido entonces en un determinante de la experiencia
juvenil. En medio de ese contexto emerge un nuevo enfoque de la sociología. El
estructural funcionalismo12 que entiende la sociedad como un sistema
conformado de varias partes al que se les denominaría subsistemas. En cada
subsistema participan personas que cumplen roles sociales. La juventud, desde
esta perspectiva, sería entonces un rol social diferenciado por el lugar que ocupa
en cada uno de los subsistemas. Así, la juventud es entonces el sector estudiantil.
A partir de ello, se entiende que por el hecho de participar en un espacio social
común como lo sería la escuela y a medida que se presenta una constante
11
QUINTERO, Fernando; De jóvenes y juventud: Una aproximación sociológica a la producción biopolítica de la
juventud en Colombia 1950 – 2000. Monografía de grado para el título de sociólogo. Universidad Nacional de Colombia;
Departamento de Sociología, 2005, Bogotá.
12
Su principal exponente es el Sociólogo Norteamericano Talcott Parsons. En el marco de los estudios de este
sociólogo asociados a la juventud ver: Age and Sex in the Social Strucuture of the United States. 1942
interacción entre sí, se va configurando un tipo de cultura a la que se va a
denominar como cultura juvenil.
o El enfoque proveniente del estructural funcionalismo tuvo fuertes críticas años más
tarde por las corrientes emergentes en la Escuela de Birmingham en Inglaterra,
ciudad donde se configuraba un nuevo campo de estudios caracterizados por los
enfoques transdisciplinares y que pone su atención en los proceso de construcción
social sobre la base de la articulación entre cultura y poder. Estos estudios hoy son
conocidos como los Estudios Culturales y aportaron a los estudios sobre juventud
una particular forma de comprender los fenómenos juveniles que se van a conocer
como los estudios contraculturales, los cuales se enmarcan en el contexto de la
irrupción de lo que se conocerá como los nuevos movimientos sociales propios de
la década de los 60. Son dos aspectos que rodean la crítica al estructural
funcionalismo y, a su vez, son la base angular para la interpretación de las
realidades juveniles desde este nuevo enfoque. El primero es que el estructural
funcionalismo descarta las categorías como clase social, género y raza para
interpretar las maneras diferenciales que constituyen a los jóvenes. El segundo, se
debe a la modificación que se presentan en las formas de lucha de los sectores
juveniles. Al respecto, los estudios contraculturales evidencian formas de
resistencias simbólicas y estéticas en las maneras de vivir de los y las jóvenes de
los sectores populares y obreros; así como una oposición radical a la configuración
de una juventud hegemónica. Se comprende a la juventud como una producción
hegemónica y basada en intereses de poder y de clase, género y raza
principalmente.
o Por último, y en plena transición entre el fin del siglo XX y principios del XXI emerge
un nuevo enfoque dentro del “culturalismo juvenil” que se va a reconocer como la
Teoría pre-figurativa13 proveniente de los estudios antropológicos, de la
semiología y la comunicación es la que va interpretar las realidades juveniles como
expresiones de cambio de un nuevo mundo. Al respecto, se afirma desde este
enfoque que en las sociedades que se someten a transformaciones que modifican
radicalmente las estructuras simbólicas, mentales, y culturales son los jóvenes que
evidencian los rasgos de la cultura emergente. Desde esa perspectiva, surgen las
miradas que desde la categoría de tribu urbana juvenil interpretan sus expresiones,
comportamientos, y formas de asociación como los nuevos procesos de agrupación
en el marco de las sociedades híper-individualizadas. Así pues, las tribus urbanas
serian la expresión de una forma de relacionamiento emergente que va a estar
caracterizado por el factor emocional y afectivo sobre el retórico14.

13
Discurso jurídico: Este discurso es el que se va a sustentar sobre la base del
reconocimiento de una serie de derechos a los y las jóvenes y se constituye sobre la base
de un marco jurídico y normativo mediante el cual se le otorgan derechos como
MEAD, Margareth; Cultura y compromiso; Granica; Barcelona, 1977.
MAFFESOLI, Michel; El Tiempo de la tribu: El declive del individualismo en las sociedades de masas; Ed. Ícara,
Barcelona; 1990.
14
ciudadanos. Son varios los marcos jurídicos y normativos que lo constituyen. Aspectos que
serán abordados en el módulo 2. En Colombia, la evolución normativa ha tenido desarrollos
diferenciados. En la actualidad el marco normativo se sustenta en el estatuto de ciudadanía
juvenil: Ley 1622 de 2013.
1.1. 2. Las representaciones de lo juvenil en Colombia: Juego de estereotipos.
Los resultados de los discursos señalados anteriormente son todo un sistema de representaciones
sobre lo juvenil que con las cosas que enfatizan y con otras que no, delinean un joven sobre el cual
hablar y actuar.
En Colombia esos sistemas de representación también se han presentado. Muy a la manera de
nuestras realidades, los discursos patologistas, del pánico moral o del cambio social, entre otros se
han articulado con las condiciones de los contextos locales y han contribuido a la emergencia de
representaciones o nociones del joven en Colombia ligadas los contextos de violencia, pobreza,
marginalidad y globalización y cambio.
Según el estado del arte sobre la producción de conocimiento sobre los jóvenes en Colombia
circulan las siguientes nociones o representaciones sobre lo juvenil.





Joven como sujeto vulnerable y en riesgo.
Joven como sujeto peligroso
Joven como motor de cambio social.
Joven en búsqueda de identidad
Joven como sujeto adscrito a culturas juveniles.
1.1.2.1. Sujeto Vulnerable y en riesgo
Esta noción adquiere relevancia alrededor de los años ochenta, como consecuencia de la
preocupación que generó la visibilización de muchos jóvenes en condiciones de pobreza y
marginalidad. Dos aspectos de contexto van a determinar el modo de representar lo juvenil desde el
punto de vista de la vulnerabilidad y el riesgo. El primero, es el fracaso de las políticas de
modernización implementadas a mediados del siglo XX como estrategia para lograr el desarrollo y el
crecimiento económico. El segundo, la crisis económica que afectó a América Latina durante los
años 70 y 80. Ambos aspectos aunados con las históricas desigualdades sociales provenientes
desde los inicios de la República, configuraron un contexto en el que amplios sectores de la
población se encontraron en condiciones de extrema pobreza.
En esas condiciones, se considera al joven como un sujeto que, por su condición de minoría de
edad y por los factores problemáticos originados por las condiciones de marginalidad, es vulnerable
y se encuentra en permanente exposición a múltiples riesgos. Riesgos entre los que se encuentran
asuntos como distintas formas de violencia y explotación; riesgos en su salud mental y física debido
a la práctica de la sexualidad inadecuada y al consumo de sustancias psicoactivas, entre otros. Esta
noción además de poner acento en la incapacidad del joven y en su condición de carente se
constituye en el soporte argumentativo para la formulación e implementación de políticas públicas
para enfrentar la vulnerabilidad de los jóvenes. “En este contexto, la política pública empieza a
enfocarse en quienes son considerados como vulnerables debido a la precariedad de sus
condiciones de vida. Como sostiene Abad15, en el caso colombiano las políticas públicas de
juventud se implementan para atender a dicha población. La vulnerabilidad de acuerdo con el autor,
se expresa en la exclusión social, política, económica y cultural de los jóvenes de sectores
populares. Por tal razón el énfasis de estas políticas y programas está en la inclusión de estos
grupos a la sociedad. Esta noción aparece también como una preocupación de las políticas
sectoriales que actúan sobre la población joven, y se constituye en una perspectiva frecuente para
dar cuenta de ciertas problemáticas que la afectan”16.
Una segunda noción que se desprende del enfoque patologista y de la vulnerabilidad es aquel que
concibe al joven como sujeto vulnerable encierra la adolescencia como una etapa de inestabilidad,
en la cual los cambios que se producen por el despertar de su sexualidad y la construcción de su
identidad, genera escenarios propicios de desequilibrio con altos niveles de riesgo. Esta concepción
establece una brecha entre adultos y los-as jóvenes asumiendo que no son maduros para su
propio desarrollo, provocando así la práctica de actuaciones clandestinas en torno no solo a su
sexualidad sino en sus relaciones con otros que motivan la inserción de estos en agrupaciones
como pandillas o bandas delincuenciales.
1.1.2.2. Sujeto peligroso
En la misma línea de la noción de vulnerabilidad, o tal vez como una derivación de ella, surge en los
años ochenta la imagen del joven como sujeto peligroso debido a su visibilización a partir de
fenómenos de violencia. En este período la preocupación social se focaliza en dos actores: la
insurgencia y el narcotráfico, a quienes con frecuencia se señala menguan la seguridad nacional y
ciudadana, y están conformados en forma prevalente por jóvenes. De esta forma, se manifiesta la
presencia de actores colectivos en las ciudades, bandas, pandillas y parches en los barrios, e
irrumpe la imagen del sicario causando alarma en el escenario público y en los medios de
comunicación17.
El énfasis en aspectos asociados a la peligrosidad de los jóvenes se constituye en un conjunto de
representaciones que terminan por justificar la adopción de políticas públicas y medidas orientadas
principalmente al control social sobre los jóvenes y medidas de carácter restrictivo. El joven como
sujeto peligroso evidencia la articulación entre pobreza y violencia como resultado del discurso del
pánico moral.
1.1.2.3. Joven como motor de cambio social.
La participación protagónica de sectores estudiantiles juveniles en el Movimiento de la Séptima
Papeleta cuyo resultado sería la Constitución Política de Colombia de 1991 significó la emergencia
15
ABAD, Miguel, “Las políticas de juventud desde la perspectiva de la relación entre convivencia ciudadana y nueva
condición en juvenil en Colombia”, en Última década, No 16, Medellín, 2002. Citado por ESCOBAR; Manuel Roberto;
QUINTERO, Fernando y otros; Estado del arte del conocimiento producidos sobre jóvenes en Colombia; IESCOUniversidad Central; Colombia Joven; GTZ, Bogotá, 2004.
16
ESCOBAR, Manuel Roberto; QUINTERO, Fernando Y otros. Ibid, p. 169.
17
Ibd, p. 171.
de una nueva representación sobre lo juvenil. El joven como motor del cambio social se constituye
en una representación que da cuenta de un joven entusiasta, que contribuye al desarrollo social del
país y promueve la cultura democrática. Es un joven con las virtudes del ciudadano.
La participación del joven como motor de cambio social no solo es vista desde el ámbito político,
también su ejercicio transformador incide en sus relaciones con la sociedad, la cultura y la
economía, en donde cobra un gran protagonismo su resistencia frente realidades no compartidas,
demostrando su inconformidad, pero también proponiendo sus posibles soluciones. Las expresiones
de los jóvenes tienen diferentes objetivos orientados a incidir directamente en los procesos de
desarrollo ya sea de comunidad o del país, por esta razón encontramos en el campo político que
sus reivindicaciones están relacionadas con:
“Una educación pública, gratuita y de calidad y/o mayor transparencia en la gestión pública, una
mayor pluralidad de enfoques y puntos de vista en los medios masivos de comunicación, o que
defienden activamente la posibilidad de instaurar prácticas políticas al margen de la institucionalidad
tradicional basadas en la no-violencia, el antimilitarismo, con participación directa, por fuera de las
jerarquías y los liderazgo, con un fuerte componente cultural y estético”18.
Su ejercicio como motores de cambio los configura como actores llenos de capacidades de
movilización, que buscan configurar asociaciones y redes, que les permitan un mayor ejercicio de su
ciudadanía y un posicionamiento político que incida un nuevo ordenamiento de la sociedad.
1.1.2.4. Joven en búsqueda de identidad
Esta noción parte de la idea de que la juventud, se enmarca en un periodo de búsqueda constante
de la identidad, ejercicio considerado como propio de la adolescencia, periodo que va desde la
niñez a la adultez, y que se reconoce como “un periodo de incertidumbre, ambigüedad de roles,
rebeldía, conflictos internos, crisis por la independencias, momento de transformación, afirmación
personal, preparación y fortalecimiento de la personalidad”19. En este estadio, el –la joven no solo
está en busca de su identidad propia sino también de su identidad colectiva, siendo aquí el espacio
en el cual busca ser parte de grupos, asociaciones y colectivos, en donde comparta aspectos
comunes que le permitan afianzar su propia identidad y personalidad. Esta noción abarca el
reconocimiento de la vida cotidiana del – la joven en un momento de su vida, que va amarrado al
discurso naturalista, que establece la existencia de etapas naturales de desarrollo.
Otra dimensión de esta noción es aquella que interpreta a la juventud desde el punto de vista de su
construcción identitaria en relación a sus territorios cotidianos y contextos de vida. Las inquietudes
de los niveles o grados de identidad con sus entornos comunitarios se encuentran presentes
constantemente en las formas de representar a los jóvenes desde la identidad. Finalmente, una
tercera dimensión que connota la representación de los jóvenes como un sujeto en constante
búsqueda de identidad se relaciona con los procesos de consumo cultural y la apropiación de la
Tomado de Movimientos juveniles., participación política de jóvenes y políticas públicas de juventud en Iberoamérica y
el caribe. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, niñez y juventud. Volumen 12. Diciembre de 2014
19 ESCOBAR, Manuel Roberto; QUINTERO, Fernando Y otros. Ibid, 173.
18
tecnología que origina procesos de construcción identitaria de un orden global y atado a territorios
simbólico-culturales y virtuales20.
1.1.2.5. Joven como sujeto adscrito a culturas juveniles.
La construcción de la identidad en el joven, se desarrolla desde dos ámbitos, el primero que se
refiere a la construcción de su identidad personal y el segundo relacionado con la identidad de
grupo, en donde los rasgos de carácter político, cultural y económico inciden en la definición de su
ser joven, estas construcciones se ven condicionadas a los determinantes de la época y a los
diferentes rasgos de carácter político, cultural y económico, en el cual se situé el joven, en donde los
rasgos generacionales adquieren profunda importancia, pues demarcan aspectos simbólicos, que
son constitutivos para la configuración de las culturas juveniles, pues la conciencia generacional
promueve una cultura juvenil con sus diferentes manifestaciones: Un lenguaje propio, un territorio
común, unos rituales, mitos, hábitos, creencias, normas y valores específicos,(Montes, 1999).
Las culturas juveniles toman una connotación de resistencia y alteridad como un espacio de
expresión en contra de un modelo, buscando diferenciarse a través de la apropiación de recursos
simbólicos y agregando significado a su entorno, generando conceptos propios de territorialidad y
de lenguaje, que no solo van desde las palabras utilizadas sino que configuran modos de vestir, de
actuar y de pensar. Lo que también los convierte en consumidores de productos culturales.
Puede decirse también sobre esta noción que el – la joven buscan ser parte de estas culturas para
diferenciarse no solo de otros jóvenes sino también de los adultos, afianzando de esta manera su
lenguaje simbólico expresado desde su corporalidad. y que marca su forma de relacionarse con los
demás. Dentro de las culturas juveniles más conocidas se encuentra los rockeros, metaleros,
raperos, punkeros, etc.
1.1.2.6. Joven como sujeto de derechos.
La otra noción predominante es la de sujeto de derechos, que hace referencia al reconocimiento de
disposiciones nacionales e internacionales que consagran una normatividad respecto a los derechos
de niños-as y jóvenes. Esto se constituye en un recurso tanto para el análisis de la realidad que
viven amplios sectores de la población, como para la formulación de alternativas de acción frente a
las condiciones concretas que les afectan. Sin embargo, se reconoce que en la vida social las
distancias con relación a la normatividad, tanto en la introyección subjetiva como en su efectividad y
cumplimiento, son muy grandes.
En estas disposiciones se destacan aspectos como el derecho a la educación y a la participación
activa por parte de los jóvenes. En lo político, específicamente los derechos refieren a la ingerencia
en la toma de decisiones por ejemplo, en la formulación de Planes de Desarrollo Juvenil y la
conformación de los Consejos Municipales de Juventud. Desde esta perspectiva, los-as jóvenes
tienen el derecho a participar en la vida social, económica, cultural y política del país, siempre y
cuando estén organizados y se inserten en mecanismos de representación.
20
QUINTERO, Fernando; Op cit, 2005
Así, ser sujeto de derechos tiene una doble connotación: por un lado, tiene que ver con la
construcción de condiciones para el ejercicio pleno de la ciudadanía; y por el otro, con el
establecimiento de garantías sociales e institucionales para el respeto y el cumplimiento de sus
derechos fundamentales. Estas regulaciones se enfrentan a una realidad en la cual el joven ha sido
excluido por la sociedad colombiana de los procesos sociales y políticos, y a una marcada dificultad
para el diálogo y la comprensión intergeneracional. En esta situación estarían por ejemplo los
jóvenes sin empleo, sin educación, sin protección en salud, expuestos a las condiciones violentas
del país, en condiciones de marginalidad y exclusión (como los que habitan la calle) y también
algunas culturas juveniles.
En este mismo sentido se afirma que el joven debería tener la atención particular del Estado para la
garantía de todos sus derechos, no sólo los básicos, lo que implica que tal reconocimiento pase por
la visibilización de las singularidades, las estéticas y las particularidades del mundo juvenil.
A manera de cierre.
Con este breve recorrido hemos podido identificar la configuración de un campo discursivo en torno
a la cuestión juvenil, a través de la identificación de problemáticas, prácticas sociales y culturales
específicas, y en general, en una serie de visibilizaciones e invisibilizaciones que se constituyen en
unas perspectivas que crean sus propias representaciones de lo juvenil. Lo anterior significa que se
conforman miradas en torno a una serie de prácticas culturales propias de unos sujetos en particular
–en este caso los jóvenes- y a las cuales se les atribuye una significación en el marco de la cultura;
dichas prácticas y sujetos se constituyen entonces en todo un conjunto de factores, que en la
producción de un saber sobre lo juvenil, los convierte en “sujetos-objetos” de conocimiento.
Desde esa perspectiva, debemos considerar los discursos sobre lo juvenil, no sólo como una
práctica cultural, lo que implica una serie de procesos mediante los cuales se construyen los
significados que conforman las culturas, sino también de poder, en la medida en que se constituye
en un mecanismo mediante el cual se construyen sujetos y se legitiman modos que organizan y
regulan lo social, teniendo por consiguiente, reales efectos prácticos21. En ese sentido, podemos
afirmar que el saber sobre lo juvenil, ha sido una de las formas en que la sociedad “moderna” ha
intentado justificar sus ordenamientos sociales, en especial, los que tienen que ver con los grupos
de edad, las relaciones generacionales, los ingresos y egresos de la vida productiva etc.
21
Al respecto el filósofo colombiano Edgar Garavito en uno de sus ensayos conmemorativos a la obra de Foucault,
señala que si bien entre el saber y el poder se puede establecer una clara diferencia; entre estos existe una adaptación
inmanente en la medida en que el poder implica el saber y el saber explica el poder. “Entre poder y saber hay, por
supuesto, una clara diferencia: el poder moviliza fuerzas, efectos, puntos de dominación, en relaciones que llegan a ser
infinitesimales. El saber es, en cambio, formal, formaliza las materias discursivas y estabiliza la función enunciativa (...)
Pero entre poder y saber hay inmanencia: sin una relación de poder, las formas del saber quedarían vacías, no se
verían obstaculizadas. Inversamente, sin las formas del saber, las fuerzas del poder serían inestables y evanescentes.
El poder implica el saber y el saber explica o complica el poder”. GARAVITO, Edgar, “La subjetivación como respuesta a
la crisis de las ciencias humanas”. En: Escritos escogidos. Universidad Nacional de Colombia. Medellín. S.f. pp, 117138.
2.
EL JOVEN Y LA DIMENSIÓN DE LO POLÍTICO: NUEVAS CIUDADANÍAS
“El reflejo profesional del sociólogo es poner de
manifiesto que las divisiones entre edades son
arbitrarias (…) De hecho, la frontera entre
juventud y vejez es objeto e luchas en todas las
sociedades (…) Esta estructura, que se reencuentra
en otras partes pone de manifiesto que de lo que
se trata, en la división lógica entre jóvenes y
viejos, es de poder, de división de los poderes. Las
clasificaciones por edad viene a ser siempre
imposiciones de límites y producciones de un
orden al que todos deben atenerse, en el que cada
22
una ha de mantenerse en su lugar” .
Todo hecho social se encuentra articulado por relaciones de poder. Una diferencia fundamental de
los planteamientos clásicos de la teoría política contemplaba el Poder como la potestad que se
encuentra instalada en la soberanía del pueblo en cabeza del Estado. Esta mirada clásica permitía
entender entonces que el poder no se poseía, sino que el pueblo soberano le delegaba su potestad
al estado. Es por esta razón, que siempre se consideró que el poder descansaba en las
instituciones. No obstante, una mirada novedosa del Poder ha replanteado sustancialmente dicho
planteamiento.
Durante casi todo su trabajo el filósofo francés Michel Foucault23 da cuenta de cómo el poder no se
encuentra situado en las instituciones sino que por el contrario el poder se ejerce en las relaciones
sociales. Todos ejercemos el poder de diferentes maneras. En las relaciones de pareja, las
relaciones entre pares, cuando imponemos nuestra voluntad etc. Además otro aspecto que develan
los planteamientos de este filósofo es que el poder, a diferencia de lo que solemos pensar, no es
restrictivo, antes por el contrario, el poder es productivo. Los sujetos tenemos voluntad de poder.
22
BOURDIEAU, Pierre; “La Juventud es sólo una palabra”; en Cuestiones de Sociología; Istmo; Madrid, 2000, p, 142 –
143.
23
FOUCAULT, Michel; El sujeto y el poder; Carpe Diem Editores; Bogotá, 1991.
El método para descifrar estas nuevas evidencias de cómo opera el poder y en la constitución de la
realidad, le permitió identificar la manera cómo se articulan distintos mecanismos que operaban en
el control y la normalización de las personas. La biopolítica24 fue la manera de definir esa particular
política sobre la vida que permitía administrar la vida y establecer modos de regulación, control
social y mecanismos de producción y reproducción sociocultural. Esta biopolítica opera, señala el
autor, en dos dimensiones. Por un lado, mediante delicados y sutiles mecanismos de
disciplinamiento y normalización corporal. Por el otro, mediante dispositivos de masas orientados al
ordenamiento de las poblaciones y la imposición de esquemas mentales hegemónicos.
2.1. Lo corporal y lo estético: Una dimensión poco entendida en relación con lo político y la
juventud
En el marco de los proceso que implican la producción de una condición de juventud, se despliegan
sobre los cuerpos juveniles formas particulares de poder que tienen por objeto regular y controlar las
prácticas consideradas, desde el mundo adulto, como riesgosas o patológicas. Las formas de
disciplina impuestas en nuestros entornos familiares y escolares; las imposiciones de género para
vivir la experiencia de ser hombres o mujeres; el control sobre la sexualidad y las exigencias de los
cuerpos cosméticos y cosificados propios de la sociedad de mercado, y el impacto directo de las
distintas formas de violencia son formas concretas como se manifiesta una política de dominación
sobre los cuerpos. En síntesis, la producción de una condición de juventud pasa por la puesta en
marcha de mecanismos y modalidades de poder que operan sobre los cuerpos de los y las jóvenes.
Son dos los aspectos que se controlan mediante la intervención de lo corporal. El primero, la
normalización y adiestramiento del cuerpo para la sociedad vigente. El segundo, el control de la
sexualidad como política de natalidad y reproducción de la heterosexualidad como política
reproductiva. Sin duda alguna, para el primer aspecto las políticas de escolarización y
construcción de la moratoria social, junto con las disciplinas que acompañaron la
institucionalización de la escuela como el espacio social exclusivo para las generaciones jóvenes se
constituyeron en la manera de intervenir el cuerpo de los jóvenes. Para el segundo aspecto, las
políticas de medicalización y construcción de la adolescencia, y los distintos mecanismos
puestos en marcha en el contexto familiar para el control de la sexualidad se constituyen en las
formas de intervención para garantizar la efectividad de la política poblacional y mantener en estado
de “adolescencia” estos sujetos25.
Al ser el cuerpo de los jóvenes un lugar de disputa, un territorio a colonizar mediante la
implementación de sutiles, y en ocasiones también muy violentos, mecanismos de poder para la
normalización y el control poblacional, los jóvenes también elaboran mecanismos para resistir,
fugarse o reapropiarse de tales disciplinas para producirse como jóvenes al margen de como se los
exige las representaciones producidas por los distintos discursos propios a las sociedades o
vigentes y a los distintos sistemas de sometimiento y dominación. De esta manera, el cuerpo se
24 FOCUALULT,
25
Michel; El Nacimiento de la biopolítica; Fondo de Cultura Económica. México; 2007.
FOUCAULT, Michel; Los anormales; Fondo de Cultura Económica; México; 1999.
vuelve un lugar de enunciación del poder en tanto hegemónico o como expresión de la resistencia
del sujeto mismo.
“Los sujetos hoy se nombran, moldean y categorizan, ordenándose en los entramados de la
sociedad vigente. Tales subjetivaciones se encarnan en los cuerpos constituyendo al sujeto desde
su propia piel. Nuestras formas, vestuarios, las sinestesias que desarrollamos o inhibimos, los
deseos -permitidos y prohibidos-, las anatomías que consideramos erógenas y tabú, las vías de
expresión emocional, las concepciones acerca de sí mismos, tienen un asiento en nuestro cuerpo.
En últimas somos cuerpo, sabemos de nosotros mismos en conexión con nuestras experiencias
corporales”26.
En este caso, el cuerpo adquiere un privilegio avasallante, el cuerpo sale del ocultamiento al que fue
sometido durante centurias. La biopolítica, aquella que durante siglos ha servido para la dominación
y disciplinamiento de los cuerpos toma también un carácter activo, ésta se vuelve contra los
dispositivos de sujeción, permitiendo la disposición del cuerpo para la creación de estrategias y
escenarios viables para la transformación del conflicto.
“En este caso, la producción biopolítica consiste, principalmente, en el trabajo que conlleva la
creación de vida a través de la producción y reproducción de afectividad (...) Ese trabajo opera
directamente sobre el cuerpo y la afectividad, produce subjetividad, produce sociedad, produce vida.
El trabajo afectivo en ese sentido, es ontológico. Revela un trabajo vivo que constituye una forma
de vida y, así, demuestra nuevamente el potencial de producción biopolítica”27.
En esa medida, la biopolítica, o el trabajo afectivo sobre el propio cuerpo -el desarrollo de ciertas
destrezas corporales como por ejemplo las de los Breakers, implantes, tatuajes y estilos
particulares- permite adquirir disposiciones y mutaciones singulares a muchos jóvenes para
enunciar y salirle al paso a los conflictos. Al respecto, Mauro Cerbino, investigador italiano residente
en Ecuador, quien ha trabajado juiciosamente el tema de la conflictividad en las expresiones
juveniles urbanas, señala que no se puede negar un carácter de acción o actoría biopolítica juvenil,
que es utilizado como estrategia para transformar los conflictos.
“Es innegable el carácter particular de la reacción juvenil en el intento de crear nuevas lógicas de
acción, tal vez únicas en estos tiempos. Reacción que se sustenta en un fondo de significación
cultural organizada en torno a estéticas ligadas al cuerpo. La ropa, los tatuajes, el pearcing, los
bailes, las figuras acrobáticas, las patinetas y el walkman como elementos incorporados a manera
de prótesis, nos remiten a un uso del cuerpo que podría estar dibujando un escenario de biopolítica,
es decir, de un quehacer político ya no en términos de formulación de un proyecto ideológico
tradicional, sino de una politicidad que proviene de la vida cotidiana, del andar por la calle
mostrando una estética corporal que “devuelve”, a veces transformados y neutralizados, los signos
de la violencia, de la exclusión y del dominio”28.
26
ESCOBAR, Manuel Roberto; QUINTERO, Fernando; Op Cit; p, 72.
HARDT, Michael, “Trabajo afectivo”, en Revista Nómadas No.47, Abril-Junio, Grupo de Derechos Humanos-ESAP,
Bogotá, 2002, p 42.
28
CERBINO, Mauro, Imaginarios de conflictividad juvenil y de organizaciones pandilleras, (ponencia-mimeo), Simposio
Jóvenes y conflictos: Cursos vitales, reflexividad y estrategias de vida, DIUC-Línea de investigación en jóvenes y
culturas juveniles, Manizales, Septiembre 2003, p 4.
27
2.2. Los territorios. La política juvenil sobre el espacio público
Los espacios que habitamos no son simples espacios, estos adquieren sentido para nuestra
experiencia a partir de procesos de delimitación y de asignación de marcas, códigos, símbolos y
determinan forma de interacción y de prácticas sociales. Estos procesos de delimitación y
demarcación física o simbólica de los espacios se reconocen como procesos de territorialización o
construcción social del territorio. Esta territorialización no es más que la construcción de sentido de
la experiencia del sujeto y el colectivo en relación con el espacio. Es así como desde la irrupción de
la categoría de juventud como segmento poblacional, la escuela suele ser entendido como el
espacio social de los y las jóvenes y determina la “supuesta” función social de la juventud.
En la organización de los espacios operan varios mecanismos de regulación y territorialización. Por
un lado, operan sobre el espacio políticas administrativas de regulación del espacio o el suelo y
control territorial, los espacios resultantes de estos procesos suelen ser denominados como
territorios políticamente determinados. De otro lado, mediante la interacción social cotidiana y, en la
mayoría de los casos, por el peso de la tradición, existen territorios para usos socialmente
establecidos y legitimados para ello. El resultado de estos procesos de territorialización se les
denomina como territorios socialmente determinados. Finalmente, encontramos los que se
denominan como los territorios socialmente indeterminados y son espacios en los que se trasgreden
las asignaciones tanto políticas o culturales.
Los territorios en relación con las experiencias juveniles se van a articular en torno a formas
particulares y diferenciadas de los espacios públicos. En gran medida, muchas de las experiencias
juveniles asociadas al espacio público develan formas particulares de trasgresión y reproducción de
las prácticas determinadas o legitimadas para cada uno de los espacios. Estas formas particulares
del uso del espacio por parte de las colectividades juveniles se articulan de acuerdo a sus procesos
de construcción subjetiva e identitaria.
En torno a Los territorios en relación a lo juvenil, la calle ocupa un lugar de suma importancia en la
experiencia juvenil. En ese sentido, la calle, se entiende en gran medida como lugar de aprendizaje
y constructor de tramas de vida; y como lugar propio para otro modo de vivir la ciudad con sus
intensidades particulares muy distintas a las de la vida sedentaria. En general, la calle aparece
como un lugar abierto, nómada y fluido de la vida en la ciudad, en donde se expresan las vivencias
de algunas formas de agrupación juvenil.
Al respecto Carlos Mario Perea afirma que el joven ha optado por el espacio abierto, la calle en la
que adquiere las experiencias para aprender a vivir. Pero tal experiencia no es genérica, la calle
opera como nodo significante: la vida puesta en juego ante las realidades los sectores populares
signada por la crudeza, la pobreza y la muerte”29.
El territorio va tomando una connotación diferente en la medida en que se relaciona con la
configuración de identidades colectivas que se reflejan en las culturas juveniles, autores como Phil
29
PEREA, Carlos Mario, Juventud, Identidad y Esfera pública. Observatorio de Cultura Urbana, Mimeo, Bogotá. 1999,
pp 132 + anexos.
Cohen30 “establecen que la territorialidad no es una manera mediante la cual los muchachos viven
la subcultura como comportamiento colectivo, sino la manera en que la subcultura se enraíza en la
comunidad”. Desde este punto de vista, la configuración de un territorio propio es fundamental para
los jóvenes, quienes en su ejercicio de búsqueda de reconocimiento se apropian de espacios
públicos como la calle y el parque, que se convierten en sitios de expresión de los componentes
simbólicos juveniles, es aquí donde logran tener cierto grado de reconocimiento y de incidencia en
las dinámicas sociales. Los grupos de jóvenes, pueden establecer territorios permanentes de
encuentro, pero también como el caso de los grafiteros que cuentan con mayor presencia en las
áreas urbanas su territorio es itinerante, pues siempre están en la búsqueda de nuevo lugares en
los cuales hacer visible su lenguaje simbólico.
3.
PARTICIPACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA
“Los jóvenes no han sido arrastrados al mentado
nihilismo, de espalda a todo aquello que signifique
interés universal, sino que en los intersticios de sus
identidades estetizadas afloran discursos capaces de
recomponer el vínculo con el otro y con el todo
31
social”
3.1. La participación social juvenil
La participación social de los-as jóvenes es entendida como la intervención de estos en espacios
con otros miembros de su comunidad, o colectividad, e incluso individual donde debaten asuntos
propios, tiene como base la re significación de las relaciones sociales, los territorios y las
representaciones que se construyen en torno a la experiencia de ser joven. En este sentido, se
entiende que la participación social se caracteriza por la capacidad de agencia activa y creativa de
los colectivos y las subjetividades juveniles en la transformación de los entornos y las realidades
que habitan. “este enfoque está asociado a la consideración del joven como germen del cambio,
como ser potencial debido al periodo de desarrollo en el que se encuentra y como sujeto
dinamizador de cambio social y político32. Es así como la capacidad del y la joven para asumir
nuevos retos y de incidir en las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales, lo
convierten en el ingrediente esencial del progreso.
La participación social al igual que la política, tiene un cambio fundamental en los años 90s, en el
escenario del Movimiento de la Séptima Papeleta en Colombia. Pues es en este periodo de tiempo
donde se marca un hito en el comportamiento de este segmento poblacional, pues la preocupación
FEIXA, Carles; “La ciudad invisible, territorios de las culturas juveniles”; en LAVERDE, María Cristina y CUBIDES
Humberto; Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades; Ed. Siglo del Hombre; Bogotá, 2002
31 PEREA, Carlos Mario; Op, cit; 1999.
32
REGUILLO CRUZ, Rossana; Emergencia de las culturas juveniles Estrategias del desencanto. Norma; México; 2000
30
política de la época despertó un agudo sentido social, en donde se observó la incorporación de
nuevos paradigmas sobre los ideales y el comportamiento de los-as jóvenes, encontrando los
siguientes33:
1. Los-as jóvenes poseen una conciencia planetaria, globalizada que puede considerarse
como una vocación internacionalista. Nada de lo que pasa en el mundo les es ajeno, se
mantienen conectados a través de complejas redes de interacción y consumo dentro y fuera
de los círculos del mercado.
2. Priorizan pequeños espacios de la vida cotidiana como trincheras para impulsar las
transformaciones globales.
3. Hay respeto casi religioso para el individuo-mundo y que el grupo de pares no es ya un fin
en sí mismo (como sucedía en la década de los 80s ) sino una mediación que debe respetar
la heterogeneidad
4. Existe una selección cuidadosa de las causas sociales en las que se involucran. Sus
protestas tienen dedicatorias explicitas y van de las grandes transnacionales a las policías y
gobiernos locales.
5. El barrio entendido como el territorio propio deja de ser epicentro del mundo y de sus
prácticas.
Este cambio de mentalidad le dio consciencia a la juventud, la cual se dio a la tarea de configurar
nuevos espacios sociales y empoderarse como actores sociales presentes a través de movimientos
y organizaciones que con su trabajo han trascendido la esfera pública. Como ejemplo de estas
manifestaciones en el contexto Colombiano, aparecen expresiones pacificas como: marchas,
reuniones de jóvenes que bajo expresiones colectivas aportan a la construcción de país.
3.2. Relación con el poder desde la ciudadanía formal
Hablar de la relación de los-as jóvenes con el poder está estrechamente relacionado con el
concepto de ciudadanía, es decir con el reconocimiento de los derechos políticos, que permiten la
intervención en los asuntos públicos. A lo largo de la historia de la humanidad este concepto ha
variado de acuerdo a la época, el lugar, la forma de organización de la sociedad, y por ende la
forma del Estado. La ciudadanía al igual que el concepto de juventud es una construcción históricosocial, permeada por luchas de clases.
En el contexto Colombiano solo hasta 1991, el concepto de ciudadanía adquiere un papel
fundamental en la nueva Constitución Política, pues Colombia se definió como un Estado social de
derecho, organizado en forma de República unitaria, con autonomía de sus entidades territoriales,
democrática, participativa y pluralista34, definición que implicó el reconocimiento de los deberes y
derechos del ciudadano, entre ellos el ejercicio pleno de su ciudadanía.
Esta coyuntura histórica para el país, da al y la joven un papel preponderante, pues al ser estos
promotores significativos del cambio constitucional a través del movimiento de la séptima papeleta,
se empoderaron como agentes de cambio generando una conciencia colectiva sobre la importancia
33
34
Ibid; 142.
Constitución Política de Colombia, 1991.
de la participación en los espacios de construcción de país, se instituye entonces el concepto de
ciudadanía juvenil, como el reconocimiento de la participación de los jóvenes en su cotidianidad
como actores políticos, sociales, económicos y culturales.
La relación con el poder abre espacios significativos de incidencia frente a la toma de decisiones de
las problemáticas que los afectan, aparecen así en el escenario manifestaciones juveniles
representadas por movimientos estudiantiles, comunitarios y las llamadas movidas juveniles, que
visibilizan las actividades de los jóvenes, ponen de manifiesto la existencia del pensamiento juvenil y
colocan en el debate público los desacuerdos con el orden establecido.
Esta relación se ve permeada entonces por la configuración del y la joven como ciudadanos, rol que
debe ser clarificado pues los jóvenes a través de su acción colectiva lo han resignificado, ya no solo
es una sumatoria de derechos y deberes, pasa a ser un concepto de carácter identitario.
3.2.1. Ciudadanías formales
Para los -as jóvenes el concepto de ciudadanía, tal como lo plantea la Constitución de 1991, entra
en debate; recordemos que esta identifica tres modelos de participación y ciudadanía, los cuales
serán referenciados tal como se plantean en el texto de “Prácticas innovadoras en participación
política y ciudadana. Una mirada a las prácticas democráticas de los jóvenes en Colombia” del
profesor Restrepo Juan Cristóbal et alt35., Estos modelos permiten analizar la configuración de las
llamadas ciudadanías formales:
-
Ciudadanía desde lo liberal pluralista, que busca que la participación ciudadana mejore la
eficiencia de la administración pública en lo que corresponde a tareas de control vertical
societal, acceso a la información veraz, consultas ciudadanas, canalización de demandas
sociales y resolución de conflictos. En donde los actores fundamentes son los partidos o
movimientos políticos quienes deben promover el ejercicio de esta ciudadanía.
-
El segundo discurso proyecta elementos sociales y culturales que comienzan a resaltar
frente a la participación, y que es defendido por los movimientos sociales insertos en el
sistema político. Los grandes cuestionamientos giran en torno a constitución, dinámicas y
estrategias de estos para que sus acciones tengan un impacto en el sistema político.
-
El tercer discurso de la ciudadanía se refiere al ciudadano como ser virtuoso, ilustrado y
activo en los asuntos públicos.
El análisis del comportamiento de los –as jóvenes frente al ejercicio de la ciudadanía, tal como lo
plantea la Constitución Política de Colombia y lo desarrolla la legislación juvenil, replantea los
discursos que sobre esta se incorporan en la carta constitucional, pues el ser ciudadano ya no solo
se configura como un deber, sino como un componente identitario, que permite la reinvindicación de
sus derechos, la inclusión y el reconocimiento como sujetos sociales y políticos activos.
RESTREPO, juan Cristóbal et al. “Prácticas innovadora en la participación política y ciudadana. Una mirada a las
prácticas democráticas de los jóvenes en Colombia”. En, GUTIERREZ, Martha Lucía; Nuevas expresiones políticas.
Nociones y acción colectiva de los jóvenes en Colombia. Universidad Javeriana; Bogotá, 2011.
35
Bajo este escenario la ciudadanía trasciende los tres modelos incorporados en la Constitución, al
buscar una participación activa en donde prevalece el pensamiento crítico sin la existencia de
barreras que obstaculicen el goce de los derechos de los-as jóvenes.
3.2.2. El movimiento estudiantil
Como se describió anteriormente una de las formas de inserción en las agendas de gobierno de las
problemáticas identificadas por los jóvenes, son los movimientos estudiantiles. Estos se han
constituido históricamente como actores contestatarios de los gobiernos y gracias a su movilización
han logrado generar un cambio de las dinámicas políticas y tener un reconocimiento como actor
fundamental de representación de los –as jóvenes colombianos. Veamos entonces un breve
recuento histórico:
Los movimientos estudiantiles surgen en América Latina como una manifestación de desacuerdo de
los estudiantes por el orden social establecido, un primer referente se da en Argentina en 1918, en
donde estos se organizaron para pedir una reforma universitaria que modernizara y democratizara
la Universidad de Córdoba, esta corriente de cambio se extendió rápidamente por América Latina,
convirtiéndose en un ejemplo a seguir.
En el caso Colombiano en 1918, surge el primer movimiento estudiantil, el cual buscaba modernizar
la educación universitaria y cambiar el modelo elitista y clerical que hasta entonces era el
predominante, las primeras manifestaciones fueron consideradas como actos de desafío para la
sociedad pues se encaraban directamente a temas como la religión. En 1922 se funda la
Federación Nacional de Estudiantes que le da un carácter político y que ya no solo busca un cambio
dentro de las instituciones educativas, sino que quiere incidir sobre los procesos políticos
colombiano y latinoamericanos, fue bajo una de esta manifestaciones que el movimiento estudiantil
aporta su primera víctima el estudiante de la Universidad Nacional Gonzalo Bravo en el de 1929.
El movimiento estudiantil tuvo un vertiginoso crecimiento hasta 1934, la llegada al poder de Alfonso
López Pumarejo con sus aires reformistas, la incorporación de varios líderes estudiantiles a este y la
respuesta a las demandas que hasta entonces tenían los estudiantes, provoco su declive. Durante
más de una época el movimiento paso a casi invisible, tan solo luego de una larga década en el
marco de la violencia bipartidista volvió a tomar un papel preponderante como actor social. Los
movimientos se vieron permeados por el aparecimiento de las guerrillas colombianas, que les dio
una nueva connotación pues varios líderes estudiantiles pasaron a ser parte de las filas de estas.
El desequilibrio social de la época, no solo afecto la esfera política, muchos de los líderes
consolidados como intelectuales de la época tuvieron que ser exiliados, se respiraba entonces un
aire enrarecido, en donde se pasó a la clandestinidad. Con el golpe militar de Gustavo Rojas Pinilla
en 1953, el movimiento estudiantil vuelve a la esfera pública pues recibe de buena manera la
llegada del General al poder, generando ciertos acercamientos. Pero la celebración de los
veinticinco años de la muerte de Gonzalo Bravo el 8 de junio de 1954 establecerá un quiebre
definitivo en esta relación, la muerte de Uriel Gutiérrez, estudiante de la Universidad Nacional en
extrañas situaciones provoco un levantamiento que termino con la muerte de diez (10) estudiantes
más y con la férrea enemistad con el régimen militar.
Esta situación provoco que los movimientos estudiantiles se afianzarán, convirtiéndose en los
principales promotores de la caída de la dictadura en pro de la democracia, pero ahora configurados
bajo lineamientos partidistas, las organizaciones estudiantiles se suscribían al partido liberal y al
conservador, los acontecimientos que vinieron después a nivel mundial entre ellos la revolución
cubana los encauzarían finalmente hacia la izquierda, aspecto que con la llegada del Frente
Nacional (1958 -1974) se haría más visible.
En 1978 bajo la implementación del estatuto de seguridad del Presidente Julio Cesar Turbay Ayala,
se dio un aumento sustancial de las luchas estudiantiles, para el año 1983 los movimientos dejan de
ser propios de los estudiantes universitarios y entran en escena las primeras marchas de los
jóvenes de educación secundaria, se da una modificación de los reclamos estudiantiles en donde se
encuentra en aumento de presupuesto para la educación básica y secundaria.
En el transcurso de los años 80, en donde el escenario colombiano estaba inmerso en el problema
del narcotráfico y la violación masiva de los Derechos Humanos, el movimiento de estudiantil sufre
grandes pérdidas. La muerte de muchos de ellos así como de varios profesores ligados a estas
manifestaciones los pone como actores centrales de la problemática Colombiana.
La situación del país convoca a un gran movimiento estudiantil, la muerte de líderes políticos como
Luis Carlos Galán en 1989 y el ambiente de negociación para deponer las armas por parte de
algunos grupos guerrilleros, convocan a los estudiantes a ser parte de un cambio constitucional,
aparece así el movimiento de la séptima papeleta, donde las diferentes manifestaciones de los
estudiantes tuvieron eco y fueron la base para la configuración de la Asamblea Nacional
Constituyente que culminó con la promulgación de la Nueva Constitución Política de Colombia de
1991.
Los movimientos estudiantiles se repolitizan y jugaran un papel importante como actores
contestatarios de las políticas neoliberales impuestas desde 1990, las cuales promulgaban reformas
estructurales sobre aspectos como la educación y la salud, etc., que llevaron a recortes
presupuestales progresivos. Una de las manifestaciones más visibles del papel de los estudiantes
se refiere a la reforma de la Ley 30, que convoco a la conformación de la llamada Mesa Ampliada
Nacional Estudiantil MANE en el año 2011. Esta se configuro como un espacio de encuentro de los
diferentes movimientos que busca organizar la movilización que ahora no solo abarca a los
estudiantes, sino también a los padres de familia, los profesores, egresados y ciudadanía en
general, genero también nuevas formas de movilización pues no solo son marchas, huelgas o
tomas, pues incorporo aspectos de no violencia y de lucha pasiva frente al gobierno.
Los movimientos estudiantiles son y serán un componente fundamental de los procesos de
participación, su carácter contestatario y su voz como agentes de cambio, los convierte en actores
fundamentales promotores de cambio social y en escenarios tales como el que afronta actualmente
el país en agentes de paz.
3.2.3. La participación cívico-comunitaria
Los jóvenes también han hecho parte de lo que se conoce como la lucha comunitaria. Tanto los
procesos de urbanización implementados a partir de la segunda mitad del siglo XX, como la
violencia política, desencadenaron una de las más importantes migraciones poblacionales del
campo a la ciudad como estrategia de supervivencia. En consecuencia, muchos llegaron a las
ciudades huyéndole a la muerte, otros, en busca de mejores opciones de vida.
Sin embargo, las condiciones precarias en las que se presenta dicho proceso de urbanización,
originaron más y nuevos fenómenos de marginación y desarraigo social que contradicen el
imaginario de progreso que se le atribuye a la vida urbana. No obstante, ante la marginalización y el
desarraigo se producen fenómenos particulares de reconfiguración del tejido social en la ciudad, en
donde emerge la solidaridad colectiva que resiste ante las condiciones adversas y las transforma de
manera colectiva.
En dicho proceso de resistencia y transformación colectiva de las condiciones de vida, los jóvenes
han ocupado un lugar protagónico en las luchas comunitarias de los barrios populares de la capital.
A pesar de que en el imaginario colectivo no se ha reconocido en el joven un agente político, la
participación de éstos ha sido cuantitativa y cualitativamente significativa, en la medida en que ha
estado presente tanto en las reivindicaciones básicas para la vida urbana, como también en los
episodios de cambio político en la ciudad y el país. Al respecto, la indagación realizada para este
trabajo, permitió identificar que la participación de los jóvenes en la lucha comunitaria se enmarca
en dos fenómenos diferentes que inciden tanto en las formas de lucha como en los motivos de ésta.
La primera forma de lucha se presenta en el marco de “La gesta comunitaria” o “la lucha por la
vivienda” como resultado de la precariedad del proceso de urbanización y modernización impulsado
a partir de los cincuenta. Esta forma de lucha se articula mediante las Juntas de Acción Comunal,
los convites y las redes vecinales, los grupos eclesiales de base, y las organizaciones barrialespopulares. La segunda forma, se desprende del proceso de institucionalización de la juventud
propiciado por las movilizaciones que inspiran la constitución de 1991, el cual origina una especie
de movimiento juvenil comunitario, que promueve la organización de los jóvenes en asociaciones o
clubes juveniles alrededor de actividades que se entienden como comunitarias, de servicio social,
religiosas, ecológicas, recreativas, deportivas, y de defensa de los derechos humanos entre otras.
En esta última modalidad, los jóvenes hacen uso de los espacios de participación brindados por la
constitución, y por medio de éstos, buscan posicionarse como sujetos de derechos, “ciudadanos”
activos en el desarrollo de sus barrios y localidades; a éstos se les ha denominado como "los
comunitarios".
3.3. Las movidas juveniles
Las movidas juveniles se reconocen como el conjunto de prácticas, que busca agrupar al mayor
número de jóvenes posibles para estar juntos, son de carácter informal, no tienen un marco
organizativo, no está liderada por grupos organizados, es una suma de lo individual a lo colectivo,
donde prima la subjetividad, que simplemente busca hacer visible el pensamiento del colectivo
juvenil.
Estas movidas a pesar de no tener un componente político propiamente dicho, permiten la
visibilización de las actividades de los-as jóvenes y con ello la incorporación en las agendas de
gobierno de políticas encaminadas a aspectos tales como los culturales y artísticos, que son base
una fundamental de estas manifestaciones. También se configuran como un espacio que permite la
visibilidad de los jóvenes gracias a la dimensión comunicacional que implican y que rompen con el
paradigma que establece que la juventud no tiene voz por no tener un discurso público permanente
que los identifique como actores sociales
Una clara diferencia entre los movimientos y movidas juveniles radica en el espacio y lugar de sus
expresiones, claramente se identifica que los movimientos definen bajo su carácter organizativo los
espacios y lugares en donde se manifestaran, bajo agendas de trabajo, mientras que en las
movidas los espacios y lugares son itinerantes, se dan de acuerdo al tipo de práctica ya sea cultural
o social que se quiera desarrollar.
Este tipo de actoría social deviene política en la medida en que que expresan el conflicto desde
escenarios poco conocidos en el debate político tradicional, como la apropiación del espacio
público, la producción artística -la música principalmente- ejercicios de diferenciación que expresan
un conflicto ético-estético y enuncian nuevos ejercicios de “ciudadanía”, -una refundación de lo
público al margen de lo institucional-; que expresa la vivencia de una nueva ética correspondiente a
tal dimensión estética.
esta modalidad de lucha, como una lucha divergente, una estrategia que, sin duda alguna, no le
interesa el centro del poder, o los lugares desde donde se regulan las poblaciones, como sería el
objetivo de la lucha convergente, la cual tiende al centro, por la toma de los escenarios de poder.
Por otro lado, es una lucha que opera mediante el salirle al paso a los conflictos, es la creación
inmediata de la estrategia: acciones y estéticas necesarias para hacer manifiesto el conflicto y
desde allí transformarlo; es la emergencia de una lucha que se manifiesta mediante una
marginalidad activa.
Tal marginalidad activa se constituye en un acto de auto exclusión; no se trata de resignación, sino
más bien de una resistencia activa, espontánea, es una lucha micropolítica.
“La micropolítica es minoritaria y cuando se dice minoritaria no se quiere decir que se trata de una
pequeña política, ni de menos gente, es minoritaria porque no busca los centros de poder, no busca
el control de lo social desde un punto central, no busca unos mecanismos burocratizados en la
administración”. Tal lucha se caracteriza como una lucha transversal (...) que rompe la política
centralizada, tanto económica como política y rompe con el marco representativo(...) Es un
movimiento político victorioso en la medida en que su problema no es tomarse el poder; es un
nuevo tipo de realización política, ya no es tomarse los centros de poder, como sostenía por ejemplo
el comunismo, no se trata tampoco de crear un partido, de crear sindicatos, de tener representantes,
no es una política de la representación, no es una política del centralismo”36 (Garavito, 2000: 60).
Es el estallido que tiene que ver con procesos de subjetivación en el pleno sentido de la creación,
pues ésta se refiere a la capacidad de crear un nuevo modo de existencia, una creación que tiene
36
GARAVITO, Edgar; ¿En qué se reconoce una micropolítica?; en Escritos escogidos; Universidad nacional de
Colombia; Medellín; 2000, p. 60.
que ver con la irrupción de la diferencia como creación que agrieta la identidad, una identidad
petrificada, sedentaria y normalizada. Tales procesos de subjetivación, implican la libertad si se
quiere o no, de gobernarse a sí mismo, desde una posición ética y estética y con la creación
permanente de estrategias para aprender a moverse en el mundo.
Al referirnos a este tipo de lucha, que hemos llamado: la micropolítica juvenil, es necesario, casi
obligatorio referirnos a Michel Foucault, puesto que fue él quien inauguró una mirada del poder37 y
las dominaciones, que pone especial atención en la producción de los sujetos, en los poderes que
intervienen en ello y en los intereses que hay detrás de tales producciones. Gracias a dicha
travesía, Foucault logró identificar tres formas de presentación del Poder que han ejercido la
dominación y han estado presentes durante la historia de la humanidad. Tales formas del poder
serían: La dominación en la que prevalece el factor étnico-cultural, al anularse la diferencia de los
pueblos colonizados; La explotación en la que prevalece el factor político-económico, al separar a
los trabajadores de lo que producen; y la sujeción en la que prevalece el factor ético-existencial, al
someter al sí mismo a la identidad impuesta a instancias del otro38.
Desde esa perspectiva, la emergencia de un sinnúmero de estilos y formas particulares de concebir
el mundo desde la experiencia juvenil singularizada puede ser entendida como la expresión de un
movimiento o lucha juvenil cuyas estrategias de acción emergen y actúan en el ámbito micropolítico,
estrategias moleculares producto de la experiencia particular de cada sujeto y/o colectividad. Son
expresiones que se enmarcan en las Luchas contra la sujeción individual. Contra las formas de
representación y reproducción de dichas representaciones mediante sus prácticas y formas de
experimentar lo juvenil.
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37
Para este caso nos acogemos a la definición que Foucault le atribuye al Poder “Es una estructura total de acciones
llevada a actuar sobre acciones posibles; incita, induce, seduce, vuelve más fácil o más difícil: en el límite constriñe o
prohíbe absolutamente; sin embargo, es siempre una manera de actuar sobre un sujeto o unos sujetos actuantes en
virtud de su actuación o de su capacidad de acción”. El poder no se tiene, se ejerce. FOUCAULT, Michel; Op cit; 1991,
p,: 85.
38
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