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gdeladehesa 8 Aug 2017 23:23 1/3
CHINA, LA NUEVA POTENCIA ECONÓMICA MUNDIAL
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Reseach, Londres
China ha sido y sigue siendo el país con la tasa de crecimiento más elevada y
sostenida del mundo. Sólo Japón en la segunda mitad del siglo pasado y Corea en su último
cuarto han logrado éxitos parecidos, aunque con tasas de crecimiento más bajas.
Desde que el pragmático Deng Xiaoping se afianzó como líder del partido
comunista chino en 1978, tras la muerte de Zhou Enlai y de Mao, y comenzó la apertura de su
economía, en estos 26 años, la economía China ha crecido a una tasa promedio anual del 9
por ciento. Sólo en los años 1989 y 1990, tras su crisis financiera en 1987, tuvo un crecimiento
menor del 5 por ciento. Posteriormente, continuó creciendo a una media superior al 9 por ciento
a pesar de verse ligeramente afectada por la fuerte crisis de los países asiáticos en 1997 y
1998, años en los que creció al 8 por ciento. Como dato de referencia relativa, la Unión
Europea ha crecido en los últimos 26 años al 2,4 por ciento y EEUU al 3,2 por ciento.
Eso ha permitido que China haya duplicado su PIB cada casi 7 años y que este
sea hoy el segundo mayor del mundo, en términos dólares medidos por su poder adquisitivo, y
el sexto mundial, medido en dólares corrientes. En el mismo período, EEUU ha duplicado su
PIB cada 20 años y la Unión Europea cada 24 años aproximadamente. Si se hiciese una simple
extrapolación de estas tasas de crecimiento su PIB, este superaría al de EEUU y al de la Unión
Europea, en paridades de poder de compra, en unos diez años y, en dólares corrientes, en
unos veinticinco.
Por otro lado China se ha convertido en el tercer importador y exportador del y al
resto mundo, sólo superado, por EEUU, en primer lugar y la Unión Europea en segundo lugar
(si la consideramos como un solo país y sólo tenemos su comercio extra-europeo) seguida muy
de cerca por Japón en cuarto lugar. Mientras que el comercio mundial se ha multiplicado por 20
veces entre 1970 y 2002, el de China lo ha hecho por 140 veces. Esto hace que su crecimiento
tenga una importancia enorme y creciente para el crecimiento del resto del mundo. De ahí que
haya sido admitida, acertadamente y con todos los honores, como miembro relevante de la
Organización Mundial del Comercio.
Por su extraordinario crecimiento y su peso en el comercio mundial, China se ha
convertido en una locomotora del crecimiento mundial ya que, a pesar de que su PIB
representa sólo el 4 por ciento del PIB mundial, su aportación al total del crecimiento mundial,
en esta última década ha sido del 11 por ciento, sólo por detrás de EEUU, que ha sido la gran
locomotora, aportando el 55 por ciento del crecimiento mundial, a pesar de que su peso en el
PIB es del 33 por ciento del total. La Unión Europea ha sido la tercera, ya que sólo ha aportado
el 10,5 por ciento, cuando su peso relativo es del 28 por ciento mientras que Japón, que
representa el 12,8 por ciento del PIB mundial ha sustraído un 10 por ciento a dicho crecimiento.
El resto del mundo ha aportado el 33,5 por ciento restante, del que el resto de Asia ha
representado la mayor parte.
Esto plantea dos importantes problemas para la economía mundial. El primero
es a medio plazo. Si el crecimiento de EEUU va a tener que desacelerarse en los próximos
años para poder reducir sus desequilibrios y la Unión Europea y Japón no van a poder tomar el
relevo, es enormemente importante que China, y también el resto de Asia cuyo crecimiento
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está ligado en buena parte al chino, sigan manteniendo sus elevadas tasas de crecimiento para
que el crecimiento mundial no sufra una fuerte desaceleración. El segundo es a largo plazo y
es saber cuando China va a convertirse en la primera potencia mundial en términos de PIB y
que efectos puede tener para el resto del mundo.
Es indudable que la tasa de crecimiento de China va a ceder en los próximos
años como máximo 1 punto porcentual, con lo que va a continuar aportando una parte
importante del comercio y del crecimiento mundial y va a poder hacer menos traumática la
reducción de los desequilibrios fiscal y externo de los EEUU que van a implicar una reducción
importante de su demanda interna y de sus importaciones del resto del mundo. La depreciación
del dólar, incluso aunque sea mayor que la actual, no va a ser suficiente, por si sola, para
reducir su déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos que necesitará que, asimismo,
aumente el ahorro de las familias y del Estado, lo que supondrá un menor consumo y unas
menores importaciones en relación a su PIB. Si China reduce su crecimiento al 8 por ciento
anual, debido a las menores importaciones de EEUU, su principal mercado, podrá hacer
posible que el resto de Asia (excluido Japón) siga aportando crecimiento al resto del mundo, ya
que depende en una medida importante de las importaciones chinas. Si además, la Unión
Europea, aunque mantenga su bajo crecimiento actual, importa más, por la fuerte apreciación
del euro y la economía Japonesa crece un poco más que en el pasado, aunque sea un poco
menos que en 2004, el ajuste externo de EEUU podría relativamente suave.
Por otro lado, los bancos centrales de Japón, China, Corea y otros de Asia,
están ahora financiando aproximadamente el 50 por ciento del déficit externo norteamericano,
lo que les convierte en fundamentales para que el ajuste sea más suave, de no ser así el dólar
se desplomaría y todo el mundo, especialmente Europa y muchos países en desarrollo, saldría
perdiendo.
En cuanto al futuro papel que va a jugar China en el mundo, existe un estudio
muy solvente realizado por Goldman Sachs, titulado “Dreaming with BRICS”, que estima que,
en dólares corrientes, China va a tener un PIB mayor que el de Alemania en 2008, que el de
Japón en 2016 y que el de EEUU en 2041. Este resultado se alcanza calculando que su tasa
anual de crecimiento real va a ir descendiendo desde el 9 por ciento actual al 3 por ciento en
2050, con lo que el crecimiento medio del período va a ser sólo del 4,5 por ciento.
Esta reducción del crecimiento está sustentada en dos factores fundamentales,
por un lado, en que, conforme mejore su renta por habitante, que en 2050 sería de 31.357
dólares, frente a los 83.710 de EEUU, su crecimiento será menor y por otro en que China
también va a experimentar un envejecimiento de su población, con lo que, al final del período,
su población en edad de trabajar sería similar a la de los países más avanzados. Sin embargo
su fuerte mejora se debe a que, como consecuencia de los enormes flujos de inversión directa
que va a recibir, al ser el principal mercado mundial y a fuerte crecimiento de su productividad y
de su PIB por habitante, su tipo de cambio va a apreciarse rápidamente convergiendo en
términos de paridades de poder de compra con las economías más avanzadas. Se estima que
su tipo de cambio se va a apreciar en un 285 por ciento a lo largo del período.
Con ello, en 2050, China tendría un PIB un 26 por ciento mayor que el de
EEUU y el G7 de entonces, si se estableciese por orden de PIB estaría compuesto por este
orden China, EEUU, India, Japón, Brasil, Rusia y ya muy descolgado, el Reino Unido. Tres
desarrollados de los actuales y cuatro emergentes nuevos.
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