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La sociedad dividida. Estructuras de clases
desigualdades en las sociedades tecnológicas
y
Autor: José Félix Tezanos Tortajada
Editorial: Biblioteca nueva
Año de edición: 2005
Dimensiones: 21x13,5
Páginas: 397
ISBN: 9788497428996
El libro pertenece a la trilogía “La sociedad dividida”, centrándose en la desigualdad o como el
propio autor indica “el tema central es la igualdad o más bien las limitaciones sociales que pueden
establecerse a su desarrollo practico y los eventuales riesgos de retroceso que es factible identificar en el
curso histórico.”Se basa para ello en investigaciones contratadas empíricamente.
La desigualdad no es un fenómeno exclusivamente humano, sin embargo los fenómenos más
singulares y extremos de la asimetría social se dan el seno de las sociedades humanas. La estratificación
de las posiciones no forma parte del la lógica natural por rasgos o cualidades destacables, sino que esta
asociada a las formas de organización social. No es solo un fenómeno social sino de carácter históricocultural. Ambas cuestiones influirán en las formas de organización y en la existencia de modelos de
estratificación.
El modelo de desigualdad de mayor atención sociológica y política ha sido el sistema de clases
que durante los siglos XIX y XX dio lugar a distintos sistemas e ideologías como el marxismo, anarquismo,
socialismo y el estado de bienestar social.
La desigualdad al ser un fenómeno social puede ser modulada y rectificada gracias a las visiones
e interpretaciones teóricas adecuadas sobre la naturaleza y evolución de las clases sociales.
En la actualidad y como consecuencia de la revolución tecnológica se ha contrastado
empíricamente la tendencia a la acentuación de las desigualdades sociales en el plano nacional e
internacional con fenómenos como el aumento de los excluidos, las llamadas “infraclases”. En el plano
académico y político existe un declive en el interés sobre las clases sociales o la estratificación social.
Históricamente la evolución de los sistemas de organización social ha estado influida por
cambios tecnológicos y científicos. En este sentido, las nuevas sociedades emergentes no tienen un rasgo
definidor unánime como en las sociedades industriales. Se plantean varios rasgos como el predominio del
sector servicios como fuerza motriz de la economía y del empleo; sociedad de ocio y en los últimos lustros
la sociedad de la información. En el umbral del S.XXI, las tendencias refieren que el rasgo definidor será la
ingeniería genética.
La evolución tecnológica no solo perfecciona los sistemas de producción sino que modifica las
formas de relacionarnos trabajar, actuar y pensar. La ciencia progresa a tal ritmo que es difícil medir su
avance y efectos sociales y contribuye a perfilar un nuevo tipo de sociedad con una rapidez como nunca se
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había conocido. Los procesos de innovación se desarrollan de una manera normalizada como si no nos
diéramos cuenta. Este tránsito se produjo de manera diferente de la sociedad tradicional a la sociedad
industrial, provocando el cambio, formas de reacción diferente pues se producían “del día a la noche”.
El análisis de las consecuencias de la revolución científico tecnológica para los seres humanos y
su forma de organización social es un tema central en el ámbito de las ciencias sociales. Frente a los
avances del siglo XIX y XX que fueron beneficiosos para la sociedad en su conjunto, las revisiones sobre las
nuevas tecnologías vislumbran impactos desigualitarios. Así la robotización en los procesos productivos
implica las sustituciones de los modelos de trabajo, lo cual conlleva un conjunto de transformaciones que
conducen a un nuevo paradigma social, la globalización.
Existe heterogeneidad de interpretaciones teóricas sobre la desigualdad siendo los dos
principales conceptos identificados con la misma: clase social y estrato social.
El termino clase social comienza a utilizarse en el S. XVIII, no existiendo unanimidad en su
definición sociológica, aunque se relaciona con grupos económicos. En las sociedades se producen
diferencias condicionadas por factores sociales, básicamente por las relaciones que se establecen en los
sistemas de producción. Al estudiar las clases sociales se debe atender a las dimensiones políticas,
ideológicas, actitudinales y culturales de estratificación. Según la teoría marxista, un cambio en los
sistemas productivos produciría alteraciones conectadas a la estratificación social dando lugar a pirámides
de estratificación que varían históricamente de unos contextos culturales a otros. En el curso social, los
ajustes y reajustes de las clases ha sido permanente.
Los elementos que configuran una clase son la situación económica, la conciencia de clase o
estatus, la acción social y acción política y sindical.
En las sociedades tecnológicas las tendencias apuntan a ciertas formas y niveles específicos de
desigualdad, en el que determinados sectores quedan postergados, excluidos, no sabiendo si los nuevos
alineamientos y realinamientos sociales y políticos darán lugar a grupos que se vean como clases sociales,
situados en antagonismos y conflictos con otros sectores sociales.
La desigualdad social tiene un carácter estructural, por lo tanto, cuando se producen cambios en
las estructuras sociales dan lugar a modelos o sistemas de desigualdad.
La evolución de la desigualdad fue creciendo hasta la segunda guerra mundial, aminorándose
con el estado del bienestar y la implantación de políticas sociales. Para el futuro, se prevee un repunte de
las tendencias desigualitarias. Las perspectivas de desigualdad pueden resultar disfuncionales para los
sistemas. La experiencia histórica nos proporciona ejemplos de cómo la concentración del poder y
privilegios de una clase frena la producción y el impulso de la innovación. Al prescindir de las personas
excluidas en estos sistemas pueden derivarse en tensiones y conflictos.
Las actuales dinámicas desigualitarias caracterizadas por el paro estructural y la precarización
afecta a amplios sectores y se asocia a la robotización y sistemas automáticos de los procesos productivos.
Los excluidos en estas sociedades emergentes no cuentan con espacios ni cauces institucionales
de manifestación y expresión como ocurría con las sociedades industriales, lo que provoca
disfuncionalidad en la dialéctica entre conflictos exógenos y endógenos al sistema productivo, provocando
que se deteriore la seguridad, motivación social y laboral de los trabajadores.
Desde una perspectiva más general la estratificación social hace referencia a los sistemas
generales de desigualdad social, siendo las clases sociales una de sus variantes. El elemento fundamental
de estratificación es el poder.
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Buena parte de las teorías sobre estratificación se construyen en las luchas y esfuerzos por
acceder al poder, relacionándolo con las teorías sobre las clases inspiradas en las teorías hegelianas. Las
teorías sobre las clases en la sociedad industrial coincidían en que la sociedad estaba dividida en grandes
grupos cuyos intereses son diferentes, importantes y estables y entre las que existen barreras en las
relaciones sociales. Percepción que sigue siendo válida en la actualidad. . Los modelos de estratificación
actual están formados por complejos factores y elementos que aumentan la heterogeneidad.
Los nuevos criterios económicos influyen en el poder perdiendo influencia los estados y las
organizaciones sindicales, dando lugar a desigualdades con las denominadas infraclases y supraclases. El
informe de la ONU de 1998 constataba que tres personas acumulaban más riqueza que el PIB. de 48
países.
El término exclusión social, que aparece en el capítulo V, se emplea por primera vez en el siglo
XX pero ideas subyacentes aparecen ya en teorías como la de la alienación en su dimensión social. Alude a
las personas que se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen la ciudadanía social plena,
lo que implica una imagen dual, integrado/excluido.El carácter dualizador fue enfatizado por Marx y
Engels tomando el alineamiento dual de las clases basadas en el caso inglés.
Desde los procesos de dualización se entiende la exclusión como un proceso que establece una
doble condición ciudadana, un proceso de segregación. Los excluidos conforman las infraclases, grupos
sociales victimas de esa exclusión.
El término como concepto sociológico tiene 3 vertientes: apartamiento voluntario, como el de
los hippies, el involuntario, como la marginación social, terreno económico, y la alienación como la
precariedad laboral.
Para entender el paso de la integración a la exclusión se toma como referente el término de
ciudadanía social. Según Marshall este término no solo implica derechos civiles y políticos sino un
bienestar económico y social con la implicación de dos instituciones básicas, el sistema educativo y los
servicios sociales. Esta posición aparece con el estado del bienestar garantizado con las constituciones de
los países occidentales, fruto del consenso social. En la actualidad según Bottomore existe una quiebra y
deterioro social puesta en cuestión por los gobiernos neoliberales tras no corregirse la pobreza y
aumentar el desempleo. Se registra dualización de vivencias ensanchándose la brecha de los que viven
cada vez peor y los que lo hacen cada vez mejor.
Se han consolidado modelos económicos insensibles a los factores sociales y garantías
constitucionales, llevando a una sociedad parecida a la ateniense, en las que esclavos y metecos tenían
diferentes estatus político y social.
La crisis del bienestar social comienza en la década de los 70 coincidiendo con la transformación
de los sistemas de producción que condujo a estructuras desigualitarias y dualitarias. Los pactos sociales
alcanzados se desvirtuaron de sus orígenes, siendo varias las causas: desregulación laboral y como
consecuencia, aumento del paro; presión fiscal sobre las clases medias y descrédito de sindicatos, llegada
al poder de partidos de enfoque liberal.
En la España actual, los datos estadísticos revelan que la sociedad se dirige hacia la dualidad y
desigualdad.
La exclusión laboral es multidimensional, lleva consigo el resto de manifestaciones de exclusión.
Se considera pues un concepto más amplio que el de la pobreza, pues no es exclusivamente económico.
Los excluidos no tienen en la sociedad un papel social reconocido como el pobre en la sociedad
tradicional, que ocupaba un escenario y era visto como parte del conjunto social.
En el continuo entre integración/exclusión según Robert Castell se diferencian 3 zonas: de
integración, de vulnerabilidad y exclusión.
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Los pronósticos de los expertos sobre la realidad española es la tendencia exclusógena, cuyas
causas son, el paro y precarizacion, la inmigración, el desarraigo familiar y la crisis del modelo del estado
social, por este orden.
Las infraclases, fruto de la exclusión, ocupan las posiciones inferiores en el sistema de
estratificación, que no considerándose una clase social, si no un grupo heterogéneo sin conciencia de
clase .en el cual estarían parados, subempleados, jubilados e inmigrantes entre otros. No han desarrollado
una traducción política clave de su posición social, en una acción de clase específica. Resulta un lugar de
tránsito en algunas ocasiones, no siendo esta posición fija porque se puede ascender. No existen, pues,
tensión revolucionaria que amenace el orden político en contraste con las sociedades industriales, que
podían llegar a parar el sistema productivo con huelgas, porque contaban con instrumentos organizativos,
que eran los sindicatos.
En las sociedades tecnológicas se dan nuevos fenómenos de paro, no cíclico ni coyuntural y que
obedece a razones estructurales relacionados con los sistemas productivos, de tal forma que aunque
exista recuperación económica sigue aumentado el paro. Lo importante ya no es el paro, si no la
proporción de parados de larga duración, llegando hasta el 50 % de la población activa, los trabajos
precarios o que no se corresponden con la cualificación también en porcentajes elevados. Las
consecuencias no solo son económicas, si no de índole social y humana. Esta situación además afecta a
instituciones como la familia. Para alcanzar un equilibrio social se necesita inserción laboral, para obtener
integración y no crear sociedades dualizadas.
Tezanos recorre la evolución histórica de las clases trabajadoras y medias y las tendencias
para el futuro.
La clase obrera surgió en la era industrial, con un importante peso numérico, una identidad de
clase e hicieron grandes esfuerzos para obtener peso político y social, así surgieron partidos obreros y
sindicatos.
Con las mejoras laborales, los trabajadores especializados, la reglamentación e
institucionalización del los conflictos conducen al denominado “aburguesamiento” adoptando valores y
orientaciones de clase media.
Retoma el autor autores clásicos para hablarnos de “las clases totales” en las cuales convergían
factores económicos, políticos y culturales.
Tras la II guerra mundial surge lo que en términos académicos se denomina, “corporatismo”,
como la tendencia a establecer marcos consensuados de acuerdos políticos y económicos mediante la
integración de agentes sociales y gobiernos. Se pone en cuestión a partir de 1973 desde los propios
partidos socialdemócratas y con la introducción de políticas de corte neoliberal, que producen una
pérdida de influencia de los sindicatos y por tanto el poder efectivo y simbólico de los trabajadores. En los
datos de investigación de tendencias sociales, esa pérdida se refleja en afiliaciones por debajo del 30%.
Las tendencias para el futuro apuntan hacia la desigualdad entre trabajadores cualificados y no
cualificados, dualismo, pérdida de peso político y social de organizaciones y modelos de referencia de la
clase trabajadora y el surgimiento de movimientos de representación de trabajadores en paro y excluidos.
Los cambios tecnológicos no sólo transforman productos y procesos productivos, sino la fuerza
del trabajo con armas de presión como las huelgas, además de alterar las relaciones sociales.
En cuanto a las clases medias con origen en la reflexión aristotélica, como término de equilibrio y
armonía entre dos extremos se recupera con las ideas democráticas como suavizadora de los duros
antagonismos y la dualidad. Su evolución alcanza su mayor desarrollo tras la 2º Guerra Mundial. La
transición ocupacional pasó de estructuras piramidales jerarquizadas a otras con forma de diamante
integrada por funcionarios, técnicos, profesionales públicos…En la actualidad están en declive por la
evolución del mercado laboral como consecuencia del paro estructural, el empleo precario y las
dificultades de la reproducción ideológica-cultural (transmisión de valores).
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Las tendencias sociales en cuanto a las formas de identidad social nos indican que se están
diluyendo. Se observa un cambio en que los encuestados responden sentirse próximos a personas de su
misma generación, gusto y aficiones o grupos microscópicos de escaso contenido ideológico, no se
identifican con clases.El futuro es incierto en cuanto a la capacidad de acción existiendo en estos sistemas
duales, tanto en el ámbito productivo como en el social, nuevas formas de conflictividad no
institucionalizadas y expresadas en la calle u otros lugares.
En definitiva los datos empíricos, como se repite en el texto, en los nuevos sistemas muestran el
aumento de la desigualdad relacionada con la crisis del trabajo, mayor sensibilización en el ámbito por
parte de expertos y opinión pública por la desigualdad y el empleo, debilidad de lazos y conciencia de
clase, antagonismos y conflictos no concluyentes.
Los rasgos que definirán las sociedades tecnológicas son: La organización del trabajo que en
épocas anteriores definió las clases y los comportamientos políticos (proceso socializador), reflejan en la
actualidad un fenómeno desocializador; Las revoluciones puesta en marcha (microinformática,
biotecnología y física cuántica) incidirán en las actividades, procesos e interacciones sociales; en el plano
económico se tiende a la globalidad, aunque preservando las identidades socio-culturales nacionales; se
producirá un agujero en los sectores intermedios que ejercían el equilibrio social volviendo a los
antagonismos.
El capitalismo democrático presentado como modelo social más razonable y su defensa a
ultranza ha acabado cristalizándose. Este “orden perfecto” es puesto en duda por autores como Thurow
por la capacidad de generar tensiones y desigualdades. Utiliza un paralelismo con placas tectónicas
invisibles que provocarán un terremoto económico dando lugar a nuevos equilibrios y realidades.
El progreso surge de las tensiones por instaurar modelos de organización social, política y
económica basados en la igualdad y libertad. Hacia él deben progresar las sociedades emergentes.
Los paradigmas del progreso como modelo de referencia deben orientar a la acción, no pueden
ser rígidos y válidos en cualquier tiempo y lugar, sino entender la complejidad social huyendo de teorías
unicausales.
El impulso del progreso en el futuro ha de ser una reacción social hacia pluralidad de fuentes de
malestar y desajuste a través del consenso.
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