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Gestión del Capital Social en las Organizaciones lic. Roberto Iván Quiroga Cangiano1 El propósito de este trabajo es desarrollar el concepto de Gerencia Social, los aspectos que abarca, su aplicación posible en las organizaciones y especialmente en las empresas. Frente a las condiciones de pobreza, marginación y desigualdad que han derivado del enfoque “reduccionista economicista”, es decir aquel que surge de las políticas económicas del denominado “Consenso de Washington”, surge una necesidad de hacer frente a las graves situaciones sociales que el mencionado enfoque ha producido. Para este fin, se ha realizado un valioso hallazgo en las ciencias del desarrollo, el cual se denomina “capital social”, acuñado, entre otros, por Coleman en los años ochenta y detectado por Putnam en pioneros estudios econométricos. Invocando el análisis que realiza el Banco Mundial, se puede decir que existen cuatro formas básicas de capital: 1. el capital natural, siendo aquel que se constituye por la dotación de recursos naturales con los que cuenta un país, 2. el capital construido, que se genera por obra del hombre y abarca diversas formas (infraestructura, bienes de capital, financiero, etcétera), 3. el capital humano, que surge de los grados de nutrición, salud y educación de la población, 4. el capital social, cuyo descubrimiento resulta reciente para las ciencias sociales. Respecto a la definición de esta última forma de capital, aún no existe un consenso entre los académicos. Sin embargo hay coincidencias para establecer que el capital social se compone del nivel de confianza que tiene la sociedad entre sus miembros, la capacidad de asociatividad o, dicho de otro modo, de hacer cosas conjuntamente, y las normas de comportamiento cívico, que abarca principios democráticos y de participación ciudadana en la gestión pública. Aquí es interesante agregar el aporte que hace B. Kliksberg, quien añade dentro del concepto otro componente fundamental: los valores éticos. La importancia de las dos últimas formas de capital (humano y social) resultan determinantes en el desarrollo de las sociedades, en ellas están las claves del progreso tecnológico, competitividad, crecimiento sostenido, buen gobierno y estabilidad democrática. Además a diferencia de los primeros, el capital humano y social, lejos de desgastarse, se potencian con su uso. 1 El autor realiza tareas docentes en la FCE-UBA. Por su parte, el término de Gerencia Social se lo atribuye a B. Kliksberg, a quien se lo considera pionero en la disciplina. La misma se vincula estrechamente con la gestión del capital social y con la reincorporación de la ética en la economía, constituyendo factores determinantes del desarrollo humano. El autor destaca que “Gerencia Social eficiente tiene que ver con optimizar el rendimiento de los esfuerzos del Estado y los actores sociales en el enfrentamiento de los grandes déficit sociales de la región, y el mejoramiento del funcionamiento y resultados de la inversión en capital humano y capital social.” La idea que se intenta plantear en este trabajo es que resulta posible poner en práctica la gestión del capital social en las organizaciones, aún en aquellas corporaciones cuya finalidad principal es darles valor a los accionistas. Si bien es cierto que se requiere una participación en conjunto entre todos los actores de la sociedad (entendiendo por esto a las personas, las organizaciones y el Estado), la iniciativa del cambio puede ser llevada adelante por las organizaciones, aunque lo ideal sería que el Estado sea el principal impulsor de la gerencia social. Las organizaciones, tanto las que tienen fin de lucro como las que no lo tienen, son antes que nada un conjunto social, ya que su composición es mayor a la suma de los individuos que la componen. En tanto esto, la organización constituye un fuerte actor social, y sus propósitos, manifestados a través de diversos actos, influyen al conjunto de la sociedad. Siguiendo este planteo, es posible que la organización como actor social asuma una postura proactiva, de forma tal de educar, condicionar y orientar a sus componentes. Para el logro de estas finalidades, las organizaciones deben tratar ciertos compromisos que durante largo tiempo han rehusado a afrontar: el desarrollo y la formación ética de sus participantes, el replanteo de su función y rol en la sociedad, la relación con sus grupos de interés, el sostenimiento de la organización en el largo plazo, la función social de la organización como proveedora de empleo y bienestar, y muchos otros asuntos de importancia. ¿Por qué la necesidad de estos planteos? ¿Qué tienen que ver las organizaciones en estas cuestiones? La respuesta se encuentra en la situación socioeconómica del país y de la región, porque según establece B. Kliksberg, Sudamérica es la región más desigual del planeta. Y son las organizaciones, tanto como los respectivos gobiernos, los responsables de esta desgracia que margina a la mayoría y se cobra vidas, en beneficio de unos pocos que obtienen grandes réditos económicos. Resulta entonces imperativo un cambio en las funciones de las organizaciones, de manera que la gerencia social pueda articularse y dar lugar al desarrollo del capital social como herramienta para luchar contra las desigualdades y la pobreza de la región. Si bien, el propósito del estudio que se ha planteado es para las organizaciones en su totalidad, el énfasis para el cambio debe ser puesto en las empresas. Las organizaciones de la sociedad civil, en tanto su rol educativo y de participación ciudadana, se encuentran alineadas al enfoque de la gerencia social y asumen ciertos valores cívicos y morales que las guían en su correcto funcionamiento (por ejemplo, Caritas, Red Solidaria, Poder Ciudadano, entre otras). A partir de aquí, las referencias pasarán a ser destinadas a las empresas, entendidas como aquellas organizaciones que emplean recursos para obtener ganancias, prescindiendo de su personalidad jurídica. J. Etkin plantea la existencia de tres tipos de empresas, cada una con su respectivo enfoque de conducción: 1. Pragmáticas o inmorales, las cuales sólo se preocupan por hacer negocios y el logro de sus objetivos justifica todos los fines, sean lícitos o no. Utilizan el contexto corrupto para justificar sus propias inmoralidades. Las desigualdades se naturalizan. El vacío ético en la cultura del modelo pragmático se afirma sobre la idea de que sólo importa lo que conviene. Lo eficaz resulta lo verdadero. 2. Indiferentes o amorales, las cuales acompañan los hechos, se adaptan a los cambios sin sentido crítico y crecen al amparo del poder dominante. Socias del silencio, hacen negocios sin preguntar ni cuestionar, sólo piensan en quedarse con algo en la transacción. No promueven actos ilícitos, pero no dudan en acompañar a las empresas inmorales, a modo de usuarias o proveedoras. No se consideran culpables, son parte de un “sistema perverso” que no dominan. 3. Responsables y solidarias, donde los directivos piensan en quedarse en las empresas que perduran y desarrollarse conjuntamente con sus integrantes. Su ambiente es más seguro, confiable y estable. Reconoce a todos los participantes de la empresa, evita las desigualdades y promueve los diálogos para transparentar los intereses legítimos. Las limitaciones se debaten siempre en un marco de principios, códigos de convivencia y bajo proyectos compartidos. Son fuertes en sus valores éticos, porque deciden operar en el plano de lo legítimo, lo honesto y lo socialmente aceptable. Para eso se unen con empresas de iguales características, prescindiendo de operadores corruptos. Todo esto se materializa en la calidad de sus prestaciones y en la imagen de confiabilidad que transmite a toda la sociedad. Dadas estas características, la cuestión primordial es la de encontrar los mecanismos que permitan transformar las empresas, de manera tal que puedan adaptarse al enfoque de empresas responsables, facilitando la generación de capital social y colaborando en la gerencia social de la región. Esta cuestión es la que se analizará a continuación. ¿Cómo transformar una empresa inmoral en una responsable? ¿Es esto posible? Frente a las exigencias de mayor compromiso y los cuestionamientos respecto al rol social de la empresa por parte de los actores sociales, los grupos de interés (o Stake-holders), surge un nuevo escenario al que se somete la empresa. He aquí la necesidad de producir un cambio, de asumir un rol más activo por parte de las empresas en la gerencia social. Se plantea el enfoque de la responsabilidad social empresaria (RSE) como alternativa superadora, de manera tal de poder hacer frente a los compromisos que el contexto le plantea a la empresa, pero sin perder rentabilidad en sus operaciones. La RSE es la herramienta que permite el cambio, pasando de inmoral a responsable. Su implementación, para resultar exitosa, no es simple y requiere del compromiso y la participación de todos los integrantes de la empresa. Pero ¿qué motivos tiene una empresa para cambiar sus hábitos? La respuesta a esto es simple: las dificultades. Una empresa inmoral, presenta graves conflictos internos (desigualdades, discriminación, doble discurso, falta de participación, etcétera) que hacen que ésta deje de responder adecuadamente frente a las demandas del contexto. En el plano externo, sus productos resultan inadecuados para satisfacer demandas, no son de calidad ni tienen aceptación. En el plano interno, no hay cooperación, ni desarrollo de los integrantes, predomina el ausentismo y se requieren de muchos controles coercitivos para dominar la estructura y hacer funcionar la empresa. En síntesis, la empresa no tendrá utilidades y su vida correrá graves riesgos. En este sentido resulta inevitable el cambio, el cual podrá surgir desde el interior al “visualizar” las prácticas perversas que se desarrollan, o al contratar un consultor externo que haga notarlas. Vale la pena mencionar que poner en marcha el cambio, la transformación, requiere de compromisos consensuados por todos los integrantes, en caso contrario no habrá resultados sostenibles. Para lograr el consenso resulta muy útil poner en práctica la planeación interactiva (R. Ackoff), donde se permite que todos los integrantes participen de la planeación, gestión y evaluación por intermedio de juntas de discusión. Obtenido el consenso necesario, la puesta en marcha de la RSE comprende diversos aspectos, es un enfoque integral hacia la organización y el contexto. La implementación requiere pasar del enfoque del corto al largo plazo, ya que la empresa busca desarrollo para sí y para la comunidad. En segundo lugar, hay que dejar de orientarse exclusivamente en el beneficio de los accionistas (Stockholders Value) y pasar a crear valor para todos los grupos de interés (Stakeholders Value). Al considerar la totalidad de los interesados, los planes abarcarán diversas perspectivas y se valorarán mejor los impactos. En tercera instancia, la aplicación de la RSE en concreto. Aquí se pueden mencionar aspectos a desarrollar: Los internos, abarcan la ética empresarial (generar códigos de ética consensuados) y el ambiente laboral (se requieren prácticas equitativas en materia de administración del personal). Los externos, incluyen la elaboración de políticas socialmente responsables de marketing (productos de calidad, publicidad clara y honesta), cuidado del medio ambiente (práctica del reciclado de productos, ahorro energético y eco-eficiencia) y desarrollo comunitario (apoyando proyectos de desarrollo social y el voluntariado de los miembros de la empresa). Los beneficios de la puesta en marcha de la RSE son múltiples y comprenden la mejora del clima laboral (estimula productividad, eficiencia y la creatividad, atrae la mejor gente, baja el ausentismo y las enfermedades), mejora la gerencia (menos control y más planificación), mejora la imagen corporativa (posicionamiento, confianza y mayor participación en el mercado), asimismo contribuye a mejorar el medio ambiente y a desarrollar a la comunidad. Todo lo anteriormente expuesto se traduce en resultados tangibles para la empresa: mejor desempeño financiero y mejor capacidad de adaptación a los cambios. La puesta en marcha de la RSE requiere de la convicción de sus participantes como se ha dicho, pero también de la educación de los miembros, a fin de poder reevaluar y discutir constantemente los aspectos que se toman como políticas de la empresa, discutir sobre los inconvenientes y diferencias de criterio, pero siempre en un marco de honestidad y valores compartidos, de forma tal que la empresa pueda obtener sus objetivos, pero sin dejar las leyes, la ética y los valores en suspenso. Es decir que la práctica de la RSE es una disciplina y debe “refrescarse” por medio de discusiones participativas. Ésta debe mejorarse a lo largo del tiempo, ya que su finalidad es el desarrollo de todos los grupos de interés en el largo plazo (léase a lo largo de la vida de la empresa). Finalmente, a través de la implementación que se ha descrito hasta aquí, la empresa transformará su condición, volviéndose responsable y facilitando la construcción de capital social, tanto dentro de la misma como dentro de la comunidad donde se desempeña. Así, una empresa responsable adquiere mayor importancia y respeto por parte de la sociedad, pudiendo articular una gerencia social simultáneamente con otras en las mismas condiciones y vinculándose conjuntamente con el Estado, para lograr el fin último de revertir las situaciones de inequidad e injusticia social que tanto afectan al desarrollo de la sociedad y del mercado, que, en definitiva, resultan esenciales para el desarrollo capitalista de las empresas. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Bernardo Kliksberg. “Más ética, más desarrollo”, editorial Temas (2004). Bernardo Kliksberg. “Hacia una Gerencia Social eficiente: algunas cuestiones”, biblioteca digital del BID. Capital Social y reducción de la pobreza en América Latina: en busca de un nuevo paradigma [CEPAL 2003] Jorge Etkin. “El potencial ético de las organizaciones”, biblioteca digital del BID. Russell Ackoff. “Planificación de la empresa del futuro”.