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Asignatura: Cuestión Social e Intervención Profesional
TEMAII: Trabajo Social y configuración disciplinar
Acerca de la configuración histórica de Trabajo Social
Un primer acercamiento conceptual a los procesos históricos, la cuestión de las
“narrativas” en la configuración de Trabajo Social
El proceso histórico que Trabajo Social fue (y está) realizando en relación con su
propia constitución como campo disciplinar está signado por búsquedas complejas que
dan cuenta de rupturas y continuidades, con inscripciones epistemológicas
divergentes, con acuerdos balbucientes. No se puede desconocer que hemos
“narrado” este proceso y de este modo hemos inscripto lo que hemos dado en llamar
Trabajo Social, en la escena social. Hoy estamos preocupados por nuevas formas de
inscripción,... será entonces que nuevas narrativas se imponen? Se hace
indispensable para mantener la comunicabilidad de lo que tratamos de expresar, dar
cuenta del sentido que le estamos otorgando, en este contexto, al término “narrativa”.
Con el mismo nos referimos a como “contamos a otros, y nos contamos a nosotros
mismos” lo que sostenemos que somos y hacemos, de donde venimos y hacia donde
vamos. Un contar - narrar donde participan la oralidad, la escritura, las actitudes, las
prácticas y los discursos. Su puesta en acto va instalando significados, instituyendo
objetos.
Respecto del término “narrativas” Mario Heler realiza un interesante aporte, en tanto
considera que el uso del mismo en las actuales perspectivas epistemológicas puede
ser considerado contra la corriente “… Después del llamado giro lingüístico, algunas
de las teorías contemporáneas recomiendan la utilización de otros términos (por
ejemplo, significar, simbolizar, enunciar, también representar –sin suposiciones
especulares–, o bien, significante, discurso, enunciado, etc.), además de retomar
viejas distinciones presentes ya desde la antigüedad. Ocurre que intento pensar a
partir de las prácticas sociales, y si en éstas se produce la vida humana y si esta
producción se desarrolla en el entramado de saberes y poderes, que incorporados en
los cuerpos conforman subjetividades, entonces el lenguaje no me parece que ya
pueda entenderse sobre el trasfondo de dicotomías hoy cuestionables, como son
precisamente las de pensamiento (logos) y acción, teoría y práctica, y en última
instancia, alma y cuerpo. En este sentido, me parece que el término narrar nos hace
comprender reunido lo pensado habitualmente separado, ahorrándonos los ingentes
esfuerzos que hacen falta para dar cuenta de su conexión después de haberlos
desconectado. El uso de este término remite a través de sus connotaciones a que no
sólo hay alguien que narra algo a alguien, sino que ese algo narrado, por ser narrado,
da significatividad a los movimientos de los cuerpos, los inscribe en significaciones
sociales, que se comunican, que son compartidas. Llevando al extremo la cuestión,
podría decirse que no hay acción humana sin lenguaje, esto es, sin algún tipo de
narración que la haga humana. El vocablo narrar connota la acción de narrar y las
acciones que trascurren en el relato. Pero también, complementaria y reversiblemente
remite a la capacidad de narrar y a la de escuchar (en el sentido de identificar alguna
significación en el relato). Además, si en las prácticas concretas, lo narrado tiene
pertinencia al contexto de la práctica en que se narra, quedan vinculados el narrar y lo
narrado, y por ende, hay una remisión mutua entre lo narrado y los narradoresoyentes, que lleva a pensarlos como narrados de alguna manera en el relato. La
significatividad de lo narrado depende de la escena en que se narra, quedando
entrelazada con la significatividad de esta última (en principio, siempre también
narrable). Un paso más y podemos decir que las referencias recíprocas del relato a la
acción de narrar teje a la vida humana en un orden simbólico, y así es pensable que
las acciones son significativas: forman parte del mundo humano en tanto son
narradas. En la narración, los movimientos corporales se presentan enlazados y
articulados en una dirección, con un sentido, sujetados a una red de significaciones.
Pero el uso del vocablo narrar entiendo que no determina una concepción particular de
temporalidad que acompañaría necesariamente al narrar, así como tampoco
especifica una modalidad de articulación. El campo de posibilidades del narrar se abre
en modalidades diversas de dar significatividad al accionar humano, con articulaciones
y temporalidades diferentes, aunque siempre inmanentes a prácticas socio-históricas.
Hay narraciones con pretensiones totalizantes y otras fragmentarias y fragmentadas,
algunas se yuxtaponen, mientras unas se asocian, otras se repelen, pueden coexistir
aun contradiciéndose, pero cualquiera sea su relación, sus condiciones de posibilidad
se definen en las prácticas en que se generan. La posibilidad de discusión de las
narraciones y su posible valor de verdad dependerían así de las prácticas. Finalmente,
recuerdo que estoy tratando de poner a prueba la productividad de un concepto, y en
consecuencia no pretendo establecer una prioridad ontológica, sino sólo tender el
concepto para seguir sus derivas, atendiendo a la diferencia que podría establecer en
comparación con el uso de otros conceptos, una diferencia que en principio se busca
por el lado de recomponer el entretejido de la acción humana”.1
Volviendo a Trabajo Social, la búsqueda disciplinar de estos momentos, por cierto no
unívoca, está encontrando su correlato en los modos de construcción de narrativas y
si bien la misma se constituye desde un entramado de diversos órdenes como
dijéramos antes, un aspecto que aparece como relevante, dada la posibilidad de
“objetivación”, comunicabilidad, generación de debates y problematizaciones, en
síntesis de la construcción de la disciplina, es sin duda, la producción escrita de los
Trabajadores Sociales. En efecto, hemos transitado un largo proceso donde podemos
identificar a grandes rasgos, en que ha consistido esa producción escrita en la
profesión. Si consideramos la particularidad argentina, en los 79 años de desarrollo, la
producción de textos de autores nacionales que se puede relevar es sensiblemente
irregular. Se puede citar a la segunda mitad de la década del 60 hasta los primeros
años de los 70, como una época de producción al respecto. Es en ese período
atravesado por el movimiento de Reconceptualización en que se realizan los
encuentros masivos, con presentación de trabajos y registros de los debates, donde
surgen publicaciones de grupos de colegas (Editorial ECRO, por ejemplo). Creemos
innecesario destacar que durante el proceso militar se da una cancelación de los
intercambios y de las producciones escritas. La reapertura democrática ofrece las
condiciones para dar reinicio a los debates, que de hecho se fueron realizando a partir
de encuentros, jornadas y congresos de profesionales, impulsados por Colegios y
Unidades Académicas. De esta etapa nos interesa destacar algunos aspectos que
caracterizaron esos espacios: la producción escrita, en no pocos casos, pasó a ser el
“paper” de un invitado especial, en muchas oportunidades provenientes de otros
países e incluso de otras profesiones donde los asistentes participábamos, por lo
general en las instancias de taller, cuyas relatorías no llegaban a ser publicadas.
Podríamos decir que nos encontrábamos en un momento de refundación de estas
prácticas, donde los años de clausura nos llevaba a pensar que “otros” más calificados
podían expresar con mayor solidez argumentativa los temas importantes para la
disciplina, o directamente buscábamos las respuestas que no encontrábamos, en la
cotidianeidad del ejercicio profesional y docente. En algunos casos, el debate sólo
verbal en los grupos era la producción buscada y en encuentros sobre temas relativos
1
HELER, Mario “La producción del conocimiento en el Trabajo Social: revisión crítica de sus
condiciones de posibilidad” Ponencia III Jornadas de Investigación en Trabajo Social. Facultad de
Trabajo Social UNER, 2005.
a áreas interdisciplinares, era posible encontrar producciones como trabajos realizados
en equipos, donde el lugar del trabajo Social, bien podía ser significativo, o
directamente subordinado. En la última década, se observan algunos tránsitos que
llevan a otras expresiones de las producciones escritas. Por una parte, la
incorporación a las estructuras formales de la investigación en la esfera universitaria,
proceso que se fue realizando en forma lenta, y que no puede ser considerada como
actitud masiva de los colegas, configuró condiciones de posibilidad para publicar, tanto
artículos como libros. Por otra parte distintas revistas académicas o surgidas desde
otras instituciones, permitieron lugares de expresión escrita, así como el interés de
ciertas editoriales; a la par, los encuentros de profesionales redefinieron su
intencionalidad promoviendo la presentación de ponencias de los colegas, llegando en
muchos casos a cristalizarse en textos. Pero han sido quizás los estudios de pos
grado a los que nos hemos ido incorporando tanto en el ámbito nacional como
internacional los que actuaron como potenciadores de producciones y publicaciones.
De acuerdo al tema que nos convoca, debemos considerar que también de la mano de
estas instancias la “cuestión” de la historia se erigió como un área específica de
estudio e investigación, dentro del cual podemos observar se encuentran enfoques
teórico epistemológicos diferentes, que a la vez han dado lugar a fuertes debates.
Tomaremos el análisis de las perspectivas más representativas a fin de lograr nuestras
propias inscripciones al respecto.
Perspectivas sobre la reconstrucción histórica de Trabajo Social
1.- Diferentes perspectivas en la comprensión/explicación del proceso histórico de
constitución disciplinar:
a.- Perspectiva evolucionista:
Principios explicativos:
Punto de inicio (origen) y un fin (telos)
Presencia de leyes naturales:
Causa – efecto: los cambios son producto de esas leyes
Cambio: evolución (el tiempo pasado es visto como primitivo)
Sucesión de etapas: secuencia (cada etapa supera a la anterior en sentido positivo –
un progreso-)
El lapso entre el inicio y la meta es concebido como desarrollo y continuidad
El conocimiento nos da las pistas para controlar las desviaciones
El evolucionismo se inscribe en el positivismo
(Walter Benjamín dice que así el historiador se compenetra con el vencedor. Tesis
sobre filosofía de la historia)
Endogenismo: tesis planteada por Paulo Netto y desarrollada por Carlos Montaño
(colega uruguayo residente en Brasil). Es una forma en que Trabajo Social ha escrito
su historia, centrando su mirada en el interior del propio TS, dejando de lado el
movimiento de la sociedad. Este tratamiento le confiere a TS una autonomía histórica
respecto de la sociedad, las clases sociales y la misma lucha de clases. La explicación
de la génesis es intrínseca al campo.
Hipótesis central: “Trabajo Social como profesión tiene su origen en la evolución,
organización y profesionalización de las formas históricas de ayuda, de la caridad y la
filantropía”.
b.- Perspectiva histórico crítica:
Principios explicativos:
La sociedad es un orden social históricamente construido. Existen continuidades y
discontinuidades (o rupturas) como momentos de un mismo movimiento.
Esta perspectiva se inscribe en la Teoría marxista, pero otras teorías sociales críticas
toman los principios explicativos generales sin ajustarse al marxismo en su totalidad.
Hipótesis central: Trabajo Social surge como subproducto de la síntesis de los
proyectos políticos económicos que operan en el desarrollo histórico, donde se
reproduce material e ideológicamente la fracción de clase hegemónica cuando el
estado toma para sí la respuesta a la cuestión social.
Según José Paulo Netto: en el capitalismo monopólico el estado debe garantizar la
cohesión social y de esta manera surge la necesidad de un espacio socio ocupacional
para un “agente técnico” que la viabilice. Carácter asalariado de la función.
(Pag. 63 “Continuidad del Servicio Social profesional y las formas filantrópicas y
asistenciales desarrolladas desde la aparición de la sociedad burguesa).
c.- Perspectiva genealógica:
Según Julia Varela y Fernando Alvarez Uría, Foucault y Norbert Elías han desarrollado
esta forma de comprender la historia, agregando que los clásicos de la sociología la
usaron como método para llegar a sus propias teorías (Marx, Weber, Durkheim)
Se trata de la comprensión de un campo determinado desde el rastreo de las
condiciones de producción y de las relaciones (de poder, de intereses) que lo
atraviesan para conocer por qué en cada momento histórico ciertas prácticas y
discursos son validados y resultan operativos.
Proceso de formación de saberes y prácticas que dominan un campo:
“Es preciso preguntarse
Por qué surgieron determinadas categorías y representaciones sociales
Para qué sirven y a quiénes sirven
Quiénes fueron los principales agentes de su nacimiento
Cómo y por qué se produjo su reconocimiento y difusión
Qué transformaciones sufrieron, en relación a qué…”2
Según Michel Foucault “La genealogía no se opone a la historia como la visión de
águila y profunda del filósofo en relación a la mirada escrutadora del sabio; se opone
por el contrario al despliegue metahistórico de las significaciones ideales y de los
indefinidos teleológicos. Se opone a la busqueda del origen.”3
Hacer genealogía (del Trabajo Social)… no será por tanto partir a la búsqueda de su
“origen”, minusvalorando como inaccesibles todos los episodios de la historia; será
por el contrario ocuparse en las meticulosidades y en los azares de los comienzos;
prestar una escrupulosa atención a su derrisoria malevolencia; prestarse a verlas
surgir quitadas las máscaras; con el rostro del otro; no tener pudor para ir a buscarlas
allí donde están -“revolviendo los bajos fondos”-; dejarles el tiempo para remontar el
laberinto en el que ninguna verdad nunca jamás las ha mantenido bajo su protección.
El genealogista necesita de la historia para conjurar la quimera del origen un poco
como el buen filósofo tiene necesidad del médico para conjurar la sombra del alma. Es
preciso saber reconocer los sucesos de la historia, sus sacudidas, sus sorpresas, las
victorias afortunadas, las derrotas mal digeridas, que dan cuenta de los comienzos, de
los atavismos y de las herencias; como hay que saber diagnosticar las enfermedades
del cuerpo, los estados de debilidad y de energía, sus trastornos y sus resistencias
2
ALVAREZ URIA, Fernando; VARELA, JULIA (1997) Genealogía y sociología. Ediciones El Cielo por
Asalto. Buenos Aires. (Pág. 47)
3
FOUCAULT, Michel (1980) Microfísica del Poder. Las Ediciones de la Piqueta. Seg. Ed. Madrid.
(Pág. 8)
para juzgar lo que es un discursos filosófico. La historia, con sus intensidades, sus
debilidades, sus furores secretos, sus grandes agitaciones febriles y sus síncopes, es
el cuerpo mismo del devenir. Hay que ser metafísico para buscarle un alma en la
lejana idealidad del origen.”4
Según esta perspectiva en Trabajo Social la vuelta al origen, supondría encontrar en
éste su esencia, el “verdadero” Trabajo Social, el que tiene un mismo hilo con lo que
ha sido.
Hipótesis central: Pensar Trabajo Social en sentido genealógico, sería volver sobre
sus comienzos para encontrar allí, las pasiones que animaron a sus primeras
profesionales, los repliegues que tuvo encarnados en sus debates y convicciones…
haciendo visibles allí en su recorrido histórico a quienes forjaron estas diferencias, y
entonces por no encontrar “lo mismo” emerge, con sus aportes y diferencias.
Debates que devienen de las visiones sobre el origen
Las diferentes perspectivas y como ya planteáramos sus divergencias al interior del
colectivo, produjeron debates. Hemos agrupado algunos núcleos a nuestro criterio
más significativos, en tanto los mismos circulan de una u otra manera entre nosotros,
articulándose también a nuestras prácticas profesionales actuando como “mitos” que
al no estar problematizados, nos llevan a la repetición sin argumentaciones. Sólo una
mirada crítica nos permitirá redefinirlos, de allí la importancia de tomarlos como tema
de análisis.
Un primer núcleo de debate sobre el origen puede ser fechado a mediados de los 60 y
se constituye desde dos problemas:
* Trabajo Social nace como profesión para médica y para jurídica, por lo tanto
como subalterna de otras disciplinas. Esta tesis planteada por Norberto Alayón y el
grupo ECRO pone su mirada en la especificidad, y particularmente en su autonomía
disciplinar (Barreix, Juan “Historia del Trabajo Social”, página 38, 1971). Con
cuestionamientos fundamentalmente ideológicos consideran que por el momento en
que se escribe ese libro esta etapa debe ser superada. Pero también Estela Grassi en
1989 (La mujer y la profesión de Asistente Social –el control de la vida cotidiana-) en el
Capítulo V: Autonomía profesional y definición del rol, retoma este tema diciendo “…
en sus inicios (la profesión) aparece íntimamente ligada a la medicina y luego al
derecho” y considera que esta situación pesa en la actualidad ya que estos
profesionales (más otros como los psicólogos ahora) ven a los Ts. Ss. como auxiliares
(página 182). Hay que destacar que en este caso Grassi retoma el tema desde otro
lugar, pero que sin lugar a duda retoma la clásica caracterización de este origen.
Ahora bien, no se trata de negar o impugnar esta tesis por “incorrecta”, en todo caso
se debe repensar si existen otras determinaciones que ponen a TS en ese lugar, como
por ejemplo las configuraciones sociales del momento y los dispositivos de
intervención social que se monta para dar respuesta a las manifestaciones de la
cuestión social. Además queda desplazada la formación en el Museo Social Argentino
que según sus primeros planes de estudio y a pesar de ser creada por los médicos
higienistas, tienen una impronta que si bien incorpora la cuestión de la salud y lo
jurídico se amplía hacia lo social y la organización de los servicios sociales.
* El debate Asistentes Sociales o Trabajadores sociales: también por los mediados
de los 60 se instala este debate y también lo da el grupo ECRO. Inscriptos, muy a
pesar de su autoidentificación como dialécticos, y particularmente en los primeros
años de su aparición como grupo, en un evolucionismo y eclecticismo, el debate trata
de dividir aguas entre un “Servicio Social tradicional” y un “Trabajo Social
modernizado”. En efecto, los fundamentos que el grupo ECRO da respecto de la
4
Ibidem (Pág. 12)
necesidad de cambiar la denominación es que así se ha contemplado a nivel
internacional por las Naciones Unidas, seguir con la idea de Asistentes Sociales sería
quedar en el pasado. En realidad la disputa se plantea a partir de la creación de el
Instituto de Servicio Social dependiente del Consejo Nacional de Asistencia Social
(conocido como Instituto Bolívar ya que en esa calle funcionó) realizado bajo las
recomendaciones de Maidagán de Ugarte (quien fue docente unos años allí) y que
expedía el título de trabajadores sociales. Recomendaciones que habían sido
rechazadas por un número importante de escuelas de Servicio Social. Al momento de
intentar ingresar al Círculo de Asistentes Sociales de la capital, se les niega la
incorporación por el título. Este debate está documentado en la revista Hoy en el
Servicio Social Nº 7 (abril/mayo de 1966). En su Editorial: "Asistente Social o
Trabajador Social", dice que en 1959 aparece un nuevo término en la Argentina para
definir los profesionales: Trabajadores Sociales (término propuesto por Naciones
Unidas) Trabajador Social vs. Asistente Social. Término incorporado por el Instituto de
Trabajo Social según esas recomendaciones. Malestar en los círculos profesionales.
Incidencia en las reglamentaciones del ejercicio profesional. Concepciones: Servicio
Social como actividad emocional, cómplice de las estructuras asistenciales
anacrónicas y paternalistas vs. Trabajo Social inspirado en los últimos aportes de las
Ciencias Sociales con claros objetivos de laborar comprometidamente en la compleja
realidad socio económica a los fines de su imprescindible transformación. Más
entrados los años 70 volverá sobre el tapete pero ahora visto el término Trabajador
Social desde la perspectiva más ideológica y política como asalariado que comparte
las condiciones de una clase: los trabajadores.
Un segundo núcleo de debate se plantea en los 90s y ya ligado a las posiciones
divergentes de entender la historia, y en ese marco el origen
Trabajo Social como ejercicio científico de la asistencia social / Trabajo Social
como una nueva profesión que surge en un momento particular del sistema
capitalista
Aquí el tema pasa por el evolucionismo y lo histórico crítico. En el primer caso se
encuentra la idea de origen como sucesión de etapas: TS como profesión surge de la
mano de la racionalización científica de las prácticas de asistencia, cuando las
anteriores formas ya no pueden dar respuesta en tanto la sociedad se complejizó.
Una superación de la caridad y la filantropía. En tanto desde la otra postura, TS surge
como profesión cuando el estado toma para sí la respuesta a la cuestión social
necesitando de un profesional que medien las diferencias de clase, además como
carácter central de su conformación está la condición de asalariado (Netto, Iamamotto,
Parra, Montaño).
Un tercer núcleo de debate en relación al origen también aparece en los 90s y se
expresa como las bases ideo culturales que atraviesan a la profesión
Trabajo Social surge con un carácter antimoderno/ Trabajo Social es una
expresión de la modernidad
Puesto como debate a partir de la tesis de maestría en Trabajo Social de Gustavo
Parra, es contestado por muchos autores que reafirman su origen como producto de la
propia modernidad. Parra considera que “…Trabajo Social surge con un carácter de
antimodernidad en la medida que con su práctica e intervención negaba los
fundamentos mismos de la modernidad: universalidad, individualismo y autonomía,
como características fundamentales y necesarias para el camino emancipador del
hombre” (Parra Anitmodernidad y Trabajo Social, página 236. El tema de debate es
qué se entiende por modernidad y en particular su propia dialéctica interna, donde se
presentan tanto los rasgos emancipatorios como conservadores y reaccionarios. La
modernidad y particularmente la ilustración como bien dicen Adorno y Horkheirmer
llevan el germen de la racionalidad instrumental, esto es las prácticas reguladoras y
disciplinadoras de la sociedad en pos del sostenimiento de la sociedad capitalista.
Britos sostiene que TS no es “ni profundamente conservador ni radicalmente
antimoderno” “…la profesionalización del trabajo social reproduce características
propias de la modernidad, relacionada directamente con su racionalidad reguladora”
(Britos Asistencia Social en Rosario. Historia de su formación profesional página 45)
Surgimiento de Trabajo Social en la Argentina
1.- Configuraciones de lo social:
Existe un consenso que entiende que es en el momento en que se inician estudios
específicos en instituciones formales que expiden certificaciones habilitantes el que da
la clave para considerar que una profesión aparece en la escena pública. Siguiendo
esta pauta es que tenemos que tomar a 1930, año en que se da inicio a los estudios
sistemáticos sobre el “Servicio Social”, como el momento de aparición de la profesión
en la Argentina. En relación con esto es necesario recuperar las configuraciones de lo
social de época, para poder dar cuenta de las condiciones de surgimiento.
Los procesos históricos que van dando lugar a la conformación de las sociedades son
conflictivos y contradictorios en tanto participan del mismo sobredeterminaciones
económicas, políticas, culturales, ideológicas, entre otras. Sin jerarquizaciones entre
las mismas -aunque sea posible que en cierto momento alguna de ellas adquiera
mayor gravitación- se estructuran en un entramado que “modela” las características
particulares de tal sociedad. De esta manera todo intento de reconstrucción con
pretensiones de rigurosidad, deberá tener en cuenta esta complejidad a fin de soslayar
las proposiciones sobre ideologizadas, lineales o mecánicas que han circulado –y aún
circulan- en los estudios históricos. Así, bucear en la constitución del Estado en
Latinoamérica supone reconocer tanto las condiciones históricas que participaron,
como las particularidades que lo fueron instituyendo en los distintos países que
conforman la región.
De acuerdo con Enzo Faletto todo Estado expresa “… el conjunto de relaciones
económicas, sociales y, especialmente, de poder que se dan en una sociedad…”5,
Lechner considera que el mismo “sintetiza los conflictos entre los intereses particulares
(contradicción de clases) bajo la forma de una esfera común a todos (ciudadanía)…”6 ,
en párrafos posteriores y apelando a Gramsci este autor observa que se trata de una
instancia que presenta dos momentos: el de dominación (imposición coercitiva) y el de
hegemonía (establecimiento de un orden ético que manifiesta la dirección políticocultural de un sector social como voluntad colectiva)7 .
Estas líneas sólo intentan dar cuenta, en términos muy sintéticos por cierto, de un
modo de entender la categoría Estado, que a ojos vista está puesta desde cierto grado
de generalidad que adquiere el mismo en las sociedades capitalistas. En torno a esto
último valen las advertencias del profesor Ansaldi respecto de los usos de los bagajes
teórico-metodológicos construidos para los casos europeos y/o estadounidense
cuando se trata de analizar otras realidades, en particular la latinoamericana, donde es
necesario tener en cuenta el tema de la “traductibilidad” de los lenguajes. En este
5
Enzo Faletto “La especificidad del Estado en América Latina” en e-latina Revista electrónica de
estudios latinoamericanos Volumen 1, N° 4 Julio – Setiembre de 2003, pág. 3. UDISHAL Instituto Gino
Germani. Facultad de Ciencias Sociales UBA, Buenos Aires.
6
Norbert Lechner “La crisis del Estado en América Latina” Revista Mexicana de sociología, año
XXXIX, N°2, México D.F. Abril-junio 1977, pág. 56 en Waldo Ansaldi y Patricia Funes (comp.)
Formación, consolidación y reforma del Estado en América Latina. Documento de Trabajo 53, Serie II.
UDISHAL. UBA, Buenos Aires, 1994. CD Materiales para el estudio de América Latina Versión 2.12005. Colección del Nuevo Siglo. Serie Electrónica, Volumen 0/2
7
Ibidem pág. 56 y 57
sentido resalta que para nuestra región habrá que entender dos aspectos “… 1) en
tanto parte del sistema capitalista mundial, nuestras sociedades comparten la lógica
de funcionamiento de la sociedad capitalista, aunque la historia de cada una sea
diferente… 2) no obstante su condición de capitalistas, las sociedades
latinoamericanas no sólo se encuentran en un nivel menos desarrollado, sino que son
dependientes…”8 , sosteniendo la importancia de este carácter dependiente para el
análisis teórico, aspecto que también recuperan otros autores9 y con el que
coincidimos ampliamente.
Esta posición supone una relación ineludible –aunque no mecánica- entre la formación
del Estado y las características en que se manifiesta el capitalismo en los países
centrales, en tanto es posible identificar que frente a las transformaciones de los
patrones de acumulación que se dan en éstos, se producen cambios en las formas
estatales de nuestra región.
En nuestro país, las últimas décadas del Siglo XIX y primeras del XX dan cuenta del
despliegue en torno a la configuración del estado nación en su doble expresión: hacia
adentro —la organización interna— y hacia fuera —su relación con las demás
naciones del mundo—. Así la definición del modelo agro exportador, la construcción de
una institucionalidad política y la tarea de ordenar una población acorde impulsaron las
líneas rectoras de la intervención social de la época.
A partir de la unificación del país (luego de la “derrota” de Urquiza en Pavón en 1861),
se inicia el proceso de institucionalización y los últimos años del siglo XIX fueron
testigos de la creación del Registro Civil, la sanción del Código Civil, la ley que
instituye capital federal a la ciudad de Buenos Aires, la organización del ejército
nacional, la ley 1420 (enseñanza gratuita, obligatoria y pública), la creación de las
escuelas normales y nacionales (1870 en Paraná se crea la primera escuela normal) y
bibliotecas públicas, reorganización de las universidades (Córdoba y Buenos Aires), la
campaña al desierto (desde la cual se masacra a los genuinos dueños de la tierra,
expandiendo las fronteras), entre otras cuestiones que persiguen la consolidación del
estado moderno argentino. En relación con la propia organización de la política
“moderna” la generación del 80 que impulsa estas reformas expresa un conglomerado
de principios liberales y espíritu conservador que va reordenándose —no sin disputas
internas— en forma de partidos y a fines del siglo se estructura el PAN (Partido
Autonomista Nacional), en 1890 se crea la UCR primer partido político moderno que
se basa en las estructuras de los partidos norteamericanos (organización nacional,
organización barrial), en 1894 se funda el Partido Socialista. Estos tres espacios que
van a litigar sus propios proyectos en términos electorales representan intereses
diferentes.
La política inmigratoria impulsada ya desde la propia Constitución Nacional del 53 que
significó una secuencia de flujo de población extranjera (entre 1870 y 1914 llegaron a
la Argentina seis millones de personas10, de las cuales una proporción importante se
instala en las ciudades de Buenos Aires y Rosario), va a dar lugar a una serie de
conflictos sobre los que luego nos detendremos. Paralelamente las transformaciones
causadas por el modelo productivo generan fuerte impacto en la población criolla. Así
8
Waldo Ansaldi “¿Conviene o no conviene invocar al genio de la lámpara? El uso de las categorías
analíticas gramscianas en el análisis de la historia de las sociedades latinoamericanas”. Publicación
electrónica. Fecha de acceso 15 de setiembre de 2007 http://www.catedras.fsoc.uba.ar/udhisal
9
Entre otros autores sostienen esta posición Tulio Halperín Donghi Historia contemporánea de América
latina, Alianza Editorial, Madrid, 2001; Norbert Lechner (Op. Cit.), Edelberto Torres-Rivas “Estado y
Nación en la historia latinoamericana” Socialismo y liberación N° 16. Lima, diciembre 1981, pp 85-101.
Artículo que forma parte de uno más extenso “La Nación: problemas teóricos e históricos” en Waldo
Ansaldi y Patricia Funes (comp.) Formación, consolidación y reforma del Estado en América Latina.
Documento de Trabajo 53, Serie II. UDISHAL. UBA, Buenos Aires, 1994. CD Materiales para el estudio
de América Latina Versión 2.1-2005. Colección del Nuevo Siglo. Serie Electrónica, Volumen 0/2
10
ZIMMERMANN, Eduardo Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890 – 1916.
Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1994. (página 12)
vamos a encontrar —a los efectos de nuestro interés particular— un conjunto de
situaciones sociales “nuevas” cruzadas por la conflictividad. En otras palabras se
hacen presentes en la escena pública las manifestaciones de la cuestión social. A
grandes rasgos podemos puntuar los siguientes.
En lo urbano:
Problemas derivados del aumento explosivo de la población, como los de vivienda y
salud (epidemias).
Problemas suscitados por las condiciones laborales en los talleres y servicios públicos
cuyos trabajadores eran principalmente inmigrantes.
Aumento estadístico de la “criminalidad, la prostitución, la mendicidad y el
alcoholismo”.
Surgimiento de las primeras organizaciones obreras que encaran sus campañas
reinvindicativas, influenciadas por las ideas socialistas y anarquistas que también
ingresan con los inmigrantes.
En lo rural:
La transformación del “gaucho” con sus prácticas de libertad en el peón rural da como
resultado por una parte, la aparición del “criollo rebelde” (los bandidos rurales) y por
otro la domesticación y sometimiento a condiciones inhumanas de trabajo y de vida.
En síntesis, en pocos años el paisaje social cambia y pone en jaque a la clase
dirigente.
Las respuestas se organizan en torno a los ejes educación, salud, acción social y
represión, en un clima conflictivo y efervescente en el que incluso encontramos ideas y
propuestas contradictorias desde la propia clase dirigencial. Las tres primeras décadas
del siglo XX estarán cruzadas por la puja entre los diferentes sectores sociales
respecto de la configuración de la intervención social en términos de políticas públicas,
donde la naciente organización sindical será protagonista de la lucha por las
reivindicaciones laborales y de la búsqueda de una superación al capitalismo que se
plantea como modelo a seguir (anarquismo).
Se trata del momento en que el estado comienza a asumir las respuestas a la cuestión
social, en la dialéctica demandas y luchas obreras por sus reivindicaciones y
diferentes estrategias para enfrentarlas (desde la represión hasta la sanción de leyes
de protección laboral).
2.- Intelectuales y participación política:
Lo interesante en este proceso es observar cómo participan los “intelectuales” de la
época que se van comprometiendo en las prácticas políticas sin dejar de lado el
ejercicio profesional. Así vamos a hallar a los médicos higienistas por ejemplo que
introducen en sus cátedras universitarias los temas del momento, a la vez que se
implican en los partidos políticos y llegan a ocupar tanto bancas en el parlamento,
como cargos ejecutivos de los gobiernos de turno y desarrollan una fervorosa actividad
en debates públicos, publicaciones y centros de estudios e investigación. Con el
cambio de siglo y las manifestaciones de la cuestión social que se hacen presentes
con la instalación del estado moderno comienzan a circular concepciones e ideas
extraídas de corrientes en boga en Europa y Estados Unidos. Se trata de lo que
Zimmermann llama corriente liberal reformista conformada por diferentes
agrupamientos políticos tanto del oficialismo como de la oposición donde confluyen
desde socialistas hasta católicos. Para este autor el Reformismo: “…debe entenderse
aquí (como) una actitud de predisposición a introducir cambios en las instituciones
vigentes que en materia de política social se traducía en una decisión de abandonar
los principios de laissez faire que supuestamente habían caracterizado al liberalismo
decimonónico, pero manteniendo una rígida oposición al cambio revolucionario radical
que pretendía alterar por completo los fundamentos del sistema, cayendo en el
llamado socialismo de estado y en los peligros de la anarquía. El reformismo introdujo
en el debate sobre la cuestión social un elemento nuevo: la discusión en torno a los
límites de la intervención estatal en materia social trascendía en esa perspectiva la
disyuntiva entre el término “individualismo” y “colectivismo”, en la que estaba
planteada, y se concentraba en las posibilidades de una “vía media” que iluminada por
una combinación de nuevos principios filosóficos y científicos culminaría en una
redefinición de las relaciones Estado y sociedad que atenuara o eliminara los rasgos
más peligrosos del conflicto social”11. Esta corriente tiene como componentes:
Base social: profesionales (médicos y abogados) con participación académica y
política.
Ideología: liberales, progresistas, frecuentemente anticlericales.
Posturas reformistas: legalismo, o sea las soluciones al conflicto social debían
buscarse en la política parlamentaria; cientificismo ya que define a las ciencias
sociales como sustento de las políticas sociales; enfoque internacionalista en tanto
recupera las experiencias extranjeras como antecedentes (copias o adaptaciones de
instituciones vinculadas al estudio y tratamiento de los nuevos problemas sociales).
Entre éstas últimas se destaca el Museo Social Argentino (MSA), copia del Museo
Social de París, que se conforma como centro de debate y circulación de estas ideas.
3.- Creación de la primera escuela de Servicio Social en Argentina
Instalada en el Museo Social Argentino a instancias de los médicos higienistas
Germinal Rodríguez y Alberto Zwank que vienen bregando por su creación desde
1927, es heredera de la tradición de la institución, concretándose en junio de 1930. No
obstante es necesario repasar rápidamente el contexto de surgimiento para lograr
comprender los nexos que va a tener esta “nueva profesión” con las manifestaciones
de la cuestión social de la época, en tanto el año 30 tiene sus particularidades. La
crisis del 29 (caída de la bolsa de Wall Street) genera reacomodos en la economía
mundial, poniendo en crisis el modelo agroexportador perfilándose la producción
industrial con sus consecuencias en lo urbano y rural. Es de este período el proceso
de migración interna impulsada por la desocupación rural que tampoco se resuelve en
las grandes ciudades, la caída de salarios y la inseguridad laboral:
- Prescindibilidad del personal fijo en los establecimientos agropecuarios
- Cesantía de empleados estatales por déficit fiscal
- Merma de actividad en los talleres ferroviarios por disminución de este tráfico
- Cierre de talleres y fábricas
- Quiebra de comercios por disminución del consumo
La salida se da por la postura intervencionista: en lo económico y social,
intervencionismo que se despliega también en la ruptura del orden constitucional ya
que el 6 de septiembre de 1930 se produce el primer golpe militar del siglo XX que
derroca a Irigoyen, iniciándose una etapa de fraudes electorales e inestabilidad
política. Dos actores que en los años anteriores habían estado secundarizados –
aunque de ninguna manera ausente- toman mayor protagonismo: la Iglesia y el
ejército.
No obstante estas consideraciones muy particulares que lógicamente van a tener su
peso en la profesión que empieza a emerger, considero interesante marcar algunos
aspectos para tener en cuenta:
1.- La estrecha relación entre la construcción de la estatalidad y el Trabajo Social: si
bien tal como plantea Oscar Oszlak el estado articula las relaciones sociales
(capacidad simbólica para evocar, crear e imponer identidades y lealtades colectivas
entre ciudadanos o habitantes de una nación determinada), a la vez materializa
aparatos institucionales (actores concretos, organizaciones burocráticas) como
objetivación institucional. Para este mismo autor la noción liberal de que el estado
representa los intereses comunes de la sociedad tiene como correlato el contenido de
la agenda de cuestiones socialmente problematizadas, cuya vigencia sostiene. En
relación a esto último es que se va configurando la institucionalidad. De allí que las
11
Ibidem
problematizaciones que ingresan en las primeras décadas del siglo XX como agenda
da como resultado la emergencia de esta profesión.
2.- Atendiendo a la inscripción tanto ideológica como epistemológica de los sujetos
(liberales reformistas y positivistas) que colocan públicamente la importancia de la
formación de estos “nuevos profesionales”, la emergencia de trabajo social en nuestro
país (que compartimos de alguna manera con Uruguay y Chile) va a estar sesgada por
esta visión quedando en el lugar de “técnicos”.
3.- A diferencia de Estados Unidos por ejemplo, los trabajadores sociales en estas
latitudes nos incorporamos rápidamente a la institucionalidad estatal. En este sentido
la legitimidad de la profesión estará atravesada por las formas en que el estado busca
su propia legitimidad.
4.- Consecuentemente con esto último, si la legitimidad estatal estriba en dar
respuesta a las manifestaciones de la cuestión social, allí es posible reconocer una
arena contradictoria que conforma justamente el espacio de inserción de los
profesionales y en tanto tal, su intervención transita por la posibilidad de trabajar desde
los derechos de los sujetos.