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ORTEGA VALCÁRCEL, JOSÉ: “Los horizontes de la
geografía”, en Los horizontes de la
geografía: teoría de la geografía, Editorial
Ariel, 2000, pp.: 495-552.
Los Horizontes de la Geografía
Hacer geografía se ha convertido en una disciplina por las
tormentas teórico metodológicas. El dominante empirismo
elemental las ha acogido en un eclecticismo poco escrupuloso
pero cómodo.
Postestructuralismo y posmodernismo han instaurado una
notable relajación teórica y epistemológica. La crítica de los
llamados metarrelatos o grandes teorías y la propuesta de
validez de cualquier discurso, ha promovido el eclecticismo y el
relativismo en la filosofía del conocimiento.
Sin embargo, postestructuralismo y posmodernismo han
supuesto un momento excepcional para la crítica profunda del
dogmatismo epistemológico. Ha abierto nuevas posibilidades
en la medida en que ha obligado a pensar en los supuestos
sobre lo que se sustentaban prácticas y creencias. Ha
descubierto o resaltado dimensiones ocultas o postergadas que
no pueden ser ignoradas en la investigación geográfica.
La propia investigación había puesto de manifiesto la ineficacia
de determinados moldes de interpretación universales
aplicados de forma rutinaria. Hecho evidente, el simplismo de
tales
esquemas
interpretativos
permite
abordar
la
reconstrucción de herramientas del análisis social que se
manifestaban inadecuadas. Es claro en el caso de la relación
entre lo individual y lo social, entre los agentes y las
estructuras, entre lo social y lo universal, entre lo particular y
lo general.
Ha planteado la necesaria consideración de dimensiones que
no eran habituales en la geografía y en las ciencias sociales. El
final de la ciencia, como hace un siglo, significa un nuevo
momento de rechazo de la racionalidad.
El agrietamiento de lo posmoderno ha propiciado el renacer de
actitudes que reivindican la recuperación del discurso
racionalista o ilustrado.
La geografía se encuentra en un momento en el que convive
el hacer sin mayores preocupaciones, y la búsqueda crítica de
una geografía que pueda responder a las exigencias de una
sociedad en plena transformación.
1. La
diversidad
geografías
geográfica:
múltiples
Tras estas actitudes y planteamientos subyace la dificultad de
conformar una disciplina unitaria. Una lectura atenta de la
producción geográfica actual, descubre la diversidad de
campos, enfoques y concepciones que conviven bajo la
denominación de geografía. No es que existan muchas
maneras de hacer y geografía, es que existen muchas
geografías, que no son, ciencias geográficas.
No se percibe la existencia de “una” geografía, sino más bien
un disperso conjunto de saberes asociados bajo una
denominación común. La propia definición como ciencia ha
perdido vigencia para muchos geógrafos. Hablar de ciencias
geográficas pertenece a un pasado remoto, y muestra un
manifiesto arcaísmo intelectual.
La reivindicación de una geografía como arte o como mera
actividad cultural es compartida por amplios sectores de
geógrafos. La consideración como una ciencia social responde
a específicos segmentos de la comunidad geográfica, que
reivindican, precisamente esa condición de saber riguroso para
la disciplina.
Todo ello conduce a prever que lo que llamamos geografía
seguirá siendo un variado y disperso conjunto de disciplinas.
La solidez de las tradiciones y geográficas surgidas a lo largo
del último siglo cuarto y la consistencia de una cultura
geográfica arraigada durante siglos en el mundo occidental
sido hacen difícil suponer que, en los próximos años pueda
constituirse una ciencia o disciplina geográfica con un perfil
ORTEGA VALCÁRCEL, JOSÉ: “Los horizontes de la geografía”, en: Los horizontes de la geografía: teoría de la geografía, Editorial Ariel, 2000, pp.:
495-552.
definido y unívoco. La geografía proseguirá como un campo de
múltiples perspectivas, como un conglomerado de disciplinas.
La conclusión de que no es fácil orientarse como es debido en
el muy plural panorama de la geografía del momento, puede
ser aplicada a finales del siglo xx y explica que el problema de
la unidad de la geografía mantenga actualidad. La concepción
de la geografía como una disciplina única o como un conjunto
de ellas convive entre los geógrafos. Los argumentos a favor
de la unidad resultan más efectivos o históricos que
consistentes. El problema de la unidad de la geografía
descubre, precisamente, la dificultad para constituir un saber
coherente sobre el espacio y deja ver el riesgo de desaparición
de la geografía como campo de conocimiento. La diversidad
de filosofías y de concepciones de la geografía, de ideologías
respecto
de
disciplina,
hacen
complejo
incluso
el
planteamiento de la unidad.
1.1. El problema de la unidad de la geografía
En 1986, el instituto británico de geografía planteada una
cuestión directa: ¿La geografía puede continuar como un
campo singular de estudio o su desintegración es inevitable y/o
deseable? La pregunta se completaba con un segundo
interrogante, sobre si la geografía posee una identidad
intelectual coherente. Tales cuestiones se insertaban en un
contexto de recortes presupuestarios para las universidades
que amenazaba con hacer desaparecer determinadas
disciplinas del marco universitario.
Subyace en el debate de los geógrafos británicos la firme
creencia de que la geografía tienen que ver con la tierra y el
hombre. Se trata de integrar lo físico y lo social. Una vieja
aspiración, un discurso conocido.
El problema de la unidad de la geografía surge de la
imposibilidad de ocultar su quiebra como campo de
conocimiento.
En el fondo se encuentra la incompatibilidad entre filosofías del
conocimiento. Incompatibilidad de la compañía victoria de las
geografía moderna desde sus orígenes, pero que ha estallado
sólo en los últimos decenios del siglo xx. Los geógrafos no
comparten ideas similares sobre la posibilidad de integrar los
estudios físicos y los sociales.
Existe una dificultad de esencial en la comunicación entre los
miembros de una comunidad científica que no emplean los
mismos términos ni usan las mismas concepciones.
Abundan entre los geógrafos físicos los que consideran que la
unidad de la geografía ni siquiera se plantea. No es un
verdadero problema. Los procesos físicos e interfieren de
forma directa en el desarrollo de las sociedades humanas. Y los
procesos humanos tienen cada vez más un efecto decisivo en
los procesos naturales. Propugnan tomar en consideración
estabilidad. La evidencia engaños. La visión simplista o
ingenua confunde la existencia de problemas que vinculan
fenómenos físicos y sociales con la existencia de una disciplina
capaz de abordarlos con un discurso y un método unitario,
desde el punto de vista epistemológico.
Los geógrafos se enfrentan, cada vez más al estallido del
campo o disciplina, motivado no tanto por la especialización
como por la ausencia de una síntesis, o mejor, por la
inexistencia de un marco conceptual capaz de integrar en un
discurso el conjunto de los conocimientos que especiales. La
geografía carece de una teoría de la sociedad o del espacio
que le permita esa integración.
El debate no resolvió el problema, insoluble, de la unidad de la
geografía. Permitió constatar que los geógrafos son
conscientes de las dificultades de la geografía para construir
un discurso coherente y de la inexistencia de un marco teórico
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apropiado para explicar el espacio que pretende abordar la
geografía. La dicotomía entre geografía física y geografía
humana oscurece las que conciernen a la fragmentación
epistemológica e ideológica dentro de la propia geografía
humana, dificultando la solución del problema de articulación
de un discurso geográfico unitario.
Las divergencias separan a los geógrafos físicos y humanos. Y
cada vez más a quienes mantienen la pretensión de hacer la
geografía una ciencia, con un marco teórico consistente, y los
que propugnan para la geografía la categoría de saber cultural.
1.2. La geografía como cultura
La búsqueda de una alternativa que proporcione un marco
unitario es lo que explica la recuperación del lugar y del
paisaje, así como una cierta nostalgia por lo que la geografía
regional y la región representaron en el discurso geográfico de
otras épocas.
La consecuencia más visible es el esfuerzo por encontrar o por
justificar una geografía que pueda salvar a su propia tradición.
Se trata, por una parte, de reivindicar el lugar, la región, el
paisaje como posibles espacios de unidad. Por otra, de
propugnar
una
geografía
menos
deudora,
epistemológicamente hablando, del rigor que permitía dar
cabida a la multiplicidad. Una reivindicación de la geografía
como arte, como cultura.
La geografía como cultura es una propuesta vigente y una
reivindicación actual. La reivindicación cultural de la geografía
arraiga en una doble tradición: el rechazo de la racionalidad
como referencia del trabajo intelectual, y una alternativa
vinculada con el sentimiento y la vivencia del sujeto respecto
del espacio. Se imbrica en una corriente de pensamiento que
ha convertido en sospechoso el racionalismo que reivindica el
idealismo.
En su formulación más actual se corresponde con la
denominada geografía humanista. Se propone como una
geografía alternativa, más allá de lo que supondría una simple
rama de la disciplina. Tienen como soporte filosófico
fundamental el existencialismo y la fenomenología.
La geopoética es una de estas perspectivas de la geografía
humanista, en la que los geógrafos concernidos consideran que
pueden poner de manifiesto los lazos que existen entre los
fenómenos culturales materializados en obras creativas y las
cuestiones o conceptos que interesan al geógrafo.
La geografía como cultura se asienta sobre una concepción de
la geografía como práctica o sensibilidad del espacio, que se
considera arraiga la propia naturaleza humana. La geografía
adquiere una dimensión antropológica y una profundidad
histórica que la retrotrae al origen de la humanidad. La
geografía se identifica con la práctica espacial humana, con la
cultura del espacio.
La geografía como campo de conocimiento no tiene principio
en el tiempo, responde a un simple interés universal e
inmemorial.
La reivindicación del lugar como espacio diferenciado y como
área con sus específicos caracteres, con su singularidad,
aparece, a muchos geógrafos, como el futuro de la geografía,
en la medida que se percibe como el elemento que puede
permitir articular la geografía ser un objeto ha definido.
El lugar puede ser el espacio del reencuentro de las diversas
ramas geográficas, de la fragmentada disciplina, en torno a un
espacio determinado. El lugar se presenta como el destino de
la geografía, en cuanto se percibe como un elemento clave. El
lugar se transforma para estos geógrafos en el punto central
de la agenda investigadora y docente geográfica.
El problema de la unidad es, en última instancia, el problema
de la posibilidad de supervivencia de una disciplina con perfil
propio. La geografía parece disolverse en sus múltiples ramas
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y cada una de ellas se inserta más en la correspondiente
ciencia social o natural, que en un corpus y geográfico.
En lo que viene impulsando a una parte de los geógrafos a la
reflexión sobre la geografía y su lugar en el mundo actual.
Subyace la preocupación por el inmediato futuro y se impulsa
con la perspectiva de buscar en los elementos que pueden
justificar en la o que permitan soldaron un discurso geográfico
consistente.
2. Pensar la
presente
geografía:
la
geografía
del
Se trata de pensar sobre significado social de la disciplina
geográfica y sobre el contexto cultural y científico en el que se
desenvuelve.
La geografía ha oscilado también entre muy diversas opciones
teóricas como soporte de su indagación. Entre una geografía
científica en el sentido más ortodoxo de la ciencia positiva y
una geografía como pura creación artística, han convivido y
coexisten geografías distintas. Desde unas geografía concebida
como disciplina puente entre ciencias naturales y sociales y
una geografía enmarcada en las ciencias sociales. Esa
diversidad se mantiene en los tiempos presentes.
2.1. ¿Qué es la geografía?
Pensar la geografía significa, en primer término, reflexionar
sobre el uso que los geógrafos hacen de los términos, los
conceptos, las analogías que conciernen al entendimiento de la
propia disciplina o materia con la que trabajan. Cualquier
somero repaso de la literatura geográfica muestra el notable
abuso que acompaña al concepto de geografía y al uso de este
término. Y la confusión y ambigüedad con que se manejan o
entienden.
La geografía no es el territorio ni el espacio. Territorio y
espacio, conceptualizados, constituyen el objeto en bruto de la
geografía.
Hablar del poder de la geografía para resaltar el papel del
espacio como un modelador o agente de la configuración
social, es un aviso del lenguaje porque geografía es una
disciplina que se delimita como campo de conocimiento, que
tiene su praxis, su semántica y su gramática. Ese hábito
denota una inadecuada distinción entre la disciplina, como
campo de conocimiento, y su objeto epistemológico.
La geografía no son las representaciones que los agentes
sociales y los individuos construyen del entorno en que viven.
Estas representaciones constituyen un objeto esencial de la
geografía. Es lo que han venido a mostrar las aproximaciones
de carácter subjetivista que han descubierto el lado
abandonado o ignorado de la geografía al mismo tiempo que
su significación en el entendimiento del espacio o territorio. La
geografía no es el mundo de las vivencias, pero vivencias y
experiencias individuales y colectivas perfilan una dimensión
del espacio y como tales forman parte del objeto de la
geografía y deben ser abordadas por ésta e integradas en su
representación.
La geografía no puede confundirse con la multiplicidad de
discursos sobre el territorio y el espacio que genera la sociedad
y que ha generado de forma tan abundante a lo largo de la
historia. El espacio como tal no es patrimonio de la geografía
de la geografía como no lo es la Tierra. Se propone para geografía el binomio gea (tierra) y graphos (describir). Pero no se
vincula el verbo describir con su acepción primaria, la de
dibujar o representar gráficamente, sino con la genérica y
habitual de proporcionar información sobre un asunto.
La confusión entre la obra geográfica y el material que usa el
geógrafo como fuente para sus construcciones ha sido y sigue
siendo habitual.
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ORTEGA VALCÁRCEL, JOSÉ: “Los horizontes de la geografía”, en: Los horizontes de la geografía: teoría de la geografía, Editorial Ariel, 2000, pp.:
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Existe, entre los geógrafos, un hábito extendido, que consiste
en hablar de la geografía de los ingenieros, o la geografía de
los Estados Mayores, entre obras expresiones. Con ellas se
quiere destacar el papel relevante que desempeñan como
modeladores del espacio terrestre.
Ni los ingenieros ni los Estados Mayores ni la Administración en
general hacen geografía en el desempeño específico de sus
competencias políticas, técnicas, económicas o de otra índole.
Lo que sí hacen es intervenir sobre el espacio, producir
espacio. Y como tales productores de espacio, caen bajo el
prisma de la atención del geógrafo. Estas representaciones
modelan el entorno geográfico. Actividad, representaciones,
prácticas y agentes sí pertenecen al campo de análisis e
interés de la geografía.
Estas derivas del discurso geográfico surgen de su carácter
poco elaborado, desde el punto de vista teórico, como campo
de conocimiento, en relación con un objeto geográfico que
tampoco ha sido construido de forma consecuente, y con un
lenguaje poco riguroso lleno de metáforas, de vocablos de uso
coloquial. La reivindicación reciente de un lenguaje de la
geografía apunta a esa necesidad de depurar y definir el uso
de las “palabras de la geografía”.
Reivindicar un lenguaje de la geografía forma parte del
esfuerzo de pensar una geografía relevante para el mundo
actual, esfuerzo que no puede ignorar la exigencia
epistemológica de construir un objeto propio, de construir un
método y de construir un lenguaje. La geografía como
disciplina reconocible socialmente se encuentra obligada a
construir un objeto propio, a establecer un discurso coherente
sobre ese objeto y a delimitar el perfil metodológico con el que
abordar el objeto geográfico y construir su discurso, su
lenguaje.
2.2. Objeto y teoría: ¿todo vale?
La geografía no puede existir como disciplina si no construye
un objeto propio, desde el punto de vista epistemológico.
El espacio geográfico representa una categoría teórica que no
se confunde ni identifica con un objeto externo a la propia
geografía. Construir este espacio geográfico como objeto de
conocimiento es así el primer cometido teórico en la fundación
de la geografía.
“Pensar la geografía” significa reflexionar. Se trata de
establecer el horizonte, los horizontes de la geografía.
Se trata de saber si el futuro se instaura en la renuncia a la
búsqueda de un esquema de interpretación capaz de abordar
la complejidad del espacio social contemporáneo. La propuesta
de una geografía múltiple surge desde los años ochenta y
responde a la convivencia de cuantos enfoques, discursos, con
método o sin él, con teoría o sin ella, se produzcan.
Deriva de los postulados posmodernos y culturales. La
proscripción de la norma científica abre la geografía a toda
clase de experiencias y de discursos. El eclecticismo es su
manifestación lógica y, como consecuencia, el principio de que
“todo vale”.
Se trata de plantear que la geografía puede buscar construir un
marco de inteligibilidad, a partir de la crítica renovadora de los
modelos más simples precedentes. Es reivindicar un marco
teórico, una metodología, un lenguaje propio y el rigor del
conocimiento.
La geografía como disciplina de la diferenciación en áreas, en
relación con la consolidación histórica de entornos culturales
distintos, o como campo de lo exótico o desconocido, carece
de perspectivas. Sólo es mercadería turística. La geografía del
presente y del futuro no puede ignorar la globalización y sus
efectos sobre la disciplina, en lo que se ha planteado como el
final de la geografía.
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3. El mundo actual: globalización y geografía
Un rasgo sobresaliente de los últimos decenios ha sido la
consolidación de un sistema planetario. La contracción del
tiempo ha supuesto la contracción del espacio. Por ello, se ha
acuñado la expresión del final de la geografía.
3.1. ¿El final de la Geografía?
La consolidación de un mundo único, de una dimensión
universal exclusiva, impone una atención más cuidadosa hacia
la construcción de modelos o representaciones espaciales que
pretendan dar una explicación del mismo. Debe permitir
entender qué caracteriza la sociedad actual, la diversidad, el
auge de lo local.
Esta unificación del espacio terrestre y del tiempo ha
coincidido con la consolidación del capitalismo como único
sistema económico. Es el modo de producción dominante
impuesto sobre la totalidad de las formaciones sociales
existentes.
Algunos autores contemplaban la disolución del proceso
histórico como el punto de arranque de una época o tiempo de
la geografía. Se ha considerado que el único factor impulsor
del cambio y de la actividad social responde sólo a las
diferencias espaciales, a las distintas culturas, a los espacios
nacionales, a los territorios, en definitiva, a la localización.
Sin embargo, el excepcional desarrollo de los medios de
comunicación y la creciente interdependencia a escala
planetaria han convertido en realidad lo que hace varios
decenios se denominó la aldea global. La quiebra de las
distancias, el carácter instantáneo de la comunicación física y
de la comunicación intangible, parecen haber disuelto también
el espacio geográfico. Se habla del ciberespacio, un espacio
virtual vinculado a las comunicaciones instantáneas.
Los medios de comunicación, la industria cultural, nos fabrican
los lugares exóticos, que no tienen nada que ver con las
herencias culturales. Esa misma industria cultural nos
proporciona los elementos para abordar los nuevos espacios,
como el ciberespacio.
El excepcional trasvase de culturas ha desprovisto de
significado a una geografía de la diferencia y del exotismo.
La configuración multicultural de las sociedades desarrolladas
consecuencia de esta inmigración masiva en el centro desde
las periferias más variadas, es un rasgo compartido por la
mayoría de ellas. Son sociedades plurales.
En un mundo uniforme aparece, por oposición, la
extraordinaria vitalidad de lo local, de lo que los anglosajones
denominan place, entendiendo la localidad y el área regional e
incluso nacional, pero siempre a gran escala. La vitalidad y el
dinamismo de estos espacios locales, de los lugares, y la
eclosión nacionalista, en sus diversas formas, aparecen como
un rasgo propio del mundo actual.
¿Qué significado tiene el descubrimiento de lo local, de lo
nacional? Surgen en un aparente espacio sin diferencias. Sin
embargo, el carácter universal de los procesos, la uniformidad
de ciertas formas impuestas por la industria cultural o la
moderna división del trabajo, no han igualado diversos
territorios ni las distintas sociedades.
Por el contrario, la universalidad de los procesos del
capitalismo coexiste con la profundización de las distancias
entre unos territorios y otros y entre distintos sectores
sociales. La uniformidad de los procesos de acumulación
capitalista no significa igualdad ni desaparición de las
diferencias.
3.2. Lo universal y lo local: el sentido de la geografía
La cuestión central para un proyecto de geografía moderna
tiene que ver con la dialéctica de lo global y lo local, con los
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procesos que instauran y profundizan el carácter mundial de
las relaciones económicas y la cultura social. La necesidad de
explicar cómo los procesos más generales, planetarios,
configuran los espacios más particulares.
Podemos identificar el espacio geográfico con el conjunto del
espacio terrestre. Éste constituye un producto histórico
vinculado a la sociedad humana en su acepción global. Ha sido
el desarrollo histórico de las distintas sociedades y culturas el
que ha dado forma al espacio terrestre. Su representación
como espacio mundial responde bien al estado de las
relaciones sociales que caracterizan los últimos siglos.
El espacio mundial, como expresión de unas determinadas
relaciones sociales a escala planetaria, no es ajeno a las
formas particulares de esas relaciones sociales, de carácter
nacional o regional. Las relaciones sociales se materializan a
escalas diversas, desde la planetaria a la estrictamente global,
e incluso doméstica.
No hay oposición ni contradicción esencial entre ambas
dimensiones, hay una relación dialéctica entre lo global y lo
local. Entre la unidad de reproducción doméstica y el mercado
mundial, entre la habitación particular y la aldea global, el
espacio geográfico constituye la representación que unifica y
expresa esas relaciones sociales.
Entre lo local y el espacio terrestre, el espacio geográfico se
configura como instancias o sistemas de relaciones
cambiantes. En su materialidad, las denominamos sistemamundo “mercado mundial”, Estados, regiones, etc. que definen
la trama conceptual de la geografía. Constituyen la
materialidad del discurso geográfico y son los elementos, el
material con el que construimos la imagen compuesta del
espacio geográfico como un “conjunto de conjuntos” o clases
que se interpenetran, tanto en “horizontal” como en “vertical”.
Cama ámbito define y constituye un espacio geográfico, pero
forma parte, a su vez, de otros espacios geográficos, y engloba
o vincula espacios geográficos específicos.
Entre localidad y procesos globales no hay contraposición ni
exclusión. Lo local se desenvuelve en los procesos globales y
éstos
se
sostienen
en
situaciones
locales
y
en
comportamientos individuales.
En esta dialéctica y en este mundo acelerado y transformado
es en la que la geografía tiene que ubicarse, en orden a
proporcionar una plataforma de aproximación a los elementos
y relaciones que configuran el mundo contemporáneo, a los
procesos que lo mueven y cambian y a los problemas que le
afectan. Un espacio específico, una construcción propia de la
disciplina. Diferenciado del espacio de interés de otras
disciplinas.
4. El objeto geográfico: el espacio de la
geografía
El espacio que le interesa a la geografía es el espacio
geográfico, o el territorio geográfico o paisaje geográfico.
Puede parecer una tautología, pero es el fundamento de toda
disciplina rigurosa. Es ésta la que define su objeto y la que
acota los términos en los que lo hace propio y lo transforma en
motivo de estudio.
4.1. La construcción del objeto geográfico
La
construcción de un objeto es una exigencia de un
conocimiento riguroso. Ese objeto no es desde una
perspectiva, epistemológica, un elemento existente del mundo
real y en este sentido, decir que el espacio, el territorio, el
paisaje o el lugar, sin mayor precisión, son el objeto de la
geografía, no deja de suponer una imprecisión.
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La geografía coincide con otras disciplinas de muy diverso
espectro en sus preocupaciones y el solape con ellas tiene que
producirse, en la medida en que el espacio geográfico, como
objeto específico de la geografía, se construye en un territorio
de conocimiento y de la experiencia, que no le es exclusivo.
El solape con otras disciplinas es un pseudo problema si la
construcción teórica de la geografía es consistente. El
problema esencial ha sido el de una insuficiente definición y
acotamiento de su objeto y el de una escasa elaboración de
tales elementos y conceptos procedentes de otros campos.
El esfuerzo de la geografía moderna ha estado dirigido, en su
mayor medida, a acotar una fracción de ese espacio terrestre
atribuida a la geografía, que a elaborar esos marcos teóricos
para hacer inteligible esa fracción de ese espacio terrestre.
Construir un objeto que no tiene como finalidad acotar un área
excluyente de la realidad, respecto de otras disciplinas, se
trata de hacer posible una elaboración teórica y metodológica
con el fin de hacer inteligible una parcelad el mundo en que
vivimos.
Toda disciplina es una representación convencional del mundo
destinada a facilitar su inteligibilidad. Es decir, permitir integrar
la multiplicidad de las apariencias y de nuestras observaciones
en un esquema racional de explicación.
El espacio debe ser considerado como una dimensión de las
relaciones sociales. La sociedad humana se desarrolla como
espacio. No podemos decir que la sociedad ocupa el espacio o
se apropia de él, porque tales expresiones denuncian una
concepción del espacio como materialidad ajena o
contrapuesta al sujeto social.
En los nuevos enfoques, el espacio responde a la dimensión
social humana. Transciende la mera respuesta instintiva para
pasar a ser construcción.
Concebir el espacio como una construcción social de la especie
humana. El acto de la reproducción social humana se
manifiesta como un proceso de transformación de la
naturaleza por el trabajo y por la sociedad. Una transformación
que no puede contemplarse como si naturaleza y sociedad
fuesen dos entes o sustancias separables.
No hay contradicción entre la objetividad del espacio
geográfico y la naturaleza de construcción teórica que, como
concepto y objeto epistemológico, tiene en el marco de la
práctica científica geográfica.
El espacio geográfico, como construcción intelectual, identifica
una parte del “espacio social”, entendido éste como un
producto social. Lo que resulta de los enfoques modernos
sobre el espacio social es la preocupación por evitar una
concepción sustancialista del espacio. No existe un espacio
físico como soporte de lo humano o social, con existencia
independiente de éste.
La contraposición entre territorio y espacio geográfico es válida
sólo para distinguir el espacio social o espacio producto de las
relaciones sociales, como tal, del específico objeto de la
geografía, o espacio geográfico. Este concepto sirve para
acotarlo, limitando teóricamente su alcance, ya que el espacio
social desborda los objetivos de la geografía.
La dimensión física, “natural” del mismo no define el espacio.
Es un componente que forma parte del producto social, en la
medida en que se incluye como naturaleza transformada por la
actividad humana.
El espacio social es la materialidad física que la sociedad
genera en los procesos de producción y de relación social. Es,
también, la imagen que nos hacemos de esa realidad social. Es
el conjunto de esas representaciones tal y como la sociedad las
transmite o produce. El espacio no puede separar del discurso
o lenguaje a través del cual se hace evidente.
El espacio geográfico en cambio, es un concepto teórico que
aplicamos al mundo objetivo material y al mundo de los
objetos mentales (o ideológico) y lingüísticos, en orden a
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entenderlo y explicarlo. Constituye una herramienta teórica
para indagar las distintas dimensiones del espacio social que
interesan desde la perspectiva geográfica. Una construcción
teórica para indagar en las dimensiones materiales,
representativas, proyectivas, discursivas, que configuran el
espacio social.
4.2. De las constantes a los cambios: el giro necesario
Objetivos que los geógrafos han propuesto se han
caracterizado por hacer hincapié en las formas, en las
distribuciones, en la organización y en la estructura. La
tradición geográfica empuja hacia la identificación del espacio
con sus rasgos físicos y hacia la demostración de sus pautas de
organización social.
La geografía moderna se ha caracterizado por privilegiar como
foco de su indagación los patrones o formas de organización o
distribución de los fenómenos de estudio.
A pesar de las diferencias epistemológicas e ideológicas, han
prevalecido enfoques de carácter formalista y estructural. Lo
que Harvey denomina patterns.
Derivar de los patrones u organización física o formal de los
procesos constituye una propuesta reciente para una geografía
adaptada a la sociedad actual. El horizonte de la geografía se
perfila sobre los procesos que generan las formas o
materialidad con que se manifiestan en un instante
determinado.
El propio dinamismo de la sociedad moderna hace inválido un
enfoque formalista o sustancial, asentado sobre la
organización del espacio en sí misma.
El fetichismo del espacio aparece como el fetichismo de las
formas, y el fetichismo de la materialidad, de lo físico o
tangible. Se ha prestado menos atención a los procesos, al
cambio.
Este giro representa cambiar el enfoque geográfico y remover
convicciones arraigadas en la tradición de la geografía
moderna.
El acento sobre los procesos deriva de la propia naturaleza
histórica, construida, atribuida al espacio, a sus elementos.
Representa una revolución mental. Significa renunciar a los
modos de pensar, a los esquemas mentales más arraigados.
Sustituir la permanencia por la contingencia no es fácil.
5. Los
procesos:
agentes,
representaciones
prácticas
y
Son los procesos sociales, en su dimensión espacial, como
expresión directa del cambio, más que la situación temporal o
estado espacial, el objetivo que se propone para la geografía.
Hacer de los procesos un foco de atención preferente de la
investigación geográfica representa definir esos procesos y
vincularlos con sus condiciones de producción. Los procesos
que modelan el mundo moderno, asociados al capitalismo y la
sociedad industrial están relacionados con las prácticas
sociales específicas, con representaciones sociales específicas
y con agentes determinados.
5.1.Los agentes y sus prácticas
Los agentes que operan socialmente como productores del
espacio geográfico tienen su percepción de ese espacio
geográfico, su representación del mismo, y sus estrategias de
intervención sobre él. Las prácticas que esos agentes
desarrollan, de forma consciente o inconsciente.
El espacio geográfico es un producto social, pero es la obra de
múltiples agentes individuales y colectivos.
El individuo es el agente último en el sentido de esencial. El
espacio social resulta de la combinación de las múltiples
decisiones individuales que coinciden en un momento dado, a
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escalas tan diversas como la doméstica, la productiva, la
económica, la cultural, la local, la nacional, la internacional.
Tomar en consideración al individuo se ha convertido en una
exigencia obligada del análisis geográfico. El individuo tiene
carácter socializado, es sujeto en tanto forma parte de una
formación social1.
La existencia de mediaciones ubica al individuo, como agente,
en un conjunto de marcos sociales que se manifiestan en
escalas espacio-temporal muy diversas. Lo integran en una
especie de sujeto colectivo que, aunque opera por el acuerdo
de un número limitado de individuos, presenta una indudable
autonomía.
Esta autonomía es el fruto de reglas o normas, de hábitos
establecidos, de inercias sociales, de valores aceptados o
impuestos, de tensiones que condicionan el comportamiento
individual y que lo modelan.
A escala del Estado y a escala internacional, la acción
individual se diluye en las estructuras sociales y políticas, y el
agente individual deja paso, a través de esas múltiples
mediaciones sociales, a los agentes sociales de carácter
colectivo que transcienden las acciones de los sujetos
particulares. Las prácticas de estos agentes son las que tienen
una más decisiva incidencia en la producción del espacio
social, con sus decisiones de inversión, con sus estrategias
productivas, con sus políticas de carácter económico, técnicas,
jurídicas, culturales y científicas. Ejercen un control de la
producción científica y cultural. Y, a través de ellas, de las
representaciones espaciales que modelan las imágenes
dominantes en la sociedad, las que interfieren en las
decisiones individuales.
Las múltiples prácticas sociales que intervienen en la
construcción y reconstrucción del espacio geográfico se
1 Las reflexiones de Giddens han permitido el entendimiento
dialéctico entre las decisiones individuales y los procesos sociales.
producen a escalas que varían de lo doméstico a lo planetario
y se inscriben en coordenadas espacio temporales precisas.
La implantación de un capitalismo planetario ha acelerado esta
relación entre lo local y lo global.
Son las decisiones de las grandes corporaciones económicas y
financieras las que determinan los acontecimientos decisivos a
escala mundial y sus derivaciones locales.
Lo local se integra así en una malla compleja de relaciones, de
decisiones, de estrategias, de proceso que escapan al control
directo de las comunidades afectadas. El espacio resulta de la
acción múltiple de agentes muy diversos cuyas imágenes
forman parte, en la generalidad de los casos, de una
representación del entorno de cada individuo.
Son las representaciones del espacio que condicionan el
comportamiento y las estrategias de los agentes sociales.
Agentes sociales que son los productores de estas
representaciones del espacio. La práctica social que constituye
al espacio tiene varias instancias, desde la actuación espacial
directa, física, a la de la producción simbólica, la proyección o
proyecto del espacio y el discurso sobre el mismo. Forman
parte de un todo.
La generalidad de los agentes proyecta sus intervenciones a
partir de ideas e imágenes transmitidas socialmente, y que
cada agente interpreta y elabora de forma independiente. Esas
ideas e imágenes forman parte de una particular de una
particular representación del entorno próximo y lejano.
El carácter autónomo de la decisión no contradice su
condicionamiento social.
Tras todas esas acciones, individuales y colectivas, se
encuentran esas representaciones del entorno que cada
individuo posee y asimila, pero que tienen una dimensión
social.
Estas representaciones que los agentes construyen y utilizan
en sus prácticas, representaciones del entorno en el que
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operan, como imágenes del mismo o como proyectos de
intervención, forman parte de procesos que construyen el
espacio social.
5.2.Las representaciones espaciales
La sociedad construye su espacio material al mismo tiempo
que se lo representa y que lo nombra. La interacción entre el
espacio material, los espacios mentales o imaginarios y los
espacios semánticos, forma parte del espacio y de las prácticas
sociales que lo definen. El fundamento de una y otra es la
espacialidad de la sociedad, la dimensión espacial de la
sociedad.
La geografía tiene que ver con el espacio como construcción
social. Construcción cuya materialidad arraiga en la práctica
cotidiana de la reproducción, en la transformación de la
naturaleza. Arraiga en las representaciones que acompañan a
esas prácticas sociales y que orientan las propias prácticas o
las formalizan, en otros.
El espacio geográfico es una representación que podemos
considerar en varios niveles:
1. Como “proyecto” social que regula y determina el
proceso material de la producción del espacio.
2. Como “imagen” que estructura el espacio, que lo
hace inteligible, que le da profundidad histórica.
3. Como “discurso” del y sobre el espacio.
El campo geográfico se corresponde con este extenso pero
preciso marco de las prácticas y sus productos, que
determinan el permanente proceso de construcción del espacio
social.
El producto de estas prácticas es el espacio. El espacio, como
concepto geográfico, identifica la dimensión material, extensa,
mensurable, perceptible de las relaciones sociales. Es decir, el
producto directo de las prácticas sociales y de las relaciones
sociales. Esta instancia material es evidente por cuanto la
dimensión física del espacio se nos impone como evidencia.
Los últimos decenios han permitido poner de manifiesto que el
espacio no se encierra en esta materialidad y que la naturaleza
física del espacio resulta ininteligible si no se toman en
consideración otras dimensiones. Constituyen lo que podemos
denominar las instancias simbólicas y proyectivas del espacio.
Las que tienen que ver con la representación social del
espacio.
Estas
prácticas
producen
también
las
representaciones que la sociedad y los individuos tienen del
mismo.
No sólo construimos imágenes espaciales de nuestro
espaciales de nuestro espacio material sino que proyectamos,
en la medida en que diseñamos el espacio futuro o deseado. El
espacio geográfico es inseparable de la intención y objetivo de
introducir
en
él
elementos
de
ordenación.
Estas
representaciones sociales del espacio tienen una doble
manifestación:
1. Carácter
proyectivo:
representaciones
que
prefiguran la intervención espacial. Todo
proyecto de intervención espacial responde a una
cierta representación que constituye el proyecto
de esa intervención. Estos proyectos tienen una
importancia excepcional en las estrategias e
intervenciones del Estado, de los agentes
públicos y privados a toda escala.
2. Carácter imaginario o simbólico: constituyen la
cultura del espacio. Se manifiesta de forma
difusa. Delimita nuestra actitud y dirige nuestras
iniciativas. Es una representación individual
inscripta en pautas culturales sociales. Su
componente esencial es la dialéctica entre lo
social y lo individual. Es una instancia dinámica y
cambiante, adquieren sentido en relación con
otra instancia o dimensión de lo espacial.
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El espacio se produce también como discurso. El espacio es
inseparable del lenguaje. El lenguaje geográfico tiene una
doble dimensión:
1. Forma parte del propio espacio: son términos que
identifican topónimos, hidrónimos, orónimos,
entre
otros.
Denotan
procesos,
formas,
relaciones. Proporcionan un complejo vocabulario
de geografía, un vocabulario social del espacio.
Son parte del espacio social.
2. Campo específico de la geografía: limitado acervo
de conceptos de diverso orden que adquieren
sentido sólo en el contexto de la disciplina.
Tienen un carácter unívoco, se les acota en su
sentido y aplicación. Son parte del espacio
geográfico.
Uno de los problemas de la geografía actual deriva de la
escasa definición de su lenguaje, de la confusión entre el
lenguaje de la geografía y el del espacio. El vocabulario
geográfico no es el de la geografía.
La obra geográfica conlleva términos, pero también orden,
secuencias, referencias, vínculos, argumentos, metáforas,
analogías… Es lo que se conoce como discurso en el sentido de
Foucault, como texto. Las obras de los geógrafos se prestan a
la interpretación desde la perspectiva de su estructura, de sus
elementos constitutivos, de las referencias que usa, etc.
1. Los procesos espaciales: diferenciación y
desigualdad
Los procesos sociales tienen un carácter diferenciado sobre la
superficie terrestre. No son homogéneos ni producen de igual
modo. La variabilidad es un rasgo destacado de la construcción
del espacio.
El capitalismo ha contribuido a acentuar estas diferencias entre
las distintas partes de la superficie terrestre. La homogeneidad
del marco capitalista y su creciente universalización no
contradice sino que estimula o acentúa las diferencias o los
contrastes en los procesos sociales de construcción del
espacio. Al tiempo que se hacen universales los mecanismos
de reproducción capitalista, y que se integran en los procesos
de acumulación la totalidad de las sociedades terrestres, se
acentúan las diferencias entre sociedades y espacios.
Son procesos sociales que se resumen en el desarrollo desigual
y la diferenciación espacial.
Estos
procesos
de
diferenciación
presentan
dos
manifestaciones:
1. Prácticas de carácter social: de naturaleza
predominantemente política, que se traduce en la
división y fragmentación de la superficie terrestre
en unidades espaciales de rango político.
2. Acción
de
los
agentes
sociales:
áreas
diferenciadas por el grado de desarrollo, por la
intensidad de acumulación de capital fijo, fuerza
de trabajo, servicios, entre otros. Dan forma a
áreas locales y a espacios de escala intermedia o
espacios regionales.
1.1.La diferenciación espacial: prácticas y procesos
territoriales
La diversidad territorial procede de las prácticas sociales y
constituye una de las más relevantes desde la perspectiva
geográfica. Las sociedades se distinguen por acotar un área
propia, un espacio de pertenencia.
La vinculación de la territorialidad humana con la animal ha
sido habitual. La diferencia esencial es el carácter elaborado
socialmente que adquiere en la especie humana. Es una
territorialidad proyectada y construida. Se traduce en una
división y fragmentación de la superficie terrestre en áreas de
poder o soberanía, en espacios de ejercicio de este poder.
El Estado es la principal forma del territorio. Pero no la
exclusiva, en la medida en que se producen entidades
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supraestatales surgidas del acuerdo de los poderes estatales.
El Estado moderno representa la manifestación más elaborada
de las prácticas territoriales humanas, hasta el punto de que
ha llegado a afirmarse que es una invención asociada a este
Estado moderno. La frontera es el signo del territorio y la
soberanía la manifestación del dominio sobre el mismo.
El excepcional dinamismo que en los últimos años mantienen
los procesos de carácter territorial, asociados a la
descomposición de la antigua Unión Soviética y a la
fragmentación de Estados como Yugoslavia evidencia la
importancia geográfica de estas prácticas y procesos.
El territorio constituye el contenedor político por excelencia. Es
el espacio de las prácticas territoriales del Estado.
El concepto de territorio, en cuanto producto de las prácticas
de diferenciación propias del poder, no se reduce a la
soberanía propia del Estado. Las prácticas territoriales forman
parte de la dinámica interna de los Estados y caracterizan el
desarrollo del Estado moderno, en dos direcciones: como un
instrumento de ordenación del propio aparato del Estado, en
orden a la administración de su territorio; y como un
mecanismo de redistribución del propio poder del Estado, entre
distintos sectores sociales del mismo.
El territorio es el marco por excelencia de las prácticas
espaciales de los agentes sociales, en todas sus escalas.
Las prácticas territoriales2 como espacio delegados del poder
político del Estado o como espacios constituyentes del propio
Estado, forman parte de la naturaleza del poder. Son un signo
de éste.
El producto de estas prácticas son los distintos territorios que
se suceden, aparecen, se disuelven, se consolidan, se
incrementan o se transforman a lo largo del tiempo, como
2 División y ordenación de distintas entidades espaciales, a diversas
escalas, con límites definidos y reconocidos, con competencias
precisas en el ámbito de tales límites.
entidades estatales. Y son las diversas formas de organización
que el poder pone en marcha en su control, gestión y dominio
del propio territorio estatal.
El territorio representa el espacio empírico construido de forma
voluntaria por las sociedades humanas y constituye el principal
marco de las prácticas sociales que dan lugar a los diversos
espacios empíricos, físicos, que identificamos también como
espacio geográfico.
La recuperación y éxito de la nueva geografía política radica
en la corroboración de esta naturaleza espacial del Estado y
del poder, es esta íntima relación entre poder y espacio, en
esta definición territorial del Poder. No hay poder sin territorio.
Prácticas y procesos territoriales tienen un carácter delimitador
y de gobierno o administración. Delimitan ámbitos de
intervención,
establecen
espacio
de
competencia
o
responsabilidad y definen espacio potencial de desarrollo.
1.2.La diferenciación espacial: prácticas y procesos
regionales
La notable polarización de los procesos de acumulación
capitalista, la inercia de los mismos, han provocado y provocan
espacio de máxima concentración de capital, en forma de
capital fijo productivo, de capital fijo en infraestructuras, de
capital fijo en espacio de reproducción y de capital variable, de
población.
Son áreas discontinuas, variables en dinamismo, cuya
existencia, fundamentos, desarrollo, configuración, imagen,
inserción territorial, integración socioeconómica y política son
aspectos a indagar desde una aproximación geográfica.
Estos procesos tienen una escala local vinculada a los
mercados de trabajo y cuencas de empleo. Son los espacios
locales que han despertado el interés creciente de las
geografías económicas radicales y posmodernas. Estos
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procesos se manifiestan en una escala intermedia que
distingue ciertas áreas de estos Estados y que pueden
producirse a caballo de dos o más Estados.
En la superficie terrestre el desarrollo no es homogéneo, se
producen agrupaciones o aglomeraciones de escala local y de
escala intermedia. Están caracterizadas por la concentración
de determinados procesos económicos y sociales que
determinan una intensiva acumulación de capital fijo, de
carácter productivo y de carácter social, y por la concentración
de fuerza de trabajo, de capital financiero, de servicios
públicos, entre otros.
El espacio aparece como capital fijo vinculado al proceso de
producción, afectado tanto por las inversiones de capital como
por la circulación de los capitales. Las ventajas de localización
se materializan como plusvalías que resultan discriminatorias
respecto de los distintos agentes sociales. El resultado es el
desigual desarrollo geográfico.
Son áreas que se distinguen por el desarrollo de específicas
formas de integración en el sistema del Estado y el sistema
mundo, por un dinamismo diferenciado.
1.3.La dimensión regional: territorio y regiones
La región como concepto geográfico es una herramienta, pero
concebida como un instrumento para analizar un cierto orden
de cosas, que corresponde con una realidad empírica y que se
corresponde con un tipo de diferenciación espacial asociada a
los procesos del desarrollo desigual.
La región identifica, al mismo tiempo, este tipo de
configuración espacial empírica, y tiene el valor de un
concepto descriptivo, como también en el marco de la
geografía. Identifica una forma específica del espacio
geográfico, con su propia escala de producción.
Esta región no responde a una concepción naturalista ni
esencialista del espacio geográfico. Se aplica a la indagación
de los procesos, formas y grados de polarización del desarrollo
capitalista y aparecerá en relación con éste. La región tiene un
carácter histórico, en cuanto responde a condiciones históricas
determinadas en el proceso de acumulación capitalista, que
sólo se producen en coordenadas espacio-temporales
concretas. La región identifica un espacio definido por el grado
de desarrollo.
Dimensión territorial y dimensión regional forman parte de la
construcción social del espacio.
1.4.Territorios y regiones: el significado geográfico
El espacio regional adquiere una dimensión histórica,
contingente, dinámica. Surge en determinadas condiciones, y
puede descomponerse o desaparecer en cuanto los factores
que lo originaron y mantuvieron desaparecen.
Estos espacios que surgen de las prácticas sociales de agentes
individuales, de agentes sociales, del propio Estado
involucrado por los agentes locales o interesado en relación
con las relaciones políticas y el equilibro de poderes existente
en cada momento, de las instituciones y de poderes diversos,
que resultan de estrategias múltiples que se entrecruzan , son
los que podemos considerar regiones.
La confusión entre territorio y espacio regional o región impide
el análisis adecuado de los procesos espaciales.
Dos ejemplos españoles pueden ser ilustrativos de la diferencia
entre territorio y espacio regional, y de su carácter
históricamente determinado. El carácter contrapuesto de la
evolución es significativo en cuanto al carácter contingente e
histórico de los espacios regionales: Cataluña y la
macrorregión cantábrica3.
3 A continuación, el autor se explaya en los ejemplos, pp. 534-539.
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2. Procesos regionales y geografía regional
Los conceptos de región y territorio tienen un valor
epistemológico. Permiten indagar en una determinada
dimensión de la realidad geográfica. Permiten identificar y
analizar una cierta dimensión de las prácticas espaciales del
poder y su incidencia en los procesos de desarrollo y de
construcción del espacio. Permiten identificar y analizar los
procesos de polarización y concentración del capital,
inherentes al proceso de acumulación capitalista, en su
específica localización. El concepto de región adquiere sentido
en la dialéctica entre los procesos globales que caracterizan al
sistema mundo y, los procesos localizados, en los que se
concentra y producen los fenómenos de consumo de capital
fijo y de reproducción social.
Durante un siglo, los geógrafos han oscilado entre considerar
la región como una realidad objetiva y dada o como mero
artilugio mental cuyo único valor era metódico, destinado a
clasificar la superficie terrestre.
Una geografía regional renovada no puede surgir de la simple
reconstitución de los viejos enfoques como aglomerado de
elementos
“naturales”
y
humanos,
ni
como
mera
representación subjetiva del entorno.
Un enfoque regional sólo adquiere sentido a partir de las
prácticas asociadas a los procesos de diferenciación espacial a
distintas escalas y de las prácticas de división del espacio por
parte del poder.
La posibilidad de una geografía regional renovada sólo puede
considerarse desde la perspectiva de una disciplina cuyo
objeto sean las prácticas, procesos y representaciones
vinculadas al ejercicio del poder y a los fenómenos y procesos
de diferenciación del desarrollo en las áreas de mayor o menor
extensión.
Una geografía renovada se justifica si se aproxima al espacio
desde una concepción social del mismo.
3. La geografía como disciplina social
La tradición geográfica moderna se caracteriza por la
dicotomía entre una geografía física que se constituye en fecha
temprana y que arraiga en la cultura de las ciencias naturales
desde la Ilustración, y una geografía humana que se pretende
configurar como una geografía capaz de integrar lo físico y lo
humano. La geografía como puente entre las ciencias de la
naturaleza y las humanas.
La geografía física no trasciende el estatuto de un
conglomerado de disciplinas inconexas desde la perspectiva
teórica, epistemológica y práctica. La geografía humana
disimula un variado agrupamiento de disciplinas que ni en la
práctica ni en la teoría comparten bases comunes.
Entre los geógrafos puede distinguirse entre quienes reducen
el campo geográfico a lo humano y rechazan los componentes
físicos y quienes hacen hincapié en la naturaleza social del
objeto geográfico, es decir, del espacio.
La concepción de la geografía como una disciplina social
representa la única posibilidad de futuro para este campo de
conocimiento. El carácter de ciencia social surge de una doble
exigencia: la que impone la naturaleza del espacio social y la
que deriva del objetivo de una disciplina moderna.
El objetivo de la geografía en el mundo actual son los
problemas que afectan al espacio. La geografía se perfila como
una disciplina social orientada al análisis y solución de
problemas de carácter espacial.
3.1.La geografía de problemas relevantes
Hay una creciente conciencia de que los problemas esenciales
de las sociedades actuales tienen que ver con fenómenos que
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la geografía puede abordar con solvencia. La cuestión se
plantea en establecer estos problemas relevantes y en
formular qué debemos abordar en los mismos.
Coinciden en propuestas y enfoques geógrafos físicos y
humanistas que propugnan una geografía “real”, por
contraposición a una geografía académica hecha de
compartimentos.
Esta geografía “real” se identifica con problemas definidos no
desde el prisma sesgado de las anteojeras académicas, sino
geográficos que afectan a sociedades, en orden de resolverlos.
Los geógrafos tienden a perfilar una disciplina que tiene que
ver con el espacio, los lugares y la naturaleza. Problemas
generales y problemas locales y una renovada aproximación a
cuestiones de la naturaleza. Son problemas que tienen que ver
con los procesos de globalización económica y con la
configuración de un mundo polarizado. Tienen que ver con el
poder y sus prácticas. Las nuevas formas de organización del
Estado, hacia formas supraestatales y hacia nuevos tipos de
reparto del poder del Estado, dentro de sus fronteras.
Una geografía atenta con lo político a escalas planetaria y
locales; a la urbanización, a los movimientos de población del
Tercer Mundo, a los procesos de desigualdad en el desarrollo, a
los problemas de identidad cultural y sus relaciones con el
espacio, a la uniformidad impuesta por la industria, a la
exclusión y las diferencias de la aldea global, a la
transformación y degradación de la naturaleza, entre otros.
3.2.Espacio social y naturaleza
El espacio social como objeto de la geografía sólo puede ser
contemplado y abordado desde una consideración social,
incluso en sus elementos físicos, porque:
1. Ese espacio sólo adquiere sentido como un
producto histórico de las relaciones sociales.
2. La propia naturaleza representa un producto
social.
Recursos, deterioro ambiental, preservación, cambio climático
son fenómenos de orden social, en la medida en que
constituyen problemas sociales.
Separar el espacio geográfico, identificado como espacio físico,
de la propia sociedad constituye un reflejo analítico.
Las cuestiones físicas sólo adquieren sentido geográfico en el
marco de la transformación de la naturaleza por la acción
social.
La posibilidad de la integración de estos campos diversos sigue
siendo escasa, prevalece la tendencia a la separación. El
concepto de geosistema no ha logrado ejercer la función de
marco teórico común.
Cualquier interacción que parta de una relación causal entre lo
físico y lo social está viciada en su enunciado.
La concepción naturalista del espacio geográfico que
reproduce un elemental discurso vidaliano, aparece en ámbitos
críticos de perfil marxista o postmarxista. Se caracteriza por
una defensa del reduccionismo inductivo y del empirismo más
banal, como reacción al discurso coremático, que coloca a la
geografía física fuera del espacio geográfico.
La crítica de la corriente coremática se convierte en una
reivindicación del discurso naturalista.
La geografía debe abordar las interrelaciones sociedad y medio
natural, asentada sobre el principio de que el espacio no esa
especie de contenedor sino el resultado del proceso de
transformación de la naturaleza por el trabajo social, y que esa
naturaleza actual es el espacio heredado de generaciones que
ejercieron ese proceso de transformación durante siglos.
1.1.De las condiciones geográficas a la transformación
de la naturaleza
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El vínculo esencial entre naturaleza y sociedad representa la
clave no sólo de la construcción del concepto de espacio social
sino como fundamento de la legitimación de la propia
objetividad del conocimiento.
Lo que hace geográfico el entorno es esta implicación con el
mundo social a través de la producción material, con su
múltiple y contradictoria relación, en
cuanto significa la
condición necesaria para la reproducción social humana y la
alteración, degradación y destrucción del mismo.
La unidad de la geografía resulta de la concepción de sí como
una disciplina del espacio geográfico como el producto de la
transformación de la naturaleza inherente al proceso de
reproducción social de la especie humana.
El carácter históricamente determinado que Marx señala para
lo que él llama “intercambio orgánico” entre el hombre y la
naturaleza convierte al capitalismo en el régimen histórico al
que se vincula este intercambio, en el que se sustenta la
producción y la propia vida humana.
Desde la perspectiva marxista, el componente esencial es la
contradicción entre sistema económico y preservación de los
valores naturales: constituye el soporte teórico esencial de
esta interpretación. Para Marx el sistema industrial capitalista
conlleva la degradación física de la naturaleza.
La dialéctica destructiva de los procesos de producción
capitalista, sus efectos transformadores, su incidencia en los
procesos naturales, los equilibrios rotos y la incidencia social
de tales procesos, en su dimensión de riesgos percibidos y
aceptados, forman parte del objeto de la geografía.
La naturaleza es así un espacio construido en el doble sentido
de un espacio producto de la actividad material trasformadora
de cada sociedad humana, y de una representación cultural del
entorno y de los procesos naturales, en que se mezcla
ideología y conciencia social.
2. La geografía hoy
Los geógrafos del presente4 creen que existen posibilidades
para la geografía del siglo XXI, si ésta se orienta hacia esos
problemas y si lo hace desde el compromiso con su tiempo.
Sería ingenuo pensar que la geografía como disciplina ha
resuelto todas sus carencias y condicionamientos teóricos y
epistemológicos, y que los geógrafos han modificado sus
arraigados patrones intelectuales.
Conviene tener en cuenta que sigue sin existir una Teoría del
espacio geográfico, un marco teórico que permita ordenar
objeto, herramientas, conceptos, discurso. Conviene no olvidar
que la geografía sigue fragmentada en numerosas ramas y
disciplinas con escasa o nula comunicación entre sí. Viejas
cuestiones de la geografía siguen planteadas sin respuesta
aparente.
4 Son optimistas también los geógrafos coremáticos y la geografía
crítica.
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