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CAPÍTULO 23
ASCENSO Y CAÍDA DE LA GEOGRAFÍA REGIONAL
La geografía regional se desarrolla en el siglo actual identificada con el
estudio de la región, con la síntesis regional y con la geografía descriptiva
o universal. La geografía regional se construye en torno a un objeto que es
la región y de acuerdo con una propuesta teórica que contempla la geografía como una disciplina descriptiva de estas unidades espaciales.
La geografía regional recogía una doble herencia: la muy antigua de la
descripción o corografía recuperada a través de la geografía de países o geografías universales. La muy moderna de la región como unidad básica de las
relaciones entre hombre y medio, la región natural, surgida ésta en la segunda mitad del siglo XIX , cuya elaboración geográfica desemboca en la
región área diferenciada y la región-paisaje.
Ambas tradiciones se introducen en la geografía regional, que es, al
mismo tiempo, una geografía descriptiva o universal y una geografía de regiones, en la acepción que este término adquiere en la geografía moderna
europea. Confusión paradójica que condicionará el desarrollo de esta rama
de la geografía.
El espacio diferenciado, es decir, los conjuntos espaciales de carácter
territorial, reconocidos como regiones, ha sido contemplado como un objeto asociado a la geografía desde antiguo, tanto a escala intermedia como a
escala local. El interés por los lugares, por los países, acompaña el desarrollo de las tradiciones corográficas. Se suele identificar, por ello, con lo
que los antiguos denominaron corografía y topografía, es decir, con el estudio de áreas y con el estudio local.
La tradición corográfica constituye un rasgo sobresaliente del mundo
antiguo, en particular entre los historiadores y en geógrafos como Pomponio Mela. La recoge el siglo XVI . La geografía especial de Varenio responde a
ella e identifica, frente a su geografía general, el estudio de las «partes» de
la superficie terrestre, de los territorios y regiones.
Sin embargo, la geografía regional, tal y como se la entiende en la
geografía moderna, no puede identificarse con esta tradición ni con los
planteamientos corográficos que fueron predominantes durante siglos.
Estas denominaciones caen en desuso o tienen escasa aceptación. Tampoco se incorporan al movimiento científico moderno. De tal modo que
los estudios regionales se desarrollan en el siglo XVIII, por una parte, desde la estadística y la economía política y por otra como geografía universal o de países.
La estadística, como su nombre indica -y antes de que adquiera su
perfil moderno vinculado al tratamiento de los datos numéricos-, porque
identifica precisamente el estudio del «Estado» desde una perspectiva moderna. Se emplean datos referidos a los principales componentes del Estado -población y recursos-, según se percibían en el siglo ilustrado, de
acuerdo con la tradición inicial de origen italiano.
La economía política porque aborda el análisis de la riqueza de las
grandes unidades territoriales, de las naciones, y, sin duda, de sus distintos componentes regionales, de acuerdo con las orientaciones de la economía que surgen en el siglo XVIII y que ejemplifica La Riqueza de las Naciones (Smith, 1996).
El trabajo de A. de Humboldt sobre México -Ensayo político sobre
Nueva España-, que constituye, en su estructura y orientación, un destacado antecedente de lo que serán los estudios de geografía regional, no se
concibe ni presenta como un análisis de geografía, sino como un «ensayo
político». Para Humboldt, su trabajo sobre Nueva España, como el que,
de forma equivalente, dedicó a Cuba, no corresponde a la geografía. Se enmarcan en el ámbito de lo que se entendía, entonces, como Economía política; de ahí el título de esas dos obras.
La geografía regional es un producto del siglo XX , cuyo perfil epistemológico, objeto y objetivos se definen en relación con la constitución de
la geografía moderna, como un fruto de la geografía europea, universalmente aceptado en la comunidad geográfica. Su objeto era la región; su
objetivo, identificar estas unidades geográficas, sintetizar los caracteres de
la misma, y explicarlas en relación con la interacción de las condiciones
naturales con los grupos humanos habitantes en ella.
El punto de partida es el reconocimiento de la región como la entidad básica de la geografía, como el objeto de ésta. Es decir, de la región
tal y como ha sido elaborado este concepto en la geografía moderna, como
región natural. La geografía regional la convierte en el eje y centro del trabajo geográfico, en la justificación de la geografía: una alternativa consolidada en el primer tercio del siglo XX.
Región natural y región geográfica son dos términos equivalentes
que, en el transcurso de este período, se consolidan como el centro de la
investigación geográfica, identificada con la región geográfica o regiónpaisaje. Son el fundamento de una geografía regionalista en cuanto la región se contempla como el objeto por excelencia de la geografía y el llamado método regional como el procedimiento propio de la geografía para
el estudio de la superficie terrestre.
Esta concepción más estricta, de base ambiental, ha coexistido, sobre
todo en el ámbito anglosajón, con otra más laxa, que reduce la región a
un área, es decir el espacio de extensión de una variable o conjuntos de
variables, espacio cultural o simple territorio, como alternativa a divisiones geográficas primarias, como los continentes. Y que, por tanto, hace de
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
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la geografía regional una disciplina de estas áreas o territorios. Y en ambos casos compartida con su consideración como geografía de países, es
decir, Estados.
1. La geografía regionalista: regiones, paisajes, países, áreas
Región es un término de uso secular vinculado con la noción de área
o territorio, significado que comparten los distintos ámbitos idiomáticos.
La geografía elabora esta noción con pretensiones de rigor conceptual,
identificada en el concepto de región geográfica. Ésta viene a identificar
un fragmento de la superficie terrestre delimitado y diferenciado de los
inmediatos. Confundida, en principio, con la región administrativa o política, la elaboración geográfica se distingue, en un primera etapa, por la
preeminencia que concede a los rasgos físicos en la delimitación y definición de esta unidad y por el acento que pone en el concepto de homogeneidad como rasgo de identidad para la región, como clave de su personalidad geográfica.
1.1.
LA REGIÓN NATURAL: LA REGIÓN DE LOS GEÓGRAFOS
La geografía, de acuerdo con su orientación dominante inicial, hace de
la región geográfica una región natural, combinación específica y distinta
de elementos naturales, que le dan homogeneidad y personalidad. La elaboración conceptual de esta región geográfica, a partir de la región natural
de los geólogos, y confundida en gran medida con ella, separa el concepto de región de la simple noción de espacio diferenciado o área, en el sentido que emplean este término los anglosajones. El trabajo de los geógrafos
se manifiesta en el intento de dar contenido a la noción de región y superar la mera acepción delimitadora. El componente más destacado de este
esfuerzo radica en identificar la región como un espacio homogéneo, diferenciado por sus caracteres propios.
La geografía moderna deriva esa homogeneidad de la particular relación entre los factores físicos y la presencia humana, como el área de expresión tangible de las influencias del medio sobre el hombre. La clave de
esta concepción es la homogeneidad física, sobre todo geológica, que constituye la denominada región natural; es la propuesta del geógrafo inglés
Mackinder. Otro geógrafo británico, Hertberson, desarrolla, en el ámbito
anglosajón, esta concepción de la región natural, que constituye uno de los
fundamentos de la moderna geografía.
La geografía regional ha sido la disciplina orientada a identificar, delimitar y explicar estas unidades básicas, que se suponía componen el entramado geográfico de la superficie terrestre. Éste ha sido el concepto
dominante en la geografía moderna desde sus orígenes, a lo largo del siglo XX. La tarea del geógrafo era buscar estas regiones: «la misión de los
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OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
geógrafos... no es crear regiones, sino descubrir y deslindar, hasta donde
se pueda, las que realmente existen... las reales, las geográficas» (Casas Torres, 1980). Se configura como una disciplina que, para muchos geógrafos, se identificaba con la geografía. Ésta se entendía, por excelencia,
como geografía regional.
No obstante, la región natural identificada como la región geográfica y
como el objeto de la geografía no se constituye, en los primeros decenios
de la disciplina, en la base para una geografía regional. Como corresponde
a la filosofía dominante en la primera etapa de la geografía moderna, el objetivo de la geografía eran las generalizaciones o leyes. En este enfoque, las
regiones no constituyen el objetivo de la investigación geográfica, sino el
material necesario para la construcción general.
Este entendimiento inicial se ha visto afectado, en este período de
tiempo, por la disparidad de enfoques en lo que respecta a la pertinencia
científica de una disciplina así concebida, a su papel en la geografía moderna y a su naturaleza. De ahí las diversas etapas de la evolución de la llamada geografía regional y el complejo proceso de esa misma evolución, influido también por las tradiciones culturales -de cultura científica y de hábitos de trabajo- de cada comunidad geográfica.
Hacer de la región el objeto y el objetivo de la geografía tiene lugar de
forma paulatina. Responde a una evolución intelectual circunscrita al ámbito europeo y concentrada en Francia y Alemania, que se manifiesta en el
desarrollo de lo que se llamará geografía regional. Frente a una opinión extendida, la geografía regional o regionalista, como orientación de la geografía, no forma parte del momento fundador de la geografía moderna. Se
produce en pleno siglo XX.
El estudio regional se contemplaba como la síntesis efectiva -en su
acepción metodológica- de una investigación geográfica con carácter de
globalidad. En ella aparece la dimensión integral, compleja, atribuida a
la realidad geográfica. Era la que determinaba la personalidad regional,
es decir, la individualidad y singularidad del ente regional, de la región
geográfica.
Hasta mediados del siglo XX , la geografía regional se mantiene como
una disciplina orientada a la identificación, descripción y, en su caso, explicación de las unidades geográficas denominadas regiones, objetivo final de la denominada síntesis regional. Es el producto de la geografía continental europea, vinculado a la escuela francesa de Vidal de la Blache y
a la escuela alemana. Una geografía regional que se impuso en la generalidad de los países durante la primera mitad del siglo XX . Con diferentes
enfoques según áreas y tradiciones particulares.
La aparente uniformidad con que se suele presentar la época de dominio regionalista en la geografía moderna, y que se traduce en el calificativo
de «clásica» para este tipo de geografía y para este período, enmascara la
diversidad de concepciones que subyacen en ella. Diferencias desde la perspectiva epistemológica y desde el punto de vista del entendimiento de la región geográfica, entre quienes practicaron la geografía regional durante la
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Aunque la región es para todos ellos el término dominante en su discurso geográfico, se aprecian notables diferencias en la idea que de ella tienen autores significados como Vidal de la Blache, Hettner, Slütter o Hartshorne, matices que tienen que ver con la filosofía que subyace en su concepción de la geografía.
Se concibe como una aproximación a los lugares, de acuerdo con la
orientación de Vidal de la Blache, sistematizada y ordenada en la geografía
alemana por A. Hettner, que proporciona la estructura conceptual de la disciplina en cuanto a objeto, métodos y objetivos. La incorporación del concepto de paisaje y de los enfoques paisajísticos completó el perfil de la disciplina, identificada con la descripción de la unidad de paisaje, es decir, la
región geográfica.
1.2.
LAS RAÍCES DE LA GEOGRAFÍA REGIONALISTA
En la configuración de la geografía regional confluyen, en el primer
tercio de siglo, tres orientaciones o corrientes presentes en la comunidad
geográfica académica.
En primer lugar, la práctica impuesta por los geógrafos franceses del
grupo de Vidal de la Blache, que postulan el estudio de la región como principal objetivo de la geografía moderna; carece de un fundamento teórico o
reflexión consciente sobre el particular. Su apoyo teórico proviene de un
historiador, L. Febvre.
En segundo término, la reflexión teórico-epistemológica que elaboran
los geógrafos alemanes del ámbito de A. Hettner, que conciben la geografía
como una disciplina de la organización del espacio en unidades o entidades
diferenciadas, y que reducen la geografía al análisis o explicación de cada
una de ellas.
Por último, los enfoques culturales del paisaje que surgen en la filosofía alemana y que se extienden y aplican a la geografía. Arraigan en la tradición idealista alemana, y conciben la geografía como un arte. Constituye
una geografía que identifica paisaje y personalidad histórica.
Los estudios regionales, que impulsa Vidal de la Blache en Francia, hacen de la región algo más que un área de la superficie terrestre. Trascienden el carácter fortuito de la región administrativa o histórica. La región
posee, para estos geógrafos, una entidad física contrastada, constituyen una
realidad producto de la naturaleza y de la historia. Son regiones verdaderas,
poseen una personalidad o entidad propia.
Concepción compartida sin duda por la generalidad de los geógrafos
contemporáneos. Sin embargo, para el creador del grupo dominante de la
geografía francesa, el estudio de las entidades regionales se perfila, además,
como la vía apropiada para llegar al objetivo de la ciencia geográfica, es
decir, la generalización o enunciado de leyes. El argumento esencial de Vidal de la Blache, desde finales del siglo XIX , es que sólo el estudio riguroso de las entidades regionales podría salvar el escollo de las generalizaciones apresuradas.
OBJETO
Y PR
ACTICAS DE
LA GEOGRAFIA
Lo expresaba de forma explícita el propio Vidal de la Blache, al considerar como el objeto de la geografía la relación entre las condiciones geográficas y los hechos sociales: «Esta forma de geografía se inscribe en el plano de la geografía general; sin duda puede objetarse a esta idea que existe
el riesgo de inducir a generalizaciones prematuras. Ahora bien, si existe la
posibilidad de este peligro, es necesario entonces recurrir a algún medio
para prevenir esto. No podría aconsejarse nada mejor que la realización de
estudios analíticos, de monografías en las que las relaciones entre las condiciones geográficas y los hechos sociales fuesen observados de cerca, dentro de un restringido campo previamente seleccionado» (Vidai, 1902).
Un marco interpretativo que sustenta el perfil de las monografías regionales que impulsa Vidai de la Blache, a partir de su propio modelo, esbozado en Le Tableau de la Géographie de la France y, sobre todo, en La France de l'Est, monografías desarrolladas por sus discípulos, iniciadas por E. de
Martonne, A. Demangeon y R. Blanchard.
Durante decenios, las monografías regionales son la principal contribución de los geógrafos. Desde la tesis de De Martonne, en 1902, sobre La
Valaquia y, sobre todo, de A. Demangeon sobre La Picardie, en 1907, a las
ya crepusculares, que aparecen en el decenio de 1960, como la de S. Lérat
sobre Les Pays de 1 Adour. Una larga serie de monografías, que van cubriendo el espacio francés y, de forma paralela, las distintas regiones del
amplio dominio colonial. Una producción que dio carácter a la geografía de
la primera mitad del siglo XX, sobre la que se construye el prestigio de la
geografía regional francesa y su aureola de geografía clásica.
La larga serie de monografías regionales desarrolladas por los discípulos de Vidal de la Blache y de sus continuadores ha sido la más destacada
muestra de esa orientación y concepción de la geografía regional como estudio de regiones, casi siempre en el marco de las denominadas tesis de Estado, es decir, investigaciones de muy largo alcance que representaban la
culminación de la carrera del geógrafo.
Respondía a la concepción del patriarca de la geografía francesa moderna, que había catalogado la síntesis regional como «coronación del trabajo del geógrafo», una idea compartida, con similar alcance académico, en
la geografía alemana, en la que la monografía regional, en muchos casos
dedicada a un país, aparecía también como la coronación de la carrera del
geógrafo. Éste se ha ejercitado, previamente, en estudios de carácter general, con un notable predominio de los de orden físico y con una perceptible
preferencia por los de tipo geomorfológico. La trayectoria de Lautensach,
con su tesis sobre Corea, tras diversos estudios de carácter general, sobre
geomorfología y climatología, es ejemplar.
En Alemania, la geografía regional se elabora desde dos enfoques distintos, incluso contrapuestos. Por un lado, la geografía regional que estructura y conceptúa A. Hettner, que hace de esta disciplina la esencia de la
geografía, sustituyendo a la geografía general. De acuerdo con su filosofía
neokantiana, concibe la geografía como la disciplina de la diferenciación de
la superficie terrestre en entidades singulares, las regiones, y de la descripción razonada de las mismas.
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En este esquema o concepción estructural del campo de conocimiento, la geografía regional aparece como el núcleo de la disciplina, mientras la
geografía general queda reducida a una función propedéutica o formadora.
Es la concepción que, adaptada, se incorpora en los Estados Unidos en el
período de entreguerras.
Por otra parte, la geografía regional como disciplina cuyo objeto es el
paisaje, desde una consideración subjetiva e histórica, como expresión de
una cultura. El paisaje como fundamento de la identidad regional, como
soporte de la personalidad regional. De tal manera que, como sintetizará
M. Sorre, la región representa «el área de extensión de un paisaje». Tras la
idea del paisaje se encuentra una concepción que coloca las relaciones entre el hombre y el medio en un contexto histórico y cultural. El paisaje es
la expresión de la adaptación y respuesta cultural a los factores o condiciones físicos, a lo largo del tiempo de ocupación de un territorio por una
comunidad humana.
Es la geografía regional de O. Slütter y Passarge, cuya expresión más
radical, desde la perspectiva epistemológica, será la denominada geografía
artística. Para los que la propugnan, de explícita filosofía idealista, la geografía es un arte, busca una descripción comprensiva del paisaje, y considera que la geografía general no es auténtica geografía. Se trata de una geografía del paisaje en las antípodas de una ciencia. Es una geografía regional concebida desde una filosofía distinta de la que propugna Hettner. Las
divergencias entre ambos enfoques se hicieron patentes en la controversia,
con este motivo, entre Hettner y Slütter.
La geografía regional tiene, por tanto, dos consistentes raíces en la geografía alemana y una práctica consolidada en la geografía francesa. Lo que
se denomina geografía clásica, o etapa clásica de la geografía regional, es,
en realidad, una amalgama entre esas distintas corrientes. Los geógrafos
franceses, dedicados a hacer monografías regionales, incorporan la concepción paisajística y la estructura sistemática de Hettner. En la propia Alemania, se produce la simbiosis entre una y otra corriente.
1.3.
LA GEOGRAFÍA REGIONAL: REGIONES Y PAÍSES
De este modo, la geografía regional adquiere su perfil de disciplina
orientada al estudio de las entidades regionales, concebidas como existentes y definidas por su paisaje. La ambigüedad epistemológica de origen, entre una disciplina científica positiva, una disciplina científica singular -a
lo Kant- o un simple arte, acompañará a la geografía regional de forma
permanente.
En los países europeos continentales, el enfoque dominante fue el
vinculado con la región-paisaje, de carácter ambiental en sus fundamentos,
y de concepción histórica y cultural: la región como paisaje, como complejo formal de raíz histórica, en la que tiene un gran peso la metodología
morfogenética. La geografía regional de este tipo posee una acentuada proyección histórica, por cuanto la génesis del paisaje adquiere un valor esen-
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los, convertida en un nuevo clásico del género. Son obras realizadas de
acuerdo con la concepción regionalista. Constituyen las denominadas síntesis regionales: la gran colección de la Géographie Universelle, publicada
entre 1927 y 1948, dirigida por Lucien Gallois -realizada con la colaboración de los más significados discípulos de Vidal de la Blache-, fue su
más relevante manifestación.
Es una orientación que tiene especial desarrollo en la geografía alemana y que adquiere también notable difusión en la geografía americana,
hasta el punto de caracterizarla, en la medida en que otorga un perfil específico a las concepciones regionalistas de Estados Unidos. Se identifica
con las concepciones geográficas de influencia kantiana que hacen de la diferenciación espacial y de los lugares el principal objeto de la disciplina.
Las geografías de países constituyen el núcleo de esta geografía regional. Es el particular perfil de la geografía regional en los países anglosajones y sobre todo en Estados Unidos, donde se produce un notable esfuerzo
de conceptualización y clasificación, en el marco de una tradición cultural
e intelectual propia que tiene dos componentes destacados. El primero, la
influencia del pensamiento positivo y la formación física de los geógrafos.
El segundo, el extendido entendimiento de la región como un área o espacio delimitado.
1.4.
LA GEOGRAFÍA REGIONAL ANGLOSAJONA: GEOGRAFÍA DE ÁREAS
La geografía regional en los países anglosajones y, sobre todo, en Estados Unidos, carece de una tradición equivalente a la europea continental.
Su desarrollo es tardío, posterior a la primera guerra mundial. De hecho,
no se produce hasta el cuarto decenio del siglo XX , bajo el impulso de geógrafos como Preston James y R. Hartshorne, por una parte, y de C. Sauer,
por otra. Hasta esos años, la geografía regional carece de resonancia entre
los geógrafos norteamericanos (Clark, 1954). Aunque siguen el modelo europeo y comparten, en lo esencial, la concepción de A. Hettner, de la región
y el estudio regional, ofrecen una interpretación y una práctica diferenciada de la geografía regional.
Comparten la filosofía básica de que la geografía regional constituye la
expresión más acabada de la geografía. Participan de la idea de que el método regional es el método geográfico por excelencia. Entienden la región
como un espacio o área caracterizado por la homogeneidad de rasgos. Incorporan, por tanto, los conceptos básicos de la geografía regional europea.
La influencia de Sauer introduce un enfoque cultural que potencia el concepto de paisaje como expresión de la unidad cultural del espacio regional.
Expresa la síntesis de la acción cultural de un grupo humano, y resalta o
potencia la estrecha implicación entre paisaje, cultura e historia.
Compartían la concepción de la región como una unidad singular,
como un espacio único, y de la geografía como una disciplina descriptiva
de estas unidades espaciales (Hartshorne, 1939). La formulación principal
se orientó hacia la región como área diferenciada, en la tradición corográ-
gía», según la expresión de Sauer.
Sobre estos cimientos, compartidos con la tradición regional europea,
a partir de la cual se desarrolla la geografía regional en Estados Unidos, se
insertan los elementos específicos de la propia tradición anglosajona, que
influirán en el sesgo que introducen en la disciplina.
Hasta después de la primera guerra mundial, los trabajos de geografía
regional son, de hecho, inexistentes. La geografía regional carece de interés
para los geógrafos norteamericanos, muy anclados en una formación de carácter naturalista y de perfil geológico, poco sensible a los aspectos humanos. En consecuencia, los únicos estudios de dimensión regional se corresponden con cuestiones de geografía física, con descripciones o análisis fisiográficos y, de forma secundaria, de carácter climático. De hecho, con anterioridad a esa época no se publica ningún trabajo de geografía regional
en Estados Unidos (Whittlesey, 1954).
El interés por la geografía regional surge en la posguerra, de la mano
de varios factores que determinan el creciente interés de los geógrafos jóvenes. Éstos son los primeros con una formación geográfica en sentido estricto. Se han destacado, como tales factores, las necesidades suscitadas por
el planeamiento urbano; la incipiente y ascendente aparición de un regionalismo a la americana, o sectionalism; y, también, la influencia de los enfoques ecológicos en las ciencias sociales (Whittlesey, 1954). El contacto con
la geografía europea, sobre todo alemana, pero también francesa, proporcionó los marcos teóricos y metodológicos para el desarrollo de la geografía regional norteamericana.
El rasgo distintivo respecto de Europa es una concepción más laxa del
estudio regional y una orientación preferente hacia la geografía de países.
Para los geógrafos norteamericanos, el estudio regional abarcaba desde la
escala local a la continental y el concepto de región se aplica por igual a todas ellas. Por otra parte, si bien entienden la región como un espacio homogéneo, y es este carácter el que distingue el concepto geográfico de la simple noción de espacio delimitado, que identifican como área, no consideran
tales espacios homogéneos o regiones como entidades objetivas o reales.
La geografía regional norteamericana se basa en un concepto de región
como mero instrumento intelectual para el análisis geográfico y, por ello, la
región como un producto de la mente. Lo decía Broek de forma taxativa:
«En la actualidad reconocemos que las regiones no son entidades existentes en la naturaleza, sino construcciones mentales, definidas en términos de
asociación de caracteres seleccionados previamente, tales como continentes, regiones climáticas, o ámbitos culturales» (Broek, 1966).
De acuerdo con una tradición bien asentada entre los geógrafos de Estados Unidos, la región no era sino «un recurso para seleccionar y estudiar
agrupaciones de fenómenos complejos que se encuentran en la superficie
terrestre». De manera que «la región así considerada no es un objeto de naturaleza predeterminada», sino un concepto intelectual, creado por la selección de determinadas características que son relevantes respecto del problema considerado (Whittlesey, 1954).
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La región adquiere un dimensión más instrumental que ontológica. En
relación con ello, la geografía regional norteamericana comprende desde el
conjunto del planeta al estudio de «la simple granja»; en la medida en que
el tamaño del área regional «dependerá del grado de generalización que se
pretenda» (Pearson, 1959). De tal modo que el mundo puede ser dividido
en un pequeño número de grandes regiones continentales o climáticas que
a su vez pueden ser fragmentadas en otras menores según criterios productivos, subtipos climáticos, criterios políticos, o combinación de varios de
éstos. El número de regiones que pueden ser definidas es «infinito». Esto
es, no existen «verdaderas regiones».
A partir de estos postulados se desarrolla la geografía regional norteamericana, hasta adquirir una notable preeminencia, durante algunos decenios, en el seno de la geografía americana. Se trata de una geografía regional que corresponde, en parte, al análisis de regiones, y en parte, a los estudios de áreas culturales, propios de la tradición anglosajona.
El influjo de la geografía cultural orientó la investigación geográfica
hacia unidades regionales cuya homogeneidad tuviera como fundamento la
presencia de determinados caracteres de cultura -religión, lengua, hábitos,
alimentación, etnia, entre otros-.
La orientación cultural permitió abordar tanto los estudios a gran escala como los de países o continentes. La geografía regional se entiende
como una geografía de países -Estados- y como una geografía de áreas
culturales. Se definió como la disciplina de la «interacción de diversos procesos en países concretos o en regiones culturales específicas» (James,
1966). Sin embargo, este tipo de regionalización cultural se introduce sólo
tras la segunda guerra mundial.
Con anterioridad, la concepción regional aplicada responde a un enfoque físico acentuado de tal manera que son las unidades fisiográficas, las
grandes unidades geomorfológicas o, en su caso, climáticas y biogeográficas, las que proporcionan la malla regional aplicada a la división regional,
compartida con la simple división por continentes o áreas «geográficas».
Una y otra sirven para establecer los marcos regionales. Es una geografía
regional que se identifica, en gran medida, con la geografía descriptiva o geografía de países a escala universal. Las regiones son los grandes dominios
climáticos o biogeográficos: regiones polares, regiones áridas, regiones templadas, regiones tropicales, entre otras; o bien regiones de selva, regiones de
praderas, regiones de montaña.
Un esquema equivalente se emplea para la regionalización de América
del Norte y de Estados Unidos. Se impone un concepto de regionalización
basado en la consideración de la región como área de rasgos uniformes, o
área homogénea.
La tradición geomorfológica hará que el criterio más habitual de regionalización sea fisiográfico o geomorfológico: las Montañas Rocosas, las
Grandes Llanuras, la Llanura costera atlántica, los Apalaches, subdivididas
en otras menores de acuerdo con sus caracteres específicos. En el caso de
los geógrafos con formación climática fueron las clasificaciones de este tipo
las predominantes, así como el desarrollo de la geografía económica con-
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OBJETO Y PRACTICAS DE LA GEOGRAFIA
tribuyó a introducir el criterio económico productivo, que llevará a las regiones del tipo del Corn Belt, Manufacturing Belt, Cotton Belt, de acuerdo
con la producción o actividad económica dominante.
Tras la segunda guerra mundial aparecen criterios de división cultural
o sociocultural, que distinguen América Latina y América anglosajona,
Oriente, en que se mezclan denominaciones continentales y contenidos culturales: Europa como la región de las sociedades europeas, Asia de los Monzones para las civilizaciones o culturas orientales, África para los pueblos
africanos negros, el mundo árido para las culturas islámicas, entre otras.
Macrorregiones que se dividen a su vez por países o grupos de países.
Es el esquema regional dominante que se desarrolla, a su vez, desde una
concepción ambiental. Cada país o grupo de países se aborda en dos grandes apartados, concebido el primero como «los fundamentos», que se refiere a los rasgos físicos, y el segundo como «ocupación»; o, en otros casos,
como «El medio físico» y «El hombre y sus actividades». Un dualismo básico que responde a una concepción esencial que hace de la geografía una disciplina de las «interrelaciones entre las gentes y sus hábitats» (Broek, 1966).
Aunque los nuevos enfoques culturales destacan el protagonismo de la cultura en esas relaciones, la concepción fundamental permanece sin cambio.
Se trata de una geografía descriptiva, en la que adquiere un gran peso
la geografía de países por grandes áreas (James, 1966). Las monografías y
las síntesis regionales dedicadas a países y a grandes áreas culturales distinguen la producción regional de Estados Unidos con notables representantes, como P. James, un prestigioso geógrafo especializado en América
Latina y portaestandarte de la concepción regionalista norteamericana.
Un tipo de geografía regional reivindicado desde la perspectiva de que
«siempre habrá un lugar para un grupo de geógrafos que están preparados
para adoptar otras tierras, compartir otras culturas, adquirir una comprensión especializada sobre ellas» (Mead, 1980). El geógrafo británico se hacía
eco de la actitud y de los planteamientos de los geógrafos regionalistas norteamericanos.
Esta orientación sirvió de justificación a la geografía regional norteamericana, en la medida en que se considera que siempre será necesaria la
existencia de un conocimiento especializado en los demás países. Se reivindica la geografía regional como un área de expertos «en la interpretación
de fenómenos y acontecimientos en los países extranjeros». Una geografía de
países que responde al «síndrome de otros lugares», que, «quizás, nunca debió llamarse geografía regional» (Mead, 1980).
A pesar de las diferencias con la geografía regional europea, la geografía regional norteamericana comparte una concepción equivalente. A uno
y otro lado del Atlántico se considera a la geografía como una disciplina de
la diferenciación de la superficie terrestre en áreas distintas que presentan
rasgos uniformes. La quiebra de esta geografía regional se produce en ambas orillas, aunque por razones diferentes. De modo paradójico, es en Estados Unidos donde aparece con mayor evidencia, en el marco de un debate
en el que se ponen en entredicho los fundamentos epistemológicos de la
geografía regional y se reivindica una geografía de carácter general.
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
2. El declive de la geografía regional
475
La geografía regional inicia su declive tras la segunda guerra mundial,
efecto de un doble proceso: las insuficiencias metodológicas y conceptuales, que habían conducido a los estudios regionales a una situación difícil,
que denunciaban los propios geógrafos regionalistas (Le Lannou, 1948); las
críticas epistemológicas que se multiplican desde postulados neopositivistas, que ponen de manifiesto la fragilidad e inconsistencia de los postulados críticos del regionalismo y de la geografía del paisaje.
La impotencia de los planteamientos regionalistas se advierte en la
propia actitud de los geógrafos de esta corriente o formación. Son conscientes de que el trabajo regional se resuelve como una amalgama o yuxtaposición de estudios generales y que la síntesis geográfica se reduce a una
simple receta narrativa.
La síntesis geográfica regional, en la mayoría de los casos, no era sino
una sucesión de capítulos inconexos: la desacreditada obra à tiroirs, que
denunciaban los propios geógrafos, resultado de «la yuxtaposición artificial de dos géneros de investigación», como «un simple inventario que
anotaba todos los hechos físicos y humanos... sin tratar de enlazarlos entre sí» (Le Lannou, 1948).
Las insuficiencias metodológicas de la geografía regional afectaban
también a la capacidad operativa de la disciplina. La posibilidad de establecer límites precisos a las unidades de paisaje, fuera de los simples
espacios comarcales, se desvanecía. Por otra parte, la concepción paisajística resultaba impotente frente a las realidades del mundo industrial y
urbano.
La inseguridad y el escepticismo condujeron a la puesta en entredicho de la región como concepto geográfico válido y a su negación pura y
simple. El escepticismo nihilista se perfilaba en la posición de geógrafos
como J. Beaujeu-Garnier y P. George. Para la primera, cuando intentaba
separar los cometidos de geógrafos y economistas en el trabajo regional,
al tiempo que ponía en duda la utilidad del concepto de región (BeaujeuGarnier, 1971). Aparece en la actitud de P. George, respecto de un concepto de región que no permitía delimitaciones precisas, que resultaba ser
una realidad cambiante, lo que le invalidaba para la intervención activa
(George, 1966).
Los intentos de adaptación y renovación de la concepción regionalista, atrincherada en la consideración del espacio regional como una realidad física e histórica inmutable, como un objeto identificable, caracterizado por la unidad de paisaje, resultaban vanos a la hora de hacer de la geografía una disciplina activa, capaz de responder a las demandas sociales.
Esta incapacidad de la concepción regionalista y la conciencia de que
la región-paisaje de raíz naturalista, definida por la homogeneidad, y caracterizada por la permanencia histórica, que le otorgaba su perfil de realidad inmutable y su persistencia, llevó a los geógrafos al escepticismo. El
«estallido» de la región-paisaje la dejaba reducida a simple mito de la geografía moderna (Reynaud, 1974).
476
OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
La geografía regional se encontraba enfrentada a numerosos problemas que afectaban a la práctica de la misma. A la práctica social, como una
disciplina aplicable o activa, y a la práctica académica. Lo resaltaba un autor norteamericano, al sintetizar y apuntar lo que él consideraba los seis
problemas básicos de la geografía regional, desde el punto de vista de su metodología: « 1. La imposibilidad lógica de articular una descripción regional
completa en forma verbal. 2. El limitado caudal de innovación posible. 3.
El problema de identificación de las propias regiones. 4. El problema de la
escala de la presentación. 5. La multiplicación del material. 6. El problema
de la diferenciación regional» (Paterson, 1974).
Las dificultades internas se vieron agravadas por la crítica exterior.
Los geógrafos analíticos inician un proceso de desmantelamiento de los
supuestos teóricos y metodológicos de la concepción regionalista. Ponían
de manifiesto la filosofía subyacente, su carácter acientífico, la inconsistencia de su metodología, el fundamento irracional de sus postulados
(Schaeffer, 1953). Atacando la concepción regionalista en su versión americana, que era una aplicación de la concepción de A. Hettner, agrietaba,
de hecho, al conjunto de la geografía regionalista, y a la propia geografía
regional.
La crítica analítica negaba, al estudio regional, entidad científica, y denunciaba el sedicente método regional o síntesis. La región quedaba relegada, en el mejor de los casos, a simple caso de estudio, en orden a aportar la información individualizada susceptible de posterior generalización.
Se reclamaba, por tanto, el carácter preferente de la geografía general como
disciplina capaz de aplicar el método científico, de llegar al enunciado de
leyes a través de la inducción o inferencia. La debilidad interna facilitó el
descrédito exterior.
La quiebra epistemológica y social de la geografía regional como disciplina se trasladó de forma progresiva desde Estados Unidos a Europa, y
desde los países de tradición positivista a los de mayor asiento del irracionalismo vitalista, como Alemania y Francia. Se produjo un sistemático
abandono de los estudios regionales.
La geografía regional, la geografía de las regiones, como tal, desaparece, aunque con ritmo desigual. Las monografías regionales dejan de ser un
objeto de investigación, en España, en el decenio de 1970. En 1968 se elaboraba y publicaba la última Geografía regional de España concebida de
acuerdo con los patrones clásicos. La geografía regional se acantonará en
la geografía de países, como una geografía descriptiva.
Situación que conducirá, en la búsqueda de remedios, a inspirarse en
los enfoques de los economistas, interesados por la dimensión espacial de los
procesos económicos. En relación con los enfoques económicos se elaboran
nuevas propuestas alternativas que tendrán una notable influencia en el desarrollo de los estudios regionales y, por extensión, en la geografía regional.
Por una parte, acelerando su descomposición y arrinconamiento como una
disciplina inadaptada al mundo moderno, en cuanto asentada en un concepto de región impropio de éste; por otra, induciendo nuevas alternativas
teóricas v metodológicas regionales en el marco de la geografìa .
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
477
El punto de partida es la aparición de una rama económica orientada
al análisis de las desigualdades espaciales. Se trata de la ciencia regional o
análisis regional. La Regional Science representa la alternativa científica, de
inspiración analítica.
3. La alternativa económica: el análisis regional
Las nuevas propuestas regionales se vinculan con la aparición de la dimensión regional en el marco del análisis económico. Este proceso de apariencia contradictoria enriquece y diversifica el entendimiento teórico de la
región y la metodología regional. Se produce al margen de la geografía regional; surge en el marco de la economía y se desarrolla en la geografía
económica de inspiración analítica.
La economía posterior a la segunda guerra mundial se caracteriza
por el creciente interés por las diferencias en el desarrollo económico, a
escala planetaria y en el marco territorial del Estado. Se interesó también
por las reglas que rigen las relaciones económicas de mercado en el
espacio, desde la perspectiva de la localización y distribución de los centros productivos y de servicios, y desde la consideración de la estructura
espacial en que se ordenan los distintos centros económicos. El descubrimiento de autores como Von Thünen y Christaler, por ejemplo, y la revalorización de sus obras, es un efecto de las nuevas preocupaciones de
la disciplina económica.
3.1.
EL ANÁLISIS REGIONAL Y LA CIENCIA REGIONAL
Se trataba, en primer término, del desarrollo de un marco regional
económico acorde con los postulados de la Economía positiva, orientado a
abordar las dimensiones espaciales de los fenómenos económicos, tal y
como se formula en la Regional Science (Isard, 1956). Se trata de indagar
en el efecto de la distancia sobre los procesos económicos del mercado, entre productores y consumidores. Se aborda desde una perspectiva analítica y desde los presupuestos de la economía moderna.
Tiene un carácter funcionalista, fundada sobre la hipótesis del Homo
oeconomicus. Es decir, parte de la consideración de un agente social abstracto, cuyas decisiones económicas se suponen dirigidas por el interés
propio. Se presupone que están basadas en la disposición de una información completa sobre las condiciones de su decisión. Se considera que
tales decisiones están fundadas en una elección racional.
Individuos o empresas, como agentes económicos, constituyen la referencia de los postulados teóricos de la nueva economía. Ésta se preocupa
por las reglas o leyes que determinan las conductas de tales agentes en el
espacio. Busca establecer las consecuencias que tales conductas tienen en
la organización del espacio económico. Este marco teórico permite abordar
no sólo el entendimiento de esas conductas económicas sino también la in-
478
OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
tervención correctora de posibles efectos indeseados y la planificación racional de la actividad económica.
El análisis económico, como un instrumento de desarrollo y de equilibrio entre las distintas áreas de un país y entre los diversos países, descubre la necesidad objetiva que se le presenta a la economía neoclásica
de tomar en consideración una variable no atendida, la del espacio, si
bien se reduzca su comprensión a las variables aludidas antes de distancia y suelo.
Esta economía se orientó hacia los fenómenos económicos en el espacio, desde las reglas de la localización productiva a las de la organización
espacial de la distribución de bienes y servicios. Se desarrolla en los países
anglosajones, sobre una herencia que arraiga en la Alemania anterior a la
guerra mundial y, con particular intensidad, en Estados Unidos (Nijkamp y
Wrigley, 1984). A mediados del decenio de 1950 cristaliza como una disciplina específica dentro de la Economía, denominada Regional Science (Ciencia regional). La ciencia regional, como la economía regional, se interesan
por estas dimensiones espaciales de las relaciones económicas, desde presupuestos teóricos y metodológicos de carácter analítico. La «ciencia regional se orienta a la representación matemática y a los análisis de relaciones
económicas y espaciales» (Mead, 1980).
Es una disciplina teórica, caracterizada por la puesta a punto y el desarrollo de un complejo y rico conjunto de instrumentos de análisis de las
variables económicas en función de la distancia y por el alto grado de formalización de estos instrumentos. La cuantificación, el tratamiento matemático sistemático y el diseño de modelos teóricos de comportamiento espacial constituyen rasgos distintivos de la Regional Science. El desarrollo de
este complejo instrumental metodológico, la puesta a punto de técnicas
de cálculo matemático cada vez más sofisticadas, para abordar los diversos
fenómenos del análisis regional, aparece como la principal aportación de
esta disciplina (Nijkamp, 1986).
El espacio que los economistas consideran es un espacio matemático,
una dimensión vinculada con la distancia, respecto del cual es posible establecer o indagar los comportamientos económicos de los agentes individuales y sus consecuencias espaciales, de acuerdo con las leyes del mercado. Se trata de un espacio teórico, un espacio isótropo, isomorfo, desligado
de cualquier rasgo físico o natural. En este contexto, el concepto de región
adquiere una nueva significación.
3.2.
REGIÓN BANAL Y REGIÓN ECONÓMICA
El espacio regional de los economistas de la Regional Science -es
decir, la región económica- tiene un alcance relativo y teórico. Relativo
porque se define de acuerdo con los objetivos de la observación o de los
fenómenos económicos y sociales indagados. Es un concepto instrumental. La región de los economistas carece de entidad sustantiva u objetiva:
es una herramienta.
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
479
La región económica o espacio regional de la ciencia regional representa una categoría circunstancial u operativa. Identifica el área de extensión de un determinado elemento económico o de un conjunto de variables
determinadas previamente, establecida en función de los objetivos circunstanciales del investigador.
Existen, por consiguiente, tantos espacios económicos como investigaciones, tantas regiones como variables se manejen. «Tantas regiones como
motivos para estudiarlas», decía un economista francés, para ilustrarlo (Rallet, 1988). La región sólo identifica este área de extensión o este espacio de
relaciones económicas.
Los mismos geógrafos regionalistas aceptaban esta derivación: «reconocemos actualmente que las regiones no son entidades existentes sino
construcciones mentales, de acuerdo con la asociación de caracteres previamente seleccionados» (Broek, 1966). La región quedaba reducida a simple área homogénea, según la cuestión considerada.
El espacio regional de los economistas de la Regional Science, la región
económica, se separa de la región geográfica como concepto. La región de
los geógrafos, el espacio físico que en la geografía regionalista se identifica
como una unidad de la superficie terrestre. Desde la perspectiva económica de la ciencia regional se identifica con el sustrato físico, o territorial, considerada como la región banal. Es decir, como una variable no significativa
en los procesos económicos.
La región económica se deslinda así de la región geográfica. Ésta representa, para los economistas, el espacio banal, el simple sustrato físico
más o menos modificado; aquélla identifica el sistema de flujos y relaciones entre agentes económicos, un campo intangible sin proyección física,
pero significativo. Su carácter operativo, instrumental, hace posible asignarle límites arbitrarios e independientes de sus caracteres materiales.
De ahí su prolongación en lo que se llamará región programa, es decir, el espacio acotado para el desarrollo de determinadas acciones planificadoras, cuyos límites dependerán en exclusividad de los objetivos establecidos, un espacio regional propio de la acción político-territorial. Frente
a la región geográfica, o banal, carente de interés y pertinencia operativa,
se configuran los conceptos de región económica y región programa
( Dziewonski, 1967). La primera como el espacio del análisis económico;
la segunda como el espacio de la intervención económica sobre el territorio. Se trataba de una recuperación de la noción de región y de la aplicación de la misma al análisis económico por un lado y a la acción del
Estado por otro.
El análisis regional se presentó como alternativa a la geografía regional, en lo que afecta al método o métodos y en la concepción regional, desde mediados del decenio de 1950. Dos caracteres distinguen la
nueva orientación, respecto de la geografía regional. La región deja de tener la consideración de una entidad existente y queda reducida a la categoría de instrumento o herramienta. El espacio regional se contemplaba desde una perspectiva funcional, económica y de intervención sobre el
territorio.
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
481
espacial, de carácter funcional. Este entorno sobrepasa la dimensión de la ciudad y afecta a un amplio espacio, lo que le otorga una dimensión regional.
Se trata de un espacio regional vinculado a la presencia urbana y al desarrollo urbano moderno. La dinámica social de los países industrializados
europeos mostraba, en la primera mitad del siglo XX y, sobre todo, tras la
segunda guerra mundial, la estrecha relación entre proceso urbano y organización del espacio, y el papel dominante del primero sobre el segundo. Es
decir, la capacidad organizadora de la ciudad.
Los procesos de crecimiento económico y desarrollo urbano en la Europa de la posguerra ponen de manifiesto la aparición de fenómenos espaciales ya apuntados en Estados Unidos en el primer tercio del siglo: la constitución de áreas funcionales vinculadas con la expansión de los grandes
centros urbanos en los países industriales.
El dinamismo de éstos provoca un efecto estimulante en un entorno de
radio creciente que opera en relación con la ciudad central. Las demandas
urbanas de muy diverso signo, por una parte, y el aprovechamiento de las
ventajas que su proximidad ofrece, por otra, inducen la creación de un espacio articulado y coherente. Es la región urbana o región funcional.
«Analizar el papel representado por los distintos núcleos urbanos...
verdaderos centros canalizadores de la actividad y organización humanas,
al servicio de un área tributaria circundante», constituye un objetivo que
define la concepción básica de lo que conocemos como regiones urbanas o
funcionales (Dickinson, 1952). Como el propio autor resaltaba, los vínculos
establecidos en torno a la ciudad adquieren tal fuerza que generan «una
unidad social natural»; términos sin duda relacionados con la perspectiva
ecológica o de morfología social, que el autor compartía.
La propia obra de Dickinson muestra que es la práctica social dinámica de la primera mitad del siglo, sobre todo en Estados Unidos, la que ha
inducido e impuesto una nueva perspectiva de las relaciones entre la ciudad moderna y su entorno. En este tipo de construcción regional, ni el medio físico ni el paisaje tienen significación; la homogeneidad de rasgos no
es un atributo necesario ni, en muchos casos, presente.
4.1.
CIUDAD Y REGIÓN
La personalidad regional no proviene de la uniformidad paisajística,
sino de la coherencia interna fruto de las relaciones que se establecen entre las diversas partes del conjunto. En muchos casos, esta construcción cabalga sobre medios naturales contrapuestos y agrupa paisajes heterogéneos
que han sido incorporados al sistema urbano. En ella tenemos una excelente muestra de la dimensión regional que adquieren los problemas sociales, en una sorprendente confluencia de cuestiones políticas, administrativas, planificadoras, económicas, sociales, entre otras, en la escala regional.
La región se convierte en una representación social relevante.
La elaboración de este concepto de región urbana o funcional en la geografía se alargará hasta la década de 1960. Un retraso que se puede acha-
482
OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
car, por un lado, a que el peso de la concepción naturalista regional era demasiado intenso. Es probable que, como Dickinson apuntaba, tales preocupaciones innovadoras estuvieran muy poco desarrolladas en Gran Bretaña.
En cualquier caso, el fértil concepto de región urbana, desarrollado por los
sociólogos norteamericanos con anterioridad a la segunda guerra mundial,
no se afincará en la geografía hasta mucho más tarde. La influencia de los
economistas y la hegemonía del neopositivismo contribuyeron a consolidar
esta aproximación regional desde la geografía económica y urbana.
Desde finales de la década de 1950, la configuración de una región funcional se maneja como complemento a la región fisonómica o región-paisaje, bajo la influencia de la región económica de la regional science. Se convierte, en la década de 1960 y 1970, en la concepción regional alternativa
que los geógrafos manejan respecto de la tradicional.
Frente a la uniformidad -no negada en principio- como factor de
caracterización regional, pero atribuida a la región histórica, la cohesión
funcional. Ésta procede de los flujos establecidos entre el centro urbano y
sus áreas inmediatas. Resultan de las distintas fuerzas que organizan las relaciones en el espacio, propia de las modernas sociedades urbanas, según
se resaltaba en un trabajo decisivo en la formulación del nuevo concepto de
espacio regional, alternativo a la región paisaje (Juillard, 1962). La ciudad
se convierte en el corazón de la organización regional.
El enfoque que domina esta alternativa regionalista es el funcionalismo. Son las funciones urbanas las que dan origen a un espacio organizado
en su entorno, de mayor o menor radio, de acuerdo con sus dimensiones y
dinamismo. La ciudad se concibe como un núcleo organizador a escala
regional, como un polo. El efecto polarizador del centro urbano se manifiesta en el orden económico en general y en el industrial en especial, y se
traduce en la aparición de relaciones o vínculos entre el área urbana y su
entorno, vínculos que se manifiestan también como lazos de orden social,
administrativo, cultural.
Para estos geógrafos funcionalistas, la geografía regional se confunde
con la geografía urbana: «¿Se puede concebir hoy una geografía regional
que no sea, ante todo, una geografía urbana?» (Compagna, 1968). Una postura compartida, con similar tono radical, por B. Kayser: «Una región es...
un espacio limitado, inscrito en un marco natural dado, que responde a tres
características esenciales: los vínculos entre sus habitantes, su organización
en torno a un centro con cierta autonomía, y su integración funcional en
una economía global.»
La formulación más radical reduce el carácter de región a los espacios
funcionales organizados en torno a un centro urbano. Se corresponde con
la región que había analizado J. Labasse, años antes (Labasse, 1955). Respecto de la región uniforme o geográfica, tradicional, la región funcional
aparecía como una alternativa geográfica, adaptada a las nuevas realidades
del mundo moderno. Pero convertía la región en un fenómeno casi exclusivo del mundo desarrollado. Perspectiva dogmática y estrecha de la concepción regional, flanco principal de las críticas posteriores a esta formulación
(Brunet, Ferras y Théry, 1993). El juicio reciente, de sus más significados
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
483
representantes de entonces, no deja lugar a dudas al respecto. Denuncian
ahora desde la banalidad del discurso a «la influencia nefasta de los economistas polarizadores» (Kayser, 1984); así como el profundo formalismo
que deriva de esa impregnación economicista, del que renegaba, veinte años
más tarde, este geógrafo.
La región funcional responde al modelo económico de la ciencia regional, aunque la formación y perspectiva geográfica incorporan a las relaciones puramente económicas del funcionalismo, el sustrato físico y las relaciones de identidad social. Visión funcionalista que se complementa con
la consideración estructural del espacio funcional urbano o regional. Se
contempla como un área organizada, coherente, jerarquizada, como una estructura territorial, cuyos distintos componentes, físicos, económicos, sociales, se integran en una malla o sistema de relaciones y dependencias de
carácter funcional. Prefiguraba la concepción regional que surge de la aplicación de la teoría de sistemas a la región.
4.2.
LA REGIÓN SISTÉMICA
El enfoque sistémico, de acuerdo con las propuestas de la teoría general de sistemas, incorporado a la geografía regional, estimuló esta interpretación estructural, pero le incorpora una dimensión dinámica. La región se
concibe y conceptúa como un sistema regulado por los flujos materiales
-de bienes, de personas-, e inmateriales -de información-, dentro de
los propios límites regionales y con el exterior, según se formulaba en la
geografía francesa, en especial por R. Brunet.
La incorporación del enfoque sistémico permitió abordar el espacio
funcional como un complejo, como un sistema territorial, dinámico, de
base estructuralista. El sistema evoluciona de acuerdo a los condicionamientos internos y externos, a las influencias recíprocas, en que intervienen
tanto componentes físicos como sociales. El geosistema regional permite incorporar los instrumentos cuantificadores y teóricos de la Regional Science.
El enfoque sistémico permitió vincular la geografía económica analítica
y la geografía regional renovada, funcionalista. Por otra parte, tanto una
como otra se fundamentan en una interpretación económica y reductora del
espacio. Son las funciones económicas las que determinan la organización regional. El peso de los factores económicos, más acomodados a la medida y,
por consiguiente, al recurso de métodos cuantitativos y al empleo de técnicas
de análisis matemáticas, distingue estos enfoques de carácter funcional.
La concepción estructural de la región equipara ésta a un espacio real
organizado y diferenciado respecto de las áreas inmediatas por la específica conformación material de dicho espacio como consecuencia del trabajo humano. Se trata de estructuras o sistemas regionales, que integran
el conjunto de elementos que intervienen en dicho espacio: recursos físicos, fuerza de trabajo, capital, información, en un complejo dinámico,
cambiante, que opera a una determinada escala y que aparece inserto en
un sistema superior de escala distinta. La dinámica regional depende de
484
OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
la ubicación en este sistema superior, vinculado con la división internacional del trabajo (Brunet, 1972).
Constituye un esfuerzo de elaboración teórica del espacio regional
desde postulados estructuralistas y sistémicos, que ponen de manifiesto
influencias marxistas, pero que introduce también otras filosofías; corresponde, en lo esencial, con la línea desarrollada por R. Brunet a lo largo de treinta años. Y representa un esfuerzo de conceptuación y de sistematización que haga compatible la definición de un espacio regional
objetivo y singular -la región- con el análisis científico y general de las
estructuras regionales, susceptible de expresarse en regularidades y procesos generales.
El tiempo no se paró para la región funcional, envejecida en sus fundamentos de carácter funcionalista y en su visión formalista de la realidad,
alejada de las dimensiones sociopolíticas de la misma. El desarrollo teórico
y las propuestas estructurales o sistémicas más elaboradas representan el
intento de superar la dimensión funcional y económica. La evolución posterior de estos esfuerzos indica, por un lado, el abandono conceptual de la
región y por otra la reducción del espacio regional al territorio político. Un
objetivo que, de alguna manera, se manifiesta en las propuestas surgidas en
el último cuarto de siglo.
Lo que caracteriza esta evolución posterior no es tanto la reflexión desde la geografía regional o su renovación como disciplina específica, sino
más bien la preocupación e interés por los espacios regionales y locales, por
los territorios, por las realidades geográficas asociadas con estas escalas del
espacio geográfico. Esta reflexión regional, en el último cuarto de siglo, se
produce desde perspectivas muy diversas.
Se plantea en el marco de una elaboración renovada de la teoría social
y del significado en ella de lo local y regional. Se apoya en la introducción
de nuevos presupuestos relacionados con las filosofías del comportamiento: por un lado, desde presupuestos funcionalistas; por otro desde la revalorización del sujeto consciente -no racionalista-, como clave de la percepción del espacio. Se construye también desde el objetivo de recuperar la
geografía regionalista y la región-complejo o región-paisaje. Se contempla
desde la revitalización de las geografías de países. Y, por último, se aborda
como una vía para recuperar la unidad de la geografía.
5. La cuestión regional: nuevas perspectivas regionales
El fortalecimiento de una dimensión o cuestión regional, a pesar de lo
indefinido y confuso de sus límites, y de lo inconcreto de su contenido, ha
estimulado una sorprendente confluencia de esfuerzos teóricos y empíricos
sobre la región y sobre el concepto de lo regional. Las distintas corrientes
geográficas, con sus peculiares filosofías e ideologías subyacentes, han impulsado la crítica de las concepciones regionales imperantes, naturalista y
funcional. Ha impulsado la reflexión sobre el fenómeno regional desde perspectivas renovadas. De modo paradójico, la variedad de consideraciones so-
LAS CULTURAS DEL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
485
bre el espacio regional no se ha producido desde la geografía regional. Por
lo general se produce al margen de ésta e, incluso, desde la negación de una
disciplina regional geográfica.
La cuestión regional se consolida como un elemento de reflexión teórica y de renovación práctica de la geografía, desde posiciones de filosofía
e ideología muy diversas. Se trata, en principio, de una reacción crítica
frente a los enfoques analíticos y al pragmatismo de los mismos, a su subordinación metodológica, que conlleva reducir la dimensión regional a las
variables cuantificables; y reacción frente a su neutralidad social, que supone, de hecho, un respaldo del poder y sus prácticas; y reacción frente a
su pretensión racionalista, que deriva en tecnocracia.
La recuperación de la región y de lo local forma parte de la evolución
reciente de la disciplina geográfica, reivindicada, además, desde supuestos
teóricos muy heterogéneos. La cuestión regional presenta así un perfil socialmente complejo; esto es, se formula en diversos planos que emplean
como común referencia el espacio delimitado, el espacio regionalizado. El
espacio regional aparece, en los últimos decenios, como un espacio de referencia social a través del cual se identifican procesos y fenómenos muy
diversos, pero socialmente relevantes.
Supone una elaboración renovada del enfoque regional, sin que pueda
hablarse de una reconstrucción de la geografía regional como disciplina. Indagan, ante todo, nuevas dimensiones del espacio regional o región, desde
enfoques y desde filosofías renovados. Esta crítica y las propuestas alternativas se alinean, por ello, en frentes dispares, que van desde las corrientes
radicales, con un matiz político, a las corrientes fenomenológicas y subjetivistas, que repugnan el racionalismo y la objetividad científica.
En el primer caso, el desarrollo de una reflexión regional de signo radical se vincula al proceso de aparición de una nueva economía regional,
que conviene separar y distinguir de la ciencia regional neoclásica. Se vincula con los movimientos de renovación que se producen en la disciplina económica y que dan origen a la denominada economía radical, es decir, una
economía política. Se puede hablar del renacimiento de la vieja economía
política.
5.1.
ECONOMÍA POLÍTICA RADICAL
Y
DIMENSIÓN REGIONAL
La nueva economía política surge en Estados Unidos. Se caracteriza
porque contempla lo local y lo regional. Desde la economía radical se ha
constituido «un fuerte núcleo de estudios regionales». Las bases teóricoconceptuales parten de la crítica de la economía regional neoclásica imperante (Curbelo, Esteban y Landabaso, 1989).
Algunos rasgos esenciales distinguen esta evolución económica: rechazo del formalismo neopositivista, del naturalismo epistemológico que subyace en la ciencia regional, del determinismo económico descarnado; afirmación y valoración de nuevas dimensiones en el análisis económico regional, desde la sociológica a la política y ecológica; interés creciente por
los aspectos directamente espaciales, como consecuencia de un cambio sustancial en la conceptuación del espacio, contemplado ahora como un componente activo en los procesos de reproducción capitalista.
En el ámbito económico, las cuestiones del desarrollo y en especial los
problemas del desarrollo desigual, habían puesto de relieve las diferencias
espaciales. A escala internacional y dentro de las fronteras nacionales, es
decir, en aparente igualdad de condiciones para los distintos agentes económicos, los desequilibrios internos aparecen como un factor clave de carácter discriminatorio en la distribución de la riqueza entre los ciudadanos.
La cuestión del espacio aparecía como una variable del crecimiento económico y como problema político. La generalización de la crisis económica en
el mundo industrializado y su creciente configuración como una crisis industrial han contribuido a resaltar el carácter diferenciado, en el espacio,
de los fenómenos económicos.
La crisis, con su cohorte de cierre y desaparición de empresas y establecimientos, de pérdida de empleo, de paro creciente, de desempleo
masivo, de ruina física de instalaciones industriales, de aparición de áreas
productivas abandonadas en la minería y la actividad fabril, de generación de extensos espacios en declive, pone de manifiesto el carácter discriminado de estos fenómenos en el espacio: se producen a una escala regional y local.
El descubrimiento de lo local, a través del análisis de los mercados de
trabajo -de las cuencas de empleo-, conduce a una reflexión teórica creciente sobre estos espacios, sobre todo en el marco de la geografía británica. Lo local, lo regional, surge de la brutal evidencia de la crisis de las regiones industriales, sus principales víctimas.
Se pone en evidencia, por una parte, el carácter de construcciones espaciales que éstas presentan, su dimensión histórica, su ciclo temporal. La
mayoría de ellas son un producto moderno, de los siglos XVIII y XIX e incluso
del XX, como investigaban algunos trabajos geográficos significativos (Gregory, 1982). Por otra parte, se descubre el papel de estas escalas del espacio
en la acción social, la importancia de las relaciones locales, de las instituciones, de los vínculos de vecindad como factores de resistencia y de adaptación en los procesos sociales de estas áreas, en la capacidad de reacción
frente a los mismos.
En el marco de la Geografía, en el marco de la Economía, y también
en el de la Sociología, los espacios regionales y locales confirmaban la naturaleza de «producto social» que tiene el espacio, de acuerdo con las
propuestas teóricas que avanzaron sociólogos y geógrafos. Desde la nueva Economía Política radical anglosajona y de la geografía de similar
orientación se plantea la recuperación teórica y metodológica del enfoque
regional.
Se contempla como instrumento para indagar en la dimensión espacial
de la división del trabajo. Traspasa la simple noción instrumental de las disciplinas positivistas. Se encuentra en los antípodas de la región natural y
paisajística de los «clásicos». Caracteriza, sobre todo, los enfoques de los geógrafos marxistas británicos, aplicados al análisis de los procesos inducidos
LAS CULTURAS EL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
487
por la crisis industrial en las regiones de vieja industrialización. A través de
esos procesos descubren el valor geográfico de lo local, en la reorganización
de los mercados de trabajo.
Una recuperación de lo local, influido por la teoría de la estructuración
de Giddens. Desde otros enfoques, lo local impregna también los nuevos
planteamientos regionales. En este caso, desde filosofías que hacen hincapié en lo subjetivo y en la experiencia.
5.2.
LA REGIÓN SUBJETIVA: EL ESPACIO VIVIDO Y LA REPRESENTACIÓN GEOGRÁFICA
Espacio y concepto reconsiderado, también, por quienes reclaman una
vuelta a lo local, vinculado con la experiencia vital, al espacio de las sensaciones y vivencias, que aportan un componente esencial de nuestras representaciones espaciales. La región, como espacio vivido, forma parte de este
conjunto (Fremont, 1976).
Supone una construcción o representación subjetiva de carácter colectivo con la que se puede identificar una comunidad y sus individuos, a través de los rasgos atribuidos a la presencia histórica de la misma, a sus peculiaridades culturales, en la cultura material y en la espiritual, y a su particular percepción de sus paisajes. Encaja en un proceso de regionalización
o nacionalización cultural y política en Europa. Se enmarca en un contexto de revitalización de lo que se ha denominado culturas regionales, que caracteriza la evolución social y política de los últimos decenios, aunque
arraiga en el siglo XIX (Petrella, 1978).
El estudio del lugar, desde la vivencia y percepción subjetivas, como espacio vinculado a las sensaciones, emociones y sentimientos individuales,
constituye un rasgo distintivo de la geografía de los últimos decenios. La localidad, lo mismo que la región, se definen como un espacio social, relacionado con la experiencia personal.
Es la orientación que reivindican desde las geografías humanísticas
norteamericanas, que introducen un prisma antropológico en el estudio del
espacio (Tuan, 1977). Estas perspectivas dan un nuevo papel al entorno material, físico, como paisaje subjetivo. La región es concebida como un espacio vital, el espacio de la experiencia cotidiana, el espacio de la experiencia histórica, un espacio con historia, un ámbito de identidad del grupo humano que la habita.
La región se convierte en un espacio subjetivo, que pertenece al campo de lo psicológico inseparable de las imágenes que cada individuo elabora y comparte de su propio entorno. La imagen como idea subjetiva marca
el nuevo territorio regional, de límites imprecisos, cambiantes, más próxima al sentimiento que a la materialidad física. Un espacio regional que pertenece al mundo de la conciencia.
El enfoque regional del espacio vivido y el enfoque del lugar como espacio de la experiencia coinciden en su filosofía fundamental. Se aprecia el
influjo de la fenomenología y el existencialismo, en su reivindicación de las
dimensiones cualitativas del espacio. Desde posiciones similares, a partir de
488
OBJETO Y PRÁCTICAS E LA GEOGRAFÍA
postulados idealistas explícitos, se plantea el espacio como una representación, como un objeto mental, como un conjunto de signos y como un lenguaje y por ello como un texto.
Se distingue por reivindicar una óptica personal, por resaltar los vínculos subjetivos con el espacio, hasta el punto de convertir en objeto de la geografía regional renovada el «comprender las relaciones de los habitantes
con sus lugares» (Bailly, 1999). La geografía se asienta sobre el sujeto: «El
conocimiento en geografía regional comienza por la subjetividad», como
apunta este mismo autor.
Proclama el valor de la intuición, del mismo modo que reivindica la denominada geografía paralela -de poetas, escritores, periodistas, viajeros,
cineastas, entre otros- y los valores geográficos que los hombres atribuyen
a los lugares en que viven o en que piensan.
La nueva corriente regional acepta que la regionalización representa
un acto arbitrario, en el sentido de que responde a criterios particulares y
circunstanciales. En ese marco relativista propone dividir la superficie terrestre reconociendo las imágenes o representaciones que los habitantes tienen de su propio entorno, su sentimiento de pertenencia.
La nueva geografía regional arraiga en lo que los geógrafos franceses
han bautizado como geografía de las representaciones. Es decir, esquemas o
imágenes individuales o colectivas del espacio o entorno, equivalentes a la
propia geografía, concebida también como una representación del espacio.
Representaciones que, de acuerdo con la filosofía subjetivista subyacente,
se vinculan con las vivencias individuales, con la experiencia personal, con
las imágenes compartidas de diverso origen. El núcleo de esta geografía regional renovada se encuentra en la atención preferente a los valores y percepciones sociales. Forma parte de la geografía del espacio vivido. El fundamento de tales aproximaciones es una filosofía del sujeto que realza el
papel de las vivencias individuales. Es conforme con una concepción regional que destaca los lazos sociales que hacen de la región un espacio integrado en un marco nacional, a partir de valores compartidos y fronteras
culturales. Es la filosofía del espacio vivido.
6. La geografía regional: la recuperación descriptiva
La apertura reciente de las sociedades urbanas constituidas en los últimos decenios, tanto en Europa como en América del Norte hacia su entorno más próximo y el más lejano, ha provocado un creciente interés por
los espacios locales y regionales. Es el interés por lo exótico y distinto y la
preocupación por la Naturaleza el que ha estimulado la demanda de información sobre este tipo de áreas. Se trata de los diversos conjuntos que, en
lo físico o en lo cultural, sobreviven con formas más o menos arcaicas a lo
largo y ancho del mundo.
Una sociedad urbana cada día más viajera ha promovido una creciente demanda de literatura geográfica sobre países y territorios: desde
los propios, cuyo conocimiento se multiplica, a los exóticos. Constituye
LAS CULTURAS EL ESPACIO, LAS CULTURAS GEOGRÁFICAS
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una demanda regional que refuerza la recuperación de un género geográfico de profundo arraigo y secular cultivo. La demanda social permite el
resurgir de las geografías de países y la geografía de territorios, como una
geografía descriptiva.
En gran medida, parte de una consideración de la geografía como
materia cultural. La obra geográfica tendría como objetivo satisfacer el
interés social por los fenómenos territoriales. La geografía regional comparte con las parageografías de los medios de comunicación de masas un
campo que tiene más que ver con la divulgación y con la formación elemental -los niveles escolares no universitarios- que con la investigación
monográfica.
Esta perspectiva de la geografía regional como un soporte necesario en
la formación del individuo constituye una de las claves aducidas en la revitalización de la disciplina (Johnston, 1990). Se plantea desde una concepción
que no difiere de lo que ha sido el uso secular de los saberes espaciales:
como una herramienta de ordenación de los espacios conocidos y de definición de las imágenes convencionales -estereotipos- de los espacios desconocidos (exóticos).
Es lo que explica, en parte, el éxito y la proliferación en los últimos dos
decenios, de las obras de geografía regional descriptiva, es decir, las referidas, por un lado, a países y al conjunto del mundo y, por otro, a los ámbitos territoriales del Estado. La eclosión de este tipo de productos se produce en el decenio de 1980 (Pitié, 1987). Se prolonga en el siguiente, con la
obra dirigida por R. Brunet, una Géographie Universelle, en 10 volúmenes,
que viene a ser el muestrario o ilustración de los postulados geográficos del
grupo Reclus (Brunet, 1990).
En España, este efecto se ha producido en el marco de una profunda
renovación territorial con la constitución de las Comunidades Autónomas.
Éstas representan nuevos territorios que buscan señas de identidad históricas y geográficas. Un campo abonado para la recuperación de la vieja geografía regional como género narrativo: las ya abundantes obras dedicadas a
estos territorios, como productos específicos o dentro de obras de conjunto, ponen en evidencia este renacimiento, en cierto modo específico de la
geografía regional española (Vila, 1992).
La coyuntura autonómica, en España, indujo la reconversión de la geografía regional tradicional hacia la geografía de los territorios autonómicos.
Está concebida como una geografía de síntesis bibliográfica, cuyos fundamentos conceptuales siguen siendo los tradicionales. Un tránsito sin grandes dificultades. La geografía regional española, a pesar de las proclamas
científicas habituales en sus prolegómenos, se había limitado a las regiones
históricas tradicionales. Para los geógrafos españoles resultaba «evidente
que en la inmensa mayoría de los casos las divisiones históricas tradicionales corresponden a verdaderas regiones geográficas» (Solé, 1968).
Distintas obras singulares o de conjunto han abordado cada uno de
los territorios autonómicos utilizados como marcos del análisis regional.
De forma complementaria, pero con mayor retraso, se produce la adecuación de la geografía regional de España a la nueva realidad territorial. La
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OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
metros del medio o entorno natural (Lecoeur, 1995). 0 la denuncia de las
orientaciones o enfoques sociales que han renunciado a dar al medio físico
el papel determinante o hegemónico que ha mantenido.
El áspero debate sobre el efecto de este papel de la geomorfología en
la evolución de la geografía francesa, que tuvo lugar a mediados del decenio de 1980, en la revista L'espace géographique, puso de relieve esta doble
concepción de lo geográfico. Para los geógrafos de formación física, el fundamento de la recuperación regional se encuentra en la consideración del
territorio como marco de los procesos o problemas geográficos, es decir, los
que se refieren a las relaciones entre el hombre y el medio.
En el caso de los geógrafos de filosofía idealista, la reivindicación regional se comprende en la medida en que conciben el marco local o regional como una referencia social asociada a la experiencia individual y de grupo. El lugar proporciona el marco de identidad social, al individuo, al grupo y a la nación. Es la perspectiva que distingue la aproximación de Entrikin, caracterizada por una reivindicación del territorio desde esta filosofía
del sujeto y, por ello, desde un enfoque de geografía humana.
Frente a los esfuerzos de configuración de una geografía regional o de
recuperación de la misma desde los postulados de la subjetividad, la vivencia y la experiencia, que hacen de la geografía regional renovada una rama
o disciplina de las identidades, de las representaciones, se produce una tendencia a recuperar lo local o la región, es decir, el estudio de las unidades
espaciales, pero al margen de cualquier rama o disciplina específica, es decir, al margen de una geografía regional.
Representa la puesta en cuestión de la geografía regional, como campo
específico, y la propuesta de una geografía que aborda de forma dialéctica,
los fenómenos o procesos generales y las configuraciones espaciales o regionales. La región queda reducida a su condición territorial, como ámbitos de ejercicio del poder político, como circunscripciones administrativas,
dentro del marco del Estado.
La persistencia del enfoque regional, es decir, de la atención a las construcciones a escala media, o «individuos espaciales», se inscribe, por un
lado, en una geografía orientada a los procesos generales, entre los cuales
están también los que abordan la dinámica de estas unidades elementales
del espacio. Sin embargo, rechazan el adjetivo regional. La geografía regional se disuelve en la geografía. Un postulado que no es exclusivo de los geógrafos franceses del grupo de Reclus.
La reluctancia a recomponer la geografía regional constituye un rasgo compartido entre los geógrafos, sobre todo los anglosajones, aunque
se ha producido entre ellos una creciente atención por el fenómeno local
y regional, contemplados como un objeto privilegiado de la geografía
(Johnston, 1991).
Desde postulados que se encuentran en los antípodas de los anteriores,
desde filosofías inspiradas en el marxismo, estructuralismo y la teoría de la
estructuración de Giddens, la dimensión regional aparece, como hemos visto, en la medida en que se asocia el desarrollo desigual con la propia naturaleza del capitalismo (Smith, 1990).
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Asimismo porque se considera el papel esencial de la coordenada espacio-temporal de los agentes sociales e individuales en el desarrollo de la
sociedad (Massey, 1984). También desde la perspectiva de que las diferencias regionales y nacionales del desarrollo histórico aparecen como determinantes en la implantación y evolución del capitalismo moderno (Harvey,
1982). Son enfoques que, sin resucitar en sentido estricto la geografía regional, permiten sustentar la necesidad de los enfoques regionales y la propia disciplina.
Estas perspectivas coinciden en la revitalización del interés por el espacio delimitado, el territorio, en sus diversas escalas, y de modo muy especial, en los territorios locales, regionales y nacionales. Como decía un
geógrafo, realzando esta potencialidad del lugar, «el lugar se ha convertido
en el punto esencial para comprender la interacción del mundo humano de
la experiencia con el mundo físico de la existencia» (Unwin, 1995).
La consideración de la geografía regional desde los postulados de la
geografía regionalista de la primera mitad del siglo XX , actualizados, constituye un rasgo destacado de algunas de las propuestas de recuperación de
la geografía regional. Se trata de un proceso de adaptación que tiene en
cuenta las elaboraciones teóricas recientes, pero que permanece fiel a los
postulados tradicionales. En su concepción básica, se plantean más la sustitución de los esquemas formales de la geografía regional clásica que de un
cambio teórico y metodológico. No es difícil identificar un lenguaje y una
concepción de lo regional vieja de cien años, la concepción de Vidal de la
Blache del lugar, con palabras de finales del siglo XX .
En consecuencia, se formulan nuevas secuencias o estructuras de análisis desde una concepción de la región como una simple construcción teorética. De esta forma se proponen como grandes elementos de esa estructura
regional el sistema mundial, la organización espacial, la población -desde la
perspectiva de las características de distribución de la misma-, estructura
social, sistema de poblamiento, sistema de comunicaciones, naturaleza y civilización. Enfoque que se sustenta en la diferenciación de áreas y en la consideración del esquema como «un modelo del contexto histórico del desarrollo de la aparición y transformación regionales» (Hoekveld, 1990). Desde el
supuesto de que «la diferenciación territorial que observan los geógrafos depende de la selección que haga de los atributos espaciales» (Hoekveld, 1990).
La endeblez metodológica es el rasgo común de estas propuestas regionales, en lo que concierne al análisis de las entidades territoriales utilizadas o reconocidas como regiones o localidades. Las propuestas más elaboradas, que buscan incorporar la metodología regional en el marco de la
teoría social, no escapan a una residual pero consistente concepción del espacio regional como una dialéctica de medio y sociedad -medio físico y
organización espacial- desde enfoques de reto y respuesta (Johnston,
1990). Desde la perspectiva metodológica, se trata de una concepción territorial de la región, término que engloba, por ello, tanto al Estado nacional
como a la comunidad local.
Hacen del lugar y de lo local, del territorio, el espacio de una geografía en la que el sujeto adquiere un protagonismo creciente. La presencia de
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OBJETO Y PRÁCTICAS DE LA GEOGRAFÍA
los territorios y de lo local en las geografías de la posmodernidad alienta
también la vuelta a la geografía regional. La asimilación de la geografía regional con la identidad nacional y con el paisaje permite también la propuesta de recuperación como la disciplina de los espacios nacionales, el espacio de los pueblos (Nir, 1985).
La geografía regional aparece como el lugar adecuado de encuentro de
la geografía física y humana y como la disciplina propia de lo nacional. Lo
que explica que en este movimiento hacia la geografía regional confluyan
geógrafos de origen -en el sentido intelectual- muy diverso, desde Johnston a Entrikin. Todos ellos consideran o coinciden en considerar que la geografía tiene su núcleo en «la naturaleza de las regiones o lugares».
Estas circunstancias constituyen el referente contradictorio del proceso de declive del espacio regional, de la conceptuación regional en la geografía y de la naturaleza de la geografía regional. En las propuestas de los
dos últimos decenios conviven alternativas dispares. Algunas suponen una
recuperación de la geografía regional como disciplina y, en ciertos casos,
con el perfil más tradicional. Otras significan la incorporación del enfoque
regional o territorial al análisis geográfico, sin que ello suponga la definición de un campo específico, del tipo de la geografía regional. Se trata, más
bien, de una «perspectiva regional» (Johnston, 1990). Como este autor formula, se trata más del uso de «la región en la geografía que de una geografía regional».
El retorno de la geografía regional se presenta como una obligada alternativa para el futuro de la disciplina (Entrikin, 1991). Para algunos geógrafos, que postulan esta necesaria vuelta a la perspectiva regional, como
una exigencia de supervivencia de la propia geografía, y como clave para
asentar el «valor de nuestra disciplina». Éste no reposa en el contenido técnico de la práctica geográfica sino en su dimensión educativa (Johnston,
1990). La geografía y en particular la geografía regional se contemplan y valoran, ante todo, en su papel de conformación de valores y actitudes sociales en el marco de la escuela, en el ámbito de la enseñanza.
De modo paradójico, la aparente vitalidad de la región como concepto
y como referencia social convive con la quiebra de la geografía regional
como disciplina. Es uno de los interrogantes más sorprendentes de la geografía contemporánea en un contexto de creciente relevancia y desarrollo
de los problemas regionales. Interrogante que no puede desligarse de la propia naturaleza de la geografía y de los interrogantes que le afectan. No deja
de ser paradójico que las cuestiones regionales, asociadas al lugar, la región,
la nación surjan entre los problemas de las sociedades actuales. En el marco de los horizontes de la geografía, en el umbral del nuevo milenio.