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Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía
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“Hegemonía social” frente al poder oligárquicoimperial
Fernando Dorado
Activista Social
Las revoluciones nacionalistas de América Latina atraviesan un momento
importante. Tres tipos de problemas tratan de frenar su avance y desarrollo. La
gran ventaja es que la región mantiene la iniciativa y los acumulados de lucha
siguen vigentes. Dependemos de nosotros mismos.
El primer problema es cómo seguir madurando la integración, fortaleciendo la
capacidad de ser independientes y autónomos, sin dejarnos llevar al terreno de la
confrontación bélica. El imperio y las oligarquías regionales hacen todos los
esfuerzos para provocar y alentar disputas. Pretenden estimular los falsos y
estrechos nacionalismos y explotarlos en su favor.
La construcción de la Patria Grande debe seguir siendo la meta. Esta se construye
únicamente sobre la base del respeto a la diversidad. Como en una familia
extensa, cada cual con su propio hogar, pero ayudándonos – con paciencia y sin
afán - a que maduren los procesos. Ahí vamos.
El segundo tipo de problemas es cómo armonizar los múltiples intereses
sectoriales que existen al interior de nuestros países. Tenemos necesidades
acumuladas por siglos, las debilidades estructurales son inmensas, nuestros
pueblos están en pleno crecimiento y autoafirmación. Es normal que se presenten
choques y desavenencias que hacen parte de la vida.
Los gobiernos nacionalistas deben tramitar las reivindicaciones sociales y
económicas con el máximo respeto y consideración. La democracia participativa,
el diálogo y la concertación son herramientas básicas en la resolución de los
conflictos. Sin embargo, no se puede caer en ejercicios de “falsos” co-gobiernos,
que tienden a debilitar la imagen de los gobernantes ante el conjunto de la
sociedad, quitándoles margen de maniobra frente a las derechas imperiales que
están a la expectativa.
Si en verdad existen problemas de carácter político-institucional, como es el caso
de los derechos de las nacionalidades y pueblos originarios, o la política frente a la
explotación de los recursos naturales, dichos asuntos deben ser tramitados
políticamente de frente al conjunto de la respectiva nación. No caben allí métodos
gremialeros, ni tratos “bilaterales” entre el Estado-gobierno y las Organizaciones
Sociales. Los dirigentes populares y los mandatarios deben diferenciar los
espacios.
El tercer tipo de problemas tiene que ver con el Estado que han heredado los
gobiernos nacionalistas y su manejo. La corrupción, la ineficiencia, los privilegios,
los falsos conceptos que confunden lo “estatal” con lo “público”, deben ser
atacados y denunciados. Hay que poner en evidencia – sin ningún temor – a todos
aquellos que han vivido de un Estado secuestrado por las oligarquías. Ellos se
saben camuflar y se trepan al tren del cambio para seguir "pelechando".
Algunos de estos sectores pretenden acelerar artificialmente las revoluciones
democráticas y nacionalistas, planteando propuestas “socializantes” que no
cuentan ni con la base material ni con los desarrollos políticos, sociales y
culturales para hacerlos viables y sostenibles. Muchas de esas iniciativas sólo
representan intereses burocráticos disfrazados de falso "estatismo".
Amplios sectores populares requieren de los esfuerzos de los gobiernos y de los
sectores más avanzados de la sociedad para ser incluidos en procesos
productivos consistentes y de largo plazo, que consoliden una verdadera fortaleza
económica. Las calculadas y firmes nacionalizaciones de sectores estratégicos de
nuestras economías van en esa dirección. La cimentación de nuestra seguridad
alimentaria y el autoabastecimiento energético, son – igualmente - tareas
urgentes. Ya vendrán nuevos desarrollos y avances.
No podemos crear falsas ilusiones entre nuestros pueblos. Pretender resolver
todos los problemas de un día para otro no solo es imposible sino dañino e
irresponsable. La base de la riqueza siempre será el trabajo; sólo que ahora
estamos generando condiciones para disfrutar de su fruto. Vamos avanzando,
apropiándonos - sin pausa y con consistencia - de lo que es nuestro, recuperando
espacios, fortaleciendo poderes a todos los niveles, sin darle oportunidad a las
derechas de enfrentarnos entre nosotros mismos.
Construir una efectiva y creciente “hegemonía social” es la tarea; que enfrente,
debilite, desgaste, y derrote la “hegemonía oligárquica-imperial”, que todavía tiene
mucho peso económico, mediático, político, en la región. La alianza consistente y
madura entre gobiernos nacionalistas y los pueblos organizados definirá esa
“dualidad de poder” a nuestro favor.
La impaciencia no es buena consejera. Confiemos en nuestros pueblos y afinemos
el paso. Los vientos son de cambio y democracia.
Neiva, octubre de 2009