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ENAJENACION Y DESAJENACION M.A. Rafael Cuevas Molina m arx constituye un punto de referencia, .valorificador y al mi smo tiempo revolucionario en el pensamientosocial en general y en el problema de l a enajenación en particular; valorificab r porque Marx retoma el concepto antes mencio7ado de Hegel y Feuerbach, descubriendo lo que es materialista y dialéctico en ellos; revolucionario -que cambia la ó p t i d del análisis de la enajenaoón por el hecho que se sitúa "fuera" de l a órbita rk l a visión enajenada. Es precisamente esto lo que Marx l e reprocha a Hegel, que no logra abandonar ka posición que se sitúa desde "dentro de la enajenixión", quedando, por el1o, en l a formulación & las apariencias as( como éstas se presentan en el capitalismo. El método de Marx, por el contrario, re más allá de los pretendidos "hechos dados" de P experiencia, más allá de la apariencia de las cosas hasta I legar a l o que se "esconde" tras de ellas: relaciones humanas, situándose en un punto de vista que es de clase (conscientemente aceptado) diferente del burgués (que es el punto de vista de la enajenación). Esto hace que el análisis marxista no se realice más en un espacio especulativo, sino en el m t e x t o de la realidad, de la práctica social. Por a a razón, Marx inaugura l a discusión científica del concepto y de la problemática de la enajena- ción. El antropoligismo de las visiones premarxistas es completado por el momentosociológico, por esta "bajada" hacia la práctica, hacia las causas sochles del fenómeno y en este marco hacia el punto más fértil y concentrado: al plano económico de una formación social-económica dada, la ca pitalista. El concatenamiento lógico del análisis lleva al señalamiento del sujeto principal de la enajenación: el trabajador del sistema capitalista. No se habla más de un espíritu todopoderoso y omnipresente, que no existe verdaderamente sino en la imaginación, que se enajena en la naturaleza, o de un hombre abstracto y concretamente inidentificable que enajena sus cualidades en Dios, sino que se habla de un hombre concreto, de aquel que vive ahora y aquí y que con su actividad levanta este mundo que nos rodea. Esta visión sociológica, que parte de la esfera de la producción, es la que permite que la concepción sobre el trabajo enajenado de los Manuscritos económic~filosóficosde 1844 sea fértil para el desarrollo ulterior de pensamiento marxista, constituyendo un "hilo rojo" que permite la profundización sistemática en las causas objetivas que generan e l fenómeno. Concebir la obra de Marx como un proceso en el cual las preocupaciones de la juventud se reen- cuentran en el hombre maduro no es una posición unánimemente aceptada y, precisamente, el lugar que ocupa el problema de la enajenación en la obra de Marx ha provocado discusiones sobre la unidad de su obra. Algunos pensadores consideran que el tema es exclusivo del período de juventud y que, por lo tanto, no se reencuentra en la obra del Marx maduro. Según esta visión, se produce un desdoblamiento, no existiendo una sola obra unitaria en la riqueza de sus diversos aspectos, sino dos Marx: y una parte de su obra (la primera) marcada por el estigma de la no-cientificidad. Creemos que ésta no debe ser vista, en su desarrollo, mecánicamente sino en el proceso de su evolución que va desde el desenraizamiento de la influencia hegeliana, hasta El Capital, en donde cristaliza toda su concepción y, en el caso particular de la enajenación, en el estudio del fetichismo económico. De este modo, si en las primeras obras se pone acento sobre un lado del problema, esto no significa que éste desaparecerá más tarde. La problemática puramente antropológica no será abandonada nunca; por ejemplo, en las Bases de la crítica de la economía política "está explícitamente presente toda la problemática antropológico-humanistica de los escritos de juventud: es tratado el problema de la relación sujeto-objeto, de la objetividad y de la subjetividad humana, de la relación entre individuo y sociedad. Es tratado el problema de la enajenación y es utilizado, varias veces, el término ds enajenación", El abandono de la problemática humanística, de la preocupación por el hombre, además, no es algo que se da por la utilización de unos y otros términos sino que constituye la esencia del marxismo, por su preocupación constante por la situación del hombre, sus condiciones concretas de vida y la forma de superar las lacras que le agobian en el sistema capitalista de producción. El punto de vista de la concepción marxista tiene como punto de partida, pues, las causas reales de l a enajenación: las condiciones de la vida material de la sociedad; para Marx, la enajenación no es un fenómeno eterno a l cual el hombre está condenado por su propia condición, sino un fenómeno histórico, pasajero por ende, que apareció en un determinado momento del desarrollo de la sociedad y que del mismo modo desaparecerá cuando las condiciones que lo generan desaparezcan. Marx identifica las causas objetivas del fenómeno, históricamente, con la aparición de la división social del trabajo, la economía de mercancías y la propiedad privada, cuando los hombres se vieron separados del producto sobre el cual tenían, hasta entonces, derecho de propiedad absoluta. Aquellos que le confieren al fenómeno de la enajenación un carácter eterno confunden, por lo general, la enajenación con la objetivación. De hecho, la objetivación forma parte de la sucesión lógica de momentos, estrechamente ligados entre sí, que conducen a la enajenación, pero la primera se puede identificar con la segunda nada más en determinadas condiciones históricas. La objetivación s í constituye un fenómeno inherente al hombre como ser genérico, pues el universo interno suyo concibe continuamente proyectos que corresponden a determinadas peticiones sociales objetivas Mientras la capacidad intelectual y afectiva del hombre es movilizada y orientada hacia sistemas ideáticos que prefiguran mentaltnente las caracter ísticas del nuevo proyecto, todavía no integrado en el plano óntico, nos encontramos frente al estado de preobjetivación. Todas las imágenes se encuentran integradas en las fronteras de la conciencia. Cuando el proyecto humano abandone el universo espiritual, interior del hombre, y sale al exterior, adquiriendo una finalidad social concreta, de naturaleza material o espiritual, se evidencia un proceso de objetivación. La vía a través de la cual se realiza dicha objetivación, como paso del interior subjetivo al exterior objetivo es el trabajo. Las objetivaciones satisfacen interminablemente las necesidades sociales, que se modifican constantemente. Dichas objetivaciones son independientes de la conciencia, son productos materiales, relaciones sociales, sistemas teóricos, todas realizadas según un proyecto. Los productos de la creatividad se subordinan a las necesidades y objetivos del hombre, pero, al mismo tiempo, tienen una existencia propia. Ellas dependen del hombre, porque son objetivaciones del pensamiento humano; son independientes, porque estando fuera de la conciencia no se suponen más solamente a las exigencias de ésta, sino también a las de la necesidad material. Las causas de este distencionamiento son de orden social-histórico concretas. La autonomización de las objetivaciones, proceso íntimamente condicionado por la naturaleza de los sistemas sociales, conduce, en las sociedades estructuradas en clases antagónicas, también a la satisfacción desigual e inequitativa de las necesidades humanas, puesto que e l precio de la objetivación del hombre en el acto de trabajo es fijado por la clase que detenta los medios de producción. Las objetivaciones se oponen a su creador, poniéndolo bajo su servidumbre y dominándolo; las fuerzas que lo subordinan son s u ~ * ~ r o ~fuerzas i a s objetivadas y escapadas de su control, como consecuencia de determinadas condiciones sociales objetivas. El inversamiento de posiciones es completo, en vez de que el hombre domine los productos que son el resultado de su trabajo, éste llega a ser dominado por ellos, a estar subordinado frente a ellos; de creaciones que deberían afirmar su esencia humana, se transforman en fuerzas de su deshumanización. A diferencia de la objetivación, a diferencia del trabajo, la enajenación tiene en el espacio social, por lo tanto, una presencia temporal. El trabajo enajenado, pues, es el trabajo en determinadas condiciones sociales; ésta es una de las formas particulares, pero también la principal de la enajenación. A su análisis, Marx le va a otorgar la mayor importancia desde los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, en donde lo presentará en los siguientes momentos: 1) Enajenación en el producto del trabajo. 2) Enajenación en el proceso, en la actividad de producción, en el trabajo propiamente dicho. 3) Enajenación de la vida genérica del hombre como resultado natural de los dos primeros momentos antes mencionados. 4) Enajenación del hombre frente al hombre. Veamos en detalle cada uno de estos momentos. 1 ) Parte de la premisa que el trabajador 'Se relaciona con el producto de su trabajo como frente a un objeto extraño ", de donde deriva el hecho que "con cuanto se esfuerza más el trabajador trabajando, así se convierte en más poderoso el mundo extraño, objetivo, que él crea contra sí mismo, y más pobre deviene el mismo", Esto se debe a que los productos creados por el trabajador "escapan" de su control y, además, se le oponen. Crea un mundo de cosas, instituciones, ideas, en el cual debería de reconocerse a s í mismo por el hecho de que es expresión de su propio ser; pero en vez de esto, se ve rodeado de un mundo hostil que es maniobrado por "algún otro" que no es él, un mundo hostil que aunque él mismo es su creador, es un mundo que no le pertenece más. 2) Si el trabajador se enajena en los produc- tos resultados de su trabajo, esto significa que la actividad productiva sufre también ella las consecuencias del fenómeno; esto es autoenajenación activa, acto de enajenación; el objeto enajenado no es más que la síntesis, el resultado de la actividad enajenada del hombre, del trabajo enajenado. "¿En qué consta, pues -se pregunta Marx-, la autoenajenación del trabajo (. . .). primeramente en el hecho que el trabajo le es exterior al trabajador f . . . ), lo que significa que es u n trabajo forzado.?". Este trabajo le es exterior porque no le pertenece a él sino a algún otro, es una mercancía como cualquier otra que se ha visto en la obligación, en la necesidad de vender y que, por lo tanto, no le pertenece a él sino a algún otro, que es quien le impone el ritmo, el movimiento, etc. Esto hace que el trabajador realice su trabajo a disgusto, que se sienta como un extrafío en su trabajo, y que nada más fuera de él se sienta ciertamente hombre; dice Marx que "Llegamos en esta forma al resultado que el hombre (el trabajador) se siente accionando libremente nada más en sus funciones animálicas -comiendo, bebiendo, procreando, o a lo más utilizando su vivienda, sus adornos, etc. - al tiempo que en sus funciones humanas se sienta animal. Lo que es anirnálico se transforma en humano, y lo que es humano en anirnálico", 3) La enajenación del trabajo lleva a la enajenación del hombre en su vida genérica. Esta fase de la enajenación comporta, según nuestro parecer, dos aspectos: a) lo que diferencia la actividad humana de la del animal es que la del segundo se funde con su actividad vital. "El es esta actividad. El hombre sin embargo hace de su actividad vital un objeto de su voluntad J ) de su posibilidad de construir", ella es la que lo diferencia de la actividad del animal y por esto él -el hombre- es un ser genérico, 'Su propia vida constituye para él un objeto, precisamente porque él es un ser genérico. Solamente por eso su actividad es libre. El trabajo enajenado da vuelta a esta relación, en el sentido que el hombre precisamente porque es un ser consciente transforma su actividad vital, su esencia, en solamente u n medio para mantener su existencia". b) El segundo aspecto que nos parece que es comprendido en este escalón de la enajenación es el siguiente: la totalidad de medios de producción existentes en una determinada época histórica, la totalidad de medios científicos y técnicos, la cultura, así como el poder que ellos representan, son el fruto del trabajo de todas las generaciones precedentes. Cuando el hombre trabaja, en su actividad está comprendida toda la humanidad anterior a él; su trabajo es expresión de la vida genérica del hombre como especie, de todas las creaciones acumuladas del género humano. Sin embargo, cuando los medios de producción están en manos privadas, todo este patrimonio está en manos de unos cuantos individuos que disponen, de este modo, de todo el trabajo y del genio humano solamente para su propio beneficio. capitalista así como los intereses del siervo se encontraban en contradicción irreconcialiable con los del señor feudal: es el hombre contra el hombre. En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 -que es en donde se encuentra el análisis antes presentado-, Marx sitúa el problema en un doble plano -objetivo y subjetivo- sin que establezca muy claramente la delimitación entre estos dos niveles, pero, según nuestro parecer, acentúa en el lado subjetivo, en la actitud del trabajador a) frente a sus productos (se relaciona con ellos y se comporta frente a ellos como frente a un objeto extraño), b) hacia su propia actividad productiva (el trabajo es algo externo y, por lo tanto, no se siente afirmado en él, sino a disgusto), c) hacia otros hombres (se comporta con ellos como con seres extraños). Aunque sea, sin embargo, este el aspecto que acentúa, no todo se queda ahí. Si el concepto de trabajo enajenado es fecundo en el desarrollo ulterior de su pensamiento, es justamente por su contenido objetivo, es decir, por los hechos reales a los La enajenación de la vida genérica consti- que apunta, pues expresa los hechos reales de la tuye el más inquietante nivel de la enaje- depauperación física y moral del obrero, la transformación de éste en una mercancía, la explonación. La esencia del hombre, la activitación del obrero en cuanto que produce para otro, dad libre y creadora, es transformada en un simple medio para la existencia. No se así como la separación del trabajo de sus condiciovive más para la realización de la esencia, nes que le son propias y de su producto. La enajenación comprende, pues, tanto aspecsino que se trabaja para vivir, para existir. Esta es la dramática inversión del sentido tos subjetivos como objetivos y Marx pone acento en los primeros en los Manuscritos, no en el sentido de la existencia humana. que le atribuye un papel más importante, sino en el 4) Consecuencia de las diferentes facetas de que este aspecto del trabajo enajenado aparece más la enajenación antes mencionadas consti- elaborado. tuye la enajenación del hombre frente al Este hecho constituye una limitación del hombre. Se pregunta Marx: "¿Si el análisis que encontramos en los Manuscritos, pero producto del trabajo m e es extraño, si se esto no debe de hacernos olvidar la importancia de m e opone como una fuerza extraña, este concepto para la elaboración posterior de entonces a quién le pertenece él.? ¿Si m i categorías fundamentales del materialismo históriactividad y es una actividad extraña, co. Y finalmente no hay que perder de vista que es entonces, a quién le pertenece ella?" la concepción del obrero enajenado en el trabajo lo que ha de permitirle a Marx dar un nuevo paso Y el mismo Marx responde: "El ser hacia el concepto científico del proletariado y de extraño al cual le pertenece el trabajo y su misión histórica universal. el producto del trabajo, para quien es La concepción de Marx sobre el fenómeno de creado el producto del trabajo puede ser la enajenación se desarrollará en trabajos posterionada más el hombre mismo". Es el res, en donde se perfilará con mayor presición, propietario de esclavos, el señor feudal o revelándose el contenido social de las relaciones el capitalista, en una palabra, el explotador. Los intereses de aquel que es despo- enajenadas. En la Sagrada Familia se insiste sobre la enajejado del producto de su trabajo son opuestos a los de aquel que se apropia de nación en el sentido de fundamentarlo con otros este producto; el proletario se opone al medios que no sean aquellos heredados de la filosofía idealista hegeliana. En ella se hacen referencias concretas a la enajenación política de la sociedad capitalista, retomando la discusión sobre la enajenación desde la perspectiva de la relación entre la emancipación política y la emancipación general humana. Marx y Engels definen el fenómeno capitalista de la política como manifestación enajenada de la actividad humana, pues la emancipación política realizada por este sistema no supera la desigualdad proveniente de la propiedad privada, de la existencia del capital; en esta situación, el fenómeno político se manifiesta en la sociedad bajo la forma de fetiche, lo que hace que tenga una racionalidad que se quede en los límites de la apariencia. Asímismo, la totalidad de la superestructura del régimen capitalista, los partidos políticos, el Estado con todas sus instituciones, con todo su aparato burocrático, con la legislación y su fundamentación teórica, son una monumental y extraña construcción piramidal, surgida como por milagro de una intervención divina o de un presumible "contrato social", visto con supersticioso respeto o con instintivo odio por parte de sus súbditos, constituyendo esto el fetichismo del Estado. En las Tesis sobre Feuerbach son remarcables las apreciaciones hechas al respecto de la esencia humana. Marx entiende que sin la definición correspondiente de lo que es la esencia humana, la enajenación devendría un concepto inoperante. Para Marx, la esencia humana es la manifestación de la esencia real de los hombres, en el marco de las relaciones sociales complejas. Para ser "verdaderos" la esencia humana no puede limitarse a las relaciones "rzaturales, haciendo abstracción del rumbo de Id historia': En los Manuscritos la enajenación jugaba un rol central en el análisis de Marx, pero perderá este lugar en la evolución de su pensamiento hacia El Capital. En los Manuscritos el concepto podía justificar y fundamentar todo (es decir, conceptos que después serán propios del materialismo histórico y que no tendrán necesidad deapoyarse en el concepto de enajenación para poder ser explicados), pero en su evolución se va a transformar en un fenómeno social-concreto -como el fetichismo económico- que lejos de ser fundamento va a tener que ser fundamentado. En La ideología alemana encontramos el contenido conceptual de la enajenación cuando dice que los productos de los hombres escapan de su control y les dominan, pero la enajenación aparece condicionada, ya, de un hecho real, histórico: la división social del trabajo. La enajenación en La ideología elamana mantiene el sentido de la relación sujeto-objeto en la que el producto aparece como perteneciente a otro -aunque no se habla más en el sentido de alejado de la esencia humanasino sobre todo en el sentido de alejado del control del sujeto. No se trata nada más de una acción subjetiva sino de un hecho objetivo: el sujeto no puede controlar a l objeto. La enajenación surge en cualquier parte en donde los productos del hombre -no nada más los productos del trabajo, sino los de la actividad social como los del Estado- siendo humanos, sociales, se levantan con autonomía y poder propios. En los Fundamentos de la crítica de la economía política se continúa profundizandoen el aspecto sociológico del análisis. Aquí la problemática de las relaciones entre el individuo y la sociedad es tratada simultáneamente desde dos ángulos distintos: desde el punto de vista sociológico y desde el punto de vista axiológico. Desde el primer punto de vista, Marx subraya con insistencia la dependencia del individuo frente a la sociedad, frente a las condiciones sociales -preexistentes e independientes de él- de la existencia y de la actividad social del individuo. De aquí resulta que la desenajenación y el desarrollo humano, complemento omnilateral del individuo, son posibles nada más que por la realización de determinadas condiciones sociales -las cuales Marx las identifica con el paso del capitalismo al comunismo, con la organización comunista de la convivencia humana-. Al mismo tiempo Marx releva con insistencia que el desarrollo humano completo de los individuos constituye el objetivo, el fin del desarrollo social. Si Marx pasa el acento, a través de la evolución de su pensamiento, hacia los aspectos de tipo sociológico en los trabajos post Manuscritos, en la última y culminante de sus obras, en El Capital, el acento recaerá preponderantemente en e l aspecto económico, el sociológico jugará el rol de mediador, en el contexto general de su obra, entre la problemática humanística, propiamente dicha, y la económica. Cuando examinamos el lugar de la enajenación en una obra de madurez, como es El Capital, debemos de tener en cuenta tanto el marco en el que se realiza la investigación, el modo de producción capitalista, como sus objetivos: el descubrimiento de la ley fundamental que rige esta estructura compleja. En El Capital se estudia, ante todo, el trabajo y sus productos en sus formas concretas dentro del marco de producción capitalista; aqu í el producto es considerado no sólo como el resultado de un trabajo concreto, determinado, sino de un trabajo en general, abstracto, es decir, como mercancía. Siendo la mercancía la objetivación de una relación social o un producto cuyo valor tiene por sustancia no el trabajo concreto del obrero, sino el trabajo social, abstracto, hay sin embargo una inadecuación entre lo que este objeto es y su forma de aparición. En cuanto mercancía, es la objetivación de una relación social y, sin embargo, se manifiesta como una cosa, dotada de autonomía y poder propios, y no sólo esto, sino que también, como dice Marx, como algo enigmático, misterioso, dotado de un ser sensible y suprasensible. Sus propiedades físicas, sensibles, son las que se hallan vinculadas al trabajo concreto del obrero; lo sensible exterioriza al sujeto humano que lo ha producido; pero estas propiedades por s í solas no expresan el tipo de relaciones sociales que se objetivan en el producto cuando adopta la forma de mercancía. Sobre lo sensible surgen las propiedades suprasensibles, que no pueden ser derivados de las propiedades que el objeto ha adquirido merced a l trabajo concreto materializado en él. El producto del trabajo como mercancía, objetiva una relación social y, sin embargo, ésta no se presenta como tal, sino como cosa. La forma cosificada de manifestarse la relación social no corresponde, pues, es decir, oculta, enmascara a su esencia, a su verdadera naturaleza social. El producto del trabajo se torna asíun fetiche, y el fenómeno de la transformación de ese product o en algo enigmático a l adoptar la forma de mercancía, es lo que Marx denomina el fetichismo d c la mercancía. El carácter misterioso de la mercancía estriba "pura y simplemente en el hecho que en esta forma el carácter social del trabajo d e los hombres se refleja como carácter objetivo de los productos del trabajo, como caracteristica social que estas cosas las tienen por naturaleza. En consecuencia también la relación social entre los productores y el trabajo en general le parece a estos como una relación entre objetos, existente independientemente de ellos': Pero no se trata de una .apariencia subjetiva: en las condiciones sociales del trabajo productor de mercancías, los productos del trabajo, por cuanto adoptan la forma mercancía, no pueden dejar de presentarse como fetiches. Fetiches económicos son también el dinero y el capital. Su carácter fetichista se pone de manifiesto en que las relaciones sociales que encarnan aparentemente y desaparecen a su vez en que una cualidad social se presente como una cualidad inherente a una cosa material. En El Capital se desarrolla a profundidad, pues, la concepción de los fetiches económicos, en los Manuscritos la del trabajo enajenado. Nos podemos preguntar cuál es el marco común a ambos análisis. Veamos; en ambos casos los hombres -los obreros o las relaciones sociales- quedan separados de los productos humanos en que se objetivan o, dicho de otra forma, los objetos -productos del trabajo, mercancía, dinero o capital-, que sólo existen como fruto de su actividad, se presentan como objetos autónomos sustraídos a su control y dotados de un poder propio. El concepto sufre, sin embargo, modificaciones: de la enajenación del obrero concreto se pasa a la fetichización de una relación social, el producto que en un caso es la objetivación de una actividad concreta, determinada, es en otro la objetivación de una relación entre los hombres; el carácter extraño del producto del trabajo es ahora carácter fetichista de un objeto económico; del carácter humano exteriorizado en un objeto se pasa al carácter social de un producto que se presenta, sin embargo, como cosa. En ambos casos nos encontramos ante la estructura fundamental de la enajenación: contradicción entre los hombres y una realidad suya que se opone a ellos como una realidad exterior, extraña. Marx no abandona, pues, el concepto de enajenación al pasar del concepto de trabajo enajenado al de fetichismo económico. Este último no es sino la forma concreta que presenta la enajenación en las condiciones de la producción mercantil en una sociedad capitalista. Pero si el.fetichismo económico representa la forma más desarrollada de la enajenación de las relaciones sociales bajo el capitalismo, ello no significa que agote el concepto de enajenación. De la misma manera que El Capital no agota el análisis de la formación social-económica capitalista, tampoco el fetichismo de la mercancía agota el análisis de la enajenación: hay enajenación política, religiosa, ideológica, etc. En todos estos casos nos hallamos frente a los productos de los hombres que se vuelven extraños a ellos. El fetichismo es, a través de toda la escala de manifestaciones de los humanos, el corolario de la enajenación. Partiendo de la enajenación del producto del trabajo, podemos constatar que funcionando acorde con sus propias leyes, el producto del trabajo germina espontáneamente toda una serie de otras formas de enajenación. Acumulada por medios económicos o extraeconómicos, este producto se transforma en propiedad privada, que se autolegitima como sagrada e inviolable, como existente desde siempre, de hecho institiicionalizando la enajenación. Una mercancía que se convierte en equivalen- t e general bajo la forma de dinero, adquiere el privilegio ilusorio de estar dotada "por naturaleza" con características milagrosas de poder evaluar todos los otros bienes materiales y espirituales, de poder decidir en calidad de "valor de valores", de jerarquizador de todos ellos, incluyendo al hombre, en la escala social. Es el fetichismo del dinero. Como hemos visto anteriormente, el primer escalón de la enajenación del hombre se da en la propia actividad de producción, en el trabajo mismo; la falsa conciencia de la fatalidad de su condición enajenada, la fetichización de esta condición, predispone al hombre a l misticismo. Es así como la enajenación económica y social tiene su correspondiente en el plano ideológico en la enajenación espiritual, en,el nacimiento de formas deformes de pensamiento, de las condiciones de vida que, en última instancia, refleja. En estas condiciones, las creaciones espirituales tienden a parecer como independientes, como absolutamente autónomas, generadas espontáneamente, metafísicamente, como entidades y estructuras espirituales, independientes del hombre, inspiradas por fuerzas que se encuentran fuera de las condiciones objetivas existenciales. De aquí nacen las concepciones axiológicas autonomistas, apriorísticas, trascendentalistas, que postulan la independencia absoluta del sujeto frente al objeto, del hombre frente a la realidad objetiva, del pensamiento, del espíritu frente a la materia, de la conciencia y de la cultura frente a la ekistencia del hombre en la sociedad. La enajenación se presenta en el plano gnoseológico como fenómeno de reificación (cosificación) de la conciencia y de sus productos teóricos. Es el fetichismo del espíritu. Las formas más típicas de la conciencia enajenada se manifiestan en la moral y en la mentalidad espiritualista, en la interpretación mística y especulativo-mística del mundo. Una de las formas más características de la enajenación en la sociedad capitalista contemporánea es la política. Lo político, como expresión específica de la actividad social, ha "agregado" notas específicas al fenómeno de la enajenación. La enajenación en el dominio de la política se presenta fundamentalmente en el contexto de los fenómenos ligados a l poder y a l Estado. En lo que respecta del poder, l. Gabel observa que "la enaje- iiación que resulta n o es nada más económica sino también política, la transferencia de plusvalor le quita al trabajador una parte de su influencia sobre el poder, sobre sus armas políticas". Esta deposición de poder es la condición mayor de la enajenación política. La concentración de poder real en cada vez menos manos es una tendencia que responde a las leyes objetivas del desarrollo del sistema capitalista. En la actividad enajenada del Estado capitalista contemporáneo, un aspecto especial lo constituye la simbiosis de la actividad de los monopolios, ellos mismos convirtiéndose en "nuevos centros de poder", no solamente económicos sino también pol íticos. En este sentido, masas enteras de hombres ven restringidas su posibilidad de influenciar las decisiones políticas que afectan al conjunto de la sociedad. Frente a este fenómeno la enajenación se presenta como aceptación voluntaria -como fruto de la pasividad- de un determinado punto de vista, que muchas veces no correspo?de con la realidad ni con los intereses reales de los individuos, o como actitud de rechazo al sistema, a los valores promovidos por él, pero ineficaz desde un punto de vista práctico (el movimiento hippie, por ejemplo). La teoría marxista de la enajenación no se reduce nada más a la identificación de las fuentes económicas y sociales, sino que se ocupa tambicn de su acción y manifestación de carácter individual. Pone como fundamento de la enajenación subjetiva la objetiva, de la individual la social, pero no se reduce a lo que considera como fundamental, generador de la enajenación, sino tiene en cuenta que es este un fenómeno con profundas raíces no sólo en la subjetividad social, sino también en la individual, en el individuo manifestándose, en última instancia, l a acción y la actitud enajenadas. El examen de la actitud del individuo frente a la enajenación es importante, puesto que éste puede asumir una actitud de signo contrario que puede conducir a la desenajenación o, más precisamente a contribuir a la actividad que lleve a la eliminación de las bases objetivas que generan la enajenación. La actividad del individuo como t a l no deja, pues, de tener importancia, pero al mismo tiempo debe de tenerse en cuenta que ella puede ser más o menos eficaz en función del medio social en el marco del cual el individuo actúa. Esta posibilidad de actuar contra las bases materiales de la enajenación en forma consciente es el resultado del hecho que la enajenación no tiene, necesariamente, que cubrir totalmente l a vida del individuo. La consecuencia final de todos los momentos de la enajenación, es la enajenación de la propia calidad humana. La esencia de la desenajenación del individuo significa la desenajenación de sí mismo, el desarrollo pleno de sus cualidades humanas. La nota esencial de la especie humana es la actividad libre y consciente. Todo individuo porta en sí las notas esenciales de la especie y puede, en determinada medida, ser capaz de una actividad libre y consciente. La conciencia de pertenencia a la especie está presente en todo hombre y también en el hombre enajenado, pero la de este último es una conciencia en sí. La realización de la pertenencia a la especie para s í necesita como premisa un alto grado de conciencia. El hombre enajenado a nivel de especie en sí no puede levantarse sobre su propia individualidad; la falta de conciencia de la totalidad, de la socialización plena. La realización humana total significa sobrepasar la particularidad ;a l hombre enajenado le aterroriza la vida cotidiana, pues no puede entenderla en el marco de la globalidad de la vida social y de sus leyes naturales generales, por lo que no puede sobrepasar sus I ímites -ni quiere (le aterroriza) sobrepasarlos- y se limita a ella. La desenajenación implica, pues, la eliminación de las bases objetivas, económico-sociales, que generan la enajenación, su substitución por otras que abran la posibilidad real para la acción desenajenante y desenajenada; implica también una determinada actitud y una determinada práctica individuales para la eliminación, primero, de esas bases, y para la plena fructificación de las nuevas, después. Esta nueva posibilidad de la realización plena del hombre abre paso a un nuevo tipo de sociedad que no es, precisamente, la capitalista. La causa principal de la enajenación la constituye la propiedad privada sobre los medios de producción; su desaparición constituye la premisa esencial para el inicio del proceso de desenajenación objetiva. Luego de la desaparición de la propiedad privada, la posición exterior en la que se encontraban los trabajadores frente a sus productos desaparece; el juego ciego de la oferta y la demanda y de la ley del valor pasa a un segundo plano, teniendo la tendencia a desaparecer luego de un largo proceso, los hombres tienen entonces la posibilidad de ser totalmente conscientes de todas las relaciones existentes entre ellos. Marx diría que las relaciones entre los hombres se vuelven transparentes. Esto es el comunismo. El trabajo adquiere nuevamente su significado original, específicamente humano; no es más un medio que asegura al hombre los medios de subsistencia, sino que vuelve a tener el rol de objetivador de la subjetividad humana: "El imperio de la libertad empieza apenas cuando deja de existir el trabajo impuesto por la miseria j 1 la oportunidad exterior ", dice Marx. Partiendo de aquí se pueden resolver todas las contradicciones del sistema capitalista y todas las formas de enajenación que genera. Pero la desaparición de la propiedad privada no determina, ipso facto, la humanización de todas las relaciones sociales. Ella constituye la condición primordial y necesaria de la revolución social de nuestros días, pero no es suficiente para la desaparición de la enajenación del hombre. La necesidad transitoria de tener en cuenta la ley del valor y de las relaciones-mercancíaen un sistema basado en la propiedad colectiva sobre los medios de producción, ejemplifica los I ímites impuestos al proceso, tanto en el sentido de su profundización como en el de la aparición de nuevas formas de enajenación sobre esta base. En un primer momento, la enajenación en el socialismo aparece debido a la igualdad de los hombres frente a los medios de producción, como 'propietarios de éstos, y la desigualdad, por mucho tiempo necesaria, frente a la repartición del producto social. De hecho la desigualdad de la repartición social del producto social se encuentra en contradicción con la igualdad de los hombres frente a los medios de producción en la medida en que, como decía Marx, en ?u primera forma el 'comunismo ' no es sino una generalización, la realización plena d e la relación d e la propiedad privada" y en tal sentido "tiende a destruir todo lo que n o pueda ser poseído por todos con título de propiedad privada f. . .). La categoría de tmbajador no se suprime, sino que es extendida a todos los hombres; la relación de propiedad queda siendo la relación de la comunidad con el mundo d e las cosas"; se trata de un movimiento que "consta en oponer a la propiedad privada indii!idual la propie- x d privada general': Al tiempo que en el capitalismo la falta de cuncordancia entre el nivel de desarrollo de las &~erzasproductivas y el marco de las relaciones de ~roducciónbasada en la propiedad privada capitai n a sufre por la estrechez de este marco, en el socialismo el nivel de desarrollo de las fuerzas oroductivas no concuerda plenamente y desde el ~rincipiocon las relaciones basadas en la propiedad socialista, precisamente por la amplitud del marco ~spectivo.A diferencia de lo que sucede en el capitalismo, el grado de desarrollo de las fuerzas ~roductivasdel socialismo se encuentran bajo el iivel de los requerimientos de las relaciones de ~roducción.El contenido no logra llenar el princi310la forma que le corresponde y queda mucho tiempo a la zaga. Por otro lado, la división social del trabajo, que no puede ser abolida por el socialismo -y menos en las condiciones de la revolución científico-técnica-, es, por el contrario, intensificada temporalmente; sus efectos quedan intactos junto con los producidos por el proceso -objetivamente qecesario en las condiciones reales, actuales, de la construcción de la nueva sociedad- de la industrialización socialista. En la esfera de la conciencia se trata de la el iminación de todas las ideas, mentalidades, senti~ i e n t o atrasados, s místicos, y de la afirmación plena de los elementos constitutivos de la conciencia socialista que haga del hombre, de cada hombre, el dueño de su destino y de la histórica que construye. Una contradicción en este nivel, que lleva a la aparición de formas de enajenación, es aquella entre los sistemas de ideas, teorías, conceptos avanzados, de esencia revolucionaria, progresista, y las concepciones atrasadas, retrógradas, conservadoras, heredadas del viejo sistema social y que son renovadas y mantenidas por la propaganda burguesa a través de diversos medios de comunicación, y por las viejas generaciones formadas en el antiguo sistema. En cierto sentido, la enajenación significa un tipo de infirmidad* ideológica. La superación de esta forma de la enajenación en el socialismo es un objeto esencial de la actividad ideológica del partido. Para poner fin a la enajenación no es suficiente con cambiar la visión que se tiene sobre las cosas, sino que debe de ser alterado el orden mismo de las cosas. Aquí no se trata de especulaciones o Sic. de crítica, se trata de la revolución social. Para Marx la enajenación no puede ser superada si no es por la intervención activa del hombre sobre el medio. Aunque el desarrollo necesario de los procesos sociales lleva hacia la desaparición dividida en clases antagónicas entre sí, esto'no sucede por s í solo, por una necesidad "natural". La necesidad dialéctica de la negación revolucionaria reclama la participación activa de las masas y del individuo, de su iniciativa histórica. Decir que en la etapa actual del desarrollo del capitalismo la instauración del socialismo es necesaria, no significa que éste va ha ser instaurado indiferentemente de lo que hagamos nosotros, sino que las contradicciones del capitalismo son de t a l naturaleza que no pueden resolverse más que con la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción y el paso al socialismo; el hombre es también, mediante su acción revolucionaria, sujeto de la historia; con su acción puede (y debe) accionar contra las condiciones generadoras de la enajenación. Para la eficiencia máxima de esta acción, es necesario que ella sea colectiva y organizada; esta actividad social y colectiva, para estar efectivamente dirigida contra la enajenación, debe de entender la totalidad del movimiento social y la necesidad de la substitución del régimen capitalista por otro, socialista. Entre la acción conscientemente revolucionaria y la inacción, existen toda una serie de gradaciones que van desde la aceptación de las ideas de la clase dominante, que se manifiesta en la adaptación al sistema, la resignación, la colaboración, etc., hasta la actitud de rebelión que se puede manifestar en el atentado individual y el crimen, la destrucción de las máquinas, las huelgas y la actividad sindical. Para pasar, sin embargo, a una verdadera lucha revolucionaria, es decir, al nivel en el cual los objetivos de la acción no son más la obtención de ciertas condiciones mejores para vender la fuerza de trabajo, sino la conquista de un régimen en el cual ésta deja de tener carácter de mercancía, debe de lograrse un alto nivel de conciencia y de organización. En este último nivel, la acción del hombre se dirige fundamentalmente hacia el cambio de las circunstancias en las cuales se encuentra inmerso. La desenajenación empieza desde aquí, con la acción revolucionaria, a transformarse en su contrario. Marx dice que "la teoría materialista que afir- ma que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación .v que, por lo tanto los hombres cambian debido a unas circunstancias nuevas y a una educación nueva olvida que las circunstancias son cambiadas por el hombre ". Por este hombre sujeto de la historia, crece el peso del factor subjetivo en el proceso de tránsito de un sistema a otro; crece el rol, el papel de la actividad consciente en el marco general de la existencia social. El hecho de que líi práctica social tenga prioridad no significa que los hombres no deben oponerse en forma individual a su propia enajenación; al contrario, ella constituye una acción necesaria desde el punto de vista social; ella puede influir potencialmente en el movimiento general y puede llegar a tener un peso objetivo en determinadas circunstancias. La lucha de cada individuo contra su propia enajenación tiene también ella sus gradaciones. Con razón dice Luckács que el capitalismo no enajena completamente a una clase o a un individuo sino en la medida en que éste acepta como naturales sus leyes. Desde el momento en que se levanta contra la validez de estas "leyes naturales", la enajenación empieza a transformarse en su contrario. Esta puede, pues, no ser total, existiendo siempre la posibilidad de levantarse más allá de las fronteras de los puros intereses individuales, de la vida cotidiana y sus perspectivas. En los dos extremos de la gradación que va desde un bajo nivel de conciencia (alto grado de enajenación), hasta un alto grado de concientización (cuando la enajenación empieza a convertirse en su contrario), están, por un lado, el hombre "apolítico", que con su actitud de aparente no implitación no hace'más que hacerle el juego al sistema y, por el otro, el revolucionario, aquel que lleva a cabo una acción que tiene como objetivo último e l cambio social. El espíritu revolucionario de una clase, de un grupo de hombres o de un individuo, pues, es el motor de la acción que lleva hacia la desenajenación. Las circunstancias no serán cambiadas si no es por la acción de los hombres (prioritariamente colectiva), por la acción revolucionaria. El rol de la conciencia, individual y colecJiva, frente a la acción revolucionaria, no es el primero, pero ésta no puede existir sin áquella, se profundiza a través de ésta. Cuando hablamos del hombre en vías de desenajenación, nos referimos al hombre cuya conciencia tiene como meollo a la conciencia revolucionaria y que actúa, por el cambio de las circunstancias que posibilitan la construcción del hombre desenajenado, del hombre nuevo.