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REVISTA ANDALUZA DE ANTROPOLOGÍA. NÚMERO 1: ANTROPOLOGÍAS DEL SUR.
JUNIO DE 2011
ISSN 2174-6796
[pp. 114-119]
DÍAZ, IBÁN (2010). Sevilla, cuestión de clase. Una
geografía social de la ciudad. Sevilla: Atrapasueños,
425 pp.
Javier Hernández Ramírez
Departamento de Antropología Social
Universidad de Sevilla
En pocos años las urbes europeas han sufrido una enorme transformación. A pesar de su
cercanía en el tiempo, queda ya lejos la ciudad industrial sometida al ritmo incesante del
trabajo fabril que imponía orden, imagen e identidad a toda la vida social. Esta ciudad
fordista apenas es reconocible hoy en occidente. El radical cambio producido en los
sistemas de acumulación y la dinámica de deslocalización productiva ha transformado
en obsoletas las grandes factorías, las formas de vida y las culturas del trabajo asociadas a
la actividad industrial. Paralelamente han emergido nuevas dinámicas que modifican la
fisonomía física y social de las urbes. De un lado, la competencia que se desarrolla entre
las ciudades que aspiran a formar parte de una red mundial de lugares estratégicos con
el objetivo de ocupar una posición ventajosa en el mercado global y atraer inversores
y turistas, para lo que ofertan una imagen aparentemente singular y llevan a cabo
operaciones de maquillaje y remodelación urbana; y de otro, la aceleración y acentuación
de los procesos de especialización territorial iniciados en la modernidad, que generan
una geografía en la que cada barrio y sector urbano desarrolla una función específica.
El resultado es una ciudad compartimentada en distintos territorios especializados que
se amplían al ámbito metropolitano. Así la antigua zona obrera del casco histórico se
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gentrifica al convertirse en el ámbito preferente de sectores acomodados; los lugares
donde se concentran las calles, monumentos y edificios más emblemáticos y con mayor
valor simbólico se museifican y vacían de vida autóctona al servicio del turismo; los
homogéneos barrios obreros de la periferia se transforman en heterogéneas zonas
residenciales multiétnicas donde conviven inmigrantes con bajos niveles de renta y una
población autóctona en regresión y envejecida; y en los espacios liberados de la actividad
industrial o de operaciones de remodelación y ampliación urbana se emplaza una
arquitectura neomonumentalista, que destaca por un diseño creativo o un gigantismo
espectacular, que trata de mostrar una imagen innovadora y simbolizar la vitalidad de
la economía de la ciudad y/o el éxito económico de empresas y compañías bancarias. El
fenómeno, que algunos autores celebran frívolamente como el paso de la ciudad activa
a la ciudad festiva, de la ciudad del trabajo a centro de deseo (Cazes, 1998), de la ciudad
provinciana a la cosmopolita (Carrillo, 2006) tiene consecuencias trascendentales en la
organización urbana, la distribución del vecindario, los usos del espacio, la protección del
patrimonio cultural y afecta severamente a las condiciones de vida de amplios sectores
de la población y a las formas de organización y repuesta de las asociaciones vecinales.
Comprender cómo estos procesos han operado y conformado una determinada
morfología social en Sevilla constituye uno de los objetivos centrales de la obra de Ibán
Díaz, profesor de geografía de la Universidad de Sevilla y activista social involucrado
directamente dentro de lo que él mismo denominaría las luchas por lo común, es decir,
el movimiento político de los centros sociales okupados y autogestionados (CSOA).
Este compromiso social impregna todo el texto que aquí se reseña, ya que el propósito
del mismo trasciende a una mera geografía descriptiva para centrarse en el estudio de
las diversas organizaciones sociales que reaccionan ante los procesos de exclusión y
polarización socio-espacial derivados de las dinámicas anteriormente señaladas y, en
última instancia, alcanzar un marco analítico que permita fomentar la acción política, lo
que constituye el segundo gran objetivo de la obra.
Desde sus primeras páginas, el autor declara su intención de superar el estudio de corte
localista y asistencialista preocupado tan solo por la identificación de los problemas “de”
Sevilla, para enfocar su atención en los problemas “en” Sevilla, es decir, por el análisis de
las transformaciones sociales y espaciales producidas por el nuevo sistema de regulación.
La perspectiva analítica adoptada permite situar adecuadamente la ciudad en el contexto
global y así atender tanto al impacto de los procesos como las amenazas y oportunidades
que se pueden derivar de estos cambios para la acción política. Esta opción metodológica
convierte la obra en un ensayo crítico de geografía que trasciende el análisis localista de
lo local. Lástima que en el interior del trabajo se incurra a veces en el localismo que se
critica, pues es frecuente la mención de lugares y barrios o un acercamiento a sucesos
concretos acaecidos en Sevilla que difícilmente podrá situar el lector no nativo o que no
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esté familiarizado con la ciudad. No obstante, habría que insistir en que este enfoque, que
trata de articular las dinámicas globales y cómo se materializan en el ámbito local, es una
de las principales aportaciones del trabajo.
La obra es una suma de artículos independientes escritos en distintos momentos, que
el mismo autor denomina “libro compilación”, y que adquieren relativa coherencia
interna y cierta articulación gracias a la introducción en la que se presentan los objetivos
e hipótesis que luego se abordan en los distintos capítulos. Se sostiene como hipótesis
que, a finales del siglo XX, se produce en Sevilla una serie de transformaciones que van
a incidir radicalmente en la morfología social y la estructura económica generando “una
nueva geografía social” (pp. 14), cuyas características principales serían la polarización de
la sociedad en clases antagónicas y la segmentación espacial de los ámbitos residenciales
entre lugares recualificados como escenarios turísticos; barrios gentrificados, donde se
produce una sustitución de población obrera tradicional envejecida por la que denomina
burguesía asalariada; y barrios etnizados en los que se concentran inmigrantes como
nuevos actores sociales. Esta estructura guía una obra compuesta por ocho capítulos en
los que se adopta un enfoque heredero de los estudios urbanos sobre desigualdad social
realizados entre otros por David Harvey (1977, 2004, 2007) y Mike Davis (2003). Tras el
primer capítulo, en el que se aborda el marco teórico general, los principales conceptos
utilizados y los nuevos procesos de segregación urbana, y el segundo que se centra en
la evolución de la ciudad en el siglo XX, los capítulos tercero al sexto analizan cada uno
de los procesos mencionados (polarización, recualificación, etnización y gentrificación).
Mientras que en el séptimo y el octavo se realiza una clasificación de las organizaciones de
resistencia a estos procesos y una reflexión final sobre la construcción de un movimiento
sociopolítico urbano “por lo común y contra la desposesión” (pp. 393).
En su radiografía urbana, el autor describe una ciudad polarizada o dual. Unos ámbitos
caracterizados por la recualificación y la gentrificación, junto con la ciudad de la exclusión
social y los barrios multiétnicos que se han convertido en el hábitat preferente de las oleadas
de inmigrantes de países del sur. Ibán Díaz ilustra cómo en Sevilla, del mismo modo que
en muchas metrópolis, el objetivo de posicionamiento en un marco de competencia global
implica el desarrollo de estrategias de museificación, neomonumentalismo y celebración
de megaeventos y espectáculos de masas con vocación planetaria. Pero a diferencia de
otras aproximaciones que apuestan por estas iniciativas con el argumento de que las
mismas sitúan a las ciudades en la escala planetaria y la modernidad, Ibán Díaz subraya
las contradicciones sociales inherentes a dichas operaciones de rehabilitación. Eludiendo
o dejando en un segundo plano la crítica al impacto paisajístico y estético que caracteriza
a los grupos conservacionistas, el autor destaca que la cosmética museificadora, los
nuevos monumentos y los grandes eventos que han caracterizado la acción pública en las
últimas décadas responden a una estrategia política de autopromoción y modificación
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de la imagen urbana que pretende transformar la ciudad en una mercancía-lugar o en
una ciudad-fetiche de acuerdo con los gustos que demandan los mercados globales. Pero
para garantizar el nuevo uso contemplativo y lúdico propio de los turistas, esta nueva
ciudad espectáculo se convierte en un lugar excluyente de los usos sociales del espacio
que produce una arquitectura de la seguridad y del miedo (bunkerización) mediante
la eliminación o cerramiento de espacios públicos, la video-vigilancia, la supresión de
bancos o la intervención policial. Asimismo para potenciar el mercado inmobiliario en
los barrios contiguos a esta ciudad museificada, los poderes públicos promueven una
planificación urbanística que impulsa la renovación, incrementa el valor del suelo y
excluye al vecindario tradicional, que es sustituido por profesionales y sectores de más
renta que adquieren sus viviendas en propiedad, reduciendo la oferta de alquiler. En el
otro polo de la ciudad describe los procesos de etnización que implican la incorporación
de población inmigrante en determinados sectores, lo que genera una nueva morfología
urbana definida por la segregación étnica y la concentración de distintas nacionalidades
en zonas específicas. Es un territorio marcado por el miedo al otro y por las contradicciones
que se producen entre distintas maneras de vivir la ciudad en un contexto de desempleo y
precariedad laboral. Concluye la cartografía social de Sevilla con el estudio de los procesos
de segregación socio-espacial, la generación por el mercado de zonas estigmatizadas y la
incapacidad de la administración pública para intervenir en las causas estructurales que
causan la desigualdad urbana.
La geografía trazada se apoya en una concepción marxista de la realidad en la que
la clase social funciona como el principio de estructuración social determinante y
se define por la posición ocupada por los sujetos en relación con la circulación y
acumulación de capital. Desde este enfoque, la clase obrera es compleja, pero única, ya
que se configura como una masa asalariada económicamente polarizada y culturalmente
fragmentada “por cuestiones culturales” de etnicidad, capital humano, generación y
renta. De acuerdo con lo anterior, los otros criterios de diferenciación social quedan
subsumidos como epifenómenos y son considerados factores culturales que responden
a coyunturas concretas dependientes de la única variable estructurante: la clase social.
En esta perspectiva la participación de los individuos y grupos en relaciones sociales de
producción y consumo semejantes y diferenciadas de otros grupos supone la generación
de intereses, pautas de comportamiento y estrategias residenciales compartidas. La
ciudad postindustrial se interpreta como una sociedad dual segregada territorialmente
en grupos cuyo criterio central y determinante de diferenciación es la clase social. A
nuestro juicio este enfoque dificulta el análisis de los complejos procesos sociales que se
viven en la ciudad postindustrial y la comprensión de las distintas visiones y prácticas
sociales existentes entre grupos sociales que participan de la misma clase social, pero
que poseen diferentes culturas del trabajo o identidades étnicas. ¿Acaso las pautas de
asentamiento y modos de vida de los inmigrantes extranjeros procedentes del Sur son
atribuibles casi exclusivamente a contradicciones de clase?
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Este marco teórico es un punto de partida que, a lo largo de la obra, no es objeto de
verificación empírica, debido al empleo de una metodología particular cuyo propósito
es cartografiar la ciudad, es decir, elaborar una topografía social a partir de fuentes
documentales básicas, entrevistas a informantes privilegiados y técnicas cuantitativas
débilmente explicadas e ilustradas con gráficos, cuyo diseño en blanco y negro impide
entender con claridad lo que se desea representar. La obra habría alcanzado mayor
profundidad si se hubiera desarrollado un trabajo de campo etnográfico que abordara
la lógica que subyace a las prácticas sociales y las estrategias de los distintos sectores
sociales, grupos e instituciones. No parece suficiente el recurso a la entrevista y el empleo
de un estilo casi periodístico que, en forma de crónica, relata hechos y procesos, y sobre
los que posteriormente se llega a conclusiones.
Los problemas teóricos y metodológicos señalados dejan en el aire demasiadas cuestiones,
cuyas respuestas permitirían comprender algunos de los procesos y conflictos que se
viven en la ciudad. En este sentido, se echa de menos un análisis de los distintos grupos
sociales, las relaciones que establecen entre ellos y con las administraciones públicas. Por
ejemplo, respecto de los grupos inmigrantes el estudio de sus redes sociales, tradiciones,
rituales, patrones de comportamiento, vínculos con las comunidades de procedencia,
creencias y alianzas con otros grupos; en relación con las dinámicas de gentrificación
hubiera sido interesante abordar, además de las causas que explican la movilidad espacial,
las percepciones sobre los valores de la ciudad histórica, así como las respuestas de las
poblaciones tradicionales y sus apreciaciones sobre las estrategias de embellecimiento
y espectacularización. Por otro lado, el esfuerzo del autor por caracterizar los distintos
ámbitos territoriales de la ciudad conduce a una cierta reificación de los grupos que en
ella habitan, que son explicados más en términos de contenidos culturales separados
que en cuanto a las relaciones que establecen con otros grupos e instituciones. En este
sentido, hablar de ciudad etnizada o ciudad gentrificada, resalta una dinámica y unos
sectores sociales, pero puede oscurecer determinados procesos y conflictos entre grupos,
así como el carácter multiétnico de muchos barrios de la ciudad.
Una de las aportaciones más significativas del trabajo de Ibán Díaz es la clasificación
que realiza de las organizaciones sociales anti-hegemónicas existentes en Sevilla. Este
conglomerado de entidades se caracteriza por la fragmentación, la desarticulación y la
ausencia de un discurso basado en proyectos unitarios y alternativos, y apoyados en
narrativas coherentes. Por ello prefiere denominarlas, particularidades militantes antes
que movimientos sociales. Este heterogéneo magma asociativo lo forman entidades
minoritarias pero muy activas, que van desde las organizaciones vecinales que reaccionan
ante procesos de degradación urbanística y social (asociacionismo vecinal clásico) y
las que se oponen a la desaparición física y social de los barrios a los que representan
(particularismo resistencial) pasando por las organizaciones patrimonialistas (activismo
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conservacionista) hasta las agrupaciones juveniles que promueven una acción directa
dirigida a la colectivización de espacios privados tras su ocupación (luchas por lo común).
Completa el cuadro, el estudio del asociacionismo vecinal conservador que protagoniza
una acción comunitaria, excluyente y racista basada en el rechazo al diferente, la defensa
de la propiedad privada y la insistencia en la inseguridad ciudadana. Aunque el trabajo no
se basa en una etnografía, la experiencia acumulada por el autor como activista militante
le permite retratar con agudeza la ideología de estos grupos, sus acciones y composición
social, así como establecer relaciones entre tipo de particularismo, segregación social
y localización espacial. No obstante, el esfuerzo de clasificación de las organizaciones
supone una cierta cosificación de las militancias en grupos estancos compuestos por
sujetos homogéneos en cuanto a niveles formativos y de renta cuando en la realidad
empírica los grupos y las personas son mucho más permeables. Probablemente, una
aproximación empírica a estas organizaciones hubiera permitido un acercamiento más
exhaustivo a esta realidad asociativa y su dinámica interna.
No hay duda de que Sevilla, cuestión de clase es una obra que no pasará desapercibida.
A pesar de sus limitaciones teórico-metodológicas, sus reflexiones, conceptos y
conclusiones sobre la ciudad global y sobre Sevilla en particular, así como su propuesta
de construcción de un movimiento social urbano integrador y anti-hegemónico, abren
un camino que permite superar la estrecha visión localista de los procesos y pensar qué
hacer y cómo hacer para alcanzar una sociedad más justa en estos tiempos postutópicos.
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