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LA EMPRESA ¿DEBE SER SOCIALMENTE
RESPONSABLE?
En los últimos años una gran cantidad de nuevas expresiones se han incorporado al
vocabulario empresarial, y parece que para quedarse. Así, términos que parecen tan
alejados del día a día de la gestión empresarial como finanzas éticas, responsabilidad
social corporativa, inversiones socialmente responsables, Tercer Sector, grupos de
interés, inserción laboral, cuarto sector, etc.. se escuchan cada vez con mayor frecuencia.
¿Qué está pasando? ¿Qué van a encontrarse los responsables financieros y de medios de
las empresas en el “mercado social” en el corto plazo? ¿Qué acciones deberán
emprender?
La responsabilidad social corporativa es un conjunto de recomendaciones de actuación
empresarial que pueden significar cambios en algunos de los procedimientos de las
empresas. Siempre he pensado que las áreas financieras y de medios son muy duras por
el número de exigencias legales a las que están sometidas y que les imponen un férreo
cumplimiento de fechas en la generación de información financiera y fiscal y un difícil día
a día. He pasado años en los que una mínima obligación adicional hubiese sido un
problema con los recursos existentes. Por ello soy totalmente opuesta a generar nuevas
obligaciones. Pero, ¿es realmente la responsabilidad social corporativa una “nueva
obligación”? No. Sólo es otra manera de hacer las cosas de siempre. Para algunos, de
hecho, puede ser la misma manera de hacer las cosas de siempre.
Todas y cada una de las actuaciones en un área financiera o de medios pueden ser
realizadas siguiendo las pautas de responsabilidad social, con el mismo esfuerzo y
tiempo que si no se tuviesen en cuenta. Así, ¿por qué no plantearse en el momento de
contratar a un nuevo empleado que este pueda ser discapacitado o de inserción laboral?
¿por qué no validar al contratar con un nuevo proveedor que en sus procesos de
fabricación cumple la normativa medioambiental y criterios laborales mínimos con
independencia del país donde produzca?.
En la actualidad, estos planteamientos son opcionales, pero la sociedad civil en los países
desarrollados está evolucionando hacia un nivel de exigencia cada vez mayor y la falta de
consideración de aspectos sociales por las empresas puede terminar perjudicándolas.
Incluyo a continuación tres breves apuntes teóricos sobre por qué la empresa debe ser
socialmente responsable, ante quien y qué criterios conforma un comportamiento
socialmente responsable. Espero con ello que podáis tener una idea de los ámbitos en los
que existen impactos sociales por las actuaciones de vuestra empresa y que os permita,
al menos, recordar su existencia y tenerlos en cuenta en la toma de decisiones.
Sólo puedo deciros que, con independencia del impacto beneficioso que tengan estas
actuaciones en la imagen de la empresa, lo mejor que yo he sacado de ellas es la
satisfacción personal de sentir que estoy “mejorando el mundo” haciendo lo único que
profesionalmente se hacer: gestión financiera y de medios.
El motivo último por el que la empresa debe ser socialmente responsable es de
carácter ético y social. El comportamiento social de las empresas es la base de su
legitimidad social. Es la parte de su acción que produce efectos hacia el exterior y
determina el papel que se quiere desempeñar y la aportación que se quiere realizar al
desarrollo de la sociedad. Del resultado agregado del comportamiento social de las
empresas va a depender en gran medida el progreso de la sociedad, y, como
consecuencia, la legitimidad social de aquellas. El comportamiento social es algo natural
y consolidado cuando la empresa es consciente de su antropología social.
También se ha justificado la responsabilidad social desde un punto de vista
puramente instrumental. En esta línea, se afirma que dicho comportamiento beneficiará a
la empresa a largo plazo, ya que con un comportamiento de este tipo puede anticipar
normativas de los gobiernos, explotar oportunidades derivadas de incrementar sus
niveles de preocupación cultural, medioambiental y social, y diferenciar sus productos de
la competencia. En mercados tan competitivos, como los actuales, la empresa puede
encontrar en su comportamiento socialmente responsable una ventaja comparativa.
Dentro de este planteamiento circunscribir la acción del directivo a la obtención del
máximo beneficio del accionista es situar a la empresa al margen de su objetivo
integrador como agente principal del bienestar social. Aún así, en los años 90, y
especialmente en su segunda mitad, la mayoría de empresas cotizadas volcaron su
estrategia y enfoque en la creación de valor para el accionista, entendida como mayor
precio de sus acciones en las Bolsas de Valores. Esta estrategia se veía impulsada por los
responsables de analizar las sociedades y estimar su valor futuro (analistas de grandes
bancos de inversión), que basaban sus valoraciones en datos puramente financieros. En
estos sistemas de valoración se premiaban (y se premian) las actuaciones que
maximizaban los beneficios futuros (reducciones de plantilla, crecimientos de producción
por métodos contaminantes.....) sin tener en cuenta su impacto social. Esta política se ha
demostrado altamente nociva, no sólo por las decisiones empresariales con impacto
social negativo que ha podido fomentar, sino también por las quiebras que se han
producido en grandes empresas que falseaban su contabilidad para tenerla “al gusto del
mercado”.
De igual modo, a menudo se puede ver que la falta de una base sustantiva del
comportamiento social conlleva acciones sociales de empresas sustentadas en ideas
mercantilistas y de propaganda. Aunque los efectos de estas acciones pueden ser
positivos, socialmente hablando, es probable que no perduren y que, por ello, no lleguen
a alcanzar la legitimidad otorgada a comportamientos persistentes en el tiempo
Pero ¿influye este tipo de actuaciones en los objetivos económicos de la empresa?.
La finalidad principal de la empresa es obtener beneficios y es el impacto sobre esta
variable el que se analiza cuando se habla de empresas socialmente responsables.
En las investigaciones sobre responsabilidad social de las empresas se ha intentado
demostrar que cuando la empresa obraba socialmente bien además conseguía mayores
beneficios. Estos análisis se basan en el enfoque utilitarista y tratan de contrarrestar las
afirmaciones de otros según las cuales el coste para las empresas de asumir la
responsabilidad reduciría su competitividad.
Que la empresa responda a demandas sociales puede ser una ventaja competitiva y
una fuente de creación de valor para los agentes o públicos de interés, pero aún en los
casos de relación positiva entre los resultados sociales y los resultados financieros no se
ha podido establecer la dirección de la relación causa-efecto. Los agentes a los que afecta
el comportamiento social de la empresa y que a su vez tienen capacidad de influir en los
resultados financieros de la empresa son los siguientes:
•
Accionistas: influyen en los resultados financieros de las empresas mediante
su participación en la financiación de las mismas, y en la toma de decisiones
empresariales.
•
Clientes: influyen, mediante sus decisiones de compra en el volumen de
facturación de las empresas.
•
Empleados: su productividad y compromiso impactan en la rentabilidad de los
productos de la empresa.
Ningún estudio ha podido afirmar que la empresa que asume su responsabilidad
social será líder en su sector, pero tampoco se ha demostrado que la empresa gane
menos por asumir su responsabilidad social. Aun así, Waddock y Graves han demostrado
que la implicación social de la empresa es tanto un predictor como una consecuencia de
los resultados financieros, dado que entre los dos se establece un circulo virtuoso que
lleva a que, caeteris paribus, un mejor resultado financiero se traduzca en una mejora de
los resultados sociales, que llevan a un mejor resultado financiero. Esto parece deberse a
que los resultados sociales son consecuencia de una mejor gestión de los stakeholders,
clave estratégica para el desarrollo económico de la empresa.
Respecto a los consumidores, existen varias encuestas y experimentos que
concluyen que eligen marcas de empresas socialmente responsables y que tienden a
pagar menos por los productos de empresas inmorales o que no responden a las
demandas sociales. En el aspecto interno las empresas socialmente responsables atraen
y retienen a los mejores empleados y la moral y el compromiso de los mismos es mayor.
En conclusión, para estos economistas la responsabilidad social de la empresa es
uno de los determinantes de la eficacia empresarial a largo plazo, ya que se traduce en
lealtad del cliente, compromiso de empleados y, en muchos casos, mejores resultados
financieros.
Si se considera la relación entre los resultados financieros y la rentabilidad y el
riesgo de las empresas, se llegan a conclusiones similares. Así, el índice Domini 400
consiguió en el periodo 1990-1998 una rentabilidad del 442% frente a un 365, 6% del S&P
500. Respecto al riesgo, las inversiones éticas están sometidas a una menor volatilidad
que las convencionales, ya que estas empresas poseen estrategias de desarrollo
sostenible a largo plazo, muy valorado por inversores que no se guían por criterios de
rentabilidad a corto plazo y que por tanto no modifican sus posiciones rápidamente.
Igualmente, según los datos de mercado los valores emitidos por empresas que forman
parte de índices bursátiles sociales, poseen una beta menor que 1.
Ya no se sostiene hoy que los únicos legitimados para exigir a la empresa sean los
accionistas. Algunos entienden que la empresa sólo es responsable frente a los públicos
con los que se relaciona y entra en contacto, por eso prefieren denominarla
responsabilidad pública. La empresa no tiene la responsabilidad de resolver todos los
problemas sociales, sino sólo de aquellos que ha causado y los relacionados con sus
operaciones e intereses. Otros creen que la empresa debe tener en cuenta a la sociedad
en general: local, nacional, universal y futura. Por eso, la denominan responsabilidad
social. Se tiene en cuenta tanto a los agentes que influyen cono a los que son influidos
por la empresa.
Luego: ¿Ante quienes es responsable la empresa?. Ante todos los que tienen una
apuesta (stake) en la empresa: sus stakeholders. El termino stakeholder se utiliza
contraponiéndolo a stockholders o shareholders, los accionistas. En castellano se traduce
normalmente por agentes sociales o grupos de interés. La base teórica de los
stakeholders arranca de la creencia en el reparto de poder en las organizaciones y en el
reconocimiento del papel desempañado por cada uno de los grupos que las conforman,
tanto desde una perspectiva interna como externa.
Los stakeholders son los grupos o individuos que afectan o son afectados por la
actividad tendente al logro de los objetivos de la compañía. También debe tenerse en
cuanta los intereses, las demandas y las expectativas que están en juego en cada caso, y
el poder real que tiene cada uno en esa red de relaciones.
Los stakeholders se suelen clasificar en:
•
primarios: aquellos con derechos directos y legalmente establecidos
(accionistas, empleados, consumidores, proveedores, gobierno y
competidores)
•
secundarios: sus derechos sobre los recursos de la empresa están peor
establecidos en la ley o se basan en criterios como la lealtad a la
comunidad o las obligaciones éticas (medios de comunicación, grupos de
interés).
La empresa en sus actuaciones debe tener en cuenta tanto a los agentes que
influyen como a los que son influidos por ella, a la sociedad en general: local, nacional,
universal y futura.
Por su parte Joan Enric Ricart y Miguel Angel Rodríguez, profesores de IESE, en su
trabajo “Towards the Sustainable Business” (2001) proponen una nueva clasificación de
los agentes implicados en la empresa:
•
cosustanciales: accionistas e inversores, empleados y socios estratégicos.
•
Contractuales: proveedores y empresas subcontratantes, instituciones
financieras y clientes.
•
Contextuales: administraciones públicas, colectivos locales, países y
sociedades y creadores de conocimiento y opinión.
El Libro Verde de la Unión Europea distingue dos dimensiones, la dimensión
interna y la externa. La dimensión interna afecta especialmente a los empleados y el
medio ambiente e incluye la gestión de recursos humanos, la salud y la seguridad en el
trabajo, la adaptación al cambio y la gestión del impacto ambiental y de los recursos
naturales. La dimensión externa recoge las relaciones con la comunidad, con
proveedores y consumidores, los derechos humanos y los problemas ecológicos
mundiales.
Los criterios que se suelen utilizar aparecen en las normas de responsabilidad
social corporativa. Estas se dividen en dos grupos: generales y sectoriales, en función de
si abarcan todos los aspectos de la responsabilidad social corporativa o se centran en
alguno de ellos (medioambiental, derechos humanos, relaciones laborales....).
Los criterios recogidos en estas normas son:
Cumplir con las responsabilidades de la empresa.
Evaluar impacto social y económico de la empresa (innovación, justicia y
comunidad global).
Respeto a las reglas y al medio ambiente.
Apoyo al comercio multilateral.
Evitar actos ilícitos.
Presentar el mismo grado de transparencia respecto a la política
medioambiental que la transparencia respecto al estado financiero de la
empresa.
Respecto a los derechos humanos.
Respeto a los trabajadores, promover la igualdad de oportunidades, respeto
al derecho de asociación, asegurar la formación continua, condiciones
seguras de trabajo.
Promover la competencia leal, incluido el respeto por la propiedad
intelectual.
Trabajar con Gobiernos y Comunidades para mejorar la calidad de vida de
éstas.
Promover la aplicación de estas normas por todos los agentes con los que
se establecen relaciones.
Informar anualmente del cumplimiento de estas normas.
Protección de la biosfera.
Uso sostenible de los recursos naturales.
Reducción de residuos.
Conservación de la energía.
Productos y servicios seguros.
Recuperación del medio ambiente.
Evitar trabajo infantil y forzado.
Evitar el acoso, la discriminación o el maltrato a los trabajadores.
Promover unas condiciones de trabajo seguras.
Promover la libertad de asociación y de sindicación.
Fijar un salario mínimo, unas horas máximas de jornada y un tiempo
máximo de horas extraordinarias.
Igualmente existen unos criterios específicos para las empresas multinacionales
emitidos por la OCDE en las que básicamente se recoge:
Contribuir al progreso económico, social y medioambiental.
Respetar los derechos humanos.
Fomentar la creación de capital humano en los países donde se trabaja.
Asegurar la transparencia en sus actuaciones y la información que
suministran.
Abstenerse de acciones discriminatorias o disciplinarias que van en contra
de la buena fe.
Fomentar la aplicación de las mismas normas o sus socios.
Mercedes Valcárcel
Socia Directora
Acumen Gestión
Capital Riesgo Social Sostenible
Colaboradora de Economistas sin Fronteras