Download una teoría “aristotélica” del poder y la dominación

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Transcript
Parte iii
Estructuras de poder y mecanismos
de dominación
6.Una teoría «aristotélica» del poder
y la dominación6
Planteamiento del tema
El punto de partida del análisis de la dominación es la noción de
poder. La noción de poder es una especificación de la noción de
potencia. El poderoso es el que está en una posición de poder. En
la vida social humana las posiciones de poder se refieren al lugar
ocupado por las personas en las instituciones de la sociedad. Esas
posiciones de poder son las que les permiten a los poderosos ejercer
su poder. El ejercicio de poder es la dominación.
La posición de poder consiste en el control de algún incentivo
que oriente el comportamiento de los seres humanos en sociedad.
El dominador es el que en una relación de dominación, posee y
ejercita el incentivo que le permite dominar. El incentivo es el
mecanismo a través del cual, el dominador induce al dominado a
actuar de determinada forma.
En relación con los seres humanos podemos definir tres incentivos o, lo que es lo mismo, tres mecanismos específicos de dominación. Un mecanismo económico, que consiste en administrar la
escasez de algún satisfactor necesario para la vida en sociedad; un
mecanismo político, cuya función es administrar la coerción o la
amenaza de su utilización; un mecanismo cultural, establecido para
administrar la información, la comunicación y el conocimiento.
Todo esto puede expresarse a través de las cuatro causas de Aristóteles. Las cuatro causas aristotélicas se aplican a toda acción racional
6
El entrecomillado para la palabra «aristotélica» es un recordatorio de que
Aristóteles no formuló tal teoría ni pretendió hacerlo. En este capítulo se
utilizan libremente sus categorías filosóficas básicas para proponerla.
119
Armando Di Filippo
y, también, a las formas de la dominación racional. Por «racional»
entendemos aquí aquella acción que busca la congruencia entre medios y fines, pero esta racionalidad es puramente instrumental, en la
medida que los propios instrumentos de la acción se conviertan en
fines. Por ejemplo, cuando los fines del poderoso son los de adquirir
más poder. La racionalidad moral es la que aborda frontalmente el
significado ético de los fines que eventualmente puedan perseguirse. La racionalidad instrumental busca la eficacia y la eficiencia en
la aplicación de los medios. Dicho con más precisión, administra
medios con el objetivo final de obtener más medios. Tal es el caso,
por ejemplo, del fin de lucro en las actividades de mercado.
Toda acción racional que podamos concebir, sea la creación del
universo por un Dios (si es que somos creyentes), sea la producción
ejecutada por un artesano o sea la dominación de un ser racional
respecto de otro ser igualmente racional, puede ser examinada
atendiendo a cuatro ángulos explicativos.
Esos ángulos de explicación fueron llamados «causas» por
Aristóteles y deseamos adaptar ese abordaje explicativo complejo a
los sistemas principales de dominación que operan en las sociedades
occidentales contemporáneas.
Las cuatro causas que aborda Aristóteles son la final, la eficiente,
la material y la formal. En el caso de una acción racional, la causa
final responde a los fines conscientes que el actor se propone, la causa
material expresa aquello sobre lo cual el actor ejerce su acción, la
causa eficiente es la acción misma (o la cadena de actos parciales
que la constituyen) y la causa formal es el resultado concreto de
dicha acción (relativamente perdurable).
En el caso de la dominación racional en las sociedades humanas, la causa eficiente es la acción del sujeto dominante, la causa
material es el comportamiento del objeto dominado (que también
puede ser un sujeto racional), la causa formal es el resultado de la
relación estructurada entre sujeto dominante y objeto dominado,
y la causa final son los motivos por los cuales el sujeto dominante
desea subordinar el comportamiento del objeto dominado.
Aristóteles no utilizó de manera explícita sus cuatro causas para
explicar un proceso de dominación, pero sí abordó la noción de
poder a partir de su dupla conceptual potencia-acto. En este aprove120
Estructuras de poder y mecanismos
chamiento libre de las ideas de Aristóteles, partimos concibiendo la
noción de poder detentado por seres humanos en cualquier relación
social, como una variante conceptual de la noción de potencia, y
la noción de dominación es la actualización de la potencia. Así,
la dominación es la actualización de posiciones de poder, y estas
posiciones son situaciones potenciales de dominación
Esta contextualización aristotélica de la noción de dominación
es relativamente adaptable a los lenguajes contemporáneos de los
sistemas y de los juegos.
En el lenguaje de los sistemas (por ejemplo versión de Mario
Bunge), el dominador y el dominado podrían considerarse los
componentes del sistema de dominación social; la causa eficiente
de la relación de dominación se referiría a los mecanismos dinámicos que efectivizan el proceso de dominación; la causa formal
aludiría a la relación misma (dominador-dominado) ya establecida
como estructura del sistema de dominación; y la causa final, a
los motivos (valores, fines) por los cuales el dominador desea o
necesita dominar al dominado.
En el lenguaje de los juegos, por ejemplo (North,1995), más que
hablar de dominación efectiva o consolidada, emerge la noción de
pugna de poderes. Es una confrontación cuyo resultado no está definido, por lo tanto, la dominación definitiva sólo puede determinarse
al final del proceso. Los dominadores y dominados potenciales son los
jugadores; las causas eficientes que van configurando el proceso de dominación, son las jugadas individuales o por equipos con su respectiva
ponderación (por ejemplo, goles anotados en un partido de fútbol); las
causas formales son las reglas técnicas y sociales del juego; y las causas
finales son precisamente dominar al adversario ganando el partido.
El lenguaje aristotélico de las causas ha sido frecuentemente
presentado y ejemplificado refiriéndose a una acción productiva, de
una manera en que está muy claro desde el inicio quién es el sujeto
que domina y pone la causa eficiente (por ejemplo, el artesano
productor o la naturaleza entendida como una fuerza inteligente),
y cuál es el objeto dominado que es la causa material (transitando
desde dominado en potencia a dominado en acto). La condición del
dominador (productor, creador) se identifica además porque éste
pone los fines o causa final, es decir las razones por las cuales efec121
Armando Di Filippo
túa el acto de dominación. Finalmente, el resultado del proceso de
dominación (también producción o creación) asume una estructura
dada que es la causa formal del proceso.
Resulta muy importante distinguir entre poder por un lado y
dominación por otro lado, donde, como dijimos, poder es dominación en potencia, o dominación es poder actualizado y ejercido.Al
respecto tenemos tres momentos: el primero es el de las posiciones
de poder, el segundo es el de la pugna de poder y el tercero es el de
la efectivización de la dominación.
Los momentos de la dominación de acuerdo con
el lenguaje aristotélico
Volvamos al lenguaje aristotélico de las causas y al ejemplo
de la producción. El artesano productor de una estatua de mármol
tiene ante sí el mármol, que es la causa material de su arte, y las
herramientas que utilizará para modelarlo. Estamos en el momento
de las posiciones de poder. Pero podemos preguntarnos: ¿se trata
de un proceso habitual y de un artesano avezado? ¿podemos decir
que el artesano está en potencia (activa) de convertir el mármol
en obra de arte, y que el mármol está en potencia (pasiva) de ser
convertido en obra de arte?
Hay que transitar desde la potencia hacia el acto, y, en ese tránsito, es posible que nosotros como observadores externos descubramos
que el artesano no conoce bien su oficio o posee herramientas inadecuadas, o que, siendo avezado, le tocó en suerte un material (mármol)
imperfecto. Así, hay condiciones directas del proceso productivo
que determinan las posiciones de poder de las partes interactuantes,
tales como: la capacidad de acción del artesano sobre el material
y la capacidad de reacción o resistencia del material. También hay
condiciones indirectas o remotas, tales como: el recinto donde trabaja el artesano, su temperatura confortable o no, su iluminación, su
aislamiento respecto de interferencias exteriores, etc.
Estas condiciones directas o indirectas son analógicamente las posiciones de poder de las partes interactuantes. En este ejemplo hablamos
en rigor de producción y no de dominación, pero la producción es un
caso especial de la noción de dominación. Todo proceso de producción
es un proceso de dominación del productor sobre la materia que trans122
Estructuras de poder y mecanismos
forma para someterla a sus fines, pero no todo proceso de dominación
es un proceso de producción. La noción de producción es una forma
más sencilla o simple de la noción de dominación.
En este primer ejemplo referido a la estatua del artesano, el segundo momento es el de la pugna de poder donde el artesano con sus
herramientas (causa eficiente), actúa sobre el mármol (que es causa
material) para transformarlo en una estatua (causa formal), con el
objeto de crear un objeto bello (causa final). Hay una pugna de poder porque el mármol ofrece resistencia a la acción del artesano, y el
proceso de producción de la estatua expresa precisamente esa pugna,
que conduce a la dominación del artesano sobre el mármol que utiliza.
El tercer momento es el de la dominación realizada (consumada, efectivizada), cuando emerge el resultado ya estructurado
de la dominación, que es la estatua. Este es el momento de los
valores y de los fines. Si la estatua alcanza los niveles perseguidos
de perfección y belleza, entonces se habrá consumado el éxito
del proceso de dominación (producción) del artesano sobre el
mármol que transformó.
Los momentos de la dominación de acuerdo con
el lenguaje de los juegos
Examinemos ahora el lenguaje de los juegos en la sencilla versión
que nos expone Douglass North. Supongamos que el juego examinado
es el fútbol. Los dominadores y dominados potenciales son los equipos
que se confrontan. Cada uno de ellos se considera a sí mismo como
causa eficiente, capaz de producir jugadas que conduzcan a la causa
final, que es la victoria. Para cada equipo, el adversario es parte de la
causa material, sobre la cual debe recaer el proceso de dominación. La
mayoría de los deportes de equipos se juegan con un balón o pelota
que es el «hilo conductor» del proceso y la causa material aparente
del juego; sin embargo el objeto real sobre el cual recae la acción de
cada equipo, es en realidad el equipo contrario. Dicho de otra manera, cada equipo se considera a sí mismo como causa eficiente de
un proceso tendiente a transformar al equipo contrario en perdedor.
Existen reglas técnicas y lúdicas (sociales) que deben respetar los
equipos y que le dan al juego su identidad y especificidad (razón por
la cual, digamos, se trata de fútbol y no de básquetbol).
123
Armando Di Filippo
Al comienzo, el juego es una pugna de poder, pero a medida
que avanza el partido, se perfila un proceso de dominación (por
ejemplo, el equipo que va anotando goles, domina provisoriamente
el partido). El resultado final solo será conocido cuando se cumplan
las reglas que determinan la conclusión del partido.
Examinemos en esta situación cuáles son los tres momentos.
El momento de las posiciones de poder es el de las condiciones
directas e indirectas que afectan la capacidad o probabilidad
que tiene cada equipo de triunfar en la contienda. Entre las
condiciones directas están, por ejemplo, el estado de preparación
física y la destreza de cada jugador y de cada equipo. También
estados sicológicos tales como depresión, euforia o extremo nerviosismo. Entre las condiciones indirectas están las condiciones
de la infraestructura física tales como el campo de juego y los
elementos que conforman su diseño y aptitud. Pero puede haber
condiciones indirectas particulares a computar; por ejemplo, un
partido que se celebra a una gran altitud, con mucho frío o calor,
o humedad, etc., donde un equipo está acostumbrado a dichas
condiciones físicas, pero el otro equipo las sufre, por no estar
acostumbrado a ellas.
El momento de la pugna de poder tiene lugar durante el partido
mismo, y allí se verifica este cuadro dinámico, muy complejo, donde
cada equipo lleva adelante su acción encaminada a dominar al otro.
Son dos procesos paralelos, recíprocos y antagónicos. En ellos, los
dos equipos se suponen uno a otro, pero también se oponen uno a
otro. También se «necesitan» uno a otro, porque no puede haber
contienda sin contendientes.
El tercer momento es el de la dominación realizada. Ese momento se perfila a lo largo del partido. Así, si un equipo está triunfando
con un puntaje abultado y queda poco tiempo de juego, el asunto
está fácticamente definido antes de la conclusión oficial, pero las
reglas de juego expresan un momento formal u oficial de declaración
de la conclusión del juego. En todo caso, desde una perspectiva dinámica, el partido (contienda, encuentro, etc.) es el tránsito efectivo
desde una dominación potencial o hipotética a una dominación
efectiva o final, que solo tiene lugar cuando las partes aceptan, de
acuerdo con las reglas de juego, que ganaron o perdieron.
124
Estructuras de poder y mecanismos
En el caso del juego, el momento de la dominación marca el fin
de la contienda, pero en el caso de una guerra o de la dominación
de una nación sobre otra, marca el inicio histórico de una relación
estructurada que se prolonga en el tiempo.
Los momentos de la dominación de acuerdo con el lenguaje
de los sistemas sociales
El tercer ejemplo es finalmente el de mayor complejidad y se refiere a las sociedades humanas, entendidas como sistemas sociales. Este
es el ejemplo que interesa profundizar en este trabajo. También aquí
es vital distinguir los tres momentos de los procesos de dominación.
A diferencia de los juegos (deportivos, de azar, etc.), donde
las reglas técnicas y lúdicas son previas y externas al juego, en los
sistemas sociales históricamente existentes en las sociedades civilizadas, las reglas van siendo modificadas por los propios actores
sociales y existe una lucha permanente por imponerlas. Esas reglas
técnicas y sociales son las condiciones que se van modificando; a
esas variaciones denominamos cambio estructural.
Un sistema social es intrínsecamente dinámico y está compuesto
por actores que se vinculan a través de reglas técnicas y sociales,
constitutivas de la estructura del sistema. El proceso social está
movido por el comportamiento individual y colectivo de los actores,
que es la causa eficiente de su dinámica, y está orientado por los
fines y valores que estos sustentan.
Cuando examinamos un proceso de dominación entre seres
humanos, solo podemos saber cuál es la causa eficiente y cuál es
la causa material del proceso, si ese proceso está históricamente
estructurado y se reproduce en el tiempo. En ese caso, está claro
que, por ejemplo, en un régimen esclavista, el amo con su comportamiento es la causa eficiente del proceso; el esclavo con su acción
subordinada es la causa material; las reglas que impone el amo al
esclavo son la forma o causa formal de la dominación; y los fines o
causa final de la dominación, cualesquiera sean, los impone el amo.
Suena extraño considerar causas materiales a los seres humanos, pero estos no son considerados como tales, cuando no se
consultan sus fines particulares. A diferencia de lo que pide Kant,
no siempre se los considera como fines, sino solamente como
125
Armando Di Filippo
medios, es decir, como materia dominable, o, lo que es lo mismo,
como causas materiales de la dominación.
La estructuración histórica de los procesos de dominación
en el ámbito de las sociedades humanas, no obedece a ningún determinismo inexorable o inmodificable, pero una vez establecida,
tampoco puede transformarse con facilidad. Este punto es esencial
para distinguir entre los análisis deterministas y aquellos que no lo
son. Esta diferencia es, por lo tanto, muy importante para entender
los mecanismos que explican el desarrollo del capitalismo y de la
democracia en las sociedades occidentales.
Un ejemplo histórico presentado esquemáticamente puede ser el
del proceso de dominación instalado en América Latina durante la
época colonial. Tendríamos tres momentos del mismo. Primero, las
posiciones de poder de colonizadores y colonizados, segundo, la pugna
de poder durante el proceso de conquista, y tercero, la consolidación
de un proceso de dominación estable y estructurado que duró por lo
menos tres siglos. (Di Filippo, 1981; Sunkel y Paz, 1970).
El momento de las posiciones de poder era incierto para los
dominadores potenciales, pero mirado retrospectivamente, los conquistadores tenían condiciones directas de acción más poderosas que
las de los conquistados. El elemento más evidente fue el dominio de
tecnologías productivas y bélicas de mayor eficacia y escala que las de
los aborígenes. Además de esas condiciones (que incidieron directamente), hubo también otras importantes de carácter indirecto, como la
necesidad objetiva de oro y plata que las naciones europeas en la fase
mercantilista, tenían para la organización de sus economías internas.
El momento de las pugnas de poder corresponde al proceso
mismo de las guerras de conquista (fines del siglo xv y comienzos
del siglo xvi), facilitado no solo por un mayor poder productivo y
tecnológico y por una fortísima motivación adquisitiva de metales
preciosos por parte de los conquistadores, sino también por la
disposición al trabajo subordinado de los aborígenes, aprendido y
practicado en las sociedades despóticas donde vivían.
El momento de la dominación propiamente dicha, supone la
instalación definitiva de la sociedad colonial, incluye causas eficientes,
que son los nuevos incentivos de naturaleza coercitiva (esclavitud,
servidumbre) utilizados por los dominadores para lograr la subor126
Estructuras de poder y mecanismos
dinación de los dominados; causas materiales, que son los esclavos
y siervos potencialmente modelables para cumplir con su trabajo
subordinado; causas formales, que son el conjunto de las instituciones
sociales y productivas que otorgaron estabilidad estructural al proceso
de dominación (a través de ellas se administró el trabajo subordinado
en las minas, en las encomiendas, en las mitas, en los repartimientos
o en las plantaciones); y, finalmente, causas finales, entendidas como
los fines políticos, económicos y culturales determinados por los dominadores. En América Latina el proceso de colonización convirtió
fines en medios, y el objeto de los dominadores fue mantener y, en
lo posible, acrecentar sus posiciones de poder, dominación política y
económica. Así, por ejemplo, cuando las misiones jesuitas lograron
organizar a los aborígenes guaraníes en comunidades productivas
autosuficientes y pacíficas, enseñándoles técnicas productivas, bellas
artes y valores católicos, estas comunidades empezaron a adquirir una
gravitación que fue considerada exagerada para los intereses políticos
de la corona y los intereses económicos coloniales. En consecuencia,
el éxito de estas misiones les valió la expulsión, por no estar en línea
con aquellos objetivos de poder.
Lo específico de las relaciones de poder y de dominación
en las sociedades humanas
Las sociedades humanas pueden verse como un tipo de sistemas sociales, cuyos componentes básicos son seres humanos
racionales, dotados por lo tanto de libertad y encuadrados dentro
de reglas conscientemente interiorizadas de comportamiento habitual (instituciones), que en su conjunto constituyen la estructura
de las sociedades humanas.
La noción de proceso aplicada a una sociedad humana se refiere
a los comportamientos humanos interactivos estructurados que
denominamos relaciones sociales y que en su conjunto constituyen,
dinamizan y van transformado las sociedades humanas.
El punto a resaltar aquí se refiere a las nociones de libertad y de
poder de los seres humanos, las que son derivadas de su capacidad
para un comportamiento racional. Esto no acontece en las restantes
sociedades animales, donde los comportamientos están mucho más
condicionados de manera genética. Sabemos, por ejemplo, que en
127
Armando Di Filippo
las sociedades de primates superiores también hay pugnas de poder,
pero están vinculadas con las necesidades primarias y básicas de
supervivencia, reproducción, etc.
Aristóteles definía los humanos como animales racionales. Lo
específicamente humano de las relaciones de dominación en las
sociedades civilizadas, es precisamente la racionalidad (tanto la
instrumental como la moral). Entre otros rasgos, la racionalidad humana se caracteriza por la capacidad para el pensamiento abstracto
y por la complejidad, profundidad y sutileza de la comunicación
lingüística. En consecuencia, las regularidades que estructuran las
sociedades humanas no están dictadas solamente por las influencias
genéticas y medioambientales, sino sobre todo por las instituciones, que, como el lenguaje, los propios humanos van creando en la
historia de sociedades concretas.
Estas instituciones son interiorizadas (sea por genuina convicción interna o por coerción externa padecida por quienes se someten
a ellas) en los comportamientos cotidianos y pueden ser modificadas
a través de pugnas complejas de poder que, en las sociedades que
llamamos civilizadas, se traducen finalmente en la esfera política,
dando lugar a determinado tipo de estados (polis, civitas).
La noción de poder, cuando se aplica a la esfera de los seres
humanos, se refiere a una potencia activa de carácter racional. Recíprocamente, puede hablarse de una potencia pasiva que también es
de carácter racional. El mismo Aristóteles distingue entre potencias
irracionales y potencias racionales.
Al introducir la idea de potencia racional, Aristóteles (1999)
afirma que, por ser de carácter racional, puede producir efectos contrarios, pero las potencias irracionales producen un mismo efecto:
Los contrarios no se producen en el mismo ser; pero la
ciencia es una potencia en tanto que contiene la razón de
las cosas, y que hay en el alma el principio del movimiento.
Y así lo sano no produce más que salud, lo caliente calor,
lo frío la frialdad, mientras que el que sabe produce los dos
contrarios. La ciencia conoce lo uno y lo otro, pero de una
manera diferente. Porque la noción de los dos contrarios se
encuentra, pero no de la misma manera, en el alma que tiene
en si el principio del movimiento; y del mismo principio,
128
Estructuras de poder y mecanismos
del alma, aplicándose a un solo y mismo objeto, hará salir
ambos contrarios. Los seres racionalmente potentes están
en un caso contrario al en que se encuentran los que no
tienen más que una potencia irracional; no hay en la noción
de éstos últimos más que un principio único.
Es claro que la potencia del bien lleva consigo la idea de
la potencia activa o pasiva; pero no acompaña siempre a ésta.
El que obra el bien, necesariamente obra; mientras que el
que solamente obra, no obra necesariamente el bien. (p.232)
La condición racional humana significa, en definitiva, que los
seres humanos son capaces de proponerse fines específicos y, luego,
intentar adecuar los medios requeridos para el logro de dichos
fines. Si hubiera unanimidad sobre cuáles son los fines «buenos»
y cuáles son los fines «malos», la noción de «bien común» sería la
meta general de los comportamientos humanos. Al no existir esa
unanimidad, surgen pugnas de poder, asociadas a la búsqueda de
fines alternativos. En consecuencia, se produce una inversión entre
fines y medios. Ya que los fines no son unánimes, se impondrán los
sostenidos por aquellos que cuentan con los medios adecuados.
Esos son los poderosos.
La distinción aristotélica entre potencias racionales e irracionales puede asociarse con el poder de la ciencia básica occidental
moderna, transmutada en ciencia aplicada, y, luego, en tecnología
(Bunge, 1997). La ciencia básica o pura, por ser una potencia racional (personificada en quienes detentan dicho conocimiento), puede
usar la verdad que devela, sea para producir el «bien» (por ejemplo
curar a los enfermos) o el «mal» (administrarles el veneno que los
matará). Es bueno recordar esta ambivalencia de los efectos del poder racional, por oposición a las formas fácticas de poder irracional
(el incendio de un bosque provocado por un rayo, el impacto de un
aerolito, etc.). En consecuencia, en las formas racionales del poder
hay márgenes de libertad y, por consiguiente, se plantea el problema
ético de la legitimidad de los fines.
Conviene distinguir entre la noción filosófica, genérica de
potencia y las diferentes nociones aplicadas de poder, ejercido
sobre entidades naturales o sobre sujetos sociales. Al respecto,
observa Aristóteles (1999):
129
Armando Di Filippo
Necesitamos fijar cuándo un ser es o no es, en potencia, otro ser, porque no hay potencia en todos los casos.
Y así, ¿la tierra es o no el hombre en potencia? Tendrá
más bien este carácter cuando se haya hecho esperma,
y quizá ni aún entonces, será el hombre en potencia. En
igual forma la salud no lo recibe todo de la medicina y del
azar; pero hay seres que tienen esta propiedad (es decir son
saludables), y son los que se llaman sanos en potencia. El
tránsito de la potencia al acto para el pensamiento puede
definirse: la voluntad realizándose sin encontrar ningún
obstáculo exterior; aquí, por el contrario, para el ser que
es objeto de la curación habrá potencia si no hay en el
mismo ningún obstáculo. De igual modo la casa existirá
también en potencia, si no hay nada en ella y si nada hay
en la materia que se oponga a que una casa sea construida.
Si no hay nada que añadir, ni quitar, ni mudar, la materia
será la causa en potencia. Lo mismo sucederá con todos
los seres que tienen fuera de sí mismos el principio de su
producción; y lo mismo con los que, teniendo en si este
principio, existirán por sí mismos, si nada exterior se
opone a ello. La esperma no es aún el hombre en potencia; es preciso que esté en otro ser y que sufra un cambio.
Cuando ya en virtud de la acción de su propio principio,
tenga este carácter; cuando por fin tenga la propiedad de
producir si nada exterior se opone a ello, entonces será el
hombre en potencia; pero, es preciso para esto, la acción
de otro principio. Así, la tierra no es todavía la estatua
en potencia; es preciso que se convierta en bronce para
tener este carácter.7 (pp. 238-239).
De este párrafo notable, vale la pena resaltar la frase: «El
tránsito de la potencia al acto para el pensamiento puede definirse:
la voluntad realizándose sin encontrar ningún obstáculo exterior».
Esta definición de Aristóteles es en sí misma una definición amplia
del ejercicio del poder, ya que el poder puede ser definido –parafra Para los pensadores griegos de la antigüedad había principios materiales
originarios. En algunos autores se citan cuatro elementos: la tierra, el agua,
el fuego y el aire. La tierra era entonces, para estos pensadores, un elemento
originario que, combinado con algún otro y tras sucesivas transformaciones,
puede terminar convirtiéndose en bronce, que es la causa material de la
escultura, o en espermios, que serían la causa mediata del hombre, pero
solo cuando está en otro ser que la dinamiza efectivamente en tal dirección.
7
130
Estructuras de poder y mecanismos
seando a Weber– como la capacidad o probabilidad de imponer la
voluntad en el seno de una relación social, aun contra la oposición
de los demás miembros. Cuando el pensamiento, es decir, el ser pensante impone su voluntad sin encontrar ningún obstáculo exterior,
está ejerciendo su poder. En las relaciones sociales, sin embargo,
es necesario prever el surgimiento de obstáculos que el dominador
debe superar para imponer su voluntad.
Siguiendo aquí a Bunge (1997), podemos analizar con mayor
detalle las formas más complejas del poder, como es el caso del poder
racional: «el poder puede analizarse como una relación binaria: el
agente a ejerce poder sobre el paciente b, o Pab, para abreviar. (Las
propiedades formales de P son obvias: es irreflexivo, asimétrico y
transitivo)8. Si se piensa dos veces el poder resulta ser al menos una
relación cuaternaria porque siempre se ejerce con algún medio c
para obtener algún fin d o Pabcd, para abreviar. Sin embargo para
cualquier par (medio, fin), la relación cuaternaria puede tratarse
como si fuera binaria».
Nótese que aquí Bunge habla del poder que se ejerce, y ese
ejercicio consciente y racional del poder, si adquiere habitualidad, es
lo que puede denominarse dominación. La relación cuaternaria de
dominación a que alude Bunge puede analizarse (me permito sugerir)
también a la luz de las cuatro causas planteadas por Aristóteles. Es
claro que se trata de un uso especial de la noción de cuatro causas:
a. Causa final de la dominación (d): Las cuatro causas de Aristóteles
se tornan plenamente inteligibles si se parte de la causa final, es
decir, del objetivo o motivación de un actor racional dado. El
hecho de partir por la causa final otorga racionalidad moral (o
inmoral, dependiendo de la perspectiva ética), es decir, confiere
sentido pleno a las acciones bajo análisis. En el ámbito de las
relaciones de poder, la causa final alude a la motivación o finalidad perseguida por el dominador para el ejercicio de su poder.
8
En teoría de conjuntos, una relación binaria se llama irreflexiva si los elementos están relacionados consigo mismos; se llama asimétrica, cuando:
si un elemento está relacionado con otro mediante R, entonces ese otro
no está relacionado con el primero; y transitiva cuando: siempre que un
elemento se relaciona con otro, y éste último con un tercero, entonces el
primero se relaciona con el tercero.
131
Armando Di Filippo
b.Causa material(b): En el ámbito de las relaciones sociales de poder,
la entidad sobre la cual recae la dominación es el comportamiento
de un ser humano. Su rasgo esencial es que este comportamiento
debe estar en potencia de ser subordinado (utilizado o transformado con arreglo a las finalidades de la acción racional).
c.Causa eficiente(a): Obsérvese que si la dominación se ejerce entre
seres racionales, la causa eficiente es la aplicación del incentivo
de poder por parte del agente dominante. Esto es análogo con lo
que sucede si se trata de un proceso de producción o apropiación
que vincula a un ser racional con un objeto inanimado, en cuyo
caso hablamos de apropiación o producción.
d.Causa formal(c): Es la relación dominador-dominado. Es la
actualización de la potencia activa del agente dominador sobre
el paciente dominado. Es el comportamiento del dominado,
conformado o determinado de acuerdo con la causa final, respondiendo a la acción del agente dominante. La causa formal
establece una estructura de la acción que puede prolongarse
en el tiempo, en donde la causa eficiente (representada por el
dominador y su comportamiento) actúa sobre la potencialidad
de la causa material (el dominado y su comportamiento posible)
para transformarla y otorgarle una nueva forma acorde con
los fines del agente dominante.
La causa material, entendida como seres humanos aptos potencialmente para asumir el comportamiento subordinado (sea por
temor, docilidad natural, convencimiento o lo que sea), solo puede
ser entendida después de conocer los fines perseguidos por la relación
de dominación. La causa eficiente, es decir, los mecanismos de que se
vale el dominador para ejercer su dominación, solo pueden ser bien
especificados si se conocen la causa final y los rasgos concretos del
paciente subordinado. Finalmente, la causa formal de la dominación,
que es el comportamiento concreto del dominado requerido para
alcanzar la causa final puesta por el dominador, tampoco podría
ser plenamente conocido sin un conocimiento previo de los fines,
de los rasgos del dominado y de los mecanismos utilizados para
lograr su subordinación. Por lo tanto, las cuatro causas se suponen
recíprocamente, pero, en última instancia, adquieren sentido en
función de la determinación de la causa final.
132
Estructuras de poder y mecanismos
Se observó más arriba que, cuando la causa material es un ente
inanimado, en vez de estar en el ámbito de la dominación, estamos más
bien en el ámbito de la producción. Tal es el caso, por ejemplo, de un
escultor que proyecta una obra de arte (causa final) y, con su habilidad
y sus instrumentos actúa (causa eficiente), actúa sobre la materia de
que dispone –por citar un caso, un trozo de mármol (causa material)–,
para dejar plasmada o cristalizada una estructura (causa formal) que
es expresión de lo actuado y de las reglas que guiaron dicha actuación.
En el ámbito de la dominación propiamente dicha, pero ejercida sobre un ser irracional, podemos pensar en un domador o
domesticador de caballos, que con sus conocimientos, instrumentos
y calificaciones actúa (causa eficiente) sobre los animales (causa
material), para lograr una estructura de dominación estable (causa
formal) que se expresa en un jinete que controla habitualmente su
cabalgadura), destinada a lograr transportarse junto con su carga
personal (causa final perseguida).
El ejercicio de la dominación sobre seres animados e irracionales, cuando se institucionaliza de manera habitual, se puede convertir
en un proceso de producción. Por ejemplo, una granja avícola implica una causa final (producir alimentos), una causa material (aves
que son la materia prima básica del proceso), una causa eficiente
que son los procesos productivos ejecutados o controlados por el
agente dominante (propietario o gerente de la granja), y una causa
formal que es el producto (por ejemplo la carne de ave en condición
de ser vendida al consumidor).
Lo específico y complejo de la relación de poder, cuando se
aplica a los seres humanos en las sociedades donde estos actúan,
es que se trata de sustituir los fines personales o espontáneos del
dominado por otros fines subordinados. El mismo procedimiento de
domesticación del potro, aplicado al ser humano, puede traducirse,
guardando las distancias y profundas diferencias, en un proceso de
socialización y educación que lo predisponen a aceptar fines sociales
fijados por quien controla la comunidad.
Obviamente, existe una multitud de procesos y situaciones
donde se manifiestan relaciones estructuradas y habituales de
dominación. Lo que caracteriza a toda relación autoritaria o coercitiva de dominación es que los seres humanos son considerados
133
Armando Di Filippo
como medios para una finalidad que puede ser externa a ellos. A
eso se refería críticamente Kant cuando en sus preceptos morales,
predicaba que los seres humanos deben ser tratados como fines en
sí mismos y no como medios para acciones ulteriores.
La relación de dominación será coercitiva o autoritaria, si los
fines perseguidos por el agente dominante no son compartidos
por el dominado, por lo cual se produce una disociación entre
dominador y dominado, respecto de los fines que persigue cada
uno en la relación de dominación. El comandante de tropas (causa
eficiente) que adoctrina y entrena a sus soldados (causa material
de la relación de poder) para conducirlos a la guerra y quizá a la
muerte, con el objeto de ganar batallas (causa final del proceso
de dominación), está probablemente alienando a su tropa, imponiéndole fines con base en diferentes tipos de incentivos que
enajenan su voluntad. Los soldados, en efecto, pueden obedecer
al comandante y entrar en batalla por múltiples razones: lucro,
amor a la patria, lealtad y respeto a su jefe, o miedo a enfrentar
una corte marcial que los ejecute por cobardía o desobediencia.
Lo característico del proceso de dominación «duro y puro» es
que los fines del dominado no necesariamente coinciden con los
del dominador, pero aquel se ve obligado a adoptarlos como si
fueran sus propios fines.
Cuando las relaciones de dominación están estructuradas, son
el cimiento principal de los sistemas sociales y el fundamento de
la existencia de clases sociales. Podríamos decir con Bunge (1999),
que una clase social es un grupo social
cuyos miembros están relacionados con personas de
otros grupos por alguna relación de dominación. Empezaremos por aclarar que la expresión «dominación de
clase» no debe tomarse literalmente, porque sólo los individuos pueden dominar o ser dominados, directamente
o por poder. En otras palabras, los términos o relata
de una relación de dominación son individuos y, más
precisamente, animales, en particular seres humanos.
Diremos que un animal domina a otro en cierto
respecto si y sólo si el primero hace que el segundo se
comporte regularmente de cierta manera en las misma
circunstancias. Los animales subhumanos sólo pueden
134
Estructuras de poder y mecanismos
dominar por la fuerza o por el sexo. En cambio un ser
humano puede dominar a otro en muchos respectos: por
la fuerza, por persuasión o sugestión, económicamente,
culturalmente, políticamente, etc. En otras palabras,
hay varias clases de dominación humana, y cada una de
estas clases contiene varios miembros. Tan es así que un
individuo puede dominar a otro en un respecto, al mismo
tiempo que es dominado por el segundo en otro respecto.
Por ejemplo, el ministro domina políticamente a sus subordinados, pero estos pueden dominar burocráticamente
al primero. (pp.53-54).
Este entrecruzamiento de acciones de dominación es muy importante, porque genera una interacción que, si alcanza estabilidad,
puede dar lugar a estructuras complejas de poder y de dominación que
están más allá de los fines particulares que se proponen los actores.
El cambio de estructuras
Conviene plantear de entrada un par de distinciones fundamentales. La primera relacionada con el carácter dinámico de la
realidad social, y la segunda vinculada con el papel de los seres
humanos en los procesos sociales.
En primer lugar, las cuatro causas, cuando se aplican a la esfera
de lo social, se refieren a sistemas concretos que son intrínsecamente
dinámicos. Por lo tanto, hay una cierta tensión entre las nociones
de estructura y proceso. En efecto, una estructura alude a la reproducción más o menos estable de un conjunto de instituciones
y organizaciones sociales, dotadas de instrumentos materiales e
intelectuales específicos.
La noción dominante es la de proceso, ya que todo el universo
está en permanente cambio, y las sociedades humanas concretas,
como componentes de ese universo, también lo están. Entonces,
cuando hablamos de estructuras, nos referimos a la reproducción
relativamente estable de un conjunto de instituciones, organizaciones
y relaciones sociales habituales. En suma, una estructura social es en
realidad un proceso social que se reproduce sin mayores cambios.
Por lo tanto, sería erróneo considerar que el proceso es «dinámico» y la estructura es «estática». Si por «estática» entendemos
135
Armando Di Filippo
«inmovilidad», ninguna estructura social es estática porque todos
sus componentes son intrínsecamente dinámicos.
La que puede ser estática es la visión o modelo con el cual
nos representamos la estructura. Pero entonces nos referimos a un
sistema abstracto, teórico, que hemos construido en nuestra mente.
Esta construcción intelectual se justifica, ya que un proceso puede
reproducirse dentro de sus marcos estructurales sin grandes cambios, por largos períodos de tiempo. En ese caso, la estructura que
siempre es dinámica, experimenta un tipo de cambio estable en el
que se reproduce a sí misma. A los científicos sociales nos conviene
conocer, haciendo uso de una visión estática, los patrones que regulan dicho cambio estable.
En una perspectiva de largo plazo como la adoptada en este trabajo, el tema históricamente significativo es el del cambio estructural.
En este caso, el proceso no se reproduce de manera esencialmente
igual. Se rompe la inercia del pasado porque están actuando nuevas
fuerzas o poderes que es necesario develar.
Toda sociedad humana es un sistema social estructuralmente
asimétrico, fundado en posiciones de poder y relaciones de dominación, con base en las cuales el sistema se reproduce. El cambio
estructural de un sistema social humano es un cambio en las estructuras de dominación (de sus reglas y sus instrumentos materiales),
y va acompañado de un cambio en los sistemas de fines y valores
que orientan el comportamiento social de los dominadores.
En consecuencia, el uso de las cuatro causas o de los cuatro
interrogantes que organizan nuestra indagación científica de las
sociedades humanas, debe referirse, primero, a los seres humanos
que las conforman; segundo, a la estructura que se toma como
punto de partida, la que se supone estable (de lo contrario, no
sería un punto de partida); tercero, debe referirse al cambio estructural de ese mismo sistema social, (cambio en las reglas y en
los instrumentos de la vida social) que guarda correspondencia
con un cambio en las relaciones de dominación prevalecientes en
una sociedad; y cuarto, este cambio supone una modificación en
el sistema de fines legítimos impuesto por los dominadores.
136
Estructuras de poder y mecanismos
Un mecanismo fundamental y transhistórico
del cambio social
Pregunta diferente es la de saber cuál es la causa eficiente
de última instancia, que produce un cambio en los sistemas de
dominación y regímenes políticos de las sociedades humanas. No
cualquier cambio en el sistema de dominación es posible, solo
aquel que pueda alcanzar cierta estabilidad estructural. De lo
contrario, el cambio en el sistema de dominación puede conducir
al colapso de las sociedades humanas bajo análisis. El regímen
establecido por las clases dominantes tiene que ser reproducible,
es decir, debe lograr estabilidad estructural. El tránsito desde un
régimen a otro, depende en alto grado de la capacidad técnica,
económica, cultural y política de reproducir el sistema bajo nuevas
pautas estructurales.
Aristóteles, leído sistémicamente, distingue en la polis, entre:
sus componentes (las «partes» de la ciudad, correspondientes a los
actores sociales definibles), su estructura (las asimetrías de poder
económico, productivo y cultural) y sus mecanismos de dominación
que definen el «modus operandi» del régimen político.
La causa de que existan muchos regímenes políticos
es que toda ciudad tiene varias partes. Observamos, en
primer lugar, que todas las ciudades están constituidas
por casas (familias); vemos luego que de esta multitud,
forzosamente unos han de ser ricos, otros pobres y
otros de posición media, y que los ricos tendrán armas
pesadas, mientras que los pobres carecerán de ellas.
Vemos también que del pueblo, una parte es la de los
agricultores, otra la de los comerciantes y una tercera la
de los artesanos. También hay diferencias entre la gente
notable, de acuerdo con su riqueza y la magnitud de su
patrimonio, como, por ejemplo, en la cría de caballos
(no es fácil, por cierto, dedicarse a ella si no se es rico;
por eso antiguamente en aquellas ciudades cuyo poderío dependía de sus caballos existía una oligarquía; se
servían de sus caballos en la guerra contra los pueblos
vecinos…). A esas diferencias de riqueza se añaden
también otras debidas unas al linaje, otras a la virtud
o a algún rasgo semejante que describimos como parte
de la ciudad cuando hablamos sobre la aristocracia.
137
Armando Di Filippo
Determinamos entonces, en efecto, cuántas son las partes necesarias constitutivas de toda ciudad. Esas partes
a veces participan todas en el régimen político, a veces
pocas y otras veces muchas.
Resulta en consecuencia manifiesto que debe haber
varias formas de régimen político, que difieren entre sí
específicamente, pues las partes que los constituyen también difieren entre sí específicamente. Un régimen político
es el sistema de los poderes (magistraturas), que todos se
distribuyen, sea según el poder de quienes participan en el
gobierno, sea según alguna otra igualdad común a todos:
quiero decir, por ejemplo, el poder de los pobres o de los
ricos o alguno común a ambos. Es preciso entonces que
haya regímenes políticos como ordenamientos basados en
las predominancias y en las diferencias entre las partes.
(Aristóteles, 2005, pp. 234-236).
Así, dentro de las sociedades humanas de la Grecia antigua,
Aristóteles deja abierta una cierta combinatoria variable, atendiendo a los rasgos definitorios de los actores sociales (las partes
de la ciudad) y a las estructuras que los vinculan (las posiciones
relativas de poder). El régimen político refleja esas diferencias, que
esencialmente parecen depender en todos los casos del control de
los recursos (clases ricas, clases medias y clases pobres).
Estas variaciones estructurales se verifican en el interior de los
sistemas sociales del mundo antiguo que Aristóteles observa. Su
conocimiento de la historia es profundo, pero se refiere a la civilización donde le tocó vivir: sociedad esclavista donde la ciudadanía se
reservaba a una fracción muy minoritaria de las partes de la ciudad.
Sin embargo, su intuición casi profética le permite esbozar
una hipótesis que, dicha de manera sencilla y en un solo párrafo,
constituye una verdadera filosofía de la historia; una, según la cual,
el cambio técnico en los instrumentos de acción y de producción
es el fundamento del cambio histórico profundo en las relaciones
de dominación:
Así como para las artes que tienen una esfera definida,
si es que han de cumplir acabadamente su tarea, sería
forzoso que existieran los instrumentos apropiados, así
también el administrador doméstico debe disponer de
138
Estructuras de poder y mecanismos
instrumentos adecuados. Algunos de los instrumentos
son inanimados, mientras que otros son animados (por
ejemplo, para el piloto, el timón es inanimado pero el
vigía es animado, pues en las artes el que presta servicios
pertenece a la clase de los instrumentos); así también,
una posesión es un instrumento para la vida y la propiedad es un conjunto de instrumentos, y el esclavo es
una posesión animada, y así cualquiera que preste un
servicio es como un instrumento anterior a los demás
instrumentos. Pues si cada instrumento pudiera cumplir
su tarea propia, al recibir una orden o al anticiparse a
ella, como se cuenta de las estatuas de Dédalo o de los
Trípodes de Hefesto, que según dice el poeta, entraban
por sí solos en la asamblea de los dioses, del mismo
modo las lanzaderas tejerían por sí solas, y los plectros
ejecutarían la cítara, y los arquitectos no tendrían necesidad alguna de servidores ni los amos de esclavos.
(Aristóteles, 2005, pp. 63-64).
Esta reflexión de Aristóteles se refiere a una filosofía de la
historia que expresa una hipótesis de cambio social de larguísimo
plazo (se está cumpliendo más de dos mil años después de haber
sido expuesta). La posibilidad técnica de hacer innecesarias las
formas alienadas y subordinadas del trabajo humano mediante
el uso de las tecnologías de la información (tic), es el rasgo más
profundo y perdurable, capaz de modificar de manera irreversible
las estructuras de dominación.
¿Son las nociones de poder y de dominación
científicamente verificables?
El hecho de que se acepte la unidad esencial del mundo material y la naturaleza sistémica de los objetos del estudio científico,
no significa que deban ignorarse las profundas diferencias entre la
naturaleza de los procesos sociales y la de los procesos más propios
de las ciencias físico-naturales. En el estudio de las ciencias físicas
y naturales, los humanos examinan desde afuera a su objeto de
estudio, en tanto que en las ciencias sociales participan en cierto
sentido (puesto que son seres humanos) del objeto investigado.
Esto determina que el investigador no puede evitar el adjudicar
139
Armando Di Filippo
una causa final o una racionalidad moral específica a los comportamientos de las personas de las sociedades que investiga.
En el caso de las ciencias sociales, no se puede ignorar el
aspecto ético y teleológico del comportamiento humano. Se hace
necesario, por lo tanto, distinguir entre tres nociones con significado diferente (Bunge, 1999), las que varían de acuerdo con el
tipo de sistema social que se estudia: a) las leyes científicas, es
decir, hipótesis o teorías susceptibles de ser verificadas por los
métodos de la ciencia aplicables a todas las situaciones del tipo
estudiado; b) los valores sustentados por las personas en las
situaciones del tipo estudiado; y c) las instituciones formales e
informales, entendidas como normas interiorizadas de comportamiento habitual en la vida social.
Las relaciones de dominación entre seres racionales suponen
el control de las motivaciones que mueven el comportamiento de
los seres dominados. Me refiero a los incentivos de que se vale el
dominador, los que se transmutan en valores perseguidos (de buena
o mala gana) por el dominado; en nuestro ejemplo anterior de la
batalla serían amor a la patria, lealtad o admiración al jefe, obtención de dinero, temor al castigo, etc.
Surge entonces la pregunta respecto de si es posible analizar
de manera científica las relaciones sociales que involucran fines
o valores humanos.
Esto significa una importante diferencia que Bunge (1999)
examina de la siguiente manera:
Volvamos a la cuestión de las leyes (en el sentido de
generalizaciones científicas) sociales. Supongamos, para
facilitar la discusión, que conocemos algunas generalizaciones sociales confiables, y preguntémonos si bastan
(junto con los datos pertinentes concernientes a las circunstancias) para explicar y predecir cualquier posible
hecho social. Nuestra respuesta es negativa, porque la
gente es inventiva y sustenta valores, y los sistemas sociales
satisfacen reglas de diversas clases hechas por el hombre
–entre ellas normas legales y morales-, además de leyes. De
allí que la explicación o el pronóstico de un hecho social
puedan requerir cuatro conjuntos de premisas y no dos:
enunciados de leyes, valuación, reglas y datos empíricos.
140
Estructuras de poder y mecanismos
Así explicar o predecir el hecho observable de que un
individuo o grupo de la clase C se embarca en acciones
de tipo A puede requerir las siguientes premisas:
Ley: En sistemas sociales de la misma clase C, el hecho
(estado o suceso) B sigue al estado o suceso A, siempre o
con cierta frecuencia (constante o mudable conforme a
leyes con el paso del tiempo).
Valuación: Los individuos de sistemas sociales de la
clase C perciben el hecho B como óptimamente valioso
(o sólo satisfactorio).
Regla: Tratar de obtener lo que parece ser óptimamente valioso (o sólo satisfactorio).
Dato: El individuo, o grupo en cuestión, perteneciente
a un sistema social de la clase C, intenta hacer que se
produzca el hecho A. (p. 45).
La argumentación de Bunge sobre el status científico de la explicación de los hechos sociales, da cómoda cabida a las nociones
de poder y de dominación, aunque esta conexión se propone en el
presente trabajo y no compromete su opinión.
Ejemplifiquemos la lógica del párrafo anterior en el ámbito
de las reflexiones económicas. Por ejemplo, intentemos explicar
o predecir el hecho de que los trabajadores carentes de propiedad
(aparte de su propia capacidad laboral) en el capitalismo (grupo de
la clase C) se ofrezcan en el mercado de trabajo (acciones de tipo
A). Para ello hace falta partir de las siguientes premisas:
a.Ley: En (sub)sistemas sociales capitalistas (de la misma clase C),
la obtención de un ingreso salarial personal o familiar (estado
o suceso B) sigue a la obtención de un empleo en el mercado de
trabajo (estado o suceso A). En términos de poder, esto significa
una situación de dependencia por parte de los trabajadores que
requieren de un ingreso para vivir, el que a su vez depende de
la obtención de un empleo remunerado. Pero esta situación de
dependencia exige conocer previamente las necesidades y, de
manera más general, los valores de los trabajadores implicados.
b.Valuación: Los trabajadores carentes de propiedad en subsistemas sociales capitalistas (grupo de la clase C) perciben
la obtención de un ingreso (estado o suceso B) como valioso.
141
Armando Di Filippo
Aquí se expresa la noción de incentivo, es decir, la idea de ingreso operando simultáneamente como «garrote» (si se niega)
o «zanahoria» (si se entrega).
c.Instituciones vigentes o reglas sociales interiorizadas: Las estructuras de poder y las expectativas recíprocas de comportamiento
inducen a los trabajadores a tratar de obtener un ingreso salarial
(evento B) como objetivo valioso o socialmente necesario para
la supervivencia. Esa norma interiorizada de comportamiento
habitual deriva de la posición de poder (o de impotencia) ocupada por los actores en la estructura económica de la sociedad.
d.Dato: Se trata de lograr una percepción verificable por diferentes medios (encuestas, registros estadísticos habituales, etc.), de
que los trabajadores asalariados responden en cierto grado y
medida a la estructura de dominación establecida por el capital.
Como es obvio, en esta interpretación de un proceso social, lo
que genera incertidumbre respecto de la explicación científica es el
campo de los valores y las reglas. Así, en el ejemplo del comandante
y los soldados, citado en la sección anterior, la explicación de la
batalla será diferente según cuáles sean los valores que inducen a los
soldados a luchar por la victoria: defensa de un ideal, patriotismo,
lucro, temor, confianza y lealtad al jefe, etc. Sin embargo, es probable que algunos de ellos no tengan claro el valor que legitima su
decisión a luchar, pero sí tienen clara una norma coercitiva que está
institucionalizada: «todo soldado debe estar dispuesto a arriesgar
su vida en la batalla (o a perderla ante una corte marcial)».
En conclusión, volviendo a las implicaciones epistemológicas, la
validación de una ley científica en ciencias sociales no solo exige la
verificación empírica proveniente del dato, sino también un examen de
los valores y las normas que orientan los comportamientos humanos.
Ética, poder y dominación
En el curso de este trabajo, se explorará una opción ética que
fue abandonada a partir de la época de la Ilustración. Este viraje con
respecto a la ética de los clásicos de la antigüedad es explicado por
Hume con base en la ilegitimidad del tránsito desde el «es» al «debe
ser». En virtud de esta distinción, a partir de la Ilustración no puede
142
Estructuras de poder y mecanismos
considerarse a la ética como una disciplina susceptible de ser examinada
científicamente. En otras palabras, según Hume y otros pensadores
afines, la validez no puede derivarse directamente de la facticidad.
Sin embargo, los valores que pueden analizarse científicamente
son la expresión de lo que las personas son o hacen. Respecto de lo
que las personas son, es necesario estudiar la naturaleza humana. Las
condiciones biológico-ambientales de vida humana nos dicen que para
nuestra especie el aire y el agua puros son buenos porque nos ayudan
a vivir, y así podríamos citar otros ejemplos obvios asociados a nuestra dimensión biológica. Pero también es posible deducir otras reglas
científicamente verificables respecto de las condiciones de nuestra vida
racional. Para un gato devorar un pescado es un manjar, pero para una
ardilla no lo es. El ser de los seres humanos no solo se refiere a sus
rasgos definitorios transhistóricos, sino también a los existenciales, ya
que cada ser humano concreto existe de manera igualmente concreta, y
a partir de esa existencia concreta, define cuáles son los fines o valores
que les permiten existir y, por lo tanto, son buenos para él.
Esto no significa legitimar cualquier forma de existencia, pero
sí entender cuál es el mecanismo a través del cual los seres humanos encuentran buenos ciertos fines y no otros. Significa en suma,
ponerse en el lugar del otro y tratar de entender desde esa posición
cuáles son sus fines y sus motivaciones.
La relación causal va desde los seres humanos concretos y sus
comportamientos hacia los valores, y no al revés. Como hemos visto,
los valores imperantes en una sociedad no se entienden si no existe
alguna claridad sobre los sistemas principales de dominación que
en ella prevalecen. Esto no significa que no existan valores humanos
transhistóricos que se presentan en toda civilización humana. Ellos
resultan de un conocimiento de los rasgos esenciales de todo ser
humano. Es decir, resultan de lo que toda persona es.
En este sentido transhistórico, carente de todo esencialismo
o trascendentalismo, es posible hablar de naturaleza humana o
condición humana. Pero los valores humanos están históricamente
situados y, por lo tanto, no se descubren a partir de una noción
abstracta, sino de la noción concreta de existencia humana, es decir,
de seres humanos concretos que actúan en circunstancias concretas.
Mario Bunge (1997) resume esta noción diciendo:
143
Armando Di Filippo
Los valores son relaciones entre objetos, por una parte,
y sujetos evaluadores por la otra. Más precisamente, los
valores son propiedades disposicionales complejas: no
son cualidades inherentes a las cosas, los acontecimientos
o los actos o entes conceptuales valiosos, sino relaciones
potenciales que se actualizan en las circunstancias que
hacen que ciertas cosas, acontecimientos, actos o entes
conceptuales sean juzgados como valiosos, en algún respecto, por alguna unidad social (persona o grupo).
En efecto, un análisis preliminar de los juicios de valor
más sencillos da como resultado la siguiente forma:
x es valioso en el respecto R para la unidad social U en
las circunstancias C y a la luz del cuerpo de conocimiento
K.(pp. 142-143)
El análisis de los juicios de valor al que alude Bunge en la
cita anterior, respecto de que las explicaciones en ciencias sociales deben incluir mención explícita de valores y normas, puede
explicitarse valiéndonos del mismo ejemplo de la sección anterior
y decir que la obtención de un ingreso familiar es un comportamiento valioso, en economías capitalistas para trabajadores
que dependen de su trabajo para sobrevivir, hecho ampliamente
conocido por la posición habitual ocupada por estos trabajadores
en el sistema económico.
Los valores más extendidos y unánimemente aceptados en una
sociedad dada se suelen vincular a la satisfacción de las necesidades
más elementales de las cuales depende la supervivencia de los más
pobres. Esta noción de lo necesario para sobrevivir se vincula así a
lo valioso, dando lugar a la secuencia hecho-valor.
Como señala Aristóteles, la interdependencia de las necesidades
sociales es el lazo unificador básico de la vida social. Desde este punto de vista, la habitualidad e interdependencia de las interacciones
humanas deriva de las necesidades humanas. Si distinguimos entre
necesidades humanas esenciales y necesidades humanas existenciales, las primeras provienen de la naturaleza o esencia humana
(animal racional y político), que es universal, objetiva y está dada
transhistóricamente; y las segundas (necesidades existenciales) son
particulares, también objetivas, pero históricamente situadas. Las
necesidades existenciales derivan de las necesidades esenciales y
144
Estructuras de poder y mecanismos
les otorgan una existencia históricamente situada en sociedades
concretas y experimentadas por seres humanos concretos.
Vistas desde el ángulo individual del necesitado, esas necesidades
son condiciones para transitar desde la potencia hacia el acto, es decir,
para transitar desde un momento de privación hacia un momento
de satisfacción. Ese tránsito es también un salto desde un momento
de relativa impotencia (carencia de libertad) a un acrecentamiento
relativo de libertad, en un proceso dinámico que se encuadra en las
estructuras que definen el sistema. Son, como observa Bunge, «relaciones potenciales que se actualizan en las circunstancias que hacen
que ciertas cosas, acontecimientos, actos o entes conceptuales sean
juzgados como valiosos, en algún respecto, por alguna unidad social
(persona o grupo)». Por lo tanto, las necesidades que brotan de la
vida social exigen bienes, es decir, instrumentos valiosos.
Poder, dominación y escasez en el ámbito de los mercados
La noción de escasez está en el meollo de las categorías económicas y de los mecanismos de mercado. Sin embargo, la escasez, tal
como esta se presenta en los mercados capitalistas, no es un dato
natural sino una relación entre cantidades demandadas y ofrecidas.
Por lo tanto, la escasez es un resultado no solo del entorno natural,
sino también de las estructuras de poder.
Vistas desde el ángulo individual del agente en posición de
poder que controla los satisfactores, las necesidades humanas
son condiciones para transitar desde una situación de poder no
ejercitado, a otra situación efectiva de dominación. El poseedor,
y por lo tanto proveedor potencial del satisfactor requerido para
lograr el tránsito desde la privación hacia la satisfacción, está en
una posición (situación) de poder. Cuando esa posición de poder
está institucionalizada y se ejerce, por ende, de manera habitual e
interdependiente, puede emerger una estructura de dominación.
El sujeto que, en el marco de instituciones capitalistas de mercado,
actúa como «dominado potencial» depende del «dominador potencial»
porque este controla de manera socialmente estructurada, algún satisfactor cuya privación convierte al dominado potencial en una persona
que carece de la libertad (autonomía personal) de actualizar las potencialidades vitales que le permiten su autorrealización en algún campo
145
Armando Di Filippo
o dimensión de la realidad (sea ésta económica, biológico-ambiental,
cultural o política). Desde este ángulo, los bienes económicos definidos
por su utilidad y su escasez pueden ser instrumento de dominación de
mercado, a través de mecanismos que generen la escasez.
Sin embargo, toda relación estructurada de dominación en el
ámbito de los mercados crea una interdependencia que se manifiesta en grados diferentes. La diferencia radica en la gravedad de las
privaciones que experimentan dominador y dominado si la relación
de dominación se quiebra.
El anterior es un principio general que trasciende el ámbito de
las relaciones capitalistas de mercado. Un esclavo rebelde puede
ser privado de la vida, un soldado desertor puede ser ejecutado,
un trabajador asalariado en huelga puede quedar privado de sus
medios de subsistencia, etc. En cambio, por el lado de los dominadores, cuando se quiebra la relación de dominación, la gravedad e
intensidad de las privaciones suele ser menor.
En las economías capitalistas, el objetivo del proceso productivo
no es la satisfacción de las necesidades humanas, sino la generación
de ganancias, y por lo tanto, la producción depende de la tasa de
ganancia capaz de alcanzarse con una demanda efectiva dada que
debe ser satisfecha. En consecuencia, la escasez relativa, medida
por la coincidencia en el tiempo entre cantidades demandadas y
ofertadas, queda determinada por la magnitud de esa demanda
efectiva y de la tasa media de ganancia perseguida por los oferentes.
Puesto que la administración de satisfactores requeridos para abastecer las necesidades humanas tiene un componente técnico, la esfera de
las técnicas productivas de satisfactores es un componente necesario de
esas relaciones de dominación, y el cambio técnico generalizado en la
esfera de la producción (como claramente lo percibió Marx) determina
diferentes tipos de épocas históricas y sociedades humanas.
Cada época histórica determina, por lo tanto, diferentes situaciones potenciales de dominación. Aristóteles anticipó que el advenimiento de los robots (instrumentos que reemplacen los servidores
y trabajadores humanos, anticipándose incluso a los deseos de sus
amos) tendría efectos poderosos sobre las estructuras de dominación
social. Sin embargo, la escasez de un producto en las sociedades
capitalistas no se mide por la cantidad del mismo que la sociedad
146
Estructuras de poder y mecanismos
puede ofertar ante la cantidad que las personas necesitan, sino ante
la cantidad demandada por aquellos que pueden pagar su precio.
Por eso, aún en la era contemporánea, las hambrunas que producen
mortandad no implican necesariamente una escasez física o material
de los productos, sino solo mecanismos restrictivos de mercado.
7. Aristoteles: justicia y poder
Las nociones de justicia y de poder en Aristóteles
La noción de justicia forma parte de las propuestas éticas y
políticas de Aristóteles, y sus reflexiones teóricas sobre economía se
verifican siempre en un trasfondo ético y político. Todo lo contrario
de la noción de mercado como entidad autónoma autosustentable
que encuentra en su propia lógica, puramente contractual, los
elementos de equilibrio y equidad que sus teóricos «mercadistas»
contemporáneos le adjudican.
Las ideas del estagirita son el nexo estratégico que vincula la teoría
económica del valor y de los precios con la teoría de la justicia. En efecto, toda relación social puede ser examinada a la luz de la teoría de la
justicia y, por supuesto, tal es el caso de toda transacción de mercado.
Para Aristóteles el punto de partida personal o propiamente
humano de su concepto de justicia es el concepto de virtud, pero
una virtud practicada para otros. El ejercicio de la virtud, como
sabemos, es un hábito. Por lo tanto, desde esta perspectiva personal, el ejercicio de la justicia es un hábito de virtud practicado para
otros. De este modo la noción de justicia en Aristóteles, por incluir
la noción de hábito, se funda en la noción de institución (regla
habitual de comportamiento).
Desde un ángulo social, la noción aristotélica de justicia se funda
en la noción de igualdad, pero la justicia distributiva alude a una
igualdad proporcionada al mérito de las partes que participan en
la distribución, en tanto que la justicia reparadora o legal (también
denominada conmutativa) se funda en una igualdad directa respecto
del valor de las cosas que se intercambian.
En el Libro Quinto de su Moral a Nicómaco(1997), dedicado
precisamente a la «Teoría de la Justicia», el primer tipo de igualdad
(asociado a la noción de justicia distributiva) Aristóteles lo explica
acudiendo a la geometría o a la teoría de las proporciones (capítulo
147