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Sincretismos Sociológicos. Nuevos Imaginarios Coordinación Editorial de la Revista Electrónica Año 1 Número 1 enero-junio 2015 © Todos los derechos reservados SOBRE UNA CRÍTICA AL CONCEPTO <INTERIORIDAD> BLANCA LILIA CAMPOS FLORES1 SÍMBOLOS Y SIGNOS: ENSAYO Y OPINIÓN 1 Maestra en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Correo electrónico: [email protected] Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores Resumen En el presente ensayo pretendo plantear la categoría de fetiche de refugio haciendo una breve crítica a la noción de interioridad, basándome en la crítica efectuada por Marx al sistema capitalista, así como su reflejo en las palabras de J. Holloway y W. Benjamin. En específico retomo la tesis del proceso social de fetichización bajo la forma mercancía, a fin de resaltar el modo en que nos reconocemos a/entre nosotres mismes. Sobre una crítica al concepto <interioridad> mi persona está herida mi primera persona del singular. Alejandra Pizarnik. En esta noche, en este mundo. Un aspecto que resalta en la teoría crítica es su oposición al pensamiento identificante, a saber, el modo de teorización acorde a la forma que han adoptado las relaciones sociales en el sistema capitalista atrapando y ocultando la historicidad de las expresiones humanas. La forma mercancía, como la ubicó Marx en El Capital, nos abstrae de nuestra realidad histórica al atomizarnos como meros productores y poseedores de mercancías, a causa de la separación de nosotres con nuestros productos, o como denomina Holloway (2010), la separación de nuestro hacer o capacidad creativa del flujo social del hacer. En otras palabras, nuestra capacidad creativa expresada en el trabajo queda parcializada y subyugada por una cantidad de trabajo socialmente necesario; lo hecho, el trabajo abstracto, el trabajo muerto, queda como protagonista en el escenario capitalista al ser lo 2 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores que más fácilmente podemos percibir, ocultando el proceso de despojo y explotación a lo largo de la creación acelerada de mayores cantidades de valor. El fetiche de la mercancía significa nuestra aparente imposibilidad de transformación social ante la imagen real del “siempre ha sido así, así es, y así será”. El modo en que nombramos las cosas y a nosotres mismes de manera cotidiana mediante categorías diversas puede provocar que seamos cómplices del propio sistema que tratamos de derrocar o repeler. La identificación remite entonces a la priorización de un estado estático de nuestro ser social, lo que nos aleja del devenir de lo que es y puede no ser. Nosotres podemos no ser propietarios de mercancías, podemos no ser asalariados, podemos no ser intelectuales en busca de mecenas, podemos no ser monógamos, podemos no ser y ser más de lo que somos en este instante, mas no logramos ver esta posibilidad inherente a nosotres mismes. Como podemos notar, el verbo <ser> resulta peligroso: su uso es aniquilador. Cuando decimos soy, continuando con algún sustantivo o calificativo, nos estamos aniquilando en tanto seres socio-históricos. Si bien podría decirse que al momento en que nombro “seres socio-históricos” acabo cayendo en lo mismo, tal vez contradiciéndome, cuando pretendo criticar. En consecuencia, cabría señalar que no hay un posicionamiento “objetivo” tal que me aleje de esta realidad identificante, pues pertenezco a la misma contraponiéndome y reproduciéndola. Ninguno de nosotres está a salvo, pero ninguno está totalmente ahogado. Por ende podemos usar conceptos y a la vez abrirlos, a fin de dar cuenta de la historicidad contenida en ellos. De esto se trata la actividad crítica como tal, ya que el fetichismo de la mercancía envuelve un modo particular de cómo percibimos nuestra realidad a causa de la concurrencia de las formas de reproducción capitalista. Al vivir bajo la forma mercancía nos personificamos constantemente como propietarios privados de mercancías intercambiables bajo ciertas condiciones jurídicas y morales. Esto nos ha llevado a considerarnos individuos aislados que celebran encuentros temporales con sus semejantes en varios tipos de relaciones de intercambio; no se trata de meras compras de víveres sino también de libros, obras de 3 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores teatro, conciertos de cuerda, de radiografías, de tesis, así como de amistades y amores, todo ello en tanto que intercambios de tiempo socialmente necesario. Podemos relacionar esta idea con lo que Zizek plantea en Repetir a Lenin (2004) al decir que “cada sistema de poder necesita configuraciones emocionales específicas” (op. cit. p. 52). Por ejemplo, Zizek resalta la frialdad que caracteriza a la alteridad del capitalismo tardío a causa de la carencia de lo orgánico en nuestras relaciones sociales. A pesar de sentir un poco de compasión hacia los otros el sujeto del capitalismo tardío, acota el autor, maneja sus sentimientos acorde a la causalidad lógica del capital, esto es, el seguir siendo productivo, funcional, mediante el mantenimiento de nuestra libertad y autonomía. [L]a <frialdad> fundamental del sujeto del capitalismo tardío se ve suplantada/encubierta por el fantasma de una rica vida emocional privada que sirve de pantalla de fantasía protectora frente a la abrumadora experiencia de lo Real del sufrimiento de otros. (…) El inevitable precio que se paga por esta abstracción es que el propio ámbito de la privacidad queda <reificado>, convertido en un dominio de satisfacciones calculadas (…). (Zizek, 2004: 52) He aquí donde podemos introducir el concepto de interior o interioridad, pues cuando nos referimos a nosotres como instancia particular nos posicionamos en la realidad social de manera privativa, como pretendiendo adoptar la forma de mónadas leibnizianas que a veces dejan abrir sus ventanitas. Igualmente podemos liar la crítica que llevó a cabo W. Benjamin en París, capital del siglo XIX, al resaltar la imperiosa necesidad del sistema capitalista por crear una industria del entretenimiento para que las personas conserven su alienación respecto de sí mismas, así como de sus congéneres. Para solazarse en su jornada de trabajo, para sentirse no sometido al capital e incluso cómodo, el sujeto requiere de un refugio dentro de su lugar de trabajo, “exige del interior que le mantenga en sus ilusiones. Esta necesidad es tanto más urgente cuanto que no piensa extender sus reflexiones mercantiles al campo de las reflexiones sociales. Al configurar su entorno 4 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores privado, reprime a ambas. De ahí surgen las fantasmagorías del interior” (Benjamin, 2005: 43). El interior representa “un universo particular”, “un palco en el teatro del mundo”, “un estuche del individuo particular” (Benjamin, 2005: 44). Aquí el pensador alemán hace analogía con la imagen del estuche para resaltar la figura de la huella que dejan los objetos en su interior. Imaginemos los estuches viejos donde guardar las gafas, con su forro aterciopelado, las cigarreras, los joyeros donde quedan impresas las huellas de sortijas o aretes. Estas impresiones las podemos comparar con las huellas que pretende dejar el sujeto en su interior, donde busca morar e imprimirse para aparcar ¿no desaparecer? en sí a manera de reposo. Estas fantasmagorías del mercado, donde los hombres no aparecen sino bajo aspectos típicos, se corresponden con las del interior, que se encuentran constituidos por la imperiosa propensión del hombre a dejar en las habitaciones que habita la impronta de su existencia individual privada. (Benjamin, 2005: 50) ¿A qué responde esa necesidad de dejar huella, de “resarcirse de la ausencia de huella de la vida privada en la gran ciudad”? (Benjamin, 2005: 56) Cuando Benjamin habla de la necesidad de lo interior parece que relaciona esta característica con la clase burguesa, con quienes son los beneficiados del capital, con los expropiadores que parecen no querer cambiar nada; empero, también habla de otras figuras que tratan de romper la identificación de su persona con el valor de las mercancías. Menciona la figura del coleccionista como “el verdadero habitante del interior” (Benjamin, 2005: 44), alguien que se dedica a reunir una cantidad considerable de objetos a fin de completar series, despojándoles de su valor de cambio, así como de su valor de uso. En el caso de la colección, los objetos dejarán de ser intercambiados pero se mantendrán como objetos aislados del flujo del hacer (Holloway, 2010), serán objetos para adornar vitrinas, para saciar la satisfacción de un sólo individuo. 5 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores Otra figura que Benjamin menciona es la del bohemio, del flâneur o caminante, aquel que ha adoptado la perspectiva del extraño, de quien no halla sitio donde ser en la sociedad capitalista francesa del siglo XIX. Se manifiesta como alguien que no trabaja, quien no tiene un hogar fijo, lo cual implicaba un intento de alejamiento de su sociedad, más no totalmente, puesto que requería de la misma sociedad que le era ajena para sentirse un individuo, un sí mismo. El flâneur buscaba hallarse a sí mismo mediante “la fantasmagoría del espacio” (Benjamin, 2005: 47), buscaba un hogar en la multitud y los grandes almacenes, lugares donde perderse y encontrarse. Estos intentos de aislamiento respecto de la sociedad capitalista nos señalan una actitud ambigua, ya que si bien manifiesta cierto repudio también continúan participando en la lógica del capital, ya sea manteniendo la fractura entre el valor de uso y el valor de cambio, entre el hacer y lo hecho, como también creando fantasmagorías como las de un espacio supuestamente impermeable a los efectos de la enajenación. Sin embargo, este repudio manifestado en la creencia en un espacio interior donde asegurar una identidad personal nos puede obstaculizar aún más el tratar de vislumbrar una ruptura como tal en el orden del capital, debido a que continuamos enajenando y cosificándonos a/entre nosotres. En Cambiar al mundo sin tomar el poder, Holloway (2010) habla de la prevalencia de nuestra condición ambigua respecto al capital cuando nos describe como neuróticos, como seres en devenir: el hecho de que queremos estar y no estar en este sistema de despojo y camaradería, de chupasangres y amorosos, de apáticos y compasivos. Asimismo el autor aclara que aunque podemos hablar de una interiorización del encierro provocado por el fetiche de la mercancía (como lo expusieron Hardt y Negri en su obra El Imperio al hablar del biopoder), esta interiorización no resulta fulminante. El sistema de propiedad es como un laberinto sin salida: todos los caminos conducen a la re-captura. Con el tiempo, las paredes del laberinto penetran en la persona atrapada. Las limitaciones externas se convierten en definiciones internas, en auto-definiciones, en identificación, en la asunción de roles, en la adopción de categorías que toman la 6 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores existencia de las paredes de forma tan segura que vuelven invisibles. Pero nunca de manera completa. (Holloway, 2010: 269) ¿Habría entonces que dejar de hablar en soliloquios, de pensar que estamos incluso dementes por hablar con un yo mismo? Me parece que ello terminaría por bloquearnos más cuando de lo que se trata de hacer es abrirnos. Si acaso usamos esta categoría de <lo interior>, si manejamos auto-definiciones y nos entendemos/movemos a partir de ellas, tenemos que abrirlas para dar cuenta de lo que nos estamos ocultando. Esto implica que la actividad crítica conlleva un movimiento propio contra nosotres mismes en tanto que identificadores y hacedores negados, y en contra de la negación de la socialidad que puede ostentar cada categoría o definición. Apelamos entonces a un movimiento de negación de lo que está siendo negado o paralizado en nosotres. Para terminar podríamos decir que la interioridad del sujeto, que ha sido y continúa siendo fragmentado por la lógica del capital, representa un fetiche de refugio respecto del orden de dominación. Se trata de un fetiche puesto que coadyuva al aislamiento y la atomización del propio sujeto en relación a su ser social e histórico. El creer en una interioridad como refugio impermeable puede provocar mayor entrega a las formas del capital, como por ejemplo, al momento de defenderla legalmente. De igual forma podemos señalar un chispazo de esperanza en este anhelo de refugio o aislamiento, un gritar mudo, un gesto de negación contra el capital. Por lo tanto es preciso llevar a cabo una crítica a esta consideración que quizá mantenemos hoy día sobre un supuesto salvavidas o salvaidentidades interno. Quizás valdría la pena discutirnos más a fondo, pensar que podemos ser más que un individuo autónomo, imaginarnos como nébulas, imaginar que podemos conformar una constelación que ilumine el firmamento del flujo social de nuestra historia, que podemos intensificar nuestra condición anti-identitaria quizás aún desconocida para nosotres. 7 Sobre una crítica al concepto de <interioridad> Blanca Lilia Campos Flores Bibliografía Benjamin, W., (2005) “París, capital del siglo XIX” en Tiedemann, R. (ed.), Libro de los pasajes. Madrid, Akal. Holloway, J., (2010) Cambiar el mundo sin tomar el poder. México, Sísifo Ediciones/ Bajo Tierra Ediciones/ Instituto de Ciencias y humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP. Zizek, S., (2004) Repetir Lenin. Trece tentativas sobre Lenin. Madrid, Ediciones Akal. 8