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Revista Real Academia Galega de Ciencias. Vol. XXX. Págs. 15-36 (2011)
Contemplar la vejez en España desde los imaginarios sociales1
Juan R. Coca y Jesús A. Valero Matas
Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid. Campus de
la Yutera. 34004. Palencia.
Correspondencia: [email protected], [email protected]
Resumen
La intención de este artículo es la de analizar los imaginarios sociales de la
vejez en España. Para ello utilizamos la metodología desarrollada por Juan
Luis Pintos. Analizando monográficos tecnocientíficos en revistas de alta divulgación hemos podido establecer un diccionario básico de términos. A partir de ahí hemos detectado cuatro imaginarios sociales (IS) básicos relevantes: Doctrinal, Patología, Natural/Determinista, Temporal. Además, hemos
comprobado que en el discurso sobre la vejez se mantiene en la sombra las
cuestiones sobre la infinitud y sobre la cyborgización humana.
Palabras clave: Imaginarios sociales, vejez, tecnología, relevancia/opacidad,
cyborg.
Abstract
The aim of this article is to analyze the socials imageries of the old age in
Spanish context. We use the methodology developed by Juan Luis Pintos.
Analyzing technoscientific monographics in several journals we have been
able to establish a basic dictionary of related terms. From here on we identified four basic relevant social imageries (IS): Doctrine, Pathology, Natural/
1
El presente trabajo es fruto de una investigación sobre los Imaginarios Sociales (bio)tecnológicos en
la que se encuentran sumidos los autores. Por esta razón, algunos aspectos del texto han sido tratados
también en el artículo Coca, J. R. y Valero Matas, J. A. (2010): “(Bio)technological imageries about
human self-construction on Spain context: A preliminary study”, Studies in Sociology of Science, Vol.
1, nº 1. Accesible en: http://cscanada.net/index.php/sss/article/view/1297 [ISSN: 1923-0176].
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Deterministic and Temporal. In addition, we found that in the old age discourse remains in the shadow infinite and human cyborgization issues.
Key words: Social imageries, Old age, technology, relevance/opacity,
cyborg.
Introducción
A lo largo de nuestra historia, la técnica ha sido estudiada pensando que ésta
se limitaba a transformar la realidad. Con el paso de los años, y sobre todo en
la actualidad, la técnica ha adquirido una importancia mucho mayor de la que
se le suponía y se ha comprobado que mantiene una vinculación (bidireccional) muy estrecha con cuestiones éticas, políticas, sociales, epistemológicas,
religiosas, etc. Por ello, nuestra realidad social está configurada gracias al
desarrollo de la actividad tecnocientífica, al tiempo que la propia tecnociencia
está condicionada por la sociedad en la que la primera se desarrolla. Este condicionamiento bidireccional es debido al hecho de que –como decía García
Bacca– el ser humano respira técnica de la mañana a la noche. De ahí que el
desarrollo de las civilizaciones humanas va parejo a un desarrollo técnico. En
este sentido, los comienzos de las reflexiones profundas sobre la tecnología,
realizadas por Ortega (1982), Heidegger (1994) o Ellul (1960), ponen su acento en la vinculación antropológica con la técnica. El propio Ortega y Gasset
consideraba que el ser humano es un Homo faber.
Con la Revolución Industrial, y gracias al capitalismo, se produce un gran
empuje en el desarrollo tecnológico entrando la civilización «occidental» en
un nuevo paradigma. Posteriormente, y ya en el siglo XX, se empieza a ver a
la tecnología profundamente vinculada con el desarrollo científico comenzándose a hablar, a mediados de los 70, de tecnociencia. Los progresos tecnológicos del siglo XX han generado una mutación social a un nivel extraordinario.
Las nuevas fuentes de energía, la síntesis de nuevos materiales con propiedades insospechadas, la tecnología láser o la biotecnología han invadido todos
los ámbitos de la vida humana provocando que el gran sistema social se encuentre articulado, como nunca, en torno a la actividad tecnológica. A su vez,
la actividad tecnológica nunca había tenido una repercusión tan notoria en la
estructura de ese gran sistema (Quintanilla, 2005).
Por lo tanto, es innegable que el sistema social se dirige imparable hacia
un nuevo paradigma (bio)tecnológico en el que la autotransformación humana
toma una importancia inusitada. Esta afirmación puede comprobarse haciendo un análisis de los factores que han originado las transformaciones demográficas actuales. Tanto es así, que los continuos avances biomédicos han permitido incrementar sustancialmente nuestro conocimiento y nuestra agencia
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social sobre aquellos aspectos biológicos que enferman y envejecen nuestro
organismo: virus, bacterias, parásitos, radicales libres, procesos de oxidación, etc. En este sentido, los nuevos avances (bio)tecnológicos han abierto las
puertas a una nueva medicina cuya finalidad parece ser la de mantener nuestro organismo lo más joven posible y durante la mayor cantidad de tiempo.
Pues bien, esta nueva época dominada por las posibilidades de transformación propia, genera una serie de imágenes, metáforas o imaginarios sociales que nos permiten vislumbrar los derroteros que puede ir tomando el futuro
próximo de los sistemas sociales más (bio)tecnologizados a nivel demográfico.
La intención de este trabajo, por tanto, es la de ir dando los primeros pasos hacia el análisis de estos imaginarios sociales que conformarán el modo
en que vamos configurando nuestra propia realidad. Partiendo de ahí podremos conocer como la (bio)tecnociencia está modificando la manera en que
concebimos los últimos años de nuestra vida: la vejez.
Metáforas de un nuevo mundo
Para poder hacer este ejercicio de «futurología», vamos a retomar tres metáforas que Manuel Garrido (2007) ha desarrollado recientemente y que las ha
denominado del siguiente modo: el hombre de Turing, el paradigma de red y
el paradigma de Dédalo. Antes de continuar es conveniente aclarar que estas
tres metáforas son tres grandes contextos imaginarios, dentro de los cuales
podríamos encontrar –si hiciésemos un profundo análisis metodológico que,
en esta ocasión, no hemos realizado– una multitud de pequeños imaginarios.
Pero volvamos a las metáforas del profesor Garrido.
La primera metáfora está inserta en el mundo de la computación y de la
comunicación; es decir, de la informática. Este gran imaginario toma cuerpo,
en gran medida, gracias a Alan Turing (1912-1954) quien en 1936 publica un
importante artículo titulado “Sobre los números calculables”. En este trabajo
se llegó a teorizar sobre una posible máquina de calcular. Para muchos, este es
el comienzo de lo que posteriormente se denominaría como Inteligencia Artificial. Este imaginario de una máquina con capacidad de pensar ha permeado
a la literatura, el cine, la televisión, etc. y puede adscribirse a una visión moderna del ser humano. “Esta imagen fue diseñada en sus varias dimensiones y
aspectos, no siempre coherentes entre sí, durante los siglos XVI y XVII por los
hombres que lideraron la Gran Revolución Científica. En términos generales
puede decirse que esta imagen nos presenta al sujeto humano, a diferencia del
pensamiento clásico tradicional, como entidad radicalmente distinta e incluso
separada de los demás objetos del universo.” (Garrido, 2007).Este imaginario,
con las variantes que pueda tener, representa al ser humano como máquinas
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pensantes o entes computacionales hipertrofiando nuestra condición de seres
técnicos. En este sentido, tal y como muestra Garrido, Karl Popper en su El
yo y su cerebro muestra una clara metáfora computacional como imagen de la
relación entre la mente y el cuerpo.
La segunda metáfora, el paradigma de red, es muestra clara de la revolución informática actual. Este segundo gran imaginario se nutre del primero,
tanto que plantea claras similitudes con el anterior. De hecho, a lo largo de las
“primeras tres o cuatro décadas de su existencia estos aparatos fueron concebidos y construidos como máquinas que simulaban la conducta del introvertido sujeto solipsista de la filosofía cartesiana. Eran herramientas capacitadas
para realizar cálculos prodigiosos, pero ineptas para comunicarse entre sí.
Sólo más tarde, durante la década de los sesenta, unos cuantos investigadores
visionarios comenzaron a atacar el problema de lograr que aquellas potentísimas calculadoras mecánicas se dejaran interconectar para tornarse en utensilios capaces de mantener un flujo de mutua información” (Garrido, 2007).
No obstante, pese a que ahora esta red permita unos niveles de comunicación hasta aquel momento insospechado, son muchos los que todavía advierten que lleva inserto ese sujeto solipsista al tiempo que lo «encarcela». No
obstante, también son muy numerosos, tantos o más que los primeros, los que
defienden encarnizadamente a Internet como una de las mejores herramientas
de comunicación, información e, incluso, de emancipación. “Esta situación
obliga a reinterpretar la relevancia dada a la comunicación en la sociedad
contemporánea que no es sólo, ni principalmente, una consecuencia de la creciente importancia de los medios masivos de comunicación en la sociedad del
siglo XX. Es también, y de manera fundamental, consecuencia de una matriz
simbólica que entrelaza comunicación, tecnología y futuro, y que tienen un
origen conceptual en la cibernética y en la reorganización política de la mentalidad mercantil y gerencial” (Cabrera, 2006).
La tercera metáfora ha sido denominada como el paradigma de Dédalo.
Dicho imaginario surge gracias al gran impacto de las ciencias biológicas.
Este nuevo gran imaginario, según Manuel Garrido, lleva implícito la mejora
y la modificación del ser humano. A raíz de eso, las cuestiones eugenésicas
y los problemas bioéticos han adquirido una importancia inusitada hasta este
momento. Pero no sólo eso, este nuevo imaginario entra en conflicto con aspectos ontológicos propios del pensamiento anterior, lo que ha hecho que el
debate surgido no sea comparable con el de las metáforas previas. De hecho,
Gilbert Hottois afirma que la revolución biotecnológica, al igual que la informática (y, para nosotros, también el paradigma de red), producen máquinas y
un entorno artificial nuevo. En este nuevo entorno, el sistema natural, al igual
que el sistema personal, es maquinizado por el genio genético, dice Hottois,
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y el medio artificial se vuelve inmaterial (redes informáticas, ciberespacio,
realidad virtual, etc.) (Hottois, 2003).
Imaginarios, biotecnología e influencia social
La teoría de los imaginarios sociales se ha venido desarrollando en los últimos
años por pensadores de la talla de Cornelius Castoriadis, Michel Maffesoli,
Josetxo Beriaín, Ángel E. Carretero, Juan Luís Pintos, Emmanuel Lizcano,
Esther Díaz, Celso Sánchez Capdequí, Manuel Baeza, etc. Todos estos pensadores, y muchos otros, han ido exponiendo los diversos aspectos definitorios
del concepto de imaginario social. No obstante, consideramos que la mayoría
de los aspectos estudiados adolecen de un planteamiento metodológico claro
que permitan un análisis pormenorizado de los imaginarios. Teniendo esto
presente, el profesor Juan Luís Pintos ha venido desarrollando una de las definiciones de este concepto más metodológicas y con mayores posibilidades
de utilización en el ámbito tecnocientífico debido a una mayor concreción.
Por ello, de ahora en adelante la definición que ha propuesto Juan Luís Pintos
será la que utilicemos y la aplicación de la misma será objeto de posteriores
estudios.
Para Pintos los imaginarios sociales (IS) están siendo esquemas socialmente construidos, que nos permiten percibir, explicar e intervenir, en lo
que en cada sistema diferenciado, se tenga por realidad. Estos imaginarios
operan como un metacódigo en los sistemas socialmente diferenciados, en
el interior de un “medio” específico (dinero, creencia, poder, etc.) propio de
cada sistema, a través del código relevancia/opacidad y generan formas y
modos que fungen como realidades. Por otro lado, tienen diversas funciones
que son: producir una imagen de estabilidad en las relaciones sociales cambiantes, generar percepciones de continuidad en experiencias discontinuas,
proporcionar explicaciones globales de fenómenos fragmentarios y permitir intervenir en los procesos construidos desde perspectivas diferenciadas.
Además, se puede decir que se construyen y reconstruyen en tres ámbitos
diferenciados: en el del sistema específico diferenciado (política, derecho,
religión, ciencia, etc.), en el de las organizaciones que concretan la institucionalización del sistema (gobiernos, bancos, iglesias, academias, etc.) y en
el de las interacciones que se producen entre los individuos en el entorno del
sistema. Entonces, los IS muestran varios tipos de procedimientos: crítica de
las “evidencias”, construcción de “observables”, mecanismos activados al
nivel de las observaciones de primer orden o de segundo y mediante la aplicación del código relevancia/opacidad.
El profesor Pintos afirma que los IS tienen referencias espacio-temporales, semánticas, referencias a las perspectivas de construcción de realidades
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y opacidades. No es el momento de describir pormenorizadamente esta explicación, para ello remitimos al lector a algunos de sus numerosos trabajos
(Pintos, 1995a, 1995b, 2001a, 2001b, 2003, 2004, 2005, 2006a, 2006b). No
obstante, consideramos que es fundamental para este trabajo exponer en qué
consiste este concepto para poder circunscribir el tema al que haremos referencia.
Estos imaginarios tienen una importancia muy elevada en lo que se refiere a la biotecnología. De hecho, y como es obvio, los IS vinculados con lo
biotecnológico nos permiten entender la estrecha relación que se ha establecido entre la biotecnología y la sociedad. En este sentido, podemos decir, con
Emilio Muñoz (2001) y de manera muy general, que los imaginarios sociales
de lo biotecnológico mantienen unas relaciones sociedad-biotecnología que
pueden ser, a nivel general: satisfactoria, ambivalente o conflictiva. Estos tres
grandes ámbitos nos permiten construir un marco contextual que nos dejará
movernos por lo (bio)tecnológico.
Distinguimos, entonces, entre (bio)tecnológico y biotecnológico teniendo
en cuenta que el primer concepto engloba al segundo. La biotecnología es
“un conjunto de técnicas que permiten la aplicación de las propiedades de los
seres vivos para producir bienes y servicios” (Muñoz, 2001). Es decir, es una
tecnología con una marcada finalidad productiva y económica. En cambio, la
(bio)tecnología hace mención a las tecnologías vinculadas con lo vivo a nivel
global y, por tanto, con aquellas tecnologías que se relacionan con el ser humano y con su transformación. Por ello, la (bio)tecnología no está circunscrita
a la consecución de bienes y servicios, la propia transformación de nuestro
cuerpo puede ser incluida en este concepto. En ese sentido, podemos poner el
ejemplo de la ingeniería genética. Esta tecnología no suele estar considerada
como una biotecnología, aunque es obvia su profunda transformación, tecnológica, de la vida. Por todo ello es obvio que lo (bio)tecnológico mantendrá
una profunda vinculación con el envejecimiento.
Autoconstrucción humana
Los avances (bio)tecnológicos, han ocasionado que numerosas personas se
pregunten qué será del ser humano tras los cambios que se están produciendo y si lograremos curar todas nuestras dolencias y patologías. De hecho, la
profesora Miguela Domingo (1999-2000) se cuestiona: “¿es posible una superación al hombre –ser humano– con los avances genéticos y tecnológicos?”.
Tom Kirkwood, partiendo de la idea de que la muerte nos asusta, muestra en
El fin del envejecimiento, que actualmente hay dos maneras de enfrentarse
tecnocientíficamente al envejecimiento: el rechazo al envejecimiento o la ampliación de la vida. Para Kirkwood el objetivo más realista es el de la amplia-
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ción de la duración de la vida de las personas. No obstante, éste es un tema
que genera gran discusión e, incluso, cierta alarma entre los miembros de una
especie que ha traído consigo dos problemas colaterales: la superpoblación y
la contaminación ambiental (Kirkwood, 2000).
Andrés Moya (2007) afirma que la autointervención es uno de los conocimientos con mayor futuro en el ámbito (bio)tecnológico. En este sentido Moya
nos dice que actualmente manipulamos genes y en un futuro manipularemos
genomas, células, embriones, órganos. Estamos accediendo a la comprensión
de las bases del comportamiento humano, pero acabaremos teniendo un mapa
detallado del proceso del funcionamiento cerebral en la generación de sentimientos y en las categorías superiores del pensamiento, incluido el proceso
de toma de decisiones. Desarrollamos fármacos, todavía bastante genéricos,
pero desarrollaremos nanomáquinas o células mínimas capaces de dirigirse
“al problema” para su eventual resolución molecular (Moya, 2007). Todo esto
hace que nuestra creencia sobre las posibilidades en la (bio)tecnociencia implique un incremento en la confianza puesta en esta actividad. Este pensador
hace una analogía entre los humanos del futuro y los cyborgs de la película
Blade Runner y se pregunta si esos cyborgs serán los superhombres del futuro. Es posible que todavía sea pronto para que podamos calibrar la influencia
que la tecnología moderna presenta en los procesos de construcción de la
identidad personal y colectiva (Broncano, 2006). Pese a estas dudas de Broncano, Moya, conjugando las tres metáforas antedichas, nos dice que cree “que
la conjunción de todas estas disciplinas (se refiere a la robótica, la computación y los nuevos materiales) y las tecnologías derivadas es algo actual, donde
el cyborg representa un “modelo futuro retroactivo” sobre el que deberíamos
reflexionar, entre otras cosas, porque puede constituir, como nunca imaginó
Nietzsche, la imagen del “superhombre”” (Moya, 2007).
El IS del superhombre (bio)tecnológico se ha convertido en una de las
directrices fundamentales de los avances tecnocientíficos de la actualidad.
De hecho, son numerosos los estudios factuales sobre el envejecimiento y
sobre la minimización de sus efectos, las investigaciones sobre nuevas tecnologías que permitan subsanar determinadas discapacidades físicas (implantes
cocleares, marcapasos, ortopedias, etc.), los avances en la investigación con
células madre que permiten una “reconstrucción” de cualquier tipo de daño o
patología, etc.A esto, es preciso sumar los esfuerzos tecnocientíficos para la
mejora de procedimientos y obtención de materiales en cirugía estética. Este
hecho, aunque no lo vamos a desarrollar, se vincula con los IS provenientes
de la perspectiva de la salud y del envejecimiento. Con independencia de esto
último, podemos afirmar que, dada la interpenetración entre el sistema tecnocientífico y el social, el gran consumo de cirugía plástica en determinadas
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regiones del globo, sobre todo en las más tecnologizadas, genera presión en la
dirección de la tecnociencia con el fin de implementar estas tecnologías.
Estos hechos, hacen que ahora sea muy corriente encontrar personas con
silicona en los pechos, con extensiones en el pelo, con audífonos, con DIUs,
con uñas artificiales, con implantes arteriales, etc. Por todo esto, podemos
afirmar que el ser humano camina, indefectiblemente, hacia su propio futuro
como cyborg. En este futuro, tiene gran importancia el aspecto corporal y las
vinculaciones interpersonales mediadas por él: la sexualidad. De hecho, dentro de la temática cyborg, la cuestión del sexo y el género es una de las que ha
sido más estudiada (Figueroa y Seteven, 2002; Haraway, 1991; García Manso,
2006; García Selgas, 1999; Sánchez Palencia et al. 2001)
Con independencia del ámbito sexual, que no nos preocupa en estos instantes, el cyborg traerá consigo, aunque ya está sucediendo levemente, una diferenciación fundamental en nuestro conocimiento formal entre las máquinas
y los organismos, entre lo técnico y lo orgánico (Haraway, 1991). Tal diferenciación podría implicar, como afirma Broncano (2006), que los cyborgs serían
la clave que permitiría disolver las dicotomías entre lo natural y lo artificial,
entre la cultura y la técnica, entre la técnica y la praxis, entre la representación
y la acción (Broncano, 2006).
A medida que vaya pasando el tiempo, nuestras vivencias diarias estarán más mediatizadas por lo (bio)tecnológico. La “tradicional” policontextura bio-psico-socio-axiológica humana está en proceso de modificación a una
policontextura bio-tecno-psico-socio-axiológica. Es decir, lo (bio)tecnológico
modificará, de hecho ya lo hace, la evolución de lo vivo, nuestros alimentos,
nuestras relaciones afectivas, volitivas y sociales, etc. Por ello, “[e]l cyborg
sería la figura nuclear de nuestro espacio-tiempo, aquella en la que se entrelazan y hacen más visibles las normas principales de interpretación, valoración
y localización […] al menos en los referente al agente social. En este sentido,
el cyborg sería la figura que anuda los principales argumentos o temas de
nuestras narrativas de identidad y permite materializar, encarnar o ver los
acontecimientos, las tensiones y las condiciones que hoy perfilan a los posibles agentes sociales” (García Selgas, 1999).
Todo ello plantea una gran cantidad de retos tanto a nivel personal como
social, en los que confluyen, la contextura psíquica, la biológica, la tecnológica, la social y la ética. Todas ellas generan una nueva policontextura que
tiene que estar presente en los análisis de las influencias de los nuevos avances
(bio)tecnológicos. En el desarrollo de esta policontextura cobran gran importancia los IS al ser mediadores (perciben, explican e intervienen) de lo
que se considere como realidad. Por esta última razón, pese a lo que algunos
tecnocientíficos afirman, el conocimiento de la estructura interna de los objetos (bio)tecnológicos no es tan importante. La existencia del ser humano
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contemporáneo está llena de actividades en las que sólo se necesita utilizar el
objeto sin comprender para su estructura interna (Queraltó, 2003). En cambio,
es fundamental para el análisis del sistema social tener conocimiento de los
imaginarios sociales, por la capacidad constructiva y explicativa de estos.
En un sentido similar habla Rodríguez Ladreda al decir que “la civilización
tecnológica ha conformado una sociedad eufemística, del bienestar, del eterno
verano y la eterna juventud, empeñada en volver trascendente lo intrascendente. Contradicciones de una sociedad absolutamente efímera que se adorna
con valores de eternidades tan frágiles como los aromas de un frasco de esencias y que, sin embargo, no puede soportar la absoluta contingencia de la vida,
el amor y la muerte” (Rodríguez Ladreda, 2008).
Puede parecer paradójico que la Clasificación Internacional de Enfermedades contemple la vejez como patología. No obstante, la consideración
social del envejecimiento como enfermedad puede evitar graves y negativas
consecuencias. John Grimley Evans, profesor de Gerontología clínica de la
Universidad de Oxford, a la hora de hablar de la posible correlación entre
envejecimiento y enfermedad, expone que el concepto de “enfermedad” engloba fenómenos que constituyen la obligada preocupación del médico y da
derecho al paciente a recibir consuelo y comprensión social. Este gerontólogo,
al no establecer una vinculación envejecimiento-enfermedad, ha dicho (según
Kirkwood) que al ser el envejecimiento el destino universal, ineludible e irremediable de la humanidad, no le da derecho a quien lo sufre a ningún tipo de
compasión o a recibir atención médica (Kirkwood, 2000).
El hecho de que algo tan natural a la vida como es el envejecimiento, sea
rechazado al considerarlo una enfermedad o bien que los viejos sean rechazados como preludio humano de la muerte, es lo que ocasionan las consideraciones sociales antedichas. Pero como Juan Luis Pintos (2007) ha mostrado en
otra ocasión esta concepción social imaginaria, no es el único IS que se está
desarrollando en nuestros días.
Envejecimiento y mortalidad
La población de las regiones con mayor desarrollado tecnocientífico tiene una
edad superior a los países con menor desarrollo. Ello es debido, entre otros
factores, a la alimentación, al incremento de la calidad de vida, a la atención
sanitaria y a un importante avance en el conocimiento (bio)tecnocientífico.
En el informe nº 89, Indicadores estadísticos básicos 2008, comprobamos
este envejecimiento en el hecho de que la mayor franja poblacional española,
en 2008, se encuentra situada en el intervalo de edad 25-50 (Fig. 1). El pico
poblacional supera levemente los 30 años y todo parece indicar que éste se irá
desplazando hacia arriba.
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Figura 1. Distribución de la población española según sexo y edad en la que se muestra el
envejecimiento que presentaba, en el año 2008, con un destacable número de personas en el
rango de los 70-80 años de edad. Fuente: Equipo Portal Mayores (2009a).
Asimismo, en el año 2001 el número de personas mayores de 65 años era
de un 17% de la población española total, mientras que las personas con una
edad comprendida entre los 65 y los 79 años, asciende al 13,2% de la población española.
Tabla 1. Evolución de la población mayor de 65 años. Periodo 1900-2060.
Fuente: Equipo Portal Mayores (2009a).
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Pero en la Tabla 1, así como en la Figura 2, el equipo portal mayores (que
son los que llevaron a cabo el informe al que estamos haciendo mención) ha
realizado una previsión sobre cómo podría ir evolucionando la población en
nuestro Estado. Según sus datos, en el año 2020 el pico poblacional mayoritario estará comprendido alrededor de los 45 años; 15 años por encima de los
datos del 2008. Además, tal como se observa en la Figura 2, se espera que
los sujetos con edad superior a 65 años supongan un porcentaje del 19,2% del
total. (Equipo Portal Mayores 2009b)
Figura 2. Posible escenario poblacional en el periodo 2020-2050 en España. Destaca el envejecimiento al aumentar, en edad, el grupo poblacional más amplio estando, previsiblemente, en el rango de los 40 años aproximadamente. Resulta sobresaliente el número de personas
mayores de 80 años. Fuente: Equipo Portal Mayores (2009b).
Este prolongamiento en la edad de defunción, va unido a una tasa de mortalidad relativamente pequeña tanto en Europa como en España. De hecho, y
como puede verse en la Tabla 2, ninguno de los Estados de la Unión supera
la tasa del 15%, estando la media de la Zona Euro 13 en una tasa del 9,4 y
la UE 27 en el 9,8 en el año 2005. Si nos circunscribimos al ámbito español
(Tabla 3), podemos ver en la tabla de mortalidad del territorio nacional que la
tasa total no llega al 9, siendo las comunidades con mayor tasa de defunciones
Aragon (10,17), Castilla y León (10,77) y Galicia (10,84). En el caso gallego
hay que destacar que desde 1996 nunca se ha bajado de una tasa del 10,5 lo
que nos da idea de la situación de envejecimiento de nuestra población.
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Tabla 2. Tasa bruta de mortalidad en la Unión Europea, por países y periodo.
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Tabla 3. Tasa bruta de mortalidad, por 1000 habitantes, en España. Por periodo y Comunidad
Autónoma.
Este conjunto de datos nos muestran la importancia que tienen y seguirán
teniendo los estudios y análisis sobre la vejez, aunque no sólo eso. El hecho
de que la tecnociencia sea uno de los grandes factores condicionantes de este
incremento poblacional hace que nos preguntemos sobre las concepciones
internas que se transmiten en el sistema tecnocientífico respecto a la vejez
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y sobre todo al envejecimiento. Ello es debido a que, como afirma Ricki L.
Rusting, “cualquier tratamiento que retrase el envejecimiento contribuirá, sin
duda, a prolongar la vida, aunque pocos estarían dispuestos a admitir que la
prolongación de la vida constituya por sí misma un objetivo prioritario” (Rusting 1998). Es decir, en estas palabras parece que el autor busca mostrar una
opacidad propia del discurso tecnocientífico sobre el envejecimiento en la que
se intenta ocultar esa pretensión mitológica (recordemos la fuente de la eterna
juventud) de alargar la vida de las personas.
Los imaginarios sociales tecnocientíficos del envejecimiento
Juan Luis Pintos (2007), tras realizar un análisis del discurso sobre la vejez a
través de Internet, estableció un conjunto de categorías en función del tipo de
registros obtenidos: (1) economía-política, (2) psicología-sociología, (3) salud,
(4) formación-ciencia, (5) literatura-información y (6) religión. Como es obvio, en este trabajo sólo nos vamos a centrar en la cuarta categoría ya que es
la que tiene una mayor relación con el ámbito (bio)tecnológico.
Pintos (2007) encontró que en la perspectiva desde el campo de la ciencia
y la formación existen cuatro relevancias imaginarias sobresalientes. La primera tiene que ver con la constitución de campos científicos en la que aparece
una disciplina interdisciplinar que orienta las ciencias de la salud y las ciencias
sociales: la Gerontología. No obstante, junto a esta disciplina o componiéndola como campo común aparece la Geriatría acompañada de otros ámbitos del
saber menos específicos: psicopatología, psicología, sociología, enfermería,
etc. La segunda relevancia tiene que ver con los instrumentos necesarios para
la formación de los ancianos: cursos, másters, becas, estudios, etc. A través
de estos instrumentos es posible realizar operaciones de formación (esta será
la tercera relevancia) que permitirán al experto realizar nuevas funciones operativas y al anciano entrar o profundizar en el mundo del conocimiento y la
información. Por último, y aunque menos relevante que los anteriores, nos
encontramos con la relevancia vinculada a los modos de producirse la formación de la que hablábamos. Estos modos de producción tienen que ver con las
formas instrumentales, con las formas espaciales, con las formas mercantiles
y con el uso de las tecnologías de la información.
La información obtenida por Pintos se complemente con el reciente informe Percepción de los españoles sobre distintos aspectos relacionados con
los mayores y el envejecimiento. En él se muestra que los varones tienden a
considerar que la vejez comienza en edades más tempranas que las mujeres.
A su vez, cuanto más joven es el rango de edad estudiado, mayor el porcentaje
que cree que la vejez comienza antes. De hecho, a los 18-24 años el 82,6% de
la población considera que a los 70 años o antes alguien es mayor, en cam-
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bio este porcentaje desciende a un porcentaje alrededor del 58% en personas
de 45 años y más (Equipo Portal Mayores, 2009b). Por otro lado, y como se
muestra en la Tabla 4, en este informe se ha preguntado por las frases que
mejor caractericen la situación de las personas envejecidas. En este sentido,
la imagen social sobre las personas mayores es, en gran parte, negativa. El
36,2% del total de las personas encuestadas consideran que la frase que mejor
representa a este sector poblacional es: “No pueden valerse por sí mismos y
necesitan cuidados”, mientras que el 11,5% consideran que son personas que
están muy solas, sin apoyo familiar o social. Esto contrasta con la afirmación
de las personas con edades comprendidas entre 25 y 34 años (16,6% en el
primer caso y 13,5% en el segundo) que aprecian positivamente la labor de
ayuda a las familias y a otras personas por parte de los mayores. Téngase en
cuenta que estos sujetos suelen estar en período de creación de hogares y de
incipiente familia.
Tabla 4. Percepción social de los mayores según sexo y edad.
Por otro lado, y en relación al futuro, se le pidió a los encuestados que
dijesen cual era la situación personal que mayor temor les infundía. Del total
de personas preguntadas, nos parece destacable (para el tema que nos ocupa)
que el 28,8 afirmara que la dependencia de otras personas, el 26% la pérdida
de memoria, el 14,9% la enfermedad y el 3,9% el dolor. Estas respuestas están
relacionadas directa o indirectamente con los avances tecnocientíficos. De
hecho, una buena parte de los estudios sobre cualquier tipo de neurodisciplina
(neurofarmacología, neurofisiología, neuropatología, etc.) van encaminados a
curar, tratar o paliar las enfermedades del sistema nervioso tan habituales en
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personas de avanzada edad. Asimismo con el paso de los años los cambios
asociados con la edad incrementan el índice de padecer cualquier tipo de patología. De hecho, y como muestra Rusting (1998) con la edad desciende la
capacidad funcional del corazón, de los pulmones y de los riñones. Además,
también disminuye la capacidad de enfrentarse a variaciones en la temperatura ambiental, así como la heteroinmunidad aumentando la autoinmunidad.
Respecto a la reproducción aparece la menopausa y la andropausia. Perdemos
capacidad de visión, velocidad de reacción, disminuye la secreción hormonal,
aumenta el almacenamiento de grasa corporal, etc.
Todo este contexto basado en la idea de dependencia, enfermedad, dolor
y olvido generará tal presión social que se convierte en el input fundamental
de los imaginarios sociales que surgen en el sistema tecnocientífico. Pues
bien, para poder ahondar en esta perspectiva tecnocientífica de los IS del envejecimiento, recurriremos al análisis de dos números especiales sobre el este
tema publicados en dos revistas fundamentales de divulgación tecnocientífica: Mundo científico e Investigación y ciencia. Hemos querido centrarnos en
ellas dada la relevancia de ambas en los sectores sociales que consumen este
tipo de publicaciones.
Antes de entrar a fondo en estos monográficos hemos hecho un repaso
por la red para contextualizar nuestro análisis. Insertando el término “envejecimiento” en la barra del buscador Google hemos ido obteniendo un listado
del número de páginas web en los que se tratan sobre este tema (Tabla 5).
Asimismo, y posteriormente, hemos visto la relevancia (basada en el número
de páginas web que la contiene) que este buscador le da al término envejecimiento y a otros términos asociados al primero. De este modo, hemos preparado el siguiente listado en el que se han ordenado diversas expresiones y el
número de páginas web que contienen estos términos. A modo de “blanco”
(dato que nos permite hacer comparaciones) hemos utilizado el dato obtenido
de la búsqueda de la palabra envejecimiento. De este modo, se puede comprobar que las expresiones más generales son las que tiene mayor amplitud
de registros (“envejecimiento social”, “envejecimiento humano” y “envejecimiento población”). Cerca de los aspectos más generales nos encontramos
con los registros vinculados al ámbito de la salud. Este dato preliminar nos da
una idea general de la importancia que se le da a la relación entre el envejecimiento y la salud humana. No obstante, expresiones como “envejecimiento
renal” y “envejecimiento respiratorio” se encuentran mucho más lejos de los
más de dos millones de páginas que contienen el término envejecimiento. De
ahí que sea factible afirmar que la salud es algo importante a la hora de hablar
de envejecimiento, pero las cuestiones más específicas y técnicas pierden importancia en el contexto general.
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Tabla 5. Búsqueda on-line del término envejecimiento y afines.
En este listado podemos comprobar la relativa importancia que tiene la
relación entre envejecimiento y las investigaciones tecnocientíficas sobre la
salud, bien por considerar que la investigación tecnocientífica es la que va a
permitir solucionar los problemas de las personas envejecidas, bien por permitir disminuir los efectos de las consecuencias del propio envejecimiento.
No obstante, en esta visión inicial también podemos observar que el envejecimiento se relaciona estrecha y mayoritariamente con la evitabilidad del
mismo o de sus efectos, así como con las teorías que lo explican: “envejecimiento natural”, “envejecimiento rápido”, “envejecimiento radicales libres”,
“envejecimiento saludable”, etc.
Pues bien, analizando ya los monográficos a los que hacíamos mención,
hemos podido establecer un “diccionario” de términos fundamentales adscritos al término envejecimiento. En éste, el conjunto de términos principales
vinculados al término objeto de nuestro estudio llega a un total de 169 términos fundamentales. A raíz de este diccionario básico hemos detectado cuatro
imaginarios sociales (IS) básicos relevantes: Doctrinal, Patología, Natural/
Determinista, Temporal (Figura 3).
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Figura 3. Imaginarios sociales básicos del envejecimiento vinculado con el ámbito tecnocientífico.
El primero supone casi un cuarenta por ciento del total de términos
(39,8%). En este campo semántico imaginario nos encontramos con términos
tales como: unicelulares, bacterias, técnicas, cultivo celular, etc. Es decir, en
este campo discursivo imaginario es notoria la propia referencia discursiva tan
característica del lenguaje tecnocientífico. En él los términos tecnocientíficos
mantienen una estrecha vinculación significativa con otros conceptos tecnocientíficos, cerrando un círculo semántico autocentrado. Este hecho tiene mucho que ver con la retórica tecnocientífica que no nos permite, prácticamente,
hacer un análisis del discurso ya que, como hemos dicho, el significado de
los términos tecnocientíficos es autorreferencial. Por lo tanto, el imaginario
social doctrinal tecnocientífico vuelve el significado sobre sí mismo estableciendo un discurso supuestamente objetivo, neutral e impersonal. De ahí que
la tecnociencia evita salir de sí y busca volverse impermeable a los factores
sociales, personales e ideológicos.
El segundo IS, el de la patología, representa un 28,4% del total de términos detectados, dentro de los cuales nos encontramos con palabras tales
como: radicales libres, hipertensión, cáncer, insulina, eficacia, muerte celular,
etc. En este IS patológico, se muestra la existencia de una fuerte relación entre
el envejecimiento y los problemas de salud. Asimismo, el discurso habitual
muestra que la propia actividad tecnocientífica es la única solución factible
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para luchar contra el proceso de envejecimiento. Este IS tiene una clara significación sobre la salud humana. En este sentido, existe una clara identificación entre el proceso del envejecimiento y la enfermedad o la disminución de
salud. Ante esta situación es habitual, entre los científicos, diferenciar entre
edad cronológica y edad biológica (Kirkwood 2000). Esta diferenciación imaginaria está en la base tanto del IS patológico y del IS temporal, que detallaremos ahora.
Dentro del tercer IS, el temporal, podemos englobar el 20,1% del total
de términos vinculados con el de “envejecimiento”. A este IS se asocian la
mayor parte de las palabras y expresiones que se refieren al devenir temporal: pasado, futuro, tiempo, prematuro, rápido, paso del tiempo, renovación,
tiempo vital limitado, etc. Este ámbito es relativamente clásico, en el sentido
de que suele ser habitual que en el tratamiento de la vejez, de la senescencia
o del envejecimiento se haga mención de cuestiones temporales. No obstante,
es preciso matizar que este ámbito temporal está muy relacionado con el IS
tecnocientífico de la cuasi-infinita resolución de problemas (Coca y Pintos,
2006).
Dentro del cuarto IS, el natural/determinista, nos encontramos con términos tales como: inexorablemente, inevitable, sólo, máquina, control, consecuencia, etc. Estos y otros términos nos muestran la idea de que la vejez,
así como el proceso que viene con ella, es algo natural e inevitable. En este
IS parece que se reconfigura la antigua concepción cartesiana del ser humano
entendido como una máquina al que le van fallando las piezas. Nos damos
cuenta aquí, que esta visión del cuerpo como una máquina está vinculado
con la concepción tecnocientífica de resolución de problemas y con la idea de
que el devenir del tiempo genera enfermedades. Ante esta situación natural
y determinista parece que sólo cabe esperar que el desarrollo tecnocientífico
haga su trabajo y logre que el “envejecimiento biológico” no acompañe al
“envejecimiento cronológico”.
Vemos, entonces, que a nivel tecnocientífico el imaginario social global
que se comunica es aquel que afirma, de un modo más o menos explícito, que
la vejez implica un proceso degenerativo ocasionado por la acumulación de
“errores” genéticos y celulares. A estos problemas, le siguen otros provenientes del “mal control” del ciclo celular pudiendo, éste, originar enfermedades
como el cáncer. Por tanto, cualquier tipo de visión positiva de la ancianidad o vejez, queda relegado a la mención de estudios psicológicos o sociales.
No sólo eso, el incremento notable de la tecnologización social ha relegado
todavía más a las personas de edades avanzadas. De hecho, la concepción
tradicional del viejo como una persona de gran experiencia y conocimientos
cuya función principal era (permítasenos decirlo así) la de “oráculo”, se ha
transformado en una concepción del anciano como persona colaboradora (so-
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bre todo para aquellos que comienzan una vida en familia) cuyo saber es, en
muchos casos, inútil actualmente. De hecho, el ritmo vertiginoso de las transformaciones tecnológicas y sociales han traído consigo que sean los niños los
que enseñen a los abuelos a cómo manejarse entre la “selva tecnológica”. Este
hecho, origina que mucha gente mayor se sienta poco segura de la importancia de su experiencia y sus conocimientos (Kirkwood, 2000). De ahí que
hayamos podido detectar dos factores que son mantenidos en la opacidad a lo
largo del discurso tecnocientífico sobre la vejez: la infinitud y el cyborg.
En el primer caso, vemos que subyace al desarrollo tecnocientífico una
concepción de la naturaleza como fácilmente transformable a nuestro antojo.
Por lo tanto, procesos inevitables como la muerte son comunicados como una
barrera a superar. De tal manera que la tecnociencia será una actividad resolutiva cuasi-totipotente. Por esta razón, la separación entre edad biológica/
edad cronológica se mantiene perfectamente en el imaginario tecnocientífico.
De hecho, en el artículo de Richard Weindruch (1998) se muestra que si la
vida máxima de un humano es de 110 años, gracias a los conocimientos que
se están adquiriendo sobre la correlación entre la longevidad y la restricción
calórica, podríamos vivir más. A este respecto, establece analogías entre los
estudios realizados con la rata blanca (de 33 meses de vida máxima pasó a
47 meses), con la araña (de 90 días de vida máxima paso a 139 días), con un
protozoo (de 13 días de vida máxima pasó a 25 días), etc. Asimismo, François
Scháchter (1999)se pregunta si nuestra existencia puede rebasar los 120 años,
límite de la longevidad máxima “programada” para los humanos.
En el segundo caso, y como consecuencia del mecanicismo al que hemos
hecho mención, el ser humano va tendiendo cada vez más hacia una nueva
realidad cyborg. Esta metáfora elaborada por Donna Haraway (1991) es, posiblemente, una clara conceptualización de la senda que estamos tomando. En
ella, el ser humano se ha convertido en un artefacto cuasi-maquinal que podrá
ser transformado, implantado y regenerado a nuestro antojo (Sádaba 2009).
Esto hace que se generen ciertos debates sociales entre los tecnofílicos y los
tecnofóbicos que, pese a que parece que están perdiendo intensidad, todavía
se mantienen vivos.
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