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Emprendimiento social: cambiar al mundo y no morir
en el intento
Estos tiempos exigen dar un paso adelante y no ser solo filántropos, sino agentes de cambio.
Cambiar al mundo es una decisión difícil para un solo individuo, pero hay muchos que lo han hecho. Ellos son
emprendedores sociales, y Ashoka es la organización internacional que les ha dado cabida e impulso.
Cuando pensamos en hacer el bien es inevitable recordar la frase de la Madre Teresa de Calcuta: “Hay que dar hasta
que duela”. Eso fue sin duda una descripción ideal de su labor, pero eso es solo filantropía.
Estos tiempos exigen dar un paso adelante y no ser solo filántropos o socialmente responsables, sino verdaderos
agentes de cambio. Solo así contagiaremos a otros de ese espíritu; es difícil pedirles a individuos o empresas que
sacrifiquen beneficios propios a favor de los demás, pero sí podemos buscar que nuestros beneficios impacten
positivamente a otros. Podemos buscar ser emprendedores sociales.
El reto es alejarnos de la visión asistencial de ayudar a los que lo necesitan sin recibir nada a cambio y empezar a
adoptar una visión sistémica de cambio permanente. No hay mejor explicación que la del fundador de Ashoka, Bill
Drayton: “Los emprendedores sociales no se conforman con dar un pescado o enseñar a pescar a la gente. Ellos no
descansarán hasta que hayan revolucionado la industria pesquera”.
Platicamos con Armando Laborde, director de Ashoka para México y Centroamérica, sobre lo que significa ser
emprendedor social y los retos que se han sorteado y que faltan por vencer.
La definición que Ashoka tiene de un emprendedor social va más allá de solo un modelo de negocio: “Un emprendedor
social es alguien enfocado en resolver una problemática social y tiene una buena estrategia para lograrlo, ya sea de
manera sana y activa —incidiendo en política pública, etcétera— o con un modelo de negocio totalmente escalable”.
Es muy importante entender que un emprendedor social no es solo aquel que tiene una empresa o que tiene una
respuesta a un problema. A veces las empresas tienen por su origen un impacto social positivo —generan empleo,
abastecen a la población de agua potable, favorecen la agricultura—, pero eso no las hace emprendedoras sociales si
no resuelven con ello una problemática social subyacente.
No basta con vender un filtro de agua para ser un emprendedor social, es necesario ver más allá, buscar la resolución de
un problema de fondo y, como lo hizo Grupo EOZ en las comunidades, darse cuenta de que los habitantes que compran
sus filtros de agua tienen problemas más graves. En su caso, no entendían la importancia del agua limpia y tenían
complicaciones de salud relacionados, por lo que desarrollaron también capacitaciones con estos temas en mente.
Es decir, un emprendedor social es aquel que puede tener solo una solución que motive a más gente a unirse o un
modelo de negocio bien delineado, pero que en cualquier caso su estrategia está subordinada a resolver un problema
que afecta a la sociedad.
En el caso del modelo de negocio social, se trata de encontrar un balance entre la retribución económica y el deseo de
hacer las cosas mejores. Ejemplos encontramos muchos, Biodent en México es uno de ellos. Esta empresa lleva la
tecnología láser dental a comunidades que pueden pagar poco por ella, pero que sí la pagan. Ellos ofrecen servicios
odontológicos de calidad a la base de la pirámide con precios accesibles y económicos, al mismo tiempo que educan a
los niños en temas de salud.
Los retos en América Latina
En América Latina los emprendedores sociales existen y se multiplican, tal vez no lo suficiente como en otras regiones
del mundo y tal vez no con tanta fuerza, pero ya hay mucha gente buscando cambiar la situación de su país, de su
localidad, del mundo entero, con una visión mucho más sistémica que asistencial.
“La primera apuesta —afirma Armando Laborde— está en la educación”. Primero se trata de dar a las nuevas
generaciones herramientas para que quieran y puedan hacer un cambio. Hay algunas instituciones educativas donde
existen materias obligatorias sobre emprendimiento, Ashoka incluso colabora con ellas para fortalecer estos temas.
Se trata de enseñar a los jóvenes que ellos pueden hacer algo grande y no solamente emplearse con quien lo haga. Es
un medio importante. En América Latina sobre todo se educa para tener herramientas “que vender” a un empleador,
pero pocas veces se enseña a construir algo propio con esas herramientas.
“Hay un interés no solo de las escuelas en darlo, sino de los alumnos en recibirlo”, nos cuenta Laborde, y esto nos da
una gran esperanza. Los jóvenes ya están buscando formas de construir el futuro con sus propias manos; es labor de
asociaciones como Ashoka explicarles cómo pueden hacerlo de manera exitosa y ejercitar sus habilidades de
emprendedor, social o comercialmente.
También los emprendedores sociales han visto a la educación como una herramienta del cambio. Javier González creó
en Colombia la Audioteca LTDA-abcdespañol, que es un juego de lectoescritura para niños cuyo fin noes ampliar la
cobertura, sino la calidad de la educación, cambiando la rutina por una dinámica del aprendizaje.
No se trata solo de ser buenos
Una de las distinciones más relevantes de los emprendedores sociales es que “no solamente hacen cosas buenas, sino
que son muy buenos para resolver problemáticas”, asegura Laborde.
Esta visión es muy importante porque cuando uno es muy bueno en lo que hace —sea el tema que sea— habrá alguien
que te lo pague. Por eso un emprendedor social es rentable. Ejemplo de esto es Julia Borbolla, quien desarrolló una
herramienta muy buena de servicios psicológicos a través de una caricatura, luego hizo su asociación con el fin de
democratizar los servicios psicológicos, y empezó a tener tanto éxito que la contrataban para dar estos servicios.
Nos cuenta Armando Laborde que “su enfoque, sin pretender emigrar el modelo de negocio, fue ser muy buenos en
resolver una problemática; cuando te vas haciendo muy bueno en eso, o los que lo necesitan pagan por el servicio, o a
un gobierno le va a interesar que lo hagas o alguna fundación te va a apoyar para que lo lleves a cabo”.
Todavía existe una creencia difundida sobre cómo el que hace cosas buenas —cuidar ancianos, apoyar a niños con
cáncer, rehabilitar gente con discapacidad— es una “buena persona” y, por lo tanto, su emprendimiento lo es también.
“La pregunta que debemos hacernos no es si lo que hacemos es bueno, sino si es la mejor forma de resolver el
problema”, concluye Laborde.
Así como exigimos calidad de los emprendedores comerciales, así también debemos esperarla de los sociales. Deben
ser muy buenos en lo que hacen, dar una solución inmediata, pero también una mejora a largo plazo. Deben poder
escalar sus respuestas para ayudar a su localidad y, con la misma solución, poder terminar ayudando al mundo.
Debemos como ciudadanos generar una demanda más especializada. Asilos de ancianos existen, y eso no garantiza
que la labor que están haciendo en ellos sea la más acertada para resolver el problema. Por eso debemos fomentar
soluciones sistémicas, como la de Papelnonos en Argentina. Empezó como una aventura musical para “viejitos”, cuenta
su fundador, Jorge Estrada, pero que fue llenándolos de sueños y actualmente es una institución que los ayuda a
convertirse en actores sociales protagonistas con proyectos activos y alegres.
Laborde resalta que “es necesario cambiar el paradigma de dejar de ver a quienes ayudamos como beneficiarios y verlos
como agentes de cambio. Ellos mismos pueden resolver sus problemáticas”.
Los ciudadanos necesitan solo oportunidades para solucionar sus problemas y ellos van a generar los cambios
necesarios. Un ejemplo de una empresa social que creció con esta mentalidad es Semilla, una distribuidora de productos
lácteos. Empezó como un canal de distribución de Danone, pero se dio cuenta de que existía una necesidad más allá de
generar empleos en zonas de bajo nivel económico: era necesario empoderar a las personas para que se sintieran
capaces de vender los productos, sobre todo a las mujeres que son quienes llevan en muchos casos las riendas de los
hogares.
Así fue como se creó Semilla, como una empresa independiente que emplea a mujeres en condiciones difíciles y les da
una fuente de ingreso y capacitaciones sobre habilidades para la vida, a fin de terminar con los círculos de violencia y
pobreza en los que muchas veces viven. Vieron una necesidad y fueron más allá de paliarla, buscan eliminar las
condiciones que generaron ese problema y darles un nuevo modo que les permita ser agentes de cambio para sus
propias vidas y las de quienes los rodean.
Hacer sociales a los emprendedores
Desde hace poco más de siete años, el tiempo que Armando Laborde lleva encabezando este esfuerzo en Ashoka, ha
visto grandes cambios en la mentalidad latinoamericana y esta organización se siente orgullosa de ser parte de ellos.
Lentamente ha cambiado la mentalidad de los directivos de las empresas y empiezan a incorporar temas sociales en sus
modelos de negocio. Por ahora se han empezado a generar áreas de responsabilidad social, pero todavía permanecen
como un apéndice de la empresa y, en muchas ocasiones, son vistas como un área completamente separada de la
operación comercial.
“Un verdadero emprendedor de negocios se parece mucho a un emprendedor social: que su punto de partida no sea
ganar utilidades, que sea cómo ser bueno en atender algo que hace falta, resolver una problemática social”. Eso se lo
dicen a los empresarios en las clases de mercadotecnia, buscar el nicho de mercado. Confiemos en que cada vez más el
nicho de mercado esté colocado en erradicar un problema social.
Aunque lentos, los cambios son importantes. Empresas trasnacionales empiezan a tener una visión más integral de la
responsabilidad social, modificando sus políticas de compras para admitir proveedores locales, creando lazos con
asociaciones civiles para emplear gente con discapacidad, o disminuir y compensar el impacto ambiental de sus
operaciones.
Algunas veces hasta desarrollan nuevos mercados como Bonafont con el programa “Pepenadores”, en el que emplean a
quienes tradicionalmente recolectan la basura como forma de ingreso y les pagan por obtener PET para reciclarlo en sus
botellas de agua. Han generado nuevos proveedores, nuevas formas de empleo y, en últimas cuentas, nuevos
mercados.
Todos podemos ser emprendedores sociales
“No nos va a dar, en las condiciones actuales, ni suficientes empresas para que resuelvan el tema de la generación de
empleo, ni gobiernos para que resuelvan las necesidades sociales; va a ser importante que los ciudadanos empecemos
a tomar cada vez más en materia y es a lo que cada vez en Ashoka le vemos más futuro”.
Un término que Ashoka comienza a desarrollar y que es completamente acertado es el concepto de intraemprendedores.
Hasta ahora hemos demostrado casos en los que alguien decide hacer un cambio y genera movimientos nuevos. Sin
embargo, cada vez son más las personas entusiastas que quieren hacer cosas aun dentro de instituciones ya
formalizadas.
Estos son los intraemprendedores, esas personas en estructuras comerciales como empresas o gobierno mismo que
saben que hay oportunidad de mejora, ven la imagen completa y saben que hacer un cambio en donde se encuentra
puede traer impactos positivos para más personas. Esas personas están generando cambios: conciencian a sus
empleadores para contratar gente con discapacidad, explican a los políticos la importancia de la participación social o
abren la mente de servidores públicos para mejorar condiciones de equidad de género en oficinas gubernamentales.
Ellos también merecen reconocimiento y son una muestra clara de que todos podemos generar cambios positivos. Tal
vez no podemos todos salir a las calles e iniciar una empresa nueva, ejecutar un proyecto novedoso o desarrollar una
asociación civil. Pero sí todos podemos ser intraemprendedores en nuestros ámbitos. “Abre los ojos, sal a la comunidad,
identifica qué necesidades hay ahí. Y si encuentras una buena solución, el dinero va a llegar en consecuencia”, aconseja
Armando Laborde.
Ya no hay una excusa para no buscar hacer un cambio positivo porque cada vez son menos las razones para morir en el
intento. Al final del día, como dice Armando Laborde, “el emprendedor social está en todos lados”.
Alicia Odile Cortés Abascal Es directora de Proyectos en la consultora IntegraRSE, es internacionalista del CIDE con
posgrado en Responsabilidad Social y es miembro activo del tercer sector. Twitter: @Odile_Corte