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Homenaje…
Yo no celebro las derrotas
pero rindo homenaje al derrotado
que haya agotado su combate,
cayendo con las manos habitadas de garras,
y con los ojos llenos de facones
mirando a los ojos de su rival.
No me emociona sólo el resplandor de las estrellas,
me conmueve también
el fondo oscuro del cielo
que hace de escenario obrero
para que la estrella brille y suscite sueños.
No celebro los intrépidos héroes solitarios e invencibles,
rindo homenaje sí a las manos mancomunadas,
a los corazones unidos en cadenas de decidida libertad,
viajando más allá de las fragilidades individuales.
No celebro los discursos grandilocuentes
que se diluyen en justificaciones vacuas ante acciones insignificantes,
rindo homenaje sí a las palabras sobrias,
que son apenas rendijas para entrever la magnitud de la obra realizada.
No me gozo sólo de la cima alcanzada,
celebro haber emprendido el camino,
los pasos andados con esfuerzo continuo e infatigable,
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como los retrocesos para el envión que los saltos necesitan
y evitar los precipicios peligrosos.
Bienvenidos los consejos tan necesarios como oportunos,
agradecidos los aplausos, con sabor a dulce de leche,
que estimulan a seguir andando nomás…
recibidas con paz, a veces dolorosa, las críticas cascoteadas,
y que después de curar los chichones que dejan,
sirven para construir cosas mejores y más bellas.
No celebro tanto a aquellos que saben aplaudir los éxitos logrados
como en cambio sí a aquellos que toman la “celeste y blanca” del buen ejemplo
y se comprometen a extender la obra pagando con el propio sudor.
Fray Jorge R. Fernández
En el post-mundial de fútbol y en homenaje a nuestros subcampeones del mundo.
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