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SABIOS, HORÓSCOPOS Y ESTRELLAS
DE GUILLERMO ARIAS, S.J.:
La Adoración de los Magos. Oleo de Jan de Bray (1674).
``¡Ay, si la estrella de nuevo señalara de nuevo el camino! Porque Tú siempre naces, pero ya no te anhelan los
pequeños del mundo, ni te buscan los sabios. Pero si alguien hiciera la pregunta olvidada, levantando los ojos a
buscar en el cielo nuevamente, la estrella titilaba, porque Tú siempre naces.''
Unos días antes del fin del semestre nos visitaron dos astrónomos de FAU con un formidable telescopio portátil.
Qué horas tan sabrosas pasamos en la fecunda compañía de gente tan sabia como buena que todavía descubre
a Dios derramando luz y hermosura por inagotables espacios siderales. Pero aprovecho para recordarles que
astronomía y astrología son frutas diversas. La primera ciencia, la segunda burdo intento de manipularnos.
San Gregorio Nacianceno dice que en el momento mismo en que los Magos guiados por la estrella adoraron al
recién nacido Mesías Rey, llegó el fin para la astrología. Ahora nada la excusa: las estrellas y el universo han
quedado sujetos para siempre al Señorío de Cristo. Ya no son los elementos del cosmos, o las leyes de la
materia quienes gobiernan en definitiva nuestra existencia, sino un Dios personal y amoroso que cuida de todos y
todo. Humanos y estrellas le estamos igualmente sujetos.
La astrología asociada a la consulta de horóscopos nunca dejará de ser un bobo intento de adivinar o manipular
nuestro presente o futuro soslayando a Dios, que es el único Señor y dueño de nuestras vidas, personas e
historia. Nada más ajeno al talante fecundo y heroico de la aventura a la que se lanzaron esos hombres sabios
que echando a un lado su comodidad y seguridad se lanzaron tras aquella estrella única y trascendental que los
convocaba al encuentro del Salvador.
Nada más distante, entre otras razones, porque aquella fue una estrella diferente a todas las que habían
auscultado ellos anteriormente. Para llevarlos de Jerusalén a Belén esta tuvo que ir de norte a sur. Y tanto las
estrellas como los cometas corren de este a oeste, como saben. Esta rompía todos sus esquemas de
navegación. No se trató de conjunción alguna de Júpiter con Saturno. Una muy particular y providencia del Padre
Dios fue la que premió su determinación de rastrear aquella fascinante estrella, acuciados por hondas ansias de
redención y de verdad, sin medir costos o escatimar sacrificios. Nada de eso conjuga con sonsos horóscopos.
Mucho parece indicar que estos estudiosos sabios eran persas, discípulos de Zoroastro, que esperaban al
``Socorredor'', Creador no creado, principio de todo Bien (Ormuz). Bastante sugiere, también, que no
desconocían las profecías hebreas referentes al Mesías universal que aguardaba la numerosa diáspora judía
asentada en el área. En definitiva, ``atraídos por la claridad de un lucero, dieron con Quien es Luz y fuente de
toda luz''.
``De pronto, el astro que habían visto surgir avanzaba ante ellos hasta detenerse ante sobre el lugar donde
estaba el Niño. Llenos de intenso gozo entraron, vieron al niño con su Madre y postrándose, lo adoraron'' (Mt 1,
10.11). ¿Cómo así? ¿Qué los impacta? ¿Por qué lo adoran? Ningún horóscopo hubiera arrojado jamás
semejante avalancha de gozo e iluminación. Ninguno les hubiera dado las fuerzas para acometer semejante
peregrinación por rutas plagadas de asquerosos Herodes.
``No te avengas a mostrarte donde te busco, encamina mi búsqueda allí donde deseas revelarte. No recorras
conmigo mis rutas hasta mi meta fijada, desvíame contigo por las veredas de tu porvenir'', oraban los Santos
Reyes. Su plegaria fue escuchada al caer postrados ante Dios que recostado en el regazo de la Virgen Madre les
sonreía con rostro de Divino Niño. Nunca le resultó más natural a las ciencias postrarse y acatar al Dios que en
modo alguno nos humilla, sino que al contrario, nos eleva y asienta.
Adorar es dar con las raíces de mi yo auténtico en las insondables honduras del ser divino. Es percibir en el
paladar del alma la recia frescura de la Fuente del Amor y la Vida inextinguibles. Nunca más fácil y natural que al
dar con aquel sin igual Hijo de Dios y de María sobre quien se asentaba, graciosa y divinamente, la estrella
peregrina. De entonces para acá, dar y recibir regalos por estas fechas de Navidad y Reyes es lo más natural.
Jesucristo, desde luego, el mayor y mejor de todos.
Sacerdote de Saint Vincent de Paul Seminary en Boynton Beach.
Extraído de El Nuevo Herald de enero 6, 2011.