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CLÁSICOS GRIEGOS,
por Adso
Es un hecho universalmente aceptado que todos los géneros literarios que se han ido
desarrollando a lo largo de toda la tradición occidental, nacieron durante la etapa que
llamamos Grecia Clásica: desde la poesía épica de carácter oral hasta el ensayo o el
tratado científico, pasando por las diversas realizaciones en poesía o prosa, (Lírica,
Teatro, Oratoria, etc.). De Grecia arranca, pues, esa larga tradición cultural que
podríamos denominar Literatura occidental; y esa herencia es de gran profundidad,
puesto que alcanza no sólo al plano externo de las formas literarias sino también al
más interno de los contenidos y temas. No es menos cierto que las alteraciones e
innovaciones posteriores fueron múltiples y de todo tipo, pero casi siempre ha estado el
modelo griego como referencia última. De otro lado, cada época (Edad Media,
Renacimiento, Barroco, Ilustración, Romanticismo, Edad Contemporánea) ha tenido, en
función de sus rasgos intelectuales específicos, una visión particular del Mundo griego,
lo que habla del carácter universal de la Cultura griega.
En la totalidad de su desarrollo, la vida de la literatura clásica griega alcanza el
larguísimo periodo que va desde los tiempos homéricos (siglo IX a.C) hasta la caída de
Constantinopla en poder de los turcos en el año de 1453 d.C. Durante este tiempo se
pueden señalar épocas con características propias:
La primera llega hasta las guerras médicas (500 a.C.) y se caracteriza por el
predominio de la poesía épica y al mismo tiempo surge y se desarrolla también la lírica.
La segunda época es la llamada edad de oro literaria, especialmente del arte
dramático, la historia y la filosofía. El centro de todo esto fue la ciudad de Atenas y la
literatura siguió paralelamente el esplendor de ella, triunfa la tragedia con Esquilo,
Sófocles y Eurípides mientras que la lírica pierde en el siglo IV su religiosidad. Se da
entre las guerras médicas y Alejandro Magno (336 a.C.).
La siguiente llega hasta la conquista romana, durante esta época se desaparece la
hegemonía intelectual de Atenas para trasladarse a Alejandría por lo que se le conoce
con el nombre de época Alejandrina. En ella florecen especialmente los estudios
eruditos gramaticales e historiográficos.
La cuarta es prolongación decadente de la anterior. Grecia influye en sus
conquistadores romanos y determina la vida intelectual del imperio; termina con la
clausura de las escuelas paganas de filosofía (525 d.C.).
En la última las letras griegas bizantinas se estancan, sin que pueda señalarse más
que alguna que otra obra que haya influido a nivel universal.
-------------------------------------Tras mi trabajo sobre los Clásicos Latinos obviamente los Griegos, predecesores de
aquellos, son de obligada recopilación. He seleccionado 15 de los autores más
representativos cuya existencia comienza 8 siglos antes de Jesucristo y termina en el
año 20 de nuestra era.
De esta selección he conseguido buena parte de su obra conocida y conservada, en
total 120 libros. Al final de este papel se relacionan autores y obras.
Naturalmente nadie en su sano juicio sería capaz de leerse este tocho de miles de
páginas, pero creo puede ser un buen instrumento de estudio y consulta.
Como suelo, a continuación pongo una breve semblanza de cada uno de los autores
escogidos, información que ha sido hábilmente copypasteada, con alguna edición por
mi parte, principalmente, de: Biografiasyvidas.com y Wikipedia
HOMERO
Homero (siglo VIII a. C.) es el nombre dado al aedo griego antiguo al que
tradicionalmente se le atribuye la autoría de las principales poesías épicas griegas — la
Ilíada y la Odisea—. Desde el periodo helenístico se ha cuestionado si el autor de
ambas obras épicas fue la misma persona; sin embargo, anteriormente no sólo no
existían estas dudas sino que la Ilíada y la Odisea eran considerados relatos históricos
reales. No cabe duda que es el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por
ende, la literatura occidental.
El nombre de Hómēros es una variante jónica del eólico Homaros. Su significado es
rehén, prenda o garantía. Hay una teoría que sostiene que su nombre proviene de una
sociedad de poetas llamados los Homēridai, que literalmente significa ‘hijos de
rehenes’, es decir, descendientes de prisioneros de guerra. Dado que estos hombres
no eran enviados a la guerra al dudarse de su lealtad en el campo de batalla, no
morían en éste. Por tanto se les confiaba el trabajo de recordar la poesía épica local,
para recordar los sucesos pasados, en los tiempos anteriores a la llegada de la
literatura escrita.
También se ha sugerido que lo que podría contener el nombre Hómeros es un juego de
palabras derivado de la expresión ho me horón, que significa el que no ve.
En la figura de Homero confluyen realidad y leyenda. La tradición sostenía que Homero
era ciego y varios lugares reclamaban ser su lugar de nacimiento: Quíos, Esmirna,
Colofón, Atenas, Argos, Rodas, Salamina,Pilos, Cumas e Ítaca.
El Himno homérico a Apolo delio menciona «que es un ciego que reside en Quíos, la
rocosa». El poeta lírico Simónides de Amorgos atribuye al «hombre de Quíos» el
siguiente verso de la Ilíada, «¿Por qué me preguntas mi linaje? Como el linaje de las
hojas soy», convertido en proverbio en la época clásica. Luciano de Samósata dice
que fue un babilonio enviado a Grecia como rehén, (griego antiguo ὅμηρος, homêros),
y de ahí su nombre. Pausanias transmite una tradición de los chipriotas, quienes
también reclamaban para sí a Homero.
Sin embargo, también se conserva un epigrama, atribuido al poeta helenístico Alceo de
Mesene, en el que Homero protesta sobre su origen salaminio, y niega que se erigiera
una estatua suya en esta ciudad y que su padre fuera un tal Demágoras
Aunque ya en la época de la Grecia Clásica no se conocía nada concreto y seguro
acerca de Homero, a partir del periodo helenístico empezaron a surgir una serie de
biografías acerca de él que recogían tradiciones muy diversas y a menudo datos de
contenido fabuloso. En estos relatos se mencionaba que antes de llamarse Homero se
había llamado Meles, Melesígenes, Altes o Meón, así como datos muy diversos y con
numerosas variantes acerca de su ascendencia.
Actualmente se considera que la mayor parte de las biografías de Homero que
circularon en la antigüedad no contienen ningún dato seguro sobre el poeta. Sin
embargo, suele admitirse que su lugar de procedencia debió ser la zona colonial jónica
de Asia Menor, basándose en los rasgos lingüísticos de sus obras y en la fuerte
tradición que lo hacía proceder de la zona. El investigador Joachim Latacz sostiene que
Homero pertenecía o estaba en permanente contacto con el entorno de la nobleza.
También persiste el debate sobre si Homero fue una persona real o bien el nombre
dado a uno o más poetas orales que cantaban obras épicas tradicionales.
Además de la Ilíada y la Odisea, a Homero se le atribuyeron otros poemas, como la
épica menor cómica Batracomiomaquia (‘La guerra de las ranas y los ratones’), el
corpus de los himnos homéricos, y varias otras obras perdidas o fragmentarias tales
como Margites. Algunos autores antiguos le atribuían el Ciclo épico completo, que
incluía más poemas sobre la Guerra de Troya así como epopeyas que narraban la vida
de Edipo y guerras entre Argivos y Tebanos.
Los historiadores modernos, sin embargo, suelen estar de acuerdo en que la
Batracomiomaquia, el Margites, los himnos homéricos y los poemas cíclicos son
posteriores a la Ilíada y la Odisea.
ESOPO
No está probada su existencia como persona real. Diversos autores posteriores sitúan
en diferentes lugares su nacimiento y la descripción de su vida es contradictoria. Hasta
la época en que vivió también varía según los autores aunque todos ellos coinciden en
que vivió alrededor del 600 a. C. Heráclides Póntico lo menciona como una persona
natural de Tracia, nacido esclavo de Jantos y posteriormente liberto de Idmon.
Fedro en sus fábulas esópicas, recopilación de fábulas de Esopo, le sitúa en la ciudad
de Frigia. Suidas también dejó escrito que procedía de la misma ciudad. En un escrito
atribuido a Planudes, atribuye el lugar de nacimiento de Esopo en Amorium de Frigia.
En la época clásica su figura se vio rodeada de elementos legendarios e incluso se ha
puesto en duda su existencia por algunos historiadores. Sus fábulas se utilizaban como
libros de texto en las escuelas y Platón dice que Sócrates se sabía de memoria los
apólogos de Esopo.
De la misma manera que diversos autores cambian el lugar de nacimiento también son
diversas las citas que le sitúan en diferentes periodos.
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Según Heródoto, Esopo vivió entre los años 570 y 526 a. C.
Según Heraclides Pontico vivió hacia el 540.
Según Rossies vivió entre el 594 y el 510
Según Fedro y otros autores entre el 612 y el 527, y había sido contemporáneo
de Pisístrato
Fue asesinado en Delfos, tras una acusación falsa del robo de un cáliz de oro.
Las fábulas de Esopo pertenecen a lo que se denominó la época arcaica, éstas toman
su fuerte en los relatos populares y es considerada por algunos autores como una
sátira.
La estructura de la fábula Esópica ha sido definida por varios autores, pero la más
completa se le atribuye a Nojgaard quien distingue en la narración tres elementos o
momentos imprescindibles: 1) La situación de partida en que se plantea un
determinado conflicto, entre dos figuras generalmente animales; 2) la actuación de los
personajes, que procede de la libre decisión de los mismos entre las posibilidades de la
situación dada, y 3) la evaluación del comportamiento elegido, que se evidencia en el
resultado pragmático, el éxito o el fracaso producido por tal elección.
Sus relatos se caracterizan por ser narraciones cortas y tener siempre una conclusión
moralizante o "moraleja". En ellas, Esopo "humaniza" las conversaciones de los
animales y plasma todos los vicios y virtudes de los hombres, con un gran talento
satírico. Muchas de sus fábulas fueron reescritas en verso por el poeta griego Babrio,
se cree que en los siglos I y II a.C., y en latín por el poeta romano Fedro en el siglo I
d.C. Considerado el “padre de todos los fabulistas", precursor de un género que luego
tendría grandes exponentes, como Jean La Fontaine, en Francia, en el siglo XVII, y
Félix María Samaniego e Iriarte, en España, en el siglo XVIII.
ESQUILO
Eleusis, 525 a. C. – Gela, 456 a. C. Dramaturgo griego. Predecesor de Sófocles y
Eurípides, es considerado como el primer gran representante de la tragedia griega.
Nació en Eleusis, Ática, lugar en el que se celebraban los misterios de Éleusis.
Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. En su juventud fue testigo del fin
de la tiranía de los Pisistrátidas en Atenas.
Fue uno de los «Maratonianos»; luchó en las guerras promovidas contra los Persas en
la batalla de Maratón 490 a. C., en las de Salamina 480 a. C. y, posiblemente, en la de
Platea. Alguna de sus obras, como Los persas 472 a. C., Los siete contra Tebas 467 a.
C., son el resultado de sus experiencias de guerra. Fue, también, testigo del desarrollo
de la democracia ateniense. En Los suplicantes 490 a. C., puede detectarse la primera
referencia que se hace acerca del poder del pueblo, y la representación de la creación
del Areópago, tribunal encargado de juzgar a los homicidas. En Las Euménides 478 a.
C., se apoya la reforma de Efialtes 462 a. C., transferencia de los poderes políticos del
Areópago al Consejo de los quinientos.
Viajó a Siracusa, en Sicilia, invitado por el tirano Hiéron, para el que produjo Las
mujeres de Etna en honor a la nueva ciudad de Etna que éste había fundado, y puso,
de nuevo, en escena, Los persas. Tras la representación de la Orestíada 458 a. C.,
volvió a visitar Sicilia, donde murió en Gela, entre 456 a. C. y 455 a. C. Tuvo un hijo,
Euforión, que, como él, fue un poeta trágico.
Escribió 82 piezas (algunas fuentes las cifran en 90), consiguió su primera victoria en
composición dramática en el 484 a. C., siendo sus rivales Pratinas,Frínico y Quérilo.
Sólo fue vencido por Sófocles en el año 468 a. C.
De la importancia de su obra da fe el hecho de que se permitiera que sus obras fueran
representadas y presentadas en el agón («certamen») en los años posteriores a su
muerte, junto a las de los dramaturgos vivos; un honor excepcional ya que era
costumbre que las obras de los autores fallecidos no se pudieran presentar al agón. De
toda su obra sólo se conservan siete piezas, seis de ellas premiadas, y sustanciosos
fragmentos de otras tantas.
Pese a la importancia de su obra, en su epitafio Esquilo no fue recordado como poeta o
dramaturgo, sino por su valor en la batalla de Maratón.
Esquilo era muy dado a condensar sus obras en trilogías ligadas, que trataban sobre
algún tema en particular, aunque cada parte conservaba su sentido completo y podían
ser perfectamente representadas por separado. Los primeros tres dramas de una
secuencia de cuatro dramatizaban episodios consecutivos del mismo mito y el drama
satírico que seguía contenía una historia relacionada con los mismos. En los concursos
dramáticos se representaban tres tragedias además de un drama satírico, con el que
se relajaba la tensión del público. Tras su época, la trilogía ligada quedó como una
opción ocasional, mientras que muchísimas puestas en escena consistían en cuatro
dramas independientes.
Los persas (472 a. C.), Los siete contra Tebas y Las suplicantes son dramas de dos
actores ya que fue Esquilo el que introdujo el segundo actor en escena, disminuyendo
la intervención de los coros, haciendo posible el diálogo y la acción dramática. Los
diálogos principales son fundamentalmente entre personajes y coro con una gran
variedad de esquemas estructurales y un ritmo de acción más bien lento. Éste es uno
de los rasgos principales del arcaísmo del teatro de Esquilo.
En la Orestíada (Agamenón, Las coéforas, y Las euménides), Esquilo dispone de
skene, de ekkylkema, de mechane y de un tercer actor, como vemos en la escena del
Agamenón en la que aparecen en un agón Agamenón y Clitemnestra, estando
presente, en silencio, Casandra.
El interés central de los dramas de Esquilo se halla, principalmente, en la situación y en
su desarrollo, más que en los personajes. El personaje que ha sido más trabajado por
el autor es Clitemnestra en la Orestíada.
Los coros esquileos casi siempre gozan de una personalidad fuerte y peculiar, sus
palabras, junto a la música y la danza, contribuyen a llamar la atención sobre los
profundos temas del teatro de Esquilo, determinando el tono de todo el drama. Los
coros esquileos tienen, a menudo, una importancia sustancial sobre la acción. Las
Danaides y las Erinias son, de hecho, las principales protagonistas de sus dramas.
El estilo lírico de Esquilo es claro pero con una fuerte tendencia a lo arcaico y con
rasgos hómericos. Sobresalen, al presentar modelos de lenguaje y de imágenes,
metáforas, símiles, campos semánticos determinados, elaborándolos hasta los detalles
más mínimos y manteniéndolos a lo largo de todo el drama o de la trilogía.
Otra característica peculiar, es el decoro trágico, el protagonista tiene que expresarse
como lo que es, por ejemplo, en el caso de Agamenón, éste debe hablar como lo haría
un héroe trágico.
También es audaz, y está dotado de una gran imaginación a la hora de aprovechar los
aspectos visuales de sus dramas. El contraste entre el vestido de la reina persa al
entrar en su carroza y la vuelta de Jerjes vestido sólo de harapos; la caótica entrada del
coro en Los siete contra Tebas; Las Danaides de aspecto africano, vestidas
exóticamente, su enfrentamiento con los soldados egipcios, la alfombra púrpura que
llevará a Agamenón a la muerte, Las Erinias en escena, la procesión que concluye en
la Orestíada etcétera, demuestran su dominio de la técnica teatral y la escenografía.
El sufrimiento humano es el tema principal en el teatro esquileo, un sufrimiento que
lleva al personaje al conocimiento (recordar la máxima del pathei mathos, el
conocimiento a través del sufrimiento) y que no está reñido con una fuerte creencia en
la justicia final de los dioses. En su producción el sufrimiento humano tiene siempre
causa directa o indirecta en una acción malvada o insensata que conduce a la
desgracia de los protagonistas pero que puede haber sido heredada por los mismos.
Es fundamental, a este respecto, la fuerza del genos, de la herencia de la culpa y de
los lazos de sangre, que provoca que las faltas de los antepasados sean heredadas por
los protagonistas míticos actuales como ocurre con el enfrentamiento entre Atreo y
Tiestes que empaña las existencias de Agamenón, Egisto y, más tarde, de Orestes.
Por lo tanto, en ocasiones, se trata de víctimas indirectas que, a veces, incurren ellas
mismas en una culpa mayor o menor, pero de las que muchas son completamente
inocentes.
Un elemento clave en el teatro esquileo es la sustitución, en la escena final, de la
persuasión en lugar del empleo de la violencia; como vemos en la Orestíada. Casi
siempre, los dioses, son severos e implacables y los mortales se encuentran
prisioneros, sin esperanza, pese a que puedan elegir cómo afrontar su propio destino.
En sus últimas producciones, sobresale un concepto diferente de la divinidad, como
ocurre en la Orestíada donde los dioses del Agamenón y de Coéforos se convierten en
Euménides, en responsables y afectuosos protectores de los mortales que lo merecen.
Esquilo está muy interesado en la vida comunitaria de la polis y todas sus obras
conservadas tienen aspectos visiblemente políticos. Parece ser un gran opositor de la
democracia (en las suplicantes la decisión del rey se demora por culpa de la consulta
popular, lo que supone un gran riesgo para la supervivencia de su pueblo), un mundo
cuyos elementos aparecen por primera vez en Las suplicantes. En todos los dramas de
Esquilo aparece el contraste entre el individuo potente y dedicado a sus intereses, así
como al control del estado, y cuyos actos, frecuentemente irresponsables, amenazan
con arruinarlo, y la comunidad, que debería tener el control de sí misma y cuyas
acciones colectivas aseguran la salvación general.
SÓFOCLES
Colono, hoy parte de Atenas, (Grecia), 496 a. C. - Atenas, 406 a. C. Fue un poeta
trágico de la Antigua Grecia. Autor de obras como Antígona o Edipo Rey, se sitúa, junto
con Esquilo y Eurípides, entre las figuras más destacadas de la tragedia griega. De
toda su producción literaria sólo se conservan siete tragedias completas que son de
importancia capital para el género.
Hijo de un rico armero llamado Sófilo, a los quince años fue elegido director del coro de
muchachos para celebrar la victoria de Salamina. En el 468 a. C., se dio a conocer
como autor trágico al vencer a Esquilo en el concurso teatral que se celebraba
anualmente en Atenas durante las fiestas Dionisias, cuyo dominador en los años
precedentes había sido Esquilo.
Comenzó así una carrera literaria sin precedentes: Sófocles llegó a escribir hasta 123
tragedias para los festivales, en los que se adjudicó, se estima, 24 victorias, frente a las
13 que había logrado Esquilo. Se convirtió en una figura importante en Atenas, y su
larga vida coincidió con el momento de máximo esplendor de la ciudad.
Amigo de Heródoto y Pericles, no mostró demasiado interés por la política, pese a lo
cual fue elegido dos veces estratego y participó en la expedición ateniense contra
Samos (440 a. C.), acontecimiento que recoge Plutarco en sus Vidas paralelas.
Su muerte coincidió con la guerra con Esparta que habría de significar el principio del
fin del dominio ateniense, y se dice que el ejército atacante concertó una tregua para
que se pudieran celebrar debidamente sus funerales.
De su enorme producción, sin embargo, se conservan en la actualidad, aparte de
algunos fragmentos, tan sólo siete tragedias completas: Antígona,Edipo Rey, Áyax, Las
Traquinias, Filoctetes, Edipo en Colono y Electra.
A Sófocles se deben la introducción de un tercer actor en la escena, lo que daba mayor
juego al diálogo, y el hecho de dotar de complejidad psicológica al héroe de la obra. En
Antígona opone dos leyes: la de la ciudad y la de la sangre; Antígona quiere dar
sepultura a su hermano muerto, que se había levantado contra la ciudad, ante la
oposición del tirano Creonte, quien al negarle sepultura pretende dar ejemplo a la
ciudad. La tensión del enfrentamiento mantiene en todo momento la complejidad y el
equilibrio, y el destino trágico se abate sobre los dos, pues también a ambos
corresponde la «hybris», pecado de soberbia (orgullo excesivo).
Edipo Rey es la más célebre de sus tragedias, y así Aristóteles la consideraba en su
Poética como la más representativa y perfecta de las tragedias griegas, aquella en que
el mecanismo catártico final alcanza su mejor clímax.
También es una inmejorable muestra de la llamada ironía trágica, por la que las
expresiones de los protagonistas adquieren un sentido distinto del que ellos pretenden;
así sucede con Edipo, empeñado en hallar al culpable de su desgracia y la de su
ciudad, y abocado a descubrir que este culpable es él mismo, por haber transgredido,
otra vez, la ley de la naturaleza y de la sangre al matar a su padre y yacer con su
madre, aun a su pesar.
El enfrentamiento entre la ley humana y la ley natural es central en la obra de Sófocles,
de la que probablemente sea cierto decir que representa la más equilibrada formulación
de los conflictos culturales de fondo a los que daba salida la tragedia griega.
Desde el punto de vista formal, se puede decir que una tragedia sofoclea estándar
presenta la siguiente estructura: un prólogo, que nos proporciona por medio de una
tirada relativamente corta de versos recitados (frecuentemente en trímetros yámbicos)
los precedentes del argumento de la obra; la párodoo momento en que el coro hace su
entrada, bailando y cantando, a la que siguen los diversos episodios recitados a cargo
de los actores. En el transcurso de los sucesivos episodios los actores hacen progresar
la acción dramática. Intercalados entre un episodio y otro se suceden diversas
intervenciones del coro, los estásimos, en los que el conjunto del coro ocupa su
correspondiente lugar en la orquesta bailando sobre el propio terreno y cantando un
tipo de composición lírica de métrica abigarrada. Los intervalos entre episodios y
estásimos permiten solucionar de pasada el problema técnico del cambio de vestuario
de los diversos actores. Estas partes corales o líricas llamadas estásimos suelen
presentar la forma de responsión estrófica, es decir, normalmente se comienza con una
estrofa, a la que sigue su antístrofa o segundo canto (cuyo esquema métrico, número
de versos, etc., se corresponde estrictamente con la estrofa) y ambas unidades suelen
cerrarse con un estribillo llamado epodo. Expuesto así el planteamiento de la obra, esta
se cierra con la despedida del coro, que abandona también majestuosamente la
escena cantando el llamado éxodo.
Esta arquitectura artística se ve lógicamente enriquecida con la existencia de otras
subunidades menores que contribuyen a hacer del conjunto una obra de literario
refinamiento. Por medio de ellas, el poeta contrapone ideas, argumentos, caracteres o
situaciones de la manera más artística. Estos son los conceptos de agón o
enfrentamiento entre personajes que defienden ya un punto de vista ya su contrario, a
diálogos entrecortados y muy vivos como la sesticomitías, en donde a cada personaje
corresponde el empleo de un verso alternativo, que a veces se resuelven en
interrupciones verbales (antilabái), la resis o tirada de versos recitados a cargo de un
personaje, amebeos (diálogo lírico entre un actor y algún miembro del coro), etc.
HERODOTO
Nació Herodoto de una familia noble en el año 584 AdeC, en Halicarnaso, colonia
Dórica fundada por los Argivos en la Caria. Llamábase Liche su padre, y su madre Drio,
y ambos sin duda confiaron su educación a maestros hábiles, si hemos de juzgar por
los efectos.
Desde su primera juventud, abandonando Herodoto su patria por no verla oprimida por
el tirano Ligdamis, pasó a vivir a Samos, donde pensó perfeccionarse en el dialecto
jónico con la mira acaso de publicar en aquel idioma una historia. A este designio
debiólo de animar el buen gusto e ilustración que reinaban en la Grecia asiática o Asia
menor, mucho más adelantada entonces en las artes que la Grecia de Europa, no
menos que el ejemplo de otros historiadores así griegos como bárbaros: Helanico el
Milesio y Caronte de Lámpsaco habían publicado ya sus historias Pérsicas, Xanto la de
Lidia, y Hecateo Milesio la del Asia.
Se le considera el padre de la historiografía (la primera vez que se le cita de esta forma
es por Cicerón en su De legibus) por su famosa obra Historia escrita probablemente en
Turios, una colonia panhelénica situada en la Magna Grecia. El terminus post quem de
la obra se sitúa en el año 430 a. C. Historiae o Los nueve libros de historia es
considerada una fuente importantísima por los historiadores por ser la primera
descripción del mundo antiguo a gran escala y de las primeras en prosa griega.
El conjunto fue dividido en nueve libros por su editor alejandrino en el siglo III o el II a.
C., uno por cada musa: (Clío, Euterpe, Talía, Melpómene,Terpsícore, Erato, Polimnia,
Urania y Calíope). En ellos narra con precisión las Guerras Médicas entre Grecia y
Persia a principios del s. V a. C., con especial énfasis en aspectos curiosos de los
pueblos y personajes de unos y otros, al tiempo que describe la historia, etnografía y
geografía de su tiempo.
Para sus obras históricas recurrió a fuentes orales y escritas. Cuando menciona las
primeras, casi siempre alude a sus informadores de forma indefinida ("según los
persas...", "a decir de los griegos..."; "unos dicen... otros, en cambio, sostienen..."). Del
carácter parcial y poco fiable de sus fuentes era consciente el propio autor, que
escribió:
«me veo en el deber de referir lo que se me cuenta, pero no a creérmelo todo a
rajatabla; Esta afirmación es aplicable a la totalidad de mi obra» (VII, 151, 3).
Entre las segundas pueden hacerse tres grandes grupos: a) datos obtenidos de los
poetas, que conocía bien; b) inscripciones, listas oficiales y administrativas de los
distintos Estados y oráculos y, finalmente, c) informaciones de los logógrafos y la
literatura de su época. Entre los poetas cita a Homero, Museo, Bacis, Olén, Aristeas,
Arquíloco, Esopo, Solón, Alceo, Safo, Laso, Simónides de Ceos, Frínico, Esquilo,
Píndaro y Anacreonte.
Herodoto, primero viajante que historiador, quiso ver por sus mismos ojos los lugares
que habían sido teatro de las acciones que él pensaba publicar. Recorrió en el Asia la
Siria y la Palestina, y algunas expresiones suyas dan a entender que llegó a Babilonia:
en África atravesó todo el Egipto hasta la misma Cirene, ignorándose si llegó a
Cartago; pero donde más provincias recorrió fue en Europa, viajando por la Grecia, por
el Epiro, por la Macedonia, por la Tracia, y por la Escitia, y finalmente fue a Italia o
Magna Grecia, formando parte de la colonia que entonces enviaron a Turio los
Atenienses. En esta nueva población parece que acabó el curso de sus viajes y de sus
días; si bien hay quien cree que murió en Pella de Macedonia y cuál en Atenas, pues
no constan claramente.
Acerca del tiempo y lugar en que compuso la historia que publicó por sí mismo,parece
lo más verosímil que después de algunos viajes, restituido a Samos, empezó allí a
poner en orden sus noticias, bien que no las publicó por entonces. De Samos dio la
vuelta a su patria, donde contribuyó a que de ella fuese expelido el tirano Ligdamis;
pero viéndola después sumida en la anarquía y entregada al furor de las facciones,
regresó a Grecia. Allí por primera vez, en el concurso solemne de los juegos olímpicos
de la Olimpiada 81, recitó sus escritos que había traído compuestos de la Caria. La
lectura de las Musas de Herodoto, a que asistía Tucidides, muy mozo todavía, al lado
de su padre Oloro, hizo tanta impresión en aquel joven codicioso de gloria, que se le
saltaron las lágrimas; lo que advirtiendo Herodoto, dijo a Oloro. -«El genio de tu hijo,
nacido para las letras, exige que en ellas le instruyas.».
Por segunda vez leyó su historia en Atenas en presencia de un numeroso pueblo
reunido para las fiestas Panatheneas, corriendo ya el tercer año de la Olimpiada 83.
Refiere Dion Crisóstomo que la leyó por tercera vez en Corinto, que no habiendo
obtenido la recompensa que esperaba de Adimanto y demás Corintios, borró de su
obra los elogios que de ellos hacía; mas nada hay que pruebe que esto sea sino un
chisme malicioso.
Sin duda Herodoto limó posteriormente sus escritos, y añadió nuevas noticias, pues
refiere sucesos posteriores a su última retirada a Turio, cuales son la invasión de los
Tebanos contra los de Plateas, la embajada de los Espartanos vendidos por Sitalces, y
la retirada de Zopiro a Atenas al fin del libro VII. Algunos suponen que esta historia no
ha llegado a nosotros entera, mas ninguna prueba hay que haga suponer en ella vacío
alguno: lo único, que se sabe es que escribió al parecer por separado un libro de los
Hechos Asirios, a los cuales frecuentemente se refiere, y que existían todavía en
tiempo de Aristóteles, que impugnó en parte estos últimos. Otros le atribuyen obras que
no son suyas, y entre ellas la vida de Homero, engañados acaso por la semejanza del
nombre de los autores, como Herodoro, Herodiano.
Pasando al juicio de esta obra, las prendas, superan en mucho los defectos, resaltando
entre aquellas un estudio diligente en averiguar los hechos, y esto en un tiempo de
ignorancia, tan escaso en monumentos, sin ninguno de los recursos que hoy tenemos
tan a mano; un juicio exacto y filosófico en dar clara y distintamente los motivos de los
sucesos que va refiriendo y una crítica continua en separar lo que aprueba por
verdadero de lo que refiere sólo por haberlo oído, y no pocas veces desecha por falso;
una prudente parsimonia en no amontonar máximas y reflexiones morales, dejando su
curso a los hechos; y un estilo fluido, claro, variado y ameno, sin afectar las exquisitas
figuras con que rizaban ya sus discursos los oradores, ni lo áspero, pesado y
sentencioso de los filósofos.
Los razonamientos que pone en boca de sus personajes son tan dramáticos, variados y
propios de la situación, que nadie a mi ver se atreverá a tacharlos de difusos. A tres se
reducen los defectos de que es tachado Herodoto: alguna sobrada malignidad, de la
cual habla de propósito Plutarco, a veces con razón, a veces incurriendo en el vicio
mismo que reprende; mucha superstición, culpa de que no es posible excusarle sino
por la naturaleza de los tiempos en que vivió, y por el deseo de captarse el aplauso
público halagando las creencias populares, y sin embargo se muestra en algunos
pasajes bastante atrevido para arrostrarlas y por último, falta de ritmo y armonía en su
estilo, vicio de que le acusa Ciceron (Orat. c. LV), y de que le vindican Dionisio de
Halicarnaso, Quintiliano y Luciano.
EURÍPIDES
Salamina, 480 - Pella, 406 a. C. Fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de
la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles.
Su madre se llamaba Klitonis o Clito y su padre Mnesarco o Mnesárquides. Durante su
infancia tuvo lugar la Segunda Guerra Médica, decisiva para los griegos y el mundo
occidental. Parece ser que, de muchacho fue copero de un grupo de danzantes, con
clara significación religiosa, por lo que se supone que su educación fue la convencional
de su época. En 466 a. C. cumplió dos años de servicio militar. Odiaba la política y era
amante del estudio, para lo que poseía su propia biblioteca privada, una de las más
completas de toda Grecia. Durante un tiempo estuvo interesado por la pintura,
coincidiendo con el apogeo del pintor Polignoto en Atenas. Tuvo dos esposas, llamadas
Melito y Quérile o Quérine. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo
asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides.
Se cree que escribió 92 tragedias, conocidas por los títulos o por fragmentos. Su
concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de
leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de
Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la
guerra. Los rasgos diferenciales de su obra son los siguientes:
● Innovación en el tratamiento de los mitos.
● Complejidad de las situaciones y personajes.
● Humanización de los personajes, que se muestran como hombres y mujeres de
carne y hueso, con pasiones y defectos que en algunos casos, se acercan a la
tragicomedia.
● Especial influencia de los problemas y polémicas del momento, que dan un aire
de realismo.
● Crítica de la divinidad tradicional desde un punto de vista tradicionalista.
● Disminución del papel del coro.
Eurípides es conocido principalmente por haber reformado la estructura formal de la
tragedia ática tradicional, mostrando personajes como mujeres fuertes y esclavos
inteligentes, y por satirizar muchos héroes de la mitología griega. Sus obras parecen
modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida
interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el
público griego.
Sus obras iniciaron su representación en los festivales dramáticos de Ática durante el
año 454 a.C., pero hasta el año 442 a.C. consiguió el primer premio. Esta distinción,
recayó sobre él en otras cuatro ocasiones. Recibió la influencia de los sofistas y de
filósofos como Protágoras, Anaxágoras y Sócrates. Fue frecuentemente atacado por
parte de los escritores atenienses de comedia: Aristófanes lanzó contra él una sátira en
Las ranas (405 a.C.). Sus obras fueron criticadas dado su carácter anticonvencional,
(sus héroes y príncipes hablaban un lenguaje cotidiano) y por su independencia de los
valores morales y religiosos. Eurípides representó los nuevos movimientos morales,
sociales y políticos surgidos en Atenas hacia finales del siglo V a.C. Introdujo una
nueva conciencia en la tragedia. Interesado por el pensamiento y las experiencias del
ser humano común, más que por las figuras legendarias. Trató a sus personajes de un
modo realista. A la estructura de sus obras se la calificó de imperfecta por el uso del
coro como un elemento independiente de la acción. Además fue criticado por el uso de
un prólogo explicativo. Otro de sus recursos eran el deus ex machina, o introducción
inesperada de un dios para facilitar o provocar el desenlace.
De las numerosas obras atribuidas a Eurípides se conservan diecisiete tragedias y un
drama satírico, Los cíclopes. Entre las tragedias de fecha conocida figuran Alcestes
(438 a.C.), Medea (431 a.C.), Hipólito (428 a.C.), Las troyanas (415 a.C.), Helena (412
a.C.), Orestes (408 a.C.), Ifigenia en Áulide.(representadas póstumamente en el 405
a.C.). Entre las obras de fecha incierta destacan Andrómaca, Hércules, Hécuba, Los
suplicantes, Electra, Hércules loco, Ifigenia entre los tauros, Ión y Las fenicias.
Las críticas y la incomprensión del público motivaron su traslado a Macedonia, donde
recibió la protección del rey Arquelao. Bacantes es la más misteriosa de las tragedias
de Eurípides y fue la última obra de las escritas por el más contestatario de los trágicos,
que murió en el exilio devorado por los perros del macedonio Arquelao. Alcanzó el éxito
después de su muerte.
En 1997 un equipo de arqueólogos griegos identificó en la isla de Salamina (sur de
Atenas), la gruta a la que iba el gran poeta trágico para escribir sus obras. Entre los
numerosos objetos descubiertos en la caverna, el equipo del profesor Yanno Lolos
encontró una parte de un skyphos negro (pequeño bol con asas) sobre el cual está
grabado el nombre de Eurípides.
SÓCRATES
470 — 399 a. C. Fue un filósofo clásico ateniense considerado como uno de los más
grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Fue maestro de Platón,
quien tuvo a Aristóteles como discípulo, siendo estos tres los representantes
fundamentales de la filosofía de la Antigua Grecia.
Nació en la Antigua Atenas, donde vivió durante los dos últimos tercios del siglo V a.
C., la época más espléndida en la historia de su ciudad natal, y de toda la antigua
Grecia. Fue hijo de Sofronisco, de profesión cantero, y de Fainarate, comadrona,
emparentados con Arístides el Justo.
Según Plutarco, cuando Sócrates nació su padre recibió del oráculo el consejo de dejar
crecer a su hijo a su aire, sin oponerse a su voluntad ni reprimirle sus impulsos. No
obstante, ni Jenofonte ni Platón mencionan esta intervención del oráculo, lo que hace
pensar que pueda ser una tradición popular muy posterior.
Desde muy joven, llamó la atención de los que lo rodeaban por la agudeza de sus
razonamientos y su facilidad de palabra, además de la fina ironía con la que salpicaba
sus tertulias con los ciudadanos jóvenes aristocráticos de Atenas, a quienes les
preguntaba sobre su confianza en opiniones populares, aunque muy a menudo él no
les ofrecía ninguna enseñanza. Tuvo por maestro al filósofo Arquelao quien lo introdujo
en las reflexiones sobre la física y la moral.
Se casó con Xantipa (o Jantipa), que era de familia noble. Según una tradición antigua,
trataba muy mal al filósofo, aunque en realidad Platón muestra, al narrar la muerte de
Sócrates en el Fedón, una relación normal e incluso buena entre los dos.
Era de pequeña estatura, vientre prominente, ojos saltones y nariz exageradamente
respingona. Su figura era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los
seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado
el día en que le lavó los pies y le puso sandalias, y Antifón, el sofista, decía que ningún
esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. Llevaba siempre la misma
capa, y era tremendamente austero en cuanto a comida y bebida.
Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al conocimiento de
los que se decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un sabio, aún cuando
uno de sus mejores amigos, Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había
alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le contestó que no había ningún griego
más sabio que él (Apología 21a). Al escuchar lo sucedido, Sócrates dudó del oráculo, y
comenzó a buscar alguien más sabio que él entre los personajes más renombrados de
su época, pero se dio cuenta de que en realidad creían saber más de lo que realmente
sabían. Filósofos, poetas y artistas, todos creían tener una gran sabiduría, en cambio,
Sócrates era consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia.
Esto lo llevó a tratar de hacer pensar a la gente y hacerles ver el conocimiento real que
tenían sobre las cosas. Asumiendo una postura de ignorancia, interrogaba a la gente
para luego poner en evidencia la incongruencia de sus afirmaciones; a esto se le
denominó «ironía socrática», la cual queda expresada con su célebre frase «Sólo sé
que no sé nada». Su más grande mérito fue crear la mayéutica, método inductivo que
le permitía llevar a sus alumnos a la resolución de los problemas que se planteaban por
medio de hábiles preguntas cuya lógica iluminaba el entendimiento. Según pensaba, el
conocimiento y el autodominio habrían de permitir restaurar la relación entre el ser
humano y la naturaleza.
La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de conocimientos, sino
en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de ahí construir conocimientos
más sólidos. Esto le convierte en una de las figuras más extraordinarias y decisivas de
toda la historia; representa la reacción contra el relativismo y subjetivismosofista, y es
un singular ejemplo de unidad entre teoría y conducta, entre pensamiento y acción. A la
vez, fue capaz de llevar tal unidad al plano del conocimiento, al sostener que la virtud
es conocimiento y el vicio ignorancia.
El poder de su oratoria y su facultad de expresión pública eran su fuerte para conseguir
la atención de las personas. Sócrates no escribió ninguna obra porque creía que cada
uno debía desarrollar sus propias ideas. Conocemos en parte sus ideas desde los
testimonios de sus discípulos: Platón, Jenofonte, Aristipo y Antístenes, sobre todo.
Tales testimonios no son convergentes, por lo que no resulta fácil conocer cuál fue el
verdadero pensamiento de Sócrates.
El envenenamiento por cicuta era un método empleado habitualmente por los griegos
para ejecutar las sentencias de pena de muerte. Sócrates fue juzgado y, declarado
culpable, cumplió esta pena en el año 399 a. C.
Murió a los 70 años de edad, aceptando serenamente esta condena, método elegido
por un tribunal que le juzgó por no reconocer a los dioses atenienses y corromper a la
juventud. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, éste pudo haber
eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y
morir. Realmente le juzgaron porque dos de sus discípulos fueron tiranos que atentaron
contra Atenas.
A su muerte surgen las escuelas socráticas, la Academia Platónica, las menores, dos
de moral y dos de dialéctica, que tuvieron en común la búsqueda de la virtud a través
del conocimiento de lo bueno.
TUCIDIDES
Atenas, c. 460 a. C. - Tracia, c. ¿396 a. C.?. Historiador y militar ateniense. Pertenecía
a la familia de los Filaidas, ligado a figuras famosas de la historia de la ciudad como
Cimón o Milcíades, vencedor de la batalla de Maratón. El nombre de su padre, Óloro,
hace pensar que procedía de Tracia.
En el 424 a. C., durante la primera fase de la Guerra del Peloponeso, la denominada
Guerra arquidámica, fue nombrado estratego de la ciudad de Atenas, confiándosele el
mando de una flota encargada de romper el asedio de Anfípolis, polis de Tracia,
conquistada por Atenas trece años antes (437 a. C.). Fracasó en dicho intento y la
ciudad cayó en manos del general espartano Brásidas, por lo que fue condenado al
exilio 20 años. Este hecho le dio la oportunidad de obtener información bastante
completa, procedente de los dos bandos en conflicto, que utilizó para la composición de
la Historia de la Guerra del Peloponeso, en la que narra los acontecimientos ocurridos
entre el año 431 a. C. y el 411 a. C.
Volvió del exilio veinte años después, al terminar la guerra. Algunos investigadores
modernos niegan su condición de exiliado, viéndolo como una muestra de la
intromisión posterior de Jenofonte en la obra de Tucídides
En su obra, escrita con gran rigor, analiza los hechos, yendo más allá de lo anecdótico
para buscar las motivaciones personales de los protagonistas de los hechos, sus
ambiciones y sus temores, sin ocultar sin embargo su admiración por algunas posturas
políticas. Intenta que prime la objetividad.
Durante mucho tiempo, Tucídides ha sido considerado como el padre de la historia
pragmática o científica en contraposición a Heródoto. Sin embargo, es preciso matizar
esta opinión, pues no hay tanta distancia metodológica entre ambos. Lo que sí existe
es una diferente intensidad en la utilización de los distintos procedimientos, marcada en
parte por la naturaleza de sus respectivos relatos. Desde luego, el rigor crítico de
Tucídides en la utilización de documentos y restos arqueológicos no pudo tenerlo
Heródoto en todas sus referencias a mundos desconocidos, muy alejados en el tiempo
y en el espacio. Se puede concluir que Tucídides llevó a su perfección aquellos
primeros pasos que había dado Heródoto por convertir la historia en algo más que una
simple narración agradable de hechos y curiosidades.
Otra característica importante de su obra había de ser la objetividad y la imparcialidad,
que Tucídides consiguió imponer en su relato al eludir cualquier comentario personal.
Éstos sólo aparecen en contadas ocasiones: cuando tiene que exponer su programa
metodológico (1, 22), cuando habla de Pericles y de su política, o de su propia
experiencia en la guerra. También podemos oír su voz en los elogios a las
constituciones de Quíos y de Atenas (8, 24 y 97) o, en ese mismo libro, sus opiniones
sobre atenienses, espartanos y siracusanos. A la imparcialidad, que domina la mayor
parte del relato, se añadía su deseo de precisión, que le llevó a adoptar una cronología
basada en la sucesión de los años y no en las listas de arcontes epónimos, y a
examinar con sumo cuidado las noticias transmitidas por logógrafos y poetas. Ese
deseo de precisión se observa, sobre todo, en su narración de los sucesos, que suele
acompañar con todo tipo de detalles que atienden a la geografía, la toponimia o la
reproducción de documentos (en estilo directo o indirecto). De esta manera, Tucídides
resulta tremendamente innovador, pues consiguió construir su historia desde una
postura alejada de cualquier prejuicio político o religioso, conducida por la idea de la
importancia del individuo, del hombre que dirige los acontecimientos y, por ende, a los
pueblos. Tucídides entiende el oficio de historiador no sólo como un mero narrador de
los acontecimientos sino como un fino indagador de los mismos que es capaz de llegar
a su comprensión y, por ende, a su explicación.
Para la antigüedad romana, Tucídides fue uno de los tres grandes historiadores
helénicos; sin embargo, unos cuantos siglos después, con el olvido de la lengua griega
característico de la Edad Media, se ignoraba casi todo sobre su figura y obra. El
proceso de recuperación de este autor se inició cuando Juan Fernández de Heredia
(1310-1396) extrajo y tradujo a su lengua aragonesa los discursos de la Historia de la
guerra del Peloponeso. No obstante, Tucídides sólo volvió al panorama cultural
europeo gracias a la versión latina de Lorenzo Valla (1407-1457), que vio la luz a
mediados del Quattrocento.
ARISTÓFANES
Poeta cómico ateniense: Se ignoran las fechas de su nacimiento y de su muerte. Dióse
a conocer en 427 a. de J. C. en que se representó su primera comedia, y en este
tiempo se cree que aún no había cumplido la edad que la ley fijaba para obtener un
coro,es decir, que no había cumplido 30 años: puede fijarse, por tanto, su nacimiento
hacia el año 450.
Su familia procedía de Rodas, y aunque se le incluye entre los poetas Atenienses,
acaso no hubiera nacido en Ática, pues Cleonte, demagogo, atacado por él en su
primera comedia los Babilonios, una de las perdidas, se vengó acusándole de no ser
ciudadano de Atenas. Aristófanes volvió a poner en escena a su enemigo, haciendo el
papel de Cleonte por no hallar actor ninguno que se atreviese a provocar la ira de aquel
político vengativo y de poderosa influencia. En 424 representóse la primera de sus
piezas con su nombre: titulábase las Nubes. La que ofreció al público en 427 llevaba,
por la razón dicha más arriba, un nombre prestado. En 390 se representó o repitió el
Pluto, su última obra, o cuando menos, el Pluto reformado. En esta fecha murió o dejó
de escribir para el teatro.
Aristófanes es un autor de comedias políticas, y representa en sus obras las tendencias
aristocráticas y la oposición a las nuevas ideas filosóficas que simboliza Sócrates.
Parece respetuoso con la muchedumbre, pero en realidad la escarnece y zahiere sus
vicios y extravagancias, su injusticia y su inmoralidad, con la poderosa arma del ridículo
y sin misericordia. Derrama al mismo tiempo tanta gracia e ingenio, desprendiéndose
de sus censuras tan severas lecciones, que la multitud le aplaude y los mismos que en
la escena satiriza se ríen. «Ningún soberano, dice W. Schlegel, y el pueblo de Atenas
lo era entonces, consintió nunca con tanto gusto en que le dijesen tan insignes
verdades, ni comprendió mejor la chanza». Los medios empleados por el poeta
produjeron, a la postre, lo contrario a sus propósitos, o sea la corrupción de las ideas y
costumbres y el envilecimiento de los espíritus. No es el primer poeta cómico, mas sí el
primer satírico de todos los tiempos. El pueblo ateniense le celebró, pero hombres tan
ilustrados como Platón entre los antiguos y Fenelón entre los modernos no le
celebraron menos. Platón dice que: «Buscando las Gracias un santuario indestructible,
hallaron el alma de Aristófanes y jamás la abandonaron».
Descuidado a veces en la invención y desarrollo de la fábula, es siempre modelo
soberano en el diálogo. Su estilo y versificación, acabadísimos modelos de pureza
ática, son también de intento mezcla de todos los dialectos y de todas las formas
métricas, forjando con frecuencia vocablos combinados de un modo extravagante.
Quieren algunos de sus admiradores ver en sus comedias la pintura fiel y exacta de la
sociedad ateniense del siglo V antes de nuestra era. Esta pintura, sin embargo, está
hecha por un hombre de partido, y es casi siempre apasionada. Puede elogiársele
cuando se burla de los Cleontes y demás políticos inmorales: pero jamás podrá
hallarse excusa a sus invectivas contra Sócrates, Pericles y otros hombres ilustres; fue
quizás el causante de la muerte del inmortal filósofo ateniense. De 44 piezas que
compuso, número que algunos elevan hasta 54, sólo 11 han llegado íntegras hasta
nosotros.
Excitada, se dice, la cólera de los oradores por estas licencias de la comedia antigua,
logró en 388 Antímaco que se prohibiera por una ley llevar al teatro nombre ninguno de
personaje. Aristófanes compuso entonces su Cócalo, obra perdida para nosotros,
desprovista de toda alusión política, con lo cual se inauguró la comedia nueva.
Aceptada esta versión, hay que poner más acá la fecha de la muerte y de la época en
que dejó de escribir Aristófanes. Para formarse idea de lo que era entre los griegos la
comedia política, que cumplía análogo papel al de la prensa periódica en nuestros días,
basta el siguiente fragmento de los Caballeros, en que Aristófanes fustiga en su
personaje Agoracrito al agitador Cleonte. «Tu eres un hombre zafio; eres un malvado y
la hez de la plebe; pero tu voz es atronadora, tu elocuencia desvergonzada. tu gesto
maligno, tu charlatanismo muy a propósito para la plaza pública; descansa, pues, en
mis palabras, posees todas las dotes que se necesitan para gobernar a Atenas». Y
personificando al pueblo en el viejo Demos, hace que el coro le cante en la misma
comedia estas palabras: «Eres un imbécil, adulador e intrigante: te conducen asido por
la nariz, y tú, extasiado cuando te arengan, permaneces inmóvil con la boca abierta».
JENOFONTE
401-354 a.C. Las fuentes de que disponemos para datar la vida de Jenofonte nos
vienen dadas por su propia obra, particularmente la Anábasis, y por las anécdotas
que nos cuenta Diógenes Laercio en sus Vidas.
Nace en Atenas en la primera mitad del s. IV a. C, en el seno de una familia
acomodada. Su infancia y juventud transcurrieron en el ambiente incierto y turbulento
de las Guerras del Peloponeso (431-404) en las que participó formando parte de las
fuerzas ecuestres, como le correspondía al ser miembro de la clase de los
caballeros. Estamos ante la crisis del modelo de estado democrático de Pericles y la
decadencia de los valores morales y filosóficos en los que, hasta entonces, se había
fundamentado la sociedad ateniense. Durante el gobierno de los Treinta, Jenofonte
partió en una expedición mercenaria a Persia conocida como "los Diez Mil" en apoyo
del príncipe persa Ciro, que se enfrentaba con su hermano Artajerjes. El futuro
historiador llegaría a hacerse amigo y admirador de Ciro, y a la muerte de éste, la
expedición que mandaba Jenofonte quedó abandonada a su suerte, por lo tuvieron
que abrirse paso a través de 1.500 km. de territorio hostil hasta conseguir volver a su
patria. Este es el argumento de la Anábasis. De regreso a Grecia conoce a Sócrates,
haciéndose discípulo suyo, y tras un breve período al servicio de un príncipe tracio,
Jenofonte encontró un nuevo líder en el rey espartano Agesilao, que comandaba las
fuerzas griegas contra los persas. En el 394 a. C. tuvo lugar la batalla de Corona, en
la que se enfrentaron contra una coalición de la que formaba parte Atenas. La
vinculación de Jenofonte primero al ejército persa y luego al espartano, enemigos
ancestrales del estado ateniense, provocaron que fuera desterrado de su patria,
aunque se desconoce la fecha exacta en la que sucedió esto. En todo caso, la
protección de Agesilao le proporcionó un lugar de retiro en territorio Eleo, una
propiedad rural cerca de Olimpia, en la que pudo dedicarse a la vida contemplativa y
comenzó a escribir parte de su prolífica obra.
En el 371 tuvo lugar la batalla de Leuctra, tras la cual los eolios recuperaron los
territorios que les habían sido arrebatados por Esparta y Jenofonte tuvo que
trasladarse a Corinto, donde residió hasta que le fue conmutada la sentencia de
destierro, gracias a una nueva alianza espartano-ateniense contra Tebas. De vuelta
a su ciudad natal, completaría el resto de sus escritos.
Jenofonte estuvo treinta años fuera de su patria en diversas campañas militares, lo
que le permitió adquirir una gran experiencia en el campo militar, convirtiéndose en
un hombre de mundo. Su obra es muy amplia tanto en sentido cuantitativo como en
cuanto a la multiplicidad de temas que trata. Se ocupa fundamentalmente de la
historia, pero también de la filosofía, la política, la economía e incluso escribió
tratados sobre la práctica de la hípica y la caza. Su contacto con Sócrates,
coincidiendo con la época en que éste fue juzgado, nos permite acceder a una visión
del filósofo distinta de la que nos ofrece Platón, claramente desfigurado por intereses
ajenos a la historiografía. Platón se sirve de la figura de Sócrates para apuntalar su
propia filosofía, mientras que Jenofonte nos plantea un punto de vista relativamente
más sincero. También éste estuvo junto al famoso filósofo en el momento de su
muerte, y fruto de aquella relación son varias de sus obras: la Defensa de Sócrates,
los Recuerdos de Sócrates y el Banquete, obra homónima a la de Platón y que trata
el mismo episodio, la cena en la que Sócrates, rodeado de su círculo de allegados,
discute sobre la naturaleza del amor.
La obra de Jenofonte tiene dos grandes virtudes: nos proporciona una amplia
cantidad de información sobre aspectos variados de la vida de sus contemporáneos
y constituye un excelente conjunto de textos para quien se introduce por primera vez
en el estudio de la lengua griega, debido a su sencillez. Como contrapunto, la crítica
moderna ha mostrado de manera casi unánime un cierto desprecio hacia el valor
histórico y literario de sus escritos. Se le acusa de parcialidad, de omitir numerosos
datos importantes y falta de un espíritu realmente científico y riguroso. Ciertamente,
aunque no podemos asegurar que llegase a falsear los hechos que relata, es
evidente que en su relato de las guerras hay huecos, digresiones y saltos en el
tiempo, además de no realizar un auténtico análisis sobre las causas de los
acontecimientos, limitándose a describirlos. Su intención era continuar la línea de
Tucídides; de hecho la Anábasis pretende ser la continuación de la Historia de la
Guerra del Peloponeso. También se han resaltado los conocimientos precisos que
tenía Jenofonte sobre estrategia militar, que afectarían positivamente a la descripción
de batallas, sin olvidar cierta habilidad para crear un ambiente dramático y la
profundización psicológica que lleva a cabo en algunos de los personajes más
cercanos a él, como Ciro o Agesilao.
PLATÓN
Platón nació hacia el año 428 a. C. en Atenas o Egina en el seno de una familia
aristocrática ateniense. Era hijo de Aristón, quien se decía descendiente de Codro, el
último de los reyes de Atenas, y de Perictione, cuya familia estaba emparentada con
Solón. En consonancia con su origen, Platón fue un acérrimo anti-demócrata (véanse
sus escritos políticos: República, Político, Leyes); con todo, ello no le impidió rechazar
las violentas acciones que habían cometido sus parientes oligárquicos y rehusar
participar en su gobierno.
Espeusipo, sobrino de Platón, elogia la rapidez mental y la modestia que tuvo de niño,
así como su amor por el estudio. En su juventud se habría interesado por artes como la
pintura, la poesía y el drama; de hecho, se conserva un conjunto de epigramas que
suelen ser aceptados como auténticos, y la tradición refiere que había escrito o tenía
interés en escribir tragedias, afán que habría abandonado al comenzar a frecuentar a
Sócrates (nótense las duras críticas que Platón hace de las artes en República,
fundamentando su parcial expulsión del Estado ideal). También, según se ve en su
teoría educativa, siempre se interesó por la gimnasia y los ejercicios corporales, y
ciertas fuentes refieren que se habría dedicado a las prácticas atléticas; habría
participado asimismo de algunas batallas de la Guerra del Peloponeso y de la Guerra
de Corinto, pero no hay información al respecto más que simples menciones del caso.
En cuanto a su formación intelectual temprana, Aristóteles refiere que, antes de
conocer a Sócrates, Platón había tratado con el heraclíteo Crátilo y sus ideas de que
todo lo sensible está en devenir y, por tanto, de que no es posible el conocimiento
científico acerca de ello; pero que luego, influido por Sócrates y su enseñanza e
insistencia en inquirir y definir qué es cada cosa para poder hablar de ella con
propiedad, se convenció de que había realidades cognoscibles y, por tanto,
permanentes, y decidió que no eran sensibles -el ámbito de lo que siempre deviene y
nunca es- sino de naturaleza inteligible. Éste es, según Aristóteles, el origen de la
teoría de las Ideas, y su información nos permite reconstruir algo del itinerario
biográfico-intelectual de Platón.
Según Diógenes Laercio, Platón conoció a Sócrates a la edad de 20 años, aunque el
historiador W. K. C. Guthrie se muestra convencido de que ya lo frecuentaba con
anterioridad. De cualquier modo, puede acordarse en que el primer encuentro se
produjo entre el 412 y el 407 (es decir, entre los quince y los veinte años de Platón). A
partir de allí, fue uno de los miembros más cercanos del círculo socrático hasta que en
399, Sócrates, que contaba unos setenta años, fue condenado a la pena de muerte por
el tribunal popular ateniense, acusado por los ciudadanos Ánito y Meleto de "impiedad"
(es decir, de no creer en los dioses o de ofenderlos) y de "corromper a la juventud". La
Apología nos muestra a Sócrates frente al tribunal, ensayando su defensa y acusando
a sus opositores de la injusticia que estaban cometiendo contra él; luego de ser
declarado culpable, Sócrates menciona a un grupo de amigos que están en la tribuna,
entre ellos Platón. Sin embargo, Platón mismo hace que Fedón diga, en el diálogo que
lleva su nombre y al referir a Equécrates la tarde última de Sócrates con sus amigos
antes de beber la cicuta, que "Platón estaba enfermo, creo". A propósito de su
ausencia, W. K. C. Guthrie escribe: "Juzgarlo de forma desfavorable por ello sería
injusto, ya que no sólo debemos esa circunstancia a Platón mismo, sino que el conjunto
del Fedón, por no decir nada de otros diálogos, deja fuera de toda duda la indudable
realidad y la fuerza de su devoción a Sócrates. Sus sentimientos pudieron haber sido
tan intensos que no fuera capaz de soportar el espectáculo de ser testigo de la muerte
real del mejor, el más sabio y el más justo de los hombres que conoció".
Luego de la pérdida de Sócrates, Platón, que tenía sólo veintiocho años, se retiró con
algunos otros de los discípulos de su maestro a Mégara, Sicilia, a la casa de Euclides
(socrático, fundador de la escuela megárica). De allí habría viajado a Cirene, donde se
reunió con el matemático Teodoro (personificado en el Teeteto) y con Arisitipo
(socrático también, fundador de la escuela cirenaica) y a Egipto, aunque estos dos
últimos viajes son puestos en duda por muchos especialistas. Se tienen por más
seguros, en cambio, los viajes a Italia y a Sicilia, no sólo porque hay más testimonios,
sino por la decisiva Carta VII, en base a la cual se reconstruye el resto de sus
travesías. En su viaje a Italia habría tenido contacto con eléatas y pitagóricos, dos de
las principales influencias que acusan sus obras, en especial con Filolao, Eurito y
Arquitas de Tarento, quien era, a la vez, político y filósofo en su pólis. En el 387 viajó
por primera vez a Sicilia, a la poderosa ciudad de Siracusa, gobernada por el tirano
Dionisio; allí conoció a Dión, el cuñado de Dionisio, por quien se sintió poderosamente
atraído y al que transmitió las doctrinas socráticas acerca de la virtud y del placer.
Según un relato tradicional, al final de su visita, Platón habría sido vendido como
esclavo por orden de Dionisio y rescatado por el cirenaico Anníceris en Egina, pólis que
estaba en guerra con Atenas.
A la vuelta de Sicilia, se estima que al poco tiempo, Platón compró una finca en las
afueras de Atenas, en un emplazamiento dedicado al héroe Academo, y fundó allí la
Academia, que funcionó como tal ininterrumpidamente hasta el año 86 a.C. al ser
destruida por los romanos, siendo restituida y continuada por los platónicos hasta que
en 529 d. C. fue cerrada definitivamente por Justiniano I, quien veía en las escuelas
paganas una amenaza para el cristianismo y ordenó su erradicación completa.
Numerosos filósofos se formaron en esta milenaria Academia, incluyendo el mismo
Aristóteles durante la dirección de Platón, junto a quien trabajo alrededor de veinte
años, hasta la muerte de su maestro. Vale la pena recordar cierta descripción de W. K.
C. Guthrie respecto de la Academia: "...No se parece en nada a ninguna institución
moderna (...) Los paralelos más cercanos son probablemente nuestras antiguas
universidades (...) con las características que han heredado del mundo medieval, en
particular sus conexiones religiosas y el ideal de la vida en común (...) La santidad del
lugar era grande, y se celebraban otros cultos allí, incluidos los de la misma Atenea.
Para formar una sociedad que tuviera su tierra y sus locales propios, como hizo Platón,
parece que era un requisito legal el registrarla como thíasos, es decir, como asociación
de culto dedicada al servicio de alguna divinidad. Platón eligió a las Musas, que
ejercían el patronazgo de la educación (...) Las comidas en común eran famosas por su
combinación de alimentos sanos y moderados con una conversación que valía la pena
recordar y anotar. Se cuenta que un invitado dijo que los que habían cenado con Platón
se sentían bien al día siguiente". En la Academia, que no aceptaba personas sin
conocimientos matemáticos previos, se impartían enseñanzas sobre distintas ciencias
(aritmética, geometría, astronomía, harmonía, puede que también ciencias naturales) a
modo de preparación para la dialéctica, el método propio de la inquisición filosófica, la
actividad principal de la institución; asimismo, también era principal actividad, en
consonancia con lo expresado en República, la formación de los filósofos en política,
de modo que fueran capaces de legislar, asesorar e incluso gobernar (se sabe de
varios platónicos que, luego de estudiar en la Academia, se dedicaron efectivamente a
estas actividades).
Platón también recibió influencias de otros filósofos, como Pitágoras, cuyas nociones
de armonía numérica y geomatemáticas se hacen eco en la noción de Platón sobre las
Formas; también Anaxágoras, quien enseñó a Sócrates y que afirmaba que la
inteligencia o la razón penetra o llena todo; y Parménides, que argüía acerca de la
unidad de todas las cosas y quien influyó sobre el concepto de Platón acerca del alma.
Platón murió en el 347 a. C., a los 80/81 años de edad, dedicándose en sus últimos
años de vida a impartir enseñanzas en la academia de su ciudad natal.
Todas las obras de Platón, con las excepciones de las Cartas y de la Apología están
escritas – como la mayor parte de los escritos filosóficos de la época - no como
poemas pedagógicos o tratados, sino en forma de diálogos; e incluso la Apología
contiene esporádicos pasajes dialogados. En ellos sitúa Platón a una figura principal, la
mayor parte de las veces Sócrates, que desarrolla debates filosóficos con distintos
interlocutores, que mediante métodos como el comentario indirecto, los excursos o el
relato mitológico, así como la conversación entre ellos, se relevan, completan o
entretejen; también se emplean monólogos de cierta extensión.
Entre los diálogos platónicos, que se caracterizan estilísticamente por compartir la
forma de diálogo, cuya utilización en filosofía él inauguró, pueden señalarse los
siguientes como los más influyentes: Crátilo, un examen de la relación entre el lenguaje
y la realidad, evaluándose tanto una teoría naturalista del lenguaje como una
convencionalista; Menón, una investigación sobre la virtud como conocimiento y su
posibilidad de ser enseñada, fundamentada ontológicamente mediante una prueba y
exposición de la teoría de la reminiscencia; Fedón, una demostración de la naturaleza
divina e imperecedera del alma y el primer desarrollo completo de la teoría de las
Ideas; Banquete, la principal exposición de la particular doctrina platónica acerca del
amor; República, diálogo extenso y elaborado en el que se desarrolla, entre otras
cosas, una filosofía política acerca del estado ideal, una psicología o teoría del alma,
una psicología social, una teoría de la educación, una epistemología, y todo ello
fundamentado, en última instancia, en una ontología sistemática; Fedro, en el que se
desarrolla una compleja e influyente teoría psicológica y se abordan temas como el
deseo, el amor, la locura, la memoria, la relación entre retórica y filosofía y la pobreza
del lenguaje escrito en contraposición al genuino lenguaje oral; Teeteto, una inquisición
sobre conocimiento en orden a hallar su naturaleza y su definición; Parménides, una
crítica de Platón -puesta en labios del filósofo Eleata- a su propia teoría de las Ideas tal
como hasta entonces la había presentado y que prepararía el camino a su
reformulación en diálogos posteriores; Sofista, obra en que se desarrolla una
reestructuración del mundo eidético y se realiza una presentación de la revolucionaria
teoría acerca del no-ser como diferencia y de la primera fundamentación acabada, a
partir de ella, de la posibilidad del juicio y la opinión falsas, así como de su diferencia
con los correspondientes verdaderos; Político, diálogo que incluye una exposición del
método diálectico platónico maduro, así como de la teoría de la justa medida, del
auténtico político y el auténtico Estado, respecto del cual los demás modelos de
organización política son presentados como imitaciones; Timeo, un influyente ensayo
de cosmogonía, cosmología, física y escatología, influido por la tradición pitagórica;
Filebo, investigación acerca de la buena vida, de la relación del bien con la sensatez y
el placer en cuanto compuestos de aquél y posibilitadores del vivir bien y
provechosamente; Leyes, una teoría extensa y madura acerca de la adecuada
constitución del Estado, que contrapone un mayor realismo al idealismo puro de la
filosofía política presentada en República.
Platón, además, escribió Apología de Sócrates, Critón, Eutifrón, Ion, Lisis, Cármides,
Laques, Hipias mayor, Hipias menor, Protágoras, Gorgias, Menéxeno, Eutidemo y
Critias. Hay varios escritos cuya autenticidad permanece aún en duda, siendo
Alcibíades I y Epínomis los más importantes entre ellos. Lo mismo sucede con las
cartas conservadas, aunque hay casi unanimidad en aceptar el carácter genuino de la
importante carta VII. Finalmente, nos encontramos con la cuestión de las doctrinas no
escritas de Platón, cuya fuente más antigua es nada más y nada menos que
Aristóteles, quien menciona en varios lugares teorías que no encontramos en la obra
escrita de su maestro.
DEMÓSTENES
Demóstenes (384–322 a. C.) fue un prominente estadista griego y orador de la antigua
Atenas. Sus oratorias constituyeron una expresión significativa del intelecto ateniense
contemporáneo que proporcionaban una visión o idea de la política y la cultura de la
antigua Grecia durante el siglo IV a.c. Demóstenes aprendieron retórica estudiando las
intervenciones de grandes oradores anteriores . Pronunció su primer discurso en un
proceso judicial a la edad de 20 años , en el que sostuvo con eficacia cuando reclamó a
sus tutores que le entregaran la totalidad de su herencia. Durante un tiempo,
Demóstenes se ganó la vida como escritor profesional de discursos judiciales y como
abogado, redactando textos para su uso en pleitos entre particulares.
Demóstenes creció interesado en la política durante su tiempo como logógrafo, y en
354 a.c dio sus primeros discursos políticos públicos. Se dedicó en sus años más
productivos a oponerse a expansión de Macedonia. Idealizo a su ciudad y luchó toda
su vida por restablecer la supremacía de Atenas y motivar a sus compatriotas contra
Felipe II de Macedonia al cual lo tomaba como invasor y ajeno a la cultura griega. Él
trató de preservar la libertad de su ciudad para establecer una alianza contra
Macedonia, en un intento sin éxito de impedir los planes de Felipe II para expandir su
influencia hacia el sur sometiendo a todos los Estados griegos. Dos años antes de la
muerte de Felipe II , Demóstenes desempeñó un papel muy importante como líder de la
ciudad en su levantamiento contra el nuevo rey de Macedonia, Alejandro Magno. Sin
embargo, sus esfuerzos fracasaron contra el sucesor de rey macedonico.En la batalla
de Queronea, los esfuerzos no tuvieron éxito en Atenas y Tebas la revuelta no pudo
contra la fuerte reacción Macedonica.
Para prevenir una revuelta similar en ese Estado, el sucesor de Alejandro Magno en
esa región el diádoco Antípatro envió sus hombres para que realizen un seguimiento a
Demóstenes para asesinarlo. Demóstenes se suicidó para evitar caer en manos de sus
enemigos.
De acuerdo a Dionisio de Halicarnaso, historiador griego y profesor de retórica,
Demóstenes representa la etapa final del desarrollo de la prosa ática. Este autor afirma
que Demóstenes reunió las mejores características de los estilos básicos; utilizaba
habitualmente el estilo de tipo medio o normal y aplicaba el estilo arcaico y el de
elegancia llana cuando era necesario. En todos y cada uno de los tres estilos era mejor
que sus maestros especializados.
Demóstenes es considerado un orador consumado, adepto de todas las técnicas de la
oratoria que utiliza de forma conjunta en su trabajo. En sus discursos judiciales
iniciales, la influencia de sus primeros maestros es obvia, pero no enmascara su estilo
marcado y original, que también aparece.
Según Harry Thurston Peck, perteneciente a la escuela clásica, Demóstenes "no
incrementa el conocimiento; su objetivo no es la elegancia; no busca brillantes
ornamentos; en raras ocasiones toca el corazón de la gente con suaves apelaciones, y
cuando lo hace, produce sólo un efecto que podría mejorar cualquier orador de tercera
clase. No tenía agudeza, gracia o vivacidad, tal y como nosotros entendemos estos
términos. El secreto de su poder es simple, puesto que se encuentra esencialmente en
el hecho de que sus principios políticos estaban ligados a su propio espíritu". En su
juicio, Peck coincide con Jaeger, que dijo que las decisiones políticas inminentes
imbuían los discursos de Demóstenes con un poder artístico fascinante.
Demóstenes era capaz de combinar mensajes escuetos con explicaciones extensas,
armonizando con su cometido. Su lenguaje es simple y natural, no utiliza palabras
extrañas o artificiales. Según Jebb, Demóstenes era un artista capaz de hacer que su
propio arte le obedeciera. Por su parte, Esquines estigmatizaba su intensidad,
atribuyendo a sus rivales hilos de imágenes absurdas e incoherentes.
Dionisio establece que el único punto débil de Demóstenes era su falta de sentido del
humor, si bien Quintiliano veía esta deficiencia como una virtud. Sin embargo, la
principal crítica que se ha hecho a Demóstenes parece que se ha apoyado
principalmente en su negativa a hablar extempore; habiéndose negado a menudo a
comentar asuntos que no se había estudiado previamente. En cualquier caso, dedicaba
una elaborada preparación a todos sus discursos y, por tanto, sus argumentos son los
productos de un estudio cuidadoso de cada asunto. También era famoso por su
capacidad de sátira.
De acuerdo a Cicerón, Demóstenes veía la forma de entregar el mensaje (los gestos, la
voz, etc.) como algo más importante que el estilo. Aunque no tenía la voz de Esquines,
o la capacidad improvisatoria de Demades, utilizaba de forma muy eficiente su cuerpo
para acentuar sus palabras, consiguiendo proyectar sus ideas y argumentos con una
mayor fuerza. Sin embargo, dicha puesta en escena no era bien acogida por todo el
mundo de la antigüedad: Demetrio de Falero y los comediantes ridiculizaban la
"teatralidad" de Demóstenes, mientras que Esquines opinaba que Leodamas de
Acarnas era superior a él.
La fama de Demóstenes perduró a través de los siglos. Los estudiosos de la Biblioteca
de Alejandría editaron cuidadosamente los manuscritos de sus discursos, y los
colegiales de la antigua Roma estudiaron su arte como parte de su propio
entrenamiento en retórica. Juvenal le aclamó diciendo que era largus et exundans
ingenii fons (una larga y desbordante fuente de ingenio), Los discursos de Cicerón
contra Marco Antonio también mencionaban las Filípicas. Por su parte, Plutarco hizo
una mención en su Vida de Demóstenes recalcando las fuertes similitudes entre las
personalidades y las carreras políticas de Demóstenes y de Marco Tulio Cicerón:
Durante la Edad Media y el Renacimiento Demóstenes mantuvo una buena reputación
por su elocuencia. Sus textos eran los más estudiados y leídos de todos los oradores
antiguos, con quizás Cicerón como único competidor real. El autor y jurista francés
Guillaume du Vair alaba sus discursos por su elegante estilo y artística composición;
John Jewel, Obispo de Salisbury, y Jacques Amyot, escritor y traductor renacentista
francés, ven a Demóstenes como un magnífico orador, incluso "supremo".
En la historia moderna, oradores como Henry Clay han imitado la técnica de
Demóstenes. Sus ideas y principios sobrevivieron e inspiraron a personajes y
tendencias políticas de nuestra época. Demóstenes constituyó una fuente de
inspiración para los autores de los artículos federalistas (una serie de 85 artículos
defendiendo la ratificación de la Constitución de los Estados Unidos de América) y para
los principales oradores de la Revolución francesa. El primer ministro francés Georges
Clemenceau estuvo entre aquellos que idealizaron a Demóstenes e incluso escribió un
libro sobre él. Por su parte Friedrich Nietzsche a menudo compuso sus frases de
acuerdo a los paradigmas de Demóstenes, cuyo estilo admiraba.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los luchadores de la resistencia francesa se
identificaron con Demóstenes, y dieron a Adolf Hitler el nombre de Filipo. Demóstenes
se reconoció como el símbolo de la independencia y se utilizó como sinónimo de la
resistencia contra la opresión tiránica. También constituyó una fuente de inspiración
para escritores de la literatura moderna tales como Mary Renault o Orson Scott Card.
Por otra parte, la Demosthenian Literary Society, sociedad perteneciente a la
Universidad de Georgia, recibe su nombre en honor a Demóstenes, siendo un tributo a
su habilidad retórica y a la forma en que mejoró su habilidad oratoria.
ARISTÓTELES
Aristóteles nació en el año 384 a.C. en una pequeña localidad macedonia cercana al
monte Athos llamada Estagira, de donde proviene su sobrenombre, el Estagirita. Su
padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo y, por tanto,
abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la familia de los Asclepíades, que
se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y cuyo saber se transmitía
de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue iniciado de niño
en los secretos de la medicina y de ahí le vino su afición a la investigación experimental
y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena adolescencia, fue adoptado
por Proxeno, al cual pudo mostrar años después su gratitud adoptando a un hijo suyo .
En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas
para estudiar en la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se
estableció entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen
el uno del otro en sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo cual,
por otra parte, resulta lógico si se tiene en cuenta que Aristóteles iba a iniciar su propio
sistema filosófico fundándolo en una profunda critica al platónico. Ambos partían de
Sócrates y de su concepto de eidos, pero las dificultades de Platón para insertar su
mundo eidético, el de las ideas, en el mundo real obligaron a Aristóteles a ir perfilando
términos como «sustancia», «esencia» y «forma» que le alejarían definitivamente de la
Academia. En cambio es absolutamente falsa la leyenda según la cual Aristóteles se
marchó de Atenas despechado porque Platón, a su muerte, designase a su sobrino
Espeusipo para hacerse cargo de la Academia. En su condición de macedonio
Aristóteles no era legalmente elegible para ese puesto.
A la muerte de Platón, ocurrida en el 348, Aristóteles contaba treinta y seis años de
edad, habla pasado veinte de ellos simultaneando la enseñanza con el estudio y se
encontraba en Atenas, como suele decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no debió de
pensárselo mucho cuando supo que Hermias de Atarneo, un soldado de fortuna griego
que se habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba reuniendo en la
ciudad de Axos a cuantos discípulos de la Academia quisieran colaborar con él en la
helenización de sus dominios. Aristóteles se instaló en Axos en compañía de
Xenócrates de Calcedonia, un colega académico, y de Teofrasto, discípulo y futuro
heredero del legado aristotélico.
El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y fructíferos, dedicándose a la enseñanza,
a la escritura (gran parte de su Política la redactó allí) y a la reproducción, ya que
primero se casó con una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una hija.
Pitias debió de morir muy poco después y Aristóteles se unió a otra estagirita, de
nombre Erpilis, que le dio un hijo, Nicómaco, al que dedicaría su Ética. Dado que el
propio Aristóteles dejó escrito que el varón debe casarse a los treinta y siete años y la
mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué edades debían tener una y otra cuando
se unió a ellas.
Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles se instaló en Mitilene (isla de
Lesbos), dedicándose, en compañía de Teofrasto, al estudio de la biología. Dos años
más tarde, en el 343, fue contratado por Filipo de Macedonia para que se hiciese cargo
de la educación de su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de edad. Tampoco se
sabe mucho de la relación entre ambos, ya que las leyendas y las falsificaciones han
borrado todo rastro de verdad. Pero de ser cierto el carácter que sus contemporáneos
atribuyen a Alejandro (al que tachan unánimemente de arrogante, bebedor, cruel,
vengativo e ignorante), no se advierte rasgo alguno de la influencia que Aristóteles
pudo ejercer sobre él. Como tampoco se advierte la influencia de Alejandro sobre su
maestro en el terreno político, pues Aristóteles seguía predicando la superioridad de las
ciudades estado cuando su presunto discípulo estaba poniendo ya las bases de un
imperio universal sin el que, al decir de los historiadores, la civilización helénica hubiera
sucumbido mucho antes.
Poco después de la muerte de Filipo, Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de
Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Conociendo el carácter
vengativo de su discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de
Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de
Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años habría de competir
con la Academia platónica, dirigida en ese momento por su viejo camarada Xenócrates
de Calcedonia.
Los once años que median entre su regreso a Atenas y la muerte de Alejandro, en el
323, fueron aprovechados por Aristóteles para llevar a cabo una profunda revisión de
una obra que, al decir de Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para
decirlo de la forma más sucinta posible, Aristóteles fue un prodigioso sintetizador del
saber, tan atento a las generalizaciones que constituyen la ciencia como a las
diferencias que no sólo distinguen a los individuos entre sí, sino que impiden la
reducción de los grandes géneros de fenómenos y las ciencias que los estudian. Como
él mismo dice, los seres pueden ser móviles e inmóviles, y al mismo tiempo separados
(de la materia) o no separados. La ciencia que estudia los seres móviles y no
separados es la física; la de los seres inmóviles y no separados es la matemática, y la
de los seres inmóviles y separados, la teología.
La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que fue preciso esperar dos
mil años para que surgiese alguien de talla parecida. Y durante ese período su
autoridad llegó a quedar tan establecida e incuestionada como la que ejercía la Iglesia,
y tanto en la ciencia como en la filosofía todo intento de avance intelectual ha tenido
que empezar con un ataque a cualquiera de los principios filosóficos aristotélicos.
Sin embargo, el camino seguido por el pensamiento de Aristóteles hasta alcanzar su
actual preeminencia es tan asombroso que, aun descontando lo que la leyenda haya
podido añadir, parece un argumento de novela de aventuras.
Con la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió en Atenas una oleada de
nacionalismo (antimacedonio) desencadenado por Demóstenes, hecho que le supuso a
Aristóteles enfrentarse a una acusación de impiedad. No estando en su ánimo repetir la
aventura de Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de Chalcis, donde murió en el 322.
Según la tradición, Aristóteles le cedió sus obras a Teofrasto, el cual se las cedió a su
vez a Neleo, quien las envió a casa de sus padres en Esquepsis sólidamente
embaladas en cajas y con la orden de que las escondiesen en una cueva para evitar
que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de Pérgamo.
Muchos años después, los herederos de Neleo se las vendieron a Apelicón de Teos, un
filósofo que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación romana,
Sila se enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma,
donde fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en mano, esas obras
fueron sufriendo sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron adquiridas
por Andrónico de Rodas, el último responsable del Liceo, quien procedió a su edición
definitiva. A él se debe, por ejemplo, la invención del término «metafísica», título bajo el
que se agrupan los libros VII, VIII y IX y que significa, sencillamente, que salen a
continuación de la física.
Con la caída del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la
cultura grecorromana, desaparecieron hasta que, bien entrado el siglo XIII, fueron
recuperadas por el árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias,
árabes y judías. Del total de 170 obras que los catálogos antiguos recogían, sólo se
han salvado 30, que vienen a ocupar unas 2.000 páginas impresas. La mayoría de
ellas proceden de los llamados escritos «acroamáticos», concebidos para ser utilizados
como tratados en el Liceo y no para ser publicados. En cambio, todas las obras
publicadas en vida del propio Aristóteles, escritas para el público general en forma de
diálogos, se han perdido.
En su juventud, Aristóteles fue discípulo de Platón en la Academia de Atenas.
Aristóteles construyó un sistema filosófico propio. Previo a ello, sometió a crítica la
teoría de las Ideas de su maestro. Para intentar solventar las diferencias entre Heráclito
y Parménides, Platón había propuesto la existencia de dos dimensiones en la realidad:
el Mundo sensible y el Mundo inteligible. Para Aristóteles, el mundo no tiene
compartimentos.
Si bien Aristóteles admite, al igual que Sócrates y Platón, que la esencia es lo que
define al ser, concibe (a diferencia de sus antecesores) la esencia como la forma que
está unida inseparablemente a la materia, constituyendo juntas el ser, que es la
sustancia. La afirmación de la importancia del conocimiento sensible, y del
conocimiento de lo singular para llegar a lo universal, abrió posibilidades a la
investigación científica.
Aristóteles rechazó fuertemente la teoría de Platón según la cual las ideas eran la
auténtica realidad (por ser subsistentes y autofundadas) y que el mundo sensible,
captado por nuestros sentidos, no era más que una copia de aquellas. Aristóteles, al
contrario de Platón -que concebía la «existencia» de dos mundos posibles o reales
(algunos eruditos creen que la teoría platónica es en realidad un realismo de las Ideas),
poseía una teoría que discurría entre el mundo de las nociones y el mundo sensible, si
bien estaba abierto a admitir la existencia de sustancias separadas e inmóviles (como
se muestra en la Física y en la Metafísica).
Aristóteles hace cuatro críticas fundamentales a la teoría de las ideas de Platón:
● Critica a los dos mundos: para Aristóteles es uno solo; admitir dos mundos
complica la explicación innecesariamente, reduplicando las realidades.
● Platón no ofrece una explicación racional al hablar de los dos mundos. Se limita
a utilizar mitos y metáforas, en vez de aclarar conceptualmente sus propuestas.
● No hay una relación clara de causalidad del mundo ideal respecto del mundo
sensible. No explica cómo las ideas son causa de las cosas sensibles y
mutables. No infiere que de una idea se derive un objeto.
● Argumento del tercer hombre: según Platón, la semejanza entre dos cosas se
explica porque ambas participan de la misma idea. Según Aristóteles, se precisa
un tercero para explicar la semejanza entre dos cosas, y un cuarto para explicar
las tres, y así sucesivamente. Es una regresión al infinito, por lo tanto no se
explica nada. Tal argumento ya había sido recogido por el mismo Platón en el
diálogo titulado Parménides.
Aristóteles fue un pensador con espíritu empirista, es decir que buscó fundamentar el
conocimiento humano en la experiencia. Una de las primeras preocupaciones fue
encontrar una explicación racional para el mundo que lo rodeaba.
Los presocráticos se percataron de que lo que nos rodea es una realidad diversa que
se halla en continua y perpetua transformación. Heráclito de Éfeso considera que todo
se halla en perpetuo cambio y transformación; el movimiento es la ley del
universo.Parménides, al contrario, opina que el movimiento es imposible, pues el
cambio es el paso del ser al no ser o la inversa, del no ser al ser. Esto es inaceptable,
ya que el no ser no existe y nada puede surgir de él.
Platón, supone una especie de síntesis, es decir, una unión o una suma de estas dos
concepciones opuestas: la de Heráclito y Parménides. Por un lado tenemos el mundo
sensible, caracterizado por un proceso constante de transformación y, por el otro,
tenemos el mundo abstracto y perfecto de las Ideas, caracterizado por la eternidad y la
incorruptibilidad.
Aristóteles entiende el cambio y el movimiento como «el paso de lo que está en
potencia a estar en acto», por la acción de las causas. Hay cuatro causas: formal que
constituye la esencia como forma de la sustancia; material como soporte de la forma y
al no tener forma es pura potencia de ser (propiamente, al no tener ninguna
determinación, no es nada); eficiente, que produce el movimiento; final que dirige el
movimiento hacia un fin, la perfección de la forma. Por ello la Naturaleza se explica
según una teleología de la forma que tiende a la perfección de su contenido.
POLIBIO
Megalópolis, hoy desaparecida, actual Grecia, h. 200 a.C. - ?, 118 a.C.) Historiador
griego. Desempeñó diversos cargos en la Liga Aquea. Durante su primera estancia en
Roma entró en el círculo de Escipión, en el que dominaba la influencia estoica. Realizó
numerosos viajes a Hispania, Galia y África, y acompañó a Escipión en los sitios de
Cartago (146 a.C.) y de Numancia (133 a.C.). Su estancia en la península Ibérica le
sirvió para estudiar la geografía, los pueblos y las costumbres de Hispania. Tras la
destrucción de Corinto (146 a.C.), y gracias a su popularidad en Roma, se le
encomendó establecer las bases de la futura provincia de Acaya. Se conserva buena
parte de su obra fundamental, las Historias, compuesta de cuarenta volúmenes y
escrita con un método riguroso que se basa en una estricta documentación y en su
presencia en el lugar de los hechos que describe. Otras obras suyas hoy perdidas son
Tratado de táctica y La guerra de Numancia. Fue, junto con Tucídides, uno de los
primeros historiadores en excluir la acción divina entre las causas materiales y sus
consecuencias.
El padre de Polibio, Licorta, era amigo de Filopémenes y fue varias veces estratega de
la Liga Aquea. Así, desde muy joven, Polibio empezó a adquirir una notable experiencia
política y militar, en el trato con los hombres de Estado que regían la política griega. En
183, cuando contaba poco más de veinte años, tuvo el honor de llevar de Mesenia a
Megalópolis las cenizas de Filopémenes para sus solemnes exequias; en 169-168 fue
nombrado hiparca (era el cargo más importante después del de estratega de la Liga
Aquea).
El partido de Licorta-Filopémenes era un partido patriótico moderado que había tratado
siempre de transigir con los romanos, aunque sentía antipatía por ellos, y de conservar
una cierta independencia frente a Roma y frente a Macedonia. Pero surgieron
acontecimientos demasiado graves para estos políticos provincianos que se creían
astutos, y la muerte de Licorta empeoró las cosas. Habiendo estallado la guerra entre
romanos y macedonios, la Liga Aquea creyó observar una sabia política manteniendo
una neutralidad benévola hacia Roma. Era el peor partido que se podía elegir si se
quería salvar la independencia. De este modo, los políticos de la Liga hicieron posible
que los romanos batieran uno tras otro a sus adversarios: primero a los macedonios y
después a los aqueos.
La victoria de los romanos en Pidna (168) determinó la crisis de la Liga: el partido
filorromano, queriendo gobernar con el apoyo de Roma, aprovechó la ocasión para
deshacerse de sus adversarios políticos internos. Y el jefe de este partido fue tan vil
que reunió una lista de mil de éstos y los denunció, sin ninguna prueba seria, como
enemigos de Roma, bajo la acusación de mantener tratos secretos con Perseo. Los mil
aqueos fueron llamados a Roma para justificarse. Los romanos tenían demasiado
sentido jurídico para llevar a cabo un proceso que no tenía ninguna base legal, pero
también demasiado sentido político para dejarlos en libertad: confinaron a los acusados
en varias ciudades de Italia.
Uno de estos mil aqueos era Polibio, y tal acontecimiento doloroso acabó siendo el más
importante y afortunado de su vida. Sin él, Polibio hubiera sido un mediocre político
aqueo, agriado por odios locales; gracias a este suceso pudo comprender la grandeza
de Roma y convertirse en el historiador de aquella grandeza. Había conocido en
Megalópolis a Paulo Emilio, el vencedor de Pidna; fue acogido en su casa como
maestro de sus hijos Fabio Máximo y Escipión Emiliano, y por intercesión de éstos
pudo obtener la merced de permanecer en Roma bajo vigilancia del pretor urbano. En
los diecisiete años que Polibio pasó en Roma conoció a los personajes más
importantes del momento. La casa de Escipión, en la que conoció, entre otros, a
Panecio, era el mejor observatorio político que pudiera desearse.
La antigua antipatía hacia Roma se convirtió poco a poco en simpatía y admiración por
aquel gran pueblo que en cincuenta y cuatro años se había convertido en el más
poderoso del mundo. Polibio indagó las razones de una fortuna tan rápida, que al
principio debió de parecerle misteriosa; estudió la sociedad y la constitución romanas y
se dedicó a escribir la historia de aquel período tan rico en acontecimientos. Viajó por el
Lacio y por Italia meridional, en parte para consultar documentos. En 151 acompañó a
Escipión a España; a su regreso atravesó los Alpes para comprender mejor el histórico
paso de Aníbal. Hasta el año 150 no permitió el Senado (que muchas veces se había
mostrado desfavorable a este acto) la vuelta a su patria de los aqueos confinados.
Polibio regresó a su tierra, pero quedó ligado a Escipión y a Roma. En 149 acompañó,
con Panecio, a Escipión en la expedición contra Cartago, y asistió a la toma de la
ciudad.
Profundamente convencido de la inexorable fatalidad de la dominación romana, Polibio
trató de impedir con sus consejos la guerra de los griegos contra Roma; después,
acudió a Grecia luego del saqueo de Corinto, y vio a los soldados romanos jugar a
dados sobre los cuadros de los más famosos pintores griegos. Se esforzó por todos los
modos posibles en aliviar la suerte de los vencidos; enviado a regular la administración
de las ciudades del Peloponeso, pacificó los ánimos y los indujo a la resignación. No
acompañó a Escipión en su viaje a Oriente en 140, pero sí en 134 en su expedición
contra Numancia, y escribió una monografía sobre aquella guerra. Los últimos años
fueron tristes: Polibio estuvo presente en el tribunado y en el asesinato de Tiberio
Graco, después en la misteriosa muerte de Escipión, y vio en los movimientos
populares una terrible amenaza a aquella constitución que era, para él, garantía
indispensable del dominio de Roma.
Autor de algunas obras hoy perdidas (una Vida de Filopémenes, La guerra de
Numancia y un Tratado de táctica), Polibio está considerado con justicia el padre de la
historia en su concepción moderna y científica gracias a una obra monumental: las
Historias. Compuesta por cuarenta libros (de los que se conservan solamente los cinco
primeros, junto con resúmenes y fragmentos de los restantes, aparte de testimonios
indirectos), la obra abarca los acontecimientos históricos desarrollados en el período
que media entre el año 264-263 hasta el 146 a. de C. (caída de Corinto), es decir,
aquel azaroso e importantísimo período que vio afirmarse a Roma como "caput mundi".
En realidad, el tema central de la obra es el período 220-168, cincuenta y cuatro años
en el transcurso de los cuales Roma sometió a todo el mundo conocido.
Polibio debe a su educación helénica y a su experiencia política la posibilidad de haber
asumido una posición crítica tan nítida e imparcial que le permitió legar a la posteridad
la más perfecta de las síntesis históricas, elevándose sobre la vacuidad de los
historiadores de su época, a los cuales se opuso decididamente. La oposición consiste
en haber escrito una historia que él mismo denomina "pragmática", es decir, dirigida al
conocimiento preciso y técnico de cuanto es verdadero asunto del historiador: la guerra
y política, la interpretación militar y diplomática por parte de quien fue hombre de armas
y sagacísimo diplomático. La experiencia práctica es la verdadera base, y a ella
solamente debe recurrir quien estudie el período en que vive. Y, en efecto,
constantemente sentimos la presencia de un crítico competente por experiencia
personal, a la vez que culto, agudo, siempre consciente, geógrafo preciso (recorrió el
itinerario de Aníbal a través de los Alpes, la Libia y las Galias), atento a la selección de
las fuentes, imparcial y ponderado.
A una exigencia de investigación tan precisa había de responder necesariamente una
adecuada interpretación de los fenómenos históricos. La utilidad de la historia estriba
sólo en el descubrimiento de las causas que determinan los acontecimientos y sus
concatenaciones; éstas tienen un valor absoluto, fuera de toda contingencia, y pueden
aplicarse tanto al pasado como al futuro: la causa ("aitía") es el objeto de la
investigación; la "justificación" ("profasis") y el "principio" ("arjé") no son sino
coincidencias fortuitas. Es por ello que los dioses quedan desterrados de los
acontecimientos humanos; la religión tiene una función estrictamente social, que
consiste en mantener sumisa a las leyes morales de los antepasados la masa del
pueblo inculto ("deisidaimonia"). Si algo existe es la fortuna ("tijé"), que parece regir la
casualidad de las rectas tangenciales, y si bien se muestra impreciso en este punto,
parece que ve en ella un confluir de la historia hacia el poder de Roma, entendida ésta
como el bien absoluto de los peripatéticos.
A los hombres les queda su esfera de actividad, subordinada a los acontecimientos:
Amílcar es la primera causa de la guerra púnica, Aníbal y los dos Escipiones
imprimieron al mundo determinados giros; pero el historiador, que fue hombre político,
deja bien establecido que detrás de los hombres se hallan los pueblos, con sus
costumbres, sus leyes sacrosantas y su forma de gobierno. Del individuo pasa Polibio
al análisis del Estado (Libro VI) como organismo, y estudia sus leyes y las fuerzas que
lo componen, el origen de las instituciones y su función político-social como factor
histórico de primera importancia: "La causa determinante del éxito o el fracaso de un
Estado es su forma de gobierno. Ésta es la fuente de todas las ideas y de todos los
actos que dan origen a sus empresas, y ésta es la que determina su fin" (VI, 1, 3).
El Estado es un organismo y, como tal, se halla sujeto a una evolución que terminará,
tras una plena madurez, en una decadencia fatal: es la ley inflexible de la "anakyklosis"
o "ciclo" bajo la cual describe la terrible tragedia de Grecia y Cartago, que, ya en el
declive, fueron necesariamente empujadas por la curva ascensional del Estado
romano. Y a esta ley histórica no escapará ni la república romana, tan pronto como la
evolución haya hecho girar el ciclo de las instituciones y del gobierno. En cambio, a los
pueblos les quedará eternamente la grandeza moral del pasado, superior, en todos los
aspectos, a la potencia efímera del presente.
Polibio fue el único griego que supo comprender la grandeza de la república romana, y
a él le correspondió, como desterrado diplomático y huésped del enemigo, indicar la
maravillosa potencia de la máquina política de su tiempo a los romanos mismos y,
sobre todo, a aquel Escipión Emiliano que fue su amigo y discípulo. Como Tucídides,
no tuvo imitadores. A él se debe el haber legado a la posteridad, revivido y comentado,
el recuerdo de la gran lucha mantenida entre Roma y Cartago, y el haber establecido
que el arte política, entendida a la manera griega, es la base de la historia de los
hombres y de su cultura, sea en el instante en que es vivida, sea frente al juicio de la
posteridad.
FILÓN DE ALEJANDRÍA
Alejandría, 15/10 a. C. – Alejandría, 45/50, también llamado Filón el Judío, es uno de
los filósofos más renombrados del judaísmo helénico.
Se sabe poco sobre la vida de Filón y, en general, la mayoría de los datos biográficos
proceden de su propia obra, en especial de su libro autobiográfico Legatio ad Caium
(Embajada a Cayo), así como del libro Antigüedades judías, de Flavio Josefo.
Su formación quedará sellada tanto por el judaísmo propio de la diáspora, que en el
caso de Filón, se complementa con una admiración profunda hacia el ideal moral de los
esenios, así como por el hecho de haber nacido en el centro de la cultura griega:
Alejandría. A la xenofobia y al orgullo nacional, propios del judaísmo en Palestina, Filón
opone un verdadero espíritu universal. Como señala Daniélou: "Su lengua es el griego.
Su ciudad el imperio romano.
El único dato de su biografía que puede fecharse con seguridad es su intervención en
la embajada que los judíos alejandrinos enviaron al emperador romano Calígula para
solicitar su protección contra los ataques de los griegos de la ciudad, y para rogarle que
no reclamara ser honrado como un dios por los judíos. Esto tuvo lugar en el año 40. No
se conocen las fechas exactas de su nacimiento ni de su muerte.
El pensamiento de Filón concilia la filosofía griega y el judaísmo, que intenta armonizar
mediante el método alegórico, que toma tanto de la tradición exegética judía como de
la filosofía estoica. Su obra no tuvo gran aceptación ni entre los judíos ni entre los
griegos. Sin embargo, fue recibida con entusiasmo por los primeros cristianos, que
llegaron a tenerle por uno de los suyos. Eusebio de Cesarea llegó a creer que los
Therapeutae, un grupo de ermitaños judíos de vida ascética que habitaban en el
desierto egipcio que Filón describe en De vita contemplativa, eran en realidad una
secta cristiana. En el s XIX se cuestionó la falsedad de la obra. Después de demostrar
que es auténtica, la cuestión sobre a qué religión pertenecieron estas comunidades, se
resuelve afirmando su conexión con el monacato cristiano o bien negando que se trate
de vida monástica. Otros autores sostienen que fueron monasterios pitagóricos.
A partir del siglo III a.C., tuvo lugar el encuentro de la fe judía con la filosofía griega en
el contexto de la comunidad judía de Alejandría. Allí los intelectuales hebreos, muy
especialmente Filón de Alejandría, concibieron una forma de profundizar en su fe
bíblica con los instrumentos de la razón griega. Era una teología convencida de que la
fe mosaica y la filosofía griega coincidían en su aspiración a la verdad. A partir de la
destrucción de Jerusalén del año 70, el judaísmo interrumpirá ese prometedor diálogo
entre fe y razón, y se conformará con elaborar comentarios a la Torá, y a los demás
libros de la Escritura.
Formado dentro de los esquemas de la filosofía griega helenística, su posición, para
algunos ecléctica, parece inclinarse a un estoicismo abierto a las influencias platónicas,
tal como se manifestaron en Posidonio y en un contemporáneo de éste, Antíoco de
Ascalón, en el siglo I a. C. Este carácter platónico de su pensamiento, unido a su
formación hebrea, le permitirá partir de ciertos supuestos distintos al de los estoicos,
que darán a su doctrina sobre el logos un matiz especial.
Para Filón, hay un único Dios, incorpóreo e increado, inaprehensible para la inteligencia
humana. Entre el Dios Uno y los hombres se encuentra el Logos, expresión de la
actividad intelectiva del Dios Uno, al que se debe la creación del mundo. Es el
intermediario entre Dios y los hombres. Es el más antiguo de los seres; es el hijo
primogénito de Dios; es la imagen de éste. El Logos, sin embargo, es inferior a Dios, se
halla en la frontera que separa la creación de lo creado. No es ingénito como Dios, ni
engendrado como los hombres, sino intermedio entre los dos extremos. Por debajo del
Logos se encuentran las Potencias (atributos divinos), por medio de las cuales el Dios
Uno actúa sobre el mundo. Es un precedente del neoplatonismo de Plotino.
Filón fue un autor muy prolífico. Se conservan cerca de cincuenta escritos, algunos sólo
en su traducción latina o armenia. Al menos 20 o 25 de sus tratados se han perdido, de
acuerdo al listado de sus obras presente en Eusebio de Cesarea (Cf. H.E. II 18,1-8). En
la actualidad, las obras de Filón se suelen dividir en tres grupos, a saber: 1) tratados
sobre la Ley Judía; 2) obras apologéticas, y 3) tratados filosóficos.
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Relación de obras de cada autor recogidas en las respectivas carpetas del fichero
Homero
Himnos
La Iliada
La Odisea
Margines, Batracomiomaquia, Epigramas, Fragmentos
Esopo
Fábulas
Esquilo
Tragedias
Sófocles
Antígona
Ayax
Edipo en Colono
Edipo Rey
Electra
Filoctetes
Fragmentos
Las Traquinias
Herodoto
Los nueve libros de la historia
Eurípides
Electra
Heracles
Ifigenia entre los Tauros
Ion
Las Troyanas
Suplicantes
Tragedias I (El Cíclope, Alcestis, Medea, Los Heraclidas, Hipólito, Andrómaca, Hécuba)
Tragedias II (Helena, Fenicias, Ifigenia en Aulide, Bacantes, Reso)
Sócrates
No escribió ningún libro
Tucidides
Historia de las Guerras del Peloponeso
Aristófanes
La Asamblea de las mujeres
La Paz
Las Aves
Las Avispas
Las nubes
Las Ranas
Las Tesmoforias
Lisistrata
Los Arcanienses
Los Caballeros
Pluto
Jenofonte
Anabasis
Apologia de Sócrates.
Banquete
Ciropedia
Económico
Helénicas
Memorables
Recuerdos de Sócrates
Sobre la caballería
Platón
Apología de Sócrates
Cármides
Cartas
Cratilo
Critias o la Atlántida
Critón
El Banquete
El mito de la caverna
EL Sofista o del ser
Epinomis
Eutidemo
Eutifrón
Fedón
Fedro
Filebo o del placer
Gorgias
Hipias mayor
Hipias menor
Ion
La República
Laques
Leyes, Tomo I Libros I a VI
Leyes, Tomo II Libros VII a XII
Lisis
Menexeno
Menon
Parménides
Político
Protágoras
Teeteto o de la ciencia
Timeo o de la naturaleza
Demóstenes
Discursos de la Corona, facsímil 1883
Ética del Eros (bilingüe)
Filípica I
Oración en defensa suya, facsímil 1820
Aristóteles
Del cielo
Del sentido y lo sensible de la memoria y el recuerdo
El arte poética
Etica a Nicomaco
Física
La gran moral
Libro de las categorías (La isagoge)
Metafísica
Moral a Eudemo
Obra Biológica
Retórica
Sobre las clases sociales
Tratados de Lógica (Organom)
Acerca del alma
La Ética
Política
Poética
Sobre la interpretación
Polibio
Historia universal bajo la Republica Romana I
Historia universal bajo la Republica Romana II
Historia universal bajo la Republica Romana III
Filon de Alejandria
Obras completas
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