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Viaje a la inmortalidad
En la escuela de La Higuera, el Che es asesinado a la una y treinta de la tarde.
"Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor
por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los
Estados Unidos de Norteamérica.
En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que
ése, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano
se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a
entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de
guerra y victoria."
La desaparición física del Che ha tenido una resonancia mundial que con el
decursar de los años comprende a millones de personas en los cinco
continentes. Estudiantes y trabajadores portan su retrato en las
manifestaciones callejeras en cualquier sitio del planeta. Su prédica los inspira
para emprender nuevas luchas sociales y políticas.
La perdurable influencia del pensamiento y el ejemplo del Che, incluso hasta su
acrecentamiento en las nuevas generaciones, es sin duda uno de los grandes
fenómenos políticos de este último tercio del siglo XX.
Esta impresión de hombre imperecedero la comparten quienes lo conocieron,
sus compañeros y más entrañables amigos. En cierta ocasión, el periodista
italiano Gianni Miná le preguntó a Fidel Castro qué imagen viene a su mente
cuando piensa en el Che y ésta fue la respuesta:
"A mí incluso me costaba trabajo aceptar la idea de la muerte del Che. Muchas
veces he soñado, a veces le he contado a la gente las cosas que uno sueña, y
he soñado que estoy hablando con él, que está vivo; una cosa muy especial,
una persona de la que a uno le cuesta mucho trabajo resignarse a la idea de su
muerte. ¿Y a qué obedece eso? A mi juicio, es que tiene una presencia
siempre permanente en todo."
En la Plaza de la Revolución "José Martí", en La Habana, se efectúa una
velada solemne en homenaje al Comandante Ernesto Che Guevara. En esa
velada, Fidel Castro destaca las cualidades humanas y revolucionarias del
Guerrillero Heroico, al cual califica como un modelo de revolucionario.
"Al Che, a su figura, a ese símbolo, lo creó él mismo, en su breve pero intensa
vida, en su breve pero creadora vida. No pretendió eso, no buscó eso. Pero
como resultado de su vida, de su desinterés, de su nobleza, de su altruismo y
de su heroísmo, se convirtió en lo que es hoy; se convirtió en una bandera, se
convirtió en un modelo, se convirtió en un batallador, se convirtió en un guía, se
convirtió en un monumento de la nobleza y del espíritu de justicia, y que se
puede resumir en dos palabras: en el modelo de revolucionario, en el modelo
de combatiente y de comunista para los pueblos del mundo".
Restos mortales
Encontrar los restos del comandante
Ernesto Che Guevara tardó cerca de
30 años, tiempo durante el cual se
acumularon los testimonios de
guerrilleros, militares y campesinos
bolivianos que desde diferentes
ángulos vivieron aquellos
acontecimientos.
La mayoría de las descripciones
oficiales aseguraban que el cadáver
había sido incinerado y las cenizas
lanzadas desde un avión sobre la selva. Sin embargo, minuciosas
investigaciones posteriores determinaron que el cadáver del Che fue trasladado
desde la escuelita de La Higuera donde lo asesinaron hasta el cuartel del
regimiento "Pando" en Valle Grande a las dos de la madrugada del 11 de
octubre. Allí, los militares bolivianos tenían cuatro tanques de combustible para
la incineración del cuerpo, pero no pudieron efectuarla por la cercanía del
amanecer, que no permitía el tiempo necesario para ese proceso. También le
temieron al alto grado de suceptibilidad que estos acontecimientos provocaban
entre los pobladores de Vallegrande y a la presencia de periodistas y
corresponsales extranjeros. Estos factores determinaron que fuera enterrado
en la misma zanja que un tractor cavó para los demás guerrilleros.
El lugar permaneció completamente oculto hasta el 21 de noviembre de 1995,
cuando en forma sorpresiva el general retirado Mario Vargas Salinas declaró a
medios de prensa que el Che había sido sepultado bajo la pista de aterrizaje
del antiguo aeropuerto de Vallegrande, localidad del sudoriente boliviano.
Tres días después, en medio del revuelo internacional causado por la noticia, el
presidente Gonzalo Sánchez de Lozada firmó un decreto mediante el cual
autorizaba iniciar la búsqueda. Soldados bolivianos fueron comisionados para
comenzar la labor, aunque el sitio exacto aún no estaba precisado porque
Vargas Salinas, al visitar el viejo aeródromo, dijo que no recordaba ese dato.
El 1 de diciembre llegó a Vallegrande un grupo mixto de antropología forense
formado por argentinos y cubanos, además de geofísicos también cubanos y
técnicos italianos. Las pesquisas se desarrollaron en tres períodos, que
sumaron en total unas 13 semanas, hasta el 31 de marzo de 1996.
Las áreas investigadas abarcaron, además de la pista, terrenos adyacentes
correspondientes al servicio de caminos, el basurero, el vivero, el cementerio,
la sede del antiguo regimiento Pando, el hospital, el Rotary Club y la cañada de
Arroyo.
En esta última, fueron exhumados cuatro cadáveres y se logró identificar a uno
de ellos como perteneciente al guerrillero boliviano Jaime Arana Campero
(Chapaco). Según el reporte de los científicos, hasta el 31 de marzo se
abrieron 210 fosas, de ellas 32 indicadas por el georadar, 28 por los geofísicos
cubanos y 150 de acuerdo con descripciones históricas.
Entre abril y octubre de 1996 se desarrolló una fase de investigación histórica,
a cargo de la historiadora y socióloga cubana María del Carmen Ariet, quien
centró su labor en cotejar y estudiar los numerosos testimonios y versiones
existentes sobre la lucha guerrillera.
Mientras, en el mes de junio fueron encontrados los restos del internacionalista
cubano Carlos Coello (Tuma) en el poblado de Florida, provincia de Cordillera.
En diciembre de 1996 fue enviado a Bolivia un equipo multidisciplinario cubano
con el fin de profundizar en las investigaciones científicas, el cual realizó
estudios geológicos hasta marzo de 1997. La que sería última fase comenzó el
21 de mayo por medio de un grupo de expertos cubanos entre los que figuraron
el doctor Jorge González, director del Instituto de Medicina Legal y
representante de los familiares de los combatientes, el arqueólogo Roberto
Rodríguez, el antropólogo forense Héctor Soto y la historiadora María del
Carmen Ariet.
Junto con ellos trabajaron los geofísicos Noel Pérez, José Luis Cuevas y Carlos
Sacasas, quienes emplearon la tecnología más avanzada para delimitar el área
(10 mil metros cuadrados) que ocupaba la antigua pista. La hipótesis
fundamental de esta labor fue reconocer en diferentes campos geofísicos las
anomalías producidas por la actividad antrópica, partiendo de un supuesto de
que las propiedades eléctricas, magnéticas y elásticas tienen variaciones en
lugares donde se realizan excavaciones.
En las pesquisas también participaron los antropólogos forenses argentinos
Patricia Bernardi, Alejandro Inchaurregui y Carlos Somigliana. Mientras en
Cuba otro grupo, compuesto de más de 50 científicos, pertenecientes a
alrededor de 15 instituciones, brindaba un valioso apoyo a los trabajos.
El hallazgo de la fosa número 7, realizado el 28 de junio, marcó el punto
culminante de las tareas de búsqueda. En los días siguientes, hasta el 1 de
julio, fueron encontradas sucesivamente las osamentas de siete cuerpos.
La atención de muchos de los presentes se concentra en la osamenta número
dos. Se trata de los restos más completos. Todavía se conserva parte de una
chaqueta verde olivo sobre el torso y el cráneo. En la pelvis quedan pedazos
de un cinturón de cuero. A la osamenta le faltan las manos.
Esas son las primeras evidencias. Luego se determinarán otras. La
prominencia de los arcos superciliares coincide con esa característica en la
frente del Che. La ausencia de un molar superior izquierdo también
corresponde con su ficha dental.
En la madrugada del martes 8 de julio fueron trasladados los restos de los siete
guerrilleros hacia la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. En la morgue del
Hospital Japonés se efectúan los exámenes finales mediante equipos
computarizados. El viernes 11 analizan los resultados y se depositan las
osamentas en pequeñas cajas.
Finalmente, los periodistas enviados a Vallegrande por medios informativos de
todo el mundo recibieron la confirmación de la noticia tanto tiempo esperada:
los restos hallados son los del comandante Ernesto Che Guevara, los
internacionalistas cubanos René Martínez Tamayo (Arturo), Alberto Fernández
Montes de Oca (Pacho) y Orlando Pantoja Tamayo (Antonio), los guerrilleros
bolivianos Simeón Cuba (Willy) y Aniceto Reynaga (Aniceto), y el combatiente
peruano Juan Pablo Chang (El Chino).
Una delegación oficial cubana, presidida por el Comandante de la Revolución
Ramiro Valdés Menéndez, viajó a Bolivia para acompañar los restos del Che y
de los cuatro combatientes hallados (incluido Carlos Coello).
La ceremonia de recibimiento se efectuó el 12 de julio en el aeropuerto militar
de San Antonio de los Baños, localidad cercana a La Habana. El Comandante
en Jefe Fidel Castro presidió el acto que millones de cubanos observaron a
través de la televisión.
Las salvas de artillería honraron las glorias de estos héroes latinoamericanos,
mientras las palabras de Aleida Guevara March (hija del Che) los evocaron
eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces.
El traslado a Cuba de los restos del Che revivió los dolorosos momentos de la
muerte del Guerrillero Heroico, como lo conocen todos los cubanos, y de sus
compañeros. Y al mismo tiempo se completó la larga espera para que sus
huesos reposen en el sitial de honor que merecen. Transitoriamente fueron
depositados los restos en la Sala Granma del Ministerio de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias.
Desde el 11 de octubre hasta el amanecer del martes 14, unas 300 mil
personas desfilaron silenciosamente por el Memorial José Martí de la capital,
ante los osarios del Che y seis miembros de la guerrilla. Ese día el cortejo
fúnebre partió hacia Santa Clara, ciudad donde libró el Che la batalla decisiva
por la libertad de Cuba, en 1958. Allí recibió también el postrer homenaje de
millares de santaclareños. En la plaza que lleva el nombre de Ernesto Guevara,
debajo de la estatua en bronce del Che, se construyó un mausoleo que simula
una cueva guerrillera donde, frente a los nichos que guardan los restos, arde
una llama eterna. Fidel Castro hizo un emotivo discurso en el acto final de las
honras fúnebres.
Regresar los restos del Che, un anhelo cumplido
Por Orlando Oramas León (colaborador de prensa latina)
Desde los primeros momentos de conocerse
el asesinato en Bolivia del comandante
guerrillero Ernesto Che Guevara, los líderes
de la Revolución y el pueblo cubanos
entrañaban la aspiración de regresar sus
restos, y de sus compañeros de gesta, a la
isla caribeña.
A la espera de que las condiciones políticas
en el país andino lo permitieran, se fue
recolectando información hasta que en 1995
se conformó en La Habana una comisión con
tales propósitos.
Dos años después, un grupo
multidisciplinario encabezado por el doctor
Jorge González, entonces jefe del Instituto
de Medicina Legal de Cuba, encontraba e
identificaba los restos del Che, de René
Martínez Tamayo (Arturo), de Orlando
Pantoja Tamayo (Olo) y de Alberto Fernández Montes de Oca (Pachungo),
cubanos.
También de los bolivianos Aniceto Reynaga, Simón Cuba y del peruano Juan
Pablo Chang, rescatados de la misma fosa en la que pretendieron hacerlos
desaparecer junto a sus compañeros de lucha cubanos.
Se cumplían así alrededor de 600 días de ardua labor, comentaba por aquellos
días el doctor González, quien además era el rostro más conocido del valioso
equipo cubano-argentino que intensamente laboró, en territorio boliviano, en la
búsqueda e identificación de los restos.
Empeño y Ciencia
Llegar al lugar exacto en la antigua pista de aviación del pueblo de
Vallegrande, donde fueron hallados, resultó un trabajo de casi un año, tras
investigación histórica detallada para establecer áreas de interés. En esas
zonas se aplicó la técnica: desde sobrevuelos, fotografías aéreas y análisis de
teledetección.
Técnicos cubanos hicieron un mapa de isolíneas a fin de determinar los
movimientos de tierra que se hicieron a principios del pasado siglo para trazar
la pista. Sólo así podría saberse cuáles eran los movimientos de tierra que
pudieran estar justificados y cuáles podrían apuntar a un enterramiento.
Asimismo se realizó un levantamiento fotográfico para comparar y saber qué
árbol nació, cuál no nació, qué zanja se llenó, cuál se abrió. Toda una dinámica
de suelo que incluyó la caracterización de la geografía del valle de Vallegrande
desde 10 mil años atrás, para descubrir cómo se formó, cuáles eran las piedras
que estaban desde entonces, las que no tenían que estar, de dónde venían los
corrimientos de piedras, las tierras cuáles eran.
Se clasificó el suelo, el PH, el color, todos los elementos geoquímicos, metro a
metro, dentro de la pista. Se llegó así a una certeza científica de donde podía
estar enterrado el legendario revolucionario y combatiente. Fue tal el
convencimiento que, aunque el terreno se dividió en 12 áreas, de ellas
empezaron a cavar por la número siete, donde estaban enterrados.
Los que buscaban en Vallegrande y otros lugares de la geografía boliviana
incluían al también médico forense Héctor Soto, la historiadora María del
Carmen Ariet, el arqueólogo Roberto Rodríguez, entre los cubanos; Patricia
Bernardi, Alejandro Inchaurregui y Carlos Somigliana, los argentinos.
Pero aquel grupo no estaba solo. En Cuba un grupo de trabajo, que integró a
más de 15 instituciones y más de 50 especialistas, brindó una contribución de
gran valor científico.
¡Lo encontramos!
"Cuando yo digo esto sólo veo los restos de una persona", -refirió entonces a
este cronista el doctor Jorge González.
"El que yo encuentro es Aniceto Reynaga, boliviano. Yo no veo al Che, que
está al lado. Soto me dice: ¡Mira, aquí hay más! En eso regresa Roberto, el
arqueólogo cubano, a quien yo había mandado a ponerse un abrigo, pues
había cuatro grados de temperatura y estaba lloviznando. Las nubes estaban
sobre nosotros y casi no se veía. Roberto se tira del carro y se da cuenta. Se
abraza con nosotros. Luego nos controlamos e hicimos lo que debía hacerse:
preservar el lugar, cercarlo, no tocar nada. Entonces llamé a Cuba".
La identificación
Una de las últimas fotos que se le toma al cadáver del Che, en la lavandería
vieja del hospital de Vallegrande, lo muestra con el torso desnudo y el brazo
izquierdo dentro de la manga de una chamarra militar. Viste un pantalón verde
olivo y cinturón negro. Los restos del Che conservaban el capote y el cinto.
Las osamentas que corresponderían al guerrillero cubano-argentino no
presentan las de manos, que le habían sido cortadas por órdenes de quienes
dispusieron su muerte en la escuelita de La Higuera. El examen forense
preliminar confirma las protuberancias superciliares características del Che.
También se corrobora la ausencia de un molar, dos datos fundamentales para
la identificación.
Tras la exhumación tuvo lugar, en el hospital Japonés de Santa Cruz de la
Sierra, la ardua y meticulosa labor de identificación, que en el caso de los
cubanos fue facilitada por datos en mano del grupo investigador.
En presencia de decenas de periodistas bolivianos y extranjeros, se confirmó la
identificación de los caídos y se hizo la entrega de los restos a los familiares o
representantes el 14 de julio de 1997.
Se puso en manos del fiscal y el forense bolivianos, encargados del proceso
legal, 10 carpetas que incluían informe arqueológico, antropométrico, datos
generales, radiografías, en fin, todos los elementos que apuntaron a la
coincidencia entre la información y los restos identificados.
Allí se conoció que salvo el Che, el resto de los compañeros presentaban
impactos de bala en el cráneo, lo cual apunta a que fueron rematados después
de caer en combate.
El Comandante Guevara, ametrallado, tenía numerosas fracturas, incluidas las
lesiones sufridas en su último combate, el 8 de octubre de 1967.
Los que entonces le asesinaron cobardemente para intentar silenciar su
ejemplo, son los mismos que hoy alientan y propalan mentiras sobre la
identidad de los restos que celosamente se guardan en el Mausoleo del Che
Guevara, en la ciudad cubana de Santa Clara, donde tropas bajo su mando
dieron un mortal golpe a la dictadura de Batista en diciembre de 1959.