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La búsqueda de los restos de Cervantes, paso a paso
El Museo de Historia de Madrid muestra una crónica gráfica de la investigación
Rafael Fraguas Madrid 22 ABR 2015 - 22:32 CEST
El Museo de Historia de Madrid muestra en su sede de
Fuencarral, 78 una exposición sobre la búsqueda de los
restos mortales de Miguel de Cervantes (Alcalá de
Henares, 1547-Madrid, 1616), empresa científica
financiada por el Consistorio, que ha polarizado sobre
Madrid la atención mediática internacional desde la
primavera pasada. Una mandíbula y dos decenas de
huesos atribuibles a Cervantes fueron encontrados, muy
mezclados con otros de distintos difuntos, tras una
exhaustiva investigación multidisciplinar de casi un año
de duración en el convento madrileño de las Trinitarias.
La alcaldesa Ana Botella, que inauguró la exposición,
anunció que "se va a elegir un espacio dentro del
convento para singularizar con una lápida los restos
hallados" que, en su opinión, "corresponden a Cervantes
porque lo avalan tres ciencias, la Antropología, la
Arqueología y la Historia".
Los investigadores trabajan en la cripta, bajo el
convento de las Trinitarias. / JAVIER BALAGUER
Fotos, cronología, vídeos, textos e infografías dan
cuenta detallada de una aventura científica sin
precedentes en la reciente historia madrileña.
Tampoco tiene parangón una iniciativa de alcance
estatal semejante promovida desde el municipio
madrileño, reconoce en concejal de Las Artes, Pedro
Corral.
Comisariada por Francisco José Marín Perellón, el historiador cuya fundamentación documental acotó
sobremanera y en apenas mes y medio el objeto de investigación, la muestra exhibe una plétora de
fotografías del cineasta Javier Balaguer y del fotógrafo Jaime de Linos, así como una planimetría
geofísica sobre el convento, la iglesia y la cripta obtenida por Gonzalo Tapia con los datos de georradar
suministrados por Luis Avial, experimentado especialista de esta geotécnica detectora.
La exposición se propone superar el mal sabor de boca que los escrúpulos científicos del forense
Francisco Etxeberria director de la investigación y presidente de la Sociedad Aranzadi -ausente-,
causaron en los medios de comunicación al culminar la fase de examen óseo-anatómico de los restos,
por no haberse atrevido a afirmar, de manera categórica, que los restos hallados fueran en verdad los
de Miguel de Cervantes.
La muestra, muy básica en su diseño, incluye apartados temáticos relativos a la documentación, la
detección y la exhumación en los nichos o en la cripta conventual, así como a la osteología, las momias y
mortajas halladas. De esta forma pone gráficamente de manifiesto el carácter coral de la búsqueda,
donde un colectivo facultativo de unas sesenta personas de ambos sexos, convocadas por los forenses
Francisco Etxeberria y Almudena García Rubio, y todas ellas especializadas en tareas que abarcan desde
la medicina forense hasta la anatomía patológica, sin olvidar expertos en odontología o en textiles
históricos, han explorado enterramientos y nichos, y ha extraído y examinado los hallazgos óseos
encontrados bajo la iglesia y la cripta civil del convento de las Trinitarias.
Fue precisamente esta congregación religiosa católica, junto con la de los Mercedarios, la misma que, a
finales del siglo XVI, intercedió para que Miguel de Cervantes Saavedra fuera rescatado de su cautiverio
en Argel tras ser capturado en alta mar a manos de piratas turcos. En correspondencia, el escritor dejó
escrito en 1616 su deseo de ser enterrado intramuros del convento, asumiendo las religiosas un
compromiso que el tiempo desdibujó, al perder la memoria de la exacta localización de sus restos
mortales. Eso, sí, siempre permanecieron en el interior del perímetro conventual de 2.500 metros de
superficie.
Desde el objetivo de la cámara Javier Balaguer se describe la secuencia de los consecutivos pasos dados
por los distintos integrantes del equipo de búsqueda durante las tres fases del proceso investigador,
desde el surgimiento inicial de la idea, recibida por Luis Avial y desplegada inicialmente por el
genealogista Fernando de Prado, hasta la exploración por georradar y la apertura de la cripta con miras
forenses acometida por Etxeberria.
De las fotografías cabe deducir el entusiasmo que embargó a los componentes del grupo investigador y
la envergadura de las tareas que acometieron, titánicas en un principio, habida cuenta de la escasez de
soportes documentales existentes en un principio. Tal escasez fue tan solo zanjada con la reciente
incorporación al equipo del historiador Marín Perellón, que se encerró en archivos como el Histórico
Nacional, el de la Casa Ducal de Medinaceli o el Diocesano del Arzobispado de Toledo, así como en la
Biblioteca y Archivo Municipales y la Musical Víctor Espinós, entre toneladas de legajos, para
fundamentar el soporte documental de la búsqueda. Esta pesquisa fue decisiva para reducir el
perímetro de 2.500 metros cuadrados de extensión en el que teóricamente se hallaban los restos de
Cervantes, hasta un cubículo de 2,5 metros cuadrados donde definitivamente se hallaban, eso sí,
fragmentados y mezclados con otros restos óseos de varios cadáveres más.