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D E CERCA
Sergio Rossi
¿Una especie, un ecosistema?
ace tiempo que la controversia está servida: ¿Vale
la pena proteger una especie (rinoceronte, tigre
de Bengala o pantera de las nieves) e invertir una
enorme cantidad de recursos para que sobreviva ante
los profundos cambios provocados por el ser humano?
La respuesta es compleja. Sin embargo, en numerosas
ocasiones, la protección de una especie fuerza la conservación de un ecosistema entero.
Este es el caso del pingüino Jackass (Spheniscus demersus) o pingüino sudafricano (o “pingüino burro”, porque
los sonidos que emite parecen rebuznos). Este pingüino,
endémico de Sudáfrica, corresponde a una de las pocas especies representantes del grupo de los pingüinos
subtropicales. Lo mismo que el de las Galápagos y el
de Nueva Zelanda, se halla en peligro de extinción. La
presencia del ser humano, muy próximo a su hábitat, ha
puesto a sus poblaciones al borde del hundimiento.
Perros y gatos importados por el hombre blanco, recolectores de huevos y algunos desaprensivos fueron
los primeros agresores de este ser dócil y confiado. Se
pasó de varios millones de ejemplares a finales de 1800
a menos de 100.000 en los años setenta y ochenta del
siglo pasado. Repartidos entre playas e islas menos accesibles, su peor enemigo ya no era la acción directa del
hombre o de sus animales domésticos, sino la indirecta:
H
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1. Playa de Boulder Beach, donde los pingüinos sudafricanos
(Spheniscus demersus) nidifican y viven todo el año.
el deterioro de su hábitat. La sobrepesca de anchoa y
otros peces pelágicos (su principal fuente de alimento)
y los continuos accidentes y vertidos derivados del intenso tráfico marítimo de crudo agudizaron la situación
de esta especie.
Sin embargo, el profundo cariño que este animal suscita
entre los habitantes de Ciudad del Cabo y sus aledaños ha precipitado su conservación al más alto nivel:
acciones para reducir la sobrepesca (y proteger así su
fuente de alimentación), campañas para evitar los vertidos descontrolados y limpieza de aves impregnadas de
petróleo. La protección de esta especie, que nidifica en
la misma playa, se ha traducido en la conservación de
amplias zonas donde moran también otros organismos
autóctonos en claro estancamiento demográfico.
Quizá no constituya la mejor solución, pero la protección
de una especie conlleva, en ocasiones, la supervivencia
de otras que no despiertan tanto interés. Puede que
los pingüinos de Boulder Beach estén abanderando la
conservación de los aledaños de Ciudad del Cabo, una
zona no exenta de agresiones ambientales.
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, noviembre, 2005
2. Nidos de pingüino sudafricano
excavados en la arena.
3. Pingüinos sudafricanos reposando en la arena de Boulder
Beach.
INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, noviembre, 2005
4. Pingüino secando el plumaje al sol entre pesca y pesca.
Antaño se contaban por decenas de miles a lo largo de esta costa.
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