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HORTICULTURA ORNAMENTAL
PLANTAS EN JARDÍN
Es necesaria otra percepción estética
de las áreas verdes por parte de los
ciudadanos para que un nuevo modelo
se implante
Otra jardinería
es posible
Tradicionalmente,
en la jardinería del litoral mediterráneo se han
seguido unos modelos
basados en la utilización
preferente
de
plantas alóctonas, en
detrimento de las autóctonas. Se pueden encontrar muchos ejemplos, desde plantas tropicales hacia el sur de la
costa mediterránea hasta otras de subtropicales y de áreas templadas en ciudades de latitudes más altas.
Las causas que han
llevado a la elección de
estas especies son muy
diversas:
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- Los jardines botánicos del siglo XIX, que
daban importancia al
coleccionismo y a la
acumulación de plantas
espectaculares, introdujeron el gusto por las
especies exóticas, singulares y muy diferentes a
la flora autóctona. Este
gusto por el exotismo
se tradujo en la jardinería de los grandes equipamientos turísticos de
la costa mediterránea
española, que durante
años han “vendido” un
paisaje subtropical en
su oferta turística.
- La existencia de
mucha producción lite-
Zona ajardinada
con plantas de bajo
mantenimiento.
raria sobre horticultura ornamental
pensada como textos de referencia
para países de clima templado o húmedo, donde no tienen restricciones
de agua para el riego.
- La relativa escasez de especies
arbóreas en la cuenca mediterránea.
- Las modas surgidas en el campo de la jardinería a lo largo del
tiempo.
- El poco conocimiento de las
técnicas de cultivo de las especies autóctonas u otras plantas adaptadas
al clima mediterráneo y la falta de
disponibilidad en viveros comerciales.
Y así un largo etcétera que nos
ha conducido a que, como hemos dicho antes, si nos centramos en los
jardines del litoral mediterráneo (y
los jardines históricos son un buen
ejemplo), vemos como a lo largo de
las décadas las prácticas de jardinería
han ido seleccionando especies alóctonas. Y de entre ellas, las provenientes, mayoritariamente, de regiones
subtropicales o templadas con lluvias
estivales y que, por lo tanto, requieren riego abundante en verano.
La disponibilidad de agua para
riego que hasta el momento ha habido en las ciudades, ha hecho que
especies de climas más húmedos pudieran adaptarse, pero la situación
está cambiando.
Tipologías funcionales
en jardinería pública
A nivel funcional y estético, el
modelo actual de jardinería pública
se basa en las siguientes unidades:
- Césped como tapizante
- Arbustos y herbáceas para dar
volumen
- Árboles de alineación y en parques urbanos para dar sombra en verano
- Plantas de temporada para
conseguir floraciones abundantes
A nivel de requerimientos hídricos, las especies utilizadas en las cuatro tipologías presentan la situación
descrita anteriormente de una elevada necesidad de riego en verano,
fruto en parte, de las causas arriba
expuestas.
Pero si entramos en un estudio
más detallado, vemos que también
existen causas funcionales para la
elección de estas especies. General-
HORTICULTURA ORNAMENTAL
PLANTAS EN JARDÍN
mente se espera que las zonas ajardinadas se mantengan verdes durante las cuatro estaciones, que tengan
un aspecto frondoso, unas floraciones espectaculares en primavera,
que las cespitosas puedan ser pisadas, que los árboles pierdan las hojas en invierno, etc. Y es a este nivel
donde, en algunos casos, ha sido difícil cambiar las plantas utilizadas
hasta el momento por otras con menos riego.
Sin embargo, la escasez de agua
puede invertir esta situación. Ante
una falta de aporte hídrico, las especies adaptadas al clima mediterráneo tienen un mejor comportamiento, aspecto y mayor capacidad de supervivencia.
Otra jardinería pública es posible y muchas administraciones han
apostado ya por ello. Sólo hace falta
un cambio en la percepción estética
de las áreas verdes por parte de los
ciudadanos para que este nuevo modelo tenga una plena aceptación.
Características morfológicas
de las especies adaptadas
al clima mediterráneo
Para aceptar este nuevo modelo de verde urbano es necesario
comprender las estrategias que utilizan las plantas mediterráneas para
sobrevivir a su época del año más
desfavorable, el verano, caracteriza-
Nepeta x faassenii,
Cerastium
tomentosum.
do en nuestro clima por
la coincidencia de la estación seca con la época más calurosa del
año.
Estas estrategias fisiológicas se reflejan en
la morfología, sobre todo en la de la hoja, al
ser éste el órgano a través del cual la planta
pierde agua.
El primer fenómeno morfológico que encontramos y que define
el tipo de vegetación
mediterránea, es la esclerofilia. Las hojas esclerófilas permanecen
en la planta durante un
año o más y nunca se
renuevan todas a la
vez, de manera que la
vegetación mediterránea es básicamente de
hoja persistente (Quer­
cus ilex, Rhamnus ala­
ternus, Phillyrea angus­
tifolia, Phillyrea latifo­
lia, Pistacia lentiscus,
Ar­butus unedo, Olea
europaea var. sylves­
tris). Hay que exceptuar, claro está, aquellas plantas que viven
en zonas más húmedas
y que pierden la hoja
en invierno, como por
ejemplo los árboles y
arbustos de ribera (Po­
pulus nigra, Polulus al­
ba, Alnus glutinosa,
Fra­xinus angustifolia,
Cor­nus sanguinea, Cory­
lus avellana). Aunque
de todos modos, en este segundo caso se trata de vegetación más
centro y norte europea,
La disponibilidad de agua para riego
que ha habido en las ciudades, ha hecho
que especies de climas más húmedos
pudieran adaptarse, pero la situación
está cambiando
que es capaz de penetrar en la región mediterránea gracias a los
ríos, en la llamada entrada “en galería”.
Las hojas esclerófilas son endurecidas, con
una inversión de material estructural muy
fuer­te y que, por lo tanto, deben conservarse
en la planta durante el
máximo tiempo posible.
Construir una hoja con
estas características tiene sentido si tenemos
en cuenta que el invierno y el otoño mediterráneos no son excesivamente duros y que,
por lo tanto, hay momentos en que las temperaturas son lo bastante suaves (y además hay
suficiente agua) como
para que la planta pueda aprovechar también
para crear parte aérea,
a parte del crecimiento
que se produce en primavera. Son “corredoras de fondo”, que están preparadas para
aprovechar
cualquier
mo­­mento del año para
crecer, si se dan las condiciones adecuadas.
A parte de la esclerofilia, o paralelamente
a ella, las hojas pueden
presentar otras estrategias encaminadas a perder la mínima agua, como la pilosidad (Stachys
byzantina, Phlomis itali­
ca, Salvia officinalis, Do­
rycnium hirsutum, Me­
dicago marina). Ésta genera una rugosidad en
la superficie de la hoja,
ya sea el anverso o el
reverso, que evita que
el agua se elimine fácilmente de su superficie
por efecto de la diferencia de gradiente de
humedad entre el interior y el exterior.
Otra adaptación a
la sequía por parte de
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las hojas es la de presentar los márgenes revoludos o involudos
(Rosmarinus officinalis,
Thymus vulgaris, Lavan­
dula latifolia), el efecto
de la cual sería muy parecido al anterior. O
también acumular agua
en sus tejidos, como
ocurre en las plantas
crasas (Sedum sp.).
En casos más extremos, la evolución ha
optado por reducir la
superficie de la hoja
(Rhamnus lycioides ssp.
lycioides, Lycium intri­
catum) hasta el límite
de que la planta puede
perderlas todas en estado adulto (Spartium jun­
ceum, Retama monos­
perma, Retama spha­­e­
rocarpa, Genista cine­
rea). Entonces, la capacidad fotosintética pasa
directamente al tallo
(que apenas tiene estomas y no pierde tanta
agua), y por eso es de
color verde.
Finalmente, un caso particular es la pérdida de turgencia de la
hoja en verano, e incluso la pérdida de hojas
enteras, en aquellas especies que no han invertido tantos recursos
en producir hojas esclerófilas (Cistus sp.)
El resultado de muchas de estas estrategias de adaptación es
una fisonomía muy
apro­vechable desde el
punto de vista ornamental, ya que proporciona una variedad de
formas, colores y texturas que pueden contrastar unas con otras y
pueden añadir interés
al jardín en aquellas estaciones distintas a la
primavera, cuando las
floraciones son más escasas.
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Tapizantes
Volviendo a las tipologías utilizadas en
jardinería urbana, una
de las características a
nivel de uso más difíciles de conseguir es la
presencia de plantas
cespitosas verdes todo
el año y resistentes a
ser pisadas. La gran superficie expuesta a la
luz respecto al poco volumen de planta, hace
que estas especies se sequen muy deprisa en
los climas áridos. Pero
existen otras especies
de porte tapizante que
presentan algunas de
las adaptaciones foliares a la sequía descritas
anteriormente, o que
tienen aparatos radiculares potentes o partes
aéreas lignificadas que
las hacen más resistentes a la aridez. Salvo excepciones, no hacen
grandes
recubrimientos, algunas tienen poca resistencia al tránsito
de personas (Frankenia
laevis, Dymondia mar­
garetae, Matricaria tchi­
hatchewii,
Cerastium
tomentosum, Achillea
chry­­socoma, Sedum sp.),
otras pierden las hojas
en invierno (Lippia no­
diflora). Sin embargo,
pueden ser unas buenas
sustitutas de las cespitosas siempre que no
pensemos en grandes
Lippia nodiflora.
extensiones monoespecíficas y potenciemos la combinación de diferentes especies con áridos.
Así, mientras unas especies pierden las hojas en invierno, otras las
mantienen; las distintas floraciones o
coloración y textura de hojas ayudan
a mantener el interés ornamental a
lo largo de las estaciones; las diferencias en las dimensiones permiten
crear dinamismo a través de pequeños cambios de volumen. Al mismo
tiempo, los áridos proporcionan reductos donde los ciudadanos pueden
descansar, circular, sin añadir una
presión excesiva sobre las plantas ni
renunciar al verde circundante.
Otro recurso interesante a la
hora de crear áreas tapizantes es la
combinación de las especies de las
que hemos hablado con bulbos (Mus­
cari neglectum, Gladiolus communis,
Allium sp., Ornithogalum narbonen­
se, Anemone coronaria, Brimeura
amethystina, Sternbergia lutea). Correctamente mezclados permiten aumentar la gama de especies de bajo
mantenimiento con floraciones interesantes. Aunque muchas de las especies bulbosas no mantienen su
parte aérea durante todo el año,
combinadas con otras especies persistentes amplían los períodos de floración del conjunto ajardinado. Añaden, a su vez, un factor de estacionalidad sin perder las ventajas que
ofrecen el resto de plantas perennes
con las que conviven.
Arbustivas y herbáceas
El mismo patrón descrito anteriormente para las especies tapizantes puede ser válido también para
plantas arbustivas. El diseño de parterres usando diferentes especies y
aprovechando la variabilidad morfológica (texturas, colores, etc) que ya
hemos comentado, permite, siempre
que haya una planificación previa,
disfrutar de jardines de calidad con
un bajo mantenimiento.
Las únicas tareas que hay que
prever son un poda anual o bienal,
en el momento del año adecuado,
para evitar el envejecimiento y la lignificación; el acolchonado del suelo
para impedir la aparición de malas
hierbas entre los arbustos; algún riego al mes durante el verano. Estos
riegos mínimos permiten que las
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plantas se mantengan con una calidad aceptable, sobre todo las que
presentan como estrategia a la sequía la marchitez de las hojas, y que
algunas floraciones puedan prolongarse en el tiempo. Conocer las características microclimáticas y edáficas de cada zona ajardinada es básico para saber con qué frecuencia hay
que aplicar estos riegos. De todas
formas, es muy importante que sean
espaciados en el tiempo (para evitar
una humedad permanente que, unida a las altas temperaturas del verano, fomentaría la aparición de enfermedades fúngicas) y abundantes en
el momento de realizarlos (para favorecer el crecimiento en profundidad de las raíces). Este patrón sería
igualmente aplicable a las tapizantes
y las otras tipologías funcionales
mencionadas anteriormente.
Las posibilidades compositivas
con arbustivas y herbáceas de bajo
mantenimiento son muchas y dependen de la localización de la zona verde, las condiciones climáticas y edá-
ficas, y el uso que se le
pretenda dar. Así, Pista­
cia lentiscus, Phillyrea
angustifolia, Phillyrea
latifolia, Rhamnus ala­
ternus, Olea europaea
var. sylvestris, Juniperus
sp., por ejemplo, no tienen floraciones interesantes pero proporcionan estructura al jardín
y crean un marco donde contrastan otras especies con tonalidades
más glaucas como Phlo­
mis sp. o Cistus albidus.
Ante una falta de aporte hídrico,
las especies adaptadas al clima
mediterráneo tienen un mejor
comportamiento, aspecto y mayor
capacidad de supervivencia
Éstas aportan color al
conjunto tanto en primavera por sus floraciones, como el resto del
año por el contraste
también de texturas
con las hojas esclerófilas de las otras. Vibur­
num tinus, Genista
monspeliensis, Erica sp.,
Euphorbia sp., Coronilla
valentina ssp. glauca,
Medicago arborea, Sal­
via sp. aportan color y
floraciones en épocas
donde éstas escasean.
Las gramíneas y ciperáceas, como Festuca
glauca, Festuca costei,
Avenula pratensis, Ly­
geum spartum, Carex
muricata ssp. divulsa,
Stipa sp., añaden movimiento y cambios de
texturas. Y así podríamos seguir con muchos
más ejemplos.
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Pero estas especies
arbustivas no sólo son
válidas para parterres,
sino que también pueden tenerse en cuenta
a la hora de realizar setos. Algunas de ellas
admiten muy bien las
podas frecuentes, de
manera que se pueden
conseguir setos ordenados y vegetados desde
la base (Pistacia lentis­
cus, Olea europaea var.
sylvestris, Phillyrea an­
gustifolia, Phillyrea lati­
folia, Rhamnus alater­
nus, Quercus coccifera).
Lo único que hay que
tener en cuenta es que
tienen un crecimiento
más lento y limitado
que algunas de las cupresáceas usadas hasta
el momento. Partir de
ejemplares con porte
especialmente producido para esta finalidad
puede ser una solución.
Plantas
de temporada
Una de las modalidades de verde urbano
donde más recursos
económicos destina la
administración es la
plantación de temporada para conseguir floraciones abundantes. La
renovación de estas
plantas a cada estación
supone una inversión
de material y mano de
obra que podría reducirse
sustituyéndolas
por especies vivaces
(Nepeta x fassenii, Phlo­
mis herba-venti, Cata­
nanche caerulea).
A grandes rasgos,
las especies vivaces pierden su parte aérea en
invierno volviendo a
brotar en primavera.
Algunas mantienen sus
yemas protegidas a ras
de suelo en invierno y
otras pasan la estación
desfavorable con órga-
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nos de almacenamiento
subterráneos (bulbos,
rizomas o tubérculos).
Muchas de ellas tienen
floraciones abundantes
o vistosas temporalmente, lo que permite
disfrutar de esta característica sin tener que
renovarlas cada año.
Cabe incluso la posibilidad de que algunas especies que en zonas con inviernos fríos
se comportan como vivaces (Dicliptera sube­
recta, Lobelia laxiflora,
Convolvulus mauritani­
cus), en otras con temperaturas
invernales
más suaves (como las
próximas a la costa),
mantengan la parte aérea todo el año. También se puede plantear
la combinación de vivaces con otras especies
perennes que permitan
la presencia de vegetación a lo largo del año.
Tallos áfilos
de Retama
sphaerocarpad.
Una de las modalidades de verde urbano
donde más recursos económicos destina
la administración es la plantación de
temporada para conseguir floraciones
abundantes
Establecimiento de un jardín
de bajo mantenimiento
En este punto creemos que es
importante hacer un inciso en la calidad de la planta. Durante mucho
tiempo se ha venido barajando sobre
la conveniencia de que una planta,
para que pueda adaptarse a condiciones climatológicamente duras, tiene que haber sido cultivada también
bajo un régimen estresante. Sin embargo, estudios recientes en el campo de las restauraciones ambientales
(donde las plantas se ven sometidas
durante su implantación y posterior
mantenimiento a condiciones incluso
más duras que en xerojardinería)
apun­tan a otras estrategias.
Una planta considerada de calidad en jardinería con poco riego es
aquella que, durante la fase de producción en vivero, ha recibido el
agua, los nutrientes y cuidados necesarios para que pueda suministrarse
con unas raíces sanas y bien formadas, proporcionadas al tamaño aéreo, y unas buenas reservas que faciliten un rápido crecimiento radicular.
Estas características permiten una
mejor preparación para resistir la primera estación seca y más garantías
de cara a la supervivencia durante el
primer año.
Pero a la vez, para el establecimiento de especies de bajo mantenimiento de cualquiera de las tipologías de verde urbano de las que hemos hablado, no es suficiente con
una planta de calidad. Hay que tener
en cuenta también una serie de consideraciones que, no por sencillas dejan de ser importantes, cuando no
fundamentales. Algunas de ellas ya
comentadas pero creemos conveniente repetirlas a modo de resumen:
1. Conocer los condicionantes
climáticos y edáficos de cada zona.
Variaciones en la humedad ambiental, el régimen de vientos, las temperaturas invernales, la naturaleza del
suelo (pH, granulometría, etc), pueden hacer variar el aporte hídrico
que necesita una planta.
2. Asesorarse bien sobre la morfología y los requerimientos de cada
especie.
3. Preparar el terreno para conseguir un buen drenaje (ya sea a través de los materiales, orografía, etc)
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y evitar sustratos demasiado ricos en
nutrientes. El encharcamiento es
muy perjudicial para las especies de
clima mediterráneo, especialmente
si se produce en verano, ya que favorece la aparición de enfermedades
fúngicas y la asfixia radicular. Referente a los nutrientes, estas especies
están habituadas a crecer en suelos
relativamente pobres y, generalmente, su exceso produce unos crecimientos demasiado largos, que desestructuran el porte de la planta.
4. Priorizar la variedad de especies frente a las composiciones monoespecíficas, para que las diferencias fenológicas existentes en plantas mediterráneas en una misma
época del año, no supongan una bajada en la calidad del jardín. Del mismo modo, con el tiempo se llega a
establecer también un equilibrio y
una selección natural entre ellas,
afectando al mínimo la fisonomía
del conjunto.
5. Agrupar aquellas plantas que
tengan las mismas necesidades, so-
bre todo hídricas y evitar plantaciones en contacto con zonas que se
rieguen con frecuencia.
6. Plantar en la
época adecuada evitando, generalmente, hacerlo en pleno verano.
Cuando llega esta estación las plantas tienen
que haber establecido y
extendido ya sus raíces
para poder soportar
mejor la sequía.
7. Cubrir los espacios entre las plantas
con algún tipo de acolchado para evitar la
pérdida excesiva de humedad edáfica y la aparición de malas hierbas.
8. Regar sólo cuando sea necesario, pero
de forma abundante.
Se favorece así el crecimiento en profundidad
de las raíces y, espacian-
do los riegos en el tiempo, se evita la aparición
de enfermedades fúngicas.
9. Realizar una poda anual o bienal, en el
momento adecuado, pa­
­ra evitar el envejecimiento de la planta y
favorecer que rebrote
desde la base.
10. Aprovechar la
variedad cromática y de
texturas de las plantas
mediterráneas,
para
con­seguir jardines interesantes las cuatro estaciones del año.
Mònica Casanovas y Joan Parera
Bióloga e Ingenierio Ténico Agrícola
[email protected]
[email protected]
PARA SABER MÁS...
www.bioriza.com
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