Download ÉTICA Y EMPRESA: BIEN Y ÉXITO, EL DESAFÍO EMPRESARIAL

Document related concepts

Ética de los negocios wikipedia , lookup

Ética wikipedia , lookup

Ética laica wikipedia , lookup

Moral wikipedia , lookup

Deontología (ética) wikipedia , lookup

Transcript
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
ÉTICA Y
EMPRESA:
BIEN Y ÉXITO,
EL DESAFÍO
EMPRESARIAL
Cuadernos de Ética Empresarial
Álvaro Pezoa Bissières
Cátedra de Ética y Responsabilidad
Empresarial Fernando Larraín Vial
Nº1
1
2
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
“Cuadernos de Ética Empresarial”
@ todos los derechos reservados ESE Business
School de la Universidad de los Andes
Álvaro Pezoa B.
Junio 2015, Santiago de Chile
4
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
5
PRESENTACIÓN
Álvaro Pezoa Bissières
Este primer cuaderno de ética empresarial da inicio a una colección de trabajos
que abordarán diversos aspectos de la misma, con ánimo expreso de colaborar
desde la academia a quienes diariamente deben enfrentar el arduo desafío por
desarrollar una actividad económica altamente productiva y competitiva, a la
par que humana y socialmente constructiva. En tal sentido se trata de un intento
premeditado por construir puentes efectivos entre la universidad y la empresa,
en la esperanza fundada de que es posible generar un diálogo entre ambas que
se traduzca en enriquecimiento mutuo, al tiempo que en una contribución para
las personas y la sociedad.
Por ser éste el primer cuaderno, pareció necesario que tratara sobre conceptos
generales de la ética empresarial. En los números sucesivos se desarrollarán
materias más específicas, siempre intentando dar un sustento teórico, al
tiempo que algunas propuestas de orden práctico. Esperamos que esta serie de
documentos que ahora se inicia sea de interés para el lector.
La oportunidad es propicia para agradecer al ESE Business School de la Universidad
de los Andes y a la Fundación LarrainVial, quienes con su iniciativa y apoyo,
respectivamente, permiten la existencia de la Cátedra de Ética y Responsabilidad
Empresarial Fernando Larraín Vial en el seno de la primera, a cuyo alero se ha
gestado y materializado la idea de dar vida a estos cuadernos.
6
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
7
Álvaro Pezoa Bissières
Profesor Titular de la Cátedra de Ética y Responsabilidad Empresarial Fernando
Larraín Vial y Director del Centro Empresa y Humanismo Grupo CGE del ESE
Business School de la Universidad de los Andes. Doctor en Filosofía y Letras y
Master en Artes Liberales, Universidad de Navarra. Magíster en Ciencia Política,
Universidad de Chile. Ingeniero Comercial, Escuela de Negocios de Valparaíso,
Fundación Adolfo Ibáñez.
8
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
9
Índice
I. Introducción
11
II. Ética general y ética empresarial
15
III. Persona, libertad y ética
19
IV. Ética y fines de la actividad empresarial
25
V. Ética y trabajo profesional
29
VI. Práctica de la ética en la empresa
35
VII.Conclusión: transitando desde evitar el mal hacia hacer el bien.
Bien y beneficio
39
10
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
I
Introducción
11
12
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
13
L
a ética1 –o moral, que significa lo mismo– se ocupa del bien y del mal de
las acciones humanas. Ella se manifiesta en dos planos: i. el de la ciencia,
que estudia la bondad o maldad de las conductas humanas libres; ii. el del
comportamiento humano mismo, concreto y real, es decir el ámbito de la moralidad:
del bien y del mal que se siguen de los actos que realizan las personas. Ambas
esferas se encuentran íntimamente ligadas. La ciencia observa, reflexiona y
obtiene normas a partir de la experiencia y la realidad humana. En tal sentido, la
ética empresarial es una aplicación –una particularización– de la ética a la vida
del trabajo, los negocios y la actividad empresarial. En estas páginas interesa
dedicar espacio compartido a la comprensión de qué es la ética empresarial,
junto con el esbozo de ideas generales acerca de cómo se puede avanzar para
que la ética pueda ser vivida en el desempeño de la actividad profesional de
los negocios. Esta última, por lo demás, ha de ser la preocupación fundamental
de un empresario o directivo en esta materia.
1
Para quien desee profundizar acerca del significado y el contenido de la ética, sugerimos revisar:
Rodríguez Luño, Ángel: Ética General. Eunsa, Barañáin-Pamplona, 1991. También, consultar:
Grisez, Germain; Shaw, Russell: Ser Persona: Curso de Ética. Rialp, Madrid, 1993; y Messner,
Johannes: Ética General y Aplicada. Rialp, Madrid, 1969.
14
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
II
Ética general y
ética empresarial
15
16
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
L
a acción humana lograda, perfeccionadora para quien la
realiza y enriquecedora para quien recibe sus efectos,
posee dos dimensiones estrechamente vinculadas,
aunque distinguibles entre sí: la técnica (u operativa) y la ética;
realidad que se manifiesta con especial validez en el trabajo
y la empresa. Una acción empresarial será verdaderamente
buena sólo si, al mismo tiempo, lo es desde el punto de vista
económico-productivo y moral. Y la mencionada rectitud
ética implica, a su vez, bondad en la intención, en los fines
perseguidos y en los medios utilizados para conseguirlos.
La unidad de ambas dimensiones –técnica y ética– es tan
fuerte que la ausencia o deterioro de una de ellas termina
por afectar a la otra. Allí, tal vez, sea posible hallar arraigo
para aquella manida sentencia que sostiene que “la ética es
rentable” (aunque, sea recalcado de paso, ella posee valor
propio aún si no resultase económicamente beneficiosa).
Para mayor claridad se puede recurrir a un par de ejemplos:
i. Una permanente falla en la calidad operativa de un servicio,
termina por hacer faltar a la empresa al cumplimiento de
sus promesas con los clientes. Es decir, la empuja a ser
poco confiable.
ii. El liderazgo alcanzado por una muy buena gestión
comercial-financiera por parte de un gerente puede verse
definitivamente dañado por sus conductas iracundas en el
trato con sus subordinados.
En la actividad empresarial el bien humano y los resultados
económicos están relacionados, en buena medida se
requieren mutuamente. En todo caso, no son contrapuestos
como algunas veces se quiere hacer creer. Lo expuesto se
hace especialmente patente en el mediano y largo plazo.
Y el reto empresarial consiste, precisamente, en armonizar
ambos aspectos, conjugando la obtención de beneficios con
la búsqueda del bien o, mínimamente, a la persecución de
fines buenos y el uso de medios legítimos y lícitos.
Para profundizar algo más en la dimensión ética del mundo
de la empresa y de los negocios, es necesario recordar
que la persona humana es un ser libre por naturaleza.
Por tal razón, posee una intrínseca dimensión ética, que
también le es connatural. Como consecuencia, no existe
ningún ámbito de la conducta libre del ser humano que
escape a la ética. El hombre no puede desprenderse de su
moralidad inherente, puesto que no le es posible desasirse
de su libertad. En términos simples, la ética corresponde a
la responsabilidad con que la persona ejerce su libertad,
ya sea en la vida familiar, en el club deportivo al que
pertenece, en la universidad donde estudia, dentro del
grupo de amigos con que comparte y, por cierto, en el
mundo de la empresa y el trabajo. Por ser una actividad
esencialmente humana, la actividad empresarial y de los
negocios, es intrínsecamente poseedora de una dimensión
ética, se halla sujeta a la moralidad. Como en todo otro
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
ámbito donde se manifiesta la libertad humana, en el
mundo de los negocios y de la empresa la ética no es una
cuestión añadida o una realidad tal vez deseable pero no
imprescindible, como suele ser presentada o como hay
quienes quisieran que fuera.
Siguiendo la argumentación se hace patente que no es cierta
aquella sentencia popular que mantiene que “los negocios son
los negocios”, es decir, que en ellos imperarían otros cánones
morales, unos principios diferentes a los que rigen el resto
de la vida; una ética completamente distinta si se quiere, o
ninguna. Ante esta posición –por desgracia, ampliamente
difundida en algún sector de la vida empresarial mundial y
chilena–, cabe ser enfático en sostener que no es así, y ello
en un doble sentido. Primero porque, como ha sido enunciado,
los negocios son parte de la actividad humana libre y, por
lo tanto, se encuentran intrínsecamente vinculados a la
moralidad. No se puede separar la actividad profesional,
técnica, productiva, financiera-económica, de marketing, la
actividad empresarial en general, de su insoslayable arista
ética. No es posible pretender adoptar decisiones técnicas
“puras”, desprovistas de toda moralidad. Sí se puede hacer,
para mejor conocimiento y deliberación, la distinción entre
las dimensiones técnica y moral de la acción. Pero cuando
una o más personas deciden y actúan no resulta posible
separar lo técnico, profesional, económico o financiero, de
lo ético. Es más, si se intenta que la decisión y la acción
17
sean plenamente humanas y cabalmente empresariales los
dos aspectos han de ir íntimamente unidos.
Por otro lado, tampoco es dable aceptar la posición que
sostiene que “los negocios son los negocios” asumiendo
implícitamente una suerte de escisión interior de la
persona, quien –se pretende– en una suerte de conducta
esquizofrénica podría atenerse a la moral en los restantes
ámbitos de su vida, al tiempo que quedaría eximido de esa
responsabilidad en la esfera de los negocios. Frente a esta
visión corresponde aclarar que la persona puede comportarse
moral (bien) o inmoralmente (mal); sin embargo, nunca de
manera amoral (sin). No resulta vano reiterar aquí que el
quehacer de los negocios es en su esencia un ámbito de
moralidad por constituir un tipo de actividad humana libre
que, siéndolo, se encuentra enteramente permeada por la
presencia en ella de la dimensión ética. Esto, entre otras
cosas, quiere decir que en la actividad empresarial, a
través de las acciones que se realizan en la vida del trabajo
profesional, el ser humano está llamado a encaminarse
a su plenitud, por lo menos a aquella parte que ésta le
permite alcanzar. Desde luego para acercarse a su plenitud
en cuanto tal la persona requiere de las perfecciones
parciales que va adquiriendo en los distintos ámbitos en
que se desenvuelve: en la familia, entre los amigos, en
su condición ciudadana...y en su desenvolvimiento en la
empresa y el trabajo.
18
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
III
Persona,
libertad y ética
19
20
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
P
ara poder delinear con mayor profundidad cuál es el
vínculo existente entre la ética y la actividad empresarial
es primero ineludible acudir a la antropología filosófica
con el propósito de establecer cuál es la relación entre la
persona humana, su libertad y la ética y, luego de formular dicho
nexo en términos generales, pasar a ver cómo se manifiesta la
dimensión moral del hombre en el campo empresarial.
i. Razón: inteligencia y voluntad
Como se ha señalado anteriormente, la moral es una realidad
intrínseca a las personas. Es su naturaleza racional la que
determina que el hombre sea un ente de carácter ético. Que
el hombre tenga razón significa que posee dos facultades
superiores, la inteligencia y la voluntad, que son propias y
distintivas de los seres racionales.
La primera, la inteligencia, es aquella facultad de la razón que
le permite al hombre poder conocer la realidad más allá de las
apariencias, trascendiendo las imágenes y sensaciones que le
proveen los sentidos externos. Ello lo diferencia claramente de
los animales. Estos últimos no pueden ir más allá de aquello
que les es presentado como realidad por sus sentidos, no
pueden escrutar tras las apariencias. En cambio, el hombre por
medio de su inteligencia puede conocer más profundamente
por abstracción2, puede captar las esencias de las cosas,
aquello que se encuentra detrás de la exterioridad de ellas y
las hace ser lo que son. Por lo tanto, las puede conocer en una
dimensión mucho más completa y verdadera. Precisamente,
remitiendo a la etimología, la palabra inteligencia proviene
del latín intelligere que, a su vez, viene de la raíz intus-legere
que, de modo comprensivo, significa “leer dentro” y que se
podría también interpretar como la capacidad de ver detrás
de las cosas. Esta traducción aunque menos literal se hace de
mejor manera con el significado del concepto de inteligencia.
En virtud de esta cualidad el ser humano cuenta con la
capacidad para evaluar la conveniencia o la inconveniencia de
decisiones y de acciones más hondamente de lo que podría si
2
únicamente conociera las apariencias. La inteligencia excede
las posibilidades cognoscitivas que permiten los sentidos
externos. De allí que un animal reaccionará normalmente de
la misma manera ante determinados estímulos, es decir de
forma instintiva, mientras que el hombre no. La inteligencia
no adopta decisiones. El objeto de la inteligencia es conocer
y, a partir del conocimiento, analizar, deliberar y emitir juicios
sin mayores límites, en cierto sentido indefinidamente. El
accionar de la inteligencia se puede ejemplificar por medio
de la figura humana del indeciso. Esta tipología corresponde
a la persona que es débil de voluntad y lo que hace es
deliberar permanentemente sin decidir; siempre va a encontrar
nuevas aristas, nuevos aspectos que evaluar para dilatar las
decisiones. De alguna forma, este tipo de operación es la
propia de la inteligencia.
La segunda facultad superior que compone el alma racional
es la voluntad. Ésta es la facultad humana que posee como
objeto el querer y que, queriendo, mueve al hombre no sólo
espiritualmente, sino que también físicamente, a procurar
conseguir aquello que apetece como bueno. Sin embargo,
es precisamente con la luz que aporta la inteligencia, con
el conocimiento de la realidad que ella entrega, que la
voluntad decide. Se podría graficar el funcionamiento de
la voluntad afirmando que es ella quien en determinado
momento interrumpe el proceso cognoscitivo y deliberativo
de la inteligencia, adopta una decisión y moviliza a la persona
a la acción.
ii. Libertad y ética
Ahora bien, la inteligencia y la voluntad, como se aprecia,
son dos facultades que se necesitan, se complementan, se
suponen una a otra. Nada sacaría un hombre –uno utópico,
inexistente– con tener únicamente inteligencia, ese hombre
no actuaría; o uno que tuviese sólo voluntad, aquel se
conduciría irracionalmente, como un animal, puesto que no
recibiría ninguna luz de la inteligencia. Estas dos facultades
De abstraer, palabra de raíz latina (abstrahere), que significa separar por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas
aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción.
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
21
propias de un ser racional, actuando en conjunto, hacen que
el ser humano sea libre. Sólo el hombre entre los seres de la
Tierra es un ser libre, puesto que es racional: dado que posee
inteligencia y voluntad.
necesariamente en sus conductas como los animales y
vegetales, tiene al mismo tiempo la posibilidad siempre
abierta de desviarse del camino de su plenitud, es decir, de
la perfección de su naturaleza.
Para comprender mejor la relevancia de la libertad, conviene
partir con la consideración de un aspecto previo, común a todos
los seres vivos. Estos últimos, ya sea el hombre, un animal
o una planta, tienden naturalmente hacia su fin, que es la
perfección de su propia naturaleza –de sus potencialidades,
de sus cualidades–, y ese fin perfectivo, que es lo que se llama
bien, es enriquecedor de la naturaleza de ese ser.
Sintetizando lo que se ha establecido hasta el momento, es
posible argumentar lo siguiente: el hombre es un ser racional
y, por ende, posee inteligencia y voluntad; y puesto que tiene
inteligencia y voluntad, es un ser libre; y, dado que es libre
es un ser esencialmente ético o moral. Es constitutivamente
ético, no puede escapar a esta realidad, es un ser moral en sí
mismo o, dicho de otra forma, la ética es inherente al hombre.
Todavía expresado de otro modo, el hombre es intrínsecamente
poseedor de una dimensión moral, puesto que se mueve hacia
su fin libremente y, por lo mismo, en tanto que el hombre se
encuentre adoptando decisiones y realizando acciones libres,
siempre éstas serán susceptibles de ser catalogadas como
buenas o malas, esto es, que lo encaminan o lo apartan de su
propia perfección. El hombre no puede huir de esta realidad, ser
persona humana significa ser inescapablemente moral, esto
es, la ética no es una cuestión sobreañadida a la realidad de
la persona. Por mucho que quisiera, nadie puede deshacerse
de su condición de ser moral. No existen las acciones libres
moralmente neutras, porque se encuentra inscrita en la naturaleza
humana la condición ética de las mismas. Puesto que el hombre
es un ser naturalmente libre es un ser naturalmente moral y
toda su acción está empapada por esta realidad. Será buena
o recta entonces la acción humana libre que perfeccione al
hombre y será mala la acción humana libre que lo corrompa,
que lo aleje de su propia perfección.
Pero, ¿qué distingue al ser humano del resto de los seres
vivos en el proceso por el cual tienden a su perfección? Que
es el único entre todos ellos que se mueve a su perfección por
una autodeterminación interna, que puede automovilizarse
conscientemente hacia la misma. En cambio, los animales
y los vegetales no. Estos últimos reaccionan siempre con
razón de necesidad –determinadamente– a los estímulos, no
pueden escapar a los límites que les imponen sus naturalezas
vegetativa o sensitiva-instintiva. El ser humano, por contraste,
lo hace libremente. A tal punto, que es el único ser que
tiene que conocerse a sí mismo para poder llegar a ser
plenamente quien está llamado a ser. Sabiendo quién es, cuál
es su naturaleza y qué es lo bueno y lo malo, conveniente o
inconveniente, para su desarrollo y su plenitud3, a diferencia
de los otros seres vivos, se mueve voluntariamente hacia
su bien o hacia su mal4 por un principio interno, no sólo por
la reacción a un estímulo externo o por una determinación
irreflexiva venida desde su naturaleza. En fin, el ser humano
es capaz de auto-determinar sus conductas. Por ejemplo, y
en estricto rigor, no tiene mayor sentido hablar de un toro o
una vaca desnaturalizados, no obstante si lo tiene referirse
al padre o la madre humanos desnaturalizados. Y esto
porque la persona tiene libertad, posee un principio interno
que le permite moverse por sí mismo hacia la plenitud de
su naturaleza. Pero, precisamente por no estar determinado
3
4
Y esto el hombre lo puede hacer porque es un ser inteligente.
No obstante que, esto último, ocurra bajo la razón de bien.
iii. Objetividad del bien y del mal moral
De paso, es conveniente señalar a este respecto que lo bueno
y lo malo es objetivo, no se puede hablar de bueno o malo en
relación a la nada. Cuando se dice “esto es bueno”, es “bueno
para algo o alguien”, lo es porque complementa, termina o
finaliza, o hace crecer o desarrollarse algo o a alguien. Cuando
22
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
se afirma “esto es malo”, lo es porque deteriora, corrompe o
disminuye las potencias de algo o alguien, de algún ser. En
materia de la moralidad del hombre, al señalarse aquello que
es bueno o malo ha de tenerse en cuenta que se trata de una
realidad objetiva, contrariamente a una opinión ampliamente
extendida en la actualidad según la cual la determinación
de lo bueno y lo malo vendría a ser un proceso enteramente
subjetivo, que pareciera depender de los gustos individuales
o de las simples opiniones de las personas. Sin embargo, no
es así. La dilucidación de qué es bueno o malo es una cuestión
objetiva y dice directa relación con la naturaleza de los seres
sobre los cuales estamos predicando bueno o malo. Luego,
en el ser humano lo bueno y lo malo es objetivo, responde a
su naturaleza y debe ser contrastado con ella. Sin desmedro
alguno de lo anterior, cuestión distinta es tener conciencia de
que, en la práctica, a veces resulta difícil lograr establecer qué
es lo bueno o lo malo ante situaciones concretas y particulares.
El hombre es un ser muy complejo y enfrenta en su vida
coyunturas en que no resulta evidente discernir aquello que
es correcto o incorrecto, conveniente o inconveniente, pero en
último extremo siempre existe un punto de referencia objetivo
para estos efectos: la naturaleza humana.
las acciones humanas tienen siempre una doble repercusión.
Primero, sobre la misma persona que realiza la acción. La
conducta humana y la ética son autorreferenciales, cada vez
que una persona actúa libremente se hace algo mejor o peor
persona, siempre la acción que realiza revierte sobre ella
misma. Pero además las acciones impactan en terceros, en
quienes la persona interactúa. Sus actuaciones no solamente
la hacen a ella mejor o peor persona, sino que ayudan a que
otras se perfeccionen o colaboran a que otras no lo hagan
o, aún más grave, a que se corrompan. Por eso es que el
hombre tiene naturalmente un deber no solamente respecto
a su bien individual, sino que también al de los demás. Con
todas sus conductas está influyendo o determinando el bien
de otros y, por esta vía, en último término contribuyendo o no
al bien común. Cuando una persona decide actuar contra su
naturaleza, siguiendo un camino que no es el de la perfección,
no solamente se está dañando a sí, sino que perjudica de algún
modo a la sociedad toda porque no está compartiendo con ella
sus plenitudes personales. Por lo tanto, para el ser humano
es crucial actuar conforme a la moral no solamente de cara a
la propia plenitud, asimismo lo es por la responsabilidad que
le toca respecto al bien de los demás.
iv. Ética y sociabilidad humana
v. Ética y espíritu
Es importante destacar dos características adicionales sobre la
acción moral. Resulta que el hombre es también por naturaleza
un ser social, como preclaramente estableció Aristóteles5. Y
puesto que es social, es un ser que se interrelaciona y que
interactúa con otras personas. Ello implica que el ser humano
sólo puede alcanzar su perfección viviendo en sociedad,
interactuando con otros, porque los demás complementan
todas aquellas potencialidades y perfecciones que cada
individuo no puede alcanzar por sí mismo. Como consecuencia,
Vale la pena también consignar otro hecho. El ser humano
además de ser racional es un ser corpóreo-anímico, es una
unidad substancial de cuerpo y alma. Y, como se ha visto, su
alma es de naturaleza racional o espiritual. La persona no
es únicamente espíritu, ni es sólo cuerpo y materia, es un
espíritu encarnado. Es una realidad compuesta, una unión
íntima de dos grandes co-principios: cuerpo y alma, materia
y espíritu. Y en esta unidad subsistente es el espíritu el que
otorga vida (anima), lo que dirige, aquello que es prioritario y
Cfr. Aristóteles: Política. Edición Bilingüe y Traducción de Julián Marías y María Araujo. Introducción y Notas de Julián Marías. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1989, I, 2 (1253ª 1-3), p. 3; quien sostuvo que: “De todo esto resulta, pues, manifiesto que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por
naturaleza un animal social”. Al respecto, Marías ha señalado que: “Es la famosa expresión zoon politikón, de traducción problemática, tanto por el sustantivo
como por el adjetivo. El animal o viviente que es el hombre pertenece a una polis o ciudad, que es, a la vez, para la mente griega, la sociedad y la comunidad
política. En este contexto predomina, sin embargo, el momento de la sociabilidad o socialidad, como muestran las líneas siguientes” (Ibíd., Notas, 6, p. 267).
5
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
23
que, en último término, le confiere unidad al ser personal. En
la persona humana se da una primacía del espíritu sobre la
materia y, consecuentemente, se observa una subordinación de
la materia al espíritu. Por este motivo, los bienes6 del espíritu7
son de mayor relevancia que los materiales considerando su
incidencia en la plenitud humana.
6
7
O realidades que perfeccionan al hombre.
En un sentido amplio que incluye los bienes relativos al pensamiento, el conocimiento, el amor, la amistad, la ética, el arte, la ciencia, la educación, la religión,
etc.
24
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
IV
Ética y fines de la
actividad empresarial
25
26
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
E
n la teoría económica contemporánea se sostiene que
el fin de la empresa consiste en la maximización de los
beneficios. Al respecto, es posible sostener que “no,
pero sí”, o “sí, pero no en lo esencial”. Se intentará explicar
por qué. Puesto que los negocios son una actividad humana
libre, el fin final de la actividad empresarial es, y debe ser, la
perfección de las personas. Por lo tanto, ella ha de estar al
servicio de las mismas, ayudándolas –en lo que le corresponde
y es posible– a que sean más plenamente personas. Sobre
el particular, surge inmediatamente la cuestión sobre cómo
la empresa puede colaborar a este objetivo último, teniendo
en consideración su peculiar condición, esto es, que se trata
del quehacer humano donde se generan bienes y servicios
económicos que son directamente útiles al hombre para su
vida y su bienestar y, pareciera, muy indirecta o lejanamente
para su “bien-ser”. La respuesta llana a esta pregunta es que
la maximización de los beneficios económicos no puede ser
el fin final de la actividad empresarial. La plenitud humana
en la actividad empresarial no se alcanza teniendo en cuenta
exclusiva ni prioritariamente la maximización de beneficios
económicos. Sostener que éste es el fin final de la empresa
conlleva un reduccionismo materialista. Sería equivalente a
afirmar que en dicha actividad lo primario no es el espíritu
sino la materia. Y eso constituiría una aberración. La persona
es una integralmente en todos sus afanes, todos ellos han
de poder contribuir a su plenitud mayor, que es de índole
marcadamente espiritual.
8
27
No obstante lo expresado, tampoco se trata de dar una suerte de
tiro de gracia al principio de la maximización de los beneficios
sin esbozar una mínima explicación para aquello que aquí se
propone. Más todavía, porque resulta evidente que el modo
que el mundo de la empresa y de los negocios posee para
colaborar a la plenitud de las personas es el uso eficaz y
eficiente de los recursos económico-financieros en una tarea
singular que dé origen al máximo beneficio posible. Ese es
el medio específico, es la vía concreta con que la actividad
empresarial permite el desarrollo de las personas 8. Es el
medio fundamental, la forma principal, el camino, pero no
el fin final. La exigencia económica por las utilidades es el
medio con que cuenta la empresa para cumplir su finalidad
inmediata y hacer posible la final, y ésta no puede ser otra
que procurar el bien de las personas que trabajan en la
empresa y de quienes se interrelacionan con ella, llámense
trabajadores, clientes, proveedores, dueños o accionistas
y, por cierto, de forma más o menos mediata, la sociedad
como un todo. El fin final de la empresa como el de todas
las actividades humanas libres ha de ser la búsqueda de la
plenitud de las personas, el bien superior de ellas o, al menos,
una parcialidad del mismo en el ámbito concreto de que se
trate. Y esto implica que la empresa tiene un compromiso
no solamente por el bien de las personas en cuanto tales,
sino con el bien común de la sociedad porque, es sabido,
el bien personal y el bien común se necesitan, se suponen
el uno al otro.
Cfr. Alvira, Rafael: “¿Qué es el Humanismo Empresarial?”, en el Humanismo Empresarial. Rialp, Madrid, 1992, pp. 45-47. Al respecto, Melendo (cfr. Melendo,
Tomás: Las Claves de la Eficacia Empresarial, p. 27) ha señalado que: “…el fin de la empresa consiste en promover la mejora humana de cuantos con ella
se relacionan y de la sociedad en su conjunto, mediante la gestión económica de los bienes y servicios que genera y distribuye, y de los que naturalmente
se siguen unos beneficios con los que logra también subsistir como empresa. Por consiguiente: perfeccionamiento humano –fin común– a través de los
procedimientos que le son propios (a la empresa)”.
28
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
V
Ética y trabajo
profesional
29
30
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
E
l trabajo es el camino que la actividad empresarial
abre más inmediatamente a las personas para transitar
hacia su plenitud. Por tal razón, merece una especial
consideración.
El hombre tiene derecho a trabajar y tal derecho le es
reconocido, pero lo posee como correlación a la necesidad y
al deber de trabajar9. El ser humano necesita y debe trabajar
para velar por el sustento y el desarrollo de sí mismo y de
su familia. Sin desmedro de lo cual, además tiene el deber
ineludible de laborar porque es una de las principales formas
en que puede aportar al bien común. Existe un deber moral
de trabajar, aunque no se necesitase para cubrir las propias
necesidades, puesto que es una manera privilegiada de
contribuir a una sociedad más desarrollada. Así se entiende
mejor por qué las personas tienen no sólo el deber moral
de trabajar, sino el de hacerlo bien, independientemente de
la recompensa económica o la valoración social que posea
la tarea efectuada.
Visto a través de un prisma complementario, la remuneración
del trabajo debe permitir al hombre una vida de acuerdo a
su dignidad de ser corpóreo-espiritual10. Luego, nada hay
más errado que pensar que el trabajo es digno cuando su
valor económico únicamente permite cubrir las denominadas
necesidades básicas o de subsistencia, ya que subsanadas
las mismas la persona continúa sobreviviendo, pero todavía
no se ha acercado a las perfecciones más altas a que está
llamada por naturaleza. Una remuneración de la índole
mencionada se corresponde con un ser exclusivamente
corpóreo-biológico, no con uno también racional-espiritual. El
trabajo ha de posibilitar que el hombre viva de acuerdo a su
dignidad de ser corpóreo-espiritual, esto es que a través de su
esfuerzo laboral pueda satisfacer sus necesidades materiales,
pero además que éste le deje tiempo y genere los recursos
que posibiliten satisfacer las necesidades del espíritu: las
educativas, culturales, artísticas, morales, recreativas, en fin
todas aquellas que van más allá del cuidado mínimo necesario
de su nuda corporeidad. Aquí se encuentra una primera
forma de perfección que el trabajo, si se quiere de un modo
indirecto, genera –o debiera generar– a las personas en el
mundo de la empresa: permitir no solamente la subsistencia
sino además la apertura de espacios y posibilidades para un
desarrollo más integral, incluyendo el del espíritu.
Dado que el hombre es un ser social, otra forma por la que
el trabajo se constituye en fuente de perfección para las
personas es a través del aporte que con él hace al bien
común11 . Por medio del trabajo profesional cada persona
contribuye con una cierta perfección a la sociedad que todos
sus miembros, en conjunto, conforman. Un ser social necesita
complementarse y, en cierto sentido, completarse con los
bienes materiales y espirituales que los demás ponen a su
disposición. Potencialmente, al nacer, toda persona puede
en principio llegar a desarrollar en su vida las múltiples y
variopintas cualidades humanas presentes en su naturaleza.
Sin embargo, individuamente considerado cada ser humano
solamente podrá alcanzar unas pocas de esas posibilidades,
puesto que tiene limitaciones espacio-temporales y de dones
o inclinaciones naturales. Aquello que el individuo requiere
y se halla entre las plenitudes que él no puede desarrollar
por sí mismo, lo obtiene de los demás a través de la vida
en sociedad. Cada persona participa de las perfecciones
humanas de las demás porque ellas han desarrollado otras
diversas. De aquí se sigue que una vía de perfección humana,
enraizada fuertemente en el carácter societario del hombre,
es a través del trabajo y del aporte al bien común social que
éste comporta.
Ver: Millán-Puelles, Antonio: Persona Humana y Justicia Social. Rialp, Madrid, 1982, cap. VI, pp. 113-126.
Al respecto, recomendamos leer: Millán-Puelles, Antonio: Persona Humana y Justicia Social, pp. 126-132; especialmente, p. 130.
11
Cfr. Millán-Puelles, Antonio: Persona Humana y Justicia Social, pp. 113-118.
9
10
31
32
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Adicionalmente a las dos dimensiones de plenitud ya señaladas,
el trabajo “bien-hecho” en sí mismo constituye una fuente de
amplio enriquecimiento interior connatural al hombre. Bien
hecho en su doble perspectiva, en cuanto al hacer técnico,
económico-financiero, eficientemente realizado; pero, al
mismo tiempo, bien efectuado moralmente, con virtudes,
ofrecido como un servicio a las demás personas. Es decir, un
trabajo orientado al servicio de los demás, quienes participan
de las plenitudes presentes en el mismo12, al tiempo que
generador de perfección personal para quien lo realiza. Ambos
aspectos del hacer bien el trabajo –técnico y moral–, están
íntimamente unidos, en la práctica no se pueden separar.
Un trabajo bueno humanamente, tiene que serlo tanto en el
aspecto técnico como en su dimensión moral.
Desde un punto de vista ético la empresa –y por tanto los
empresarios y los directivos– debe considerar a las personas
como el norte de toda su acción. El fin de la actividad del
hombre de empresa no descansa únicamente en maximizar
beneficios económicos. No existen reparos morales en que
optimice el uso de sus recursos y los utilice del modo más
eficiente posible; es más, ese es el primer deber ético del que
es responsable, en tanto que es condición de posibilidad de
los restantes. Esto siempre y cuando se encuentre prestando
un servicio a las personas, que esté ayudando al bien de
quienes trabajan en la empresa y de aquellos que consumen
los servicios y productos, y mirando siempre activamente al
bien de la sociedad como un todo. Dentro de este situar a
las personas como finalidad, se torna aún más nítido que se
ha de tener una preocupación y una dedicación muy especial
por el trabajo, porque es la forma fundamental en que las
personas se manifiestan en la vida empresarial.
12
13
En este sentido, se puede afirmar que, sin lugar a dudas,
la persona constituye al mismo tiempo el centro y el fin de
la actividad empresarial. La persona no es un medio, es un
cierto fin en sí mismo y, consiguientemente, ha de ser lo
principal para la empresa. Que no es un medio quiere decir
que la persona no debe ser vista nunca única y primeramente
como un instrumento. En la búsqueda de la eficiencia de la
empresa no se puede disponer de las personas como se hace
con una herramienta o el capital financiero, puesto que ésas
son realidades inertes, son cosas; en cambio las personas
son seres con espíritu, no objetos.
Por el motivo mencionado, se debe dar prioridad del trabajo
sobre el capital13. Esto no quiere decir que el capital sea malo.
Como todas las cosas materiales, como los demás medios,
depende del uso que se le dé y de hecho es, en principio, un
activo muy beneficioso para el hombre y la sociedad. Por lo
demás, para realizar una actividad empresarial se requiere
de personas y de capital, ambos resultan imprescindibles,
sin embargo existe una prioridad entitativa de la persona
sobre el capital y, consecuentemente, una primacía moral
del trabajo ante el capital. Este último ha llegado a existir
porque ha habido personas que han trabajado previamente
para formarlo. El mundo no comenzó poseyendo el capital
actual, aunque haya habido abundancia de recursos naturales,
menos todavía contando con lo que hoy se denomina capital
financiero, éste se ha ido acumulando por el esfuerzo de
muchos hombres que han laborado para generarlo y para que
actualmente sea una realidad. Desde esta perspectiva, la
prioridad del trabajo frente al capital es doble, no solamente
–que es lo fundamental– desde el punto de vista moral en
razón de lo que es un ser corpóreo-espiritual, racional y
Cfr. Gómez Pérez, Rafael: Ética Empresarial: Teoría y Casos. Rialp. Madrid, 1990, cap. V, pp. 68-69.
Cfr. Juan Pablo II: Carta Encíclica Laborem Exercens. Editorial Salesiana, sin lugar ni fecha de publicación. cap. III, n°12, pp. 43-47; quien realiza una importante
disquisición filosófica sobre el respecto al señalar que el principio de la prioridad del trabajo frente al capital “… se refiere directamente al proceso mismo de
producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el ‘capital’, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo
un instrumento o la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de toda la experiencia histórica del hombre” (Ibíd., pp. 43-44).
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
33
libre, versus una cosa (por sofisticada que ella sea), sino
que además esos bienes económicos existen porque han
sido originados por el trabajo, es decir por personas que
trabajaron. Luego, dado que la primacía del hombre sobre
las cosas es lo que conviene14 al hombre, entonces siempre
la persona y su trabajo deben guardar prioridad, por sobre
toda otra consideración, al momento de decidir y actuar.
La actividad empresarial sólo cobra sentido humano en la
medida que sea ética, que sirva a las personas para su bien.
Si no es así, será un quehacer que mirado desde el punto de
vista de la plenitud de quien es la persona, resultará pobre,
disminuido, reduccionista. Ya que las personas son seres
esencialmente éticas esta valoración moral de la actividad
empresarial no es opcional, en tanto no es algo que se
pueda tomar o dejar sin asumir, de una forma u otra, graves
consecuencias. Cada persona en particular y las empresas
en cuanto instituciones, están llamadas y deben hacerse
plenamente responsables de esta incontestable realidad.
14
Lo que viene-con, lo que corresponde a la naturaleza del hombre, en la que recordemos el espíritu domina sobre la materia. Es el espíritu lo que da forma,
sentido, unidad y vida a la realidad espíritu-corpórea que es el hombre.
34
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
VI
Práctica de la ética
en la empresa
35
36
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
P
ara que la ética llegue a ser una realidad, que es lo que
en definitiva importa, y no mera teoría en la empresa se
requiere de diversos factores. Sin ánimo de exhaustividad,
la experiencia parece mostrar al menos cinco que no se pueden
soslayar debido a su vital incidencia. Estos son:
1. Ejemplo / liderazgo: es el modo principal que naturalmente
poseen las personas para educar y gobernar. No existe
substituto para su ejercicio. Los valores que se vivan
efectivamente en una organización dependerán en gran
medida del ejemplo –en lo pequeño y en lo grande– que
cada día ofrezcan los directivos a los miembros de su
empresa. Esos mismos ejemplos ayudarán a afianzar la
cultura o a modificarla según sea el caso.
2. Cultura: toda cultura se encuentra preñada de realidades
que son consideradas valiosas por la comunidad en que
ella se despliega. Por lo mismo, toda organización ha de
tener un marco cultural definido, conocido y compartido, en
el que sean reconocibles los principios, valores y normas
esenciales que lo sustentan y que han de ser respetados.
Algunas herramientas pueden apoyar este proceso (por
ejemplo: los códigos de conducta, las declaraciones de
principios, etc.).
Dos aspectos básicos han de ser tenidos en consideración
a este respecto: el primero es que esos “valores” deben
corresponder a auténticos bienes humanos y no a apariencias
de bienes. El segundo es que los líderes deben concordar
y, por lo tanto, poder encarnar o hacer suyos esos bienes.
3. Virtudes éticas: al final de cuentas para que en cualquier
comunidad, institución o sociedad exista una vida
37
buena, moralmente recta, se necesita que hayan hábitos
acendrados entre sus miembros. Dicho de otra forma,
sólo es posible lograr buenos comportamientos éticos a
través de las denominadas virtudes morales, es decir, de
hábitos operativos éticos presentes, internalizados, en
cada una de las personas que componen una comunidad
humana. Y las virtudes son educables. Todo directivo
debe saber que, junto con desarrollar las capacidades
técnicas de su gente, también tiene que cooperar en
formarlas en las virtudes (prudencia, justicia, fortaleza,
lealtad, veracidad, laboriosidad, etc).
4. Conciencia moral: a la par de la educación de las virtudes,
es imprescindible ayudar a formar la conciencia moral
de las personas. Ella es la que permitirá enriquecer las
nociones de bien y mal de las mismas y, su aplicación
práctica, a través del ejercicio de las virtudes. Así como
es impensable una ética vivida sin virtudes, lo es sin
conciencias rectas. En el primer caso porque falla la
voluntad, en el segundo porque falta claridad en el juicio.
5. Operatividad desde la estrategia: para que la dimensión
ética se haga realidad –vida– en la empresa, la experiencia
práctica enseña que junto a su incorporación en la cultura
es altamente favorable que ella se halle también presente
en la estrategia corporativa, desde la misión y visión
hasta su bajada en la organización por medio de planes,
acciones, códigos, establecimiento de buenas prácticas,
controles, mediciones, reportes, acciones correctivas,
etc. Esto es, que en la medida de lo posible se haga
un esfuerzo por situarla en el centro de la actividad
cotidiana y tornarla operativa.
38
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
VII
Conclusión:
transitando desde evitar el mal hacia
hacer el bien. Bien y beneficio
39
40
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
E
n suma, el desafío en este campo es crucial tanto para el
bien de las personas, como el de la misma empresa y la
sociedad. El modo en que las organizaciones de negocios
resuelvan la incorporación, el desarrollo y el fortalecimiento
continuo de la ética en su seno tendrá un decisivo impacto en
la plenitud de todas ellas y, casi con seguridad, también sobre
los resultados económicos y la sustentabilidad en el tiempo
de las propias empresas como, por lo demás, los hechos
conocidos en Chile y en todo el Orbe han venido demostrando
reiteradamente.
Para descubrir la relevancia de la ética en los negocios
casi bastaría con una visión utilitarista aguda, pero ello
nunca sería suficiente para una consideración profunda de
la misma. Ocurre que más allá de la eventual conveniencia
de comportarse rectamente, aquello que realmente confiere
toda su trascendencia a la moral es el reconocimiento de
su valor intrínseco y su condición de camino inevitable para
alcanzar la vida humana buena y lograda. En ocasiones,
tal vez la mayoría, la conducta ética en la actividad
empresarial podrá ser rentable, pero no siempre ni con
seguridad estadística, menos aún en una mirada de corto
plazo. Con todo, la información disponible muestra que
en las empresas las conductas éticas frecuentemente
van acompañadas de buenos resultados económicos, si
se analiza en un horizonte de largo plazo. No obstante, la
auténtica nobleza de la ética es que posee valor, pero no
41
tiene precio. Mientras esta realidad no cale hondo en los
hombres y mujeres de negocios difícilmente llegará a ser
vivida en el quehacer económico.
Lo anterior, sin todavía haber dicho nada respecto a que
la verdadera ética anhela hacer todo el bien posible, no
únicamente evitar el mal, especialmente el más grave y
dañino. Esto último, aunque laudable no es más que el
minimum minimorum moral. Sólo comprendiendo cabalmente
que la ética atiende al bien se entiende por qué las faltas
morales pueden darse tanto por comisión como por omisión.
Y, asimismo, se avizora que la dimensión ética no se reduce
a evitar una lista de ilícitos, sino que se entrelaza con las
entrañas mismas de la actividad empresarial, donde gran
parte de sus desafíos poseen un núcleo moral fundamental.
Es el caso, por citar ejemplos, del espíritu de servicio, del
sentido del trabajo bien-hecho –de calidad y excelencia–, de
los requisitos necesarios para establecer equipos de trabajo
eficaces y eficientes, de la calidad de las comunicaciones
interpersonales, del recto uso de las herramientas tecnológicas
y, como no, de la naturaleza misma del liderazgo entendido
como servicio al bien común.
En fin, la ética plantea a la empresa, sus directivos y todos sus
miembros desafíos tan arduos como apasionantes y siempre
de insondable riqueza humana, organizacional y social. Bien
vale la pena intentar seguir sus derroteros.
42
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Ética y Empresa: Bien y Éxito, el Desafío Empresarial
43
44
Cuaderno de Ética Empresarial N°1
Cátedra de Ética y Responsabilidad
Empresarial Fernando Larraín Vial