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Artículo Técnico
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superficie, hacen que tenga un bajísimo coeficiente de fricción por deslizamiento, solamente aventajado por el elemento mercurio. A pesar de la vigorosa investigación científica, el agua continúa guardando sus secretos. Sabemos que el
congelamiento inicia el proceso de la lluvia, pero no existe una teoría que explique adecuadamente porque millones de
pequeñas nubes caen formando gotas de lluvia, o copos de nieve o granizo. El agua fluye profundamente, dentro de
nosotros y alrededor de nosotros. Trasciende el tiempo, cambia de forma, es proveedor y soporte de alimentos, con una
terrible capacidad de destrucción y una sutil capacidad de disolver.
Sobre la esencia espiritual del agua
Allá donde el agua aparezca, la vida podrá manifestarse en la materia y allá donde falte esto no será posible. El agua es,
por lo tanto el elemento secreto de la vida. Ella es la gran sanadora de todo aquello que por haber perdido el equilibrio
se vuelve enfermo. El agua tiende siempre al equilibrio pero a un equilibrio viviente y no a uno rígido en el que la vida,
forzosamente pagaría. Reúne aquello que estaba separado o en oposición, haciendo brotar de esta lucha algo nuevo. En
si misma es químicamente neutra, pero se une a otras sustancias para impedir que lo sólido perjudique demasiado a
la vida. El agua no desea nada para sí misma. Ella se abandona a todo, nunca pregunta cuál va a ser la forma que ha
de adoptar, ya sea se una planta, la de un animal o la del hombre. Con la misma abnegación desempeña la función que
sea necesaria. Ella “renuncia” siempre y cuando si su servicio se ha acabado en un lugar, se retira y se dispone para una
nueva creación o mediación en otro lado.
El agua no se cierra a la luz tal como sucede con los sólidos; ella quiere ser limpia y transparente. En el juego de colores
del arco iris el alcanza el culmen de sus posibilidades. De formas. Absolutamente desinteresada transmite al ojo las impresiones del mundo visible y al oído aquellas del mundo sonoro. Pero se abre también a las armonías y órdenes de los cielos
y las comunica al germen del ser humano, al embrión, al cual ella envuelve por completo. Comunica igualmente estas
armonías y órdenes al espíritu pensante del hombre por medio de una esfera de agua que envuelve su cerebro6 liberada
en gran medida de la pesantez, se encuentra a mitad de camino entre la tierra y el cosmos, no se pierde jamás en el
uno o en el otro y a pesar de todo permanece ligada estrechamente a ambos, enlazándolos en un circuito eterno. Ella se
encuentra así misma a la mitad del camino entre los extremos de lo sólido y lo volátil, siendo perpetuamente susceptible
de cualquier variación. De ella procede la inmensa riqueza de formas del mundo terrestre, que puede considerarse como
un eco de los incesantes cambios celestes.
El agua no representa para el hombre y el resto de los seres vivientes únicamente el fundamento de su vida corporal,
sino que aquello que el hombre se propone como “fin” de su desarrollo espiritual nos lo encontramos prefigurado como
un gran símbolo en las cualidades del agua. Nos encontramos efectivamente en sus propiedades la misma imagen de
las metas o fines que el hombre persigue con su esfuerzo interior, a saber: en el pensar la renuncia a toda forma fija, a
todo prejuicio, a toda actitud intolerante contra aquel que disiente de nosotros, la aptitud de comprender a los que nos
rodean partiendo de su propia naturaleza o esencia y a unir todos los opuestos en una unidad superior. De esta manera
alcanza el hombre el auténtico “olvido de sí” en el contexto de una vida anímica pura, sana y lúcida. Si el agua le ayuda
a su entrada en el mundo terrestre, transmitiéndole las fuerzas celestes, ella puede también conducirle a un renacimiento
de su esencia espiritual.
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6. El líquido cefalorraquídeo.